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Neurocircuito 2, 2016. ©Cerebrum
¿Qué es la autorregulación y por qué es tan importante para el educador, los estudiantes y los entornos
educativos? | 3
comenzaron a entender que esta capacidad de autorregularse abarca mucho más que el
comportamiento.
Si revisamos un poco la literatura, encontraremos una variedad impresionante de conceptos
para autorregulación, que fueron siendo construidos a partir de diferentes puntos de vista,
investigaciones y disciplinas. Es por ello que aún se hace muy complejo llegar a un único concepto,
exacto, para la palabra autorregulación. Sin embargo, de una forma generalizada, podemos
mencionar que al mirar las investigaciones actuales, podemos comprender que la autorregulación
es la capacidad de regular de manera voluntaria tanto el comportamiento, como los pensamientos
y las emociones.
Stuart Shanker, en su libro Calma, Atención y Aprendizaje - Estrategias para la autorregulación
en el aula (2013), hace un resumen de los principales conceptos para autorregulación:
1. Alcanzar, mantener y cambiar el nivel de la propia energía para que corresponda con las
exigencias de una tarea o situación.
2. Supervisar, evaluar y modificar las emociones propias.
3. Sostener y cambiar la propia atención cuando sea necesario e ignorar las distracciones.
4. Entender tanto el significado de una variedad de interacciones sociales, como la manera de
participar en ellas de forma sostenida.
5. Establecer contacto y preocuparse por lo que otros piensan y sienten, para congeniar y
actuar como corresponde.
Si prestamos atención a estas definiciones, observamos una notoria transición de un concepto
muy puntual y lineal – capacidad de regular el propio comportamiento- a un concepto más holístico
y sistémico, o sea, la autorregulación ocurre en diferentes dimensiones o áreas del desarrollo
humano: tiene que ver con los niveles de energía, con las emociones, con las relaciones
interpersonales, interacciones sociales y con la cognición. Eso significa entonces, que el cerebro
humano enfrenta grandes desafíos, de diferentes tipos y en diferentes ámbitos para lograr la tan
deseada autorregulación.
En términos sencillos, la autorregulación es la capacidad de regular nuestro propio
comportamiento, aún cuando en situaciones anteriores hemos actuado en “piloto automático” sin
medir las consecuencias de nuestros actos. Es la capacidad de entender las emociones que
sentimos para manejarlas y expresarlas de forma apropiada tanto para nosotros cuanto para los
demás. Es la capacidad de comprender nuestros pensamientos, nuestros procesos cognitivos y
metacognitivos, de utilizar adecuadamente nuestras funciones ejecutivas y el sistema atencional, lo
que permitirá el desarrollo significativo de nuestra capacidad de aprendizaje.
Sin duda alguna, el cerebro va a utilizar procesos y sistemas cada vez más complejos que
permitan la autorregulación, y por ello en el comienzo del desarrollo esta capacidad suele ser muy
difícil para los niños y niñas, pero no imposible. Algunos principios claves como la práctica
constante, el acompañamiento y el ejemplo del adulto, las intervenciones o entrenamientos
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La autorregulación es una capacidad que se va construyendo como todas las demás, vinculada
al proceso de crecimiento y desarrollo, y con una relación dinámica entre varios factores y
funciones. No es una capacidad fácil de ser lograda, toma su tiempo, depende en gran medida de
la maduración de la corteza prefrontal y principalmente de la práctica y de la voluntad de regular de
forma intencional pensamientos, emociones y comportamiento. Igualmente, la autorregulación está
mediada por otros factores, internos y externos, que de alguna forma van influir en su eficiencia.
En este sentido, miremos algunos estos factores que tienen relación directa con la autorregulación:
Figura 1. Proceso de neurodesarrollo en los 10 primeros años de vida. Fuente National Institutes of Health- USA
funcionales importantes a partir de las experiencias provenientes del entorno. Esta construcción es
paulatina, respeta algunos principios y está marcada por algunos mecanismos celulares y procesos
vitales para el buen funcionamiento del sistema nervioso central, como es el proceso de
mielinización. Los últimos estudios neurocientíficos van dando a conocer que la mielinización de las
diferentes áreas del cerebro va siguiendo una secuencia ordenada proporcionando la organización
neurológica desde la parte más baja de la médula espinal hasta el encéfalo, y en el encéfalo desde
la región occipital hasta la prefrontal, desde estructuras centrales hasta estructuras corticales, lo
que está directamente relacionado con la madurez cerebral y por ende con el desarrollo de
inúmeras habilidades (Lenroot & Giedd, 2006).
Este proceso de mielinización, que empieza en la etapa prenatal, permite que zonas que
controlan funciones vitales como la respiración, la succión, la deglución, por ejemplo, estén
altamente funcionales en el momento del nacimiento. Pero es a partir del encuentro entre los
factores genéticos y ambientales que las distintas estructuras se van volviendo cada vez más
funcionales y algunas de ellas, como la corteza prefrontal, varios años después del nacimiento.
Como ejemplo, se puede mencionar que mientras las estructuras cerebrales que controlan la
visión están altamente funcionales en los primeros meses de vida, o las fibras nerviosas que
controlan los movimientos finos de la mano en los primeros 4 años de edad, las estructuras que
regulan nuestro comportamiento como la corteza prefrontal se tardan décadas en madurarse.
En este sentido, cuando empezamos a entender el proceso de neurodesarrollo, vamos a
entender que la capacidad de autorregularse respeta un principio de complejidad emergente, o
sea, respeta la direccionalidad hacia una mayor complejidad y a la vez, hacia un cambio cualitativo,
que hace con que una nueva conducta emerja de elementos existentes. Este principio, nos ayuda a
entender que la autorregulación es una capacidad ascendente, con habilidades que van
emergiendo año tras año, gracias a la maduración paulatina del cerebro.
Es por ello, que el desarrollo de la autorregulación es un continuum, que empieza muy
temprano, en los primeros años de vida, y debe ser entrenada de manera significativa hasta la
adolescencia. Aunque desde la infancia el ser humano puede empezar a autorregularse, cuanto
más esté avanzado el proceso de neurodesarrollo, o cuanto más madura esté la corteza prefrontal,
mayor será la capacidad de autorregulación.
En las investigaciones realizadas por Lenroot y Giedd (2006) se puede observar que existe un
patrón marcado para el desarrollo del cerebro, que hace con que estructuras involucradas con
funciones y sistemas más básicos, como el sensorial y motor, lleguen a niveles de funcionalidad
muy temprano (observe en la figura 2 el cambio de color, donde los colores más oscuros indican
mayor maduración). Ya para la segunda década de vida, el cerebro presenta una maduración
mucho más significativa a nivel prefrontal, donde se encuentran los circuitos que regulan el
comportamiento, la impulsividad, la toma de decisiones y hasta mismo el juicio moral.
Sabemos que este proceso de neurodesarrollo va marcando el paso del progreso de las
habilidades que conforman las diferentes dimensiones del ser humano: emocional, cognitiva, moral,
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Fig. 6. Right lateral and top views of the dynamic sequence of gray matter maturation over the cortical surface. The side bar shows a color representation in units
of GM volume. Fifty-two scans from 13 subjects each scanned 4 times at approximately 2-year intervals.
Uno de los factores que da soporte a esta autorregulación en los primeros años de vida de
nuestros niños y niñas, sin duda alguna es el desarrollo paralelo de habilidades cognitivas y
metacognitivas, del leguaje y del pensamiento: por un lado, darán mayor soporte a la capacidad de
entender las diferentes situaciones que exigen mayor autorregulación, y por otro lado, servirán de
base para la construcción de estrategias que finalmente les permitirán autorregularse.
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En este sentido, no es difícil inferir los estados emocionales de los demás pues se manifiestan a
través de esos diferentes componentes, y la intensidad de las mismos estará relacionada con
varios factores, entre ellos con la maduración de los circuitos neurales que conforman al cerebro
emocional. Si las emociones son expresiones neurobiológicas tanto de circuitos autónomos del
cerebro que controlan y responden por nuestras vidas, como también de circuitos corticales
relacionados con el control cognitivo, presenciaremos manifestaciones desde respuestas
automáticas e impulsivas hasta respuestas más reguladas y voluntarias.
La capacidad de autorregularnos sin duda alguna, tiene una relación directa con las emociones
que sentimos y observamos en los demás. En cada persona, las respuestas psicofisiológicas de las
emociones son individuales, aunque hay respuestas comunes en los seres humanos como el
cambio en la respiración, la dilatación de las pupilas, la salivación, el aceleramiento de los latidos
del corazón, el sudor frío, la tensión o relajación muscular, entre otras. Por lo tanto, es de
fundamental importancia conocer las características psicofisiológicas de las emociones para saber
como manejarlas en nosotros mismos, así como saber reconocer en los demás.
El salón de clase es un ambiente que está repleto de emociones, que brotan de diferentes
fuentes, que se experimentan todos los días y que alcanzan a todas las personas. La presencia de
las emociones es tan marcante que puede modular la alegría de aprender, la ansiedad frente a lo
desconocido, el miedo a los exámenes, el placer de trabajar en equipo, la vergüenza de cometer
errores, la frustración frente a malos resultados o el aburrimiento causado por un profesor
desmotivado. Además, día a día los profesores y los estudiantes están siendo desafiados a
enfrentar situaciones que involucran elevados componentes emocionales que, de una manera u
otra, los obliga a regular sus emociones con frecuencia.
Pensemos en situaciones cotidianas de la vida escolar. En estas situaciones podemos ver los
múltiplos aspectos de las emociones: sentir alegría al trabajar en equipo con los amigos,
encogerse los hombros y agachar la cabeza cuando entra un profesor que infunde temor, la
ansiedad antes de un examen, la capacidad de sorprenderse y motivarse frente a lo nuevo, o el
contagio de las emociones entre todos.
En lo que se refiere al desarrollo emocional y social, las habilidades que componen estas
dimensiones también se van construyendo gracias a esta maduración paulatina de los diferentes
circuitos subcorticales y corticales. Es por ello, que comportamientos relacionados a la expresión
inmediata y hasta impulsiva de las emociones y sentimientos son mucho más notorios en la infancia
y en los primeros años de educación básica. Los comportamientos autorregulados son alcanzados
con el tiempo, gracias a las experiencias, a la práctica y al desarrollo cerebral; y eso se da porque
la maduración de las estructuras corticales (como la corteza órbitofrontal), permite inhibir
determinadas conductas generadas por los circuitos o estructuras subcorticales (como la
amígdala), quienes generan respuestas inmediatas frente a situaciones adversas.
Entender el impacto que las emociones pueden tener en la capacidad de autorregulación nos
llevará a considerar actividades que promuevan el desarrollo socioemocional en nuestras aulas,
que por un lado abrirán un importante espacio para la reducción de comportamientos
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• Dominio biológico: tiene relación con el nivel de energía que regula el temperamento, el
comportamiento y los niveles de estrés.
• Dominio emocional: tiene relación con los sentimientos y estados de ánimo.
• Dominio cognitivo: tiene relación con los procesos mentales (memoria, atención, retención
de la información, resolución de problemas) y las funciones ejecutivas.
• Dominio social: tiene relación con el entorno social, conformado por normas y códigos
sociales.
• Dominio prosocial: tiene relación con el otro, con comportamientos que son positivos y útiles
y que promueven la aceptación social, la amistad y la empatía.
La habilidad de autorregularse en los dominios mencionados, como hemos visto, también está
directamente relacionada con el desarrollo y madurez del cerebro y con la posibilidad de aprender y
practicar. El aprendizaje y la autorregulación del comportamiento social, por ejemplo, están
vinculados, desde la primera infancia, con la imitación del comportamiento de los demás y a su
vez, para que los patrones de comportamiento sean adquiridos, se requiere de interacción social,
que es crítica en el desarrollo infantil temprano.
El modelo de 5 dominios de Shanker toma relevancia en el sistema educativo, ya que motiva a
los educadores a entender al ser humano que tiene al frente desde las dimensiones básicas que lo
conforman. Experiencias en la práctica han demostrado cómo los estudiantes, conscientes de sus
posibilidades, van poco a poco desarrollando la autorregulación en estos diferentes dominios, y a la
vez, van conformando una nueva comunidad educativa, donde la prioridad no está en el
aprendizaje de las capacidades académicas planteadas en las asignaturas o en el currículo, sino
que se encuentra en el desarrollo de competencias que realmente nos hacen mejores humanos.
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