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TRABAJO DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

PREÁMBULO Y TESIS DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA


Este trabajo se focaliza en la encíclica “Laudato Sí. Sobre el cuidado de la casa común”,
pero no pretende ser un resumen o esquema de esta puesto que basta observar el
resumen o índice de la propia encíclica para establecer el contexto y alcance de la
encíclica, aunque sea de un modo muy básico.

Con este trabajo más bien se pretende analizar qué relación existe entre la Doctrina
Social de la Iglesia -en adelante DSI- y las encíclicas y, por qué no, entre otros
documentos y publicaciones de la Iglesia puesto que están todas interrelacionadas entre
sí en base a la enseñanza de la DSI. Por otra parte, las cartas encíclicas son una expresión
concreta y autorizada de dicha enseñanza.

Si, además, recurrimos al propio título de la DSI encontramos ya la explicación de sus


contenidos, y más concretamente, a su definición por la RAE:

• Doctrina (3ª acepción): “Conjunto de ideas u opiniones religiosas, filosóficas,


políticas, etc., sustentadas por una persona o grupo. Doctrina cristiana, tomista,
socialista”.
• Social: “Perteneciente o relativo a la sociedad”.
• Iglesia: “Congregación de los fieles cristianos en virtud del bautismo”.

A partir de su propio título la DSI abarca todo el pensamiento y conocimiento acumulado


de la Iglesia adquirido con el transcurrir de los siglos y que, recopilado y revisado de
modo admirable, se ofrece al pensamiento de los hombres para el mejor discernimiento
de las circunstancias que le rodean en virtud de cada etapa histórica y apta para el
análisis desde cualquier criterio, ya sea por personas con fe profunda o, por el contrario,
por personas que nos comparten la fe o se profesan a sí mismos ateos puesto que, los
contenidos hallados en la DSI, además de una visión totalmente clara desde la fe no
encuentra obstáculos cuando se la observa y estudia desde un punto de vista crítico
como puede ser la filosofía, la política, la ciencia, etc., dado que la Iglesia,
descubriéndola en la revelación y ordenándola en el propio sentir humano, corrobora
totalmente cualquier sentir, ya sea este religioso, gnóstico o ateo.

Facilitar las respuesta a cuanto nos sucede analizando la realidad y verificando si esa
realidad está al servicio de las personas y trata con el debido respeto a las mismas es
uno de sus objetivos; la propuesta de caminos, alternativas y vías para la construcción
de una sociedad que se asemeje al Reino de Dios en la tierra, para todo hombre, es otro
de sus objetivos y, por ello, se convierte en un elemento determinante para el anuncio
de la Buena Nueva, la resurrección de nuestro Señor Jesucristo y la inauguración de su
Reino entre nosotros.
Consecuencia de todo ello, la DSI, al contrario de lo que mucha gente contemporánea
pueda pensar o creer, no está reñida con las ciencias, como ya hemos introducido, para
nada; más bien al contrario, puesto que su contenido está en el campo de los objetivos,
de las creencias y de todo lo que se estructura y articula con sentido. Es más, utiliza los
sentidos innatos al ser humano, la razón, los métodos, la observación e investigación y,
hasta las mismas ciencias para dar respuestas a todos los interrogantes que se plantean
en la cotidianidad del ser humano. Ciencia y religión, fe y verdad, creencias y
conocimiento se necesitan como una simbiosis y son necesarias para el sostenimiento
de sus argumentos, aunque si bien la ciencia puede pecar de autosuficiencia. Con
aquellas personas críticas con el pensamiento religioso o ateos confesos que no
consideran la existencia de un ser superior la DSI supone el punto de encuentro y de
diálogo para el discernimiento de los acontecimientos. Un claro ejemplo es, sin lugar a
duda, la encíclica “Laudato Sí” como veremos más adelante.

La DSI, por su contenido y estructura, puede ser el cuerpo más amplio y abstracto de
principios éticos y sociales que la Iglesia ha desarrollado a lo largo del tiempo y que se
sustente en un fundamento teológico sólido. Como resultado de estos contenidos se
forja, siempre de modo interrelacional, la moral fundamental, que establece las bases
con carácter general; la moral de la persona, que establece cuanto se relaciona con la
persona y la vida y, la moral social propiamente dicha (la DSI en sí) que facilita los
medios, luces y caminos para la realización y consecución de sus objetivos.

Es por ello que las encíclicas emplean los principios de la DSI para los acontecimientos y
circunstancias concretas para el momento, centradas en el contexto histórico y social
específico como, por ejemplo, la encíclica “Laudato Sí” que aborda la cuestión
medioambiental desde una ecología integral, derivada de los principios de la DSI, pero
con una aplicación a la problemática de la ecología y el cuidado del planeta totalmente
contemporánea. Igualmente, y en sentido inverso, la DSI se desarrolla y adecua
nutriéndose de los contenidos de las encíclicas adaptándose a cada reto que la sociedad
afronta en una realidad de constante cambio. Orientar y ofrecer la moral y visión
cristiana se aplica en cada encíclica desde los principios fundamentales de la DSI al
tiempo que la propia DSI se actualiza a los distintos desafíos.

Las encíclicas, por su especial categoría y con origen del propio Papa, adquieren un
particular rango de importancia puesto que gozan de la autoridad papal y que,
basándose en los fundamentos de la DSI, refuerzan, clarifican, guían y promueven la
aplicación práctica y concreta de la doctrina para cada situación. En la redacción de los
distintos documentos, y en particular de las encíclicas, al tratar temas de distinta índole,
la coherencia y continuidad de los principios de la DSI son claves para el desarrollo de
las mismas, ya que no se introducen principios nuevos sino que se enriquecen de los ya
existentes en la propia DSI y estos, a su vez, facilitan la actualización de tales principios.
Muestra de ello son algunos hitos en la historia de la DSI que sirven como muestra de la
luz que la Iglesia, anticipándose incluso a los pensamientos de filósofos, pensadores,
psicólogos, historiadores, etc., y con un gran celo , en su misión de ser luz de los pueblos
y que, sin ánimo de ser exhaustivo y a modo de afirmación y grandes rasgos, relato a
continuación:

- 1891, “Rerum Novarum”, León XIII, que de modo genuino y anticipándose a su


tiempo, reclama la dignidad de los pobres y los derechos de los trabajadores.
- 1965, Declaración “Dignitatis Humanae”, sobre la libertad religiosa como
derecho y de carácter universal para la constitución de los estados.
- 1987, “Sollicitudo Rei Socialis”, San Juan Pablo II, sobre el tercer mundo y el
desarrollo que no debe ser únicamente económico.
- 2015, “Laudato Sí”, Francisco, que afronta la economía de la ecología y nuestra
relación con la casa común.

En resumen, la DSI está presente e interrelacionada, de un modo u otro, con toda la


experiencia de la vida cristiana y actúa, como luz y guía, en todo lo que la Iglesia
manifiesta, enseña y vive, no solo para el pueblo cristiano sino para todo hombre.

LAUDATO SÍ
“Laudato Sí”, escrita por Francisco y publicada el 24 de mayo de 2015, es la tercera
encíclica del pontificado de Francisco. A través de un minucioso, profundo y extenso
texto se aborda la crisis medioambiental desde una espiritualidad y moral asentado en
la DSI. Es una potente llamada a salir de la inactividad y a la corrección de muchos
errores que en la actualidad no solo no son buenos para el planeta, sino que, en muchas
ocasiones, incluso agravan la problemática. Esta llamada apunta a una ecología integral
en la que la preocupación por el medio ambiente, la “casa común” como el propio Papa
la define, la justicia social y la promoción de la dignidad humana son el centro de la carta
encíclica y el eje de toda la encíclica.

La encíclica está estructurada en seis capítulos en los que el Papa va definiendo toda la
carta después de una deliciosa introducción en la que, basándose en el himno de San
Francisco, deja clara constancia del “clamor de la hermana tierra” que gime y sufre
dolores de parto”. En la misma introducción, y apelando a los actos personales, anima a
la verdadera ecología que es la que brota de modo espontáneo cuando el hombre se
siente unido a todo lo que existe. Finalmente, y de modo magistral, se definen los ejes
de la propia encíclica: la relación con los pobres, la fragilidad del planeta, todo está
conectado, la crítica al nuevo paradigma y formas de poder, otros modos de entender
la economía y el progreso, el valor de cada criatura, la necesidad de debates, la
responsabilidad política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de
un nuevo estilo de vida.
De un modo sencillo y claro los textos van mostrando la ineficacia del uso únicamente
de la ciencia puesto que ésta es “incapaz de ver las múltiples relaciones que existen entre
las cosas, y por eso a veces resuelve un problema creando otros”, ya que no se ha
conseguido un sistema que emule lo que la propia naturaleza enseña con su modo de
realizar una verdadera “economía circular”. El clima, el acceso a los recursos por parte
de los más pobres, la contaminación, el peligro de la pérdida de la biodiversidad, los
“pulmones” del planeta y otras tantas realidades que colocan en jaque nuestro mundo.
El hombre, como criatura, es también parte integrante de esta situación y, como toda la
creación, sufre las consecuencias del mismo deterioro por medio del aborto, la
eutanasia, la pérdida de la familia, el deterioro y reducción de los ideales, etc., van
reduciendo al hombre al tiempo que lo rodean de asfalto y edificios.

En su segundo capítulo, centrado en el Evangelio de la creación, el Papa aporta una


profunda visión de la creación que ilustra con numerosos pasajes que muestran el plan
de Dios y su bondad al tiempo que espera de la colaboración del hombre en su obra
creados; pasando también por la ruptura con Dios con el relato de Caín y Abel y
terminando con la mirada de Jesús sobre la creación en la que el amor de Dios a su
creación está presente en todo lo creado.

Una clara alusión a la DSI aparece al comienzo del segundo capítulo en la que el propio
Papa afirma que “en lo que respecta a las cuestiones sociales, esto (hablando del diálogo
con el pensamiento filosófico) se puede constatar en el desarrollo de la doctrina social
de la Iglesia, que está llamada a enriquecerse cada vez más a partir de los nuevos
desafíos”.

Pasando por análisis de causas del problema de la ecología aparece la raíz humana que
facilita esta crisis. Los avances tecnológicos, las nuevas tecnologías y herramientas
desarrolladas proporcionan al hombre un tremendo poder, para el cual no está
preparado puesto que ha sacado la lógica de Dios de su vida, se ha olvidado de que los
recursos no son ilimitados y de que él no es el dios de la creación. La deriva de sus
propios pensamientos le ha conducido a un antropocentrismo que le conduce a un
desprecio de la vida y a un relativismo práctico que caracteriza nuestra época.

La propuesta de una ecología integral que sea ambiental, económica y social puesto que
la creación está íntimamente relacionada y cualquier desajuste deriva en unas
consecuencias que pueden no valorarse sino por la suma de todas. Los esfuerzos por la
ecología si no van relacionados con otros de carácter social, cultural, económicos no
servirán de mucho como podemos ver. La ecología se enfrenta a la economía y
viceversa; lo cultural entra en conflicto con la realidad de las acciones, lo social chirría
con las diferencias entre iguales y el criterio del bien común se diluye dificultando la
justicia entre las distintas generaciones.
Francisco propone, como modelo y motor del cambio, el diálogo sobre el medio
ambiente desde múltiples facetas de este: internacional, nacional y local con
transparencia en las decisiones y sus procesos; en la política y la economía igualmente
en diálogo para que la vida humana sea plena; igualmente propone el diálogo entre las
religiones y las ciencias puesto que no puede agotarse el conocimiento únicamente con
la razón. El corazón del hombre es creyente por naturaleza y la condición de ateo es una
excepción digna de estudio. Ciencia y religión son claves para el diálogo.

Únicamente una educación en valores y espiritualidad ecológica puede ser la que realice
la verdadera “conversión ecológica” necesaria para un cambio radical. Reconfigurar los
hábitos y costumbres, proyectar ideales reales y acordes a lo que el ser humano desea
y proponer y favorecer un verdadero cambio de vida que modere el actual consumismo
y frenesí económico basado únicamente en resultados en favor de una alianza entre la
humanidad y el medio ambiente. Únicamente el esfuerzo e inversión realizado en las
generaciones más jóvenes, que pueda proponer otro modelo de consumo y ecología,
favorecerán la verdadera conversión ecológica que se necesita.

Un último alegato tras el diálogo centra y culmina la llamada al cambio de vida y


conversión ecológica en el que el gozo y la paz sean los verdaderos artífices del cambio.
Para ello expone la riqueza de la vida cristiana, que muestra siempre que “menos es
más”, y que pone los criterios de libertad y felicidad en un exponente superior, reduce
la obsesión y los niveles de insatisfacción. Descubrir el gozo y la paz generará en nosotros
un deseo de dar gracias a Dios. También los sacramentos son propuestos por el papa
como signo para el descanso celebrativo colocando como cumbre de los mismos la
Eucaristía que se realiza en el “altar del mundo” y enfatiza el domingo, día de la
resurrección como “el primer día de la creación”, primicia de la humanidad resucitada.

Cierra la encíclica exaltando la relación de la Trinidad con sus criaturas y, puesto que
todo está conectado también Dios Trinitario es relación; de Él dimana todo y con su
relación con las cosas creadas lo mantiene todo. También el hombre descubre esta
relación con la Trinidad y goza de la misma cuando se expone a ella.

La Iglesia confiesa a María como Reina y Madre de todo lo creado. El Papa Francisco, en
bello alegato, la ensalza y con ella cierra toda la exhortación. Unas pocas palabras más
dirá después de ensalzar la figura de María: que nos encontraremos un día con el Señor
cara a cara.

La encíclica termina con dos oraciones, una orientada a todos los hombres que creen en
un Dios creador y omnipotente y otra para todos los cristianos animando a todos a
asumir los retos que, con la creación, plantea el Evangelio de Jesús.

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