Está en la página 1de 19

EL REBELDE BIÓFILO PANCLASTA1

Orlando Villanueva Martínez


Licenciado en Ciencias Sociales
Especialista en Pegadogía
Magister en Historia
Magíster en Investigación Social
Doctor en Historia
Profesor Titular
Universidad Distrital
Francisco José de Caldas

[...] He conseguido evadirme de mi tumba, escapar de ella pese a


la reclusión a la que me sometieron, en mi vuelo inusitado que
muy pocos hombres libres han conocido. Sí, me río de aquellos
que creyeran encerrarme en ese calabozo y que, por el contrario,
me han abierto los siglos. Gracias al castigo, he podido ir
recorriendo todas mis existencias anteriores.

Jack London. El vagabundo de las estrellas

El 1 de marzo de 1942 murió solo -como solitaria había sido su existencia-, en un lúgubre
ancianato de la conservadora población nortesantandereana de Pamplona el anarquista
colombiano Vicente Lizcano, más conocido en las círculos libertarios de diversos lugares
del mundo como Biófilo Panclasta. Medio siglo después, este hecho, por supuesto, no fue
recordado por los círculos periodísticos, ni por el disgregado movimiento revolucionario
colombiano, ni por autoridades nortesantandereanas de donde era oriundo Panclasta, y
casi por nadie. Ni siquiera el Magazín Literario del diario El Espectador, que el día 8 de
marzo de 1992 consagró una edición especial al pensamiento anarquista y libertario,
mencionó a Biófilo Panclasta y poco consideró a anarquistas colombianos o
latinoamericanos. Así se demuestra que en cuestiones de pensamiento, sea éste de
derecha o de izquierda, reaccionario o revolucionario, siempre estamos dependiendo de lo
que se produzca en otros contextos, en Europa o Estados Unidos, antes que examinar la
realidad concreta de Nuestra América.

Si se mira la vida de Biófilo, de la cual presentamos unos cuantos momentos en este


ensayo, desde luego se descubrirá rápidamente que los diversos mecanismos del poder no
tendrían muchas razones para recordar a un "funesto" personaje, funesto para el poder y
todos los cómodamente instalados en el Estado o próximos a él, como hoy le acontece a la
"antigua" intelectualidad "progresista", a la que le debe resultar muy incómoda la figura de
individuos como Biófilo Panclasta, con toda su independencia de criterio y su ideal
libertario.

1Orlando Villanueva Martínez y Renán Vega Cantor. Biófilo Panclasta: el eterno prisionero. Bogotá: Proyecto
Cultural Alas de Xué, 1992.
En la sociedad capitalista, hasta las celebraciones tienen sello de clase y de poder; de ahí
que siempre lo que se celebre sean las gestas del poder, sus triunfos, sus hazañas épicas, las
glorias de la civilización occidental y cristiana. Todo lo demás, lo que esté en contra de los
logros "civilizatorios" no es digno de ser recordado o sencillamente no existe. Tal es lo que
acontece con el caso de Biófilo Panclasta. Estos "olvidos" del poder y sus dispositivos
conllevan a que la investigación histórica, en casos como éstos, deba demostrar primero
que toda la existencia de alguien, y más si es un "héroe" popular. Como dirían los
epistemólogos del conocimiento histórico, hay que crear el "hecho histórico".
Sencillamente en el caso de nuestros pueblos, la dependencia y la explotación no
solamente implican la usurpación y el saqueo de recursos, fuerza de trabajo y materias
primas, sino, lo que es más significativo, de nuestra propia historia y cultura, y de nuestra
memoria colectiva.

Por eso, el nombre de Biófilo Panclasta no dice mucho a las generaciones actuales de
colombianos, ni a aquellos que se consideran revolucionarios y ni siquiera a los
investigadores de la historia de los movimientos sociales y populares. Ese nombre
solamente tiene audiencia entre un reducido grupo de anarquistas, de teatreros, de
intelectuales y de viejos revolucionarios que lo conocieron personalmente. Y pare de
contar.

Este artículo no sólo tiene un interés circunstancial, por recordar el cincuentenario de la


desaparición de Biófilo Panclasta, cosa que sería lo de menos, pues no se trata de organizar
contracelebraciones porque sí. No, nuestro interés apunta a una serie de circunstancias
más profundas, entre las que sobresalen, en primer término, la búsqueda de todos aquellos
agentes sociales, individuales y colectivos que han tenido una descollada participación
social en las luchas populares en la historia colombiana. Esta reivindicación supone una
ampliación del espectro de los movimientos populares, de sus líderes o de personas
próximas a ellos, sus luchas, sus consignas, sus estados de ánimo, etc., con el fin de
contribuir en la búsqueda de la manera como todos ellos han influido en la configuración
de un espacio y una concepción democrática de la vida y del mundo, amparadas en el
sentir y las necesidades de los pobres y explotados.2

Esa concepción amplia de democracia no es precisamente la que rige y caracteriza


actualmente a las sociedades de Colombia y América Latina, pese a que el término
democracia sea hoy tan manoseado y manipulado por las clases dominantes, sus voceros
de prensa y sus intelectuales orgánicos.

En segundo término, se busca reivindicar a partir de la crisis del "socialismo real", a todos
aquellos sectores que hacen parte de los "vencidos", pero que poco o nada han sido
reconocidos por los discursos y la práctica oficial de las burocracias partidistas u
organizaciones de izquierda. La crisis actual del socialismo y del comunismo mundial debe
llevar a reconsiderar a fondo a todos aquellos movimientos que, como el anarquismo, han
hecho preguntas y propuestas a las sociedades capitalistas en las que actuaron, sobre las
posibilidades de construir el socialismo. Siguiendo a Michael Lowy, podemos decir que en
la construcción de un nuevo proyecto utópico:

2Véase:Mario Aguilera Peña y Renán Vega Cantor. Ideal democrático y revuelta popular. Bogotá: Editorial
ISMAC, 1991.
La crítica irreconciliable y profunda de las formas actuales del capitalismo y de las
sociedades burocráticas poscapitalistas es necesaria pero insuficiente; la credibilidad del
proyecto de transformación revolucionaria del mundo contemporáneo implica la existencia
de modelos de una sociedad alternativa, de visiones de un futuro radicalmente -
cualitativamente- distinto, de horizontes de una humanidad auténticamente emancipada.
La abolición revolucionaria del modo de producción capitalista es condición
absolutamente indispensable para avanzar en dirección a ese horizonte, pero tenernos que
ir más allá y plantearnos cuál es la naturaleza concreta de una estructura social sin
explotación ni dominación del hombre por el hombre. El socialismo científico tiene que
volverse (también) utópico, sacando su inspiración del "Principio Esperanza" (Ernst Bloch)
presente en las luchas, sueños y aspiraciones milenarias de los oprimidos, desde Jan Hus y
Thomas Munzer hasta los soviets de 1917-1919 en Europa y las colectivizaciones catalanas
de 1936-1937. En ese terreno es aún más indispensable abrir ampliamente las puertas y
ventanas al edificio marxista a las más diversas contribuciones, desde las utopías sociales
del pasado hasta las críticas románticas de la civilización industrial; desde el falansterio de
Fourier hasta los ideales libertarios del anarquismo […].3

Por eso es necesario, dentro de la prioridad actual, reconstruir el ideario comunista y


libertario. Estos no son antagónicos en su proyecto supremo de erradicar la explotación y
la desigualdad social, de suprimir las injusticias y el poder del dinero y de los fetiches
mercantiles, de eliminar las discriminaciones étnicas, raciales y de género, de erradicar la
desigualdad entre países, etc., en fin, de construir una nueva utopía que se plantee
rigurosamente la confrontación con el capitalismo, que sigue siendo la realidad objetiva
que se debe superar si se pretende que la humanidad sobreviva. Ya nos lo había recordado
el notable historiador Eric Hobsbawm hace algunos años:

El anarquismo tiene lecciones válidas que enseñar parque ha sido insólitamente sensible -
en la práctica más que en la teoría- a los elementos espontáneos de los movimientos de
masas [...] La misma debilidad organizativa de los movimientos anarquistas y
anarquizantes les ha obligado a explorar los medios de destruir o asegurar ese consenso
espontáneo que la acción produce entre militantes y masas.4

En la construcción de una nueva utopía, anticapitalista, radical, democrática, tienen


mucho que decirnos diversos movimientos políticos, ideológicos y sociales, entre los cuales
sobresale particularmente el anarquismo. Sus principales cuestionamientos están
relacionados hoy en día con las formas de poder y la función de la democracia, el papel del
federalismo en la forma de organización política que sustituya al Estado, en la critica a la
contaminación y al modelo depredador de la industria, en la reivindicación del
internacionalismo -hoy enterrado en todos los rincones del mundo- en momentos en que el
capital proclama la internacionalización de la economía como su objetivo supremo en la
actual fase de acumulación, y que envalentonado como nunca pisotea los pueblos del
Tercer Mundo. Ante todos estos problemas se precisa volver a leer con nuevas preguntas,
las de la crisis actual, a los pensadores anarquistas, condenados y desterrados, pero que
coinciden a nivel estratégico en los objetivos supremos con el marxismo revolucionario: la
erradicación de la desigualdad, de la injusticia, de las discriminaciones, del racismo; y todo
eso, en el mundo actual supone la supresión del capitalismo. Por algo, pensadores y

3Michael, Lowy. "Marxismo y utopía", en Carlos Pereyra y otros (Eds), Praxis y filosofía. Ensayos en homenaje
a Adolfo Sánchez Vásquez. México: Editorial Grijalbo, 1985, pp. 390-391.
4Eric J. Hobsbawm. Revolucionarios. Ensayos contemporáneos. Barcelona: Editorial Ariel, 1978, pp. 133-134.
hombres de acción lucidos como Daniel Guérin reivindican la necesidad de construir un
marxismo libertario, que se apropie de los aportes del marxismo, del anarquismo y de
otras formas de pensamiento, pero siempre en la perspectiva de erradicar el capitalismo.
Como dice Daniel Guérin:

Marxismo libertario es el que rechaza el determinismo y el fatalismo, el que le da mayor


importancia a la voluntad individual, a la intuición, a la imaginación, a la rapidez de
reflejos, al instinto profundo de las grandes masas, más perspicaces en las horas de crisis
que los razonamientos de las elites [...].

Marxismo libertario es el que aborrece el tumulto impotente de la desorganización tanto


como las cadenas burocráticas de la superorganización.

El marxismo libertario es por esencia internacionalista. Considera como un todo la lucha


mundial de los explotados. Pero no por ello tiene menos en cuenta la especificidad de las
formas originales del socialismo en cada país [...].5

Biófilo Panclasta, como otros tantos anarquistas latinoamericanos -los anarquistas


expropiadores en Argentina, los hermanos Flores Magón en México- que llevaron el ideal
libertario a la práctica, nos debe servir para examinar el mundo actual. Examen que se
tendrá que realizar, no a la luz del desprestigio que siempre ha rondado al anarquismo,
como sinónimo de acción individual y terrorista, sino porque en sus acciones fueron
consecuentes con algunos de los principios que hoy aplasta el capitalismo -y de los cuales
abjuran todos los que ahora embellecen al capital, a nombre de la modernidad, la
posmodernidad, el “fin de la historia" y otras modas intelectuales por el estilo, entre los
cuales sobresalen la denuncia de la opresión, la explotación y la desigualdad, el
internacionalismo intransigente a favor de los pobres del mundo y en contra de la
dominación imperial, su reivindicación de las prácticas democráticas en el seno del
movimiento revolucionario, su lealtad a la causa de los oprimidos, su firmeza y honestidad
revolucionarias y su esperanza en un futuro mejor.

En la historiografía colombiana, Biófilo Panclasta ha sufrido una especial desgracia. En


primer lugar, a diferencia de otros luchadores populares, -como Raúl Eduardo Mahecha,
Manuel Quintín Lame, María Cano-, forma parte de los olvidados entre los olvidados. Ese
olvido historiográfico y cultural tiene, además de
las razones mencionadas anteriormente, diversas explicaciones.

De una parte, se debe a que los escenarios de lucha de Panclasta fueron principalmente
extranjeros antes que colombianos. De otra parte, es hasta cierto punto admisible que muy
pocos se preocuparan por la vida de un individuo, en la que se confundían mito y realidad,
si se considera que en casi todo lo dicho sobre Biófilo Panclasta -con escasas bases
documentales y testimonios poco serios- no se sabe a ciencia cierta dónde empieza la
ficción y hasta dónde llega la realidad.

En segundo lugar, debido a las mismas concepciones libertarias y anarquistas de Biófilo,


después de 1930, cuando el influjo anarquista y anarcosindicalista -que de por sí, en forma
comparativa con otros países, fue mínimo en Colombia- dejó de sentirse en la vida
nacional, los historiadores de izquierda o próximos a ella optaron por desconocer a
aquellos individuos que habían tomado parte en las luchas populares de las primeras

5Daniel Guérin. Por un marxismo libertario. Madrid: Biblioteca Jucar de Política, 1979, p. 177.
décadas. Esto, obviamente, no se aplica solamente al caso de Panclasta, sino que también
se hace extensivo a Raúl E. Mahecha, a Juan Francisco Moncaleano y a su periódico
Ravachol, a los anarquistas extranjeros que en los años veinte en la costa Atlántica
impulsaron importantes luchas de los inquilinos y de los jornaleros agrícolas. En general,
se consideró que, debido a la derrota de los anarquistas, sus luchas no merecían ninguna
exaltación ni habían contribuido a impulsar importantes conquistas de los sectores
populares. Eso hacía parte de las pugnas políticas e ideológicas entre distintas corrientes,
que llevó a los bandos enfrentados a desconocer cualquier contribución del contrario, por
autoconsiderarse cada uno de ellos como el verdadero portaestandarte de la liberación de
los oprimidos, como si esa gran bandera pudiera ser patrimonio de alguien en especial,
hasta el punto de llegar a excluir a todos aquellos que no estuvieran de acuerdo con un
punto de vista. El "olvido" de la vida y la acción de Biófilo Panclasta se inscribe en medio
de esta serie de contradicciones históricas del movimiento revolucionario mundial, del que
la izquierda colombiana no ha estado exenta.

Pero la vida misma de Biófilo, si la miramos con todo detalle y sin ningún tipo de
misticismo, daba pie para el "olvido". Porque, en efecto, a diferencia de grandes
anarquistas del mundo, como Bakunin, Kropotkin, Malatesta, Flores Magón y otros, que se
agruparon en tomo a algún tipo de "organización" -pese al desdén anarquista por cualquier
organismo coercitivo-, Panclasta no perteneció directamente a ningún tipo de
organización, ni política, ni sindical, ni gremial, ni profesional. Esta actitud práctica hacia
parte de su proyecto vital, de enfrentarse al mundo con sus propias fuerzas y energías
aunque compartiendo un ideal universal de libertad y de independencia. Ideales que para
aquél genuinamente empezaban con la libertad personal, entendida en el sentido
individualista de la palabra como lo planteaba el precursor del anarquismo, Max Stirner,
que abogaba por una libertad absolutamente individual.

Esto hacia que Biófilo no tuviera ni un auditorio fijo, ni unos canales de comunicación
constantes -recordemos que, pese a sus innatas capacidades de escritor y panfletario, en
numerosas ocasiones los periódicos rechazaban sus colaboraciones-, ni un público
permanente que recepcionara sus prédicas libertarias. Al no tener ese auditorio, las huellas
dejadas por Biófilo iban quedando dispersas en las manos de algunos de sus seguidores -la
mayoría individualistas como él- o se iban convirtiendo en parte de una leyenda popular
anónima, -cuyas últimas huellas están desapareciendo en la actualidad, pues casi todos los
que le conocieron han muerto. Esa leyenda convertía, como lo hace la mentalidad popular,
su vida y acción en parte de un mito, que se alimentaba de la rebeldía de su héroe contra
todo lo establecido. Estas circunstancias dificultan el estudio de la vida de Biófilo
Panclasta, puesto que las huellas de su existencia a primera vista desaparecieron. Los
libros que él mismo declara haber publicado en Colombia y en otros países no ha sido
posible encontrarlos, y el único que se consigue está mutilado.

Sus artículos de prensa -entre los cuales hemos recuperado, de seguro, una mínima parte-
están desperdigados y ningún historiador, que sepamos, los cita. Ni siquiera lo hacen los
historiadores del anarquismo en Colombia, como Alfredo Gómez, que para escribir su libro
no consultó los archivos ni las hemerotecas existentes en Colombia, lo cual le impidió
conocer una valiosa veta informativa para reconstruir la trayectoria del anarquismo en
nuestro país.

Pese a todo, las referencias periodísticas a su vida y acción, incluso son anteriores a la
adopción de su nombre de combate, pues ya en 1907 -cuando Biófilo Panclasta tenía 28
años- aparece referenciado en la prensa nacional por un famoso incidente en la
Conferencia de La Haya. Algunos periódicos de entonces mencionan a un extraño
personaje -que estuvo a punto de ocasionar un incidente diplomático- que se proclamaba
como un anarquista colombiano, procedente de Pamplona, y que se apellidaba Lizcano6.
De ese momento en adelante, hasta su muerte en marzo de 1942, muy pocas veces
aparecerá en la prensa el nombre de Vicente Lizcano, pues será eclipsado por el de Biófilo
Panclasta.

Como una muestra del descuido de la investigación histórica disciplinada y concienzuda en


torno a la figura de Biófilo, incluso por los "biofilistas" más acuciosos, el artículo
reiteradamente citado es la crónica periodística escrita por José Antonio Osorio Lizarazo
en 1939. En esa crónica se han apoyado casi todos los que han hablado, escrito o
especulado, a veces más de la cuenta, sobre la vida del anarquista nortesantandereano. Esa
página de periódico, reproducida después en otros periódicos y en un libro, Novelas y
crónicas7, ha servido para fundamentar casi todas las cosas dichas sobre Biófilo.8 Ni
siquiera se conocía la primera fuente, anterior a Osorio Lizarazo, en la que éste se apoyó, y
no cita, que es el escrito de Rafael Gómez Picón de 1936.9 Pareciera que todos los
interesados en escribir sobre Biófilo hubieran seguido al pie de la letra el consejo de un
periodista nortesantandereano que, al escribir una nota necrológica a los pocos días de la
muerte de Biófilo, recomendaba: "Hoy duerme Lizcano el sueño eterno, al amparo del
signo redentor, y la caridad nos obliga a cubrir con el piadoso manto del silencio muchas
de sus culpas y errores”.10

Que todo lo dicho sobre un personaje tan inverosímil se basara en una breve crónica, no
podía dejar de suscitar los más contradictorios resultados: unos llegaban a dudar de la
misma existencia de Biófilo Panclasta, pues además fue convertido en personaje
secundario de novelas "sociales", -como en Sangre y petróleo de Gonzalo Buenahora;
otros, la mayoría sin indagar, repiten hasta el cansancio las afirmaciones de Osorio
Lizarazo, dando por supuesto que ésta era la única fuente existente sobre tan pintoresco
personaje; y unos terceros, para completar el cuadro, aunque dicen utilizar fuentes orales -
que no citan en ninguna parte- pretendiendo esbozar un cuadro realista de la vida de
Biófilo, presentan un conjunto de exageraciones, encubiertas con artificios literarios mal
logrados y con sofismas y especulaciones de mala calidad (tal y como sucede con la
biografía de Guillermo Vargas Villamizar y con el artículo de Carlos Lozano11, que
comentaremos más adelante con algún detalle).

6“Conferencia de La Haya. Un anarquista colombiano”. El Correo Nacional, Nº 4034, Bogotá, 14, diciembre,
1907, p. 2.
7Véase: José Antonio Osorio Lizarazo. Novelas y crónicas. Bogotá: Editorial Colcultura, Biblioteca Básica,

1978.
8Mauricio Archila anota, refiriéndose a los mitos y leyendas que engendra la cultura popular, "[…] eso mismo

sucedió con el legendario Biófilo Panclasta, [...] sobre quien Osorio Lizarazo hizo una corta crónica en 1942
(sic) aparecida en periódico El Tiempo”. La crónica no apareció en 1942 sino el 12 de febrero de 1939. Después
Archila indaga sobre la vida de Biófilo y rescata unos importantes testimonios, pero al final parece dudar
cuando dice: "lo que importa es destacar la existencia histórica de este singular anarquista". Mauricio Archila,
Aquí nadie es forastero. Testimonios sobre la formación de una cultura radical: Barrancabermeja 1920-
1950. Bogotá: Cinep, 1986, pp. 126- 127.
9Véase: Rafael Gómez Picón. Estampillas de timbre parroquial. Bogotá: Ediciones. Renacimiento, 1936, pp.

96- 112.
10Rubén Sánchez. “Biófilo Panclasta”. En: Orlando Villanueva Martínez. La revolución soy yo. Vida y obra del

anarquista colombiano Biófilo Panclasta. Bogotá: Códice Ediciones, 1999, pp. 155- 156.
11Guillermo Vargas Villamizar. Biófilo Panclasta. Cúcuta: Corporación Educativa de Oriente, 1988; Carlos

Lozano, "Biófilo Panclasta: una historia sin alas", Credencial N°. 35, Bogotá, 1989. Este último artículo
simplemente es un resumen del libro de Vargas Villamizar.
Contraria a toda la producción anterior sobre Biófilo Panclasta, esta investigación
documental es un primer intento de reconstruir su imagen, apoyándonos en algunos
instrumentos propios de la indagación histórica, entre los que sobresalen el rescate de
fuentes de información primarias y secundarias para apoyar las interpretaciones en una
base documental mínima.

Teniendo en cuenta la perentoria afirmación de Osorio Lizarazo al escribir una crónica


sobre Julia Ruiz, en el sentido de que "Biófilo Panclasta es un personaje gigantesco para
una biografía que no se escribirá nunca", creemos que eso sigue siendo válido, por la
imposibilidad de conseguir información acerca de sus andanzas por el mundo, sobre su
real o supuesta participación en atentados anarquistas o en la revolución rusa, y sobre sus
más de 300 encarcelamientos, etc. Pese a todo, lo que sí se puede hacer es elaborar un
esbozo documental y testimonial sobre su vida que es lo que aquí intentamos hacer.

Como sabemos, empero, que los documentos escritos y la información periodística


solamente nos proporciona unos datos fríos y escuetos, hemos considerado que en el caso
de la vida de Biófilo Panclasta, como para la historia en general, es imprescindible no
abjurar totalmente de la leyenda, pues ella hace parte de la historia misma. En ese sentido,
hemos decidido reproducir la mayor parte de información secundaria, escrita en propia
vida de Biófilo, y después de su muerte hasta momentos recientes, con el fin de mirar los
elementos constitutivos de la leyenda y la forma como el mito hace parte de la percepción
popular, forjado por la mentalidad colectiva, sobre la vida de Panclasta. Asimismo, se ha
recurrido a testimonios directos de individuos que lo conocieron personalmente. Esos
testimonios nos muestran una faceta aproximada de la vida del anarquista colombiano en
los últimos años de su azarosa existencia.

Incluso actores y directores de teatro, a los que se les debe reconocer su interés por
difundir la vida de Biófilo Panclasta, señalan que sus indagaciones se basaron casi
exclusivamente en el cronista Osorio Lizarazo y en el único texto hasta entonces conocido
de Panclasta, titulado Mis prisiones, mis destierros y mi vida. Al respecto Iván Darío
Álvarez escribe: “De él (de Biófilo) nos quedaron unas memorias olvidadas en una
biblioteca, el polvo de los años [...] un viejo y borroso retrato, y una melena rusa con
mirada santandereana, halladas en este libro incompleto [...]”.12

Lo que expresa Álvarez es precisamente el desconocimiento de datos sobre la vida de


Biófilo que fueran más allá del texto mutilado de Mis prisiones, mis destierros y mi vida.
Él no conocía más que eso, lo que desde luego permitía tener una visión del anarquista
nortesantandereano pero muy fragmentaria. Más adelante, ratificándonos lo que hemos
dicho hasta ahora sobre la importancia de la crónica de Osorio Lizarazo nos dice que éste
"es el que lo alcanza a oír y no nos deja caer a todos en su completo olvido”.13 Con esto lo
que se demuestra es lo poco que estos "biofilistas" han investigado seriamente sobre la vida
de Biófilo. Desde luego, en los literatos y dramaturgos eso, aunque no deja de ser
imperdonable, es más disculpable en la medida en que no son investigadores sociales.

De todas maneras, sí muestra, en cierta forma, la irresponsabilidad con que hasta ahora se
ha procedido en el tratamiento documental e informativo de un personaje del que se ha
dicho tanto a partir de uno o dos documentos. En un comentario a la obra de teatro sobre
Biófilo Panclasta, se dice sobre este punto: "No se trata, en ningún momento, de hacer una
reconstrucción biográfica del personaje ya sea por la imposibilidad de encontrar fuentes

12Darío Álvarez. "A Bió- filo el jardinero del desierto...". En: Orlando Villanueva Martínez, op.cit., p. 138.
13Ibid., p. 138.
confiables o por evitar la representación anecdótica [...]”.14 Uno puede hablar alegremente
sobre la dificultad de encontrar fuentes -que es una cosa- y si éstas son confiables o no -que
es otra bien distinta-, siempre y cuando las haya buscado, pero cuando no lo ha hecho -que
es lo que parece le sucedió a los dramaturgos-, desde luego que es difícil encontrarlas. Al
respecto resultan aterradoramente francas las palabras de José Asad, que escribió el guión
y dirigió el montaje de una obra de teatro sobre el anarquista colombiano:

Hoy día tengo tanta información sobre Biófilo Panclasta, que de haberla tenido antes me
habría impedido escribir la obra, ya que me sería muy difícil mentir sin padecer complejo
de culpa; por lo que no habría sido posible inventar el personaje teatral de Biófilo robado
de un tenue esbozo de un personaje real.15

Lo que se pone de presente con estos reconocimientos es que, aparte del descuido en el
tratamiento informativo sobre la vida de Biófilo Panclasta, ha existido hasta el momento
un diálogo de sordos entre literatura e historia o entre investigación social y creación
artística, como si necesariamente los dos mundos fueran antagónicos y no
complementarios. En el caso específico que comentamos se nota esa contradicción, puesto
que si bien es cierto que la creación estética es independiente de las fuentes, y de la
"realidad" vivida, -pues expresa es la realidad "sentida" por un autor o un artista- lo que
muestra es que el proceso de construcción estética es diferente del proceso de
reconstrucción histórica. No obstante, en la medida en que aquella esté apoyada en un
gran rigor investigativo, mejores también serán sus resultados. La obra de Bertolt Brecht
sobre Galileo, o Yo, el Supremo de Augusto Roa Bastos, o incluso El General en su
laberinto de García Márquez, no desmienten en nada a la creación artística, pero tampoco
demeritan el rigor de la investigación social, así el fin no sea el producir una obra
"científica" sino artística. De igual manera, una rigurosa investigación histórica puede
proporcionar un material adecuado para la reconstrucción estética, tal y como sucedió para
el caso argentino con la película La Patagonia rebelde, basada en sistemáticas
investigaciones del historiador Oswaldo Bayer sobre las luchas anarquistas de comienzos
de la década de 1920.

Es necesario ampliar con cierto detalle las consideraciones historiográficas mencionadas


anteriormente, para analizar algunos de los estudios hasta ahora realizados sobre Biófilo
Panclasta. Por una parte, están las "creaciones" literarias en donde él aparecía como uno
de los personajes de la trama. Entre esas, la más conocida es la novela Sangre y petróleo
de Gonzalo Buenahora, cuya primera edición es de 1970. En esa novela, Biófilo aparece
como un personaje real, es decir que correspondía al hombre de carne y hueso que conoció
Buenahora -tal y como él lo testimonió después16 - y que estuvo de paso por Barranca
durante unas cuantas semanas a mediados de la década de 1930. Este Biófilo cuenta sus
andanzas por el mundo, y ese relato no se diferencia en gran parte de las crónicas más
conocidas del anarquista criollo, como las de Gómez Picón y Osorio Lizarazo. Pero en la
trama de la novela aparece otro Biófilo, ficticio, que es un joven que retoma las enseñanzas
del verdadero Biófilo y se conviene en un dirigente popular que resulta empuñando las
armas después del 9 de abril de 1948, sin que nunca se sepa qué pasó con él después de
esta fecha.

14Andrés Rodríguez Ferreira. "Acerca de un personaje histórico-teatral". En: Orlando Villanueva Martínez, et
al., Biófilo Panclasta: el eterno prisionero. Bogotá: Proyecto Cultural Alas de Xué, 1992, p. 297.
15Ibid., p. 295.
16Ibid., pp. 355- 356.
Como artificio literario, la suplantación puede ser válida, aunque discutible, pero en este
caso lo realizado por Gonzalo Buenahora aumentó la confusión, en la medida en que creó
un mito adicional -innecesario a nuestro modo de ver- sobre la vida de
Biófilo, máxime cuando Buenahora lo conoció y debió aprovechar mejor los momentos que
compartió con él, y que de seguro le proporcionaron una más rica información que la que
aprovecha en su libro. Buenahora contribuyó, tal vez sin que esa fuera su intención, a
generar la idea de que Biófilo Panclasta era un personaje imaginario, producto de su
fantasía literaria, y no un ser real que había existido en algún momento en la historia de
Colombia. Prácticamente después de Buenahora, el panorama se complicó hasta tal punto
que quedaba difícil creer en la existencia real de un individuo tan sorprendente como
Biófilo, que parecía entresacado de una novela de fantasía. En este caso la mala ficción dejó
a un personaje real en la penumbra.

Unos intentos más recientes nos los presentan el libro de Guillermo Vargas Villamizar y un
artículo de Carlos Lozano. Este último es un resumen del primero, y retoma acríticamente
todos sus errores y desaciertos, aunque el autor, queriendo mostrar una erudición sólida
sobre Biófilo, diga al final de su escrito que "sobre su vida sólo conozca dos obras serias:
una corta biografía escrita por Guillermo Vargas Villamizar, y una crónica periodística
plagada de horrores históricos de J. A. Osorio Lizarazu”.17 Lo que no nos cuenta Lozano es
que su artículo es un resumen apresurado del libro de Vargas Villamizar, y en segundo
lugar, que si el artículo de Osorio Lizarazo está "plagado de horrores históricos", el suyo
exuda además de horrores, especulaciones fantasiosas y delirios esquizofrénicos. En efecto,
los dos textos considerados son la prueba más fehaciente de hasta dónde ha llegado la
desfiguración de Biófilo Panclasta como personaje real, para dar paso a una serie de
leyendas de baja categoría, que no precisaríamos mencionar en este lugar sino fuera por la
necesidad que sentimos de desnudar críticamente todo un comportamiento irresponsable y
poco serio de escribir historia, a nombre de confundirla con la literatura y la biografía, y
apoyándose supuestamente en la autoridad que proporcionaría el haber consultado fuentes
orales, que nunca se citan con exactitud.

El resultado es el más desastroso compendio de inexactitudes, falsedades, mentiras e


infundíos que se puedan atribuir a un hombre. Mencionemos sólo algunos casos. Los dos
autores en cuestión hablan de la participación de Biófilo en la revolución rusa de 1917, a lo
cual Vargas Villamizar le dedica 40 páginas de su libelo. El único problema de esas
consideraciones imaginadas que se hacen en el texto es que son falsas y producto del
desconocimiento absoluto de los mismos escritos de Panclasta, que después de 1921 a lo
largo de su vida reiteró en numerosas ocasiones que el periodo más doloroso de su
existencia era el comprendido entre 1914 y 1921 cuando estuvo encarcelado en las
mazmorras del régimen de Juan Vicente Gómez. Por esa circunstancia, es elemental que si
Biófilo estuvo encarcelado en Venezuela no podía estar ni en la revolución de 1917, ni
prisionero en Siberia, ni habría podido escribir una monografía sobre la estepa siberiana,
ni tampoco casarse con una campesina ucraniana, ni tener amantes rusas, etc. Lo mismo
puede decirse sobre la participación de Biófilo en la huelga de las Bananeras, que según el
autor comentado, fue descollante. Llega a decir que Biófilo fue torturado y permaneció
preso por unos cuantos meses. Nosotros, después de escarbar en prensa de la época,
documentos de archivos, la literatura secundaria sobre esa huelga, memorias, recuerdos,
no hemos podido encontrar una sola mención de Biófilo Panclasta, ni en los mismos
escritos de éste hemos hallado una sola referencia, lo cual hace sospechar de la veracidad
de lo dicho por Vargas Villamizar. Así también, dudamos de la casi totalidad de las
afirmaciones del libro, en donde aparece un Biófilo superoportunista, ocupando puestos

17Carlos Lozano. "Biófilo Panclasta, una historia sin alas", En: Orlando Villanueva Martínez, op.cit., p. 140.
burocráticos en Venezuela y Colombia, "gerenciando" librerías, codeándose de tú a tú con
la oligarquía colombiana, y, para completar, con virtudes sobrenaturales por los efectos
producidos por un rayo que casi lo mata. Incluso hasta la forma como murió Biófilo es
completamente desfigurada, para presentarnos a un hombre arrepentido de su perpetuo
ateísmo por el peso de las culpas, que abjuró de sus creencias y de sus actos impíos para
reconciliarse con Dios. Nada más lejos de la verdad si nos atenemos a los papeles que se le
encontraron a Biófilo cuando intentó suicidarse en 1940, en los que reafirmaba su
negación de Dios18. En síntesis, el libro y artículo en cuestión están constituidos por una
sede de inventos e infundios, escritos a partir de una pretendida calidad literaria ausente
en verdad en toda la obra.

De otra parte, están las crónicas, entre las que sobresalen las de Rafael Gómez Picón (1936)
y la de Osorio Lizarazo (1939). Estos textos de la época, de los cuales el primero es
prácticamente desconocido, son más modestos, menos pretenciosos, bastante serios y
mejor escritos que los textos anteriormente comentados. Son crónicas ágiles, escritos en
vida de Biófilo, que aprovechando la conversación directa con éste y con su esposa Julia
Ruiz, nos dan una imagen más humana y aproximada del estado del anarquista
colombiano al final de su periplo vital.

Finalmente, están diversos artículos de prensa y revistas, escritos en diferentes ocasiones


desde 1910, tanto en vida de Biófilo como después de su fallecimiento, que nos muestran la
forma como en distintos momentos fue analizada la obra y acción de Biófilo Panclasta.

Biófilo Panclasta fue, en primer lugar, un incansable viajero que recorrió el mundo sin una
moneda en el bolsillo, siguiendo la tradición de anarquistas como Bakunin, Kropotkin,
Reclus y Malatesta. Sus andanzas lo llevaron, según él mismo lo decía, a más de 50 países,
entre los que se destacaron Argentina, Brasil, México, España, Alemania, Japón. Su
trajinar de andariego se originaba en su concepción particular de que él venía de todas y de
ninguna parte del mundo. Hablaba continuamente de los que como "yo, con su morral de
ensueños como equipaje, y su bastón de peregrino como arma" recorrían los caminos del
mundo para luchar contra la injusticia en donde quiera que ésta se encontrara, rompiendo
los atajos y fronteras que artificialmente separan a los hombres, porque el hombre es ante
todo ciudadano del mundo.

Todavía en 1936, cuando se acercaba a los 60 años, edad en que el hombre tiende a
sedentarizarse por fuerza de las circunstancias, y la sed de aventuras y de viajes se atenúa,
Biófilo enviaba cartas a los presidentes de Colombia y Venezuela para que le permitieran
conseguir un pasaporte que le facilitara la entrada al vecino país, que era gobernado en ese
momento por el general Eleázar López Contreras, un viejo amigo suyo de infancia. En carta
enviada a Alfonso López Pumarejo anunciaba que su destino final no era Venezuela, sino
España y Rusia. Haciendo alusión a la desgracia de vivir en Colombia recordaba una
célebre frase de Bolívar -quien había dicho "Aquí, lo mejor es emigrar"-, porque en nuestro
país "se me niega hasta el morral de mendigo y el bastón de peregrino". Esta fue una de las
más grandes frustraciones de Biófilo, que hizo todo lo posible para visitar Venezuela, en
ese momento libre ya de la tiranía de Juan Vicente Gómez.

Como los grandes revolucionarios de cualquier lugar del mundo, sobre su vida y obra se
tejieron las más fabulosas leyendas, muchas de las cuales él mismo se encargó de alimentar

18El Deber, 31 de enero de 1940.


(como cuando desde una prisión colombiana respondiendo al comentario de un periodista
que le decía "usted es un grande hombre", afirmaba sarcásticamente: "Eso han dicho Sergi,
Turatti, Marx y una multitud de colegas. Y cuando el río suena [...]”19. También como los
grandes revolucionarios se "suicidó" varias veces y murió otras tantas. La prensa registró
su muerte en 1916 en México. Murió otra vez en 1920, como lo señala Quijano Mantilla. En
la década de 1930 murió otras tantas, hasta la definitiva del 1 de marzo de 1942.

Y su otra característica innata fue la de caer siempre preso, en todos los lugares a donde
iba. Preso y desterrado aquí y allá. Al parecer fue encarcelado un mayor número de veces
que Manuel Quintín Lame, que ostenta un desgraciado record al respecto. A Biófilo lo
encontramos preso en 1910 en Barranquilla, se anuncia su confinamiento en 1915 en
Ibagué. Entre 1914 y 1921 soporta la prisión en Venezuela. Este encarcelamiento gravitará
durante el resto de su vida, y constituirá la base de su permanente denuncia al oprobioso
gobierno de Juan Vicente Gómez. Sobre su encarcelamiento de siete años, Biófilo escribió
un folleto, que no hemos podido localizar, titulado Siete años enterrado vivo en una de las
mazmorras de Gomezuela. En los últimos años de su vida, en distintas ciudades de
Colombia, Biófilo era frecuentemente encarcelado por no pagar una botella de aguardiente
o un cigarro, sencillamente porque no tenía dinero para hacerlo. Las prisiones y los
sufrimientos no pudieron ablandar su espíritu de rebelde impenitente, porque como él
mismo lo decía, "podréis oprimir mi cuerpo pero eclipsar mi pensamiento no".

De seguro que allí, en diversas cárceles del mundo, las cuales soportó en numerosas
ocasiones -los cálculos iban desde una centena de veces hasta más de trescientas-, Biófilo
debería ser corno El vagabundo de las estrellas de Jack London, que pese a encontrarse
dentro de una camisa de fuerza en un manicomio, se trasladaba libremente, a través de su
voluntad y de su pensamiento, de un lugar a otro en el tiempo y en el espacio, saltando por
los confines del universo de estrella en estrella, de planeta en planeta.

En el desarrollo de la investigación nos hemos encontrado con Julia Ruiz, que durante los
últimos años de su vida fue la compañera de Biófilo. La documentación que hemos
recogido sobre esta humilde mujer muestra que si bien en algunos momentos su vida se
confunde con la de Biófilo, alcanza independencia respecto a las actividades y
concepciones de este último. Esa circunstancia nos llevó a considerar que Julia Ruiz
merecía un capítulo especial en este libro. No pensamos que su existencia deba ser vista
solamente como una "sombra" de la vida del anarquista colombiano, porque no creemos en
el adagio popular, convertido en prejuicio, de que "detrás de todo gran hombre hay una
gran mujer", -adagio que de seguro enfada con razón a cualquier persona interesada en
resaltar el papel histórico del género femenino. Aunque su vida justificaría un estudio
especial, solamente hemos encontrado unos cuantos documentos que ilustran a su vez una
de las facetas de la vida femenina en la historia de Colombia en las primeras décadas del
siglo XX cuando era inusual que una mujer de extracción popular resultara involucrada en
los vericuetos de la política, de la militancia social, y que además, como forma de ganarse
la vida, combinara esas actividades con su labor cotidiana de "pitonisa". Julia Ruiz era una
monja de la caridad. Después de diez años de actividades mendicantes abjuró de esa
"profesión"; esos años poco le ayudaran para enfrentarse con los rigores de la vida, "arisca
y penosa". Como ella misma lo confiesa: “Yo tuve el coraje y el carácter de abandonar el
convento y el hábito talar, porque ni ese hábito ni esa vida convenían a mi altivez
espiritual, sentimientos cristianos y energías personales”.20

19"El anarquismo de Biófilo Panclasta". En: Orlando Villanueva Martínez. La revolución soy yo, p. 120.
20“Yo también soy colombiana". En: Orlando Villanueva Martínez, et al., p. 332.
Julia Ruiz mostró sus inclinaciones políticas, participando como enfermera de los ejércitos
del general Rafael Uribe Uribe, cuando todavía era monja. Luego profesó una devota
admiración a la francmasonería y a la figura de Benjamín Herrera. Se declaró socialista y
demostró una sensibilidad especial por algunos problemas sociales de su tiempo, en
particular los concernientes a los efectos de las influencias yanquis en tierras mexicanas:

Yo también soy socialista -confesó- [...] socialista por amor a la justicia, por bien a la
humanidad, por instinto moral de piedad, pero eso sí [...] socialista de corazón, para amar;
de cerebro, para pensar; y de brazo para obrar, porque cuando no basta la fuerza de la
razón, y del corazón, es necesario emplear la razón de la fuerza y de la pasión.21

Proclamó el socialismo y abjuró del liberalismo, por considerar que el Partido Liberal
había sido traicionado por parte de sus dignatarios de los años veinte y treinta, sentimiento
también compartido por Biófilo. Denunció a todos los fariseos del poder, a los mercaderes
de todos los templos que calumniaban al socialismo, desconociendo su ideal de amar, y sus
sueños de libertad, justicia e igualdad.

En una época caracterizada, más que hoy, por el oscurantismo religioso y político, por el
conservatismo en las costumbres familiares y sexuales, por el machismo oprobioso, Julia
Ruiz reflexionó, de paso, sobre la situación de la mujer colombiana. Esa reflexión estaba
apoyada en sus lecturas socialistas, en su contacto con intelectuales de izquierda, y muy
seguramente en sus charlas con Biófilo Panclasta. "La situación social de la mujer -decía
Julia Ruiz-, sobre todo en las clases inferiores, es sencillamente desoladora; el matrimonio
aquí es una cadena que la esclavizada esposa ha de arrastrar eternamente sin otro
rompimiento que la separación personal a cambio de la miseria, la deshonra, la
calumnia”.22

Descontextualizada, la conclusión es evidente y no tiene nada de especial, pero si tenemos


en cuenta quién la decía -una antigua monja de la caridad, de origen humilde, con una
rudimentaria formación política, escasa cultura libresca y desconocedora de las teorías
sobre la liberación femenina que en esos momentos circulaban en distintos lugares de
Europa o Estados Unidos- y además en un momento -por allá a fines de los años 1920- en
que la discriminación de la mujer era aceptada como algo perfectamente normal y natural,
las breves palabras de Julia Ruiz no dejan de ser significativas.

Con razón en uno de los escritos de Biófilo, el titulado Comprimidos psicológicos de los
revolucionarios criollos, Julia Ruiz es ubicada, junto con María Cano y Juana Julia
Guzmán, como insignes luchadoras por la liberación de los trabajadores. A la compañera
de los últimos años de su vida, Biófilo la exalta amorosamente:

El amor es para ella la admiración encendida y la piedad sublimizada.


"Dejé, dice, de ser hermana de la caridad, porque como tal no podía hacer la caridad".
Y por caridad entiende el amor. "Lo amo porque ha luchado y ha sufrido mucho".
"Amé a los liberales como perseguidos, mas como perseguidores ya no merecen ni el
entusiasmo de mi corazón, ni el esfuerzo de mi pluma".
Julia Ruiz es una Juana de Arco, con pluma por dardo, con ansias de libertad y de justicia
por religión y con la revolución como ideal sublime de su corazón.23
21"Yo también soy socialista" En: Orlando Villanueva Martínez, et al., pp. 315- 316.
22"Yotambién soy colombiana", En: Orlando Villanueva Martínez, et al., p. 332.
23Orlando Villanueva Martínez. La revolución soy yo, p. 45. Biófilo Panclasta efectuó un interesante apunte
sobre los extremos del feminismo, que después de mucho tiempo se ha demostrado válida. En 1912 afirmó:
Sobre Julia Ruiz, Osorio Lizarazo escribió una crónica que prácticamente es la única
mención seria que se conoce sobre ella. Es un testimonio bien recreado literariamente y sin
exageraciones.

Como esperamos que las personas que confronten este artículo con el libro24 sean
suficientemente inquietas y curiosas por conocer el pensamiento de Biófilo Panclasta,
desperdigado a lo largo de este texto, únicamente resaltaremos algunos de los apartes que
consideramos más significativos de su pensamiento, tal y como lo pudimos rastrear a
partir de las fuentes consultadas.

Intentamos, por primera vez, que Biófilo Panclasta sea examinado a partir de varias
fuentes y no únicamente de acuerdo con lo dicho por Osorio Lizarazo, ni por lo expresado
en su folleto Mis prisiones, mis destierros y mi vida, texto de cabecera de los "biofilistas",
que de todas formas da una imagen bastante incompleta de su pensamiento. Recordemos
que este texto se publicó en 1929, en momentos en que se iniciaba el declive de la actividad
propagandística y viajera de Biófilo. Interpretar el pensamiento de Biófilo exclusivamente
a partir de estos dos textos, como ha sucedido hasta ahora, supone desconocer no
solamente su evolución intelectual y política, sino el mismo proceso de conformación de su
"anarquismo" y, por ejemplo, de su efímero acercamiento al ideario liberal en la década de
1930. Con los datos proporcionados por esta recopilación documental, creemos que es
viable tener una mirada de conjunto sobre la evolución de su pensamiento.

Biófilo era un anarquista muy singular, que se puede ubicar en lo que Kropotkin calificaba
de “anarquismo individualista”, en la línea superindividualista de Max Stirner, el fundador
y precursor del anarquismo. Lo destacaba sin duda alguna cuando decía:

Yo no soy anarquista, yo soy yo.


Yo no dejo una religión por otra, un partido por otro,
Un sacrificio por otro.
Yo soy un espíritu liberado, egoísta.
Yo obro como yo siento.
Yo no tengo más causa que la mía.25

El tono incluso recuerda un poco, porque tiene el mismo sabor y el mismo estilo del autor
del Único y la propiedad, a Max Stirner.26

Es un individualismo extremo, que fue incluso condenado por otros anarquistas de la talla
de Kropotkin.27 Ese individualismo radical de Biófilo se emparentaba con su creencia en la

"Porque la amo (a la mujer) no la quiero ver desertando de su sexo para convertirse en algo amorfo, que no es
hombre ni mujer". Véase: "Y sueños de ambición", Orlando Villanueva Martínez, La revolución soy yo, p. 99.
Esta afirmación seguramente se originaba en algunas experiencias observadas en sus correrías por Europa.
24 Orlando Villanueva Martínez, et. al. Biófilo Panclasta: el eterno prisionero. Bogotá: Proyecto Cultural Alas

de Xué, 1992.
25Orlando Villanueva Martínez, La revolución soy yo., p. 24.
26Entre algunas de las cosas que planteaba Stirner están: "El Estado no puede subsistir sin moral, así somos, él

y YO enemigos"; "El yo sin freno es en el Estado un criminal permanente"; "¿Qué queda cuando me he liberado
de lo que no soy? Sólo YO y nada más que YO"; "Que cada uno de nosotros se convierta en un YO
todopoderoso"; "Para saber si tengo razón o estoy equivocado, no hay otro juez que YO". Daniel Guérin "Stirner
padre del anarquismo”. En: op. cit., pp. 184-197.
idea del superhombre de Nietzsche, su filósofo predilecto, y consecuentemente con su
aborrecimiento del hombre- masa, o del hombre en muchedumbre, tal y como lo hacía el
filósofo germano. Las acciones de Biófilo en Argentina y Europa a comienzos del siglo XX
llevaron a varios revolucionarios anarquistas a considerarlo como el "tipo ideal de
anarquista", pero así no lo veía la gran masa social, porque como el mismo Biófilo lo
confesaba:

Mi alma neopagana y de artista, mi temperamento de rebelde y de individualista, mi


horror a las multitudes no podría infundir admiración en esa gran foule (masa) humana
que no tiene otro mérito que el de haber sido arrebatada de las manos de sus amos de ayer
por los que hoy la poseen para libertarla a su pesar.28

Su individualismo se reafirmaba claramente en sus primeros escritos y declaraciones


públicas, cuando resaltaba que su lucha por la justicia no la hacía por los otros sino por él
mismo, solamente por él, en cierta forma para sentirse vivo, para mostrarse a sí mismo que
la vida solamente era tal si junto a ella se desplegaba la pasión, el amor y el odio que
mostraban que su YO existía.

Creo -decía- que en los caracteres de mi modalidad filosófica particular no se encuentran


los del proselitismo. No nací para catequizador. Creo inútil sacrificarme por nada; me
repugna tanto gobernar como ser gobernado; cada hombre debe ser su camino; no sigo a
nadie ni quiero que nadie me siga.29

Ante tan perentorias afirmaciones parecería inconsecuente luchar por algo o por alguien
distinto a su yo, pero para Biófilo eso no significaba ninguna contradicción, pues la lucha
por otros no era más que el despliegue de su propio yo que necesitaba de acción, de amar,
de odio o, en síntesis, de vida. Porque, decía Biófilo:

Si lucho con tesón y heroísmo; si de mi vida he hecho un reto contra todo lo despótico,
vulgar o pequeño, es que en ello estriba la satisfacción de mi alma. Lucho por mí, al
defender un derecho ajeno conculcado, al salvar un condenado al dolor. Al ayudar a
alguien no hago otra cosa que satisfacer las necesidades tan imperiosas para mí como el
amor mismo.30

No obstante estas posturas individualistas, Biófilo también criticaba el anarquismo


individualista y reafirmaba una concepción socialista:

[…] la filosofía anarquista individualista me repugna tanto como la socialista conservadora.


Una y otra se inclinan a extremos absolutos. Y el hombre ni es socializable meramente ni
meramente individualista. El hombre es el más sociable de los animales y a su vez el más
individualista. Y de aquí que yo no me llame “anarquista” como Mackey ni comunista
como Grave. Yo históricamente soy un radical socialista.31

Y en otra ocasión, exaltando la esencia de la revolución –quizá la muestra más significativa


de los pueblos en la historia-, Biófilo decía: La revolución es una obra redentora y trágica
[...] la revolución es la vida, la revolución es la sublime defensa de un pueblo cuando por

27 Véase: Ángel Cappelletti. El pensamiento de Kropotkin. Ciencia, ética y anarquía, Madrid: Ediciones. Zero,
zyx, 1978, p. 132.
28Orlando Villanueva Martínez. La revolución soy yo, pp. 24- 25.
29Ibid., p. 25.
30Ibid., p. 25.
31Ibid., p. 38.
sobre todas las leyes humanas y naturales se violan sus santos derechos de vida y
libertad.32

Estas apreciaciones nos muestran a un Biófilo distanciado de ese anarquista individualista


que en ocasiones llegó a decir: “La revolución soy yo”. Sus apreciaciones sobre la
revolución, el sentimiento colectivo, la solidaridad muestran otra faceta del pensamiento
de Biófilo que lo aproximan más al ideal socialista, sin renunciar a lo más caro de la
libertad humana como es la autonomía e independencia de criterio y acción.

De su concepción general de la vida se desprendían sus creencias políticas, que lo llevaban


a desconfiar de cualquier forma de militancia o de pertenencia política, porque el no creía
en partidos de teorías sino en “partidos de intereses”. Por tal entendía Biófilo la necesidad
que llevaba a hombres y mujeres a unirse, en una situación determinada, para resolver un
problema concreto que estaba por encima de intereses ideológicos y partidistas. Por
ejemplo, cuando muchos seres humanos se encontraran en la cárcel, al margen de sus
diferencias políticas y sus creencias religiosas, lo prioritario era congeniar estas
diversidades en un objetivo concreto que los identificaba a todos: la libertad. Es decir, que
los partidos de intereses deberían conjugarse en la práctica, y no en dogmas programáticos
de tipo abstracto, al calor de reivindicaciones sentidas por los seres humanos, a lo que
Biófilo llamaba “intereses de situación”. Esta concepción guió siempre la vida y acción de
Biófilo, como se podrá captar en los diversos artículos escritos por él. Solamente que
sepamos, en una ocasión Biófilo tuvo una iniciativa organizativa. Fue en 1928 cuando,
junto con otras personas, fundó el Centro Nacional de Unidad y Acción Revolucionaria,
que emitió un Manifiesto destinado a los obreros, campesinos y estudiantes pobres de
Colombia. Defendiendo ese Manifiesto de los ataques de la hegemonía conservadora, que
soportaba los estertores de la agonía, Biófilo se proclamó nuevamente como portavoz del
ideal más "hermoso, intangible y glorioso de nuestra vida: el ideal revolucionario". En esa
ocasión Biófilo explicó la necesidad de crear una organización por la situación que conocía
el pueblo colombiano. Sus palabras de hace casi 70 años parecen escritas a propósito de la
situación actual que conoce Colombia:

El Manifiesto llama a la unión de todos los seres que tienen hambre de libertad, de
fraternidad y de justicia, porque en esta hora negra, cuando todas las tiranías, fanatismos y
miserias se ciernen sobre el indefenso pueblo colombiano, en esta hora cruel en que
Colombia agoniza entre ladrones y traidores, cuando la vida se ha hecho insostenible,
cuando ni gobierno, Congreso ni sociedad hacen otra cosa que inmolar al sufrido e
indefenso pueblo, cuando el país lo postran de rodillas ante los filibusteros yanquis,
cuando carecemos de leyes protectoras, de defensa, de pan, de techo, de vida, la defensa es
un derecho sagrado y esa defensa sólo puede hacerla el mismo pueblo que sufre, agoniza,
expira.33

En plena represión por la Ley Heroica durante el gobierno de Abadía Méndez y de crisis
del socialismo revolucionario, así como de un posterior fortalecimiento del Partido Liberal
a costa de las fuerzas populares, el único intento organizativo en el que participó Biófilo no
tuvo ningún éxito.

De otro lado, Biófilo, pese al carácter destructor que se le atribuía a sus acciones, y al uso
de métodos de terrorismo individual como forma de llevar a la práctica sus convicciones

32Ibid., p. 39.
33Ibid., p. 52.
políticas, en repetidas ocasiones a lo largo de su vida, hizo énfasis en su rechazo a los
instrumentos terroristas:

Yo no soy un terrorista -decía en 1912- en el sentido explosivo del vocablo. Fui terrorista
cuando tenía la pasión y el fuego de los iniciados. Pero el evolucionismo me ha enseñado
que el crimen aislado no funda nada y que sólo es eficaz la propaganda con la pluma y con
la palabra.34

A lo largo de su vida Biófilo fue un anticlericalista radical. Su fobia a la clerigalla se


alimentaba de varias fuentes: de su vida misma, que se había desarrollado en un ambiente
de sotanas y camándulas en una región confesional por excelencia, en plena arremetida
regeneradora; su contacto con el credo anarquista debió reforzar este anticlericalismo
espontáneo que experimentó desde sus años mozos; las persecuciones, vejaciones y
calumnias a las que lo sometieron los curas a lo largo de su vida también fortalecieron sus
convicciones antirreligiosas; su relación con Julia Ruiz, ex monja de la caridad, que había
colgado los hábitos decepcionada por lo que conoció directamente sobre las comunidades
religiosas y su falsa moral, ratifican esas creencias. Para Biófilo el clero constituía, junto
con la opresión yanqui y la dominación burguesa, los tres monstruos que subyugaban al
pueblo colombiano. Como muestra de su anticlericalismo, y también como lo han hecho
los revolucionarios ateos, por “última vez y al borde de la tumba” refrendó su convicción de
toda la vida al negar la “existencia de Dios”.35

El anticlericalismo de Biófilo no era una cuestión relacionada exclusivamente con sus


convicciones. Para él tenía un sentido más hondo que es necesario resaltar. Lo que le
inquietaba era ese profundo influjo conservador, colonial, avasallante del clero católico
sobre la cultura y la vida del pueblo colombiano, que había moldeado un conjunto de
creencias y prácticas cuasifeudales en los habitantes de nuestro país y que otorgaba un
poder absoluto a la Iglesia. No era contra el mismo ejercicio de la religión, por parte de los
sacerdotes por ejemplo, que iba Biófilo, sino contra el incontrolable poder de los elementos
"parasitarios" del clero.36

Teniendo en cuenta las convicciones anticlericales de Biófilo no era de extrañar que tanto
en Pamplona como en otros lugares del país, los curas y monjas aterrorizaban a la
población, sobre todo a los niños, advirtiéndoles que deberían tener cuidado porque por
ahí cerquita venía el diablo en persona, ¡el anarquista Biófilo Panclasta!

Otra faceta del pensamiento de Biófilo tiene que ver con su concepción sobre el liberalismo
y los liberales. En 1906, él se retiró poco antes que se reuniera el Congreso Nacional de
Libre Pensadores en Buenos Aires, junto con otros revolucionarios y anarquistas, porque
dicho encuentro terminó siendo una reunión de liberales anticlericales pero no de
revolucionarios. De ese momento en adelante se nota en Biófilo una actitud constante
hacia el liberalismo, su creencia en profundas convicciones liberales, de los radicales
colombianos del siglo XIX, sobre todo, pero su rechazo práctico a las acciones del Partido
Liberal al que consideraba como la negación del ideario liberal. No obstante, en 1935
Biófilo tuvo un instante de debilidad cuando aplaudió esperanzado los deseos de
renovación del Partido Liberal, bajo la “Revolución en marcha”.37 Consideró que ésta era la

34 Orlando Villanueva Martínez, Biófilo Panclasta: el eterno prisionero, p. 252.


35Ibid., p. 342.
36Orlando Villanueva Martínez. La revolución soy yo, p. 61.
37 Ibid., pp. 66- 67.
máxima expresión del renacimiento del liberalismo colombiano; los hechos pronto lo
defraudarían.

En julio de 1935, ante lo que consideró una injusticia del Partido Liberal contra su
compañera Julia Ruiz, Biófilo indignado escribió un artículo contra el liberalismo y la
República Liberal, en el que no se extrañaba de que “un partido por el que tanto combatí y
sufrí, al estar en el poder me persiga y oprima directa o indirectamente; al fin y al cabo
desde hace muchos años, yo, desengañado, indignado y evolucionado exclamé: “No detesto
al Partido Liberal porque sea liberal sino porque no lo es”.38

Biófilo comprendió, ante un hecho que lo afectó directamente, ya que perjudicaba a su


esposa, que la República Liberal no pasaba de ser sino pura retórica, y que sus conductores
habían abjurado de los ideales liberales y democráticos del siglo XIX. Amargamente
expresó:

Nada temo ni nada espero del liberalismo mandón [...] Pero si lanzo esta hoja al aire para
mostrar a los liberales viejos, a los que combatieron y sufrieron por sus ideales, a los que
no simularon cambiar de ideas bajo el mando azul, a los despreciados, anulados e inválidos
sin socorro, que esta república por la cual combatieron, que este liberalismo que ellos
llevaron al poder, que este partido glorioso en los Chancos, Peralonso y Terán, no es ni
república ni liberalismo ni partido porque no hay libertad ni igualdad ni justicia, trinidad
sublime del ideal liberal.39

Como pensador libertario, Biófilo abjuraba de cualquier forma de poder, de gobierno y de


Estado. Esa había sido su formación ideológica y política desde su estadía en Europa en los
primeros años del siglo XX. Eso lo apreciarnos claramente en sus primeras declaraciones
por allá en 191040, y aunque esa será la constante de su pensamiento durante el resto de su
vida, Biófilo no era del todo falto de realismo cuando juzga la situación no sólo de nuestro
país sino del mundo -sobre todo de los parias de la tierra- consideraba que la tarea
prioritaria de cualquier transformación social debería ser antes que nada, proporcionar
pan a los pueblos. “Parecería muy extraño –manifestó en una ocasión- que un libertario de
mis quilates, persecuciones e ideales revolucionarios abogue más por la dictadura con pan
que por la libertad con hambre”.41 Por eso planteaba que el "mejor o el más aceptable de
los gobiernos será el que menos oprima los estómagos, porque los pueblos están cansados
de mentidas promesas.42

Estas apreciaciones, Biófilo las desprendía de constatar la gran contradicción de la


sociedad capitalista, analizada magistralmente por Marx, en que la gran mayoría de la
población soporta hambre, miseria y degradación en medio de la abundancia y el confort
de unas minorías explotadoras y corruptas. "Es irrisorio –concluía Biófilo- que en estas
tierras, […] en donde es pan todo cuanto se toca con las manos y es oro todo cuanto se pisa
con los pies, haya seres que carezcan de lo más indispensable para vivir”.43

Son interesantes y de bastante actualidad estas reflexiones de Biófilo para juzgar la fiebre
democratera que invade estos horizontes, donde se da por sentado que sin ningún tipo de
redistribución social, sin el reparto del pan entre los pueblos pobres, sin la solución de los

38Ibid., p. 64.
39Ibid., p. 65.
40Ibid., p. 23.
41Ibid., p. 81.
42Ibid., p. 82.
43Ibid., p. 82.
problemas vitales de desigualdad social y económica, será factible -por obra y gracia de una
democracia formal y de opereta que solamente beneficia a grupos minoritarios-, construir
una sociedad libre de desigualdad e injusticia.

El problema de la igualdad social y económica planteada por el pensamiento socialista,


comunista y anarquista del siglo XIX y principios del XX, y resaltado por Biófilo Panclasta
en los párrafos precedentes, en los actuales momentos tiende a ser negado como una
posibilidad y un sueño imposible porque hoy como ayer vuelven a cobrar fuerza las
corrientes que reafirman el fin de la historia y la lucha de clases, la eternización del
capitalismo como el único horizonte posible para la humanidad, el predominio de la
frivolidad y el conformismo posmoderno, etc.

En este contexto, se ha convertido en un nuevo mito reaccionario que la democracia


burguesa con todas sus características excluyentes y formales, sea la solución para los
problemas de hambre y de explotación que soporta la mayoría de la humanidad. En este
sentido las enseñanzas del pensamiento progresista, como el de Biófilo, nos deben servir
para reforzar la crítica a la miseria del capitalismo, a la fachada seudodemocrática que lo
encubre y alimenta, al conformismo y la pasividad que engendra un culto de esa
democracia limitada, pobre y falsa, que, como en la Colombia actual, ha obnubilado a todas
las mentes supuestamente críticas que confunden democracia real para las mayorías con la
solución de sus problemas estomacales y su acomodo en el establecimiento y en el Estado.

En este mismo orden de ideas cobran vigencia, hoy más que nunca en medio de la euforia
del “embrujo autoritario” y la "formación de un nuevo país" -como si los cambios
constitucionales cambiaran la realidad-, los planteamientos de Biófilo sobre la tan
mentada "civilidad" colombiana, -que hace las delicias de politólogos e historiadores
liberales y de algunos supuestamente "críticos":

La tan decantada civilidad o espiritualidad republicana del pueblo colombiano no son otra
cosa que agitaciones demagógicas encabezadas por gamonales de parroquia, por cabecillas
de partido.

La gran mayoría del pueblo no sabe leer y nada le importa, ni sabe, qué cosa es eso de
"libertad de prensa".

Tampoco saben por qué o por quién sufragar y al elegir a un mandatario o congresista,
diputado o concejal, eligen un mandarín, un amo, muchas veces a costa de la vida.44

Estas palabras, en medio del estado de corrupción, de clientelismo, de manipulación, del


poder de la prensa, parecen escritas hoy mismo. Pero Biófilo no solamente supo ver la
esencia de la realidad social colombiana, y del dominio oligárquico, clerical, militar y
gamonalístico, sino que también vislumbró que en "Colombia no había socialismo ni algo
que se le parezca, y salvo unos pocos afortunados que llevan la batuta, los demás acabarán
por desertar y volver al viejo
pesebre del amo y señor, donde los aguarda el palo, pero después de comer”.45 ¡Qué
contemporáneas parecen estas palabras de Quijano Mantilla pronunciadas en 1920 cuando
despedía a Biófilo en una de sus tantas muertes! Porque en estos momentos, justamente, lo
que se observa en la intelectualidad y gran parte de todos los que presumieron de ser
socialistas y revolucionarios es su deserción, para instalarse cómodamente en el pesebre

44 Ibid., p. 81.
45Joaquín Quijano Mantilla. “Biófilo Panclasta”. En: El Espectador, Nº. 3044, abril 4 1920, p. 1.
del amo, los partidos políticos y el Estado, que les da de comer unas cuantas migajas a
cambio de su servicio incondicional y barato.

De ahí se desprendía una gran sugerencia, que no debemos olvidar, en medio de la euforia
triunfalista del capitalismo, que ha pretendido haber derrotado los ideales igualitaristas del
hombre, y que Biófilo recalcaba:

Toda la libertad política posible por la menos desigualdad económica, práctica y justiciera.

Síntesis de las dos corrientes revolucionarias, de los ideales humanos, pan y libertad, este
postulado político social dentro de todas las ambiciones extremas, el justo medio realizable
en el actual momento histórico de la humanidad.

Y justo medio ideológico y práctico tendrá que ser realizado por hombres de todos los
partidos modernos; por revolucionarios de todas las tendencias ideológicas, por individuos
de todas las clases, razas y edades.

Es necesario ampliar, humanizar, ennoblecer el llamado general revolucionario de Carlos


Marx y exclamar: ¡Revolucionarios de todos los ideales, uníos!

¡Esta es nuestra misión revolucionaria, nuestra bandera de victoria!46

Hoy este llamado de unidad revolucionaria de Biófilo, escrito hace más de medio siglo,
cobra verdadera actualidad, dados los resultados nefastos y destructores de la civilización y
del "progreso", del modelo de desarrollo depredador de la industrialización, de la
descomposición acelerada del medio ambiente, del Apocalipsis nuclear, de la unidad del
Norte enriquecido contra el Sur empobrecido, de la miseria, el hambre y la muerte de
millones de seres humanos en los confines más pobres del universo. Hoy como ayer, en los
tiempos de Biófilo, su llamado adquiere más vigencia que nunca.

46Orlando Villanueva Martínez. La revolución soy yo, p. 83.

También podría gustarte