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Creación del

Instituto Federal
Electoral en México

Buenos días estimados maestros, compañeros y distinguidos presentes. Hoy nos


congregamos para reflexionar sobre la evolución del Instituto Federal Electoral en México,
ahora conocido como el Instituto Nacional Electoral (INE). Este organismo surgió en 1990
como respuesta a la imperante necesidad de fortalecer la democracia y garantizar la
transparencia en los procesos electorales de nuestra nación.

El Instituto Federal Electoral, también conocido como IFE, nació como resultado de
reformas electorales destinadas a asegurar la imparcialidad y transparencia en los
procesos electorales. Previamente, la organización de elecciones estaba bajo la tutela de
la Secretaría de Gobernación. Este cambio buscaba independizar el proceso electoral y
fortalecer la democracia en el país, con el IFE encargado de supervisar y organizar
elecciones federales, asegurando equidad y legalidad en la participación política.

En 2014, el IFE experimentó una transformación significativa, convirtiéndose en el Instituto


Nacional Electoral (INE). Este cambio no fue meramente cosmético; implicó ajustes en la
estructura y funciones del organismo. El impacto legal se reflejó en la actualización de la
legislación electoral para adecuarla al nuevo marco institucional. Como sucesor del IFE, el
INE heredó responsabilidades y funciones relacionadas con la organización y supervisión
de los procesos electorales en México, reforzando su autonomía para actuar de manera
independiente.

La creación del Instituto Federal Electoral representa un hito en nuestra historia jurídica,
simbolizando un compromiso inquebrantable con la justicia y la equidad en la conducción
de las elecciones. Este instituto se erige como un guardián imparcial, cuya responsabilidad
primordial es salvaguardar la voluntad del pueblo mexicano.

Al dotar al INE de facultades autónomas, aseguramos su independencia y capacidad para


actuar en pro de la democracia sin interferencias indebidas. Su misión esencial consiste en
asegurar que cada voz sea escuchada y que cada voto cuente, constituyendo así un pilar
fundamental en la construcción de una sociedad justa y participativa.

Su fundamento constitucional esta plasmado en los artículos 41 y 116 de la Constitución


Política de los Estados Unidos Mexicanos. Donde nos menciona el artículos 41 establece
las facultades y funciones del INE en la organización de las elecciones federales y locales,
así como en la supervisión de los procesos electorales y el artículo 116 aborda la
autonomía del INE y su papel en la organización de elecciones locales en los estados,
adquirida con la reforma electoral de 1996, le otorga la capacidad de actuar de manera
independiente en la organización y supervisión de los procesos electorales, sin estar sujeto
a directrices partidistas u otros poderes.

El voto en las elecciones en México es crucial, siendo la base de la participación ciudadana


en el sistema democrático. Al ejercer el derecho al voto, los ciudadanos contribuyen a la
elección de representantes y líderes que toman decisiones en su nombre. El voto refleja la
voluntad popular y es esencial para mantener un gobierno que responda a las necesidades
y preferencias de la sociedad.

Aunque el voto es un derecho y no una obligación, su participación es fundamental para el


funcionamiento saludable de la democracia. La falta de participación puede llevar a una
representación política menos precisa de la diversidad de opiniones en la sociedad y
debilitar la legitimidad del proceso democrático.

Según estimaciones de la Jornada Electoral del 2018, el 62.3% del electorado ejerció su
voto, destacando la mayor participación de las mujeres. La participación electoral, reflejo
de la democracia, fortalece la legitimidad de las instituciones y promueve la estabilidad
política al canalizar las opiniones de la ciudadanía de manera pacífica y ordenada.

En resumen, la transformación de IFE a INE no solo representó un cambio de nombre, sino


una evolución legal y estructural del organismo electoral en México. La transparencia, la
imparcialidad y la autonomía del INE son principios rectores que reflejan nuestro
compromiso con la rendición de cuentas y la integridad en los procesos electorales. Esta
creación constituye el cimiento sólido sobre el cual construimos una sociedad más justa,
equitativa y democrática para las generaciones venideras. ¡Gracias!

Es un recordatorio de que, en el corazón de nuestro sistema jurídico, late el compromiso


inquebrantable con la justicia y la participación ciudadana, que la creación de este
instituto sea el cimiento sólido sobre el cual construyamos una sociedad más justa,
equitativa y democrática para las generaciones venideras.

Erika Andrea Anaya Castro

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