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Josué 4:6 - 5:20

Continuamos estudiando hoy el capítulo 4 de Jueces que


comenzamos en nuestro programa anterior. Y en él
hablábamos de Débora, una mujer que se menciona aquí en
el capítulo 4 versículo 4, como profetisa y juez. Y decíamos
que Débora era, sin duda, una mujer extraordinaria. Durante
un tiempo de opresión y desesperación ella animó a su pueblo
a luchar. Leamos ahora los versículos 6 al 9 de este capítulo 4
de Jueces:
"Un día, Débora envió a llamar a Barac hijo de Abinoam, de
Cedes de Neftalí, y le dijo: ¿No te ha mandado el Señor, Dios
de Israel, diciendo: Ve, junta a tu gente en el monte Tabor y
toma contigo diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la
tribu de Zabulón. Yo atraeré hacia ti, hasta el arroyo Cisón, a
Sísara, capitán del ejército de Jabín, con sus carros y su
ejército, y lo entregaré en tus manos? Barac le respondió: Si
tú vas conmigo, yo iré; pero si no vas conmigo, no iré. Ella
dijo: Iré contigo; pero no será tuya la gloria de la jornada que
emprendes, porque en manos de mujer entregará el Señor a
Sísara. Y levantándose Débora, fue a Cedes con Barac."
Si alguna vez existió un General que fuera una persona
miedosa, ese fue Barac. El debería haber estado luchando en
la primera línea de la batalla, pero dijo que no lo haría a
menos que Débora fuera con él. Si esta profetisa iba con él, él
creía que tendría éxito en la lucha. No es extraño pues que
Dios tuviera que usar a una mujer en aquel entonces. Débora
prometió ir con Barac, pero le dijo que, en ese caso, una
mujer sería la heroína de la batalla. Consideremos ahora
La derrota y muerte de Sísara
Débora era una mujer resuelta, franca que, como veremos,
quería lograr la liberación de su pueblo. Barac reunió a su
ejército y se prepararon para ir contra el enemigo y Dios les
dio la victoria. Pasemos al versículo 16 de este capítulo 4 de
Jueces y leamos hasta el versículo 21:
"pero Barac siguió a los carros y al ejército hasta Haroset-
goim. Aquel día, todo el ejército de Sísara cayó a filo de
espada, hasta no quedar ni uno. Sísara huyó a pie a la tienda
de Jael, mujer de Heber, el ceneo, porque había paz entre
Jabín, rey de Hazor, y la casa de Heber, el ceneo. Cuando
Jael salió a recibir a Sísara, le dijo: Ven, señor mío, ven a mí,
no tengas temor. Él vino a la tienda y ella lo cubrió con una
manta. Sísara le dijo: Te ruego que me des de beber un poco
de agua, pues tengo sed. Jael abrió un odre de leche, le dio
de beber y lo volvió a cubrir. Entonces él dijo: Quédate a la
puerta de la tienda; si alguien viene y te pregunta: ¿Hay
alguien aquí?, tú responderás que no. Pero Jael, mujer de
Heber, tomó una estaca de la tienda, y tomando en su mano
un mazo, se le acercó calladamente y le clavó la estaca por
las sienes, contra la tierra, pues él estaba cargado de sueño y
cansado. Y así murió."
Ya que todo su ejército había sido destruido, el deseo
principal de Sísara fue salvarse a sí mismo. Al parecer, los
cananeos no habían molestado a los ceneos, y Sísara creía
que estaría seguro entre esta gente. Fue pues a la casa de
Heber, y la esposa de este hombre, Jael, que pertenecía a un
pueblo no judío, le ofreció la hospitalidad al soldado fatigado
que huía. Su bondad le hizo creer que él podía confiar en ella.
Cuando se durmió, ella tomó una estaca de la tienda y un
martillo, y le mató, acabó con él. Ahora, desde el punto de
vista de los israelitas, ella fue una heroína por haber dado
muerte a Sísara. De modo que, aquí tenemos a dos mujeres
extraordinarias, Débora y Jael. Ahora, observemos lo que dice
aquí el versículo 23, de este capítulo 4 de Jueces:
"Así abatió Dios aquel día a Jabín, rey de Canaán, delante de
los hijos de Israel."
Queda claro que fue DIOS quien abatió a Jabín, rey de los
cananeos. Y así es siempre, estimado oyente. Es DIOS quien
obtiene la VICTORIA. Y finaliza este capítulo 4 diciendo aquí
en el versículo 24.
"Y la mano de los hijos de Israel fue endureciéndose más y
más contra Jabín, rey de Canaán, hasta que lo destruyeron."
Cuando Dios da una Victoria da una victoria total y una
liberación completa. Y así llegamos
Jueces 5:1-20
En este capítulo tenemos la canción de Débora y Barac. En el
capítulo 4 del libro de los Jueces vimos, pues, el incidente
acerca de Débora. Recordemos que aquellos eran días
angustiosos y oscuros. El hecho es que había desconsuelo en
toda esa tierra. El incidente relacionado con Débora, Barac y
Jael, tuvo lugar en la parte norteña de Israel. Dios le Dio a
Israel una gran liberación. Ésta fue una canción de alabanza a
Dios y constituyó un relato de todo el episodio. Leamos
entonces los primeros 5 versículos de este capítulo 5 de
Jueces:
"Aquel día, Débora y Barac hijo de Abinoam cantaron así: Por
haberse puesto al frente los caudillos en Israel, por haberse
ofrecido voluntariamente el pueblo, load al Señor. ¡Oíd,
reyes! ¡Escuchad, príncipes! Yo cantaré al Señor, cantaré
salmos al Señor, el Dios de Israel. Cuando saliste de Seir,
Señor, cuando te marchaste de los campos de Edom, la tierra
tembló, se estremecieron los cielos y las nubes gotearon
aguas. Los montes temblaron delante del Señor, tembló el
Sinaí delante del Señor, Dios de Israel."
Su canción fue realmente una obra poética. Débora había
reconocido que ella era madre en Israel y que no buscaba
esta tarea de ningún modo. El hecho de que ella se encargara
de la dirección, no la convirtió en un objeto de crítica. Ella fue
elegida por Dios y la historia dio muchos ejemplos como éste.
Débora fue uno de los jueces sobresalientes. Sobrepasó
ampliamente a Otoniel en capacidad. En aquella época, el que
una mujer como ella tuviera que asumir una posición de
autoridad fue una evidencia de decadencia. Fue un indicio de
debilidad y de una época de laxitud. Ya hemos visto que el
General Barac era cobarde. Era miedoso. Había deseado
quedarse alejado, detrás de las primeras líneas de combate.
El hecho es que habría preferido quedarse en casa, antes que
salir a la guerra. Ya hemos visto que Débora tuvo que
prometerle ir con él antes de que él estuviera dispuesto a ir a
luchar contra el enemigo.
Ahora, en realidad Débora habría preferido no abandonar su
hogar. Sin embargo, Jabín era rey de los cananeos y Dios
había permitido que los israelitas sufriesen la esclavitud bajo
ellos. Cuando llegó la hora de la liberación, Barac, que estaba
al frente del ejército de Israel, no estaba dispuesto a ir a la
batalla. Pero Dios les prometió una victoria, y Débora y Barac
salieron a la batalla. La victoria se ganó pero fue una victoria
ignominiosa para Barac. Después de la batalla, Débora y
Barac entonaron una canción que fue una de las primeras
canciones de la raza humana. Ahora, leamos los versículos 6
y 7 de este capítulo 5 de los Jueces:
"En los días de Samgar hijo de Anat, en los días de Jael,
quedaron abandonados los caminos, y los que andaban por
las sendas se apartaron por senderos torcidos. Las aldeas
quedaron abandonadas en Israel, habían decaído, hasta que
yo, Débora, me levanté, me levanté como madre en Israel."
Observemos que este cántico mencionó a Samgar. Usted
recordará que él había sido el juez que hizo uso de una
aguijada de bueyes, que como dijimos, era una vara larga con
punta de hierro para estimular o aguijonear a los bueyes. Y
éste fue el instrumento que Samgar había usado para liberar
a Israel. Pues bien, Samgar había ejercido como juez de
Israel durante un tiempo de libertinaje y grave inmoralidad. A
la gente no le era posible caminar por las carreteras sin
peligro. Las carreteras estaban desoladas. Los viajantes
andaban por los caminos secundarios, antes que por las vías
principales. Aquella situación nos rccuerda la inseguridad
ciudadana de nuestro tiempo, y el temor de las personas de
transitar a ciertas horas por algunas de nuestras calles. En
aquellos tiempos, Débora conocía bien esta situación y tuvo
que hacer frente decididamente a la delincuencia.
También se hace mención en esta canción, del hecho de que
no había ningún dirigente o líder. Los gobernantes habían
dejado de gobernar. Había un vacío de poder y no hubo
ningún hombre capaz de asumir la dirección. Ahora, Débora
era madre. Observe usted que ella dijo: "Me levanté como
madre en Israel." Tenía el corazón de una madre.
Francamente, ella no quería asumir la dirección, pero ante la
falta de liderazgo, tuvo que hacerse cargo de esa
responsabilidad. ¡Cuán trágica era esta situación! Ella quería
que sus hijos tuvieran algo mejor que el ambiente que la
había rodeado a ella. Y debido a este deseo, se convirtió en
juez de Israel. Tomó la iniciativa y asumió la dirección en un
tiempo en que su nación se había alejado de Dios. Leamos
ahora el versículo 8 de este capítulo 5 de Jueces:
"Cuando escogían nuevos dioses, la guerra estaba a las
puertas; ¿se veía escudo o lanza entre cuarenta mil en
Israel?"
Israel negó a Dios así como muchos seres humanos le niegan
hoy. Solamente que en aquellos tiempos, en lugar de negarlo
y convertirse en ateos, llegaron a ser politeístas. Comenzaron
a adorar a ídolos. Pensemos en los muchos que en la
actualidad, viven sin Dios. Vemos que en nuestro relato,
Débora no quiso que sus hijos y los de los demás se criaran
en ese ambiente, y decidió intervenir.
Usted quizá recuerda la expectativa que había por todas
partes después de la segunda guerra mundial. Todos creían
que por fin iban a conocer la paz. Muchos creyeron que
vivirían en paz y, a la vez, en el pecado, y que en todo les iría
bien. Pero se les olvidaron las palabras del Salmo 85:10 que
dice: "La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y
la paz se besaron." Y estimado oyente, la paz y la justicia ni
siquiera se hablan ni se relacionan hoy en día. Creemos que
ni siquiera se conocen. Es interesante ver que Dios no
permite que el ser humano viva cómodamente en esa
situación. Dios tampoco permitió vivir de aquella manera a
Israel. Ahora, también es interesante notar que a Israel le
faltaba una defensa. No tenían nada con qué enfrentarse al
enemigo. Dice el versículo 8 que "Cuando escogían nuevos
dioses, la guerra estaba a las puertas; ? y pregunta: ? ¿Se
veía escudo o lanza entre cuarenta mil en Israel?" Israel no
tenía ninguna protección. Ahora, leamos los versículos 9
hasta el 11 de este capítulo 5 de Jueces:
"Mi corazón es para vosotros, jefes de Israel, para los que
voluntariamente os ofrecisteis entre el pueblo. ¡Load al
Señor! Vosotros, los que cabalgáis en asnas blancas, los que
presidís en juicio, y vosotros, los que viajáis, hablad. Lejos
del ruido de los arqueros, en los abrevaderos, allí se contarán
los triunfos del Señor, los triunfos de sus aldeas en Israel;
entonces marchará hacia las puertas el pueblo del Señor."
Todas las condiciones no eran malas. Todavía había algunos
gobernadores piadosos. Y Débora quiso que supieran que ella
les daba su apoyo. Fue a los impíos, a quienes ella rechazó.
Ahora, las puertas era el lugar de reunión, donde el pueblo se
congregaría. Pero en vez de hablar de los temas corrientes
del día, así como habían hecho en el pasado, iban a hablar
acerca de las obras poderosas y justas de Dios. Y los
versículos 12 y 13 dicen:
"Despierta, despierta, Débora. Despierta, despierta, entona
un cántico. Levántate, Barac, y lleva tus cautivos, hijo de
Abinoam. Entonces marchó el resto de los nobles; el pueblo
del Señor marchó por él en contra de los poderosos."
Después de la victoria de Israel sobre el enemigo, Débora
aconsejó nuevamente a Barac que asumiese el mando de la
operación. Pero él no lo hizo así y ella tuvo que continuar
como líder. Ella descubrió que le era posible ejercer el
dominio sobre los poderosos. Leamos los versículos 14 al 16
de este capítulo 5 de Jueces:
"De Efraín vinieron los que habitaban en Amalec, en pos de ti,
Benjamín, entre tus pueblos. De Maquir descendieron
príncipes, y de Zabulón los que tenían vara de mando.
También los caudillos de Isacar fueron con Débora; sí, como
Barac, también Isacar se precipitó a pie en el valle. Entre las
familias de Rubén se tomaron grandes decisiones. ¿Por qué
se quedaron entre los rediles, oyendo los balidos de los
rebaños? ¡Entre las familias de Rubén se hicieron grandes
propósitos!"
Ahora observemos que algunas de las tribus ayudaron a
Débora y a Barac, mientras que otras no lo hicieron. Una de
las tribus que no les ayudó, fue la tribu de Rubén, que no
envió ningún refuerzo a la batalla. No estuvieron allí para dar
su apoyo, cuando era tan necesario. Eran vecinos y estaban
muy cerca, pero no hicieron nada. Creyeron que debían
quedarse en sus rediles, y al parecer no quisieron confiar el
cuidado de sus animales a otros. Actuaron como si no hubiera
ninguna guerra. Y se nos dice en el versículo 15 que ". . .
Entre las familias de Rubén se hicieron grandes propósitos."
En cambio, la tribu de Isacar se unió a Débora y Barac. Ahora
el versículo 17 dice:
"Galaad se quedó al otro lado del Jordán, y Dan, ¿por qué se
detuvo junto a las naves? Se quedó Aser a la ribera del mar y
permaneció en sus puertos."
La tribu de Dan estaba ocupada en actividades comerciales.
Los hombres de esa tribu no quisieron ir a la batalla. Aser no
se movió de sus puertos. Estimado oyente, la naturaleza
humana nunca cambia. Así como en los días de Débora, hoy
hay muchos que en un principio toman decisiones o expresan
sus buenos propósitos; pero cuando llega el momento de
cumplirlos, se evaden de sus responsabilidades, y otros
tienen que hacerse cargo de ellas. Leamos ahora el versículo
18 de este capítulo 5 de Jueces:
"El pueblo de Zabulón expuso su vida a la muerte, como
Neftalí en las alturas de los montes."
Estas dos tribus, realmente lucharon. Y dice el versículo 19:
"Vinieron reyes y pelearon; los reyes de Canaán pelearon
entonces en Taanac, junto a las aguas de Meguido, mas no
obtuvieron ganancia alguna de dinero."
Israel tuvo algunos aliados, que antes habían sido enemigos,
y que ayudaron en las aguas de Meguido, las cuales
quedaban cerca del lugar que algún día futuro será
Armagedón. Por último, el versículo 20 de este capítulo 5 de
Jueces dice:
"Desde los cielos pelearon las estrellas, desde sus órbitas
pelearon contra Sísara."
Yo no creo que ésta sea simplemente una expresión poética.
En realidad, lo que nos dice es que Dios, desde los cielos,
intervino decisivamente en la batalla contra ese enemigo. Lo
cual nos recuerda seguramente otras intervenciones ya
consideradas en programas anteriores, en las cuales Dios
actuó directamente sobre los asuntos humanos de diversas
maneras. Esa actitud ha resultado evidente, no sólo en
acciones espectaculares en la vida de las naciones, sino
también en el propósito de satisfacer la necesidad espiritual
de cada persona. El profeta Isaías dijo, en 56:3, "Porque así
dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo
nombre es el Santo; Yo habito en la altura y la santidad, pero
habito también con el quebrantado y humilde de espíritu,
para reavivar el espíritu de los humildes y para vivificar el
corazón de los quebrantados." Su máxima intervención en la
historia fue cuando se encarnó, enviando a Su Hijo Jesucristo
a morir en una cruz. Estimado oyente, Él vino para buscar y
salvar lo que se había perdido. Estimado oyente, ¿no estaría
usted dispuesto a dejarse encontrar por Dios?

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