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espíritus
Nosotros, que nos reímos de Madero y su espiritismo, prometemos no burlarnos más cuando un
espiritista se proponga derribar a un déspota de la América hispana.
The Globe
La insurrección que recorría el norte del país a finales de 1910 no asustó a nadie. Por su comienzo
incierto, parecía condenada al fracaso y, ante la distorsionada mirada del gobierno, el jefe de la
insurrección era insignificante: lejos estaba de ser un arrojado militar y difícilmente se le podía
considerar un caudillo. Era tan sólo un hombre de trato agradable, buen bailarín, algo excéntrico y,
como revolucionario, sorprendía su respeto por la vida humana. Su presencia física ciertamente no le
favorecía, alcanzaba apenas 1.63 metros de estatura. Su nombre, ya entonces conocido, era
Francisco I. Madero.
El ministro de Hacienda de Porfirio Díaz pasó por alto el sentido político o militar de la rebelión, pero
tocó las fibras sensibles de la personalidad de Madero, al incursionar en su historia intima y arrojar
una luz sobre el rostro desconocido del levantamiento: las motivaciones espiritistas de don Fran-
cisco. ¿Existieron realmente? ¿Influyeron en su decisión de recurrir a las armas?
La doctrina espiritista floreció plenamente en México en el último cuarto del siglo XIX. Provenía de
Europa y encontró su mayor arraigo en los estados del norte de la república. A pocos extrañaba la
fundación de círculos "espiritistas", la publicación de periódicos y revistas especializadas - Alma, El
Siglo Espiritista, Helios, La Sombra de Hidalgo-, o la organización de congresos nacionales sobre
espiritismo. Como doctrina filosófica, gozó de buena aceptación en México hasta muy entrada la
década de 1940.
Francisco Ignacio Madero no fue la excepción. A través de la biblioteca de su padre conoció las
bondades del espiritismo y desde finales del siglo XIX, establecido en San Pedro de las Colonias,
Coahuila, se dio a la tarea de difundir la doctrina. En su propia casa fundó y dirigió el Circulo de
Estudios Psíquicos de San Pedro, a donde asistían vecinos y miembros de su familia.
En una comunicación del 30 de octubre de 1908-día en que él cumplía 35 años, Madero parecía
estar listo para emprender la lucha:
Dos meses después Madero prendió la mecha democrática que incendiaria al país entero: publicó su
controvertido libro La sucesión presidencial en 1910. A partir de ese momento, nada volvería a ser
igual.
Premoniciones
Arjuna es el nombre del personaje central del Bhagavad- Gita, libro que forma parte de la magna
obra de literatura india El Mahabharata. Es un noble que antes de entrar en combate pide al dios
Krishna que lo auxilie en la batalla y le muestre a su enemigo. Arjuna se sorprende al ver que entre
las tropas enemigas se divisan sus parientes y sus amigos. Su dolor es inmenso: en la guerra que se
avecina se enfrentarán hermanos de raza. ¿Se veia Madero, desde 1905, en el papel de Arjuna
dirigiendo una guerra civil? De las decenas de comunicaciones espiritistas "recibidas" por Madero,
destaca una:
Ningún otro plan revolucionario en toda la historia de México fijó con semejante precisión el inicio de
un levanta- miento armado. Sin olvidar la importancia de su contenido político, y considerando que
Madero seguía a pie juntillas los escritos espiritistas que por su mano "se escribían", se puede
aventurar que el de San Luis es el único plan político de la historia mexicana con un elemento
espiritista: el día y la hora para iniciar la revolución. Por lo demás, es un documento con pasiones
muy humanas: el poder y la política.
Sin embargo, la lectura de Madero con respecto a sus propias creencias fue diferente. En todo
momento le otorgó un sentido cívico, no militar, a los términos "misión", "lucha", "batalla", "triunfo",
"sacrificio", que leía en sus comunicaciones espiritistas. Por eso su cruzada enarbolaba la bandera
de la democracia y esgrimía el respeto a la libertad. Entre sus alternativas, difícilmente cabía la
revolución. El espiritismo era pacifista por naturaleza; no contemplaba la destrucción, sino la
permanente creación y evolución del espíritu. "Anhelamos que cese la guerra que ensangrienta esta
bella porción del Universo", le exigieron sus compañeros de la Confederación Espírita Mexicana en
los meses más críticos del movimiento armado.
Poco tiempo después del asesinato de Madero, en febrero de 1913, un espiritista recibió lo que
podía ser una comunicación de don Francisco:
Don Francisco Madero padre y doña Mercedes González bautizaron a su primogénito con el nombre
de Francisco Ignacio en honor al santo de Asís y al fundador de la Compañía de Jesús. Con el
tiempo corrió la versión de que al adoptar la doctrina espírita como el motor de su vida (1891),
Madero renegó de su segundo nombre por el mal recuerdo que tenía de sus años de estudiante con
los miembros de la orden de san Ignacio de Loyola-los jesuitas- en Saltillo, por lo cual adoptó el
nombre de Indalecio. Sin embargo, no existe documento alguno que dé sustento a esta versión.
Aunque dadas las circunstancias y debido al triste fracaso del primer régimen democrático mexicano,
la "I" ciertamente pudo haber sido de Ingenuo, por creer ingenuamente que la clase política
mexicana en cualquier momento de la historia podía comportarse a la altura de las graves exigencias
del país.