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Un país mejor en el mediano y largo plazo pasa, de una u otra manera, por una reforma a
la educación en Colombia. Es cierto que el balance no es del todo malo. Como muestran
diversos estudios, Colombia ha logrado avances notables en materia de cobertura en
educación básica y media.
Segundo, porque la calidad es desigual. Una investigación de De-Justicia que pronto saldrá
publicada muestra que la educación que reciben pobres y ricos es muy desigual: a medida
que el nivel socioeconómico del estudiante aumenta, también aumenta, y bastante, su
desempeño académico (medido a partir de las pruebas Saber). Esta diferencia en el
desempeño, que también existe entre zonas rurales y urbanas, termina siendo clave para
acceder a una educación superior de calidad, la cual, a su vez, es fundamental para ser
competitivo en el mercado laboral. La cuna viene con una condena, y el sistema educativo,
en lugar de evitarla, la reproduce.
Las clases sociales no solo reciben una educación desigual, sino que además estudian por
separado: el 93 % de los estudiantes de estrato 1 asisten a colegios públicos, mientras que
el 98 % de los de estrato seis asisten a colegios privados. Una mejor educación no solo
hace al país más competitivo económicamente, sino que además es un antídoto contra la
desigualdad: una educación de calidad para los niveles socioeconómicos bajos reduce el
efecto de esas desventajas de origen (la falta de dinero, de capital social, etc.) que suelen
significar una derrota en la competencia por la educación superior y el mercado laboral.
Esta es una invitación, entonces, a que en las próximas elecciones usted vote por los
candidatos (al Congreso y a la Presidencia) que tengan la educación como prioridad. Y para
eso es importante que nos hagamos dos preguntas. Primero, ¿qué proponen para mejorar
la calidad de la educación? Y segundo, ¿cómo van a cumplir con lo que prometen? No
basta enarbolar las banderas de la educación; exijamos propuestas concretas que partan
de lo que se ha hecho y queda por hacer. Es importante que siempre hablemos de la
educación, de lo que está bien y de lo que está mal. Es importante, también, que
pensemos en cómo mejorar la educación a través de otros espacios, sin reducir todos
los caminos a la política electoral. Pero ahora, en esta etapa de elecciones y con un
posible posconflicto a la vuelta de la esquina, debemos hacernos las preguntas más
importantes y votar por las mejores respuestas.