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HAITÍ
Entre la espada y la pared:
¿represión militar o invasión extranjera?
DISTR: SC/CC/CO/PG
RECUADRO
Los periodistas y fotógrafos que han tratado de informar de las violaciones de derechos humanos
referidas en este documento han sido blanco de continuo hostigamiento. Tal es el caso de una
fotógrafa presente en el muelle el día en que el navío estadounidense USS Harlan County debía
desembarcar tropas bajo el mandato de la ONU: fue golpeada y tirada al suelo por soldados y
attachés allí reunidos cuando hacía la fotografía que se reproduce al pie de la página ?? de este
informe. [SE REFIERE A LA FOTO 6] FIN DEL RECUADRO
HAITÍ
Entre la espada y la pared:
¿represión militar o invasión extranjera?
INTRODUCCION
Pero en la reciente tragedia de los "refugiados del mar" y de la posibilidad de una invasión armada
subyace una larga pesadilla para los derechos humanos. Una pesadilla que, en los últimos años,
ha llevado a decenas de miles de haitianos a huir de su isla natal.
El terror se ha propagado por Haití al proseguir las autoridades militares de facto su campaña de
intimidación, detenciones arbitrarias y asesinatos. El objetivo: eliminar el apoyo al presidente
Jean-Bertrand Aristide, jefe del primer gobierno elegido democráticamente en Haití y depuesto
por un golpe de Estado militar en septiembre de 1991.
En los últimos meses, los soldados y sus colaboradores civiles han ejecutado extrajudicialmente a
centenares de personas. Han atacado a pueblos enteros. Y, para sembrar más terror, cada vez es
mayor el número de cadáveres que aparecen mutilados.
AI teme que, frente a la crisis política causada por la amenaza de una invasión encabezada por
EE UU, el ejército haitiano pueda recurrir a tácticas aun más brutales contra la población
haitiana; o que algunos civiles puedan asesinar, como represalia, a quienes crean responsables de
violaciones de derechos humanos. También la inquieta la posibilidad de que las normas de
derechos humanos sean infringidas por las mismas fuerzas invasoras. La organización teme que
se repita la experiencia de Somalia, donde civiles desarmados perdieron la vida a manos de las
fuerzas enviadas para protegerlos.
En este informe se examinan en primer lugar los antecedentes de la actual crisis de los derechos
humanos en Haití. Se resalta, asimismo, la difícil situación de un pueblo que enfrenta la represión
brutal en su país, el peligro y el rechazo cuando huye al extranjero, y la perspectiva de una
invasión armada por fuerzas extranjeras, con todos los abusos que podría conllevar. El informe
finaliza con la enumeración de las medidas que, en opinión de AI, deberían tomarse para
proteger los derechos humanos en Haití.
1. ANTECEDENTES
La República de Haití está situada a unos 970 kilómetros (unas 600 millas) al sudeste de la
península de Florida. Ocupa aproximadamente una tercera parte de la isla caribeña de la
Española, cuya superficie comparte con la República Dominicana. Fue el primer Estado
moderno de origen africano y el primer país latinoamericano independiente.
En la segunda mitad del siglo dieciocho, Haití era una de las colonias más lucrativas de Europa: el
50 por ciento del comercio transatlántico de Francia se realizaba con Haití, dando sustento al 20
por ciento de la población francesa. Hoy, Haití es el país más pobre de América, y su miseria es
legado de su larga y trágica historia.
Inmediatamente después del golpe de Estado, los militares desataron una oleada de represión
violenta, especialmente en las comunidades pobres, donde había sido mayor el apoyo al
presidente Aristide. Desde entonces, miles de personas, incluyendo defensores de los derechos
1
Lavalas: avalancha o marejada; término popular con que se conoce al
movimiento político que apoyó la candidatura del presidente Aristide.
humanos, sindicalistas, periodistas, miembros y dirigentes de grupos populares, de base y
religiosos, mujeres y niños, han sido víctimas de abusos generalizados y sistemáticos.
Algunos han sido ejecutados extrajudicialmente o han sido detenidos sin orden judicial y
torturados. Otros permanecen encarcelados en condiciones inhumanas en centros de reclusión
como la Penitenciaría Nacional de Puerto Príncipe, la capital. Muchos otros han sufrido brutales
golpizas en las calles o reiteradas amenazas y actos de hostigamiento. La libertad de prensa está
sumamente restringida. Los oponentes o presuntos oponentes al régimen militar, así como
quienes simplemente viven en zonas consideradas favorables al regreso del presidente Aristide,
han visto sus viviendas y propiedades destruidas. La extorsión a civiles por parte de las fuerzas de
seguridad y de sus colaboradores es endémica; también lo es la corrupción.
El pasado año surgió un nuevo partido político, que muchos consideran estrechamente vinculado
al ejército. Originalmente llamado Front révolutionaire pour l'avancement et le progrès en Haïti
(Frente Revolucionario para el Avance y el Progreso de Haití), en junio de 1994 fue
siniestramente rebautizado como Front révolutionaire armé du peuple Haïtien (Frente
Revolucionario Armado del Pueblo Haitiano). Su acrónimo, FRAPH, se pronuncia como la
palabra francesa frappe, que significa "puñetazo" o "golpe". Los miembros del FRAPH se han visto
implicados con frecuencia en asesinatos y otras violaciones de derechos humanos.
[FOTOS 2, 3, 4 [2: Attachés y soldados confraternizan junto al Bar Normandie, conocido lugar
de reunión de los primeros. c. Leah Gordon] [3: Manifestación del FRAPH, Puerto Príncipe,
octubre de 1993. c. Leah Gordon] [4: Es tan frecuente encontrar cadáveres abandonados en las
calles de Puerto Príncipe, que éste, aparecido en octubre de 1993, no parece suscitar demasiado
interés a los pasajeros del automóvil. c. Leah Gordon]]
El terror ha empujado a cientos de miles de haitianos a huir de sus hogares y vivir en marronage
(en la clandestinidad). Por otra parte, decenas de miles han tratado de salir del país, ya sea
haciendo los trámites, sumamente restrictivos, en la Embajada de EE UU en Puerto Príncipe,
presentando solicitudes de asilo en otras embajadas, o probando suerte como "refugiados del
mar" (véase más adelante).
Una de las bases del Acuerdo era que el presidente Aristide regresaría pacíficamente al poder.
Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha del proyectado retorno, el 30 de octubre de
1993, las violaciones de derechos humanos aumentaron una vez más. Las autoridades de facto y
sus simpatizantes lograron crear unas condiciones tales que imposibilitaron que el presidente
Aristide tomara posesión de su cargo, y desde entonces no se ha vuelto a fijar una fecha para su
regreso. Las amenazas y ataques generalizados, dirigidos especialmente a los simpatizantes del
presidente Aristide, siguen asolando Haití.
[FOTO 6: En una maniobra inesperada, el navío estadounidense que iba a desembarcar tropas
bajo mandato de la ONU para ayudar a garantizar la seguridad del proyectado retorno del
presidente Aristide dio la vuelta y se alejó del puerto al encontrarse con la presencia de soldados y
attachés en el muelle. c. Leah Gordon]
RECUADRO 1
[FOTO 7: Momento en que attachés armados irrumpen en una iglesia de Puerto Príncipe en
busca de Antoine Izméry. c. Haïti Progrès]
A medida que se acercaba la fecha del proyectado regreso del presidente Aristide, sus
simpatizantes comenzaron a sufrir ataques del ejército. Una de las muchas víctimas fue el
empresario Antoine Izméry. El 11 de septiembre de 1993, Izméry acudió a una iglesia donde iba
a celebrarse una misa en memoria de cinco personas muertas en 1988, en un atentado contra el
entonces padre Aristide, cuando decía misa en un barrio marginal de Puerto Príncipe. Antes de
que comenzara la ceremonia religiosa, un grupo de attachés irrumpió en la iglesia y amenazó a los
sacerdotes: «¡Toda la sangre que se va a derramar hoy será por culpa vuestra, comunistas!»
Uno de los sacerdotes relató a AI lo que ocurrió: «Por la puerta trasera de la iglesia, vemos pasar
un camión militar, seguido inmediatamente de otro. Poco después, varias personas irrumpen en
la iglesia ... Me fijo en uno que viste camisa roja, revólver en mano ... Nosotros permanecemos
allí, paralizados, observando la escena ... Entonces el hombre de la pistola saca el arma y
pregunta: _¿Quién es Izméry?, ¿dónde está?_. El attaché que está de pie a su derecha señala a
Izméry ... El attaché se le acerca, le amenaza con la pistola para obligarlo a salir. Antoine Izméry
vacila y levanta los brazos ... El attaché levanta su arma como si fuera a disparar, duda,
probablemente al darse cuenta de que está en una iglesia. Entonces apunta su revólver a la sien de
Antoine Izméry, obligándolo a salir.
«La misa termina ... el párroco viene a anunciar que Antoine Izméry yace muerto en la calle.
Salimos ... y encontramos el cadáver junto a la iglesia. A unos 40 metros yace otro hombre,
asesinado de la misma manera, con un disparo detrás de la oreja ... Los cuerpos aún están
calientes, bañados en un mar de sangre. Permanezco allí, junto con otro sacerdote, rezando por
los dos muertos. La calle está vacía ...
«Nadie pensó que los attachés se atreverían a matar a Antoine Izméry tan abiertamente.
Pensamos que habían venido a detenerlo, como ya había ocurrido tantas veces.
«... viene un attaché y amenaza [a otro sacerdote] ... la tensión aumenta ... llega la noticia de que
los attachés han rodeado la zona ... Finalmente, aparecen 12 cadáveres en la ciudad de Puerto
Príncipe el mismo día, 11 de septiembre ... Los attachés gobiernan el país...» FIN DEL
RECUADRO
RECUADRO 2
[FOTO 8: Guy Malary PIE: Guy Malary, ministro de Justicia del presidente Aristide, asesinado
a tiros el 14 de octubre de 1993.]
Las esperanzas de que el presidente Aristide pudiera regresar pacíficamente a Haití acabaron de
desvanecerse el 14 de octubre, cuando unos hombres armados asesinaron a tiros a Guy Malary,
su recién nombrado ministro de Justicia. En el atentado murieron también su guardaespaldas y su
conductor. Las víctimas recibieron varios disparos y todas tenían una herida de bala en la cabeza,
como si las hubieran rematado con un tiro de gracia. Tras los asesinatos, unos agentes de la
policía uniformados se llevaron los cuerpos, prohibiendo a los periodistas filmar la escena.
Algunos atribuyeron el fracaso del Acuerdo de la Isla Gobernador a su falta de claridad sobre la
cuestión de la amnistía. Los negociadores de EE UU y la OEA/ONU consideraron necesario
garantizar una amnistía para los jefes militares responsables del golpe de Estado de septiembre de
1991 y de las subsiguientes violaciones de derechos humanos, a fin de convencerlos de que se
retiraran del poder pacíficamente. El Acuerdo estipulaba que el presidente Aristide promulgaría
dicha amnistía según los términos de la Constitución haitiana. De hecho, varias semanas antes de
su proyectado regreso, el presidente Aristide promulgó un decreto de amnistía que abarcaba
todos los delitos políticos cometidos desde la fecha del golpe de Estado hasta la del Acuerdo de la
Isla Gobernador. Sin embargo, parece que los negociadores de EE UU y de la OEA/ONU
presionaron al parlamento haitiano para que aprobara un proyecto de ley que abarcara también
todos los delitos comunes, incluyendo el asesinato, la "desaparición", la tortura y la violación. El
proyecto de ley quedó abierto, de forma que, en la práctica, el ejército y la policía haitianos
pueden continuar cometiendo violaciones de derechos humanos, aparentemente en la seguridad
de que no serán procesados, gracias al proyecto de ley de amnistía.
Uno de los pocos frenos a los servicios de seguridad haitianos, especialmente al principio de su
estadía en el país, fue la Misión Civil Internacional de la OEA/ONU, conocida en criollo haitiano
como Misyon Sivil Entènasyonal (MICIVIH). La MICIVIH se creó a petición del presidente
Aristide, con el cometido de vigilar el respeto a los derechos humanos en Haití. Su primer grupo
de observadores civiles llegó a la isla en febrero de 1993. En octubre, la Misión abandonó el país
debido a la escalada de violencia que despertó la propuesta de regreso del presidente Aristide. La
MICIVIH retornó a finales de enero de 1994, pero con un número mucho más reducido de
observadores, que estuvieron en su mayor parte restringidos al perímetro de Puerto Príncipe por
motivos de seguridad. El 11 de julio de 1994, las autoridades de facto expulsaron a la MICIVIH,
sosteniendo que su mandato había expirado y que «representaba una amenaza para la seguridad
nacional». En realidad, el mandato había sido renovado por la ONU, y AI consideró absurdo el
argumento de que constituyese una amenaza para la seguridad nacional. Con la partida de la
Misión, AI temía que Haití hubiera perdido la última presencia observadora internacional que
podía haber contribuido a prevenir los excesos.
La presencia de la MICIVIH permitió adquirir una perspectiva más clara del nivel de los
homicidios políticos en Haití. Entre el 31 de enero y el 31 de mayo de 1994, por ejemplo, la
Misión recibió denuncias de 254 homicidios sólo en Puerto Príncipe. Entre el regreso de la
Misión a finales de enero de 1994 y su expulsión en julio, se denunciaron un total de 350
ejecuciones extrajudiciales o muertes sospechosas. En este periodo, el acceso de la Misión a las
áreas rurales estuvo muy restringido, por lo que el número real de víctimas fue sin duda muy
superior.
Muchas de las víctimas lo fueron por su apoyo al presidente Aristide; tal es el caso de Antoine
Izméry y Guy Malary (véanse los recuadros). Otras perdieron la vida en las masacres que realizó
el ejército o sus colaboradores civiles, los attachés y los zenglendos, en las zonas que sospechaban
favorables al presidente Aristide. De forma creciente, los agresores mutilan a los cadáveres,
aparentemente para infundir más terror.
En diciembre de 1993, hasta 70 hombres, mujeres y niños perdieron la vida cuando un grupo de
miembros del FRAPH atacaron un barrio pobre de Puerto Príncipe conocido como Cité Soleil.
Algunos murieron carbonizados en el incendio provocado por el FRAPH; otros cayeron abatidos
a tiros cuando trataban de escapar de las llamas. También se dieron por desaparecidas a varias
personas cuyos cadáveres nunca se encontraron. Según informes, el ejército y la policía
permanecieron impasivos en las proximidades del lugar, mientras que el departamento de
bomberos haitiano --bajo control militar-- no hizo nada para combatir el fuego, o se le impidió
actuar. El ataque se produjo aparentemente como represalia por la muerte, la noche anterior, de
un militante del FRAPH; fuentes cercanas a los grupos de derechos humanos haitianos afirmaron
que los residentes del barrio no habían sido los autores de esa muerte.
Raboteau fue blanco de un nuevo ataque en abril de 1994, a manos de soldados que buscaban a
Amio Métayer, a quien tampoco encontraron esta vez. Según informes, los militares quemaron
su vivienda, saquearon otras casas, golpearon a los habitantes que huían y detuvieron a otros,
incluyendo al padre y a una hermana de Amio Métayer. Los detenidos quedaron en libertad al
día siguiente. Sin embargo, en la madrugada del 22 de abril, un grupo de soldados acompañados
de miembros del FRAPH rodearon Raboteau y efectuaron disparos al aire. Al parecer, cuando
los habitantes huyeron asustados hacia la playa, la patrulla mixta los persiguió, disparándoles a la
espalda y a las piernas. Parece también que, desde el agua, otro grupo de soldados y hombres
armados dispararon contra los que huían y contra las personas que dormían en sus barcas.
Algunas fuentes estimaron que murieron hasta 50 personas. Fue difícil determinar el número
definitivo de víctimas, ya que, al parecer, el ejército incineró o arrojó al mar algunos cadáveres, y
muchos habitantes huyeron de la zona. Los militares mantuvieron que las víctimas perdieron la
vida en un tiroteo entre el ejército y "terroristas" leales al presidente Aristide.
"Desapariciones"
Uno de los casos más recientes es el de la joven Janne Toussaint, de 24 años, en paradero
desconocido desde el 19 de junio de 1994. Al parecer, ocho hombres se la llevaron en un
automóvil negro de su vivienda de Puerto Príncipe. Algunos de los captores vestían uniforme
2
Antes llamado Recherches Criminelles (Investigaciones Criminales), su
cuartel general está situado en la vecindad del Palacio Nacional. A lo largo
de los años ha sido escenario de numerosas muertes resultado de torturas, malos
tratos o ejecuciones sumarias.
militar, mientras que otros, aparentemente attachés, iban de civil. Su marido, Levius Toussaint,
había obtenido asilo político en EE UU en 1993, tras ser detenido arbitrariamente y golpeado por
sus actividades como periodista radiofónico durante el gobierno del presidente Aristide. Es una
de las pocas personas que han obtenido asilo en EE UU realizando la tramitación desde Haití.
Levius Toussaint ha seguido criticando abiertamente al actual gobierno militar haitiano y teme
que su esposa pueda haber "desaparecido" como represalia.
Tortura
La tortura sigue siendo una práctica habitual en Haití, y son normales las golpizas durante la
detención. Por lo general, se escoge a las víctimas por sus opiniones o actividades políticas,
particularmente cuando apoyan el regreso del presidente Aristide.
Por ejemplo, el 23 de abril de 1993, la policía detuvo y golpeó brutalmente al sindicalista Cajuste
Lexius, así como a Phabonor St.Vil y a Saveur Aurélus (u Orilus). Todos ellos eran miembros
de la Centrale Générale des Travailleurs (CGT, Central General de Trabajadores), uno de los
mayores sindicatos independientes de Haití. La detención se produjo cuando recorrían las
emisoras de radio haitianas repartiendo un comunicado de prensa en el que se convocaba una
huelga general en apoyo del retorno del presidente Aristide. El 26 de abril los trasladaron al
Anti-Gang, donde al parecer los sometieron a nuevos malos tratos. Cajuste Lexius, que pasó dos
días inconsciente como resultado de los golpes, fue ingresado en un hospital militar para recibir
tratamiento por un fallo renal y múltiples llagas abiertas en las nalgas. No podía caminar ni comer
debido a las torturas que le infligieron, incluyendo el tristemente conocido djak, que consiste en
encajar un palo por detrás de las rodillas y sobre los brazos del preso, a quien, en esta postura, se
golpea repetidamente por todo el cuerpo. El 21 de mayo de 1993 le dieron de alta en el hospital.
Phabonor St.Vil y Saveur Aurélus también tuvieron que ser atendidos por un médico tras salir en
libertad el 29 de abril de 1993. Amnistía Internacional contribuyó a las gestiones para que
recibieran los cuidados necesarios.
[FOTO 11: El sindicalista Cajuste Lexius necesitó tratamiento médico por un fallo renal y
múltiples llagas abiertas, tras ser detenido y torturado en abril de 1993.]
En Haití se denuncian detenciones arbitrarias casi a diario. La mayoría se practica sin orden
judicial o fuera del horario prescrito por la Constitución para quienes no son aprehendidos en
flagrante delito. Es frecuente el incumplimiento del plazo constitucional de 48 horas durante el
cual los detenidos han de ser llevados ante la autoridad judicial. El año pasado, la simple
expresión de apoyo al presidente Aristide fue motivo suficiente para detener a las personas en sus
casas o en la calle, e infligirles un trato brutal. Por ejemplo, en julio de 1993, los jóvenes Jean
Dominique y Jean-Marie Exil fueron detenidos en Puerto Príncipe, golpeados y recluidos varios
días sólo porque estaban fijando carteles para celebrar la fecha de nacimiento del presidente
Aristide.
Amenazas, hostigamiento e intimidación
Las amenazas, el hostigamiento y la intimidación son realidades cotidianas para quienes tratan de
expresarse libremente o de participar en cualquier tipo de asociación que las autoridades
consideren una amenaza real o potencial para su poder. Un ejemplo de ello es el caso de Jean
(no es su nombre verdadero), miembro del Front National pour le changement et la democratie
(FNCD, Frente Nacional para el Cambio y la Democracia), que apoyó al presidente Aristide en
las elecciones de 1990. Jean también ha trabajado en estrecha colaboración con quienes tratan de
informar sobre los derechos humanos en Haití. Los soldados acudieron por primera vez en su
busca pocos días después del golpe de Estado de septiembre de 1991. Al no encontrarlo,
amenazaron a sus familiares con represalias si no revelaban su paradero. Jean se ocultó en Puerto
Príncipe, pero una semana después, un soldado de uniforme le apuntó con su ametralladora,
como si estuviera a punto de disparar. Jean huyó, cambiando constantemente de domicilio. En
agosto de 1993 un attaché lo encontró y lo hirió en la cabeza. En mayo de 1994 lo amenazó una
persona que Jean cree es un attaché o un miembro del FRAPH, que lo llamó lavallassien. El 30
de mayo lo amenazaron de nuevo unos agentes secretos que penetraron en las oficinas de unos
trabajadores religiosos que reúnen información sobre derechos humanos. Jean decidió pedir asilo
en el extranjero. Actualmente vive escondido por temor de su vida.
Los periodistas que tratan de hacer públicos los abusos que cometen las autoridades son también
blanco de amenazas y hostigamiento. En agosto de 1993, por ejemplo, John Smith Dominique
Prien, empleado de la emisora privada de Puerto Príncipe Radio Plus, tuvo que huir saltando un
muro trasero cuando más de una docena de soldados asaltaron su casa. Los soldados dispararon
en el patio al tiempo que golpeaban las puertas con sus armas y arrojaban piedras al tejado. John
Smith ya había recibido anteriormente amenazas de los militares por su trabajo en la radio, y cree
que el ataque a su casa guarda relación con las recientes emisiones de Radio Plus sobre el
recrudecimiento de la represión en Puerto Príncipe.
Varios trabajadores de la prensa que estaban presentes cuando sacaron a Antoine Izméry de una
iglesia a punta de pistola y lo asesinaron en septiembre de 1993, denunciaron haber sido
agredidos por attachés. Entre ellos figuran los fotógrafos Daniel Morel, de Associated Press, y
Hans Bazard, del semanario Haïti en Marche. Este último declaró que los attachés también le
confiscaron la cámara, la cartera y su carnet de prensa antes de echarlo de la zona y de
amenazarlo con que «volvería a tener noticias de ellos». En el mismo incidente fue detenido
Wilson Suren, reportero de la agencia de noticias local Haitian News Service, que permaneció
unas tres horas bajo custodia.
Poco después de la muerte de Antoine Izméry, un comunicante anónimo amenazó por teléfono
a los empleados de Radio Caraïbes, diciendo que «después de Izméry, os tocará a vosotros».
Según informes, la víspera, el 10 de septiembre de 1993, unos 20 attachés armados con pistolas y
granadas entraron en el local de Radio Caraïbes y amenazaron a todos los presentes. Los
asaltantes les dijeron que la emisora no debería haber anunciado los nombres de los attachés que
participaron en el atentado contra Evans Paul, perpetrado en el Ayuntamiento el 8 de septiembre
(véase más abajo). Posteriormente, el director de Radio Caraïbes, Patrick Moussigac, se vio
obligado a abandonar el país.
En junio de 1994, en un nuevo intento de amordazar a la prensa, las autoridades anunciaron que
los periodistas extranjeros no podrían salir de Puerto Príncipe sin un permiso especial, y que se
deportaría a todo extranjero al que se hallara en las denominadas zonas estratégicas establecidas
en torno a bases policiales y militares, aeropuertos y centros de comunicaciones, así como en la
costa o cerca de la frontera con la República Dominicana. A principios de agosto, tres periodistas
estadounidenses fueron expulsados por filmar en el aeropuerto de Puerto Príncipe. El conductor
y el intérprete haitianos del grupo fueron recluidos en la Penitenciaría Nacional, pero después
fueron puestos en libertad. (Por detalles sobre otro caso de hostigamiento a un periodista, véase
anexo.)
[FOTO 12: Carta del periodista haitiano Colson Dormé, agradeciendo a AI su intervención.
Dormé cubría una manifestación progubernamental en febrero de 1993, cuando varios hombres,
presuntamente miembros de las fuerzas armadas, lo golpearon en la cabeza y lo arrojaron al
interior de un camión. Fue liberado a los seis días, después de sufrir brutales golpizas.
Actualmente vive en Sudamérica como refugiado político.]
La corrupción y la extorsión se han convertido en un medio de vida para las fuerzas de seguridad
haitianas y sus simpatizantes. La corrupción también impregna el sistema judicial, y la connivencia
del poder judicial con el ejecutivo y el ejército hace imposible pedir indemnización a los
tribunales. El ciudadano común carece de recurso alguno salvo las denuncias a las organizaciones
locales o internacionales de derechos humanos, y de toda protección, salvo esconderse o pagar.
A consecuencia de ello, los testimonios llegados a AI sobre otras violaciones graves de derechos
humanos denuncian casi siempre que los agresores se llevaron o destruyeron las posesiones de
las víctimas, u obligaron a la víctima a pagar un soborno para ser puesta en libertad tras una
detención arbitraria.
Por ejemplo, en abril de 1994, tras una boda celebrada en una iglesia del distrito de Carrefour, en
Puerto Príncipe, el pastor mandó a Paul (no es su verdadero nombre) a comprar comida y
bebidas. A su regreso, dos hombres, uno de ellos armado, lo agredieron y lo amenazaron de
muerte. Los atacantes acusaron al pastor, que yacía atado en el suelo, de celebrar reuniones de
lavalas y también lo golpearon y amenazaron, y violaron a su esposa en otra habitación. Al
marcharse, se llevaron dos grabadoras de vídeo, dinero y la cartera y las gafas del pastor.
Nadie está a salvo en Haití. Aun los más vulnerables, incluyendo las embarazadas y los niños de
corta edad, han sido víctimas de espantosas violaciones de derechos humanos.
Jocelyne Jeanty, de cuatro años, fue una de ellas. En diciembre de 1993, una patrulla mixta de
soldados y attachés que irrumpieron en el pueblo de Raboteau la golpearon salvajemente con sus
porras, causándole lesiones en los brazos y en una mano. Entre las víctimas había catorce niños
de entre cuatro y 15 años. Dos personas murieron: Evallière Bornelus, que al parecer se ahogó
cuando trataba de huir, y Louisiana Jean, una anciana que murió de shock.
[FOTO 13: Jocelyn Jeanty, de cuatro años, vendada, después de que un grupo de soldados y de
attachés asaltaran su pueblo en diciembre de 1993. c. Roussière]
Otro ataque especialmente brutal fue el que sufrió Alerte Belance, vendedora ambulante de 32
años y esposa de un conocido simpatizante del presidente Aristide. Ambos habían recibido
numerosas amenazas de los militares por sus opiniones políticas. La noche del 16 de octubre de
1993, unos miembros del FRAPH capturaron a Alerte Belance, al no encontrar a su esposo, y se
la llevaron a una zona solitaria en las afueras de Puerto Príncipe conocida como titanyen, que se
suele utilizar como vertedero de cadáveres. Allí, sus captores le dieron varios machetazos en la
nariz, boca, orejas y brazos, y después la abandonaron, dándola por muerta. La víctima sobrevivió
milagrosamente, aunque perdió el antebrazo derecho y la audición del oído derecho, cuya oreja
le habían cortado. Los médicos lograron reimplantarle parte de la lengua, también cortada. Los
trabajadores del hospital la ocultaron cuando un grupo de miembros del FRAPH penetraron en
el centro con la intención, según dijo la propia víctima, de "rematarla". Actualmente vive
refugiada en el extranjero con su marido, de profesión soldador, y sus tres hijos.
[FOTO 14: Dada por muerta, Alerte Belance sobrevivió milagrosamente tras ser brutalmente
agredida por miembros del FRAPH en octubre de 1993. En el ataque perdió el antebrazo y la
oreja derechos. c. Joseph Feuille]
Las activistas políticas o las mujeres relacionadas con conocidos simpatizantes del presidente
Aristide son también víctimas de violaciones y de agresiones sexuales. Los responsables, que
incluyen soldados y policías, así como attachés y zenglendos, actúan con total impunidad. Pese a
la renuencia de las víctimas a denunciar tales delitos, las estadísticas disponibles indican que estos
abusos han ido en aumento en los últimos meses. En octubre de 1993, la misión de observadores
de derechos humanos de la ONU/OEA había documentado sólo unos pocos casos de soldados
que habían violado a mujeres. Sin embargo, entre finales de enero de 1994 y mayo de 1994,
reunió datos sobre 66 violaciones por motivos políticos cometidas por los militares y sus
auxiliares. Entre las víctimas había 10 menores de edad y una mujer embarazada de seis meses.
De modo similar, una misión enviada a Haití por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos en mayo de 1994 documentó 21 casos de violaciones cometidas por soldados, attachés
y miembros del FRAPH entre enero y mayo de 1994. La organización Solidarité des Femmes
Haïtiennes (Solidaridad de las Mujeres Haitianas) también ha recibido numerosas denuncias de
violaciones de motivación política. Según informes, en un solo ataque perpetrado por el ejército
en los barrios marginales de Puerto Príncipe en marzo de 1994, los soldados violaron a unas 40
mujeres, incluyendo a una niña de ocho años y a una mujer de 55. Únicamente en un caso la
víctima fue violada por un número menor de tres hombres. Apenas un ejemplo de entre las
muchas víctimas es Mathilde, joven embarazada de 27 años. Según sus declaraciones, prestadas
en junio de 1994, se hallaba en su casa con sus tres hijos varones (su marido, simpatizante del
presidente Aristide, ya había sido asesinado), cuando irrumpieron en ella cuatro hombres
uniformados y la violaron. A consecuencia de ello, Mathilde perdió el hijo que esperaba.
El 19 de julio, las fuerzas de seguridad volvieron a hacer sentir su presencia represiva. Esta vez,
un grupo de policías de uniforme y de auxiliares vestidos de civil atacaron un edificio donde iba a
reunirse un grupo pro democracia, esperando, al parecer, encontrar a Evans Paul, el popular
alcalde de Puerto Príncipe, y al senador Turnep Delpé, líder del grupo. Ninguno de los dos
estaba ahí, pero los atacantes detuvieron a otros asistentes a la reunión, aunque posteriormente
los habrían dejado libres. Evans Paul había sido elegido alcalde en los mismos comicios que
llevaron a Aristide a la presidencia de la nación, y se vio obligado a esconderse tras el golpe de
Estado. El 8 de septiembre de 1993, militares y attachés dieron muerte a cinco miembros de su
grupo político durante una ceremonia que se celebraba en el Ayuntamiento para restituirle el
cargo de alcalde.
Muchos de las decenas de miles de haitianos que han abandonado el país en los últimos tres años
han tratado de ir a EE UU. Otros se han dirigido a otros países de la región, como Canadá, las
Bahamas y la República Dominicana. Algunos han obtenido asilo, pero la mayoría ha sido
devuelta a Haití. Miles de haitianos están confinados en la base naval estadounidense de la bahía
de Guantánamo, en Cuba, y su futuro es incierto. Son numerosos los haitianos que han huído
más lejos, a Sudamérica y Europa. Sin embargo, a mediados de 1992, Suiza y Francia impusieron
nuevos requisitos restrictivos para expedir el visado de entrada a su territorio, a fin de restringir su
influjo.
La mayoría de los miles de haitianos que se encaminaron a EE UU por mar tras el golpe de
Estado de septiembre de 1991 fueron interceptados por las patrullas de la Guardia Costera de EE
UU antes de llegar a aguas territoriales estadounidenses. Las patrullas actuaron en aplicación de
un acuerdo bilateral entre EE UU y Haití que se remonta a 1981. Los solicitantes de asilo fueron
llevados a la base naval estadounidense de Guantánamo, donde funcionarios del Servicio de
Inmigración y Naturalización (INS) del Departamento de Justicia de EE UU los sometieron a un
proceso de selección para determinar si su solicitud de asilo era plausible, y autorizarles así a
seguir viaje a EE UU para tramitarla. En opinión de AI, estos procedimientos de selección no se
ajustaron a las normas internacionales, ya que carecieron de garantías esenciales, como el acceso
a asesoramiento jurídico y a un recurso efectivo contra la denegación. Sin embargo, el sistema
permitió que alrededor de 11.000 de los 35.000 interceptados siguieran hacia EE UU para
presentar su solicitud de asilo. El resto fue repatriado.
AI sabe de varias personas que fueron víctimas de violaciones de derechos humanos, incluyendo
ejecuciones extrajudiciales, tras ser devueltas a Haití desde Guantánamo. Tal es el caso de Oman
Desanges, fundador y presidente del comité de barrio Association des Jeunes Progressistes de
Martissant (Asociación de Jóvenes Progresistas de Martissant). Los soldados trataron de detenerlo
a los pocos días del golpe de Estado de septiembre de 1991 y, en febrero de 1992, huyó en barco
con su familia. La Guardia Costera estadounidense los interceptó y los condujo a Guantánamo,
donde los seleccionaron para ir a EE UU a tramitar su solicitud de asilo.
Pese a ello, y aparentemente debido a un error, Oman Desanges y varios de sus familiares fueron
devueltos a Haití en mayo de 1992. El 26 de enero de 1994, se encontró el cuerpo de Oman
Desanges cerca del aeropuerto internacional de Puerto Príncipe. Tenía los brazos atados, una
cuerda al cuello y un pañuelo rojo alrededor del brazo en el que se leía: "Presidente del Ejército
Rojo" e "Indigent (indigente) Lavallassien". Le habían arrancado los ojos, cortado una oreja y
hendido el estómago. Dos días antes, un grupo de soldados y attachés lo había detenido en su
casa de Martissant, Puerto Príncipe. Al parecer, durante el tiempo que estuvo bajo custodia, le
vendaron los ojos, lo golpearon y acuchillaron, y después lo mataron a tiros.
Mientras se registraban casos trágicos como éste, en EE UU se sucedían las maniobras políticas.
El 24 de mayo de 1992, el presidente George Bush dictó una Orden Presidencial por la que
todos los haitianos interceptados en el mar fuera de las aguas territoriales estadounidenses serían
devueltos directamente a Haití, sin prestar consideración alguna a su solicitud de asilo. El
presidente Bill Clinton, que tomó posesión de su cargo en enero de 1993, continuó esta política
pese a las promesas de cambio realizadas en la campaña electoral. Durante los dos años en que
se aplicó esta política, los haitianos interceptados por la Guardia Costera estadounidense fueron
devueltos a Haití sin siquiera un somero intento de identificar a quienes podían correr peligro a
su regreso; así, EE UU violó el principio reconocido internacionalmente de non-refoulement (no
devolución), que se opone a la repatriación forzada, y renegó de las obligaciones contraídas en
virtud del artículo 33 de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, de 1951.
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a quienes no afectaba la Orden Presidencial de mayo de 1992, de aplicación
únicamente a los haitianos interceptados fuera de las aguas territoriales
estadounidenses.
1993, hasta la última de sus casas en Cité Soleil había sido violada de alguna forma, incendiada,
sus padres y familiares asesinados por los soldados y attachés que mataron, quemaron y
saquearon y los violaron a ellos y a sus vecinos, aterrorizándolos e intimidándolos, y que por eso
huyeron ... Cuando les dije que iban a volver a Haití, algunos parecían anonadados, otros
gritaron, todos estaban sumamente trastornados. Muchos hablaron de la posibilidad de arrojarse
al agua».
El gobierno de EE UU respondió a las críticas a su política afirmando que los haitianos que
temían ser víctimas de violaciones de derechos humanos podían tramitar la solicitud de asilo
desde su propio país por el sistema ICP (in-country processing), inicialmente establecido en
Puerto Príncipe y ampliado posteriormente a dos sedes provinciales. Sin embargo, este sistema
no ofrecía salvaguardias fundamentales, como el derecho a un asesoramiento jurídico adecuado y
a una revisión efectiva de la solicitud si era denegada. En cualquier caso, en la situación
dominante en Haití, quienes más peligro corrían temían llamar la atención si telefoneaban o
acudían a la oficina donde se tramitaban las solicitudes, proceso que exigía habitualmente varias
visitas. Por otra parte, las personas que pedían asilo con este procedimiento no recibían cita para
la entrevista hasta varios meses después, en función de la categoría en que se clasificase su
solicitud, y muchas fueron detenidas y sometidas a abusos mientras esperaban a ser entrevistadas.
A principios de 1994, el número de personas que buscaban protección se había vuelto tan
elevado que se introdujeron procedimientos de preselección en los cuestionarios preliminares
que rellenaban los solicitantes. Sólo se tenía en cuenta a quienes entraban en determinadas
categorías; los demás ni siquiera pasaban a la entrevista.
AI conoce los casos de varias personas que solicitaron asilo infructuosamente mediante el sistema
ICP pese a haber sufrido, ellas o sus familiares, violaciones de derechos humanos. Un ejemplo es
el de la familia de Elie Zéphir. Según informes, en noviembre de 1993, los attachés secuestraron
y asesinaron a Elie Zéphir, ex empleado del gobierno del presidente Aristide y activista
democrático de 29 años de edad. Poco después, un centro de refugiados con sede en EE UU
intercedió ante las autoridades encargadas del sistema ICP en favor de la familia de Elie Zéphir,
pidiendo que se les diera protección como refugiados a través del sistema ICP. Al parecer, al mes
siguiente, diciembre de 1993, miembros del FRAPH fueron en busca del sobrino y del hermano
de Elie Zéphir, y amenazaron a otro familiar. Según informes, pese a que se denunciaron las
amenazas a las autoridades del ICP, en marzo de 1994 el Servicio de Inmigración y
Naturalización denegó las solicitudes de asilo de la familia.
[FOTO 16: Artículo publicado en la revista del exilio haitiano Haïti en Marche con el título "Para
que no se apague la llama", que narra los esfuerzos de AI para localizar a Elie Zéphir.]
En mayo de 1994, en parte como resultado de las continuas críticas nacionales e internacionales a
la política de repatriación forzada, el presidente de EE UU, Bill Clinton, anunció que los
solicitantes de asilo haitianos interceptados en el mar por la Guardia Costera estadounidense ya
no serían devueltos sumaria y directamente a Haití, sino que se les permitiría presentar su
solicitud de asilo a bordo de navíos estadounidenses, o en otros países de la región. AI valoró este
cambio como un paso en la dirección correcta, aunque no tenía la seguridad de que el nuevo
procedimiento fuera a ofrecer a los solicitantes de asilo una audiencia con todas las garantías
esenciales que exigen las normas internacionales.
AI valora positivamente que se ofrezca protección a los solicitantes de asilo haitianos hasta que se
dén las condiciones que permitan su regreso, y que haya cesado la política del gobierno de EE
UU de repatriación forzada. Sin embargo, la organización ve con inquietud la posibilidad de que
a los solicitantes de asilo haitianos no les quede ninguna oportunidad de que su solicitud de asilo
se estudie en una audiencia adecuada, y le preocupa que a quienes desean pedir asilo en EE UU
se les niegue el acceso a las opciones jurídicas de que disfrutarían de poder presentar su solicitud
por la vía habitual. AI también insta a todos los gobiernos a que velen por que a ningún solicitante
de asilo que exprese el temor de volver a Haití se le obligue a regresar a menos que un examen
imparcial y exhaustivo del caso, con todas las garantías necesarias, determine que no correría
riesgo en su país.
[FOTO 18: Tras la entrevista inicial de selección, un soldado estadounidense conduce a los
refugiados haitianos de vuelta al campamento para refugiados de Guantánamo, Cuba, en julio de
1994. c. AIUSA]
El éxodo masivo de "refugiados del mar" producido en junio y julio de 1994, aparentemente a
consecuencia del efímero cambio de política estadounidense sobre los solicitantes de asilo, elevó
la temperatura política en EE UU, tanto entre quienes desean el fin de los excesos del gobierno
militar de Haití como entre quienes están preocupados por el flujo de haitianos a las costas
estadounidenses. Esto, combinado con la expulsión de la misión de observación de la
ONU/OEA en julio, y la proximidad del primer aniversario del infructuoso Acuerdo de la Isla
Gobernador, llevó a EE UU a reactivar sus esfuerzos anteriores por obtener apoyo en la ONU y
otros foros para una intervención armada en Haití.
EE UU también tomó medidas adicionales para reforzar el embargo de la ONU, que ya estaba
teniendo mayor efecto --especialmente entre los sectores más desfavorecidos de la sociedad
haitiana. Numerosas fuentes informaron que el ejército haitiano y sus simpatizantes, implicados
en el contrabando, se estaban beneficiando del embargo.
Cuando se redacta este informe, la crisis de los derechos humanos en Haití continúa, y los
ciudadanos de este país están entre la espada y la pared, atrapados entre el miedo a una invasión,
con las víctimas civiles y las violaciones de derechos humanos que podría conllevar, y la represión
y las violaciones que vienen sufriendo a manos de las actuales autoridades militares.
3. LA RESPUESTA DE AI A LA CRISIS
A lo largo de los años, AI ha pedido reiteradamente a las autoridades haitianas que pusieran fin a
las graves y sistemáticas violaciones de derechos humanos a las que han venido sometiendo a la
población. La organización ha manifestado claramente que para poner fin al ciclo de la violencia,
los autores de dichas violaciones deben comparecer ante la justicia, dondequiera que estén. Por
ello, AI ha pedido a todos los países que no permitan que ningún perpetrador de tales violaciones
goce de impunidad en su territorio.
AI está haciendo todo lo posible para prevenir o reducir las violaciones de derechos humanos
tanto por parte de las actuales autoridades haitianas como de quienes podrían buscar represalias
contra ellas. La organización también trabaja para prevenir o reducir al mínimo las violaciones de
derechos humanos que pueda cometer cualquier fuerza que invada el país.
Por otra parte, AI continúa su labor para velar por que los refugiados reciban el tratamiento
adecuado y prevenir las repatriaciones forzadas sin garantías.
La organización trabaja asimismo para conseguir que los responsables de violaciones de derechos
humanos comparezcan ante la justicia y para que se adopte un programa de acción internacional
efectivo destinado a mejorar la situación de los derechos humanos en el país a largo plazo.
Para alcanzar estos objetivos, AI ha dejado claro a través de sus comunicaciones con las
autoridades de EE UU y Haití, así como mediante declaraciones públicas, que pese a no adoptar
postura alguna respecto a la cuestión de la intervención militar, le preocupa que la crisis política
que representa la amenaza de invasión pueda provocar un aumento de las violaciones cometidas
por los militares haitianos, así como represalias por parte de la población haitiana.
AI ha hecho, asimismo, llamamientos a la OEA y a la ONU para que presenten con puntualidad
informes públicos sobre la situación de los derechos humanos en Haití, incluyendo toda violación
que se cometa en el marco de una intervención militar, y para que aseguren un alto grado de
apertura y acceso a los observadores de derechos humanos. La organización recomienda, como
medida constructiva para poner fin a las violaciones de derechos humanos en Haití, el regreso de
los observadores internacionales de derechos humanos a fin de que vigilen la situación e
informen de los abusos que se cometan.
AI ha hecho gestiones ante ciertos gobiernos importantes en este contexto para asegurar que
ningún autor de violaciones de derechos humanos goce de impunidad ni en Haití ni en ningún
otro país.
Como es obvio, AI seguirá publicando informes sobre la situación de los derechos humanos en
Haití.
Haití está en crisis, atrapado entre la represión militar y la amenaza de una invasión armada. AI
trata de dar a conocer la penosa situación que atraviesa el país, para movilizar a la opinión pública
en todo el mundo. Las personas a quienes preocupe la suerte del pueblo haitiano, actuando
unidas, pueden hacer cambiar la situación.
. Diríjase a la Sección de AI en su país para averiguar cómo puede ayudar. Quizá pueda
participar en actos públicos, peticiones, llamamientos y gestiones ante el gobierno de su propio
país para obtener apoyo tanto para los haitianos que permanecen en Haití como para los que
residan en su país.
. Hable de la crisis haitiana con otras personas. Difunda este informe y las publicaciones que edite
AI en el futuro. Plantee la cuestión de los derechos humanos en Haití en todos los grupos u
organizaciones a los que pertenezca. Escriba cartas a los parlamentarios de su país, pidiéndoles
que hagan gestiones para que se ejecuten las recomendaciones de AI.
ANEXO
Estimado amigo:
Lo saludo en nombre de la lucha que continúa por los derechos humanos y la libertad
de prensa.