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TERCER VIAJE
Pizarro recluto gente antes de iniciar su nuevo viaje, entre ellos, varios de sus
familiares, a quienes busco en su tierra natal. En 1531, cuando salieron de Panamá,
sumaron casi doscientos hombres encaminados a conquistar el imperio. Llegaron a la
isla de la Puná, donde después de una estancia pacífica de varios días, los isleños
atacaron al no recibir muestras de reciprocidad. La fuerza convirtió en vencedores a los
españoles, quienes llegarían mas tarde a Tumbes, donde se enteraron de que una guerra
sucesoria entre Huascar y Atahualpa había acabado con el triunfo del segundo.
LA TOMA DE CAJAMARCA
En Cajamarca, primero Hernando de Soto y luego Hernando Pizarro visitaron al
Inca, quien les ofreció chicha y les reclamó haber tomado cosas que no le
pertenecían a lo largo de su recorrido. Los españoles mostraron gestos de amistad
que llevaron a Atahualpa a aceptar la entrevista con Pizarro. El día del encuentro los
españoles esperaban la llegada del Inca listos para combatir. Atahualpa llegó
acompañado de un gran séquito de guerreros, sacerdotes, servidores, bailarines, músicos
y curacas aliados. Al ingresar a la plaza salió a su encuentro fray Vicente de Valverde,
quien había sido encargado de leer el “requerimiento”, mientras Felipillo le traducía al
Inca. Al no comprender la compleja situación, el Inca arrojo la Biblia que le había
dado el sacerdote. Inmediatamente los españoles arremetieron contra los nativos, lo que
causo un gran desconcierto, el Inca cayo de su litera y fue tomado prisionero.
Captura de Atahualpa
MUERTE DE ATAHUALPA
Atahualpa ofreció entregar oro y plata para establecer una alianza que fue entendida por
los españoles como un rescate al modo occidental. Sin embargo, el miedo de un
alzamiento y el afán conquistador provocaron la decisión de ejecutar al Inca el 26 de
julio de 1533. Formalmente, justificaron la muerte acusando a Atahualpa de
complotar un ataque y del asesinato de su hermano Huáscar.
Los cronistas españoles dicen que fue ejecutado en el garrote (ahorcado con una soga);
en cambio, el cronista Felipe Guaman Poma de Ayala ilustra el hecho como una
decapitación. Luego, los españoles se dirigieron hacia la ciudad sagrada del Cuzco a
donde arribaron el 15 de noviembre de 1533.
La Resistencia Andina
La resistencia andina se dio como contrapunto a la invasión española. Los habitantes del
Tahuantinsuyo y la élite incaica desarrollaron diversas formas de actuación frente a la
invasión española. La negociación, las alianzas, las luchas armadas y la resistencia
pacífica fueron los medios a través de los cuales la población indígena reaccionó ante la
presencia extranjera. Este es un proceso que se inicia en los primeros días de
la conquista y que continúa hasta la consolidación del orden virreinal. un sector de la
élite incaica, encabezada por Manco Inca, se refugió en Vilcabamba. La resistencia inca
se produjo paralelamente los acontecimientos que marcaron la historia de los primeros
años de la presencia española en los Andes.
EL SITIO DE LIMA
El ataque al Cuzco fue previamente coordinado por Manco Inca para evitar la llegada de
refuerzos desde Lima. Un grupo de españoles enviados por Pizarro se cruzó con las
fuerzas incas cerca del río Pampas, donde fueron vencidos. Otras expediciones
españolas fueron vencidas por los indígenas en su camino hacia el Cuzco. Quizo
Yupanqui, encargado del sitio de Lima, luchó en Ate y Guarco hasta llegar al mismo
cerro San Cristobal. A la entrada de la ciudad, los nativos fueron vencidos por los
españoles gracias a la ayuda prestada por un sector de la población indígena. En algunos
casos, esta se dio por las relaciones de parentesco establecidas entre españoles y
curacas, vínculo fundamental en la cultura andina. Por ejemplo, las generadas a raíz de
las relaciones de Francisco Pizarro con Inés Huaylas, hija de Huayna Capac, le
permitieron contar con el apoyo de los curacas de Huaylas
Era un valioso premio para los hombres que extendieron los dominios del monarca.
Otra de las obligaciones de los encomenderos fue la de acudir con sus armas y
caballos en al defensa de los territorios en caso de cualquier ataque contra la soberanía
real. La presencia del encomendero, como autoridad española, debía asegurar el poder
real a lo largo del Perú. Pero, pasados los primeros años, los encomenderos dejaron de
vivir en el lugar correspondiente a su encomienda. Esta situación sumada a los abusos
contra los indígenas, llevo a la Corona a imponer el deber de residencia en la
jurisdicción que habitaran los encomendados y a dar un buen trato a los indios. La
imagen muestra a Nicolas de Rivera, El Viejo, uno de los primeros y más poderosos
encomenderos.