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La combinación de todos estos factores les impide cumplir con la función para la
que están diseñadas: disuadir el delito, incapacitar al delincuente y eventualmente
encontrarle reinserción en la vida de la comunidad. A pesar de ello, el enfoque de
la política criminal actual, tanto del gobierno federal como de la gran mayoría de
los estados, es encarcelar tanto como sea posible: se han incrementado penas, se
ha ampliado el catálogo de delitos graves y el resultado natural es el incremento
insólito de la población en reclusión.
Nuestro sistema penitenciario ciertamente tiene un problema de capacidades y
falta de recursos. Pero al paso que vamos en la tasa de crecimiento de la población
penitenciaria, no habrá recursos ni infraestructura que alcancen. Tendríamos que
construir piso sobre piso a nuestros penales. También es cierto que a nuestras
cárceles les faltan custodios. La relación reclusos-custodios es tan baja que nos
es difícil explicar el autogobierno que en ellas se presenta. Por no hablar de los
perfiles de esos custodios y su probable complicidad e implicación con actos de
corrupción. Dentro de los penales se vende de todo: desde una cobija hasta la
protección por la vida e integridad. También se trafica droga y se organiza la
actividad criminal que se ejerce en el exterior. En la mayoría de los penales
mexicanos cohabitan delincuentes de alta peligrosidad con infractores menores.
También en nuestros penales quienes antes no consumían droga se convierten en
adictos. Y quienes infringieron la ley con un delito menor, quizá se conecten con
circuitos criminales de mayor envergadura y sofisticación. Un verdadero desastre.
El gobierno mexicano ha expresado que la estrategia en materia de seguridad tiene
como propósito la recuperación de territorios. ¿Por qué no comenzar por un ámbito
tan acotado como la prisión?
Antes de la prisión existen otras alternativas que afortunadamente ya están
previstas en la reforma constitucional penal que se aprobó en 2008. Se trata de
mecanismos alternativos de resolución de controversias y reparación del daño que
permiten resolver conflictos sociales sin la necesidad de echar a andar un proceso
penal que culmine con una sanción privativa de la libertad. La aplicación de este
principio permitiría desahogar la enorme saturación que hoy aqueja a ministerios
públicos y tribunales y permitir que sus recursos se concentren en resolución de
delitos de mayor envergadura y disminuir su tasa de impunidad que ahora es muy
elevada. Hoy tenemos la relación inversa: la abrumadora mayoría de recursos del
sistema se ocupa de infracciones de poca monta y también poca repercusión. Para
citar un ejemplo, en los penales del DF y del Estado de México 55% de las
sentencias son por robo. Y la mitad de ellas por montos de cinco mil pesos o menos,
según la última encuesta de población en reclusión publicada por el CIDE.
Otra vertiente que generalmente se desdeña es la prevención. Una mirada a
quienes están recluidos, a su contexto y pasado, nos dice mucho de las políticas
públicas que han estado ausentes para prevenir la incursión de estas personas en
actos delictivos. De nueva cuenta la encuesta del CIDE nos dice que 40% de los
internos en penales en las entidades antes referidas tiene entre 18 y 30 años de
edad. Casi esa misma proporción dejo de vivir con sus padres antes de los 15 años.
La mayoría abandonó su hogar a consecuencia de la violencia presente en el seno
de la familia. 21% de esos reclusos no terminó siquiera la primaria. Y 61% comenzó
a trabajar a los 15 años o antes. Para colmo, lo dice la misma encuesta, no se les
respetó su derecho al debido proceso.
Las cárceles mexicanas son un polvorín porque la autoridad prefiere ser omisa.
Instrumentos para mejorar el estado de cosas existen, información y
diagnósticos también.
Método clínico
De aquí se pasó al modelo clínico, con el estudio directo de la víctima, aplicando
una metodología de corte criminológico, en mucho porque los encargados de
realizar los estudios eran los mismos profesionistas que realizaban exámenes y
observaciones en delincuentes. Todo lo anterior representó un gran avance, y
proporcionó una gran cantidad de conocimientos, sin embargo, se puede cometer
< mismo viejo error de la Criminología tradicional: estudiar tan sólo las víctimas
conocidas y, podríamos decir, "captadas" por el sistema de justicia, olvidando a
las demás víctimas, tal como la Criminología tradicional estudió sólo los
delincuentes "capturados".
Las encuestas
Se procura después averiguar qué pasa con las víctimas "desconocidas", osea
aquellas que quedan fuera del sistema de justicia. Al método de encuestas le
dedicamos el apartado 7, en vista de su peculiar desarrollo.
Se procede entonces a las encuestas de victimización, consistentes en la
aplicación de cuestionarios a una muestra de la población, haciendo preguntas
sobre las características de los hechos por los cuales una parte de la muestra se
ha convertido en víctima.
Las encuestas de victimización responden, en realidad a diversos objetivos,
entre los principales podemos mencionar:
Investigación en archivos
Generalmente son menos confiables que las encuestas, pero muy necesario
utilizarlos.
Los más confiables son los reportes sobre homicidio y suicidio.
La ventaja de los archivos es que pueden relacionar aspectos macroestructurales
como desempleo, inflación, urbanismo, etcétera. Estamos conscientes, tal como se
expuso en el VII congreso para la prevención del delito de la ONU, que, las
estadísticas oficiales sobre delincuencia proporcionan una imagen inadecuada,
realmente distorsionada del verdadero alcance de la victimización.
LOS DISEÑOS DE INVESTIGACION CRIMINOLOGICA
¿A quién se aplica esta Ley? A las personas que tengan entre 12 años cumplidos y
menos de 18 años de edad.
A las personas de entre 18 años cumplidos y menos de 23 años de edad, a quienes
se atribuya o comprueben la realización de una conducta antisocial, cometida
cuando eran adolescentes.
.
¿Qué ayuda te otorga el Instituto de la Defensoría Pública?
A ser asistido por una o un defensor público especializado, en caso de no
contar con una defensa particular, quien tendrá las siguientes atribuciones:
Observar y velar por el cumplimiento de la Ley
Ejercer tu defensa legal cuando se te atribuya la realización de una conducta
antisocial
Procurar y solicitar la conciliación
Realizar todos los trámites necesarios en tiempo y conforme a derecho
Tener una comunicación constante contigo sobre tu situación legal
Observar que seas juzgado de manera justa.
En política criminal
La pena tiene un fin orientado al infractor al que se le impondrá, con el objeto de
entregarle herramientas para que no vuelva delinquir en el futuro (resocialización,
rehabilitación, inserción social, etcétera.
Se trata de un fin que respecto de las penas privativas de libertad aparece como
empíricamente inalcanzable, puesto que el encierro tiene precisamente el efecto
contrario: favorece la reincidencia y el desarrollo de carreras delictuales.
Prevención especial negativa: en este caso la pena tendría un fin orientado al
infractor con el objeto de eliminar su potencial dañino, ya sea "sacándolo de
circulación" (encierro perpetuo o de larga duración), ya mediante su intimidación
individual (para que "escarmiente"). Se trata de un fin engañoso en el caso de la
privación de libertad de adolescentes, pues en ningún sistema penal de
adolescentes la privación de libertad tiene una duración suficiente para "sacarlos
de circulación" durante un tiempo que compense, desde el punto de vista
preventivo, el efecto criminógeno de la cárcel. El resultado es contraproducente.
ENTREGÓ: