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lucialeonor.go.en@gmail.com
Galatea
¿Te fijaste que ya no me ruborizo?, aquí uno olvida pudores y cosas. Pensarás que estoy
loca por reír así, pero, ¿yo, la asesina de mi prometido? ¿Yo, la mojigata que se resistió a
sus “avances” amorosos?
¡Yo no fui! ¡Fue el gigante! ¡Yo soy inocente!
“Dime que me amas o me llevo tu rostro conmigo puta”, y yo quiero mantener la calma
mientras me repite que me ama, que siempre me amó. Yo no entiendo nada. Yo no me
muevo, no hablo, pero escucho, pero miro, pero siento. ¿Por qué a ti? ¿Por qué a mí?
Ya no hay más nosotros.
Y el otro entra y sale, golpea y desgarra. Creo que todo ha terminado pero me voltea, voy
a vomitar. Me monta, me monta otra vez, entra y sale otra vez. “¿Te gusta? ¿Me amas?”.
Y sonríe y me muerde los labios, y mis ojos le gritan, y el gigante se aferra a mis senos
como si quisiera arrancarlos de mí. “¿Te gusta, verdad? Te siento húmeda”. Y se blande y
se mece y me jala fuerte el cabello y las orejas y yo intentó oír algo más, lo que sea, las
sombras que pasan indiferentes, los coches y las bocinas, pero su jadeo. Que ya no jadee,
que no gima.
Dioses ¿por qué no me desmayo? Vomito y él me golpea en la cara, se ha llevado trozos
de mi cabello con él. He arruinado su venida, dice. Se para y me patea, no sé con cuánta
fuerza porque no siento nada, sé que me insulta pero no oigo nada, no entiendo nada,
porque no soy ya nada, sólo herida, sólo rojo adentro, sólo podrido adentro.
¡Yo soy inocente!
Por fin me desmayo y luego. No sé.
Y mira este río blanco que sale de mí y resbala por mis piernas y es inmenso y me ahogo,
y quiero gritar pero he tragado este mar de leche.
Yo no entiendo nada.
¡Yo soy inocente!
Scilla
¡Que deje de cantar, por piedad! Que se me cierran los ojos y no puedo, no puedo.
Descubrí que no basta tapar los oídos, escucho las risas, los llantos y huelo heridas.
Heridas. Charcos de sangre mía y querida. No puedo.
Yo te llamé, te llamé y te dije: debes volver, lo hice, ya era tiempo. Lo hice. Todos, todos
ellos.
¿Usted me cree que le llamé? No se me acerque, no me toque. Perdone, perdóneme, es
el frío, ¿sabe? Me hace mal. La humedad destruye y se marcha, pero es necesario estar
limpio, inmaculado, puro. Y usted me mira sin asco, sin rencor, ¡usted tiene que creerme,
de verdad se lo juro! ¡Yo le dije!
Perdóname cariño, tenía que hacerlo.
No me hacía caso. Nunca supe si era amigo o enemigo, pero estábamos tan intoxicados
uno del otro.
Debe estar riéndose, usted sabe quién, todas la conocemos. Pero él no podía dejarla, no
quería dejarla. Si él nos hubiera amado. Tenía que haber llegado antes, ellos
tambaleaban. Pero se quedó así, ahí, y el rencor...
Mis labios, mírelos. Están hambrientos. No importa cuánta agua tome, cuánta sangre
beba, están secos. Pero no fue mi culpa, no era yo. ¿Cree que soy mala? Tenía que
hacerlo. Sí, sí, yo sé, sé que más que yo vivirá lo que he hecho y no quiero, no puedo.
Pero dígame, dígame por favor que no importará, que un día todo esto no importará. Lo
bueno y lo malo, todo desaparecerá.
Mirra
Mamá me dice que te tome la mano, que te hable, pero ella no entiende.
Mamá no sabe del anhelo de la niña que quiere que la mano de papá hurgue debajo del
vestidito ridículo, del sueño donde los dedos de papá se mueven y remueven para
destruir.
La mano de papá llama.
La mano de papá acaricia.
Que te hable me repite mamá, que te diga que te quiero. Mamá no sabe del engaño, pobre
mamá.
Muchas veces soñé con verte así, vencido, pequeño. Eres pequeño. ¿Te has encogido?
Qué mierda la vida, ¿no es cierto? El sueño se hace realidad y no sé qué hacer con él.
Nunca supe. Siempre había dos posibilidades. No tiene sentido la muerte, hemos muerto
ya tantas veces. Y casarme contigo nunca debió ser una opción.
¿De verdad no sabías? El disfraz de la noche no te permitió reconocerme mientras me
penetrabas y convertías en tu desperdicio, en el depósito humano donde podías evacuar
toda la podredumbre que llevas dentro, así, de una vez y para siempre.
Sí, yo acepto. Papá tronco, papá fuerte como una roca.
¿Por qué a mí? ¿Por qué yo?
Me hubiera gustado soñar con muñecas, pero tus labios. No nena, no llores cuando no te
abraza papá.
Algo me robaste, algo perdí. No hay salvación.
¿Crees en la vida después de la muerte? ¿Crees en el castigo eterno? ¿Regresarías a
contarme?
Tampoco me preocupa demasiado. El mar adentro se mueve y se agita contra mí.