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SEMINARIO MAYOR “LA ANUNCIACIÓN”

DIÓCESIS DE CIUDAD ALTAMIRANO

ETAPA TEOLOGICA
MATERIA:
ESPIRITUALIDAD II: ESPIRITUALIDAD
SACERDOTAL
TEMA A EXPONER:
MARÍA Y LA ESPIRITUALIDAD DE LOS
MINISTROS ORDENADOS

PROFESOR: PBRO. DAVID VILLEGAS

ALUMNO: MOISÉS ASCENSIO CHAVEZ

CD. ALTAMIRANO, GRO. NOVIEMBRE DEL 2023.


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Toda la Iglesia, contemplando el misterio de María, penetra mejor su propia razón de ser
como signo portador de Jesús (sacramento o misterio), comunión y misión. Cuando el
sacerdote ministro reflexiona y vive el tema mariano, descubre más profundamente el
misterio de Cristo Sacerdote que se prolonga en la Iglesia, del que el sacerdote participa de
modo especial.

La espiritualidad mariana ayuda al sacerdote a vivir la presencia activa y materna de María


en la Iglesia y en la humanidad. La actitud y los sentimientos sacerdotales de Cristo
respecto a su Madre son pautas de la espiritualidad sacerdotal mariana (Fil 2,5; Jn 19,25-
27). La unción sacerdotal de Cristo se realizó en el seno de María; su obra sacerdotal se
llevó a cabo asociando a María. El ministerio sacerdotal ayuda a la comunidad eclesial a
recibir la palabra, a asociarse a Cristo y a comunicar la vida de Cristo a los hermanos. Es el
ministerio de hacer madre a la Iglesia (PO 6; LG 64), a ejemplo de María (LG 65).

Los sacerdotes tienen particular título para que se les llame hijos de María, no podrán
menos de nutrir hacia la Virgen una ardiente devoción (Pío XII, Menti nostrae, n. 42). Por
esto, los sacerdotes “reverenciarán y amarán, con filial devoción y culto, a esta Madre del
sumo y eterno Sacerdote, Reina de los Apóstoles y auxilio de su ministerio” (PO 18). La
relación de María con cada cristiano hace referencia a la propia vocación y misión.

Su relación con el sacerdote ministro se basa en la participación especial de éste respecto al


sacerdocio de Cristo. Si la Virgen madre de Dios a todos ama con tiernísimo afecto, de una
manera muy particular siente predilección por los sacerdotes, que son viva imagen de su
Hijo Jesús (Pío XII, Menti nostrae, n. 124). Ella es figura de la Iglesia Pueblo sacerdotal, y
ayuda a cada cristiano a vivir su propia participación en el sacerdocio del Señor. La
espiritualidad mariana del sacerdote va siempre unidad al amor y fidelidad a la Iglesia. La
fraternidad sacerdotal del presbiterio, al servicio de la comunidad eclesial diocesana y
universal, será una realidad cuando los sacerdotes vivan y ayuden a vivir la pauta mariana
del cenáculo.

1. MARÍA, LA MADRE DE CRISTO SACERDOTE


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La unción sacerdotal de Cristo tuvo lugar en el seno de María, cuando el Verbo se hizo
carne en ella por obra del Espíritu Santo (Mt 1,20; Lc 1,35).

María engendró, gestó y dio a luz a Jesucristo en to da su realidad de Hijo de Dios, Cabeza de
su Cuerpo Místico, Redentor, Sacerdote. María es, pues, Madre de Dios, Madre de la
Iglesia, asociada a Cristo Redentor, Madre de Cristo Sacerdote. La maternidad en María
dice relación a Cristo en toda su realidad. Toda la vida de María es de asociación a Cristo
Sacerdote, Mediador, Redentor.

Toda la vida de María es de asociación a Cristo Sacerdote, Mediador, Redentor. Es madre


asociada esponsalmente a Cristo Redentor en todos los momentos sacerdotales, desde la
encarnación hasta la cruz y hasta la consumación perpetua de todos los elegidos (LG 62).
“María está unida perfectamente a Cristo en su despojamiento” (RM 18). Por esto
“participa, por su carácter subordinado, de la universalidad de la mediación del Redentor,
único Mediador” (RM 40).

La misión maternal de María durante toda su vida reviste caracteres sacrificiales, siempre
en unión con Cristo, puesto que “lo ofreció como Nueva Eva al eterno Padre en el Gólgota,
junto con el holocausto de sus derechos maternos” (Pío XII, Mystici Corporis Christi; LG
58). Esta unión de María a Cristo Sacerdote se expresa en diversos puntos fundamentales:

 Aceptación de los planes salvíficos del Padre en sintonía con el “sí” de Cristo
Sacerdote al Padre (Heb 10,5-7; Lc 1,38).
 Perseverancia en este “sí” durante toda la vida hasta el sacrificio en la cruz.
 Asociación a Cristo Sacerdote y Víctima, Mediador y Redentor.
 Intercesión como mediación materna participa de la única mediación de Cristo
Sacerdote.

La relación de María con Cristo Sacerdote incluye una relación estrecha con la Iglesia.
“María pertenece indisolublemente al misterio de Cristo y pertenece además al misterio de
la Iglesia” (RM 27). María es Madre del Sumo y eterno Sacerdote y guiada por el Espíritu
Santo, se consagró al ministerio de la redención de los hombres (PO 18). Esta realidad de
Cristo tiene relación con María su Madre, asociada a la obra redentora. A su vez, la
maternidad de María dice relación al ser, a la función y a la vivencia sacerdotal del Señor.
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La realidad sacerdotal de Cristo se prolonga en la Iglesia y es participada de modo especial


por los sacerdotes ministros. María es Madre del Pueblo sacerdotal y de cada uno de sus
componentes según el grado y el modo de participar en el sacerdocio de Cristo.

2. MARÍA, LA MADRE DE LA IGLESIA, PUEBLO SACERDOTAL

La Iglesia es el pueblo sacerdotal (1Pe 2,5-9) porque en ella se prolonga Cristo Sacerdote y
porque toda ella participa de la realidad sacerdotal del Señor. María es Tipo o
personificación dela Iglesia: en el orden de la fe, dela caridad y de la unión perfecta con
Cristo. Es llamada también madre y virgen, precedió la Santísima Virgen, presentándose de
forma eminente y singular como modelo tanto de la virgen como de la madre (LG 63).

La Iglesia contemplando a María, imita su fidelidad y asociación a Cristo Redentor. La


Iglesia, meditando piadosamente sobre ella y contemplándola a la luz del Verbo hecho
hombre, entra más a fondo en el soberano misterio de la encarnación (LG 65). María es
Madre y Tipo de la Iglesia, Pueblo sacerdotal, lo es también por su asociación maternal a
Cristo Sacerdote. Por esto la realidad sacerdotal de la Iglesia y de cada creyente según su
propia vocación, está relacionada íntimamente con la realidad de María como Madre de
Cristo Sacerdote que se prolonga bajo signos eclesiales. (Modelo, figura, personificación),
Madre signo (“sacramento”), misión etc.

María ha sido y sigue siendo asociada al misterio sacerdotal y redentor de Cristo, que la
Iglesia anuncia, hace presente, celebra y comunica. La función sacerdotal de la Iglesia
tiene, pues, dimensiones marianas:

 Anunciar a Cristo nacido de María,


 Presencializar a Cristo que asocia a María,
 Comunicar la salvación de Cristo que quiso y sigue queriendo la colaboración de
María.

La función sacerdotal de cada creyente, es de fidelidad a Cristo para ser instrumento suyo.
Por esto toda la Iglesia como pueblo sacerdotal, y cada creyente según su propia vocación,
imita a María en su fidelidad a la palabra y a la acción del Espíritu Santo, para ser
instrumento de gracia y de filiación divina. La presencia activa y materna de María en la
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Iglesia se concreta en amor, acompañamiento e intercesión, a fin de que la Iglesia pueda


realizarse como sacramento o signo transparente y portador de Cristo. María es Madre en la
Iglesia y mediante la Iglesia (RM 47 n. 37). Esta presencia mariana en el pueblo sacerdotal
(RM 1,24, 28, 48, 52) se concreta especialmente en guiar a los fieles a la Eucaristía (RM
44). La Iglesia se hace más virgen y madre cuanto en la misión apostólica imita el amor
materno de María (LG 65). “La Iglesia, contemplando su profunda santidad e imitando su
caridad y cumpliendo fielmente la voluntad del Padre, se hace también madre mediante la
palabra de Dios aceptada con fidelidad, pues por la predicación y el bautismo engendra a
una vida nueva e inmoral a los hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de
Dios” (LG 64). Por esto:

 La Iglesia, al contemplar a María, entra más a fondo en el misterio de la


encarnación;
 Anunciando y venerando a María, atrae a los creyentes a su Hijo;
 “en su labor apostólica, se fija con razón en aquella que engendró a Cristo,
concebido del Espíritu Santo y nacido de la Virgen, para que también nazca y
crezca por medio de la Iglesia en las almas de los fieles” (LG 65).

“Fue en Pentecostés cuando empezaron los hechos de los Apóstoles, del mismo modo que
Cristo fue concebido cuando el Espíritu Santo vino sobre la Virgen María” (LG 4). “En la
economía de la gracia, actuada bajo la acción del Espíritu Santo, se da una particular
correspondencia entre el momento de la encarnación del Verbo y el del nacimiento de la
Iglesia. En ambos casos su presencia discreta, pero esencial, indica el camino del
nacimiento del Espíritu. Así la que está presente en el misterio de Cristo como Madre, se
hace por voluntad del Hijo y por obra del Espíritu Santo presente en el misterio de la Iglesia
(RM 24).

La participación de la Iglesia en el sacerdocio de Cristo tiene la característica de


instrumento ministerial, es decir, de signo y servicio sacramental. María es Tipo o
personificación, figura de la Iglesia en toda su realidad, aunque ella no ejerza los signos
sacramentales. “María es Madre de la Iglesia como Madre de los pastores y de los fieles”
(Pablo VI), que actúa por medio de la maternidad ministerial de la Iglesia. La Iglesia mira a
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Cristo Sacerdote para imitar su actitud relacional con respecto a María su Madre y asociada
en la obra redentora.

La espiritualidad mariana de cada fiel, como miembro del Pueblo sacerdotal, se concreta en
una relación personal con María para conocerla, amarla, imitarla, pedir su intercesión y
celebrar en ella el fruto del sacrificio sacerdotal y redentor de Cristo. La maternidad de
María “perdura sin cesar en la economía de la gracia” (LG 62). El pueblo sacerdotal, por
medio del profetismo, culto y realiza, engendra nuevos hijos para Dios, en relación de
imitación y dependencia respecto a la maternidad de María y a su asociación a Cristo
Sacerdote. Ella, gloriosa en el cielo, actúa en la tierra. Participando del señorio de Cristo
Resucitado, “con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía
peregrinan” (LG 62); su gran cuidado es que los cristianos tengan vida abundante y lleguen
a la madurez de la plenitud de Cristo (Puebla 288).

3. MARÍA LA MADRE DEL SACREDOTE MINISTRO

María por ser Madre de Cristo Sacerdote, es Madre de cuantos participan en el sacerdocio
del Señor. Por eso se puede llamar “Madre de los sacerdotes” ministros (Juan pablo II,
Carta del Jueves Santo, 1979). María ve en cada sacerdote un Jesús viviente (San Juan
Eudes). El sacerdote es ministro de Cristo y de la Iglesia, prolongando la persona del Señor,
su palabra, su acción sacrificial, salvífica y pastoral. Cristo Sacerdote se prolonga en la
Iglesia, y especialmente en la vida y ministerio sacerdotal, asociado a María.

María sigue asociada al sacrificio de Cristo que se hace presente en la Eucaristía por
ministerio de los sacerdotes. La presencia activa y materna de María en la vida y ministerio
sacerdotal es una realidad de fe, que debe hacerse consiente como fuente de renovación y
de entrega a Cristo. “cuando nosotros, al actuar in persona Christi, celebramos el
sacramento del mismo y único sacrificio en el que Cristo es y sigue siendo el único
sacerdote y la única víctima, no podemos olvidar este sufrimiento de la Madre… cuando
celebramos la eucaristía, conviene que esté a nuestro lado (San Juan Pablo II del Jueves
Santo, 1988). María forma parte de este mensaje como la mujer Madre del Redentor
asociada a Él en la obra redentora (Gal 4,4-7). María está relacionada con el sacerdote
ministro como Madre de Cristo Sacerdote y de la Iglesia Pueblo Sacerdotal.
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Quien formó a Cristo Sacerdote en su seno, sigue formando a quienes son signo personal y
ministerial del Señor. La relación de María con el sacerdote ministro se basa, pues, en una
realidad querida por Cristo:

 Es Madre especial del sacerdote (realidad y amor),


 Es modelos de su relación con Cristo y de su actuar apostólico,
 Actúa como asociada a Cristo Sacerdote y María de la Iglesia.

Los santos sacerdotes de la historia, como San Juan de Avila, San Juan Eudes, San Antonio
Ma. Claret… han acentuado también el paralelismo entre María y el sacerdote:

 Por la vocación o elección especial,


 Por la consagración a los planes salvíficos de Dios en Cristo,
 Por la unión con Cristo Sacerdote y Víctima en la cruz y en la eucaristía,
 Por la fidelidad a la acción y misión del Espíritu Santo,
 Por el hecho de comunicar Cristo al mundo (instrumento de gracia).

La relación del sacerdote con la Iglesia está en la línea de la maternidad eclesial (PO 6; LG
64-65). Servir a la Iglesia comporta ejerce unos ministerios que son realización de esta
maternidad, de la cual María es Tipo y figura. El actuar de María en la Iglesia y por medio
de la Iglesia (RM 37,47) comporta una relación con el actuar sacerdotal para formar a
Cristo en los fieles. Los sacerdotes, pues, tienen un vínculo especial con María Madre de
Dios y un derecho especial a su amor (Juan Pablo II,) por esto, tienen particular título para
que se les llame hijos de María (Pío XII, Menti nostrae, 42).

4. MARÍA, EN LA VIDA ESPIRITUAL Y EN EL MINISTERIO SACERDOTAL

La espiritualidad sacerdotal es una vivencia del ministerio en el Espíritu de Cristo (PO 13).
Jesucristo no quiso ni quiere prescindir de María al ejercer sus funciones sacerdotales, que
ahora realiza por medio de sus ministros. La caridad pastoral es una imitación de las
actitudes del Buen Pastor, que quiso a María asociada a su obra redentora. La gracia y el
carácter sacramental del Orden urgen a vivir esta realidad sacerdotal, que es eminentemente
mariana, puesto que María es parte integrante del ministerio de Cristo anunciando,
presencializado, celebrado, comunicado y vivido por el sacerdote.
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No sería posible la configuración con Cristo Sacerdote si prescindiera de María. El


sacerdote pertenece a Cristo tal como es, nacido de María. La donación o consagración a
Cristo es una entrega a su persona y su obra salvífica, vivida con la presencia, el ejemplo y
la ayuda de María. Las gracias y carismas que el sacerdote ha recibido para servir a Cristo y
a la Iglesia, tienen la matiz de dependencia mariana: vocación, carácter y gracia
sacramental, gracia peculiares y necesarias para el ministerio, etc. Todas y cada una de
estas gracias se ha recibido de Cristo que ha querido la cooperación de María y la sigue
queriendo para una respuesta fiel y generosa.

En la santificación propia y en la acción ministerial, la sintonía del sacerdote en Cristo se


expresará también con esta dimensión mariana de:

 Conocerla en el misterio de Cristo Sacerdote y de la Iglesia Pueblo sacerdotal,


 Amarla con actitud relacional imitada de Cristo, y con el gozo de ver en maría el
mejor fruto de la redención,
 Imitarla especialmente respecto a su asociación esponsal con Cristo, a su
contemplación de la palabra y a su fidelidad generosa a la acción del Espíritu Santo,
 Celebrarla en el contexto del misterio pascual de Cristo, especialmente en la
eucaristía, sacramento, liturgia de las horas y año litúrgico,
 Invocarla pidiendo su intercesión para el camino de configuración con Cristo Buen
Pastor y para el proceso de evangelización.

La espiritualidad del sacerdote debe extenderse también a la Madre de Dios. La actitud


espiritual del ministerio debe ser, pues, de amor materno, del que maría es modelo para
todos aquellos que, en la misión de la Iglesia cooperan a la regeneración de los hombres
(LG 65). Vivir los ministerios en el Espíritu de Cristo (PO 13) incluye la imitación de la
actitud maternal de María, asociada a Cristo Sacerdote y Redentor. La devoción o actitud
mariana, parte integrante de la espiritualidad sacerdotal: “Amen y veneren con filial
confianza a la Santísima Virgen María, a la que Cristo, muriendo en la cruz, entregó como
madre al discípulo” (OT 8).

Según las enseñanzas del magisterio, la devoción mariana del sacerdote se basa en:
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 La relación del sacerdote con Cristo Sacerdote, que quiso nacer de María y la quiso
asociar a su obra redentora,
 La relación del sacerdote con la Iglesia, Pueblo Sacerdotal, de la que María es
Madre y Tipo,
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 La relación de María respecto a Cristo Sacerdote, a la Iglesia y al sacerdote


ministro, como objeto especial de su maternidad.

La contemplación de la palabra requerida para la predicación es una actitud mariana de


meditar en el corazón (Lc 2, 19.51). El sacerdote aprende a sentir con la Iglesia y amarla,
profundizando en su propia relación con María como Madre de la Iglesia y como modelo
de su desposorio o asociación a Cristo. El ministerio del sacerdote tiene como objetivo
ayudar a la comunidad a vivir su relación con María, para ser, como ella y con ella, fiel,
virgen y madre: María es verdaderamente Madre de la Iglesia… No se puede hablar de la
Iglesia, si no está presente María (MC 28).

El sacerdote sigue la actitud joánica de recibir a María en comunión de vida, es decir, de


“introducir en todo el espacio de la vida interior, es decir, es su “yo” humano y cristiano”
(RM 45). La eficacia del ministerio sacerdotal está, en cierto modo, condicionado a la
actitud mariana y eclesial del sacerdote, que es imitación de las vivencias sacerdotales de
Cristo.

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J. Bifet ESQUERDA, Signos del Buen Pastor, CEM, México 1991, (Pgs 255-273).

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