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XV-XVI)
Italia en el S. XV
Causas del Renacimiento:
HUMANISMO ITALIANO:
DANTE ALIGHIERI
JUAN BOCACCIO
Influencia de la civilización bizantina: Las Cruzadas permitieron a los
occidentales un mejor conocimiento de los bizantinos y no tardó en producirse un activo
intercambio cultural. Antes que Constantinopla cayera en poder de los turcos (1453)
muchos bizantinos emigraron a Roma llevando sus bibliotecas.
Los mecenas: Diversos príncipes, tiranos que estaban al frente de los pequeños
Estados italianos, gustaban amparar en sus dominios a los artistas y eruditos de la época
brindándoles protección y solvencia material. Algunos de ellos fueron burgueses como
los Médicis, de Florencia, los Sforza, en Milán, los Gonzaga, en Mantua; monarcas
como Francisco I de Francia, Carlos V de Alemania y Felipe II de España; Papas como
Nicolás V, Julio II, León X.
La burguesía, formada por hombres libres que vivían del comercio y las artesanías, se
enriqueció rápidamente, lo que les permitió enfrentar con éxito a los señores feudales que
se oponían al progreso urbano.
Los reyes no tardaron en valorar la importancia del movimiento burgués y buscaron su
apoyo para destruir a los señores feudales.
El capitalismo aportado por la burguesía, resultó favorecido por el incremento del comercio
y el aumento de la circulación monetaria, producida por el hallazgo de metales preciosos.
Dentro de las ciudades italianas se operó una enconada lucha por el predominio político.
Surgieron así los príncipes, título que tomaron los vencedores en esta lucha. En la práctica,
su poder se tradujo en una actitud despótica apoyada en la fuerza, el soborno y el asesinato..
El comercio, la banca y la industria fueron las principales actividades de estas ciudades,
dueñas durante mucho tiempo del tráfico marítimo con Oriente a través del Mediterráneo.
Italia del norte difería del resto de Europa por tres motivos:
Fue una de las regiones más ricas de Europa. Génova y Venecia, ambas con
100.000 habitantes hacia 1400 controlaban la mayoría del comercio mediterráneo con
Oriente; Florencia y Milán, con poblaciones de 55.000 y 90.000 habitantes fueron
centros importantes de manufactura y distribución. En cada una de estas ciudades la
clase burguesa era importante y con un nivel de educación progresivamente mayor. La
riqueza de Florencia estaba basada en la confección de telas, en la banca y en un
comercio de artículos de lujo con Oriente. Los mercaderes florentinos y los banqueros
(como los Médici y los Pitti) se dedicaron al comercio terrestre de telas y llegaron a los
mercados de los Países Bajos, Alemania e Inglaterra.
Las ruinas romanas constituían un testimonio de la civilización clásica. Durante
los s. XIV y XV un interés creciente por el pasado impulsó el estudio de restos y el
coleccionismo de objetos de la antigüedad.
Italia estaba dividida en ciudades-estado. No sólo sus poblaciones eran
aproximadamente del mismo tamaño que las griegas y romanas (25.000- 100.000
habitantes) sino que también compartían los mismos elementos de orgullo cívico e
identidad. “La Política” de Aristóteles, traducida al latín, se recibió con expectación
en Italia. Su mensaje de “quien no es un ciudadano no es un hombre, ya que el hombre
es un animal cívico”, obtuvo un eco inmediato entre los burgueses italianos. La
literatura política de finales del s. XIV y XV definió la ciudad italiana en referencia a
los valores y normas de la Roma clásica.
Teocéntrico Antropocéntrico
Ideal religioso Sentido comercial
Ideal heroico Apego a la riqueza
Interés exclusivo en el estudio de Interés en el conocimiento y
la teología dominio de la naturaleza
---------------- Es individualista
Instrumento de la voluntad de Protagonista de la historia
Dios Admira las obras de griegos y
---------------- romanos
Búsqueda de la fama
---------------- Curioso, aventurero
----------------
Se exalta la naturaleza humana, tanto material como espiritual; surgen nuevos valores,
como el Hombre y la Naturaleza. En la Edad Media nada tenía valor si no estaba vinculado
a Dios; en el Renacimiento se aspira a los goces de la vida terrena, la riqueza, el amor y el
poder. Basado en la razón humana, trata de explicar los fenómenos naturales por medio de
la ciencia.
Las ciencias de la naturaleza tienden a basarse en una constatación empírica de los
fenómenos físicos, prescindiendo de las grandes construcciones filosóficas representadas
por el aristotelismo. En la escuela occamista de París, en los s. XIV y XV, es donde se
verifica la ruptura entre la vieja y la nueva ciencia; en la tradición nominalista, que irradia
desde Francia hasta los confines de Alemania, en Viena, hay que buscar el origen del nuevo
estilo científico, caracterizado por el respeto a las realidades, por el espíritu de penetración
y método, radicalmente distinto de la credulidades y supersticiones de la astrología
medieval.
El s. XV ve elevarse el valor del hombre. El hombre del Renacimiento aspira a la
autonomía de su propio ser, a su individualización completa. La lírica ofrece apasionadas
manifestaciones de todos los sentimientos; se abre paso una nueva psicología social. La
literatura se complace en la descripción de los caracteres de sus héroes y personajes. El
amor a la gloria y el deseo de perpetuidad, de que tantos ejemplos ofrece la historia del s
XV, se entienden en un sentido terreno, no paradisíaco. Lo importante es el triunfo del
hombre en la sociedad coetánea, el ensalzamiento de su personalidad por sus acciones
bélicas o su maestría artística y literaria. Este individualismo, que busca la gloria y la fama
histórica, tiene derivados lógicos en la actitud dinámica, en el espíritu de empresa y
aventura, en el egoísmo y aun en la crueldad refinada que se observan en muchos tipos
humanos del Renacimiento.
El individualismo renacentista conduce fatalmente al homo universalis, al cosmopolitismo.
Intelectuales y comerciantes se sienten “ciudadanos del mundo”, “hijos de una sola
cultura”. Por esta misma causa el hombre del Renacimiento es tolerante y poco dado a
defender las grandes verdades absolutas, cuida de su formación espiritual y de su educación
física.
Nace una cultura laica, impregnada de un subjetivismo radical, que se manifiesta en el
campo de la cultura como relativismo, principio básico en la trayectoria ideológica de los
tiempos modernos. La fe utópica en el progreso, la creencia en los derechos del hombre, se
hallan larvados en el mismo renacimiento.
El renacimiento cristaliza en lo que se denominó, desde la segunda mitad del s. XVI,
Humanismo. La Edad Media había enfocado la difusión de la cultura desde el punto de
vista de su función social directa, tanto en el marco de la colectividad religiosa como en el
de las profesiones liberales, medicina y abogacía. La nueva concepción humanista fue
individual. La meta de la educación era el hombre como tal.
El humanismo conoció dos etapas en su formación. La primera, que abarca el fenómeno
renacentista hasta principios del s. XV, se inspiró en la cultura romana; en la segunda, la
rápida asimilación de la civilización helénica original constituye su característica más
acusada.
Desde el s. XIV se descubren códices, conservados en su mayoría en bibliotecas
conventuales. Petrarca exhuma varios manuscritos latinos; Bocaccio halla las Historias de
Tácito; Poggio, nuevos discursos de Cicerón y el primer Quintiliano completo; se
encuentran los Anales de Tito Livio.
Se incorpora paulatinamente la cultura griega original. La difusión del helenismo por
Europa viene preparada por las traducciones árabes y griegos de los S. XII, XIII y XIV, y se
acrecienta con las tentativas de unificar religiosamente el Mediterráneo oriental ante el
creciente peligro de la invasión turca. A fines del s. XIV, el intercambio entre Italia y
Bizancio aumenta rápidamente. A fines del siglo siguiente se editan las obras de 27 autores
griegos; Platón triunfa en los círculos filosóficos.
La imprenta y las Academias son los dos nuevos órganos en la cultura de los tiempos
modernos. La imprenta, ya descubierta hacia 1450, será un instrumento preciso en la
vulgarización de la cultura. La Universidad medieval perdió su primacía en la dirección
cultural del mundo europeo, pero no solamente no cerró sus puertas a la renovación de las
literaturas clásicas, de las ciencias y las matemáticas, sino que se convirtió, por lo menos en
sus facultades de Artes, en semillero de nuevos humanistas.
Crece el interés por las narraciones de viajes, en general, tolerante en países exóticos y se
crea el ambiente propicio para los grandes descubrimientos estimulados por geografías y
cosmografías, antiguas y modernas, leídas por el público con afán.
En el s. XV adquiere todo su valor la atracción por el paisaje. Nobles y burgueses buscan el
contacto con la naturaleza, ya en el campo, ya en sus dominios particulares. Se desarrolla la
construcción de admirables jardines. Los magnates reunen allí colecciones zoológicas.
Durante el curso de los s. XIV y XV los eruditos empezaron a desarrollar un entendimiento
más crítico de la historia y a apreciar la diferencia entre ellos mismos y el pasado.
Humanistas italianos copiaron inscripciones, coleccionaron monedas antiguas y dibujaron
monumentos antiguos. Hay un gran realismo histórico en el período. Conocer lo antiguo y
crear un ambiente cultural para comprender la antigüedad fue la fórmula practicada por los
intelectuales de la época.
Como en la antigua Grecia, la desnudez pagana es fuente de inspiración, aunque un nuevo
elemento, la naturaleza, sirve de inspiración artística.
El apego a la riqueza, los goces de la vida terrena y la debilidad del sentimiento religioso
crearon una sociedad donde todo era permitido. Las inmoralidades y crímenes fueron
justificados por el olvido de los valores morales. La corrupción de la época está
representada por el príncipe, guerrero y aventurero italiano César Borgia, hijo natural del
Papa Alejandro VI, prototipo del individuo cruel y ambicioso.
Precursores italianos.
Dante Alighieri: Su obra maestra, La Divina Comedia, es una de las obras fundamentales
de la transición del pensamiento medieval al renacentista. Es considerada la obra maestra
de la literatura italiana y una de las cumbres de la literatura universal. En italiano Dante es
conocido como "el Poeta Supremo" y "Padre del idioma" italiano. Participó activamente en
las luchas políticas de su tiempo, por lo que fue desterrado de su ciudad natal. Fue un activo
defensor de la unidad italiana. Escribió varios tratados en latín sobre literatura, política y
filosofía. A su pluma se debe el tratado en latín De Monarchia, de 1310, que constituye una
exposición detallada de sus ideas políticas, entre las cuales se encuentran la necesidad de la
existencia de un Sacro Imperio Romano y la separación de la Iglesia y el Estado. Luchó
contra los Gibelinos de Arezzo. La fecha exacta del nacimiento de Dante es desconocida,
aunque generalmente se cree que está alrededor de 1265.
Las continuas citas de autores clásicos de La Divina Comedia señalan su profundo espíritu
renacentista. Esta obra, escrita en lengua toscana, narra una peregrinación del poeta al
Infierno, Purgatorio y Paraíso. En las dos primeras travesías va acompañado por el poeta
latino Virgilio; en la última sale a su encuentro Beatriz Portinari, su amada. La salvación
del hombre para Dante, sólo es posible por la mediación de la mujer. Los personajes de la
Antigüedad o contemporáneos de Dante están ubicados en círculos infernales o celestiales,
según la valoración del poeta. Por ejemplo, incluye en el Paraíso a escritores paganos que él
admiraba; e incluye en el Infierno al Papa Bonifacio VIII.
Francisco Petrarca: Desde muy joven se dedicó a la búsqueda de manuscritos antiguos,
que él anotaba y analizaba. Escribió en latín y en italiano: sonetos “A Laura”, el poema
“África” en el que imita a Virgilio y cuyo personaje es Escipión el Africano y otras
composiciones en prosa. En su “Cancionero” se revela la concepción que tiene de la vida:
una vibrante manifestación de la belleza. En su “A los italianos” conceptúa a los romanos
como parte del pasado común de todos los italianos.
Juan Bocaccio: Nace en París de padre florentino, formándose junto a Petrarca. Es un
minucioso observador de los ambientes donde se desenvuelven sus personajes: pillos,
aventureros, frailes, usureros. Es un agudo crítico de las costumbres de su época. Su
“Decamerón” (relatos de un grupo de nobles que se refugian en el campo huyendo de la
peste que azota Florencia) ofrece un risueño panorama del espíritu mundano y frívolo de la
sociedad florentina del s. XV Esta obra significó la definitiva consolidación del idioma
italiano.
La edad media había logrado sintetizar la tradición bíblica y los conocimientos aristotélicos
sobre las cosas y el universo en un todo orgánico, completo y definido. El s. XVI y
especialmente el XVII aportaron nuevas maneras en la visión objetiva del hombre, de las
cosas y la mutua relación entre los cuerpos. Los más brillantes progresos se realizaron en la
concepción de las relaciones entre los cuerpos y la constitución del universo, los cuales
fueron de índole físicomatemática y filosófica. Surgió la llamada ciencia nueva.
El renacimiento económico:
A finales del s. XV, las grandes rutas del comercio internacional respondían a la estructura
que habían adoptado las relaciones económicas internacionales tres centurias antes, cuando
occidente estableció sus factorías mercantiles en los puertos de Siria. Desde el extremo
oriente – países de la seda y de las especies, de los tejidos refinados y de las joyas
maravillosas – avanzaban hacia el Mediterráneo dos largas y frecuentadas rutas: la de las
etapas caravaneras de Asia Central y la de las escalas marítimas del Océano Índico.
Damasco, Beirut, Trípoli, Chipre y Alejandría eran los principales depósitos de este
comercio transcontinental; en aquellos lugares efectuaban sus compras los mercaderes
occidentales: venecianos, genoveses, catalanes, sobre todo, los cuales transportaban los
géneros hacia sus respectivas metrópolis para reexpedirlos al centro de Europa, Francia,
Países Bajos y Castilla, según los casos. La ruta de los Alpes había cobrado vida gracias a
este proceso mercantil, jalonando con su riqueza y esplendor las ciudades del sur de
Alemania (Augsburgo y Ratisbona, Constanza y Nuremberg), del país helvético (Zurich y
Basilea) y del curso del Rin (Estrasburgo, Colonia). Más al norte se levantaban los
poderosos emporios donde ese comercio mediterráneo, confluía con el Báltico: así habían
surgido las ciudades hanseáticas, que cubrían con sus navíos desde el paso de Calais a
Wisby, en el lejano mar oriental: Brujas, Brema, Hamburgo, Lubeck, Danzig, etc.
Entre los s. XII y XIV se manifiestan los primeros síntomas del capitalismo aunque la
economía de la época conserva sus rasgos medievales: economía de ciudad y corporación,
producción limitada al consumo local, escasa circulación monetaria, trabajo para cubrir las
necesidades cotidianas, rutina en la conducción de los negocios.
A mediados del s. XV surge el capitalismo inicial. La nueva modalidad económica nace del
mismo espíritu inquieto, dinámico e individualista que informa el conjunto de las
manifestaciones históricas del renacimiento. Las actividades económicas se van a
caracterizar por el deseo de lucro, el espíritu de empresa y la racionalización de la
producción, el comercio y los negocios. Aparece la fusión de dos principios: el espíritu de
empresa, conquista y lucro, característico del Renacimiento y el ordenamiento y
conservación propios de la burguesía de la Baja Edad Media.
La sociedad renacentista:
La transformación económica del s. XII causa la ruina del mundo feudal y la aparición de
dos nuevas clases sociales: la burguesía urbana y el agricultor libre. Esta evolución se
efectuó de modo lento, para alcanzar su pleno desarrollo en el s. XIV. Pero a partir de esta
centuria, la trayectoria social, en lugar de seguir su camino progresivo en el sentido de la
liberación de los siervos del campo y el aumento de poder de las burguesías municipales, se
complica en todos los países europeos, para dar paso a clases sociales inestables, en cuya
masa se reclutarán los adeptos de las teorías revolucionarias en el orden político y religioso.
La economía campesina guarda su estructura tradicional hasta el s. XVIII; en general es
conservadora en su técnica, cerrada en sus concepciones. Pero, a pesar de ello, la acción del
capitalismo inicial, deja sentirse en el régimen social agrario. En el transcurso del s. XV las
rentas del campo, percibidas anteriormente en especies, se monetizan, y los propietarios
que cuentan sólo con esta fuente de ingresos, intentan elevarlas mediante la exigencia de
todas las cargas serviles
Nobleza territorial: Está compuesta por dos grandes sectores: la gran nobleza y la
pequeña nobleza. La gran nobleza es propietaria de inmensos territorios que defiende
mediante el mayorazgo. Es una clase reducida pero por sus fabulosos patrimonios y la
potencia de sus servicios, constituye un factor decisivo en la evolución política interna
de los estados: son los “grandes españoles”, los príncipes franceses, los landlords
ingleses. La pequeña nobleza, derivada de la antigua caballería feudal aumenta en
número y se empobrece. Se entronca con la gran burguesía de las ciudades, de cuyo
enlace va a nacer una nueva nobleza de segunda fila, urbana o rural, típica de los siglos
posteriores.
Burguesía: Aumenta su poder económico y su creciente intervención en los
Consejos de Estado y Administración y la burocracia públicas. La alta burguesía se
ennoblece mediante la compra de títulos de nobleza, el matrimonio con nobles o la
obtención de privilegios que la equiparan con caballeros y nobles de segunda categoría.
Se agrava la condición de la baja burguesía con el establecimiento de las primeras
empresas industriales que origina la transformación de parte del artesanado en asalariado
manual y la afluencia a las grandes ciudades de Inglaterra, Francia, Países Bajos y
Alemania de los elementos desplazados de la agricultura por la dureza de la condición
social del campo. En conjunto el papel de la burguesía experimenta un aumento
indudable, tanto por su prepotencia económica como por su creciente intervención en los
consejos del Estado y en la administración y burocracia públicas. Ella constituye la
plataforma básica en la que se desenvuelve el espíritu cosmopolita y humanista propio
del Renacimiento, y que en las inquietudes espirituales que aporta a Europa se abrirá
camino la subversión religiosa de principios del s. XV.
Campesinos: Empeora su situación ya que aumentan las rentas del campo. Esto
ocurre especialmente en Europa Central y Oriental (segunda servidumbre de la gleba).
En cambio en la Europa Occidental, la emancipación de los siervos hizo grandes
progresos en el transcurso de los s. XIII y XIV, de lo que poseemos un claro exponente
en la total supresión de la servidumbre en Florencia en 1415.
La Iglesia salió de la Edad Media inmensamente rica, como consecuencia de las donaciones
de reyes, municipios y particulares. Esa riqueza era compartida por la nobleza, cuyos hijos
segundones integraban sus filas.
Monarquía autoritaria:
Cuando Federico II de Alemania escribía en el s. XIII las siguientes palabras: “La majestad
imperial es libre de todas las leyes, de cualquier clase que sean, y no tiene que rendir
cuentas más que al juicio de la razón, que es la madre del Derecho”, se iniciaba en la
monarquía una nueva tendencia que había de cristalizar en las formas autoritaria y nacional
que había que revestir en el s. XV. Frente a la fragmentación del poder público, derivado
del tradicionalismo político y económico de la Edad media, los príncipes del Renacimiento
inauguran una nueva etapa en la organización estatal del occidente de Europa, en la que, a
la concentración del poder en sus manos, se une, al mismo tiempo, su extensión a territorios
afines por su geografía, su cultura o su evolución histórica. Resultado lógico de este
cambio es la aparición del estado moderno.
El triunfo del capitalismo inicial contribuye a robustecer el poder de los príncipes.
La nueva modalidad económica exigía una autoridad firme para regular, fiscalizar y
acrecentar la vida comercial e industrial de la nación.
A fines del s. XV se empieza a considerar que la autoridad de los reyes emana sólo de
Dios y que de él reciben los reyes “el reino y el imperio”. Su poder es superior a cualquier
otro y oponerse a él sería incurrir un sacrilegio y crimen de lesa majestad (influencia del
derecho romano justiniano que se difunde en Occidente hacia el s. XIII).
La estructura de la monarquía autoritaria se presenta de la siguiente manera: rey, corte real
(donde se inicia una somera distribución de funciones en los Consejos), administración de
justicia, aparato gubernativo territorial y local (funcionarios reales en la administración
municipal) y ejército permanente. Éste es el esquema básico, sujeto a las modalidades
peculiares de la evolución histórica en los diversos países europeos.
La monarquía autoritaria se vale del ejército permanente. Nace el soldado profesional,
se originan los ejércitos mercenarios, sostenidos por el príncipe con sus bienes y recursos
del Estado. Los reyes de la época recurren a los banqueros para tomar empréstitos.
Se despliega una importante actividad diplomática. Venecia instaló embajadores
permanentes en las principales capitales europeas (Países Bajos, Francia e Inglaterra). El
Papado pronto tuvo nunciaturas en Viena, Francia, Inglaterra y España.
Se modifican en sentido favorable las relaciones internacionales, hasta entonces sujetas al
bárbaro derecho de marcas y represalias. Un acto delictivo cometido por un súbdito
cualquiera, repercutía enseguida en los bienes y personas de sus connacionales. Era preciso
poner fin a ese régimen anárquico, motivo de constantes fricciones y de incesantes
conflictos políticos y militares. No se pasó fácilmente de esa concepción a la moderna de
responsabilidad personal.
Se firman los primeros tratados de comercio bilaterales; los más numerosos se refieren al
valor de las monedas.
La Santa Sede era considerada como fuente suprema de salvaguarda del Derecho
Internacional - herencia medieval -, por ejemplo las Bulas Alejandrinas de 1493. Esta
concepción termina con la Reforma protestante.
Reforma protestante:
La reforma Católica:
En forma paralela a la Reforma protestante, llevada a cabo en casi toda Europa, en España e
Italia progresaba un ideal de renovación religiosa que hundía sus raíces en el humanismo,
aun cuando continuaba enmarcado dentro de la iglesia medieval. Este movimiento fue la
reforma católica, que nació de una necesidad intensa surgida en el seno mismo de la Iglesia.
En los dos países mediterráneos se generaron las fuerzas que salvarían la unidad y el
espíritu de la Iglesia católica.
Por su acendrado espíritu religioso, forjado en la tenacidad de una larga lucha contra el
Islam, y por la hegemonía política que iba a ejercer sobre Europa, la España del s.XVI fue
la piedra de toque de las corrientes renovadoras espirituales de la reforma católica, en un
movimiento iniciado con los Reyes Católicos, continuado bajo el cetro de Carlos V y
afirmado durante el reinado de Felipe II. Los primeros intentos reformadores se registran
desde el reinado de los Reyes Católicos, en que desenvuelve su actividad el cardenal
Jiménez de Cisneros. A su figura se vinculan la reforma del monacato, del clero y de las
universidades, las cuales se transforman en eficaces células intelectuales de la renovación
espiritual del s. XVI. En las universidades españolas, especialmente en Salamanca y Alcalá,
se registra un segundo florecimiento de la escolástica, por la conjugación de los métodos
humanistas, puestos al servicio de la catolicidad, con el tomismo medieval, con
representantes como Francisco de Vitoria y Melchor Cano. Al mismo tiempo San Pedro de
Alcántara inició la corriente mística que se cristalizaría en las figuras de San Juan de la
Cruz y Santa Teresa de Jesús. La obra de esta religiosa se caracteriza por un doble aspecto:
la reforma de la orden de las carmelitas, es decir el retorno a la rigurosa pobreza inicial, y la
nueva interpretación de la mística, esto es la contemplación que une al alma con Dios.
En Italia los humanistas impulsaron la Reforma católica. En Roma se fundó el Oratorio del
Amor Divino: sacerdotes y laicos se unieron para alcanzar la reforma de la iglesia mediante
la oración y el amor, la caridad y la fe. Para los miembros del Oratorio no existe oposición
formal entre la fe y la cultura del Renacimiento. Aparece un espíritu de afirmación ante los
problemas de la Iglesia. Adhesión a la Iglesia como depositaria de la fe y distinción clara
entre cargo y persona. Espíritu, pues, objetivo, alejado de los peligrosos subjetivismos del
reformador germánico.
El espíritu creado en las reuniones del Oratorio fue difundido por la orden de los teatinos,
fundada por San Cayetano de Thiene. Los teatinos constituyeron una sociedad de clérigos
regulares, que formulaban los tres votos monacales y se comprometían a vivir en completa
pobreza, sin bienes, sin ingresos, con la prohibición incluso de pedir limosna. A imagen de
esta orden, se instituyó la de los barnabitas, fundada en Milán. Al mismo tiempo había sido
reformada parte de la orden franciscana por Mateo de Bascio, dando lugar en 1528, a la de
los capuchinos, que, junto con la Compañía de Jesús, fue la segunda orden combativa de la
época.
Así como Santa Teresa es, en la Iglesia, uno de los mayores exponentes del misticismo, San
Ignacio de Loyola y su Compañía de Jesús representan el ápice del activismo católico.
Iñigo López de Recalde, San Ignacio de Loyola, noble militar vasco halló su vocación
después de lecturas y meditaciones efectuadas durante la convalescencia de una grave
herida en el sitio de Pamplona contra Francia. Hizo penitencia, escribió “Ejercicios
espirituales” - sistema metódico para llegar al dominio de todas las potencias del espíritu y
encaminarlas hacia Dios- , y estudió teología. En 1531 fundó la Compañía de Jesús. Con
San Francisco Javier y otros compañeros, se puso incondicionalmente a disposición del
Papa. En 1540 el Papa Paulo III aprobó la nueva orden.
Esta nueva orden añadía a los tres votos tradicionales otro de obediencia al servicio de
Cristo y del Papado para realizar su misión, muy próxima a la de los teatinos: junto a la
propia santificación, la difusión de la fe entre los incrédulos, los heréticos y los creyentes.
Para alcanzar ese fin, la Compañía fue organizada en un sentido de obediencia y acción.
Escrupulosa selección de sus miembros, refuerzo de sus personalidades individuales,
eliminación de todo lo subjetivo, coherencia y agrupación firme entre ellos, tales fueron los
principios normativos de la Compañía. Por eso es la muestra más completa de la reacción
contra las fuerzas disolventes del Renacimiento, un cambio completo de actitud frente a la
crítica de los humanistas y de Lutero.
San Ignacio puso sumo cuidado en preservar la independencia de la Orden respecto de las
diócesis eclesiásticas y garantizar la libertad de los miembros de la Compañía de toda traba
que proviniese de la antiguas costumbres monacales (coro, hábito, etc.) y dificultase su
labor pedagógica y catequística.
El dinamismo de la orden se registró muy pronto en las más variadas esferas de las
actividades humanas: catequizar, predicar, educar y convertir.
A la muerte de San Ignacio formaban parte de la orden mil miembros; trece mil se contaban
al iniciarse el s. XVII.
Sus miembros abrieron escuelas, fomentaron la erudición y predicaron las misiones. No
limitaron su acción a Europa, sino que tuvieron por objetivo la difusión del cristianismo por
el mundo (India, China, Japón, Canadá, California, Venezuela, Ecuador, Perú, Brasil). Se
llamaron los soldados de Cristo. y ejercieron su apostolado según el lema “Para mayor
gloria de Dios”. A fines del s. XVI los jesuitas llegaron a América, dedicándose a la
evangelización de los indígenas. Fueron famosas las reducciones de los indios guaraníes en
San Ignacio Guazú (Misiones).
Una Real Cédula de Carlos III, celoso del poder alcanzado por la orden, decretó en 1767 la
expulsión de los jesuitas, medida que se cumplió también en América. Las misiones
decayeron inmediatamente.
A los Papas artistas y cortesanos del renacimiento sucedieron Papas místicos, de terrible
energía: Pablo IV; Pío V, santificado después que desfilaba en las procesiones descalzo;
Sixto V que reunió un gran tesoro que destinó a la lucha contra los turcos.
Desde el momento en que Lutero rompió con Roma; la cristiandad reclamó la realización
de un concilio ecuménico que reglamentase los problemas en disputa. Para el emperador
Carlos V era importante definir los puntos básicos teológicos que daban pie a las
controversias entre católicos y protestantes. El concilio fue convocado en Trento; las
reuniones se celebraron con varias interrupciones entre 1545 y 1563. La obra del Concilio
es la base sobre la que descansa la Iglesia Católica en los tiempos modernos. Por una parte,
definió el dogma frente a los errores protestantes; por otra, introdujo legalmente la reforma
en la Iglesia. Las doctrinas de los evangelistas podían resumirse en dos postulados:
unilateralidad de las fuentes de la fe cristiana y concepción espiritualista y subjetiva de la
Iglesia. Ante ambas posiciones, los padres de Trento definieron la tradición como la otra
base de la fe; el derecho exclusivo de la Iglesia a interpretar las Sagradas Escrituras; la
posesión de un clero sacramental y de siete sacramentos, que son los medios reales de la
gracia divina; el sacrificio de la misa como su centro. La justificación se alcanza por la fe y
por las obras, no habiendo distinción entre unas y otras, ya que los méritos de Cristo
producen nuestros propios méritos. La gracia divina es el fundamento de la justificación;
pero la humanidad no está predestinada, sino que todos pueden salvarse. El hombre, por lo
tanto, goza de libre arbitrio. Existe purgatorio, las indulgencias son legítimas y el culto a los
santos laudable. Los cánones de Trento proclamaron la existencia de una Iglesia, una
Verdad y un Texto.
Las conclusiones a las que arribó fueron:
En cuanto al dogma:
- rechazo de todas las tesis protestantes
- determinación de un único texto bíblico llamado Vulgata (traducción del griego por
San Jerónimo) para todos los católicos.
- Conservación de los siete sacramentos.
- Afirmación de la presencia real de Cristo en la Eucaristía (transustanciación).
- Las Sagradas Escrituras y la Tradición son fuente de fe.
- La Iglesia de Roma es superior a las demás
- Superioridad del Papa sobre los Concilios.
En cuanto a la disciplina.
- conservación de la organización tradicional de la iglesia.
- Reforma y supresión de los abusos
- Prohibición de acumular beneficios (ocupar más de un cargo)
- Celibato eclesiástico
- Uso del latín para rezar la misa y las oraciones
- Formación de un clero idóneo: creación de los seminarios.
En cuanto a los laicos:
- afirmación del carácter indisoluble del matrimonio.
El s. XVI llegaba a su fin con la consolidación de la Iglesia católica, no sin que en su
transcurso perdiera parte de sus antiguos fieles.
La expansión ultramarina:
Las grandes exploraciones geográficas de los siglos XV y XVI ampliaron los horizontes
hasta entonces conocidos por los europeos. Portugal y Castilla fueron los grandes
protagonistas de este proceso. Los descubrimientos geográficos tuvieron una profunda
repercusión en la evolución histórica posterior. Europa había llegado a un nuevo
continente cuya existencia ignoraba y había logrado el sueño de llegar a Oriente por el
oeste. Además, los descubrimientos supusieron el final del aislamiento europeo y sentaron
las bases de la futura hegemonía mundial de Europa.
Se crean grandes imperios territoriales: español y portugués en América del Sur; inglés en
América del Norte.
Los metales preciosos que llegaban de América sirvieron para satisfacer la necesidad de
medios de pago en Europa y fomentaron la tendencia de las naciones al atesoramiento de
oro, provocando a su vez, un alza general de los precios (inflación).
El trigo, el café, la caña de azúcar, el olivo y el cáñamo, entre otros, fueron implantados en
el nuevo continente; mientras que en Europa se implantaron cultivos originarios
americanos como el maíz y la papa.
En lo cultural, los valores propios de los pueblos europeos, junto con su lengua, su
religión, su arte, su sentido del derecho y su forma de concebir el mundo, fueron llevados a
las nuevas tierras descubiertas. En América, la llegada de los europeos trajo consigo la
destrucción de las civilizaciones allí existentes y configuró un nuevo tipo de sociedad en la
que la población blanca adquirió una posición dominante.