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Principales Enseñanzas de Libro de Santiago

Este libro ha sido tachado de religioso y legalista, quizá por su forma tajante de abordar los temas,
creo que es necesario abordarlo desde la gracia de Cristo, sobre todo para evitar caer en juicios.
Sus enseñanzas son (como toda la biblia) de gran importancia para la vida cristiana.

Inmediatamente después del saludo, el autor suelta una bomba: “Hermanos míos, tened por sumo
gozo cuando os halléis en diversas pruebas”, ¿qué le pasa? ¿debe ser masoquista el cristiano?, yo
entiendo que no, sin embargo, la prueba produce fruto: la paciencia, y esta es necesaria para que
Dios nos modele, entonces se trata de poner la atención en el resultado y no en el procedimiento,
igual que en las inyecciones. Si alguno tiene falta de sabiduría ¡pídala!, pues la sabiduría es
necesaria para entender el propósito de Dios.

Hay que resistir la tentación y no pensar que viene de Dios, es la carne que nos jala hacia el
pecado, aquí me parece muy interesante el mecanismo: la concupiscencia atrae y seduce,
entonces, en el pensamiento nace el pecado, de ahí pasa a la consumación física y esta produce
muerte espiritual.

Hay que estar dispuestos a escuchar, pero más vale ser cautos a la hora de hablar. El conocer la
palabra es bueno, pero no es suficiente, hay que ponerla por obra. En nuestra iglesia usamos el
término “religioso” como algo negativo, sin embargo, Santiago explica haciendo ver el término
como algo bueno, que el buen religioso refrena su lenga, ayuda a los huérfanos y a las viudas,
además de apartarse del pecado que ofrece el mundo.

Debemos no hacer acepción de persona, ni por riqueza o condición social, hay que amar al pobre,
mostrarle a todos el amor de Cristo.

Un pasaje que siempre me ha parecido muy importante es en el capítulo 2:10-13: “Porque


cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.”, o se
cumple toda o no se cumple nada. No hay pecados chiquitos y grandotes, ni pecados inofensivos.

La fe sin obras. La iglesia católica tergiversó por siglos este pasaje para atacar la doctrina de la
“salvación por fe”, alegando que además de fe, había que tener obras para alcanzar la salvación.
Pero esto no es lo que dice este pasaje, lo que este pasaje dice es que, si en verdad alguien tiene
fe, esta lo llevará a hacer buenas obras de misericordia a los necesitados, es decir la fe mueve al
propio espíritu a que se manifieste el amor por los demás. Las obras son pues consecuencia de la
fe. Las obras sin fe no sirven de nada. Una fe sin obras no es auténtica.

El tremendo asunto de la lengua. Equipara la lengua con el timón de un barco, que aún en medio
de una tempestad, permite al timonel controlar el rumbo del barco. Es una pequeña flama que
puede incendiar al mundo. Es más fácil domar a las bestias que a la lengua. Pero también podemos
usarla para bendición. Pero, así como una de fuente no puede brotar a veces agua salada y a veces
agua dulce, la boca puede ser un instrumento de bien o de mal, pero no de ambas cosas.

Así mismo la sabiduría que alguien tiene puede ser del mundo o de lo alto (de Dios), nadie puede
vivir en ambas partes sin ser expuesto. Si buscamos la amistad con el mundo, no estaremos
haciendo la voluntad de Dios y viceversa. El verdadero creyente se somete a Dios y busca las cosas
de Él en vez de la amistad del mundo. Si murmuramos o juzgamos a un hermano, estamos
siguiendo al mundo y no a Dios. No sabemos lo que traerá el mañana, aceptemos la voluntad y los
designios de Dios. Este pasaje termina con una frase tremenda: “y al que sabe hacer lo bueno, y no
lo hace, le es pecado.”

¿Es pecado ser rico? En ningún logar lo dice, sin embargo, advierte fuertemente a los ricos, las
riquezas implican riesgo y responsabilidad, se debe ser muy sabio en su administración, muchos
pecados se facilitan con las riquezas. En el reino de Dios los tesoros del mundo no valen
absolutamente nada.

Personalmente pienso que los tesoros de este mundo pueden emplearse para amar al necesitado,
en un acto de genuina misericordia y no en compra de indulgencias, ganando así los tesoros
celestiales.

Finalmente hace un llamado a la paciencia y a la oración, salpicando (como lo hace a través de


toda la carta) de consejos llenos de sabiduría, termina animando a buscar a los creyentes
extraviados con una promesa tremenda: “el que haga volver al pecador del error de su camino,
salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.”

Marco Antonio Hernández Hernández

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