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El relato narra la experiencia de un cadáver que recupera la conciencia durante su propia autopsia en la morgue. A través de los sentidos, el cadáver puede escuchar a los médicos forenses discutiendo y realizando los procedimientos de la autopsia, incluido el dolor de los cortes en su cuerpo. A pesar del dolor, siente una extraña serenidad y la certeza de que su existencia ha trascendido el cuerpo. Finalmente, su conciencia se desvanece cuando la autopsia termina y es
El relato narra la experiencia de un cadáver que recupera la conciencia durante su propia autopsia en la morgue. A través de los sentidos, el cadáver puede escuchar a los médicos forenses discutiendo y realizando los procedimientos de la autopsia, incluido el dolor de los cortes en su cuerpo. A pesar del dolor, siente una extraña serenidad y la certeza de que su existencia ha trascendido el cuerpo. Finalmente, su conciencia se desvanece cuando la autopsia termina y es
El relato narra la experiencia de un cadáver que recupera la conciencia durante su propia autopsia en la morgue. A través de los sentidos, el cadáver puede escuchar a los médicos forenses discutiendo y realizando los procedimientos de la autopsia, incluido el dolor de los cortes en su cuerpo. A pesar del dolor, siente una extraña serenidad y la certeza de que su existencia ha trascendido el cuerpo. Finalmente, su conciencia se desvanece cuando la autopsia termina y es
Curso: Noveno “C” Mi cadáver Parecía estar en una especie de pesadilla, me desperté en un lugar sombrío y cargado de silencio sepulcral. La sala estaba iluminada con luces frías y tenues que apenas lograban disipar las sombras que se alzaban en cada rincón. El aire tenía un olor característico una mezcla inconfundible de desinfectante y muerte que parece impregnarlo todo. Las mesas de acero inoxidable brillaban bajo la luz y sobre ellas yacían los cuerpos inertes cubiertos por sábanas blancas las formas humanas parecían estatuas en reposo, abandonadas a su suerte en ese lugar desolado. Sabía que estaba en ese lugar que me provocaba miedo y que sentía en cada fibra de mi ser. Me miré y tenía vendajes cubriendo heridas e incisiones en mi cuerpo. Seguro era parte de una autopsia realizada en busca de respuestas ocultas en mi último suspiro de vida. Los sonidos eran mínimos. Pero de pronto en el pasillo se escuchaba un murmullo ocasional proveniente de las voces susurrantes de los médicos forenses, que indicaba su proximidad a la sala, una luz cegadora se encendió y escuché a los médicos hablar de los análisis que realizarían. Sentía y escuchaba meticulosamente cada detalle. El ruido de sus guantes de látex al rozar los utensilios médicos era casi imperceptible, pero resonaba como un eco siniestro en el lugar. Sentía el filo frío de una cuchilla en mi pecho, pero no podía gritar, parpadear o moverme, solo sentir como cortaban mi piel. Era una tortura. Cada palabra de los médicos forenses se filtraba en mi ser sin vida. Escuchaba sus comentarios profesionales, discutiendo las posibles causas de mi muerte, como si yo no estuviera presente. Era una extraña paradoja: un cadáver que aún era capaz de percibir los detalles de su propia autopsia. A pesar del dolor y la invasión, había una extraña serenidad en ese momento. Sentía como mi existencia hubiera trascendido los confines del cuerpo inerte que habitaba, pero a la par esto estaba mezclado con incertitud hombre ya que no sabía cuál iba a ser el último momento de conciencia, sería una despedida silenciosa antes de dejar definitivamente este mundo terrenal. Todo parecía ser real y comencé a plantearme que la situación en la que me encontraba no era nada más una pesadilla. El proceso continuaba, los órganos serán retirados uno a uno, empezaba a sentir un espacio vacío en mi interior. El eco de la sala de autopsias parecía distante y apagado, como si El Mundo exterior se hubiera desvanecido en la neblina del olvido. El paso del tiempo se volvió borroso sin referencia ni medida, mientras mi esencia se disipaba lentamente. De pronto, escuchaba más la música en bajo volumen que se mantenía como fondo mientras los médicos trabajaban. Noté entonces que la morgue estaba repleta de contrastes. A pesar de la pulcritud de las instalaciones, había una sensación de abandono y soledad que se adueñaba del sitio. La muerte parecía haber dejado su marca en cada rincón, envolviendo cada superficie con su manto helado y susurro de despedida. Los pasillos eran largos y estrechos, flanqueados por gabinetes de acero donde descansaban cuerpos sin nombre, a veces a la espera de ser reclamados por familiares afligidos y en ocasiones sin que nadie supiera su origen. La madera del suelo crujía bajo los pasos, como si las almas de aquellos que habían partido sollozaran en un lamento inaudible. El frío penetrante calaba en lo poco que restaba de mi ser, recordando constantemente la fragilidad de la existencia humana. Era una advertencia silenciosa de que, tarde o temprano, este sombrío escenario dejaría de ser para mi como yo en el mundo. Un lugar donde los secretos se desvelaban en cada corte y donde la realidad se volvía tangente y se diluía entre los vapores de formaldehído. La morgue era un lugar donde el tiempo parecía detenerse, un santuario donde la vida y la muerte convergían en un baile macabro. Escuché cómo los médicos forenses dieron por concluida mi autopsia, mi cuerpo mutilado fue envuelto en una mortaja. Me sentí como una marioneta abandonada, sin hilos que la sostuviera, totalmente lista para ser llevada a su último destino. Ese sitio sombrío que era mi hogar temporal se desvanecía mientras una sensación de paz y liberación se apoderaban de mí. Mi conciencia se desvaneció poco a poco, dejando atrás el recuerdo de la mesa de autopsias, el olor a formaldehído y la sensación de ser examinado en cada detalle. Ahora como un espíritu liberado, vagaría por las eternidades, llevando conmigo las huellas de mi existencia pasada, mientras el mundo de los vivos continuaba relacionado de alguna manera con su fin, la muerte.