Está en la página 1de 104

Esta es una traducción hecha por fans y para fans.

El grupo de The Man Of Stars realiza este trabajo


sin ánimo de lucro y para dar a conocer estas
historias y a sus autores en habla hispana. Si
llegaran a editar a esta autora al idioma español,
por favor apoyarla adquiriendo su obra.
Esperamos que disfruten de la lectura.

DISEÑO
CONTENIDO
Sinopsis ..................................................................................................... 4

Capítulo 1 ................................................................................................... 5

Capítulo 2 ................................................................................................. 15

Capítulo 3 .................................................................................................22

Capítulo 4 .................................................................................................27

Capítulo 5 .................................................................................................34

Capítulo 6 ................................................................................................ 49

Capítulo 7 .................................................................................................58

Capítulo 8 ................................................................................................ 64

Capítulo 9 .................................................................................................73

Capítulo 10 ............................................................................................... 82

Capítulo 11 ................................................................................................ 91

Capítulo 12 ............................................................................................... 94
Sinopsis

La ex ladrona y rebelde terrestre Kat Allan está acostumbrada a estar


sola. De hecho, ella lo prefiere así, incluso en el planeta alienígena en el
que ahora residen sus cuatro compañeras de tripulación y ella. Aparte
de su mejor amiga Harper, Kat ha logrado mantener a casi todos a
distancia. Y todo es por su propio bien, en lo que a ella respecta.
Pero un hombre alienígena con una mente rápida y un espíritu generoso
pone a prueba sus paredes y la hace cuestionar cuánto quiere
mantenerse aislada de la posibilidad de una amistad, y tal vez más.
¿Podría tener amor? ¿Un sentimiento de pertenencia? ¿Y es lo
suficientemente fuerte como para arriesgarse?
Capítulo 1

Resultaban desagradables.
Pegajosos, empalagosos, mirándose como si nunca hubieran visto algo
tan increíble en sus vidas.
Realmente, Kat se consideraba afortunada de que no estuvieran
haciendo nada más que mirarse. Eso era más que suficiente.
—Kat, ¿quieres más? —preguntó Harper, levantando la jarra de té. Era
un té izothian, una combinación de hierbas del planeta y algunos
edulcorantes naturales. Era de un impresionante color magenta intenso
y lo más parecido con lo que Kat podía compararlo era con la vez que
había robado una botella de auténtico zumo de frutas en uno de los
comedores de la Tierra.
Nunca había sabido que algo pudiera ser tan sabroso.
Levantó su taza de metal con una sonrisa y Harper se sirvió más té,
luego murmuró algo y se levantó, desapareciendo en la cocina de los
aposentos que ella y Rassan compartían ahora en la base militar donde
vivían todos: los izothians y las cinco terrícolas que habían salvado
cuando su nave había terminado en medio de una batalla espacial entre
los militares de Izoth y sus enemigos, los Sa'tar.
Desde entonces, vivían en el mundo natal de los izothians. No iban a
volver a la Tierra, aunque de todas formas ninguna de ellas esperaba
hacerlo. Harper, la botánica de la tripulación, se había enamorado de
Rassan, un izothian corpulento y gruñón, y hacía unos meses que se
había enterado de que estaba embarazada, esperando un hijo de
Rassan.
Decir que Kat había estado estresada por la salud de su amiga era
quedarse corto. Los izothians eran enormes, y Harper era una cosa tan
pequeña. Y nadie sabía cuánto duraría exactamente este embarazo ni
qué tamaño tendría el bebé.
Pero Harper parecía tan feliz, tan diferente de la mujer con la que había
volado de la Tierra, así que Kat se guardó sus preocupaciones para sí
misma.
Por lo menos, el imbécil del que había decidido enamorarse parecía
tener el sentido común de tratarla como a una auténtica reina,
mimándola, cuidándola, pero manteniéndose lo suficientemente
alejado como para dejar que Harper hiciera su trabajo en paz.
Ella se preguntaba cómo sería confiar en alguien tan plenamente. Sólo
la idea de hacerlo la asustaba. Porque, ¿y si estaba equivocada?
—Deberías probar las verduras —dijo una voz suave, apartando sus
pensamientos de cosas en las que no debía pensar.
Hizo una mueca.
—Estoy bien con la carne y la fruta —respondió, frunciendo el ceño en
dirección al orador.
Él levantó las manos.
—No pretendía ofender. Sólo quiero decir que están muy buenas.
Ella puso los ojos en blanco y bebió un trago de su té.
Este imbécil.
Ya era bastante malo que tuviera que verlo en el trabajo casi todos los
días, y ahora aquí estaba, atrapada pasando el rato con él porque era
uno de los mejores amigos del compañero de Harper.
Su suerte de mierda la había seguido a través del universo,
aparentemente.
—Haces mucho eso —dijo ella, mirando su plato y llevándose otro
bocado de carne a la boca.
—¿Hacer qué? —preguntó Faraad.
—Ofrecer consejos no solicitados.
Levantó la vista hacia él a tiempo de ver la pequeña sonrisa en su rostro,
y lo fulminó con la mirada.
—No es culpa mía que mis consejos suelan ser buenos y, por lo tanto,
deseados y aceptados.
—Pero no por mí —respondió ella con frialdad.
—No. No por ti.
—Tiene esa tendencia, sí —Estuvo de acuerdo Rassan, su silla crujiendo
bajo él mientras se inclinaba hacia atrás—. Siempre tiene una idea.
—Ese es mi trabajo, comandante. Tácticas. Ideas —señaló Faraad—. Y
soy bueno en eso.
—Sí, sí. ¿También te dices a ti mismo que eres apuesto cada vez que te
asomas al espejo?
—Cada vez, comandante —contestó Faraad en tono inexpresivo, y
Rassan resopló divertido. Kat volvió a poner los ojos en blanco y se
metió otro bocado de carne en la boca.
—Sé amable, Rassan —dijo Harper mientras volvía a entrar en la
habitación llevando un tipo de pastel en una gran bandeja de metal.
—Esto es del puesto de Laalia en el mercado —dijo mientras lo dejaba.
—Eso sí que quiero —dijo Kat, y Harper se rió y puso un generoso trozo
en un plato, pasándoselo a Kat. Una vez que todo el mundo estaba
servido, Kat se puso a comer, asintiendo con la cabeza en señal de
aprobación.
La comida.
Sólo por la comida valía la pena casi morir. La comida terrestre, durante
la mayor parte de su vida, había consistido en lo que podía robar o
conseguir de la gente. A veces, significaba comer la escasa comida que
otros tiraban. A menudo, significaba morir de hambre.
Había muchos animales, mascotas muy queridas, que vivían mejor que
algunos humanos en la Tierra.
Desde que llegó a Izoth, comía mejor y con más regularidad de lo que lo
había hecho durante mucho tiempo en la Tierra. Había aprendido a
robar y a convencer a la gente para que compartiera con ella, pero hubo
años, después de la muerte de sus padres, en los que apenas lo
consiguió.
La única parte difícil ahora era tratar de dominar ese instinto de
supervivencia de acumular tanta comida como fuera posible, porque
¿quién sabía cuándo podría ser su próxima comida?
—Hice uno para que lo lleves a tus habitaciones también —dijo
Harper—. Son tan buenos con el té por la mañana.
Kat miró a su amiga más cercana con adoración.
—Cásate conmigo —dijo alrededor de un bocado del sabroso pastel, y
Harper se rió mientras Rassan la rodeaba con sus brazos de forma
protectora.
—No. Mía —dijo Rassan con fingida seriedad—. Búscate tu propio
compañero.
El estómago de Kat se retorció un poco, y sonrió para cubrir la
sensación de pánico casi instantánea que le produjo esa palabra,
'compañero'.
—Lo siento, es Harper o nadie. Y sólo porque ella me mantendrá
cubierta de pasteles y panes.
—Hay otros que saben cocinar —dijo Faraad, y ella reprimió un giro de
ojos.
—Sí, gracias por eso —dijo ella con ironía.
—Faraad es un buen cocinero —dijo Harper—. Nos preparó la cena
después de que Rassan volviera a casa... —se interrumpió. Kat sabía
que estaba recordando ese período de tiempo en el que temían lo peor,
que Rassan se había perdido en la batalla como tantos izothians—. De
todos modos, fue increíble.
Kat levantó la vista para ver a Faraad sonriendo, con un destello de
dientes blancos detrás de sus labios azules, donde eran un tono o dos
más oscuros que el resto de su piel. Ella rápidamente desvió la mirada.
—Lo haré de nuevo para vosotros dos cuando queráis. Sólo tienen que
decírmelo. Definitivamente lo haré después de que nazca el pequeño.
Harper sonrió, y Rassan hizo una pequeña inclinación de cabeza en
señal de agradecimiento a su amigo.
Kat observó a los otros tres en la mesa, tan relajados, tan felices, y
deseó poder bajar la guardia lo suficiente como para hacer lo mismo,
aunque fuera un poco. Pero estaba programada para esperar lo peor,
para mantenerse siempre apartada de los demás, sin importar cuántas
veces la invitaran a entrar.
Sinceramente, era mejor para ellos así.
Se sentaron a charlar mientras tomaban el té después de terminar sus
pasteles, hasta que Rassan apoyó los antebrazos en la mesa y miró
directamente a Kat.
—Me he dado cuenta de que has rechazado mi recomendación para el
puesto de Logística —comentó con voz ronca.
—Lo hice. Quiero decir, gracias por recomendarme pero yo...
—¿Eres feliz en mantenimiento? Todos los que trabajan contigo parecen
estar de acuerdo en que eres una líder natural, que te desenvuelves con
soltura ante un problema, que eres eficiente y cuidadosa en tu trabajo, y
que tu talento se desperdicia limpiando suelos y reparando motores.
Kat se encogió de hombros.
—Me recomendaste que pasara de mantenimiento a ser asistente del
equipo de Logística. No entiendo por qué crees que mi desempeño en
uno indica que tendré éxito en el otro —respondió, moviéndose un
poco en su asiento mientras tres pares de ojos la estudiaban. Faraad se
había quedado casi tan quieto como ella.
—¿La recomendaste para Logística? —preguntó después de unos
momentos.
—Tú y tu tripulación me han acosado durante varios ciclos para que les
consiga ayuda. Kat sería perfecta.
—¿Qué demonios te da esa idea? —preguntó Kat con exasperación.
Nunca había tenido un día de trabajo honesto en su vida hasta su nuevo
comienzo en Izoth. Nunca había tenido la oportunidad de hacerlo, y
tener un trabajo estable y honesto, ayudando a que las cosas
funcionaran bien, se sentía como una especie de renacimiento, como el
tipo de vida que tal vez podría haber tenido si las cosas en la Tierra
hubieran sido diferentes.
—Kat —suspiró Rassan, sentándose en su silla y cruzando los brazos
sobre el pecho—. Harper me contó cómo te las arreglaste para
conseguir un lugar en una nave llena de científicas que escapaban de la
Tierra. Tu ingenio, tu creatividad y tu negativa a renunciar hasta que
tuvieras tu puesto asegurado. Ese es el tipo de pensamiento que
apreciamos en Logística, y como asistente de los 6 miembros de esa
tripulación, esa inteligencia se pondría en práctica. ¿No estás de
acuerdo? —preguntó a Faraad, dirigiendo su mirada hacia el otro varón
izothian.
Que estaba en medio de meterse en la boca un trozo demasiado grande
de pastel.
—Sí, comandante —dijo Faraad entre un bocado de pastel. Kat lo
observó por un momento y luego volvió a mirar a Rassan.
—Bueno, con esa brillante recomendación, ¿cómo podría estar
equivocada? —dijo con tono inexpresivo.
—¿Por qué no lo pruebas y lo ves?
—Soy feliz donde estoy.
—¿Pero lo eres? —dijo Harper, hablando por fin. Kat miró a su amiga y
frunció el ceño.
—Por supuesto.
—Kat eres la persona más inteligente que conozco, y me junto con
nerds de la ciencia —dijo con una risa—. Pero tú eres algo más. No eres
sólo inteligente como muchos de nosotros. Tienes el tipo de inteligencia
y formas de ver las cosas que nosotros nos perdemos, debido a tus
experiencias.
A Kat le encantaba que no dijera 'porque eres una rata de la calle',
aunque a eso se redujera. Y su amiga nunca pensaría en ella en esos
términos, pero Kat sabía lo que era.
—Que yo tenga inteligencia callejera no tiene nada que ver con que sea
una parte útil de un equipo de nerds. Soy feliz donde estoy.
—En realidad, ese es exactamente el tipo de perspicacia que
necesitamos. Quiero decir, míralo —dijo Rassan, señalando a Faraad,
que estaba perdido en sus pensamientos mientras leía algo en su
tableta de comunicaciones—. Tenemos un equipo de seis personas
como él, perdidas en sus propios cerebros, por muy brillantes que sean.
Tú los ayudarías a ver otro lado de las cosas.
Kat negó con la cabeza.
—De nuevo, gracias, pero estoy bien. Además, él ni siquiera parece
estar muy entusiasmado de tenerme a bordo.
—¡Está entusiasmado con la idea! Es que no lo conoces como yo —dijo
Rassan.
—¿Qué? —preguntó Faraad, sacudiéndose de lo que fuera que estaba
pensando y metiendo su comunicador de nuevo en el bolsillo.
Kat puso los ojos en blanco.
—Nada, Churchill —murmuró, pensando en el único nombre de un
estratega militar que conocía de la Tierra. No tenía ni idea de por qué
recordaba ese nombre de entre todos ellos, ni siquiera si estaba en lo
cierto. Pero no importaba. Sonaba bien.
Faraad parecía haber tragado algo malo, y Kat supuso que su apodo era
acertado o estaba muy lejos. Una cosa o la otra.
—De todos modos. Tengo que irme. Tengo el turno temprano de
mañana. Gracias por la cena. Estaba increíble, como siempre —Se puso
de pie y Harper le indicó que esperara, luego desapareció en la cocina,
saliendo con un recipiente de metal—. Pasteles —dijo, entregándoselos
a Kat.
Kat los aceptó agradecida y abrazó a su amiga.
—Descansa un poco, ¿de acuerdo? —preguntó Kat, mirando la redonda
barriga de Harper—. Ponte en contacto conmigo si necesitas algo o te
sientes mal o...
—Estaré bien, Kat. Te lo prometo.
Kat trató de mantener su duda fuera de su expresión mientras abrazaba
a Harper de nuevo, y luego asintió a Rassan. Miró a Faraad para ver que
él también se estaba preparando para irse.
—Te acompañaré hasta el ascensor —dijo él.
—Maravilloso —dijo ella, forzando una sonrisa, y luego miró a Harper,
que parecía estar conteniendo una risa. Kat negó con la cabeza y Rassan
los acompañó hasta la puerta, dando una palmada en el hombro de
Faraad mientras salía.
—La oferta sigue abierta, Kat —dijo Rassan mientras cerraba la puerta
tras ellos. Kat asintió y giró a la izquierda, caminando por el pasillo
blanco con su suave luz ambiental hacia el ascensor del final. Rassan y
Harper vivían en uno de los pisos superiores, donde vivían los oficiales.
Sabía que Faraad vivía unos pisos más abajo, en la misma planta que el
resto del equipo de Logística. Ella vivía en uno de los pisos inferiores,
junto con el resto de su tripulación y muchos de los soldados y personal
de la base. La única diferencia era que, a medida que se subía en el
edificio, las habitaciones eran más grandes.
Faraad se puso a su lado y mantuvo la mirada hacia delante.
—Deberías aceptar el trabajo si lo quieres —dijo él, y ella puso los ojos
en blanco.
—Está bien que admitas que crees que no encajaría bien.
—¿Qué? Nunca he dicho eso. Creo que serías una muy buena
incorporación al equipo.
—Sí, yo y un montón de nerds.
Después de pasar tiempo con Harper y el resto de las autoproclamadas
nerds de la ciencia, Faraad ni siquiera necesitaba descifrar el término
terrestre. Se encogió de hombros y la miró.
—Eres una... nerd... a tu manera, creo.
Kat arrugó la frente.
—¿Qué? No.
—Reorganizaste por completo el flujo de trabajo del equipo de
mantenimiento, lo que les permitió trabajar menos horas y hacer más
cosas y tener más tiempo para la familia y el ocio.
—Eso es pereza, no nerdismo. Simplemente no quería alargar mis
tareas para llenar el día. Una vez que me di cuenta de que el trabajo
terminaba una vez terminada nuestra tarea, sólo busqué la manera de
hacer todo en el menor tiempo posible.
Él asintió.
—Es cierto. Hay que ser un nerd para sentarse y averiguar un orden de
operaciones y un flujo de trabajo óptimo para que eso ocurra.
—Sigue así y te haré un calzón chino, nerd —murmuró Kat.
Él se quedó callado durante un minuto, y ella supo que estaba
intentando pasar esa frase por su traductor universal.
—No tengo ni idea de lo que significa eso.
—Sigue llamándome nerd y lo aprenderás de primera mano.
—¿Por qué eso suena vagamente amenazante?
Ella sonrió, pulsando el botón del ascensor cuando llegaron a él.
—Porque lo es. Ves, sí entiendes algunas señales sociales.
—Muy pocas —dijo él, apoyándose en la pared y cruzando los brazos
sobre el pecho mientras la miraba. En una cena anterior, Rassan y
Faraad habían hablado de la incapacidad de Faraad para captar la
mayoría de las señales sociales, su tendencia a tomarse las cosas un
poco al pie de la letra. Ella había sido testigo de lo mismo en sus
interacciones con él—. Ésta era claramente amenazante.
El ascensor llegó y subieron, ambos mirando hacia delante mientras las
puertas se cerraban silenciosamente tras ellos. Él pulsó el botón de su
planta y ella sintió que empezaban a descender.
—¿No vas a tu casa? —preguntó ella, esperando que él no pensara
acompañarla hasta su puerta o algo así de estúpido.
Él negó con la cabeza.
—Necesito tomar aire.
Ella giró la cabeza y lo estudió. Después de un momento, continuó.
—Me gusta pasar tiempo con Rassan y Harper, pero me hacen sentir
cansado.
—¿También te cansas de las constantes miradas de adoración?
La miró.
—No tanto eso, no. Sino la idea de todo ello.
—¿Qué quieres decir? —Llegaron a su piso y ella salió del ascensor.
Mantuvo las puertas abiertas por un momento y lo consideró.
—Estar tan cerca de alguien. Ser responsable de su bienestar... Ya me
preocupa bastante tratar de mantener a mis hermanos a salvo. No
puedo imaginar el estrés de tratar de asegurar que mi compañera y mi
hijo estén a salvo.
—Creo que a Rassan le gusta esa parte. Es muy protector —dijo ella.
—Yo también lo soy, pero soy diferente a él. Me paso todo el tiempo
intentando prevenir los problemas. Rassan es muy, muy bueno en
enfrentar los problemas de frente cuando ya existen.
—No se pueden prevenir todos los problemas. Eso es una locura —dijo
ella, alejándose del ascensor y dirigiéndose a sus aposentos.
—A veces es capaz de hacer que me sienta así, sí —coincidió cuando
finalmente dio un paso atrás, permitiendo que las puertas se cerraran.
Kat se dirigió a sus aposentos negando con la cabeza. El alto y cerebrito
izothian estaba equivocado. No se podía planificar todo lo que podía
salir mal. Pero si se sabía que algo conllevaba más riesgo que otras
cosas, se podía aislar para evitarlo y mantener a salvo al mayor número
de personas posible.
Sólo tenías que reconocer una bomba de relojería cuando la veías.
Capítulo 2

—Te estás volviendo lento, viejo —se burló Faraad mientras esquivaba
otro de los puñetazos de Rassan, resoplando con dolor cuando Rassan
siguió el golpe fallado con un puñetazo en el estómago de Faraad.
—Ese golpe te da siempre —se rió Rassan—. Pensé que se suponía que
eras inteligente.
Faraad hizo un gesto grosero a su amigo y comandante, y volvió a
chocar los puños para indicar que debían seguir entrenando.
—De verdad. No debería ser tan fácil golpearte. Eres más alto que yo y
tienes más alcance —le dijo Rassan—. A menos que estés distraído —
añadió, lanzando un rápido uppercut que alcanzó a Faraad justo en la
barbilla.
Faraad se dobló y se agarró la barbilla mientras Rassan se alejaba,
riendo mientras tomaba una botella de zumo y la engullía. Faraad miró
con mala cara a su amigo, no sólo por el puñetazo, sino más bien por las
palabras.
Porque a la mierda, estaba distraído.
Miró al otro lado de la zona de entrenamiento, que era donde había
estado mirando cuando había recibido el puñetazo en la barbilla.
Ella siempre estaba cerca.
La terrícola. Kat. Con sus grandes ojos oscuros y su masa de largos rizos
de color negro, su sonrisa torcida y la forma en que lo miraba como si le
hubiera hecho algún tipo de daño enorme que nunca le perdonaría. La
breve charla que tuvieron anoche en el ascensor fue la más civilizada
que habían tenido, a pesar de trabajar en el mismo edificio y de cenar
juntos con Rassan y Harper.
Había llegado a admirar algo más que la belleza de la terrícola desde
que empezó a trabajar en el mismo edificio que él. Era una gran
trabajadora. La jefatura tampoco le había asignado un trabajo fácil.
Estaba en el departamento de mantenimiento de armas, y no muy
arriba en el mantenimiento, por lo que sus funciones principales
consistían en limpiar y volver a comprobar sus armas para detectar
cualquier posible problema, sustituir piezas en sus naves de vuelo y
otras tareas según fuera necesario. Pero era fuerte y parecía disfrutar
del trabajo, según los que trabajaban con ella.
Y pasaba mucho tiempo en el centro de entrenamiento, que estaba
abierto a cualquiera que viviera en la base.
Por eso se había distraído tanto en su combate con Rassan. Allí estaba
ella, al otro lado de la habitación, con el pelo suelto, unos pantalones
bajos pegados a las caderas mientras corría en la pista que rodeaba el
resto del centro de entrenamiento. Cada vez que ella corría en su línea
de visión, él no podía evitar seguir su forma tonificada y ágil.
Por su parte, él no creía que ella se diera cuenta de que él estaba allí.
Se dedicaba a sus asuntos, tanto en el trabajo como en las instalaciones
de entrenamiento, con una concentración absoluta que a él le parecía
ridículamente admirable y completamente irritante.
Se sentía avergonzado por las ganas que tenía de hablar con ella,
aunque pareciera despreciarlo por alguna razón.
—Concéntrate, muchacho —gruñó Rassan, golpeándolo de nuevo. Esta
vez, Faraad levantó los puños y lo bloqueó, y luego lanzó un puñetazo a
Rassan que lo golpeó en el estómago, y luego siguió con un puñetazo
en el costado—. Bien —gruñó Rassan—. Eso casi no hace cosquillas —
se mofó, y Faraad puso los ojos en blanco.
—Eres divertidísimo, anciano —murmuró Faraad, gruñendo cuando
Rassan le propinó otro puñetazo en el estómago.
—Deja de mirar fijamente a la terrícola. No es extraño que no le gustes.
—No estoy mirando fijamente.
—Claro. Entonces, ¿cómo no viste venir esto?
—¿Qué...? —Faraad recibió un golpe en la mandíbula que hizo que su
visión se volviera borrosa por un momento. La risa retumbante de
Rassan siguió mientras sacudía la cabeza y se dirigía a un lado del ring
de sparring.
—Eres el peor izothian que he conocido —le informó Faraad,
sacudiendo de nuevo la cabeza tratando de despejarla de la confusión
causada por el puñetazo de Rasaan.
—No serías el primero en decirlo. No es mi culpa que pueda ver lo
obsesionado que estás con ella.
—No lo estoy.
—Harper quería saber por qué no hablaste más para intentar
convencerla de que aceptara el trabajo en Logística.
Faraad frunció el ceño.
—Le dije que debía aceptarlo. Hablamos un poco en el ascensor
después de la cena.
—¿Qué le dijiste exactamente?
—Que estaba claro que tenía una mente para este tipo de cosas y que
necesitamos a alguien que piense como ella. Dijo que es feliz donde
está.
—Deberías haberte esforzado más.
Faraad se encogió de hombros.
—Dijo que no quiere. No voy a seguir presionándola para que haga algo
que no quiere hacer. No todos somos unos brutos prepotentes.
—Sin embargo, este bruto prepotente consiguió lo que quería —dijo
Rassan con una sonrisa de satisfacción.
—Tienes suerte de que Harper te haya elegido. Claramente vio algo que
el resto de nosotros no.
Rassan sonrió y comenzó a hablar, y Faraad levantó una mano.
—No quiero oír hablar de tu polla.
Su comandante se rió, tomando su botella de zumo y caminando hacia
las duchas.
—Y la gente dice que no tienes sentido del humor.
—No intentaba ser gracioso.
—¡Mejor aún! —gritó Rassan por encima del hombro, y luego atravesó
las puertas dobles que llevaban a la zona de duchas y vestuarios, y
Faraad se quedó negando con la cabeza.
Kat volvió a pasar corriendo y él hizo todo lo posible por no mirarla. Y
fracasó, aunque esperaba no ser demasiado obvio al respecto. Por
mucho que a ella pareciera no gustarle, no sería bueno que pensara que
la miraba todo el tiempo.
Incluso si lo hacía, más de lo que se sentía cómodo admitiendo.
No sabía qué tenía ella. La había visto por el complejo aquí y allá
después de la llegada de las terrícolas y, por supuesto, se había fijado en
su belleza. Muchos de los izothians, tanto hombres como mujeres, la
habían mencionado. Pero entonces, Rassan había desaparecido, y como
mejor amiga de Harper, Kat había estado al lado de Harper todo el
tiempo. Y Faraad también había estado a menudo, porque se había
encargado de intentar localizarlo. Y se había dado cuenta entonces, de
cómo Kat parecía mantenerse aislada de todos, excepto de Harper. Y lo
leal y ferozmente protectora que era con Harper. Lo terca y enloquecida
que podía ser. Sus palabras podían ser afiladas, hiriendo con una
precisión mortal, o podían ser cálidas y reconfortantes, pero ése era
sólo un tono que adoptaba con Harper.
Ella lo confundía, más que nada. Y a él le fascinaban las cosas que no
entendía.
Recordó a Rassan diciendo que debería haber intentado con más ahínco
convencer a Kat para que se uniera a su equipo. Tal vez ella había
interpretado su silencio al respecto como que no quería que trabajara
con él. Y aunque para él, personalmente, sería un tipo de tortura
particular pasar todo el día, todos los días, trabajando cerca de ella,
sabía que a su equipo de Logística le vendría bien alguien como ella.
Ella volvió a pasar corriendo y él se puso a correr, quedando a su lado.
Ella lo miró, con una clara irritación en su mirada, antes de mirar hacia
adelante y seguir trotando en silencio.
—¿Has interpretado mi silencio sobre el asunto de que trabajes en
Logística como que no quiero que trabajes allí?
—Lo que tú quieres es lo último que tengo en mente, Faraad.
Se quedó perplejo por un momento.
—Muy bien, pero aún así quiero que sepas que, como oficial superior de
Logística, definitivamente me gustaría tenerte en el equipo
ayudándonos. Rassan tenía razón al recomendarte, y lo que dije anoche
en el ascensor iba en serio.
—Soy feliz donde estoy.
Le robó una mirada mientras trotaban, y luego apartó rápidamente la
vista. Donde Harper era todo suavidad y curvas, Kat era delgada, fuerte,
más alta que cualquiera de sus compañeras de la Tierra. Le llegaba a los
hombros cuando caminaban o, como ahora, cuando trotaban uno al
lado del otro. Era demasiado fácil imaginarse a sí mismo inclinándose y
besándola, sintiendo los brazos de ella enroscados alrededor de su
cuello...
...de todos modos, debes tener otros candidatos en mente —decía Kat.
—¿Hm? —preguntó él, irritándose de inmediato por haber sonado
como un tonto.
—Otros candidatos para el puesto de asistente —dijo lentamente,
como si le hablara a un niño muy pequeño o a alguien que tuviera
dificultades para entender su lenguaje.
—No, no los tenemos. Somos algo exigentes en cuanto a quiénes
traemos a Logística. Rassan es el principal responsable de decidir a
quién se le ofrece el trabajo, y nos consulta para ver si todos estamos de
acuerdo antes de reclutar oficialmente. Tú eres la primera persona con
la que todos estamos de acuerdo desde que contratamos a nuestro
último asistente, que se retiró hace unos ciclos lunares.
—¿Oh? ¿Hace cuánto tiempo fue eso?
Faraad pensó por un momento. Había sido poco después de que pasara
de ser médico de campo a Logística.
—Hace poco más de setecientos años —dijo.
Kat dejó de trotar, y él también se detuvo, mirándola para asegurarse
de que no se había hecho daño o algo así.
—Setecientos años... Nunca me acostumbraré a que todos habléis de
siglos como si fueran meses —dijo ella, sacudiendo la cabeza—
¿Cuántos años tienes?
—Oh. Soy joven para un izothian —dijo él, por alguna razón queriendo
dejarle muy claro que no era viejo, que era un macho en plena forma—.
Mil veintidós.
Ella se quedó mirando, luego sacudió la cabeza y volvió a trotar. Al cabo
de un momento, él la alcanzó.
—Es una locura —dijo ella.
—Para mí es una locura que estés, ¿qué? En tus veinte años, y seas una
adulta en toda regla. Los izothians no dejan de ser niños hasta casi los
treinta. Tu avanzado envejecimiento es fascinante.
—Gracias —dijo Kat, y él tuvo la sensación de que no lo decía como una
expresión de gratitud.
Los humanos eran tan extraños, y este idioma en particular, el inglés,
era aún más extraño.
—De verdad. A tu edad, los izothians todavía necesitan que les cambien
los pañales, en su mayoría.
—Entonces, ¿cuándo se los considera adultos? —preguntó ella, y él se
alegró de que pareciera estar entablando una conversación con él.
—Alrededor de los doscientos.
—Ah, ya veo. Para entonces, yo ya habré desaparecido.
—Sí, los humanos tienen una vida tristemente corta. Me pregunto si se
podrá prolongar —dijo pensativo.
—Algunos en la Tierra lo han logrado, los muy ricos. Esencialmente,
sustituyen partes del cuerpo a medida que se van desgastando, lo que
permite a alguien seguir funcionando. La cirugía cosmética los mantiene
jóvenes. Tenemos algunas personas muy ricas que han vivido más de
doscientos años.
—¿Por qué sólo los ricos? —preguntó confundido.
—Porque sólo los ricos pueden permitirse los procedimientos en su
mayoría.
Estaba horrorizado, y sabía que se le notaba en la cara.
—Así que... tu gente tiene una forma de mantener a todo el mundo
vivo, ¿y sólo lo hacen para algunos?
Ella se encogió de hombros.
—Para ser sinceros, para muchos de nosotros, una vida es suficiente.
Sólo puedes pasar cierto tiempo luchando para salir adelante, peleando
en guerras que no son tuyas, hasta que decides que estás listo para un
descanso.
Le daba escalofríos esa idea de que uno agradecería una liberación de la
vida. Sabía que algunos de los más antiguos de su especie, más viejos
que Rassan, incluso, a veces luchaban contra el aburrimiento, pero eso
no era como lo que hablaba Kat.
—Yo... lamento escuchar eso —dijo finalmente, sin saber qué más decir.
Ella asintió.
—De todos modos. Una charla divertida. Deberías empezar a buscar
otro candidato a asistente. No estoy interesada.
Y con eso, salió corriendo de la pista hacia las duchas. Estaba claro que
no habría más conversación, y él sintió un triste vacío en la boca del
estómago al saberlo.
Nunca entendería cómo ella lo hacía sentir de esa manera. No es que no
estuviera familiarizado con las relaciones con el sexo opuesto. Había
tenido más de una. Pero ella era diferente, y le inquietaba que pareciera
despertar en él sentimientos que nadie más había despertado.
Y que estaba claro que él no le gustaba.
Se dirigió a las duchas. Rassan salía justo cuando él entraba en el
vestuario.
—¿Debo empezar a buscar otras opciones de asistente en Logística? —
preguntó Rassan.
Faraad negó con la cabeza.
—Dame un poco más de tiempo para intentar convencer a Kat. Todos
estamos de acuerdo con ella, y ya sabes que rara vez estamos todos de
acuerdo.
—Sí, lo sé —dijo Rassan con ironía—. Hazlo entonces. Cuanto antes
consiga no teneros a vosotros, llorones de Logística, quejándose de la
escasez de personal, mejor.
Con eso, Rassan le dio una fuerte palmada en el hombro y se fue.
Perfecto. Ahora lo único que tenía que hacer era convencer a alguien a
quien le caía muy mal de que aceptara un trabajo que había dicho, en
numerosas ocasiones, que no quería.
Capítulo 3

Kat estaba trabajando en un motor de una de las naves que había sido
dañada en la batalla contra los Sa'tar. Aunque en general tenía buen
aspecto, había una ligera curvatura en uno de los soportes, un pequeño
fallo que podía provocar un desastre.
Le encantaba este tipo de trabajo. Los únicos vehículos que había
podido tener en la Tierra eran los que había construido ella misma a
partir de trozos desechados de otros más antiguos. Había rebuscado,
acaparado y jugado hasta conseguir algo que le permitiera desplazarse
con relativa seguridad. A veces, necesitaba comprar una pieza, y era
entonces cuando entraban en juego sus otras habilidades.
A fin de cuentas, las personas no son tan diferentes de los motores.
Todos tenían sus puntos fuertes, sus puntos débiles, aquellos lugares en
los que el tiempo y el uso los hacían frágiles y, con un mínimo de fuerza,
se resquebrajaban. En un motor, esa grieta podía significar la muerte
para quien tuviera la mala suerte de atravesar el paisaje en la nave a la
que impulsaba. En una persona, podía dar el espacio suficiente para
encantar, amenazar o robar el dinero o los recursos que necesitaba.
Ella había hecho todo eso, más veces de las que podía recordar. Había
visto a sus padres hacer lo mismo, miembros del pequeño grupo de
combatientes de la Resistencia que intentaron frustrar la voluntad de la
oligarquía que ahora gobernaba la Tierra. Los había visto morir,
protegiéndola a ella, gritándole que corriera y se escondiera mientras
los oficiales venían a buscarlos.
En cuanto a por qué los habían encontrado finalmente. Kat sacudió la
cabeza. No tenía sentido pensar en eso ahora. No era algo que ella fuera
a permitir que se repitiera.
Los motores, incluso los más complejos, seguían siendo mucho más
sencillos y seguros que las personas. Y ella no podía dañar un motor.
Puede que no fuera capaz de arreglar los que ya no eran útiles, pero al
menos no destruiría uno.
No tanto, como las personas.
Su tableta de comunicaciones emitió un pitido y se limpió las manos en
un trapo antes de sacarla del bolsillo de sus pantalones de trabajo. Puso
los ojos en blanco cuando vio que tenía un mensaje de Faraad. ¿Por qué
demonios le enviaba mensajes? Nunca lo había hecho.
Pulsó un botón y se sorprendió al ver que, a diferencia de los rápidos
mensajes de vídeo que parecían enviar la mayoría de los izothians, él
había enviado uno de texto simple.
Lo que, curiosamente, hizo que le gustara un poco más. Los mensajes
de vídeo la ponían de los nervios. Después de pasar toda su vida
intentando que su rostro fuera visible en los menos lugares posibles,
enviar mensajes de vídeo a la gente de forma casual le parecía una
tontería.
Miró el mensaje y negó con la cabeza.
FARAAD: Me gustaría mucho que aceptaras el trabajo de Logística. ¿Hay
algo que pueda decir para convencerte?
Ella suspiró y respondió el mensaje.
KAT: Dime que puedo tener un esclavo sexual gratis y toda la comida que
quiera y lo aceptaré.
Pasó un largo rato antes de que él finalmente respondiera.
FARAAD: La esclavitud está prohibida aquí.
Ella se rió, negando con la cabeza y apoyando los codos en su mesa de
trabajo mientras le devolvía el mensaje.
KAT: Qué pena por ti, entonces.
Él sólo tardó un instante en responder.
FARAAD: A menos que uno decida, por su propia voluntad, convertirse en
uno, supongo. En aras de que ya no falte personal, me ofrezco voluntario.
KAT: ¿Voluntario para?
FARAAD: Para ser esclavo sexual. Utilízame como quieras. Acepta el
trabajo.
Ella miró su comunicador con asombro, y luego se rió.
KAT: ¿Estás seguro? ¿Y si me gustan los actos sexuales retorcidos?
FARAAD: Entonces, como tu fiel esclavo sexual, aprendería a hacerlos muy
bien.
Definitivamente, ésa no era la respuesta que ella esperaba, y en su
mente apareció la imagen de él atado en su cama, con sus músculos
delgados flexionándose mientras intentaba liberarse, en un frenesí de
lujuria mientras ella lo montaba con fuerza y rapidez. Sacudió la cabeza,
tratando de deshacerse de la imagen, cuando su comunicador volvió a
sonar.
FARAAD: Por supuesto, también cocinaría para ti cuando y lo que
quisieras.
KAT: ¿Puedes hacer pizza?
Oh, pizza... sólo la había probado tres veces en su vida, pero la
combinación perfecta de corteza de pan, queso fundido y salsa sabrosa
era algo que le resultaba imposible de olvidar.
Unos instantes después, su comunicador emitió un pitido y ella lo miró.
FARAAD: Aquí no tenemos nada parecido a esa pizza terrestre, pero haré
todo lo posible por reproducirla. Sexo y pizza. ¿Aceptas el trabajo?
KAT: Sólo bromeaba con lo del sexo.
FARAAD: Yo no, pero, como tú quieras. ¿Pizza entonces, y aceptarás el
trabajo?
KAT: Ya veremos si puedes hacer una pizza decente.
FARAAD: Creo que descubrirás que una vez que me decido a aprender
algo, termino siendo muy bueno en ello.
Y eso la hizo imaginarse tenerlo debajo de ella en su cama otra vez, lo
que definitivamente no era donde quería que su mente fuera. Era un
irritante sabelotodo.
KAT: La pizza es un arte, creo, no una ciencia.
FARAAD: El arte es sólo técnica, pasión y práctica. Yo te doy una versión
razonable de la pizza, y tú aceptas el trabajo aquí.
KAT: No voy a ser tu amiga.
FARAAD: No te lo he pedido. Si quisiera tener amigos, no serías la primera
persona en la que pensaría.
Kat miró fijamente su comunicador.
KAT: De acuerdo. ¿Gracias?
FARAAD: Ambos sabemos que no te gusto. Pero si consigo que la única
persona con la que todo mi equipo se ha puesto de acuerdo trabaje con
nosotros, eso me hará la vida más sencilla.
Por una fracción de segundo, tuvo el extraño impulso de decirle que no
le caía mal. Porque no lo hacía, no realmente. Le molestaba, sobre todo
porque tenía una respuesta para todo y parecía tan quisquilloso y
puntilloso como una ancianita.
KAT: Ya veremos.
FARAAD: Sí, lo haremos.
Esperó a ver si él enviaba algo más, pero no aparecieron más mensajes
y, tras unos instantes, volvió a meter el comunicador en el bolsillo,
sacudiendo la cabeza, decidida a no pensar más en él y, definitivamente,
a no pensar en él en su cama, dejándola usar su cuerpo a su antojo. Se
preguntaba si él sería del tipo que mantiene el control, o si ella podría
provocarlo lo suficiente como para que se volviera loco.
Ella sentía una especial predilección por este último tipo de amante.
Exhaló su aliento con irritación. No es que Faraad fuera a ser nunca su
amante. Ni nadie, en realidad. Hacía tiempo que había aprendido a
mantener a la gente a distancia. Había muchas razones para no
acercarse demasiado a los demás, y muy pocas para permitir que
alguien se acercara a ella.
Había dejado entrar a Harper, por razones que aún no entendía, y eso la
estresaba. Deseaba poder alejarse de eso, pero sabía que si lo hacía
lastimaría a Harper, y eso era algo que se odiaría a sí misma por hacer.
Así que estaba atrapada con Harper, y haría cualquier cosa para
asegurarse de que Harper se mantuviera a salvo y viva. Pero no dejaría
entrar a nadie más.
Ni siquiera si se tratara de un hombre musculoso y sexy, con ojos
dorados y una voz capaz de derretir el hielo en medio de una ventisca.
Gimió al pensar en ello. Maldito sea.
Decidió no responder a más mensajes de él durante el resto del día.
Trabajó el resto del día, completando sus tareas, e incluso ayudando a
algunos compañeros con algunas de las suyas para que pudieran
disfrutar más de su día. De vez en cuando sacaba el móvil del bolsillo
para comprobar que no se había perdido ningún mensaje.
De Harper, por supuesto. Por si empezaba a sentirse mal o algo así. No
de nadie más.
Obviamente.
Capítulo 4

Se oyó una campanada que indicaba que alguien había llegado a los
aposentos que Faraad compartía con dos de sus hermanos. Su hermano
menor, Alanaar, estaba en su habitación hablando con algunos de sus
amigos del otro lado de Izoth a través de un comunicador, y Balor, que
era sólo unos años más joven que Faraad, estaba sentado en una de las
sillas, leyendo los informes de ese día. Las noticias eran menos que
ideales. Una fuerza Sa'tar había sido vista en las inmediaciones de una
de las bases de mando móviles de los izothians. Tenían muchos puestos
de combate de este tipo, enormes naves capaces de albergar toda una
base militar de tropas, naves y armas y enfrentarse a su enemigo de
frente. Hasta el momento, las cosas parecían tranquilas, pero nunca era
una buena señal que los Sa'tar estuvieran tan cerca de cualquiera de sus
instalaciones.
No les sobraba precisamente gente.
Faraad sacudió la cabeza. Llevaba todo el día dándole vueltas a eso, y su
mente necesitaba un descanso. Abrió la puerta y sonrió al ver a Harper.
—Dijiste que necesitabas ayuda, así que aquí estoy.
—Has comido pizza de la Tierra, ¿verdad? —preguntó.
—Oh, muchas veces. ¿Por qué?
La condujo a la zona de cocción y la vio mirar a su alrededor mientras se
daba cuenta del desorden que había hecho.
—Parece que algo ha explotado aquí —dijo ella.
—Las masas de cualquier tipo no son precisamente mi punto fuerte —
dijo encogiéndose de hombros— ¿Puedes probarlas por mí y decirme si
alguna está cerca?
Ella se sentó en la mesita y él cortó una porción de cada una de las tres
réplicas de pizza que había hecho, colocando cada una en un plato y
etiquetándola para recordar cuál era cuál. Las acercó a Harper y las puso
frente a ella.
Ella las miró, luego se rió y le sonrió.
—¿Por qué demonios intentas hacer pizza? Tu pueblo tiene tantas
comidas deliciosas.
Él se encogió de hombros, sintiendo que un poco de calor subía a su
cara.
—Es agradable aprender cosas nuevas.
—Cosas nuevas que les gustan a las terrícolas, quiere decir —gritó Balor
desde el salón, y Faraad lanzó una mirada de advertencia en dirección a
su hermano.
—Oh.... Ya veo —dijo Harper con una risita.
—No. No, es una táctica de negociación. Kat aceptará la nueva posición
si puedo hacerle pizza.
—Hermano, no necesitamos saber que estás negociando sobre
posiciones sexuales... —declaró Balor, y Harper se rió, enterrando la
cara entre las manos.
—¡No! Trabajo.... sólo ocúpate de tus asuntos, Balor —dijo Faraad—
¿Comprobaste tu arma? Tienes patrulla esta noche, ¿no?
—Sí, matrona —imitó Balor—. No tienes que preguntarme cada vez.
Faraad no respondió, sacudiendo la cabeza y mirando a Harper.
—Perdónanos. ¿Te importaría probarlas?
—En absoluto —Harper tomó la primera y le dio un mordisco,
masticando lentamente antes de hacer una mueca y dejarla de nuevo—.
La corteza de ese está muy bien, pero es demasiado picante y el queso
sabe raro.
Faraad asintió y tomó nota de ello.
—Gracias. ¿Y el siguiente?
Harper hizo lo mismo, pero luego escupió el bocado que tomó en su
servilleta.
—Lo siento. Es horrible.
Faraad miró el trozo ofensivo. Había probado otro tipo de verdura para
la salsa, tratando de averiguar cuál era el equivalente de Izoth a un
tomate terrestre.
—¿La salsa?
Asintió con la cabeza.
—La salsa era rara. El queso es... no muy fundido, ¿un poco crujiente? Y
la corteza es pegajosa.
Incluso él sabía lo suficiente por haber investigado sobre la pizza
terrestre que ninguna de esas cosas era buena.
—Muy bien. ¿La siguiente? Si no quieres, lo entiendo.
Ella hizo un gesto de desestimación.
—Oh, no, está bien —Lo tomó y dio un mordisco, masticando
lentamente y tragando antes de dar un segundo bocado—. Hm. Este no
está tan mal.
—¿Puedes decirme más? —preguntó.
—Bueno, la corteza de la primera pizza era aún mejor. Pero el queso de
ésta no está muy lejos del que usamos en la Tierra, tanto en textura
como en sabor. La salsa es un poco... insípida.
Arrugó la frente. Insípida no era definitivamente lo que buscaba.
—Cualquiera que sea la verdura que usaste es un poco mejor, pero le
falta algo de la acidez de los tomates. Y no parece que hayas utilizado
ningún condimento. La albahaca y el orégano son buenos, así como el
ajo. Yo no tengo ajo, pero estamos cultivando cebollino, junto con
albahaca y orégano en el invernadero. Si quieres, puedes tomar
algunos.
—¿Estás segura?
—¡Por supuesto! Nos dará una idea de lo bien que se integran los
cultivos alimentarios terrestres con los izothians.
Harper había sido botánica en la Tierra, y había traído muchas semillas y
muestras de plantas de su planeta natal para experimentar con ellas allí
donde se encontraba. Hasta ahora, las hierbas que había cultivado de su
planeta natal se habían combinado maravillosamente con algunas de las
de los izothians para crear remedios para dolencias que habían tenido
problemas para controlar.
—Siempre y cuando estés segura. Me gustaría intentarlo, sobre todo si
tiene un sabor más parecido al de la versión terrestre.
—Pásate por el invernadero cuando quieras. Estoy allí casi todo el día la
mayoría de los días —dijo ella, y él asintió.
—Estaré allí mañana. Quiero intentar hacer más de esto... ¿parece que
este es apenas comestible? —preguntó, señalando el plato con el
intento número dos.
—Oh, sí. Ese es horrible —dijo ella alegremente, y él no pudo evitar
reírse.
—Gracias por estar dispuesta a probarlas.
Ella se levantó y le sonrió.
—Gracias por querer darle a Kat una muestra de una de las pocas cosas
que le gustaban de la Tierra.
Él asintió, sus palabras reforzando su decisión. Si Kat disfrutaba de esas
extrañas tartas de queso, se aseguraría de aprender a hacer una
decente. La convencería para que aceptara trabajar en Logística.
Bien. Y admitía que le gustaría verla sonreír, tal vez. Ella lo hacía tan
raramente, mucho menos que los otros miembros de su tripulación
terrestre.
—Será un largo camino para ayudarla a calentarse contigo, creo —
estaba diciendo Harper.
—Oh... no, sólo estoy tratando de que acepte el trabajo que le ofreció
Rassan —argumentó, sintiéndose de repente acalorado e incómodo.
Harper se limitó a sonreír.
—Claro que sí. Buena suerte. Pásate cuando quieras y te daré hierbas.
Asintió y la acompañó hasta la puerta. Cuando se giró, Balor le estaba
sonriendo.
—¿Qué? —gruñó Faraad.
—Oh, nada. Es que me divierte ver cómo te retuerces por esa terrícola
malhumorada.
—No lo hago.
—Lo haces. Hermano, ninguna mujer vale eso. Diviértete, sigue
adelante. Serás más feliz.
—No todos somos como tú, Balor. Y algún día, incluso tú conocerás a
una mujer que pondrá tu mundo patas arriba. No es que eso sea lo que
está pasando aquí —dijo rápidamente, rascándose la nuca.
—Claro que no —dijo Balor, levantándose y dirigiéndose a su
habitación—. Bueno, mientras tú te obsesionas con las texturas de la
masa, yo estaré felizmente follando con alguien cuyo nombre no me
interesa conocer. La vida es mucho más sencilla así.
Faraad sacudió la cabeza cuando la puerta del dormitorio de Balor se
cerró con un susurro tras él. No sabía cómo su hermano había resultado
ser como era. Su hermano menor era un poco más parecido a Faraad:
sensible, un poco torpe. Balor era... algo totalmente distinto.
Se encogió de hombros. No podía hacer nada con respecto a la vida
amorosa de su hermano, y en todo caso no tenía interés en involucrarse
en ella. Volvió a la cocina y escribió algunas notas sobre algunos de los
comentarios que Harper había hecho sobre las muestras que había
probado. Al menos tenía la corteza resuelta y uno de los quesos
izothians, de Zibeks, que se criaban y cazaban por su carne tierna y la
leche cremosa que proporcionaban, parecía funcionar bastante bien.
Con suerte, las hierbas de Harper lo ayudarían a hacer la salsa más
parecida a la que le gustaría a Kat.
Comenzó a limpiar la cocina, llamando hacia la habitación de su
hermano menor.
—Alanaar, es hora de estudiar.
—¡Un poco más, Faraad! —le respondió Alanaar. Faraad tomó aire.
—Ya has tenido más tiempo. Es hora de desconectar y ponerse a
trabajar. Ahora.
Oyó un gruñido procedente de la habitación de su hermano, pero
también lo escuchó despedirse de sus amigos y empezar a moverse,
preparándose para trabajar en sus tareas escolares. Como todos los
niños de Izoth, Alanaar pasaba un par de horas de cada día con una
pequeña clase de sus compañeros, pero el resto lo dedicaba a su propio
tiempo. Últimamente ese tiempo incluía ejercicios militares. A Faraad se
le retorcía el estómago cada vez que pensaba en su hermanito
siguiendo sus pasos, y los de Balor.
Los pasos de sus padres.
Alanaar apenas podía recordarlos. Era un niño pequeño cuando
murieron en batalla, con menos de un año de diferencia.
Siempre había creído que la muerte de ambos podría haberse evitado.
La planificación había sido pobre. La estrategia había sido casi
inexistente en lo que a él respecta. Rassan había estado de acuerdo,
durante las muchas y largas conversaciones que mantuvieron después.
Era lo que había inspirado a Faraad a unirse finalmente a la Logística. Si
podía evitar tantas muertes como fuera posible, lo haría. No era
ingenuo; estaban en guerra. Los izothians morirían. Pero no sería
porque sus oficiales al mando no supieran lo que estaban haciendo.
Desde que Faraad se había unido a Logística, el equipo se había reunido
para desentrañar cada detalle, por mínimo que fuera, para reelaborar
los planes de vuelo y pensar en mejores estrategias y formaciones para
el combate.
Sin embargo. Él era un desastre cada vez que Balor salía en una misión.
Y la idea de que Alanaar estuviera ahí fuera... esperaba contra toda
esperanza que esta guerra de generaciones terminara antes de que él
fuera mayor de edad.
Terminó de limpiar, comprobó cómo estaba Alanaar y se puso a leer
más informes de su equipo.
Lo más difícil era evitar que su mente se desviara hacia Kat. Iba allí con
demasiada frecuencia, y sabía que tenía que detenerse. Ella sería una
compañera de trabajo si él tenía éxito. Y él no le gustaba, y
definitivamente no le gustaba de la manera que ella le gustaba a él.
Hubo más de un momento, cuando ella bromeó sobre que él sería su
esclavo sexual, en el que se preguntó si tal vez había algún interés por
parte de ella también. Había imaginado todo tipo de cosas: él dándole
placer hasta que apenas pudiera hablar, llevándola al orgasmo una y
otra vez con sus labios y su lengua. Pero entonces ella había dejado
claro que estaba bromeando. Sarcasmo. Nunca se le había dado bien
reconocerlo.
Lo mejor era tenerlo en cuenta en el futuro. Porque aunque pensaba
que Balor era un idiota por sus ideas sobre que era mejor mantener a las
mujeres a distancia, era lo suficientemente sensato como para saber
que no tenía sentido perseguir a una mujer que no estaba interesada. La
haría sentir incómoda, y eso era lo último que quería hacer.
Sospechaba que Kat ya había tenido más que suficiente incomodidad en
su vida.
Capítulo 5

Kat murmuró para sí misma mientras intentaba hacer palanca en una de


las pequeñas piezas que se habían dañado en la unidad de energía que
estaba reparando. Esta era una de las veces que no podía sacar la
unidad de la nave, así que estaba tumbada debajo de la nave,
trabajando sobre su cabeza. Era la tercera técnica de mantenimiento
que intentaba extraerla. Si no podían sacarla, tendrían que desmontar
todo el lado izquierdo de la pequeña nave de combate para extraer la
unidad de energía y arreglarla. Y aunque lo harían si fuera necesario, era
mejor no tener ninguna nave fuera de servicio a menos que fuera
absolutamente necesario.
—Oh, vamos, pequeño terco hijo de...
Se detuvo a mitad de la maldición, al oír que alguien se aclaraba la
garganta. Miró hacia sus pies y vio un par de botas grandes no muy lejos
de sus propias botas de trabajo. Suspiró y salió de la nave, reprimiendo
un gemido cuando vio a Faraad de pie.
—Faraad —dijo con un gesto de saludo. Habían pasado un par de días
desde que él le había enviado un mensaje, y ella había pasado la mayor
parte del tiempo con su mente revoloteando en torno a ellos haciendo
cosas muy, muy sucias el uno al otro, entremezclado con estar irritada
por no haber tenido noticias de él, y luego irritada consigo misma por
estar irritada por que él no le enviara un mensaje.
Porque ella no estaba interesada, maldita sea.
—Kat —dijo él, y por muy al límite que estuviera, esa única sílaba en su
voz profunda y melosa fue suficiente para enviar un agradable
cosquilleo por su cuerpo.
—¿Necesitas algo? —preguntó ella, levantándose de la plataforma
rodante en la que estaba, mirando a cualquier parte menos a él y a sus
estúpidos rasgos esculpidos y a sus odiosos ojos dorados y brillantes y a
la forma en que parecía mirarlo todo, incluida ella, como si estuviera
intentando averiguar exactamente cómo funcionaba y por qué.
—¿Puedo llevarte la cena esta noche? —le preguntó, y ella lo miró.
—¿Por qué?
—Creo que me he acercado a hacer una buena versión izothian de una
pizza terrestre... al menos, tus compañeras de tripulación que la
probaron por mí creen que es buena. ¿Puedo llevarte un poco esta
noche?
Pizza.
¿Y a domicilio? No tendría que dejar su habitación o su cama por mucho
tiempo.
Por supuesto, si estaba buena, tendría que ir a trabajar en Logística.
¿Pero qué tan buena podría estar, realmente? Ni siquiera tenían los
mismos ingredientes aquí.
—Claro. Estaré en casa toda la tarde. Puedes llevarla cuando quieras.
Él esbozó una pequeña sonrisa, y ella sintió que el calor le subía a la
cara.
¿Por qué? ¿Por qué tenía que ser un nerd apuesto? Nunca había pensado
en tener un tipo, pero se daba cuenta de que los personajes que le
gustaban en las películas y los libros que había leído en la Tierra siempre
eran de ese tipo: algo torpe, entrañable, pero jodidamente atractivo. Y
aquí estaba él, de pie frente a ella. Sí, con la piel azul y los ojos dorados y
brillantes y una cola, y unos 30 centímetros más alto que ella, pero aún
así...
—Estaré allí tan pronto como llegue a casa y la cocine. Te veré
entonces... que tengas un buen día, Kat.
Casi sintió que un fantasma de sonrisa trataba de abrirse paso, pero en
lugar de eso se aclaró la garganta y asintió.
—Nos vemos entonces. Tú también.
Él asintió y se alejó, y no fue hasta que dobló la esquina del ala de
mantenimiento que se dio cuenta de que lo había estado observando,
fascinada por el suave movimiento de sus caderas, el estrechamiento de
su cintura, la forma en que su cola se balanceaba al ritmo de su cuerpo
mientras se movía.
Sacudió la cabeza y levantó la vista, respirando profundamente.
—Contrólate, perra. Eso no es para ti —murmuró.
Pero ni siquiera ella estaba tan negada como para admitir que quería
que lo fuera. Al menos durante un rato. Y él estaba interesado. Ella sabía
que lo estaba. No estaba ciega a la forma en que su mirada se detenía
en ella cuando ambos estaban en la misma zona, el ligero
oscurecimiento de sus mejillas a veces cuando hablaban.
Sin embargo, ella lo sabía mejor. No podía tenerlo. Si este asunto de la
pizza era bueno, ella estaría trabajando con él, lo que inmediatamente
lo haría incómodo. Pero incluso más allá de eso, la gente que ella dejaba
entrar tendía a salir herida. No necesitaba más razones para sentirse
mal con ella misma.

***

Cuando llegó a casa, seguía irritada. Había conseguido que la nave en la


que había estado trabajando volviera a estar en perfectas condiciones
de funcionamiento, y había eliminado otras cosas de la cola de
mantenimiento. Era satisfactorio, como lo eran ahora la mayoría de sus
días, pero se había pasado todo el tiempo inquieta e irritada.
Sabía que parte de ello era la excitación, y eso era culpa suya por haber
hecho su estúpida broma del esclavo sexual para empezar. En cuanto
llegó a casa, se desnudó y se dirigió a la ducha, intentando relajarse bajo
su relajante chorro.
No, eso no era suficiente.
Finalmente gimió y se apoyó en la pared lisa de la ducha, bajando la
mano entre las piernas, tocando su cuerpo de la forma en que, más de
una vez, había imaginado que Faraad la tocaba.
Maldito sea.
No tardó mucho en llegar al orgasmo y, aunque se sintió un poco más
relajada después, no había servido de mucho para calmar ese dolor
vacío y necesitado que sentía.
Maldijo y terminó de ducharse, secándose cuando oyó el timbre de la
puerta. Tomó una bata de felpa gris oscura de un gancho cerca de la
ducha y se dirigió a la puerta, sintiendo que se le calentaba la cara
cuando vio a Faraad de pie, con una bandeja cubierta en una mano y
una bolsa colgada del hombro. Era imposible pasar por alto la forma en
que sus ojos recorrieron su cuerpo, la forma en que sus mejillas se
oscurecieron y sus fosas nasales se encendieron.
—Debería haber mandado un mensaje antes —dijo finalmente, sin dejar
de mirarla.
Ella negó con la cabeza y se apartó para que él pudiera entrar, dándose
cuenta en el último momento de que había dejado un rastro de su ropa,
incluidas las bragas y el pequeño sujetador de encaje que había llevado
ese día, desde la zona de asientos hacia el baño. Le echó una mirada
para ver si se había dado cuenta.
Oh, sí, lo había notado. La miraba con una intensidad tan indisimulada
que sintió que todo su cuerpo se ponía caliente. Más caliente. Ya estaba
caliente en todos los sentidos posibles, y lo había estado desde sus
estúpidos mensajes y su estúpida aceptación de su broma sobre ser su
esclavo sexual.
Dejó la bandeja y su bolsa en la pequeña mesa en la que comía y se
acercó a ella. Ella retrocedió un paso, con la espalda pegada a la puerta
mientras él se acercaba.
—Necesitas algo —murmuró él, mirándola, con su mirada dorada
clavada en la de ella—. Algo que no es pizza.
Ella asintió.
Él se inclinó un poco más y ella sintió su cálido aliento contra el lóbulo
de su oreja.
—Dime qué necesitas, Kat —habló en un tono tan bajo, suave e íntimo
que ella sintió de inmediato un calor recorriendo su vientre.
—No puedo.
—Oh, sí puedes. Y todo lo que quieras, te lo daré con gusto. Pero tienes
que decir las palabras, para estar absolutamente seguro de que te estoy
complaciendo bien.
—Sólo bromeaba con lo del esclavo sexual —dijo ella, apretando los
muslos.
—Lo sé. Pero yo no lo hacía.
—Faraad...
—Me gusta cómo dices mi nombre. ¿Lo he mencionado alguna vez? —
preguntó él en voz baja. Todavía no la había tocado. Sus cuerpos
estaban separados por un par de centímetros de espacio mientras él se
inclinaba sobre ella. Sus manos descansaban a ambos lados de sus
hombros, y ella ansiaba la sensación de él presionándola con fuerza
contra la puerta.
—No... no lo has mencionado —dijo ella, cerrando los ojos. Maldita sea,
él olía bien. Simplemente limpio y cálido. Sólo a él.
—Debería mencionarlo más —dijo él en voz baja—. Y debería
mencionar que encuentro tus ojos tan hermosos como todo lo que hay
en el cielo nocturno, que el sonido de tu voz hace que todo mi cuerpo
se caliente, como si hubieras pulsado algún tipo de interruptor dentro
de mí. ¿Te gustaría escuchar más?
—Sí... —murmuró ella, cerrando las manos en puños. Estaba tan cerca
de tocarlo, de arrastrar sus manos por su cuerpo, de arrancarle la ropa
para ver si sus fantasías se acercaban a la realidad.
—Paso demasiado tiempo preguntándome a qué saben tus labios —
dijo él en voz baja, manteniendo aún esa pequeña y enloquecedora
distancia entre ellos—. He pensado en qué tipo de cosas me habrías
pedido que hiciera para ti... ¿te gustaría saber cuál es mi fantasía
favorita?
Ella hizo un pequeño movimiento de cabeza, incapaz de hablar.
—Oh, necesito la palabra, Kat —dijo en ese mismo tono suave y
tranquilo—. Necesito estar seguro de que te estoy dando lo que
quieres.
Joder....
—Sí, quiero saberlo —respondió ella.
—Bien. Me encanta fantasear con que me digas que te dé placer con mi
boca, Kat. Y lo hago. Besando, lamiendo y mordisqueando.
Explorándote en todos los sentidos, aprendiendo lo que te produce más
placer.
—Faraad...
—Y fantaseo con ese momento en el que te derrumbarías para mí,
cómo jadearías y quizás gemirías para mí. ¿Y sabes lo que haría, Kat?
—¿Qué? —susurró ella.
—Seguiría. Una y otra vez, hasta que no puedas soportar un solo
orgasmo más y me ordenes que me detenga.
Ella no pudo evitar el pequeño gemido que se le escapó.
—Así que dime qué es lo que necesitas y te lo daré —repitió él.
—Eso —susurró ella.
—¿Qué, exactamente? —preguntó él.
—Quiero tu boca sobre mí. Ahora —consiguió decir ella, y él finalmente
se echó atrás con una sonrisa.
—Como quieras. ¿Aquí, o estarías más cómoda en tu cama?
—En la cama... y quítate la camiseta —añadió ella, con la lujuria
superando el sentido común. Cualquier cosa con tal de deshacerse de
ese dolor, de esa necesidad enloquecedora que él había suscitado en
ella.
—Lo que quieras, lo tendrás.
Se quitó la camiseta azul oscuro que llevaba puesta por encima de la
cabeza y la tiró a un lado con la ropa que ella había desechado antes.
Santa. Mierda.
Era mejor de lo que ella había soñado. Todo músculo largo y delgado,
con algunas marcas en forma de remolino similares a tatuajes a lo largo
de un hombro y un bíceps. Los pantalones le caían sobre las caderas y
su mirada recorrió su estómago y su abdomen.
Decidió que era muy, muy lamible. Volvió a mirar a su cara y lo vio
observándola con la misma mirada intensa que le había dirigido antes.
Empezó a caminar lentamente hacia el dormitorio y se sentó en el borde
de la cama, observándolo mientras él se arrodillaba frente a ella.
—Quizá debamos quitarte la bata. No quiero que nada se interponga —
dijo él, mirándola.
—Eso, o quieres verme desnuda —dijo ella con humor, con un poco de
nerviosismo, y segundos pensamientos arrastrándose en sus lujuriosos
pensamientos.
—Oh, definitivamente sí —aceptó él, asintiendo—. Pero haremos lo
que desees.
Ella asintió, luego desató el cinturón que sujetaba su bata y se la quitó
de los hombros. Oyó una respiración aguda y levantó la vista hacia él
para verlo mirándola con hambre, su mirada recorriendo sus caderas, su
cintura, posándose en sus pequeños y redondos pechos.
—Dime lo que piensas —le dijo suavemente.
—No puedo pensar ahora mismo —respondió él, y ella se rió—. Aparte
de eso, tengo muchas ganas de tocarlas y probarlas.
—Tal vez si te portas bien —dijo ella con un guiño, apretando los
muslos contra la necesidad palpitante entre sus muslos.
—Intentaré ser muy bueno entonces —respondió él.
Ella asintió y se recostó lentamente, y él empujó suavemente sus
piernas para abrirlas, emitiendo un sonido suave y hambriento mientras
la miraba.
—Dime que estás segura, Kat. Que quieres mi boca sobre ti ahora
mismo tanto como yo quiero devorarte.
Joder... nunca había tenido un hombre que la tratara así. Nunca nadie se
había preocupado tanto de que sus necesidades fueran satisfechas, de
que estuviera cómoda. Por increíble que pareciera, eso la hacía sentir
aún más necesitada de él, la tensión de los últimos días era como
chispas que habían sido empujadas a un infierno furioso. Sabía que lo
más sensato sería decirle que parara, mantenerse distante y
profesional.
Es sólo sexo. No es una relación. Está bien, se dijo a sí misma.
—Estoy segura. Quiero que me hagas llegar al orgasmo con tu boca.
Él sonrió y la empujó suavemente hacia atrás en la cama, sus manos
recorriendo lentamente sus hombros, bajando por sus pechos, un breve
momento de contacto que la hizo jadear de necesidad, luego bajando
por sus costados, su cintura, sus caderas. Sus manos eran cálidas y
seguras, y las manos de un hombre en su cintura no deberían haberla
tenido tan cerca de deshacerse.
Él continuó masajeando sus caderas y luego frotando sus muslos,
pasando las yemas de los dedos por el interior de sus muslos mientras
empujaba suavemente sus piernas para abrirlas.
—Tan bonito —murmuró él, y ella cerró los ojos, jadeando ya de
necesidad.
Lo siguiente que sintió fueron unos cálidos labios besando su
montículo, y gimió suavemente. Él la besó más abajo, presionando
contra sus labios con besos suaves y burlones, y cuando sumergió su
lengua más profundamente, ella gritó con fuerza, y sus caderas casi se
salieron de la cama.
—Mírame, Kat. Asegúrate de que lo hago bien —dijo él, y ella levantó la
cabeza, luego se puso sobre los codos mirándolo mientras él lamía su
carne sensible, su lengua larga y ágil saboreando todo el camino desde
su agujero trasero hasta su clítoris, una y otra vez, haciéndola jadear y
temblar mientras él mantenía sus piernas abiertas y seguía
prodigándola de atenciones.
—Faraad... —gimió ella y, en respuesta, él dejó de lamer y empezó a
girar la lengua alrededor del sensible capullo de su clítoris, y ella apenas
pudo reprimir el grito de placer que lanzó.
—Mm. ¿Te ha gustado? —le preguntó con una pequeña sonrisa.
—S-sí...
—¿Debería hacerlo de nuevo? Dime, Kat.
—Acaricia más mi clítoris —suplicó ella.
Entonces no hubo palabras, sólo su ágil lengua rodeando y luego
enroscando ligeramente ese pequeño manojo de nervios. Su boca se
abrió en un grito silencioso mientras lo miraba, su lengua haciendo
cosas absolutamente diabólicas en su clítoris, empujándola hacia el tipo
de orgasmo que ella sabía que la dejaría débil y aturdida. Su lengua azul
continuó enroscándose alrededor de su clítoris por un momento, y
luego se detuvo, mirándola mientras la tomaba entre sus labios y
comenzaba a chupar, dándole golpecitos con la lengua.
Era demasiado.
Ella no podía...
Gritó, recordando después de un momento que debía cerrar la boca
mientras gemía y se lamentaba durante el resto de su orgasmo. La boca
de él no se detuvo, aquella incesante succión y burla no cesó ni una sola
vez mientras ella se deshacía para él. La única respuesta que dio fue un
profundo y satisfecho rugido que hizo vibrar su carne.
Cuando finalmente se detuvo, ella estaba sin aliento y débil, mirándolo
fijamente.
—Creo que necesitas más, ¿no? —preguntó él, lamiéndose los labios.
—¿Cómo qué? —preguntó ella sin aliento.
—Oh. Hm. ¿Permiso para intentar algo? Si no lo disfrutas, dime que me
detenga. No podré preguntar, porque mi boca estará ocupada.
Ella gimió y asintió.
—Necesito las palabras, Kat —dijo él, con sus ojos dorados encendidos,
y ella se dio cuenta en ese momento de que esto lo excitaba tanto como
a ella.
—Permiso concedido —murmuró ella.
Él asintió y bajó la cabeza, y ella sintió su lengua acariciando su entrada,
trazando los bordes de la misma, la intensa sensación, imposiblemente,
haciendo que el calor se enrollara de nuevo en su vientre. Él lo estaba
haciendo, la estaba llevando lentamente a un nuevo orgasmo.
Y entonces él introdujo esa ágil lengua en su interior, y ella ahogó otro
grito de placer al sentir cómo él metía y sacaba la lengua de ella, una y
otra vez, sintiendo cómo su cálida lengua acariciaba sus paredes
internas. Lo observó, y la mirada de él, como si también estuviera a
punto de correrse, no hizo más que aumentar su placer, y pronto volvió
a correrse, gritando su nombre, su cuerpo temblando durante un
orgasmo, y luego otro, mientras él seguía. Después de su tercer
orgasmo, jadeó y sacudió la cabeza.
—No puedo.... Por favor... es demasiado —dijo con voz ronca, y Faraad
obedeció de inmediato, sacando su lengua de las profundidades de ella
y dándole un último y lento lametón antes de volver a sentarse sobre
sus talones y lamerse los labios, con los ojos brillantes mientras la
miraba, y luego entre sus piernas.
—Tan rosa. Y sabroso —murmuró, encontrando su mirada de nuevo—.
Gracias por dejarme hacer eso, Kat.
Ella lo miró fijamente y luego sonrió, la sonrisa convirtiéndose en risitas
mientras se quedaba acostada en la cama.
—¿Me estás dando las gracias? Nunca he tenido tantos orgasmos
fuertes e intensos en mi vida.
Él sonrió, y en algún lugar cercano a su corazón, ella estaba segura de
haber sentido un extraño vuelco.
—Tienes una hermosa sonrisa —dijo él en voz baja, y luego, antes de
que ella pudiera ponerse nerviosa, continuó—. Pero apuesto a que
puedo hacerte sonreír aún más.
—¿Más que eso? Lo dudo.
—Espero que mi pizza esté a la altura de tu versión terrestre.
Ella se sentó y volvió a ponerse la bata, y entonces él la rodeó y juntó los
lazos que sostenían sus manos, anudándolos cómodamente alrededor
de su cintura. Luego se dio la vuelta y salió de su habitación, y ella lo
siguió, con el cuerpo todavía vibrando de felicidad por la magia que él
había logrado con su boca.
Le acercó una silla y ella le dio las gracias con la cabeza y se sentó. Lo
observó, notando con cierta diversión, y más que un poco de deseo,
que la parte delantera de sus pantalones estaba abultada de manera
impresionante.
—Nos ocupamos de mí, pero no de ti —dijo mientras él ponía un plato y
una servilleta frente a ella.
—Esto se trataba de ti. Pediste una cosa muy concreta y te la di, ¿sí? —
preguntó él, su mirada dorada encontrándose con la de ella.
—Sí. Definitivamente.
Asintió con la cabeza.
—Me ocuparé de esto cuando esté solo más tarde, recordando lo bien
que sabes.
Ella se removió en su asiento, muy tentada de devolverle el favor, pero
él se alejó de ella, dirigiéndose a la pequeña zona de la cocina en un
rincón de sus aposentos y volviendo con una copa.
—Hay una especie de vino dulce de aquí que podría ser similar a sus
vinos tintos terrestres, al menos algunos de ellos. ¿Quieres probarlo?
—Lo haré, si tomas un poco conmigo.
Asintió y se fue, volviendo con una segunda copa. Sirvió el vino y dejó la
botella azul oscuro a un lado, luego abrió la bandeja que había traído.
Parecía una pizza. También olía a ella. A Kat se le hizo agua la boca con
el olor, y observó cómo cortaba la pizza, que era básicamente de
tamaño pequeño, por lo que ella recordaba de la Tierra, en seis trozos
iguales. Le puso un trozo en el plato y ella lo miró.
—Quiero que comas conmigo. Es de mala educación que coma sola.
Él esbozó una rápida sonrisa y volvió con otro plato, colocando un trozo
en el mismo para él, luego se sentó y la observó. Ella dio un sorbo al
vino, asintiendo con la cabeza en señal de aprobación, y luego levantó
el trozo de pizza izothian.
La mordió y no pudo evitar el gemido que se le escapó. Era crujiente,
con ajo y queso pegajoso. No era exactamente lo mismo que recordaba,
pero era mejor.
—Santa mierda —murmuró antes de dar otro bocado.
—Las terrícolas usan esa frase para casi todo —dijo él, tomando él
mismo un bocado y masticando lentamente.
—Es una frase útil. En este caso, es un gran cumplido.
—Ahora me siento ofendido por no haberme ganado un 'santa mierda'
antes —dijo él, y ella le sonrió, luego se rió.
—Sólo porque me quedé sin palabras en ese momento. Eso fue
definitivamente digno de un santa mierda.
—Oh, bien. Estaba pensando que, si no, tendría que esforzarme más si
quieres que vuelva a hacerlo.
Ella tomó otro bocado, luego lo observó.
Maldita sea, era hermoso. Y todavía estaba sin camiseta. La había
devorado mejor y con más entusiasmo que nadie en su vida, había
cocinado para ella, algo que nunca pensó que volvería a probar, y
además era realmente divertido.
Por supuesto que podrían haber sido los múltiples orgasmos y la pizza
los que hablaran...
—No sé si podremos volver a hacerlo —dijo ella.
Él asintió, casi como si lo hubiera esperado.
—¿Puedes decirme por qué?
—Bueno —Tomó otra porción de la pizza—. Acepté ir a trabajar
contigo si podías hacer una pizza decente. Lo has conseguido. Así que
ahora tengo que aceptar el trabajo. Serás más o menos mi jefe, ¿no?
Negó con la cabeza.
—Todos estamos en igualdad de condiciones. Serás nuestra ayudante,
pero eso no convierte a ninguno de nosotros en tu jefe.
—No es así como suele funcionar.
—Así es como funciona con nosotros.
Tomó un bocado y masticó mientras pensaba.
—Bueno, de cualquier manera, podría ser incómodo si estoy mirando
lujuriosamente tu boca todo el día mientras trabajamos juntos.
—Ya has sentido lo que puede hacer mi boca. Si lo hice lo
suficientemente bien, ya estarás mirando mi boca con lujuria de todos
modos.
—Seguro de ti mismo, ¿no?
—Sólo soy realista. Sé que si la situación hubiera sido al revés, y hubiera
sido tu boca la que estuviera sobre mí, estaría pensando en eso cada
vez que te viera después.
Ella tragó su bocado de pizza, sintiendo que sus mejillas se calentaban.
—¿Estás diciendo que quieres volver a hacerlo?
—Si tú quieres, quiero hacer eso y mucho más.
—Creo que sería una mala idea encariñarse —dijo rápidamente.
Él se sentó en su silla y la estudió.
—Ah. Eres de ese tipo.
—¿Qué tipo?
—El tipo que quiere el sexo sin todos esos sentimientos complicados.
Mi hermano es igual.
Ella lo miró fijamente.
—No soy nada como Balor —Había oído hablar del hombre-puta
izothian en boca de más de una mujer que había conocido en el recinto.
—Quiere todo el sexo que pueda conseguir, de todas las mujeres que
pueda conseguir. Si eso lo hace feliz, supongo que no hay nada malo en
ello, pero yo no soy así. Eres el primer hombre que me ha tocado en
años —dijo ella, mirándolo fijamente.
Él tuvo la decencia de parecer arrepentido.
—Te pido disculpas. Tienes razón. No eres como Balor.
—Jodidamente cierto —Tomó otro bocado de pizza y volvió a mirarlo—
. Es mejor para la gente cuando mantengo distancias.
Él llevó su plato y su copa al fregadero y empezó a lavarlos.
—¿Cómo es eso?
—La gente cercana a mí tiende a salir herida.
Asintió con la cabeza, como si no le sorprendiera, con la espalda
desnuda mirando hacia ella mientras lavaba la copa.
—Ya veo. ¿Y tú les has hecho daño?
—No, pero...
—Así que no fuiste la causa directa de que fueran heridos.
—Ocurre demasiado a menudo como para ser una simple coincidencia.
Al oír eso, giró la cabeza y la miró.
—Así que crees que tu mera presencia en la vida de alguien es suficiente
para causarles daño.
No lo decía con sarcasmo. Simplemente, sin rodeos, poniendo en
palabras los temores que ella había tenido durante la mayor parte de su
vida. Y al escucharlo así, sí, claro, sonaba ridículo.
—Sé que suena estúpido.
Cerró el grifo y volvió a la mesa, sentándose frente a ella.
—Si se siente real, y te parece tan fuerte como para asustarte, no es
estúpido —dijo, mirándola a los ojos por un momento— ¿Puedes
hablarme de ellos?
—¿Quiénes?
—Los que perdiste.
Ella negó con la cabeza, con el estómago revuelto.
—Realmente preferiría no hacerlo.
Él asintió.
—Lo comprendo. Pero si alguna vez te apetece abrirte a mí, estaré
encantado de escucharte.
Lo más loco era que, por un momento, ella quería contarle todo.
Lo miró, y él le devolvió la mirada, sin rehuirla, sin darle esa sensación
que tenía de tanta gente de que mirarse a los ojos era demasiado
íntimo, excesivo.
Permanecieron sentados así durante un rato, antes de que ella
finalmente respirara con dificultad y apartara la mirada.
—Entonces, ¿a quién le informo de que voy a aceptar este trabajo? ¿A
Rassan?
Él asintió.
—Sí, y luego él informará a tu antiguo departamento. Es probable que
empieces la semana que viene con nosotros.
—¿Tan pronto?
Le mostró esa sonrisa rápida y torcida.
—Hacía tiempo que queríamos que te unieras a nosotros. Todos los
implicados sabíamos que si alguna vez decidías aceptar el trabajo,
querríamos que fuera rápido.
Kat asintió, luego se levantó y llevó su bandeja al fregadero, lavándola
para que él pudiera llevársela a casa.
¿Y por qué se sentía tonta y malhumorada por su marcha?
Estúpido alienígena sexy.
Ella terminó de lavar la bandeja, colocándola en la rejilla de secado, y él
la agarró y la secó. Luego hizo lo mismo con la tapa. Él las juntó, y luego
apoyó la cadera en la encimera.
—¿No tienes más platos que lavar o algo así? —preguntó él, cruzando
los brazos sobre su pecho desnudo.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque si hay más cosas que hacer, no tengo que sentir que debo
irme.
Buscaba una excusa para quedarse.
Y ella quería que lo hiciera.
—Se está haciendo tarde —dijo ella, levantando la vista hacia él antes
de volver a apartar la mirada—. Los dos tenemos que madrugar
mañana.
Hubo un momento de silencio y luego ella lo oyó suspirar.
—Tienes razón —aceptó—. Me he quedado mucho más tiempo del que
esperaba.
Ella vio cómo él se dirigía al dormitorio y levantaba su camiseta del suelo
y se la volvía a poner. Volvió a salir y tomó la bolsa que había traído,
luego la bandeja cubierta antes de mirarla de nuevo.
—Me lo he pasado bien esta noche, Kat —dijo en voz baja, y el corazón
de ella volvió a dar ese extraño vuelco.
—Yo también.
—Y que conste que el riesgo merece la pena —dijo él mientras se dirigía
a la puerta. Ella lo siguió, observando su espalda delgada y musculosa
mientras se movía.
—¿Sobre qué? —preguntó ella, frunciendo el ceño.
Se giró al llegar a la puerta.
—Estar cerca de ti. Me arriesgaría cualquier día, aunque estés
convencida de que sería mi fin.
Ella asintió escuetamente con la cabeza y él salió, haciéndole un
pequeño gesto con la mano al marcharse.
Y esa era exactamente la razón por la que él no podía estar en su vida.
Capítulo 6

Faraad se paseó por la planta del departamento de Logística. La sala no


era demasiado grande, pero en sus tres lados había estaciones de
trabajo con la última tecnología izothian, programas y bases de datos
que utilizaban para la vigilancia y el espionaje y, en ocasiones, para
lanzar ataques con misiles contra objetivos Sa'tar.
En el centro, con su brillante suelo de obsidiana y sus frías paredes
metálicas, había una gran mesa de tácticas, que en ese momento
mostraba una descripción holográfica de una próxima misión que
estaban planeando contra una nave Sa'tar que había entrado en el
espacio aéreo de Izoth.
Él planificaba obsesivamente cada misión. Pero aún más en ésta. Balor
estaría en el equipo de ataque inicial para esta misión.
Tenía que estar absolutamente seguro de que nada saldría mal.
Volvió a repasar el escenario, ajustando los intervalos, jugando con los
tiempos.
Además de permitirle asegurarse de que la misión de su hermano se
desarrollara lo mejor posible, la planificación lo ayudaba a dejar de
pensar en Kat, al menos por un rato.
Su olor. El sonido de sus gemidos. Su sabor.
Su sabor. No podía dejar de pensar en eso. La cosa más dulce en la que
había puesto su lengua, sin duda.
Y esos momentos posteriores, sentados juntos, comiendo pizza,
hablando. En su opinión, había sido tan bueno como el sexo.
Y después, cuando vio el momento exacto en que ella se alejó de él.
Qué estupidez.
Ese comentario sobre que el riesgo merecía la pena. Tenía la intención
de tranquilizarla y, en cambio, la hizo alejarse de él. El poco éxito que
había tenido en conseguir que ella se abriera a él desapareció, en un
instante.
No la había visto en todo el fin de semana. Esperaba escuchar que ella
se había retractado de su acuerdo de trabajar con Logística, pero hasta
ahora no había habido ninguna noticia.
Sacudió la cabeza, intentando, de nuevo, sacarla de su mente. Volvió a
mirar la pantalla holográfica, apretándose el puente de la nariz.
—Mueva todas las naves del flanco izquierdo tres grados al oeste —
dijo—. Que corran.
Observó atentamente cómo se desarrollaba el escenario.
Mejor. Pero no perfecto.
Tenía que ser perfecto. Sobre todo si su hermano iba a estar ahí fuera.
Todavía lo estaba mirando un rato después cuando las puertas se
abrieron y el resto del equipo de Logística entró junto con él. Había
llegado varias horas antes, como siempre.
—Y, por supuesto, Faraad está aquí —dijo Maar, riendo con ese
profundo y fuerte estruendo suyo. Faraad levantó la vista para ver que
estaba hablando con Kat.
Y ella lo miraba directamente. No de la manera incómoda, tal vez
avergonzada, que podría esperar de alguien a quien había probado tan
íntimamente, sino de una manera segura y sexy que lo hacía calentarse
bajo el cuello. Ni siquiera se sospecharía que habían hecho algo juntos,
pero había una calidez, un brillo en su mirada que él sabía que no estaba
imaginando.
A pesar de sus reservas para acercársele, no estaba rehuyendo de él. Él
consideraba que eso era una victoria en ese momento.
—Me alegro de verte, Kat —dijo a modo de saludo.
—A ti también, Faraad.
—Maar, no te importa hacer que Kat se familiarice con su puesto de
trabajo y los procedimientos generales, ¿verdad?
—En absoluto. Todos sabemos cómo eres antes de una misión —dijo,
señalando a Kat hacia su lugar de trabajo—. Perfeccionista. Se
obsesiona con cada detalle —Pudo escuchar que Maar le decía a Kat—.
Por eso es tan bueno en este trabajo.
Faraad se permitió una pequeña sonrisa. Maar era un poco mayor que el
resto, y a pesar de su enorme tamaño (incluso entre los izothians, era
enorme) y su voz profunda y atronadora, era el ser más amable y cálido
que Faraad había conocido. Un gigante amable que había acogido a
Faraad bajo su ala cuando éste había pasado del servicio de combate al
de Logística.
Faraad volvió a centrar su atención en la simulación, ajustando un par
de parámetros antes de volver a ejecutarla.
Tenía que hacer esto bien.

***

Mientras Kat leía los procedimientos y sus responsabilidades laborales


después de que Maar la acomodara en su puesto de trabajo, no dejaba
de echar miradas furtivas en dirección a Faraad.
Ningún hombre tenía derecho a verse tan bien.
Su pelo oscuro estaba despeinado porque no dejaba de pasarse los
dedos por él mientras pensaba. Se paseaba y sus movimientos le
recordaban a los de un gran gato de la selva, de los que había visto en
los vídeos de su país. Su boca tenía una línea firme y dura, que sólo se
rompía cuando hablaba para ajustar el simulador con el que estaba
jugando.
Y no podía dejar de pensar en lo bien que se había sentido esa boca en
ella.
Apartó la mirada cuando Maar se acercó a ella.
—¿Lista para el gran tour? —le preguntó con una cálida sonrisa.
—Por supuesto. Y gracias de nuevo por mostrarme el lugar —dijo
mientras se ponía de pie, mirando a Faraad una vez más, sus miradas
encontrándose por un instante antes de que Maar la guiara fuera de la
sala de trabajo principal.
—¿Siempre es así? —le preguntó a Maar cuando se alejaron del oído,
señalando a Faraad.
Maar sonrió.
—Como he dicho. Se obsesiona con cada detalle. Pero esto es incluso
un poco más. Su hermano está en el equipo de ataque para esta misión
y eso siempre lo hace un poco más obsesivo.
—Supongo que tiene sentido.
Maar asintió.
—Faraad fue soldado durante mucho tiempo. Se unió a Logística
después de que sus padres murieran en combate, debido en gran parte
a lo que él cree que fue una planificación inadecuada.
—¿Estás de acuerdo?
Maar hizo una pausa, y luego asintió.
—Era nuevo en ese equipo, y mirando hacia atrás, sí, había cosas que
deberían haberse hecho mucho mejor. Después de lidiar con su dolor,
se quedó a cargo de sus dos hermanos menores. Y se cambió a Logística
para intentar que el menor número posible de familias se enfrentara a la
misma angustia que la suya.
Kat volvió a mirar hacia atrás, aunque Faraad ya no estaba en su línea de
visión.
—¿Y es mejor?
Maar asintió, metiendo sus manos como jamones en los bolsillos
mientras caminaban.
—Las muertes relacionadas con el combate se han reducido en más de
un 60% desde que Faraad está en Logística. Aquí todos estamos en
igualdad de condiciones, incluido el ayudante, quiero añadir, pero todos
tendemos a buscar el liderazgo en él. Lo cual no es lo que uno podría
esperar, ya que es siglos más joven que la mayoría de nosotros. Pero
tiene formas de ver las cosas, de explorar todos los resultados posibles,
de agotar las posibilidades... todos trabajamos mucho más para tratar
de estar a su altura, y nuestro pueblo en su conjunto está más seguro
por ello.
Kat asintió, pensando en Faraad mientras Maar le mostraba el lugar. El
hombre estaba claramente dedicado a su trabajo, era responsable de su
familia y un buen amigo de Rassan. Y, sin embargo, se había tomado el
tiempo no sólo de hacerle una pizza, sino de averiguar cómo hacer un
plato alienígena con elementos de su propio mundo. Se la había llevado,
la había alimentado, la había llevado a un orgasmo tras otro. Le hablaba
de esa forma tan tranquila y relajante, que en otro tiempo ella había
considerado irritante.
Y ahora no podía mirarlo de otra forma que no fuera con admiración.
Por eso no podía arriesgarse a que saliera herido por acercarse a ella. Sí,
ella sabía que era estúpido e ilógico. Pero hasta ahora, a cada persona
que había amado, a cada persona que había dejado entrar, aparte de
Harper, la había perdido.
Sus padres, asesinados por los Oligarcas mientras se aseguraban de que
ella corriera por seguridad.
Su primer novio, disparado por las fuerzas de la paz cuando buscaban
comida en los contenedores.
Su amigo Sam, al tropezar con una mina terrestre cuando iban de paseo
por el desierto.
La familia que la había acogido tras la muerte de sus padres, asaltada y
asesinada en un caso de confusión de identidad.
Incluso su tripulación, que acabó en medio de aquella batalla espacial
entre los izothians y los Sa'tar. Habrían muerto de no ser porque el
equipo de Rassan los rescató.
Había coincidencias, y había patrones. Definitivamente había un patrón
en las pérdidas de su vida, y ella era parte de cada una de ellas.
Ella no vería que algo malo le sucediera a Faraad por su culpa.
Él era demasiado bueno. Demasiado necesario.
Demasiado increíble. Sí, de acuerdo. Increíble.
Intentó concentrarse mientras Maar le mostraba el lugar, y luego le
presentó a los otros cuatro miembros del equipo de Logística. Kuura era
una mujer izothian alta, casi blanca como la leche, con ojos plateados,
que asintió amablemente a Kat cuando la presentaron.
—Esa no habla mucho, pero es un genio de la tecnología
armamentística —dijo Maar cuando se fueron, y Kat asintió. En la sala
de al lado, dos hombres izothians miraban unas imágenes del terreno
bastante detalladas en una gran pantalla—. Estos son Danaar y Zelen.
Su especialidad es recopilar información sobre los distintos lugares,
tanto estratégicos como civiles, desde los que los Sa'tar lanzan sus
ataques. Ningún detalle es demasiado pequeño. Los Sa'tar mueven
mucho sus operaciones, ya que infestan nuevos mundos, así que es una
prueba constante estar al tanto de dónde están y qué pueden estar
haciendo.
Los dos varones de Izoth la saludaron con la cabeza.
—Bienvenida a bordo —le dijo el más grande de los dos, de piel púrpura
oscura y un mechón de pelo blanco intenso. Kat le dio las gracias y miró
al otro macho, Danaar. Tenía la piel gris oscura y el pelo negro
azabache, y los ojos dorados, como los de Faraad. Le devolvió la mirada.
—Danaar no habla —explicó Maar. En ese momento, su comunicador
sonó y ella lo miró.
—Hola. Encantado de conocerte, y feliz de tener por fin a alguien que
nos ayude.
El mensaje iba seguido del nombre Danaar. Le sonrió.
—Me alegro de estar aquí —dijo, y se dio cuenta de que, extrañamente,
lo decía en serio. Había oído hablar de la tecnología que podía hacer
eso, transferir los pensamientos de alguien a un texto, pero nunca lo
había experimentado.
—Nos vemos más tarde —dijo Maar, y ambos saludaron con la mano
mientras la guiaba fuera de la habitación—. Falta uno más. Xen es
nuestro ermitaño residente, me temo —dijo mientras la guiaba por los
pasillos y hacia una puerta cerrada al final de los mismos—. Es un
ermitaño y no es la persona más cálida, pero es un genio. La mayor
parte de nuestra mejor tecnología fue inventada y desarrollada por él.
Así que hace lo que quiere, y cuando nos dice que debemos empezar a
construir o utilizar uno de sus nuevos inventos, lo hacemos, porque es
el mejor —dijo Maar, y luego llamó a la puerta.
—Vete —murmuró una voz grave y ronca desde detrás de la puerta.
—Necesito que conozcas a alguien —persuadió Maar.
—Ahora no.
—Podemos seguir, no hay problema, de verdad —dijo Kat. Maar negó
con la cabeza.
—No, tiene que abrir la puerta y conocer a nuestro nuevo asistente, del
que se ha estado quejando por no tener todo este tiempo.
Hubo un momento de silencio, y luego la puerta se abrió. No sabía por
qué esperaba a un Izoth encorvado y antiguo, incluso para los
estándares izothians. En cambio, el alienígena que la miraba era alto,
ancho y con barba, vestido con ropa informal. Parecía tener la misma
edad que los demás. Sólo que era más grande y gruñón de lo que solía
ser Rassan.
—Xen —dijo, mirando a Kat—. Y tú eres Kat, y ya era hora de que te
unieras a nosotros.
Kat lo miró, levantando una ceja.
—¿En serio?
—Así es. He oído hablar lo suficiente de lo inteligente que eres por
parte de todo el mundo, así que estaba deseando tener a alguien por
aquí que no se quejara de ayudarme, y entonces... no había asistente.
Kat no pudo evitar sonreír.
—Lo siento. Ya estoy aquí.
—Bien. Me alegro de oírlo. Ahora, ¿podrían salir de aquí para que pueda
pensar? —preguntó, echándolos fuera y cerrando la puerta tras ellos.
—Es interesante —dijo Kat, sonriendo a Maar.
—Esa es una palabra para definirlo, sí.
Kat se rió mientras volvían a la sala de trabajo principal, dando pasos
rápidos para alcanzar el paso largo de Maar.
Cuando llegaron a la sala principal, Faraad seguía ejecutando
simulaciones, así que Maar la puso a trabajar en algunas tareas en las
que el equipo necesitaba ayuda, y Kat se sintió mareada al ver que se
trataba de una serie de cosas, desde la investigación hasta la ejecución
de diagnósticos en algunos de los sistemas, pasando por la revisión de
las solicitudes para el ejército y la eliminación de aquellos que no
encajarían bien, basándose en una lista de criterios que le dieron. Se le
estaban confiando decisiones vitales.
Confiaban en ella.
Para una rata de la calle, que había estado en la cárcel más veces de las
que le gustaría admitir antes de aprender a hacerlo mejor, era suficiente
para dejarla sin aliento.
No iba a estropear esto. Había sido muy buena en su trabajo de
mantenimiento, y pondría la misma atención en este trabajo. Incluso
más.
Trabajó durante todo el día y, cuando por fin abandonó su mesa, la
mayor parte del resto del equipo ya se había marchado. Archivó todo lo
que tenía que archivar y se dirigió a la salida del departamento de
Logística.
Faraad seguía allí, repasando escenarios. Llevaba el pelo revuelto y tenía
un aspecto desaliñado.
Cansado.
—Tienes que haber repasado todos los escenarios posibles —le dijo
suavemente, y Faraad la miró.
—Siempre hay variables. Cosas que pueden salir mal, cosas que no
estoy viendo...
—La misión es dentro de unas horas. Tienes que dejar de juguetear con
esto para que el equipo de ataque pueda analizarlo todo.
Él suspiró.
—Lo sé —Volvió a mirar el holograma—. Es que siempre temo que se
me escape algo.
—Lo sé. Pero creo que todos estarán de acuerdo en que has hecho tu
trabajo en esto. Has analizado todas las posibilidades y has reducido la
planificación a la más pensada y libre de errores. Después de esto, todo
se reduce al talento de nuestros combatientes y a las decisiones que
tomen en una fracción de segundo. ¿No es así?
Asintió, mirándola.
—Sólo quiero estar seguro.
—Lo has hecho todo. Vamos.
—¿Dónde?
—A algún lugar para comer. Has estado en eso todo el día y apuesto a
que estás hambriento.
—No puedo comer.
Ella puso las manos en las caderas.
—Bien. ¿Puedes verme comer, entonces?
Una sonrisa lenta se extendió por sus labios, haciendo que sus mejillas
se calentaran.
—Cuando quieras, Kat.
—Bien. Entonces ven conmigo. No tengo más pizza, pero tengo algo de
fruta y otras cosas que podemos comer. Y un poco del vino de anoche.
—¿Me estás invitando a casa contigo? —preguntó, levantando una ceja
inquisitivamente hacia ella.
—Sí. No lo analicemos —dijo ella, dirigiéndose a la puerta. Él se rió,
enviando su último plan al equipo de asalto, y luego la siguió fuera.
Atravesaron el edificio y salieron al exterior. Las lunas gemelas brillaban
en lo alto y todo estaba bañado por su luz púrpura plateada. Ella lo miró
mientras caminaban, preguntándose una y otra vez qué estaba
haciendo exactamente. ¿Había perdido la cabeza? ¿Quería condenarlo a
la muerte?
Sí, sabía que era una tontería. Pero aun así se sentía como un riesgo.
Capítulo 7

A Faraad se le hizo un nudo en el estómago. Esto era lo último que


esperaba esta noche, pero no era tan estúpido como para dejar pasar
esta oportunidad de pasar tiempo con Kat.
Caminaron en un silencio agradable, aunque había un claro trasfondo de
tensión, y se preguntó si ella estaría tan nerviosa como lo estaba él.
Sólo te está invitando a subir para comer. Cálmate, se dijo a sí mismo.
No es que le sirviera de nada para los nervios. La sola idea de pasar
tiempo con Kat era suficiente para volverlo loco.
Llegaron al edificio de la residencia y tomaron el ascensor hasta el piso
de Kat. Antes de que se diera cuenta, estaban en sus habitaciones, y ya
estaba rodeado de recuerdos. Comiendo y hablando con ella en la mesa,
lavando los platos con ella en el fregadero.
Devorándola como un macho hambriento en el dormitorio.
Se sacudió cuando ella empezó a buscar algo de comer en la pequeña
cocina.
—Tengo que ver cómo están mis hermanos —dijo él, y ella asintió. Sacó
su comunicador del bolsillo y pulsó el contacto para casa. Balor
contestó enseguida.
—Llegaré a casa un poco más tarde de lo previsto.
—¿Sigues trabajando? —preguntó Balor, y Faraad supo que estaba a
punto de escuchar un discurso sobre cómo trabajaba demasiado.
—No, saldré a cenar. ¿Has mirado los planos del ataque? —preguntó.
Levantó la vista y vio a Kat preparando fruta, pan y otras cosas en una
bandeja. El vino que había comprado estaba sobre la encimera.
—Sí, matrona, los he mirado —dijo Balor.
—Míralos de nuevo —dijo.
—Lo haré. Relájate. Todo irá bien.
—Tiene que hacerlo.
—Soy un piloto con mucho talento. ¿Qué podría salir mal? —preguntó
Balor con una sonrisa de satisfacción.
—Tu arrogancia podría hacer que las cosas salieran mal —respondió
Faraad, muy consciente de que estaba gruñendo. Sus hermanos tenían
una manera de hacer que eso sucediera. Levantó la vista para ver a Kat
asintiendo, y supuso que estaba de acuerdo con él. Al menos, eso
esperaba.
—Lo sé. Tendré cuidado y me concentraré. Relájate.
—Asegúrate de que nuestro hermano pequeño estudie. Y que se
acueste a una hora decente.
—¿Planeas quedarte hasta tarde, verdad? —preguntó Balor, levantando
las cejas de forma ridícula. Oyó a Kat reírse y le lanzó una última mirada
a Balor antes de terminar la comunicación.
—Es... —negó con la cabeza.
—Te vuelve loco, ¿eh? —preguntó ella, sonriendo mientras dejaba el
plato de comida sobre la mesa. Abrió la botella de vino y sirvió un poco
en copas para ellos, luego las llevó a la mesa.
—Sí, y no en el buen sentido —respondió mientras se sentaba.
—¿Hay una buena manera de volver loco a alguien? —preguntó ella.
—Tú me vuelves loco en el buen sentido —respondió él, y luego podría
haberse dado una patada. Ella se rió y se sentó, sonriéndole.
—¿Lo hago? —preguntó ella, tomando un sorbo de su vino.
—Creo que ya sabes la respuesta a eso, Kat.
—Oh, ¿cómo?
—Podría volver a meterme entre tus muslos y mostrarte lo loco que me
pones.
¿Y por qué cosas como ésa salían de su boca cerca de ella?
Ella se congeló, su mirada oscureciéndose. Y en el instante siguiente él
la seguía hasta su dormitorio, quitándole los pantalones, pero en lugar
de arrodillarse para ella, se acostó en su cama y la levantó, ganándose
un pequeño chillido de sorpresa, y luego un gemido, cuando la puso a
horcajadas sobre su cara.
—¿Estás seguro? —preguntó ella. Él respondió lamiéndola lenta y
firmemente, y entonces ella no pareció interesada en seguir hablando.
***

Este hombre.
Alienígena.
Lo que sea.
Acostado bajo ella, con su larga lengua en lo más profundo de su
cuerpo, acariciando sus paredes internas con el mismo tipo de
concentración que había puesto en esas simulaciones en el trabajo,
probando cosas diferentes, midiendo sus reacciones, ajustándose.
Haciendo que ella prácticamente sollozara de placer, sus caderas
moviéndose lentamente sobre su boca mientras él la complacía.
Temiendo hacerlo sentir incómodo, temiendo que fuera demasiado.
Pero cada vez que ella empezaba a apartarse, que intentaba asegurarse
de que él podía respirar bajo ella, unos poderosos brazos le rodeaban
los muslos y la mantenían en el lugar para que él pudiera devorarla más.
Perdió la cuenta de cuántos orgasmos fue capaz de arrancarle a su
cuerpo. Lo único que sabía era que se sentía acalorada y que una fina
capa de sudor cubría su piel. Le temblaban los muslos y parecía haber
perdido la capacidad de formar pensamientos coherentes mientras él
simplemente... seguía... devorándola.
Sacudió la cabeza, gimiendo, mientras otro orgasmo llegaba a su cima,
estrellándose como un gigantesco maremoto mientras su orgasmo
rugía a través de su cuerpo exhausto.
—Por favor. No puedo... mi cuerpo está entumecido —jadeó ella, y él le
dio un lametón más, luego la apartó suavemente de su cara y la
acomodó en la cama a su lado.
Luego se levantó y salió, volviendo con el plato de fruta y el vino,
colocándolo en la cama entre ellos.
Ella miró la forma en que sus pantalones se abultaban en la parte
delantera.
—Yo...
—Por mucho que quiera que alivies esto, quiero aún más que te relajes
—dijo él, cortando sus palabras con una sonrisa—. Mi mano en la ducha
funcionará bien hasta que te sientas segura de mí.
Ella lo miró fijamente y, después de un momento, él le acercó un bocado
de fruta a los labios y ella lo tomó, masticando pensativamente.
—¿Quién dice que no estoy segura de ti?
Él sonrió.
—Me doy cuenta. Sigues teniendo miedo, medio convencida de que en
cuanto me dejes entrar, algo malo va a pasar.
Ella tomó otra pieza de fruta.
—¿Así que yo tengo orgasmos sin fin y tú sólo estás... bien con tu mano?
Él se encogió de hombros.
—No voy a mentir. Preferiría hundirme en tu interior y escuchar esos
mismos sonidos que haces cuando tengo mi lengua entre tus hermosos
muslos. Pero sólo lo quiero si puedes relajarte y disfrutar de ello.
Estaba tan tentada, tan dispuesta a dar el salto, tan jodidamente
aterrada de que él saliera herido si lo hacía. Él debió ver algo en su cara,
porque sonrió y negó con la cabeza.
—No iré a ninguna parte, y no tienes que apresurarte —dijo en voz baja.
—Eres magnífico. Inteligente, dulce y sexy. Podrías encontrar a alguien
que te tomara ahora mismo, sin ningún problema —dijo ella,
observándolo.
Él tomó otra baya pequeña y se la llevó a los labios. Ella abrió la boca y
él la colocó lentamente en su lengua.
—Podría hacerlo. Ya me he divertido con hembras en el pasado, y fue
agradable. Pero con el tiempo se vuelve aburrido, y me he vuelto
exigente con los años. Parece que me he fijado en esta hermosa,
inteligente y fuerte terrícola, y nadie más puede estar a su altura, de
ninguna manera.
Sentía que apenas podía respirar al escuchar sus palabras.
—¿Y si... si ella no puede arriesgarse? —preguntó suavemente.
Él la miró a los ojos, sus hermosos ojos dorados brillando en el oscuro y
acogedor dormitorio.
—Entonces prefiero tenerla como amiga que como amante o
compañera involuntaria —dijo suavemente.
Ella sonrió un poco y luego negó con la cabeza. Era hora de cambiar de
tema, o se olvidaría de por qué se estaba resistiendo a esto.
—La misión será pronto, ¿no? —preguntó ella.
Él miró la hora en la pequeña pantalla cerca de su cama y asintió.
—No falta mucho. Seguramente me iré... Suelo ver las misiones desde la
sala de control mientras suceden. Y ésta...
Asintió con la cabeza.
—Estará bien —dijo suavemente, poniendo su mano sobre la de él. Él
giró su mano y apretó suavemente, empequeñeciendo su pequeña
mano morena dorada en la suya grande y azul.
—Gracias. Eso espero. No puedo perder a otro. Odio perder a alguien,
pero...
—Maar me contó. Sobre cómo empezaste en Logística, y por qué —
dijo—. Siento tu pérdida, Faraad. Perder a los padres... —sacudió la
cabeza.
Él la miró.
—¿Perdiste a los tuyos?
Ella asintió.
—Una historia para otro día.
Él asintió, y ella se inclinó hacia delante, besando su mejilla.
—¿Quieres que lo vea contigo? —preguntó ella.
Él sonrió y negó con la cabeza.
—Estás cansada y no seré muy buena compañía, no hasta que Balor
vuelva a estar en el mundo —Le dio un nuevo y suave apretón de
manos— ¿Te importa si uso tu lavabo para asearme?
—Por supuesto que no.
Él asintió con un gesto de agradecimiento y se levantó, soltando
lentamente la mano de ella mientras se alejaba. Ella lo vio entrar en el
pequeño lavabo y la puerta se cerró tras él.
Ella miró al techo. Su cuerpo seguía palpitando por el placer que él le
había dado, con la mitad inferior desnuda, aunque la superior seguía
completamente vestida. Cerró los ojos por un momento, y se dio cuenta
de que se había quedado dormida, ya que lo siguiente que sintió fue
que él le tapaba el cuerpo con las mantas. Levantó la vista y él se inclinó
y le dio un suave beso en la frente.
—Te veré pronto, Kat —dijo en voz baja—. Descansa bien.
Ella asintió, empezando a sentir que el sueño la arrastraba.
—Todo estará bien —murmuró ella, desmayándose antes de escuchar
si él respondía o no.
Capítulo 8

Las palabras de Kat seguían resonando en la mente de Faraad mientras


se encontraba frente a las grandes pantallas holográficas de la sala de
control. El equipo de ataque acababa de despegar, y ahora sólo
esperaban el primer contacto con la base enemiga.
Se suponía que era una misión bastante sencilla: destruir la base que
estaban construyendo antes de que los Sa'tar pudieran establecer un
punto de apoyo suficiente para causar problemas o lanzar ataques.
Estaba demasiado cerca del mundo natal de los izothians. Cada vez eran
más descarados en sus ataques y en sus planes. Eso no podía ser
tolerado. La seguridad de su pueblo estaba en juego, y ya quedaban
muy pocos.
Miró a los demás en la sala de control. Rassan estaba allí, al igual que
Maar y Xen de su propio equipo. Aavi, su sanadora más dotada, además
de la líder de su pueblo, también estaba allí, vestida con su habitual
túnica gris claro, con sus pálidos rasgos tensos mientras observaba la
holopantalla.
Los últimos milenios no habían sido fáciles para su líder. Había visto
cómo su pueblo pacífico, artístico e intelectual era atacado por un
enemigo que ni siquiera sabía que existía hasta que fue casi demasiado
tarde. Ella había cambiado de rumbo y había orientado sus brillantes
mentes hacia la guerra y la defensa. Más de la mitad de su pueblo había
muerto en los ataques de los Sa'tar antes de que fueran lo
suficientemente fuertes como para empezar a defenderse. Otra mitad
de los que quedaron murieron en enfrentamientos mientras
perfeccionaban sus habilidades y su tecnología.
Los pocos que quedaban vivían en asentamientos como éste, bajo
cúpulas protectoras que podían resistir cualquier explosión que los
Sa'tar pudieran lanzarles. Al menos, hasta ahora. Todos sabían que los
Sa'tar estaban desarrollando cosas, tratando de luchar contra sus
enemigos tecnológicamente superiores. Hasta ahora, desde esos
primeros cientos de años, los Sa'tar habían lanzado su número mucho
mayor contra los izothians, teniendo ocasionalmente suerte cuando
eran capaces de abrumar a una fuerza.
Mantener a los que quedaban a salvo era de suma importancia. Tratar
de averiguar cómo reconstruir su sociedad, cómo ver florecer de nuevo
a los izothians, era otra. Había sido una sorpresa emocionante para
todos cuando se enteraron de que Rassan había logrado fecundar a su
compañera terrícola, y que el bebé estaba prosperando en el vientre de
su madre.
Pero cinco hembras terrícolas no podían ser la respuesta a sus
problemas. No todas querrían ser madres, ni siquiera querrían
relacionarse con machos izothians, probablemente. Tenían que librarse
de la amenaza sa'tariana para poder seguir adelante y prosperar.
—El objetivo está en nuestra mira —dijo la voz de Balor por los
altavoces de la sala de control. Faraad respiró profundamente, cerró los
ojos por un momento y los volvió a abrir.
—No hay señales de naves enemigas —continuó Balor—. El ataque
comenzará en dos clics, trece.
Faraad asintió. Todo iba por buen camino. El tiempo era importante.
Había un breve parpadeo, cada veintidós amaneceres más o menos, en
el que había un punto ciego en la vigilancia defensiva sa'tariana, gracias
a la ubicación de una de las lunas de Izoth. Lo aprovechaban mientras
tenían la oportunidad.
—Ataque para comenzar en un clic —dijo Balor—. Estamos... ¿qué ha
sido eso? —interrumpió, y todos los presentes en la sala de control se
tensaron, buscando en la holoalimentación lo que podría haber visto.
—¿Balor? —preguntó otro de los pilotos, tan confundido como el resto.
—¿Sentiste eso? —preguntó Balor. Y en el momento siguiente su
alimentación directa se silenció, y las voces procedentes de los otros
cuatro pilotos eran una cacofonía de confusión.
—El líder de ataque parece estar muerto en el aire, señores —dijo el
segundo al mando— ¿Asesoramiento?
Aavi y Maar se miraron entre sí, y luego a Faraad.
—Fuerza Dos, continúa. Necesitamos que ese objetivo desaparezca,
ahora. Equipo de recuperación, muévanse. Tráiganlo de regreso —dijo
Aavi.
Faraad miró la pantalla, intentando que la nave de su hermano diera
alguna señal de vida. Todos sus sistemas no funcionaban.
Comunicaciones, sensores, navegación. El soporte vital, el aire
respirable, desaparecerían en cuestión de minutos.
Se obligó a mirar el área alrededor de donde estaba su hermano. Captó
un breve destello, y luego otro, y otro.
—Prepara otro equipo. Lo están utilizando como cebo... por favor, Aavi
—dijo, recordándose a sí mismo. Ella se acercó a donde estaba, y él se lo
mostró.
Su tecnología de camuflaje se había vuelto muy, muy buena.
—Prepara un segundo equipo de ataque ahora, para eliminar esos
objetivos camuflados alrededor de la Fuerza Uno —ordenó ella. Rassan
hizo un saludo, y él y algunos otros salieron de la sala.
Él estaría en el segundo equipo de ataque.
¿Por qué demonios no habían conocido esta nueva tecnología?
¿Por qué no habían visto que era una trampa?
Se había perdido algo. Y ahora su hermano y su mejor amigo estaban en
peligro.
Una segunda nave del equipo de ataque inicial cayó en el aire y Faraad
maldijo en voz baja. El equipo de Rassan llegó allí, y en cuanto lo hizo,
estalló el caos.
Un cielo silencioso con unas pocas naves furtivas se convirtió en una
batalla a gran escala. Aavi gritó que se lanzaran más equipos. Faraad se
paseó mientras observaba el desarrollo de la batalla.
El equipo de Rassan, así como los nuevos que Aavi había ordenado
reunir, atacaron a las naves de los Sa'tar y las mantuvieron alejadas de
donde el equipo de recuperación intentaba llegar a las dos naves
inutilizadas. Faraad observó atentamente cómo sacaban las otras naves
de allí, y luego empezaron a regresar por la de Balor.
El combate no duró mucho; las armas superiores de los izothians
destruyeron las naves menos avanzadas de los sa'tar, a pesar de que los
superaban en número en una proporción de tres a uno. Una vez que el
combate terminó, y las naves sa'tari no eran más que cadáveres
flotando en el espacio, los equipos de ataque reunidos trabajaron juntos
para destruir el objetivo original.
A Faraad no le importó. No quitó los ojos de la pantalla que mostraba al
equipo de recuperación.
Sintió que podía respirar un poco una vez que la nave llegó a la bahía de
lanzamiento. Salió de la sala de control y corrió hacia la bahía,
contemplando la nave de su hermano mientras el equipo trabajaba para
abrirla.
Se sintió aliviado cuando Balor salió a trompicones de la pequeña nave
de combate, un poco tembloroso, pero con buen aspecto. Le dio a
Faraad una palmada en el hombro, con un rápido —Estoy bien, matrona
—mientras el equipo médico se lo llevaba para examinarlo.
El otro piloto, así como todos los que se habían unido más tarde,
también regresaron sanos y salvos.
Hubo sonrisas y apretones de manos por todas partes mientras todos
los equipos implicados se felicitaban por el éxito de la misión. Como
debía ser. Habían tenido éxito.
Él no podía decir lo mismo de sí mismo. Les había fallado.
Una vez que todo había terminado, se arrastró hasta su casa para
relevar a la anciana viuda del final del pasillo que se quedaba con su
hermano menor cuando ambos estaban de servicio.
Consiguió ser educado mientras la acompañaba a la salida, y luego
comprobó cómo estaba su hermano antes de caer en la cama, dándole
vueltas a todo en su mente.
¿Cómo se les había escapado esa tecnología? Los malditos bastardos
podrían haber matado a Balor, o a Rassan, o a cualquiera de ellos. ¿Por
qué no lo había visto?
Pasó una hora más o menos obsesionado con el tema antes de que su
comunicador zumbara en la mesa a su lado. Lo tomó, y sus cejas se
alzaron con sorpresa al ver que era un mensaje de Kat. Pulsó la pantalla
para verlo.
KAT: Hola. Acabo de enterarme de la misión por Harper. Esto no es culpa
tuya. Responde al mensaje si te apetece. Estoy despierta.
Miró el reloj para ver que, efectivamente, era básicamente de mañana.
Le contestó.
FARAAD: Gracias, pero es mi culpa. Se supone que debo planificar cosas
así. Les fallé.
Ella contestó casi al instante.
KAT: Deja eso. Por lo que dijo Harper, nadie, ni alguien de Logística ni
nadie más, sabía que tenían ese tipo de tecnología. Si no teníamos la
información, no había forma de que lo hubieran planeado.
Quería discutir, y también quería creerle. No tenía ni idea de qué decir.
Su comunicador volvió a emitir una alerta.
KAT: ¿Cómo está tu hermano?
FARAAD: Está bien. Pasará la noche en el área médica para asegurarnos de
que está estable, pero salió de su nave por su cuenta, y luego se burló de
mí de camino a ser revisado.
KAT: Entonces parece normal, supongo.
FARAAD: Sí, mucho.
KAT: Bien. Ahora deja de culparte. Ahora sabemos que tienen tecnología
así y puedes planearlo. Mira hacia adelante, no hacia atrás.
FARAAD: No es tan fácil de hacer.
KAT: Créeme, lo sé. Pero en algún momento tienes que hacerlo, o te vas a
volver loco.
KAT: Esto es una tontería. ¿Puedo hablar contigo? Escribir es muy lento.
Él se rió un poco y le contestó que podía. Esperaba recibir una
comunicación por holograma, pero en su lugar, tras unos minutos, sonó
la puerta de sus aposentos.
Se levantó de la cama y se dirigió a la puerta para encontrarla allí
esperando.
—Esto es mejor. La miseria ama la compañía.
Se tomó un momento para considerar eso.
—¿Es... alguna forma de coloquialismo de la Tierra? —preguntó
finalmente.
—Sí, y es una verdad —dijo ella—. Vamos. Parece que hablamos mejor
cuando ambos tenemos sueño —Tiró de su manga y él la siguió hacia su
habitación. Cuando llegaron, ella miró a su alrededor—. Eres tan
ordenado y organizado.
—Mis hermanos creen que soy irritante en eso —respondió él con
ironía. Observó cómo ella se acostaba de espaldas en un lado de la
cama.
—Ve a quitarte la ropa de trabajo para que puedas relajarte. Yo
esperaré —le ordenó ella, y él no pudo evitar una sonrisa ante su
personalidad autoritaria. Le hizo un pequeño saludo y tomó ropa
informal, llevándola al baño. Se cambió rápidamente y volvió a su
habitación. Estaba acostada de espaldas, y palmeó la cama a su lado.
Faraad se acomodó junto a ella, con las manos cruzadas sobre el
estómago. Ambos miraron el techo metálico.
—¿Así que no vas a culparte durante los próximos cientos de años por
algo que no podías haber planeado? —preguntó ella.
Él no respondió.
—Podrían haber muerto, Kat. Mi hermano podría haber muerto. Rassan
podría haber muerto al rescatarlo, dejando atrás a Harper y a su hijo. Se
supone que yo debo protegerlos.
—No puedes predecir todo. Puedes recurrir a tus mejores conjeturas, a
tu mejor información, y planificar... pero a veces las cosas simplemente
ocurren —dijo ella en voz baja. La habitación estaba en penumbra, y el
único sonido, aparte de su voz, era el suave zumbido de la energía que
fluía por el edificio.
—Pero si hubiera salido mal... nunca me lo habría perdonado —dijo,
sacudiendo la cabeza—. Habrían muerto por que yo no hice lo que tenía
que hacer.
Kat permaneció en silencio durante mucho tiempo. Echó una mirada en
su dirección y vio que ella seguía mirando al techo, aunque su mente
parecía estar a un millón de años luz.
—¿Recuerdas que te dije que había perdido a mis padres? —preguntó
finalmente.
Él asintió, sin querer interrumpirla con su voz.
—La Tierra no era... es... un gran lugar en general. Sé que lo sabes.
Todos los izothians con los que he hablado de ella parecen saber que es
mala.
Volvió a asentir con la cabeza.
—Mis padres eran miembros de la resistencia, luchando, protestando
contra el gobierno de los oligarcas. Durante toda mi vida, nos
trasladamos de un lugar a otro, de un escondite a otro, haciendo todo
lo posible para evitar ser capturados. Me educaron para tener cuidado,
para mantener la boca cerrada y la cabeza baja. A estar atenta —Hizo
una pausa, tomando aire—. Cuando tenía trece años, las cosas estaban
especialmente mal. Las brigadas de mantenimiento de la paz parecían
estar constantemente tras nuestro rastro. Nos mudábamos tanto que
ya no sabía en qué pueblo vivíamos. Al caer... ¿El otoño? —dijo ella,
mirándolo. Él asintió cuando recibió la traducción. No había nada
parecido en Izoth, con sus estaciones constantes y uniformes —
continuó—. En otoño, terminamos en un pequeño pueblo cerca de uno
de los Grandes Lagos. Los árboles eran rojos y anaranjados y amarillos, y
el aire, allí al menos, olía limpio y agradable. Estábamos en un escondite
a la orilla de un pequeño lago, en el bosque. Y yo era muy feliz allí. Me
despertaba cada mañana sólo para respirar el aire, me dormía cada
noche mirando todas las estrellas del cielo por mi ventana. Estuvimos
allí durante... un tramo de casi un mes. Y entonces, una noche, mi madre
me despertó, dijo que era hora de irnos. Que venían, y que teníamos
que desaparecer, inmediatamente. Parecía que siempre nos movíamos
por la noche.
Faraad escuchó en silencio. Podía oír muchas cosas en su voz. Dolor,
sobre todo. Recuerdo, arrepentimiento, pérdida. Tal vez la pérdida más
que nada.
—Y yo no quería irme. Me enojé, lloré y les dije que los odiaba a ellos y a
su estúpida resistencia y que por qué teníamos que pelear todo el
tiempo. Y trataron de apresurarme para que me callara y partiera rápida
y tranquilamente y mi madre me suplicó y prometió que no sería así
para siempre. Y yo me negaba y los llamaba idiotas a los dos.
Apretó los labios y Faraad se acercó y tomó suavemente una de sus
manos entre las suyas. Ella entrelazó sus delgados y pequeños dedos
entre los más grandes de él, y continuó.
—Pronto fue demasiado tarde. Vimos los faros que se acercaban a
través de los árboles, los reflectores de los helicópteros que nos
sobrevolaban. Mi madre me dijo que corriera, y que corriera rápido, y
que no mirara atrás. Habíamos practicado eso, que si nos quedábamos
atrapados, correríamos en diferentes direcciones y luego nos
reuniríamos de nuevo cuando pudiéramos. No era la primera vez. Así
que corrí —dijo casi en un susurro—. Y segundos después, una bomba
cayó sobre la casa. Ni siquiera se molestaron en intentar capturarlos.
Supongo que se cansaron de perseguirlos —dijo en voz baja—. Cuando
volví al día siguiente, después de ver las llamas toda la noche, estaba...
estaba claro que ellos habían estado en la casa cuando cayó la bomba.
—Kat —dijo él en voz baja.
—Ese es un ejemplo de alguien que muere por tus acciones. Yo sabía
exactamente cuál era el peligro. Conocía los riesgos y lo que se
esperaba que hiciéramos. Y no lo hice, y mis padres murieron.
—Kat, eras una niña —dijo suavemente. Quería abrazarla, frotarle la
espalda, tranquilizarla, pero no estaba seguro de que fuera a ser bien
recibido. Así que le tomó la mano, rozando ligeramente su pulgar a lo
largo de la suya.
—Una niña que lo sabía muy bien. Los niños más jóvenes que yo son
capaces de manejar una simple orden. Les fallé y murieron. Lo que pasó
esta noche no fue nada de eso. No puedes culparte por algo sobre lo
que no tenías control.
—Muy bien. Pero sólo si dejas de culparte por ser un ser normal, vivo,
que estaba cansado y harto y cuyos padres probablemente deberían
haberla sacado de la casa. No voy a culpar a los muertos. Eso es una
falta de respeto. Pero calcularon mal. Y tú eras una niña, a pesar de las
experiencias que tuviste —añadió, tratando de mantener su voz suave.
—No fueron los únicos que murieron por mi culpa —argumentó.
—A menos que los hayas matado directamente, no murieron por tu
culpa.
—Aplica ese consejo a tu propia situación entonces —replicó ella.
Él abrió la boca y la cerró de golpe. Si discutía, desharía cualquier avance
que hubiera hecho con ella respecto a que se culpara a sí misma.
Oh, ella era buena.
Permanecieron en silencio durante un buen rato. Quería discutir. Pero
no podía.
—¿Cómo crees que consiguieron la tecnología de sigilo tan rápido, sin
que nosotros lo supiéramos? —preguntó ella.
Sonrió un poco. Oír que Kat se refería a los izothians como 'nosotros'
era un cambio bastante grande respecto a la forma en que se había
comportado al llegar al planeta.
Sacudió la cabeza, volviendo a recuperar la sobriedad.
—No son así de listos —dijo, y ella resopló—. No, no me hago el
gracioso. El resto de su tecnología no es tan avanzada.
—Entonces, ¿qué crees? —preguntó ella.
Respiró profundamente, dando voz a una de las muchas
preocupaciones que tenía desde que se dio cuenta de lo que estaba
pasando.
—Significa que tienen un aliado que es más inteligente que ellos —dijo
en voz baja.
Kat le apretó la mano y volvieron a quedarse en silencio. No fue hasta
que se despertó horas más tarde que se dio cuenta de que se habían
quedado dormidos juntos, con la mano de ella en la suya.
Capítulo 9

Cuando Kat se despertó, su brazo estaba colocado sobre la forma cálida


y sólida de Faraad, cuyo pecho subía y bajaba sin cesar. Abrió los ojos y
lo observó mientras dormía.
Él fruncía el ceño, incluso mientras dormía, y ella sabía que su cerebro
seguía funcionando a toda máquina. Se pasaría el día preocupándose y
tratando de averiguar en qué se había equivocado. Culpándose a sí
mismo a pesar de lo que habían hablado la noche anterior.
Le pasó la yema del dedo por la frente, por esas cejas orgullosas y
arqueadas, por la nariz que parecía esculpida por un maestro. Él abrió
los ojos y la miró sorprendido, con su mirada dorada y brillante clavada
en la de ella.
—Basta ya —murmuró ella, todavía recorriendo su frente con las yemas
de los dedos.
—¿Basta con qué? —preguntó él en voz baja y tranquila.
—Deja de pensar en todas las formas de golpearte —respondió ella—.
No discutas. Lo hacías hasta en sueños.
—Tal vez no era eso lo que estaba pensando en mi sueño —dijo él,
rodando sobre su lado y mirándola, con el brazo doblado bajo la cabeza.
—¿Oh? ¿Entonces en qué estabas pensando, sabelotodo?
—Mis pantalones no son.... Oh. Otra frase terrícola, ¿verdad?
Ella asintió.
—Quizás estaba pensando en cómo conseguir que quisieras besarme. O
tal vez estaba tratando de averiguar cuánto tiempo pasará antes de que
me dejes devorarte de nuevo. Tal vez estaba pensando en llevarte a mi
ducha, dejar que te asees mientras yo me arrodillo y te doy un buen
comienzo de día.
Se quedó con la boca abierta.
Estaba tan dispuesta a aceptárselo.
Pero eso sería una mala idea.
¿Por qué era eso otra vez?
Le costaba recordar en ese momento.
—Yo...
Él sonrió, y ella supo que estaba perdida. Por más que él se sintiera mal,
ella le había sacado esa sonrisa con su torpeza, y se sintió como si
acabara de ser coronada reina del mundo.
Nunca antes había tenido esa respuesta.
No importaba cómo, ella sabía que quería esa respuesta de nuevo.
Sentir que había hecho algo tan correcto, algo que pudiera hacerlo tan
feliz de la nada...
Pero esos sentimientos eran peligrosos. Para él, en particular.
Entonces, ¿por qué se acercaba a él de todos modos, mirando fijamente
su boca, tan cerca ahora que podía sentir su cálido aliento en sus labios?
—Kat —murmuró.
—Silencio. Voy a besarte.
—Sí, señora —respondió él con la más pequeña de las sonrisas, y si ella
hubiera estado de pie, le habrían flaqueado las rodillas.
En el momento siguiente, sus labios estaban presionando suavemente
contra los de él, y cualquier esperanza que tuviera de ser sensata en
esto, de mantenerlo a salvo de ella y de la suerte de mierda que parecía
rodearla, se fue directamente por la ventana, flotando en el espacio,
probablemente para no ser vista nunca más.
Dioses de arriba y de abajo, ¿cómo podía un beso sentirse tan bien?
Cálido, suave, firme, intenso y lo suficientemente eléctrico como para
provocar escalofríos.
En unos instantes, los brazos de él rodeaban su cuerpo y los de ella
serpenteaban alrededor de su cintura, apretándose contra él. Él se puso
de espaldas, sosteniéndola sobre su cuerpo firme y fuerte, sin romper el
beso, que había pasado de ser dulce y burlón a algo mucho más
profundo en cuestión de segundos, como si en el momento en que sus
labios finalmente se encontraron, no hubiera posibilidad de contenerse.
Este hombre, este alienígena, que la había cuidado, que le había
cocinado, que la había devorado, que la había vuelto loca... ahora
necesitaba algunos cuidados. Y si eso la beneficiaba a ella también, si
ayudaba a aliviar el dolor que él parecía causarle entre los muslos, el
deseo incesante de su toque, pues mejor.
Su beso se volvió más acalorado, más necesitado. Las manos de Faraad
se aferraron a su cintura, se curvaron en la carne de la base de su
espalda mientras la estrechaba contra su cuerpo. Ella podía sentir cada
una de sus respiraciones, los latidos de su corazón. Y el impresionante
bulto que presionaba el vértice de sus muslos.
Sonriendo contra sus labios, Kat movió las piernas para colocarse a
horcajadas sobre las caderas de él, presionando su centro contra ese
bulto, y él gimió. Ella balanceó sus caderas mientras se besaban, y las
manos de él la agarraron más desesperadamente.
—Kat.... —gimió él contra su boca antes de reclamar sus labios en otro
beso abrasador.
—¿Algún problema? —preguntó ella con una sonrisa, abriendo los ojos
y mirándolo, encontrando su cálida y dorada mirada.
—Si sigues así, voy a avergonzarme. Y hacer un lío.
Lo besó de nuevo.
—Tendremos que asegurarnos de que lo haces en el lugar correcto —
murmuró.
—Yo no... —Se detuvo a mitad de la frase, con la respiración
entrecortada cuando ella se sentó sobre él y se quitó la camiseta,
desnudándose ante él. Le guiñó un ojo y se apartó de él para quitarse
los pantalones, luego se sentó a horcajadas sobre sus piernas y empezó
a bajar los pantalones del pijama que llevaba, agarrando la cintura y
tirando con cuidado hacia abajo, bajándolos por su musculoso
abdomen, hasta sus caderas, levantándolos por encima de aquel
impresionante bulto, y casi hasta sus rodillas.
Ella podría haber gemido al verlo. Su sonrisa de satisfacción le indicó
que probablemente lo había hecho. Era todo lo que ella había
imaginado, y a pesar de sus esfuerzos, había imaginado mucho. Grueso,
del mismo azul claro que el resto de su carne. Muy, muy lamible. Se
tomó su tiempo para admirarlo, luego extendió la mano y lo rodeó
suavemente, acariciándolo lentamente, lo que le valió el más sexy
gemido convertido en gruñido que jamás había escuchado.
—¿Ves lo que me haces? —le preguntó en voz baja y áspera— ¿Ves
cómo mi cuerpo responde a ti? Cada vez que te miro, cada vez que oigo
tu voz, cada vez que percibo el aroma de tu piel... incluso el hecho de
pensar en ti —dijo él, mirándola a los ojos mientras seguía
acariciándolo.
—Mm. También haces que mi cuerpo haga todo tipo de cosas
interesantes. Me distrae mucho estar cerca de ti —dijo ella, tomando
una de sus manos y guiándola entre sus piernas, dejándole sentir lo
resbaladiza y necesitada que estaba por él. Él gimió, gruñendo una
palabrota izothian para la que no había traducción al inglés de la Tierra.
De alguna manera, escuchar su profundo gruñido en su lengua nativa,
sibilante, sólo la excitó más.
Levantó la vista hacia ella y su mano encontró el pequeño manojo de
nervios entre sus piernas, rodeándolo lentamente con sus dedos
mientras ella lo acariciaba. Ella gimió y echó la cabeza hacia atrás.
—Se supone que yo debo hacerte sentir bien —gimió.
—Esto me hace sentir bien. Oírte gemir así. Sentir cómo tu cuerpo
responde a mí —dijo él en voz baja. Ella volvió a mirarlo, y ambos se
complacieron mutuamente, gimiendo, jadeando, sin romper la conexión
de sus ojos.
—Te necesito —susurró ella finalmente.
—Entonces tómame, Kat. Ya sabes que te necesito.
Ella asintió sin aliento, moviendo su cuerpo hacia arriba, colocándose
encima de él, todavía mirándolo a los ojos mientras comenzaba a bajar
lentamente sobre él, gimiendo desesperadamente al sentir que su
cuerpo se estiraba alrededor de su grosor, ambos gimiendo mientras
ella lo tomaba lentamente más adentro. Kat se estremeció, jadeando
ante la sensación de ser llenada y estirada, de las fuertes manos de él en
sus caderas, de la visión de él en la cama mirándola como si estuviera a
punto de voltearla y hacer todo tipo de cosas perversas en su cuerpo.
Pero no lo haría. Era Faraad. Mantuvo ese poder bajo control y esperó
por ella, concentrado completamente en su placer, en asegurarse de
que ella obtuviera lo que quería.
—Faraad —gimió ella, y sintió que un escalofrío lo recorría.
El sonido de su nombre, gemido así por la belleza terrícola era casi
suficiente para hacerlo correrse. Sólo gracias a su determinación de
asegurarse de que Kat obtuviera todo el placer posible, no se corrió en
ese momento. Apretó los dientes, sosteniendo su mirada mientras ella
lo acogía en su glorioso y apretado calor. Su cuerpo era perfecto y él
aprovechó esta oportunidad, ahora que por fin ella se la había
concedido, para recorrer con las manos su piel suave, cálida y flexible,
con las palmas de las manos subiendo por su cintura curvada, sobre la
extensión plana de su vientre, hasta que finalmente ahuecó sus pechos
pequeños y redondos en las palmas de las manos, ganándose un
gemido de placer, así como más calor en la mirada de ella mientras
mantenían sus ojos fijos el uno en el otro. Le acarició los pechos,
rozando con los pulgares sus magníficos pezones, lo que provocó un
suave temblor en la hermosa mujer. Kat.
Suya.
No podía controlar si ella se sentía así o no. Esperaba que algún día lo
hiciera, pero sabía en su corazón que ella era la única a la que querría
así. Su rostro sería el que vería en sus sueños, su cuerpo sería siempre el
que soñaría con hundirse en él. No sabía si los humanos tenían el mismo
instinto de apareamiento que los izothians. Por lo que sabía, los de su
clase eran un poco diferentes en ese sentido, reconociendo que había
una persona destinada sólo para ellos.
Para él, era Kat.
Observó cómo ella se movía sobre él, cada lento movimiento de sus
caderas le provocaba éxtasis y agonía mientras él trataba de evitar
liberarse dentro de ella. Si es que ella quería eso.
Lo único que sabía era que quería que ella volviera a tener un orgasmo
para él. Que emitiera esos dulces y desesperados sonidos que hacía
cuando estaba a punto de desmoronarse. Que temblara y jadeara para
él. Para sentir el glorioso calor que había sentido en su lengua tantas
veces bañando su polla.
Y lo deseaba con tanta frecuencia como ella lo había agraciado.
Agarró sus caderas con más fuerza y empezó a mover su cuerpo un
poco más rápido, ganándose un suave gemido, una mirada necesitada e
impotente.
—Deberías ponerte encima —jadeó ella.
—Oh, no. Todavía no, hermosa. Estoy disfrutando viéndote así —dijo él
en voz baja, usando sus manos para moverla más fuerte y más rápido
sobre él mientras ella gemía y jadeaba, sus uñas clavándose ligeramente
en sus hombros mientras se estabilizaba sobre él. Comenzó a levantar
lentamente las caderas mientras la atraía hacia él, empujando hacia
arriba mientras la atraía hacia abajo, una y otra vez, sintiendo cómo su
cuerpo se tensaba alrededor de él, observando cómo su expresión se
volvía más impotente de necesidad a medida que se acercaba.
Le encantaba esa expresión en su cara. La había visto tantas veces,
mirándola mientras tenía su cara entre sus muslos. Nunca se cansaría de
ella.
—Kat —gruñó, y ella gimió y empezó a mover las caderas en su agarre,
tratando de moverse más rápido, más fuerte. Él le sonrió, negando con
la cabeza—. Ambos sabemos que tus orgasmos son más duros cuando
hay una buena —Un empuje lento y profundo—, y lenta —Otro
empuje—, acumulación.
Volvió a empujar lentamente dentro de ella, profundamente,
sujetándola sobre su dolorosa y palpitante polla, haciéndole sentir muy
claramente lo que le hacía a él.
Él vio en su cara que estaba al límite. Gruñó, la agarró por las caderas y
la obligó a apretarse más contra él, con su cuerpo agonizando mientras
intentaba aguantar hasta que ella se deshiciera para él. Los gritos de
impotencia de ella se volvieron más desgarrados y se mordió el labio,
mirándolo con impotencia mientras su cuerpo se apretaba con fuerza
alrededor de él, un grito agudo y desesperado se le escapó a su amada
mientras se deshacía maravillosamente para él, temblando, jadeando,
bañando su polla con su dulce néctar mientras gemía su nombre.
Fue el orgasmo más intenso que jamás había sentido, Faraad estaba tan
dentro de ella que podía sentir cada latido en su polla, sus manos
agarraban con fuerza las caderas de ella mientras la penetraba. Tan
pronto como ella cayó en el borde, él la volteó en la cama, sosteniendo
su cuerpo sobre el de ella con sus brazos, mientras empujaba con fuerza
en su interior, una y otra vez, haciendo que su orgasmo se prolongara,
haciéndola sentir, una y otra vez, exactamente cuánto la deseaba.
—Estoy cerca, Kat —murmuró, todavía mirándola a los ojos mientras
ella temblaba bajo él—. Dime dónde liberarme.
No podía hablar, no podía articular una frase en ese momento. En lugar
de eso, rodeó las caderas de él con las piernas y se agarró a sus caderas
con las manos, mirándolo profundamente a los ojos. La acción le valió
un profundo gruñido de satisfacción y la sensación de su cuerpo
martilleando el de ella, duro, profundo, follándola contra el colchón
mientras él finalmente se dejaba llevar.
Siempre eran los silenciosos... pensó en una bruma de lujuria y placer
mientras él le daba el sexo más completo, intenso y abrasador que
había tenido en su vida. Tanto es así que sintió que el calor se encendía
y se extendía en lo más profundo de su núcleo mientras lo agarraba
desesperadamente.
Oh, y él lo sabía. Esa pequeña sonrisa mientras gruñía su nombre y
seguía empujando.
—Dámelo, Kat. Déjame ver cómo te deshaces de nuevo, hermosa —dijo
él.
Y maldita sea si lo hizo. Ella jadeó, a punto de gritar cuando él capturó
sus labios, tragándose su grito de placer mientras se corría para él de
nuevo, gimiendo contra su boca mientras lo sentía tensarse, y entonces,
un escalofrío recorrió su poderoso cuerpo mientras su orgasmo lo
invadía. Lo besó con más fuerza, ferozmente, abrazándolo con fuerza
mientras él llenaba su cuerpo anhelante, con el pensamiento en el
fondo de su mente de que si no tenía cuidado iba a terminar como
Harper, redonda con un niño medio izothian. Fue un destello, y luego
desapareció mientras ella lo sostenía con fuerza durante su orgasmo.
Cuando él finalmente terminó, se desplomó por un momento sobre ella,
y luego se movió para rodar fuera de ella. Ella lo abrazó con más fuerza.
—Quédate —murmuró contra su cuello.
Después de un momento, él asintió y le acarició suavemente el costado
de la cara antes de enterrar su rostro en el lado del cuello de ella. Kat le
frotó los hombros y la espalda, sonriendo cuando su respiración se hizo
más profunda y su cuerpo se relajó aún más sobre el de ella, dándose
cuenta de que se había quedado dormido.
Miró el reloj, contenta de ver que aún les quedaban un par de horas
antes de tener que estar en el trabajo, y luego volvió a mirar al
magnífico, generoso y sexy macho que tenía encima, aún dentro de ella.
Esto la asustaba. Mucho. Sobre todo porque estaba reconociendo que
sus sentimientos por Faraad iban más allá de la lujuria, más allá de un
flechazo, lo cual habría sido aceptable y ella habría lidiado con esos
sentimientos y aún así habría mantenido las distancias.
Pero no. Ella sabía que se estaba enamorando de él. Diablos, se había
enamorado, probablemente esa noche que él había llevado la pizza a su
apartamento.
La idea de perderlo, de que le pasara algo, la tenía al borde de un
ataque de pánico. Intentó concentrarse en recordar que él le había
preguntado, amablemente, si se daba cuenta de lo ridículo que era que
se culpara a sí misma. Ella sabía que él tenía razón, pero al miedo no le
importa la lógica. El miedo le decía que corriera, que se alejara de él
antes de que pudiera salir herido.
Pero él era obstinado. Él seguía regresando, sin importar cuántas veces
ella se mostrara distante o incluso francamente malhumorada. Había
sido tan paciente y tolerante y fuerte.
Maldita sea, la fuerza de este hombre, reflexionó mientras lo abrazaba
con fuerza. Haber perdido a sus dos padres y haber convertido esa
pérdida en una dedicación para asegurarse de que a otros no les
ocurriera lo mismo. Haber criado y cuidado a dos hermanos. Haber visto
su caos de persona y haberla soportado. Sabía lo frustrante que podía
ser. ¿Cuánta gente en la Tierra se había rendido con ella, cansada de
intentar establecer una conexión que claramente temía, cansada de
esforzarse por algo que al final habían decidido que no valía la pena?
Harper había sido diferente, persistiendo en su amistad con Kat incluso
cuando ésta era un grano en el culo. Y ahora Faraad, al igual que Harper,
había superado todas sus defensas.
Eso la asustaba muchísimo, pensó antes de que el sueño la arrastrara de
nuevo, cálida y protegida bajo el sólido cuerpo de Faraad.
Capítulo 10

Faraad se quedó mirando la imagen holográfica, reproduciéndola una y


otra vez mientras intentaba averiguar en qué se había equivocado.
Debería haberlo visto venir.
Se había despertado con Kat, lo que parecía un sueño. Se habían
duchado juntos, lo que se había convertido en hacer otras cosas juntos,
y luego pasó por el centro médico para ver cómo estaba Balor, pero le
habían dicho que le habían dado el alta. Cuando le mandó un mensaje,
Balor le dijo que dejara de ser una anciana, que había salido y luego
había encontrado una cosa bonita que lo ayudara a curarse mejor.
Entonces Faraad había llegado tarde al trabajo, lo que no era habitual en
él. A Kat se la había llevado Xen para que lo ayudara con una
investigación con la que estaba obsesionado, y Faraad se había quedado
en la sala principal del departamento de Logística tratando de averiguar
cómo había fallado tanto.
Las puertas se abrieron y Rassan y Balor entraron juntos, Rassan
sacudió la cabeza al ver lo que hacía Faraad.
—Te vas a volver loco con esto —le dijo el comandante—. No había
nada diferente que pudieras haber hecho. No había forma de ver venir
esto.
—Debería haberlo habido —dijo Faraad, apartando la vista de la
pantalla para estudiar a su hermano.
Balor negó con la cabeza.
—Estoy bien. Magullado por haber golpeado la consola cuando todos
los sistemas murieron, pero eso es todo.
Faraad asintió.
—Deja de preocuparte —dijo Balor, dando una palmada en el hombro
de Faraad. Su hermano menor tenía una constitución más parecida a la
de Rassan: voluminosa, musculosa, como si estuviera hecha para causar
daños. Faraad era fuerte, pero mucho más delgado que los otros dos
machos.
—Podría haberte perdido —dijo Faraad, mirando a la pantalla con su
falta de respuestas.
—Podría haber sido así —coincidió Balor, y Faraad lo fulminó con la
mirada—. Es la guerra, y yo soy un soldado. Y nos enfrentamos a un
enemigo que lleva milenios frustrado por nosotros, y que está cada vez
más desesperado.
—Y uno que tiene aliados —dijo Faraad, y Rassan gimió.
—Yo estaba pensando lo mismo —dijo el comandante.
Faraad asintió, señalando la sección de la pantalla que mostraba la
primera nave Sa'tar apareciendo como de la nada.
—Esta tecnología de camuflaje está muy por encima de las capacidades
sa'tarianas. Es imposible que ellos la hayan desarrollado.
—Quizá la hayan comprado o robado a alguien —dijo Balor.
Faraad negó con la cabeza.
—No me extrañaría que lo hicieran, pero implementarlo, hacerlo
funcionar con sus actuales naves de combate, habría requerido trabajo
y planificación.
—De acuerdo —gruñó Rassan— ¿Alguna idea de quién?
Faraad respiró profundamente.
—Bueno, hay un par de posibilidades probables. Sabemos que los Sa'tar
y los Aluvians tienen una tenue alianza entre ellos, sobre todo debido a
que el príncipe sa'tariano ha dejado embarazada a una noble aluviana
de muy alto nivel.
—¿Pero los Aluvians tienen esa capacidad? —preguntó Rassan.
—Lo dudo, pero su aliado más fuerte, los Pythians, sí la tienen.
—Nunca he oído hablar de ellos —gruñó Rassan.
—Eso es porque no tendrías ninguna razón para hacerlo. Son muy
reservados. Reclusivos, viven en el borde de una de las galaxias
cercanas —Sacó un mapa y señaló la zona de la que hablaba—. Están
aliados con los Aluvians a través del matrimonio y lo han estado durante
generaciones.
—¿Pero por qué estos Pythians se involucrarían en algo así? —preguntó
Balor.
Faraad dirigió su mirada al mapa.
—¿Mi opinión? Los Sa'tar también los han amenazado. Los Aluvians,
aunque son aliados de los Pythians, no son lo suficientemente
poderosos como para luchar contra una fuerza tan interminable como
el ejército de los Sa'tar. Los Aluvians son útiles para los Sa'tar porque
proporcionan minerales, y los sa'tarianos necesitan un montón de ellos
para seguir construyendo naves que nosotros destruimos casi
inmediatamente. Así que los sa'tarianos no los atacarán... todavía.
Eventualmente lo harán. Los Pythians no tienen esa moneda de cambio,
aparte de su tecnología. Si los sa'tarianos la quisieran, lo único que
tendrían que haber hecho es lanzar una amenaza.
Rassan suspiró.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer al respecto?
—Tratar de aliarnos con los Pythians —dijo una voz familiar detrás de
ellos, haciendo que su cuerpo se calentara inmediatamente. Se giraron,
y Kat estaba de pie, con la mirada puesta en el mapa que Faraad había
estado señalando—. Si tienen un aliado más fuerte que los Aluvians, los
Sa'tar ya no podrán amenazarlos.
—Es probable que los amenacen aún más de lo que lo hacen ahora, si se
alían abiertamente con nosotros —argumentó Rassan.
—¿Saben cuántos pythians existen? —preguntó Kat, y los tres machos
la miraron sin comprender. Balor finalmente se encogió de hombros—.
Hay quinientos doce —les informó Kat.
—¿Tan pocos? —preguntó Faraad, y Kat asintió.
—En esto me ha hecho trabajar Xen toda la mañana. Cree que podemos
convencer a los pythians que quedan para que abandonen su mundo
natal y vengan aquí. Les daría la oportunidad de estar a salvo, y tal vez la
oportunidad de interrelacionarse con los izothians, con la esperanza de
resolver los problemas de estancamiento de la población de ambos
pueblos.
—¿Esta fue una idea de Xen? —preguntó Rassan, y Faraad entendió por
qué. No parecía algo muy propio de Xen la sugerencia.
—Sólo después de que Kat lo mencionara —dijo Xen, atravesando las
puertas. Faraad se quedó mirando. Xen evitaba las zonas principales del
ala de Logística como la peste, mucho más feliz en su despacho—. Y
cuanto más lo pensaba, mejor me parecía la idea. Resuelve un par de
nuestros problemas inmediatos a la vez.
—¿Acaso crees que los pythians estarían de acuerdo con eso? —
preguntó Balor.
—Deberíamos enviar un emisario para averiguarlo —respondió Xen.
—Aavi...
—Aavi no —cortó Xen, interrumpiendo a Rassan. Rassan cerró la boca,
y Faraad supo que el corpulento comandante se estaba irritando. Él y
Xen, que era ciertamente brusco, incluso comparado con Rassan, no
eran precisamente amigos.
—¿Quién, entonces? —preguntó Faraad.
Xen se apoyó en una estación de trabajo cercana.
—Uno de los nuestros debería ir, sin duda. Probablemente uno de los
miembros del consejo de Aavi —Faraad asintió. Aavi tenía un consejo de
asesores que le rendía cuentas y se aseguraba de que las cosas
siguieran funcionando bien—. Pero la que hable mucho en la reunión
inicial debería ser alguien que también fuese una forastera de nuestro
pueblo, que ha sido completamente acogida por nosotros, tanto que
ahora trabaja en nuestra división de Logística, ayudando a proteger su
nuevo mundo natal.
—No —espetó Faraad antes de pensar.
Xen lo miró plácidamente, y Kat cruzó los brazos sobre el pecho,
levantando una ceja hacia él.
—¿No? —preguntó en voz baja.
—En absoluto —dijo él, encontrando su mirada.
Los ojos de ella se entrecerraron.
—¿Hay alguna razón para eso?
Él cerró la boca. Por supuesto que la había. Enviar a la mujer que amaba
a negociar con seres de los que apenas sabían nada y que podían ser
muy hostiles era una auténtica pesadilla. Si pasaba algo...
—No eres una diplomática —dijo finalmente—. Eres una asistente del
equipo de Logística. Las dos cosas son muy diferentes.
Su expresión se endureció por un momento antes de desviar la mirada.
—No estoy de acuerdo con eso —argumentó Xen—. Kat es inteligente,
bien hablada, ambiciosa y dedicada a nuestro pueblo de una manera
que ni siquiera creo que algunos izothians lo sean. Ella es la elección
perfecta para hablar con ellos, para hacerles saber que serían
bienvenidos y protegidos aquí.
—No —volvió a responder Faraad—. Los consejeros de Aavi son
suficientes.
Rassan había permanecido en silencio durante todo esto, limitándose a
escuchar, mientras Balor miraba de un lado a otro a Faraad y a Kat.
Finalmente, el comandante se aclaró la garganta.
—Kat, ¿quieres hacer esto, o Xen te convenció?
—Fue idea mía —dijo ella. Faraad miró a Rassan.
No te atrevas, pensó.
—Es una buena idea. En este caso, estás desautorizado, Faraad —dijo
Rassad—. Kat, organizaré una reunión con Aavi y sus asesores para hoy
más tarde. Teníamos una reunión programada de todos modos, pero le
presentaremos esto entonces.
—¿Estás loco? —explotó Faraad, ganándose las miradas de todos los
demás en la sala—. Apenas los conocemos. Ni siquiera sabías que
existían hasta hace un rato. ¿Y quieres enviarla allí, sabiendo que han
proporcionado tecnología a nuestros enemigos, y no ves qué hay de
malo en ello? ¿Acaso sois todos estúpidos?
Kat le dirigió una mirada gélida.
—Para tu información, Xen ha estado estudiándolos durante algún
tiempo.
—Es seguro. Mi teoría es que fueron coaccionados y amenazados para
hacerlo —dijo Xen.
—Tu teoría —le espetó Faraad—. Es su vida si tu teoría es errónea.
¿Puedes vivir con eso? —Sólo de pensarlo, de que estuviera casi sola en
un mundo alienígena, rodeada de seres que podrían querer destruirla o
usarla como moneda de cambio... ¿cómo no podían verlo?
—Es mi vida. Estoy dispuesta a correr el riesgo —dijo Kat, con la mirada
prácticamente clavada en él.
—¿Por qué? Cualquiera podría hacer esto. No tienes que ser tú —exigió.
—Porque quiero hacerlo. Porque puedo ayudar. Puedo ser útil aquí en
lugar de sólo beneficiarme de la bondad de Aavi.
—No hagas eso. Eres uno de los nuestros, y lo sabes —interrumpió
Rassan, y Kat se acercó y dio una palmadita en el brazo del comandante.
Como mejor amigo de su compañero, Faraad sabía que Rassan casi
miraba a Kat como a una hermana.
—Aun así. Puedo hacerlo. Y soy la mejor para ello.
—¿Por qué no enviar a una de las otras? No Harper, obviamente, ya que
ella está embarazada. ¿Qué hay de la que tiene los grandes...? —
preguntó Balor, con las manos ahuecadas sobre el pecho, indicando los
pechos.
Kat puso los ojos en blanco.
—Sí, un plan brillante. Enviamos a Isabella y hacemos que apenas les
hable mientras intenta convencerlos de lo genial que puede ser —dijo.
Estaba claro a quién se refería. La tímida y nerd Isabella había sido
bióloga en la Tierra, aunque su constitución era como la de uno de esos
programas porno que la gente veía. Era una científica hasta la médula, y
no hablaba a menos que fuera absolutamente necesario, por lo que Kat
había visto.
—¿Qué importa? Si se reúne con hombres, se quedarán mirando y
aceptarán lo que ella diga —dijo Balor, y Faraad le dio un golpe en la
cabeza a su hermano—. Es cierto —dijo Balor, esquivando otro golpe
de su hermano.
—Ya he oído lo suficiente —dijo una voz suave y cálida. Todos miraron
hacia la puerta y vieron a Aavi, líder y sanadora del mundo natal de los
izothians, de pie, con su habitual túnica larga y brillante.
—Aavi —dijo Rassan, inclinando la cabeza. Los demás siguieron su
ejemplo.
—El plan es bueno. Nunca he oído que los pythians fueran agresivos, lo
cual es parte de la razón por la que se encuentran en la posición en la
que están. Nosotros fuimos una vez lo mismo, ¿no?
Xen asintió con la cabeza.
—Si les mostramos que podemos dar a su pueblo una oportunidad de
sobrevivir, de prosperar, sin tener que inclinarse ante los Sa'tar o
cualquier otra persona, podemos evitar que proporcionen a los Sa'tar,
directa o indirectamente, más de su tecnología y reforzar nuestra
propia inteligencia y población al mismo tiempo. Kat es la elección
perfecta para acompañar a uno de mis asesores al mundo natal de los
Pythian. Organizaré la reunión personalmente.
Miró a Faraad, y éste sintió que se le enfriaban los nervios. Aavi era
amable, pero también tan poderosa que daba miedo, su vínculo con la
magia curativa era el último vestigio de lo que su pueblo había sido. La
guerra y la muerte habían cortado esa conexión a muchos de ellos, pero
Aavi aún la tenía, la nutría. Poco a poco, algunos de ellos empezaban a
sentir de nuevo ese poder, pero era débil. Sólo Aavi los había mantenido
vivos en los peores momentos.
—Confío en que planificarás esta misión con tu habitual diligencia,
Faraad —dijo en un tono que no admitía discusiones ni desacuerdos.
—Sí, Aavi —dijo él, inclinando la cabeza.
—Excelente. Rassan y Kat, me reuniré con vosotros más tarde hoy. Para
entonces debería saber cuándo tendrá lugar esta reunión.
Con eso, la líder izothian salió de la habitación, las puertas cerrándose
silenciosamente tras ella.
Faraad sintió que estaba a punto de enfermar.
Ella estaba haciendo esto. Y él no sabía ni de lejos a qué la estaban
enviando.
Miró a Xen.
—Transfiéreme todo lo que tengas sobre los pythians y su mundo natal.
Ningún detalle es demasiado pequeño —Y si su tono era más áspero y
cortante que de costumbre, mala suerte. Una mirada a Kat dejó claro
que estaba irritada con él, apartando la mirada cuando lo vio girarse
hacia ella.
Maldita sea. Sabía que había sido muy duro en su rechazo inmediato a
su idea. Pero acababa de ver a su hermano en peligro, y ahora esto.
—Comenzaré el traslado inmediatamente. Sabes, no hay señales de que
sean agresivos. Simplemente no lo son —dijo Xen.
—Cualquier cosa es agresiva si se siente lo suficientemente amenazada
—murmuró Faraad, mirando de nuevo a Kat antes de volver a sus
monitores. Balor le dio una palmada en el hombro al salir, y se fue a
hacer lo que fuera que hiciera Balor cuando no estaba tonteando con
varias hembras o peleando. Xen y Kat volvieron a su despacho, y Kat
salió de la habitación sin decir nada.
Faraad apoyó las manos en el borde de su escritorio y respiró
profundamente.
—Bueno, has hecho un buen trabajo para enojarla —dijo Rassan, y
Faraad asintió— ¿Hay algo entre vosotros dos?
—Pensé que lo había —respondió—. No lo sé.
—Veré si Harper puede hablar con ella si quieres —dijo Rassan
incómodo. Incluso con una relación en su vida, el comandante
claramente no se sentía cómodo tratando con los asuntos de otras
personas.
—No, está bien. Haré lo que pueda para arreglar las cosas con ella —
Respiró profundamente—. Sé que está enojada porque piensa que mi
negativa fue porque pienso que su idea es mala, o que no puede
hacerlo, cuando nada está más lejos de la realidad. Es un buen plan,
aunque me preocupe. Y no hay nadie mejor. Puedo ver todo eso y aun
así no me gusta.
Rassan lo observó en silencio durante un momento.
—No es propio de ti dejarte llevar por las emociones de esa manera.
Incluso cuando envían a Balor, te enfrentas a ello.
—Balor es mi hermano y lo quiero. Mi mundo se rompería si él fuera
asesinado. Pero Kat... —sacudió la cabeza—. Mi mundo se destruiría
por completo si le pasara algo a ella. Es mi compañera —dijo en voz
baja, mirando a Rassan, no hablando con el comandante militar en este
momento, sino con su más viejo amigo.
Rassan levantó las cejas.
—Ah.
Faraad asintió.
—Imagínate cómo te sentirías, enviando a Harper así.
—¿Ella lo sabe? ¿Cómo se siente? —preguntó Rassan—. Y sí, estaría
igual de gruñón y furioso.
—No lo sabe. Tiene miedo de involucrarse. No quería asustarla más.
Rassan hizo una mueca.
—Díselo, antes de que vaya a esta misión. No es el tipo de cosas que
deben dejarse sin decir.
—En caso de que ocurra lo peor —dijo Faraad en voz baja.
—No. No por eso, porque creo que es muy poco probable que corra
peligro. Pero para que cuando se vaya, sepa que crees en ella.
Faraad se rió.
—A Kat no le importa si creo en ella o no. Hace lo que quiere y no se
doblega ante nadie. Definitivamente no ante mí.
—Kat se preocupa por muy pocos. Tú lo sabes mejor que yo. Pero
cuando lo hace, lo que esas personas piensan de ella importa mucho. A
ella le importa lo que Harper piensa de ella. Y, viendo sus reacciones de
hoy, le importa mucho lo que tú pienses de ella.
Faraad negó con la cabeza.
—Que yo le diga que la amo sólo la distraerá, cuando ya tiene bastante
en qué pensar. Ya habrá tiempo después. Como dices, hay muy pocas
posibilidades de que corra peligro. Y pienso asegurarme de que
cualquier posible peligro sea abordado antes de que ella abandone
Izoth.
Capítulo 11

¿La amaba?
Kat estaba a punto de volver a la sala principal de Logística para darle a
Faraad un poco de su opinión, cuando captó la última parte de su
conversación con Rassan.
—Que le diga que la amo sólo la distraerá.
Apenas escuchó una palabra después de eso. Hubiera jurado que su
corazón se detuvo.
Todos los que me aman mueren.
¿Cuántas veces había tenido ese pensamiento a lo largo de los años? Sus
padres, amigos, amantes. Le aterrorizaba dejar entrar a Harper.
Y ahora Faraad, con sus ojos intensos y su lengua inteligente y la calidez
de su abrazo... la amaba.
Ahora entendía por qué se había opuesto tanto a esta misión, sabiendo
lo que ella sabía de él. Pasaba cada minuto intentando que no se
perdieran vidas. Había perdido a sus padres. Había visto a su hermano
en peligro y se culpaba por no haberlo evitado.
Ella había perdido a los que la amaban.
Había perdido a los que amaba.
Ambos tenían mucho miedo. Odiaba pensar en sí misma de esa manera.
Asustada. Acobardada.
Huyendo.
Porque ¿no era eso exactamente lo que había hecho cada vez que
sentía que alguien se acercaba a ella? Huir. Alejarse lo más rápido
posible, porque estarían mejor.
Pero había dejado entrar a Harper, y Harper estaba bien. Prosperando,
de hecho. Y era como la hermana que Kat nunca había tenido, a pesar
de sus personalidades tan diferentes.
Regresó sigilosamente a la zona de oficinas, y luego a la otra salida del
departamento de Logística. Tenía que reunirse con Aavi y sus asesores y
con Rassan dentro de una hora. Pero hablaría con Faraad.
Le diría que lo amaba.
Que estaría bien.
Ella saltaría, y esperaría que él la atrapara.

***

Una hora más tarde, la llevaron a la sala de recepción de Aavi. Al entrar,


vio que Aavi, Rassan y otros dos izothians estaban sentados en cojines
de felpa alrededor de una gran mesa redonda.
—Kat. Por favor, siéntate. Gracias por ser una parte tan importante de
esta operación —dijo Aavi.
Kat inclinó la cabeza.
—Gracias, Aavi. Es un placer. Cualquier cosa que pueda hacer para
ayudar.
Se sentó en un cojín y Rassan le pasó una taza de té, que ella aceptó
agradecida.
—Kat, estos son dos de mis diplomáticos, Uura —dijo, señalando a un
macho izothian alto y delgado con pelo violeta oscuro y ojos a juego—,
y Viala —añadió, señalando a una mujer izothian que debía estar
relacionada con Uura.
—Saludos —dijo Viala con voz amistosa. Uura la saludó con un escueto
movimiento de cabeza—. Te acompañaré al mundo natal de los
pythians.
Kat asintió.
—¿Así que sí va a suceder, con seguridad?
—Sí, y antes de lo que esperábamos —dijo Aavi—. Quieren que la
reunión se produzca en nueve horas. Será un periodo en el que no
tengan emisarios Aluvians visitando su planeta.
—Así que no se correrá la voz a los Sa'tar —añadió Rassan, y Aavi
asintió.
—Tan pronto —dijo Kat.
Aavi asintió.
—Faraad está trabajando en la logística de la misión ahora. Para llegar a
la reunión a la hora prevista, tú y Viala partirán en las próximas dos
horas. Necesitamos que te presentes en el hangar de atraque a las
quince campanadas.
Kat asintió. A primera hora de la tarde, entonces, hora izothian—. Allí
estaré.
Pasaron la siguiente hora y media, más o menos, concretando los
detalles de lo que había que discutir, las respuestas a las preguntas que
pudieran tener los pythians. Para cuando la reunión terminó, tuvo el
tiempo suficiente para correr a sus habitaciones, hacer una pequeña
maleta y correr de vuelta a la base de acoplamiento. Cuando llegó, sacó
su comunicador del bolsillo y pulsó el nombre de Faraad en su lista de
contactos.
KAT: Sólo quería que supieras: yo también te amo.
No hubo tiempo para nada más, ya que la llevaron a bordo de la
pequeña y elegante nave y la sujetaron para que viajara a velocidad de
la luz.
Cerró los ojos y respiró profundamente. Podía hacer esto. Podía hacerlo
por su mundo adoptivo. Podía hacerlo por sí misma, demostrar que era
algo más que una rata callejera.
Y cuando volviera, podría amar a Faraad como él se merecía.
Capítulo 12

Faraad miraba obsesivamente la transmisión en directo. Seguiría la nave


de Kat hasta que saltara. Cuando entraran en el espacio aéreo pythian,
tendría que depender de los satélites pythians para poder ver lo que
ocurría.
Odiaba esto. Todo esto. ¿Qué pasaba si los traicionaban? ¿Y si los Sa'tar
estaban allí escondidos, al acecho de los izothians de alto rango para
utilizarlos como moneda de cambio?
¿Y si nunca la volvía a ver?
No podía pensar así, y lo sabía.
Se quedó en el mismo lugar que la noche de la misión de su hermano,
observando cómo el equipo de control de la misión hacía lo suyo.
Utilizaban la información que él había proporcionado y el plan que él y
Rassan habían ideado, junto con el resto del equipo de Logística, pero
ahora estaba en sus manos hacer que todo sucediera.
De mantenerla a salvo.
Escuchó cómo el equipo de control de la misión y el piloto de la nave de
Kat hablaban, comprobando las condiciones y las coordenadas. Sabía
que ella estaba atada a esa nave, y todo lo que podía hacer ahora era
esperar haber hecho todo lo posible para garantizar su seguridad. Sabía
que se había excedido con algunas de las naves de escolta, que se
asegurarían de que su nave llegara al salto sin la interferencia de los
Sa'tar. Sólo una nave podía escoltarlos en el espacio aéreo pythian, y su
hermano la pilotaba.
Como si no fuera suficientemente estresante tener a Kat entrando allí.
El testarudo de Balor también había ido.
—Me aseguraré de que tu dama esté a salvo —había dicho, dándole a
Faraad un abrazo con un solo brazo antes de irse.
Él había estado agradecido. Irritado. Preocupado. Se sintió molesto al
comprobar lo corto que era el plazo de la misión. No había tenido la
oportunidad de verla antes de que tuviera que abordar la nave.
Tal vez eso había sido lo mejor. Lo último que ella necesitaba ahora era
que él la distrajera. O que le rogara que no fuera, cosa que le
avergonzaba admitir que había estado a punto de hacer.
No. Ella estaba decidida. Y una de las cosas que le gustaba de ella era su
fuerza, su deseo de ayudar a su mundo adoptivo.
Observó cómo su nave despegaba, cómo atravesaba la inmensidad del
espacio, escoltada por una guardia de ocho naves, para luego dar el
salto a la galaxia de los pythians sin problemas. Las naves de escolta
comenzaron a regresar a la base; volverían a salir cuando llegara el
momento de escoltarlos de vuelta.
Con suerte, sería pronto.
—Entrando en el espacio aéreo pythian. Contacto realizado —dijo la
voz de Balor, manteniendo a la tripulación al tanto de lo que ocurría—.
Recibidos por su guardia de honor, como era de esperar.
Faraad respiró profundamente, observando y escuchando. Las cámaras
de la nave de Balor captaron las imágenes que había a su alrededor.
Cuatro naves elegantes, casi iridiscentes, salieron al encuentro de las
naves izothians y las saludaron. Una vez que los izothians les
devolvieron el saludo, las naves pythianas giraron y condujeron a los
izothians a la superficie. Cuando entraron en la atmósfera, se cortaron
las transmisiones de cámara y voz, dejando la sala de control de la
misión en silencio.
Faraad respiró profundamente. Esta parte era un salto de fe. Los
pythians habían estado preocupados por si los satélites de los Sa'tar
captaban algo de esta reunión. Ahora no se enterarían de nada hasta
que su gente saliera de Pythia.
—¿Estás bien? —preguntó Rassan, apoyado en uno de los escritorios,
con los ojos todavía pegados a la alimentación oscura.
—Tan bien como puedo estar en este momento, con mi hermano y mi
compañera fuera de contacto.
—Así que a punto de enloquecer —gruñó Rassan, y Faraad se obligó a
respirar profundamente otra vez.
—Ve a dar un paseo o algo así. Te avisaré si nos enteramos de algo. Y
eso es en realidad una orden, no una sugerencia —añadió Rassan
cuando Faraad empezó a discutir.
—Sí, señor. Imbécil —murmuró Faraad, oyendo a Rassan reírse detrás
de él mientras salía de la habitación. Caminó por el exterior, saludando a
algunos conocidos. Vio a una de las terrícolas, la bióloga de la que había
hablado su hermano, sentada en un banco, con la nariz metida en un
libro. Para su sorpresa, ella levantó la vista cuando él pasó.
—¿Cómo va la misión? —le preguntó con voz suave.
Él se detuvo.
—Han llegado a Pythia. La próxima vez que tengamos noticias de ellos
será cuando abandonen el espacio aéreo de Pythia.
—Estará bien, sabes. Kat es dura. Más inteligente de lo que la mayoría
de la gente cree.
—Sé que ella lo es. No es de ella de quien dudo.
Ni siquiera era de los Pythians. No realmente. Era él. ¿Qué pasa si se
había perdido algo? ¿Si pasó por alto algo? ¿Y si ella terminaba en peligro
por algo que él debería haber visto y no lo hizo?
—¿Te contó alguna vez la historia de cómo subió a nuestra aeronave
llena de científicos? —preguntó Isabella, todavía con esa voz suave. Casi
tenía que inclinarse para escucharla.
Negó con la cabeza.
—No, nunca lo compartió conmigo.
Isabella sonrió.
—Se enteró de que una tripulación iba a dejar la Tierra. Una tripulación
autónoma, que se encargaba de todo. Asumiendo todo el riesgo por
nosotras mismas, sin ayuda de nadie. Pensamos que cualquier lugar
tenía que ser mejor que donde estábamos, cada una por sus propias
razones —Había un claro matiz de tristeza en su voz, pero continuó
antes de que él pudiera examinarlo más—. Un grupo de nerds de la
ciencia, y una piloto.
Todas nos conocíamos de una forma u otra. Sólo sabíamos que era hora
de irse. Y de alguna manera ella se enteró. Sabes a qué se dedicaba en la
Tierra, ¿no? —preguntó, y a él le gustó más por el hecho de que no
había ningún juicio en su tono.
—Ladrona, principalmente.
Ella asintió.
—Sí. Así que se enteró de lo nuestro y preguntó qué tenía que hacer
para conseguir un puesto en el vuelo de salida. Nuestra piloto, Viv,
estaba angustiada por el hecho de que un par de piezas que había
conseguido obtener para nuestra nave estaban en mal estado.
Demasiado mal incluso para que nos arriesgáramos, por muy
desesperadas que estuviéramos por salir. Así que le dijo en broma a Kat
que si podía conseguir esas tres piezas y suficientes raciones para que
nos duraran unos meses, tenía un lugar —Sonrió a Faraad—. No
esperábamos volver a verla. Nueve días después, este camión llegó a
casa de Viv. Todas las piezas que necesitábamos, nuevas. Y raciones
suficientes para meses —Se rió suavemente—. No hace falta decir que
consiguió su puesto. Todas sabíamos que necesitábamos a alguien tan
inteligente, ingeniosa e imparable.
Faraad se encontró sonriendo.
—Sí, eso suena a Kat —dijo, asintiendo.
—Precisamente. Así que intenta no preocuparte. O bien hechizará a los
pythians o bien será capaz de correr lo suficientemente rápido como
para que nadie pueda atraparla.
Él miró hacia el cielo.
—Sólo quiero que vuelva aquí.
—Lo hará. Ten un poco de fe. Si no en todo lo demás, sí en Kat. Ella es
buena para sorprender a la gente.
Pensó en aquella mañana en su cama, que parecía haber sido hace
semanas, por muy agitado que hubiera sido el día.
—Sí, lo es —Estuvo de acuerdo.
Ella se levantó y cerró su libro.
—Tengo que ir a la biblioteca. Ha sido un placer hablar contigo —dijo, y
se marchó a paso rápido antes de que él pudiera responder.
Se obligó a dar un paseo. Volvió a casa y comprobó cómo estaba
Alanaar y lo ayudó con una tarea de matemáticas que le estaba dando
problemas, luego le preparó una cena rápida antes de dejarlo de nuevo
con su vecina viuda.
Y luego volvió a salir y a caminar un poco más. Y pensó en Kat y en el
tiempo que habían pasado juntos y en cómo probablemente le había
hecho pensar que no creía en ella.
Se odiaba a sí mismo por eso. Tenía que compensarla, si alguna vez
tenía la oportunidad.
Se preguntó si había pasado suficiente tiempo fuera para que Rassan no
lo reprendiera si volvía. Sacó su comunicador del bolsillo, pensando en
ver si había algún registro que pudiera consultar mientras tanto.
Vio que tenía un mensaje, y frunció el ceño, luego lo pulsó rápidamente
al ver que era de Kat.
Sólo quería que supieras: yo también te amo.
Se le cortó la respiración mientras miraba las palabras.
¿Ella lo amaba?
Se llevó el comunicador a la cara y apoyó la frente en la fría pantalla.
Sabía que parecía un idiota, pero no le importaba. Era lo más parecido a
presionar su frente contra la de ella.
Por favor, sólo cuídate, pensó, respirando profundamente y abriendo
los ojos para mirar de nuevo el mensaje.
Justo cuando lo hizo, su comunicador sonó en su mano.
—Vuelve aquí. Acaban de volver a entrar en nuestro espacio aéreo —
dijo la voz ronca de Rassan a través del comunicador.
Faraad corrió como un loco por la base, no hacia la sala de operaciones,
sino hacia el hangar de atraque. Entró justo cuando la nave de Kat, y
luego la de Balor, aterrizaron, y los equipos de acoplamiento se
apresuraron a su alrededor para ayudar a los ocupantes a salir de sus
naves.
Pero no estaban solos.
Cuatro naves elegantes e iridiscentes, naves pythianas, llegaron
después de ellos. Estaba claro que los esperaban y eran bienvenidos, ya
que los equipos de atraque se movieron para ayudarlos a atracar
también.
Debería haberse sentido fascinado por la llegada de más no izothians a
su mundo natal, pero sus ojos eran sólo para Kat. Observó atentamente
su nave cuando la asesora de Aavi descendió, y luego vio el cabello
oscuro y rizado de Kat al salir.
Corrió hacia la nave y, en cuanto se acercó, su mirada lo encontró. Le
dedicó una amplia y radiante sonrisa y corrió hacia él.
La estrechó entre sus brazos y la abrazó con fuerza, besándola y
acariciándola mientras ella lo rodeaba con sus brazos.
—Te he echado de menos —dijo Faraad, y ella se rió, mirándolo.
—Sólo estuve fuera unas horas.
—Me pareció una eternidad.
—Lo logré. Les gustó lo que tenía que decir... todos han venido aquí.
Sonrió y se inclinó, apoyando su frente contra la de ella.
—Sabía que lo harías.
—Mentiroso —dijo ella.
Negó con la cabeza.
—Nunca dudé de ti. Sólo de los demás. Y de mí mismo.
Le acarició suavemente la mejilla.
—Nunca he dudado de ti. Nunca lo haré.
Todo a su alrededor era ruido y movimiento mientras el puerto se
llenaba de izothians y terrícolas, que venían a saludar con curiosidad a
las primeras cuatro naves llenas de pythians. Con Kat en brazos, miró a
su alrededor. Los pythians parecían terrícolas más grandes, pero con
piel de alabastro, ojos plateados y pelo plateado. Llevaban largas y
vaporosas túnicas.
—Estos son sus curanderos. Usuarios de la magia, por lo que tengo
entendido —explicó Kat en voz baja—. Los pythians querían ofrecer a
los izothians algo a cambio de su hospitalidad, y de la posibilidad de
reproducirse con su pueblo y ver aumentar su número.
—¿Qué ofrecieron?
—Servicios de curación. Y creen que pueden extender la vida de los
terrícolas aquí para igualar la vida de los izothians. Para que los que han
tomado parejas terrícolas no tengan que llorarlas tan pronto —dijo en
voz baja, mirándolo.
Él se quedó mirando.
—¿Pueden hacer eso? —Había estado en su mente, cuando Rassan se
había enamorado de Harper. Su amigo se quedaría solo, una vida
terrícola apenas era un parpadeo en comparación con la suya.
Ciertamente, había estado tan enamorado de Kat que ni siquiera había
considerado la posibilidad de perderla.
Le sonrió.
—Están bastante seguros de poder hacerlo. Se están haciendo los
preparativos para trasladar al resto de su gente aquí, una vez que este
grupo se haya asentado. Los izothians tienen ahora un aliado aún más
avanzado tecnológicamente en algunos aspectos, que comparte un
mundo con ellos. Será beneficioso para ambas partes, y los pythians
estaban muy agradecidos por la oferta. Los Sa'tar llevan un tiempo
respirándoles en la nuca, amenazándoles.
Él asintió, pasando suavemente los dedos por su pelo mientras la
miraba.
—Me alegro mucho de que hayas vuelto —le dijo, y ella le sonrió.
—Yo también me alegro —respondió ella.
—¿Kat?
—¿Hm?
—Te amo.
La sonrisa que ella le dedicó fue suficiente para que su corazón casi se
detuviera, y todo su cuerpo se calentara.
—Será mejor que lo hagas. Porque no tengo intención de dejarte ir
nunca.
Epílogo

Cuatro meses más tarde, en un ornamentado puente sobre un pequeño


estanque cerca del límite del bosque, Kat se convirtió oficialmente en la
compañera de Faraad. Los sacerdotisas pythians la habían utilizado
como sujeto de prueba para ver si podían prolongar la vida de los
terrícolas. A pesar de que Faraad se paseaba, se obsesionaba y se
preocupaba, todo indicaba que Kat podía esperar vivir al menos cien
veces más que un terrícola típico. Tal vez más.
De pie, con un vestido azul claro y sedoso, con las manos entrelazadas
con las de Faraad, lo único que podía hacer era mirar fijamente a sus
hermosos ojos dorados y reflexionar con incredulidad sobre el hecho de
que estaba aquí, viva, aceptando todo el amor y el miedo y la felicidad y
la incertidumbre que conllevaba prometer a alguien que estaría a su
lado el resto de sus días.
Eso la asustaba. Por supuesto que sí. Pero cada vez que miraba a su
compañero a los ojos, cada vez que él empujaba dentro de ella mientras
le hacía el amor, cada vez que se despertaba cálida y segura en sus
brazos, sabía que valía la pena enfrentarse al miedo.
Sus amigos y familiares estaban reunidos a su alrededor: Balor y
Alanaar, sus hermanos, estaban a un lado vestidos con sus mejores
galas; Balor con su uniforme de gala, Alanaar con un traje mal ajustado
que no parecía sentarle bien a su desgarbado cuerpo. Rassan y Harper
también estaban cerca, Harper casi dolorosamente grande con el hijo
de Rassan. Aavi y sus consejeros, así como los sacerdotisas pythians y
varios otros pythians también estaban presentes. Los otros miembros
de la tripulación de la Tierra de Kat estaban de pie junto a Harper.
¿Cómo había llegado hasta aquí? Kat no podía superar lo irreal que
parecía todo esto, lo imposible que era para una antigua rata de la calle
que había perdido a todos los que había amado, que levantó muros a su
alrededor, creyendo que era necesario, que era lo mejor.
Faraad había destruido sus muros con afecto y comprensión y calor y
pizza. Y sexo. Mucho sexo. Por primera vez desde la muerte de sus
padres, sentía que tenía una familia.
Sonrió a Faraad cuando Aavi enroscó una cinta brillante alrededor de
sus manos, pronunciando una antigua bendición de apareamiento
izothian, para que vivieran una larga y feliz vida juntos, para que
siempre estuvieran en casa, siempre que el otro estuviera cerca.
Kat parpadeó para contener las lágrimas mientras miraba a su
compañero, y él sonrió, con sus propios ojos brillando aún más de lo
habitual. Aavi terminó su bendición, y Faraad se inclinó y la besó
profundamente, murmurando suavemente que la amaba. Para hoy, ella
había aprendido a entender a Izoth sin el chip traductor. Quería
escuchar las palabras tal y como él las pronunciaba, directamente de sus
labios.
—Yo también te amo. Para siempre —le dijo.
Los invitados vitorearon alegremente a su alrededor, y ellos
permanecieron atados, como lo harían durante el resto de la noche,
cada uno de ellos dando abrazos con un brazo a sus amigos, familiares y
testigos.
—Felicidades, cariño —dijo Harper, abrazándola con fuerza. O, tan
fuerte como podía con la enorme barriga de embarazada que lucía. Kat
y Faraad habían decidido tomarse su tiempo; él llevaba años tomando
anticonceptivos masculinos y dejaría de tomar los tratamientos cuando
estuvieran preparados para formar una familia. A pesar de sus temores,
Kat sabía que querría experimentar eso con él, al igual que quería
experimentar todo a su lado.
—Me alegro mucho por los dos... —empezó Harper, y entonces sus
ojos se abrieron de par en par y jadeó.
—¿Harper? —preguntó Kat. Rassan rodeó a su compañera con el brazo
en señal de preocupación.
—Yo... el bebé viene, creo —dijo Harper. En pocos segundos, todo el
grupo de apareamiento se apresuró a regresar a la bahía médica en la
base, como un desfile muy sobrevestido y torpe: Rassan llevaba en
brazos a una Harper muy embarazada y ocasionalmente quejumbrosa, y
Faraad y Kat los seguían, con las manos aún entrelazadas con la cinta
brillante.
Kat miró a Faraad y sonrió.
—¡Al menos nadie olvidará nuestro aniversario! —dijo ella, y él se rió
mientras todos se apresuraban a entrar en las instalaciones médicas.

***

Faraad se sentó junto a una adormilada Kat, ambos todavía con sus
galas de boda mientras esperaban noticias sobre el bebé de Harper y
Rassan. Los dos, todas las hembras terrícolas, y Balor y Alanaar estaban
sentados en la sala de espera. Si no hubiera estado atado a una Kat muy
somnolienta, Faraad se habría levantado a dar vueltas.
Por el momento, todo lo que podía hacer era sentarse, y esperar, y
disfrutar de la sensación de su compañera descansando felizmente
contra su costado y maravillarse de lo afortunado que era.
Y además de eso, observaba.
Sobre todo, observaba al idiota de su hermano mirando lascivamente a
la tranquila terrícola, Isabella. Le lanzó a Balor varias miradas de
advertencia, que Balor ignoró.
—¿Sabías que, al menos en la Tierra, la fascinación de los hombres por
el tamaño de los pechos suele estar relacionada con su nivel de
seguridad económica? —preguntó finalmente Isabella con su voz suave
y cadenciosa, apartando su pelo rubio rojizo de la cara.
—¿Eh? —preguntó Balor.
—Es cierto. Hubo un estudio realizado por una revista, PLoS One, hace
mucho tiempo, que desde entonces se ha replicado fielmente al menos
una vez por siglo, que encontró que los hombres que eran pobres y
estaban hambrientos se sentían más atraídos por los pechos grandes,
presumiblemente como una especie de deseo de ser alimentados y
estar seguros. ¿Te sientes inseguro en este momento, Balor? —
preguntó ella.
Todos en la sala intercambiaron sus miradas de la normalmente
silenciosa Isabella a su hermano imbécil, y Faraad se pasó una mano
libre por la cara, tratando de ocultar su risa.
Balor, por su parte, abría y cerraba la boca como una especie de animal
incapaz de recuperar el aliento.
Por suerte, o por desgracia, según la perspectiva de cada uno, llegó un
sanador, con una sonrisa en el rostro.
—Harper ha dado a luz a una muy saludable hija mitad terrícola, mitad
izothian. Tanto la madre como la bebé se encuentran bien. Una vez que
hayan descansado un poco, se les permitirá entrar a verlas —dijo con
una sonrisa antes de darse la vuelta y dejarlos solos.
Kat ya estaba despierta y había escuchado el anuncio. Sonrió a Faraad y
lo besó profundamente.
—El mejor día de mi vida —dijo feliz, y él tuvo que darle la razón.

FIN

También podría gustarte