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COMO TRASTORNAR EL MUNDO

Lectura Bíblica: “Nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo,
el cual ha dado Dios a los que lo obedecen” (Hech. 5:32).

I. Ilustració n:
“ZAPATERO ADVENTISTA”. Así decía el cartel junto al camino en el pueblo de Agusan del
Sur, Filipinas. En el aeropuerto internacional de Dallas, Texas, una mujer de negocios,
demoraba má s de una hora, compartiendo publicaciones religiosas junto con su tarjeta
personal a otros pasajeros que esperan. Un fotó grafo en Zacateculoca, El Salvador, cada añ o
lleva a decenas de personas a Cristo, y a veces son má s de cien.
Las circunstancias varían mucho, pero ¿qué cosa tienen todas estas personas en comú n?
Aman a su Señ or y Salvador, Cristo Jesú s, y lo está n sirviendo como testigos. Nos alegra
saber que “tan ciertamente como hay un lugar preparado para nosotros en las mansiones
celestiales, hay un lugar designado en la tierra donde hemos de trabajar para Dios” (SC
126).
II. ¿QUÉ ES “TESTIFICACIÓ N”?
a. ¿Qué mandato recibió Pablo el día de su bautismo? Hech. 22:15, 16.
DEFINICIÓ N: Un testigo es una persona que puede dar un informe de primera mano de
algo. “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengá is
comunió n con nosotros” (1 Juan 1:3).
La testificació n no es algo que hacemos porque es un “programa” de nuestra iglesia local. Es
un resultado natural de nuestra conversió n y dedicació n a Jesú s. Testificamos porque
estamos enamorados de él (El pastor Bulló n dijo: El éxito es una chica linda, que no le hace
caso a quien lo persigue; pero se enamora perdidamente de quien cumple su ministerio).
Una razó n de la falta de testificació n verdadera entre algunos de nosotros es que
conocemos poco a Jesú s y su poder en nuestra propia vida. No podemos testificar si no
tenemos nada que testificar. “Tan pronto como viene uno a Cristo, nace en el corazó n un
vivo deseo de hacer conocer a otros cuá n precioso amigo ha encontrado en Jesú s... Si hemos
gustado y visto que el Señ or es bueno, tendremos algo que decir a otros” (CC 77, 78).
Los apó stoles habían visto y oído eventos acerca de los cuales estaban ansiosos de hablar a
otros. La muerte podría silenciarlos, pero no podían negar su experiencia. Llegamos a ser
testigos poderosos cuando el gozo y la seguridad de la salvació n obra maravillas en nuestra
vida.

III. De acuerdo con Mateo 28:18 al 20, ¿cuá l es la meta de la testificació n?


Verbos: IR, BAUTIZAR Y ENSEÑ AR.
La ú nica orden es “haced discípulos”.
a. ¿Qué es un discípulo?
DEFINICIÓ N: La palabra discípulo significa “seguidor de un maestro”, “persona que
sigue la disciplina enseñ ada por un maestro”. El término es equivalente a “cristiano”. En
el libro de Hechos se refiere a los que confiesan a Jesú s como el Cristo. El discipulado
sugiere la idea de una adhesió n total a alguien. Los discípulos son personas que se han
comprometido a hacer que Jesú s sea el Señ or de su vida.

Los discípulos está n ansiosos de usar sus dones espirituales para hacer avanzar el reino
de Dios porque el amor de Cristo los motiva a hacerlo. Han nacido de nuevo por el
Espíritu Santo. Y porque son nuevas criaturas en Cristo, tendrá n características que el
mundo reconocerá como diferentes a las propias. No son perfectos. Pero son una parte
de la familia de Dios. Por ejemplo, Pedro estaba entre los discípulos. No fue perfecto
después del Pentecostés, pero estaba comprometido con Jesú s, y estuvo dispuesto a
obedecerle. El discipulado también implica un avance continuo hacia la madurez, un
crecimiento a nuevas etapas en las que el discípulo traerá a otros a una relació n
salvadora con Jesú s.
Elena de White, al escribir en The Youth's Instructor (Juventud en inglés) del 4 de mayo
de l893, se hizo eco de este modo de sentimientos Similares: “La obra que está por
encima de toda otra obra: el negocio que está por encima de todo otro negocio, y que
debe comprometer todas las energías del alma, es la obra de salvar a las almas por las
cuales Cristo murió . Haced de esto la obra principal y la má s importante de vuestra
vida. Que sea vuestra obra especial”.
b. ¿Es posible ser un “feligrés” y no un “discípulo”? ¿Cuá n dispuesto está s a hacer que
la meta de la gran comisió n sea uno de tus blancos personales?
IV. RAZONES PARA TESTIFICAR
(Hech. 8:26-31; 2 Ped. 3:9; 2 Cor. 5:14).
La testificació n es necesaria desde dos puntos de vista: la del cristiano y la del no
cristiano. Los cristianos testifican porque hay algo dentro de ellos que los impulsa a
sentir la necesidad de hablar a los demá s acerca de Jesú s. Los no cristianos necesitan
que alguien les dé un testimonio, porque só lo si saben de Jesú s y de su sacrificio podrá n
conocer el camino de la salvació n y aceptarlo.
“Dios quiere salvar a todo ser humano. Aquel que colocó galaxias a miles de millones de
añ os luz má s allá de nuestra imaginació n, es un ser apasionado. Es un Dios que se
apasiona por usted y por su testimonio personal para salvar, aunque sea a una sola
persona. Aunque son pocos los que aceptan la gracia del Señ or Jesucristo, su trabajo (el
de las iglesias) no será en vano; porque una sola alma es valiosa, muy valiosa, ante la
vista de Dios. Cristo habría muerto por una sola alma, para que ella viva por los siglos
sin fin.” (Manual de Entrenamiento Laico, pág. 19)
“Cuanto má s clara sea la comprensió n de esta verdad (respecto al valor que tiene un
alma) mayor será el éxito en el ministerio personal” (Ibíd.)

“A menos que exista un compromiso con Dios; no con la iglesia, ni con el pastor; sino
con Dios, no lograremos nada”
Debemos hacer nuestra parte y Dios garantiza la de É l.
Dios no quiere gente llena de habilidades. Quiere gente dispuesta.
Ahora, es sú per importante saber que los que tienen talentos, son má s responsables,
que los que no los tienen.

Los Testigos de Jehová de la actualidad reconocen el valor de predicar las buenas


nuevas de casa en casa de una forma organizada (de dos en dos). Tanto hemos utilizado
este método para difundir el mensaje del Reino, que casi se ha convertido en nuestro
sello distintivo. Los buenos resultados obtenidos son muestra de la aprobació n y de la
bendició n de Jehová , y confirman su eficacia para llegar a millones de personas en poco
tiempo”. (Organizados para hacer la voluntad de Jehová, pág. 92)
Mas de 91 mil miembros
Nosotros má s de 40 mil…
V. LLENOS DEL ESPÍRITU.
a. ¿Qué pudieron hacer Pedro y los discípulos cuando fueron llenos del Espíritu Santo?
Hech. 4:23, 31.
“Los discípulos sentían su necesidad espiritual, y clamaban al Señ or por la santa unció n
que los había de hacer idó neos para la obra de salvar almas. No pedían una bendició n
simplemente para sí. Estaban abrumados por la preocupació n de salvar almas”,
(Hechos de los apóstoles de Elena G. de White, p. 30).

Sin duda Pedro estaba lleno del Espíritu Santo cuando predicó como lo hizo en
Pentecostés. Era el cumplimiento de la promesa de Jesú s dada en Mateo 10:19 y 20: “No
os preocupéis por có mo o qué hablaréis... pues no sois vosotros los que hablá is, sino el
Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros”. Efesios 5:18 ordena que todos los
cristianos sean “llenos del Espíritu”. Ser “llenos del Espíritu Santo” es tener el poder del
Espíritu Santo má s que de ordinario. Por falta de este poder especial, el testimonio y la
vida espiritual son débiles.

b. Ilustració n:
LOS LÁ PICES PENTEL, hechos en Japó n, llegaron al mercado con un mínimo de
publicidad. Pero en menos de un añ o, las ventas en un só lo país habían pasado 1,8
millones de dó lares. ¿Por qué? Por la publicidad de persona a persona. Hombres de
negocios, personal de oficina, médicos, amas de casa, cualquiera que las usó publicitó
los lá pices contando a otros lo que había encontrado. Así sucede con el evangelio. Una
vez que ha producido una diferencia en nuestra vida, siempre buscaremos maneras de
contarlo a otros. No importa quiénes seamos, o qué hagamos, si Jesú s es nuestro Señ or y
Salvador, en un sentido todos somos ministros. En los tiempos del Nuevo Testamento,
los creyentes aceptaban los privilegios y las responsabilidades relacionados con la
testificació n.
VI. Conclusió n
CUANDO DAMOS NUESTRO CORAZÓ N A DIOS. Siendo que hay lugar para cada persona
en la familia de Dios, nuestra testificació n debería intentar alcanzar a toda clase de
personas en todas partes del mundo.
En la Catedral de San Pablo, se encuentra el epitafio del General Gordon que esperaba el
regreso de Cristo y dice de él lo siguiente: “É l dio su fortaleza a los débiles, sus bienes a
los pobres, su simpatía a los sufrientes y su corazó n a Dios”. Cuando entregamos
nuestro corazó n a Dios, nosotros también testificaremos a muchas clases de personas: a
los débiles y a los fuertes, a los pobres y a los ricos, a los que sufren física o
emocionalmente, y a los que está n libres de esos dolores.
Hoy pídele a Dios que te muestre a qué rincó n del mundo quiere él que vayas, ¡aunque
só lo fuera a la vuelta de tu casa, o dos o tres puertas má s allá de la tuya!

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