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Maestría en Historia Contemporánea (cohorte 2014)

Seminario de Historia Argentina Contemporánea: una aproximación desde la historia


de las mujeres y los estudios de género.

Docentes a cargo: Karin Grammático y Andrea Andújar.


Alumno: Norberto Pérez DNI 32319764

Consigna para el Trabajo final


Fecha de entrega: 16/6/2014.

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1. Analizar las transformaciones en la sexualidad, la pareja y la familia durante la
década del sesenta a partir de las preguntas, problemas y nociones aportadas por la
historia de las mujeres y los estudios de género.

El papel de la mujer en la historia es un tema relativamente nuevo en más de un aspecto.


Sólo ha sido planteado recientemente, al menos por algunos historiadores, después de
haberse producido un progreso considerable del lugar que las mujeres tienen en la sociedad.
Pensar su historia implica: “Entender a las mujeres en términos de relación entre seres y
grupos humanos que antes habían sido omitidos”1.

La década del ´60 ha sido unos de los periodos de renovación cultural más importante del
siglo XX. Los hábitos, las estéticas, los gustos, las tendencias creadas durante el periodo
han sido fundamentales hasta nuestros días. En argentina esto estaba surcada por el ascenso
del autoritarismo y la radicalización política: “Una época caracterizada por profundas
transformaciones políticas, sociales y culturales. La década del 60 rápidamente movilizo
un arsenal de imágenes que coloca a los jóvenes en rebeldía con los mandatos
familiares”2. Toda esa renovación repercutió sobre la sexualidad, la pareja y la familia
transformándola, transfigurándola, generando resistencias, rupturas y continuidades.

La argentina de las décadas de 1930 y 1940 alcanzó su punto de cristalización del modelo
familiar basado en la pauta nuclear, la reducción de número de hijos, la intensidad afectiva
y la división entre la mujer ama de casa y el varón proveedor. Este modelo se replico y se
convirtió, supuestamente, “En la que era una familia “natural”, “deseable” y “correcta”.
Ese modelo que llamamos “de domesticidad” delineo la normatividad social”3.
En esos años, la familia fue una dimensión esencial de las formas de diferenciación que se
dio la clase alta para establecer nuevas fronteras con los sectores en ascenso.
Simultáneamente, los anhelos de respetabilidad de los nuevos sectores sociales calaron en
forma paradigmática en sus comportamientos familiares, es decir, tener una familia
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Bock, Gisela, “La historia de las mujeres y la historia del género: aspectos de un debate internacional”, en
Historia Social, 9, 1991
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Cosse, Isabella (2010), Pareja, Sexualidad y Familia en los años sesenta, Buenos Aires, Siglo XXI.

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Cosse, Isabella (2010), Pareja, Sexualidad y Familia en los años sesenta, Buenos Aires, Siglo XXI

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doméstica les otorgaba prestigio y respetabilidad. Con ello se potenciaron las dinámicas de
discriminación en función de las supuestas “irregularidades” familiares, encarnadas en los
nacimientos ilegítimos, el concubinato y las madres solteras.
En nuestro país, lo jóvenes emergieron en ese periodo con actores decisivos del escenario
social, cultural y político y protagonizaron distintas formas de contestación. Esto conduce a
interrogantes del modelo doméstico, concibiéndolo con una ruptura generacional por la cual
los jóvenes habrían quebrantado las pautas en la normatividad social que signo la vida de
sus progenitores. Estas fracturas generacionales en relación con los valores familiares se
inscriben en el escenario del incremento de la represión moralista y ascenso del
autoritarismo.
Esto se pone de relieve en la emergencia simultánea de diferentes factores atravesados por
continuidades que posibilitaron a las transformaciones desde disímiles pertenencias
socioculturales y generacionales para varones y mujeres. A comienzo de los 60 los jóvenes
que se conocían, atraían y formaban una pareja, lo hacían en una época de transformaciones
con nuevos patrones de conducta , que desafiaba a los que habían regido cuando sus padres
formaron sus pareja, y con otros más moderados, que reactualizaban los mandatos. En
ambos las mutaciones operan sobre un proceso contradictorio marcado por una inédita
imbricación entre las innovaciones y las continuidades en una época dominada por la
certeza de los cambios y por la incertidumbre sobre el sentido que estos asumirían.
Si ponemos acento en la sexualidad y las relaciones de género deberíamos preguntarnos
¿hubo una “revolución sexual” en la Argentina en los 60?, ¿habían cambiado las parejas,
los roles de género y vida familiar en estos años? Con estas preguntas Isabella Cosse nos
propone pensar las transformaciones de esta década.
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La hipótesis de que en Buenos Aires hubo una revolución sexual discreta permite una
doble lectura. Al tiempo que resalta los límites de esa revolución, que cuestionó el ideal
conyugal para toda la vida pero no impugnó el matrimonio como instancia de realización
personal, dentro del cual ejercer una sexualidad monogámica y de criar a los hijos; que
supuso transformaciones en el ideal de la mujer es igual a madre, pero que estuvieron lejos
de desnaturalizar ese rol; que implicó la emergencia de un nuevo modelo de paternidad que
generó apropiaciones y desconciertos múltiples; que objetó la doble moral sexual pero no

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Cosse, Isabella (2010), Pareja, Sexualidad y Familia en los años sesenta, Buenos Aires, Siglo XXI

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desarticuló las desigualdades entre varones y mujeres, arroja luz sobre los acercamientos de
amplios sectores sociales a los cambios que estaban aconteciendo. En este sentido, los
patrones discretos son leídos por la autora como parte de unos impulsos de cambio que, a
diferencia de otras épocas en las sólo habían atañido a grupos sociales más específicos,
ganaron en los sesenta una escala masiva.

En una época en la que cobraron visibilidad nuevos modelos de relación entre hombres y
mujeres, cambios en las configuraciones y vínculos familiares y pautas más abiertas en
términos de moral sexual. Esos rasgos se ven claramente en la cultura rock de esta época, la
idea de amor libre; Luis Alberto Spinetta escribió canciones como “ana no duerme” o “las
habladuría del mundo”, por nombrar algunas. Sin dudas se enmarcan en este proceso. Aun
así, se marcan claramente los límites que tuvo la experiencia de los 60.

La década del 50 trajo una infinidad de avances tecnológicos y drogas milagrosas, pero
cuando se intento lograr nuevas formas de control de la natalidad la comunidad en general
(científica, religiosa etc.), en muchos cosas se mostró reaccionaria, aunque con discreción
se encontraron válvulas de escape. La salida al mercado de la primera píldora en mayo de
1960 tuvo recepciones dispares y generó numerosos debates. Karina Felitti estudia las
distintas posiciones dentro del campo médico en torno a la planificación familiar y la venta,
consumo y aplicación de la píldora. Los médicos tuvieron un rol clave en la difusión de los
métodos anticonceptivos al legitimar o impugnar determinadas prácticas. Además, pese a
las restricciones oficiales y las posiciones asumidas por las asociaciones médicas, la última
palabra devino de las posturas profesionales, políticas y religiosos de cada especialista.
Felitti examina cómo esta situación dejó en manos del azar la planificación familiar y
estableció una clara diferencia entre aquellas mujeres que podían acceder a la información
y los medios para regular la natalidad y aquellas que no.

De este modo, las medidas restrictivas, la circulación diferenciada de la información y la


falta de políticas públicas a largo plazo llevaron a que la planificación familiar y la
educación sexual quedaran en manos privadas y encarnadas en asociaciones y personas
comprometidas con estos temas, generalmente, profesionales provenientes de la medicina y
psicología.

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Así podemos subraya el hecho deque el control de la natalidad no fue un tema exclusivo de
la mujer “liberada”, joven y profesional. Las fuentes consultadas indican que las mujeres
casadas eran las mayores consumidoras de la píldora y, también, quienes más practicaban el
aborto. De acuerdo con la autora, si bienes cierta la confluencia entre la progresiva pérdida
de valor de la virginidad femenina, la extensión de las relaciones prematrimoniales y el
empleo de los métodos anticonceptivos modernos, la “revolución anticonceptiva” no
significó una relación directa y unilineal con la revolución sexual.

Por otro lado tomemos la idea de familia en los 60. La mejora general que experimentaba la
sociedad occidental en la segunda mitad del siglo XX permitió que el hogar se convirtiera
en un sitio de entretenimiento, son los elementos a partir de los que desde la historia de la
familia se ha leído un retorno del esposo al hogar. En los años 40 la reparación y el
mantenimiento se convirtieron en tareas masculinas, modos de habitar de clase media.

La domesticidad masculina habría implicado una idea de complementariedad de los


esposos que, no supuso una completa igualdad de los cónyuges, implicó un compromiso
mayor de parte de los varones adultos en tareas que antes habían sido, exclusivo dominio
femenino. Esta imagen de la masculinidad se habría apoyado en unos usos menos
segmentados de los espacios domésticos, en los que las mujeres compartían los espacios
con los varones.

La extensión de esta masculinidad doméstica se dio en el marco de una presencia más


intensa de los sectores populares en el ámbito público vinculados a la recreación, con la que
se articuló de distintos modos.

Tiempo libre y casa propia dio una nueva amplitud a la asociación entre masculinidad y
domesticidad, vinculada entonces con una domesticidad de clase media que se identificaron
varones de diferentes sectores sociales. La construcción de unas masculinidades domesticas
se apoyó en la inclusión de nuevas tecnologías, hobbies y de nuevas actividades en el
hogar, que marcaron un aumento en el estándar de vida de buena parte de la población que
fueron representados como signos de respetabilidad familiar.

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La democratización del bienestar reforzó la idea de familia nuclear, centrado en la pareja
conyugal heterosexual presentada como complementaria, la idea respecto del que el afecto,
en particular por los hijos, funcionaba como amalgama y fundamento. Si el consumo
cotidiano ha sido pensado como expresión de la devoción de las amas de casa hacia el
hogar y la familia, las actividades vinculadas al “ocio productivo podrían pensarse como
una instancia paralela de los varones adultos del hogar”5. La asociación de la
masculinidad con la domesticidad no implico una confusión de roles. A pesar de que los
varones realizaban algunas tareas domésticas, estas estaban claramente diferenciadas de
acuerdo al género. La asociación entre masculina y el mundo de la técnica y del trabajo
“productivo” es una de los elementos a partir de los que se refuerzo la división de los roles
de género.

La presencia del varón el hogar estaba asociada a una serie de temores vinculados con el
desarrollo de la sexualidad de los niños. El excesivo cuidado de las madres debía ser
contrarrestado con la presencia paterna para evitar desviaciones respecto a la norma
heterosexual.

Si la presencia del espacio de trabajo productivo de los varones en el hogar no modificó la


división sexual del trabajo imperante, de todos modos fue leída como confirmación del
ideal de complementariedad y compañerismo en la pareja.

La propia condición domestica de las masculinidad era fuente de tensiones. Una de las
formas de diluirlas fue desvinculando el estar en casa de la vida familiar y, en cambio,
asociarlo al mundo público de distintos modos. El tiempo pasado en el hogar aparecía así
como medio para participar de esos encuentros que muchas veces tenían lugar al aire libre,
en predios amplios en los contactos con la naturaleza era un ingrediente central.

Salir del espacio del hogar no era la única forma de eludir la vida familiar. El taller, el
garaje, el jardín, el bar, los hobbies eran ámbitos masculinos dentro del hogar en los que las
connotaciones familiares estaban relativamente ausentes: espacios liminares entre el afuera
y el adentro que permitían salir virtualmente del mundo familiar y situar las actividades allí
realizadas con relación a una imaginería pública: “Los años 60 han sido señalados como
5
Pérez, Inés (2012), El hogar tecnificado. Familias, género y vida cotidiana, 1940-1970, Buenos Aires,
Biblos. Capítulo 4.

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escenario de unas transformaciones en la masculinidad que adoptaron dos variantes: por
un lado, mostraron un mayor compromiso de los varones con la vida familiar y, en
especial, con la crianza de los hijos; por otro, dieron un lugar a los rechazos a las
relaciones estables, al matrimonio y a la paternidad, del que dan cuenta este tipo de
domesticidades masculinas no familiares”6, aun así la familia seguía siendo el horizonte de
legitimidad última en la búsqueda de prosperidad social y material.

Masculinidad y mundo domestico suelen pensarse como elementos opuestos o, al menos,


en tensión. Su combinación inicial se apoyó en la emergencia de otro oximaron: el ocio
productivo. Bienestar, casa propia y tiempo libre fueron las condiciones de la extensión de
unas masculinidad domestica que tuvieron nuevas tecnologías, artefactos y actividades
como elementos centrales. Su permanencia, en cambio, estuvo atravesada por lo procesos
económicos-sociales que caracterizaron el desarrollo de la sociedad argentina en la segunda
mitad del siglo XX. Situadas inicialmente en u contexto de democratización de unos
modos de habitar de clase media, adquieren, al final del arco temporal aquí recorrido, de
carácter fragmentario y excluyente, en sintonías con las fracturas que comenzaban a
registrarse entre los distintos sectores de una clase media cada vez más estratificada.

El trabajo artesanal realizado en el marco del hogar es unos de los elementos a partir de los
que se construye la identidad en el relato de la cotidianidad pasada. El valor que se le
asigna a estos trabajos, a los objetos construidos, a los saberes que los informaron, al
tiempo utilizados en ellos, varía de acuerdo con la profesión y la edad de los sujetos. Si en
todos los casos, tener un taller es tomado como signo de progreso, el modo en que se
concibe depende de las características ocupación de tallerista: en tanto para los
profesionales era la materialización de su pericia técnica y conformación de una ascenso en
las complejas jerarquías de los hobbiesta, para los obreros especializados y técnicos era, en
cambio, un punto de quiebre mercado por la superación de la condición de empleado y el
devenir en jefe de si mismo.

Para un sector cada vez más extensos de la población (capas superiores de la clase obrera,
clase media baja), fue posible el accedo a un conjunto de bienes de consumo, en su mayoría
6
Cosse, Isabella (2010), Pareja, Sexualidad y Familia en los años sesenta, Buenos Aires, Siglo XXI.

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ligado al confort del hogar, que reformularon la vida cotidiana, con especial impacto en la
mujeres.

Una imagen menos tradicional de la mujer argentina entre planchas y cacerolas, proponía
“panorama hogareño”. Pero una de las innovaciones más notables, producidas en el género,
se asomó a la pantalla en el 64: mujeres a la hora del té, proponiendo temas como el
control de la natalidad, la discriminación racial, las cárceles de menores, la creación de vida
en los laboratorios.

Los teleteatros que ofrecían en sus mayoría, ilusiones románticas al precio de fijar
estereotipos femeninos tradicionales: la muchacha inocente y pobre que conquista al joven
rico y se casa con él, y la adultera maliciosa que sirve para confirmar que, fuera de la
cocina, nada bueno podía esperarse de una mujer, esto da cuenta de las creciente
transformaciones sociales

La televisión al mismo tiempo que intentaba recicla antiguos estereotipos de género,


introdujo algunas transformaciones sociales tanto desde el contenido de la programación
como desde la mayor presencia de las mujeres en el medio que promovía y legitimaba,
simultáneamente, la incorporación de estas mujeres de clase media a la vida pública.

Cada vez más las mujeres de la clase media accedía a otro tipo de bienes que, como la
moda, las sometían a sus pautas caprichosas de consumos. Su vehemente necesidad de
independencia. Una nueva mujer, más adulta, más libre, dueña de un ideal especifico del
desarrollo humano. Todas estas transformaciones e ideas generaron fuertes resistencia.
Dentro de las mujeres de clase media, la reacción típica era; la que quiere, puede.

Mucho más violenta que la reacción de los sectores conservadores que , herederos de la
federación argentina de entidades democráticas anticomunistas se expresaban a través de
tradiciones familia, propiedad anunciando apolíticamente con sus rampantes leonas de
desintegración de la sociedad, si no se reestablecían las buenas costumbres, detenían a los
jóvenes pelilargos, haciéndoles cortar el pelo.

El divorcio, dentro de este pensamiento conservador, era considerado como consecuencia


directa del individualismo, del existencialismo y de la discriminación. En otros ámbitos, en

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cambio, comenzaban a relacionarse la proliferación de rupturas matrimoniales con cambios
en la estructura social y con la nueva situación de la mujer que exige un respeto y una
consideración de igualdad o acaso de preeminencia que el hombre muchas veces no está
dispuesto a dar.

Las transformaciones en la sexualidad, la pareja y la familia durante la década del sesenta,


sin lugar a dudas existieron. Aun así no se puede dejar de destacar que esas
transformaciones se hicieron de una forma discreta, como en silencio. Es fundamental
plantear que esas transformaciones no siempre implicaron una metamorfosis profunda en
tanto género. La sexualidad siguió siendo una pauta para la división de roles, tareas o de
exigencias sociales, aunque las experiencias propias de los 60 marcaron a las sociedades
futuras.
Un punto a destacar es la geografía de las investigaciones, solo se detiene en algunos de los
grandes centros urbanos dejando de lado el interior del país, donde quizás los cambios que
se proponen en los 60 hubieran tenido otra trascendencia u otra profundidad. Por otro lado,
a los interiores de las clases sociales tampoco encuentro un análisis más profundo, sino más
bien superficial y de asimilación.

Bibliografía

-Bock, Gisela, “La historia de las mujeres y la historia del género: aspectos de un debate
internacional”, en Historia Social, 9, 1991.
-Cosse, Isabella (2010), Pareja, Sexualidad y Familia en los años sesenta, Buenos Aires,
Siglo XXI. Introducción y capítulo 2.
-Feijoó, María del Carmen y Nari, Marcela, “Los 60 de las mujeres” en: Todo es historia,
XXVII, 321, abril. 1994.

9
-Felitti, Karina, (2012) La revolución de la píldora. Sexualidad y política en los sesenta,
Buenos Aires, Edhasa. Capítulos 3 y 4.
-Pérez, Inés (2012), El hogar tecnificado. Familias, género y vida cotidiana, 1940-1970,
Buenos Aires, Biblos. Capítulo 4.
-Kaplan, Temma, (2010) “Género y memoria histórica. La reivindicación de la agencia”, en
Andújar et al., Hilvanando historias: Mujeres y política en el pasado reciente
latinoamericano Buenos Aires, Ediciones Luxemburg.

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