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LA CONQUISTA DEL PERU

Las campañas de Francisco Pizarro, Diego de Almagro y sus fuerzas


en el territorio de Tawantinsuyo empiezan en 1524; apenas diez años
más tarde, habrían ejecutado al último soberano (Atahualpa) y
derrumbado efectivamente el imperio inca, sembrando las raíces de lo
que sería el segundo centro administrativo de España en el Nuevo
Mundo: el Virreinato de Perú́ .

Desde Panamá́ zarparon en 1524 siguiendo la costa Pacífica (que


entonces llamaban el Mar del Sur) hacia el sur, incitados por informes
de la riqueza del río “Viru” que venían del viaje de reconocimiento
encargado a Pascual de Andagoya. Este primer viaje tuvo poco éxito;
demacrados, hambrientos y desilusionados, Pizarro, Almagro y sus
huestes regresaron a Panamá́ para planear un segundo intento en
1526, en el que, tras dos años de hambre, enfermedad y conflicto
interno, recibieron noticias de Pedro de Candia sobre la abundancia
de oro y plata encontrados en la ciudad de Tumbes. Alentado por la
promesa de oro e inconforme con la autoridad del gobernador de
Panamá́ , Pizarro viajó a España para procurar la autorización real
para la nueva campaña, autorización que le fue concedida en junio de
1529.

Aunque la mayor parte de Tawantinsuyo (“las cuatro partes del


mundo” en quechua, nombre del imperio inca) había tenido poco o
ningún contacto directo con los españoles antes de 1532, las
enfermedades traídas por éstos–sobre todo la viruela y la influenza–se
difundieron rápidamente por la población andina, matando al sapa inca
Huayna Capac y dejando un vacío amenazante en el seno de la
autoridad imperial. Después de su muerte, el trono fue disputado por
dos de sus hijos, Huáscar y Atahualpa, en un conflicto sangriento. Al
emprender su tercera y final campaña a Tawantinsuyo en 1530,
Pizarro y Almagro llevaban varios andinos capturados en los viajes
anteriores, ya versados en la lengua castellana, que les servían de
intérpretes. De tal modo aprendieron los españoles, al entrar de nuevo
a Tumbes–ya diezmado por el ejército de Atahualpa–que el imperio
era azotado por una guerra civil y que el bando de Atahualpa estaba
asentado en la ciudad de Cajamarca.

Informado por sus súbditos de la llegada de los españoles, así como


de su aspecto (hombres pálidos y barbudos), su número (menos de
200) y sus probables intenciones, Atahualpa aceptó en noviembre de
1532 otorgarles una entrevista directa en la plaza de Cajamarca, aun a
sabiendas de que se planeaba una emboscada. El encuentro ilustrado
en el dibujo de Guaman Poma terminó con un estruendo violento de
caballos, armas y sangre: perdiendo uno solo de sus soldados, los
españoles saquearon la ciudad de Cajamarca y tomaron preso a
Atahualpa. Éste les ofreció llenar toda una habitación dos veces con
oro y plata, pensando comprar su libertad saciando la codicia
española de metales preciosos. Pizarro aceptó; ya poseso del oro
(cantidad que se afirma ha sido el rescate más grande de oro en la
historia del mundo), decidió no cumplir su promesa. Ansiosos por
rumores (infundados) de la inminente llegada del ejército inca, los
españoles estimaron más prudente ejecutar a Atahualpa. Murió,
después de ser bautizado, el 26 de julio de 1533. Con la muerte de
Atahualpa empezó la conquista definitiva de Tawantinsuyo y la
fundación del “Perú”.

tras años de arduas exploraciones y con el beneplácito de Carlos


I, Francisco Pizarro y Diego de Almagro, dos veteranos
conquistadores, emprendieron la conquista del Perú, la invasión del
más extenso, poderoso y rico imperio precolombino, el de los incas,
una sociedad compleja de grandes constructores que todavía unos
años atrás se encontraba en fase expansiva, pero que, en vísperas
de la conquista, se hallaba sumida en una guerra intestina entre dos
hijos del último emperador, o inca, previo al contacto con los
españoles, Atahualpa y Huáscar. No fue tanto la superioridad de las
armas europeas como la crisis que vivía el Imperio inca lo que
propició que un puñado de aventureros, muchos de ellos sin
experiencia en conflictos fuera de las Indias, doblegasen a un
Estado capaz de movilizar a decenas de miles de guerreros. A
pesar de todo, la sorprendente victoria hispánica en Cajamarca (16
de noviembre de 1532), que se saldó con la captura de Atahualpa,
fue solo el primer episodio de la conquista del Perú. Los incas
estuvieron a punto de exterminar a los conquistadores en 1536,
cuando se rebelaron bajo el liderazgo de Manco Inca, hermano de
Atahualpa y de Huáscar. La amenaza del inca, atrincherado en
Vilcabamba tras el fracaso de su asedio sobre Cuzco, no fue óbice
para que Pizarro y Almagro se enzarzasen en una agria disputa por
el botín que marcaría el inicio de una década de guerras civiles,
primero entre los conquistadores y luego entre estos y los leales a
la Corona, que se cobrarían la vida de sus principales
protagonistas. La autoridad real no quedaría afianzada hasta el
gobierno del virrey Francisco de Toledo (1569-1581), que
establecería definitivamente la arquitectura organizativa del
virreinato.

Mas investigando lo todo resumido


Es la época correspondiente a la destrucción del imperio de los
incas, por acción de los conquistadores españoles, conducidos por
Francisco Pizarro. Representa un momento de transición entre el fin
del Incario y la instauración del gobierno colonial del rey de España,
el virreinato
En realidad, los españoles no se proponían la conquista de los
incas sino
La conquista del Perú
, nombre con el cual identificaban un territorio misterioso y pródigo
de riquezas, ubicado en los mares del sur. Los conquistadores
desconocían a los incas, así como desconocían la geografía, la
fauna y la flora de los parajes andinos. Por parte de los españoles,
todo el proceso de la conquista fue el permanente descubrimiento
de un mundo enteramente nuevo.
Con moderación y equidad. Era una época violenta en la que el
poder de las naciones se medía por las conquistas territoriales. El
“encuentro entre dos mundos” (conquistadores españoles y
conquistados incas) no pudo ocurrir sin hechos de sangre y sin la
imposición por la fuerza de la religión, el idioma y el sistema político
del vencedor. Sin embargo, en el caso de los incas, sin dejar de
emplear la violencia, los conquistadores dejaron intactas muchas
instituciones y trataron de utilizarlas en su favor. Y debemos
reconocer que reglamentaron pero no suprimieron la cultura
ancestral indígena. Y tampoco esclavizaron las poblaciones
La superioridad militar de los españoles:
Los conquistadores trajeron armas, equipos militares y
conocimientos de estrategia que multiplicaban su efectividad frente
al ejército inca. Las tropas incaicas estaban a costumbradas a dar
batalla de pie, frente a frente y en campo abierto, con porras y
armas arrojadizas, dependiendo la victoria del número de hombres
y de la persistencia de su empuje físico. En cambio, por el lado de
los conquistadores, la combinación de artillería, caballería e
infantería, los ataques sorpresivos en terreno irregular y el empleo
de armas más efectivas, más resistentes y más letales (un disparo y
una esto cada mataban, mientras un golpe de porra sólo hería),
permitieron a los españoles amplia ventaja.

La desunión inca:
El Estado inca estaba en ese momento en una profunda crisis. No
tenía un rey-dios visible y sus principales jefes estaban en medio de
una guerra civil. Siendo el inca la máxima autoridad imperial tanto
política como religiosa, la existencia de una disputa dinástica de
visos tan violentos como la que ocurría entre Huáscar y Atahualpa,
colocaba a toda la elite inca en condición de sacrilegio,
compartiendo pasiones y apetitos de poder terrenales, privada del
vínculo con lo sobrenatural que permitía la presencia de un
soberano-dios reconocido por todos. Sin el eje organizador y el
símbolo místico representado por el Hijo del Sol, la pirámide del
poder inca se desmoronaba sin remedio
El colaboracionismo de las etnias sojuzgadas por los incas:

Antes ,durante y después de la prisión de Atahualpa, los españoles


fueron testigos del poco aprecio que tenían las etnias no incas
(tallanes, chimúes, caja marcas, chachapoyas, huancas y muchas
otras) por el incario. El ejército inca era numéricamente importante y
militarmente poderoso, pero no tenía apoyo popular. Muchos
curacas regionales celebraron la ejecución del inca y ofrecieron su
apoyo a los conquistadores. No hubo un sentimiento de “nación
india” que uniera a todos estos grupos culturales contra el
conquistador.

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