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Manuscrito K
lunes, 12 de abril de 2021 15:36
Existe una tendencia defensiva normal, una aversión a dirigir la energía psíquica de manera tal
que ocasione displacer, que está ligada a la ley de constancia. Es innocua cuando se trata de
representaciones que alguna vez fueron acompañadas de placer, pero no son susceptibles de
asumir ningún displacer actual.
La tendencia defensiva nociva se da cuando se dirige contra representaciones que son capaces
de suscitar displacer actual, como es el caso con las representaciones sexuales. Aquí se realiza
la única posibilidad de que, con efecto retardado, un recuerdo produzca un desprendimiento
más intenso que la vivencia correspondiente.
Sólo una condición debe cumplirse para que ello ocurra: que entre la vivencia y su repetición en
el recuerdo se intercale la pubertad (y la incorporación del pudor y la moralidad). Debe existir
en la vida sexual una fuente independiente para provocar displacer, y que, una vez establecida,
es susceptible de activar las percepciones repugnantes.
La vergüenza y la moralidad son las fuerzas represoras y la vecindad natural de los órganos
sexuales despertaran asco a raíz de la vivencia sexual. Donde no hay vergüenza ni moral no hay
represión. Y con un nivel suficientemente alto de libido, no tenemos asco ni vergüenza ni
moral.
Una experiencia sexual (o una serie de experiencias) que es prematura y traumática (cantidad
que se desprende y busca cierta cualificación)
Represión a raíz de una ocasión posterior que despierta su recuerdo (por aumento de tensión)
Estadio de defensa lograda, que se asemeja a la salud salvo por el síntoma primario.
Las diferencias principales entre las distintas neurosis se expresan a través de la forma en que
retornan las ideas reprimidas, mientras que otras obedecen a las modalidades de la formación
de síntomas y del curso que sigue la enfermedad. Pero el carácter específico reside en la
manera de realizar la represión.
NEUROSIS OBSESIVAS
La vivencia primaria fue acompañada de placer, fue una vivencia activa (en el varón) o pasiva
(en la niña), sin agregado de dolor o repugnancia.
Sería condición clínica de la neurosis obsesiva que la vivencia pasiva cayera en época tan
temprana que no fuera capaz de estorbar la génesis espontánea de la vivencia de placer. La
fórmula sería: displacer- placer- represión. El factor determinante radica en las relaciones
cronológicas de ambas vivencias entre sí y con respecto a la madurez sexual.
En la fase del retorno de lo reprimido, el reproche retorna inalterado, pero rara vez atrae sobre
sí la atención, de modo que durante un tiempo se manifiesta como puro sentimiento de
culpabilidad, carente de contenido. Por lo común, se adhiere a un contenido doblemente
deformado – en el tiempo y en el tema. Así, la obsesión es un producto transaccional, correcto
en cuanto a afecto y categoría, falso por desplazamiento cronológico y por sustitución
analógica.
El afecto del autorreproche puede, por diversos procesos psíquicos, mudarse en otros afectos
que luego entran en la conciencia con más nitidez que él mismo. El yo consciente se
contrapone a la representación obsesiva como si fuera algo ajeno a sí mismo: le niega crédito
con ayuda de la representación contraria (idea de escrupulosidad), formada largo tiempo antes.
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El desenlace de la lucha defensiva, si es que lo hay, acontece mediante una manía general de
duda o con la adopción de un modo de vida excéntrico, con innumerables síntomas de la
defensa secundaria. La neurosis obsesiva se cura deshaciendo las sustituciones y las mudanzas
de afecto que han tenido lugar, hasta que el autorreproche primario y sus vivencias quedan al
descubierto y puedan ser sometidos al yo consciente para su nuevo enjuiciamiento.
PARANOIA:
Existen distintas formas, según que sólo haya sido reprimido el afecto, o también el contenido
de la vivencia. Según sea el caso, el retorno abarcará meramente al afecto penoso o, junto con
él, el recuerdo correspondiente. En el segundo caso, el contenido de la vivencia retorna como
un pensamiento en forma de ocurrencia, o como una alucinación visual o sensorial. El afecto
reprimido parece retornar siempre en alucinaciones de voces. Los fragmentos de recuerdo que
retornan están desfigurados al ser sustituidos por imágenes análogas de la vida actual.
El proceso halla su cierre en una melancolía (pequeñez del yo), o bien, de manera más
frecuente y seria, en una formación delirante protectora (delirio de grandeza), hasta que el yo
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HISTERIA:
La histeria comienza con un avasallamiento del yo. El aumento de tensión a raíz de la vivencia
displacentera primaria es tan grande que el yo no contradice a esta, no forma ningún síntoma
psíquico, sino que se ve precisado a consentir una exteriorización de descarga, denominando
este estadio como histeria del terror: su síntoma primario es la exteriorización de terror con
lagunas psíquicas.
La represión y formación de síntomas defensivos viene más adelante, en torno del recuerdo, y
desde entonces en una histeria se pueden mezclar entre sí al azar defensa y avasallamiento, o
sea, formación de síntoma y estallidos de ataques.
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