Está en la página 1de 80

VICIACIÓN A LA OFENSIÓN CONTEMPLATIVA

DEL CATEQUISTA
POR MEDIO DE «LA ORACIÓN DE JESÚS»

ALFONSO M1È SORRIBAS

El presente trab, quiere res۴nder a una necesidad que nos prercupa a la


mayoría de quienes acompañamos a los catequistas en su formación. Sabemos
hablarles de la importancia de la catcquesis, de la preparación, dedicación y
formación que necesitan. Los preparamos en contenidos, técnicas y ciencias
auxiliares de la catcquesis como pueden ser la jdagogia, psicología, antro۴-
logia... Insistimos en la imjwrtancia y necesidad de la oración. Pero nos encon-
tramos con un número muy elevado de catequistas que carecen de una expe-
riencia fiierte de Dios que fecunde tala su vida y su acción catequótica. Les
falta intraiucirse en el inmenso campo de la oración para establecer esa
relación amistosa con el Señor. No es suficiente con que recen en la catcquesis
0 hagan diversas celebraciones. Se necesita tener experiencia de Dios; una expe-
riencia que, sin proponérselo, se exprese a lo largo del acto catequético, que
salga «ex abundantia cordis».
Esta necesidad es bastante general. Y es uno de los problemas más prewu-
pantes y tirgentes que tiene hoy la catcquesis. Los diversos drcumentos y traba-
jos sobre catcquesis insisten en la im۴rtancia de la dimensión contemplativa
para tener una «ex۴riencia religiosa genuina» 1.
No es fácil dar con la solución. Son muchos los factores que confluyen
para vivenciar esta ex^riencia de fe. Se trata de ir apuntando algunas luces
que, unidas a Ottas, iluminen esta ^umbra en que nos encontramos.

1. (En lo que sigue utilizamos estas siglas: AG = Ad gentes; DV = Dei Verbum; PC Per-
fectae caritalis‫ ؛‬se = SacrosanctiConciUi‫ ؛‬GS = Gaudin et spes‫؛‬n ٥ Directorio Gene-
ce
ral de Catcquesis; : Catequesis de la Comunidad; CI = Catechesi tréndae‫؛‬ ‫ ت‬Evangelii
cc 89.
nunliandi; EF = El caiequistay su formación.)
116 ALFONSO 11ΛΝ SORIAS

Es 10 que pretendemos en este trabajo: aportar un medio sencillo, asequible


a todos, aun a aquellos que tengan prca formación, para facilitar una oración
que lleve a conectar una relación amistosa con el Sefior que impregne la vida
del catequista, y éste la comunique a los catecúmenos.
Se trata de iniciar a los catequistas en la dimensión contemplativa a través de
la «oración de Jesús». Y al hablar de «iniciar» nos referimos a un método sen-
cilio que abra el atrito y el' gusto por la contemplación para experimentar una
relación gozosa y ^rsonal con el Sefior, convencidos de que, lograda esta pri-
mera experiencia, el catequista irá dando pasos sucesivos, sobre todo si es acom-
panado adecuadamente por un maestro en este «trato de amistad» con el Señor.
Con las palabras «dimensión contemplativa» pretendemos destacar que esta
experiencia de Dios no es algo reservado al momento de la oración 0 cele-
bración. Debe abarcar todo el acto catequético asi como la vida entera del cate-
quista en sus mUtiples facetas: familia, trabajo, diversión, vida apostólica, con-
tacto con la naturaleza y otras esferas de la vida. De esta forma se ayuda a solu-
cionar otro de los graves problemas que desde hace años afecta a la mayoría
de los fieles cristianos, también a los catequistas: el dualismo fe-vida.
Hablamos de «dimensión contemplativa» para expresar un estilo de oración
que llega a superar la oración vrcal y la meditación que, si bien en el prrceso
espiritual de un cristiano cumplen una función im۴rtante, no consiguen una
relación tan ex۴riencial con el Señor como la contemplación.
El medio propuesto parte de la «oración de Jesús», practicada por los
Padres del Desierto, fuertemente arraigada en Oriente y dada a conrcer en
Occidente a raíz de la publicación de El peregrino ruso 2, sobre todo en la Igle-
sia ortodoxa, y que desde hace años comienza a abrirse paso en Occidente entre
los católicos.
El desarrollo de este trabajo consta de dos partes:
En la primera pretendemos expresar la necesidad que el catequista tiene de
la experiencia de Dios. Sin ella la catcquesis se queda sin vida y se reduce a
una mera ttansmisión del mensaje. Por más que se apoye en dinámicas apropia-
das al tema que desarrolla, éstas nunca suplirán la vida que comunica la expe-
riencia de Dios. Para lograr esa experiencia necesita su^rar serias dificultades

2. Obra de autor desconrcido. Probablemente la ex^riencia que presenta es cierta, hecha


por un ^egrino laico y narrada ‫ ص‬un monje, que bien pudiera ser del monte Athos. Se publicó
por primera vez en 1865. Su contenido es una ferviente exjwsición -hecha vida y salpicada
de acontecimientos de la «oración de Jesús», como medio extraordinario para la contem-
plación y la oración constante. (La edición que aquí utilizamos es la de Editorial Espiritoalidad,
Madrid 1984.) Sus páginas están salpicadas de textos sacados de la Filocalia, que viene a ser la
fiiente donde se alimenta el monacato oriental, y que encierra las enseñanzas de los Padres sobre
la vida e^iritual.
INICTAaÓN A LA DIMENSIÓN œ-ΙΑΏνΑ DEL CATCQUISTA... 117

^rsonales, swiales y eclesiales. No puede conseguirla por sus propias fuerzas.


No sólo porque es don de Dios, sino jwrque necesita de un método y de alguien
que le acompañe en el recorrido que lentamente —pero con ^reeverancia—
tiene que ir haciendo.
En la segunda parte presentamos la «oración de Jesús» como métalo que,
bien practicado, facilita la ex^riencia religiosa del catequista. Pero no nos que-
damos en lo que normalmente se entiende por la «oración de Jesús». Esta
oración y su métalo nos abren a nuevas ^sibilidades que amplían el horizonte
de la misma y que pueden ayudar en el objetivo que nos proponemos en este
0 ٠‫'زةﻫﻬﺄ‬. iniciar a la dimensión contemplativa del catequista para facilitar la
experiencia de Dios.

I. El catequista y LA EXPERIENCIA DE Dios

\. Catcquesis y experiencia de Dios

٥) Catecismo y catequesis.

Han pasado los tiempos en que los niftos declan «vamos a la doctrina»
y, posteriormente, «vamos al catecismo». Hoy hablan más de catequesis que de
catecismo ‫ل‬, y nunca de da:trina. No eremos que este cambio se haya produ-
cido por casualidad. Responde a una nueva situación provocada por todo el
avance catequético originado ya antes del Concilio Vaticano II y jwsteriormente
alentado y ^tenciado ‫ م‬éste.
Para dar catecismo hacia falta menos preparación. Se reduela, en la
mayoría de los casos, a transmitir unos contenidos, formulados y escritos en
preguntas y respuestas. No ocurre lo mismo cuando se quiere liacer catequesis.
Porque la catequesis tiene en cuenta toda una serie de ciencias auxiliares que
hay que tener presentes. Y sobre todo pretende que el mensaje encuentre «reso-
nancia»* en los catequizandos.
En un ambiente de cristiandad ^dla ser suficiente el catecismo. Se vi-
via una religiosidad ambiental y unas costumbres que favorecían la prie-
tica religiosa. No amrre asi en la soledad que vivimos, caracterizada por la

3. Esto no qtiiere decir que no sea necesario tener un catecismo, apropiado a la edad del
cateaimOTO, que sintttice talo el mensaje criaiano.
4. Esia significtttón eÉológíca de «Catajuesi». Proviene del verbo ΚΕαεχαν: resonar.
118 ALFONSO 1 ‫ س‬SORIAS

secularización 5, el pluralismo y, en algunos casos, el acoso a lo religioso. En


estas circunstancias el cristiano recite un fuerte impacto negativo para la viven-
cia de su fe. La catcquesis tiene que tener en cuenta esta cruda realidad, y debe
preparar catequequistas capaces de hacer frente a esta nueva situación. Hoy no
vale cualquier cristiano —por muy buena intención que tenga— para ser cate-
quista. Necesita una fomación amplia y apropiada para «el servicio de la fe de
nuestro pueblo» ٥٠
Se han dado pasos imitantes —y se siguen dando - en esta hermosa
y fundamental tarea de preparar a los catequistas. Se dispone de abundante
material para la catcquesis. Son muchos y valiosos los documentos que exis‫״‬
ten 7, y ha sido objeto de estudio preferencial en la vida de la Iglesia 8. Han
aumentado las escuelas de catequistas y los cursillos de preparación. Es verdad
que ante un número tan elevado‫ ؟‬de catequistas en Espaha una gran parte
acceden a este ministerio forzados por la urgencia y la necesidad ante la
demanda existente con motivo de las preparaciones presacramentales.

٥) Identidad del catequista. ‫־‬

Hoy sabemos mejor cuál es la misión específica 0 el carácter propio de la


catcquesis y por tanto del catequista. Este debe educar y acompañar al
catecúmeno desde el inicio de la fe, provrcado por el primer anuncio, hasta la
conversión de fe 10. Y esto en nuestra sociedad española dete hacerlo con los
que ya han recibido el bautismo, que, en la mayoría de los casos, lo reciten no
del todo motivados por una fe auténtica, sino más bien por costumbre 0 por
cierto temor religioso.
Es un ministerio que ejerce en nombre de la comunidad!! eclesial. Y que
no debe quedarse en un mero adrctrinamiento 0 en una enseñanza elemental de

5. Juan Pablo II nos dice que los cristianos deten ser fonnados para vi٧ir en un mundo
secàrîzà y en una eraposcristiana que ampliamente ignora aDios [...] caracterizado por
1 indiferentismo nivelador, cuando no se quedo en una actitud menospreciativa de suspicacia en
noáre à sus progresos en materia à explkiones científicas (CT 57).
6. Objetivo propuesto por los obispos españoles con ocasión de la visita del Papa. La
visita del Papay la fe de nuestro pueblo ‫¡؟‬ny
7. Como más imanantes cabe destacar: DGC, RICA, CT, EN, cc, CF, CA.
8. Congreso Internacional de Catcquesis (1971)‫ ؛‬Sínodos universales de los Obispos
(1974, 1977)‫ ؛‬Asamblea Kenaria del Episcopado Español, dedicada monográficamente a la
«educación en la fe del pueblo cristiano».
9. Existen más de 200.000 catequistas en España.
10. Cf. CC 34.
11. EN 60. «Cuando el más humilde predicador, catequista 0 pastor, en el lugar más
apartado, predica el Evangelio [...] ejerce un acto de Iglesia [...]‫ ־‬Esto supone que lo haga no por
una misión que él se atribuye 0 por inspiración personal, sino en unión con la misión de la
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DE CATEQUISTA... 119

la fe !2, sino que —sin descuidar los contenidos— tiene que «iniciar en la vida,
culto de la Iglesia, asi como en su misión en el mundo» 13. Debe «educar en la
vida evangélica, oración, liturgia y responsabilidad pastoral y misionera de la
Iglesia» u. Debe recalcar «el carácter gratuito de la iniciativa de Dios, la liber-
tad de la respuesta del hombre, la vinculación definitiva del bautizado a Cristo
y a su seguimiento» 15.
La mayoría de los catequistas ponen el acento en el grupo de catcquesis,
y no andan equivocados۴0 ‫ ؛‬no le dan la im۴rtancia debida 0 fácilmente
descuidan tomar conciencia en profundidad de la llamada que Dios les ha hecho
a través de circunstancias y personas diversas. Su vocación surge, muchas
veces, en función de la necesidad que hay de catequistas. Por lo general se pre-
paran para hacer bien la catequesis‫ ؛‬pero no cultivan adecuadamente la relación
con el Sehor que les ha llamado. Si no se acentúa debidamente este aspecto
corren el riesgo de convertirse más en animadores 0 conductores de grupo que
en catequistas, testigos de la fe. Ahora bien, si se les ayuda a tomar conciencia
de la llamada que el Señor les ha hecho y de la respuesta que han dado, se les
ayuda a valorar esa relación que se ha prráucido y que desemboca en una
adhesión ^rsonal a Dios. Esta es la fe ex^rimentada, vivida. De esta forma le
ayudamos a forjar su identidad de catequista. Estará endiente del grupo, de sus
problemas, preocupaciones, centtos de interés..., preparará bien sus reuniones‫؛‬
pero antes, y en todo momento, estará a la escucha de lo que Dios le va
diciendo. «El primer servicio catequético no consiste en el anuncio, sino en
ponerse a la escucha de lo que Dios le dice en su Palabra» !٥٠ Mantendrá viva la
relación personal con él.
Un catequista que está a la escucha no comunica tanto su saber y sus proyec-
tos como lo que Dios le va sugiriendo. «El catequista no debe olvidarse nunca de
que la eficacia de su magisterio, más que a aquello que dice, será proporcional
a aquello que es, al calor que dimane de los ideales por él vividos y que irradie
de todo su com^rtamiento. Su prercupación será, pues, la de educar su propia
vida espiritual a aquello que él enseña, cultivando la oración, la meditación de la
palabra de Dios, la fidelidad en el propio cumplimiento del deber, la caridad para
con los hermanos indigentes, la es^ranza de los bienes eternos» 17. Sus palabras

Iglesia y en su nombre». Está prestando un gran servicio -para que los catequistas entiendan
y asuman esta realidad- «la celebración del envío» de los catequistas, que se ha ido exten-
diendo a tráas las diócesis y a muchas parroquias y comunidades.
12.CC79.
13. Ibid.
14. CC80.
15. CC163.
16. G. Gatti, Ser cáquista hoy (Santander 1981), 39.
17. Ibid., 11-12. Frase de Giovanni Colombo, citada por G. Gatti.
120 ALFONSO IIÁNSORRI3 AS

han de estar cargadas de vida y nunca hablar de memoria, porque «no es autén-
ticamente cristiana una catcquesis que comunique sólo palabras sobre Dios como
sobre “algo" que sólo está en el horizonte de la vida humana» 18. No hablará
tanto de si y de sus prercupaciones cuanto del otro y de la experiencia que en él
provoca esa relación amistosa que existe entre ambos. Hablará de Cristo y en
nombre de Cristo. Con su vida hace presente a Cristo, «participa y prolonga la
misión de Jesús, el primer evangelizador; lo imita 0, mejor, lo encama en
cuanto Maestro, de forma que aspira a ^xler decir como san Pablo: «No soy yo,
es Cristo quien vive en mi» (Gál 2,20) ٤٥٠ El catequista «no es el hombre que
repite la Palabra dicha ayer, sino que la actúa, la recrea para hoy» 20.
Esta fe en Cristo la vive el catequista en y por la Iglesia de la que él forma
parte. Y es la Iglesia quien le envia a ejercer el ministerio catequético. De esta
forma evita que se prráuzca la dicotomía que en algunos cristianos de hoy suele
darse, al ver las limitaciones de la institución eclesial y de sus fieles: «Cristo si.
Iglesia no». Son dos realidades íntimamente unidas. En mráo alguno se puede
concebir la Iglesia sin Cristo, y la fe en Cristo sin la Iglesia 21.

c) Sin ex۴riencia de Dios no se puede ser catequista.

Cada vez estamos más convencidos de la veracidad de esta frase que leimos
hace años: «El hombre no sabe verdaderamente más que lo que experimenta» 22.
Saber y experimentar son dos palabras que unidas abarcan la totalidad del hom-
bre: entendimiento y voluntad, cabeza y corazón, razón y sentimiento. AI que-
dar unidos, el sujeto se encuenda amónicamente integrado y plenificado en
aquello que está viviendo. Queda su^rado É indicio de dualismo.
Cuando van .separadas, predomina la palabra sobre la vida, la ideología
y la teoría sobre la praxis. El hombre de hoy, dividido y empobrecido por esta

19. A. Botana, Iniciación ٥ la Comunidad (Salamanca 1990), 129. En este mismo sentido
Juan Pablo II nos dice: «Asi, pues, hay que decir que en la catcquesis lo que se enseña es a
Cristo... El Unico que enseña es Cristo, y cualquier otro lo hace en la m^ida en que es portavoz
suyo, pemiitiendo que Cristo enseñe por su boca... La constante prercupación de todo cate-
quista... debe ser la de comunicar, a través de su enseñanza y su com۴rtamiento, la doctrina
y la vida de Jesús. Todo catequista debería poder aplicarse a si mismo la misteriosa frase de
Jesús: “Mi doctrina no es mía sino del que me ha enviado” (Jn 7,16)» (CT 6).
20. c. Bissoli, Formar catequistas en los és ochenta (Madrid 1984), 90.
21. Cf. EN 60: «Evangelizar no es nunca para nadie un acto individual y aislado, sino
profundamente rclesial».
22. E. !¿clerc, Sabikia à un pobre (Madrid 1969), ^٠ En esta misma linea se expresa
regidas veces el autOT anónimo inglés de Lo nube M no-sár: «Sólo quien tiene expenda
puede realmente entender (p. 31). Este autor pretende no tanto dar explicaciones cuanto llevar
al discípulo por una linea de ex۴riencia, jwrque hay cosas que no se saten explicar pero si se
experimentan.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DEL CATEQUISTA... 121

situación, se entristece. Su vida pierde calor, y aflora la desconfianza en su cora-


zón. Engañado por tanta palabrería, «siente la exigencia de creer solamente en lo
que se presenta como garantizado en la vida» 23. Busca experiencia, vida, testi‫־‬
monio. Y esto a todos los niveles‫ ؛‬pero, sobre todo, esta necesitado de Dios. «No
hay entre nuestros contemporáneos ninguna necesidad tan real ni tan profunda-
mente arraigada como la necesidad de Dios. El hombre necesita pan, pero no sólo
de pan vive el hombre‫؛‬- y se' puede morir de no tener más que pan. Nuestro
mundo está falto de muchas cosas, de nada está tan falto como de Dios» 24.
Si esto es asi, y no lo dudamos, la Iglesia, cuya misión es hablar de Dios
al mundo de hoy para que crean en él, tiene el camino trillado. Sin embargo,
vemos que encuentra grandes dificultades, tan grandes que en los pueblos
más tradicionalmente católicos, sobre todo en Europa, va disminuyendo la
vinculación a la Iglesia. Algo está pasando. ¿Qué es lo que falla? Porque de
Dios se habla: homilías, catcquesis para la mayoría de los cristianos, al menos
las presacramentales, y hay abundancia de drcumentos episcopales y publica-
ciones religiosas.
De forma acertada, poniendo el dedo en la llaga, A. Cañizares llega al fondo
del problema con esta serie de preguntas:
Quizá hablamos de Dios, pero nuestras palabras ¿significan 0 anegan lo que
significan? ¿Se habla de Dios en la catcquesis hondamente, desde el vigor y pro-
fimdidad que da la experiencia gratuita de Dios? ¿ose habla de memoria, de
oídas, rutinariamente, con palabras hechas, lugares comunes, retóricas hereda-
das? ¿Es nuestra palabra voz de Dios 0 habla ideologizada que se si^e de él para
otros intereses? ¿De qué manera se habla de Dios? ¿Iniciando a la experiencia de
él como Dios o con un árido adoctrinamiento al que le falta una fuerza vital ver-
dadera? ¿Enseñamos a hablar sobre Dios 0 a hablar a Dios? ¿Iniciamos a la
oración y a la adoración, 0 la contemplación y a la alabanza, al asombro y a la
admiración? ¿Iniciamos a la ex^riencia de Dios desde la ex۴riencia fundante
que da sentido a nuestra vida que 'no debe ser otro que Dios? ¿Hablamos con len-
guas de fiiego de Dios y de su amor? 25

Y en este sentido afimativo dice el mismo autor:


La acción pastoral, la catcquesis y la enseñanza religiosa se encuentran ante la
apremiante tarea de introducir en una experiencia integralmente cristiana, reli-
giosa, teologal, y de suscitar el sentido de Dios, de la inciativa divina, el sentido
de lo religioso, el sentido de la trascendencia, la capacidad de asombro, de inte-

23. s. de Flores, «Espiritualidad Contemporánea», en Nuevo Diccionario à Espiritái-


‫( ﺻﺪ‬Madrid 1983), 4^.
24. I. Martin ٧elasco,«Ambitos preferenciales de la presencia eclesial», en Moralia
vol.V(1983), 317-318.
25. A. Cañizares, «Hablar de Dios para darle gloria», en Teología y Catcquesis 1-2
(1984), 39-40.
122 ALFONSO IÉSORRIBAS

riorización y contemplación [٠..]. La ex^riencia de Dios ocupa el centro de


toda la persona y la vida del cristiano real Esta ex۴riencia conduce a un
estar y actuar en el mundo que influyen decisivamente en la transformación de
la sociedad 2٥.

Está claro que la catequesis, para cumplir su finalidad, debe estar impreg.
nada de experiencia de Dios. Una catequesis que carezca de ella puede llegar a
ser como una vacuna que prráuzca alergia religiosa contra quienes la realizan,
y lógicamente contta la Iglesia, en cuyo nombre ejercemos el ministerio cate‫־‬
quético. Esto es muy serio.
Es demasiado elevado el número de cristianos que, habiendo recibido una
catequesis, hoy están alejados de la Iglesia, 0 acuden de forma rutinaria a la
práctica de algunos sacramentos, con una fe adormecida que les hace insensibles
a la vida de la comunidad eclesial. Con firmeza y acierto afirma Martín Velasco:
«Los hombres de nuestto tiempo pueden perdonar a la Iglesia su falta de expe-
riencia en otros ámbitos. Pero si por falta de cultivo en su interior no le aporta
una experiencia intensa de Dios, se puede decir que no le a^rta nada» 27. Y es
que la «experiencia de Dios ocupa el centro de toda persona humana y la vida
del cristiano real. En quien reconoce a Dios como Dios, se opera una transfor‫־‬
mación radical. Dios le concierne decisiva y últimamente en aquello que es la
ultimidad del sentido de su vida, de su orientación, de su destino» 28.
En esta misma dirección apunta K. Rahner al hablar del valor personal que
necesita el cristiano frente a un ambiente hostil: «El cristiano del futuro será un
místico 0 no será -cristiano» 29.

d) Dificultades.

Por más que el hombre tenga esta im^riosa necesidad de Dios que nos dice
Martin Velasco, no por ello le resulta fácil vivir ese encuentro personal. Son
muchas las dificultades que hoy ex^rimenta para entablar esta relación.
El hombre de hoy, a diferencia del hombre primitivo para quien todo era
manifestación, hierofania de Dios, donde todo era ocasión para el encuentro con
Dios, vive atrapado por una sociedad secularizada y tecnificada. En ella nada
parece remitirle a Dios. La srciedad está desacralizada. En todo caso, a lo reli‫־‬
gioso se le reconoce un valor cultural que en modo alguno tiene repercusiones
importantes en la soc.iedad. Esta adquiere su propia autonomía relegando a la

26. A. Cañizares, en Prólogo a M. A. Calavia, El sentido de Dios (Madrid 1985), 6.


27. I. Martin Velasco, op. cit., pp. 318-319.
28. Μ.Α. Calavia, ٥p.ci‫־‬L,p. 6.
29.p. K.
(1982), Rahner, «Ser Cristiano en la Iglesia
2¿4. g del fatuo», en Selecciones de Teología 84
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DE CATEQUISTA... 123

religión a la esfera de lo privado. No necesita para nada de la religiosidad. Se


.basta por si misma. El hombre se ha constituido en dueño y señor del universo
y está orgulloso del prrceso conseguido. Dios queda fuera de su marco de ma-
niobra, aunque intenta por todos los medios un Dios «a su imagen y semejanza».
«Muchos teólogos y escritores de espiritualidad señalan en fenómeno del “eclip-
se de Dios" (M. Buber), de la “falta de Dios” (M. Heidegger), de “la muerte de
Dios” (T.J.J. Altizer), del “cuitamiento de Dios” (I. Sudbrack) 0 de su “leja-
nia» (K. Rahner)» 30. Por otta‫ ׳‬parte, el hombre de hoy se ve esclavo de un ma-
terialismo descarado, de un consumismo insultante y de un hedonismo que le
invade y penetta por todas partes. En estos tiernas difíciles y de incertidumbre
es donde la catequesis está llamada a afianzar la fe de los cristianos 31.
La institución eclesial, sus ritos, celebraciones y la misma vida monótona de
muchos cristianos ofrece una seria dificultad. Cuesta aceptar el aspecto humano
de la Iglesia, y asi se pregunta Martín Velasco:
¿Son las reuniones litárgicas de nuestras parroquias y comunidades escuelas
de e.riencia de Dios y de oración? ¿Son las homilías de nuestras asambleas
litúrgicas y los temas doctrinales de las reuniones de nuestras comunidades invi-
taciones a la conversión, alimento sólido de la vida de fe de los que participamos
en ellas? Nos ha preocupado mucho -y con razón- disponer de profesores de
religión en diferentes niveles escolares, pero ¿quién forma a las familias cristia-
nas para que inicien a los hijos en la vida cristiana y en la experiencia de Dios? 32
3033
31

Y, aun dentro de la catequesis, se puede observar una mayor preocupación


por sacar las consecuencias morales de la palabra de Dios que por fomentar una
relación viva con Dios que prov^ue una experiencia religiosa capaz de conmo-
ver a la persona desde lo profundo de su ser.
Por otra parte, nos encongamos con grupos cristianos que, deseosos de
ahondar en esta experiencia mística, se encierran en si mismos y se convierten
en grupos «estufa». Todos al resguardo de la intemperie que ocasiona la lucha
por el Reino, en un ambiente cálido, contemplándose a si mismos, sin preocu-
parse de la tarea evangelizadora y misionera de la Iglesia. Los que asi obran
desechan la historia como lugar de encuentro con Dios, «lugar preferente de la
experiencia religiosa del pueblo de Israel. Toda la vida del pueblo se convierte
en lugar de encuentro del hombre con Dios. La experiencia toda del hombre se
hace teofania y teopráctica» 33.

30. s. de Fiores, op. cit., p. 464.


31. Cf. cc 152‫ ؛‬A. Botana (Iniciación ٥ la Comunidad [Madrid 1990], 11-20) dedica
todo el capitulo, «El hombre de hoy en situación», a realizar un sondeo de la situación en que
vive el hombre de hoy.
32. ‫ ل‬. M. Velasco, op. c،'،., P. 320.
33. Idem, El encuentro con Dios (Madrid 1976), 55.
124 ALFONSO ΜΠ| SORIAS

En este ambiente, brevemente enunciado y nada favorecedor, realiza su


misión el catequista. ¿Qué hacer para que el catequista viva esta experiencia de
Dios y pueda expresarla con los catecúmenos en todas las facetas de la vida?

2. La experiencia de Dios incluye la contemplación

a) Dios ofrece a todos poder gozar de su amistad.

El propósito de este ttabajo es facilitar la experiencia de Dios en el cate,


quista para que, a su vez, pueda ayudar a los catecúmenos. Y usamos intencio.
nadamente la palabra «facilitar» porque en nuestra relación con Dios no se pue-
den poner medios ni métodos eficaces que garanticen con total seguridad
conseguir esta experiencia, ya que fundamentalmente es un don.
No se puede despertar el corazón del hombre para las cosas de Dios con
métodos científicos, con técnica y estrategias pedagógicas y psicológicas
Educación y formación religiosa obedecen a otros criterios. Tratan de sensibili-
zar a los corazones para que se abran a lo bueno, a lo bello, delante de una per-
sona excepcionalmente grande Este objetivo no se consigue con mera pala-
breria, con discursos y disertaciones encaminados a formar convicciones. La
visión interna de la fe es un don a disposición de todos Nosotros no ^demos
entrar en el maravilloso mundo de la espiritualidad sino que hemos de dejar que
ella entre en nosotros u.

Es Dios quien por pura iniciativa suya ha llamado al catequiS-ta a ejercer


un ministerio tan esencial dentro de la comunidad eclesial. Y sólo él puede
concederle el gozo inmenso de su experiencia amorosa. Nuestro papel es poner
los medios, facilitar el camino para que Dios encuentre el terreno abonado
—«tierra buena»— y en condiciones óptimas para acogerle. Esto no quita que
Dios pueda «dereibar a uno del caballo» y provrcar en él una experiencia tan
fuerte que transforme radicalmente su existencia. Siempre son casos extraordi-
narios. Y en la catequesis detemos movemos en el terreno de lo corriente, sin
que debamos descuidar fenómenos extraordinarios que el Espíritu puede susci-
tar donde, como y en quien quiera.
Dios quiere que su amor llegue a todos los hombres. Nadie, de ante-
mano, queda excluido. Todos somos igualmente hijos suyos y la salvación es
ofrecida a todos. «Dios quiere que tteos los hombres se salven y lleguen a co-
nocer la verdad» ‫وق‬٠

34. p. Finkler, Lo oración contempkiva (Madrid 1991), 12-13.


35. 1 Tim 2,4.
ΙΝΙΟΑαόΝ A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DE CATEQmSTA... 125

A veces se ha creído que la experiencia amorosa de Dios prácticamente sólo


práía darse en los monasterios. Ellos gozaban, por su contemplación, de manera
privilegiada de la relación amistosa con el Señor. Los laicos, la gente de la calle,
los miembros de una comunidad parroquial, los catequistas parece que no po-
dian acceder a vivir esa misma experiencia, como si en medio del mundo no se
pudiera dar, aunque de otra forma y en otro contexto.
Los autores de hoy están de acuerdo en que esta experiencia contemplativa
puede y debe vivirse en medio del mundo, en el trabajo, en la vida familiar, en
las diversiones... 36, De hecho va creciendo el número de personas que viven la
contemplación en medio de sus ocupaciones y de su trabajo diario. Estos son los
avanzados en esta experiencia, que sirven de llamada todos aquellos que conside-
ran la contemplación como algo imposible de realizar en su vida ordinaria.
Primero fueron los «Hermanitos de Jesús» que, dentro de una vida consa-
grada, viven fuera de un monasterio compaginando perfectamente trabajo y
contemplación. Siguiendo formas parecidas, han surgido posteriormente, sobre
todo en Francia, grupos como los «Monjes de Jerusalén» y otros que siguen
caminos similares. Pero que con su vida lateral y contemplativa, vivida al
mismo tiempo, han demostrado que es posible ser contemplativo en medio de la
actividad. Más aún, se debe ser contemplativo. No es necesario trasladarse a un
monasterio y protegerse del mundo para vivir la contemplación. Hay que ser
contemplativo en medio del ajetreo ciudadano, de la actividad laboral y de la
vida familiar.
Hay que pro^ner el acceso a la experiencia de Dios por medio de la con‫־‬
templación a todo fiel cristiano que haya sido motivado, sea catequista 0 mili-
tante de un movimiento apostólico, sacerdote 0 religioso, niño 0 adulto, joven
0 anciano. Todos pueden vivirla.

La oración contemplativa apenas si se proponía alguna vez como un desarro-


110 natural de la propia vida de oración; la impresión más frecuente era que
dicha oración excedía las posibilidades y las normales ambiciones del buen sacer-
dote 0 religioso medio 31.

b) Meditación y contemplación.

Hasta darse este cambio los laicos, incluso los sacerdotes, solamente tenían
acceso a la meditación y en ella eran educados, aunque de hecho algunos gozasen36 37

36. Cf. p. Finkler, op. cit. «Todos los hombres son potencialmente contemplativos.
Algunos privilegiados recibirán el don de la contemplación infosa» (p. 11). No es objeto de este
trabajo el tema de la contemplación inftisa, que es un don de Dios reservado a pocas personas.
37. j. Borst, Método à oración contemplativa (Santander 1981), 48.
126 ALTONSOMILIÁN SORRIBAS

de experiencias contemplativas. Pero nunca se hablaba de ser contemplativo en


medio de la vida. Si hablamos de contemplación y no de meditación es debido
a que existen ciertas diferencias. La meditación, cómo no, es también una forma
de hacer oración. Y suele ser, en muchos casos, el paso previo para la contem-
plación. Asi nos dice T. Merton: «Este conocimiento caritativo y unitivo co-
mienza en la meditación, pero alcanza su completo desarrollo sólo en la oración
contemplativa» 38.
Por «meditación se suele entender una actividad en que intervienen las
potencias espirituales: la memoria, recordando los datos recibidos acerca de un
texto del evangelio‫ ؛‬el entendimiento, reflexionando a partir de ellos, y la volun-
tad, tomando alguna decisión 0 compromiso de cara a la actuación posterior» 39.
La meditación está más centrada en la reflexión que en la admiración, en el dis-
curso que en el asombro.
Para entender lo nuclear de la contemplación presentamos algunas defini-
ciones dadas por teólogos y místicos. Será un primer paso que nos facilitará el
acceso a la contemplación que puede vivir É cristiano que sea iniciado en ella.
Con esto pretendemos prestar una ayuda a catequistas que tienen poca experien-
cia en la vida de oración, pero que iniciados en la vida contemplativa pueden
experimentar un cambio sustancial en su vida cristiana y en la ttansmisión del
mensaje. No pretendemos entrar en el campo de la contemplación infusa, que
llamaríamos mística 4°, y que Dios concede a deteminadas personas que llama-
mos místicos.
Santo Tomás de Aquino define la contemplación como «simple mirada a
Dios y a las cosas divinas nacidas del amor y- tendente al amor». San Juan de la
Cruz, en la misma linea que santo Tomás, dice: «Contemplación es la teología
mística que llaman los teólogos secreta sabiduría, la cual dice santo Tomás que
se comunica e infunde en el alma por amor». El mismo san Juan de la Cruz,
comentando su propio ^ema, habla de una ciencia sabrosa y amorosa, y38 39 40

38. T. Merton, Dirección y contemplación (Madrid 1986), 54.


39. A. M. Schlüter, Introducción en La nube ál no saber (Madrid 1988), 1314‫־‬. Pueden
verse también: j. Borst, op. cit., p. 5, y Ch. A. Bernard, Nuevo Diccionario de Espiritádad,
op. cit., p. 904. Es interesante la cita que recoge de Guigo II, el Cartujano: «La meditación es la
investigación esmerada de una verdad escondida, con la ayuda de la razón‫ ؛‬la oración es
la tensión devota del corazón hacia Dios para alejar el mal y obtener el bien‫ ؛‬la contemplación
es la elevación del alma a Dios, de un alma que está atraída por el gusto de los gozos eternos. La
lectura tasca la dulzura inefable de la vida bienaventurada, la meditación la encuenda, la oración
la pide, la contemplación la satorea».
40. w. Johnston, El ojo interior ál amor (Madrid 1984), 22. Este autor señala que la
palabra «mística» entró en el vocabulario cristiano en el siglo VI y que empezó a usarse amplia-
mente sólo a partir del siglo IX. Antes, la usada para designar el fenómeno que hoy llamamos
misticismo era la palabra «contemplación». Esta es también una palabra latina que traduce la
teoría griega, que significa «mirais, «contemplan, «ser consciente de».
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DEL CATEQUISTA... 127

escribe: «La ciencia que dice aquí que la enseñó es la teología mística, que es
ciencia secreta de Dios, que llaman los espirituales contemplación, la cual
es muy sabrosa, porque es ciencia por amor, el cual es el maestro della y el que
todo lo hace sabroso». Juan Gersón: «La teología mística es el conocimiento
experimental de Dios por medio del abrazo del amor unitivo». San Buenaven-
tura: «La teología mística es el ascenso de la mente a Dios por medio del deseo
amoroso» 41.
De estas definiciones pernos sacar las conclusiones siguientes:
1. La sabiduría 0 conocimiento que posee el místico no es un conocimiento
racional y discursivo, sino que es un «conocimiento amoroso» que lo adquiere
através del amor. Este es un dato básico y común en tola oración contemplativa.
Pero es un conrcimiento ex^rimental, como dice Juan Gersón, en contraposi-
ción al conocimiento abstracto. No es teoría, es realidad, vida que se palpa
y experimenta. Y tola persona es sensible al amor, hasta el que no es capaz de
razonar 0 fomular conceptos abstractos, incluido el deficiente mental. También
él, a su manera, vive una ex^riencia amorosa de Dios. Se siente querido por él
y es capaz de corresponderle en esa misma medida.
2٠ Es importante la aportación que hace santo Tomás: la contemplación «es
una simple mirada» 42. No habla de racircinio 0 discurso mental. Es una «mi-
rada», que no se reduce a la mirada física. «Es una mirada más honda». Los
sentidos también son capaces de contemplar aunque sea físicamente y hacen
posible la contemplación interior, la mirada intuitivo.amorosa. También, ha-
blandido decir, es una escucha, una escucha interior y profunda. A través
de todos los sentidos se puede acceder a esa relación amorosa con Dios. Son los
primeros vehículos que nos conducen a esos otros sentidos superiores que hacen
posible esa escucha conmovedora y esa mirada intuitivo-amorosa. Ver la natura-
leza nos trasciende y eleva nuestra mirada. Es un paso que nos sensibiliza para
mirar la vida con sentido ^ascendente, hasta verla con la mirada de Dios, tal
y como la ve él.
Para quien se siente amado por Dios, todo le habla de él. Todo es regalo
suyo porque «sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los41 42

41. Cf.f¿،٥.,pp. 17-22.


42. L. Alba, «La contemplación cristiana», en Jesús Caritas 1 (1979), 13-14. Es intere-
sante el resumen que hace Luciano Alba del articulo «Felicidad y contemplación» del filósofo
Josef Pieper: «Contemplación es un conrcer no pensante, sino mirante. No corresponde a la
razón, es decir, a la felicidad del pensar silogístico y demostrativo, sino a la potencia de la sim-
pie mirada. Mirar es la fonna perfecta del conocer sin más ni más Contemplación es, por
tanto, intuir, esto es, una fonna de conocimiento que no se mueve hacia su objeto, sino que des-
cansa en él.[...‫ ג‬El que contempla ha encontrado lo que busca el que piensa». Santa Teresa nos
dice: «No está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho‫ ؛‬y asi lo que más os despertare
a amar, eso haced» (Moradas, IV, 1.6).
128 ALroNSO MILIÁN SORRIBAS

que le aman» 43 La vida, la naturaleza, las personas, los acontecimientos... son


regalos de Dios que el contemplativo mira con una mirada agradecida, llena de
sorpresa y admiración.
En esta dirección, san Ignacio de layóla da un paso de gran ^ascendencia en
la contemplación y, lógicamente, en la experiencia mística, sobre las definiciones
dadas. Hay que contemplar a Dios, experimentarle en el hormiguero de la gran
ciudad, en el barullo de la acción. Saca la contemplación de las celdas del monas-
terio y de la cueva del desierto a las grandes ciudades. Y por eso habla constante-
mente de la «presencia de Dios» y de la necesidad de encontrar a Dios en todas las
cosas 44. Habla de una contemplación encamada en la vida de los hombres.
Camino seguido ^r Gandhi, que busca la unión con Dios a través del mundo,
y Teresa de Calcuta, que lo experimenta en los más pobres. Y por 0008‫ ־‬muchos
santos y algunos cristianos anónimos, que siguen estos mismos pasos.
Resumiendo las definiciones dadas anteriormente y basándonos en la etimo-
logia de «contemplar» contemplar, templar-con—, nos atrevemos a definir
la contemplación como «el acto en que uno es templado por Dios, de forma que
uno ex^rimenta el amor que Dios le tiene y le impulsa a amar con su mismo
amor». Desde esa ex^riencia se ve y mira al hombre en todas las situaciones de
su vida, por diversas y variadas que sean, con la mirada de Dios y se le ama con
el amor con que él le ama. Y en esta experiencia pueden ser educados los cate-
quistas. Todos somos sensibles al amor.
La experiencia vivida en la contemplación comienza y termina en la expe-
riencia de ser amado. Amamos porque «él nos amó a nosofros», antes que no-
sotros le amáramos a él 45. Esta es la fuerza que impulsa a los grandes testigos de
la fe: aman porque antes han sido y se han sentido amados. Esta es la fuerza que
debe impulsar también a los catequistas para que, desde esta ex^riencia de la
que son testigos, anuncien de palabra y con obras el amor gratuito e incondi-
cional de Dios a todos los hombres. Cuando uno se deja amar por Dios, el amor
con que ama es divino. Ama «a lo Dio».
Esta ex۴riencia nueva que uno vive necesita comunicarla. Ye las cosas de
otra forma. La contemplación no lleva a conocer cosas nuevas. Ayuda a cono-
cerlas de una manera nueva. En el alma del contemplativo todo vibra y «re-
suena» en consonancia con el corazón de Dios. Por eso la vida del catequista
tendrá que ser una «resonancia» de esta ex^riencia de Dios.
Para que efectivamente lo sea, su vida tendrá que ser templada en la con-
templación, como el hiereo es templado en la fragua por el fuego. Adquiere las43 44 45

43. Rom 8,28.


44. Cf. w. Johnston, op. cit., p. 24.
45. Un 4,19.
INICIACIÓN A LA D^NSIÓN œNTE^LATIVA DEL CATEQ^STA... 129

propiedades de éste, pasando de frío, duro y opaco a ser caliente, flexible


y luminoso. Asi el catequista que practica la contemplación con asiduidad es
templado por el gran amor de Dios. Se siente tiansformado para actuar según el
corazón de Dios que se nos ha manifestado en Cristo Jesús. Y esto lo hace de
foma gozosa. Es una ex۴riencia que embriaga su vida.
No cabe duda de que la oración más profunda y más sencilla es la contem-
plación: dejarse templar por Dios‫ ؛‬ver el mundo con los ojos de Dios, tal como
lo miraba Jesús‫ ؛‬tener capaci.dad de asombro, admiración y resonancia interior.
«La oración contemplativa es el ejercicio espiritual que más contribuye a la per-
sonalización de la fe» 46. Es el mejor camino para que el catequista reciba, viva
y experimente el amor gratuito de Dios y, después de «resonar» en él, pueda
comunicarlo con su palabra y con su vida. En una palabra, «con la propia expe‫־‬
rienciadefe»47.

3. La contemplación en el Vaticano Ily en los documentos sobre ،٥ catequesis

a) Vaticano II.

Sólo pretendemos dejar constancia, sin detenemos en el comentario, de las


referencias que los pp. Conciliares hacen del tema de la contemplación. Son
pocas, pero merece especial atención la acogida que desean se haga a las tradi-
ciones orientales, caracterizadas por su riqueza contemplativa.
1. El Concilio reconrce la dificultad que existe para vivir el talante con‫־‬
templativo en esta srciedad de cambios tan profundos y al mismo tiempo tan
acelerados. Se ha pasado de una vida familiar, sosegada y tranquila, a una vida
de ajefreo febril, con un activismo que convulsiona la vida del hombre de hoy.
Por otra parte, recibe el impacto de cambios en la moral, en la religión, y sufre
los desequilibrios de la eficacia y de la rentabilidad. Esto hace que no encuentre
ni tiempo para la contemplación y, por otta parte, vive un desajuste entre las
exigencias que le plantea la oración contemplativa y las condiciones ambientales
que le rodean. '
Una tan rápida mutación, realizada con frecuencia bajo el signo del desorden,
y la misma conciencia agudizada de las antinomias existentes hoy en el mundo,
engendran o aumentan las contradicciones y desequilibrios. Surge muchas veces
en el propio hombre el desequilibrio entre la inteligencia práctica moderna y una
forma de conocimiento teórico que no llega a dominar y ordenar la suma de sus46 *

46. Ch. A. Bernard, «Contemplación», en Nuevo Diccionario à Espiritâdad, op. cit.,


pàgina2œ.
47. CF 61.
130 ALFONSO MDÉ SORIAS

conocimientos en síntesis satisfactoria. Brota también el desequilibrio entre el


afán por la eficacia práctica y las exigencias de la conciencia moral [...} y de la
misma contemplación ٠8.
2. Los pp Conciliares no afrontan directamente el tema de la acción y la
contemplación. Es lógico que asi sea, aunque dejan muy clara su postura cuando
dicen que la acción dete estar suterdinada a la contemplación.
Es característico de la Iglesia ser, a la vez, humana y divina, visible y dotada
de elementos visibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente
en el mundo y, sin embargo, peregrina, y todo esto de suerte que en ella lo
humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la
acción a la contemplación 49.
3. Tam^o hablan directamente de la contemplación del laico, del simple
fiel que practica y ejerce su a۴stolado en una comunidad de base o parroquial.
Si hablan más expresamente de promover monasterios de vida contemplativa en
todas las Iglesias que vayan surgiendo en los países de misión: «Son dignos de
especial mención los varios esfuerzos realizados para arraigar la vida contem-
plativa La vida contemplativa pertenece a la plenitud de presencia de la Igle-
sia. Por ello es necesario establecerla en todas las Iglesias»0‫و‬.
De forma indirecta nos habla de la contemplación de los fieles que son
capaces de contemplar y guardar en su corazón la tradición apostólica. El hrcho
de que hable de fieles y no de religiosos 0 monjes nos da pie para afirmar que el
Concilio reconrce y valora la contemplación en tteos los cristianos, no sólo en
las personas consagradas. «Esta ttadición apostólica va creciendo en la Iglesia
con la ayuda del Espíritu Santo‫ ؛‬es decir, crece la comprensión de las palabras e
instituciones transmitidas, cuando los fieles lo contemplan y estudian reposada-
mente en su corazón» 51.
4. Es^cial interés tiene, dado el tema de este trabajo que se ocupa de un
tipo de oración practicada en la Iglesia oriental, la valoración e importancia que
los PP. Conciliares dan a las ^adiciones orientales. Los cristianos deben consi-
derarlas con atención y asumir sus tradiciones ascéticas y contemplativas:
«Consideren atentamente la manera de inco^rar a la vida religiosa cristiana
las tradiciones ascéticas y contemplativas, cuyas semillas ha esparcido Dios algu-
nas veces en las antiguas culturas antes de la predicación del Evangelio» 52.48 49 50 51 52

48. GS 8.
49. se 2.
50. AG. 18. Nos habla también el Concilio del ۴esto eminente que tienen, en el Cuerpo
místico de Cristo, los institutos que se ordenan integramente a la contemplación (PC 7). Asi
como de la sincronización que dete haber en los religiosos entre acción y contemplación (rc 5).
51. D٧8.
52. AGIS.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA Da CATEQUISTA... 131

b) Documentos sobre catcquesis.

En los drcumentos sobre Ja catcquesis aparece más expresamente tratado el


tema que nos rcupa. De forma clara y expresa insisten en que el catequista debe
caracterizarse por ser un hombre con ex۴riencia de Dios, orante y contempla-
tivo, para poder ttansmitir esta vivencia a los catecúmenos. Su espiritualidad
debe estar bien arraigada para no correr el riesgo de verse incapaz de desarro-
llar el precioso ministerio que se le. ha encomendado.
El trabajo de cimentación es duro, muy costoso y no se ve. Dcuire lo
mismo que con las raíces del árbol. Pero si la cimentación no es buena y las
raíces no están sanas, la ruina y el fracaso son inminentes. Asi ocurre con la
espiritualidad del catequista. Si queremos que cumpla su misión, debe tener
sólidos y firmes fundamentos. Y esto lo adquiere por la contemplación. Asi lo
afirman los 0bis۴s a la hora de fundamentar la formación de los catequistas:
«La espiritualidad del catequista se nutre de la contemplación» 53.

1) Al catequista se le pide que:


— «Inicie al catecúmeno en la plegaria de los salmos, desarrolle en él la
dimensión contemplativa de la espiritualidad cristiana...., es imprescin-
dible para la catequesis» 54.
— Cree «un clima propicio de oración» para fomentar de modo muy partí-
cular la «escucha a las invitaciones y llamadas de Dios. La catequesis ha
de desarrollar con cuidado el “oído” del catecúmeno para hacerle sensi-
ble a la acción de Dios en él» 55.
— Dé a conrcer a Jesucristo no de forma teórica 0 presentándolo sin más
como un líder religioso, sino «con toda su profunda significación vital
para la vida del hombre [...] en una relación personal y sapiencial» 56.
— «Esté capacitado para iniciar a los cristianos en la oración» y tenga «una
intensa vida sacramental y espiritual» 57. Se le pide también «el hábito
de oración... que permitan al Espíritu Santo perfeccionar su fecunda
obra en los catequizados» 58.53 54 55 56 57 58

53. CF 66.
54. CC^.
55. cc 208.
56. CC 85.
57. CF153.
58. DGG 114.
132 ALTONSoMILlÁN SORRJBAS

2) Para ello debe:


— «Estar iniciado en la ex^riencia religiosa genuina, en la oración y en la
vida litúrgica» 59.
— Hacer que todo «un proceso catequético se convierta en verdadera
escuela de oración» 60.
— Tener ex۴riencia de fe: «¿Hay otra forma de comunicar el Evangelio
que no sea la de transmitir a otto la propia ex^riencia de fe?» o!.
— Cultivar esta experiencia de fe. No basta con tenerla. Corre el peligro de
evaporarse 52.

II. La catcquesis educamra de la cootemplación

\٠ La catequesis nos abre a una pedagogía de la contemplación

De todo lo dicho queda claro que el catequista tiene que estar preparado en
todas las materias que hacen referencia a su misión de educador en la fe. La pre-
paración de esas disciplinas (psicología, pedagogía, antropología, teología, estu-
dio de la Biblia y ottas), con tener sus dificultades y exigir una constante prepa-
ración y renovación, requieren unos medios más técnicos y científicos que
producen normalmente el resultado que se busca.
No ocuree asi en la educación para la contemplación. Esta no responde
exactamente a los medios propuestos. Si asi fuera caeríamos en el pelagianis-
mo ٥3. Dios está por medio. Y Dios siempre es sorprendente. Ante él las técnicas
y métodos tienen un valor relativo. Dios es puro regalo, amor gratuito, que no
podemos merecer por nuesttas obras. Pero nosotros podemos poner los medios
que están a nuestro alcance. La catequesis es uno de ellos. Bien hecha, prepara el
terreno, conduce y educa para la contemplación, porque dispone al hombre a‫׳‬
acoger la acción del Espíritu: «Es cauce a través del cual Dios mismo actúa en el59 60 61 62

59. cc 89.
60. CC 90.
61. En este mismo sentido se expresa CE 61: «La propia experiencia cristiana [...]
desem۴na una fimciôn decisiva».
62. Cf. CF106.
63. CC. 54. Tipoco detemos caer en un voluntarismo moral, como si el amor de Dios
tuviese que ser el resultado de la conquista de nuestro esftierzo. La catequesis mostrará que el
amor de Dios se adelanta a la recuesta del hombre (cc 110).
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DE CATEQUISTA... 133

corazón del catecúmeno, como llamada, promesa, perdón, colección, sentido


de la existencia, a^yo, presencia, justificación donación... “La catequesis
desempeña la función de dis^ner a los hombres a acoger /٥ acción del Espíritu
Santo"» (DCG 22) ٩
Ante este amor gratuito de Dios, la postura correcta es de escucha, silencio,
acogida, actitud receptiva, dejarse, amar, dejarse «templar» por él, contemplar.
La catequesis presta un servicio importante. La pedagogía del don nos abre a
«la iniciación al descubrimiento, a la aceptación y a la acogida del amor de
Dios y a la respuesta de confianza absoluta. Desde aquí la catequesis muestra
cómo la vida merece la pena vivirse, que la existencia es una gracia que se acepta
agradecido, que todo es don y regalo, que el hombre no es la medida del todo,
que la misma vida es don y que lo importante es saberse dado y aceptar el don
que uno es su vida más auténtica» 65, La catequesis «suscita el sentido de la
graUiidad, de la iniciativa divina de salvación, el sentido de lo religioso y de
lo trascendente, introduce en una ex^riencia teologal, lleva al descubrimiento,
afirmación, reconocimiento y confesión de Dios como Dios. La catequesis es
mediación del encuentro entre Dios y el hombre» ٥٥٠
Desde esta perspectiva, toda /٥ vida del catequista adquiere una dimensión
contemplativa. Está envuelto en «un clima religioso y de oración, favorecedor
del encuentro entte Dios y el catecúmeno» ،7. Su fe y su sensibilidad religiosa se
deja templar por Dios. En ratos de soledad, silencio y recogimiento queda
impactado por el gran amor de Dios hacia Ó1 y hacia los catecúmenos. Y desde
esa ex۴riencia de fe, vivida en esos largos ratos, «deificada» su vida, es
transmisor de esa ex^riencia que embarga a los catecúmenos, a quienes contem-
pla, quiere, comprende y mira de una manera nueva, con la mirada conmove-
dora de Dios y con el amor destordante de un Dios que los acoge en su totali-
dad, no porque sean buenos 0 sean malos, sino porque son sus hijos. Y con esa
misma mirada contempla en profundidad la vida del mundo, sus esperanzas,
angustias, odios, violencias, alegrías... Todo lo ve con esa mirada profunda,
amorosa, como es la mirada de Dios.
El catequista deto contagiar esta experiencia a los catecúmenos a lo largo
del acto catequético y en su relación con ellos. Pero, ¿cómo logra vivirla él64 65 66 * *

64. cc 108.
65. A. Cañizares, «Hablar de Dios para darle gloria», en Teología y Catequesis 1-2
(1984), p. 28.
66. Ibid., p. 34

68. Cf. L M. Morillas, Religiones para elproceso (Tesina de licenciatura) (San Cugat del
Vallés 1991), p. 80. Es una palabra usada fandamentalmente en Oriente. En griego, ΤΗΕΟΣΨΣ,
que tiene a expresar el estado deificado del ser humano. Es el ideal y aspiración de la vida con-
templativa en Oriente, que no consiste tanto en unas manifestaciones secundarias cuanto en vivir
una vida diäinta.
134 ALTONSO^ÀNSORRffiAS

mismo?, ¿qué medios tiene a su alcance? y, si los tiene, ¿en qué medida lo vive?
¿Cómo puede el catequista llegar a ser contemplativo?, y ¿cómo puede lograr
que la contemplación sea una dimensión que abarque toda su vida?
Poco haríamos con que viviera ratos aislados de contemplación. Es necesa·
rio que toda su vida sea contemplación! porque todo es regalo de Dios. Todo le
habla de Dios. Té es palabra de Dios que continuamente se le está dirigiendo.
Sólo tendremos que ayudarle a que abra los «ojos» y los «oídos» y ^rciba la
armonía religiosa de la naturaleza y de la humanidad entera. De esta forma lo-
graremos que viva en estado contemplativo y asi la catequesis será un momento
extraordinario para vivirlo él, y acompañar y ayudar a vivir a los catecúmenos.
Vivirá una relación agradecida con Dios nuestro Padre, por medio de su Hijo,
ayudado por la fuerza del Espíritu. Se sentirá «dis^nsador de la complacencia
y amor eterno de Dios a 1.08 hombres» ‫وه‬٠
En todo momento el catequista tendrá que tener como punto de referencia
la pedagogía que Dios ha utilizado en su revelación. Los obispos de la Comisión
la llaman «pedagogía del don» 70.
Esta pedagogía del don nos abre a una pedagogía de la admiración, de la con-
templación, de la atención meditativa, del asombro y de la experiencia como
caminos hacia Dios. Un hombre que no se asombra no ha llegado a percibir lo
admirable y maravilloso, no tiene capacidad para lo gratuito, para lo que adviene
y sorprende; sólo abarca una dimensión de la realidad Una ۴dag0gía que
no despierte el sentido de gratuidad, de admiración y de sorpresa, incapacitaré el
desertar dis۴siciones para aceptar lo nuevo, abrirse al Misterio impedirá
de alguna manera el que los catequizandos se encuentren con el gozo inefable de
una existencia y un mundo donados, la presencia gratuita de un Tú inapresable
[...1. Esta ^dagogia del don que despierta el sentido de la iniciativa divina nece-
sita crear un clima propicio de oración, de interioridad, de silencio de escucha,
de disponibilidad y de sensibilidad a la acción de Dios, en los catequizandos, en
la historia, en los hombres 71.
Los catequistas «han de orar» 72 y crear «un clima propicio de oración»
para fomentar la escucha a las invitaciones y llamadas de Dios, y desarrollar con
cuidado el «oído» del catecúmeno 73.
No basta con la oración que puede hacerse al iniciar la catequesis, 0 la
celebración que se haga al final. Es necesario dedicar largos ratos a la Oración.
Para esto necesita de un acompañamiento y -seguir un proceso que le introduzca69 70 71 72

69. CC207.
70. CC206
71. A. Cañizares, «Hablar de Dios para darle gloria», en Teología y Catequesis 12‫־‬
(1984), p. 37
72. CC207.
73. cc 208.‫ﻣﺎ‬
ً entrecomillado es del drcumento.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DE CATEQUISTA... 135

en la contemplación que él es capaz de hacer, y que le llevará a vivir una


relación de amistad gozosa con el Señor y con todas sus criaturas, especialmente
con los catecúmenos.
No es fácil iniciarse en la contemplación. Hemos hablado antes de las difi-
cultades que se encuentran en esta srciedad hedonista y materialista, consumista
y en busca de lo productivo y eficaz. Una srciedad lanzada al activismo que no
deja espacios para el silencio, la interiorización y menos para la contemplación.
Además del ambiente que le rodea, el catequista tendrá que superar algunas
dificultades que nacen en Su interior, y que se han ido creando después de la
niñez. Porque el nifio, por naturaleza, es contemplativo, capaz de asombro,
admiración y sorpresa. Su espíritu y su sensibilidad se dejan impactar y «tem‫״‬
piar» por todo. Sus ojos y oídos están bien despiertos. Es sumamente expresiva
y conmovedora la mirada de un nifio. Sin embargo, asi como va creciendo, la
srciedad ^rturba su límpida mirada y ésta pierde transparencia y vivacidad.
Y hay que educarle de nuevo en esa capacidad de sopesa.
Dice el psicoterapeuta C.G. June:
Mientras la religión no sea sino creencia y forma exterior y la función reli-
giosa no se convierta en ex^riencia de la propia alma, no ha tenido lugar aún lo
fundamental... En una ceguera verdaderamente trágica, hay teólogos que no se
dan cuenta de que no es cuestión de demostrar la existencia de la Luz, sino de
que hay ciegos que no saben que sus ojos podrían ver. Es necesario caer en la
cuenta de que para nada sirve alabar y predicar la Luz, si nadie la puede ver.
Seria necesario desarrollar en el hombre el arte de ver 74.
Hay que enseñar a ver para que la realidad nos impacte, se grabe en‘nuestra
retina y en nuestro corazón. Temple 0, aveces, «destemple»75 nuestta vida.
Hace falta tener el ojo que nos capacite para ver en profundidad, el «ojo de
la contemplación».
San Pablo habla del ojo de la fe, s. Juan de la Cruz habla, a veces del ojo, en
singular, para distinguirlo de los de la cara, y Hugo de San Victor, del s. XII,
habla del ojo de la contemplación. Dice este Ultimo que el hombre ha sido creado
con tres ojos: el colorai que ve las cosas materiales, el de la razón que ve y
entiende las cosas lógicas, y el de la contemplación que «ve» lo espiritual, lo de
Dios. Esto lo manifiesta de un modo muy elocuente y bajo una mirada bien sim‫־‬
pie el relato del Génesis, al decir que Dios se paseaba en el jardin, en el que vivía
el hombre... percibía la presencia de Dios como quien percibe a otro que pasea
por donde está uno mismo. Pero cayó fuera de esta situación y [٠٠.] aunque su ojo74 75

74. A. M. Schluter, en la Introducción a Lo ná ‫ اﺟﻚ‬nosaber (Madrid 1988), 11.


75. Cuando la realidad es tan dura y el impacto praiucido tan fuerte, ٧. gr. un accidente,
un acto terrorista, quedamos «destemplados», conmovidos por la tragedia.
136 ALFONSO ΙΐΛΝ soroas

corporal sigue viendo [...‫ נ‬y su ojo de la razdn sigue entendiendo [.٠.] sin
embargo su ojo contemplativo ha quedado ciego [...]. Se impone el cuidado del
tercer ojo, u ojo de la contemplación, no ya sólo para cultivarlo, sino incluso
para despertarlo 76.

2. Acompañamiento espiritual

Para lograr té esto es necesario un «guia» que desde su sater y, sobre


todo, desde su experiencia, acompañe al catequista. Antes cumplía esta función
el director espiritual. Hoy ha caído en desuso. Se habla más de acompañamiento
espiritual. Y no creemos que sea sólo un cambio de palabras‫ ؛‬obedece a un cam-
bio de actitudes, de forma de estar y acompañar. El director espiritual se había
excedido en sus funciones. Dirigía la vida espiritual de tal forma que el dirigido
se limitaba a exponer, consultar y otedecer. Hoy, después de una época de con-
testación y abandono, se ve necesaria su ayuda. Eso si, cumpliendo mejor su
función: acompañando, ayudando a discernir, abriendo a la luz y a la fuerza del
Espíritu que, en definitiva, es el verdadero director. Desde esta perspectiva cabe
más hablar de acompañamiento espiritual que de dirección espiritual 77.
En cuanto a su importancia y necesidad es del té significativa la experien-
cia personal de santa Teresa de Jesús, asi como la doctrina que sobre este punto
vierte en sus escritos: «Llevóme el director espiritual por medio que parecía del
todo me tomaba atrás. ¡Qué gran cosa es entender un alma!» 78. También habla
la santa -en contta^sictón— de la dificultad que encierra un mal director:
«...yo creo [que] nunca medrará mi alma» 79.
Santa Teresa está convencida de que la falta de dirección espiritual es una
dificultad insuperable, tanto al inicio de la oración como después en la contem-
plación infusa. Reconoce que el director espiritual debe saber acompañar, tener
experiencia y ser letrado 80.

1 Pasos parala contemplación

Para que el catequista se inicie y avance en la oración contemplativa, que le


facilite una relación amistosa con el Señor, es necesario, además de tener un76 77 78 7

76. A. M. Schluter, La experiencia de Dios (Madrid 1985), 85.


77. Cf. A. Crespo, «El acompañamiento espiritual», en ΑΑ.νν. Espiritáidad sacerdo-
،‫ﻣﻤﻪ‬. Congreso (Madrid 1989), 534-535. Reconrce que «asistimos a un cambio, que no es sólo
de lenguaje, sino de estilo y métalo, a۴yado en las nuevas ciencias». Pero la constante es que
«el hombre quiere, necesita y ۴«le ser acompañado en su camino hacia la perfección».
78. Efrén de la Madre de Dios, Santa Teresa à Jesús. Obras completas (Madrid 1979),
página 108.
79. lbíd.,p. 106.
80. Ibid., pp. 68-69. Habla de las cualidades que debe tener el directa espiritual.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN {»NTEMPLATIVA DEL CATEQUISTA... 137

acompañamiento espiritual, seguir los pasos que llevan a la oración contempla-


tiva, y que me limito a enumerar.
— Exige ،،'£٠٥, dedicación y ‫ئ״هﺀ‬،‫ﺀ«ه‬،'‫ه‬٠ Fácilmente encuentra «excusas»
para dejarla Se le rcurren muchas cosas para hacer; pero es necesario no desfa-
llecer. Sobre té cuando, ya iniciado en ella, experimenta una etapa de cierta
aridez. Exige morir a uno mismo y a sus cosas, para dar cabida al Dios trino que
habita dentro de él, y a los hermanos. Attavesar esta etapa de desierto no es nada
fácil. Por eso es más necesario el acompañamiento espiritual.
— Convencido de que tiene que dedicarle tiempo, ¿cómo se organiza?, ¿qué
pasos dar?, ¿qué actitudes debe tener? En primer lugar, es fundamental dedicar
todo el tiempo necesario a la concentración y recogimiento. Si uno dispone
de una hora, es preferible dedicar, si es necesario, cincuenta minutos a la con-
centración y diez a la oración contemplativa, que empezar antes de lograr
concentrarse.
Para concentrarse deterá recurrirse a adoptar la postura colorai ade-
cuada, bien sea la utilizada por métés orientales, 0 la que parece usaba santa
Teresa. El caso es que «el cuerpo esté relajado, en actitud de es^ra, de escucha,
de receptividad» *1. Oramos con té nuestro ser, también con el cuerpo, y esto
debe ^xler expresarse también con un lenguaje cor^ral. Esta ‫ م‬tura de recep-
tividad refleja la actitud de dejarse templar como el hierro en la fragua, de
forma que el amor de Dios ^netre y embriague mi vida entera.
— Es necesario también, para que la oración sea válida y sincera, la puri-
ficacián. «El reconocimiento de Dios reclama un corazón desligado y libre,
puro y limpio, abierto y pobre, que deje lugar para el encuentro con Dios» 82.
En caso contrario, si hay desorden y falta de armonía en la forma de vivir y
actuar, mal se puede entablar esa relación armoniosa con Dios. Existirá incohe-
rencia, y la incoherencia rompe toda relación. Esto no quiere decir que el cate-
quista que camina por la oración contemplativa no ex^rimente momentos de
debilidad y pecado, propios de té ser humano. Se refiere a una actitud ^rma-
nente de incoherencia que es incompatible con cualquier tipo de oración.
El casuista que es educado en esta ^dagogia contemplativa y que a su vez
va educando poco a poco a los catecúmenos corte un grave fuligo ante el que
debe estar muy atento: la ،‫«ﺀ‬،‫ﺀه‬،'‫ ״د‬de refugiarse en esos espacios de silencio
y soledad, donde uno se encuentra consigo mismo tan a gusto en esa relación
amorosa con Dios, que termina por hacer que té gire en tomo a si, dando ali-
mento al talante narcisista que tan fácilmente aflora. Es un riesgo que se corte con81 82

81. T. Alvarez, j. Castellano, Teresa à Jesús, enséñanos a orar (Burgos 1981), 101.
82. M. A. Calavia, op. cit., p. 6.
138 ALFONSO ΙΐΛΝ SORIAS

facilidad en este mundo de competitividad, activismo, confrontación, imagen


y diversión desenfrenada. Uno necesita esos espacios. Si no hay un «guia» que le
ayude, puede quedarse satisfecho sin llegar a vivir la auténtica contemplación.

4. Contemplativos en la vida

Si su contemplación es verdadera, no quedará reducida a estos espacios‫ ؛‬le


potenciará a vivir contemplativamente la vida. Su mirada será reconducida por
la mirada de Dios y verá el mundo como Dios lo ve. No le dejará indiferente.
Jesús no se quedaba pasivo ante la vida que acontecía a su alrededor.
El ser contemplativo de Jesús consistía, sobre todo, en saber ver la vida como
la veía Dios, y en descifrar su misterio desde la sabiduría que le comunicaba
alguien mayor a quien llamaba Padre. Eso nos ensancha el concepto de contem-
plación, nos rompe las tapias de la huerta conventual en que la habíamos ence-
rrado y nos la convierte en un parque público en el que todos estamos invitados a
entrar. Entonces empezamos a entender que ser contemplativo es entrar en con-
tacto con la realidad como lo hacia Jesús, y eso tiene que ver no sólo con el
mirar, sino también con el escuchar, con el sentir, con el tocar, con el decir, con
el callar... 85
Queremos traer aquí el testimonio, hecho poesía, de dos cualificados con-
templativos de nuestro tiempo, que desde el Oriente, acusado muchas veces de
quedarse en el éxtasis contemplativo, abren cauces de auténtica contemplación
en el inmenso taller del mundo. Dice R. Tagore:
¿Por quién rezas en este rincón oscuro / del templo de puertas cerradas? /
Abre los ojos y mira: / tu Dios no esta delante de ti. / Está donde el campesino
ara la desnuda tierra, / a lo largo de la calle donde trabaja el picapedrero. / Bajo
el sol y bajo la lluvia está él con ellos / y sus vestidos están cubiertos de polvo. /
Quítate ese manto sagrado / y baja como Ó1 al terreno ۴lvoriento 84.
La religión deja de ser una aberración y un lujo inútil y provocativo para
animar las realidades que parecen menos sagradas. La contemplación, hecha en
el silencio de un monasterio, es continuada en las distintas actividades que reali-
zamos. Asi se expresa Gandhi:
Si cuando metemos las manos en la palangana, si cuando atizamos el fuego
con el fuelle, si cuando alineamos interminables columnas de números en la mesa83 84

83. D. Aleixandre («Educar para la contemplación», en Sal Terrae 12 [1986], 881) pone
como modelo de contemplación «al samaritano que miró de una manera tan auténticamente con-
templativa al hombre caído en la cuneta que su corazón se conmovió, sus pies se acercaron al
herido y sus manos se pusieron a curarlo».
84. s. de Flores, «Espiritualidad contemporánea», en Nuevo Diccionario à Espirité-
dá, op. cit., p. 467.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA Da CATEQmSTA... 139

de contabilidad, si cuando, abrasados por el sol, estamos metidos en el cieno de


los arrozales, si cuando amanecernos ante el horno fundidor no realizamos
exactamente la misma vida religiosa que si eshiviéramos en oración en un
monasterio, el mundo jamás se salvará *5.
De esta forma, el catequista encuentra la armonía entre fe y vida, acción
y contemplación, monasterio y fábrica, desierto y ciudad. Teilhard de Chardin
nos dice que hay que lograr «darse cuanta de cómo, sin hacer la menor con‫־‬
cesión a la "naturaleza”, sino por sed de una mayor perfección, existe el medio
de conciliar y de alimentar más tarde, uno mediante orto, el amor de Dios y el
sano amor del mundo, el ‫־‬esfuerzo de desprendimiento y el de desarrollo» 86.
El amor nos lleva a rtabajar apasionadamente por la rtansfomación del mundo.

III. La oración de Jesús

Hasta aquí hemos presentado la imperiosa necesidad que el catequista tiene


de vivir una adhesión ۴rsonal con Dios en un rtato amistoso que le provoque
una fuerte ex^riencia. De tal foma que, tenida esta ex^riencia, S-U vida gire en
tomo a Dios, hasta el punto de quedar «descenrtado» 87 de si para cenrtarse en
Dios. Su vida, su ser entero, ha quedado adherido a Dios, su Unico absoluto.
Y esto no es sólo un sentimiento, una emrción 0 un razonamiento‫ ؛‬es una expe-
riencia que implica toda su vida.
Tal experiencia de Dios es querida y reconocida, como hemos dicho ante-
riormente 88, por tés aquellos que están dedicados a la tarea catequética. Todos
hablan de su necesidad y de su im^rtancia. Sin embargo, la mayoría encuenrtan
serias dificultades a la hora de poner los medios para facilitar esta experiencia.
A continuación ofrecemos un método sumamente sencillo, accesible a todos
-por muy escasa que sea su formación—, y que al mismo tiempo encierra tal
profundidad que, si se sigue con fidelidad, facilita el encuenrto personal con
Dios y predispone a vivir contemplativamente no sólo el quehacer catequístico,
sino la vida entera de quien lo practica. No lo presentamos como el mejor
método. Es un método más enrte ortos muchos. Es verdad que para algunos
será el mejor, 0 el que les capacitará para dar pasos sucesivos en la dimensión
contemplativa.85 86 87 88

85. Ibid.) p. 468.


86. í٥'،٥., p. 467.
87. I. Martin Velasco, «La educación de la ex^riencia religiosa en una sociedad secular!
zada», en Actualidad Cateqéica 141 (1989), 42.
88. Véase en este rtabajo el apartado: «Sin experiencia de Dios no se puede ser cate-
quista» (páginas 120-122).
140 ALTONSO MIL1ÁN SORRiBAS

Nos referimos a la oración de Jesús. Una oración que desde hace pocos años
se está extendiendo por occidente y que tiene su origen en los Padres del
Desierto, en la corriente espiritual del hesicasmo 8‫و‬٠ Ha llegado a nosotros por la
publicación de El peregrino ruso 9°. Gracias a él, la oración de Jesús ha sido
conocida en Occidente y poco a poco se va extendiendo su práctica, con gran
aprovechamiento para la vida espiritual de quienes la realizan.
Antes de entrar en la explicación de la oración de Jesús consideramos
importante resaltar los asuetos fundamentales que se contienen en El peregrino
ruso. Por medio de este libro conocimos hace años dicha oración y con su
práctica hemos recibido algunos de los valores que encierra 91.
Después entraremos en la explicación de la oración de Jesús, el desarrollo
histórico que ha tenido a lo largo de los siglos y su metrología, asi como los
medios que necesita para su ejercicio. Finalmente haremos una valoración de
esta oración destacando los valores y las dificultades que encierra.
Un punto importante será ver cómo el método usado para esta oración
posibilita aplicarlo a otras muchas expresiones 0 frases, bien sea del evangelio,
de los salmos 0 de otros textos en los cuales uno se siente identificado con lo que
allí se dice. Una es۴cie de «mantra» 92. Y, finalmente, presentamos las conclu-
siones, objeto de este trabajo, y dos anexos.

1. Aspectos fundamentales de «El peregrino ruso»

Es un libro sencillo, asequible a tros, con abundancia de relatos, lleno


de vida, que refleja la sociedad rusa de los años 1856-1861, y cuyo objetivo
fundamental es responder a la llamada que nos hace san Pablo de «orar cons-
tantemente» 93.
El ambiente que se vive en Rusia cuando Se escribe El peregrino ruso es pro-
fundamente espiritual. Asi se desprende de sus relatos. Una espiritualidad expe-
riencial, sin muchos estudios ni teatados teológicos. La Iglesia ortToxa rusa está
más influenciada ‫ م‬Oriente que por medente. «Oriente [..٠] es emotivo y cáli-
do, buscador de la intimidad y de la experiencia vital, concreta e interpersonal.89 90 91 9

89. Etimológicamente viene de la palabra griega ησψκκχ, que significa reposo, quietud.
Es una corriente espiritual que se da en el siglo IV, y que perdura taiavia, sobre todo en Oriente.
Del hesicasmo hablaremos ۴steriomente.
90. Véase cita núm. 2 de este trabajo.
91. Esto hace que este trabajo tenga cierto talante experiencial. En varios momentos,
lo qu‫ ؟‬digo, aunque sea fimdamentado en ciertos autores, está avalado también por mi propia
expnencia.
92. Oración repetitiva de una palabra 0 pequeña frase que nos relaciona profimdamente
con Dios: Padre, Jesús, gracias, perdón...
93. 1 Tes 5,1718‫־‬.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DEL CATEQUISTA... 141

alejado de la fría es^culactón» ٩ A oriente acudimos a buscar vida, experien-


cia, espíritu, más que teoría, especulación 0 densas obras científicas.
Es necesario tener presente el contexto que rodea a El peregrino ruso para
situamos en él y no hacer juicios aprioristicos desde nuestra mentalidad más
especulativa y racional. Por eso nos interesa conocer las principales carac-
teristicas de la espiritualidad en que se mueve el peregrino: «carácter cósmico,
en el que se busca la divinización no sólo de la persona, sino de la creación
entera‫ ؛‬imitación de Dios centrada especialmente en la participación de la sim‫־‬
plicidad e inmutabilidad divina‫ ؛‬vida ascética, encamada en la separación del
mundo, la lucha contea el demonio y la búsqueda anhelante del paraíso‫ ؛‬vida de
oración: la ascética tiene fundamentalmente esta finalidad y en ella encuentra el
descanso y la quietud de la contemplación» %‘
El libro de El peregrino ruso está dividido en dos partes. La primera,
la más conrcida, en sus cuateo capítulos nos refleja el mensaje que quiere
damos: la oración de Jesús es el método para orar constantemente. La segunda
—probablemente escrita con ^sterioridad, ya que tiene oteo estila, consta de
tees capítulos y teata de responder a algunas dudas que se le plantean al lector
en la primera parte, que hasta hace años era la que se conocía como El pere-
grino ruso ٥٥٠
La primera parte es la más importante y donde, con un estilo namativo,
lleno 'de vida y muy sencillo, se percite el carisma que encierra la oración de
Jesús, a lo largo de los múltiples diálogos, encuentros, acontecimientos y des-
cripciones de su oración.

Aparecen estas claves:


— Búsqueda ansiosa y constante, por parte del protagonista, de alguien que
le pueda orientar en su deseo de vivir en oración continua. Para ello peregrina
por diversas regiones al encuenteo de quien le pueda ayudar. No regatea esfuer-
zos ni sacrificios: pasar hambre, ser apaleado, caer enfermo, no tener cobijo...
Té lo da por bien empleado‫ ؛‬el caso es conseguir orar constantemente. Escu-
cha sermones sobre las excelencias de la oración, pero nadie le sabe enseñar los94 95 96

94. A. Guerra, Introducción a Elperegrino ruso (Madrid 1984), 20. Cuando de aquí en
adelante cite Elperegrino ruso, señalaré la página de esta edición.
95. Ibid., p. 21. La letra cursiva es mía. Con ello pretendo destacar asuetos fandamen-
tales del tema que nos ocupa, como son: oración, descanso y quietud -propios del Hesi-
casmo—, y contemplación.
96. Sólo se publicaba la primera parte. La segunda se publicó por primera vez en 1911.
Y sólo en 1930 aparecen publicadas conjuntamente (cf. Elperegrino ruso, op. cit., pp. 1718‫)־‬.
La segunda parte es una conversación entre un profesor, el Staretz, el peregrino, un sacerdote
y el Schimnik («monje constituido en el más alto grado de la vida religiosa entre los orto-
doxos») ٧éase en, Elperegrino ruso, nota de p. 223.
142 ALFONSO ΙΐΛΝ SORIAS

medios para orar ininterrumpidamente. En vista del fracaso, da un giro: «Dejé


de asistir a los sermones públicos. Elegí otro camino: enconttar con la ayuda de
Dios un hombre ex^rimentado y sabio que pudiera enseñarme ^rsonalmente
aquello que tan violentamente atraía mi alma» 97.
— En este prrceso de búsqueda encuentra a un monje que contempla al pe-
regrino como un hombre que en su interior tiene un espíritu hambriento de Dios,
y por quien ha dejado todo. Recibe el nombre de «Staretz» 98. Comprende su
situación, le progne el método de la oración de Jesús y le acompaña en todo su
proceso hasta asegurar la asimilación del métráo y sus frutos. En otros momen-
tos seguirá estando a su lado ejerciendo la tarea de acompañamiento espiritual.
— Juntamente con el Staretz recite dos fuertes apoyaturas que irán confi-
gurándole a lo largo de todo el proceso hasta conseguir orar constantemente por
medio de la oración de Jesús. Una es la palabra de Dios: la Biblia. Con ella
comienza su oración y su búsqueda y de ella nace la llamada a orar constante-
mente. La otra es la Filocalia 99. Es un resumen de los principales escritos espi-
rituales de los Padres, donde se condensa la ciencia y sobre todo la experiencia
de muchos siglos. De gran provecho para avanzar en el camino espirimal.
El trípode formado por el Staretz, la Biblia y la Filrcala representará unos
apoyos de tal calidad que sin ellos no hubiera conrcido la necesidad de la
oración ni los pasos a dar para conseguir su objetivo.
—El peregrino ruso, en su ardiente deseo de conseguir orar sin inte-
reupción, va ¡ someterse fielmente ٥/ método que le propone el Staretz.
Comienza a practicarlo con ilusión: «Al principio me pareció que todo iba bien,
pero luego comencé a aburrirme. El cansancio y el sueño me abatieron y una
extraña nube de ^nsamientos me envolvió» 1“. El Staretz le manda comenzar a
recitar la oración de Jesús tres mil veces al día, después seis mil y finalmente
doce mil veces.
El método se le hace duro, monótono y mæânico. Necesita de la ayuda fre-
cuente del guia espiritual para su^rar estas dificultades. Su acompañamiento va
a ser decisivo. Con el tiempo, y siguiendo fielmente sus instrucciones, el pere-97 98 99 1

97. Anónimo, Elperegrino ruso, op. cit., p. 44.


98. El que acompaña espiritualmente, el director espiritual. Por lo general eran monjes
que desde los monasterios ayudaban en el proceso espiritual de quienes acudían a ellos. Eran
muy valorados porque vivían una ftierte experiencia de Dios y tenían una ۴sitiva influencia
sobre la vida espiritual del pueblo cristiano.
99. La significación literal de Φιλοκαλία es: «amor a lo bello». La primera edición de
la Filocalia la hizo Nicodemo Hagiorita, monje del monte Athos, en 1782. Pocos anos después
fue traducida del griego al ruso por otro monje, Paisij Velitchkovsty, en fonna más resumida. Es
la que usó el peregrino roso. Cf. j. Serr, «Acerca de la oración de Jesús», en LafilocaUa de la
oración à Jesús (Buenos Aires 1979), 9-10.
100. Anónimo, Elperegrino ruso, op, cit, p. 54.
VICIACIÓN A LA DIÂÆNSIÔN TONTEMPLATIVA DEL CATEQUISTA... 143

grino logrará sentirse a gusto recitando la oración de Jesús. Se le pasa el tiempo


sin darse cuenta. Busca mayor soledad para estar más centrado. Comienza a
gustar del placer de orar constantemente.
Los cambios que experimenta el peregrino son diversos pero sobre todo
profundos: a medida que satorea el gusto en la oración y va identificándose con
ella, «los apetitos de la sensualidad cesaron por si mismos» y Dios le concede
«comenzar ya en la tierra a pregustar la bienaventuranza del cielo» 101.
Vivida esta ex^riencia mística, el Staretz le da ^miso para que recite la
oración cuando quiera y pueda. Ya no tiene que estar endiente de contar con su
rosario las ttes, seis 0 doce mil veces que le había impuesto. Ha conseguido ya la
experiencia de Dios.
La oración ha bajado de los labios al corazón. Su vida entera vibra
y resuena al unisono de los latidos de su corazón. Su cuerpo y su alma se ven
llenos de felicidad. Y a medida que avanza en la oración, dirá:
Dominaba completamente mis pensamientos, sentía una gran alegría y como
una liberación de la gravedad de mi cue^o, de modo que me veía transformado
y arrebatado. Sentía gran amor por Jesucristo y por toda la creación de Dios.
Seme llenaban de lágrimas los ojos, lágrimas de gratitud hacia el Seóor.
Todas estas experiencias me ensenaron que la oración interior produce abun-
dantes frutos: sincero amor de Dios, paz interior, rapto del espíritu, pureza de
pensamiento, agilidad y vigor en todos los miembros, un general bienestar,
insensibilidad a las enferm^ades y dolores, nueva fuerza de raciocinio, nueva
inteligencia de la Sagrada Escritura, comprensión del lenguaje de todas las cria-
turas, repulsa de toda vanidad, nuevo concepto de la santidad y de la vida inte-
rior y, finalmente, la conciencia cierta de que Dios está presente y de que su
Amor lo abraza todo 102.
Comienza a ex۴rimentar y contemplar la vida, la naturaleza, las personas
de una forma nueva. Té le parece distinto aunque todo sea igual. Las cosas
y las personas no han cambiado. Él, si. Por eso lo ve todo como nuevo. Por
medio de la oración Dios ha cambiado su corazón y la manera de ver. Tiene
nuevos sentimientos y nueva mirada. Comienza a contemplar con el corazón
y con la mirada de Dios. Se ha précido la adhesión ^rsonal, el encuentro
amistoso, y comienza a querer mirar «a lo Dios».
Nos dice de forma bien expresiva:
Cuando rezaba en el profimdo recogimiento de mi corazón, todo lo que me
rodeaba me parecía estu^ndo y maravilloso: los árboles, las plantas, los pájaros,
la tierra, el aire, la luz parecían decirme que todo había sido creado para el101 102

101. Ibid., p. 59.


102. Ibid., pp. 8486‫־‬.
144 ALFONSO !!AN SORIAS

hombre, que todo era una demostración del amor de Dios hacia el hombre, que
todo oraba al Sehor, presentándole su homenaje de adoración y alabanza. Fue
entonces cuando entendí el significado de las palabras de la Filocalia: entenär el
lenguaje de todas las criaturas, y vi que ahora podia hablar con todas ellas y que
ellas me entendían05‫ا‬.
Se cumple de esta forma algo que para el verdadero contemplativo es viven-
cia fundamental: todo es palabra de Dios, porque todo le habla de él. En todo
encuenda su mensaje. Té es regalo de Dios. La creación entera es ocasión de
diálogo inintemimpido con su Creador.
El método de la oración de Jesús no lleva al ^regrino a encerrarse en lo
recóndito de su corazón en una relación intimista con un Dios exclusivo para él.
Dios está en la vida, en las personas, en todas las criaturas. Hasta en el perro
(ual Francisco de Asís- que «vino y se puso a saltar en tomo mío haciendo
zalemas. Me alegré pensando que era otro beneficio, otta gracia de Dios» m.
«Todo el mundo aparecía a mis ojos bañado de bondad; me parecía que todos me
amaban» 105. «Sentía por tés un afecto tan grande como si fueran miembros
de mi misma familia» 06‫ل‬.
A esto conduce la oración de Jesús, tema de este trabajo. Provrca una fuerte
experiencia de Dios, tan fuerte que la vida es contemplada de manera nueva.
Todo ofrece novedad y originalidad. Todo es gracia de Dios. Es la experiencia
que necesita té catequista que quiere ser fiel a la misión encomendada por la
Iglesia. La experiencia de Dios lograda por este método que practica el pere-
grino ruso conduce a ver té de manera nueva. Si se logra esta experiencia, el
catequista no se repetirá, ni encongará monótona ni rutinaria la catequesis.
Todo será siempre nuevo. Porque Dios todo lo hace nuevo 07‫ﻟﻢ‬٠

2. La orán de Jesús

Hemos presentado la oración de Jesús como un valioso medio para educar


en la contemplación y en la experiencia de Dios que el catequista necesita. Es un
medio sencillo, asequible a tés, y al mismo tiem^ el más fácil y rápido 108 * 104
109105 106
para lograr la interiorización del catequista en el entorno sociocultural en que se
mueve. Un entorno que dificulta seriamente la vida contemplativa 109. Es preci-

\‫؟‬ß. lbíl٠‫׳]؟‬n.
104. Ibid., p. 77.
105. Ibid., p. 60.
106. Ibid., p. 59.
107. Αρ<*21,5.
108. Chariton de Val amo. Arte à la Oración (Buenos Aires 1979), 19.
109. Eric Fromm, El arte de amar (Buenos Aires 1963), 129. Este autor describe así la
cultura actual: «Nuestra cultura lleva a una forma de vida diftisa y desconcentrada, que casi no
MŒAaÔN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DEL CATEQlflSTA... 145

sámente la oración de Jesús uno de los medios más apropiados en este mundo de
ruido y de prisas que nos está tocando vivir, para iniciar en la vida contempla-
tiva. Una vez iniciado, no tendrá por qué atenerse siempre a este método, pero si
será un valioso medio a usar en cualquier momento.
Pero, ¿qué es la oración de Jesús?, ¿en qué consiste?, ¿cuál es su fórmu-
la?, ¿dónde, está su esencia?, ¿a qué responde?, ¿es oración «de» Jesús u ora-
ción«a»Jesús?
Son varios los autores que en los últimos anos prefieren hablar de oración
«a» Jesús que de oración «de»'Jesús “0. De hecho, en El peregrino ruso se nos
habla de la «continua oración incesante “a” Jesús» ni. Y la razón es obvia. Una
cosa es la oración de Jesús, la que él hacia, y otra la oración a Jesús, que le hace-
mos nosottos. La pre^sición «de» indica posesión. Se refiere, por tanto, en su
significado más propio, a la oración hecha por Jesús. Y aqui hablamos de la
oración que nosotros le dirigimos. De hecho hemos podido leer títulos sobre la
oración de Jesús cuyo contenido se refería únicamente a la oración que Jesús
hacia, y que se encuentra a través de todo el evangelio, y en modo alguno se
refería a la oración de Jesús de la que aqui estamos hablando. En este trabajo
seguiremos llamándola oración de Jesús porque asi es conocida por todos.
Incluso los autores que matizan esta distinción siguen llamándola asi.
La oración de Jesús, según nos manifiesta El peregrino ruso 112 y según la
tradición que viene de los Padres del Desierto y de la espiritualidad hesicasta,
responde a la necesidad manifestada por Pablo de orar constantemente, sin inte-
rrupción 113.
110 Fue
111 112
una preocupación constante, no fácil de solucionar. ¿Cómo
alternar oración y trabajo, sobre todo cuando el trabajo requiere especial aten-
ción de la mente? ¿Cómo orar durante el sueño?
Algunos, los mesalianos, en el siglo IV, lo inte^retaron tan al pie de la letra
que resultaba imposible realizarla. Frente a ellos surgen otros que viven en
«colaboración simultánea» alternando la oración: mientras unos rezan, otros

registra paralelos. Se hacen muchas cosas a la vez: se lee, se escucha la radio, se habla, se firma,
se come, se bebe. Somos consumidores con la boca siempre abierta, ansiosos y dispuestos a tra-
garlo todo: ۴liculas, tebidas, conrcimiento. Esa falta de concentración se manifiesta claramente
en nuestra dificultad para estar a solas con nosotros mismos. Quedarse sentado, sin hablar,
firmar, leer o beber es imposible para la mayoría de la gente. Se ponen nerviosos e inquietos
y deben hacer algo con la boca 0 con las manos».
110. Cf. Jean I^france, La oración del corazón (Madrid 1984), 28.
111. Anónimo, El peregrino ruso, op. cit., ρ.51.
112. Ibid.) p. 45. Después de escuchar en la misa del domingo 24 después de Pentecos-
tés, el versículo de Pablo (1 Tes 5,17) de «orad sin intemrpctón», nos dice: «Este versículo se
imprimió en mi memoria y me puse a pensar cómo es posible rezar sin intemrpctón, ya que el
hombre tiene que ocuparse de tantas cosas para ganarse la vida [...] Reflexioné mucho, mas no
pude convencenne».
113. 1 Tes 5,17. En esta misma linea van estas expresiones de Pablo y Urcas: Ef 6,18‫؛‬
21,36 ‫ﻣﻤﺎ‬
ً 18,1‫؛‬.
146 ALFONSO 1É SORIAS

trabajan 0 descansan. De esta forma la comunidad está en oracidn constante. San


Alejandro, fundador de los acemetas, intentó observar el precepto de la oración
constante creando veinticuatro ejercicios diarios, doce para el día y doce para la
noche, resecando un rato para el sueho. Sus discípulos reemplazaron el pre-
cepto que incumbía a cada uno por una oración constante de la comunidad. Esta
se dividía en tres grupos y se relevaban para asegurar la oración constante. Van
superando como pueden las dificultades que se les presentan. El caso es mante-
ner una actitud de orar incesantemente Π4.
En la búsqueda de soluciones rcuparú un lugar destacado la re^tíción cons‫־‬
tante de la oración de Jesús, hasta el punto de prevalecer sobre los demás méto-
dos y las demás oraciones. El peregrino ruso nos hace una descripción sencilla
y profunda de esta oración: «La continua oración interior a Jesús es una lia-
mada continua e ininterrumpida a su nombre divino, con los labios, en el
espíritu y en el corazón‫ ؛‬consiste en representarlo siempre presente en nosotros
e implorar su gracia en todas las ocasiones, en todo tiempo y lugar, hasta
durante el sueño. Esta llamada se compone de las siguientes palabras: “Jesús
mío, ten misericordia de mf» 115.
Sin embargo, la fórmula más completa es ésta: «Señor Jesucristo, Hijo de
Dios, ten misericordia de mi ^cador». Es la unión de dos expresiones evangéli-
cas que nos transmite el evangelio de Lucas: la del ciego Bartimeo cuando grita
a Jesús: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mi!» lio y la súplica del publi-
cano en su oractónen el Templo con el fariseo: «¡Oh Dios, ten compasión de
mi, que soy pecador!» 117 La fuerza principal de esta oración radica en la súplica
hecha por el ciego Bartimeo. Parece ser que en la más pura y antigua tradición
hesicasta no se decía la palabra «lacador». Se sobrentendía. De hecho, hoy tam-
poco es muy usada. Suele decirse asi: Señor Jesucristo, ten misericordia de mi».
En esta fórmula se encierea ya el sentido del arrepentimiento que se tiene por
los pecados. También queda suprimida la expresión «Hijo de Dios». Ambas
expresiones desaparecen para mejor adecuarla a la inspiración y espiración de
la respiración.
Es una oración cristologica, dirigida a Jesús, el Cristo, el enviado de Dios,
el Mesías, el Ungido, elHijo de Dios, Dios verdadero nacido de Dios verdadero.
En él está puesta nuestra confianza y nuestra seguridad. De él esperamos todo,
sobre todo su amor hecho perdón de nuesttos pecados. A la hora de recitar la
oración no necesitamos imaginar escenas que nos narran los evangelios‫ ؛‬debemos114 115 1

114. Cf. Sor Elian, «La oración en la Iglesia de Oriente», en Theofá 9 (1989), 8-9.
115. Anónimo, Elperegrino ruso, op. cit, Ρ.51.
116. .18,38 ‫ﻣﻤﺎ‬
‫\\ר‬. Ibid.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DEL CATEQUISTA... 147

detenemos solamente en et nombre de Jesucristo, Hijo de Dios. Incluso, según


nos dice Tedfano el Recluso, detemos cuidar «no tener en el intelecto ninguna
imagen visual ni ningún concep.to, sino creer firmemente que el Señor te ve y te
escucha» 118. solo detemos dirigimos a él, confiar en él y descansar en él. En él
está todo lo que Jodemos ansiar.
En una oración tan breve como es la oración de Jesús, además de una con‫־‬
festón de fe en Jesucristo, Hijo de Dios, se expresan dos elementos esenciales de
la piedad cristiana: la âracion y el arrepentimiento. Le adoramos cuando deci-
mos: «Señor Jesucristo, Hijo de Dios»‫ ؛‬y expresamos nuestto arrepentimiento al
decir: «ten misericordia de mi pecador». Confiados en que «si reconocemos
nuesttos pecados, fiel y j'USto es él para ^rdonamos los ^cados y purificamos
de toda injusticia» no.
Es una oración que nos lleva a vivir la gracia bautismal. En el bautismo fui-
mos injertados en Jesucristo resucitado. Nos ayuda a reencontrar esa presencia
—muchas veces dormida- de Jesucristo que anida desde el bautismo en nos-
otros juntamente con el Padre y el Espíritu Santo.
Es también una oración trinitaria. Decir «Jesucristo, Hijo de Dios» es hacer
alusión directa al Padre y al Espíritu Santo, porque «nadie puede decir que Jesús
es el Sehor sino en el Espíritu Santo» 120. Quien recita esta oración no se dirige
a un Jesucristo que existe fuera de uno mismo. Está dentro de nosotros. «El
Señor no viene a nuestro encuentro desde fuera, sino que es el mendigo de amor
que llama desde dentro» 121. Quiere establecer con nosotros una relación estre-
cha de amistad. Él está llamando, 8610 hace falta que le prestemos atención, que
le escuchemos, para establecer una relación de amistad y de banquete fraterno.

٥) El nombre de Jesús.

La oración de Jesús está tan unida al misterio del nombre de Jesús, que
podemos decir que es el soporte principal de la oración. Sin el nombre de Jesús
no existiría dicha oración. Pero 8610 con el nombre, recitándolo pausadamente,
saboreándolo..., existiría la oración de Jesús aunque no se pronunciara el resto
de la misma. Con el nombre y en el nombre expresamos todo. Existe una estre‫־‬
cha relación entre el «nombre» y la «persona de Jesucristo». Invrcar el nombre
es ya llevarlo consigo. El ^der del nombre es el del mismo Cristo. Toda la
fuerza de la invrcactón resideen el nombre. De hecho, cuando ya se llega a una

118. Citado por Charinton de Valamo, en op, ci،., p. 24.


119. Un 1,9.
120. 1 Cor 12,3.
121. Jean Lafrance, La oración él corazón (Madrid 1984), 17.
148 ALFONSO 1IÁN SORRIBAS

experiencia profunda en esta oración, muchos suelen detenerse contemplativa‫־‬


mente sólo en el nombre de Jesús. Esto no vale para los principiantes, que antes
que nada deben sater asimilar el métráo.
Entre nosotros, en nuestta cultura, el nombre no tiene el mismo significado
ni la misma importancia que en el ambiente cultural en que nace la oración de
Jesús, influido ^r las religiones antiguas, asi como por el Antiguo y el Nuevo
Testamento. En las religiones antiguas, el nombre de la divinidad desempeña un
papel importante. El nombre es algo real, sustancial de la divinidad 0 persona
nombrada. Asi, en el Antiguo Testamento vemos cómo Moisés, al ser enviado
para librar al pueblo de Israel, esclavo en Egipto, quiere sater el nombre de
Dios que le envia, ^rque él sabe que conocer el nombre le da poder para ser
eficaz en su acción. Sin embargo. Dios no le revela su nombre para no quedar a
merced de los hombres. Dios le dice: «Yo soy el que soy». Y anadió: «Asi dirás
a los hijos de Israel: “Yo soy” me ha enviado a vosofros» 22‫؛‬. Dios estará con él,
le protegerá en todo momento‫ ؟‬pero no revela su nombre.
El nombre de Dios, al igual que en las religiones primitivas, era conside-
rado como una extensión de su persona, una revelación de su ser, una expresión
de su ^er y una presencia de Dios. Asi vemos cómo Dios protege su nombre:
«No tomarás en falso el nombre de Yahvé, tu Dios: ^rque Yahvé no dejará sin
castigo a quien toma su nombre en falso» 23‫؛‬.
En la religión judia el nombre de Dios no es manipulable, porque no es
posible manipular el poder de Dios. Invocarlo por su nombre era algo inaudito.
Sin embargo, en las religiones primitivas, teniendo la misma concesión sobre
el nombre de la divinidad, han ttatado de acercarse al nombre de su dios para
manipular su poder. Es una ^rmanente tentación que solapadamente se intto-
duce también entte los cristianos. Prescindiendo de todo lo que vamos diciendo‫׳‬
sobre el nombre, el falso creyente busca hacerse un Dios a su medida, que haga
y diga lo que más le guste. Se hace dominador y quiere consolar hasta al
mismo Dios.
Esta mentalidad se mantiene en el Nuevo Testamento. Y es «en Jesús en
quien, en cierto modo, se nos va a revelar el nombre propio de Dios. Es un
nombre propio que podríamos llamar expropiado. En la medida en que Dios
sale de su trascendencia, en que se nos revela en la kenosis de la cruz, en esta
expropiación total, es donde nos revela su nombre propio, Jesús, que significa:
Dios salva. Dios rescata. Dios litera» 24.122
124
123
‫؛‬

122. Ex 3,3-15.
123. Ex 20,7
124. Jean Lafrance, ٥۶٠ ‫ﺀ‬،'،., p. 42.
٠SIÓN œNTEMPLATIVA DEL CATEQlflSTA...
INICIACIÓN A LA D» 149

Es un Dios que se ha hecho accesible a nosottos. Que ha plantado su tienda


entre nosotros. No es un Dios lejano, distante, al que se le terne y procura apla-
car. Es un Dios que es amor, que viene a nosotros manso y humilde de corazón.
Un Dios a quien su Hijo Jesús nos lo manifiesta como Abba, Padre.
En los escritos del Nuevo Testamento destaca la veneración que se tiene
por el nombre de Jesús, que Dios tomo al encarnarse. Es un nombre eficaz, que
conlleva el poder de la persona nombrada, en este caso de Jesús: «Dará a luz
un hijo a quien pondrás por nombre Jesús, porque ‫ اج‬salvará a su pueblo de
sus pecados» 125. Y asi aparece Jesús salvando y en su nombre salvan y curan
los a^stoles:
¿Con poder de quién o en nombre de quién habéis hecho eso vosotros?
Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Jefes del pueblo y ancianos,
puesto que con motivo de la obra realizada en un enfermo somos hoy intercoga-
dos por quién ha sido éste curado, sabed todos vosotros y todo el pueblo de
Israel, que ha sido por el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros cru-
cificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertosj por su nombre y por
ningún otro se presenta éste aquí sano delante de vosotros. Él es la piedra que
vosotros los constructores habéis despreciado y que se ha convertido en piedra
angular. Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que
nosotros debamos salvamos \26.
Expresamente se ve que el poder va unido al nombre cuando dice: «¿Con
qué poder 0 en nombre de quién...?» Incluso a veces no se es^cifica el nombre
de Jesús. Sólo se pone «el Nombre»: «Ellos marcharon de la presencia del
Sanedrín contentos por hater sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el
Nombre» 127. Pero, como dice la nota a pie de página de la Biblia de Jemsalén,
siempre se refiere a Jesús. Y como ejemplos pone una abundante serie de citas
para confirmarlo.
San Pablo, para quien la razdn de su vida es Cristo y por quien ha aban-
donado todo, nos habla del poder del nombre de JesUs de una forma suma-
mente gráfica, hasta el punto de sobresalir sobre todo otro nombre: «Por lo
cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre, para
que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierna y en
los abismos» 128.
El mismo Jesús nos enseña a santificar el nombre de Dios en el Padrenues-
tro. Santificar el nombre no-significa solamente la alabanza, honor y adoración
que se le debe; conlleva estar dispuesto a sacrificarse, a dar la vida si hiciera125 126 127 128

125. Mt 1,21.
126. Hch 4,7-12.
127. Hch 5,41.
128. Fü 2,9-10.
150 ALFONSO ΜΙΛΝ SORIAS

falta. Santificar el nombre práría llevar hasta el exttemo del martirio. Es el


caso de los Macabeos, que prefirieron dar la vida antes que profanar el nom-
bre de Dios.
Sin embargo, no vayamos a ^nsar que la pronunciación del nombre de
Jesús es como un talismán 0 una palabra mágica que prráuce, sin más, lo que
significa y encierra en si misma. Vemos en los Hechos de los Apóstoles cómo
«algunos exorcistas judíos ambulantes intentaron también invrcar el nombre del
Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos El temor se apoderó de
todos ellos y fue glorificado el nombre del Señor Jesús» 129. Éstos no creían en
Jesús, no estaban identificados con él, no gozaban de su amistad. Hace falta estar
plenamente identificado con el Seftor. 5610 quien ^see a Jesús es capaz de
comunicarlo a los demás. Pero antes se nos tiene que comunicar él, porque nos-
otros no podemos hacerlo por nuestras propias fuerzas.
Esta misma doctrina la encontramos en los santos Padres, orígenes señala
que en su época el nombre de Jesús prráujo los mismos efectos que en los tiem-
pos apostólicos: «Actualmente, trciavia el nombre de Jesús calma a las almas tur-
badas, reduce a los demonios, cura las enfemedades; su uso infunde una especie
de dulzura maravillosa; él asegura la pureza de las costumbres; inspira la huma-
nidad, la generosidad, la mansedumbre...»129 130 131
Y el132
Pastor Hermans lo dice con
mayor simtolismo: «El nombre del Hijo de Dios es grande e inmenso, y es él
quien sostiene el mundo entero» 131. Lo mismo ocuree con los Padres del
Desierto. Asi lo confirma san Atanasio cuando nos recuerda que san Antonio
echó a un demonio en el nombre del Señor Jesús. Y lo mismo dice san Jerónimo
des^ Hilarión 32‫؛‬.
En nuesfros días Gandhi, el profeta de la India, que supo vivir una intensa
y profunda contemplación en medio de una no menos intensa y profunda acción,
acostumbraba a recitar el nombre hindú de Dios, Rama, en lo que él llamaba su
«Ramanama» (nombre de Rama). Merece la ^nsa leer detenidamente la des-
crí۴ión que hace de este tipo de oración y los bienes espirituales que se perciten.
Es una expresión viva de cuanto queremos decir en tomo al nombre de Jesús.
Siendo niño, sentía yo un profundo temor hacia los fantasmas y los espíritus.
Y recuerdo que Rambha, mi nodriza, me sugirió que repitiera el Ramanama
para combatir dicho temor. Y como yo tenia más fe en ella que en nadie,
comencé desde muy niño a re۴tir el Ramanama para librarme de mi temor a los
fantasmas y a los espíritus... Pienso que es gracias a la semilla sembrada en mi

129. Hch 19,13.17.


130. Citado por un monje de la Iglesia de Oriente, en ΑΑ.νν. La oración del corazón
(Buenos aires 1981), 19.
131. Ibid.
132. ‫ه‬،‫ﻻ‬., Ρ.21.
INICIACIÓN A LA DI^ÆNSIÔN CONTCMPLATIVA DEL CATEQUISTA... 151

por aquella buena mujer por lo que el Ramanama se ha convertido para mi en un


remedio infalible. Nuestro más ۴deroso aliado para vencer la pasión animal es
el Ramanama o cualquier oto «mantra» parecido... Sea cual sea el mantra que
uno escoja, hay que dejarse absorber por él... El mantra llega a convertirse en
un auténtico báculo que le hace superar a uno talo tipo de pruebas... El Rama-
nama te projwrciona seguridad y equilibrio y no te abandona en los momentos
críticos... Recuerdo que los Ultimos días de mi segunda huelga de hambre me
resultaban es^cialmente duros, porque hasta entonces no había comprendido yo
la asombrosa eficacia del Ramanama, por lo que mi capacidad de sufrimiento era
menor... El Ramanama es un sol que ha iluminado mis horas más oscuras. El
cristiano puede hallar el mismo alivio en la redición del nombre de Jesús, y el
musulmán en la repetición del nombre de Alá... Sea cual fuere la causa por la
que un hombre sufre, la re۴tición sentida y sincera del Ramanama constituye el
remedio más seguro. Dios tiene muchos nombres, y cada cual puede escoger el
que mejor le resulte... Es verdad que el Ramanama no puede hacer el milagro de
devolverte un miembro que has perdido, F° si puede hacer el milagro aún
mayor de ayudarte a gozar de una paz inefable, a pesar de tal pérdida, y de pri-
varie a la muerte de su victoria y de su aguijón al final del trayecto... Indudable-
mente, el Ramanama es la ayuda más segura. Si se recita de corazón, hace que se
esfume como por ensalmo todo mal ^nsamiento; y, eliminados los malos pensa-
mientos, no hay acción mala posible... Puedo afirmar sin temor que no hay
relación alguna entre el Ramanama, tal como yo lo concibo, y el «jantar mantar»
(la repetición de fórmulas supersticiosas y mágicas). Ya he dicho que recitar de
corazón el Ramanama constitoye una ayuda de un poder incalculable. A su lado,
la bomba atómica no es nada. Este poder es capaz de suprimir todo dolor 1”.
Un autor de nuesfros días, Mariano Ballester, progne nueve ejercicios para
hacer oración con 8610 el nombre de Jesús 134. Pueden leerse Anexo número 1.
Resumo el segundo ejercicio como el más apropiado de todos: supuesta la dispo-
sicián colorai y el silenciamiento interior, lo presenta como método suma-
mente sencillo de oración. Jesús dijo que no era necesario usar muchas palabras
para orar. Aquí 8610 es necesaria una: su nombre. Con la pronunciación lenta
y repetida del nombre se expresa todo lo que uno desea:
Sólo se trata de aprender a decírselo todo pronunciando únicamente su nom-
bre, es decir, en su nombre. Del mismo modo que un niho no sabe más que bal-
bucir el nombre de su madre y ella conoce muy bien la inte^retación de lo que
el pequeho le dice a través de sus balbuceos, tú también puedes estar seguro de
que al pronunciar tranquilamente el nombre de Jesús él entenderá, incluso mejor
que tú mismo, lo que tu interioridad desea expresar: deseo de él, amistad y con-
fianza, abandono, entrega total, agradecimiento, confusión, sufrimiento, llamada133 134

133. Citado por Anthony de Mello, Contactos con Dios (Santander 1991), 114115‫־‬.
134. Mariano Ballester, Experiencias à oración profiá (Madrid 1984), 99-107. Pue-
den verse otros mráelos, aunque muy parecidos a los de M. Ballester, en la revista Orar 34
(s.a), páginas 14-17.
152 ALTONSOMILIÁNSORRIBAS

en un problema especial, una petición especial, luz ante una decisión impor‫־‬
tante..., pero todo ello comunícalo siempre a través de la pronunciación tran-
quila y rítmica del nombre: Jesús... Jesús... Jesús...

b) La oración del corazón.

Hablar de la oración de Jesús es hablar de la oración del corazón. Con los


dos nombres es conocida, aunque más con el primero. Y es que la oración de
Jesús coge toda la persona desde lo más profundo de su ser. Y la profundidad
del ser humano radica en el corazón. Por medio de la oración del corazón bus-
camos al mismo Dios en lo más hondo de nuestro ser, en el corazón, y lo encon-
toamos invocando el nombre de Jesús con fe plena y amor sincero.
En la tradición de la Iglesia oriental, asi como en la biblia, el corazón ocupa
el lugar más destacado del ser humano‫ ؛‬es el centro de la vida, el principio
determinante de todas sus actitoides y tráas sus aspiraciones‫ ؛‬es equivalente a lo
que nosotros llamamos persona. Dice Teófano el Recluso: «Permanecer ante
Dios con el intelecto unido al corazón 0 encebado en el corazón» 135. Occidente
es más cerebral y analítico, más dado a la reflexión que a la contemplación‫ ؛‬pr¿-
domina el intelecto sobre el corazón. Sin embargo, también encongamos en
Occidente expresiones en literatos y pensadores que reconocen la importancia
que tiene el corazón. Saint-Exupéry dice textualmente: «No se ve bien sino con
el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos» 136. Y Pascal afirma que el
corazón tiene razones que la razón no comprende.
Hay que matizar que el corazón no es 5610 el lugar de los sentimientos‫ ؛‬es el
órgano .más importante del hombre tanto desde el punto de vista físico como
espiritual. «Es la fuente y el lugar de encuentro de todas las facultades. El cora-
zón es también el lugar donde el hombre entra en contacto con Dios. Es allí, en
la profundidad del corazón, donde late la vida divina» 137.
El corazón está considerado como el motor que envia la energía de la vida
a todo el cue^o. Por medio de los latidos se toma conciencia de esta función.
Es frecuente enconttar creyentes que unen la oración de Jesús, 0 algún «mantra»,
a los latidos del corazón. Asi se encuenttan con Dios que, lo mismo que el
corazón, da y mantiene la vida con infinito amor. Un encuentro que a medida
que se va profundizando produce una estrecha y fecunda relación de amistad con
él, llegando a la identificación plena, a la contemplación, hasta en algunos casos,
al éxtasis. El corazón es el insfrumento para este contacto con Dios. Y es que

135; Antoine
36‫؛‬: cit adorde Chantonne Vali
Saint-Exupéry, 0,٥p. cit¿,(Madnd
Elprincipito p. 10. 1974), 72.

137. Wildfrid Stinissen, Medk'à cristianaprofuná (SantandCT 1982), 141.


INIOAaÔN A LA DIMENSIÓN œNTEMPLATIVA DEL CATEQlflSTA... 153

sobre todo al principio de la oración necesitamos medios que centren nuestra


atención y sean vehículo para la ex^riencia de Dios.
La oración de Jesús comienza, después de lograr el ambiente y las condicio-
nes adecuadas', pronunciándose oralmente desde el intelecto. Por eso, al principio
resulta un poco mecánica y hasta rutinaria. Exige gran esfuerzo. Poco a poco va
bajando al corazón, adquiere un calado más profundo, se va produciendo el en-
cuentro cOn Dios que radica en el corazón. La experiencia es más intensa. Inclu-
so, como le rcurrfa al peregrino ruso, se identifica con los latidos del corazón:
Después de algún tiempo me di cuenta de que mi oración había pasado de los
labios al corazón. Me parecía que el corazón, con cada uno de sus latidos, repetía
las palabras de la oración: 1) Jesús, 2) mío, 3) ten misericordia... Dejé de pro-
nunciar mi oración con los labios y escuchaba atentamente lo que decía el
corazón Luego ex۴rimentaba en mi pecho y en mi corazón un fuego singu-
lar y beatificante 38‫ا‬.

La oración ya no es provrcada por los labios y la inteligencia. Se realiza en


el corazón‫ ؛‬surge de él no tanto en ideas y sentimientos cuando en escucha amo-
rosa de lo que Dios dice y comunica. Es la oración profunda. A este respecto
nos dice Kierkegaard: «La oración no está fundada en verdad cuando Dios escu-
cha lo que se le pide. Lo es cuando el que ora continúa rezando hasta que sea
él mismo el que escuche lo que Dios quiere. El que ora de verdad no hace más
que escuchar» 39‫ا‬.
Cuando uno entra por esta oración del corazón mediante la oración de
Jesús, llega un momento en que a^nas hace esfuerzo por orar, ya que no es uno
quien ora, sino el Espíritu de Dios es quien ora en nosotros. Sobran las palabras
y las mediaciones‫ ؛‬la oración no es ya una serie de actos, ha llegado a ser un
estado. La oración es ya constante, ininterrumpida, ya que no se detiene porque
es el Espíritu quien ora, incluso en el sueño. Es lo que le ocurre al peregrino
ruso cuando su^rada la primera fase, más pesada y técnica, comienza a sabo-
rear el gusto de la oración. Esta le acompaña en todo momento. Su vida entera
es toda ella oración‫« ؛‬Me acostumbré de tal manera a la oración que no la aban-
donaba nunca, la sentía resonar dentro de mi no sólo cuando estaba despierto,
sino también durante el sueño, sin interrumpirse por un solo instante, cuales-
quiera que fuesen mis rcupaciones. Mi alma daba continuas gracias a Dios y mi
corazón se derretía de una beatitud infinita» 140. Se cumple lo que dice el Cantar
de los Cantares‫« ؛‬Yo dormía, pero mi corazón velaba» 141.

138. Anónimo, Elperegrino ruso, op. cit., p. 64.


139. Citado por Jean Lafrance, op. cit., 23.
140. Anónimo,£/ peregrino ruso, op. cit., p. 86.
141.
154 ALFONSO !!AN SORRIS

Cuando llega este momento, se está dentro de la auténtica oración contem‫־‬


plativa, de la oración mística, del éxtasis. Es como el momento en que el ciego
Bartimeo comienza a ver y queda deslumbrado por la luz. Es el supremo grado
de oración al que nos lleva la oración de Jesús. Los orientales llaman a esta
experiencia mística «deificación» (thosis). El hombre queda tan unido a Dios
que, en cierto mráo, anticipa la unión teatffica. «Es un estado que no se puede
describir. Llegar a este místico recogimiento significa comenzar ya en la tierra
a pregustar las Bienaventuranzas del Reino» 142. En este estado recupera su
armonía interior y su unidad. Desaparece la dispersión. El espfritu y el corazón,
el alma y el cuer^ quedan de tal forma reconciliados que el hombre recupera
su unidad original.
Es un grado al que no pernos acceder por nuestros propios medios. Es un
don de Dios. Pero si podemos y debemos poner cuanto está a nuestto alcance.
Y si no llegamos a esta experiencia mística, al menos podremos exprimentar el
gran amor de Dios, sentimos fuertemente atraídos por él, trcados por su ter-
nura e invitados a amar como él nos ama.
La oración de Jesús, hecha con todo nuestto ser, desde el corazón, nos
puede llevar a esta experiencia. Pero si no es asi, al menos es un camino que
facilita la experiencia de Dios, la contemplación, objeto de este trabajo.

IV. Desarrollohistórico

1. Orígenes

El origen remoto de la oración de Jesús hay que buscarlo antes de Jesu-


cristo. No me refiero a la oración hecha a Jesús que, lógicamente, no se le podia
hacer, puesto que todavía no se había encamado y no se le conocía, al menos con
el nombre de Jesús. Todo lo más como Mesías. Me refiero no tanto a las pala-
bras de esta oración cuanto a la oración que antes de Jesucristo se hacia al nom-
bredeDios.
Según A. de Mello, conrcedor de la mística hindú, es «casi seguro que esta
práctica‫ ׳‬de la Iglesia tiene su origen en los hindúes de la India, que tienen una
experiencia de más de seis mil años en la práctica de la “Oración del Nombre”,
como ellos la denominan» 143.142 143

142. Anónimo, El peregrino ruso, op. cit., p. 59.


143. Anthony de Mello, op. cit., p. 109.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA CATEQUISTA... 155

La oración dirigida al nombre de la divinidad era frecuente, como hemos


dicho anteriormente !44, no 8610 en la religión hindú, sino también en todas las
religiones primitivas. Podemos decir que la oración de Jesús hunde sus raíces en
la costumbre de las religiones primitivas de dirigir su oración al nombre de la
divinidad. Y también en la religión judia, en el Antiguo Testamento, que tenia
una reverencia es^cial al nombre de Dios.
La oración de Jesús tiene su origen próximo en los Padres del Desierto. Su
espiritualidad los llevaba a tener siempre presente a Jesús en todos los momentos
de su vida, cumpliendo el mandato de Pablo de orar ininterrumpidamente. Se
habían consagrado a Dios para vivir en constante oración. No era suficiente
haberse apartado del mundo y hater buscado un lugar recóndito, solitario y de‫־‬
sértico. El entorno ofrecía una gran ayuda para la interiorización y el recogi-
miento, pero había que estar en oración continua.
Para ello se ayudaban de la pronunciación constante de fórmulas breves que
se repetían sin descanso. Especie de jaculatorias, en expresión de san Agustín:
«Quodammteo jaculatas», lanzadas rápidamente 145. Estas fórmulas las tomaban
de la palabra de Dios, 0 las C0m۴nían ellos mismos. Era muy frecuente que uno
de los Padres más ex^rimentados formulase la oración al que se iniciaba, sin
poderla comunicar a otros. Razón por la que conocemos pocas formulas.
La fámula más corciente, y que ha quedado incrustada en la liturgia, era el
«Kirie eleisón» (Señor, ten piedad), que viene a ser como un resumen de la
oración de Jesús: «Señor Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mi pecador».
En tres palabras (Señor-ten-piedad) está perfectamente todo su contenido. Hubo
otras formulas. Muchas más de las que conocemos. Si no han llegado a nosottos
se debe fundamentalmente a la costumbre que existía entre los Padres del
Desierto de no comunicar a nadie la oración que uno había recibido al inicio de
su etapa en el desierto.
Entte las que se conrcen pernos citar: «Señor, ayUdame», «Oh Dios, ven
en mi ayuda‫ ؛‬Señor, apresúrate a socorrerme», «Yo he pecado como hombre‫؛‬
tú, como Dios, otórgame tu misericordia», y la oración de Jesús: «Señor Jesús,
Hijo de Dios, ten misericordia de mi».
Parece que la oración de Jesús en un principio era una más, sin ocupar un
lugar preferido sobre las otras. Más bien la que destacaba era ésta: «Oh Dios,
ven en mi ayuda‫ ؛‬Señor, apresúrate a socorrerme», que ha quedado incorporada
al oficio divino, para la iniciación a la liturg-ia de las horas.
Poco a poco, la oración de Jesús se hizo preferida hasta ser la que ha que-
dado como mteelo de estas oraciones de los Padres, y la que ha tenido mayor144 145

144. Véase el apartado de este trabajo robre «El nombre de Jesús» (Ρ.147).
145. Citado por E. Berh, en La Iglesia reza (Bilbao 1987), 10.
156 ALFONSO MÁN SORRISAS

difusión y más se ha practicado. Y esto por una razón muy sencilla: esta oración
contenía el santo nombre de Jesús. Y como hemos visto anteriormente, el signi‫־‬
ficado del nombre es de gran poder y valia. «Ella es más poderosa únicamente
a causa del nombre de Jesús, nuestto Señor y Salvador» 146.
De la oración de Jesús comienza a haber constancia expresa en el siglo ٧ por
medio de Diádoco de Fétiche y san Nilo de Ancira. Hablan de dicha oración; pero
no nos dicen la fámula; al menos no hay constancia en los escritos que se conser‫־‬
van. Sólo sabemos que consistía en «invrcar incansablemente al Señor Jesús» 147,
«pues cualquiera que repita sin descanso ese nombre santo y glorioso en las pro-
fundidades de su corazón, llegará a ver, algún día, la luz del intelecto» 148.
Será el abad Flemón, eremita egipcio (s. VIVI), el que por primera vez
nos transmita la fórmula casi completa —8610 le falta la palabra «pecador» al
final— de la oración de Jesús. Se la recomienda al hermano Juan, que acude a él
a pedir ayuda: «¿Qué debo hacer para ser salvado, padre? Mi espíritu está dis-
traído y erra por aquí y allí, donde no debiera» 149. Flemón le insiste en el re-
cogimiento y en la meditación secreta mediante esta oración:
«Sehor Jesucristo, ten piedad de mi». Esto es lo que el bienaventurado Diá-
doco prescribía a los debutantes [...‫ נ‬En adelante, consérvala constantemente en
tu corazón. Ya sea que comas 0 bebas, que hables con alguien, hiera de tu celda
o en alguna parte del camino, no olvides de recitar esta oración con un espíritu
sobrio y atento, de cantar 0 meditar las oraciones 0 los salmos. Incluso cuando
debas satisfacer una necesidad no permitas a tu espíritu estar ocioso, sino que
medite y ore en secreto. En todo instante, cuando duermes 0 velas, cuando comes
0 bebes, cuando hablas con alguien, conseja secretamente tu corazón aplicado a
la oración, ya sea meditando un versículo de los salmos, o repitiendo la oración:
«Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mi» ١^٠

Sin embargo, a ^sar de que Flemón n0-S refiere casi integra la fórmula
de la oración de Jesús, esto no significa que'fuese el texto empleado unánime-
mente por todos. Si que aparecía en tés el santo nombre de Jesús. Era lo que
la distinguía de las otras oraciones. De ahí su preferencia, como hemos visto
anteriormente.
La oración de Jesús, tal como la conocemos hoy, se fue formando poco a
poco, como estamos viendo. Sus raíces aparecen en los Padres del Desierto. Con
sus breves fórmulas de oración vienen a recitar por separado los elementos de la
oración de Jesús. Junto a la invrcación del nombre de Jesús recitan también otras* 147 148 1

14‫؛‬. Frase de Teófano el Recluso, citado por Chariton de Valamo, op.‫ﺀ‬،'،., p. 22.
147. Lafiloccdta à la oración de Jesús (Salamanca 1986), 75.
148. Ibíd.f p. 71.
149. Citado por Chariton de Valamo, op, c،'،., p. 199.
150. J٥،d.,p. 20). La cursiva es mía.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DE CATEQUISTA... 157

frases sacadas de la Biblia y, en concreto, para expresar su arrepentimiento


dicen con frecuencia la frase del publicano en el templo: «Ten misericordia de
mi, que soy pecador» 151. Asi lo recomienda el p. Ammonas: «Guarda constan-
temente las palabras del publicano en tu corazón y entonces serás salvo» 152.
La primera vez que se le denomina con el nombre de la «oración de Jesús»
(euje toü Iesou)t haciendo referencia a la práctica extendida de dicha oración, es
en las Centurias, atribuidas en un primer momento al Seudo-Hesiquio, sacerdote
de Jerusalén (hacia el 450), pero que luego se ha demostrado que es de un autor
—o de varios— posterior, puesto que se hace referencia a san Climaco, que
murió en el 649 53‫ﻟﻢ‬.

2. La oración de Jesús y el hesicasmo

La oración de Jesús, nacida con los Padres del Desierto, la hace suya el hesi-
casmo, hasta el punto de ser la oración preferida y más extendida en esta espiri-
tualidad. Guardan tan estrecha relación que hablar de la oración de Jesús es
hablar del hesicasmo, y a la inversa. Por eso nos parece oportuno resaltar los
aspectos fundamentales de la espirituahdad hesicasta.
El hesicasmo es una corriente espiritual de la Iglesia de Oriente que trans-
curre del siglo V al XVII, y que aspira a la paz interior para conseguir la unión
intima con Dios en la contemplación. Es un sistema espiritual esencialmente con-
templativo. Etimológicamente viene de la palabra griega esikia, que significa
tranquilidad, quietud, reposo, paz...
Para conseguir esta unión con Dios por medio de la contemplación, los hesi-
castas practican y recomiendan estos pasos: soledad, silencio y quietud. Palabras
que recibió el grande y angélico hesicasta san Arsenio, como respuesta a la
súplica que hizo al Señor, después de haterse retirado del palacio a la soledad
del desierto: «Arsenio, huye, calla y estate en calma» 154. Frase célebre que
luego se comunicarán entre si sucesivamente los hesicastas.

٥) Soledad.

La soledad es característica de los Padres del Desierto y del hesicasmo.


Huían del mundanal ruido y se retiraban al desierto 0 lugares solitarios, para no
ser perturbados por los problemas y prercupaciones del siglo. Ven en Jesús,
cuando se retira a la montaña, a lugares solitarios para descansar y orar al

152. Citado por w. Stinissen, op. cit., p. 131.


153. Cf. Un monje de la Iglesia de Oriente, op. cit., p. 27.
154. Pelagio y Juan, Las sentencias de los Pées ‫ ﻣﻢ‬Desierto (Bilbao 1989), 47.
158 ALFONSO 1IÁN SORIAS

Padre, el ejemplo a seguir por ellos, dedicando su vida a vivir en soledad para
vivir en paz y facilitar la oración.
Esta soledad del desierto los lleva a la soledad interior que conlleva, según
dice Juan Climaco, «un desapego total de todas las cosas [...‫ ן‬pues la soledad es
despojamiento de todos los ^nsamientos y renuncia a todas las preocupaciones
sean 0 no razonables. Aquel que posee verdaderamente la paz no se prercupa ya
de su propio cue^» 155.
Solían ser muy rígidos en su observancia. San Antonio Abad, para defender
la soledad, recurre al conrcido ejemplo del ‫م‬: «Los peces que se detienen
sobre la tierra firme, mueren. ^1 mismo mráo, los monjes que remolonean
fuera de su celda, 0 que pierden su tiempo con la gente del mundo, se apartan de
su propósito de hesiquia. Conviene, pues, que lo mismo que el pez al mar, nos-
otros volvamos a nuestta celda lo antes posible. No sea que, remoloneando
fuera, olvidemos la guarda de lo de dentro» 15o.
En su vida anacoreta eran muy rigurosos con el fin de mantener la soledad,
incluso cuando iban a la Iglesia. San Arsenio se ponía detrás de una columna
para que nadie viese su rostro y tam^o él pudiera ver a nadie.
El anacoretismo de san Antonio da paso a las agrupaciones de hesicastas que
viven la soledad en cenobios 0 lauras con una férrea disciplina y una ascesis
ejemplar (siglos ٧ y ٧I). Se observan algunas variantes en el modo de vivir la
soledad: unos, como es el caso de san Eutimio, viven en la celda de lunes a
sábado‫ ؛‬otros lo hacen de forma continuada durante toda la cuaresma‫ ؛‬otros no
salen nunca, como san Barsanufio, a quien 8610 visitaba el superior, y otros esta-
blecen tiempos adrcuados a su praeso espiritual.
Esta intensa vida de oración, juntamente con la relación que se mantiene en
el cenobio, va a permitir un nuevo paso en la espiritualidad de muchos hesicas-
tas: su caridad con el prójimo. Comprenden que alejarse del mundo para vivir
en soledad no puede llevar consigo un distanciamiento en el amor al prójimo.
Poco a poco se van abriendo a las necesidades de los demás y tratan de ayudar-
los por medio de cartas, charlas y escritos, que han tenido una gran irradiac-ión.
Incluso, como dice Ammonas, sucesor de san Antonio, Dios puede arran-
car a algunos de su retiro y enviarles, por otediencia, en medio de los hom-
bres, a ejemplo de Elias 0 Juan Bautista, para que sean ejemplo y curen sus
debilidades. Claro que esto 8610 puede ocurrir después de haberse perfeccio-
nado en la soledad y estar lleno de la fuerza divina. De hacerse antes, se corre
el peligro de fracasar.155 156

155. LafilocaUa à la oración deJesus, op. cit., p., 95.


156. PelagioyJuan, ٥p.c،'،., Ρ.47.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA Da CATEQUISTA... 159

٥) Silencio.

Juntamente con la soledad, el hesicasta busca el silencio. Necesita el silencio


para la hesiqufa. LO valora y lo alaba. Sin el silencio no enfra en quietud, ni le es
posible escuchar a Dios. El ruido, el ajetreo y hasta las conversaciones son
ocasión de disttacción y, en ocasiones, hasta de pecado. De ahí su insistencia en
el silencio.
Son muchos los apotegmas de los Padres en defensa del silencio. Sirvan
como ejemplo estos tres, que reflejan tres formas de hacer silencio:
— El abad san Agatón, para no hablar, «durante tres años se había metido
una piedra en la ^a, hasta que consiguió guardar silencio» 157.
- El abad Pastor valora el silencio interior por encima del exterior: «Hay
^rsonas que parecen guardar silencio, pero su corazón condena a los
demás. En realidad están hablando sin cesar. Otras hablan desde la
mahana hasta la noche y sin embargo guardan silencio» *158. 159 160
— Al abad Pambo le suplicaron sus hermanos que dirigiera unas palabras
a Teófilo, obispo de Alejandría, en la visita que les hizo: «Di unas pala-
bras al obispo para que quede edificado de este lugar». Y el anciano res-
pondió: «Si no queda edificado por mi silencio, tampoco lo será por
mis palabras» 159.

c) Quietud del corazón.

Es el supremo grado de la hesiquia, ^rque es la paz del corazón, llamada


también amerimnia, tranquilidad, eliminación de todos los pensamientos (logis-
moi) que pueden ^rturbar la paz del alma. El corazón se encuentra desasido,
sin ninguna atadura, libre, sin nada que le condicione.
Para lograr este estado, los hesicastas recuden siempre a la oración de
Jesús. Encuentran en ella el mejor antidoto contra los malos pensamientos y ten-
taciones. En lugar de luchar directamente contra las tentaciones, se refugian en
dicha oración. Y té ۴rque se invoca el nombre de Jesús contra el demonio.
Este camino de invrcar a Dios es el que seguirá y propondrá san Juan de la Cruz
para vencer las tentaciones 160. Sin embargo, los Padres del Desierto, que no

\5ι ϋ.,μι
158. Ibid., p. 165.
159. Ibid., p. 239.
160. «Cuando sintiéramos el primer movimiento o acometimiento de algún vicio, como
de lujuria, ira, impaciencia o espíritu de venganza por agravio recibido, etc., no le habernos
de resistir con acto de la virtud contraria, como se ha referido, sino que luego, en sintiéndole.
160 ALTONSO MIL1ÁN SORRffiAS

están dentro del hesicasmo, recurren a diversos métodos para vencer las tenta-
clones‫ ؛‬no siempre recurren a invrcar el nombre de Dios.
El hesicasta, cuando llega a este estado, se concentra en la nepsis, sobriedad
interna, actividad del espíritu que vigila y lucha para seguir siendo dueño de si
mismo. Conlleva atención a toda ۴sible tentación, y discernimiento para obrar
rectamente. No vaya a ser que por falta de vigilancia el hesicasta, dejándose lie-
var por Satanás, se engañe a si mismo y pierda la paz interior. Hesiquio de Batos
(VII-VIII) es el que más y mejor habla de ella. Baste esta definición:

La sobriedad es un método espiritual que nos libera enteramente, con ayuda


de Dios y mediante una práctica sostenida y decidida, de los pensamientos y pala-
bras apasionados, asi como de las malas acciones. Ella procura un conocimiento
seguro del Dios incomprensible y resuelve de manera secreta los divinos y ocul-
tos misterios [...]. La sobriedad es un centinela del espíritu, inmóvil y perseve-
rante ante el portal del corazón, distinguiendo sutilmente los que se presentan,
descubriendo sus propósitos, vigilando las maniobras de esos enemigos mortales,
conociendo la intención demoniaca que intenta, melante la imaginación, con-
fundir-a nuestro espíritu. Esta obra, valientemente conducida, nos dará, si lo
queremos, una experiencia muy lúcida del combate interior 161. *

La metodología de la oración de Jesús, y su continua repetición plenamente


consciente, ayudan a enttar en esta paz y quietud del corazón, lejos de todo pen-
samiento desordenado 0 que acapare nuestta atención y ayuda a vivir en conti-
nua vigilancia. Se produce una unión tan estrecha con el Señor que el hesicasta,
0 quien la practique con la profundidad con que ellos la practican, queda deifi-
cado, haciendo realidad la oración que hizo Jesús: «Para que sean uno como nos-
Ottos somos uno: yo en ellos y tú en mi, para que sean perfectamente uno» 162.

d) La oración del hesicasta.

Hemos dicho anteriormente que el hesicasta se caracteriza por su oración


constante, que no interrum^ ni de nrche ni de día. Vive en continua presencia
de Dios. Para ello tiene presente en todo momento su santo nombre. Tan
presente que san Juan Climaco recomienda ya —aunque luego lo formule con

acudamos con un acto 0 movimiento de amor anagógico contra el vicio, levantando nuestro
afecto a la unión con Dios, Jorque con tal levantamiento, como el alma se ausenta de allí y se
presenta a su Dios y se junta con él, queda el vicio 0 tentación y el enemigo defraudado de su
intento, y no halla a quien herir [..٠]. Y entonces, ‫؛‬cosa maravillosa!, el alma, como olvidada
del movimiento vicioso y junta y unida con su amado, ningún movimiento siente de tal vicio
con que el demonio quería tentarla, y lo prrcuró...» Dictámenes del Espíritu. Dictamen V. i
s.
y Obras à Juan de la Cruz (Madrid 1955), 13341335‫־‬.
161. LafilocaUa à la oración â Jesús, op. cit., pp. 101-101.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DEL CATEQUISTA... 161

mayor precisión el Seud-SimeOn el Nuevo Teólogo— unir la repetición del


nombre de Jesús a la respiración: «Cuando el recuerdo de Jesús sea uno sólo con
vuestra respiración, entonces comprenderéis la utilidad de la soledad» 163. 164 165
Hesiquio de Batos insiste más que Juan Climaco en la necesidad de invocar
el nombre de Jesús —la oración de Jesús— hasta el punto de compararla con la
necesidad‫ ־‬que tiene el cuerpo de la respiración: «Es imposible vivir sin res-
pirar [...] es igualmente imposible, sin humildad y una incesante súplica a Jesús,
aprender la ciencia del combate espiritual secreto por el cual expulsaremos,
metódicamente, a nuesttos enemigos» 64‫ا‬, Y es que la oración de Jesús reporta
grandes teneficios: entte otros, además del ya enunciado de expulsar los demo-
nios, proporciona alegría e inunda de paz y dulzura la atmósfera del corazón,
llegando a prráucir en nosotros un espíritu en estado divino.
El hesicasta cuida el clima que rodea a la oración, buscando un ambiente
y un estado que favorezca la paz y la quietud interior, la hesiquia, porque sabe
que sin quietud interior no es ^sible una oración que conduzca a la contem-
plación, a una quietud y paz más intensas y fecundas. Quietud y paz que van ere-
ciendo progresivamente mientras realiza la oración.
Entre los orientales, no ya sólo entre los que viven la espiritualidad hesi-
casta, no se comienza directamente la oración sin una adecuada mentalización
y preparación a todos los niveles, incluido, por supuesto, el corporal. Nosotros
acostumbramos a hacer la oración sin una preparación que favorezca un clima
de quietud y paz. Es mejor si, por ejemplo, disponemos de una hora, dedicar el
tiempo necesario —hasta cincuenta minutos 0 más si hace falta— para disponer-
nos convenientemente, que no empezar directamente, como es corriente entre
los occidentales.
Esta preparación es defendida por la mayoría de los Padres que no pertene-
cen al hesicasmo, como es el caso de san Basilio: «La hesiquia es una buena
auxiliar de la contemplación [...‫ إ‬Asi pues, hay que tener el espíritu en estado
de hesiquia...»
El hesicasta sabe que es necesaria la hesiquia que precede a la oración y que
debe envolver su vida‫ ؟‬pero reconoce la gran trascendencia que tiene el método
que emplea para la oración. El hecho de re^tir conscientemente la oración de
Jesús, con la invrcación de su santo nombre, enttando en juego no sólo el
corazón, con todo el simbolismo que encierra, sino todo el cuerpo, hace que
vaya aumentando la hesiquia interior llegando a un estado de profunda contem-
plación, en la que se produce una fuerte e intensa experiencia de Dios. Y esta

163. Lafilocdia à la oración ä Jesús, op. cit., P. 95.


164. Ibid., p. 108.
165. Citado por Piene Adnes en «Hesycasme», en Dictionnaire dEspiritáté, tomo VII
(París 1969), 394.
162 ALFONSO IÉ SORIAS

experiencia de hesiquia realimenta la quietud y paz con que el hesicasta vive


normalmente.
Como puede verse, el secreto está fundamentalmente en el método. Un
método repetitivo, sumamente sencillo pero que provoca y suscita el estado
contemplativo.

3. Monasterios hesicastas

En la historia de la oración de Jesús y del hesicasmo hay que destacar la


importancia que tienen, en un primer momento, los monjes del monte Sinai.
Con ellos toma cue^o y se consolida la espiritualidad hesicasta. Entte todos
ellos destaca Juan Climaco (siglo VI), quien nos dice que debemos estar armados
con la oración del nombre de Jesús para vencer las tentaciones: «Flagelad a los
enemigos con el nombre de Jesús, pues no existe en el cielo ni en la tierea un
arma más eficaz» 166, Y es el primero en poner los elementos esenciales de la
técnica psicofisica que luego propagarán los hesicastas del siglo XIV en el monas-
terio del monte Athos:
Cerrad la puerta de vuestra celda a vuestro cuerpo, la puerta de vuestros
labios a vuestras palabras, diestra puerta interior a los espíritus Más vale un
pobre hediente que un hesicasta distraído La soledad es un culto y un ser-
vicio ininterrumpido de Dios. Cuando el recuerdo de Jesús sea uno solo con
vuestra respiración, entonces comprenderéis la utilidad de la soledad» 161.

El hesicasmo se extendió también a todos los monasterios de Constantinopla.


Entre los monjes de estos monasterios destaca sobre todos ellos el místico
Simeón el Nuevo Teólogo (917-1022), que recomienda la oración litánica y de
los salmos, sin duda alguna que seleccionando frases, y destaca expresamente la
oración de Jesús: «... y di también el "Sefior Jesucristo, tened piedad de mi, tú lo
puedes”» 8‫ﻫﻞ‬. Vemos una pequeña variante —«tú lo puedes»— de la oración de
Jesús, con la que se añade un sentimiento de mayor confianza.
En esta época los hesicastas comenzaron a resaltar los efectos colaterales
debidos a la iluminación interior y sienten ^rce۴iones sensoriales parecidas
a las experimentadas por los tres apóstoles en la Transfiguración de Jesús en el
Tabor. Se ven inundados de una alegría inexpresable, desbordan en lágrimas de
felicidad, envueltos en luz, con total ausencia de temor alguno... Asi lo reflejó
Simeón el Nuevo Teólogo refiriéndose al joven Jorge, pero en realidad es a él
mismo a quien le sucede:166 167 168

166. Lafilocalia à la oración ä Jesús, Op. ci‫؛‬., p. 93.


167. 7‫ة‬،‫ﻻ‬., pp. 94-95.
168. Ibid., Vi 131.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DEL CATEQUISTA... 163

Una tarde que oraba y decía en su espirito: «Dios mío, ten piedad de mi, que
soy pecador», de un solo golpe, una poderosa luz divina brillo en lo alto sobre
él. Toda la habitación file inundada por esa luminosidad‫ ؛‬el joven no sabia si
estaba en la casa 0 sobre un techo‫ ؛‬sólo veia la luz por todos lados, ignoraba
incluso si estaba sobre la tierra. Ningún temor de caer, ninguna preocupación
por este mundo. Sólo formaba una unidad con esa luz divina, parecía haberse
convertido él mismo en luz y, enteramente ausente del mundo, desbordaba de
lágrimas y de una inexpresable alegría» 1٥9.

Años más tarde (siglos XIII y XIV) el monasterio del monte Athos se con‫־‬
vierte en el centro principal del hesicasmo, y es allí donde el Seudo-Simeön
el Nuevo Teólogo proporciona un método, que tendrá muy buena acogida, para
entrar en contemplación, en oración profunda, advirtiendo que lo importante
no son los fenómenos exteriores, sino que la vida sea intachable, limpia,
desprendida, y que uno esté en paz con todos, legrado esto, propone el siguiente
método.
Siéntate luego en una celda tranquila, en un rincón apartado, y dedicate a lo
siguiente: Cierra la puerta y eleva tu espirito sobre el centro del vientre, es
decir, sobre to ombligo‫ ؛‬comprime la aspiración del aire que pasa por la nariz,
de modo de no respirar fácilmente, y escruta mentalmente el interior de tus
entrahas buscando el lugar del corazón, el sitio que todas las potencias del alma
gustan frecuentar. Al principio sólo encontrarás tinieblas y una opacidad per-
tinaz, pero si perseveras, si noche y día practicas (sin cesar) este ejercicio,
encontrarás, ‫؛‬oh maravilla!, una felicidad sin limites. Pues tan pronto como tu
espirito haya encontrado el lugar del corazón, verá de un solo golpe todo lo que
jamás había visto. Verá el aire que se encuentra en el interior del corazón y se
verá a si mismo enteramente luminoso y colmado de discernimiento. Además, si
algún pensamiento apunta, no tendrá tiempo para formarse ni para convertirse
en imagen, pues él la perseguirá y reducirá a la nada mediante la invocación de
JesUs. El espirito, en su resentimiento contra el demonio, excitará la cólera que
la naturaleza le ha dado contra los enemigos espirituales y los expulsará a
grandes golpes. El resto lo aprenderás, con la ayuda de Dios, practicando el cui-
dado del espirito y reteniendo a Jesús en tu corazón. «Siéntate, se te ha dicho, en
tu celda y ella te ensebará todas las cosas» 170

Pero el teólogo más importante que ha tenido el hesicasmo es Gregorio Pa-


lamás (t 1359) a quien tocó defender la espiritualidad hesicasta frente a Bar-
laam, su principal adversario. Barlaam fue excomulgado, prevaleciendo la* *

169. J٥،‫¿׳‬.,pp. 131-132.


170. Ibid., pp. 155-156. Este texto ha sido atribuido al Seudo-Simeón el Nuevo Teólogo
y asi lo citamos tomado de la Filocalia‫ ؛‬pero el profesor j. Hausherc afirma, con toda certeza,
que pertenece a Nicéforo, monje también del monte Athos. En realidad él toe el inventor de este
método físico que abrevia el estoerzo para llegar a la contemplación.
164 ALFONSO 11ΛΝ SORIAS

doctrina de los palamitas, según la cual la esencia de Dios es invisible, tal y


como defendían los Padres Griegos, pero no su operación, la energía. El hesi-
casta intenta ver la luz de esta energía y, a vrces. Dios se lo concede 71‫ﻟﻢ‬.
El monje del monte Athos Nilo Sorsky (t 1508) introdujo el hesicasmo
y con él la oración de Jesús entre los monjes rusos. Y éstos la propagan entte el
pueblo. Con esto dan un paso importante, porque descubren que es un método
asequible a la gente sencilla y que no es necesario vivir en el desierto, 0 en un
monasterio, para vivir una profunda experiencia contemplativa por medio de la
oración de Jesús.
Entre los monjes rusos destaca Teófano el Recluso (18151894‫ )־‬no sólo
porque tradujo la Filocalia del griego al ruso y la amplió con nuevos textos,
sino porque trabajó incansablemente en la extensión de la oración de Jesús
en medio del pueblo, haciendo que éste descubriese el corazón como sede de
dicha oración, y asi la reconrciesen, también, como la oración de Jesús. Pero
ha sido El peregrino ruso! del que hemos hablado anteriormente, la obra que
—publicada el siglo pasado - ha tenido una mayor influencia, por su lenguaje
narrativo, cercano y coloquial, no sólo en el pueblo ruso‫ ؛‬también en la gente
sencilla de Occidente, por las numerosas traducciones que se han hecho, des-
pués de ser introducido, probablemente, por los exiliados de Rusia en los
países occidentales.

V. CÓMO PRACTICARLA

1. Método y gracia

La oración de Jesús se caracteriza por su .sencillez. Es la primera sorpresa


de cuantos se acercan a ella. Sencillez en el método, en el contenido, pero
riqueza y valor incalculables en sus resultados. Es accesible a toda ^rsona, aun-
que no sepa leer ni escribir —también los analfabetos tienen derecho a gustar
y saborear el gran amor de Dios—. Y tiene la ventaja de que puede realizarse
en todo momento y en todo lugar. Es la oración que sirve para pasar un día
entero de contemplación en el desierto, para hacerla durante horas en la capilla,
0 mientras se trabaja, se va por la calle, se conduce el coche 0 se viaja en fren.
Asi nos lo dice El peregrino ruso: «La oración incesante es la invocación con-
tinua del nombre de Dios. Cuando se habla, cuando se camina, cuando se está171

171. Cf. T. spidlik, «Hesicasmo», en Diccionario de Espiritualidad (Barcelona 1985),'


página 255.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DE CATEQUISTA... !65

sentado, cuando se come, cualquier cosa que se esté haciendo, siempre y en todo
lugar, se debe invocar el nombre de Dios» 172.
Nada mejor para conocer el método de la oración de Jesús, de forma breve
y concisa, sin necesidad de recurrir a las innumerables citas de la Filocalia, que
acercamos al peregrino ruso. Nos descubre cómo empieza, el tiempo que le
dedica, la oscuridad que siente en un principio, los esfuerzos que realiza hasta
identificarse con ella y repetirla casi inintereumpidamente experimentando
grandes frutos:
Empecé, pues, como lo enseha Simeón el Nuevo Teólogo, a mirar hacia el
corazón. Con los ojos cerrados, concentrando todos los esfuerzos de la imagi-
nación, dirigía hacia el corazón la mirada de mi espíritu. Este ejercicio duraba
media hora, que repetía algunas veces al día. Al principio sólo experimentaba un
sentido de oscuridad. Poco a poco, en breve tiempo, pude representarme mi
corazón y mis sentimientos y, con la ayuda de mi hálito, sincronizarlo con la
oración de JesUs, como nos lo ensehan los santos Gregorio, Calixto e Ignacio.
Aspirando el aire, dirigía mi vista espiritual al corazón y decía: «Sehor mío
Jesucristo». Espirando decía: «ten misericordia de mi». Lo re۴tía varias veces
al día: primero durante media hora, luego por espacio de una hora y finalmente
casi ininterrumpidamente. Si se me hacia difícil, si sentía que la pereza 0 la duda
se aduehaban de mi, tomaba en mis manos inm^iatamente la Filocalia y volvía a
leer los puntos que trataban de la oración interior y enseguida me tornaban las
ganas y el celo de practicarla. [...] Sentía una gran alegría y como una liberación
de la gravedad de mi cue^o» 175.

De esta descripción metodológica que nos hace el peregrino ruso, y te-


niendo presentes las abundantes aportaciones que hacen los Padres hesicastas, asi
como los estudiosos del tema, podemos deducir los pasos más importantes
y entrar en la mística de la oración de Jesús, sabiendo que, en definitiva, estos
pasos sólo son mediaciones que facilitan la experiencia. Es el Señor quien da el
incremento con su gracia. Asi es reconrcido dentro del hesicasmo por Calixto e
Ignacio Xanto^ulos (siglo XIV):
Es la gracia divina la que corona la invocación monológica dirigida por
el corazón a Jesucristo, con una fe viva, con toda pureza, sin distracción.
Esto no es ‫־‬un efecto puro y simple del método natural de la respiración practi-
cado en un lugar tranquilo y oscuro. ‫؛‬Claro que no! Los Santos Padres, al ela-
borar este método, no han tenido en vista más que un auxiliar para recoger el
espíritu, para conducirlo, desde su habitual distracción, hacia si mismo y lograr
‫*ا‬
la atención74174
.172

172. Anónimo, Elperegrino ruso, op. cit., p. 142.


YB. Ibid.5%.‫ا‬.
174. LafilocaUa de la oración ä Jesús, op. cit., pp. 199200‫־‬.
166 ALFONSO HAN SORIAS

Estos pasos y mediaciones que presentamos están ^nsados de cara a los


que se inician en este tipo de oración. Los ya experimentados no necesitan estar
sujetos a ellos.

،1. Preparación y ambientación

Hemos indicado anteriormente que no se debe comenzar la oración sin una


preparación adecuada. Los orientales en esto son, de siempre, muy metódicos.
Los hesicastas buscan la hesiquia, quietud, antes de comenzar la oración,
aunque luego esa hesiquia, a través de la oración, podrá experimentar una su‫־‬
blime perfección.
En este trabajo preferimos hablar de silenciamiento como preparación a la
oración, que viene a decir lo mismo, pero es más inteligible para el hombre de
hoy, a quien tenemos presente en este trabajo, y de forma especial al catequista,
que, como es natural, no está excluido del bombardeo del ruido, al que, como
los demás, también se está acostumbrando. Pensamos en muchos jóvenes que no
saben estudiar si no es con la compañía de la radio, 0 que no saben divertirse si
no es a fuerza de ruido.
El hombre de hoy teme al silencio, a este silencio que conduce al encuentro
con uno mismo y con la verdad. Tiene miedo a encongarse con alguna so^resa
y prefiere encontrarse con el escombro de la prisa, de la rutina 0 de los conven‫־‬
cionalismos. Existe alergia y resistencia al silencio, y esto es negativo porque la
inmadurez humana está relacionada con el ruido: cuanto más ruido, más inma-
durez‫ ؛‬cuanto más silencio, más verdad y mayor maduración a nivel humano
y, por supuesto, a nivel de fe.
Estar en silencio, guardar silencio, no 8610 exterior sino también de las
potencias, es decir, de la memoria, del entendimiento, de la imaginación, de la
voluntad, de la afectividad... es entrar dentto del camino de la contemplación:
ver el misterio de la vida, de los acontecimientos, de nosotros mismos, con la
mirada de Dios. Es estar en condiciones de profundizar hasta lo más hondo de
nuestro ser, donde se encuentra la verdad plena: Dios. Esto es entrar en silencia-
miento, estar en condiciones de hacer oración, de contemplar.
San Juan de la Cruz tiene expresiones muy felices sobre el silencio,
que demuestran el valor que le da. Sobre todo cuando habla del silencio trini‫־‬
tario y del silencio con que debemos escuchar a Dios: «Una palabra habló
el Padre que fue su Hijo, y ésta habla siempre en eterno silencio, y en silencio
ha de ser oida del alma» 1?5. Para contemplar hay que hacer silencio: «No es175

175. «Dichos de luz y amor», 97, en Và y obras à 5. Juan de la Cruz, op. cit., p. 1271.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DE CATEQUISTA... 167

posible que esta altísima sabiduría y lenguaje de Dios, cual es la contemplación,


s٠e pueda recibir menos que en espíritu callado y desarrimado de satores y noti-
cias discursivas» 1?o.
¿Cómo lograr ese silenciamiento interior que facilite una fuerte experiencia
de Dios a ttavés de la oración de Jesús? Es bueno, y en un principio necesario,
rodearse de silencio exterior, practicando algún día de desierto 0 buscando
lugares silenciosos. Esto no siempre es posible, aunque siempre es beneficioso.
Hay que hacer silencio en medio de la ciudad, del ruido, del trabajo, porque no
siempre piráremos dejar la actividad que llevamos entre manos. El catequista
evangeliza en medio de la vida y no tiene que retirarse de ella más que en conta-
das ocasiones. Tiene que aprender a contemplar en la vida. Y la oración de Jesús
es el medio más adecuado.
Para lograr el silenciamiento interior, en la preparación para la oración,
conviene servirse de alguna técnica de concentración. La más adecuada, en este
caso, es la que se basa en la respiración. Con la postura colorai adecuada, de la
que hablaremos después, aspirar y espirar pausadamente, contando hasta diez
y volviendo a empezar, asi hasta media hora aproximadamente. Darse cuenta de
los movimientos que ocasiona la aspiración y espiración, y de la vida que
reporta el respirar. Prco a ‫ ﺳﻺ‬el cue^ y el espíritu se relajan, se van concen-
trando y se produce un silenciamiento y paz interior que nos predispone a
comenzar la oración de Jesús. Es la mejor fórmula para concentrarse, puesto
que la oración acompasa también sus palabras a la aspiración y espiración.

3. Postura corporal

El cue^ también ora. oramos con todo el ser. La oración no es sólo del
alma, sino de todo el hombre y todo el hombre es transformado. No podemos
acordamos del cuerpo 8610 cuando siente algún dolor, 0 tiene frío 0 calor. Aun-
que lleguemos a estar distraídos, nuestra actitud corporal orante es ya oración.
Hoy más que nunca, debido a la tensión que acarrea el ritmo vertiginoso de la
vida, es necesario relajar y distensions el cuerpo. Hay que encontrar la postura
adecuada, que favorezca la circulación, con los músculos relajados, de forma
que el cue^ esté totalmente silenciado, reducido casi a su vida vegetativa.
Es de destacar, dentro de la tradición cristiana occidental, la importancia
que san Ignacio da a la postura corral. Desciende a distinguir diversas postu-
ras para entrar en la contemplación. El caso es acertar con la más apropiada
a cada uno y en cada momento:176

176. «Llama de amor viva», 3.37, ibid., p. 1208.


168 ALTONSO MIL1ÁN SORRffiAS

Entrar en la contemplación quándo de rodillas, quândo ۴strado en tierra,


quándo sentado, quándo en pie, andando siempre a buscar lo que quiero. En dos
cosas advertiremos: la primera es que si hallo lo que quiero de rodillas, no
pasaré adelante, y si postrado, asimismo, etc.‫ ؛‬la segunda, en el punto en el qual
hallase lo que quiero, ahí me reposaré, sin tener ansia de pasar adelante hasta que
me satisfaga 77‫ا‬.

La ^stura que rrcomiendan los hesicastas nos la describe con prcas pala-
bras Giovanni Vannucci:
Sentados en un lugar silencioso, con la barbilla apoyada en el pecho, con los
ojos puestos hacia la parte central del vientre, controlando la respiración,
descendiendo con la atención en la misma interioridad a la búsqueda del lugar
del corazón. En esta ۴stura fatigosa el orante debe repetir con perseverancia la
invocación de JesUs 78‫ا‬.

Es la postura que recomienda Nicéforo el Solitario, descrita anteriormente,


y que coincide con la de Gregorio el Sinaita:
Por la mahana siéntate en un lugar bajo, retén el espíritu en tu corazón
y mantenlo allí y, mientras tanto, laboriosamente cubado, con un vivo dolor en
el pecho, las espaldas y la nuca, grita con ۴severancia en tu espíritu 0 tu alma:
«Señor Jesucristo, ten piedad de mi» [...1 Repite esto un gran número de veces y
cuida de no cambiar a menudo por indolencia, pues las plantas demasiadas veces
trasplantadas no prenden más 1?o.

Habla de retener el espíritu en el corazón. Para ello se apoya la barbilla en


el corazón. ¿Qué quiere decir? Simplemente, que en la oración debemos alejar-
nos del discurso y la reflexión del cerebro para no dispersarnos ni distraemos.
Orar con el corazón es orar unificad'a y armónicamente con todo el ser.
Como puede verse, es una postura incómoda y que hoy difícilmente se
puede aguantar. Más bien seria ocasión de disttacción. Es más aconsejable una
postura similar a la del zen: sentados sobre un cojín 0 banqueta, apoyando las
rodillas y puntas de los pies en el suelo, la e'spina dorsal recta -produce un
mayor descanso— la cabeza también recta, con la mirada inmóvil centrada hacia
abajo, a una distancia de uno 0 dos mettos como máximo, 0 con los ojos cerra-
dos, y con una palma de la mano sobre la otra descansando entte las piernas y la
cintura, trcándose los pulgares de ambas manos.177 178 *

177. NUm. 76, adición 4* del Libro de Ejercicios.


178. Giovanni ٧annucci, en Introducción a: Anónimo, Invocación al noáre de Jesús,
Op. cit., p. 15.
17‫و‬. LafilocaUa à la oración de Jesús, Op. cit., pp. 174-175.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DEL CATEQUISTA... 169

Existen otros tipos de ejercicios para calmar y apaciguar el cuerpo. Con-


cretamente, los cuatro que presenta Mariano Ballestero y que ofrezco en el
Anexo número 2.

4. Respiración

Lograda la postura colorai adecuada, y una vez que se ha tomado concien-


cia del cue^, con todo el ser silenciado y en actitud orante, comienza la fase
más importante de la oración de Jesús: unir la oración a la respiración. Esta
sirve de soporte y de símbolo espiritual a la oración y debe acomodarse al ritmo
de la respiración.
La respiración es esencial al organismo‫ ؛‬va unida a la circulación de la san-
gre, a las neuronas del cerebro, al ritmo del corazón y a las fibras más sensibles
de nuestro ser. Es fuente de vida y, según se haga, tiene una gran trascendencia
para el organismo. Conviene controlarla. Es la Unica función orgánica que
podemos consolar. «La acción de la respiración sobre el cerebro es, por otra
parte, fundamental‫ ؛‬cualquier cambio voluntario del proceso respiratorio modi-
fica la economía física y psíquica. Durante su realización la sangre afluye al
cerebro de manera más abundante. Cuando su ritmo se sincroniza con la res-
piración, se promueve una extraordinaria riqueza en los procesos mentales» 181.
Asi, la respiración del nombre de Jesús ttae vida para el hombre porque
«a todos da la vida, el aliento y todas las cosas pues en él vivimos, nos
movemos y existimos» 182.
Pero esta respiración debe ser consciente y controlada, hecha por la nariz,
con pausa —no como la hacemos normalmente- y con una pequeña retención
entre aspiración y espiración. Asi lo recomiendan los hesicastas. Y asi se sigue
haciendo. Nicodemo el Hagiorita (1749-1809) nos dice:
Al pronunciar esta santa oración, no respiréis continuamente como se acos-
tumbra según la naturaleza. Retened un poco vuestra respiración hasta que vues-
tro verbo interior haya dicho una vez la oración. Entonces respirad, según la
enseúanza de los Padres. [...) El espíritu, por su lado, gracias a este método, se
recoge más fácilmente y retoma al corazón, por causa, a la vez, del esfuerzo, del
dolor del corazón y del placer que nace de ese recuerdo' vivo y ardiente de Dios
[.٠.]. Porque la retención mesurada de la respiración vuelve sutil al corazón
endurecido y pesado. Los elementos húmedos del corazón, convenientemente
comprimidos, calentados, se vuelven más tiernos, más sensibles, humildes, mejor
dispuestos para la comunicación y más aptos para derramar fácilmente las180 181 182

180. Mariano Ballester, op. cit., pp. 23-26.


181. !introducción de Giovanni Vannucci, op. cit., p. 22
182. Hch 17,25-29.
170 ALFONSO ÍÉ SORIAS

lágrimas. El cerebro también se utiliza y, al mismo tiempo, el acto del espíritu se


hace uniforme, transparente y más apto para la unión que procura la iluminación
sobrenatural de Dios [...]. Mediante esta retención mesurada de la respiración,
todas las otras potencias del alma se unen también y vuelven al espíritu y, por el
espíritu, a Dios, lo que es admirable. Asi el hombre ofrece a Dios tráa la natara-
leza sensible e intelectual, de la que él es el lazo y la síntesis‫”ا‬.

Es significativo que el mismo san Ignacio en su libro de Ejercicios habla de


este método de oración, al que llama oración por compás, basado en la respi-
ración. Lo propone al ejercitante con estas palabras:
El tercer mráo de orar es que con cada anhélito 0 resollo se ha de orar men-
talmente diciendo una palabra de Pater noster o de otra oración que rece, de
manera que una sola palabra se diga entre un anhélito y otro, y mientras durare
el tiempo de un anhélito a otro, se mira principalmente en la significación de la
tal palabra, 0 en la ۴rsona a quien reza, 0 en la bajeza de si mismo, o en la dife-
rencia de tanta alteza a tanta bajeza propia‫ ؛‬y por la misma forma y regla pro-
cederá en las otras palabras del Pater noster‫ ؛‬y las otras oraciones, es a saber:
Ave Maria, Anima Christi, Credo y Salve Regina hará según que suele 84‫ل‬.

Recordamos la forma de hacerla el peregrino ruso: «Aspirando, dirás


"Jesús mío”‫ ؛‬espirando, “ten misericordia de mf’» 185. Cada uno puede adaptarla
al ritmo que mejor le vaya. Incluso cuando se dice la fórmula completa: «Señor
Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mi ^cador», puede hacerse en cuatto
tiempos dividiendo la oración en cuatro partes.
Cuando aspiramos recibimos vida, recibimos a Jesús, y en la retención
—momento más importante de la respiración controlada- se produce una sen-
sación de reposo y bienestar, en la que tomamos conciencia de la vida que Jesús
nos comunica, para luego expulsar lo malo que hay en nosotros: el ^ado.
Cuando uno ha hecho muchas veces este ejercicio y ha entrado en su expe-
riencia mística, su ser entero ha entrado dentro de una experiencia vital y oran-
te, que le acompaña fácilmente día y noche. La presencia y la unión con el Señor
está asegurada. Tenemos un alma contemplativa.
Sin embargo, no es necesario recurrir a la respiración como so^rte de la
oración de Jesús. Son muchos los autores y, sobre todo, los guias espirituales
que, por la experiencia vivida, recomiendan que se haga sin unirla a la res-
piración. Hay ^rsonas a las que les pone nerviosos 0 les distrae, y es contra-
producente. En estos casos es lógico que se desista y se practique sin el apoyo
de la respiración.183 184 185

183. LafilocaJia à la oración de Jesús, Op. cit., pp. 208-2^.


184. Νώη. 258 del Libro de Ejercicios.
185. Anónimo, el peregrino ruso, op. cit., p. 146.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DEL CATEQUISTA... 171

5. Otros apoyos

Volvemos a hahlar del acompañamiento espiritual. Lo hemos hecho antes al


hablar de la contemplación 186. Si lo hacemos aquí es por la importancia que
tiene dentro del hesicasmo y por la ayuda que necesita quien se inicia en un
nuevo método de oración.
En El peregrino ruso, el Staretz, 0 guia espiritual, ocupa un papel esencial.
Sin él, el peregrino no hubiera asimilado la oración de Jesús, ni hubiera progre‫־‬
sado en ella, privándose de la experiencia mística a que le condujo. Mantiene una
relación frecuente y le expone todas las dificultades que encuentta. Obediente-
mente, el ۴regrino sigue sus consejos e insttucciones, agradece y valora la
suerte que ha tenido de encontrar una ayuda tan valiosa. Él mismo reconoce que
«la acción interior no puede prosear sin la iluminada guia de un Staretz» 187.
El modelo de guia espiritual que aparece en El peregrino ruso es el de un
maestro que no destaca por ser un erudito en la materia, consagrado a su estudio
y conocedor de las más variadas técnicas y teorías. Eso si, conoce perfectamente
el método de la oración de Jesús. Pero ante todo es un hombre de oración, no un
teórico de la oración. Cualidad imprescindible para ser guia espiritual. Porque
el hombre de oración vive una experiencia y tiene un recoreido que, juntamente
con los conocimientos adecuados, lo capacitan para ser un buen guia.
El peregrino da un gran valor a la Filocalia y a la Biblia, pero a través de
todo su proceso se ve que el punto central que le hace avanzar y superar las
muchas dificultades que encuentra es el Staretz. Desde esta experiencia del pere-
grino, y también de lo expuesto anteriormente, vemos imprescindible un acom-
pañamiento espiritual personalizado que ayude al catequista o a quien quiera
vivir esta experiencia contemplativa. Sin su ayuda no adelantará en su vida de
perfección. Como nos dice san Juan de la Cruz:
Grandemente le conviene al alma que quiere ir adelante en el recogimiento
y perfección mirar en cuyas manos se pone‫ ؛‬porque cual fuere el maestro, tal
será el discípulo, y cual el padre, tal el hijo. Y adviértase que para este camino,
a lo menos para lo más sabido de ei, y aun para lo mediano, apenas se hallará
una guia cabal según todas las partes que ha menester, porque, además de ser
sabio y discreto, ha menester que sea experimentado. Porque, para guiar al
espíritu, aunque el fundamento es el saber y la discreción, si no hay ex۴riencia
de lo que es puro y verdadero espíritu no atinará a encaminar al alma en él,
cuando Dios se lo da, ni aun lo entenderá 188.
186 187

186. Véase p. 136 de este trabajo.


187. Anónimo, Elperegrino ruso, op. cit., p. 54.
188. «Lama de amor viva», 30, en Vida y obras à s, Juan à la Cruz, op. cit., p. 1203.
172 ALFONSO IIÄNSORRI‫ ؟‬AS

Otro apoyo, sobre todo para los que se inician en esta oración, según crite-
rio del guia espiritual, consiste en recitar la oración en voz alta. El motivo es
que toda la persona —mente, corazón, lengua oídos— se disciplina y se amolda
al nombre de Jesús, quien queda como incrustado en el propio ser.
Algunos maestros hindúes, con esta práctica, atestigua A. de Mello, han
quedado poseídos totalmente por el nombre de Dios, como consecuencia de
haber empleado unas cinco horas diarias gritando su santo nombre 189. 190 191
Un apoyo de menor importancia, utilizado a discreción enfre los hesicastas,
es el rosario que sirve para llevar cuenta de las veces que se recita la oración de
Jesús. Es Util para los principiantes cuando tienen que contar el número de veces
que repiten la oración de Jesús, según les prescribe el Staretz. En occidente ape-
nas ha tenido difusión. Nos lo describe j. Serr de esta forma:
El rosario ortodoxo, hecho de lana negra trenzada, ^see cien nudos‫ ؛‬los hay
más pequehos. Se puede recitar uno 0 dos, 0 varios, a ciertas horas del día. Pero
éste es sólo un medio exterior que debe conducir a la oración interior ‫ﻫﻮا‬.
En uno de los diálogos que mantiene el ^regrino ruso con un ciego, ante la
inquietud que éste le manifiesta para poder orar con el corazón, el ^regrino
le propone un método sumamente sencillo: consiste en unir la oración de Jesús
٥ los latidos del corazón. El ^regrino se lo propone como paso previo al mé-
todo de la respiración:
Deja que tu mirada interior penetre en el pecho y se represente tu corazón lo
más a lo vivo que pueda‫ ؛‬al mismo tiempo haz que tu oído interior escuche sus
latidos. Una vez hecho esto, vete uniendo cada palabra con un latido del corazón.
Al primer latido piensa y di: «Jesús mío»‫ ؛‬al segundo: «ten misericordia»‫ ؛‬al ter.
cero: «de mi». Repítelo muchas veces. No te será difícil, pues estás acostum-
brado. A۴nas hayas adquirido este hábito, no te será difícil acompahar los mo-
vimientos respiratorios con la oración a Jesús, como ensehan los Santos Padres.
Aspirando dirás «Jesús mío»‫ ؛‬espirando, «ten misericordia de mi» ‫اوإ‬.
Este método se encuentra entre los hesicastas, aunque menos practicado que
el de la respiración. Aparece unas veces como alternativa al de la respiración
y otras, como en el caso del peregrino, para iniciar un método rítmico que pre-
cede al de la respiración.

6. Oración de la frase
Damos un paso más en el estudio de la oración de Jesús. La oración de Jesús
y su metodología es una mina que no se agota en si misma. Encierra y se abre a

189. Cf. A. de Mello, op.‫ﺀ‬،'،., p. 113.


190. j. Serr, Inducción a Lo filocalia à la oración à Jesús, op. cit., p. 11.
191. Anónimo, El peregrino ruso, op. cit., p. 145-146.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLAIWA DELCATEQWSTA... 173

nuevas posibilidades. En sentido amplio, la oración de Jesús no es necesario que


se circunscriba a las palabras que la definen como tal: «Señor Jesús, Hijo de
Dios, ten compasión de mi pecador». En realidad sólo es indispensable, para que
sea oración de Jesús, que contenga este nombre. Incluso la petición de miseri-
cordia que va unida no es del té necesaria. De hecho, cuando se entra en hon-
dura con.templativa, sobran las palabras y sólo queda el nombre de Jesús. En
lugar de la súplica de perdón se le pueden añadir otras intenciones: de acción de
gracias, de adoración 0 de ۴tición: «Señor Jesucristo, venga tu Reino», «Señor
Jesús, hazme dócil a tus mandatos», «Señor Jesús, gracias por tu amistad», «Se-
hor Jesús, que sea solidario», etc.
También puede adaptarse la oración de Jesús a los tiempos litúrgicos 0 a de-
terminadas fiestas. En Navidad: «Sehor Jesús, que te has hecho hombre por mi,
ten piedad de mi», «Ven, Señor Jesús». En Pascua: «Señor Jesús, resucitado por
mi, resucítame». En Pentecostés: «Señor Jesús, envia tu Espíritu», etc.
Pero la oración de Jesús, con toda su metodología, nos abre las puertas de
par en par a la oración de lafrase. Oración que, sin contener el santo nombre de
Jesús, es auténtica oración al Señor. Quien tiene la costumbre de practicar la
oración de Jesús, fácilmente, casi sin darse cuenta, va descubriendo en la liturgia
de las horas 0 en otras celebraciones frases que, sin mayor esfuerzo, va repi‫־‬
tiendo. Se le quedan grabadas y las va saboreando esté donde esté, 0 le vienen a la
mente constantemente, y su vida se convierte en una continua oración que hace
presente la vivencia de la celebración a lo largo del día 0 de la semana (aso de
la eucaristía dominical— estableciendo un trato cordial y frecuente con el Señor.
Estas oraciones puden sacarse de los Salmos, de otros textos de la Biblia
0 construirlas uno mismo. El caso es que tengan eco y resonancia interior y nos
conduzcan a una fuerte relación de amistad con Dios. Pueden servir de ejemplo:

«Oh Dios, tú eres mi Dios»‫« ؛‬Alegra el alma de tu siervo»‫؛‬


«Mi alma está sedienta de ti»‫« ؛‬En el día del peligro te llamo»‫؛‬
«El Señor es mi fuerza»‫« ؛‬Enséñame, Señor, tus caminos»‫؛‬
«Crea en mi un corazón puro»‫« ؛‬Te alabará de todo corazón»‫؛‬
«TU eres. Señor, el pan de vida»‫« ؛‬Da fuerza a tu siervo»‫؛‬
«TU me sondeas y me conrces»; «Salva al hijo de tu esclava»‫؛‬
«Ven, Espíritu de amor»‫« ؛‬Atiende a la voz de mi súplica»‫؛‬
«Yo te amo. Señor»‫« ؛‬Mantón mi corazón entero»‫؛‬
«Hágase tu voluntad»‫« ؛‬Mírame, ten compasión de mi»‫؛‬
«A ‫ ة‬levanto mi alma»‫« ؛‬Aclama al Señor, tierra entera»‫؛‬
«Me amas tal como soy»‫« ؛‬Dame vida con tu palabra»‫؛‬
«En ti vivo, me muero y existo»‫« ؛‬Eres tú quien vive en mi»‫؛‬
«El Señor es el lote de mi heredad»‫« ؛‬Si, Padre».
174 ALFONSO ÍLIÁN SORRIBAS

Algunos santos ^cidentales recurrían también a la oración de la frase.


Y tenían su oración compuesta en una frase breve, normalmente enttesacada
de la Biblia, que repetían con mucha frecuencia. Asi nos dice A. de Mello: «De
san Francisco de Asís sabemos que se pasaba noches enteras diciendo: "Deus
meus et omnia!” (¡Dios mío y todas las cosas!). San Bruno, el fundador de los
cartujos, no cesaba de decir: “O tonitas!” (٤Oh bondad de Dios!). Cuando san
Francisco Javier agonizaba frente a las costas de China, repetía una y otta vez:
"٤Señor Jesucristo, hijo de David, ten compasión de mi!”» 192.
Hemos visto antes que el mismo san Ignacio recomienda este modo de orar
al hablar del tercer método de oración. Incluso santa Teresa hace referencia a él.
Es una oración que lleva a descansar completamente en la frase elegida. Asi lo
viven sus monjas: «Dales pena el hablar, en decir “Padre nuestto” una vez, se les
pasa una hora» 5‫وإ‬.
Es importante que la fórmula sea rítmica, con un contenido capaz de impac-
tar, porque profundiza con mayor facilidad hasta lo más hondo del ser. Y no
interesa cambiar fácilmente de fórmula, porque no arraiga y no engendra vida.
Y aunque a lo largo de la vida usemos diversas frases para este tipo de oración,
es conveniente que haya una que tenga como carta de naturaleza, que aflore en
cualquier momento, sobre todo en momentos cumbres. No podemos cambiar
cada dos por tres de frase. Es la tentación que muchos sufren cuando experimen-
tan vacio, monotonia, distracción 0 sequedad. El guia espiritual sabrá aconsejar
constancia y paciencia. Por otra parte es normal que ocurra esto.
A través de la oración de la frase ^demos expresar todos los sentimientos
religiosos que haya dentro de nosotros, asi como asumir vivencias nucleares de
nuestra fe. Y con la repetición rítmica y pausada se «permite que el contenido de
la frase penetre hasta el rincón secreto donde tiene lugar el cambio y a donde no
puede llegar la voluntad» 194.
Conviene que sea una frase corta, tanto si se adapta a la respiración como si
no. Para contemplar hacen falta ^cas palabras. Cuantas menos, mejor. Asi se
recomienda en La nube del nosaber: «Los contemplativos raras veces oran con
palabras, y si lo hacen, son pocas. En realidad, cuantas menos, mejor. Y además
una palabra monosflaba es más adecuada a la naturaleza espiritual de esa obra
que las largas» 195.
La oración de la frase ayuda poderosamente a entrar en el silenciamiento
interior. Nos desconecta poco a poco de las ataduras exteriores tan fuertes y

192. A. de Mello, op. cit., p. 1^.


193. «Camino de Perfección», 31,3, en Santa Teresa ä Jesús. Obras completas (Madrid
1979), p. 291.
194. n. 34, p. 20.
195. Anónimo, La nube ál nosaber, op. cit., p. 135.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DEL CATEQUISTA... 175

atrapadoras que la vida actual nos tiende, y nos va centrando y abriendo poco a
poco a la presencia de Dios que está en lo profundo de nosottos mismos. Pro-
duce, a semejanza del zen, un descenso hacia el subconsciente. Éste aflora en
medio de la quietud y tomamos conciencia de actitudes, valores y defectos que
nos son desconvides, pero sf que, son convidos -a veces sufridos— por los
demás. Cuanto más ahondamos en el subconsciente, más nos conocemos y más
crecemos interiomente. En esta hondura, metidos en el océano, según el zen, nos
encontramos no sólo con el suteonsciente de nuestro yo, sino con el mismo Dios.
Porque la oración de la frase es vehículo del encuentro amoroso con Dios. Tanto
es asi que, cuando nos distraemos, vuelve a centramos y conducimos a Dios.

V. Riesgos y benehcios

Por lo dicho hasta ahora, aparece la oración de Jesús como un método ideal
para vivir una fuerte experiencia de amistad con Dios. Y es verdad. Sin em-
bargo, nos parece totalmente necesario prevenir de algunos riesgos que fácil,
mente puede correr quien la practique, si no está atento 0 no es advertido.

1. Riesgos

٥) Alejamiento del mundo.

Tengamos presente que partimos de un tipo de oración practicada en Oriente


por los Padres del Desierto y por el hesicasmo. Unos y otros, retirados del
mundo para vivir la perfección. No se concebía que' se pudiera aspirar a una vida
santa en medio del mundo. Había que retirarse al desierto 0 a los monasterios.
Esta mentalidad, muy extendida hasta hace pvo, comienza a desvanecerse. Teil-
hard de Chardin fue de los primeros en abordar con clarividencia el problema:
No me parece que exagere al afirmar que para las nueve décimas partes de
los cristianos practicantes, el trabajo humano no pasa de ser un «estorbo espiri-
tuai». A pesar de la práctica' de la intención recta y de la jomada ofrecida a Dios
cotidianamente, la masa de los fíeles abriga oscuramente la idea de que el tiempo
pasado en la oficina, en los estudios 0 en la fábrica es tiem۴ sustraído a la ado-
ración. Naturalmente que es imposible no trabajar. Pero también es imposible
pretender entonces esa vida religiosa profunda, reservada a quienes tienen hol-
gura para rezar 0 para predicar todo el día. En la vida es posible recuperar algu-
nos minutos para Dios. Pero las horas mejores quedan absorbidas, 0 al menos
176 ALFONSO 11ΛΝ SORIAS

depreciadas, por los cuidados materiales. Bajo el imperio de este sentimiento hay
una masa de católicos que lleva una existencia prácticamente doble o fastidiada:
necesitan quitarse el ropaje de hombre para sentirse cristianos y aun sólo asi
cristianos inferiores 19٥.

Hay que vivir la santidad, la perfecccidn la experiencia amistosa de Dios, la


contemplación, en medio del mundo, colaborando en su transformación según
los planes de Dios.
A simple vista, la oración de Jesús más bien nos recoge y centra en esta
amistad y unión con Dios y en una pacificación y quietud en nuestro interior,
pero no nos lanza a nuestros hermanos. Al menos no aparece destacado este
asueto en su metrología. Si ahondamos un poco, vemos que esto no es del todo
exacto cuando esa experiencia de amistad es sincera y penetrante. Necesaria-
mente nos tiene que llevar a una relación servicial, caritativa y comprometida
con toda la obra de Dios. Obra hecha por puro amor suyo. Y en esta obra des-
taca por encima de tro el hombre. Quien ama a Dios con tro su corazón, ama
también al prójimo como a si mismo.
La invocación del nombre de Jesús, al unimos a su persona, nos une también
a los hombres. Al tomar la naturaleza humana, el Verbo ha integrado a él toda la
humanidad. Todos nosotros somos miembros de Cristo. Por medio de la incor-
^ración progresiva a Cristo, somos inco^orados unos a otros. El que ha descu-
bierto a Cristo, que vive en su corazón, no puede por menos de buscarle en el
corazón de los demás, fries Jesús llena todo y a todos‫ ؛‬es lo más profundo y per-
sonal que existe en cada hombre. Vemos al 0tr0-C0m0 lo ve el Padre, el cual
reconoce a su Hijo en cada hombre, a su Hijo en quien tiene puestas todas sus
complacencias 197.

Hay que reconrcer que la metodología de la oración de Jesús no es la ade-


cuada para conducir al compromiso cristiano. Habrá que recurrir a otras meto-
dologias, de forma especial a la revisión de vida, utilizada fundamentalmente
por los movimientos apostólicos de Acción Católica.
A la oración de Jesús no le práemos pedir aquello que no nos puede dar.
Para ello están los Ottos métodos. Pero si nos facilita una fuerte experiencia de
Dios que los métodos de educación para el compromiso cristiano difícilmente
nos dan. Nos une a Jesús y, al unimos a él, nos vincula a tráa la creación porque
es la Palabra Creadora‫ ؛‬por medio de él fueron hechas todas las cosas.
Los métodos de educación para el compromiso ponen el acento en la acción,
y la oración de JesUs lo pone en la contemplación. Ambas, acción y contem-
plación, deten sincronizarse perfectamente. De lo conttario se vive una espiri-196 197

196. Citado por s. De Fiores, «Espiritualidad contemporánea», en Nuevo Diccionario à


Espiritualidad, op.
cit., p. ^6.
197. w. Stinissen, op. cit., p. 149.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATCVA DEL CATEQlflSTA... 177

tu alidad dualista y descompensada. Por un lado va la fe y por otro la vida,


lamentablemente. En realidad tendría que haber una perfecta simbiosis entre fe
y vida. Y no hay que regatear esfuerzos para conseguirlo.
Ahora bien, la oración de Jesús tiene una ventaja sobre otros tipos de
oración. Esta se repite y surge cuando ya se tiene el hábito adquirido- en
medio de la vida: en la calle, en el trabajo, en el hogar 0 en el autobús. De esta
forma hay una continua y estrecha relación con el Señor que, necesariamente,
invita a hacer bien aquello que se esta haciendo y a amar con el amor de Dios de
forma creadora y comprometida. De lo contrario seria una evasión. Si por la
oración de Jesús somos fransformados, deificados, también en nosotros irá desa-
rollándose ese descubrimiento de verle encanado en el hermano.
Jesús nos reveló asi otra forma importante de su presencia entre nosotros: su
presencia en el hombre. Cumplió asi lo que había enseñado: «Tuve hambre y me
disteis de comer» Debemos volver a salir para acercarnos con el nombre de
Jesús en el corazón y en los labios de todos los hombres y mujeres que van por la
calle a sus negocios, oficinas, fábricas, en el autobús, y especialmente a los que
parecen cansados y antipáticos. Deberemos pronunciar su nombre sobre ellosj el
nombre de Jesús es su verdadero nombre. Llámalos con su nombre, en su nom-
bre, con espíritu de adoración, entrega y amor. Adora a Cristo en ellos, sirve a
Cristo en ellos. En muchos de estos hombres y mujeres, en el pervertido, en el
criminal, Jesús esta prisionero. Libéralo al reconocerlo en silencio y adorarlo en.
ellos. Si vas por el mundo con esta mirada, pronunciando el nombre de Jesús
sobre todo hombre, viendo a Jesús en todo hombre, todo será transfigurado en si
mismo y ante tus ojos. Estarás á pronto ٥ darte ٥ ti mismo a los hombres
cuanto à clara y vivida se vaya hacieà esta nueva mirada 98‫ا‬.
A pesar de todo, reconrciendo que es un método ideal para provocar la con-
templación y que lleva a ver a Jesús en el prójimo, opinamos que el catequista
y los catequizandos precisan de una metodología adecuada para la acción. Es
incalculable el valor que a^rta la oración de Jesús para contemplar y ver el
mundo con la mirada de Dios, pero esto no es suficiente: hace falta la educación
para la acción.
Sin embargo‫־‬, responde perfectamente a una de las necesidades fundamen-
tales que tiene el catequista: experiencia de Dios. Conseguida esta experiencia
contemplativa, el paso para la acción se da con mayor, facilidad. Aunque no con-
viene educar separadamente: primero la experiencia de Dios, mediante la
oración de Jesús, y luego educar para la acción. La práctica nos dice que es
mejor avanzar al mismo tiempo en experiencia de Dios y en compromiso cris‫־‬
tiano. Mutuamente se necesitan, se complementan y enriquecen.198

198. Anónimo, Invocación ál noáre à Jesus, Op. cit., pp. 75-78. La cursiva es mía.
178 ALFONSO ΙΐΛΝ SORIAS

b) Monotonia y autosugestión.

Quien no ha experiemtnado los frutos de la oración de Jesús y conoce


fríamente su técnica puede sacar la impresión de que es una oración mecánica
y monótona 0 que está basada en la autosugestión. Sin embargo,, quien la ha
practicado con asiduidad, ha sido fiel a su método y ha seguido las orientaciones
de un buen guia espiritual reconrcerá que, por encima de la aparente monotonia
y autosugestión, existe una fuerte relación con Dios que uno mismo es incapaz
de provocar.
Es verdad que, a veces, resulta monótona y mecánica. Repetir siempre la
misma frase, a simple vista es pesado. Pero cuando esa repetición supone una
experiencia gozosa de amistad con Dios, desaparece la monotonia.
Un acto es monótono y mecánico cuando carece de vida. Una madre acari-
cia, besa y acurruca a su hijo repetidas veces, ¿quién se atreve a decirle que lo
que está haciendo es un acto monótono y mecánic-0? Asi ocurre con la oración
de Jesús. Esto no quiere decir que no haya personas que en la repetición de la
oración de Jesús no experimenten nada, les resulte pesada y la dejen por falta de
constancia, por no estar adecuadamente acompañados 0 porque no es el tipo
de oración que necesitan. Tendrán que buscar un nuevo método.
En el silenciamiento que precede a la oración de Jesús y mientras ésta se
realiza, se produce una paz y quietud en la que va aflorando el suteonsciente.
Cuanto más aflora, más crecemos y somos, hemos dicho anteriormente. Esto es
positivo y hay que trabajarlo. Pero la oración de Jesús ¿es una autosugestión 0
corre el peligro de serlo?
En la autosugestión trabajamos y moldeamos con nuestra mente el sub‫־‬
consciente para que éste, después, actúe aun sin ser nosotros conscientes. Si
redujéramos la oración de Jesús a la autosugestión, dejaría de ser oración. La
oración nunca es autosugestión, porque Dios está por medio; con él hablamos,
a él nos dirigimos y a él escuchamos. Él está dentto de nosotros. Desde que fui-
mos bautizados, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo habitan en nuestro interior.
Simplemente usamos un método que favorece y facilita esa comunicación y ex-
periencia contemplativa.
Esto no quiere decir que no deje un poso en el subconsciente, como muchos
hechos que vivimos intensamente en nuestra vida. AHÍ quedan grabados y luego
surgen espontáneamente, sin la colatoración de la voluntad. Asi la oración de
Jesús aflora con frecuencia en la vida de quien la practica intensamente, porque
antes ha descendido hasta el subconsciente.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DEL CATEQWSTA... 179

l Beneficios

٥) Lleva a la.contemplación.

Precisamente porque conduce a la contemplación hemos elegido este método


de oración con el deseo de provocar una intensa experiencia de Dios. Con la ven-
taja de que provoca la contemplación también en el pueblo sencillo, en el cate-
quista y en el catequizando que no gozan de una excelente formación. Sirve para
todos. Asi nos lo afirma Segundo Callea refiriéndose a la oración de Jesús:
Esta es una forma de oración que no se entiende si no es en una perspectiva
de plegaria contemplativa y de oración de amor Repetir una fórmula breve
con el corazón, lleva a la verdadera y expresa contemplación Es un camino
para hacer de un pueblo creyente un pueblo místico ‫ووا‬.

b) Apta para el hombre de hoy.

Son muchos los que queriendo hacer oración, aunque sólo sea diez minutos
diarios, no encuendan tiempo para ello por la vida tan ocupada que llevan. Con
este tipo de oración que «está al alcance de los más humildes adoradores y sin
embargo inttoduce a los más grandes misterios, se adapta a todas las circunstan-
cias de tiempo y lugar: trabajos del campo, de la fábrica, del despacho, de la
casa...» 200, el hombre de hoy descubre que le sobra tiempo. Puede realizarla en
todo momento y lugar. En esto coinciden todos los autores.

c) Centra la atención.

De todos es conocida la capacidad que encierra esta oración para centrar la


atención y provrcar el silenciamiento interior a fin de orar en profundidad.
Hemos visto antes la coincidencia que había con el método que emplea el zen
para producir el silencio interior. Unos dicen que es el mejor método y el más
rápido ‫اﻫﺖ‬, otros lo ponen como un método más 202. Lo cierto es que todos reco-
nocen su valor. Quien lo haya practicado reconocerá que asi es.199 200 201 202

199. Segundo Galilea, Elfuturo à nuestropasà (Madrid 1985), 23-24.


200. JeanLafrance, op.cí'f., Ρ.45.
201. Cf. Chariton de Valamo, op. cit., p. 19.
202. Cf. Femando Urbina, Curso de Teología à la Contemplación (Murcia 1980), 107,
multicopiado. En esta misma linea se manifiesta G. Maloney, «Escuelas contemporáneas de
oración», en Concilium 179, p. 387.
180 ALFONSO MILIÁN SORRIBAS

d) Unifica la vida interior.

La repetición, continua de la oración de Jesús va apaciguando y unificando


poco a poco la vida interior, desapareciendo toda dispersión que pueda pertur-
bar el acto contemplativo. «Una de las mayores gracias que un hombre, puede
obtener en este mundo es descubrir que, en el nombre de Jesús, puede unificar
toda su existencia, orar en cualquier circunstancia y vivir a gusto en todas
partes» 203. Y en parecidos términos encontramos esta expresión: «La repetición
del Nombre recoge mansamente, poco a poco, tus ^nsamientos, tus sensaciones
y tu voluntad en tomo a él,, restaura sobre él todo tu ser interno» I.

é) Crea hábito.

Los hábitos no se adquieren si no es por repetición de actos. Exigen pacien-


cia y constancia. Asi ocurre con la oración de Jesús. Cuesta adquirir el hábito.
Se necesita un buen acompañamiento. «La oración, tal vez seca y con distrae-
ciones pero continua, creará hábito, se convertirá en una segunda naturaleza y se
ttansformará en oración pura» ٩ Una vez logrado el hábito y experimentada
la oración pura, ésta acompaña a uno en té momento.

‫ ת‬Aumenta !atondad.

La oración de Jesús, según hemos visto antes en palabras del peregrino


mso, produce incalculables bienes (paz interior, alegría, liberación, sincero
amor de Dios, pureza de pensamiento, etc.); pero consideramos oportuno recor-
dar el cambio interior que produce, de forma que todo tiene una dimensión
nueva y positiva: la dimensión de la bondad. Todo lo ve con ojos nuevos, con
mirada amorosa, al peregrino todo le parece estupendo y maravilloso, a todos
quiere como si fueran de su misma familia 206
203. 207
204 205
La oración de Jesús hace realidad la frase de san Pablo citada más arriba en
este trabajo: «Para los que aman a Dios todo concurre al bien» 207. Todo tiene
sentido positivo.

203. JeanLafrance, ٥p.c،'،., pp. 5657‫־‬.


204. Anónimo, Invocación ‫ ﻣﻢ‬noáre à Jesús, op. cit., p. 48.
205. JeanLafrance,٥p.‫ﺀ‬،'،., p. 55.
206. Véase p. 144 de este trabajo.
207. Uso aquí la traducción de la Vulgata en la nota que pone la Biblia de Jerusalén
porque recoge mejor el sentido de lo que erarnos diciendo.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DEL CATEQWSTA... 181

g) Impregna de sentido la vida litúrgica.

Asi lo reconoce F.R. Pascual: «El alma que ha gustado la oración de Jesús
impregna de sentido la oración comunitaria y litúrgica porque deposita y vuelca
en ella la frescura y la es^ntaneidad que la simbologia y las melodías preesta-
blecidas nunca podrán a^rtar» ^8. Y es normal que asi sea. La vida siente la
necesidad de comunicarse.
Mas no sólo en las celebraciones. La oración de Jesús hace que «toda la exis-
tencia se sienta como un acto litúrgico Existe, pues, una manera evangélica
y litúrgica de hacer las cosas corrientes de cada día. El aldeano en su campo, el
obrero en el taller, el profesor en su clase pueden librar la nueva creación [...]li
purifican sus gestos y sus miradas por la oración de Jesús. Es la oración en la
vida, 0 la contemplación en la acción» 209.

A) Deificación.

Esta palabra, muy conocida en Oriente, expresa la situación mística a la que


se llega por la oración, en nuestro caso por la oración de Jesús. Es la ttansfigu.
ración de todo el ser, cuerpo y espíritu, por la irradiación gloriosa de la
Santísima Trinidad. Quien vive esta experiencia recupera la imagen y semejanza
divinas. Todo su ser se reconcilia en si mismo y con Dios destruyendo toda dis-
persión que habita en Ó1 a causa del pecado.
La oración del corazón, espontánea e ininterrumpida, no es otra cosa que ese
«sobrecogimiento» de la dulzura del Espíritu en lo más intimo del corazón
La oración se ha desintelectualizado para identificarse con todo el ser, aún físico.
Basta haber encontrado un día uno de esos rostros de monje, totalmente ۴seíd0s
por la oración, para comprender que puede haber cuerpo con todo su ser, y con-
vertirse en una vida interior a su propia vida 210.

í) Arma contra la tentación.

Es el medio arrojadizo que emplean los Padres del Desierto y los hesicastas
contra los malos ^nsamientos y toda clase de tentación. En lugar de luchar de
un modo directo, como hemos dicho anteriormente, usan el nombre de Jesús, se
acogen a él y lo ^nen como escudo para defenderse de toda tentación:

208. F. R. Pascual, «La oración de Jesús», en ΑΑ.νν. La oración él corazón (Bilbao


1987), página 19.
209. JeanLafrance, Ρ.73.
210. Ibid., p. 66.
182 ALFONSO man SORIAS

Para tráa pasión, no hay medio más Util que invocar el nombre de Jesús [...]
Nosotros, los débiles, no ^demos más que refugiarnos en el nombre de Jesús» 211.

Conclusions

Al finalizar este trabajo nos parece o^rtuno resaltar las principales conclu-
siones a las que hemos llegado. No pretenden ser exhaustivas. Prácticamente pue-
den quedar reducidas a las tres primeras, que son la respuesta al plateamiento que
nos hacíamos al comienzo del mismo y que, después de toda la investigación rea-
lizada y plasmada en estas páginas, creemos haber dejado constancia clara de lo
que pretendíamos agriar. Las otras cinco conclusiones explican y precisan con
mayor detalle aspectos que están encerrados en éstas, sobre té en la tercera.
1) No cate duda de que el catequista dete tener un bagaje amplio de for-
mactón en todas las materias que conciernen a la catequesis, asi como una serie de
cualidades para desempeñar dignamente el ministerio que la comunidad eclesial
le confia. Pero en modo alguno dete faltarle, como base fundamental de todo su
quehacer catequístico y para que su vida apostólica sea fecunda, mufiierte expe-
rienda de Dios vivida en una relación amistosa con él. Los numerosos documen‫״‬
tos de la Iglesia que tratan sobre la catequesis, tanto a nivel universal como de la
Comisión Episcopal Española de Enseftanza y Catequesis, hablan de esta necesi-
dad insoslayable en la cat^uesis. Sin ella no puede desarrollarse una auténtica
catequesis. Y en esta linea expresada por los drcumentos eclesiales se pronuncian
los catequetas y expertos en el tema, como hemos podido demostrar.
T) La experiencia de Dios se logra a través de la contemplación. ^0 son
suficientes la meditación, la oración vocal, las celebraciones‫ ؟‬hace falta sentir y
experimentar el amor de Dios, dejarse templar «estando muchas veces a solas
con quien sabemos que nos ama». 5610 estando largos ratos en compañía del
Señor, podemos vivir con dimensión contemplativa toda nuestra vida. Hoy está
probado que la contemplación no está resecada a los Padres del Desierto, ni a
los monjes retirados del mundanal ruido en sus monasterios. Se puede vivir en la
calle, en el trabajo, en el hogar, en la diversión... Para el contemplativo, todo le
habla de Dios. En todo momento percibe su mensaje, porque todo es palabra de
Dios. Su corazón y su mirada quedan de tal mé transformados que comienza a
mirar el mundo con la mirada de Dios y a quererlo con el corazón de Dios.

211. Citado por w. Stinissen, op. cit., p. 137.


INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DE CATEQUISTA... 183

3) No es fácil llegar a vivir la oración contemplativa. Son muchos lojque


'en el camino se quedan en la reflexión de la meditación, en la oración vocal 0 en
las celebraciones. Y acabamos de decir que esto es insuficiente. ¿Qué hacer para
acceder a la contemplación? Hacefalta un método que facilite el recorrido para
llegar a la contemplación y ^der vivir una estrecha relación de amistad con el
Señor. Nosotros hemos optado por el método de la oración de Jesús, por ser un
método tan fácil y sencillo que está al alcance de todos, y porque conduce de
foma ágil a la experiencia contemplativa. Un método ampliamente experimen-
tado desde los Padres del Desierto y el hesicasmo, pasando por san Ignacio de
Loyola en sus Ejercicios. Y en nuestros días comienza a ser conocido por la
gran difusión que ha tenido la publicación de El peregrino ruso.
4) Este métráo permite vivir la dimensión contemplativa del catequista
como ningún otro, puesto que.una vez que uno se ha identificado con él y lo ha
hecho «carne de su carne», le lleva ٥ la relación amistosa con el Señor deforma
constante) no 8610 en los momentos especialmente dedicados a ello. Sirve para
practicarlo en cualquier momento, como hemos dicho anteriormente. No im-
porta el lugar 0 el ttabajo que se esté haciendo. Tam^o pide condiciones espe-
ciales a quien lo practica. Se adapta a tráos, desde los intelectuales -precisa‫־‬
mente puede ayudarles a desintelectualizar su oración- hasta los analfabetos. Es
un método sumamente Util para los catequistas porque es aplicable a todos, a los
que tienen estadios y a los que carecen de ellos.
5) No es un método cerrado. Todo lo contrario, nos abre a nuevas posibi-
lidades. He aquí una de sus riquezas. No se reduce estrictamente a la oración de
Jesús. El mismo métráo sirve para rezar con otrasfrases tomadas de los salmos,
del evangelio 0 de otros libros sagrados, 0 consolidas por uno mismo. También
recontemos que, bien practicado, puede prestar un valioso servicio durante una
etapa de la vida 0 en momentos esporádicos y servir de paso a nuevas fórmulas
de contemplación que cultiven la deseada ex^riencia de Dios.
6) Como es natural, el método no lo es todo, no produce efectos mágicos
sin más. El método sólo es un medio que facilita la relación con Dios, pero ésta
depende fundamentalmente de él; es un regalo suyo, un don. Por eso nos move-
mos dentro de la pedagogía del don que nos abre a una actitud de escucha y
acogida gozosa del amor de Dios y a una respuesta de confianza absoluta.
7) En todo catequista debe haber una ^rfecta unión entre fe y vida. Y no
es fácil conseguir esta simbiosis, a pesar de que en la cabeza lo tengamos muy
claro. Sin darnos cuenta nos inclinamos por una 0 por otra. En este trabajo pre-
venimos del riesgo que conlleva la metodología de la oración de Jesús —si no se
hace bien— de centrarse más en la fe que en la acción. Por ello proponemos que
184 ALTONSOMILIÁN SORRiBAS

se tenga en cuenta este riesgo. Incluso creemos que la educación para la acción
debe hacerse con su metodología apropiada, la revisión de vida. Y es conve-
niente que tengan cierta simultaneidad ambas formaciones. No esperar a conse-
guir una para luego empezar el prrceso para asimilar la otra.
8) Es /٥ oración apropiada para el hodre de hoy, que vive rcupado y
preocupado por un activismo desbordante, lleno de ruidos y prisas, viéndose
incapaz de hacer silenciamiento en su vida y de sacar unos minutos para la
oración. Este método de la oración de Jesús capacita para hacer oración en
medio del ruido y del trabajo, y conlleva la técnica apropiada para hacer silencio
interior. Este tipo de oración es el- que usaba Gandhi con mucha frecuencia
y, como él mismo decía, se convirtió para él en un remedio infalible, sobre todo
en los momentos más duros.

Anexo 1

Ejercicio 1: Pronunciar el nodre

٥) Una vez relajados y pacificados tus tres niveles, emplea algún tiempo
para pedir al Espíritu Santo que te enseñe a pronunciar debidamente el santo
nombre de Jesús, ya que es imposible hacerlo como conviene si no nos lo otorga
el Espíritu (cf. 1 Cor 12,3).
b) Imagina un lugar bello, atrayente para la oración, y penetra en ese
lugar con ayuda de la visualización. Emplea en ello tranquilamente unos tres 0
cuatro minutos.
c) Imagina allí a Jesús, en medio del paisaje. No se debe hacer violencia
para imaginar a Jesús de un mráo concreto. Dejarse llevar en esto de una tran-
quila espontaneidad. Imagínalo joven, mayor, resucitado, 0 incluso como una
vaga presencia 0 como un resplandor.
d) Comienza a pronunciar lentamente el nombre de Jesús al ritmo de cada
respiración del aire. Procura que tu respiración sea teanquila y penettada de
paz. Prrcura mantener una actitud de total a^rtura a las resonancias que la lenta
repetición del nombre de Jesús despierta en tu interior.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DE CATEQUISTA... Î85

Ejercicio 2: Comunicar en el nodre

El ejercicio anterior puede convertirse en un notable descubrimiento para


simplificar tu vida de oración. La variante te ayudará especialmente a intensifi-
car tu sencillez y tu simplificación en el modo de orar. Crecerás también en
autenticidad cuando trates de comunicarte con Jesús. Él nos dice que no hemos
de usar muchas palabras cuando oramos, pensando que sólo Dios nos escuchará
si se lo expresamos todo de la A a la z. Este ejercicio es precisamente para ayu-
darte a decirle a él lo esencial. Y lo esencial es, sencillamente, su nombre. Pero
ello no quiere decir que no puedas expresarle a él todo cuanto desees. Sólo se
trata de aprender a decírselo todo, pronunciando únicamente su nombre, es
decir, en su nombre.
Del mismo modo que un nifto no sabe más que balbucir el nombre de su
madre y ella conrce muy bien la interpretación de lo que el pequeño le dice a
través de sus balbuceos, tú también puede estar seguro de que al pronunciar
tranquilamente el nombre de Jesús él entenderá, incluso mejor que tú mismo, lo
que tu interioridad desea expresar: deseo de él, amistad y confianza, abandono,
entrega total, agradecimiento, confusión, sufrimiento, llamada en un problema
especial, una ^tición especial, luz ante una decisión importante... Pero todo ello
comunícalo siempre a través de la pronunciación tranquila y rítmica del nom-
bre: Jesús... Jesús... Jesús...

Ejercicio 3: Expandir el nombre

Comienza el ejercicio número uno hasta que te sientas lleno de la presencia


de Jesús. En un segundo tiempo imagina que estás enviando toda la energía espi-
ritual salvadora y toda la bendición que supone el nombre a las personas que tú
desees, imaginando incluso sus rosttos, 0 bien imaginando que estás imponiendo
sobre ellas tus manos mientras pronuncias el nombre sobre sus cabezas. Puedes
comenzar con los seres más cercanos a ti: familiares, amigos, etc.; luego puedes
ampliar el circulo a tu campo de trabajo, a las personas menos conocidas que
encuentras en tu vecindario, a los desconocidos que pasan por las calles de tu
ciudad, a los habitantes de tu nación, a los habitantes del mundo entero.
Continúa aún expandiendo el nombre por el espacio cósmico...Envíalo a los
astros, a las fuerzas misteriosas que equilibran los movimientos planetarios del
macrocosmos. Envíalo aún a los seres espirituales que acompañan y protegen
silenciosamente la vida cósmica: a los ángeles, a los espíritus más cercanos al
186 ALFONSO IliN SORIAS

trono de Dios... Envíalo finalmente al corazón de Dios Padre, fuente y origen de


la creación entera... y deja que la vibración santa del nombre resuene y se pierda
en el misterio de su amor infinito...

Ejercicio 4: El nodre en el centro

Los Padres hesicastas hablan de algunos «centeos» 0 puntos de vibración


espiritual del hombre. En contacto con ellos es ۴sible encontrar un mayor reco-
gimiento y facilidad de concentración mientras se pronuncia el nombre.
Este ejercicio te ayudará a encontrar tu «centro» para pronunciar luego en él
el nombre de Jesús.
Después de entrar en la armonía y silencio interior, empieza a pronunciar
teanquilamente el nombre de Jesús, al ritmo de la respiración, dirigiendo siem‫־‬
pre tu atención al interior de ti mismo. ٠
Pronuncia el nombre durante algunos instantes centrando tu atención en el
plexo solar... Observa atentamente el modo especial de resonancia interior que
la pronunciación del nombre adquiere en ese centro.
PronUncialo ahora centrando tu atención en el corazón. Puede ser que
incluso adviertas los latidos y te ayude a armonizar con este ritmo la pronun-
ciación del nombre‫ ؟‬pero si no llegas a ۴rcibirlos 0 no deseas pronunciar el
nombre con ese ritmo, te bastará centrar tu propio ritmo en el corazón y obser-
var el efecto que ello prtxluce en tu interior.
Centra ahora tu atención en la garganta 0 en la boca mientras pronuncias el
nombre... y observa el efecto que ello te prttiuce.
Pronuncia el nombre centrando tu atención en la parte más alta y central de
la cabeza... y observa cómo vibra allí la pronunciación.
Una vez que hayas dedicado algunos minutos pronunciando el nombre en
cada centro, elige el que te parece mejor para recogerte y concentearte... Ter-
mina tu tiempo de oración pronunciando allí rítmicamente el nombre.
Cuando durante el día desees la presencia de Jesús, acude al lugar de
encuentro de tu punto central pronunciando allí su nombre, o simplemente
descansando allí unos instantes, para volver después regenerado a tu trabajo.

Ejercicio 5: El nodre en la naturaleza

Este ejercicio se presta especialmente a hacerlo paseando en medio de la


naturaleza, en un tosque 0 en un jardin.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DEL CATEQUISTA... 187

Mientras caminas tranquilamente, relájate, haciendo el ejercicio de la bajada


a nivel cero: te darás cuenta de que se puede hacer también caminando.
Una vez en armonía y silencio interior, ábrete otra vez, no tanto a la pro‫־‬
nunciación rítmica del nombre cuanto a la escucha de su vibración en todo el
mundo que te rodea. Escúchalo, ^r ejemplo, en las hierbecillas más pequeñas
y humildes, en las flores más vistosas, en el vuelo 0 el caminar de los diminutos
insectos, en el baile de las hojas de los árboles, en los matices de luz y sombra
del paisaje, en el roce de la brisa, en la solidez de las rrcas y las piedras, en la
humildad de la tierra, en las gotas 0 el fluir del agua...
Cada ser de la naturaleza posee el secreto del nombre vibrando en lo más
intimo, porque él es el Primogénito de todo y todo se mantiene y conserva en él.
Pero cada ser lo ^see a su modo y lo emana y comunica con un estilo propio.
De la misma manera que puedes descubrir a Jesús en la vida de una mujer santa,
como Madre Teresa de Calcuta, 0 en un monje ermitaño que ora en la soledad,
también podrás descubrir los diversos «tonos» con los que los diversos seres de
la naturaleza emiten misteriosamente el nombre... Inténtalo. No desperdicies el
tiempo perdiéndote en preguntas y análisis sobre si es 0 no posible y cómo y por
qué... Es mucho mejor que lo hagas con sencillez, como si dieras por descontado
que posees una facultad espial para ello. Ábrete a esta experiencia y ve a escu-
char la sinfonía de voces que en plena nahiraleza están cantando el nombre...

Ejercicio 6: El nodre en mi enemigo

Cuando te encuentres con tu enemigo 0 con las personas que te son menos
simpáticas, pronuncia sobre ellos el nombre de Jesús. Advertirás muy pronto
que las ves de malo distinto.
Una variante de este ejercicio es imaginar a esas personas pronunciando el
nombre de Jesús. Un tercer mráo de ^rcibir, desde lo más intimo de ellas, la
vibración del nombre de Jesús es el sugerido en el ejercicio anterior al ttatar de
la resonancia del nombre en los distintos seres de la naturaleza.

Ejercicio. 7:

«Marana-tha. ¡Ven, Señor Jesús!» Este grito de los primeros cristianos


puede también redescubrirse ahora, a la luz de la oración del nombre: pronun-
ciar su nombre en espera de que él venga.
El tema de la pronta venida del Señor, que aparece tanto a lo largo del Apo‫־‬
calipsis, sugiere continuamente este sentimiento: «Mira, vengo pronto» (22,7)...
188 ALFONSO 1É SOROAS

«El Espíritu y la Novia dicen: “¡Ven!” Y el que oiga, diga: “¡Ven!”» (22,17)...
«Si, vengo pronto. ¡Amén!» (22,20)...
Te sugiero que dediques especialmente un día entero a experimentar los
efectos de tu llamada a Jesús: puedes usar la fórmula completa, «Ven, Señor Jesús»,
0 bien el antiquísimo «Marana.tha», 0 simplemente la llamada a Jesús: «¡Ven!»
Por la mañana, a۴nas seas consciente de tu despertar, saluda y santifica el
don del nuevo día, toda la vida que te ofrece, todas las sorpresas y las nuevas
experiencias, con tu llamada: «¡Ven, Señor Jesús!»
A lo largo del día, en cada encuentro, en cada ^queda 0 grande elección,
alegría, dolor, cambio de actividad y en cada ocasión en que te acuerdes, repite
la llamada anterior.
Antes del Ultimo descanso del día, cuando sientas ya cerca el sueño, elévate
hasta pronunciar la llamada, deseando también la presencia de Jesús en medio
de tu sueño.
Puede ser que te so^renda no 8610 el efecto transfomante de llamar tú
a Jesús, sino también el descubrimiento de que, más profundamente aún que tu
llamada, existe una llamada anterior, sutil y delicada, a^nas perceptible sin una
atención muy fina y penefrante... la llamada del Espíritu que une su grito al de
la Iglesia, diciendo desde dentro de ‫ ة‬mismo: «¡Ven!»

Ejercicio 8: Lafórmula

Como hemos visto, los Padres hesicastas recomendaban usar siempre la


misma fórmula en la oración de Jesús. Sin embargo, esa fórmula era distinta en
aquellos tiempos, según las distintas escuelas.
También tú puedes buscar y descubrir la fórmula que más adaptable te'
parezca a tus deseos y a tu mé de ser y de orar.
Paseando, 0 en cualquier otra posición de meditación, emplea algún tiempo,
incluso varios tiempos de meditación, repitiendo diversas fórmulas en las que .
aparezca el nombre de Jesús, desde la fórmula clásica y más conocida: «Señor
Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mi», hasta la simple pronunciación del
nombre de Jesús. Inventa diversas expresiones en las que el nombre sea el cen-
tro, usando, por ejemplo, las amplificaciones del nombre que el mismo Jesús ha
usado: «Jesús, Luz del mundo, ilumíname», «Jesús, Pan de Vida, vivifícame»,
«Jesús, Maestro...», «Jesús, Camino...», «Jesús, Amigo...», «Jesús, Puerta...»,
«Jesús, Buen Pastor...»
En la liturgia de la Iglesia encontrarás estas y otras muchas fórmulas, por
ejemplo, en las letanías del nombre de Jesús, en las colectas de las diversas
misas, etcétera.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DU CATEQlflSTA... 189

Una vez que hayas gustado durante uno 0 varios días las diversas fórmulas,
encontrarás que hay una especialmente atractiva para ti. Usala y trata de conver-
tirla en tu continua oración, como hemos explicado al tratar de las diversas fases
de desarrollo de este método.

Ejercicio 9: El silencio del noáre

Este ejercicio trata de guiarte a los Ultimos estadios de la oración de Jesús.


En realidad lo que pretende este método es abrirte a la presencia de Jesús y no
solamente a un recuerdo extemo 0 a una repetición vocal del nombre. Hemos
visto que el término que usaban los Padres para indicar este silencio de la pre-
sencia es hesiqma. Para enconttar la experiencia de este profundo silencio, has
de empezar por habituarte a conectar con la presencia del nombre sin pronun-
ciarlo siquiera. Esto, naturalmente, no lo conseguirás sino después de haberte
empleado a fondo muchos días, y aun meses, en la pronunciación vocal 0 mental
del nombre, usando alguno de los ejercicios anteriores.
Primeramente comienza a pronunciar, vocal 0 mentalmente, el nombre.
Una vez que ^rcibas la sutil e intima presencia de Jesús, permanece en absoluto
silencio interior, atendiendo a esa presencia y sin ninguna otra pronunciación ni
movimiento mental. Si adviertes que tu atención interior se debilita, vuelve a
pronunciar el nombre, pero trata de hacerlo cada vez más interiormente, con
menos «volumen de voz mental». Una vez percibida de nuevo la presencia de
Jesús, continúa en silencio descansando en ella.
Con el tiempo te bastará evrcar en un instante el nombre de Jesús para des-
cubrir y permanecer en su presencia interior, silenciosa. Esta experiencia te
conducirá suavemente hasta la continua hesiquia del corazón y despertará cada
vez más en ti la dimensión contemplativa que han buscado en todo tiempo los
que tienen hambre y sed de Dios: encontrarle continuamente en todas las cosas.
190 ALFONSO ΜΛΝ SORIAS

Anexo 2

Ejercicio 1: Sentarse

La posición de sentado es una de Jas más antiguas para Ja meditación.


Siéntate tranquilamente en una silla que no tenga el respaldo demasiado
inclinado, sino vertical. Mantón la espina dorsal bien derecha. Los pies desean-
sando en el suelo, un poco distantes el uno del otro, 0 bien cruzados ligeramente
y apoyados de lado. Este ejercicio y los tres siguientes serán aún más eficaces si
los haces sin zapatos y con los vestidos bien sueltos y holgados. Las manos
descansan en las rodillas 0 bien se recogen en el regazo, una sobre otra, con las
palmas hacia arriba y los pulgares trcándose ligeramente. Prrcura que tu cabeza
esté en equilibrio con la linea derecha de la espina dorsal, es decir, mantenía en
modo tal que no tienda a caer hacia delante 0 hacia atrás. Quédate asi, simple-
mente sentado, sin preocupación por nada, sin prisas.
Ahora cierra los ojos y nota sencillamente cómo te encuentras. Date cuenta
de todos los puntos de contacto de tu espalda con el respaldo de la silla, advierte
el contacto de tus pies descansando en el suelo y el soporte que el pavimento
ofrece a tu peso. Experimenta, obseda, date cuenta... como un niño, como si
fuera la primera vez‫ ؛‬advierte la sensación de tus piernas, de tus brazos, de tus
manos, de tus manos, de tu tronco tranquilamente derecho, de tu cabeza.
Descubre las sensaciones menos convidas, quizá lo's latidos del corazón, 0
las pulsaciones a través de las manos relajadas y en contacto, 0 una ligera brisa
que pasa por tu frente... Pasa de una sensación a otra sin quedarte en ella más de
un minuto. Calma, silencio, observa, observa otra vez...
Este ejercicio puede hacerse también con cualquiera de las posturas de
meditación sentado, propias del hatha-yoga: sentado en el suelo con las piernas
cruzadas, arrodillado y sentado sobre los talones, en posición de loto 0 de medio
loto, etcétera.

Ejercicio 2: Estar de pie

La posición de estar de pie es muchas veces olvidada como postura de


meditación, y, sin embargo, muchos descubrirán al practicarla su so^rendente
poder para equilibrar y armonizar la entera estructura corral.
INICIACIÓN A LA DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DEL CATEQWSTA... 191

San Ignacio, los Padres orientales y la misma liturgia de la Iglesia la usan


como postura de respeto y oración. En el Oriente no cristiano esta posición se
' usa para recargar el cue^ de .energía cósmica.
Ponte de pie, con la espina dorsal bien derecha y equilibrada. Tu pelvis y
tus piernas han de estar en linea armónica con la espina corsal. Los brazos caen
tranquilamente a los lados del cue^o, con las manos un poco curvas, 0 bien
girando un poco palmas y brazos, de mráo que miren hacia delante.
Mantente asi por unos minutos, con los ojos cerrados 0 semiabiertos, con la
sensación de que té tu cue^ está descansando en un punto de gravedad‫ ؛‬es
decir, ni se dobla hacia la derecha ni hacia la izquierda, ni hacia delante ni hacia
attás... Quédate asi, dejando escapar a través de manos y pies todo cuanto en ti
supone tensión 0 esfuerzo muscular... Déjalo salir, fluir, correr a través de tus
miembros... Siente físicamente la sensación de descargo de tus tensiones muscu-
lares... Quédate asi unos minutos, dejando vía libre a tus tensiones...

Ejercicio 3: Posición horizontal

Esta posición es de las más antiguas en los caminos del yoga clásico y no es
desconvida en nuestra tradición vcidental: san Ignacio de Loyola, en sus Ejer-
cicios Espirituales, la indica como buena para la meditación.
Extiende tu cue^o en el suelo, en ^sición completamente horizontal, sobre
la moqueta 0 sobre una manta extendida, sin apoyo en la cabeza, 0 bien ponién-
dote una pequeña toalla arrollada bajo la nuca. Los brazos, a lo largo del cuerpo
0 un pvo separados y descansando en el suelo, con las palmas hacia arriba.
Ahora recoree tu cuerpo con tu atención, de arriba abajo, notando qu,é
partes están en contacto con el suelo, mucho 0 pvo, y cuáles no están en con-
tacto: por ejemplo, tu cuello, la curva de la cintura, los tobillos... No hagas nada
por modificar estos contactos, siemplemente observa... Nota el cuerpo en su
totalidad, su peso, advierte la resistencia del suelo, su solidez, su dureza...
Fácilmente advertirás que estás respirando con el diafragma y no con la caja
torácica, 0 bien sentirás los latidos del corazón, como en rítmicas oleadas que te
llegan hasta la punta de los dedos... No hagas más que observar, atender tranqui-
lamente, darte cuenta...

Ejercicio 4: Mirar, escuchar

Este ejercicio te ayudará especialmente cuando sientes tensión en la zona


frontal de la cabeza y en tomo a los ojos.
192 ALFONSO MILIAN SORRIBAS

Elige cualquiera de las posiciones anteriores de meditación y cierca los ojos.


Permanece unos momentos asi, en silencio, y luego abre poco a poco los ojos.
De modo tranquilo y neutro, impersonal, no selectivo, observa con calma cuanto
aparece en tu campo visual. Prrcura que tus ojos vayan pasando por los diversos
objetos, colores, luces, etc. sin fijarse demasiado intensamente. Déjalos que
descansen un momento en cada color, forma, contraste de luz‫ ؛‬déjalos que gus-
ten un poco esa sensación visiva y luego vayan a posarse en otro y otro objeto,
como si fueran un insecto que se deja atraer por unas cuentas flores, sin prisas,
sin demasiada finalidad... Ahora veo frente a mi dos tonalidades de azul, atrave-
sadas por una linea blanca sutilmente gris... Ahora mi vista sube sin saber
por qué y va a posarse sobre el lomo dorado de un libro, y gusta unas estrías
negras, verticales, cruzadas por los reflejos de una luz no demasiado intensa...
Ahora mi vista sube más y descansa en una pared, entte rosa, gris y lila... sur-
cada por lineas terrosas, apenas ^rceptibles, que se filtran por entre una per-
siana medio abierta...
Este mismo ejercicio se podrá aplicar al sentido auditivo, haciéndolo
entonces con los ojos cerrados y descansando en los distintos sonidos que vienen
del ambiente.

También podría gustarte