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Nuevo institucionalismo:

gobernanza, economía
y políticas públicas

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Xosé Carlos Arias y Gonzalo Caballero
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Colección ACADEMIA, 36

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Primera edición, noviembre, 2013

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Índice

PRESENTACIÓN. Xosé Carlos Arias y Gonzalo Caballero ....................................... 7

I. INSTITUCIONES Y GOBERNANZA ECONÓMICA

1. DE LA NUEVA ECONOMÍA INSTITUCIONAL AL ANÁLISIS INSTITUCIONAL MODER-


NO EN LAS CIENCIAS SOCIALES. Gonzalo Caballero y Xosé Carlos Arias . . . . . . 17
2. EL TRASFONDO DARWINIANO DE LAS INSTITUCIONES. Benito Arruñada y Xosé
H. Vázquez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
3. CALIDAD DE LAS INSTITUCIONES, COHESIÓN SOCIAL Y FISCALIDAD. José Anto-
nio Alonso y Carlos Garcimartín . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
4. INSTITUCIONES Y DESARROLLO: PERSPECTIVA DESDE LA HETERODOXIA. Fernan-
do López Castellano y Fernando García Quero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81
5. UNA APROXIMACIÓN CONTRACTUAL AL ANÁLISIS DE LA INNOVACIÓN ORGANI-
ZATIVA EN LA EMPRESA: FUNDAMENTOS Y CASOS DE APLICACIÓN. Benito Arru-
ñada y Xosé H. Vázquez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103

II. INSTITUCIONES, SOCIEDAD Y POLÍTICAS PÚBLICAS

6. LA NUEVA SOCIOLOGÍA ECONÓMICA Y EL NUEVO INSTITUCIONALISMO EN SO-


CIOLOGÍA: ENFOQUES CONTEMPORÁNEOS. Gonzalo Caballero y David Soto . 131
7. LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LAS INSTITUCIONES POLÍTICAS Y SU IMPACTO SO-
BRE LAS POLÍTICAS PÚBLICAS. Carlos Scartascini y Mariano Tommasi . . . . . . . . . . . 157
8. LA MODELIZACIÓN DE LA POLÍTICA: AUTOCRACIA Y ANOCRACIA. Norman
Schofield y María Gallego . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
9. INSTITUCIONES Y ASPECTOS DISTRIBUTIVOS EN EL ÁMBITO PÚBLICO: APORTACIO-
NES Y RETOS DEL NUEVO INSTITUCIONALISMO. Fernando Toboso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205
10. ANÁLISIS INSTITUCIONAL Y DECISIONES IMPARCIALES. Fernando Aguiar . . . . . . . . . 231

BIBLIOGRAFÍA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251
AUTORES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297

5
6. La nueva sociología económica y el nuevo
institucionalismo en sociología: enfoques
contemporáneos

Gonzalo Caballero y David Soto


Universidad de Vigo

INTRODUCCIÓN
Uno de los padres de la sociología, Émile Durkheim, consideró a esta disci-
plina como la ciencia de las instituciones y sustantivó a esta ciencia en supuestos
alternativos a los propios de una economía neoclásica que, minusvalorando el
papel de las instituciones, se configuró como la corriente principal de la ciencia
económica. De este modo, la economía y la sociología caminaron de espaldas
durante buena parte del siglo XX, y es en las últimas décadas de este siglo cuando
emergen nuevos y reconocidos esfuerzos de interconexión entre ambas ciencias
sociales. La aparición de diversos enfoques de nuevo institucionalismo en socio-
logía, el desarrollo de la nueva sociología económica y la atención de la nueva
economía institucional a las normas sociales configuran un nuevo escenario que
permite espacios de interacción entre economistas y sociólogos, aunque todavía
no suficientemente explotados.
En su artículo seminal sobre el estado de la Nueva Economía Institucional,
Williamson (2000) señala que el primer nivel de análisis social de una economía
lo constituyen la estructura y reglas sociales de inserción donde se sitúan las nor-
mas, costumbres, moral, tradiciones y cuestiones religiosas, muchas de ellas con
origen espontáneo (es decir, no derivadas del cálculo deliberado ni de la elección
de los individuos) y fruto de la evolución y la adaptación social. Este nivel de
análisis social constituye la base a partir de la cual se configuran las instituciones
formales y la gobernanza de la economía, cuestiones en las que se centran los
economistas institucionales. En este sentido, el contexto de la estructura social es
relevante para entender los intereses y preferencias de los individuos, así como
el desarrollo de las normas grupales, y la perspectiva sociológica posee una ven-
taja comparativa para comprender el papel de las instituciones informales y las
normas sociales en la sociedad. Mientras las reglas formales tienen mecanismos
de cumplimiento formalmente definidos a través del Estado, el sistema judicial
o la empresa, el cumplimiento de las normas informales depende mucho más de
los intereses y las preferencias arraigadas en las normas sociales, costumbres y
convenciones, por lo que las aportaciones de la sociología tienen un espacio que
cubrir en este punto (Nee, 1998a).
Ya Hall y Taylor (1997) señalaban que un nuevo institucionalismo había
surgido en el campo de la sociología, y lo vinculaban a la tradición de análisis
organizativo que recogía las aportaciones de March y Olsen (1984) y DiMag-
gio y Powell (1991), entre otros. Realmente, existe una diversidad de enfoques

131
Gonzalo Caballero y David Soto

teóricos y metodológicos contemporáneos dispuestos a cubrir el espacio vacío


dejado por la economía ortodoxa con respecto al estudio de las instituciones
sociales de la economía. Swedberg (1997) señaló cuatro enfoques principales.
Desde la economía emerge la nueva economía institucional (NEI), que poco a
poco se consolida como principal referente del nuevo institucionalismo en las
ciencias sociales. Desde la sociología, aparecieron diversas aportaciones pro-
cedentes de la sociología de la elección racional, la socioeconomía y la nueva
sociología económica (NSE). Mientras la NEI y la sociología de la elección
racional se configuraron a partir de la microeconomía propia de la economía
neoclásica, la socioeconomía, de ambiciones netamente interdisciplinares,
dotó de protagonismo a la «dimensión moral» de una comunidad, y la NSE se
centró en las estructuras sociales para el estudio del campo económico. Estos
dos últimos enfoques evolucionaron desde fundamentos distintos a los de la
economía neoclásica, pero mientras la socioeconomía se construyó sobre un
enfoque que relaciona lo positivo y lo normativo, la NSE, con sus aporta-
ciones sobre las redes, el arraigo social y la construcción de los mercados, ha
evolucionado en un camino que permite interacción con los nuevos enfoques
institucionales1.

Por otra parte, el estudio sociológico de los procesos sociales, la gobernanza


y el desarrollo en un marco de toma de decisiones individuales dentro de restric-
ciones institucionales constituye parte de la agenda del nuevo institucionalismo
en sociología, que intenta explicar las instituciones, sus efectos y funcionamiento.
Sin embargo, no existe una definición única del nuevo institucionalismo en so-
ciología, de modo que diversos autores pueden enfatizar unos u otros aspectos, e
incluso en muchas ocasiones se utiliza esta definición para denominar a enfoques
o perspectivas distintas.

Este capítulo presenta una visión original y actualizada de varios enfoques


sociológicos contemporáneos del institucionalismo y la sociología económica.
Lejos de pretender presentar toda la literatura existente y de encontrar un enfo-
que óptimo, o de concluir sobre la superioridad de uno de estos enfoques sobre
los restantes, este trabajo procede a una revisión selectiva de diversos progra-
mas de investigación que contribuyen a la comprensión del papel de las insti-
tuciones, específicamente analizando las perspectivas de la NSE (Granovetter,
1985; Swedberg, 1997; Granovetter, 2002) y de varias tradiciones de análisis
institucional contemporáneo en sociología. Entre estas tradiciones, junto a la
tradición de la nueva sociología económica institucional (NSEI) (Nee, 2005),
que protagoniza un esfuerzo nítidamente interdisciplinar paralelo al avance de
la NEI, señalaremos también la existencia de una tradición neoinstitucionalista
en el análisis organizativo (DiMaggio y Powell, 1983, 1991) así como el progra-

1
La sociología de la elección racional supone la aplicación de la teoría de la elección racional a
los fenómenos sociales, convirtiéndose en una muestra del imperialismo de lo económico en las cien-
cias sociales. Mientras los enfoques de la elección racional y la nueva economía institucional ya han
sido analizados en el capítulo 1 de este libro, los fundamentos de la socioeconomía implican un enfo-
que rupturista con la economía neoclásica, no se focalizan en las decisiones individuales y escapan del
mapa del nuevo institucionalismo. Este capítulo se centra en la nueva sociología económica y el nuevo
institucionalismo sociológico, en sus diferentes versiones, por su relevancia para la comprensión del
nuevo institucionalismo en las ciencias sociales.

132
La nueva sociología económica y el nuevo institucionalismo en sociología

ma institucionalista sobre el desarrollo impulsado por Alejandro Portes (Por-


tes, 2006; Portes y Smith, 2010, 2012). El cuadro 1 introduce estos programas
de investigación.
De este modo, se constata que existen esfuerzos que intentan dar respuesta a
la dialéctica existente entre la visión de las instituciones como reglas creadas por
los individuos, propia de los economistas, y la visión de las instituciones como
hechos sociales externos a los individuos, más propia de los sociólogos (Nee,
2005). En todo caso, el principal rasgo diferenciador que distingue al nuevo ins-
titucionalismo sociológico de las tradiciones clásicas es que intenta integrar un
modelo de elección individual en la tradición del análisis institucional comparado
de la sociología, contextualizando institucionalmente la elección individual. Este
énfasis en el individuo es justamente el punto diferenciador del nuevo institucio-
nalismo de otras tradiciones institucionales previas también en la economía y la
ciencia política, aunque a la vez habría que hacer diversos matices.
Este capítulo se estructura de la siguiente forma. El segundo apartado in-
troduce brevemente referencias clásicas sobre el papel de las instituciones en la
sociología. El tercero presenta la NSE, con las referencias clásicas de Mark Gra-
novetter y Harrison White, entre otras. El cuarto apartado analiza los enfoques
contemporáneos del análisis institucional en sociología, revisando algunas de las
tradiciones más relevantes, como el neoinstitucionalismo del análisis organizati-
vo de Paul DiMaggio y Walter Powell, la NSEI de Victor Nee y el instituciona-
lismo sociológico del desarrollo de Alejandro Portes. Las conclusiones cierran el
capítulo reflexionando sobre la agenda y los retos del nuevo institucionalismo en
sociología.

PERSPECTIVAS CLÁSICAS SOBRE INSTITUCIONES Y SOCIOLOGÍA:


UNA APROXIMACIÓN

En 1895, Émile Durkheim definió en Las reglas del método sociológico a


la sociología como «la ciencia de las instituciones, de su génesis y de su fun-
cionamiento» y sostuvo que los hechos económicos tienen naturaleza social.
Convirtiéndose en uno de los fundadores de la sociología, Durkheim asumió el
holismo metodológico y defendió a la sociología como una ciencia autónoma,
independiente. De este modo, la sociología de Durkheim abrió el camino para
el posterior desarrollo de un institucionalismo clásico de la sociología.
Dos ideas básicas del pensamiento durkheimiano deben ser señaladas a con-
tinuación. Por una parte, la obra de Durkheim se caracterizó por su enfoque
funcional, entendiendo que la sociología debe estudiar la función de los hechos
sociales para comprender el orden social. En sus palabras, «la función de una
institución social es la correspondencia entre ésta y las necesidades del organismo
social» (Durkheim, 1895). Al analizar el concepto de función, Durkheim conclu-
ye que significa:
buscar a qué necesidad corresponde […] Las palabras función o rol tienen la gran ventaja
de llevar implícita esta idea [de correspondencia], pero sin prejuzgar sobre la cuestión de
saber cómo esta correspondencia se establece, si resulta de una adaptación intencional y
preconcebida o de un arreglo tardío (1893).

133
CUADRO 1. Nueva sociología económica y nuevo institucionalismo sociológico: primera aproximación
134

Gonzalo Caballero y David Soto


Programa de investigación Principales autores Enfoque de análisis Conceptos principales
Nueva sociología económica Mark Granovetter Análisis de redes – Inserción social
(NSE) Harrison White y estructuras – Construcción social de instituciones y sujetos
Richard Swedberg – Crítica al atomismo de la economía neoclásica
Vivian Zelizer
Neoinstitucionalismo john Meyer Análisis organizacional – Isomorfismo organizacional
en análisis David Rowan – Campo organizacional
de la organización Paul DiMaggio – Procesos de institucionalización y legitimidad
Walter Powell
Nueva sociología económica Victor Nee Extensión sociológica – Individualismo metodológico
institucional (NSEI) Mary Brinton de la NEI – Interés del individuo
– Modelo causal multinivel
– Interacción de reglas formales y normas informales
Institucionalismo sociológico Alejandro Portes Retorno a conceptos – Denso institucionalismo sociológico
del desarrollo Lori Smith de la sociología clásica – Distinción analítica entre cultura y estructura social
y contemporánea – Diferenciales de poder originan clases sociales
– Relevancia de valores, normas y roles

Fuente: Elaboración propia. Este cuadro realiza una primera aproximación a aquellos programas de investigación sobre los que versa este capítulo.
La nueva sociología económica y el nuevo institucionalismo en sociología

Por otra parte, Durkheim se decantó claramente por el holismo frente a cual-
quier variante del individualismo metodológico. Consideraba que los procesos
sociales no pueden ser explicados en base a los comportamientos y decisiones in-
dividuales —lo cual supone una separación radical de los fundamentos de la eco-
nomía neoclásica—, y en oposición a la modelización neoclásica del individuo,
señaló que «el hombre que conocemos, el hombre real, es mucho más complejo:
pertenece a un tiempo y a un país, vive en alguna parte, tiene familia, una nación,
una fe religiosa y unas ideas políticas» (Durkheim, 1888).
No obstante, en la sociología sí ha existido una tradición que explica los pro-
cesos sociales en base a la toma de decisiones racionales, aunque limitadas y mo-
dificadas por el contexto institucional. En los orígenes de esta tradición, podría-
mos situar trabajos clásicos como la Ética protestante y el espíritu del capitalismo
de Max Weber, donde sostiene que:
han sido siempre los protestantes (singularmente en alguna de sus confesiones […]) los
que, como oprimidos u opresores, como mayoría o como minoría, han mostrado singular
tendencia hacia el racionalismo económico, tendencia que ni se daba ni se da entre los cató-
licos, en cualquier situación (1905).
De hecho, si en la sociología clásica hubiese que encontrar una fuente para el
nuevo institucionalismo sociológico, habría que fijarse en la contribución de Weber
(1922), que a la vez es la mejor evidencia de la tradición clásica del análisis institu-
cional comparado en sociología. Según Nee (1998a: 6), Weber sostuvo que:
la racionalidad y la elección deben ser comprendidas dentro del contexto del marco insti-
tucional de cada sociedad y cada época histórica; el marco institucional incorpora costum-
bres, convenciones, normas sociales, creencias culturales y religiosas, familias, amistades,
límites étnicos, organizaciones, comunidad, clase, grupos de estatus, mercados, leyes y
Estado.
De este modo, en Weber la racionalidad es afectada por las instituciones, las
normas sociales y las creencias.
La mayor parte de los sociólogos clásicos como Émile Durkheim, Georg Sim-
mel o Charles Horton Cooley estudiaron la economía desde un enfoque dinámi-
co, histórico y evolutivo, bien distinto al enfoque económico neoclásico, mien-
tras estos rasgos —con excepción del carácter histórico— no son tan definitorios
de la obra de Weber (Herranz, 2011).
Durante el segundo cuarto del siglo XX, el centro del estudio sociológico de la
economía se fue desplazando desde Europa hacia Estados Unidos, donde recoge-
rían el testigo —entre otras— la escuela estructural-funcionalista, que si bien co-
menzó con un carácter más antropológico, el que le dieron Malinowski y Radcliff-
Brown, su agenda fue continuada por destacados sociólogos como Talcott Parsons,
Neil Smelser y Robert K. Merton. El enfoque funcionalista parte de una teoría
general de los sistemas sociales y asumió que la economía es un subsistema diferen-
ciado de otros sistemas (Gutiérrez, 2001).
En este sentido, Parsons intentó sintetizar las aportaciones institucionalistas
de diversos sociólogos como Durkheim, Weber o Pareto, e incorporarlas en un
marco estructural-funcionalista, y en un artículo escrito en 1934 defendió que
una teoría de las instituciones debe incorporar la acción racional de los indivi-

135
Gonzalo Caballero y David Soto

duos, asumiendo que reglas y valores constituyen las instituciones (Nee, 1998a).
De este modo, Talcott Parsons (1937) desarrolló la perspectiva clásica del insti-
tucionalismo en sociología y concibió el marco institucional como un sistema
organizado de creencias culturales comunes a la mayoría de individuos de una
sociedad2 (Nee, 1998a).
No obstante, Parsons —persuadido por la definición de economía de Lionel
Robbins como «la ciencia que estudia la conducta humana como una relación
entre fines y medios limitados que tienen diversa aplicación»— consideró que
la economía debería concentrarse en la parte de relación entre los medios y los
fines, mientras que la sociología debería centrarse en el estudio de los valores úl-
timos. Aunque la sociología ya se estaba distanciando de los hechos económicos
centrales, esta actitud del que podría denominarse máximo exponente de la socio-
logía del momento consolidó la separación entre ambas disciplinas (Granovetter,
1990).
Paralelamente a los esfuerzos funcionalistas, a mediados del siglo XX un con-
junto de aportaciones desarrolló la sociología industrial, que permitió avances
empíricos relacionados con la organización del trabajo en las fábricas. Sin embargo,
este programa de investigación careció de una fundamentación teórica solvente y
su impulso se debilitó profundamente en los años setenta (Gutiérrez, 2001).
Avanzando hacia la sociología moderna, otra referencia fundamental para
comprender los estudios no ortodoxos del mercado y la economía es Polanyi
(1944). En La gran transformación, Polanyi construyó un enfoque alternativo a
la economía neoclásica liberal para explicar los grandes cambios de la economía
y la política mundial del siglo XX. Para entender su enfoque sobre la economía y
la sociología, resulta útil su distinción entre los significados sustantivo y formal
del término «económico» que coexisten en las ciencias sociales (Polanyi, 1957).
El significado sustantivo «proviene de la dependencia del hombre para su subsis-
tencia de la naturaleza y de sus semejantes; se refiere al intercambio con el medio
ambiente natural y social, en la medida en que tiene como resultado proporcionar
al ser humano los medios para su necesaria satisfacción material». Por su parte,
«el significado formal del término “económico” deriva del carácter lógico de la
relación medios-fines»; se refiere a la situación de elegir, esto es, a la elección en-
tre los distintos usos de los medios cuando estos son insuficientes. Los sentidos
formal y sustantivo de lo «económico» representan las concepciones ortodoxas
de la ciencia económica y de la ciencia sociológica, respectivamente. Polanyi sos-
tendrá que solamente el significado sustantivo de económico «puede producir
los conceptos que necesitan las ciencias sociales para la investigación de todos los
sistemas económicos empíricos del pasado y del presente».
A mediados del siglo XX, el enfoque sociológico estructural empezó a rela-
tivizar el holismo metodológico para empezar a incorporar la relevancia de los
procesos de elección de los individuos. De este modo, poco a poco se avanzó
desde el institucionalismo sociológico clásico hacia otros enfoques instituciona-
les contemporáneos de la sociología.

2
North (1981) reconoce la relevancia del institucionalismo de Parsons, pero considera que no
consigue resolver el problema del «free-rider» (Nee, 1998).

136
La nueva sociología económica y el nuevo institucionalismo en sociología

LA NUEVA SOCIOLOGÍA ECONÓMICA


La sociología económica sostiene que los fenómenos económicos pueden
ser analizados con las ideas, conceptos y métodos de la sociología, y desde una
perspectiva general podemos entender a la sociología económica como un espa-
cio compartido por la sociología y la economía para estudiar lo económico, con
cuestiones claves centradas en redes, mercados y empresas. Mientras la sociología
económica clásica habría que remontarla a las aportaciones de Durkheim, Weber
o Simmel, entre otros, la nueva sociología económica (NSE) se considera iniciada
con la publicación de Granovetter (1985), que intentaba combinar la perspectiva
de la incrustación social de Karl Polanyi con el análisis de redes, y estudió cómo
las acciones económicas son estructuradas en redes3.
El enfoque de Granovetter (1985) propone la inserción (embeddedness 4) epis-
temológica del individuo, estudia la acción económica entendiéndola realizada
dentro de una estructura social de redes y asume la interrelación de la vida eco-
nómica y social. Desde este enfoque, se destaca que los actores económicos no
son átomos que actúen al margen del contexto social, sino que están incrustados
en sistemas concretos y continuos de relaciones sociales que pueden conceptuali-
zarse como redes. De acuerdo a Granovetter (2005), la estructura social, especial-
mente en su forma de redes sociales, afecta al resultado económico por tres razo-
nes principales: a) las redes sociales afectan al flujo y calidad de la información,
b) las redes sociales son una importante fuente de recompensas y castigos, y c) de
las redes sociales emerge la confianza, entendida como las expectativas de que los
demás van a hacer «lo correcto» a pesar del cálculo individual de coste-beneficio.
El enfoque del arraigo o incrustación social planteado por Granovetter permitió
el impulso de la NSE, muy vinculada al análisis de redes, y este aparece como una
vía para el estudio de diversos fenómenos sociales tales como el emprendimiento
(Burt, 1993), los grupos industriales (Granovetter, 1994), el flujo de información
(Granovetter, 1973) o el consumo (Nee y Swedberg, 2005).
Según Granovetter (1990),
una de las principales diferencias entre la vieja y la nueva sociología de la vida económica es
[…] que el nuevo invierte el imperialismo de la ciencia económica ofreciendo explicaciones
sociológicas de los sujetos económicos centrales tales como los mercados, los contratos, el
dinero, el intercambio y la banca. Y hacer esto es aceptar en menor medida la teoría eco-
nómica ortodoxa que en el caso de la vieja tradición, que se centraba en las precondiciones
institucionales para la vida económica, y por tanto nunca necesitó ofrecer una explicación
alternativa de la actividad económica cotidiana.
Granovetter (1985) señalaba que en economía, como en cualquier ámbito so-
cial, el «comportamiento y las instituciones que han de ser analizados están tan
restringidas por relaciones sociales en curso que modelizarlas como independien-
tes constituye un error grave». Frente al atomismo y la desvinculación del homo

3
En este apartado presentamos a la NSE vinculada al programa de trabajo de autores como Gra-
novetter (1985, 2002), White (1981) o Zelizer (1978). Otras aportaciones sociológicas de enfoques ins-
titucionales, en ocasiones tratadas como parte de la NSE, serán desarrolladas en el apartado siguiente.
4
El término «embeddedness» se ha traducido al castellano como arraigo, inserción, encuadra-
miento, encasillamiento o incrustación. A lo largo de este trabajo utilizaremos principalmente los
términos arraigo o inserción.

137
Gonzalo Caballero y David Soto

oeconomicus y a una acción económica independiente del resto de dimensiones de


la vida social, la NSE ha desarrollado un programa de investigación centrado en
la condición relacional de la acción económica y la importancia de las estructuras
sociales y cognitivas.
La NSE no solo retomó la antigua crítica al supuesto de racionalidad instru-
mental, sino que avanzó en la crítica de la concepción ortodoxa de individuo ato-
mizado y constituido al margen del mundo concreto. Si la ortodoxia económica
trataba el individuo como comienzo epistemológico, la NSE ha tenido en cuenta
las relaciones y la estructura social. Para lograrlo, se hace necesario, pues, situar
al individuo en la comunidad para el estudio tanto de la acción económica como
del resto de fenómenos sociales.
El enfoque de Granovetter enfatiza el rol de las relaciones personales y su es-
tructura a la hora de generar confianza y evitar la mala conducta («malfeasance»),
cuestiones dejadas de lado por la economía formal. Asegura que las relaciones
sociales, más que los arreglos institucionales o la moralidad generalizada, son las
principales responsables de la producción de confianza en la vida económica. Los
vínculos interpersonales importan para conseguir confianza y trasladar la infor-
mación, aspectos que son necesarios para explicar el orden o el desorden.
Por otra parte, Granovetter (1985) critica la economía de los costes de transac-
ción de Oliver Williamson porque considera que se edifica sobre una concepción
atomista de los actores y se sobrestima la eficacia del poder jerárquico. Desde el
enfoque del arraigo social, las instituciones informales ocupan un papel funda-
mental para resolver el problema de la confianza, mientras el enfoque de William-
son destaca el papel de los mecanismos institucionales formales. No obstante,
Richter (2001) señala que el contraste entre ambos enfoques es menos rotundo de
lo que parece y que es posible combinar ambos enfoques.
A pesar de la diversidad de perspectivas existentes en el seno de la NSE,
como punto común a todas ellas están dos conceptos teóricos fundamentales:
el de arraigo social y la construcción social de la economía (Swedberg, 1997).
Esto quiere decir que la acción está siempre socialmente situada, incrustada, y no
puede ser explicada refiriéndose solamente a la motivación individual; y que las
instituciones sociales no surgen automáticamente en alguna manera inevitable,
sino que más bien son «socialmente construidas» (Granovetter, 1990). Los dos
siguientes subepígrafes analizan estas cuestiones con más detalle.

Redes, inserción social y comportamiento económico


Podemos señalar que Granovetter (2005) identifica cuatro formas fundamen-
tales a través de las que la estructura social afecta al resultado económico:
1. Normas y densidad de la red. Las normas —ideas compartidas sobre la
manera apropiada de comportarse— son más claras, más firmemente sostenidas
y más fáciles de sancionar y hacer cumplir cuanto más densa es una red social.
2. Más información novedosa corre por los lazos débiles que por los lazos
fuertes. Esta fue la tesis de su artículo «The Strength of Weak Ties» (Granovetter,
1973). Moverse en diferentes círculos permite conectar con un mundo más am-

138
La nueva sociología económica y el nuevo institucionalismo en sociología

plio, algo especialmente útil cuando necesitamos traspasar las fronteras de nues-
tro grupo más próximo (de lazos fuertes) para encontrar trabajo (Granovetter,
1974) u obtener un servicio escaso. Esto tiene implicaciones a nivel macro, pues
determina la medida en la que la difusión de información fluye a gran escala. Por
ejemplo, en el ámbito científico, la nueva información y las ideas son más eficien-
temente difundidas a través de lazos débiles (Granovetter, 1983).
3. La importancia de los «agujeros estructurales». Desarrollado por Roland
Burt (1992), el concepto de agujero estructural hace referencia a una situación en la
que un nodo sirve de única comunicación entre otros nodos, de modo que se depen-
de de él para tal conexión. En la medida en que constituye la única ruta a través de
la cual la información u otros recursos fluyen de un sector de la red a otro, se puede
decir que este nodo está explotando un agujero estructural en la red. El concepto
de emprendedor de Burt (1993) está íntimamente relacionado a la explotación de un
agujero estructural.
4. El solapamiento de la acción económica y no económica. Granovetter
parte de una visión donde se entremezclan actividades económicas y no eco-
nómicas para definir la inserción social de la economía. Esta inserción social
viene determinada por «la medida en la que una acción económica está relacio-
nada o depende de acciones o instituciones que son no económicas en conteni-
do, objetivos o procesos» (Granovetter, 2005).
Para entender mejor en qué consiste la situación o arraigo social de los sujetos
económicos resulta interesante revisar algunas de las contribuciones empíricas
realizadas desde la NSE. En base a esta condición (de socialmente insertados) de
los sujetos económicos, podemos apuntar cuatro implicaciones:
A) Existe un flujo de contenidos no económicos a través de las relaciones de
intercambio económico. A menudo el contenido que se intercambia en las rela-
ciones económicas es más amplio que la mera transacción formal. Esto se debe
precisamente a que la acción económica está insertada en una estructura social
más amplia. Las relaciones de intercambio económico y las relaciones personales
se confunden, y distorsionan el resultado de un mercado impersonal tal y como
lo ve la economía formal. Como asegura Dore (1983), una larga relación de amis-
tad entre un comprador y un vendedor puede evitar que el comprador abandone
al vendedor simplemente por un artículo que se vende en otro lugar a un precio
más barato. A este respecto también podemos encontrar estudios sociológicos so-
bre la red de relaciones de amistad que tienen los directores de las empresas y su
impacto positivo en el éxito de la empresa o su resistencia en las guerras de pre-
cios (Ingram y Roberts, 2000; Granovetter, 2005). El economista George Akerlof
(1982) reconoce que los intercambios económicos —contratos de trabajo, en este
caso— suponen tan solo una parte del contenido de una relación de reciprocidad
más amplia.
B) La inserción va a tener implicaciones positivas y negativas para el fun-
cionamiento de los mercados imperfectos. Continuando con la línea del punto
anterior, este fluir de contenidos no necesariamente económicos va a tener una
repercusión sobre el desempeño de los mercados imperfectos. La economía for-
mal entiende que los intercambios de mercado se regulan por mecanismos de

139
Gonzalo Caballero y David Soto

precios, que son resultado de la competencia perfecta. Uno de los principales


obstáculos a la competencia perfecta en el mercado real es la información incom-
pleta y asimétrica. Las redes sociales van a aliviar los costes de la búsqueda de in-
formación y, especialmente, de información confiable. Dos ejemplos fundamen-
tales son los estudios de Granovetter (1974) y el trabajo etnográfico de Geertz
(1978). Granovetter (1974) muestra cómo las deficiencias del mercado laboral
pueden ser aliviadas por ciertas características de las redes sociales individuales.
Como «toda interacción social transmite inevitablemente información, detalles
sobre los empleados, empleadores y empleo fluyen constantemente a través de las
redes sociales que la gente mantiene en gran parte por razones no económicas»
(Granovetter, 2005), facilitando intercambios mucho más eficientes que en au-
sencia de tales redes. Geertz (1978), a partir de su estudio del bazar de una región
marroquí, muestra cómo las redes sociales van a suponer una solución parcial por
medio de la «clientelización» —tendencia de un individuo que suele requerir un
producto o servicio a establecer continuas relaciones con un proveedor particular
en lugar de buscar fehacientemente cada vez que acude al mercado— y el regateo.

C) Las organizaciones económicas y políticas también se pueden comportar


como sujetos sociales. White (1981) defendió la existencia de una actitud social en
la forma de actuar de las empresas. Frente a los supuestos de la economía formal, las
empresas de un mismo sector, con productos muy diferenciados, pueden atender
más a su posición con respecto al resto de agentes de la oferta que a una dialéctica
con la demanda. Son los movimientos en la oferta los que van a producir decisiones
de movimiento en la organización para mantener una posición diferenciada o un
estatus dentro de la estructura del mercado.

Eccles y White (1988) estudiaron la coexistencia en una firma con varias uni-
dades de negocios (las cuales tienen una relativa autonomía en el seno de la em-
presa) de los dos patrones de asignación social de recursos que tradicionalmente
se toman como alternativos: la autoridad y el mecanismo de precios. Según este
trabajo, existen varios patrones que, de acuerdo a la estrategia de integración de la
empresa global, pueden implicar una orientación sistémica al intercambio interno
más próxima al mercado o a la planificación centralizada. Pero el descubrimiento
más relevante para el concepto de arraigo social fue el hecho de que, al menos en
los casos estudiados, el director de una unidad de negocios tiende a preferir una
transacción externa a una interna hasta cuando el precio es el mismo o incluso
mayor. Esto se explica por el hecho de que las transacciones internas tienen lugar
dentro de una jerarquía de autoridad, donde los dos directores de las unidades de
negocio están peleando por recompensas y estatus. Como estos gestores no son
recompensados por la contribución al desempeño de otras áreas de negocio, la
estructura de incentivos los coloca en una relación de competencia.

D) La verticalidad-horizontalidad o concentración-dispersión en las estruc-


turas sociales y redes puede tener enormes implicaciones para el resultado econó-
mico sectorial o regional. Granovetter (2002) revisa algunos estudios comparados
de la NSE que se centran en cómo el modo en el que están estructuradas las
relaciones en una sociedad tiene un gran impacto en la economía. Saxenian (1994)
presenta como causa principal del rápido progreso tecnológico de Silicon Valley
en contraposición a la Ruta 128 —dos conocidas regiones industriales de alta

140
La nueva sociología económica y el nuevo institucionalismo en sociología

tecnología en Estados Unidos— la apertura de sus redes sociales y una estructura


más horizontalmente organizada, atravesando las tradicionales fronteras de las
compañías. El relato comparativo de Saxenian pone de manifiesto el carácter cen-
tral tanto de las redes sociales como de particularidades culturales en la diferencia
de resultados económicos entre ambas regiones industriales.
Por otra parte, Locke (1995) analiza el resultado de la reestructuración de
plantilla en las décadas de los setenta y ochenta de los dos mayores fabrican-
tes italianos de automóviles: Fiat (Turín) y Alfa-Romeo (Milán). El proceso de
reestructuración de Alfa-Romeo, aunque fue más largo, tuvo un desenlace mu-
cho más beneficioso tanto para las partes como para la comunidad en general.
Locke expone cómo la forma en la que se configuraban las asociaciones en las
regiones de Milán y de Turín, y, en concreto, los agentes económicos y políticos
involucrados, determinaron el proceso y el resultado de la operación. La relativa
horizontalidad de la estructura y la leve concentración de los poderes de Milán
contrastaban con la polaridad estructural de Turín, donde se organizaron dos
poderosos bloques enfrentados y sin vínculos mediadores de suficiente solidez e
independencia5.
En todo caso, dentro de la NSE existen diversos enfoques económicos, y des-
de luego la nueva sociología económica ha ido más allá del análisis de redes. Así,
Bourdieu (2000) y DiMaggio (1990), partidarios de una inserción más cultural,
señalan algunas de las debilidades de las aportaciones de Granovetter sobre el
arraigo estructural, específicamente el énfasis en las interacciones personales y la
insuficiencia para abordar toda la acción económica solo haciendo referencia a
factores estructurales. Por ello, la NSE no se ha limitado a las fronteras estrictas
del análisis de redes6.

La construcción social de la economía


La NSE ha desarrollado una agenda que, lejos de limitarse a estudiar la inser-
ción social de los actores, ha trabajado sobre hasta qué punto las instituciones y
las organizaciones están socialmente determinadas. En este sentido, se ha plantea-
do si fundamentalmente los actores usan la estructura social para la formación de
instituciones y organizaciones, como argumentó Granovetter, o también usan las
experiencias y los significados compartidos por la comunidad.

5
La dirección de esta literatura conduce a la influyente obra de Putnam et al. (1993), donde se
fundamenta en términos de capital social la divergencia económica de las regiones del norte y del sur
de Italia. Unas regiones que al comienzo del siglo XX partían de condiciones económicas similares.
Sostienen en su estudio que las comunidades con una mayor dotación de capital social son más capa-
ces de aprovechar las oportunidades económicas que se les brindan. En esa dotación de capital social
se incorporan cuestiones como el nivel de civismo generalizado entre los ciudadanos, la tendencia a
asociarse o la confianza intra e intergrupal. Conceden un considerable peso a las redes de compromiso
cívico dentro del capital social y sostienen, al igual que Granovetter, que la existencia de estas redes
aumenta los costes del oportunismo, fomentan normas robustas de reciprocidad y facilitan el flujo de
información. Sin embargo, se pone de relieve también una cultura cívica, unos valores democráticos y
organizativos, una conciencia especial de la cosa pública y un especial interés por lo político. Para una
aproximación al debate sobre el concepto y papel del capital social véase Paldam (2000).
6
Las revisiones de Gutiérrez (2001) o Portes (2010) pueden complementar este aspecto sobre la
diversidad de enfoques de la NSE.

141
Gonzalo Caballero y David Soto

De acuerdo a la tesis de Granovetter, la estructura social será el recurso que


encontrarán los agentes para constituir sus organizaciones, destacando así el pa-
pel crucial que tienen las redes sociales en los primeros pasos de la formación de
una institución económica o una organización. La forma que toman las organiza-
ciones y las instituciones no son simplemente la respuesta automática a los reque-
rimientos técnicos impuestos por la oferta y la demanda, costes de los factores y
tecnología disponible en un mercado.
Una argumentación recurrente con respecto a la inserción es que gran parte de las
instituciones, organizaciones, redes sociales y confianza de las que se beneficia la ac-
ción económica no han sido creadas con propósitos económicos. Granovetter y otros
sociólogos como Flingstein (1985) rebatieron la idea de que las formas organizativas
sean creadas necesariamente para responder a fuerzas puramente económicas.
Junto al papel de las redes y la estructura social, dentro de la NSE hay perspec-
tivas que enfatizan el papel de la cultura como fundamento para la construcción
social de la economía. Así, DiMaggio (1994) señala que «la cultura juega muchos
roles en la vida económica: constituye actores e instituciones económicas, define
fines y medios de acción, y regula la relación entre medios y fines». Con el término
cultura hace referencia a diversos constructos como guiones, normas, costumbres,
esquemas de categorías, significados, valores o rituales. DiMaggio asegura que la
cultura entra con especial fuerza dentro de muchas áreas que son consideradas exó-
genas en la ciencia económica, como los patrones de cambio histórico7.
Como ejemplo de las implicaciones económicas de cuestiones culturales, es re-
velador el caso del que da muestra Zelizer (1978) sobre la transformación durante el
siglo XIX del significado social que tenía el seguro de vida para los norteamericanos,
pasando de ser un sacrilegio a una obligación moral para los cabezas de familia. Para
ello, la industria aseguradora hizo uso del lenguaje religioso e incluso consiguieron
el apoyo de la comunidad clerical, que persuadió a los fieles de asegurar una vida
económicamente digna a su familia en el caso de su muerte. Un caso similar ocurrió
con el mercado de instrumentos derivados, donde a través de una intensa labor
planificada por «lobbies» los derivados pasaron de ser considerados un juego de
apuestas a un serio y respetado producto financiero (MacKenzie y Millo, 2003).
Pero la agenda de la NSE sobre la construcción social de la economía no se ha
ceñido a la construcción de las instituciones y organizaciones sociales, sino que
también ha abordado la cuestión de la construcción social del individuo, lo cual
implica plantearse hasta qué punto los actores económicos —con sus modelos
mentales, significados, preferencias e identidad— están socialmente constituidos
y en qué medida esto tiene un impacto en las relaciones económicas.
Sobre la construcción social del individuo, la NSE busca parte de sus funda-
mentos en la obra de referencia de Berger y Luckmann (1966), tal como recono-
ce Swedberg (1997). Esta obra contiene una detallada microfundamentación del

7
Etzioni (1985), White (1992) y DiMaggio (1994), por citar algunos, también declararán la cultu-
ra como constituyente del actor y de su identidad. Pero esta visión estaba ya presente en la sociología
clásica, por ejemplo, en el hecho social de Durkheim –«formas de obrar, pensar y sentir, exterio-
res al individuo y [que] están dotados de un poder de coacción en virtud del cual se le imponen»
(Durkheim, [1895]1978).

142
La nueva sociología económica y el nuevo institucionalismo en sociología

carácter constituyente que tiene la comunidad de las múltiples dimensiones que


conforman la realidad subjetiva del individuo:
Todo individuo nace dentro de una estructura social objetiva en la cual encuentra a los
otros significantes que están encargados de su socialización y que le son impuestos. Las
definiciones que los otros significantes hacen de la situación del individuo le son presenta-
das a éste como realidad objetiva. De este modo, él no nace solo dentro de una estructura
social objetiva, sino también dentro de un mundo social objetivo (Berger y Luckmann,
1966: 164).
Este proceso de enculturación no solo consistirá en la construcción de un mun-
do positivo sino que irá dotado de significados e implicaciones normativas.
En esta agenda de trabajo es relevante el estudio de la identidad de los indivi-
duos y su formación. Para Berger y Luckmann:
la identidad constituye, por supuesto, un elemento clave de la realidad subjetiva y en cuan-
to tal, se halla en una relación dialéctica con la sociedad. La identidad se forma por pro-
cesos sociales. Una vez que cristaliza, es mantenida, modificada o aun reformada por las
relaciones sociales. Los procesos sociales involucrados, tanto en la formación como en el
mantenimiento de la identidad, se determinan por la estructura social (1966: 214).
Todo esto es relevante porque la constitución del sujeto y de su identidad tie-
ne implicaciones con respecto al comportamiento económico. Un ejemplo recu-
rrente es el de la formación de las preferencias, pero es particularmente importan-
te la constitución de la identidad individual. La identidad contendrá posiciones
en estructuras sociales, pertenencia a grupos y valores últimos, por lo que afectará
a cuestiones como con quién se comercia, con quién se compite, cuáles son los
valores a perseguir, cuáles las restricciones morales y las recompensas o sanciones
sociales a las que será más sensible. Que en una sociedad se promuevan ciertos
valores, que las identidades sean más o menos cerradas y más o menos enfrenta-
das y que las estructuras sean más verticales u horizontales tendrá, como hemos
visto, consecuencias económicas relevantes.
No obstante todo lo anterior, Berger y Luckman (1966) señalan que aunque el
análisis de los elementos cognitivos sea crucial para el análisis sociológico:
esto no significa negar que los análisis puramente estructurales de los fenómenos sociales
resulten del todo adecuados para vastas áreas de investigación sociológica, que van desde
el estudio de pequeños grupos hasta el de grandes complejos institucionales, como la eco-
nomía y la política.
De hecho, el análisis restringido a las estructuras sociales puede ser útil y tendrá la
particularidad de ser comparable interculturalmente.

COMPRENDIENDO EL NUEVO INSTITUCIONALISMO: ENFOQUES SOCIOLÓGICOS


CONTEMPORÁNEOS DE ANÁLISIS INSTITUCIONAL

El surgimiento de nuevos enfoques institucionales en sociología en las últimas


décadas del siglo XX se evidencia en diversas aportaciones. El nuevo instituciona-
lismo en sociología asume el concepto de elección individual dentro de restriccio-
nes para distinguirse de otras tradiciones previas, y encuentra en Weber o Parsons
a algunos de sus principales precursores. Hall y Taylor (1996) señalaban ya la

143
Gonzalo Caballero y David Soto

existencia de un institucionalismo sociológico, en el que incorporaban el trabajo


de March y Olsen (1984), que en el concepto de instituciones incluía diversos
elementos como la simbología, las pautas cognoscitivas, la legitimidad social y los
patrones morales, cuestiones poco relevantes en otros nuevos institucionalismos
históricos, políticos y económicos. Asimismo, este institucionalismo sociológico
asumía el carácter mutuamente interactivo entre las instituciones y la acción indi-
vidual. Buena parte de esta tradición se remonta al neoinstitucionalismo del aná-
lisis organizativo, pero también han existido en tiempos recientes otros esfuerzos
del análisis institucional desde la sociología. Este es el caso principalmente de la
nueva sociología económica institucional, que a su vez ha dado pie, con carácter
reactivo, a nuevas contribuciones del institucionalismo del desarrollo.

El neoinstitucionalismo en el análisis organizacional


Con raíces en la revolución cognitiva y como una muestra más del renaci-
miento del análisis institucional, se ha desarrollado un nuevo institucionalismo
en el seno de la teoría de la organización que ha propuesto el análisis organiza-
cional desde una perspectiva institucional. El neoinstitucionalismo del análisis
organizativo ha analizado cómo el marco institucional y las creencias culturales
influyen en el comportamiento de las organizaciones, y rechazando las perspecti-
vas utilitaristas sobre el comportamiento del individuo defiende un giro cultural
en la teoría social. Este enfoque del análisis organizativo encuentra en Meyer
y Rowan (1977) a sus pioneros, y es plenamente desarrollado por DiMaggio y
Powell (1983, 1991), quienes incorporan aportaciones de Herbert Simon y Max
Weber. En este sentido, DiMaggio y Powell (1983) recurren al concepto de iso-
morfismo para explicar la homogeneidad existente de estructuras organizativas
en un campo organizacional de empresas en base a procesos de conformidad y
adaptación con las reglas del juego y las creencias culturales, así como en base al
valor de la legitimidad para la supervivencia y éxito de la empresa. Este enfoque
comenzó centrándose en el análisis de los procesos por los que las instituciones
dan forma a las estructuras organizativas, pero su ámbito de estudio se fue exten-
diendo al profundizar en los complejos mecanismos de reproducción, difusión y
cambio institucional o al emprender una microfundamentación cognitiva para los
procesos de institucionalización.
Como origen de este neoinstitucionalismo de la organización se suele estable-
cer la publicación de Meyer y Rowan (1977), donde se presenta parte de los pun-
tos centrales de la disciplina. En este artículo sostienen que las organizaciones se
ven obligadas a incorporar prácticas y procedimientos basados en concepciones
institucionalizadas en la sociedad. Estas concepciones institucionalizadas consis-
ten en un conjunto de productos, servicios, técnicas, políticas y programas que
funcionan como poderosos mitos racionales y que son adoptados por las empre-
sas ceremonialmente. La coherencia de la estructura de la organización con las
reglas institucionalizadas va a dotarla de legitimidad y estabilidad e incrementar
sus posibilidades de supervivencia.
En Berger y Luckmann (1966) aparece un hecho que ha resultado cen-
tral para este neoinstitucionalismo: «las estructuras organizativas reflejan
una realidad socialmente construida». Meyer y Rowan (1977) introducirán

144
La nueva sociología económica y el nuevo institucionalismo en sociología

su concepto de isomorfismo entendido como el modo en el que una sociedad


reproduce estructuras —o incorpora elementos estructurales— organizativos
a semejanza de las almacenadas en su cognición en forma de mitos racionales.
Este isomorfismo con el ambiente institucional se convierte, por varias ra-
zones, en una necesidad para la supervivencia y obliga a las organizaciones a
incorporar estos elementos legitimados externamente y que a menudo pueden
encontrarse en conflicto con criterios de eficiencia. Como resultado existirá
una tendencia a la homogeneidad de las estructuras organizativas dentro de
un ambiente dado.
En el artículo seminal del nuevo institucionalismo organizativo, DiMaggio
y Powell (1983) destacan que las aportaciones de Meyer y sus compañeros
(Meyer y Rowan, 1977; Meyer y Hannan, 1979; Meyer y Scott, 1983) carecen
de una explicación concreta sobre cómo los mitos y las ceremonias se erigen en
la sociedad y a qué intereses sirven inicialmente. Propusieron tres mecanismos
a través de los cuales se produce el cambio institucional isomórfico: el meca-
nismo coercitivo, por el que el isomorfismo nace de la influencia política; el
mecanismo mimético, por el que el isomorfismo proviene de adoptar respues-
tas estándar ante la incertidumbre; y el mecanismo normativo, asociado con la
profesionalización, tanto como consecuencia de haber recibido una educación
formal común como de la existencia de redes de profesionales que facilitan
la difusión de estos modelos de trabajo. Posteriormente aportarán un cuarto
mecanismo, el proselitismo o evangelización, que da cuenta de los esfuerzos de
emprendedores institucionales en defender o influir en la adopción de ciertas
prácticas.
Este nuevo institucionalismo organizativo ha estado estrechamente relaciona-
do con la NSE, pero tres argumentos pueden ayudar a comprender sus similitu-
des y diferencias:
A) En una línea argumental similar a la NSE, el neoinstitucionalismo or-
ganizativo asume que las organizaciones están profundamente insertadas en los
ambientes sociales y políticos, y que, como consecuencia, las prácticas y estruc-
turas organizativas son a menudo reflejos de las reglas, creencias y convenciones
contenidas en un ambiente social más amplio (Powell, 2007). Asimismo, también
sugiere que las preferencias individuales y aquellas categorías de pensamiento tan
básicas como el «yo», la acción social, el Estado o la ciudadanía están modela-
dos por fuerzas institucionales. Se desarrolla una concepción de las instituciones
como variables independientes, un giro hacia las explicaciones cognitivas y cultu-
rales, el rechazo a los modelos de actores racionales y un interés por las propie-
dades de las unidades de análisis supraindividuales que no pueden ser reducidas
a agregaciones o consecuencias directas de atributos o motivos individuales (Di-
Maggio y Powell, 1991).
B) Paul DiMaggio (1990) considera demasiado artificial la visión funda-
mentalmente estructural de Granovetter. Los patrones de relaciones sociales con-
ducen y canalizan la adquisición y expresión de la cultura, y los patrones de cog-
nición están profundamente implicados en la construcción de la estructura social.
Anteriormente la tradición en sociología y antropología ya hacía referencia a la
inserción cultural y no solo estructural del intercambio económico, entendida

145
Gonzalo Caballero y David Soto

como la tendencia de las personas a ver los intercambios en términos de relacio-


nes de roles, guiones normativos definiendo lo que uno puede intercambiar, con
quién y cómo debería hacerlo. La situación de Granovetter va a consistir esen-
cialmente en una posición en la red relacional de los individuos, mientras que esta
última contempla ya los derechos y obligaciones culturalmente asociados a un
estatus (DiMaggio, 1990). Desde esta perspectiva, señala la radicalidad cultural
en la construcción de los mercados y las empresas. Argumenta que:
tal y como Polanyi mostró que el mercado autorregulado es una construcción cultural,
los investigadores de las organizaciones han demostrado que las burocracias son artefactos
culturales y materiales. De hecho, como Meyer ha apuntado, nuestras nociones de empresa
y de mercado pueden ser vistas como emanando de una explicación dada por la cultura
occidental (DiMaggio, 1990).
C) El nivel de análisis del neoinstitucionalismo organizativo se establece en el
campo organizacional, lo cual es otra característica distintiva con respecto al indi-
vidualismo metodológico de la elección racional y a las perspectivas relacionales y
estructurales del análisis de redes. El campo organizacional consiste en un conjunto
de organizaciones que constituyen una reconocida área de vida institucional; contie-
ne productores, consumidores, intermediarios, consultores, agencias reguladoras u
otras organizaciones que puedan ser clave. La estructura del campo organizacional
no es determinada a priori, debe ser definida en base a la investigación empírica (Di-
Maggio y Powell, 1983).
Además del campo organizacional y del fenómeno del isomorfismo es conve-
niente presentar otros tres conceptos fundamentales para el neoinstitucionalismo
organizativo: el proceso de institucionalización, la condición cognitiva de «dado-
por-hecho» (taken-for-granted) que adquiere un elemento y la legitimidad, con-
ceptos provenientes de Berger y Luckmann (1966)8.
De este modo, la institucionalización es el proceso por el cual los patrones
alcanzan una rigidez normativa y cognitiva, y llegan a ser «dado-por hecho» (Me-
yer, Boli y Thomas, 1987: 13). Estos procesos, obligaciones o realidades sociales
vienen a tomar un estatus de regla en el pensamiento y la acción social (Meyer
y Rowan, 1977). Las organizaciones van a tener que incorporar estos elementos
institucionales en sus estructuras organizativas.
Muchos de los puestos, políticas, programas y procedimientos de las organizaciones mo-
dernas están promovidos por la opinión pública, por los puntos de vista de miembros im-
portantes, por el conocimiento legitimado a través del sistema educativo, por el prestigio
social, por las leyes y por las definiciones de negligencia y prudencia usados en los juzga-

8
Berger y Luckmann (1966) sostienen que la «institucionalización aparece cada vez que se da
una tipificación recíproca de acciones habitualizadas por tipos de actores». Esta definición gira en tor-
no a tres conceptos fundamentales: habituación, tipificación y reciprocidad. La «habituación» supone
que todo acto que se repite con frecuencia, crea un patrón que luego puede reproducirse con menor
esfuerzo y es asimilada como pauta por el que la ejecuta. Los procesos de habituación anteceden a
toda institucionalización, y es en el proceso de institucionalización donde la reciprocidad mutua-
mente reconocida y aceptada de un hábito alcanza un carácter coordinador dentro de un conjunto de
individuos. Por otro lado, la institución misma «tipifica» tanto a los actores individuales como a las
acciones individuales —es decir, la institución establece que las acciones del tipo X sean realizadas por
actores de tipo X—. Existe, por tanto, para la institucionalización, una aceptación o reconocimiento
recíproco entre las partes tipificadas.

146
La nueva sociología económica y el nuevo institucionalismo en sociología

dos. Tales elementos de la estructura formal son manifestaciones de poderosas reglas insti-
tucionales que funcionan como mitos altamente racionalizados que son obligatorios para
determinadas organizaciones (Meyer y Rowan, 1977).
Esta necesidad de cumplir con las reglas institucionalizadas que comparten to-
das las organizaciones y relaciones en una especie de sistema de coordinación es la
que nos obliga a hablar de legitimidad. Cooperar con las reglas institucionalizadas
es cooperar con un sistema simbólico de coordinación a nivel social. Esta coope-
ración es la que legitima la existencia de la organización dentro de la sociedad, sus
relaciones de poder, sus estrategias, sus acciones o sus productos.
La perspectiva institucional en el análisis organizativo ha generado un exten-
so campo fértil para el avance científico durante las últimas cuatro décadas. Este
avance permite concluir, entre otras cosas, que el campo organizacional no debe
concebirse como institucionalmente cohesionado y monolítico, sino que más bien
está institucionalmente fragmentado y es frecuente el conflicto entre reglas o mo-
delos organizacionales (March y Olsen, 1989; Meyer, Scott y Strang, 1987; Powell,
1988; Scott, 2005). El estudio de la difusión y reproducción institucional, de la
institucionalización y la desinstitucionalización, de los procesos de legitimación
y del papel del poder y los intereses de los actores, entre otros, nutre la agenda de
trabajo empírico del nuevo institucionalismo organizativo de las últimas décadas.
A pesar de que este neoinstitucionalismo organizativo ha utilizado un con-
cepto laxo de institución que acaba concibiendo como institución casi todo y de
que no pretendió fundamentar las decisiones de los individuos en los contextos
institucionales, lo cual ha caracterizado los esfuerzos del nuevo institucionalis-
mo, Nee (1998a: 11) concluye que «los argumentos centrales en el nuevo insti-
tucionalismo organizativo no son inconsistentes con la racionalidad-limitada-al-
contexto si los actores son vistos como organizaciones», y de este modo respalda
su componente de nuevo institucionalismo. En esta dirección, Powell (2007) sos-
tiene la conveniencia de un diálogo cooperativo de este neoinstitucionalismo con
otras aproximaciones del análisis institucional.

La nueva sociología económica institucional (NSEI)


La nueva sociología económica institucional (NSEI) emerge en la sociología
a finales del siglo XX en paralelo al desarrollo de la nueva economía institucional
(NEI) en la ciencia económica. Con el Centro para el Estudio de la Economía y
la Sociedad de la Universidad de Cornell como principal centro neurálgico, y con
Victor Nee como su principal referente, la NSEI desarrolla el análisis sociológico
a partir del marco de la NEI, y constituye el mejor ejemplo de nuevo institu-
cionalismo en sociología si consideramos a la NEI como principal referente del
nuevo institucionalismo en ciencias sociales (Williamson, 2000).
Este enfoque considera útil la distinción northiana entre instituciones, en-
tendidas como reglas, y organizaciones, entendidas como jugadores, y pretende
conocer el papel de las instituciones sociales para facilitar, motivar o gobernar el
comportamiento económico. En buena medida, la NSEI pretende sacar partido
de la ventaja comparativa de la sociología para estudiar los mecanismos sociales
que encauzan los intereses económicos y dan forma al comportamiento econó-

147
Gonzalo Caballero y David Soto

mico, así como aquellos que interrelacionan la organización social informal de los
grupos socialmente vinculados y las reglas formales de estructuras institucionales
ejecutables por Estados y organizaciones (Nee y Swedberg, 2005).
La NSE encontró en las ideas de arraigo social y construcción social de los
mercados dos de sus leitmotiv, y realmente estas ideas no son sino elementos ins-
titucionales informales. De hecho, Granovetter (1992) intentó extender su mar-
co conceptual para explicar las instituciones económicas como construcciones
sociales y planteó que las instituciones pueden ser comprendidas como «redes
congeladas». Sin embargo, el enfoque del arraigo social de Granovetter carece de
un enfoque global sobre las instituciones, y por ello la NSEI se construirá a partir
del enfoque de la NEI y no desde el enfoque del arraigo social de Granovetter.
De este modo, la NSEI define a una institución como un sistema de elemen-
tos formales e informales interrelacionados (costumbres, creencias compartidas,
normas y reglas) que gobierna las relaciones sociales y dentro del cual los actores
buscan y fijan los límites de los intereses legítimos (Nee, 2005). Las instituciones
son concebidas como estructuras sociales dominantes, y el cambio institucional
implica no solamente cambiar las reglas formales sino que requiere la reasigna-
ción de intereses, normas y poder. El concepto de instituciones de la NSEI asu-
me dos cuestiones claves del análisis económico: la idea de interés propio como
motivación de los individuos y la idea de individualismo metodológico, lo cual
le da un carácter pleno de nuevo institucionalismo en la línea de la NEI (Nee y
Swedberg, 2005). Perfilando el enfoque de la NSEI, Nee (2005) apunta que se si-
túa entre la asunción de racionalidad limitada de los economistas y el giro cultural
de la sociología organizativa.
Nee y Swedberg (2005: 807) señalan que:
el modelo causal en la nueva sociología económica institucional integra un micro-funda-
mento basado en la búsqueda racional de intereses limitada al contexto, influenciada por
relaciones sociales y normas, con la idea de que cada economía tiene un marco institucional;
[…] los mecanismos causales operan en ambas direcciones, del nivel macro al micro, y del
micro al macro. El modelo causal multinivel, por lo tanto, se ha desplazado bastante más
allá de la perspectiva del arraigo social hacia un enfoque de las instituciones y las relaciones
sociales que puede explicar mejor las emergencia, persistencia y transformación de las ins-
tituciones económicas y el comportamiento.

Mientras los nuevos institucionalistas económicos se han centrado en el cum-


plimiento y monitoreo de instituciones formales, los nuevos institucionalistas
sociólogos se centran más bien en la naturaleza y estructura de las relaciones so-
ciales como factor determinante del comportamiento económico, así como de las
relaciones de los grupos sociales y las normas informales con las reglas formales
para afectar el comportamiento (Nee, 1998a).
Los incentivos y desincentivos que emanan del entorno institucional, en combinación con
los intereses, necesidades y preferencias de los individuos, influencian si las normas y redes
dan lugar a un acoplamiento adecuado de reglas formales e informales, o a un desacopla-
miento a través de normas que se oponen (Nee y Swedberg, 2005).

Si las normas sociales de ciertos grupos incorporan una estructura de intere-


ses que es congruente con los incentivos de las instituciones formales, las prefe-

148
La nueva sociología económica y el nuevo institucionalismo en sociología

rencias e intereses de los grupos sociales y los individuos son consistentes con
los objetivos de la matriz institucional formal, por lo que endógenamente los
comportamientos derivados de las reglas formales y normas informales se refor-
zarán. En caso contrario de oposición entre reglas formales y normas informales,
pueden surgir redes de comportamiento dispuestas a resistir pasivamente las re-
glas formales o incluso activamente, desafiando tales reglas y pudiendo minar la
autoridad de donde emergen (Nee, 1998b, 2005).

Diversos experimentos económicos han señalado la importancia de los pre-


mios y castigos sociales a la hora de facilitar y motivar la confianza económica y el
no-oportunismo (Nee, 2005). Así, la NSEI aborda cuestiones como por qué existe
un mayor nivel de confiabilidad en grupos sociales cuyos miembros interactúan
que en las transacciones entre extraños, y responde estudiando los mecanismos
intrínsecos a las relaciones sociales que desarrollan y mantienen el comportamien-
to cooperativo dentro de grupos «close-knit», capacitando a las actores a actuar
colectivamente para conseguir sus intereses (Nee y Swedberg, 2005). Justamente
estudiar tales mecanismos intrínsecos a los grupos sociales implica abordar la in-
vestigación de las normas sociales conceptualizadas como reglas informales, por
ejemplo para explicar cómo ciertas restricciones informales pueden aumentar la
productividad en las economías de mercado avanzadas (Nee, 1998b).

Nee e Ingram (1998) defienden que los individuos conjuntamente producen y


sostienen normas para capturar las ganancias de la cooperación. En concreto, en
seis puntos recapitulan ideas básicas que resultan útiles para comprender este en-
foque (Nee e Ingram, 1998): 1) Los individuos conjuntamente producen y sostie-
nen normas para capturar las ganancias de la cooperación. 2) Cuanto más frecuen-
te sea la interacción entre miembros de un grupo, más efectivo será el monitoreo
de sus normas. 3) La exitosa consecución de valores por miembros de un grupo
genera un refuerzo efectivo para la conjunta producción y el mantenimiento de las
normas informales. 4) El estrecho acoplamiento entre normas informales y reglas
organizativas formales implica un buen funcionamiento organizativo. 5) Cuando
las reglas formales contradicen las preferencias e intereses de subgrupos en una or-
ganización se producirá un desacoplamiento de las normas informales y las reglas
formales de la organización. 6) Cuando se percibe que el liderazgo organizativo y
las normas formales están reñidas con los intereses y preferencias de los actores en
subgrupos, las normas informales que se oponen a las reglas formales emergerán
para «forzar la jaula de hierro» de las reglas organizativas formales.

Cuatro casos de referencia pueden ilustrar los esfuerzos realizados por el mo-
delo multi-causal de la NSEI (Nee, 2005). En primer lugar, el modelo weberia-
no de crecimiento económico que recoge la importancia del desarrollo de una
burocracia basada en méritos para impulsar el crecimiento económico (Evans y
Rauch, 1999). En segundo lugar, un modelo teórico dinámico que explica el pro-
ceso evolutivo de transición al mercado a través de la dificultad del compromiso
político y de la desinstitucionalización del sistema de economía planificada del
sistema comunista (Nee y Lian, 1994). En tercer lugar, el modelo de White (2001)
que especifica y explica un mecanismo de mercado que se desarrolló endóge-
namente por productores que envían señales a otros en el mercado de la pro-
ducción. En cuarto lugar, el estudio de Burawoy (1979) del acoplamiento entre

149
Gonzalo Caballero y David Soto

normas informales y estructuras organizativas formales que favorece el entorno


institucional del capitalismo avanzado caracterizado por la paz industrial y la alta
productividad.
En conclusión, el principal reto de la NSEI es «explicar la naturaleza de las
relaciones entre elementos de diferentes niveles del modelo causal multinivel para
explicar cómo las organizaciones sociales informales interactúan con grandes es-
tructuras institucionales» (Nee y Swedberg, 2005: 807).

El institucionalismo sociológico del desarrollo: contribuciones recientes


En los últimos años ha surgido un conjunto de aportaciones que señalan que
el nuevo institucionalismo ha carecido de la profundidad de análisis que permite
la sociología y proponen un marco alternativo que recurre a la teoría sociológica
clásica y contemporánea con el propósito de conseguir superar las limitaciones
del análisis institucional contemporáneo para entender el desarrollo. La NEI, con
Douglass North como referente del análisis institucional, ha protagonizado el
retorno de las instituciones a la agenda de investigación en ciencias sociales, pero
sociólogos como Peter Evans o Alejandro Portes apuntan las debilidades de ese
marco conceptual y, en palabras de Portes (2006), resulta necesario «revertir esas
tendencias recordando conceptos y distinciones claves de la teoría sociológica e
ilustrando su utilidad analítica».
El discurso de este institucionalismo sociológico del desarrollo se construye
por Portes (2006) a partir de aportaciones como Campbell (2004) o Evans (2004), y
es extendido en Portes y Smith (2010, 2012). Realmente, este programa de trabajo
ha considerado que el «giro institucional» promovido por los economistas ha sido
un acercamiento a «lugares comunes», y Portes (2006) llega a sostener que «los eco-
nomistas no están entrenados profesionalmente para tratar los múltiples elementos
de la vida social ni su interacción»9. Considera que ese «giro institucional» carece
de un marco teórico sólido, por lo que no ha cubierto las expectativas generadas, y
defiende la necesidad de elaborar un «institucionalismo denso» frente a la «versión
institucionalista ligera» que considera que representan la NEI y la NSEI. Este en-
foque concluye que el nuevo institucionalismo no alcanza a comprender muchos
fenómenos en profundidad, y plantea recurrir a un institucionalismo denso que
recupere conceptos y esquemas de razonamiento clásicos de la sociología que per-
mitan escapar de razonamientos circulares y de la mera descripción institucional.
En cinco argumentos podemos presentar algunos de los conceptos e ideas
principales que Portes (2006) considera fundamentales para revitalizar y densifi-
car el análisis institucional desde la sociología.
En primer lugar, es importante distinguir analíticamente los conceptos de cul-
tura y estructura social. De acuerdo a Portes (2006), la cultura incorpora los ele-
mentos simbólicos esenciales para la interacción humana, la comprensión mutua
y el orden (constituye la esfera de los valores, los marcos cognitivos y el conoci-

9
Por ejemplo, Portes (2006) considera que un «lugar común» como afirmar que las caracterís-
ticas del contexto social dependen de la época y del lugar «no lleva teóricamente a ninguna parte,
puesto que esta afirmación no es falsable».

150
La nueva sociología económica y el nuevo institucionalismo en sociología

miento acumulado). La estructura social está compuesta por personas reales que
desempeñan roles ordenados en una escala jerárquica (es la esfera de los intereses,
individuales y colectivos, respaldados por el poder).
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que la cultura y la estructura social
implican una jerarquía de relaciones causales desde factores socialmente profun-
dos a otros más superficiales. En este sentido, debemos considerar que los valo-
res representan principios morales generales, mientras las normas son directivas
concretas para la acción. Por ello, los valores están implícitos en las normas, que
son reglas que indican lo que los individuos pueden y no pueden hacer, y el aca-
tamiento de las normas (las sanciones) puede ser formal o informal (Portes, 2006).
En tercer lugar, frente al olvido del nuevo institucionalismo económico, polí-
tico y sociológico, es necesario recuperar la importancia del concepto sociológico
de rol (paquetes ordenados de normas) como instrumento analítico fundamental,
entendiendo que los roles son el conjunto de comportamientos prescritos para
quienes ocupan posiciones sociales particulares (Portes y Smith, 2012).
En cuarto lugar, no se puede olvidar que la esfera del poder configura parte del
nivel profundo de la vida social y que los diferenciales de poder en la realidad son
fundamentales para entender las instituciones10. Esto es así porque los diferencia-
les de poder originan clases sociales, que entendemos como grandes agregados
cuya posesión o exclusión de los recursos lleva a diferentes oportunidades de
vida y de capacidades para influir en los acontecimientos (Portes, 2006; Portes y
Smith, 2012).
En quinto y último lugar, Portes (2006) presenta a las organizaciones como
aquello que los actores sociales normalmente habitan en el curso rutinario de su
vida, e incorporan las manifestaciones más visibles de las estructuras implícitas
de poder. En base a esto, considera que las instituciones constituyen el plano sim-
bólico de las organizaciones: son conjunto de reglas, escritas o informales, que
gobiernan las relaciones entre los ocupantes de roles en todo tipo de estructuras
organizativas de la sociedad (Portes y Smith, 2012).
De este modo, este enfoque sociológico propuesto intenta formar un denso
institucionalismo sociológico que asuma elementos claves como los siguientes
(Campbell, 2004; Portes, 2006): 1) La distinción entre la esfera simbólica y la
realidad material. 2) Una comprensión del carácter jerárquico de ambas esferas.
3) Una identificación de los conceptos que las conectan. 4) Una teoría del cambio
social que profundice en el cambio institucional.
Portes (2006) recurre a Campbell (2004) para abordar el «problema del cam-
bio» de las instituciones, señalando que la difusión y la dependencia de la tra-
yectoria son dos determinantes del cambio y que el cambio institucional no es
idéntico al cambio de la estructura de clases o del sistema de valores. Pero el
cambio puede afectar a niveles profundos de la cultura y de la estructura social,
y es posible incluso que cuestiones religiosas afecten fuertemente a la cultura si

10
Desde Weber, el poder aparece como la habilidad de un actor para imponer su voluntad sobre
la resistencia de otros, y el poder intenta convertirse en autoridad convenciendo a los subordinados
de la justicia de esa subordinación (Portes, 2006).

151
Gonzalo Caballero y David Soto

influyen en el sistema de valores. Además, el cambio puede ser revolucionario en


la esfera de la estructura social si estamos ante una lucha de élites que se sustitu-
yen unas a otras. Por todo ello, Portes (2006) considera que una teoría del cambio
basada en la dependencia de la senda y la difusión cultural es insuficiente, y con-
cluye que Campbell (2004) no especifica las «múltiples dimensiones» necesarias
para explicar el cambio. La propuesta de Portes (2006) indica que para explicar el
cambio de las instituciones es necesario incorporar cinco fuerzas: a) la dependen-
cia de la senda que produce el cambio en el nivel más visible; b) la difusión que
lleva al cambio evolutivo en los niveles intermedios de la cultura; c) los avances
científicos y tecnológicos; d) la profecía carismática capaz de transformar los va-
lores y la cultura; e) las luchas entre élites y clases que afectan a la distribución del
poder. Si no se incorporan estas cinco fuerzas, el análisis del cambio centrado en
las instituciones es un retroceso frente al saber acumulado de las ciencias sociales.
Para dotar de contenido los esfuerzos de este análisis sociológico institucional
vamos a analizar las aportaciones que realiza sobre tres cuestiones de referencia
de su agenda de trabajo reciente:
A) El análisis del trasplante de formas institucionales del Occidente desa-
rrollado al mundo menos desarrollado ha sido un argumento central de este en-
foque. Para Portes (2006), los intentos de trasplante se basan en una perspectiva
de «monocultivo institucional», en expresión de Evans (2004), que no tiene en
cuenta el entorno sociocultural y conducen al fracaso. Esto es así porque el injer-
to institucional se produce en el nivel superficial de las cosas, y a menudo choca
con las estructuras que provienen de los valores y el poder. Portes señala a Hoff
y Stiglitz (2001), Evans (2004) y Roland (2004) como a las principales referencias
que advierten de este fracaso del trasplante institucional, por ejemplo cuando se
introducen nuevas reglas formales y no se produce un cambio simultáneo de la
estructura de poder. Pero no incorpora las reflexiones de otros nuevos institucio-
nalistas como Douglass North o Thráinn Eggertsson, que también han advertido
de la dificultad de ese tipo de trasplantes11.
B) El estudio de las transiciones de la fertilidad permite a este instituciona-
lismo exponer el modelo de análisis que propone para los fenómenos sociales e
institucionales. Después de revisar varias teorías sobre la transición de la ferti-
lidad, Portes (2006) concluye que J. Caldwell (1980) desarrolla un argumento
preciso y falsable al identificar un posible determinante real de las transiciones
de la fertilidad, a saber, la educación pública masiva. De este modo, considera
que la teoría de J. Caldwell (1980) está mejor construida que otras teorías de las
transiciones de la fertilidad, pues especifica el hecho que provoca los cambios en
la cultura y expone un principio generalizable a diversos contextos. Para Portes
(2006) la teoría de J. Caldwell (1980) expone cómo cambios en una institución

11
Mientras los injertos institucionales comienzan en los niveles superficiales de la sociedad,
Evans (2004, 2005), y en cierta medida Portes (2006), plantea la necesidad de una estrategia participa-
tiva que se base en el «desarrollo deliberativo» (Sen, 1999) para fomentar el desarrollo real. Sen (1999)
indica que el libre intercambio de ideas y la profundización democrática-participativa son el único
camino para el desarrollo real de las sociedades, pues considera que la participación democrática es
una parte imprescindible del desarrollo en sí mismo. En todo caso, Evans y Portes reconocen que la
dinámica del poder puede ser un obstáculo para las posibilidades del desarrollo deliberativo.

152
La nueva sociología económica y el nuevo institucionalismo en sociología

(la educación) supone cambios en otra institución (la familia), pero Portes (2006)
amplía el marco conceptual para explicar los cambios en los sistemas educativos
en base a la competencia entre Estados y la lucha de clases. De este modo, da un
paso más allá en la cadena causal de explicaciones.
C) Recientemente, Portes y Smith (2010, 2012) estudian en varios trabajos
empíricos el papel y la relevancia de las instituciones en el desarrollo de América
Latina. En el trabajo de 2010, estudian una muestra de instituciones de cinco
países latinoamericanos que reciben valores similares en los índices de calidad
institucional. Usando el análisis cualitativo comparado para estudiar los deter-
minantes causales que son suficientes o necesarios para provocar un resultado,
y considerando el desarrollo como una conjunción de crecimiento económico,
equidad social y derechos democráticos, se analiza cómo las organizaciones estu-
diadas contribuyen al desarrollo, para lo cual no solo se considera fundamental la
calidad interna sino también la capacidad de colaboración de la organización con
los actores estratégicos. Portes y Smith (2012) incorporan los análisis detallados
de las instituciones estudiadas de cada uno de esos cinco países latinoamericanos,
donde las agencias económicas han sido las beneficiarias de pujantes reformas del
Estado mientras las organizaciones al servicio del público general han recibido
menos atención.
Por lo tanto, el marco conceptual que propone este institucionalismo del de-
sarrollo proviene de los clásicos de la sociología de finales del XIX y principios
del XX (Portes y Smith, 2012). El uso de este marco conceptual puede ayudar a
desarrollar el potencial del nuevo institucionalismo.

CONCLUSIONES
En las últimas décadas la sociología económica ha experimentado un impulso
renovado, y paralelamente diversos enfoques institucionales contemporáneos han
contribuido al desarrollo de un nuevo institucionalismo en sociología. La revisión
realizada en este capítulo recoge algunos de los principales enfoques y argumentos,
y permite un acercamiento al estado de ciertos programas de investigación que están
activos en la sociología de las primeras décadas del siglo XXI. En todo caso, la agenda
de este capítulo ha sido selectiva para centrarse en aquellos programas sociológicos
que son más relevantes para entender el nuevo institucionalismo en las ciencias socia-
les, por lo que el capítulo se ha focalizado en los argumentos de la NSE, el neoinsti-
tucionalismo organizativo, la NSEI y las recientes aportaciones institucionales sobre
el desarrollo. Todo ello permite una aproximación original y novedosa para entender
las relaciones entre sociología económica y nuevo institucionalismo en la actualidad.
Para entender el porqué de la agenda de trabajo de este capítulo debemos recu-
rrir como punto de partida a nuestro interés sobre el nuevo institucionalismo. Real-
mente no existe una definición unánime sobre el concepto de nuevo institucionalis-
mo y sus características esenciales. De hecho, la literatura está plagada de referencias
al nuevo institucionalismo o al neoinstitucionalismo con diferentes significados, es
decir, denominando de este modo a distintos enfoques o tipos de trabajo socioló-
gico. Sin embargo, lo más común en las ciencias sociales es aceptar que el nuevo
institucionalismo implica una atención a las decisiones y comportamiento de los in-

153
Gonzalo Caballero y David Soto

dividuos en un determinado contexto institucional. Esto es lo que ha caracterizado


al nuevo institucionalismo en economía y ciencia política frente a los institucionalis-
mos tradicionales de estas ciencias, los cuales no incorporaban modelos explicativos
del comportamiento individual, y esta renovación metodológica ayuda a entender
la consolidación y reconocimiento del nuevo institucionalismo, por ejemplo en la
ciencia económica. No obstante, la atención a los comportamientos individuales no
debe entenderse necesariamente como una claudicación ante el «imperialismo» del
individualismo metodológico, sino que buena parte de los esfuerzos del nuevo insti-
tucionalismo lo han matizado e incluso revisado. Este es el caso de las propuestas de
Agassi (1975) y Toboso (2001) sobre el individualismo institucional, o del enfoque
utilizado recientemente en las aportaciones de North (2005a) y Greif (2006).
Desde los años noventa del siglo pasado ha existido un esfuerzo sociológico
por estudiar las instituciones que tomó como punto de partida el marco de la
NEI. Se trata del programa de investigación de la NSEI, que podemos entender
como una extensión y modificación de la NEI hacia el estudio de las normas in-
formales, valores y grupos sociales. Como se ha señalado, esta NSEI parte de las
ideas de interés propio como motivación de los individuos y de individualismo
metodológico, por lo que asume cuestiones centrales para poder ser identificado
con un nuevo institucionalismo en sociología.
La NSEI, además de con la NEI, ha interactuado con otro programa de inves-
tigación previo, el de la NSE. Desde la década de los ochenta, la NSE experimen-
tó un importante desarrollo y la NSEI se valió de los avances de la NSE y de la
NEI para definir su agenda de trabajo. Ahora bien, siendo la NSEI un programa
representativo de nuevo institucionalismo en sociología, podemos señalar que
también el neoinstitucionalismo organizativo puede considerarse consistente con
la asunción de racionalidad-limitada-al-contexto si concebimos a las organizacio-
nes como actores, tal como indica Nee (1998a).
Las aportaciones recientes que sobre las relaciones entre instituciones y desa-
rrollo elabora fundamentalmente Alejandro Portes suponen una «vuelta de tuerca»
en el debate sobre el institucionalismo de la sociología actual. Por una parte, la pro-
puesta de Portes de retornar a conceptos clásicos de la sociología puede ser de enor-
me interés para el desarrollo futuro de la agenda institucionalista. Por otra, resulta
necesario reconocer que el marco de la sociología clásica no consiguió los avances y
desarrollos que el nuevo institucionalismo ha generado para estudiar diversos fenó-
menos aplicados y concretos, y que ha sido este nuevo institucionalismo el que ha
permitido el «giro institucional» en las ciencias sociales. Por ello, frente al carácter
combativo de Portes (2006) contra el nuevo institucionalismo de tipo NEI o NSEI,
quizás una perspectiva que reconozca los avances del nuevo institucionalismo pero
asuma la conveniencia de profundizar en el análisis sociológico en base a conceptos
de la sociología clásica y contemporánea pueda resultar más útil. Pensemos, por
ejemplo, que nociones de la NEI, como los modelos mentales compartidos o la
dependencia de la senda, impulsan la comprensión del cambio institucional desde
perspectivas en las que las normas sociales ocupan un lugar predominante.
Finalmente, apuntamos cinco reflexiones finales sobre la sociología econó-
mica y el nuevo institucionalismo sociológico que pueden ayudar a concluir el
panorama aportado por este capítulo.

154
La nueva sociología económica y el nuevo institucionalismo en sociología

En primer lugar, hay que señalar que la delimitación de los distintos pro-
gramas de trabajo y enfoques aquí presentados no siempre es nítida y puede ser
objeto de discusión, pues no estamos trabajando con escuelas de pensamiento
que definan a priori sus principios fundamentales, por lo que el establecimiento
de límites entre programas a posteriori no es sencillo. Las fronteras de la NSE,
el análisis organizacional, la NSEI y el institucionalismo del desarrollo no son
siempre claras, y no solo existen aportaciones y autores que pueden realizar con-
tribuciones en varios de estos programas, sino que incluso otro esquema de en-
foques podría ser válido. En particular, el enfoque neoinstitucional de la teoría
organizacional podría enmarcarse directamente en la agenda de la NSE, y a la vez
los cuatro enfoques podrían encuadrarse en un gran área de sociología económica
de las instituciones.
En segundo lugar, el diálogo y la colaboración entre los distintos enfoques
de la NSE y el institucionalismo sociológico contemporáneo constituyen una
vía necesaria para el avance del análisis institucional en sociología. El plantea-
miento que asumimos conlleva una buena dosis de eclecticismo, entendiendo que
para cada problema debemos seleccionar el enfoque más adecuado. Pero además
resulta necesario fomentar el diálogo y la colaboración entre enfoques porque
unos enfoques pueden enriquecerse con aportaciones de otros a la hora de es-
tudiar elementos institucionales concretos. Al analizar el estado de la sociología
económica actual, Portes (2010) destaca la necesidad de tender puentes entre los
distintos enfoques contemporáneos y clásicos, y para ello defiende una separa-
ción de las meta-asunciones teóricas (incrustación, consecuencias no deseadas y
poder) de los conceptos teóricos que sirven para hacer operativo el trabajo apli-
cado (capital social, institución y clase social). Además, ya hemos señalado que
la delimitación entre programas de investigación no es rotunda, y en concreto
que existen relaciones, por una parte, entre la NSE y el neoinstitucionalismo or-
ganizacional y, por otra, entre la NSE y la NSEI, que pueden ser profundizadas.
También se ha señalado en Gutiérrez (2001) la importancia de conectar la NSE
con las perspectivas de la elección racional, lo cual se puede traducir en reclamar
mayor interacción entre la NSE y la NSEI, pues esta asume el individualismo y el
interés individual en su modelo de explicación. Por otra parte, también indicamos
que la revitalización de conceptos de la sociología clásica y contemporánea en
el marco del nuevo institucionalismo sociológico es un reto destacado, y desde
nuestra argumentación, la relación entre la NSEI y el institucionalismo de Portes
(2006) generará más resultados desde una perspectiva constructiva que desde una
dialéctica de confrontación.
En tercer lugar, más allá del debate teórico y metodológico, la prueba de fue-
go para el nuevo institucionalismo en la sociología económica es avanzar en el
trabajo empírico. Esto ha sido uno de los elementos distintivos de la NEI, que
frente a un viejo institucionalismo económico muy preocupado por el debate
metodológico, priorizó el trabajo empírico sobre las instituciones desde distintas
perspectivas y con métodos variados. Al igual que en el caso de la economía,
también la sociología económica e institucional conseguirá un mayor grado de
reconocimiento a medida que avance en el trabajo empírico y aplicado. En cier-
to sentido, esto supone que a través del estudio de las instituciones en muchos
casos concretos podremos ir sacando conclusiones y elaborando teorías empí-

155
Gonzalo Caballero y David Soto

ricamente fundamentadas. Entre los retos a cubrir a través del avance teórico y
aplicado, Nee y Swedberg (2005) destacan que una cuestión central para el nuevo
institucionalismo es integrar el análisis institucional comparado en la sociología
económica.
En cuarto lugar, el nuevo institucionalismo en sociología implica un esfuerzo
interdisciplinar en las ciencias sociales que permite avanzar hacia unas nuevas
ciencias sociales institucionales. El trabajo conjunto de sociólogos, economistas
y politólogos, entre otros científicos sociales, resulta necesario para comprender
qué son, cómo cambian y a qué afectan las instituciones. Y más allá de preten-
siones de teorías universales, este esfuerzo interdisciplinar deberá dotarse de un
alto componente de evidencia histórica para poder comprender y contextualizar
históricamente el papel de las instituciones. Asimismo, será necesario recurrir a
los avances de otras ciencias, como la neurociencia o las ciencias cognitivas en
general, que pueden ser de gran utilidad para comprender el comportamiento
humano.
En quinto lugar, con la crisis económica mundial iniciada en 2008, el para-
digma dominante de la corriente principal de la ciencia económica —basado
en la optimalidad de los mercados y las expectativas racionales— ha sido am-
pliamente cuestionado, y un nuevo paradigma sobre la gobernanza económica
puede surgir del escenario de crisis en que vivimos. Tanto la NSE como el nuevo
institucionalismo sociológico negaron el atomismo del mundo ainstitucional de
la economía neoclásica, y su interés en cuestiones como el arraigo social, la cons-
trucción de los mercados y las instituciones informales puede ser de utilidad a la
hora de configurar el nuevo paradigma del pensamiento social y el nuevo equili-
brio de la gobernanza entre Estado y mercado. Por lo tanto, el nuevo institucio-
nalismo sociológico debe contribuir activamente a la configuración de un nuevo
modelo que asuma la importancia de las instituciones, destacando el peso de las
normas informales. En este sentido, la densificación del nuevo institucionalismo
con conceptos y teorías sociológicas clásicas es también un paso útil para com-
prender los efectos del Estado y del mercado en la economía y la sociedad en
función del contexto y del entramado socio-institucional.

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