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Baño solitario – Abigail

Una mujer. Una taza de sanitario. Un marro.


Anoche soñé. No me preguntes qué, pero soñé. Fue un sueño intenso. ¿Ves mis ojos con menos
brillo? Cuando sueño, los ojos pierden brillo. Es como si se me escapara la vida. ¿Tú sueñas?
Anoche soñé, todo era en blanco, un blanco que me dolía. Al despertar, supe que era el
momento de decirte adiós. No me preguntes por qué. Son cosas que se saben.
El día en que le dije adiós a la Tuti me levanté con la misma sensación. A pesar de sus ladridos
me despedí de ella. Sus ladridos… Sus ladridos… No logro olvidar sus ladridos.
¿Por qué no llega todo el dolor junto de una sola vez? ¿Por qué se me clavan recuerdos filosos
cuando estoy descuidada?
Necesito acabar con ellos. Por eso le dije adiós a las fotografías donde aparecen ellas. Las
rompí en pedazos pequeños con los ojos cerrados para no ver a mis niñas, para no ver sus ojos. ¡Mis
niñas!
Adiós. ¿Escuchas el adiós? ¿Percibes el tono? Es un adiós amoroso. Adiós. Es un adiós
solidario. Adiós. Es un adiós civilizado. Es un adiós como deben de ser los adioses. Es sincero,
pleno, de frente, sin miedo.
¿Si yo nunca lo lastimé por qué me abofeteó con un adiós cobarde?
Te voy a extrañar, es más, creo que nunca te voy a olvidar. Cuando nací, tú ya vivías en esta
casa. Es seguro que en mis primeros pasos me sujetaba a ti para no caer. Ahora no hay nada a lo que
pueda sujetarme en esta caída vertiginosa. Voy cayendo cada vez más profundo. Mi precipicio no
tiene final.
No quiero llegar al odio.
Seguro es que ya tengo el alma gangrenada por el coraje que me muerde a cada instante.
¿Recuerdas la primera vez que me masturbé? ¿Dónde quedó aquel chico? Nunca más supe de
él. Un día dejó de ver mis ojos, dejó de escuchar mi voz. ¿Por qué juramos que nunca llegará el
olvido y al paso del tiempo no recordamos nombres y caras?
Tú sabes mucho de mí. Conoces mi vida, y aunque me jures que nunca vas a decir nada, no
puedo confiar.
Nadie me ha visto llorar como tú. Nadie conoce mi desnudez como tú. Nadie conoce como tú
las cicatrices que han dejado en mi alma y en mi cuerpo tantos adioses.
Debo despedirme de ti.
Eres su cómplice. Lo sabías todo y no me advertiste.
Tal vez tú le contaste mis secretos y por eso dejó de amarme. ¡Nunca me amó!
La mujer tiene arcadas de vómito
¡Mis niñas! ¡Se llevó a mis niñas! ¡Quiero ver a mis niñas! ¡Quiero ver el brillo de sus ojos!
¡Quiero oír el mar que vive en sus risas! ¡Quiero sentir la fragilidad de sus manos en las mías!
No soy peligrosa. No soy violenta. ¡Soy una triste bravucona! Soy el alma gemela de la tuti,
Perra que ladra no mata.
¿Recuerdas que a veces se iba? Si no era feliz, ¿por qué regresaba?
¿Por eso no regresa él? ¿No era feliz? ¿Y la risa que me regaló tantos años? ¿Todo era
mentira? Tú escuchabas esa risa. Dime que escuchabas su risa. Dime que era feliz a mi lado. Dime
que esta es una pesadilla. Dime que pronto me va a despertar el aroma del café, ese café que prepara
con sus manos mágicas.
Tengo que destruirte. Bien podría desecharte, ponerte en la banqueta para que alguien te
levante y te lleve a su casa. Pero sabes muchas cosas. Tú eres quien más veces me ha visto llorar.
Sabes mucho de mí. Me viste crecer. Me conoces muy bien.
Nadie debe saber de mí.
Necesito olvidar todo.
Anoche soñé. ¿Ya te dije? Soñé con él. Estaba frente a él y sus ojos brillaban intensamente.
Nunca los vi brillar así. Él miró a través de mi piel. Su brillo me atravesó y al hacerme in visible, las
perras que viven dentro de mí se volvieron rabiosas. Por eso maté a la Tuti. Por la rabia.
Por eso quemé su ropa y sus juguetes. Quemé todo. Es la rabia. Es la rabia.
¿Tú me tienes miedo?
Te prometo que va a ser poco el dolor. Te juro que no vas a sufrir.

Toma el marro y despedaza la taza.

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