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La Política Criminal en la actualidad

I. INTRODUCCIÓN.

En el presente trabajo se hará un recuento del desarrollo esquemático que ha


tenido la política criminal a lo largo de la historia, detallando cada uno de
sus factores relevantes, así como abordando la manera en la que se entendía
en cada etapa e indicando cuales fueron sus ejes de acción, esto teniendo en
cuenta la base sobre la cual era entendido el delito dentro de la sociedad,
dado lo anterior se abordará, inicialmente, la política criminal dogmatizada,
esto es, entendida como los límites del derecho penal, siguiendo con la
nueva política criminal, entendida como política pública, y culminando con
la política criminal aplicada, entendida como política de gestión y resultado.

Seguido de lo anterior se pasará a las conclusiones respecto del desarrollo


presentado, indicando las percepciones particulares y abordando las formas
propias de concebir la política criminal.

II. RECUENTO HISTORICO DE LA POLITICA CRIMINAL.

En sus inicios la política criminal fue entendida como el límite que el Estado
impone al ius puniendi, por lo que se entiende como la barrera que se le erige
al derecho penal materializado. Ésta se desarrolló como un apéndice al
derecho penal, limitando la misma a lo concebido por el legislador en las
normas punitivas, siendo estructurada en forma principal por el poder
ejecutivo, centrando su acción en el ejercicio de la ley penal frente a los
comportamientos del individuo y pasando por alto, en sentido amplio, el
estudio del fenómeno del delito, siendo entonces una política criminal
dogmatizada.
Pues bien, el punto principal de la política criminal era combatir la conducta
desviada del individuo mediante el ejercicio de la acción penal antes de
analizar las causas o razones de esta, por lo que, como se dijo en
precedencia, el fenómeno del delito como acción del ser quedaba descartado
a un análisis y solo se tomaba desde la conducta desarrollada que atentaba
contra el orden jurídico y social.

Así, esta política criminal “centra su objeto de estudio en decisiones relativas al


derecho penal y no al fenómeno delictivo en sentido amplio, y eso a pesar que
pareciera que el modelo de política criminal original proclamaba una visión mucho
más ampliada de este concepto.”1

Producto del desarrollo generado por el paso del tiempo nació una nueva
concepción de política criminal, esta entendida como una política pública
más del Estado, siendo divergente a la visión dogmatizada que se le había
dado a la misma, comprendiéndose entonces como la capacidad del estado
de reaccionar frente al fenómeno del delito y consigo buscando resolver
distintas problemáticas sociales.

Esta nueva política criminal requiere de la construcción conjunta por parte


de diversos actores de la sociedad, no puede quedarse solo en la
construcción realizada de manera preferente por el poder ejecutivo y el
derecho penal, requiere la participación social y la construcción conjunta con
áreas como la economía, la sociología y la criminología bajo el entendido de
que se debe plantear la política criminal desde la base económica de la
sociedad, así, entendiendo los factores económicos de riesgo, las ausencias
económicas sociales, las causas por las que se ve como necesaria la comisión
de conductas desviadas por parte del individuo y los modelos sociales,
entendiendo estos no como uniformes sino, por el contrario, como
multiétnicos y pluriculturales bajo la premisa de una sociedad diversa.

1
La política criminal aplicada (PCA): La deriva de la política criminal hacia la política pública,
pagina 194. Revista Nuevo Foro Penal No. 88, enero-junio 2017, Universidad Eafit.
Por esto, y al obtener la connotación de política pública, resulta
indispensable la aplicación del ciclo de las políticas públicas (diseño,
ejecución y evaluación) en aras de poder determinar la eficacia y eficiencia
de esta para aplicar los cambios necesarios dirigidos a corregir las falencias
que se logren identificar.

Consecuencia de lo anterior, se ha presentado una nueva tendencia en el


marco de la política criminal, ya no bajo el entendido de dogmatizada sino
como política pública y su paso a la aplicabilidad, dando vía a una política
criminal aplicada, entendiéndose esta como los conocimientos que “…
emanan esencialmente de los estudios empíricos-sociales o, más bien, de “escenarios
criminológicos artificiales” creados por las ciencias o disciplinas que estudian el
mundo del crimen y la criminalidad.” 2. Siendo la política criminal aplicada un
constructo entre los conocimientos sobre las dinámicas del crimen, la
criminalidad y la realidad social.

Claro es que cambia la configuración de la problemática, ya no siendo solo


un marco de estudio para juristas y estudiosos de las ciencias humanas, sino,
trascendiendo a un campo de estudio multidisciplinar que permite que
desde diversas ópticas sea posible analizar y estudiar el fenómeno de la
criminalidad, ampliándose las propuestas de acción e invitando a diversos
actores al planteamiento de la discusión sobre el origen del delito,
trasladándose ahora la visión a una política pública organizacional,
entendiendo el delito desde las ciencias de la administración, que más allá
de cualquier búsqueda particular del combate de las causas del delito
persigue un espectro de resultado.

Debe tenerse en cuenta que esta política criminal gerencial ha conllevado a


la urbanización del delito, delimitando o reflejando su comisión casi que
únicamente en centros urbanos, desconociendo y descartando la realidad

2
La política criminal aplicada (PCA): La deriva de la política criminal hacia la política pública,
pagina 203. Revista Nuevo Foro Penal No. 88, enero-junio 2017, Universidad Eafit.
colombiana, pues bajo el entendido de un estado multicultural se tiene una
importante población en las zonas rurales que no se toma en cuenta al
momento de concebir la política pública mencionada.

Así, generando una idea de gestión y resultado frente al manejo, proposición


y ejecución de la política criminal, situación que obliga al operador judicial y
a la justicia en general a trabajar en el entendido de un margen de
resultados, como en el caso colombiano, donde se exige un volumen de
rendimiento traducido en factores numéricos, a los jueces y fiscales, para
combatir el fenómeno del delito, estructurando, la política criminal en el
numero de sentencias proferidas para obtener resultado en el combate de la
criminalidad, desatendiendo la búsqueda de controlar las conductas
desviadas desde sus causas, centrándose esencialmente en el castigo de
estas.

III. CONCLUSIÓN.

1. El avance generado en la forma de concebir la política criminal ha


creado una actitud de resultado frente al desempeño del aparato judicial,
descartando la prevalencia de una política de prevención, centrando todos
los esfuerzos en líneas de resultado, al presentarse la excesividad en la
concesión de resultados se da una evaluación generada a partir del número
de sanciones y decisiones respecto de casos que llegan a conocimiento del
operador judicial, sobresaturando los estrados judiciales y presionando las
decisiones por parte de los funcionarios.

2. Al descartarse las situaciones sociales, culturales y económicas de la


población en la creación y modelo de la política criminal se estandariza el
estado del ser de la sociedad, por lo que se desconoce las situaciones
particulares de una sociedad pluriétnica y multicultural, llevando así las
situaciones sociales de poblaciones marginadas a un estado de ignorancia
frente a la forma del estado desempeñar sus esfuerzos por combatir la
criminalidad.

3. La política criminal debe modelarse desde el entendido de política


pública, por lo que se requiere la participación multidisciplinar para no solo
buscar combatir las conductas desviadas desde la punitivización de las
mismas, es necesario que se busque en mayor medida la prevención y
solución alterna de las desavenencias, pues saturar el aparato judicial
conllevaría un margen de impunidad toda vez que se sobre cargan los
funcionarios y producto de una excesiva política de resultado se deja de
garantizarse en debida forma el derecho a la administración de justicia.

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