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ESPIRITUALIDAD DE LA PARROQUIA SAN ROQUE.

La Parroquia san Roque se encuentra ubicado en la Urbanización San Roque del


Distrito de Santiago de Surco, ha sido creada hace 50 años y tiene 5 capillas y
una de ellas es la Capilla María Auxiliadora en el cual me encuentro apoyando, la
capilla se ubica en la Urbanización Sagitario. Tanto la Parroquia y la capilla están
dirigidos por Sacerdotes Diocesanos que pertenecen a la Diócesis de Lima.

EL SACERDOTE DIOCESANO

¿QUÉ ES UN SACERDOTE DIOCESANO?

Un sacerdote diocesano o «secular» trabaja en una diócesis o arquidiócesis


particular normalmente como párroco. Él está «casado» con los fieles del territorio
de su parroquia, gastando su vida con ellos y por ellos para acercarlos a Dios y
trabajando por su santificación.

El sacerdote diocesano es aquel sacerdote, que en comunión con su obispo,


quiere vivir como otro Cristo en medio nuestro, reside en su propia diócesis, región
que lo vio nacer y donde ahora sirve a sus hermanos siendo puente entre ellos y
Dios.

Esta tarea la cumple principalmente a través de:

- La administración de los sacramentos, que son encuentros reales con el misterio


del Dios que se da a sí mismo, perdona, y santifica;

- La predicación de la Palabra de Dios, que es la transmisión de los sentimientos


del corazón de Dios mismo hacia nosotros;

- El ejercicio de la caridad pastoral, que como otro Cristo, Buen Pastor, guía y
cuida del rebaño de Dios a él encomendado en las diversas realidades que nos
rodean: parroquias, movimientos, colegios, universidades, hospitales, instituciones
civiles, obras de caridad y beneficio social, etc.

DIFERENCIA ENTRE UN SACERDOTE DIOCESANO Y RELIGIOSO.

a). Sacerdote Secular o Diocesano.


Son sacerdotes consagrados a Cristo mediante la práctica de los consejos
evangélicos según el carisma específico del Instituto al que pertenecen. De este
modo son fermento de comunión y generosidad apostólica entre sus hermanos.
Cuando hablamos de secularidad para la Iglesia, o para el cristianismo,
entendemos por ello "la manera peculiar de ser Iglesia encarnada", en el mundo y

para el mundo. Ciertamente como sacramento de salvación.

b). Sacerdote Religioso.

Su actividad pastoral esta regida y orientada por el carisma de la congregación o


Instituto Religioso, para la cual hizo su opción vocacional y a la cual se unió por la
profesión pública de sus votos. Actúa bajo la autoridad de sus superiores. Se
somete al Obispo en su misión pastoral en la diócesis en la que realiza su
actividad pastoral.
Un sacerdote religioso trabaja adondequiera que el Superior de su orden religiosa
lo envíe.
Los sacerdotes pertenecen al secularismo (de secular) es aquel pensamiento o
actuación que es perteneciente o relativo a la vida, estado o costumbre del siglo o
mundo y, por tanto, que no tiene órdenes clericales y es ajeno a las prácticas y
usos religiosos.

ESPIRITUALIDAD DEL CLERO DIOCESANO

La espiritualidad específica del clero diocesano es la misma espiritualidad


sacerdotal matizada de gracias o carismas especiales. Ser signo ministerial del
Buen Pastor en una Iglesia particular o diócesis, se concreta en la caridad pastoral
matizada por:

 La pertenencia a la Iglesia diocesana por medio de la incardinación o


compromiso de servicio (que incluye corresponsabilidad en la misión
universal).
 El hecho de formar parte del Presbiterio de modo estable.

 La dependencia del carisma episcopal en cuanto a la pastoral y en cuanto a


la espiritualidad.

 Ser principio de unidad (en unión con el obispo) respecto a los carismas,
vocaciones y ministerios existentes en la comunidad eclesial.

 Ayudar a la comunidad a encontrar sus raíces apostólicas e históricas en


relación con el obispo que la preside como sucesor de los Apóstoles (+LG
28; CD 28; PO 7-8).

Todo sacerdote que sirve de modo más o menos permanente en una diócesis,
tiene de alguna manera estos matices de espiritualidad sacerdotal.
ESPIRITUALIDAD DEL SACERDOTE DIOCESANO
a) Necesidad y naturaleza de la espiritualidad del sacerdote

La vocación al sacerdocio ministerial comienza con un encuentro con Cristo, quien


quiere que su llamamiento se prolongue en una vida misionera: "llamó a los que él
quiso para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar" (Mc. 3, 13-14). La
experiencia de un encuentro amistoso con Cristo (cf. Jn. 1, 39. 41; 15, 9) lleva a
seguirle, entregándose a él (cf. Mt. 4, 19 ss.; 19, 27). La respuesta del sacerdote a
este llamamiento se vuelve gozo pascual, porque puede "darse a Cristo el testimonio
máximo de amor" . El sacerdote, como los Apóstoles, en colaboración con su propio
Obispo, y estando al servicio de la Iglesia, es el testigo calificado de Cristo muerto y
resucitado: "nosotros [...] somos testigos" (Hch. 2, 32); "lo que hemos visto y oído, os
lo anunciamos" (1 Jn. 1, 3).

Es preciso que los sagrados ministros conozcan exactamente lo específico de la


espiritualidad sacerdotal para que puedan renovarse continuamente. Espiritualidad
significa una vida en el Espíritu, que hace del sacerdote un signo personal y
específico de Cristo, puesto al servicio de la comunidad de la Iglesia local y universal,
en relación con el carisma episcopal.

La espiritualidad sacerdotal brota de la gracia del Espíritu Santo, como


participación en la consagración (el ser) y la misión (el actuar) de Cristo Profeta,
Sacerdote y Rey. En las palabras del rito de la sagrada ordenación, se encuentra
resumida en la exhortación del Obispo a los sacerdotes para toda la vida: "imitad lo
que hacéis". Por consiguiente, en la espiritualidad sacerdotal está incluida, a nuevo
título, la vocación a la santidad, como signo e instrumento personal de Cristo. Si, para
los miembros del Pueblo de Dios, existe una vocación universal a la santidad, o sea,
a la plenitud de la vida cristiana , para los sagrados ministros existe una llamada
especial a la perfección que ellos alcanzarán de manera adecuada si ejercen sus
funciones con ánimo sincero y sin descanso, con el Espíritu de Cristo (cf. Lv. 11, 44.
45; 19, 2; Mt. 5, 48; 2 Tm. 1, 9; 1 P. 2, 5).
El sacerdote diocesano encuentra su espiritualidad específica al vivir su ministerio
en la caridad pastoral, en comunión con el Obispo como sucesor de los Apóstoles,
formando un presbiterio a manera de familia sacerdotal, estando al servicio de la
Iglesia local en la cual está incardinado, y permaneciendo disponible para la misión
de salvación universal . La espiritualidad sacerdotal diocesana es, pues,
eminentemente eclesial y misionera.

Estén convencidos los presbíteros de que sin una fuerte vida espiritual y un
generoso servicio apostólico, en íntima unión con Cristo Sacerdote y Buen Pastor,
hasta llegar a la cumbre de la santidad, en la línea de la espiritualidad que les es
propia, es imposible realizar la identidad sacerdotal y perseverar con generosidad en
el ministerio.

b). Dimensiones de la espiritualidad sacerdotal.

La espiritualidad del clero diocesano secular se funda, sustancialmente, en las


siguientes bases:
 la adhesión de amor y servicio a Cristo, enviado por el Padre y consagrado por
el Espíritu, acogiendo en especial el misterio central de la Eucaristía y la
presencia ejemplar de María;
 la comunión y obediencia cordial y generosa al Romano Pontífice y al propio
Obispo;
 una fraternidad profunda con los sacerdotes del presbiterio local;
 -el servicio apostólico en favor de los fieles de la Iglesia particular y un empeño
en ayudar a las Iglesias necesitadas, y en evangelizar a los no cristianos.

La espiritualidad del sacerdote diocesano secular se vivirá, pues, desde una


perspectiva trinitaria, mariana, eclesial y misionera. En efecto, el llamamiento, la
consagración y la misión hacen participar en la realidad de Cristo, consagrado en el
Espíritu y enviado por el Padre (cf. Lc. 4, 18; Jn. 10, 36), que se prolonga en la Iglesia
(cf. Mt. 28, 20; Ef. 1, 23). María, Madre de Cristo Sacerdote y fiel a la acción del
Espíritu Santo, modelo y Madre de la Iglesia está siempre junto a la vida y al
ministerio sacerdotal. "Nuestro servicio sacerdotal nos une a ella, que es la Madre del
Redentor y modelo de la Iglesia".
La nota característica de la espiritualidad sacerdotal es la caridad pastoral, que se
manifiesta en algunas dimensiones básicas.

Es sagrada: el punto de partida de la espiritualidad es la participación ministerial en


la consagración de Cristo Sacerdote, realizada en el momento de la Encarnación del
Verbo en el seno de María, bajo la acción del Espíritu Santo, que se manifestará
plenamente en el misterio pascual. La vocación del sacerdote a estar con él (cf. Mc.
3, 14), llega a ser participación en el sacerdocio de Cristo, y lo compromete a
expresar el carácter sagrado en su propia existencia (cf. Jn. 17, 10)

La espiritualidad es comunión con la Iglesia: con el Romano Pontífice, con el


propio Obispo, con los demás sacerdotes y diáconos, los consagrados y la
comunidad eclesial. Esta comunión, en virtud de la sagrada ordenación establece
entre los sacerdotes una verdadera fraternidad sacramental. El carisma episcopal,
que se acoge en cuanto significa la cercanía de un padre y amigo, es indispensable
para realizar esta comunión que quiso el Señor en su oración sacerdotal (cf. Jn. 17,
23). De todo esto se desprende, que los presbíteros, necesitan un espíritu y una vida
comunitarios. El sacerdote vive esta comunión en la dependencia del Obispo y su
pertenencia a la Iglesia particular, como elemento indispensable del único presbiterio.

La espiritualidad es también misión: el ser sacerdote, es la raíz de la acción


específica del sagrado ministro que actúa in persona Christi, como prolongación de él,
en favor de la comunidad local y universal. Esta realidad obliga al sacerdote a
manifestar, en su ministerio, la caridad redentora del Señor, como digno
representante suyo (cf. Rm. 15, 5). Los sacerdotes diocesanos, "bajo la autoridad del
Obispo, santifican y rigen la porción de la grey del Señor a ellos encomendada, hacen
visible en cada lugar a la Iglesia universal y prestan eficaz ayuda en la edificación de
todo el Cuerpo de Cristo (cf. Ef. 4, 12). Preocupados siempre por el bien de los hijos
de Dios, procuren cooperar en el trabajo pastoral de toda la diócesis e incluso de toda
la Iglesia".
En fin, la espiritualidad requiere la imitación de la vida evangélica de los
Apóstoles, que consiste principalmente en seguir a Cristo, dejando todo por él (cf. Mt.
19, 27); en estar dispuestos a ejercer el apostolado por todas partes (cf. Mc. 16, 20),
con un espíritu de fraternidad ayudándose mutuamente como miembros de una
familia sacerdotal (cf. Jan. 17, 12 ss.; Hch. 1, 13-14). Los sacerdotes diocesanos se
comprometen a vivir siguiendo a Cristo, según las exigencias evangélicas de la vida
apostólica, y bajo la guía de su Obispo.

c). Líneas evangélicas de la espiritualidad sacerdotal

La Iglesia, en conformidad con el Evangelio, traza líneas precisas de vida


espiritual que son fundamentales para constituir la figura del verdadero sacerdote.

La amistad con Jesús. El sacerdote, precisamente por ser prolongación de Cristo,


está llamado a vivir con una actitud de amistad personal y profunda con él (cf. Jan.
15, 13-16); en la medida en que viva esta amistad, logrará realizar su propia
vocación.

El servicio eclesial. Como ministro del Señor y de la Iglesia, el sacerdote ha de


estar animado por un gran espíritu de servicio (cf. Lc. 22, 26-27; Mc. 10, 42-45) que
se manifiesta a través del celo apostólico, la capacidad de soportar la fatiga del
trabajo, la prontitud para asumir los cargos pastorales, aun los más humildes, sin
buscar honores o intereses personales, y la disponibilidad misionera hacia todos los
que están por fuera del rebaño de Cristo.

La santidad, mediante los ministerios diarios, en el ejercicio de la triple función del


sacerdote. Como ministros de la Palabra, estarán más unidos a Cristo Maestro, que
manifiesta la verdad a los que están cerca y a los que están lejos, y gozarán más
profundamente de "la inescrutable riqueza de Cristo"(Ef. 3, 8). Como ministros
sagrados, señaladamente en el Sacrificio de la Misa en el que desarrollan su oficio
principal, ellos ejercen, de manera ininterrumpida, la obra de la redención para gloria
de Dios y santificación de los hombres (cf. Cor. 11, 26). Como guías del Pueblo de
Dios, estarán estimulados por la caridad del Buen Pastor para que presten un servicio
siempre más generoso en reunir el rebaño, hasta dar la vida por sus ovejas (cf. Jn.
10, 15-17). El camino real, para la santificación de los presbíteros, está, pues, en el
ejercicio del ministerio. Las actividades del ministerio son los medios normales que
santifican al mismo pastor, siempre que viva en profunda unión con Cristo, actúe en la
fe y en la caridad y no descuide los medios comunes, que valen para todos los
cristianos. Esta unidad de su vida con Cristo será un equilibrio entre la vida interior y
la acción apostólica.
Las virtudes propias del Buen Pastor. La caridad pastoral se realiza y se
manifiesta a través del celo (cf. Rom. 12, 11; 1 P. 3, 13; 1 Tm. 4, 14-16), en una vida
de obediencia, castidad y pobreza, en una actitud de humildad y en la capacidad de
llevar la cruz, a imitación de Cristo (cf. Mt. 10. 38; 16, 24; Mc. 8, 34; Lc. 14, 27). Cada
una de estas virtudes constituye un aspecto necesario de la caridad pastoral, tal como
la propone el Evangelio. Procuren los sacerdotes vivirlas con toda fidelidad, para ser
ellos una imagen convincente del Buen Pastor y estar disponibles, con todo el
corazón, para el trabajo pastoral de toda la diócesis y de toda la Iglesia.

d) Medios de espiritualidad

La espiritualidad sacerdotal diocesana y misionera no se vive aisladamente, sino


en el propio presbiterio diocesano, en unión con el Obispo. La presencia central y
animadora del Obispo, y la responsabilidad de cada uno de los sacerdotes, harán que
el presbiterio estimule su fervor y brinde medios concretos para la vida espiritual,
llegando a ser una verdadera familia sacerdotal que cuida y hace progresar a sus
propios miembros. En particular, el presbiterio deberá estimular la formación
permanente, especialmente espiritual, indicando los objetivos y proporcionando los
medios a nivel personal y comunitario.

La Eucaristía es centro y raíz de toda la vida del presbítero cuya alma sacerdotal
se esfuerza por reflejar lo que se realiza en el altar. El sacerdote ha de tener una vida
eucarística plena y fervorosa, tomando de ella impulso y fuerza para su vida
espiritual. La celebración de la Misa, con la debida preparación y acción de gracias, y
la visita diaria a Jesús Sacramentado, no son sólo deberes pastorales, sino
momentos importantes e insustituibles de espiritualidad.

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