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1
Jorge tendía a preparar al futuro comerciante, pues
aprendió con él lectura, escritura y cálculo, aparte de
algunas nociones de latín. El mismo Bernardone debió
enseñarle la lengua que él a su vez aprendiera en sus
permanencias en Francia. Y muy temprano, apenas
salido de la infancia, hacia los quince años, se vio
Francisco asociado al negocio de su padre.
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Gualtiero III de Brienna, y con esta ilusión parte; mas
pronto se detiene en su camino, muy cerca todavía de
Asís, en Espoleto. Una visión le orienta hacia otro
destino, y bruscamente vuelve a su ciudad natal.
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verdadera y pronto se vio rodeado de discípulos; fue el
primero Bernardo de Quintavalle, que no vaciló en
vender todos sus bienes y distribuirlos entre los pobres;
y luego Pedro Catáneo. Tomaron el mismo hábito que
Francisco y vivieron con él, esforzándose en seguir a la
letra los consejos evangélicos (2).
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oposición del Sacro Colegio de Cardenales contra aquel
lego, que con sobrada facilidad abandonaba las formas
tradicionales de vida religiosa; pero las prudentes
palabras del Cardenal Juan de San Pablo disiparon las
dudas del Papa. Inocencio III reconoció en Francisco al
hombre de Dios; lo abrazó, aprobó verbalmente su
Regla, y le dio autorización para predicar penitencia.
Idéntico privilegio se concedió a sus discípulos, pero
condicionado a la previa autorización de Francisco.
Finalmente, el Papa le invitó a volver cuando el número
de sus frailes hubiese aumentado. El Santo prometió
obediencia al Vicario de Jesucristo, y los demás frailes
la prometieron a Francisco. Fue ésta la primera
profesión de la Orden (3).
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favores si la experiencia venía a llenar las esperanzas
que el humilde grupo de asisienses suscitara. Era lo
prudente; pero por lo menos se había hecho cargo de la
grandeza e importancia de miras de San Francisco
respecto a la reforma de la Iglesia; y en consecuencia le
amparó con su protección y aseguró sus primeros pasos.
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Italia fue el primer teatro del celo de San Francisco;
Italia y especialmente Umbría, teniendo como centro a
Rivo Torto, que bien pronto abandonaron para
instalarse en Santa María de los Ángeles. Esta capilla,
llamada también la Porciúncula, les fue concedida a
perpetuidad, mediante un censo módico, por el Abad
del Monte Subasio (Observancia de Cluny). En torno a
ella se levantaron algunas cabañas, y para clausura se
plantó un seto. Un asisiense rico, Jacobo de Filippo, les
cedió un vasto terreno, que más adelante habría de
serles útil con motivo de los Capítulos Generales. De la
Porciúncula hacían sus salidas los nuevos predicadores
para evangelizar las campiñas vecinas, siendo Asís la
primera en beneficiarse con esta predicación y recobrar
la paz.
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Ascoli, Arezzo, Florencia, Pisa, Satriano, Sena, que
sucesivamente fueron evangelizadas. Sus discípulos
imitaron su celo y compartieron sus trabajos. A
Bernardo de Quintavalle cupo la suerte de implantar en
Bolonia la Orden de Frailes Menores.
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jacobitas, armenios y nestorianos, se les invitaba a
ingresar en la unidad católica.
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en él levante un convento. Francisco lo acepta, y
encarga a dos frailes que reconozcan el terreno y se
ocupen de la obra. Él, por su parte, ardiendo siempre en
ansias de martirio, decide emprender la evangelización
de los Moros, contra quienes los cristianos acababan de
obtener la célebre victoria de las Navas de Tolosa (julio
1212). Llega a España con Bernardo de Quintavalle y
algunos otros compañeros, pero se ve forzado por la
enfermedad a interrumpir su viaje y volver a Italia (1
Cel 56-57).
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Domingo, que acababa de solicitar la aprobación
pontificia para su Orden de Frailes Predicadores.
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Desde luego hay documentos contemporáneos que nos
lo presentan días después de la elección al lado del
nuevo Pontífice. Acompañado de Fray Maseo, venía a
solicitar de él una indulgencia para todos los que
visitasen la capilla de la Porciúncula el día de su
consagración, petición a la que Honorio III accedió
gustoso, y el 2 de agosto siguiente tuvo lugar la solemne
dedicación de Nuestra Señora de los Ángeles, fiesta en
que Francisco, en nombre del Papa, promulgó el favor
que acababa de obtener (6).
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Francisco eligió para campo de su apostolado a
Francia, y junto con algunos compañeros se puso en
camino hacia el país que le diera su nombre, y al que
amaba con predilección por su espíritu católico y su
gran devoción a la Santa Eucaristía. Al pasar por
Florencia supo que en ella se hallaba el Legado
Pontificio, el Cardenal Hugolino. El Cardenal y el Santo
no estaban todavía unidos por aquella amistad que más
adelante tan íntimamente los había de estrechar, aunque
para entonces ya se conocían; pero la fama de santidad
de Francisco le había conquistado ya el afecto del
Prelado, que se recomendó humildemente a sus
oraciones, ofreciéndole en cambio su protección. El
Cardenal vino a ser, de esta manera, el consejero
afectuoso y devoto del joven Fundador. Comenzó por
disuadirle de continuar su viaje al otro lado de los
Alpes, y Francisco, dócilmente, volvió a tomar el
camino de Asís, y a predicar de nuevo en la Península.
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Los frailes que enviara a España, Francia y Alemania
volvieron descorazonados. Súpolo Hugolino, y al
momento, junto con Francisco, se presentó a Honorio
III, el cual accedió gustoso a darle oficialmente el título
de Protector y Defensor de los Frailes Menores. Todos
estos sucesos acaecieron probablemente durante el año
1218, y ciertamente antes del Capítulo tan importante
de 1219, conocido en la historia con el nombre
de Capítulo de las Esteras (7). Una vez más se
organizaron en él las Misiones con nuevos misioneros,
que partieron en todas direcciones, exceptuadas
Alemania e Inglaterra.
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recibir allí a los postulantes y formar los novicios,
mientras el segundo recorrería Italia y visitaría a los
frailes), se embarcó en Ancona con algunos
compañeros, entre los cuales se encontraban Pedro
Catáneo e Iluminado de Rieti. Apenas llegó a Egipto,
intentó lograr la unión entre los mismos Cruzados, los
cuales, por haber desechado sus consejos, fueron
derrotados el 9 de agosto de 1219.
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al corriente de las turbulencias suscitadas por la
administración de los dos Vicarios Generales, y por los
cambios que trataban de introducir en la vida de los
Frailes Menores. Estas alarmantes noticias le decidieron
a volverse a Italia, llevando consigo a Pedro Catáneo,
Elías, Cesáreo de Espira y algunos otros (8).
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ausencia. Se le concedió lo que pedía; pero esta dura
prueba le hizo ver cómo su Orden necesitaba de una
organización más firme. Y como él, abrumado por las
enfermedades, se sentía incapaz de realizarla, en el
Capítulo de San Miguel (29 de septiembre) de este
mismo año (1220 probablemente) presentó su dimisión;
y nombró a Pedro Catáneo, no sólo por Vicario
General, sino como verdadero Ministro General (9).
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de 1217. Durante este año de 1221 aparece ya como una
organización poderosa la Tercera Orden, conocida
entonces con el nombre de Orden de Penitencia. Los
sufrimientos que Francisco tiene que soportar son
incesantes, pero a pesar de ellos continúa sus
predicaciones por la Península. En 1222 predica en
Bolonia el día de la Asunción. En junio del año
siguiente evangeliza Greccio y Perusa. Pero este año de
1223 es piedra miliaria en la vida de San Francisco,
como en la historia de la Orden, por un acontecimiento
de capital importancia: la aprobación y confirmación
solemne de la Regla.
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septiembre de 1224 desembarcaron en Dóver. Días más
tarde, el 17 de septiembre, recibía Francisco en el
Alvernia el incomparable beneficio de las Llagas. Este
monte, que había sido al mismo tiempo su Tabor y su
Calvario, recibía su último adiós el día siguiente a la
fiesta de San Miguel (30 de septiembre). Cuando volvió
a la Porciúncula, hubo algunos frailes que, a pesar de
todos sus esfuerzos por ocultarlas, pudieron ver o tocar
sus santas Llagas (11).
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sin embargo ni todos sus cuidados bastaron a curarle.
Fue entonces cuando en medio de sufrimientos
continuos, compuso el admirable poema
llamado Cántico del Solo Laudes de las criaturas (2
Cel 213-217). Al ver que los males del paciente no
disminuían, lo hizo Fray Elías conducir a Fonte-
Colombo y Rieti, para ponerlo en manos de un afamado
médico especialista, siendo los encargados de velar por
él cuatro frailes a quienes él amaba tiernamente, y cuyos
nombres nos han sido conservados por la tradición:
Fray León, Fray Ángel, Fray Rufino y Fray Maseo, que
se esmeraron con la más filial solicitud por dulcificar
sus dolores corporales y las angustias de su espíritu.
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puertas de la ciudad, debió pasar probablemente el
invierno de 1225-1226.
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caravana, con protección de escolta armada, tomó el
camino de Gubbio, Nocera, Satriano y llegó a Asís,
donde fue hospedado en el palacio del Obispo.
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desde donde se abarca toda la ciudad de un solo golpe
de vista, Francisco de Asís envió a su ciudad natal su
adiós postrero con una última bendición.
23
Sol, al que añadió una estrofa en honor de "Nuestra
Hermana la Muerte".
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de que se les robara tan preciosa reliquia, rogaron a Fray
Elías se le enterrase en la iglesia de San Jorge, que,
como situada dentro de la ciudad, estaba menos
expuesta a peligro de violación. Y en efecto, depositado
el cuerpo del Santo en su ataúd, fue llevado con solemne
comitiva a su nueva morada, pasando por San Damián,
para dar a Sor Clara y sus compañeras el consuelo de
venerarlo por última vez.
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más digno de su memoria. El Cardenal Hugolino,
elevado al Pontificado con el nombre de Gregorio IX,
le animó en su empresa en el Capítulo de 1227, que
nombró Ministro General a Juan Parenti.
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los milagros atribuidos a Francisco, procedió a la
canonización del que había sido su amigo, teniendo
lugar la ceremonia el 16 de julio de 1228. Al día
siguiente el Pontífice puso personalmente la primera
piedra de la nueva iglesia, y la Colina del infierno tomó
desde entonces el nombre de Colina del Paraíso.
Empero, esta glorificación no parecía suficiente a
Gregorio IX, y por la BulaMira circa Nos de 19 de julio,
publicó la canonización de San Francisco, y ordenó a
todas las diócesis celebrar su fiesta el 4 de octubre,
orden que se reiteró más adelante, en una y otra Iglesia
por la Bula Sicut phialae aureae (12).
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Paraíso. El arquitecto había resuelto vaciar lo que era
propiamente el sepulcro en la roca misma, y sobre él
habían de levantarse dos iglesias superpuestas: la una
de bóvedas rebajadas, la otra esbelta y más elevada. Los
tiempos posteriores vieron en la primera el símbolo de
la vida penitente y laboriosa de Francisco, y en la
segunda el de su vida transfigurada. Para principios de
1230, esto es, antes de los dos años de colocada la
primera piedra, la iglesia inferior estaba casi terminada,
y Gregorio IX, por la Bula Is qui ecclesiam, la
declaró Caput et Mater de toda la Orden, poniéndola
bajo la protección de la Santa Sede, y concediéndole
numerosos privilegios, entre otros el de poder
celebrarse en ella los oficios en tiempo de entredicho
general. Autorizado por el Soberano Pontífice el
traslado del cuerpo de San Francisco, se convocó con
este motivo el Capítulo General; pero Gregorio IX no
pudo cumplir su promesa de presidir esta solemnidad,
para cuya celebración había ya concedido nuevas
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indulgencias. Dejó la presidencia al Ministro General,
haciéndose él representar por tres Legados que de su
parte llevaron riquísimos presentes y una suma
importante destinada a continuar las obras.
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a la milicia comunal para que despejara las vías de
acceso a la Basílica. Las puertas de ésta se cerraron, y
la urna sepulcral donde reposaba al descubierto el
cuerpo del Santo, siempre protegida por el enrejado de
hierro, fue colocada en un pequeño nicho cuadrado,
preparado de antemano en la intersección de la nave y
el crucero, y practicado en la misma roca que forma el
suelo de la iglesia inferior. Encima se levantó un altar
provisional.
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explicaciones que redujeron el incidente a sus justas
proporciones, se concluyó el asunto.
NOTAS:
1) Nada de cierto se sabe acerca de la familia de Pietro
Bernardone, ni del origen provenzal y noble de Pica. El
nombre de Francisco no era desusado a fines del siglo XI.
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prioridad del tiempo como por la prerrogativa de su
santidad» (LM 3,3). Tomás de Celano hace, sin embargo,
mención de otro discípulo anterior a Bernardo (1 Cel 24),
diciendo de este último «que fue el segundo en la Orden» (2
Cel 48).
32
España sin haber antes reunido a sus discípulos en asambleas
generales. Tenemos otra prueba de ello en la interesante
carta que Jacobo de Vitry escribía a sus amigos en 1216.
6) Indulgencia de la Porciúncula
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incontestable, aunque la ciencia materialista trata de
explicarlo naturalmente.
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