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Resumen trabajo Cap.

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Para la realización de este trabajo he tomado el Cap. IV, puesto que todos los temas me parecían
interesantes y, finalmente a sorteo, realizaré mi trabajo sobre el Cap. IV: “Lo sagrado y la religión”.
Dentro del contexto y estudio de la fenomenología de la religión trataré este contenido teniendo en
cuenta que forma parte de una reflexión que, en ningún caso, podría separarse de un estudio mucho
más extenso.

I. Lo sagrado y la religión
Es necesario un sencillo análisis previo de la actualidad de la religión que, teniendo de fondo que el
análisis fenomenológico de la religión debe comprenderse desde los presupuestos metodológicos
adecuados y una observancia que no altere ni interprete el fenómeno. En este resumen vamos a tratar
las definiciones de la religión y lo sagrado.

definición de la religión
1. El problema
Definir qué es la religión es una tarea ciertamente complicada y no es fácil obtener una definición que
resulte completamente válida para todos los supuestos. La comprensión de la conducta del hombre
como ser religioso está cualificada por distintos fenómenos que conllevan un complejo entramado de
circunstancias como los hechos históricos, sociológicos, culturales, psicológicos, económicos, etc. que,
con el conglomerado histórico, hace necesaria la búsqueda de un denominador común que, ajeno a
circunstancias personales e intereses de todo tipo afectos por los múltiples condicionantes, nos
devuelva un conocimiento libre de toda intencionalidad. Es, lógicamente, difícil reducir a una simple
definición algo que ha acompañado al ser humano en su recorrido por la tierra. No obstante, siempre
hay signos y mediaciones que facilitan la tarea.
Escudriñar el comportamiento humano en los hechos históricos y su fenomenología es algo que la
ciencia puede determinar sin problema y que, en la palabra religión se concentra, en última instancia,
en algo sumamente complejo puesto que hace referencia a una realidad objetiva (Dios) de la que, por
falta de evidencias, hace difícil la conceptuación de los hechos a que da lugar.
Lo que queda manifiesto en todo comportamiento humano y sus manifestaciones religiosas es la
necesidad, inserta en el propio hombre, de interpretar, asociar, descubrir, etc. la presencia, mensaje y
acción de dios en cada una de las manifestaciones y circunstancias, por lo que para aproximarse a una
definición mínimamente válida habrá que consultar continuamente a la realidad para definir los
hechos sin correr el peligro de desfigurarlos.
Desde siempre se ha tratado de definir la religión y por ello, a través de distintos autores, se dispone
de definiciones que facilitan mucho el trabajo.

2. definiciones clásicas y modernas de religión


El uso de la palabra religión se ha hecho extensible a todos los credos y creencias históricas conocidas.
Su etimología es discutida desde dos puntos de vista diferentes. En primer lugar, la que filológicamente
parece ser más correcta, fue propuesta por Cicerón y deriva de “relegere”, ya que el interés que
despiertan las cosas relacionadas con divinidades y culto son “releídas” por aquellos que la contemplan
para profundizar en ellas, y por tanto, son llamados “religiosos”. Parece ser la más adecuada puesto
que pone a los individuos frente a sus deberes contraídos y comprende una actitud de reconocimiento

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de la superioridad de los dioses. En segundo lugar, Lactancio hace derivar la palabra religión en
“religare”, por la cual el hombre viene obligado, por un vínculo de piedad a dios, a estar “religado” y,
por ello, se genera una dependencia del hombre respecto a dios en la que queda sujeto y dependiente
de este vínculo que debe mantener como compromiso con la divinidad, con un valor supremo (dios).
Partiendo de estas dos etimologías serán múltiples las definiciones de religión a lo largo de la historia,
pero siempre contienen más connotaciones que se derivan de la comprensión de la realidad. Es por
ello que en los distintos credos y religiones no se hace ninguna alusión a la palabra religión y no
definen, en modo alguno, el tipo y modelo de relación que se establece entre el valor supremo y el
hombre. Según la manifestación y revelación del ser supremo se establece el tipo de relación y su
denominación primera. Así, en la biblia se habla de temor, amor y fidelidad, mientras que en la
literatura sapiencial china esta relación se establece en forma de sabiduría. De modo semejante, en la
India queda reducido al Dharma como un orden fijo de las cosas y una conducta recta del hombre. El
término diu es utilizado para significar la deuda con la divinidad desde una antigua tradición de Arabia.
Puede resultar difuso que experiencias similares expresen distintas realidades y sus manifestaciones
como fenómeno resulten dispares, pero aun difiriendo del contenido con más amplio consenso,
contradice el hecho que estudiamos puesto que en todas las experiencias existe una clara relación de
dependencia del hombre con las deidades o seres supremos, que se traduce en respeto, compromiso
y fidelidad a su voluntad.
Poco a poco ha ido evolucionando el concepto de religión ya que, pasando de sus componentes
teóricos más elementales, se ha ido estructurando en definiciones más completas y precisas que,
motivadas por la búsqueda de la verdadera religión e influenciadas por la filosofía, y como respuesta
a sus continuos interrogantes, van sustituyendo el sentido etimológico por unos sistemas doctrinales
que organizan y estructuran el conjunto de acciones de los hombres para con dios, ya sea de modo
individual o colectivo.
Algunos ejemplos que revisten mayor importancia son:
• Según Kant: “La religión es el reconocimiento de nuestros deberes como preceptos divinos; es
revelada cuando nos dicta un código moral en el que aprendemos nuestros deberes y es
natural cuando nos enseña nuestros deberes para que de ellos deduzcamos los preceptos
divinos.”
• Según Hegel: “Religión es conciencia, saber para el saber, espíritu para el espíritu; la conciencia
humana es el material en que se realiza el concepto de Dios; el concepto es el fin y el material
para realizarlo la conciencia humana.”
• Según Schleiermacher: “La esencia de la religión consiste en el sentimiento de una dependencia
absoluta; no es pensamiento ni acción, sino contemplación intuitiva y sentimiento.”
• Según Otto: “Se concentra en la descripción de un estremecimiento primordial en el que se
asienta lo sagrado, una experiencia de lo “tremendum” de la que nace el "sentimiento de
criatura" que define al hombre religioso como tal.”
• Según Max Müller: “la religión natural era común a toda la humanidad, y formaba el sustrato
de todas las religiones, definidas éstas como la "percepción de lo infinito"; los fenómenos
naturales impresionaban y asombraban a los hombres, confiriendo a éstos un sentido de “lo
infinito”, del cual eran símbolos.”
Otras definiciones podrían añadirse, pero terminaremos este apartado con una más a modo de
paradigma:
• Según P. Schebesta: “La religión es el reconocimiento consciente y operante de una verdad
absoluta (“sagrada”) de la que el hombre sabe que depende su existencia.”

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3. Clasificación de las definiciones de religión. Punto referencial
Para la clasificación de las definiciones podríamos establecer dos tipos en función de quienes las
realicen y en orden a los factores de importancia para cada uno de ellos pudiendo resumirse de la
siguiente manera:
- Fenomenólogos y filósofos: lo importante son los contenidos y referencias a lo sobrenatural
- Antropólogos y sociólogos: lo importante son los aspectos funcionales.
De estos puntos de vista dividiremos estas definiciones según la siguiente tabla:

SUSTANTIVAS FUNCIONALES

Son aquellas que ponen su foco en la experiencia Las definiciones funcionales ponen el foco en la
personal del sujeto o colectividad en orden a una información que se obtiene a través de los
realidad supranatural a la que hacen referencia. aspectos externos de la persona o grupo. A
En ella se toman también los hechos ocurridos través del estudio de su estructura e integración
que se consideran religiosos que, siendo válidos, social es más fácil saber qué es la religión desde
son insuficientes porque se refieren a una sus operaciones y manifestaciones puesto que el
realidad que se capta directamente y que no hecho objetivo de lo sagrado y misterioso queda,
puede obtenerse más información por su igualmente, sin respuesta y es más sencillo
carácter supremo y sagrado que permanece en acomodar las definiciones.
el misterio.

Sea como fuere, el establecer una definición que pueda albergar todo el problema de la religión queda
lejos de alcanzarse y corre siempre el peligro de ser mediatizado por componentes externos de distinta
naturaleza. Lo que sí se puede afirmar es que en todas ellas aparece un denominador común: todas
ellas se orientan en orden a realidades (una o múltiples) que superan la realidad humana y que
condiciona todos los aspectos de la existencia en orden a esta realidad suprema concebida como lo
santo, lo misterioso, lo divino y lo sobrenatural; un “algo otro” que no es cubierto completamente con
los medios que el hombre tiene a su mano.

II. Lo sagrado
El término de lo sagrado puede ser utilizado para designar algo de modo análogo pero que puede ser
completamente diferente. Un sentido sería el ontológico superior (misterio, divino, sobrenatural, etc.),
o también, lo otro y lo separado (santo y profano; divino y mundano, etc.).

1. Realidad y estructura de lo sagrado


No podemos ignorar que el concepto de religioso no es sinónimo de sagrado, aunque en muchas
ocasiones se tienda a relacionar. Por sagrado entendemos lo que se diferencia de lo profano y que está
en una realidad ontológica superior, mientras que por religioso entendemos el hecho de la conducta
respecto de esa realidad sagrada.
Puesto que es más afín el primer criterio de lo sagrado, permaneceremos en él para afirmar que,
aunque no es posible definir el término “sagrado” en una definición que abarque todas sus acepciones,
sí que nos permite afirmar que representa una realidad que, al estar relacionados con ello, establece
un nuevo orden de realidad determinante de la actitud religiosa. Lo sagrado existe incluso cuando no
es posible determinar una deidad concisa o falta la concepción de lo sobrenatural, pero en cualquier
circunstancia se distingue lo real de lo profano.
En el orden de lo sagrado encontramos lo “numinoso” en referencia a lo sagrado y que supera lo
eterno, el tiempo y el espacio. Este nivel ontológico hace que puedan considerarse como sagrados el

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tiempo, lugares, objetos y personas, pero con una clara distinción impuesta por su inferioridad en
relación de aquello que le confiere lo “sagrado” y en clara referencia al hecho que los relaciona.
Para R. Otto lo que aboca al hombre a lo sagrado puede concretarse en distintas etapas como son el
sentimiento de criatura dependiente, el sobresalto ante la grandeza y soberanía de lo desconocido, el
misterio que sobrepasa nuestros conocimientos ordinarios y el reconocimiento y aceptación de lo
misterioso como valor supremo para el hombre. Este valor supremo supone una meta para el hombre
por alcanzar la superioridad ontológica y el axis que tanto ansía. Queda por tanto una cuestión: ¿Es lo
sagrado una realidad superior o un ámbito o estado?¿Un ser o un orden?
La respuesta no es sencilla puesto que lo sagrado carece de conceptualización y, por ello, no podemos
estructurarlo; únicamente podemos disponer de la información que nos ha llegado por medio de lo
acontecido, ya sea por objetos, tiempos, lugares, instituciones o personas. En cualquier caso, lo
sagrado puede representar una realidad superior suprema sin parangón de las cosas mundanas.
M. Eliade afirma que, “cualquiera que sea el contexto histórico, el homo religious cree siempre que
existe una realidad absoluta, lo sagrado, que trasciende este mundo, pero se manifiesta en él y, por
este hecho, lo santifica y lo hace real; es algo invulnerable y estático, sustraído al devenir, divino,
primordial y absoluto, ontológicamente superior, en el que el hombre intenta insertarse mediante
ciertas acciones que transforma en ceremonias”.
En todas las religiones se puede observar siempre la misma necesidad de alcanzar esta realidad
insondable de la que el hombre tiene percepción y que, de modo innato en sus inicios, pretende
alcanzar, con la ayuda misma de lo sagrado, para trascenderse, mediante la religión, a una nueva
realidad captada por él. Es una fuerza que lo transforma y que procede de una potencia misteriosa que
es lo otro, lo extraño.

2. elementos y características de lo sagrado


Cuanto es posible saber acerca de lo sagrado es dado a conocer a través de ciertas manifestaciones y
mediaciones (hierofanías). Estas mediaciones y manifestaciones pueden tener lugar de distintas
formas y por distintos medios, pero, puesto que es algo que el hombre puede percibir, sucede en su
presencia, en su ausencia e incluso sin que pueda percatarse de ello, aunque tiene la intuición. Por ello
puede concretarse en tres aspectos fundamentales: un nuevo umbral ontológico, plenitud de ser y
realidad misteriosa. Reducir únicamente lo sagrado a un ámbito ontológico es matarlo.
Desde el carácter ontológico y la relación que se establece por ello, con el ser humano, cualquier
manifestación de lo sagrado proyecta al hombre a una nueva realidad de la que tiene conciencia,
aunque esta misma realidad le supera y excede, tanto en lo que percibe, como en lo que es capaz de
verificar. Es por ello por lo que todas las hierofanías contienen algún grado de novedad, distinto y
superior, por el que el religioso descubre en ello la presencia de algo, superior a lo natural y terrestre,
que lo desborda y somete. Para ello puede ser útil cualquier medio, desde las cosas profanas que son
santificadas, como la presencia o manifestación supra terrenal de algún ser superior (teofanía).
Estas nuevas experiencias pueden dar lugar a experiencias místicas, siempre en el orden y bajo el signo
de lo sagrado, fascinante y terrible, para dar paso a la perfecta libertad y el mayor conocimiento de lo
sagrado. Ha estado igualmente vinculado y relacionado, como no podía ser de otro modo, a las
distintas facetas de la vida del ser humano y, en particular, a aquellas en las que es sensible de ser
bendecido, como la fecundidad, la fidelidad, la fuerza, etc.
Reducir lo sagrado a lo ontológico sería matarlo, puesto que además de mayor riqueza del ser, es
también axioma para el hombre y su realidad y personalidad en grado sumo puesto que explicita la
plenitud.

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De igual modo, y como un nuevo elemento y característica, vemos cómo esta realidad suprema y
sagrada que el hombre advierte es más que una simple realidad ontológica, y la relación adquirida
tanto por parte del otro como por la del propio hombre, se ve ampliamente rebasada por la propia
realidad en sí misma; en ella descubre múltiples aspectos asociados a su vida que utiliza para replicar
en todos los actos de su quehacer en clara imitación de su potencia y su poder. Descubre igualmente
la eternidad, la eficacia, etc. Descubierta esta realidad, el hombre se percata de su pequeñez, de su
finitud y de su indigencia, y todo ello hace que sienta la gratuidad; experimenta sentimientos
encontrados de amor y temor, atracción y repulsa, respeto y deseo de alejarse, etc., la religión aparece
como medio para adorar e imprecar, para el sacrificio y el servicio, la ofrenda y el uso de poderes
extraordinarios que abocan a estructurarse en prácticas religiosas y conceptos mentales que resultan
insuficientes para englobar todo lo sagrado.
Es entonces cuando, abrumado por el misterio y lo que ello encierra de oculto y desconocido, queda
fascinado ante lo magnífico y colosal de esta realidad.
Esta misma realidad que, manifiesta en la medida y orden que el hombre puede contemplar por medio
de las hierofanías de todo tipo, la encuentra inserta en su propio ser y existir que, de manera
incomprensible, puede sentirla en el orden de las cosas y leyes creadas; sabe que está presente en
cuanto sucede y en cuanto le rodea y que sólo conoce lo que le es permitido conocer puesto que el
resto le está velado, le supera y es mucho más de lo que el hombre puede saber de él. superando toda
manifestación ontológica, toda realidad y todo misterio comprende que no es un “objeto” y que
permanece “inexpresable”, siendo, de este modo, que la única forma de relación que descubre es que
esta realidad es otro, es el tú.
Desde luego, tampoco es irracional, puesto que encaja con toda la creación y es “comprensible” en
todas las lógicas y leyes que en la creación han sido impuestas.
Como resumen, podemos afirmar que lo numinoso, divino, misterioso y sagrado significan una realidad
ontológica superior, realidad por excelencia que se separa del mundo creado (profano) y se presenta
como valor supremo para el hombre, a quien afecta en su intimidad y espera una respuesta personal.

3. Mediaciones de lo sagrado. Las hierofanías


Las hierofanías son todas las situaciones, también objetos o hechos, que ponen al hombre en relación
de lo sagrado y, más concretamente, en el orden de la manifestación de lo sagrado. Se incluyen en
distintas categorías y grupos e incluyen eventos históricos, personales; hacen uso de objetos, lugares,
tiempo, la tierra, el cielo, los astros, fuerzas naturales y sobrenaturales, y su principal objetivo es poner
al hombre frente a las representaciones que de estos hechos puede extraer.
Comprenden en sí mismas la realidad por excelencia que manifiestan y no son adoradas por lo que
son, sino por lo que representan. Es cierto que pueden ser consideradas como “sagradas”, pero
únicamente por su relación con lo sagrado y no por lo que son. Por este tipo de manifestaciones
aparece la clara distinción entre lo profano y lo sagrado.
Sería difícil clasificar las hierofanías por categorías, pero podríamos agruparlas en naturales, históricas
y personales. Necesitan poca explicación puesto que las primeras aluden a todas aquellas que
comportan fenómenos en los elementos creados; las segundas están intrínsecamente unidas a la
historia del hombre y los acontecimientos, en los que un claro y magnífico ejemplo es el pueblo de
Israel, y las personales son aquellas en las que el medio para la manifestación o mostración es la
persona, por ejemplo, Jesús de Nazaret como antonomasia de hierofanía para el cristianismo.

4. Lo sagrado y el símbolo
La forma tomada para la significación de lo sagrado y para poner al hombre en relación con lo
manifestado es el símbolo; el símbolo expresa y “simboliza” aquello que significa y realiza conteniendo
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en sí mismo aquello que simboliza, de modo que hace comprensible la actitud religiosa determinada
por lo sagrado. Conviene señalar dos aspectos muy importantes: el lenguaje simbólico y las
condiciones del símbolo.
El lenguaje simbólico no es algo que explique o describa las cosas y hechos, sino que sugiere realidades
que no pueden ser verificadas, aunque no por ello es ficticio o carente de objetividad. Reciben su
contenido de las distintas manifestaciones de las realidades que se ocultan y que quedan contenidas
en el símbolo. Una buena forma de comprender cómo se han ido generando los símbolos es la
costumbre antigua de realizar los pactos, puesto que habitualmente, se utilizaba un objeto que se
partía o dividía para sellar y garantizar los pactos, de modo que cada una de las partes estaba en poder
de los que asumían el compromiso, mientras que la otra parte no era visible, aunque había total
seguridad de su existencia y su representación ya se poseía. Dios, por medio de las hierofanías, dejaba
muestras inequívocas de la parte ausente.
La relación de estas “presencias de lo sagrado” y el ser humano como testigo componen una genuina
relación presencial que sella dicho encuentro.
Las condiciones para que el símbolo sea efectivo son varias y no vamos a profundizar en ellas; baste
mencionar que ambas deben contener aquello que significan, tanto la parte simbolizante como lo
simbolizado, y deben estar debidamente relacionadas para que pueda determinarse la realidad
superior que encierran y percibir el misterio que comportan.
Para terminar, es importante señalar que el símbolo guarda una estrecha relación con el mito sin que,
por ello, sea considerado únicamente como leyenda o carente de valor, puesto que el mito es la forma
más simple de explicar algo que es verdadero y expresa, de un modo sencillo, la realidad. El mito es la
proyección del hombre, el testimonio de su exploración, y lo desvela a través de imágenes. Es una
forma de verdad que no está establecida por la razón, sino que es reconocida como una adhesión que
desvela una espontaneidad originaria del ser en el mundo.
Dado el carácter supra natural de lo sagrado, el mito sigue siendo válido, puesto que sugiere y evoca
realidades meta empíricas que nadie puede sustanciar o escudriñar y es un elemento que, junto con
el símbolo, tiene la capacidad de expresar la realidad vivida, el sentido de las cosas y la existencia
misma.

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