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“Hay mucha más música que obras musicales y hay mucha más pintura que obras
pictóricas. Hay, incluso, mucho más arte que obras de arte”.1
A partir de la ruptura de las Bellas Artes del siglo XVIII y del paso al arte
decimonónico, se abre un espacio en el cual las obras de arte ya no serán las
reproducciones humanas bajo el dominio de reglas determinadas, sino el modo supremo
mediante el cual la verdad manifiesta su ser. 7 Este último punto nos fuerza a
reconsiderar una ontología del arte desde el concepto de “obra”, lo que nos remite
inevitablemente al intento de Heidegger por dar una definición del sustrato inicial del
5
Schaffer, J-M. (2015), Beyond Speculation. Art and speculation without Myths. London-New York:
Seagull Books.
6
Moritz, K. P. (2018), Versuch einer Vereinigung aller schönen Künste und Wissenschaften under dem
Begrff des in sich selbst Vollendeten. En K.P. Mortiz, schriften Zur Ästhetik (C. Wingertszahn, ed, pp. 7-
15) Ditzingen: Reclam.
7
Heidegger. El origen de la obra de arte. En Heidegger, arte y poesía. (S. Ramos, Trad., pp 35-123): “La
verdad es la desocultación del ente en cuanto tal. La verdad es la verdad del ser. La belleza no ocurre al
lado de esta verdad. Cuando la verdad se pone en la obra se manifiesta. El manifestarse es, como este ser
de la verdad en la obra y como obra, la belleza”.
arte, el cual establece la diferencia entre la obra y la cosa, de manera que la primera
devela la segunda, asentando su materialidad, inaugurando un tiempo y un espacio
propios (Heidegger, 2010: 45-47)8. Se entiende entonces a la obra como una realidad
fundante, que abre el mundo, devela lo oculto, que se expresa de forma autónoma y
dirigida específicamente a la sensibilidad emocional de los sujetos (Dufrenne, 2017:40,
como se citó en Castro; 2022). 9 Estos aportes afirman la idea de donde hay arte, ha de
haber obra. De ahí que los vanguardistas se entiendan como los críticos de tal idea
(Klein, 1980).10 En ese caso, “puede imaginarse una situación en la que el arte
prescindiera de obras?” (Klein, 1980: 374) Pues, por lo que vemos en el mundo del arte,
la respuesta sería un rotundo no, ya que el arte es una realidad que se fundamenta en las
obras. Sin embargo, los intentos de los pensadores contemporáneos en desvincular
parcialmente las obras del arte han determinado un “fin del arte”. Tal es el caso de la
filosofía de la historia del arte de Arthur Danto, en la cual una obra determinada ( La
Caja Brillo de Andy Warhol)11 llega a consumir por completo el sentido y significado
del concepto “arte” al preguntarse ¿por qué soy una obra de arte? lo que decreta el fin
de su historia (Danto, 2010, como se citó en Castro; 2022). 12 Este es el arte pop, en el
cual desaparece el horizonte de libertades, abriendo la puerta que encerraba a las obras
artísticas y dejando entrar cualquier cosa, un lugar lleno de obras de arte que ya no se
distinguen de objetos o de conceptos. Podríamos decir que muta el concepto de obra
nuevamente, donde se da un giro de lo sensible a lo filosófico. De manera similar lo
plantea Hans Belting (2009)13 pero en una época anterior, en la cual tampoco no había
“obras”, sino imágenes representadas de diversas formas, completamente alejadas del
paradigma estético-contemplativo impuesto en el siglo XVIII. Según Belting, antes de
la era del arte, con las imágenes hacíamos cosas, y seguramente después del arte
hagamos cosas con artefactos artísticos que no serán obras. Por lo que es posible que
estemos atravesando una época en la que desaparezca a la obra como concepto central,
en donde el arte se manifieste y se desarrolle por otras vías (Cf., Ibid.).
(completar historia del concepto-obra en la música, Goehr. Castro 74-78)
8
Cf., Ibid., pp. 45-47.
9
Dufrenne, M. (2017), Fenomenología de la experiencia estética. (R. de la Calle, C. Senabfre y A.
Rovira, Trads.). Valencia: PUV.
10
Klein, R. (1980), El eclipse de la obra de arte. En R. Klein, La forma y lo inteligible. Escritos sobre el
Renacimiento y el arte moderno (I. Ortega, Trad., pp. 368-374).
11
Buscar foto para anexar al final.
12
Danto, A. (2010), Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia., (E.
Neerman, Trad.) Barcelona, Paidós.
13
Belting, H. (2009),
1.2. ONTOLOGÍA DE LAS OBRAS DE ARTE
En primer lugar, la hipótesis que identifica una obra de arte con un objeto físico es
incorrecta en todos los casos (Cf. Wollheim, 1972 15; Margolis 2004, como se citó en
Castro; 2020)16, ya que la obra es un artefacto que tiene propiedades que no tiene el
objeto físico: por ejemplo puedo pintar un cuadro grandioso y espléndido sin que el
lienzo o los materiales con los que pinte cumplan con dichas propiedades. (completar)
14
“Musical works enjoy a very obscure mode of existence; they are ‘ontological mutants. Works cannot,
in any straightforward sense, be physical, mental, or ideal objects. They do not exist as concrete, physical
objects; they do not exist as private ideas existing in the mind of a composer, a performer, or a listener;
neither do they exist in the eternally existing world of ideal, uncreated forms. They are not identical,
furthermore, to any one of their performances. Performances take place in real time; their parts succeed
one another. The temporal dimension of works is different; their parts exist simultaneously. Neither are
works identical to their scores. There are properties of the former, say, expressive properties, that are not
attributable to the latter. And if all copies of the score of Beethoven Symphony are destroyed, the
symphony itself does not thereby cease to exist, or so it has been argued”.
15
Wollheim, R. (1972). El arte y sus objetos. (C. Trías, Trad.). Barcelona: Seix Barral.
16
Margolis, J. (2004). Placing Artworks-Placing Outselves. Journal of Chinese philosophy, 31(1),
1-16.
En definitiva, se podría decir que la obra es pensada como una realidad abstracta
que no se identifica con el objeto en el que se encarna, pero que tal objeto es necesario
para que la abstracción se dé (Cf., Ibid., 66). Para el pensamiento puramente idealista en
el cual la materialidad de la obra es una contingencia desechable de la idea prima. En
cualquier caso, el particular abstracto se concreta en obras que constan de un único
ejemplar y otras que tienen múltiples ejemplares legítimos (Cf., Ibid.). La
sistematización ontológica del arte se llevo a cabo en la distinción entre obras y artes
autográficas y alográficas, propuestas por Nelson Goodman (1976) 17, lo que nos lleva a
tal mutación del arte a la consideración de la existencia de obras musicales. Goodman
contempla a las obras autográficas como aquella para las que su historia de producción
es ontológicamente determinante, con lo cual una pintura sería un ejemplo claro de este
tipo de obras. Por otro lado, las obras alográficas se definen por la sucesión de los
caracteres constituyentes de la obra, por lo que cada ejemplar es un original, de manera
que la historia de producción no es relevante. Las obras musicales son entonces, un
claro ejemplo de obras alográficas, donde la partitura es la regla que especifica los
caracteres constitutivos de la obra para que sea interpretada. El carácter normativo de la
partitura es lo que permite determinar que interpretaciones/ejecuciones pertenecen a x o
y obra, siendo x la obra fielmente ejecutada (Cf., Ibid., 67). La partitura toma un
carácter fundamental porque es la identidad individual autorizada para la ejecución de
una obra, en la cual se establece una secuencia determinada y precisa de un sistema de
notación que carece de historia, y forma parte de un espacio puro (Cf., Ibid.). Es
importante tener en claro lo expuesto, porque nos permitirá comprender a futuro el
pensamiento de lo que se llamó “formalismo puro”, encabezado por Peter Kivy.
18
Castro, J. (2017), Filosofía del Arte. Herder. p. 284-285.
1.3. PERSPECTIVAS ONTOLÓGICAS SOBRE LAS OBRAS MUSICALES
¿De qué clase de existencia gozan las obras, dado que son (a) creadas, (b) interpretadas muchas
veces en lugares diferentes, (c) no plasmadas o fiadas de un modo exhaustivo en forma
notacional, y sin embargo (d) están íntimamente relacionadas con sus interpretaciones y
partituras? Aunque no sean necesariamente únicas en su modo de existencia, no hay una
categoría de objeto obvia en la que puedan ubicarse cómodamente las obras. Entonces, ¿cómo
existen? (Goehr, 1994: 3)19
19
“What kind of existence do works enjoy, given that they are (a) created, (b) performed many times in
different places, (c) not exhaustively captured or fixed in notational form, yet (d) intimately related to
their performances and scores? Though not necessarily unique in their mode of existence, there is no
obvious category of object within which works are comfortably placed. Just how then do they exist?”.
20
“To talk of works is to talk only as if there were works; only concrete performances and score-copies
exist. Works are no more than extensionally defined classes of performances-of-a-work, where ‘-of-a-
work’ is treated as a syncategorematic predicate.”
21
Wolterstorff (1975), Toward an Ontology of Artworks. Nous, 9 (2), 115-142. [en Web:
https://www.jstor.org/stable/2214597 consultado el 26 de enero de 2024]
creación, en términos de las diferentes formas de iniciación de una obra, que se
acomodan a la intuición de que el compositor “creó” x obra (Goehr, 1994: 58).22 Julian
Dodd (2005)23 postula algo parecido: la obra musical no puede identificarse con ningún
particular concreto -partituras o interpretaciones-, es más bien una clase particular de
entidad genérica, una estructura sonora que podría existir en un mundo donde nunca se
hubiese ejecutado, con lo cual no existe una necesariedad de creación, sino de
descubrimiento (Cf., Dodd, 2005: 424).24
Por último, nos referiremos a Jerrold Levinson (1980)25, quien a diferencia de los
platónicos anteriores, defiende que el compositor crea en un momento determinado las
obras musicales.26 Aquí la obra se identifica tanto en sus medios de interpretación
(instrumentación) como en su estructura sonora 27. Su identidad no solo depende de esa
estructura que existe de manera independiente, sino también de los medios por los
cuales se ejemplifica tal obra (Levinson, 1980: 23)28.
Si bien la pregunta de Goehr no queda respondida en su totalidad, conviene tener en
cuenta dichas propuestas para tomar una posición frente a la existencia de las obras y
sus determinaciones fundamentales. En los párrafos sucesivos, pondremos de manifiesto
la discusión de Levinson y Goodman, que centrará el análisis ontológico hacia al
concepto inicial.
22
Goehr, (1994) “Upon what grounds does one decide that composing does not count as creation? If we
stipulate that creation is only to be understood as creation ex nihilo, we will be led to endorse
Wolterstorff's brand of Platonism, or at least we shall be forced to conclude that to compose a musical
work is not strictly speaking to create anything. However, if we stipulate that there are other ways of
understanding creation—in terms of different forms of initiation—making, crafting, and constructing—
we can accommodate the intuition that composers create their works”.
23
Dodd., J. (2005), Musical Works as Eternal Types. En J. O. Young (ed.), Aesthetics critical concepts in
Philosophy (vol. III; pp. 24-41) London and New York: Routledge.
24
“One thing is certain: there exists no concrete particular with which the piece can be plausibly
identified. The relation holding between a work and its occurrences cannot be that of identity. Identity is a
one–one relation, so the single work cannot be identical with two or more occurrences; and, in any case,
the work endures beyond the end of any such occurrence. But neither can musical works be identified
with their original scores. For one thing, some pieces do not have a score”.
25
Levinson, J. (1980), What a Musical Work Is. En The Journal of Philosophy, Vol. 77, No. 1 (Jan.,
1980), pp. 5-28 London and New York: Routledge.
26
Davies, S. (2010), “Jerrold Levinson, however, insists that there is such a salient difference. He argues
that the expressive qualities that we ascribe to a piece of music may depend in part upon the physical
nature of the activities that we take to be involved in producing the sounds we hear. Suppose that a
particular work, composed for performance by a string quartet, is properly taken to possess such
expressive properties”. p. 420.
27
“The most natural and common proposal on this question is that a musical work is a sound structure-a
structure, sequence, or pattern of sounds, pure and simple. My first objective will be to show that this
proposal is deeply unsatisfactory, that a musical work is more than just a sound structure per se”. p. 6.
28
“(…) the type's identity is not inherently tied to that of any individual as such”. p. 23.
Levinson, en una línea similar a la de Goodman, equipara las partituras con las
"obras musicales", lo que le lleva a argumentar que al omitir las indicaciones relativas a
los instrumentos que deben sonar, se podría obviar cualquier otra indicación y sostener
que sigue siendo “la misma obra” (Levinson, 1980: 10) 29. Goodman, por otro lado,
adopta una postura menos estricta y más indeterminada, afirmando que la notación
verbal utilizada para indicar el tempo de un movimiento, que forma parte del lenguaje
cotidiano y no de la notación musical, no constituye una parte esencial de la partitura,
sino más bien un conjunto de elementos auxiliares cuya observancia o inobservancia
afecta a la calidad de la interpretación, pero no a la identidad de la obra. Según
Goodman, lo mismo ocurre con aspectos como el timbre, el fraseo y la expresividad,
considerados como indicadores auxiliares y no constitutivos de la identidad de la obra.
Goodman sostiene que una determinada secuencia notacional es esencial para la
identidad de las obras de arte alográficas, de modo que una interpretación de dicha obra
solo se considerará auténtica si sigue esa secuencia de manera precisa, es decir, si se
adhiere totalmente a la partitura; por lo tanto “la peor de las interpretaciones, siempre
que no contenga errores, contará como tal ejemplo [genuino de una obra], mientras que
la más espléndida de ellas, si se equivoca en solo una nota, no lo hará” (Goodman,
1976: 172-173, como se citó en Castro; 2020). Si una interpretación altera una única
nota, ya no puede considerarse una ejecución de la misma obra, ya que es precisamente
esa secuencia formal la que determina la identidad de dicha obra. Si se acepta un solo
error de nota, ¿por qué no permitir todos los errores posibles? “Si permitimos la más
mínima desviación, perdemos cualquier garantía de preservar la obra y la partitura; ya
que, a través de una serie de errores de omisión, adición y modificación de una sola
nota, podemos pasar desde la Quinta sinfonía de Beethoven a cualquier canción
popular” (Goodman, 1976: 173, como se citó en Castro, 2022).
En definitiva, tanto para Goodman como para Levinson, la obra es lo que le indica
la partitura, por lo que es una cuestión de interpretación determinar los elementos que
29
“Composers who produce identical scores in the same notational system with the same conventions of
interpretation will determine the same sound structure. But the musical works they thereby compose will
generally not be the same. The reason for this is that certain attributes of musical works are dependent on
more than the sound structures contained. In particular, the aesthetic and artistic attributes of a piece of
music are partly a function of, and must be gauged with reference to, the total musico-historical con- text
in which the composer is situated while composing his piece. Since the musico-historical contexts of
composing individuals are invariably different, then even if their works are identical in sound structure,
they will differ widely in aesthetic and artistic attributes. But then, by Leibniz's law, the musical works
themselves must be non-identical; if W1 has any attribute that W2 lacks, or vice versa, then W1 5 W”.
forman lo notacional constitutivo de la identidad de la obra. Levinson amplia la noción
de Goodman, porque lleva la identidad al campo de la instrumentación. Para Levinson,
una ejecución es un suceso sonoro que pretende ejemplificar razonablemente una obra.
No hay ejemplificaciones incorrectas, porque una ejemplificación es una correcta
ejecución. Se sigue entonces, que una transcripción de una obra es distinta de su
original, ya sea por una modificación en la estructura o en los medios instrumentales.
Sin embargo, esta concepción levinsoniana de la esencialidad de los medios de
ejecución, deja fuera a una cantidad enorme de música que no está proyectada en ese
esquema de especificaciones instrumentales y/o de partitura (Cf., Ibid., 71).
Hay mucha más música que obras musicales. En términos generales, las
aplicaciones conceptuales propuestas por los ontólogos de la musica, encierran a la obra
dentro de lo que se conoce como la música post-beethoveniana, dejando de lado toda
aquella música que no fue compuesta en occidente. Autores como Ridley (2003) 31, es
extremadamente crítico frente a la ontología analítica del concepto “obra”, como si esas
reflexiones sobre las determinaciones de la identidad de la obra tuvieran un papel real
en consideración de lo genuino, correcto o auténtico de la interpretación de una obra.
Hay tantas cosas que podrían considerarse ejecuciones musicales en distintas épocas y
30
Ridley A., p. 207. “(…) is that the whole move to ontology in thinking about music is a mistake”.
31
Ridley, A. (2003), Against Musical Ontology, The Journal of Philosophy, Vol. 100, No. 4 (Apr., 2003),
pp. 203-220, NJ: Oxford: Wiley Blackwell.
lugares que imposibilita un verdadero análisis filosófico “omniabarcante” basado en una
ontología32 (Cf., Ibid., 72).
1.5.1. Repetibilidad
36
Camacho, N. (2019), La autenticidad en la música. En Teorema Vol. XXXVIII/1. (pp. 41-56)
37
Nos referiremos de ahora en más a reproducciones y ejecuciones en su conjunto.
38
v. p. 12. Goodman N., (1968), Languages of Art: An approach of a Theory of Symbols. Indianápolis,
The Hobbs-Merrill Company.
39
AM., 42.
40
Conviene diferenciar simbólicamente a cada una de las definiciones dadas para facilitar la lectura.
está relacionada a la intención de hacer un objeto que falsifique la historia de
producción de la obra original (Goodman, 1968: 230 (¿)). Por otro lado, en el caso de
las obras musicales, que pertenecen a la categoría de arte alográfico, no solo no puede
tener falsificaciones sino que tampoco se les otorga el mismo sentido cuando se habla
de ‘repetibilidad’: en tal caso, para las obras alográficas la repetibilidad (b) consiste en
la “posibilidad que tienen estas de ser ejecutados y/o reproducidas en múltiples lugares
y momentos” (Cf., Ibid., 43).41
41
Cf., AM. 43.
42
Kania, A. (2009), “Musical Recordings”. Philosophy Compass, vol. 4/1 (2009): 22–38: “One challenge
to the appropriateness of listening to musical works by listening to recordings, then, originates in the
contextualist claim that the right way to experience classical musical works is through performances. This
is a contextualist claim because it depends for its justification on the conventions in place in the context
of these works’ composition and/or the intentions of their composers. Recordings are not performances,
as can been seen in the fact that they are fundamentally different kinds of things: Recordings are
repeatable entities, like musical works, while performances are singular, unrepeatable entities. Thus,
recordings are not an appropriate way to experience classical musical works”.
43
Ibid., “The claim is that classical works are of the ontological kind work-for-live-performance, while
rock works are of a different ontological kind: work- for-studio-performance”. p. 402.
Variabilidad
Determinar los requisitos para saber qué ejecuciones/reproducciones se han formado de manera
apropiada es un punto central de la repetibilidad, es la cuestión por la individuación. La
variabilidad de las ejecuciones/reproducciones de una misma obra es compatible con una
concepción donde la identidad de las obras se mantiene. No hay dos ejecuciones/reproducciones
idénticas, luego la variabilidad de estas es un rasgo característico de las obras (Ibid., 43).45
Una vez definidas las diferencias a priori de las condiciones que determinan la
repetibilidad o variabilidad de las ejecuciones/reproducciones, entendemos que dentro
44
Davies., D. (2010), Multiple Instances and Multiple ‘Instances’, British Journal of Aesthetics, vol.
50(4), pp. 411-426. “The former works are singular, and the latter are multiple. Philosophers generally
refine this extensional account by talking in a modally inflected way about instances: singular works can
only have a single instance, it is claimed, whereas multiple works allow of more than one instance”. p.
411.
45
AM., p. 43.
46
Propiedades estéticas lo son la combinación de sonidos, tonos, modos, ritmo, timbre, tempo, etc. Y las
propiedades no estéticas, tienen que ver con la locación espacio temporal de las
ejecuciones/reproducciones.
de esta última es donde se encuentra la discusión central sobre la autenticidad. Por eso
decimos que solo hay autenticidad en las ejecuciones/reproducciones,
independientemente de qué tipo sea. Dado que la variabilidad no repercute en el carácter
auténtico de la obra, establecemos como autenticidad normativa (a), a el rasgo de las
interpretaciones con cambios mínimamente significativos en sus propiedades sonoras:
“La autenticidad normativa supone una variabilidad significativa, distinta de la
variabilidad natural de las ejecuciones/reproducciones” (Ibid., 44).