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“El Jardín de las Mariposas”

Había una vez un jardín mágico escondido entre los árboles altos y frondosos. En este jardín, las
mariposas eran las guardianas y los niños con corazones especiales eran sus compañeros más
queridos.

Un día, llegó Lucía, una niña con ojos curiosos y una sonrisa radiante. Lucía veía el mundo de
manera diferente. Las palabras a menudo se mezclaban en su mente, y los colores eran más
brillantes para ella. Lucía tenía autismo, pero también tenía un don: podía comunicarse con las
mariposas.

Las mariposas la rodeaban, sus alas de colores vibrantes rozando su piel. Le susurraban secretos
sobre el jardín y le mostraban caminos ocultos. Lucía aprendió a leer sus movimientos, a entender
sus patrones y a descifrar sus mensajes. Las mariposas se convirtieron en sus amigas más fieles.

Daniel, otro niño con autismo, también llegó al jardín. Daniel amaba los números y las estrellas.
Pasaba horas contando las hojas de los árboles y trazando constelaciones en el cielo nocturno. Las
mariposas se posaban en sus dedos mientras él les hablaba sobre los números primos y las
galaxias lejanas.

Sofía, una niña tímida, se unió al grupo. A veces, las luces brillantes y los sonidos fuertes la
abrumaban. Pero cuando estaba rodeada de mariposas, se sentía en paz. Sofía les tejía pequeñas
bufandas de hilo y las colgaba en las ramas de los árboles. Las mariposas parecían sonreírle.

El jardín también tenía sus desafíos. A veces, las mariposas se perdían en la espesura del bosque, y
los niños debían buscarlas. Lucía, Daniel y Sofía se apoyaban mutuamente. Lucía seguía las huellas
invisibles en el suelo, Daniel calculaba las probabilidades de encontrarlas y Sofía les cantaba
canciones suaves para guiarlas de regreso.

Un día, una mariposa herida aterrizó en la palma de la mano de Lucía. Sus alas estaban rotas, pero
su mirada era esperanzadora. Lucía la cuidó con ternura, y poco a poco, las alas se curaron. La
mariposa se convirtió en su confidente y le reveló el mayor secreto del jardín: cada niño con
autismo tenía un papel especial que desempeñar.

Lucía, Daniel y Sofía se convirtieron en los guardianes del jardín. Lucía escribía cuentos sobre las
mariposas, Daniel trazaba ecuaciones en la tierra y Sofía tejía bufandas para mantenerlas
abrigadas en invierno. Juntos, crearon un lugar donde todos eran aceptados tal como eran.

Y así, el jardín de las mariposas se convirtió en un refugio para los corazones especiales. Los niños
con autismo encontraron amistad, propósito y belleza en las alas de estos seres mágicos. Y cuando
las mariposas volaban alto en el cielo, dejaban un rastro de esperanza para todos los que las
observaban.

Fin.

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