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Van Young, Eric (1987). Haciendo historia regional. Consideraciones metodológicas y teóricas.

University of California, San Diego.

Pululan los estudios regionales, sin embargo, no se precisa qué se entiende por región. Incluso con la
pretensión de darle mayor estatus científico, se habla de regiones geo-históricas, pero no se le invierte
demasiadas líneas para aclarar a qué se refieren cuando se las menciona. En la práctica se remite, la
mayoría de las veces, a una ciudad, villa o pueblo con su espacio circundante. Entonces, la pregunta
que se hace Walter Isard, resulta conveniente, “¿cómo se puede comenzar a recolectar información para
un estudio regional cuando no se ha discutido el concepto de ciudad o región?”

Eric Van Young propone que las regiones son hipótesis a demostrar, y que, eso es precisamente lo que
se busca cuando se hace historia regional, contrario a describirla como si existiese per se. Y, al igual
que Lévi-Strauss, está de acuerdo con que “las regiones son buenas para pensar”, es decir, como
concepto es de suma utilidad para los científicos sociales.

Los siguientes son algunos de los criterios que se han tenido en cuenta para definir las regiones,
a. Desde pautas de la geografía física
b. La distribución y tipos de producción económica
c. La estructura política (clientelismo)
d. El intercambio o las relaciones de mercado

Es este último sistema –la estructura de intercambio o los mercados- el que permanece en el corazón de
la teoría del emplazamiento central, desarrollada por la geografía económica, que a su vez provee la
base para la mayoría de los recientes trabajos teóricos sobre el análisis regional. El autor se adscribe a
la idea, de que son las relaciones de mercado “a quienes deberíamos mirar, si quisiéramos entender la
naturaleza de las regiones geohistóricas”. En su forma más útil, el concepto de región, vendría siendo
“la espacialización de una relación económica”.

Una definición funcional muy simple, de región, sería la de “un espacio geográfico con una frontera
que lo activa, la cual estaría determinada por el alcance efectivo de algún sistema cuyas partes
interactúan más entre sí que con los sistemas externos”.

Dentro de quienes han hecho “historia regional” en México, el autor le reconoce a Luis González su
interés persistente en la "microhistoria” de lo que ha llamado "terruños” 1 o localidades, mayor que el
dedicado a entidades más grandes. Además, González acepta la relación entre la historia local
(regional) con las consideraciones de la estructura espacial, cuando escribe: “en la historia crítica lo
básico es el tiempo…en la historia local es muy importante el espacio”.

En el campo teórico, el análisis regional ayuda a resolver la tensión entre la generalización y la


particularización, busca reconciliar la micro con la macroperspectiva. Sin embargo, surge un nuevo
problema conceptual, cómo determinar el nivel superior con el que se relacionan las regiones, esa
matriz mayor en la cual encajar, “¿es una meta-región, una nación-estado, el sistema mundial, o qué?”;
de igual forma con el nivel inferior.

El autor enfatiza en los elementos económicos, las relaciones espaciales y cierto tipo de
interacciones sociales, como la clave a la hora de hacer un análisis regional. Aunque también llama

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Por ejemplo, Pierre Goubert ha sostenido que en la era pre-ferroviaria, la mayoría de los europeos vivían sus vidas dentro
del perímetro de la parroquia, generalmente comprendiendo un pequeño pueblo y sus alrededores.
la atención, en que, por darle prelación a estos, es posible dejar de lado aspectos importantes de la
estructura y el cambio, tales como la etnicidad, por ejemplo. Pero, a pesar de estos inconvenientes, la
aproximación regional ha demostrado ser de enorme valor, ello lo demuestra el hecho de que posibilita
un punto de convergencia entre dos realidades distintas, pero a su vez articuladas, tales como la ciudad
y el campo.

Una de las tesis de Van Young es que “el análisis regional y el análisis de clases resultan ser
complementarios e interactuantes”. Esto quiere decir que, determinadas estructuras sociales se
corresponden a ciertos tipos de regiones, lo podemos evidenciar a partir de tres categorías en
común: diferenciación, jerarquía y articulación.

La distribución desigual de la riqueza  El estatus social  El poder político.

Van Young estudia la relación entre el espacio geográfico y la estructura social en la historia
mexicana, partiendo de la particularidad de que “el país no se ha encontrado nunca en las garras de los
ciclos exportadores de monocultivos, a los que uno suele asociar con la mayor parte de América Latina.
Por lo tanto, no existen muchas instancias de región embudo o dendrítica para examinar la historia de
México”. A pesar de eso, busca comparar para diferenciar, identificar si están ligadas a mercados
internos o externos, rastrear los circuitos de producción a distinta escala , buscar las características
que identifican el circuito, clasificar la información y a partir de todo lo anterior, producir tipologías.

Allí aparecen el modelo de presión solar (todas las fuerzas están orientadas/dirigidas en un centro,
polarización heliocéntrica), con una complejidad interna de las estructuras sociales y regionales, que a
su vez lleva a una jerarquización general. Y el modelo de presión dendrítico (patrón disperso), el
espacio tiene un bajo grado de polarización espacial interna, evidenciando una simplificación y
homogeneización de las relaciones sociales y económicas internas, y una mayor diferenciación entre
clases sociales. Es decir, hay una conexión inversa, a menor polarización espacial, mayor polarización
social.

Levi, Giovanni (2003). Un problema de escala. Relaciones. Estudios de historia y sociedad. Colegio de
Michoacán. Zamora, México.

En el artículo anterior vimos como Van Young trató también el tema de escala, de sistemas, pero
Giovanni Levi lo hace desde una perspectiva más concreta. En este ensayo Levi plantea la necesidad de
tratar el problema de la dimensión, de la definición de un área oportuna, como objeto de estudio, por
ello, propone algunas reflexiones sobre el estudio de los vínculos reales entre escalas locales y
globales. Les pone el acento a los poderes intermedios entre el Estado y la comunidad local, resaltando
la necesidad de estudiar las “redes de relaciones que unen la sociabilidad de los grupos locales con
el poder central más remoto del Estado moderno”.

Poderes como la mafia, la democracia cristiana, la burocracia de partido y su clientela, etc., encuentran
su explicación, dice Levi, precisamente en la relación que une la sociabilidad de la aldea, del barrio, o
del grupo, con el remoto poder del Estado, es necesario realizar un “proceso de verificación micro-
analítica” de estos poderes intermedios, para superar ese halo de misterio que aún los rodea.

La discusión no gira en torno a qué tan relevantes son los objetos que se estudian, “sino más bien del
modo en que esos objetos son insertados en su propio contexto” , es allí donde está la clave para la
elaboración explicativa de los mecanismos causales . Algunos científicos sociales le adjudican a la
historia, que ella es consustancialmente incapaz de teoría, y por lo tanto de generalizaciones. El autor
manifiesta que la diversidad no elimina la generalidad, ocurre en esta, y más bien de lo que carece
(o carecía) la historia es de un método claro, un lenguaje, para explicar dicha relación. Y esa es la
propuesta de la microhistoria, “calar en una situación concreta” que permita elaborar unos instrumentos
conceptuales “menos burdos” que aquellos construidos desde generalizaciones “demasiado
indefinidos”.

Levi considera que uno de los aspectos más olvidados en las investigaciones históricas, es “el
mundo de las relaciones interpersonales”, siendo que estas son las que pueden contribuir a “definir el
conjunto de las estructuras y la realidad en la cual los acontecimientos externos e internos irrumpen”.
Teniendo en cuenta la contingencia histórica, el azar y el sesgo humano, cada caso concreto genera
respuestas distintas, es decir, una variedad local de comportamientos, pero no por ello imposibles de
comprender.

Por lo anterior, intenta demostrar “la relevancia de un microanálisis que asuma como central las
redes sociales comunitarias”, para contrarrestar el carácter mecánico de muchos estudios históricos,
que muestran, por ejemplo, el ejercicio de poder y la transformación capitalista como algo
incuestionable y totalizante, excluyendo la “variedad de formas, llenas de consecuencias, y en las
cuales las relaciones interpersonales tienen una importante fuerza explicativa” . Es decir, estos
discursos no le dan la importancia a la fuerza de las respuestas, así como a las inercias, escondiendo a
su vez, la debilidad de los sistemas de poder.

La hipótesis es entonces esta, ciertamente existen reglas y normas vinculantes, pero se trata de una selva
de reglas y de normas que son contradictorias entre sí, que se plantean más bien como un cuadro plástico
que exige estrategias y elecciones continuas, personales, de grupo, colectivas.

Sigue Levi, “la consideración de la pequeña escala se propone, entonces, como un modo de captar el
funcionamiento real de mecanismos que, en un nivel <<macro>>, dejan demasiadas cosas sin
explicar”. Pero también, resalta que “debemos disminuir el peso que el pasado tiene en la
simplificación apologética de la aceptación del presente”, en cambio entender y estudiar esos amplios
intersticios de la agencia humana, que incluyen respuestas locales, modos de aplicación y
consecuencias directas e indirectas.

Todo la anterior, remite a la necesidad de descubrir fuentes que permanecieron durante mucho tiempo
descuidadas (por ejemplo: fotografías, cartas personales, manejo de sumarios, testimonios orales) como
también llegar con otras preguntas a las fuentes “tradicionales” y leer a contrapelo para ampliar la
visión de conjunto del objeto de estudio. Es a partir de estos fragmentos que “se vuelven realmente
comprensibles los procesos de cambio , procesos que las generalizaciones dan por sentados como
simple premisa, introduciendo en la historia, no la explicación, sino más bien la simple tautología”.

Bourdieu, Pierre (1992). Efectos de lugar. La miseria del mundo. Akal

El objeto de estudio de este artículo, es la “configuración espacial del suburbio problemático


(tugurios)” basándose en conceptos clave muy suyos: efecto, campo y distinción. Bourdieu propone
que es necesario practicar el “pensamiento paradójico”, superando el discurso común, ya que “lo
esencial tiene su origen en un lugar completamente distinto”. Insiste en que se requiere el análisis
riguroso de relaciones, entre estructuras de espacio social y las del espacio físico. Analizar la
apropiación del espacio por los agentes sociales (aquellos que tienen la capacidad de establecer
relaciones).

La estructura del espacio se manifiesta, en los contextos más diversos, bajo la forma de oposiciones
espaciales donde el espacio habitado (o apropiado) funciona como un espacio de simbolización
espontánea del espacio social. Y este se define por la exclusión mutua (o la distinción) de las
posiciones que lo constituyen, es decir, como estructura de yuxtaposición de posiciones sociales.

En una sociedad jerarquizada no hay espacio que no esté jerarquizado y no exprese las
jerarquías y las distancias sociales, de un modo más o menos deformado y sobre todo
enmascarado por el efecto de naturalización que entraña la inscripción duradera de las realidades
sociales en el mundo natural.

En términos más generales, las sordas conminaciones (amenazas de castigo que se le hace a una
persona para que obedezca una orden o haga cierta cosa) y las llamadas al orden silenciosas de las
estructuras del espacio físico apropiado son una de las mediaciones a través de las cuales las estructuras
sociales se convierten progresivamente en estructuras mentales y sistemas de preferencias.

En términos más concretos, la incorporación insensible de las estructuras del orden social se hace
efectiva, en buena medida, a través de la experiencia prolongada e indefinidamente repetida de
las distancias espaciales sobre las cuales se afirman determinadas distancias sociales, y también
más específicamente, a través de los desplazamientos y movimientos del cuerpo que esas
estructuras sociales convertidas en estructuras espaciales y con ella naturalizadas, organizan y
cualifican como subida, entrada.

El espacio es uno de los lugares donde se afirma y ejerce el poder, sin duda bajo la forma más sutil la
de la violencia simbólica como violencia inadvertida: los espacios arquitectónicos cuyas
conminaciones mudas interpelan, directamente al cuerpo, son sin duda los componentes
fundamentales, a causa de su misma invisibilidad del simbolismo del poder y de los efectos
totalmente reales del poder simbólico.

Una parte de la inercia de las estructuras del espacio social se deriva del hecho de que están
inscritas en el espacio físico, y de que sólo pueden modificarse a costa de un trabajo de trasplante,
una mudanza de las cosas y un desarraigo o una deportación de las personas que en sí mismos
supondrían transformaciones sociales extremadamente difíciles y costosas. En la relación entre la
distribución de los agentes y la distribución de los bienes en el espacio se define el valor de las
diferentes regiones del espacio social cosificado (es decir, físicamente realizado u objetivado).

De hecho, el espacio social se retraduce en el espacio físico bajo la forma de una determinada
relación entre la estructura espacial de distribución de los agentes y la estructura espacial de
distribución de los bienes y servicios, privados o públicos ( space consumming: el consumo más o
menos ostentoso de espacio es una de las formas por excelencia de la ostentación del poder).

La capital espacio físico donde están concentrados los polos positivos de todos los campos y la
mayoría de los agentes ocupan las posiciones dominantes: en consecuencia no puede ser pensada
adecuadamente más que en relación con la provincia (y lo “provinciano”) que no es otra cosa que la
privación (muy relativa) de la capital y el capital. Las grandes oposiciones sociales objetivadas en el
espacio físico (capital/provincia p.e.) tienden a reproducirse en el pensamiento y el lenguaje bajo la
forma de oposiciones constitutivas de un principio de visión y división, es decir, en tanto que categorías
de percepción y apreciación o de estructuras mentales (peregrino/provinciano, in/no in, etc.)

Estos lugares de fuerte concentración de propiedades positivas o negativas (estigmas) constituyen


trampas para el analista que, al aceptarlos como tales, se condena o dejan escapar lo esencial…
oposiciones que se afirman en un verdadero simbolismo de la distinción. Bourdieu llama la atención
con la imposición de la “ilusión empirista”, se propone superar las ideas recibidas, superar el “discurso
común”; no basta con ir a ver, que, si bien tiene algún mérito, presenta también importantes riesgos y
dificultades. Quizás “lo esencial tiene su origen en un lugar completamente distinto” de lo que se vive y
se ve sobre el terreno, de esas “evidencias más sorprendentes y las experiencias más dramáticas”. A
esto es lo que le llama el autor “derivaciones de efecto”, concepto de consecuencia.

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