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Bloque Temático VII: La dictadura franquista (1939-1975).

La dictadura franquista (1939-1975).


La primera década del franquismo representó el momento de mayores dificultades,

tanto para el régimen, como para el conjunto de la población española. Tras la

derrota en la contienda mundial de las potencias fascistas, Franco sufrió la presión

y el asilamiento internacional, y la política económica de autarquía se tradujo para

España en terribles años de escasez, racionamiento y mercado negro.

En los años cincuenta cambió el escenario internacional y la lucha contra el

fascismo dejó paso a la guerra fría contra el comunismo. Con el apoyo de los

Estados Unidos, el régimen empezó a ser reconocido por el bloque occidental

anticomunista y pudo salir poco a poco del aislamiento.

En los años sesenta, la presencia en el gobierno de tecnócratas del Opus Dei

impuso un cambio de rumbo a la economía española que, apoyándose en el

espectacular crecimiento, inició una fase de desarrollo acelerado. Se desencadenó

así un proceso de profundos cambios sociales que modificaron por completo la

tradicional fisionomía de una España rural y atrasada.

La apertura hacia el exterior, la mejora del nivel de vida de la población y el contacto

con las modas y costumbres europeas alteraron el horizonte político y cultural de

los españoles, que aspiraban cada vez más a un sistema de libertades

democráticas. Sin embargo, el régimen se resistía a evolucionar políticamente.

Pero, a partir de 1973, coincidiendo con la crisis económica internacional y la

decrepitud del caudillo, todo el edificio del franquismo empezó a derrumbarse, en

un contexto de crisis general que hacía prever la muerte simultánea de Franco y de

su régimen.

Unidad Didáctica 13: La dictadura franquista.


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1. Los años de la autarquía y el nacionalcatolicismo (1939-1959).

1.1 La organización política del nuevo Estado.

Un objetivo prioritario de Franco, tras su victoria en la Guerra de España, era la

creación de un nuevo Estado, cuya configuración concreta estaba todavía por

definir. En este sentido, Francisco Franco sólo tenía claro que sería un Estado

autoritario, nacionalista y católico, en el que él ejercería la máxima autoridad con el

apoyo del Ejército y cuya imagen exterior debería girar en torno a la defensa de la

religión y la lucha contra el comunismo.

1.2 La democracia orgánica y las leyes Fundamentales.

Con la finalidad de ganarse la confianza de las democracias occidentales,

vencedoras de la II Guerra Mundial, la propaganda franquista empezó a calificar al

nuevo régimen como democracia orgánica. Ésta se define como un sistema político

de la España franquista, que se consideraba el único realmente representativo. Se

basaba en tres órganos naturales de asociación: la familia (donde se nace), el

municipio (donde se vive) y el sindicato (donde se trabaja). Por tanto, estos factores

son los que representan a los ciudadanos y no los partidos políticos. Una

redefinición del régimen, pues desde 1943 se había prohibido definirlo como

fascista.

Al mismo tiempo, para reforzar la nueva imagen del Estado como esencialmente

católico, se relegó en parte a los falangistas (grupo predominante) para dar mayor

protagonismo a miembros de Asociación Católica Nacional de Propagandistas

(organización fundada en 1909 con el fin de difundir el pensamiento católico y

combatir el anticlericalismo, durante la II República muchos se integraron en la

CEDA), cuya presencia en el régimen se presentaba como garantía de apertura

política.

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La tarea más compleja era presentar una dictadura fascista en el exterior como una

organización política de un Estado de derecho. Para ello se elaboraron un conjunto

de leyes Fundamentales como sustitutas a una Constitución. Se definía a España

como una “monarquía católica, social y representativa”, cuya jefatura del Estado

recaía, con carácter vitalicio, sobre Franco, quien se atribuía también la

prerrogativa de nombrar a su sucesor. A lo largo de la dictadura se promulgaron

siete leyes fundamentales:

1. Fueron del Trabajo (9 de marzo de1938), articulaba las relaciones del

mundo del trabajo y establecía los fundamentos sobre los que se organizaría

la economía del nuevo Estado. El texto estaba inspirado en el modelo

fascista italiano (Carta del Lavoro de 1927), establecía un modelo

capitalista, pero prohibiendo las libertades sindicales.

2. Ley de Constitutiva de las Cortes (17 de julio de 1942), medida

incentivada por el devenir de la contienda mundial, que comenzaba a

decantarse a favor de los aliados. Con esta ley, el régimen convocaba a la

participación del pueblo en las tareas del Estado. Se instituyó una Cámara

representativa compuesta por más de 500 procuradores en Cortes, la

mayoría de oficio y 50 designados por Franco. Los procuradores de oficio

procedían de cargos institucionales o en cuyo nombramiento intervenía el

Estado, como jerarquías del Sindicato Vertical o de la Falange, obispos,

rectores de la universidad o miembros del Gobierno. La elección nunca fue

directa, salvo a partir de 1968, cuando se permitió elegir un tercio de

procuradores.

3. Fuero de los Españoles (17 de julio de 1945), ley aprobada como

operación de maquillaje del régimen ante las exigencias democráticas de

los vencedores. En apariencia era una declaración de derechos, el texto

insistía en los deberes de los españoles y en la estructura autoritarua del

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Estado. En realidad, se articulaba un sistema político autoritario de carácter

confesional con derechos limitados.

4. Ley de Referéndum Nacional (22 de octubre de 1945), se aprobó una ley

que pretendía demostrar que en España estaba reconocido el sufragio

universal. Se pretendía disimular el grave vacío del derecho al voto

individual. Por ello, la Ley del Referéndum, establecía que los españoles

podían ser consultados individualmente en forma de plebiscito nacional,

siempre por decisión de Franco y para someterles cuestiones de Estado.

5. Ley de Sucesión (1947), definía a España como un Estado católico, social

y representativo, que siguiendo su tradición monárquica se constituía en

reino, y atribuía a Franco, con carácter vitalicio, la jefatura del Estado y el

derecho a designar sucesor. Trataba de resolver el problema de la

continuación del franquismo sin Franco.

6. Principios del Movimiento Nacional (17 de mayo de 1958), suponía la

incorporación institucional de la doctrina falangista y el reconocimiento de

FET y de las JONS como único partido, los principios fundamentales del

movimiento debían ser jurados obligatoriamente por todos los funcionarios

del Estado.

7. Ley Orgánica del Estado (enero de 1967), introducía novedades

funcionales, como la separación de los cargos de jefe de Estado y

presidente de Gobierno (aunque no se realizará hasta 1973). Franco

buscaba limpiar la imagen de su entramado político ante la realidad de una

Europa próspera que enviaba sus turistas a las playas españolas.

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1.3 Un sindicato estatal: los sindicatos verticales.

Para controlar el aparato productivo del país, se estableció una organización

sindical, fiscalizada por el Estado a través del Movimiento Nacional, en el que se

encuadró de forma obligatoria a empresarios, técnicos y obreros, agrupados por

ramas o sectores de producción: sindicato del metal, de la construcción, de banca,

etc.

El nombre de los sindicatos verticales deriva precisamente de este criterio de

agrupación por ramas, que integraba en un mismo sindicato al patrón y al obrero

de un mismo sector productivo. Su fundamento ideológico era el principio fascista

de que no existían (o no deberían existir) conflictos entre trabajadores y patronos,

sino armonía social e intereses comunes entre todos los españoles, unidos en el

afán de levantar la economía nacional.

Por otra parte, los altos cargos sindicales estaban controlados por falangistas, con

un sistema de designación que iba de arriba abajo: Franco nombraba al delegado

nacional y éste, a su vez, a los cargos nacionales más importantes.

1.4 La autarquía económica.

La política económica española de los años cuarenta y cincuenta estuvo

condicionada por la situación interior y por las circunstancias exteriores:

- La larga guerra civil había dejado al país en una situación ruinosa.

- El estallido de la II Guerra Mundial privó a España de la posibilidad de

abastecerse de sus necesidades en el exterior.

- El bloqueo internacional, a que fue sometida España tras la contienda

mundial, prolongó la situación de aislamiento económico.

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Esta etapa estuvo marcada en España por una política económica basada en la

autarquía (situación económica en la que se hacen innecesarias las importaciones

de bienes del exterior, porque el país es capaz de producir todo lo que necesita o

en el caso de los primeros años del franquismo por su aislamiento/bloqueo

internacional), impuesta tanto por la necesidad económica de autoabastecerse,

como por la decisión política del régimen, que la consideraba la mejor solución para

la independencia del país. A ello contribuyó el disparatado optimismo oficial, que

aspiraba a alcanzar la autosuficiencia del país en solo cuatro años.

El objetivo inmediato era una rápida industrialización del país, dirigida desde el

poder y apoyada en un rígido intervencionismo del Estado en todos los aspectos

de la economía. Pero el resultado fue desastroso:

- La producción industrial apenas aumentó en la década de los cuarenta.

- La producción agraria resultó insuficiente para alimentar a la población, por

lo que hubo que establecer un sistema de racionamiento de alimentos que

duró hasta 1952.

- En conjunto, la renta per cápita no recuperó los niveles de antes de la guerra

hasta la década de los cincuenta.

Por otra parte, la escasez y el racionamiento de este periodo proporcionaron la

aparición de todo tipo de prácticas fraudulentas y en especial de un mercado negro,

en el que los bienes alcanzaban un precio muy superior al que habrían tenido en

un mercado libre y legalizado.

En los años cincuenta, finalizado el aislamiento internacional, la economía

española se fue abriendo poco a poco hacia el exterior. Sin embargo, las

importaciones aumentaron a un ritmo muy superior al de las exportaciones y el

déficit comercial fue disminuyendo las reservas de divisas, que iban camino de

agotarse al final de la década.

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En consecuencia, resultaba inaplazable un reajuste de la economía, ya que el

camino seguido hasta entonces únicamente conducía al colapso final.

1.5 Sociedad y mentalidad de la posguerra.

Al margen de los criterios normales de clasificación social, en la España de los años

cuarenta y cincuenta existía una línea divisoria claramente definida: la que

separaba al bando de los vencedores de los vencidos. La Guerra de España se

prolongó durante la posguerra en el espíritu de revancha de los vencedores, con

una cruel y sanguinaria represión. Católicos, militares y falangistas trataron de

imponer una concepción de la vida basada en la intolerancia religiosa, la disciplina

militar y la virilidad.

A partir de esos valores se fue configurando una mentalidad ultraconservadora que

se puede resumir en tres principios fundamentales:

- Una moral escrupulosa y estricta de inspiración católica, que impregnaba

todas las manifestaciones de la vida.

- Una obediencia ciega y absoluta a cualquier superior en jerarquía (de hijos

a padres, de trabajadores a sus jefes, de todos los españoles a Franco).

- Una división estricta de funciones según el sexo, con total supeditación de

la mujer respecto al hombre.

1.6 La represión franquista.

El régimen franquista nació matando y murió matando. Siendo los años de

posguerra los más duros, con decenas de miles de ejecutados y centenares de

miles de presos en las cárceles y campos de concentración. Se institucionalizó la

represión mediante la Ley de responsabilidades políticas de 1939 y la Ley de

represión del comunismo y de la masonería de 1940. En un primer momento, la

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represión fue ejecutada por los tribunales militares en consejos de guerra, desde

1939 hasta 1963; posteriormente (1963-1975) por el Tribunal de Orden Público.

Alrededor de 150.000 personas fueron ejecutadas y unas 273.000 encarceladas.

Se crearon Batallones de Trabajadores y Batallones disciplinarios de soltados

trabajadores, donde se les aplicó la redención de penas por el trabajo, el régimen

disponía de mano de obra esclava o semiesclava, no solo para empresas públicas,

si no también privadas. La represión franquista afectó económicamente, pues se

confiscaron bienes y expoliaron los bienes de los exiliados, políticos republicanos

y de las instituciones como partidos o sindicatos. No podemos obviar las

depuraciones generalizadas de funcionarios públicos y trabajadores del ámbito

privado.

La represión franquista tuvo siempre una voluntad de ejemplaridad y de castigo con

la intención de forzar la despolitización de la población.

1.7 El maquis y la oposición al régimen.

Entre 1944 (año de la liberación del sur de Francia de la ocupación nazi) y 1949, se

organizó en las zonas montañosas un movimiento de resistencia guerrillero, el

maquis, integrado por anarquistas, comunistas y socialistas, muchos de los cuales

habían participado en la resistencia francesa frente a la ocupación alemana durante

la II Guerra Mundial. Su intención era aplicar esa misma estrategia para desgastar

y derrocar al régimen franquista. Pero la actuación de la Guardia Civil y el Ejército

limitaron su capacidad de actuación a determinadas zonas rurales. A partir de 1948

la causa fue perdiendo fuerza, pues carecía de apoyos tanto exteriores como

interiores.

Por otra parte, pese a estar prohibidas las huelgas, en los grandes núcleos

industriales de Cataluña y País Vasco se produjeron con cierta frecuencia, sobre

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todo por las duras condiciones de vida y los bajos salarios de la clase trabajadora.

También tuvo gran resonancia la protesta universitaria de 1956 en Madrid, que

condujo al cierre de la Universidad y la declaración del estado de excepción en

todo el país.

Sin embargo, los partidos y sindicatos republicanos habían quedado prácticamente

desarticulados por la represión franquista de la posguerra, por lo que su actuación

se limitó a buscar apoyos internacionales desde el exilio. Solo el Partido Comunista

emprendió una importante labor de reorganización en el interior del país, que

explica su claro protagonismo como oposición popular clandestina, durante toda la

vida del régimen de Franco.

2 Los años del desarrollo económico y la tecnocracia (1959-1973).

2.1 La planificación del desarrollo y el crecimiento económico.

Los tecnócratas y el Plan de Estabilización de 1959.

Un nuevo gobierno formado en 1957 incorporaba en los principales ministerios

económicos a dos miembros del Opus Dei (organización religiosa fundada en

Madrid en 1928 por monseñor Escrivá de Balaguer) en Hacienda y en Comercio.

Se iniciaba así un proceso de ocupación progresiva de cargos ministeriales por

parte de miembros de dicha organización, calificados de tecnócratas porque

orientaban su labor hacia la eficacia técnica y económica, al margen de los

planteamientos ideológicos y políticos del franquismo anterior.

Los nuevos ministros del Opus Dei impusieron un cambio de orientación en la

política económica del franquismo. Su proyecto más ambicioso fue el Plan de

Estabilización de 1959, que perseguía tres grandes objetivos: la estabilidad de los

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precios, la flexibilización de la actividad económica nacional y la liberalización de

las relaciones económicas con el exterior.

Para ello, el Plan incluía un conjunto de medidas de reajuste, como la devaluación

de la peseta o la supresión de los rígidos controles estatales de la economía. Los

resultados inmediatos fueron traumáticos (disminución de salarios reales, quiebra

de empresas no rentables, aumento de paro, etc.), pero eran el precio inevitable

que debía pagarse para sacar a la economía española del callejón sin salida en que

se encontraba y encaminarla hacia un futuro desarrollo, basado en posibilidades

reales y no en absurdas pretensiones de autarquía.

Los Planes de Desarrollo.

Una vez conseguidos los objetivos fundamentales del Plan de Estabilización, la

economía española estaba todavía muy por debajo de la media de los países

europeos, por lo que era necesario darle un nuevo impulso.

El mecanismo concreto que se puso en marcha fueron los Planes de Desarrollo,

según el modelo francés de la planificación económica indicativa (iniciada en

Francia en 1946 para la reconstrucción económica del país tras la II Guerra

Mundial). Desde 1964 a 1975 se elaboraron tres Planes de Desarrollo cuatrienales,

pero el último de ellos se abandonó en 1973, coincidiendo con el inicio de la crisis

económica internacional de ese año.

El proyecto consistía en iniciar un desarrollo acelerado, basado en la coincidencia

de objetivos entre el Estado y las empresas privadas: a éstas, si aceptaban las

condiciones del Plan, se les concedían ventajas fiscales, financieras y laborales;

las empresas públicas, en cambio, debían someterse obligatoriamente a él.

Uno de los aspectos más destacables de estos Planes fue la creación de los

llamados polos de desarrollo. Para alcanzar un desarrollo equilibrado y distribuir

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las fuentes de riqueza (industrias y servicios) por todo el país, se eligieron ciertas

zonas atrasadas, pero con posibilidades económicas, y se concedieron

importantes ayudas y ventajas a las empresas que se establecieran en ellas. Así

se crearon entre 1964 y 1972 doce polos de desarrollo: A Coruña, Vigo, Villagarcía

de Arosa, Oviedo, Logroño, Zaragoza, Burgos, Valladolid, Huelva, Córdoba, Sevilla

y Granada.

El mal llamado “milagro económico español” y sus deficiencias.

La economía española experimentó entre 1960 y 1973 un crecimiento acelerado y

sin precedentes. Los indicadores macroecnómicos situaban a España, incluso, en

un nivel de desarrollo próximo al de Europa occidental. La renta per cápita aumentó

en más del doble entre 1960 y 1970; y la tasa de crecimiento anual del producto

nacional bruto solo fue superada en todo el mundo por Japón.

Se emprendió una modernización de todos los sectores económicos, basada

esencialmente en la incorporación de nuevas tecnologías. El sector que más se

desarrolló fue el secundario, en especial las industrias químicas, del metal y del

automóvil; este último se convirtió en todo un símbolo de la mejora en el nivel de

vida de las familias españolas. Dentro del sector terciario destacaba el crecimiento

espectacular del subsector turístico, debido a la creciente y masiva llegada de

turistas extranjeros a nuestras costas. Por su parte, la agricultura mejoró

notablemente sus rendimientos y su productividad mediante la incorporación de

nuevas técnicas, maquinaria y fertilizantes.

No obstante, en el mal llamado “milagro económico español” había sombras. Se

originaron grandes desequilibrios regionales. Frente al desarrollo de las zonas

industriales de larga tradición como País Vasco, Cataluña o Madrid y de los nuevos

polos de desarrollo como Valladolid, Zaragoza o A Coruña, otros territorios

quedaron despoblados y rezagados económicamente.

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Se optó por un modelo de crecimiento acelerado, que desaprovechaba en gran

medida la mano de obra disponible en el país, y daba preferencia a la inversión en

capital (maquinaria fundamentalmente). Así se aumentaba la productividad a corto

plazo de las empresas, pero no se generaba un aumento paralelo y proporcional

del empleo. En consecuencia, una parte importante de la población activa tuvo que

emigrar al extranjero, para huir del paro y la miseria.

Además, la balanza comercial seguía siendo muy deficitaria, en gran medida

porque más de la mitad del valor de las importaciones eran productos caros e

imprescindibles (petróleo, materias primas industriales y maquinaria). El déficit

comercial se pudo compensar con tres fuentes de ingresos esenciales, pero que

colocaban a España en una situación de fuerte dependencia respecto a la

economía europea: la inversión de capitales extranjeros; la recepción de divisas

que los emigrantes enviaban a sus familias; la entrada masiva de divisas,

introducidas por el turismo extranjero.

Por consiguiente, se ha discutido mucho si el espectacular desarrollo de los años

sesenta en España se debió a unos acertados Planes de Desarrollo; o si se produjo

más bien con independencia de ellos, al amparo de la favorable coyuntura

económica internacional de los años cincuenta y sesenta, de la que España se

benefició indirectamente y gracias a una moneda devaluada y un Estado donde los

derechos laborales eran mínimos.

2.2 El inmovilismo político.

En el plano político no se originó un proceso paralelo de liberalización y apertura

hacia la democracia, sino un atrincheramiento en los tradicionales planteamientos

autoritarios del régimen.

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La era de los tecnócratas del Opus Dei.

Como ya se ha estudiado, en el nuevo gobierno de 1957 entraron por primera vez

dos miembros del Opus Dei, que ocuparon dos ministerios esenciales para la

nueva política económica: Hacienda y Comercio.

Pero éste no fue más que el inicio de una carrera imparable del Opus Dei hacia la

ocupación de los centros de decisión del poder político. En los sucesivos gobiernos

el número de carreteras ministeriales y puestos de responsabilidad desempeñados

por tecnócratas del Opus fue en aumento, hasta alcanzar en 1969 once de los

dieciocho ministerios, el denominado gobierno monocolor.

Si el creciente protagonismo de los tecnócratas en el gobierno permitió reorientar

la economía del país, las cuestiones puramente políticas, en cambio, pasaron a un

segundo plano, en la misma medida en que fueron relegadas en el gobierno las

tradicionales familias ideológicas del régimen (falangistas, militares y

Propagandistas Católicos).

Una liberalización más aparente que real.

En el marco general de inmovilismo político que caracterizó al régimen hasta el

final, la creciente presión social consiguió arrancar en esta etapa algunas tímidas

medidas de liberalización, que en la práctica fueron más aparentes que reales.

La primera de ellas fue la ley de Prensa e Imprenta de 1966, elaborada por el

entonces ministros de Información y Turismo Manuel Fraga Iribarne. Esta nueva ley

eliminaba la censura previa, a la que hasta entonces debían someterse las

publicaciones escritas antes de salir a la luz, pero no garantizaba la libertad de

expresión, ya que se podían seguir aplicando multas y suspensiones a las

publicaciones que sobrepasaran los estrechos límites autorizados por la ley. Como

mecanismo de precaución se establecía la llamada consulta voluntaria, que

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permitía al editor someter la obra a un examen previo, para evitar riesgos

posteriores.

En definitiva, la nueva ley no fue bien acogida ni por los sectores más reaccionarios

del franquismo, que veían en ella un riesgo excesivo, ni por la oposición, que

percibió la ley como una trampa, pues se pasaba de una censura previa a una

censura posterior y acompañada de sanciones.

La segunda medida aperturista de relativa importancia fue la ley de Libertad

Religiosa de 1967, por la que reconocía la igualdad de todas las confesiones

religiosas. Sin embargo, su transcendencia fue mínima, dado el reducido número

de españoles que profesaban otra religión que no fuera la católica.

La definitiva institucionalización del régimen: la ley Orgánica del Estado.

Con la promulgación de 1967 de la ley Orgánica del Estado (la última de las leyes

Fundamentales) se culminaba el proceso de institucionalización del régimen

iniciado en 1938. Se trataba de ofrecer nuevamente una falsa apariencia de estado

de derecho, sin modificar en absoluto la esencia autoritaria del régimen, con el fin

de despejar el camino a la definitiva integración de España en los organismos

internacionales.

La nueva ley establecía de forma definitiva las funciones y organización de las

instituciones estatales, y otorgaba al jefe del Estado un poder omnímodo y

prácticamente ilimitado. Entre sus prerrogativas estaban la de nombrar al

presidente del gobierno (por primera vez aparecía separado del Jefe de Estado),

sancionar y promulgar las leyes, convocar las Cortes y ejercer el mando supremo

de todos los ejércitos. Además, el jefe del Estado personificaba la soberanía

nacional, podía vetar lo aprobado en las Cortes y la justicia se administraba en su

nombre.

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La designación de Juan Carlos como sucesor de Franco.

Para garantizar la continuidad del régimen, y evitar disputas en caso de

fallecimiento del jefe del Estado, solo quedaba un asunto pendiente: la designación

de un sucesor.

En 1969 Franco decidió nombrar a Juan Carlos, hijo de don Juan de Borbón y nieto

de Alfonso XIII, como su sucesor a título de rey. Con este procedimiento el caudillo

no restablecía a su muerte la monarquía tradicional, sino que instauraba una nueva

monarquía continuadora de su propio régimen, ya que obviaba al heredero legítimo

al trono (don Juan de Borbón) y obligaba al sucesor designado por él a jurar

fidelidad a las leyes Fundamentales.

Todo parecía quedar “atado y bien atado”.

2.3 Las relaciones exteriores.

Desde 1958 se emprendió una intensa labor diplomática que consiguió la

integración de España en numerosas organizaciones internacionales, aunque

algunas de las más importantes rechazaron su ingreso (OTAN, Consejo de Europa

y la Comunidad Económica Europea).

Entre los hechos más importantes de la política exterior española de estos años

destacan los siguientes:

- Visita oficial del presidente de los EE.UU. Ike Eisenhower, en diciembre de

1959, aprovechado por Franco como propaganda personal y del régimen.

- Solicitud en 1962 del ingreso en la CEE, España no fue aceptada pero

finalmente firmó un Acuerdo Preferencial en 1970, donde se concedían

privilegios comerciales.

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- Intento de recuperación de Gibraltar, con la ONU como mediadora, en 1967

Gran Bretaña realizó un referéndum ante la población gibraltareña que

eligieron quedarse con Gran Bretaña con una mayoría abrumadora. En

1969, España realizó el cierre total de la frontera y las comunicaciones con

Gibraltar, la verja no se volvió a abrir hasta 1982.

- Reconocimiento de la independencia de Marruecos (1956) y Guinea

Ecuatorial (autonomía en 1963 y la independencia en 1968).

- La cesión de Ifni a Marruecos en 1969 y la cuestión del Sahara, que se

prolongará hasta los momentos finales del franquismo.

2.4 La creciente oposición al régimen.

Desde los años sesenta se fueron ampliando los frentes de oposición a la

dictadura.

La conflictividad laboral, proliferaron las huelgas laborales, que a sus

reivindicaciones básicas de carácter estrictamente profesional (salarios,

condiciones de trabajo, etc.), incorporaban reivindicaciones de tipo político, como

el derecho de huelga, de manifestación o de libre sindicación. En este contexto

nacieron las Comisiones Obreras (CC.OO.).

La agitación universitaria. La reivindicación explícita de las libertades democráticas

fue constante. Las protestas de 1965 alcanzaron una gran magnitud y fueron

expulsados de sus cátedras en Madrid los profesores Tierno Galván, García Calvo

y Aranguren.

La oposición de un sector de la Iglesia. El espíritu renovador introducido en el seno

de la Iglesia por el Concilio Vaticano II supuso un cambio de planteamientos

políticos y sociales, en especial en las nuevas generaciones del clero y la población

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católica. Una parte de la jerarquía eclesiástica española se fue distanciando del

régimen, y numerosos miembros de organizaciones católicas colaboraron o

militaron en los clandestinos partidos y sindicatos, en especial el Partido Comunista

y CC.OO.

Los grupos y partidos políticos ilegales. Se produjo en el interior de España una

proliferación de partidos que, desde la clandestinidad, desarrollaron una labor

sistemática de oposición al régimen. Sintetizando el complejo panorama político de

la oposición a estos años. Los principales grupos fueron el Partido Comunista de

España (PCE) encabezó la lucha por la restauración de la democracia y hasta bien

entrada la década de los sesenta el único partido antifranquista con implantación

social en el interior del país.

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) fue minoritario hasta las postrimerías

del franquismo, empezó a salir a la luz a partir de 1974 con la renovación de su

dirección, siendo Felipe González su nuevo secretario general.

Los jóvenes más radicales estaban más alineados con los nuevos partidos de

extrema izquierda, algunos de ellos derivaron hacia el terrorismo, como fue el caso

del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP).

Los partidos de carácter nacionalista, se revitalizaron los históricos Partido

Nacionalista Vasco (PNV) y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Euskadi ta

Askatasuna (ETA), en su origen fue un grupo de reflexión política dentro del PNV,

pero en 1959 se separaron y años después se orientaron hacia el terrorismo como

táctica de lucha.

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3 La crisis final (1973-1975).


3.1 La agonía de Franco y la decadencia del régimen.

En junio de 1973 Franco formó un nuevo gobierno, presidido por el almirante

Carrero Blanco, hombre de su total confianza, que había permanecido a su lado en

las tareas de gobierno desde 1940. Era la primera vez que de diferenciaban los

cargos de Jefe de Estado y presidente de gobierno.

Seis meses de después, el 20 de diciembre de 1973, un atentado de ETA hacía

saltar por los aires el coche en que viajaba Carrero Blanco y acababa con su vida.

Era sin duda, un golpe durísimo al mismo corazón del franquismo, ya que , aparte

de Franco, Carrero era el único capaz de mantener unidas a las diferentes familias

ideológicas del régimen, por lo que con él desaparecería la última posibilidad de

pervivencia del franquismo después de Franco. Desde entonces el régimen entró

en una pendiente de crisis imparable.

El nuevo presidente de gobierno, Carlos Arias Navarro, en su discurso

programático del 12 de febrero de 1974, anunció su voluntad de emprender una

cierta liberalización del régimen, con medidas como la regulación del derecho de

asociación política.

El denominado “espíritu del 12 de febrero” provocó un gran revuelo y la división del

propio bloque franquista en dos grupos rivales: los “aperturistas”, partidarios de una

tímida reforma desde dentro y el “búnker” que es como se denominaba

popularmente al sector más inmovilista e intransigente.

En verano de 1974 dos acontecimientos aumentaron la incertidumbre del régimen.

Por un lado, el dictador fue hospitalizado por una flebitis y su estado de salud no

permitía augurarle ya una larga vida. Por otro lado, se construyó la Junta

Democrática, por iniciativa del PCE y que integraba a un conjunto de fuerzas de

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izquierdas e incluso a personalidades de la derecha, eso sí, sin el PSOE. El

programa de la Junta Democrática consistía en sentar las bases para el

establecimiento de un verdadero sistema democrático. Era el primer intento serio

de aglutinar a la oposición franquista.

No obstante, el gobierno de Arias Navarro promulgó la tan anunciada ley de

Asociaciones Políticas (20 diciembre de 1974), pero establecía tantos

impedimentos que solo podían acogerse a ella las diferentes tendencias del

franquismo. Al final se comprobó que se trataba de una nueva operación de

maquillaje del régimen, incapaz de renovarse.

El clima de inestabilidad política fue en umento, y a la creciente protesta ciudadana

(manifestaciones callejeras, huelgas, declaraciones, etc.) le seguía una represión

cada vez más desproporcionada (brutalidad de la policía contra los manifestantes,

detenciones y torturas, multas y cierres de periódicos, etc.).

Ante la escalada de atentados del FRAP y de ETA, el régimen quiso hacer una

demostración de fuerza promulgando una nueva ley Antiterrorista (26 agosto de

1975), en virtud de la cual Franco firmó cinco penas de muerte en septiembre de

1975 (apenas dos meses antes de su muerte), a pesar de las peticiones de

clemencia y las protestas internacionales.

3.2 Las dificultades exteriores.

En concordancia con la situación interna de la dictadura franquista en su último

tramo, las relaciones exteriores también atravesaron momentos de serias

dificultades. Entre ellos tuvieron especial importancia la revolución de los claveles

en Portugal, el final de la dictadura de los coroneles en Grecia, la firma de las cinco

sentencias de muerte y la cuestión del Sahara.

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En abril de 1974 la Revolución de los claveles ponía fin a la dictadura vecina de

Portugal. Tres meses después, en julio de 1974, caía la dictadura de los coroneles

en Grecia, con lo que España era la última dictadura que pervivía en Europa

occidental.

La firma de las cinco sentencias de muerte en septiembre de 1975 originó

numerosas peticiones de clemencia y gestiones de varios jefes de Estado y de

gobierno, incluyendo las del propio papa Pablo VI. Finalmente, la ejecución

provocó una oleada de protestas internacionales y conflictos diplomáticos, incluso

con el Vaticano. El fantasma del aislamiento internacional reaparecía de nuevo.

La cuestión del Sahara acabó de agudizar la crisis de la política exterior española.

El gobierno había anunciado su intención de convocar un referéndum entre la

población saharaui, para que decidiera sobre el futuro político. Sin embargo, el rey

Hassan II de Marruecos, aprovechando las difíciles circunstancias que atravesaba

España, con Franco muy enfermo desde finales de octubre de 1975, organizó en

noviembre una marcha de 200.000 voluntarios sobre el Sahara, la Marcha verde,

con la intención de presionar a España para que le fuera entregada la zona. El

gobierno español finalmente accedió a retirarse del territorio mediante el Acuerdo

de Madrid (firmado entre España, Marruecos y Mauritania el 14 de noviembre de

1975), una semana antes de la muerte de Franco y que permitía el reparto del

Sahara español entre Marruecos y Mauritania, y olvidaba el compromiso de

referéndum adquirido con el pueblo saharaui.

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3.3 La crisis económica.

La subida de los precios del petróleo a partir de 1973, unida a otros síntomas de

crisis, marcó el final de la etapa de expansión económica que disfrutaba Europa

desde los años cincuenta.

La economía española también se vio afectada en un doble sentido. La subida del

precio del crudo repercutió muy negativamente en la balanza de pagos, debido a

la dependencia energética exterior. Además, el desarrollo económico español

iniciado en los años sesenta dependía de la expansión económica internacional,

ya que, como hemos estudiado, se apoyaba en tres bases fundamentales: las

inversiones de capital extranjero, los ingresos por el turismo exterior y el flujo de

emigrantes a Europa.

Por consiguiente, con la crisis internacional la economía española entró en una

aguda fase de depresión cuyos signos más evidentes eran el retorno de

emigrantes, y el galopante aumento del paro y la inflación.

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