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Había una vez, en un bosque muy lejano, una conejita blanca llamada Isabela. Isabela
era una conejita especial porque siempre estaba llena de alegría y curiosidad. Ella vivía
en una pequeña madriguera cerca del bosque, y todos los días salía a explorar y
descubrir cosas emocionantes.
Un soleado día de primavera, Isabela decidió emprender una aventura especial. Había
escuchado acerca de las "Mariposas Mágicas" que vivían en el corazón del bosque, y
estaba emocionada por conocerlas. Se puso su lazo rosa favorito y salió de su
madriguera, saltando y corriendo por el bosque.
El sol brillaba en el cielo azul, y los pájaros cantaban canciones alegres en los árboles.
Isabela se sintió tan feliz que empezó a reírse a carcajadas mientras corría entre las
flores. "¡Qué divertido es explorar!", pensó Isabela.
Mientras caminaba por el bosque, Isabela vio algo que le llamó la atención: una
mariposa de colores brillantes revoloteando cerca de unas flores. La mariposa tenía alas
de colores como el arco iris y parecía estar bailando en el aire.
La mariposa asintió con la cabeza y comenzó a volar lentamente hacia lo profundo del
bosque. Isabela la siguió con entusiasmo. Mientras avanzaban, Isabela vio muchas otras
mariposas de colores brillantes. Algunas eran amarillas como el sol, otras eran azules
como el cielo y algunas tenían puntitos como estrellas en sus alas.
"¡Son tan hermosas!", exclamó Isabela mientras miraba a su alrededor. Las mariposas
revoloteaban a su alrededor y parecían estar jugando. Isabela se rió y dijo: "¡Qué
divertido es tener amigas mariposas!"
Las Mariposas Mágicas estaban rodeadas de un resplandor mágico que llenaba el claro
de colores brillantes. Cuando Isabela se acercó, las Mariposas Mágicas le saludaron con
una risa alegre. "¡Bienvenida, Isabela!", dijeron. "Hemos estado esperándote".
Isabela se sintió tan emocionada y feliz que saltó de alegría. Las Mariposas Mágicas le
contaron historias sobre el bosque, las estaciones del año y los secretos de la naturaleza.
También le mostraron cómo cuidar de las flores y los árboles.
Isabela pasó horas y horas en el claro mágico, aprendiendo y jugando con las Mariposas
Mágicas. Se hizo amiga de todas ellas y prometió volver a visitarlas muchas veces.
Cuando finalmente se despidió, las Mariposas Mágicas le regalaron una flor especial
que nunca se marchitaría.
Y así, la primera aventura de Isabela en busca de las Mariposas Mágicas llegó a su fin.
Pero sabía que habría muchas más aventuras esperándola en el bosque, y no podía
esperar para vivirlas.