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Los estudios sobre gitanos han venido sosteniendo que la relación con la política por parte
de esta etnia era problemática, sobre todo a partir de dos argumentos. El primero de ellos
simplemente ha utilizado los prejuicios sociales sobre los romaníes para afirmar que estos
se contraponían a los órganos de gobierno por su propia “naturaleza primitiva”,
alejándose de la política general practicada por la civilización paya. El segundo ha hecho
referencia a que el principio de no-violencia, un aspecto antropológico que caracteriza la
idiosincrasia de estas comunidades, llevaba a los gitanos a no querer enfrentarse por
razones políticas, incluso en contextos de mayor radicalización como la Guerra Civil
española. Aunque este último argumento está basado en razones cargadas de sentido
desde el punto de vista de la obtención de datos etnográficos, no puede ser tomado como
un rasgo étnico de alcance universal sino como un conjunto de muestras que pueden no
expresarse en otros casos.
De facto, aquellos que despuntan respecto a esto último son los gitanos que sí tomaron
parte activa de la política en sus diferentes manifestaciones y de los que se tiene
constancia a través de las fuentes históricas. Al contrario de lo que se pueda pensar, la
participación política de los gitanos se remonta siglos atrás y no a la entrada de un
diputado de esta etnia en el parlamento hace cuatro décadas, no siendo hasta la actualidad
más reciente cuando ha comenzado a incrementarse la entrada de personas gitanas en
puestos de responsabilidad.
La emergencia de culturas políticas modernas en una sociedad de clases cada vez más
pronunciada a finales del siglo XIX, estimuló la participación de muchos gitanos que para
aquel tiempo ya estaban integrados en nichos laborales altamente politizados, por ejemplo
en fábricas, hornos de pan o imprentas. Algunas décadas después, la Guerra Civil
española (1936-1949) dispuso un terreno radicalizado de confrontación ideológica que
sirvió para azuzar la conciencia de muchos españoles hacia un lado u otro de la trinchera
política, ya fueran payos o gitanos.
En este contexto, muchos romaníes continuaron sus
trayectorias políticas o experimentaron
transformaciones en las mismas. Por otro lado, hubo
gitanos que se adhirieron a formaciones políticas por
vocación militante o acuerdo ideológico. Si bien,
también los hubo que tomaron partido para preservar
su integridad individual, independientemente de la
idea que los llevara a declararse por un bando u otro,
ya que en términos legislativos durante los años treinta
seguían siendo vistos como un peligro social. No
menos importantes, otros muchos directamente
soslayaron el conflicto en la medida que les fue
posible. En otro orden de cosas, antes de la propia
materialización del liberalismo, el conservadurismo,
el socialismo o el anarquismo, en los suburbios o
zonas segregadas habitadas por los gitanos la
resistencia y la autorregulación comunitarias eran
fenómenos muy comunes que subsisten hasta la fecha
y que entonces pudieron servir de ensayo para la
posterior incorporación de estos individuos a formas
Ilustración 5. Helios Gómez, gitano, pintor y
comunista. Crónica (Madrid. 1929). 18-10-1936
reguladas de organización política.
Quizás sería útil dejar de utilizar la declaración de “apolítico” para esquivar el debate ante
una cuestión concreta, como puede ser sobre los gitanos, aunque respecto a estos existe
una inclinación muy rápida hacia su rechazo. No obstante, este no es el tema ahora, sino
indicar que el apoliticismo también puede representar una posición política. Esto es, en el
caso de muchos gitanos, cuando arguyen ser apolíticos, las razones que explican este
posicionamiento nos hablan del repudio a unas autoridades represivas o a políticas de
control social diseñadas por los gobiernos para vigilar a los gitanos. Al mismo tiempo, lo
anterior muestra la desconfianza hacia unas instituciones por las que no se sienten
representados a causa de los ejemplos expuestos.
De esta manera, ya sea a lo largo de la prensa del pasado que recogía testimonios de
vecinos gitanos o de las historiadas contadas hoy por los gitanos viejos, se puede observar
en muchas ocasiones esa declaración de apoliticismo o desinterés por la “política paya”.
No obstante, ante aquellas situaciones de injusticia devenidas de la segregación y el
antigitanismo gubernamental o de los propios vecinos payos, las maneras de enfrentarlo
no pasaban generalmente por el ocultamiento sino por la confrontación directa basada en
la resistencia y la autorregulación comunitarias6.
Ilustración 6. Los gitanos del Barrio de las Cambroneras en Madrid, llamado el “barrio gitano”. Archivo Regional de la Comunidad de Madrid.
Signatura ES28079-0700R-Recto
6
Buhigas Jiménez, Rafael (2018). Los gitanos de Madrid (1880-1936). Representación y realidad en los
bajos fondos de la ciudad moderna. Madrid: Universidad Complutense de Madrid.
7
Buhigas Jiménez, Rafael (2019). “Un espacio de producción y de sociabilidad laboral en las sombras de
la capital el barrio de las Cambroneras en Madrid (1868-1930)”, en Santiago Castillo y Jorge Uría (eds.),
Sociedades y culturas. Oviedo, Asociación de Historia Social, pp. 403-425.
Estos últimos respondían a la necesidad de dotarse de herramientas en los márgenes de
una ciudad que los desplazaba hacia fuera y que en las últimas décadas ha reforzado esa
segregación hacia las periferias como consecuencia del desarrollo capitalista del espacio
urbano. El arte de la resistencia en los gitanos marginados, por parafrasear a James Scott,
daba lugar a conductas y prácticas cotidianas que, al margen de las formas reguladas de
organización política, servían para reivindicar su derecho a la ciudad —cuando no
directamente a la vida—, así como a dotarse de una defensa que no les proporcionaba el
estado.
Ejemplo de esto último puede ser la resistencia practicada por un niño gitano que dejando
a un lado la vía legal asaltó un coche de la perrera municipal de Madrid en 1900 para
liberar a su mascota, incautada sin motivos. Para ello cortó las cuerdas que retenían a
todos los perros de la furgoneta y al poco tiempo fue apresado en el Puente de Toledo por
sus actos. Ante estos hechos, sus convecinos, payos y gitanos, armaron un tumulto con el
que lograron la libertad del joven mediante el linchamiento a las autoridades. Algunas
décadas después, cerca de donde tuvo lugar el suceso anterior, en la orilla del río
Manzanares, los gitanos Luis Moya y Antón Moya, dispararon erróneamente a una cabra
del pastor Joaquín González Caballero. Aquellos efectuaron el disparo mientras cazaban
palomas para poder llevarse algo a la boca, ya que la asistencia social brillaba por su
ausencia en los barrios más empobrecidos del sur madrileño. Si avanzamos en el tiempo
y llegamos hasta hoy, puede observarse que durante la crisis sanitaria mundial por
COVID-19 que ha generado una gran pérdida de empleo, así como la imposibilidad de
salir a la calle a vender en los mercados debido a la cuarentena, muchos gitanos han creado
redes de distribución de alimentos. Estos han repartido la comida y los productos que no
iban a poder vender en sus puestos habituales entre las familias de los vecindariosmás
afectados.
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