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DESEO (II)
#136 | La ley del deseo (II)
EL CAPÍTULO
EN UN VISTAZO
| INTRODUCCIÓN
Aunque lo mismo tendría más audiencia, no es éste un podcast de sucesos así que
te voy a ahorrar los detalles. Si no conoces la historia y te pica la curiosidad no
tienes más que buscarlo en Google o en las notas del capítulo. Dejémoslo en que lo
que sucedió aquel día fue el episodio final de una guerra entre familias que
duraba 25 años y que empezó por algo aparentemente tan tonto como una
disputa por los límites de unas tierras para arar y por una historia de desamor,
y que dejó por el camino un asesinato, un incendio, un apuñalamiento y, finalmente,
aquella trágica noche, nueve muertos - niños incluidas - y una docena de heridos.
Seguramente esta historia tiene menos glamour que la que te conté hace unas
semanas, cuando te hablé de esa carrera de egos e insultos entre la Costa Este y
la Oeste que dominó el rap de los 90 en Estados Unidos, pero un tipo del que te
hablé entonces - René Girard - probablemente explicaría ambas a través de un
mismo motivo: nuestra tendencia a desear lo que otros desean por pura
imitación.
Decíamos hace unas semanas, que hay una mentira que casi todos nos contamos a
nosotros mismos: creemos que somos dueños de nuestros deseos. Que somos lo
suficientemente racionales e independientes como para elegir y perseguir lo que
queremos en la vida. Y que, sin embargo, un historiador y filósofo llamado René
Girard dedicó su vida a estudiar cómo nuestros deseos son, en realidad, poco más
que ese «culo veo, culo quiero» que tantas veces hemos oído de pequeños. Es decir,
que la mayor parte de lo que queremos surge por imitar lo que quieren o
valoran otros.
Los ciclos negativos son aquellos en los que el deseo mimético nos lleva a la
rivalidad y al conflicto. Es eso de los raperos, de Puerto Hurraco o de millones de
otras guerras, pequeñas y grandes. Y nos podemos remontar tanto como queramos
en el tiempo que siempre encontraremos ejemplos, como la historia de Caín y
Abel. Y es así, porque sucede desde siempre, porque es parte de nuestra
naturaleza. Estos ciclos están alimentados por lo que suele llamarse una
mentalidad de escasez, es decir, que nuestros deseos y los de nuestros rivales son
incompatibles. Que el público sólo puede adorar a uno de los dos. Que sólo puede
haber un favorito. Es decir, que todo son juegos de suma cero, en los que para que
tú ganes, tiene que perder otro.
Personalmente, creo que todo esto está muy bien y es muy útil ser conscientes de
estos ciclos en la medida de lo posible. Pero pienso también que, como
prácticamente todo en la vida, es un juego de equilibrios. Creo que la rivalidad y la
competitividad, efectivamente nos pueden llevar a lugares oscuros y a dinámicas
peligrosas, pero no son necesariamente cosas de las que huir.
No pienso que Girard diga eso, pero en los últimos tiempos tengo cierta sensación
de que hay un discurso que domina sobre todos los demás, que es el de evitar
el conflicto y hasta la comparación, que todo el mundo reciba medalla sólo por
participar y se sienta valorado, que todas las ideas son buenas y que todo es
relativo y subjetivo en esta vida. Y creo que tampoco es eso.
Supongo que la clave está en ese equilibrio que te decía. En entender el contexto,
en entender cuándo estamos realmente operando en un entorno de suma cero y
cuándo no y, en general, en intentar decirnos la verdad a nosotros mismos sobre
a quién imitamos y cómo nos afecta hacerlo.
| SER ANTIMIMÉTICOS
Aún así, hay cosas que podemos intentar y en el libro de Burgis salen un montón
de tácticas para tratar de mantener estos deseos imitativos a raya y, también, para
sacar lo mejor de esta tendencia que tenemos a querer lo que otros quieren. Te voy
a contar algunos que no están necesariamente sacados solo del libro, sino que son
mi propia interpretación de sus ideas y las de otra gente. Y me han salido seis
puntos. Podrían haber sido cinco o siete, pero han sido seis.
1. Identifica cómo se generan tus deseos: esto tiene dos partes. La primera,
mirando al presente y al pasado más cercano, ¿cuáles son tus
influencias? Ponles nombre, ten claro quién te influye en cómo piensas
sobre tu carrera, sobre política, sobre tu vida... Y ten claro también, quienes
te influyen positivamente y quienes negativamente. El mero ejercicio de
ponerles nombre es una buena forma de ganar algo de control sobre su
influencia.
La segunda parte, tiene más que ver con la vida que has tenido y con cómo
ha dado forma a aquello que deseas. El entorno en el que creciste, donde
estudiaste o el sector en el que trabajas, todo ello ha tenido una influencia
enorme en cómo eres y lo que deseas. Y no se trata de tirar todo por la
ventana, pero sí de hacerte consciente de ello para tratar de elegir qué
quieres que siga en tu vida y qué te gustaría cambiar.
3. Establece una jerarquía clara de valores: tus valores son aquellas cosas
que priorizas en la vida. El tema de los valores es algo que siempre me ha
provocado recelo. Porque leas donde leas, o preguntes a quien preguntes,
sobre el papel todos tenemos más o menos los mismos valores. La familia
es importante, ser honestos, sentir que contribuimos positivamente al
mundo, etc. Pero la realidad es que los valores sólo se manifiestan cuando
los pones a prueba. Cuando tienes que decidir entre echar horas extra para
lograr un ascenso o pasar tiempo con tu familia o entre evitar un conflicto
con tu amigo o decirle que se ha comportado como un idiota. Una forma de
evitar caer en la trampa del deseo mimético es tener una jerarquía de
valores clara, e idealmente comunicada a los demás porque eso nos hace
ser más fieles a ella, para no acabar en un trabajo que te paga el doble
pero que detestas porque el vecino se compró un coche mejor que el
tuyo.
4. Usa la imitación a tu favor: si sabemos que tenemos esta tendencia, tal vez
podamos usarla para facilitar los cambios que queremos ver en nuestra vida.
De la misma forma que limitamos nuestros modelos negativos, podemos
aumentar los positivos. Una de las formas más efectivas de lograr un
hábito nuevo es rodearte de personas que lo tienen. Si quieres hacer más
deporte, lo mejor es rodearte de gente que hace mucho deporte. Ya
decíamos en el capítulo anterior eso de que «somos la media de las 5
personas con las que más tiempo pasamos».
Una última idea sobre cómo cultivar nuestra independencia es lo que Burgis
llama «invertir en el silencio profundo», es decir, crear espacios y
momentos en los que estar básicamente con nosotros mismos y nuestros
pensamientos. Él habla de hacer retiros en los que aislarnos de opiniones,
redes sociales, música… que sólo nos enfoquemos en leer y escribir, a ver
qué sale de esa mezcla. Y me parece bien, aunque yo cambiaría un poco la
filosofía. Creo que no hay una única receta, y cada uno puede encontrar ese
espacio de una manera distinta, pero sí creo que hay un origen común para
que esto sea efectivo. Creo que el objetivo es aislarnos de ideas rápidas.
Las redes sociales o las conversaciones con otros, la televisión, la radio, las
revistas… generalmente son fuentes de un montón de ideas distintas, con
poca profundidad, pero mucha velocidad. Y creo que el objetivo debe ser el
contrario, encontrar momentos y lugares en los que exponernos a menos
ideas, pero más a fondo.
6. Vive como si fueras responsable de lo que otros quieren. Hace tiempo leí
que las personas nos comportamos de manera más responsable cuando
cuidamos de otros, ya sean personas o mascotas incluso, que cuando lo
hacemos de nosotros mismos. Somos mucho más disciplinados con la
medicación que tenemos que dar a otros o con las visitas al médico o al
veterinario de quienes dependen de nosotros, que con las nuestras propias.
Lo cual es bastante curioso.
Dice Burgis que podemos ayudar a otros con sus deseos de tres maneras:
«les podemos ayudar a querer más de algo, a querer menos de algo o a
querer algo diferente». Todos nos influimos los unos a los otros y si
actuamos pensando que tenemos esa responsabilidad, todos nos
mejoramos los unos a los otros.