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El 1 de marzo de 1942 murió solo -como solitaria había sido su existencia-, en un lúgubre
ancianato de la conservadora población nortesantandereana de Pamplona el anarquista
colombiano Vicente Lizcano, más conocido en las círculos libertarios de diversos lugares
del mundo como Biófilo Panclasta. Medio siglo después, este hecho, por supuesto, no fue
recordado por los círculos periodísticos, ni por el disgregado movimiento revolucionario
colombiano, ni por autoridades nortesantandereanas de donde era oriundo Panclasta, y
casi por nadie. Ni siquiera el Magazín Literario del diario El Espectador, que el día 8 de
marzo de 1992 consagró una edición especial al pensamiento anarquista y libertario,
mencionó a Biófilo Panclasta y poco consideró a anarquistas colombianos o
latinoamericanos. Así se demuestra que en cuestiones de pensamiento, sea éste de
derecha o de izquierda, reaccionario o revolucionario, siempre estamos dependiendo de lo
que se produzca en otros contextos, en Europa o Estados Unidos, antes que examinar la
realidad concreta de Nuestra América.
1Orlando Villanueva Martínez y Renán Vega Cantor. Biófilo Panclasta: el eterno prisionero. Bogotá: Proyecto
Cultural Alas de Xué, 1992.
En la sociedad capitalista, hasta las celebraciones tienen sello de clase y de poder; de ahí
que siempre lo que se celebre sean las gestas del poder, sus triunfos, sus hazañas épicas, las
glorias de la civilización occidental y cristiana. Todo lo demás, lo que esté en contra de los
logros "civilizatorios" no es digno de ser recordado o sencillamente no existe. Tal es lo que
acontece con el caso de Biófilo Panclasta. Estos "olvidos" del poder y sus dispositivos
conllevan a que la investigación histórica, en casos como éstos, deba demostrar primero
que toda la existencia de alguien, y más si es un "héroe" popular. Como dirían los
epistemólogos del conocimiento histórico, hay que crear el "hecho histórico".
Sencillamente en el caso de nuestros pueblos, la dependencia y la explotación no
solamente implican la usurpación y el saqueo de recursos, fuerza de trabajo y materias
primas, sino, lo que es más significativo, de nuestra propia historia y cultura, y de nuestra
memoria colectiva.
Por eso, el nombre de Biófilo Panclasta no dice mucho a las generaciones actuales de
colombianos, ni a aquellos que se consideran revolucionarios y ni siquiera a los
investigadores de la historia de los movimientos sociales y populares. Ese nombre
solamente tiene audiencia entre un reducido grupo de anarquistas, de teatreros, de
intelectuales y de viejos revolucionarios que lo conocieron personalmente. Y pare de
contar.
En segundo término, se busca reivindicar a partir de la crisis del "socialismo real", a todos
aquellos sectores que hacen parte de los "vencidos", pero que poco o nada han sido
reconocidos por los discursos y la práctica oficial de las burocracias partidistas u
organizaciones de izquierda. La crisis actual del socialismo y del comunismo mundial debe
llevar a reconsiderar a fondo a todos aquellos movimientos que, como el anarquismo, han
hecho preguntas y propuestas a las sociedades capitalistas en las que actuaron, sobre las
posibilidades de construir el socialismo. Siguiendo a Michael Lowy, podemos decir que en
la construcción de un nuevo proyecto utópico:
2Véase:Mario Aguilera Peña y Renán Vega Cantor. Ideal democrático y revuelta popular. Bogotá: Editorial
ISMAC, 1991.
La crítica irreconciliable y profunda de las formas actuales del capitalismo y de las
sociedades burocráticas poscapitalistas es necesaria pero insuficiente; la credibilidad del
proyecto de transformación revolucionaria del mundo contemporáneo implica la existencia
de modelos de una sociedad alternativa, de visiones de un futuro radicalmente -
cualitativamente- distinto, de horizontes de una humanidad auténticamente emancipada.
La abolición revolucionaria del modo de producción capitalista es condición
absolutamente indispensable para avanzar en dirección a ese horizonte, pero tenernos que
ir más allá y plantearnos cuál es la naturaleza concreta de una estructura social sin
explotación ni dominación del hombre por el hombre. El socialismo científico tiene que
volverse (también) utópico, sacando su inspiración del "Principio Esperanza" (Ernst Bloch)
presente en las luchas, sueños y aspiraciones milenarias de los oprimidos, desde Jan Hus y
Thomas Munzer hasta los soviets de 1917-1919 en Europa y las colectivizaciones catalanas
de 1936-1937. En ese terreno es aún más indispensable abrir ampliamente las puertas y
ventanas al edificio marxista a las más diversas contribuciones, desde las utopías sociales
del pasado hasta las críticas románticas de la civilización industrial; desde el falansterio de
Fourier hasta los ideales libertarios del anarquismo […].3
El anarquismo tiene lecciones válidas que enseñar parque ha sido insólitamente sensible -
en la práctica más que en la teoría- a los elementos espontáneos de los movimientos de
masas [...] La misma debilidad organizativa de los movimientos anarquistas y
anarquizantes les ha obligado a explorar los medios de destruir o asegurar ese consenso
espontáneo que la acción produce entre militantes y masas.4
3Michael, Lowy. "Marxismo y utopía", en Carlos Pereyra y otros (Eds), Praxis y filosofía. Ensayos en homenaje
a Adolfo Sánchez Vásquez. México: Editorial Grijalbo, 1985, pp. 390-391.
4Eric J. Hobsbawm. Revolucionarios. Ensayos contemporáneos. Barcelona: Editorial Ariel, 1978, pp. 133-134.
hombres de acción lucidos como Daniel Guérin reivindican la necesidad de construir un
marxismo libertario, que se apropie de los aportes del marxismo, del anarquismo y de
otras formas de pensamiento, pero siempre en la perspectiva de erradicar el capitalismo.
Como dice Daniel Guérin:
De una parte, se debe a que los escenarios de lucha de Panclasta fueron principalmente
extranjeros antes que colombianos. De otra parte, es hasta cierto punto admisible que muy
pocos se preocuparan por la vida de un individuo, en la que se confundían mito y realidad,
si se considera que en casi todo lo dicho sobre Biófilo Panclasta -con escasas bases
documentales y testimonios poco serios- no se sabe a ciencia cierta dónde empieza la
ficción y hasta dónde llega la realidad.
5Daniel Guérin. Por un marxismo libertario. Madrid: Biblioteca Jucar de Política, 1979, p. 177.
décadas. Esto, obviamente, no se aplica solamente al caso de Panclasta, sino que también
se hace extensivo a Raúl E. Mahecha, a Juan Francisco Moncaleano y a su periódico
Ravachol, a los anarquistas extranjeros que en los años veinte en la costa Atlántica
impulsaron importantes luchas de los inquilinos y de los jornaleros agrícolas. En general,
se consideró que, debido a la derrota de los anarquistas, sus luchas no merecían ninguna
exaltación ni habían contribuido a impulsar importantes conquistas de los sectores
populares. Eso hacía parte de las pugnas políticas e ideológicas entre distintas corrientes,
que llevó a los bandos enfrentados a desconocer cualquier contribución del contrario, por
autoconsiderarse cada uno de ellos como el verdadero portaestandarte de la liberación de
los oprimidos, como si esa gran bandera pudiera ser patrimonio de alguien en especial,
hasta el punto de llegar a excluir a todos aquellos que no estuvieran de acuerdo con un
punto de vista. El "olvido" de la vida y la acción de Biófilo Panclasta se inscribe en medio
de esta serie de contradicciones históricas del movimiento revolucionario mundial, del que
la izquierda colombiana no ha estado exenta.
Pero la vida misma de Biófilo, si la miramos con todo detalle y sin ningún tipo de
misticismo, daba pie para el "olvido". Porque, en efecto, a diferencia de grandes
anarquistas del mundo, como Bakunin, Kropotkin, Malatesta, Flores Magón y otros, que se
agruparon en tomo a algún tipo de "organización" -pese al desdén anarquista por cualquier
organismo coercitivo-, Panclasta no perteneció directamente a ningún tipo de
organización, ni política, ni sindical, ni gremial, ni profesional. Esta actitud práctica hacia
parte de su proyecto vital, de enfrentarse al mundo con sus propias fuerzas y energías
aunque compartiendo un ideal universal de libertad y de independencia. Ideales que para
aquél genuinamente empezaban con la libertad personal, entendida en el sentido
individualista de la palabra como lo planteaba el precursor del anarquismo, Max Stirner,
que abogaba por una libertad absolutamente individual.
Esto hacia que Biófilo no tuviera ni un auditorio fijo, ni unos canales de comunicación
constantes -recordemos que, pese a sus innatas capacidades de escritor y panfletario, en
numerosas ocasiones los periódicos rechazaban sus colaboraciones-, ni un público
permanente que recepcionara sus prédicas libertarias. Al no tener ese auditorio, las huellas
dejadas por Biófilo iban quedando dispersas en las manos de algunos de sus seguidores -la
mayoría individualistas como él- o se iban convirtiendo en parte de una leyenda popular
anónima, -cuyas últimas huellas están desapareciendo en la actualidad, pues casi todos los
que le conocieron han muerto. Esa leyenda convertía, como lo hace la mentalidad popular,
su vida y acción en parte de un mito, que se alimentaba de la rebeldía de su héroe contra
todo lo establecido. Estas circunstancias dificultan el estudio de la vida de Biófilo
Panclasta, puesto que las huellas de su existencia a primera vista desaparecieron. Los
libros que él mismo declara haber publicado en Colombia y en otros países no ha sido
posible encontrarlos, y el único que se consigue está mutilado.
Sus artículos de prensa -entre los cuales hemos recuperado, de seguro, una mínima parte-
están desperdigados y ningún historiador, que sepamos, los cita. Ni siquiera lo hacen los
historiadores del anarquismo en Colombia, como Alfredo Gómez, que para escribir su libro
no consultó los archivos ni las hemerotecas existentes en Colombia, lo cual le impidió
conocer una valiosa veta informativa para reconstruir la trayectoria del anarquismo en
nuestro país.
Pese a todo, las referencias periodísticas a su vida y acción, incluso son anteriores a la
adopción de su nombre de combate, pues ya en 1907 -cuando Biófilo Panclasta tenía 28
años- aparece referenciado en la prensa nacional por un famoso incidente en la
Conferencia de La Haya. Algunos periódicos de entonces mencionan a un extraño
personaje -que estuvo a punto de ocasionar un incidente diplomático- que se proclamaba
como un anarquista colombiano, procedente de Pamplona, y que se apellidaba Lizcano6.
De ese momento en adelante, hasta su muerte en marzo de 1942, muy pocas veces
aparecerá en la prensa el nombre de Vicente Lizcano, pues será eclipsado por el de Biófilo
Panclasta.
Que todo lo dicho sobre un personaje tan inverosímil se basara en una breve crónica, no
podía dejar de suscitar los más contradictorios resultados: unos llegaban a dudar de la
misma existencia de Biófilo Panclasta, pues además fue convertido en personaje
secundario de novelas "sociales", -como en Sangre y petróleo de Gonzalo Buenahora;
otros, la mayoría sin indagar, repiten hasta el cansancio las afirmaciones de Osorio
Lizarazo, dando por supuesto que ésta era la única fuente existente sobre tan pintoresco
personaje; y unos terceros, para completar el cuadro, aunque dicen utilizar fuentes orales -
que no citan en ninguna parte- pretendiendo esbozar un cuadro realista de la vida de
Biófilo, presentan un conjunto de exageraciones, encubiertas con artificios literarios mal
logrados y con sofismas y especulaciones de mala calidad (tal y como sucede con la
biografía de Guillermo Vargas Villamizar y con el artículo de Carlos Lozano11, que
comentaremos más adelante con algún detalle).
6“Conferencia de La Haya. Un anarquista colombiano”. El Correo Nacional, Nº 4034, Bogotá, 14, diciembre,
1907, p. 2.
7Véase: José Antonio Osorio Lizarazo. Novelas y crónicas. Bogotá: Editorial Colcultura, Biblioteca Básica,
1978.
8Mauricio Archila anota, refiriéndose a los mitos y leyendas que engendra la cultura popular, "[…] eso mismo
sucedió con el legendario Biófilo Panclasta, [...] sobre quien Osorio Lizarazo hizo una corta crónica en 1942
(sic) aparecida en periódico El Tiempo”. La crónica no apareció en 1942 sino el 12 de febrero de 1939. Después
Archila indaga sobre la vida de Biófilo y rescata unos importantes testimonios, pero al final parece dudar
cuando dice: "lo que importa es destacar la existencia histórica de este singular anarquista". Mauricio Archila,
Aquí nadie es forastero. Testimonios sobre la formación de una cultura radical: Barrancabermeja 1920-
1950. Bogotá: Cinep, 1986, pp. 126- 127.
9Véase: Rafael Gómez Picón. Estampillas de timbre parroquial. Bogotá: Ediciones. Renacimiento, 1936, pp.
96- 112.
10Rubén Sánchez. “Biófilo Panclasta”. En: Orlando Villanueva Martínez. La revolución soy yo. Vida y obra del
anarquista colombiano Biófilo Panclasta. Bogotá: Códice Ediciones, 1999, pp. 155- 156.
11Guillermo Vargas Villamizar. Biófilo Panclasta. Cúcuta: Corporación Educativa de Oriente, 1988; Carlos
Lozano, "Biófilo Panclasta: una historia sin alas", Credencial N°. 35, Bogotá, 1989. Este último artículo
simplemente es un resumen del libro de Vargas Villamizar.
Contraria a toda la producción anterior sobre Biófilo Panclasta, esta investigación
documental es un primer intento de reconstruir su imagen, apoyándonos en algunos
instrumentos propios de la indagación histórica, entre los que sobresalen el rescate de
fuentes de información primarias y secundarias para apoyar las interpretaciones en una
base documental mínima.
Incluso actores y directores de teatro, a los que se les debe reconocer su interés por
difundir la vida de Biófilo Panclasta, señalan que sus indagaciones se basaron casi
exclusivamente en el cronista Osorio Lizarazo y en el único texto hasta entonces conocido
de Panclasta, titulado Mis prisiones, mis destierros y mi vida. Al respecto Iván Darío
Álvarez escribe: “De él (de Biófilo) nos quedaron unas memorias olvidadas en una
biblioteca, el polvo de los años [...] un viejo y borroso retrato, y una melena rusa con
mirada santandereana, halladas en este libro incompleto [...]”.12
De todas maneras, sí muestra, en cierta forma, la irresponsabilidad con que hasta ahora se
ha procedido en el tratamiento documental e informativo de un personaje del que se ha
dicho tanto a partir de uno o dos documentos. En un comentario a la obra de teatro sobre
Biófilo Panclasta, se dice sobre este punto: "No se trata, en ningún momento, de hacer una
reconstrucción biográfica del personaje ya sea por la imposibilidad de encontrar fuentes
12Darío Álvarez. "A Bió- filo el jardinero del desierto...". En: Orlando Villanueva Martínez, op.cit., p. 138.
13Ibid., p. 138.
confiables o por evitar la representación anecdótica [...]”.14 Uno puede hablar alegremente
sobre la dificultad de encontrar fuentes -que es una cosa- y si éstas son confiables o no -que
es otra bien distinta-, siempre y cuando las haya buscado, pero cuando no lo ha hecho -que
es lo que parece le sucedió a los dramaturgos-, desde luego que es difícil encontrarlas. Al
respecto resultan aterradoramente francas las palabras de José Asad, que escribió el guión
y dirigió el montaje de una obra de teatro sobre el anarquista colombiano:
Hoy día tengo tanta información sobre Biófilo Panclasta, que de haberla tenido antes me
habría impedido escribir la obra, ya que me sería muy difícil mentir sin padecer complejo
de culpa; por lo que no habría sido posible inventar el personaje teatral de Biófilo robado
de un tenue esbozo de un personaje real.15
Lo que se pone de presente con estos reconocimientos es que, aparte del descuido en el
tratamiento informativo sobre la vida de Biófilo Panclasta, ha existido hasta el momento
un diálogo de sordos entre literatura e historia o entre investigación social y creación
artística, como si necesariamente los dos mundos fueran antagónicos y no
complementarios. En el caso específico que comentamos se nota esa contradicción, puesto
que si bien es cierto que la creación estética es independiente de las fuentes, y de la
"realidad" vivida, -pues expresa es la realidad "sentida" por un autor o un artista- lo que
muestra es que el proceso de construcción estética es diferente del proceso de
reconstrucción histórica. No obstante, en la medida en que aquella esté apoyada en un
gran rigor investigativo, mejores también serán sus resultados. La obra de Bertolt Brecht
sobre Galileo, o Yo, el Supremo de Augusto Roa Bastos, o incluso El General en su
laberinto de García Márquez, no desmienten en nada a la creación artística, pero tampoco
demeritan el rigor de la investigación social, así el fin no sea el producir una obra
"científica" sino artística. De igual manera, una rigurosa investigación histórica puede
proporcionar un material adecuado para la reconstrucción estética, tal y como sucedió para
el caso argentino con la película La Patagonia rebelde, basada en sistemáticas
investigaciones del historiador Oswaldo Bayer sobre las luchas anarquistas de comienzos
de la década de 1920.
14Andrés Rodríguez Ferreira. "Acerca de un personaje histórico-teatral". En: Orlando Villanueva Martínez, et
al., Biófilo Panclasta: el eterno prisionero. Bogotá: Proyecto Cultural Alas de Xué, 1992, p. 297.
15Ibid., p. 295.
16Ibid., pp. 355- 356.
Como artificio literario, la suplantación puede ser válida, aunque discutible, pero en este
caso lo realizado por Gonzalo Buenahora aumentó la confusión, en la medida en que creó
un mito adicional -innecesario a nuestro modo de ver- sobre la vida de
Biófilo, máxime cuando Buenahora lo conoció y debió aprovechar mejor los momentos que
compartió con él, y que de seguro le proporcionaron una más rica información que la que
aprovecha en su libro. Buenahora contribuyó, tal vez sin que esa fuera su intención, a
generar la idea de que Biófilo Panclasta era un personaje imaginario, producto de su
fantasía literaria, y no un ser real que había existido en algún momento en la historia de
Colombia. Prácticamente después de Buenahora, el panorama se complicó hasta tal punto
que quedaba difícil creer en la existencia real de un individuo tan sorprendente como
Biófilo, que parecía entresacado de una novela de fantasía. En este caso la mala ficción dejó
a un personaje real en la penumbra.
Unos intentos más recientes nos los presentan el libro de Guillermo Vargas Villamizar y un
artículo de Carlos Lozano. Este último es un resumen del primero, y retoma acríticamente
todos sus errores y desaciertos, aunque el autor, queriendo mostrar una erudición sólida
sobre Biófilo, diga al final de su escrito que "sobre su vida sólo conozca dos obras serias:
una corta biografía escrita por Guillermo Vargas Villamizar, y una crónica periodística
plagada de horrores históricos de J. A. Osorio Lizarazu”.17 Lo que no nos cuenta Lozano es
que su artículo es un resumen apresurado del libro de Vargas Villamizar, y en segundo
lugar, que si el artículo de Osorio Lizarazo está "plagado de horrores históricos", el suyo
exuda además de horrores, especulaciones fantasiosas y delirios esquizofrénicos. En efecto,
los dos textos considerados son la prueba más fehaciente de hasta dónde ha llegado la
desfiguración de Biófilo Panclasta como personaje real, para dar paso a una serie de
leyendas de baja categoría, que no precisaríamos mencionar en este lugar sino fuera por la
necesidad que sentimos de desnudar críticamente todo un comportamiento irresponsable y
poco serio de escribir historia, a nombre de confundirla con la literatura y la biografía, y
apoyándose supuestamente en la autoridad que proporcionaría el haber consultado fuentes
orales, que nunca se citan con exactitud.
17Carlos Lozano. "Biófilo Panclasta, una historia sin alas", En: Orlando Villanueva Martínez, op.cit., p. 140.
burocráticos en Venezuela y Colombia, "gerenciando" librerías, codeándose de tú a tú con
la oligarquía colombiana, y, para completar, con virtudes sobrenaturales por los efectos
producidos por un rayo que casi lo mata. Incluso hasta la forma como murió Biófilo es
completamente desfigurada, para presentarnos a un hombre arrepentido de su perpetuo
ateísmo por el peso de las culpas, que abjuró de sus creencias y de sus actos impíos para
reconciliarse con Dios. Nada más lejos de la verdad si nos atenemos a los papeles que se le
encontraron a Biófilo cuando intentó suicidarse en 1940, en los que reafirmaba su
negación de Dios18. En síntesis, el libro y artículo en cuestión están constituidos por una
sede de inventos e infundios, escritos a partir de una pretendida calidad literaria ausente
en verdad en toda la obra.
De otra parte, están las crónicas, entre las que sobresalen las de Rafael Gómez Picón (1936)
y la de Osorio Lizarazo (1939). Estos textos de la época, de los cuales el primero es
prácticamente desconocido, son más modestos, menos pretenciosos, bastante serios y
mejor escritos que los textos anteriormente comentados. Son crónicas ágiles, escritos en
vida de Biófilo, que aprovechando la conversación directa con éste y con su esposa Julia
Ruiz, nos dan una imagen más humana y aproximada del estado del anarquista
colombiano al final de su periplo vital.
Biófilo Panclasta fue, en primer lugar, un incansable viajero que recorrió el mundo sin una
moneda en el bolsillo, siguiendo la tradición de anarquistas como Bakunin, Kropotkin,
Reclus y Malatesta. Sus andanzas lo llevaron, según él mismo lo decía, a más de 50 países,
entre los que se destacaron Argentina, Brasil, México, España, Alemania, Japón. Su
trajinar de andariego se originaba en su concepción particular de que él venía de todas y de
ninguna parte del mundo. Hablaba continuamente de los que como "yo, con su morral de
ensueños como equipaje, y su bastón de peregrino como arma" recorrían los caminos del
mundo para luchar contra la injusticia en donde quiera que ésta se encontrara, rompiendo
los atajos y fronteras que artificialmente separan a los hombres, porque el hombre es ante
todo ciudadano del mundo.
Todavía en 1936, cuando se acercaba a los 60 años, edad en que el hombre tiende a
sedentarizarse por fuerza de las circunstancias, y la sed de aventuras y de viajes se atenúa,
Biófilo enviaba cartas a los presidentes de Colombia y Venezuela para que le permitieran
conseguir un pasaporte que le facilitara la entrada al vecino país, que era gobernado en ese
momento por el general Eleázar López Contreras, un viejo amigo suyo de infancia. En carta
enviada a Alfonso López Pumarejo anunciaba que su destino final no era Venezuela, sino
España y Rusia. Haciendo alusión a la desgracia de vivir en Colombia recordaba una
célebre frase de Bolívar -quien había dicho "Aquí, lo mejor es emigrar"-, porque en nuestro
país "se me niega hasta el morral de mendigo y el bastón de peregrino". Esta fue una de las
más grandes frustraciones de Biófilo, que hizo todo lo posible para visitar Venezuela, en
ese momento libre ya de la tiranía de Juan Vicente Gómez.
Como los grandes revolucionarios de cualquier lugar del mundo, sobre su vida y obra se
tejieron las más fabulosas leyendas, muchas de las cuales él mismo se encargó de alimentar
Y su otra característica innata fue la de caer siempre preso, en todos los lugares a donde
iba. Preso y desterrado aquí y allá. Al parecer fue encarcelado un mayor número de veces
que Manuel Quintín Lame, que ostenta un desgraciado record al respecto. A Biófilo lo
encontramos preso en 1910 en Barranquilla, se anuncia su confinamiento en 1915 en
Ibagué. Entre 1914 y 1921 soporta la prisión en Venezuela. Este encarcelamiento gravitará
durante el resto de su vida, y constituirá la base de su permanente denuncia al oprobioso
gobierno de Juan Vicente Gómez. Sobre su encarcelamiento de siete años, Biófilo escribió
un folleto, que no hemos podido localizar, titulado Siete años enterrado vivo en una de las
mazmorras de Gomezuela. En los últimos años de su vida, en distintas ciudades de
Colombia, Biófilo era frecuentemente encarcelado por no pagar una botella de aguardiente
o un cigarro, sencillamente porque no tenía dinero para hacerlo. Las prisiones y los
sufrimientos no pudieron ablandar su espíritu de rebelde impenitente, porque como él
mismo lo decía, "podréis oprimir mi cuerpo pero eclipsar mi pensamiento no".
De seguro que allí, en diversas cárceles del mundo, las cuales soportó en numerosas
ocasiones -los cálculos iban desde una centena de veces hasta más de trescientas-, Biófilo
debería ser corno El vagabundo de las estrellas de Jack London, que pese a encontrarse
dentro de una camisa de fuerza en un manicomio, se trasladaba libremente, a través de su
voluntad y de su pensamiento, de un lugar a otro en el tiempo y en el espacio, saltando por
los confines del universo de estrella en estrella, de planeta en planeta.
En el desarrollo de la investigación nos hemos encontrado con Julia Ruiz, que durante los
últimos años de su vida fue la compañera de Biófilo. La documentación que hemos
recogido sobre esta humilde mujer muestra que si bien en algunos momentos su vida se
confunde con la de Biófilo, alcanza independencia respecto a las actividades y
concepciones de este último. Esa circunstancia nos llevó a considerar que Julia Ruiz
merecía un capítulo especial en este libro. No pensamos que su existencia deba ser vista
solamente como una "sombra" de la vida del anarquista colombiano, porque no creemos en
el adagio popular, convertido en prejuicio, de que "detrás de todo gran hombre hay una
gran mujer", -adagio que de seguro enfada con razón a cualquier persona interesada en
resaltar el papel histórico del género femenino. Aunque su vida justificaría un estudio
especial, solamente hemos encontrado unos cuantos documentos que ilustran a su vez una
de las facetas de la vida femenina en la historia de Colombia en las primeras décadas del
siglo XX cuando era inusual que una mujer de extracción popular resultara involucrada en
los vericuetos de la política, de la militancia social, y que además, como forma de ganarse
la vida, combinara esas actividades con su labor cotidiana de "pitonisa". Julia Ruiz era una
monja de la caridad. Después de diez años de actividades mendicantes abjuró de esa
"profesión"; esos años poco le ayudaran para enfrentarse con los rigores de la vida, "arisca
y penosa". Como ella misma lo confiesa: “Yo tuve el coraje y el carácter de abandonar el
convento y el hábito talar, porque ni ese hábito ni esa vida convenían a mi altivez
espiritual, sentimientos cristianos y energías personales”.20
19"El anarquismo de Biófilo Panclasta". En: Orlando Villanueva Martínez. La revolución soy yo, p. 120.
20“Yo también soy colombiana". En: Orlando Villanueva Martínez, et al., p. 332.
Julia Ruiz mostró sus inclinaciones políticas, participando como enfermera de los ejércitos
del general Rafael Uribe Uribe, cuando todavía era monja. Luego profesó una devota
admiración a la francmasonería y a la figura de Benjamín Herrera. Se declaró socialista y
demostró una sensibilidad especial por algunos problemas sociales de su tiempo, en
particular los concernientes a los efectos de las influencias yanquis en tierras mexicanas:
Yo también soy socialista -confesó- [...] socialista por amor a la justicia, por bien a la
humanidad, por instinto moral de piedad, pero eso sí [...] socialista de corazón, para amar;
de cerebro, para pensar; y de brazo para obrar, porque cuando no basta la fuerza de la
razón, y del corazón, es necesario emplear la razón de la fuerza y de la pasión.21
Proclamó el socialismo y abjuró del liberalismo, por considerar que el Partido Liberal
había sido traicionado por parte de sus dignatarios de los años veinte y treinta, sentimiento
también compartido por Biófilo. Denunció a todos los fariseos del poder, a los mercaderes
de todos los templos que calumniaban al socialismo, desconociendo su ideal de amar, y sus
sueños de libertad, justicia e igualdad.
En una época caracterizada, más que hoy, por el oscurantismo religioso y político, por el
conservatismo en las costumbres familiares y sexuales, por el machismo oprobioso, Julia
Ruiz reflexionó, de paso, sobre la situación de la mujer colombiana. Esa reflexión estaba
apoyada en sus lecturas socialistas, en su contacto con intelectuales de izquierda, y muy
seguramente en sus charlas con Biófilo Panclasta. "La situación social de la mujer -decía
Julia Ruiz-, sobre todo en las clases inferiores, es sencillamente desoladora; el matrimonio
aquí es una cadena que la esclavizada esposa ha de arrastrar eternamente sin otro
rompimiento que la separación personal a cambio de la miseria, la deshonra, la
calumnia”.22
Con razón en uno de los escritos de Biófilo, el titulado Comprimidos psicológicos de los
revolucionarios criollos, Julia Ruiz es ubicada, junto con María Cano y Juana Julia
Guzmán, como insignes luchadoras por la liberación de los trabajadores. A la compañera
de los últimos años de su vida, Biófilo la exalta amorosamente:
Como esperamos que las personas que confronten este artículo con el libro24 sean
suficientemente inquietas y curiosas por conocer el pensamiento de Biófilo Panclasta,
desperdigado a lo largo de este texto, únicamente resaltaremos algunos de los apartes que
consideramos más significativos de su pensamiento, tal y como lo pudimos rastrear a
partir de las fuentes consultadas.
Intentamos, por primera vez, que Biófilo Panclasta sea examinado a partir de varias
fuentes y no únicamente de acuerdo con lo dicho por Osorio Lizarazo, ni por lo expresado
en su folleto Mis prisiones, mis destierros y mi vida, texto de cabecera de los "biofilistas",
que de todas formas da una imagen bastante incompleta de su pensamiento. Recordemos
que este texto se publicó en 1929, en momentos en que se iniciaba el declive de la actividad
propagandística y viajera de Biófilo. Interpretar el pensamiento de Biófilo exclusivamente
a partir de estos dos textos, como ha sucedido hasta ahora, supone desconocer no
solamente su evolución intelectual y política, sino el mismo proceso de conformación de su
"anarquismo" y, por ejemplo, de su efímero acercamiento al ideario liberal en la década de
1930. Con los datos proporcionados por esta recopilación documental, creemos que es
viable tener una mirada de conjunto sobre la evolución de su pensamiento.
Biófilo era un anarquista muy singular, que se puede ubicar en lo que Kropotkin calificaba
de “anarquismo individualista”, en la línea superindividualista de Max Stirner, el fundador
y precursor del anarquismo. Lo destacaba sin duda alguna cuando decía:
El tono incluso recuerda un poco, porque tiene el mismo sabor y el mismo estilo del autor
del Único y la propiedad, a Max Stirner.26
Es un individualismo extremo, que fue incluso condenado por otros anarquistas de la talla
de Kropotkin.27 Ese individualismo radical de Biófilo se emparentaba con su creencia en la
"Porque la amo (a la mujer) no la quiero ver desertando de su sexo para convertirse en algo amorfo, que no es
hombre ni mujer". Véase: "Y sueños de ambición", Orlando Villanueva Martínez, La revolución soy yo, p. 99.
Esta afirmación seguramente se originaba en algunas experiencias observadas en sus correrías por Europa.
24 Orlando Villanueva Martínez, et. al. Biófilo Panclasta: el eterno prisionero. Bogotá: Proyecto Cultural Alas
de Xué, 1992.
25Orlando Villanueva Martínez, La revolución soy yo., p. 24.
26Entre algunas de las cosas que planteaba Stirner están: "El Estado no puede subsistir sin moral, así somos, él
y YO enemigos"; "El yo sin freno es en el Estado un criminal permanente"; "¿Qué queda cuando me he liberado
de lo que no soy? Sólo YO y nada más que YO"; "Que cada uno de nosotros se convierta en un YO
todopoderoso"; "Para saber si tengo razón o estoy equivocado, no hay otro juez que YO". Daniel Guérin "Stirner
padre del anarquismo”. En: op. cit., pp. 184-197.
idea del superhombre de Nietzsche, su filósofo predilecto, y consecuentemente con su
aborrecimiento del hombre- masa, o del hombre en muchedumbre, tal y como lo hacía el
filósofo germano. Las acciones de Biófilo en Argentina y Europa a comienzos del siglo XX
llevaron a varios revolucionarios anarquistas a considerarlo como el "tipo ideal de
anarquista", pero así no lo veía la gran masa social, porque como el mismo Biófilo lo
confesaba:
Ante tan perentorias afirmaciones parecería inconsecuente luchar por algo o por alguien
distinto a su yo, pero para Biófilo eso no significaba ninguna contradicción, pues la lucha
por otros no era más que el despliegue de su propio yo que necesitaba de acción, de amar,
de odio o, en síntesis, de vida. Porque, decía Biófilo:
Si lucho con tesón y heroísmo; si de mi vida he hecho un reto contra todo lo despótico,
vulgar o pequeño, es que en ello estriba la satisfacción de mi alma. Lucho por mí, al
defender un derecho ajeno conculcado, al salvar un condenado al dolor. Al ayudar a
alguien no hago otra cosa que satisfacer las necesidades tan imperiosas para mí como el
amor mismo.30
27 Véase: Ángel Cappelletti. El pensamiento de Kropotkin. Ciencia, ética y anarquía, Madrid: Ediciones. Zero,
zyx, 1978, p. 132.
28Orlando Villanueva Martínez. La revolución soy yo, pp. 24- 25.
29Ibid., p. 25.
30Ibid., p. 25.
31Ibid., p. 38.
sobre todas las leyes humanas y naturales se violan sus santos derechos de vida y
libertad.32
El Manifiesto llama a la unión de todos los seres que tienen hambre de libertad, de
fraternidad y de justicia, porque en esta hora negra, cuando todas las tiranías, fanatismos y
miserias se ciernen sobre el indefenso pueblo colombiano, en esta hora cruel en que
Colombia agoniza entre ladrones y traidores, cuando la vida se ha hecho insostenible,
cuando ni gobierno, Congreso ni sociedad hacen otra cosa que inmolar al sufrido e
indefenso pueblo, cuando el país lo postran de rodillas ante los filibusteros yanquis,
cuando carecemos de leyes protectoras, de defensa, de pan, de techo, de vida, la defensa es
un derecho sagrado y esa defensa sólo puede hacerla el mismo pueblo que sufre, agoniza,
expira.33
En plena represión por la Ley Heroica durante el gobierno de Abadía Méndez y de crisis
del socialismo revolucionario, así como de un posterior fortalecimiento del Partido Liberal
a costa de las fuerzas populares, el único intento organizativo en el que participó Biófilo no
tuvo ningún éxito.
De otro lado, Biófilo, pese al carácter destructor que se le atribuía a sus acciones, y al uso
de métodos de terrorismo individual como forma de llevar a la práctica sus convicciones
32Ibid., p. 39.
33Ibid., p. 52.
políticas, en repetidas ocasiones a lo largo de su vida, hizo énfasis en su rechazo a los
instrumentos terroristas:
Yo no soy un terrorista -decía en 1912- en el sentido explosivo del vocablo. Fui terrorista
cuando tenía la pasión y el fuego de los iniciados. Pero el evolucionismo me ha enseñado
que el crimen aislado no funda nada y que sólo es eficaz la propaganda con la pluma y con
la palabra.34
Teniendo en cuenta las convicciones anticlericales de Biófilo no era de extrañar que tanto
en Pamplona como en otros lugares del país, los curas y monjas aterrorizaban a la
población, sobre todo a los niños, advirtiéndoles que deberían tener cuidado porque por
ahí cerquita venía el diablo en persona, ¡el anarquista Biófilo Panclasta!
Otra faceta del pensamiento de Biófilo tiene que ver con su concepción sobre el liberalismo
y los liberales. En 1906, él se retiró poco antes que se reuniera el Congreso Nacional de
Libre Pensadores en Buenos Aires, junto con otros revolucionarios y anarquistas, porque
dicho encuentro terminó siendo una reunión de liberales anticlericales pero no de
revolucionarios. De ese momento en adelante se nota en Biófilo una actitud constante
hacia el liberalismo, su creencia en profundas convicciones liberales, de los radicales
colombianos del siglo XIX, sobre todo, pero su rechazo práctico a las acciones del Partido
Liberal al que consideraba como la negación del ideario liberal. No obstante, en 1935
Biófilo tuvo un instante de debilidad cuando aplaudió esperanzado los deseos de
renovación del Partido Liberal, bajo la “Revolución en marcha”.37 Consideró que ésta era la
En julio de 1935, ante lo que consideró una injusticia del Partido Liberal contra su
compañera Julia Ruiz, Biófilo indignado escribió un artículo contra el liberalismo y la
República Liberal, en el que no se extrañaba de que “un partido por el que tanto combatí y
sufrí, al estar en el poder me persiga y oprima directa o indirectamente; al fin y al cabo
desde hace muchos años, yo, desengañado, indignado y evolucionado exclamé: “No detesto
al Partido Liberal porque sea liberal sino porque no lo es”.38
Nada temo ni nada espero del liberalismo mandón [...] Pero si lanzo esta hoja al aire para
mostrar a los liberales viejos, a los que combatieron y sufrieron por sus ideales, a los que
no simularon cambiar de ideas bajo el mando azul, a los despreciados, anulados e inválidos
sin socorro, que esta república por la cual combatieron, que este liberalismo que ellos
llevaron al poder, que este partido glorioso en los Chancos, Peralonso y Terán, no es ni
república ni liberalismo ni partido porque no hay libertad ni igualdad ni justicia, trinidad
sublime del ideal liberal.39
Son interesantes y de bastante actualidad estas reflexiones de Biófilo para juzgar la fiebre
democratera que invade estos horizontes, donde se da por sentado que sin ningún tipo de
redistribución social, sin el reparto del pan entre los pueblos pobres, sin la solución de los
38Ibid., p. 64.
39Ibid., p. 65.
40Ibid., p. 23.
41Ibid., p. 81.
42Ibid., p. 82.
43Ibid., p. 82.
problemas vitales de desigualdad social y económica, será factible -por obra y gracia de una
democracia formal y de opereta que solamente beneficia a grupos minoritarios-, construir
una sociedad libre de desigualdad e injusticia.
En este mismo orden de ideas cobran vigencia, hoy más que nunca en medio de la euforia
del “embrujo autoritario” y la "formación de un nuevo país" -como si los cambios
constitucionales cambiaran la realidad-, los planteamientos de Biófilo sobre la tan
mentada "civilidad" colombiana, -que hace las delicias de politólogos e historiadores
liberales y de algunos supuestamente "críticos":
La tan decantada civilidad o espiritualidad republicana del pueblo colombiano no son otra
cosa que agitaciones demagógicas encabezadas por gamonales de parroquia, por cabecillas
de partido.
La gran mayoría del pueblo no sabe leer y nada le importa, ni sabe, qué cosa es eso de
"libertad de prensa".
Tampoco saben por qué o por quién sufragar y al elegir a un mandatario o congresista,
diputado o concejal, eligen un mandarín, un amo, muchas veces a costa de la vida.44
44 Ibid., p. 81.
45Joaquín Quijano Mantilla. “Biófilo Panclasta”. En: El Espectador, Nº. 3044, abril 4 1920, p. 1.
del amo, los partidos políticos y el Estado, que les da de comer unas cuantas migajas a
cambio de su servicio incondicional y barato.
De ahí se desprendía una gran sugerencia, que no debemos olvidar, en medio de la euforia
triunfalista del capitalismo, que ha pretendido haber derrotado los ideales igualitaristas del
hombre, y que Biófilo recalcaba:
Toda la libertad política posible por la menos desigualdad económica, práctica y justiciera.
Síntesis de las dos corrientes revolucionarias, de los ideales humanos, pan y libertad, este
postulado político social dentro de todas las ambiciones extremas, el justo medio realizable
en el actual momento histórico de la humanidad.
Y justo medio ideológico y práctico tendrá que ser realizado por hombres de todos los
partidos modernos; por revolucionarios de todas las tendencias ideológicas, por individuos
de todas las clases, razas y edades.
Hoy este llamado de unidad revolucionaria de Biófilo, escrito hace más de medio siglo,
cobra verdadera actualidad, dados los resultados nefastos y destructores de la civilización y
del "progreso", del modelo de desarrollo depredador de la industrialización, de la
descomposición acelerada del medio ambiente, del Apocalipsis nuclear, de la unidad del
Norte enriquecido contra el Sur empobrecido, de la miseria, el hambre y la muerte de
millones de seres humanos en los confines más pobres del universo. Hoy como ayer, en los
tiempos de Biófilo, su llamado adquiere más vigencia que nunca.