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Capítulo CUATRO

KAIA THALIA

Mi padre solía decirme que la mejor manera de enfrentar los miedos es no correr de

ellos. Mantenerte firme y mostrar que no te hacen daño para que poco a poco desaparezcan

de tu mente, de tu corazón. Pero la pesadilla que tengo delante de mí es demasiado. Provoca

que el pulso se me dispare mil, y que mis pies reaccionen por sí solos con las intensas ganas

de querer correr lejos. Quisiera correr lejos a un lugar en el que él jamás podrá encontrarme.

Un espacio en el que pueda ser feliz junto a alguien que verdaderamente me ame con la

misma intensidad que yo.

Pero, muy a mi pesar, mi corazón decidió fijarse en una persona demasiada opuesta a

mí.

La respiración me hace falta al ver la manera en que ella mueve sus labios sobre los

de él. El tiempo se detiene por una milésima de segundo, y es como si la imagen de ellos

juntos fuera la única capaz de repetirse. Vuelve a suceder en mi cabeza, una y otra vez, sin

parar. Es mi mayor inseguridad y mayor miedo hecho realidad.

A pesar de haberle dicho que sabía que ellos dos tenían algo más, existía la parte de

mí que todavía se aferraba a la idea de que no fuera cierto. De que sus palabras fueran

ciertas, y que él solo tuviera ojos para mí. Que fueran mis manos las únicas que él quisiera

tocar, que mis labios fueran exclusivamente para los suyos. Porque es así como yo me siento

todo el tiempo cada vez que alguien más intenta acercarse. No importa a cuántas personas

abrace, es su cuerpo el único que mis brazos quieren sentir.

Pero no es lo mismo para él.

—Oh, hola, Kaia —Celinda me sonríe —. No sabía que habías venido.


La boca me tiembla, e incluso si quisiera decir algo, no podría por el hecho de que he

olvidado la manera correcta en que se debe de hacerlo. Mis pies reaccionan, y me hacen

caminar lejos del cuarto porque no soporto ver más. Los oídos me zumban y sé que en

cualquier momento el golpe llegará y romperé a llorar a pesar de mis ganas de evitarlo.

Puede que sea verdad lo que ella siempre se ha encargado de decirme. Puede que

tenga razón y yo solo soy la ingenua mujer que se enamoró de un hombre que jamás podría

amarla por lo diferente que es de él. Que, ante la misma oportunidad que él tenga, se irá al

lado de una persona que comprenda cada rincón de él y que pueda ver las cosas a su manera.

—¡Thalía! ¡Thali, por favor!

Doy un salto cuando Uriah me impide bajar las escaleras al tomarme de los brazos.

Me mira suplicante. ¿Por qué lo hace? ¿Por qué viene detrás de mí? ¿Qué acaso quiere verme

de esta manera para poder seguir burlándose a mis espaldas por seguir siendo tan ingenua?

No lo entiendo, ¿qué más puede querer de mí? ¿Qué más puede querer cuando ya no tengo

nada más que ofrecerle? Le he dado absolutamente todo de mí, y ya no queda nada que él

todavía pueda destrozar.

Mi padre tiene razón al decir que mi mayor defecto es ser demasiado crédula con las

personas. Nunca les puedo ver lo malo. Me dejo engañar fácilmente porque creo que todos

tienen buenas intenciones. Me dejo ilusionar por promesas falsas y caricias vacías. Sigo

permitiendo que mi amor me ciegue de la realidad, por más dolorosa que sea.

—Thalía, escúchame, déjame explicarte…

—¿Explicarme qué? —susurro —. ¿Para eso querías que viniera aquí? ¿Para que

puedas reírte de mí con ella?


—¿Qué? No, yo jamás me reiría de ti —replica. Sus manos suben a mi rostro, pero su

tacto se siente demasiado frío. Se siente ajeno —. Mi amor, si yo te amo. ¿Cómo podría

burlarme de ti?

—Deja de mentirme —le pido. Quito sus manos de mi rostro porque su contacto es

demasiado para mí. Me quema sentir sus dedos sobre mi piel cuando probablemente

estuvieron sobre ella hace unos minutos —. Estabas besándote con ella.

—No, ​ella​ me besó. Te lo juro, por favor, déjame explicarte cómo han sido las cosas.

—No tienes que explicarme nada, Uriah —las lágrimas que he estado intentando

retener salen con facilidad al tenerlo delante de mí. La imagen de él junto a ella se repite en

mi cabeza —. Tú y yo no estamos juntos, ¿recuerdas?

—Yo jamás te haría daño de esa forma. Por favor, tienes que creerme —pasa las

manos por su rostro —. El cuarto de Kuri tiene cámaras, eso lo sabes. Puedo mostrarte…

—No necesitas mostrarme nada —hago mi mejor esfuerzo para no sollozar. Pero el

nudo en mi garganta me lo pone difícil —. Tú y yo no estamos en una relación, Uriah. Puedes

estar con ella como tanto quieres. No tienes porqué hacerlo a escondidas.

—Es que no existe nada entre ella y yo —intento bajar las escaleras pero me lo impide

una vez más —. Thali, por favor. Te lo suplico, déjame mostrarte cómo han sido las cosas.

—¿Sucede algo? —Andréi nos mira desde el comienzo de las escaleras.

Sus ojos azules encuentran los míos y me ofrece una tímida sonrisa que me hace

sentir mejor a pesar de mi dolor. Deja de sonreír al darse cuenta que estoy con el rostro lleno

de lágrimas. No necesita preguntar. Todos saben que la única razón de mis lágrimas es

Uriah, nadie más. Intento bajar los peldaños para alcanzarlo, pero el padre de mi hijo me

toma entre sus brazos.

—No te metas donde no te llaman —espeta Uriah.


—Kaia, ¿estás bien?

—No.

—Estamos en medio de una conversación importante, Andréi —insiste su primo —. No

te metas.

—Ella no parece querer hablar contigo ahora mismo.

—¡¿Y tú que mierda sabes?! —le grita.

Me suelto de sus brazos y bajo las escaleras rápidamente. Andréi me acompaña para

impedir que Uriah me siga al darse cuenta que quiero estar lo más lejos posible de él.

Camino hasta la cocina y agradezco cuando el moreno cierra la puerta y le pone el seguro.

Me siento en la mesa y cubro mi rostro con ambas manos. No sé qué hacer, solo que las

emociones se apoderan de mí y empiezo a llorar al recordar la terrible escena que estará en

mi cabeza durante muchísimo tiempo.

Andréi se acerca y se sienta a mi lado.

—Sé que no hablamos hace un mes, Thalía. Pero…

No dice nada cuando lo abrazo.

Sus brazos rodean mi cintura y me acerca más a su pecho. Quiero que alguien me

abrace, que me sostenga y me permita llorar sin preguntar qué sucede. Me doy cuenta que

en este preciso momento, desearía estar al lado de mi padre. Deseo que él me escuche y me

aconseje y que me diga que todo va a estar bien a pesar de que no se sienta de esa manera

ahora mismo. Es mi mejor amigo, la persona que más me puede entender. Pero no quiero

llenarlo de más estrés porque suficiente ya ha tenido durante todo el proceso de la custodia.

No quiero hacerlo sufrir más.

—Thali…
—Andréi, sé sincero conmigo —le pido. Hago que me mire a los ojos —. Ellos están

juntos, ¿cierto? Hay algo más entre ellos.

Traga despacio.

—Me encantaría decirte que tengo la respuesta, pero no lo sé —confiesa. Hace un

mohín —. Uriah es bastante discreto con ella. Pero, si de verdad estuvieran juntos, todos ya

lo sabríamos. Los rumores vuelan muy rápido en el clan. Ya sabes.

—Se estaban besando.

—Puede que ella lo besara —sugiere —. Conoces muy bien a Celinda, Thalía. Hará de

todo con tal de joderte. No caigas en su trampa.

Quiero creer que todo lo que vi era una mentira. Pero se me hace imposible después

de todo lo que he visto a Uriah hacer. No se detendría en la más mínima oportunidad de

mostrarme que puede hacerme más daño de lo que soy capaz. Miles de dudas llenan mi

cabeza y consiguen que las sienes me empiecen a reventar. Tengo el rostro caliente, y siento

que en cualquier momento voy a colapsar de todas las emociones que he sentido en este día.

Es demasiado, incluso para mí.

—Venga, sonríe que te ves más hermosa cuando lo haces. Claro que también luces

bella cuando lloras —agrega, haciéndome sonreír.

Dejo salir una pequeña carcajada de mis labios al notar que sus mejillas se han

manchado de ese color rosado tibio. Andréi siempre es tan lindo, tan dulce y comprensivo.

Siempre ha intentado ayudarme, incluso cuando eso implicaba ganarse más la rabia de su

primo. Es una de las pocas personas en este hogar que apoya a la lógica en lugar de dejarse

llevar por favoritismo.

Acerco mis labios a su mejilla para plantar un corto beso. El pequeño gesto le roba

una sonrisa. Estoy por decirle lo mucho que le agradezco por su compañía y sus consejos
cuando la puerta se abre rápidamente. Trago con dificultad al ver a Uriah con las llaves en

sus manos. Disimuladamente tomo dos pasos a la derecha para crear distancia entre Andréi

y yo. Lo menos que quiero es que el padre de mi hijo le haga daño por mi culpa.

—Mejor me retiro —dice Andréi. Me mira —. Si necesitas cualquier cosa…

—Lárgate antes de que te rompa la puta cara —le advierte Uriah.

Andréi suspira.

—No dudes en decirme —termina.

Uriah no le quita la mirada de encima hasta que sale de la cocina. Mis sentidos se

alertan cuando cierra la puerta y le coloca el seguro una vez más. Podría salir por la puerta

corrediza que da al jardín si necesito tomar un descanso de él. Me planteo la idea por varios

segundos hasta que soy interrumpida por su cuerpo quedando delante de mí.

A veces me pregunto por qué soy tan pequeña comparando a él. Mi cabeza solo llega

hasta su pecho y existen momentos en los que se me hace tan difícil abofetearlo por la

misma razón. Pero, también me gusta por el hecho de que puede tomarme entre sus brazos

fácilmente. Tiene la oportunidad de cargarme y ponerme sobre su hombro como si nada.

Debo de estar bastante afectada como para estar pensando en estaturas en un

momento como este.

—¿Qué hablaste con ese imbécil? —me dice.

—Nada que te interese.

—Todo lo que tiene que ver contigo me interesa.

—No parece —digo con sarcasmo —. ¿Qué haces aquí? ¿Terminaste antes de tiempo

con Celinda?

Los celos en mi voz son demasiado visibles. No puedo controlarlo a pesar de que lo

intento. Trato de no ser celosa, en serio que lo hago. Usualmente no tengo problemas en
ocultar mi incomodidad, pero con esa mujer se me hace imposible. Sé todo lo que ellos han

pasado juntos, estén en una relación o no. Al igual que nosotros, se conocen desde niños. Y

desde esa edad habían empezado este ciclo vicioso que tienen. No me gusta eso, me siento

en tanta desventaja.

¿Qué estoy diciendo? Me golpeo mentalmente por estar pensando en eso ahora

mismo. No importa qué tanta ventaja ella me tenga, nada justifica las acciones de él. No

cuando hace un par de horas me decía que estaba enamorado de mí. No entiendo por qué él

tiene la necesidad de hacerme tanto daño. No sé qué he hecho en una vida anterior para

sufrir todo este dolor. Puede que sí sea demasiado ingenua y que mi amor por él me prohíbe

tomar la decisión que he tenido que realizar hace muchísimo tiempo.

—No hay nada con ella, Thalía. No existe nada —insiste —. Por favor, deja tus celos de

lado. Usa la razón.

—Estoy usando la razón. Te vi besándote con ella.

—​Ella ​me besó —insiste —. Déjame mostrarte que soy inocente, por favor. Jamás te

haría algo así. Jamás te he engañado.

—No te creo.

Intenta mantener su voz calmada.

—¿Por qué no? ¿Cuándo te he engañado?

—Muchas veces —le recuerdo —. Me has mentido.

—Eso no es lo mismo que engañarte con una persona.

—Pero ayuda mucho en hacerme dudar —replico.

Sus manos tiemblan de la cólera, pero se contiene y las mete dentro de sus bolsillos.

Sus dientes se aferran a la perforación de metal en su labio inferior y las ganas de arrancarlo
en el intento de causar algo de dolor nacen en mí. Quisiera que sintiera aunque sea una

milésima de dolor. Que sienta lo mismo que esa escena me ha causado a mí.

Saca el móvil del bolsillo derecho y me lo muestra. La idea de poner cámaras en el

cuarto de nuestro bebé fue su idea, y puedo ver en su rostro que está contento con su

elección en este momento. Sube el volumen y me permite ver el momento exacto en que es

Celinda quien lo besa al escuchar que la puerta está por abrirse.

—Nunca te engañaría, Kaia Thalía —susurra —. Jamás lo he hecho.

Me cuesta verlo. ¿Qué quería que pensara cuando lo vi con mis propios ojos? Ellos

estaban juntos, no me puede culpar. Uriah desliza su mano por mi cuello hasta poner sus

dedos en mi barbilla y obligarme a unir mi mirada con la suya. Estoy esperando un reclamo o

comentario sarcástico de su parte, pero me sorprende al apoyar su frente sobre la mía y

dejar un pequeño beso en mi nariz. El gesto provoca que la frunza, y mi corazón late a mil

dentro de mi pecho al ver sus labios subir una torcida sonrisa.

—¿No merezco unas disculpas? —pregunta.

—La escena te ponía en duda —me defiendo. Pone sus manos en mi cintura para

acercarme a él. Poso las mías sobre su pecho e intento soltarme de su agarre —. No, no me

vengas a abrazar...

—Shhh, ya —me abraza para evitar que me mueva. Me pone contra la isla y así

prohibir que me escape de sus brazos. Junta mi rostro con el suyo y roza nuestras narices —.

No tienes que pedirme disculpas.

—No pensaba hacerlo.

Me confunde verlo tan divertido cuando hace menos de diez minutos estábamos en

medio de las escaleras discutiendo. Toma mi rostro entre sus manos y retengo la respiración

cuando posa su pelvis sobre mi vientre por pura causalidad. Sonríe al ver mi rostro teñirse
de ese color rosado con el que ama fastidiarme. Salgo de mis pensamientos cuando desliza la

lengua por mi boca despacio. Consigue que el pulso se me dispare una vez más.

—Bésame —dice en un susurro —. Quiero un beso en lugar de unas disculpas.

—Dije que…

Las palabras se pierden en mi boca cuando esta vez mueve sus caderas hacia adelante

apropósito. Se roza contra mí despacio y me detesto cuando mis muslos por acto reflejo se

abren un poco más para darle mejor acceso. Uriah sonríe al notarlo. Me carga para sentarme

sobre la isla de piedra y quedar mejor entre mis piernas. Mis manos suben a su cabello para

acariciar las suaves hebras.

Acerca sus labios a los míos.

—Bésame —susurra —. Mi amor, por favor…

Mi boca se posa sobre la suya antes de que pueda terminar. Sus manos acarician mis

muslos mientras que las mías se hunden en su rizado cabello. Sus besos ahuyentan la

perversa imagen que hasta hace segundos se repetía en mi cabeza. Soy demasiado débil

cuando viene a él. Siempre lo he sido. ¿Cómo no serlo? ¿Cómo no ser débil cuando cada vez

que me sonríe, me besa, me abraza, lo hace como si fuera la última vez?

Por un momento me arrepiento de no haber escogido un vestido. Podría sentirlo

mejor de aquella manera. Me sonrojo por mis pensamientos impuros, pero no me dura

mucho por el hecho de que sus dientes tiran de mi labio inferior y su viperina lengua se mete

a dominar a la mía. Mi respiración se agita al igual que la mía.

—Uriah… —reacciono cuando su boca empieza a chupar y succionar mi cuello —,

estamos en medio de la cocina.

—Vamos al cuarto entonces —susurra.

—No he cenado —río.


—Puedes llenarte de otra cosa —relame sus labios.

—No —niego con la cabeza y las mejillas sonrojadas —. Tengo hambre.

—Yo también —me besa sin ninguna delicadeza. Mis labios quedan hinchados —.

Quiero comerte el coño, de eso tengo hambre.

—Puede que después…

—Nada de puede, tú me prometiste algo —muerde el lóbulo de mi oreja —. Así que más

tarde, me vas a modelar uno de esos vestidos porque muero de ganas de verte.

Sus palabras y su tono de voz me deja sin aliento. La manera en que sonríe me eriza

los vellos de la piel, y me contengo al bajarme de la isla no sin antes ganarme un último roce

de su parte. Doy un respingo cuando me da un pequeño azote sin previo aviso cuando

empiezo a caminar hacia la puerta corrediza. Los dos salimos y me sorprende cuando toma

mi mano entre la suya rápidamente al ver a Celinda conversando con demasiada alegría

junto a Marcus y Justin.

Siento demasiada satisfacción cuando su sonrisa decae al darse cuenta que su plan le

ha salido mal. Mi bebé se encuentra en el regazo de Dimitri, quien le ayuda a comer. Uriah

me rodea la cintura con su brazo derecho y me pega a su pecho delante de los demás.

Agradezco que nadie diga nada. Quiero ahorrarme las respuestas y las dudas. Suficiente

tengo de eso.

—¿Quieres que te sirva? —me pregunta.

—Sí, está bien.

—Joder, qué calor —le dice a Logan, quien le da la razón.

Uriah se quita la camiseta para quedarse solo en pantalones. No me sorprende, la

mayoría del tiempo se la pasa así. Pero, ahora mismo, sí me incomoda que esté de esa

manera delante de Celinda. La pelirroja se lo come con la mirada y se le queda viendo


descaradamente mientras él pone comida en un plato. Ambos intercambian una rápida

mirada en la que ella le guiña un ojo. Tenso la mandíbula.

Estoy por sentarme al lado de Roxanne, pero Uriah me interrumpe.

—Mi amor, ¿no te vas a sentar conmigo?

—¿Qué? —me atoro al igual que los demás.

Su familia lo observa como si estuviera demente, incluyéndome. Pero él parece ajeno

a ello, ya que continúa teniendo su mirada fija en mí. Me entrega una sonrisa y se sienta al

lado de su padre. Dimitri está haciendo dos cosas al mismo tiempo: prestar atención a

nuestra conversación en medio de la mesa y asegurarse que Kuriah no se ahogue con el puré

de papas.

—Siéntate aquí conmigo.

—Pero ahí no hay…

—Sí, ven.

Camino hasta donde está y pone sus manos en mi cintura. Abre las piernas y me deja

sentarme entre ellas. Me abraza y apoya la barbilla en mi hombro. Hago caso omiso de las

miradas sobre nosotros y de mis mejillas sonrojadas para empezar a comer. Uriah besa mi

cuello y escucha atento a la conversación que su familia establece sobre los negocios.

—¿Me das? —me pregunta.

Pongo puré de papas y arroz en el tenedor y me giro para llevárselo a la boca. Pasa

despacio y me observa mientras come con una sonrisa. Relame sus labios demasiado

sugerente y me sonrojo cuando mueve sus caderas hacia adelante disimuladamente para

rozarse contra mí.

—Odio que él te esté mirando —susurra en mi oído.


Habla demasiado bajo, aprovecha que su familia está riéndose y concentrada en otros

asuntos. Andréi está distraído hablando con Marcus, así que no entiendo el por qué dice eso.

Probablemente soy yo la que no nota nada por estar comiendo y pensando en sacarle los ojos

a Celinda.

—No le ha quedado claro que eres mía —agrega con una sonrisa que me causa

escalofríos.

—Kuriah está cada día más hermoso, ¿no creen? —dice entonces Celinda. Todos le dan

la razón y miran hacia mi bebé, quien come ajeno a los demás. Los ojos verdes de la pelirroja

se centran en mí —. Pero si tiene a quién salir. Tiene un padre guapísimo.

—Claro que sí —Dimitri sonríe —. Pero también tiene una madre muy hermosa

—agrega.

—Es la copia de Uriah —bromea Justin —. Los dos fruncen el ceño de la misma

manera. Se parecen bastante cuando hacen eso.

—Tenemos que ver si le gustan las mismas chicas que a su papá, ¿no? —Celinda me

sonríe.

—Si es así entonces le encantarán buenas mujeres, como Thalía —la mira Roxanne.

—Esperemos que no tenga muchas novias eso sí —comenta Logan. Me guiña un ojo —.

Si no tiene por lo menos diez, no es Sokolov —agrega.

Todos los hombres de la mesa ríen, mientras que suspiro de alivio al ver a las mujeres

mirarse entre sí como si esto no fuera nada nuevo. Dimitri me permite tomar a mi hijo entre

mis brazos cuando él indica que quiere venir a mi regazo. Uriah desde atrás le da su mano

para que juegue con sus dedos.

—Uriah nunca tuvo novias, solamente chicas de por ahí —se alza de hombros el señor

Vladimir.
—¿Y yo qué, señor Vladimir? ¿No cuento? —ríe Celinda.

—Bueno, ustedes nunca confirmaron nada —replica Natasha —. Todos sabíamos que

follaban, pero nada más.

—Hermana, creo que eso es un tema…

—Hay relaciones que no necesitan etiqueta, señora Natasha —le interrumpe a Dimitri.

Celinda me sonríe —. Hay veces en que la historia habla por sí sola.

—Entre nosotros no hay ninguna historia, deja de hablar mierdas —le dice Uriah —.

¿Te sales de la mesa? Solamente está mi familia. No tiene nada que ver gente del clan aquí.

—Entonces, ¿por qué ella está aquí? Es de otro clan —recalca.

Me levanto de la mesa porque no quiero seguir escuchándola. No quiero oír más de

sus burlas y comentarios con doble sentido. Estoy harta de escucharla y ver cómo sigue

provocándome al saber que no puedo hacer nada para que la echen. Tiene mucha más

preferencia que yo en este lugar. Kuriah apoya su cabeza en mi hombro.

—Gracias por la comida —les digo a los demás —. Si me disculpan, voy a buscar a las

personas de mi clan.

—Thali… —Uriah trata de detenerme, pero camino rápido para evitar que me impida

irme.

Suspiro de alivio al ver a Khalid al otro extremo del inmenso jardín. Todo el clan

Smirnov está teniendo su propio almuerzo y empiezan a llamarme mi nombre al verme.

Khalid me da un silbido para llamar mi atención a su mesa, en donde está sentado con

Nicola, Julieta y los demás.

—¡Thali! —me toma entre sus brazos al mismo tiempo que tiene cuidado con Kuriah

—. ¡Ingrata! Por fin vienes a visitar.

—Tú tampoco me has llamado —me defiendo.


—¡Qué alegría que estés aquí! —Julieta sonríe —. Estaba por ir a buscarte cuando te vi

llegar, pero Khalid me dijo que mejor esperara a que las cosas se calmaran con los Sokolov.

—Especialmente cuando vimos a la pelirroja sentarse en la mesa. No tienes idea de

cuánto la aborrezco —dice Nicola. Rueda los ojos —. Solo sabe mostrarle las tetas a los demás

imbéciles de su clan para que ellos hagan su trabajo por ella.

—No me sorprende —suspiro. Le doy mi bebé a Khalid cuando él me pide cargarlo.

Kuriah ríe entre sus brazos y sonrío al ver cuando le hace varias muecas —. ¿Cómo van las

cosas con el clan? ¿Todo bien?

—Pues este mes fue algo complicado —comenta Stefano —. Todo era tensión con los

Sokolov, ya sabes, por tu crío. Uriah se la agarró con todos y el hijo de puta nos dio más

trabajo de lo que ya teníamos.

—Pensé que nuestros asuntos eran separados a los de ellos.

—El imbécil de Khalid accedió a tener la producción de droga compartida —maldice

Nicola. Mira a su primo con los ojos hechos dos líneas —. En otras palabras, si la droga de los

Sokolov no se vende, es una cagada para nosotros. Estaríamos con demasiado encima.

—Qué bello —comenta con sarcasmo el castaño —. Estaba intentando aliviar el peso

del imbécil de tu ex. Pero ese solo sabe como mandar todo a la mierda cuando no está de

buen humor.

—Le quería meter una puta roca entre los dientes cuando empezó a hablar de Thalía

toda esa jodida semana —suspira Julieta. Me mira —. No sé cómo puedes tener una

conversación tranquila con él. A nosotros nos mandó a la mierda las pocas veces que

intentamos hacerle entrar en razón.

—¿Qué dijo sobre mí?

Comparten una mirada entre ellos y hacen una mueca. Mi corazón se encoge.
—¿Es algo muy malo?

—Mejor que él te lo cuente —se decide Stefano —. Lo que menos quiero es que me

meta tres balazos en el culo por hablar.

—Entonces sí fue malo —afirmo.

—Ya sabes cómo es Uriah cuando está molesto —niega con la cabeza Khalid. Me sonríe

—. ¿Vas a quedarte con nosotros, ingrata? Puedes quedarte en nuestra zona. Los Sokolov no

entran sin permiso —me recuerda —. Es más, podemos robarnos a este bodoque y no podrían

hacer nada al respecto —agrega, haciéndome reír.

—¡No, Khalid! Suficientes problemas ya tenemos como para que nos metas uno más

—le advierte Stefano. Lo señala con el cuchillo que está utilizando para cortar su carne —. Si

el puto de Uriah Sokolov se entera que nosotros estuvimos planeando toda esa mierda, nos

fucila. Una cagada más grande que ​Hiroshima​ mandaría a nuestro camino.

—Puta, tú le tienes un miedo —se burla Nicola entre sonoras risas.

—Imbécil, hace una semana que le vi bajarse a tres tipos de dos balazos. ¡Dos!

—recalca —. Aprecio mis cojones, no sé ustedes, pero yo sí. La vida ya es corta de por sí y no

me he follado a ninguna tía en meses. Déjenme tranquilo.

—Stefano, sabemos que nos harías caso si la situación requiere de eso —le digo

sincera.

—Por supuesto que sí, pero como no lo hace, déjenme disfrutar de la carne con

tranquilidad —agrega esta vez riendo.

Se siente bien hablar con ellos. A diferencia de los Sokolov, con quienes todo se sentía

demasiado forzado hace unos minutos, los Smirnov son mi familia. Dispararían por mí sin

dudarlo, me apoyan y no dudan en protegerme en contra de los demás. Me siento cómoda a

su lado. Se encargan de bromear y hacerme reír para quitar la tensión de mis hombros.
Alek realmente se encargó de dejarme un lugar seguro.

Julieta mira a Khalid —. ¿Le puedo contar sobre la cagada que hace tu rubia?

—¿Qué cosa ha hecho Aphrodite?

—Bueno, no lo escuchaste de nosotros. Lo escuchaste de la antipática de Celinda si te

preguntan —me dice Nicola. Choco su puño cuando me lo ofrece —. Resulta que es Aphrodite

la que le estaba diciendo a Uriah que no te soltara al crío.

—¡¿Qué?! —exclamo.

—Así como lo oyes, suprema, es una hija de su puta madre —asiente Stefano —. La

perra esa estaba lavándole a Uriah el oído que nosotros estábamos intentando arreglar.

—Más cuidado de cómo hablas de ella, Stefano.

—Este cuernudo —rueda los ojos el moreno.

—Cuando nosotros hablamos con Uriah, al comienzo lo vimos con ganas de ceder. Eso

es desde el día en que Kuriah volvió a esta casa —me cuenta Julieta —. A la semana eso

cambió. Se negaba a dejarnos llevar al niño a verte e incluso nos amenazó diciendo que si

alguien lo tocaba sin su permiso, nos iba a dar de comida para los osos del bosque —niega

con la cabeza.

—Nos preguntamos por qué había cambiado de opinión y resulta que hablaba todo

con Aphrodite, y que la rubia le estaba metiendo esa idea de que él tiene la custodia, así que

tú ya no cuentas —chasquea la lengua Nicola. Mientras más habla, más ganas de ir hacia

donde la rubia me dan para golpearla por mal amiga —. Suponemos que le habrá dicho a

Uriah todo ese rollo de que tú ya no lo amas.

—No me sorprende de una Sokolov —espeta Stefano —. Así son todos. Empezando por

Celinda.
—Aphrodite solo estaba haciendo lo que es mejor para su hermano ante sus ojos

—dice Khalid. Se sienta a mi lado —. Pero bueno, es la razón por la que no nos hablamos.

—Esa y porque te volvió a poner los putos cuernos con el tal Gino.

Niego con la cabeza al escuchar el nombre de mi mejor amigo. Todo este mes hemos

estado juntos, es quien me ha estado apoyando junto a Gianna Jhalessi. No puedo creer que

no me haya comentado nada de sus idas y venidas con Aphrodite. A este punto, nada me

sorprende.

—Bueno, que se joda por mentirosa —afirma Julieta —. No entiendo por qué las

personas no pueden terminar las relaciones bien. Si ya no se aman, ¿qué les cuesta decirlo?

—Exacto, nosotros terminamos bien —Nicola y ella chocan los cinco mientras

comparten una sonrisa —. Excepto que estos putos quieren hacer drama por todo.

—La familia drama podrían llamarse, joder —admite Khalid. Me mira —. ¿Quieres

beber algo? ¿Qué tal una cerveza?

—No, no puedo. Estoy con Kuriah —digo.

—Venga, ¿hace cuánto tiempo no te has tomado una gota de alcohol? Yo cuidaré de

Kuriah hasta que el ogro de su padre venga a cagarnos la fiesta —sonríe Julieta.

Acepto la lata de cerveza por el simple hecho que una no me va a afectar. Entonces

recuerdo que yo no tomo, no sé cómo hacerlo. Por ende, cuando ya voy por la mitad de la

lata, empiezo a sentir como el calor se apodera de mí y los músculos se me relajan. Khalid y

Nicola se unen a beber conmigo junto a Stefano. Kuriah ríe al ver a todos reír, y beso su

frente al pensar que después de todo, soy afortunada por haber sido bendecida con un ser

tan lleno de amor y pureza.


Me estoy riendo con ellos cuando aprecio a varios de la familia Sokolov acercarse. Son

Uriah y sus primos. La bilis se me revuelve en el hígado al ver a Aphrodite junto a Celinda,

quien sonríe demasiado contenta al verme sentada en la mesa rodeada de los Smirnov.

—¡Sokolov! ¿Qué te trae por aquí? ¿Una cerveza? —le sonríe Khalid con sarcasmo.

—Quiero a mi crío, a eso vengo —Uriah toma a mi bebé entre sus brazos después de

quitárselo a Julieta. Me observa —. Venga, hay que ir a la casa.

—Esa no es mi casa —las palabras salen de mis labios antes de que pueda retenerlas

—. Te recuerdo que yo no soy parte de tu clan.

—Thali, déjate de cagadas. Sabes muy bien que eso no es cierto —me dice.

—No te hagas de rogar, Thalía —me pide Marcus. Le miro con ambas cejas alzadas —.

Por favor, todos estamos cansados.

—Creo que he olvidado la parte en la que me importa una mierda si estás cansado o

no.

Todos abren los ojos ante mi vocabulario. Mis mejillas se sonrojan al saber que está

mal hablar de esta manera, pero el poco alcohol en mi sistema me prohíbe pensar con

sutileza. Nicola no contiene su risa y se cubre la boca con la mano. Uriah me mira

sorprendido, pero me cruzo de brazos para mostrarle que no me importa.

—¿Perdón? —Marcus me mira.

—No te preocupes, te perdono por ser un hipócrita. Creo que es de familia —sonrío.

Esta vez incluso Khalid ríe.

—Thalía, mejor vamos a casa —me pide Uriah.

Le da mi hijo a Logan e intenta acercarse a mí, pero me siento en la mesa una vez más

al lado de Khalid. El castaño le sonríe demasiado encantado con la situación, y puedo ver por

la manera en que las venas en el cuello del pelinegro empiezan a notarse, que está en el
proceso de perder la casi inexistente paciencia que tiene. No me importa, no cuando sigue

teniendo la decencia de traer a Celinda en donde yo estoy. No me defendió cuando ella dijo

que yo no pertenecía en su mesa, se quedó callado.

—Esa no es mi zona —respondo —. Mi zona es esta. Soy Smirnov, ¿recuerdas? —le

muestro mi mano izquierda para enseñarle mi tatuaje.

—Me vale mierda, ven conmigo ahora mismo.

—No, no tengo por qué. Además, estás muy bien acompañado —agrego, refiriéndome

a Celinda.

La pelirroja me sonríe, y las ganas de cruzar ahora mismo a irme sobre ella nacen en

mí. Khalid toma mi mano entonces, lo que me confunde. Entonces comprendo su intención

al ver la manera en que Aphrodite parpadea.

—Ya escuchaste a mi suprema, Sokolov. Te pido que te vayas por las buenas —le dice

Khalid.

Pone sus brazos alrededor de mi cintura y me pega a su cuerpo. Sonrío hasta el punto

en que me duelen las mejillas. Estoy siendo demasiado exagerada, pero no me importa en

este instante. No cuando Uriah está por estallar de celos.

—Khalid, no me toques los cojones.

—Thalía quiere quedarse aquí con nosotros, su ​familia ​—dice Nicola —. Los que están

sobrando son ustedes.

—Mira quién habla —comenta Aphrodite.

—Alguien con decencia, no como tú —digo en voz alta.

Ella me mira sorprendida —. No tienes por qué atacarme a mí. Tu problema es con mi

hermano.
—Claro, ¿y no eres tú la que lo envenena con esa idea de que no me deje ver más a mi

hijo? —gruño.

Pone las manos en su cintura —. La que quería quitárselo primero, fuiste tú. ¿Qué

querías? ¿Qué nos quedásemos viendo como tú seguías intentando alejar a mi sobrino?

—Aphrodite, ya basta —interrumpe Uriah.

—No, déjala que hable. De todas formas, así puedo ver la clase de persona que

realmente es —río con sarcasmo. Apoyo la cabeza en el hombro de Khalid —. No sé quién está

más abierta. O Celinda o tú.

—Las dos —responden al unísono Nicola y Stefano.

—¿Así? ¿Y por qué no vienes a decírmelo en la cara, maldita arrastrada? —Khalid me

detiene al mismo tiempo que Justin pone sus manos en los hombros de Aphrodite.

—Cálmense las dos —Uriah pasa las manos por su cabello. Me mira —. Estás haciendo

las cosas mal.

—Una vez que las haga, ¿cuál es el problema? —me alzo de hombros —. Tu familia

hace cagadas todo el tiempo y siguen queriendo ser vistos en el pedestal. ¿Qué si yo también

quiero hacer lo mismo?

—Estás confundiendo las cosas —dice Justin —. Uriah está pidiéndote que vayas a la

casa a dormir, nada más. La que está causando problemas…

—Métete la lengua al culo, Justiniano —le dice Stefano. Río junto a Julieta.

—Hijo de tu… —Marcus lo detiene.

—Nosotros estamos defendiendo a Thalía. Quienes han venido a causar problemas

innecesarios, son ustedes —afirma Julieta. La morena mira a Aphrodite —. Sonríe perra, que

te saldrán más arrugas en la cara. Hasta la rabia se te cae de la boca.

—¿Y me lo dice la reina de las perras?


—Exacto. Pero yo tengo derecho a ser perra. Tengo las tetas y el culo que tú no, plana

de mierda —me cubro la boca para no reír ante el comentario de la morena —. Vuelve a

hablarle mal a Thalía y te juro que yo misma te abro para que te pongan los implantes que

tanto necesitas.

—¡Ya! ¡Joder! —Uriah trata de pasar hacia mí, pero Nicola y Khalid se colocan en medio

para impedirle el paso.

—¿Ibas a algún lado, emperador? —lo tienta Nicola.

—Voy a partirte el culo —le asegura Uriah.

—Tú hermana lo lamerá después, no hay problema —sonríe Khalid.

—Uriah, ya —la insoportable de Celinda se mete —. Venga, vamos a casa que ya es

tarde y Kuri tiene que dormir. Estás perdiendo tu tiempo con ella.

—Pero si habló Madre Teresa —comento.

—No es mi culpa que él solo se haya dado cuenta que eres una inservible —me sonríe

—. Además, deberías de haber escuchado todas las mierdas que habló de ti. Verdaderamente

eres una arrastrada como se dice por ahí.

—¿En serio? Vale, prefiero ser una arrastrada —asiento. Miro a mi alrededor al ver

que tenemos las miradas de todo el clan Smirnov desde sus respectivas mesas —. ¡¿Podrían

alzar sus manos los que se han tirado a Celinda o a los que ella se les ha ofrecido?!

Sonrío complacida cuando la mayoría de los hombres del clan alzan su mano.

—Prefiero ser una arrastrada que una zorra cualquiera —afirmo —. No entiendo por

qué no cobras. Podrías hacer un montón de dinero con lo ninfómana que eres.

—Sí, ninfómana soy —se acerca para quedar cara a cara conmigo —. Y así le gusto a

Uriah. Así me folla todas las veces en que tú te das la vuelta. Te diría todo lo que hemos

estado haciendo este mes, pero tengo miedo que…


No lo aguanto más y mis manos suben a su cabeza para tomar varios trozos de su

cabello en mis puños. Grita cuando la lanzo al césped y me coloco sobre ella. A diferencia de

ella, no tengo experiencia en combate cuerpo a cuerpo. Pero tengo demasiado enojo,

demasiada rabia contra ella. Le tiro una bofetada que suena por todo el jardín en su mejilla

derecha. Ella intenta agarrarme las manos, pero recuerdo exactamente el consejo que

Khalid me dio hace mucho tiempo al pelear contra una chica.

Pongo mi rodilla en su pecho para impedir que respire. Mi puño derecho se incrusta

en su nariz y me da escalofríos sentirme sonreír al notar como la sangre sale.

—¡Eres una zorra cualquiera, que te quede bien en la cabeza! —le grito.

—¡Estás loca!

Le tiro una bofetada en la mejilla izquierda —. ¡Imagínate que es un pene para que te

ponga contenta, ninfómana!

—¡Thalía! ¡Suéltala! ¡Kaia! —Uriah me toma de la cintura para intentar alejarme de

ella.

—¡Suéltame! ¡Suéltame! —forcejeo contra él para intentar tomarla de nuevo.

Marcus la ayuda a levantarse. Tiene el rostro manchado de la sangre que sale de su

nariz y tiene varias heridas en la cara y en los brazos. Me alegra, se los merece por ser tan

ofrecida.

—¡Eres una puta loca! —me grita.

—¡Loca tu abuela! ¡Bájame! —chillo cuando Uriah me carga y me pone sobre su

hombro. Pataleo contra él cuando comienza a caminar hacia la casa.

—¡Ya! ¡Joder! ¡Calma! —me ordena. Le golpeo la espalda —. ¡¿Marcus?! ¡Pon a dormir a

Kuriah!

—¡Vale!
Entramos a su cuarto y cierra la puerta con seguro a pesar de mis gritos de que me

deje regresar con Khalid y los demás. Es como hablar con la pared. Uriah me pone en el

suelo.

—¡Suéltame! ¡No me toques! —grito furiosa cuando intenta acercarse.

—Mi amor, por favor…

—¡No me llames así! ¡No después de que te quedaste callado cuando ella me dijo todas

esas cosas! ¡Y mucho menos después de que ella dijo que no tenía lugar en tu mesa y no me

defendiste!

El corazón me late demasiado rápido dentro del pecho. Nunca he tenido tanta

adrenalina como ahora mismo. Tengo tantas ganas de romper absolutamente todo y de

golpearlo a él también por ser tan tonto y no darse cuenta de lo mucho que me afecta la

presencia de ella. Odio verlos juntos. Odio ver que ella tiene más preferencia que yo.

—Mi amor, cálmate, por favor —me pide —. Venga, estás con todo el cabello

desordenado y…

—¡¿Y qué?! ¡Pensaba que te gustaban las salvajes como esa!

—La que se le fue encima fuiste tú —me recuerda.

—¡¿La vas a defender?!

—No, claro que no —responde despacio —. No dije nada hace rato porque vi que tenías

todo bajo control. O eso pensé —murmura —. Necesitas tomar un baño para calmarte, ¿vale?

—¡No quiero nada! ¡Nada! —tiro una almohada al piso —. ¡Estoy tan molesta! ¡Molesta

contigo! ¡Con tus primos! ¡Con tu hermana! ¡Quiero…!

Toma mi rostro entre sus manos y calla mis quejas con sus labios. Forcejeo contra su

pecho por unos segundos antes de ceder. Es el alcohol respondiendo por mí. Sus manos se

deslizan por mi cuerpo hasta posarse sobre mi trasero para apretar y hacer que de un salto.
Mis piernas se acomodan alrededor de su cintura y nos lleva hacia el baño. Me deja en el

suelo de la ducha, y antes de que pueda reaccionar, abre la manija para hacer que el agua

fría caiga sobre mí. Suelto un chillido y me abrazo a mí misma.

Lo fulmino con la mirada al verlo sonriendo desde la entrada.

—¡Estoy con ropa! —chillo.

—Lo sé, un pequeño castigo por provocarme allá afuera —me guiña un ojo —. Quiero

verte tranquila cuando regrese de ver a Kuriah. Pobre de ti que salgas de este cuarto porque

pienso castigarte si lo haces —agrega en voz baja.

Gimo en protesta y él sonríe victorioso al salir del baño. Me cuesta bastante quitarme

los pantalones de mezclilla al tenerlos empapados. Odio todo esto. Todavía sigo sin creer que

golpeara a alguien. Primera vez en toda mi vida que tengo una pelea física con otra mujer.

Suelo siempre tener las cosas bajo control, pero este día ha sobrepasado todos mis límites.

Cuando salgo del baño, él todavía no está. Mis ojos caen sobre las bolsas de la tienda

de lencería, y me acerco para tomar lo primero que encuentro. Me pongo las diminutas

bragas antes del vestido transparente negro. Abro mi mochila para sacar mi cepillo de

cabello. Tengo las mejillas rojas del jadeo de hace rato.

Se me ve el alma con este vestido. Nunca he usado algo así. Es muy bello a pesar de

eso. La parte del busto tiene encajes finos y el resto es de una tela transparente que permite

que mi estómago y las bragas sean visibles. Tiene una abertura en el medio para permitir

tocar el cuerpo con facilidad. Estas cosas son tan pequeñas, pero tan caras. No me siento

cómoda con esto. Mejor me lo saco antes de que Uriah venga y se burle de mí por verme tan

rara en esta cosa.

—Mierda.
Me volteo con los ojos abiertos al escuchar su gruesa voz resonar por la habitación.

Cierra la puerta detrás de él y lo aprecio tragar con dificultad. Sus ojos se deslizan por mi

cuerpo sin ninguna sutileza y siento que las mejillas se me ponen más rojas que antes.

Muerdo mi labio inferior por acto reflejo y las ganas de cubrirme con las manos son

demasiado tentadoras.

—¿S-Se ve tan mal? —pregunto con timidez.

—Date la vuelta —susurra.

Hago lo que me pide delante del espejo y mi mirada se clava en el cristal para poder

ver mejor cómo se aprecia de la parte trasera. Otro ángulo de mi alma es apreciado. Relamo

mis labios de los nervios y llevo mis manos detrás de la espalda.

—Voy a cambiarme, ¿sí? Quería ver como me quedaba, eso es todo…

Me quedo callada cuando se pone delante de mí. Sus ojos azules brillan llenos de

malicia y de excitación. Su mano derecha se posa sobre mi clavícula para deslizarse poco a

poco hasta llegar a la abertura de la prenda de encaje y tocarme directamente. Sus dedos

rozan el comienzo de las bragas y tira de ellas para arriba despacio. Un bajo jadeo se escapa

de mis labios ante la pequeña estimulación.

—Te ves… —relame sus labios.

Saca la lengua para desplazarla desde mi cuello hasta mi boca, la cual muerde de tal

manera que me hace apretar los muslos. Debería de estar molesta con él ahora mismo, pero

este día ha sido tan complicado que ni yo misma entiendo lo que sucede conmigo. Quiero

hacer tantas cosas al mismo tiempo que los nervios me ganan. Quiero decirle que es un

idiota por dejarle a Celinda salirse con la suya, que su hermana ahora se encuentra en mi

lista negra, y que me haga suya durante toda la noche si es posible.

La última opción es la que más me apetece ahora mismo.


—¿Te gusta cómo se ve? —pregunto, a pesar de que sé la respuesta.

Gimo por lo bajo cuando se pega a mí. Siento el bulto duro contra mi vientre y me

sonrojo al pensar en lo mucho que lo quiero dentro de mí. Santo cielo, sé que está mal. Sé

que no debería desear nada que tenga que ver con él, pero se me hace imposible. Lo extraño.

Extraño demasiado este lado de nosotros. El lado juguetón y divertido que se entiende a

pesar de las diferencias. Extraño reírme con él, conversar de nosotros.

El lado pervertido que siempre quiero esconder me recuerda que lo que más extraño

es despertar con él dentro de mí. Extraño demasiado las mañanas en las que me hacía suya a

duras penas abría los ojos. Extraño todo eso y más.

—Tengo tantas ganas de cogerte ahora mismo —susurra sobre mi boca —. ¿Quieres

que te coja?

—Sí —admito en un jadeo. Gimo cuando se roza otra vez contra mí.

—No te escuché —me tienta —. ¿Qué quieres que haga?

Inhalo hondo.

—Quiero que me folles —gruñe al escucharme —. Fóllame.

—Vale —se apodera de mi boca con la suya —. Te voy a coger duro, ¿entendido?

—Sí —jadeo.

—¿Vas a ser una buena chica y me vas a obedecer? —inquiere.

Sube sus manos a mis pechos y tira de mis pezones a través de la tela.

—Sí.

—Muy bien —sonríe —. Ponte en la cama.

Hago lo que me pide y me siento en el borde de la cama. Me indica con los dedos que

me eche y con los nervios de punta lo hago. Se acerca a mí y desabotona sus pantalones. Baja
el cierre sin dejar de mirarme. Se pone de rodillas y arqueo la espalda cuando desliza la nariz

por mi centro.

—Amo cómo hueles, joder —hace a un lado las bragas y saca la lengua para posarla

sobre mi clítoris. Gimo sin poder contenerme —. Te vas a correr en mi boca, ¿vale?

—Va… —no termino mi oración cuando hunde la cabeza entre mis muslos.

Sus labios chupan vorazmente mi sexo. Toma mi clítoris entre ellos para tirar

despacio después de succionar. Gimo y tiro de las hebras de su cabello ante lo bien que se

siente. Posa la lengua sobre el bulto de nervios y siento que puedo morir del placer cuando

introduce sus dedos sin delicadeza. Me mira mientras lame todo mi coño y muerdo mi labio

inferior ante lo érotico que se ve entre mis piernas.

—Sabes tan bien —gruñe —. Ha sido una tortura no poder comerte el coño todo este

mes —agrega antes de soltar mi clítoris.

—Uriah… —gimo.

—¿Te vas a correr? —me provoca —. ¿Te vas a correr para mí?

—Sí —lloriqueo de placer.

Mis piernas empiezan a temblar.

—Córrete —me ordena —. Quiero que te corras en mi boca.

Me aferro a sus oscuros mechones cuando el orgasmo se apodera de mí. Uriah chupa

cada tramo de él. Continúa lamiendo y succionando hasta tenerme temblando entre sus

brazos. Chupa de mi clítoris una última vez antes de incorporarse. Se quita los pantalones

junto a los bóxers para ponerse sobre la cama. Abro las piernas para dejarlo entre ellas y

gimo cuando siento su polla sobre mi sensible nudo de nervios.

—Estás empapada y todavía no he hecho casi nada —comenta.


Hace a un lado las bragas y toma su polla entre los dedos de la mano derecha para

desplazar la punta por todo mi coño. Introduce solo unos centímetros para luego salir. Santo

cielo. Siento que en cualquier momento tomaré su miembro yo misma para meterlo dentro

de mí de una buena vez.

—Quiero que me folles —admito —. Por favor, fóllame.

—Todavía no —muerde mi cuello. Le da golpes a mi coño con su polla y mi cuerpo

tiene un involuntario espasmo —. Quiero cogerte el culo también, ¿vale?

—Sí —muevo mis caderas para poder rozarme con él —. Uriah…

Relamo mis labios cuando gatea hasta ponerse cerca de mi rostro. Su polla toca mis

labios y abro la boca para hacer que se introduzca en ella. El sabor salado me hace agua la

boca y quiero más. Gimo cuando estira el brazo hacia atrás para meterme los dedos al

mismo tiempo que le doy placer.

—Más rápido —me ordena.

Relajo los músculos de la garganta para hacer lo que me pide y gimo cuando tengo

varias arcadas en medio de mi desesperación de metérmelo todo. No sé qué me pasa, solo

que quiero que él me folle hasta no recordar absolutamente nada de este día. Uriah gime

cuando succiono cada vez más fuerte.

—Oh, joder. Así —mueve sus caderas y empieza a follarme la boca más fuerte —. ¿Te

gusta, mi amor?

Gimo en respuesta. Paso la lengua por toda la base antes de subir a la punta. Uriah

mueve sus dedos cada vez más rápido dentro de mi cono y siento como ese calor familiar

empieza a formarse en mi vientre. Me voy a venir de nuevo si sigue estimulándome de esta

manera.
—Mierda —sale de mi boca y me quita sus dedos. Se los lleva a su boca y chupa —.

Sube las piernas a tus hombros.

A penas lo hago, hace las bragas de encaje a un lado y se mete en mí. Gimo al igual

que él. Me saca los pechos del vestido y baja la boca hacia mis pezones. Chupa de ellos y llevo

las manos a su cabello para enterrar los dedos en sus mechones. Muerde mis pezones al

mismo tiempo que me penetra y sus dedos pellizcan mi clítoris. Gimo fuertemente ante ello

y me lame el pecho.

—Ahhh, ahhh —gimo cuando aumenta el ritmo de sus embestidas.

—Joder, estás tan cerrada —jadea —. ¿Se siente rico?

—Sí —gimo. Araño su espalda bañada en tinta y hundo mis dedos en su piel —. Me voy

a venir.

—Ahhh —gime en mi oído.

Sale de mí y me hace dar la vuelta para quedar boca abajo. Lloriqueo fuertemente sin

importarme quién me escuche cuando su polla se abre paso entre mis nalgas. Lo hace

despacio, pero la invasión es tan placentera que me corro al sentirlo palpitar dentro de mí.

Me aferro a las sábanas en busca de balance. Joder, Dios mío.

—¿Te corriste, mi amor? —pregunta en mi oído. Gimo cuando empieza a embestir,

desliza la lengua por mi espalda —. Te amo.

—Te amo —respondo.

El sonido de mis fluidos mezclándose con los suyos me excita mucho más. Echo la

cabeza para atrás en busca de su boca, y su lengua no tarda en unirse a la mía. Los dos

gemimos cuando empieza a penetrarme mucho más rápido de lo que pensaba era posible.

Lleva su mano derecha hacia adelante para meterme tres dedos en mi cono. Gime al ver
como hago lo mismo y poso mis dedos sobre mi clítoris para frotarlo al mismo tiempo que él

me embiste por delante y por detrás.

—Mi amor, me voy a correr —gime en mi oído —. Ahhh.

Gimo cuando lo siento derramarse dentro de mi culo. Uriah desprende los más

eróticos sonidos en mi oído y mi cuerpo tiembla ante el inmenso placer que me causa.

Mueve sus caderas despacio por unos cuantos minutos más sin dejar de besarme. Jadeo

cuando sale de mi culo despacio y me quita sus dedos de la misma manera.

Caigo rendida sobre la cama y él se echa a mi lado. Me besa.

—¿Te sientes bien? ¿Te duele? —me pregunta.

—No —lo calmo —. Se sintió muy bien.

—Yo sé, casi me corro antes —relame sus labios. Besa mi frente. Me mira a los ojos —.

Quiero volver a coger, ¿tú quieres coger?

—Sí —río cuando tiene la intención de ponerse sobre mí —. Mejor en la ducha porque

tengo que limpiarme —continúo riendo cuando me toma entre sus brazos para guiarnos al

baño.

Después de terminar en la ducha, ambos nos echamos en la cama. Me presta una de

sus camisetas y apoyo la cabeza sobre su pecho. Sus brazos se ponen alrededor de mi cintura

y me toma por sorpresa ver la manera en que sigue robándome besos cada vez que puede.

—Te amo —me dice.

—A veces me haces dudar de eso —admito.

—No seas celosa, Thalía. Te amo, solo a ti —besa mi nariz —. ¿Quieres que haga algo

para mostrarte que te amo?

—No lo sé, eso depende de ti.


—Vale, voy a prohibirle a Celinda la entrada a mi hogar —me dice. Mis ojos se

iluminan y él ríe —, y no te preocupes que ya la he mandado a la mierda por lo de esta

mañana.

—Me parece muy bien —está por besarme cuando tocan su puerta con desesperación

—. ¿Qué pasó?

—¡Uriah! ¡Uriah, abre! —es la voz de Dimitri.

—¡Joder! ¿Qué pasa? —abre la puerta confundido.

Dimitri lo mira desesperado.

—¡Es Kuri!

—¿Qué pasa? —me incorporo de golpe cuando el nombre de mi hijo sale de mis labios.

—¡No respira!

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