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TEXTOS DE TOMÁS DE KEMPIS


dispuestos según el método de los
EJERCICIOS ESPIRITUALES DE SAN IGNACIO DE LOYOLA
50 días Vida Cotidiana

Introducción Segunda Semana Segunda Semana (cont.) Tercera Semana

Día 01 Actualidad EE Día 16 Llamada Rey Eterno Día 32 Bautismo Jordán Día 41 Getsemaní

Día 02 Recomendaciones Día 17 Encarnación Día 33 Jesús en el desierto Día 42 Tribunales

Día 03 ¿Qué es meditar? Día 18 Visitación Día 34 Llamam. Apóstoles Día 43 Flagelación

Día 04 Principio y Fund 1 Día 19 Reglas Disc. 1ª Sem Día 35 Reforma de Vida Día 44 La Eucaristía
2

Día 05- Principio y Fund 2 Día 20 Nacimiento Día 36 Expulsión mercaderes Día 45 Crucifixión y Muerte

Día 06 Principio y Fund 3 Día 21 Reyes Magos Día 37 Las Bienaventuranzas Día 46 Soledad de la Virgen

Primera Semana Día 22 Presentación Día 38 La Transfiguración Cuarta Semana

Día 07 Reglas Disc. 1ª Sem 1 Día 23 Ex Gral y Particular Día 39 Reglas Disc. 2ª Sem Día 47 Resurrección

Día 08 Tres Pecados Día 24 Huída Egipto Día 40 Domingo de Ramos Día 48 S.Ignacio y V. María

Día 09 Pecados Propios Día 25 Vida oculta Día 49 Resurrección Total

Día 10 Pecados Repet. Día 26 Pérdida en el Día 50 Contemp AMOR


Templo

Día 11 Adiciones Penitencia Día 27 Reglas Escrúpulos

Día 12 Muerte Día 28 Dos Banderas

Día 13 Infierno Día 29 Tres Binarios

Día 14 Misericordia Día 30 Tres Man. Humildad

Día 15 Examen-Confesión Día 31 Reglas Elección

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ACTUALIDAD DE LOS EJERCICIOS - A QUÉ FIN SE HAN DE DIRIGIR TODOS LOS EJERCICIOS
ESPIRITUALES [EJERCICIOS ESPIRITUALES DEL BUEN RELIGIOSO, CAP. 9]

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1. Todos los ejercicios se han de dirigir a este fin y blanco, a vencer nuestras pasiones, a
modificar la propia voluntad, a despreciar el mundo para amar a Dios, a refrenar la carne y elevar
el espíritu a las cosas espirituales, para que, sosegados y dominados todos los afectos, se obtenga
la pureza de corazón y la paz del alma.
Trabajarás poco y hallarás gran descanso.
El tiempo de nuestra peregrinación es breve, pero nuestro premio será un gozo sin término.
Muchos sufren mayores cosas por el mundo que nosotros por Dios.
Muchos padecen cosas más acerbas1 y hacen obras con más valor y constancia por el infierno, que
nosotros por el reino de los cielos.

DEL AMOR DE LA SOLEDAD Y DEL SILENCIO [DE LA IMITACIÓN DE CRISTO - LIBRO I, CAP.
20]

1. Busca tiempo conveniente para dedicarte a los asuntos del alma y piensa con frecuencia
en los beneficios que de Dios has recibido.
No hagas caso de las cosas curiosas.
Lee tales materias que acarreen más compunción que ocupación.
Si te apartares de conversaciones superfluas y de ociosas diligencias, así como de escuchar
novedades y rumores, encontrarás tiempo suficiente e idóneo para dedicarte a buenas
meditaciones.
Los mayores santos evitaban cuanto podían la compañía de los hombres2 y preferían vivir a Dios
en el secreto de su retiro.
2. Dijo uno3: Todas las veces que estuve entre los hombres volvíme a casa menos hombre.
Bien lo experimentaremos esto muchas veces, cuando hablamos mucho.
Más fácil es callar del todo que no excederse en las palabras.
Más fácil es estarse oculto en casa que poderse guardar bastante fuera de ella.
Por tanto el que pretende ser hombre interior y espiritual le conviene apartarse con Jesús de las
turbas4.
Nadie aparece con seguridad en público sino el que de buena gana está oculto.
Nadie manda sin riesgo sino el que aprendió bien a obedecer.
3. Nadie se goza con seguridad sino el que siente en sí el testimonio de la buena conciencia5.

1
Nota de la presente edición: cruel, riguroso, desapacible
2
Tob 1, 5
3
Séneca
4
Lc 5, 13
5
1 Cor 1, 12

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Sin embargo la seguridad de los Santos siempre estuvo acompañada del temor de Dios.
Ni por esto dejaron de ser en sí menos solícitos y humildes6 porque fueron eminentes en grandes
virtudes y gracias.
Pero la seguridad de los malos nace de soberbia y presunción y al fin se torna en su propio engaño
y confusión7.
Nunca te prometas estar seguro en esta vida, aunque te parezca que eres un buen religioso o
devoto solitario.
4. Sucede con frecuencia que los que parecían mejores a los ojos de los hombres cayeron en
más graves peligros a causa de su excesiva confianza.
Por lo cual a muchos les es más útil el no carecer del todo de tentaciones, antes ser combatidos con
más frecuencia, para que no estén seguros en demasía, o acaso se engrían con soberbia8, o también
se derrumban libremente a los consuelos exteriores.
¡Oh, quien nunca buscase la alegría pasajera, quien nunca se ocupase con las cosas del mundo,
cuán buena conciencia mantuviera!
¡Oh, quien cercenase toda solicitud vana y pensase solamente en cosas saludables y divinas, y
pusiese toda su esperanza en Dios 9, cuán grande paz y descanso poseyera!
5. Nadie es digno del celestial consuelo, si no se ejercita con diligencia en la santa
compunción.
Si quieres compungirte en tu corazón entra en tu aposento 10 y echa fuera todos los tumultos del
mundo, conforme a lo que está escrito: Compungíos en vuestros aposentos11.
En la celda12 encontrarás lo que a menudo perderás fuera de ella.
La celda, si se habita continuamente, se hace dulce y agradable, y si no se guarda bien da fastidio.
Si al principio de tu conversión la habitares y guardares bien, después te será tu más amada amiga
y tu más grato consuelo.
6. El alma devota aprovecha en el silencio y quietud y allí aprende los secretos de las
Sagradas Escrituras 13.
Allí encuentra fuentes de lágrimas, con las cuales todas las noches se lava y limpia14, para que así
se haga tanto más familiar a su Criador, cuanto más lejos se encuentra de todo tumulto del siglo.
Por lo cual el que se aparta de conocidos y amigos merecerá que Dios se acerque a Él con sus
santos ángeles.
Mejor es estar oculto y tener cuenta de sí15 que descuidándose de sí hacer milagros16.
Es loable para el hombre religioso salir pocas veces, huir de ser visto y tampoco desear ver a los
hombres.

6
Eclo 3, 20
7
Lc 1, 51
8
2 Cor 12, 7
9
Sal 77, 7
10
Is 26, 20
11
Sal 4, 5
12
Nota de la presente edición: habitación del religioso.
13
Eclo 33,3
14
Sal 6, 7
15
Hch 27,3
16
Jn 3, 2

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7. ¿Por qué quieres ver lo que no te es lícito poseer?


Pasa el mundo con sus concupiscencias17.
Los deseos de la sensualidad impulsan a espaciarse; pero transcurrida la hora del regalo, ¿qué te
llevas a casa, sino carga de tu conciencia y disipación del corazón?
La salida alegre con frecuencia acarrea una triste vuelta, y la alegre vigilia de la tarde da lugar a
una triste mañana.
Así todo placer de la carne entra blandamente, mas al fin muerde y mata.
¿Qué puedes ver en otra parte que pueda durar mucho tiempo bajo la vista del sol?18
Crees acaso que te saciarás, pero no podrás lograrlo.
Si vieres ante tus ojos todas las cosas del mundo, ¿qué fuera sino una vista vana?19
Levanta tus ojos a Dios en las alturas20 y ora por tus pecados21 y negligencias.
Deja las cosas vanas a los vanos; pero tú atiende a lo que Dios te ha mandado22.
Cierra en pos de ti la puerta de tu aposento23 y llama a ti a Jesús tu amado.
Quédate con Él en la celda, porque no hallarás tanta paz en otra parte.
Si no hubieses salido ni oído nada de los rumores de fuera, no hay duda de que hubieses
perseverado mejor en la santa paz.
Pero porque te gusta oír algunas veces novedades, preciso es que después de ello sufras la
turbación del corazón.


¡Ave María y adelante!

17
Jn 2, 17
18
Ecles 2, 11
19
Ecles 2,11
20
Is 40, 26
21
Eclesiástico (Eclo) 3, 4
22
Eclesiástico (Eclo) 3, 22
23
Mt 6, 6

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RECOMENDACIONES EJERCICIOS ONLINE - DEL BIEN QUE SE HALLA EN LA SOLEDAD,


CONFIRMADO CON LOS EJEMPLOS DE CRISTO Y DE LOS SANTOS PADRES [SERMONES A LOS
HERMANOS]
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1. La fuente y el origen del provecho espiritual es estarse de buena gana en la celda24 y
ocultarse en el silencio de la soledad, con lo cual podrá el siervo de Dios morir al siglo y vivir
solamente a Cristo, diciendo con el Apóstol: (Gal 6, 14), «el mundo está crucificado para mí y yo
para el mundo»; y a su vez oír del mismo: «estáis muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en
Dios» (Col 3, 3).
Hemos de buscar y conservar la soledad del cuerpo y juntamente la del corazón.
Porque la del cuerpo es buena y segura, pero la del corazón es mejor y más cierta.
Empero el que descuida la primera no encontrará la segunda, porque la una es guarda de la otra y
ambas a dos se ayudan mutuamente.
Esta soledad es verdaderamente un saludable refugio para las personas devotas.
Ella enseña a morir al siglo, a no mancharse con el cuidado de las cosas exteriores, a dedicarse a
las santas meditaciones y elevarse a veces a donde moran los celestiales espíritus.
2. Esta soledad enseñó Cristo de palabra y con el ejemplo, cuando pasó la noche solo en
oración25 y mandó a los suyos que para orar entrasen en el retiro de su aposento26.
Porque el tiempo sosegado de la noche con frecuencia es muy apropiado para tener devoción y
ayuda no poco para la sagrada meditación.
Pero sobre todo nos dio un modelo de vida solitaria cuando ayunó cuarenta días y cuarenta noches
y estuvo como ermitaño en el desierto, donde, como nos advierte el Evangelio 27, estaba solo con
las bestias del campo.
Lo cual se dignó hacer para nuestro ejemplo, para que también nosotros estemos de buena gana a
solas, y, en cuanto esté de nuestra parte, siempre queramos permanecer en la soledad.
Esta misma soledad deseó el profeta que dijo: «huyendo me fui lejos y me quedé en la soledad» (Sal
54, 81).
Y el otro que estaba solitario y callaba y se elevaba sobre sí28.
Verdaderamente algo grande ha de haber escondido en la soledad, cuando la mayor parte de los
santos con tanto ardor la han abrazado.
Porque ella a los principiantes en el camino de la virtud suele proteger contra los peligros y
ampararlos de diversas tentaciones.
Pero a los espirituales y perfectos, cuya conversación está en los cielos29, que aunque vivan en la
tierra con el cuerpo desean ardientemente poner su corazón en los bienes del cielo, la soledad es
como un lugar y paraíso de delicias, y como un jardín delicioso y amenísimo.

24
Nota de la presente edición: habitación del religioso.
25
Lc 6, 12
26
Mt 6, 6
27
Mc 1, 13
28
Lam 3, 28
29
Filp 3,20

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Porque los siervos de Dios parece que sólo se encuentran a sí mismos cuando se ven solos en su
aposento.
3. Por consiguiente el amor de la soledad parece útil y aún necesario a todos los que
quieren aprovechar en el camino de la virtud.
Cuando en ella nos encontramos con frecuencia, con dolor de corazón lloramos los males pasados,
discernimos los presentes y precavemos con más cautela los venideros.
Por donde se ve que en la soledad logramos frutos saludables del alma, ya llorando nuestros males,
ya ejercitándonos contra las tentaciones y vicios, ya buscando remedios de nuestras pasiones, ya
consolándonos con el aumento de las virtudes que percibimos.
4. Fuera de esto, en la misma soledad enciéndese más fácilmente el fuego de la devoción y
mejor lo guardamos para que no se mengue y se extinga.
Mas para que nuestra soledad no nos parezca pesada o larga, vayamos a lo más interior de la
soledad de los santos padres del yermo.
Busquemos a Pablo el primer ermitaño; busquemos a Antonio o a Macario y miremos si damos con
quien en el espacio de veinte años o de treinta haya no visto persona humana; y entonces
aparecerá cuán breve y exiguo es el tiempo en que solemos retirarnos.
Y si todavía nos place ver a otros, veremos no sólo varones, mas también mujeres y doncellas
partícipes de esta soledad y que anduvieron por las sendas de vida tan áspera y de una verdadera
milicia espiritual.
Enseñados entonces con todos estos ejemplos aficionémonos más al retiro de nuestra soledad y
con la mayor diligencia que podamos evitemos el parecer en público.
Y Cristo nos será tanto más familiar y su amor tanto más suave a nuestro corazón, cuanto más rara
hubiera sido la vista y afición de este mundo.
En la cual soledad dígnese conservarnos el que sólo pudo vivir sin culpa en cuerpo mortal
Jesucristo nuestro Señor. Amén.


¡Ave María y adelante!

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¿QUÉ ES MEDITAR? - DEL BIEN QUE SE HALLA EN EL SILENCIO Y DE SUS FRUTOS [SERMONES
A LOS HERMANOS]

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1. El silencio es amigo de la soledad, como lo sentía y decía uno que lo guardada: «se sentará
el solitario y callará» (Lam 3, 28).
Porque raras veces se guarda bien el silencio, si no es en la soledad, y con más facilidad se conserva
en ella, porque la ausencia de la ocasión muchas veces trae consigo la victoria de la tentación.
Este silencio deseaba guardar aquel santo que decía: «guardaré mis caminos, para no pecar con mi
lengua» (Sal 38, 2). Y otra vez: «poned Señor, guarda a mi boca, y puerta de circunspección a mis
labios» (Sal 140, 3).
Mas también nuestro Señor Jesucristo nos enseña a amar el silencio, cuando dijo: vuestra palabra
sea «sí, sí, no, no; y lo que de esto pasare, ya procede del maligno» (Mt 5, 37).
En las cuales palabras claramente nos instruye, que procuremos hablar solamente lo que es
preciso y útil, cercenando lo superfluo e inútil.
Porque el siervo de Dios no ha de estimar en tal grado el silencio como si nunca hubiera de hablar,
sino para distribuir sus palabras en su lugar y tiempo, como buen administrador.
Considere cada cual qué es lo que más le conviene, porque algunos más les conviene guardar el
silencio y a otros por el contrario es mejor no darse con extremo a la taciturnidad.
2. Pero el que quiere darse al silencio, mire a Cristo, cómo acusado por los cínicos, nada
respondió, de suerte que Pilato se maravillaba en gran manera 30.
Por lo cual está escrito: «y Jesús callaba» (Mt 26, 63).
Asimismo su Madre benditísima usaba de pocas palabras; y como dice San Bernardo, solamente
cuatro veces habló, por lo que leemos en los sagrados Evangelios.
Por lo cual nos conviene en gran manera, tanto por imitar su ejemplo como el de su Hijo, que
observemos todas estas palabras, confiriéndolas en nuestro corazón31.
Por lo tanto todo siervo de Dios sea presto para oír, tardo para hablar y ferviente para aprovechar.
Mira si el silencio no es el guarda y aumento de todo bien interior.
Mira también si el tesoro de los celestiales bienes no descansa en estos corazones.
3. Bienaventurado el que ama y guarda el silencio; porque en su guarda experimentará que
se le acrece un gran fruto de devoción, con tal de que en lo demás también anduviere solícito.
Porque de poco sirve la guarda de la boca sin la guarda del corazón y la diligencia en todas las
buenas obras.
Por lo cual los que se complacen en el silencio y llanto saludable son los que principalmente
conocen su precio, porque su virtud y salud está en sus lenguas.
Y con frecuencia experimentan el provecho que de ahí sacan, porque no quisieron sujetarse a
ligerezas.
A los tales puede acomodarse lo que se lee en el Salmo: Sal 143, 14, «no hay ruina en la pared»
(esto es, del edificio espiritual), ni paso en ella, ni clamor en las plazas de ellos; esto es, en la

30
Mc 15, 5
31
Lc 2, 19

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anchura de su corazón no hay ningún concurso de actos mundanos ni estrépito alguno de


pensamientos inútiles.
Y por cuanto están unidos a Dios en lo interior, con frecuencia están en silencio en cuanto a los
deseos mundanos.
Por lo cual dijeron, bienaventurado al pueblo en el cual están estas cosas32, porque Dios nuestro
Señor es su protector.
4. ¡Oh, si le fuese dado al siervo de Dios experimentar de cuando en cuando las delicias
espirituales de su silencio y soledad, con cuánta razón por la abundancia de la suavidad de las
mismas prorrumpiría en estas palabras: Mirad cuán bueno y cuán jocundo33 es estar solo y callar y
levantarse sobre sí34 y aguardar la llegada del amigo Jesucristo!
¿Quién duda que el tal fuera feliz y que había elegido con María la mejor parte?35.
El que puede alcanzar esto que lo alcance 36; pero no todos tienden a esto, ni se encienden con
santos deseos para procurar los bienes del alma.
Los que son del mundo, dice el Evangelista San Juan, hablan del mundo, y el mundo los escucha; y
el que es de Dios, oye las palabras de Dios37.
Verdaderamente es cosa preciosa no proferir nunca palabra ociosa y muy delicioso ser solícito en
todas sus palabras.
Por donde dice el apóstol Santiago que aquel es perfecto que no falta en las palabras38 porque
ningún hombre es poderoso para domar su lengua39.
Pero como para Dios todas las cosas son posibles, puede lograrse con su gracia lo que no podemos
con nuestras propias fuerzas; porque no hay nada imposible para Dios40.
Empero miserables de nosotros nos engañamos a nosotros mismos, porque no buscamos remedio
contra nuestras malas costumbres.
5. ¿Quién no ha experimentado cuán pesada cosa es entrar en el silencio del claustro
después de largas e inútiles conversaciones?
Dichoso aquel que enseñado por los remordimientos de la conciencia por haber quebrantado el
silencio procede con más cautela para no venir a caer en lo mismo o en otro mal peor.
Pero el amador del silencio y que desea conservar sin mancha la conciencia no desconoce el bien
que siente en su interior, porque su morada se ha asentado en la paz41.
Y si tal vez le ocurre algún aprieto, síguese luego una grande paz, porque resiste a los enemigos y
se vence a sí mismo.
También teme el tal el perder por negligencia o ligereza el tesoro hallado, el cual, según el consejo
del Salvador, más bien debe esconderlo que publicarlo42.

32
Sal 143, 15
33
Nota de la presente edición: plácido, alegre, agradable.
34
Lam 3, 28
35
Lc 10, 42
36
Mt 19, 12
37
Jn 18, 37
38
St 3, 2
39
St 3, 8
40
Mc 10, 27; Lc 18, 27; Lc 1, 37
41
Is 32, 18
42
Mt 13, 44

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Mirad, dice Cristo, que nadie lo sepa43.


Por lo cual, así como el avaro cuenta sus dineros, así el religioso debe contar y medir sus palabras,
para no decir ninguna inútilmente y de que no reporte alguna ganancia porque es propio de los
religiosos atender al sosiego, al silencio, a la oración, y no querer saber nada fuera de Dios.
Porque el lugar en que está el religioso es santo.
Pues, ¿por qué ha de ocupar en vano esta tierra tan buena44, si no ha de dar buenos frutos?
Porque el hombre bueno, dice nuestro Señor Jesucristo, saca bienes de su tesoro45, esto es, de su
corazón, y el malo semejantes males.
Hablemos, pues, de Dios, si es tiempo de ello, o por Dios dejemos para otro tiempo el hablar; pero
no hablemos jamás de cosas mundanas.
6. Ni te sea molesto, oh varón de Dios, el callar en este mundo, lo cual si hicieres, podrás
gozar eternamente con los ángeles.
Haz, pues, ahora en la tierra lo que los santos ángeles practicaron en el cielo: «se hizo silencio» (Ap
8, 1).
Y porque Lucifer no lo guardó, por esto cayó del cielo con todos los suyos.
Porque había dicho: (Is 14, 13, 14) «subiré al cielo, pondré mi trono en lo alto por encima de los
astros de Dios, me sentaré en el monte del testamento, a los lados del Aquilón, me remontaré sobre la
altura de las nubes, seré semejante al Altísimo».
¡Oh, miserable! ¿Qué dices? ¿A qué fin esos pensamientos ascienden de tu corazón?
¿Cómo no temiste hablar en aquel sublime monasterio, donde el supremo abad impuso silencio?
¿Ignorabas por ventura que habías de hacer lo que Dios te mandó?
¡Cómo caíste, Lucifer, tú que te levantabas en el cielo por la mañana!46.
Turbaste el cielo con tu soberbia, no guardaste la orden de Dios Padre, antes quebrantaste los
preceptos del abad supremo.
Con razón, pues, fuiste arrojado del cielo y no pudiste perseverar en él, porque quebrantaste el
silencio en el celestial monasterio.
Hay que guardarse con gran cuidado de tal presunción y habla, y acogerse con diligencia a aquel
silencio que puede preservar el alma de tan graves caídas.
Acerca de lo cual se ha escrito: (Sal 33, 14) «veda a tu lengua el que hable mal y tus labios no digan
dolo».
7. Hay, sin embargo, cierto silencio que no se permite ni a los ángeles ni a los hombres,
antes bien en ningún lado debe admitirse, y es el silencio en las alabanzas de Dios, el silencio de la
devoción y acción de gracias.
8. Como ejemplo de silencio pon ante tus ojos, siervo de Dios, con frecuencia los hechos de
los antiguos Padres.
Vete, si quieres, vete con el pensamiento a los tabernáculos en que moraban, por si puedes hallar
en la boca para recordarle el rigor del silencio que guardaba.
Y si encontrases aquel gran Arsenio, estando él callando acaso no te atreverías a hablar.

43
Mt 9, 30
44
Lc 13, 7
45
Mt 12, 35
46
Is 14, 12

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Y si buscares a muchísimos otros, los hallarás en sus aposentos y en las cavernas de la tierra dados
al silencio más bien que vagando por fuera.
Por lo cual no debes guardar con negligencia el silencio, del cual pueden resultarte tan preciosos
bienes de virtud y religión.
Porque muchos santos por medio de la soledad y silencio llegaron a la paz del corazón y en él
muchas veces aprendieron lo que después predicaron a otros con tan saludable fruto.
Así Antonio primero vivió vida escondida y después, fue grande abad de muchos monjes.
Así procedió también San Benito abad; de la misma manera lo hizo en su monasterio San Gregorio
e igualmente después San Bernardo, con muchos otros varones perfectos.
Si consideras la vida de estos insignes varones, hallarás en qué debas imitarlos.
Porque con la palabra y ejemplo se hicieron espejo de vida perfecta.


¡Ave María y adelante!

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PRINCIPIO Y FUNDAMENTO 1 (FIN DEL HOMBRE) - QUE TODAS LAS COSAS SE HAN DE
REFERIR A DIOS COMO A SU FIN ÚLTIMO [DE LA IMITACIÓN DE CRISTO, LIBRO III, CAP. 9]

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1. Hijo, yo tengo que ser tu fin más excelso y último, si verdaderamente deseas ser
bienaventurado.
Con esta intención, se purificará tu afecto, que muchas veces se inclina a sí mismo y a las criaturas.
Porque, si te buscas a ti mismo en alguna cosa, al punto desfalleces y te haces inútil para todo.
Por tanto debes referir todas las cosas principalmente a mí, porque yo soy el que las di todas.
Considera todas las cosas como si manasen del sumo Bien; y por eso se han de volver todas a mí
como a su origen.
2. De mí sacan agua viva47, como de viva fuente, el pequeño y el grande, el pobre y el rico48;
y los que de buena gana y con libre voluntad me sirven, recibirán gracia por gracia49.
Mas el que quisiese gloriarse en algo fuera de mí o deleitarse en algún bien privado, no se afianzará
en el verdadero gozo, ni andará con anchura de corazón, sino que de varias maneras será impedido
y angustiado50.
Por consiguiente no te atrevas a atribuirte algún bien, ni atribuyas a ningún hombre virtud alguna;
sino dalo todo a Dios, sin el cual, el hombre no tiene nada.
Yo lo he dado todo; Yo quiero recobrarlo todo y exijo con gran rigor que se me den acciones de
gracias.
3. Esta es la verdad, con la cual se ahuyenta la vanagloria.
Y si la gracia celestial y la verdadera caridad entrare en el alma, no habrá ninguna envidia ni
apretura de corazón, ni reinará el amor propio.
Porque la caridad lo vence todo y multiplica las fuerzas del alma.
Si juzgas bien, en mí solo te gozarás, en mí solo esperarás; porque nadie es bueno sino Dios51, el
cual ha de ser alabado sobre todas las cosas, y en todo bendecido y glorificado.


¡Ave María y adelante!

47
Ap 21, 6
48
Ap 13, 16
49
Jn 1, 16
50
2 Cor 6, 11-12
51
Lc 18, 19

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PRINCIPIO Y FUNDAMENTO 2 (FIN DE LAS CREATURAS) - QUE EN SOLO DIOS SE HA DE


PONER EL SUMO BIEN Y ÚLTIMO FIN [EL VALLE DE LAS AZUCENAS, CAP. 34]

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1. «Seré saciado cuando apareciere tu gloria. Oh, Señor, ¿cómo puede el hombre llegar a esta
gloria?
Por medio del desprecio de sí mismo y de todas las cosas terrenales y con el ardiente amor de
todos los bienes celestiales.
Testigos son las almas de los santos que ahora se alegran en el reino de los cielos y todos los fieles
que pelean y trabajan contra las tentaciones de los vicios.
Muy lejos están de gozar eternamente este glorioso fin y sumo bien los demonios soberbios, los
infieles paganos, los endurecidos herejes, y los hombres carnales que aman el mundo, desprecian a
Dios y ponen su fin y felicidad en gozar de los bienes terrenos y de los honores y alabanzas.
Los cuales, ¡ay! para alcanzar, aumentar y conservar todas estas cosas corren, trabajan, se afanan,
velan y casi nunca descansan, ni cesan de andar solícitos hasta que algo adquieren.
Mas cuando lo han adquirido, sea recto o torcido, todavía no están contentos, sino que anhelan
subir más alto y glorificarse sobre los demás y andan hinchados con vanagloria; se precian de
doctos, se tienen por grandes y procuran ser honrados por los otros.
Y, sin embargo, lo que buscan y desean es todo vano, todo deleznable y nada, y al cabo peligroso y
pernicioso.
2. Ciertamente erráis y os engañáis a vosotros mismos los que encontráis todavía agradable
el mundo y dulce la presente vida; porque no tenéis nada seguro en todos vuestros bienes y cada
día os acercáis a la muerte y al juicio de Dios.
Porque no hay nada en esta vida en tal grado jocundo52 y dulce que no tenga anejo algo de
amargura.
No hay cosa en las criaturas tan preciosa y buena y deleitable, que pueda saciar y hacer feliz el
alma del hombre, librado de todo mal, llenarlo de todo bien y mantenerlo siempre alegre, sino solo
Dios, que es sumamente bueno, eterno e inmenso.
Este es el Criador de todas las cosas, visibles e invisibles, de los ángeles y de los hombres, que
existe antes que todas las cosas, es Dios, bendito por los siglos de los siglos53 .
3. Porque, ¿qué se podrá decir o pensar digno de Dios por alguna criatura en el cielo y en la
tierra?
Porque Dios sobrepuja todas las cosas, ante cuyos ojos todos aparecen pura vanidad y la misma
nada.
Por lo cual siempre será necia y permanecerá indigente y mísera aquella alma que busca y ama
fuera de Dios algo que aparte el pensamiento del amor y honor de Dios.
Grandes y admirables son tus obras, Señor, y ni a mí ni a ninguna criatura es posible escudriñarlas
todas54.

52
Nota de la presente edición: plácido, alegre, agradable.
53
Rm 9, 5
54
Ap 15, 4; Job 5, 9

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4. ¿Qué haré, por tanto, ya que no puedo entender las cosas más altas, ni con los ángeles
contemplar el rostro de Dios?55.
Me confieso indigno de gozar tantos bienes y de conversar con los santos en el cielo.
Por esto siempre me humillaré y despreciaré delante de Dios y de los hombres, mientras viviere, y
seré vil en mis ojos56, para que Dios se apiade de mí, miserable pecador, ahora y en toda hora.
Meditaré en la amargura de mi alma57 el proceso de todos mis años, con los cuales he merecido la
ira de Dios; y aplacaré con gemidos y llanto al Señor a quien tantas veces he ofendido con palabras
y obras, con la vista y oído y con los demás sentidos, los cuales me dio el Señor para que con ellos
le sirviese mientras vivo en este cuerpo.
Empero para no desesperar y abatirme en medio de mis males, me acordaré, Señor, de todos tus
bienes y de todas tus misericordias, que haces desde la eternidad58, hasta que con el auxilio de Tu
gracia merezca llegar sano y salvo a Ti.
Líbrame de todos los males que se precipitan de repente sobre mí59 y tantas veces apartan mi
corazón de la consideración de los bienes celestiales.
Asísteme, piadosísimo Señor, y ponme cabe Ti60 , no sea que comience a divagar61 y apartarme del
sumo bien que eres Tú, Señor, porque en Ti solo está todo mi bien.
Dame a Ti mismo y esto basta a mi alma, Señor y Dios de mi salud62. Amén.


¡Ave María y adelante!

55
Mt 18, 10
56
2 Re 6, 22
57
Is 38, 14; Job 10, 1
58
Sal 24, 6
59
Prov 3, 25
60
Job 17, 3
61
Cant 1, 6
62
Sal 37, 23

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PRINCIPIO Y FUNDAMENTO 3 (INDIFERENCIA IGNACIANA) - DE LA ELEVACIÓN Y DIRECCIÓN


DEL CORAZÓN A DIOS [EJERCICIOS ESPIRITUALES, CAP. 3]

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1. Antes de realizar una obra exterior, primero eleva tu corazón a Dios.
En cualquier cosa buena que hicieres o dijeres acuérdate de que sin su gracia no puedes hacer ni
decir nada bueno, y si algo hicieres o dijeres, no lo tengas en mucho, antes te reputarás
sinceramente por siervo inútil63.
Porque cualquier presunción del corazón por mínima que sea ofende los ojos de la divina
majestad.
Ojalá pudieses emplear santamente con Dios siquiera un solo día entero, o media hora.
Mas, ¡ay!, eres muy inestable y distraído, aun donde debieras ser más devoto.
2. Al terminar cualquiera obra o la recitación de tus preces, da gracias a Dios de lo bueno
que has hecho y pide perdón con lágrimas de las negligencias en que has incurrido.
Sirve en gran manera para lavar las culpas el pedir humildemente perdón de ellas delante de Dios
y de sus santos ángeles.
A cada hora, di la salutación angélica, u otra oración que fácilmente te recoja en la presencia de
Dios y con más presteza te enfervorice.
«El que no está conmigo está contra mí, y el que no allega conmigo, desparrama», vagueando en las
cosas exteriores.
Porque el tal es más propenso al mal y más flaco para resistir, porque dejó sus cosas interiores y a
Dios.
3. Los nombres de Jesús y María estén con frecuencia en tus labios, siempre en tu corazón,
para tu consuelo.
Al fin reconocerás cuánto te aprovechó el amor interno de Cristo.
También has de invocar con reverencia y honrar los nombres de los santos.
La experiencia maravillosa de las personas devotas da fe de la verdad de las palabras santas.
No dejes de recitar algunas preces especiales, cuando se celebra alguna fiesta en la Iglesia santa.
El hombre triste y afligido acude a sus más fieles amigos.
Tú, pues, acude humildemente a los Santos de Dios y con gran confianza manifiéstales en la
oración tus necesidades.
Porque aunque ahora están en grande gloria, en otro tiempo vivieron sujetos a nuestras miserias.
Por lo cual ahora que están llenos de la divina caridad saben con más plenitud compadecerse de
los afligidos.
Ya estés en tu recogimiento, ya salgas fuera, ten siempre tu alma en tus manos.
Y Dios esté siempre en tu corazón, ya te sucedan cosas tristes, porque, según lo del Salmista: (Sal
119, 1) «clamé a mi Dios al ser atribulado y oyó mi oración»; ya sean alegres, porque Él mismo es el

63
Lc 17, 10

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que alegra nuestra juventud64, Él es en quien hemos de gozarnos sinceramente, según aquello:
«alegraos los justos y regocijaos en el Señor» (Sal 31, 11). Porque no hay verdadero regocijo sin Él.
Por lo cual dijo la Santísima Virgen: «Y mi espíritu se regocijó en Dios mi Salvador» (Lc 1, 47). Y el
salmista: «tórname la alegría de su salud y robustéceme con tu principal espíritu» (Sal 50, 34).
Acuérdate, pues, si verdaderamente quieres gozarte, de gozarte en el Señor65.
Ni te olvides del propósito que haces en este día, porque por desgracia fenece muy pronto con la
negligencia.
Pon tus ojos sobre tus caminos66, porque en todas partes hay asechanzas del maligno enemigo,
para cautivar las almas que andan vagueando por sus senderos.


¡Ave María y adelante!

64
Sal 42, 4
65
Filp 4, 4
66
Ag 1, 5

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REGLAS DE DISCERNIMIENTO DE 1ª SEMANA (1ª PARTE) - DE LA FRECUENCIA DE LA


ORACIÓN [MANUAL DE LOS PEQUEÑUELOS, CAP. 14]

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1. «Conviene orar siempre» (Lc 18, 1). ¡Oh cuán dulce y saludable aviso! ¡cuán pura y santa
es la oración que sube a los cielos y deja la tierra, habla con Dios y calla con los hombres!
Esta palabra la dirige Cristo a sus apóstoles y a todos los religiosos.
Porque así como el cuerpo vive y se alimenta con los manjares terrenos, así el alma es confortada
con las palabras santas y oraciones y meditaciones.
Da gran confianza en la oración el intenso dolor del corazón por los pecados que se han cometido y
la humilde confesión de la boca, con intención y propósito de la enmienda.
Porque no hay cosa más rica que la buena voluntad, ni tampoco que sea más agradable a Dios y
más saludable para nuestra alma.
Porque cuantas veces gimes y te dueles por tus pecados, otras tantas oras a Dios.
Y porque todos los días pecas, por eso todos los días has de orar y gemir y pedir a Dios perdón por
tus ofensas.
2. Mucho oras, si mucho te dueles; oras poco, si te dueles poco.
Poco alcanzas, si atiendes poco a lo que oras y cantas.
En muchas cosas hay exceso, pero la oración cotidiana y el gemido del corazón con el fervor del
Espíritu Santo purifica todas estas imperfecciones.
El que no ora y gime por las culpas cotidianas que comete se acrecienta la pena en las penas de la
otra vida.
No empereces, pues, en orar siempre y dar gracias a Dios devotamente, porque Él nunca cesa de
hacernos mercedes.
3. Por esto no debiera impedir nuestra oración ningún lugar, ningún tiempo, ninguna obra,
ningún trabajo, ningún dolor; ya que Dios tiene sus ojos abiertos sobre nosotros y en todas partes.
Porque cuantas veces te acuerdas de Dios nuestro Señor y gimes, otras tantas oras y hablas con Él
en tu interior.
Si no puedes orar siempre con la boca, podrás sin embargo y deberás clamar, gemir y llorar a Dios
con la mente y con el deseo.
Porque aquel que está siempre en oración, que siempre piensa en cosas buenas, habla de cosas
buenas y hace cosas buenas, a honra y gloria de Dios. Amén.


¡Ave María y adelante!

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TRES PECADOS - DE LA COMPUNCIÓN DEL CORAZÓN [DE LA IMITACIÓN DE CRISTO LIBRO I,


CAP. 21]
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1. Si quieres adelantar algo en el camino de la virtud, consérvate en el santo temor de Dios67
y no seas demasiado libre; antes refrena con la disciplina todos tus sentidos, y no te entregues a la
alegría vana68.
Date a la compunción del corazón y hallarás la devoción.
La compunción trae muchos bienes que la disolución acostumbra pronto a perder.
Maravilla es que el hombre pueda nunca alegrarse del todo en esta vida, si considera y pondera su
destierro de la patria y los muchos peligros de su alma.
2. Por causa de la ligereza del corazón y del descuido en corregir nuestras faltas no
sentimos los males de nuestra alma; antes, a menudo reímos vanamente cuando con razón
deberíamos llorar.
No hay verdadera libertad ni buena alegría sino en el temor de Dios69 junto con la buena
conciencia.
Dichoso aquel que puede arrojar de sí todos los impedimentos que le acarrean distracción y
retirarse a la unión de la santa compunción.
Dichoso el que aparta de sí todo lo que puede manchar y gravar su conciencia.
Pelea varonilmente70; una costumbre se vence con otra costumbre.
Si tú sabes dejar a los hombres, ellos te dejarán hacer muy bien tus negocios.
3. No atraigas a ti las cosas de los otros ni te metas en los asuntos de los mayores.
Ten siempre la mirada puesta en ti en primer lugar y avísate a ti especialmente, con preferencia a
todas las personas que amas71.
Si no tienes el favor de los hombres, no te entristezcas por esto; antes eso te ha de dar pena, que no
procedes bastante bien y con recato, como conviene que proceda el siervo de Dios y el devoto
religioso.
Con frecuencia es más útil y seguro que el hombre no tenga muchos consuelos en esta vida, sobre
todo según la carne72.
Sin embargo, nosotros tenemos la culpa de que no gocemos de las divinas consolaciones o rara vez
las sintamos; porque no procuramos la compunción del corazón, ni damos de mano a los consuelos
vanos y exteriores.
4. Reconócete indigno de la divina consolación, antes digno de muchas tribulaciones.
Cuando el hombre está bien confundido, entonces todo el mundo se le hace pesado y amargo.
El hombre devoto encuentra siempre abundante material para dolerse y llorar.

67
Prov 23, 17
68
Ecles 7, 5
69
Ecclo 1, 12
70
1 Cor 16, 13
71
Ecclo 14, 5
72
Rm 8, 1

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Porque ya se considere a sí mismo, ya piense en el prójimo, sabe que nadie vive en este mundo sin
tribulación73.
Y cuanto más se considera a sí mismo, tanto mayor pena recibe.
Nos dan materia de justo dolor y de interna compunción nuestros pecados, en los cuales de tal
manera andamos envueltos que rara vez acertamos a meditar las cosas del cielo.
5. Si con más frecuencia pensaras en tu muerte que en vivir largo tiempo, sin duda que con
más fervor te enmendarías.
Si también considerases en tu corazón las penas futuras del infierno o del purgatorio, creo que de
buena gana sufrieras el trabajo y el dolor, y no temerías ninguna molestia.
Pero por cuanto estas cosas no penetran en el corazón llamamos todavía los regalos, por esto nos
hallamos fríos y procedemos con gran pereza y negligencia.
El que con tanta facilidad se queje el cuerpo miserable, proviene con frecuencia de pobreza de
espíritu.
Ruega, pues, humildemente al Señor que te dé el espíritu de compunción y di con el profeta:
«Aliméntame, Señor, con pan de lágrimas y dame a medida la bebida de lágrimas»74.


¡Ave María y adelante!

73
Rm 8, 22.
74
Sal 79, 6

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PECADOS PROPIOS - DEL DOLOR Y LÁGRIMAS DE LOS PECADOS [SOLILOQUIO DEL ALMA,
CAP. 3]
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1. «Mi dolor está siempre ante mis ojos» (Sal 37, 18). Dios mío, he manchado mi vida con
muchos pecados; pero mira mis lágrimas, que por ellos derramo en tu presencia.
Porque sé que no mora en mí el bien75; y mientras ando en este cuerpo mortal no estoy libre de
pecados.
Por consiguiente hago el mal y cada día peco; y lo que es peor, muchas cosas dejo correr sin que las
repare con llanto y digna contrición.
Por cuanto con mucha frecuencia estoy absorto y enredado en las cosas exteriores, no puedo con
tanta presteza volverme a derramar saludables lágrimas.
Por esto se multiplican tanto en mí las tinieblas de los pecados, que obstruyen las fuentes de la
gracia y cierran la puerta a las corrientes de la consolación divina.
¿Acaso es este mal pequeño? Grande es este mal, Dios mío, y se hace tanto mayor cuanto más
presto desaparece del corazón y no me hiere con dolor alguno.
2. Señor ¿por ventura no volverás tus ojos a mí?
¿Hasta cuándo me burlaré de Ti y me engañaré a mí?
¿Hasta cuándo has de callar, Señor?
¿Dónde está la vara de tu castigo? ¿dónde el aguijón y báculo de tu gobierno?
¿Por qué quitas de mi vista la consideración del juicio y del infierno?
Si tales cosas estuviesen siempre presentes ante mis ojos ¿por ventura sería tan negligente en mis
obras?
Si callas con el fin de que me enmiende, das muestra de tu inagotable paciencia; pero si descuido
mi corrección y enmienda, ¿no me corregirás después más agriamente?
Si no me castigas aquí, ciertamente lo harás en la otra vida.
Porque nada pasará sin su correspondiente castigo, ni pecado grande ni chico.
Pero mucho mejor es castigarlos aquí, donde el llanto es fructuoso, el trabajo breve, la satisfacción
más aceptable y la reconciliación más fácil.
Por lo tanto no dejes de emplear la vara del castigo, antes bien unge mis ojos con el acre colirio76; y
no guardes para después el castigo de mis males; no sea caso que me entreguen a los
atormentadores hasta que satisfaga el último maravedí77.
Mejor es ahora padecer poco y con mérito, que después sufrir los tan acerbos78 tormentos del
purgatorio.
Preciso es, pues, que yo llore y tenga intenso dolor por mis pecados.
Porque tengo muchas cosas que llorar, pero ninguna de donde pueda reír.

75
Rm 7, 18
76
Ap 3, 18
77
Mt 18, 34
78
Nota de la presente edición: Cruel, riguroso, desapacible.

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Persuádeme que llore y gima las tinieblas que veo en mi corazón y la conciencia que siento harto
resbaladiza y frágil; y aun me obligan en cierto modo y me compelen a ello.
Y si pienso también las diversas tentaciones y acometimientos de tantos males, ¿dónde hallaré
materia de risa?
Perdóname, Señor, perdóname79.
Porque si tocado de dolor en lo íntimo del corazón80 derramare lágrimas en abundancia, no será
maravilla, pues este es tiempo de llanto81.
Dichosa la hora en que siento nacer en mí el dolor por mis pecados.
Dichosas las lágrimas que manan por la vehemencia de la contrición, al considerar todas las
manchas del corazón.
3. Y ¿quién será poderoso para revolver perfectamente este abismo y condenar sin lisonja
las manchas ocultas del alma?
Dios mío, hombre verdadero, Tú puedes iluminar todas las tinieblas de mi corazón y abrazar con el
viento del ardor y del juicio todas sus manchas82.
A Ti te toca darme un corazón nuevo83 y hacer un corazón limpio84 y preparar en él tu habitación
retirada; para que se convierta en lugar apacible de tu descanso y tabernáculo de tu nombre, ya
que eres amador de la limpieza y huésped amable de la buena conciencia.
Pero porque no visitas de buena gana la casa descuidada, antes bien con frecuencia abandonas la
que es abominable por sus costumbres bestiales, por esto ando solícito y temeroso no me acaezca
lo mismo; y por esto acude misericordioso y clemente a reparar mis ruinas.
¡Ay de aquel, de quien te apartares airado! ¡Dichoso aquel a quien descendieres y en cuya morada
permanecieres! Miserable de mí que estoy puesto en medio de los lazos y apesgado85 con el peso
de los pecados, ¿qué consejo puedo tomar y qué remedio buscar para mi salvación, sino levantar
mis ojos contritos a Ti, por si acaso mi clamor se oyese en las alturas?
Pues ningún remedio saludable encontrará o tendrá la conciencia manchada con el pecado, que
afligirse en la oración con grandísima amargura.
Y ¿de qué manera mejor se procurará que no prevalecerá la tentación importuna, que
humillándose el hombre mucho y dirigiéndote de continuo su oración?
Pero ¿quién me otorgará estos bienes, orar y llorar como conviene? ¿De dónde podré alcanzar tan
profunda humildad y tan grande abundancia de lágrimas?
Ciertamente que de Ti, Señor, en quien está la misericordia y la sobreabundante redención86.
Oh, Señor Dios, dador de toda gracia, concédeme que llore hasta los más mínimos pecados y que
juntamente haga penitencia sin excusa por todos, por los manifiestos y por los ocultos.
Consideradas estas cosas entre los dos, restitúyanme la gracia perdida y prepárenme a cosas
mejores y más cercanas a mi salvación. ✝
¡Ave María y adelante!
79
Joel 2, 17
80
Gn 6, 6
81
Ecles 3, 4
82
Is 4, 4
83
Ez 36, 26
84
Sal 50, 12
85
Nota de la presente edición: agobiado, cansado.
86
Sal 123, 7

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PECADOS, REPETICIÓN Y RESUMEN - QUE EL HOMBRE DEBE LAMENTAR EL TIEMPO PERDIDO


Y LA NEGLIGENCIA DE SU VIDA. [SOLILOQUIO DEL ALMA, CAP. 4]

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1. «Tus ojos vieron mis imperfecciones» (Sal 138, 15). Ah, Señor y Dios mío ¿qué será de mí,
pues cada día desfallezco y caigo?
¿De qué manera enmendaré perfectamente mi vida?
¿Cuándo andaré mejor? ¿Cuándo convaleceré de mis enfermedades?
Y ¿cuándo venceré todas mis pasiones?
Estoy hundido en el cieno del profundo.
¿Acaso podrá haber todavía alguna esperanza de levantarme, de enmendarme, de adelantar y de
llegar al término del camino de la virtud?
No tengo esperanza de mí y ojalá sea más firme en Ti.
Me entra una gran desconfianza y desesperación, porque mi flaqueza se aumenta con el largo
combate y no veo el fin de mi dolor e iniquidad.
Y si dijere: ahora voy a comenzar87, ya es tiempo, me esforzaré cuanto pudiere; al momento se me
presenta a las puertas el pecado88 y mi enemigo se levanta contra mí y la mala costumbre me
sujeta fuertemente por más que no quiera.
Mira, Señor, mi abatimiento y postración y todas las calamidades que padezco.
Levántese tu mano diestra89 y líbrame de los que me cercaron, porque el temor de ellos cayó en mi
corazón90.
Huyó de mí el consejo91 y desfalleció mi fortaleza92.
Mi brazo se ha quebrado93 y mi espada no podrá salvarme94.
No veo a quien acudir ni se me presenta quién me reciba y cure.
Tú solo me quedaste por refugio; pero como te ofendí, esto me aterra y detiene.
2. Pequé, perdóname, Dios mío.
De todo me arrepiento y con vivísimo dolor.
Dame en pago de mis pecados lo que bien te parezca y seme propicio.
Con razón me abandonaste, con razón me entregaste al maligno enemigo.
Te ruego que te acuerdes de tu hechura y repara en ella lo que ha caído, pues no pudo por sí misma
perseverar en pie.
Atiende a mi gemido y a mi necesidad.
No pasen en olvido ante Ti mi trabajo y el dolor de mi corazón.

87
Sal 76, 11)
88
Gn 4, 7
89
Sal 88, 14
90
Sal 54, 6
91
Jdt 15, 1
92
Ez 33, 28
93
Job 31, 22
94
Sal 43, 7

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Mira, Padre mío misericordioso, mi cautiverio y las miserias de mi cárcel, mi opresión y angustia, y
saca al preso de la cárcel95 y de su miserable servidumbre.
Si el hombre viviere muchos años, ¿qué es lo que por esto se enmendará?
Y, ¿quién sabe si se hará mejor o peor?
Es incierto el camino y término de la vida del hombre y dudosa la perseverancia, a causa de los
varios acontecimientos de los males y de los peligros de las tentaciones.
Muchos son buenos y humildes después de su primera conversión y más tarde perversos y
rebeldes.
Primero timoratos y devotos, compungidos y callados, después libres y disolutos, locuaces y
descuidados en la guarda de los sentidos.
Y los que primero reprimían los malos pensamientos, después apenas tienen cuidado de las
palabras y de las obras; y así poco a poco va empeorando el mal que no se ha precavido al
principio.
¿Quién, pues, no habrá de temer y ser circunspecto, ya que algunas veces hasta a los buenos y
modestos acaecen muchas calamidades?
Y también, ¿quién sabe si uno es del número de los escogidos y podrá hacer frente a todas las
tentaciones?
3. Todos, pues, han de temer, y también esperar lo mejor; pero no se ha de presumir
temerariamente, ni emperezar con vana esperanza.
El oro en el crisol se salvará y la paja se quemará; ahora tú, oh hombre, mira de qué naturaleza
seas.
El celestial artífice soplará y limpiará a los hijos de Leví96, es a saber, a todos los que le sirven.
No siempre es oro lo que a la vista de los hombres brilla como tal, ni siempre paja o metal
desechado el que padece violencia y sufre azotes de su adversario.
Porque Dios mira las intenciones y corazones97, obrando muchas veces maravillas98 hasta allí
donde muchos lo consideran todo perdido.
Señor Dios mío, ¿qué gozo puedo tener en este mundo, si comienzo a considerar la incertidumbre
y flaqueza de todas las cosas que existen debajo del cielo?
Sólo de Ti estoy cierto que eres bueno, y que tu misericordia persevera con los siglos99 sobre los
que Te temen100.
Porque tu bondad y misericordia es infinitamente mayor que todas mis iniquidades.
Y éste será mi consuelo, mientras me concedes tiempo para mi enmienda y remedio.


¡Ave María y adelante!

95
Is 42, 7
96
Mal 3, 3
97
1 Re 16, 7
98
Sal 76, 15
99
Sal 135, 1
100
Lc 1, 50

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ADICIONES - PENITENCIA - LIBRO DE LA VERDADERA COMPUNCIÓN DEL CORAZÓN


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1. Llorad conmigo todos mis amigos y ved cuán grande es mi dolor.
Atended a mi herida, que es profunda.
¿Qué es lo que lamento y lloro? El que he sido arrojado lejos del rostro del Dios del cielo, de la
presencia de sus ojos.
Estoy en las tinieblas y sombra de muerte101, y no veo la luz del cielo102; por tanto ¿qué gozo puedo
tener?
Miserable hombrecillo de mí bajé de Jerusalén a Jericó y caí en manos de ladrones crudelísimos,
los cuales hasta me despojaron de la túnica de la inmortalidad, y habiéndome cubierto de heridas
se fueron, dejándome medio vivo103.
Me hallaron los guardas de la ciudad, me golpearon e hirieron; arrebataron mi manto los guardas
de las murallas104.
Ahora, pues, hijas de Jerusalén, decid al Amado que estoy lleno de dolor.
Enviadle un recado diciendo: Mira que Lázaro, a quien amas, está enfermo105.
Señor, mi esclavo está en cama paralítico y sufre malamente106.
Ya hace muchos años que estoy enfermo; yo tu esclavo soy cojo de nacimiento107, porque estoy
sujeto y atado con el fuerte lazo del pecado original.
2. Soy hijo del Adán prevaricador y reo de la muerte y todo nacido en pecados108.
Es miserable mi entrada en este mundo y terrible la salida.
Y ¿a dónde huiré? Lo ignoro.
Si subiere al cielo, Tú estás allí, que no perdonas a los que pecan, y si descendiere a los infiernos,
estás allí presente para castigar a los prevaricadores109.
¿Dónde me esconderé de tu ira? porque he pecado muy mucho en mi vida.
Levanté mis ojos al cielo y dijo Dios: Quiten al impío, que no vea la gloria de Dios110.
Miré de nuevo al abismo y sonó una voz terrible: atadlo de pies y manos y arrojadlo a las tinieblas
de fuera; allí habrá llanto y crujir de dientes111.
Entonces aterrado y turbado comencé a temblar y a estar muy afligido; y hasta mis huesos todos se
alteraron en la presencia de la ira e indignación del Señor112.
Cargó sobre mí temor y temblor y me cubrieron las tinieblas113.
101
Lc 1, 73
102
Tob 5, 12
103
Lc 10, 30
104
Cant 5, 7
105
Jn 11, 3
106
Mt 8, 6
107
2 Re 19, 26
108
Jn 9, 34
109
Sal 138, 8
110
Is 26, 10
111
Mt 22, 13
112
Job 4, 13
113
Sal 54, 60

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Y entonces dije: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?


Si escudriñares las iniquidades de los hombres, ¿quién podrá resistir?114.
Es terrible y santo su nombre115.
3. Pero calla ahora, alma mía; porque he oído una voz de consuelo, que dice a aquellos que
están en la tristeza y llanto: Escribe: «Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán
consolados»116; y también: Haced penitencia, porque se acerca el reino de los cielos117.
Es la voz del Señor que consuela a sus siervos; la voz del Señor que clama en pos de nosotros;
convertíos, hijos de los hombres y vivid118; volveos a mí y yo me volveré a vosotros119; venid a mi
todos los que andáis trabajados y cargados y yo os aliviaré120.
Y el profeta, saliendo al encuentro de los afligidos, dice así: «El Señor está cerca de los que tienen el
corazón atribulado»121.
Y de sí mismo dice una sentencia llena de consuelo: El Señor escuchó mi oración y se apiadó de
mí122; el Señor se hizo mi auxiliar, porque no despreció la oración del pobre123.
Todavía hay tiempo de penitencia, aún no está cerrada la puerta.
Podrás, pues, por medio de la penitencia restablecer todas las cosas en su punto, el mal que hiciste
y el bien que omitiste.
No te espantes ya ni te acobardes; porque el Hijo del Hombre vino a buscar y salvar lo que se había
perdido124.
Y también: porque no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores125.
4. Levántate, pues, alma mía, y cobra buen ánimo, porque el Señor ha hablado126.
Tu vida se acercó a las puertas del infierno127, y estabas condenada a muerte, pero Dios se apiadó
de ti y pensó manifestar en ti su misericordia.
Tuviste gran temor de su presencia y pensaste esconderte de Él, como lo hizo nuestro padre Adán
cuando pecó128; pero en vano lo pensaste.
También meditaste el fugarte a alguna región, como Jonás huyó de Dios a una nave129; pero
también en esto trabajaste en vano; porque ni ocultándote ni huyendo escaparás de la mano de
Dios130.
Vuélvete por lo tanto por otro camino a la región celeste131 que te mostró Dios, para que por ella
anduvieses.
114
Sal 98, 3
115
ibid.
116
Mt 5, 5
117
Mt 3, 2
118
Ez 18, 38
119
Zac 1, 3
120
Mt 11, 28
121
Sal 33, 19
122
Sal 29, 11
123
Sal 21, 25
124
Lc 19, 10
125
Mt 9, 13
126
Cant 5, 6
127
Sal 87, 4
128
Gn 3,8
129
Jonás 1, 3
130
Tob 13, 2
131
Mt 2, 12

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Ejercicios Espirituales por internet 25
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El camino es éste: Haced penitencia.


Un buen consejo y acaso también un poderoso auxilio se te ha dado del cielo.
El consejo es este, que hagas digna penitencia y tomes venganza de tus pecados llorándolos, y así
habiéndote reconciliado con Dios logres su santa paz.
Tu auxilio viene del Señor que hizo el cielo y la tierra132.
El cual, siendo tú tan despreciable, se dignó pagar por ti toda la deuda.
Porque entregó su vida a la muerte133 y rogó por los pecadores134 para que no se perdiesen; y así
con su muerte te libró de la muerte eterna y te socorrió por medio de su cruz.
5. Recomendando esto mismo a los fieles el apóstol San Pablo dijo: Quitó nuestros pecados
clavándolos en la cruz, perdonándonos todos nuestros delitos para que vivamos con Él135.
De ahí que en otro lugar el mismo Apóstol habla así, sentencia es fiel y digna de ser bien recibida,
que Jesucristo vino a este mundo a salvar a los pecadores136.
Mira cuán grande consuelo y esperanza dejó Dios a los pecadores; pero no a cualesquiera, sino a
los penitentes, a los que se convierten.
Acuérdate de esta su santa palabra, en la cual te dio tan grande esperanza.


¡Ave María y adelante!

132
Sal 120, 2
133
Ef 5, 2
134
Is 53, 12
135
Col 2, 13-14
136
1 Tim 1, 15

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MUERTE - DE LA MEDITACIÓN DE LA MUERTE [DE LA IMITACIÓN DE CRISTO, LIBRO I, CAP.


23]
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1. Muy pronto te acaecerá este suceso; mira, pues, cómo te encuentras; porque hoy es el
hombre y mañana no aparece137.
Y cuando hubiere desaparecido de los ojos, también su memoria desaparecerá pronto del corazón.
¡Oh torpeza y dureza del corazón humano, que sólo considera lo presente y no prevé más bien lo
futuro!
En cualquier ocasión y pensamiento de tal manera debieras portarte como si hoy mismo hubieses
de morir.
Si tuvieses buena conciencia no temerías mucho la muerte.
Mejor fuera evitar los pecados que huir la muerte138.
Si hoy no estás preparado para morir, ¿cómo lo estarás mañana?
Mañana es un día incierto139; y ¿qué sabes si gozarás del día de mañana?
2. ¿Qué aprovecha vivir mucho tiempo, cuando tan poco nos enmendamos?
¡Ah! La vida larga no siempre sirve para enmendar nuestras culpas, sino que muchas veces más
bien las aumenta.
¡Ojalá hubiésemos vivido bien en el mundo siquiera un solo día!
Muchos cuentan los años que hace que se convirtieron, pero con frecuencia es poco el fruto de la
enmienda.
Si es temeroso el morir140, acaso es más peligroso el vivir mucho.
Bienaventurado el que siempre tiene ante los ojos la hora de su muerte141 y cada día se prepara
para bien morir.
Si viste alguna vez morir a alguno, piensa que tú también pasarás por el mismo camino142.
3. Cuando llegare la mañana haz cuenta de que no alcanzarás la tarde.
Y llegado a la tarde no te atrevas a prometerte el día de mañana.
Por lo tanto, siempre has de estar preparado143; y vive de tal suerte que la muerte nunca te
encuentre desprevenido.
Muchos mueren de súbito y de improviso.
Porque el Hijo del Hombre vendrá en la hora que menos se piensa144.
Cuando llegare aquella última hora145, entonces comenzarás a sentir muy de otra manera de toda
tu vida pasada y te dolerás amargamente de haber sido tan negligente y remiso.

137
1 Mac 2, 63
138
Dn 13, 23
139
Sant 4, 14
140
Sal 54, 5
141
Ecclo 7, 40
142
Ecclo 38, 23
143
Mt 24, 44
144
Lc 12, 40
145
Jn 16, 4

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4. ¡Cuán dichoso y prudente es el que procura ser ahora tal cual desea encontrarse a la hora
de la muerte!
Porque el perfecto desprecio del mundo, el fervoroso deseo de adelantar en las virtudes, el amor
de la disciplina, el trabajo de la penitencia, la prontitud de la obediencia, la abnegación de sí mismo
y el sobrellevar cualquiera adversidad por amor de Cristo, son cosas todas que infundirán gran
confianza de morir felizmente.
Muchas buenas obras puedes hacer mientras estás sano146; pero cuando estés enfermo no sé lo que
podrás.
Pocos se mejoran con la enfermedad, así como rara vez llegan a santificarse los que andan en
muchas peregrinaciones.
5. No confíes en los amigos y parientes, ni dejes para más tarde el cuidado de tu
salvación147; porque más pronto de lo que tú piensas se olvidarán de ti los hombres.
Mejor es ahora proveer con tiempo y enviar por delante algunas buenas obras148, que esperar en el
auxilio de otros.
Si tú no tienes solicitud por ti mismo ahora, ¿quién la tendrá por ti en el tiempo venidero?
Ahora el tiempo es muy precioso.
Ahora es el tiempo aceptable, ahora son los días propios para negociar nuestra salvación149.
Pero por desgracia no lo empleas con más utilidad en aquello en que puedas merecer la vida
eterna.
Vendrá tiempo cuando desearás un día o una hora y no sé si la alcanzarás.
6. Ea, hermano carísimo, ¡de cuán grande peligro te podrás librar, de cuán grandes temores
salir, si ahora siempre andas en temor y recelo de la muerte!
Procura ahora vivir de tal manera, que en la hora de la muerte puedas más bien alegrarte que
temer.
Aprende ahora a morir al mundo, para que entonces comiences a vivir con Cristo150.
Aprende ahora a despreciar todas las cosas, para que entonces halles libre el acceso a Cristo.
Castiga ahora tu cuerpo con la penitencia151, para que entonces puedas tener confianza cierta.
7. ¡Ah necio! ¿cómo piensas que has de vivir mucho, si no tienes un solo día seguro?152
¡Cuántos se han engañado153, y cuando menos pensaban fueron arrebatados de este mundo!
¡Cuántas veces has oído decir que aquel murió por la espada, aquel se ahogó, otro cayendo de lo
alto se quebró la cerviz, otro comiendo se quedó yerto, otro acabó en el juego!
Uno murió por el fuego, otro por el hierro, otro por la peste, otro a manos de ladrones; y así el fin
de todos es la muerte154, y la vida de los hombres pasa de repente como una sombra155.

146
Ecles 9, 10; Jn 9, 10
147
Eclo 5, 8
148
Ap 14, 13
149
2 Cor 6, 2
150
Rm 6, 8
151
Rm 9, 27
152
Lc 12, 20
153
Ecle 9, 12
154
Ecle 9, 12
155
Sal 143, 4

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8. ¿Quién se acordará de ti después de la muerte156, y quién rogará por ti?


Haz ahora, hermano carísimo, haz todo lo que puedes hacer157, porque no sabes cuándo morirás,
ignoras también lo que te seguirá después de la muerte.
Mientras tienes tiempo158, atesora riquezas inmortales.
No pienses en nada fuera de tu salvación; sólo cuida de las cosas de Dios.
Hazte ahora amigos, venerando los Santos de Dios e imitando sus ejemplos; para que cuando
faltares de esta vida, ellos te reciban en los eternos tabernáculos159.
9. Consérvate como peregrino y huésped sobre la tierra160, a quien nada importan los
negocios del mundo.
Guarda el corazón libre y elevado a Dios, porque no tienes aquí morada y ciudad estable161.
Dirige allá tus preces y gemidos cotidianos con lágrimas, para que tu espíritu merezca después de
la muerte pasar felizmente a tu Señor. Amén.


¡Ave María y adelante!

156
Ecles 9,5
157
Ecles 9, 10
158
Gal 6, 10
159
Lc 16, 3
160
1 P 2, 11
161
Hb 13, 14

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INFIERNO - DE LO CORTA Y MISERABLE QUE ES LA PRESENTE VIDA [SOLILOQUIO DEL ALMA,


CAP. 5]
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1. «Amonéstame del pequeño número de mis días» (Sal 101, 24). Mientras estoy en este
mundo, no estoy limpio de pecado.
Y mientras aquí vivo, soy un pobre peregrino y huésped sobre la tierra162 .
Nada traje a este mundo y nada podré llevarme de él163; porque desnudo vine y desnudo he de
salir164.
Mi vida pasará al instante como sombra que ya pasó165, y como la gota de lluvia que lleva el viento
y como el huésped de una noche.
Toda nuestra vida presente es como una noche brevísima.
Mis días son pocos y malos166 y se acabarán dentro de poco, y serán como si no hubiesen sido.
Una vez muerto el hombre ¿qué queda en él, sino vileza y horrura?
¿Quién cuidará del cadáver fétido? o ¿quién preguntará por el muerto ausente, que aun siendo vivo
no era estimado en nada?
El recuerdo del hombre sobre la tierra es corto, así entre los conocidos como entre los
desconocidos.
Pero el justo permanecerá en memoria eterna167; porque al morir será unido a Dios eternamente.
Feliz por consiguiente el que no pone su esperanza en hombre alguno, ni se alegra
desmesuradamente de alguna cosa o hermosura del mundo, sino que tiene el corazón fijo en el
Cielo; porque aquí todo es caduco y vano.
Cuenta todos los hombres que han existido desde el principio del mundo hasta ahora: dime, te
ruego, ¿dónde están?
Y los que todavía ves u oyes que viven, ¿cuánto tiempo piensas durarán?
Sea, pues, tu sentencia final de todos, que es pura vanidad todo hombre que vive168.
2. Oh vida pobre y miserable, vida frágil y lamentable, la cual los buenos más padecen que
aman.
Oh, ¿cuándo acabarás y cuándo cesará toda la vanidad del mundo?
Pero vendrá un tiempo, cuando todos los escogidos serán libertados de la esclavitud de la
corrupción, los cuales ya se lamentan a menudo porque están lejos del reino de Cristo169.
Ojalá todo este mundo se marchite y seque en mi oración y solamente se me haga dulce y suave el
Señor mi Dios, esposo inmortal del alma mía.

162
Hb 11, 13
163
1 Tim 6, 7
164
Jb 1, 21
165
Sab 5, 9
166
Gn 47, 9
167
Sal 111,7
168
Sal 38, 6
169
Rm 8, 23

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Verdaderamente el deleite pasajero de este mundo es una bebida falaz y amarguísima.


Beban de ella los que quieran, que ya pagarán después dura paga.
Y cuanto más fuere de ella uno embriagado, tanto más fuertemente sentirá sus tormentos: porque
todas las cosas agradables de este mundo pasarán con más rapidez que el viento y dejarán a sus
amadores por legado dolores y ardores.
Huye, pues, de mí, gloria del mundo engañadora y toda alegría loca del mundo y de la carne.
A muchos arrastras y engañas, pero al fin los abandonas y anegas en tus aguas.
Ay de los que te dan crédito; ay de los que en ti se han hundido y anegado.
Ven y acércate a mí, santa humildad y desprecio absoluto de todas las pompas del mundo, y no te
apartes de mí, oh saludable recuerdo de mi peregrinación.
¿Qué otra cosa soy, sino ceniza y tierra?
Y ¿a dónde voy a parar, sino a la tierra?
Oh cuán miserable soy y cuán justamente puedo entristecerme, cuando revuelvo conmigo mismo
los pasos de mi peregrinación, pues no sé todavía cómo la terminaré.
Si viviere bien y así perseverase, no hay que temer tenga mala muerte.
Pero ¿quién podrá gloriarse de tener una buena vida y una conciencia intachable?
El que se conoce tal gloríese en el Señor y compadézcase de mí, miserable pecador.
No me place el vivir, porque por doquier me aprieta la miseria.
La mala conciencia teme el morir, porque no tiene que responder a Dios uno por cada mil170.
No se parece a este temblor aquella palabra del profeta que decía: mi corazón está preparado, Dios
mío, preparado está mi corazón171.
Señor Dios mío y Salvador mío, da buen fin a mi vida y no alargues más los días de mi llanto.
Vine a esta cárcel llorando y no saldré de ella sin temor.
Paréceme larga esta vida, pero se debe a sus frecuentes misterios y tristezas.
Pero en realidad de verdad no es largo, antes los días corren con más velocidad que un hombre que
va a la carrera172.
Pero al que se encuentra sumido en la tristeza y en el dolor cualquier tiempo le parece largo y un
día cuenta como si fuese un año.
Por eso me es fastidiosa esta vida; y tanto más me aflige cuanto con más verdad contemplo cada
una de sus miserias.
Y aunque de cuando en cuando ocurren algunas consolaciones y alegrías, conviene mirar
cuidadosamente si ellas provienen de Dios o no.
Si son de Dios, de buen grado las acepto, aunque no sé cuánto durarán.
Sin embargo, por mínimas que sean me place y me recrean.
Pero ojalá, Dios mío, manen en abundancia, y estén conmigo algunas horas.
Mas las que no son de Dios, viles son y se desvanecerán en breve, por más que a primera vista
parezcan agradables y dulces.
170
Job 9, 3
171
Sal 107, 1
172
Job 9, 25

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Así, así pasa esta vida, siempre con mezcla de males y bienes.
Por tanto mientras aquí estoy, pobre y peregrino soy.
No puedo decir, ya me basta, porque al presente no se da hartura de ningún bien; pero el bien mío,
que yo espero, Tú eres, mi Dios, en quien creo.
Cuando, pues, apareciere tu gloria y me llenare, entonces te confesaré que ya tengo bastante.
Empero entre tanto, ya que este día me está oculto, toda suerte de pena rodea a mi alma.
Por esto acordándome de tu palabra digo: mi alma está triste hasta la muerte173.
Bien me estaría que pasase esta hora y ya no me sobrecogiese alguna pena o llanto.
Mas te ruego en tanto, Señor, que tu misericordia me conserve.


¡Ave María y adelante!

173
Mt 26, 38

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MISERICORDIA - DEL DESEO DE UNA BUENA MUERTE [SOLILOQUIO DEL ALMA, CAP. 12]
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1. «Señor, Tú eres mi esperanza desde mi juventud» (Sal 70, 5). Animado con esta confianza a
Ti acudo mientras llega mi última hora y el tiempo de mi disgregación174.
¡Oh si estuviese bien preparado y pudiese vivir con la esperanza de morir en gracia!
¡Oh si cerrase mi postrer día con un dichoso tránsito y descargase el peso de mi cuerpo, oh
entonces de cuántos temores y peligros escaparía!
Feliz el alma que ya goza de su premio, alegrándose en Ti, Señor Dios suyo.
Pero ¡ay de mí, que mi mansión en este mundo se ha prolongado hasta ahora!175
¡Qué gracia y misericordia me harías, si me llamases pronto y me dejases llegar a Ti, de suerte que
donde Tú estás yo también estuviese!
¡Ah, si me hubieses sacado antes de este mundo, cuando todavía no conocía sus miserias y
suciedades, y cuando temía pecar aún en cosas menudas, cuántos bienes en esto me hubieses
hecho!
Pero ahora viviendo más tiempo he andado divagando lejos de Ti y en muchas cosas te ofendí.
2. Ay de mí, ¿qué hice? He seguido las pasiones de la carne, busqué las vanidades, abandoné
las virtudes, no conservé la inocencia, añadí unos males a otros, y ¡ay dolor! por propia experiencia
conocí lo que he leído: Ay del impío en sus maldades176.
Apenas volví tarde en mí, tarde comencé a servirte, en mi conversión no me apresuré, en mi
aprovechamiento no me enfervoricé, en el fervor no crecí, y lo que es peor, hasta me enfrié del
primer calor.
De aquí que temí con frecuencia la muerte, porque a pesar de la voz de la conciencia no viví como
debí.
Pero a causa del peligro de las tentaciones, a fin de que el postrer yerro no fuese peor que el
primero, a menudo deseé morir y dije: ¡Oh si hubiese muerto en gracia, para no ser afligido de
tantos males sobre la tierra!
¡Oh si Dios se dignase sacarme oportunamente y pusiese fin a todos mis trabajos, qué bien
sucedería entonces!
Empero, en tu voluntad están puestas todas las cosas, Señor.
Si determinares hacer lo que pido, se hará al punto; si no, hágase tu voluntad.
Puedo insinuarte mi deseo y las calamidades que padezco, no como si no las supieses, sino para
dar algún alivio a mi alma con semejante habla.
Sé que todavía no estoy bien preparado, pues mi conciencia todavía teme en gran manera.
Y ¿qué maravilla si yo temo, siendo pecador, cuando muchos santos Padres temieron, siendo tan
diversos tus juicios de los nuestros?
Pero ¿cómo me prepararé para la muerte?
Ciertamente convendría que me preparase mejor para aquel día, el cual no sé si será hoy o
mañana.
174
2 Tim 4, 6
175
Sal 113, 5
176
Is 3, 11

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Renovaré más firmemente mis propósitos, lloraré amargamente mis negligencias pasadas, me
sacrificaré del todo a Ti y me encomendaré para siempre a tu misericordia.
Señor Dios mío, en tu misericordia se apoyan todas mis obras, y mis méritos son de ningún valor, si
no me asiste tu inmensa piedad y misericordia.
Y esta es mi esperanza y toda la confianza mía.
3. Pero ¿qué es lo que sucede con la conciencia buena e inmaculada? ¿qué dice el alma
devota y casta?
Ven, dice, Señor Jesús, y no tardes; perdona mis pecados, desata mis lazos, saca al preso de la
cárcel, del pozo de la miseria y del lodo de las heces177.
Esperando Te esperé; atiéndeme y óyeme178.
No me dejes más tiempo en este mundo.
Ya basta el que hasta ahora he empleado, que he andado desterrado tanto tiempo, que no merecí
gozarte, ni pude contemplarte cara a cara.
Concédeme ahora gozar del deseado gozo, que no se acaba con ningún término ni se anubla con
ningún tedio.
Muéstrame tu rostro179 que los ángeles ven siempre180; suene tu voz en mis oídos181, la voz que
ellos oyen.
Ven, Señor Jesús, y quítame de esta tierra extraña, llama al desterrado a su patria y al caído
restituye a su primer estado.
Ven, Redentor bueno; hazme partícipe de tu eterna gloria.
Ya es tiempo de que yo vuelva a Ti.
Váyale bien a mi espíritu, que te encomiendo182, y la carne descanse en la esperanza183 de la
resurrección, para ser resucitada en el último día.
Pues donde quiera que fuere escondida no podrá estar distante ni ser desconocida.
Recíbeme de entre los hombres y júntame a las compañías de los santos.
Me es pesada la vida temporal; sólo me deleita el día de la eterna claridad.
No se me oponga al salir de Egipto la serpiente antigua; el enemigo no ladre contra mí en la puerta;
no me aterre su figura horrible; no me turbe el horror de la muerte, antes bien me asistan
fielmente tus santos ángeles, me ayuden fuertemente, me protejan varonilmente, me reciban
blanda y suavemente y me conduzcan alegremente al paraíso de la gloria.
Me asista también la gloriosísima Virgen María, Madre de Dios, y toda la corte celestial.
Y tú, Jesús bueno, dulce, óptimo, devuélveme la alegría de tu rostro184 y no me aparte de la
compañía de tus amados santos; antes acuérdate de que me rescataste del enemigo con tu preciosa
sangre.

177
Sal 39, 3
178
Sal 39, 2
179
Cant 2, 14
180
Mt 18, 10
181
Cant 2, 14
182
Lc 23, 46
183
Sal 15, 9
184
Sal 50, 12

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Recíbeme en la gloria por tu misericordia y bondad, porque con gran deseo he deseado celebrar
contigo la Pascua185.
¡Oh día bienaventurado de mi suspirado premio!
Ea, bendita la hora de mi dichoso tránsito, la cual tanto tiempo he deseado y siempre he tenido
ante los ojos.
¿Qué daño ya me han hecho las tribulaciones y angustias de este mundo?
¿En qué me perjudicaron el desprecio y el trabajo y la humillación sufridos por tu nombre?
Tú fuiste mi vida, ahora al morir serás mi ganancia186; Y mucho mejor me será el estar contigo en el
Reino.
A Ti sea dada la gloria y alabanza, que eres vida de los que viven, esperanza de los que mueren,
salud y descanso de todos los que a Ti llegan.


¡Ave María y adelante!

185
Lc 22, 15
186
Filp 1, 21

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EXAMEN DE CONCIENCIA Y CONFESIÓN GENERAL - IMITACIÓN DE CRISTO Y DESPRECIO DE


TODAS LAS VANIDADES DEL MUNDO. [DE LA IMITACIÓN DE CRISTO LIBRO I, CAP. 1]

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1. El que me sigue no anda en tinieblas, dice el Señor187.
Estas son palabras de Cristo, con las cuales somos amonestados de que imitemos su vida y
costumbres, si queremos ser verdaderamente iluminados y libres de toda ceguedad del corazón188.
Por tanto, nuestro mayor cuidado ha de ser meditar la vida de Jesucristo.
2. La doctrina de Cristo hace ventaja a todas las doctrinas de los Santos; y el que tuviere su
espíritu, hallará en ella un maná escondido.
Pero acontece que muchos, aunque oigan con frecuencia el Evangelio, sienten poco deseo de
ponerlo en práctica; porque no tienen el espíritu de Cristo189.
Pero el que desea perfectamente entender y saborear las palabras de Cristo, conviene que
conforme toda su vida a la suya.
3. ¿Qué te aprovecha disputar sobre cosas elevadas de la Trinidad Santísima, si careces de
humildad, por lo cual desagradas a la misma Santísima Trinidad?
Verdaderamente las palabras sublimes no hacen al hombre justo y santo; pero la vida virtuosa lo
hace agradable a Dios. Prefiero sentir la compunción que saber su definición.
Si supieses toda la Biblia a la letra y todos los dichos de los filósofos, ¿qué te aprovecharía todo
esto sin la caridad y gracia de Dios?
4. Vanidad de vanidades, y todo es vanidad190, fuera de amar a Dios y servirle a Él solo191.
Esta es la mayor sabiduría, caminar el reino de los cielos por el desprecio del mundo. Por tanto es
vanidad buscar las riquezas perecederas y poner su esperanza en ellas.
También es vanidad ambicionar los honores y elevarse a altos puestos.
Vanidad es seguir los apetitos de la carne192 y desear aquello por cuya adquisición después has de
ser castigado severamente.
Vanidad es desear larga vida y no cuidar de que sea buena.
Vanidad es atender solamente a la vida presente y no prever lo venidero.
Vanidad es amar lo que pasa con toda presteza y no apresurarse a donde hay gozo sempiterno.
5. Acuérdate a menudo de aquella sentencia: El ojo no se sacia con la vista ni el oído se llena
con el sonido193. Procura, pues, apartar tu corazón del amor a las cosas visibles y darte al de las
invisibles. Porque los que siguen la sensualidad manchan su conciencia y pierden la gracia de Dios.

¡Ave María y adelante!

187
Jn 8, 12
188
Ef 4, 18
189
Rom 8, 3
190
Ecles 1, 2
191
Dt 6, 13; 10, 20
192
Gal 5, 16
193
Eclo 1, 8

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Material Extra de 130

LLAMAMIENTO DEL REY ETERNO - QUE HEMOS DE SALIR AL ENCUENTRO Y RECIBIR AL REY
DEL CIELO [PLÁTICAS Y MEDITACIONES - PLÁTICA 3ª]

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«Decid a la hija de Sion: Mira que viene a ti tu rey, manso y humilde» (Mt 21, 5).
3. Goza y alégrate, alma fiel, porque viene a ti el rey del cielo.
Este es tu Señor y tu Dios, tu criador y tu redentor, por mucho tiempo esperado, con grande ardor
deseado y ya preparado a la venida.
No temas, hija de Sion, mira que viene tu rey194.
Mira el cielo, de donde sale; mira el mundo, en el que entra; mira a su diestra la ley de fuego, a su
siniestra sus riquezas y gloria.
Mira a su alrededor los ángeles y arcángeles, delante de Él los Profetas, a su lado los Apóstoles, en
pos de Él innumerables coros de santos.
Mira cuán grande es éste que viene; a cuyo encuentro salen las Dominaciones, a quien sirven todas
las Virtudes de los cielos.
Mira que viene como rey piadoso y manso, pobre y humilde, el que ha de juzgar al mundo con
equidad y justicia.
Dichosos los ojos que ven esto y consideran para su edificación las obras del rey eterno.
Porque no verán en ellas las pompas de este mundo, sino todo linaje de humildad y mansedumbre.
Dichosos todos los que tienen ojos iluminados con la luz del espíritu y con la luz de la fe miran la
luz de la verdad eterna.
5. Mirad que nuestro rey viene de los cielos; salgamos a su encuentro con alegría y
recibámoslo con devotos abrazos.
Alégrense los cielos195, esto es, los elevados contemplativos, y dé saltos de placer la tierra, esto es,
los sencillos, los que se dedican a la vida activa ante la faz del Señor; porque viene, porque viene a
salvarnos y a dársenos.
Montes, cantad alabanzas196, y los doctores de la palabra destilen dulcedumbre197 y los collados
manen leche y miel198, para espiritual consuelo de todos nosotros.
Cantad con la trompeta en Sion199; sacudan su inacción todos los perezosos, reúnanse los que
andan dispersos, confórtense los pusilánimes, consuélense los tristes, levántense los enfermos200:
acudan todos; cada cual venga con prisa de su sitio, porque se acerca el día grande de Israel, el día
santo del Señor, el día de fiesta del Rey eterno.
Alégrate, Jerusalén y haced corro todos los fieles que amáis a Jesucristo, gozo de los que le aman.
Porque no aparecerá en tumulto y con grande aparato, mas lo veréis en espíritu de mansedumbre
y lenidad201.

194
Mt 21, 5
195
Sal 95, 11
196
Dn 3, 75
197
Sal 96, 5
198
Joel 3, 8
199
Joel 2, 15
200
Joel 2, 15-16
201
Nota de la presente edición: blandura, suavidad.

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Material Extra de 130

Gócese, pues, y prepárense todos los pueblos, tribus y lenguas.


Pero tú, alma devota, hija de Sion, que tienes toda tu intención puesta en Dios, tú alégrate
sobremanera.
Porque a ti se te dice de parte de Dios por el Profeta, a ti se te encarga de un modo especial, a ti se
te llama amistosamente por tu nombre202, para que oigas y veas quién es el que ha de venir a ti.
He aquí que tu Rey viene a ti203.
Mira a tu Rey, no terrenal, no temporal ni mortal, sino celeste, eterno e inmortal.
Mira que viene no a reinar en el mundo, sino a salvarlo con su sangre.
7. Pero ¿por qué causa viene? Viene por causa de su excesiva caridad con la cual te amó204,
para redimir al que sabía estaba perdido. Viene por causa de tu necesidad y flaqueza, que era muy
grande y varia. Viene para librarte de los pecados y limpiarte con su preciosa sangre.
Viene para ilustrar tu ignorancia y mostrarte el camino de la verdad. Viene para ayudar tu flaqueza
y enseñarte la paciencia en las cosas adversas. Viene para apartarte de la afición a las cosas
terrenas y levantarte a amar las celestiales.
Viene para predicar las virtudes y poner fin a los vicios. Viene para infundir la gracia y recrear el
alma con la dulzura de las consolaciones espirituales. Viene para darte la eterna bienaventuranza y
sufrir por ti las miserias temporales.
Viene para hacerte entrega de todos sus bienes y por añadidura entregársete a sí mismo, para que
goces de Él para siempre.
Porque para que tú gozases eternamente, vino Él a sufrir dolores y trabajos. Para que tú te
enriquecieses vino Él a sufrir la pobreza. Para que tú reinases vino Él a desterrarse.
Vino como camino al que andaba errante, como verdad al que era ignorante, como vida al que
estaba muerto205, como médico al que estaba enfermo, como consolador al desconsolado, como
libertador al condenado, como consejero al engañado, como salvador al desahuciado.
Mira para qué vino y cuánto bien te trajo con su venida saludable.
8. No envió Dios a un Ángel, no a un Arcángel, no a un profeta, sino que vino Él mismo, el
Rey de los Ángeles y Señor de los Profetas, para librarte, porque el mismo es el Señor tu Dios, que
te crió206.
Todos los reyes y profetas que hubo antes de él, no pudieron librar a nadie de las manos de la
muerte ni conducirlo a la vida eterna; pero este Rey potentísimo y magnífico por los siglos librará a
su pueblo de mano de la muerte, destruirá las cadenas del infierno y llevará a sus escogidos al
paraíso. ✝
¡Ave María y adelante!
LA ENCARNACIÓN - A LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA, PARA QUE NOS MUESTRE A
JESÚS SU HIJO. [TREINTA PLÁTICAS Y MEDITACIONES UTILÍSIMAS - 10ª]
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202
Is 43, 1
203
Zac 9, 9
204
Ef 2, 4
205
Jn 14, 6
206
Dt 32, 6

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Ejercicios Espirituales por internet 38
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1. «Mi espíritu se regocijó en Dios mi salvador» (Lc 1, 47)


Regocíjate hoy, Virgen Santísima, al traernos los gozos de la nueva salvación.
Alégrate, Madre intacta, porque en ti persevera la florida gloria de la virginidad.
Alégrate, Virgen doncella, porque eres libre de la maldición y oprobio de las mujeres.
Con razón puedes alegrarte en Jesús tu salvador; porque aquel que no cabe en el cielo tú lo
calientas en el seno y con tus santas manos lo colocas en el pesebre.
Con razón adoras al que ha nacido de ti en el tiempo, al que sabes tiene sobre sí a Dios por Padre.
Con razón prestas el oficio maternal al que te dio el don de la inviolable maternidad.
Con razón tu espíritu se alegra en Él sobre todas las cosas, por cuya gracia has sido hecha tan
sublime y celeste.
Te alaben los cielos y la tierra, y todo el ornato de ellos déte acciones de gracias.
Te alabe mi alma, Señora carísima, y todo mi interior se regocije ante ti con suma reverencia.
No es poderosa la lengua para decir tus alabanzas, ni la mente para meditar tus grandezas.
Por esto con grande humildad me inclino ante ti, oh, venerable Madre de Dios.
Recibe mis votos, y con piadoso afecto atiende a mis deseos.
2. Mi alma desea ver a Jesús, porque sé que es todo mi bien.
Muéstrame, Señora, ese tesoro escondido, que tienes en ti recogido.
Creo que Jesús es el Hijo de Dios unigénito, y el primogénito de tu fecunda virginidad.
Lo confieso por mi Dios, por mi criador y redentor, que hoy ha nacido para mi salvación.
Por tu medio deseo verlo y adorarlo con reverencia.
Tú lo envolviste en pañales y por esto no puede ser visto fácilmente, ni de los extraños reconocido.
Pues si tú, Madre santa, no te dignas mostrarlo, ¿quién merecerá mirarlo?
Pues por ti tenemos entrada al Hijo, y por el Hijo al Padre.
Muéstramelo, pues, y esto me basta.
No pido ni busco otro consuelo, sino a Jesús tu hijo, mi especial refugio, tu gozo singular.
Señora mía, Santa María, con gran deseo busco ver a Jesús, al cual sé que amas entre todas las
cosas y sobre todas ellas.
Mi corazón desea a Jesús, mi afecto clama en pos de él.
Si quieres, dice, ver a Jesús, entonces conviene que tengas ojos puros y limpios.
Si quieres ver a Jesús procura mostrarte devoto y humilde con todos.
Si quieres ver a Jesús has de dejar todas las cosas terrenas y despreciarte a ti mismo.
Oh, amadísima Virgen María, sé que soy demasiado indigno de ver a tu hijo.
Y sin embargo no puedo descansar antes que consiga verlo.
No puedo callar de todo punto, antes me voy obligado a instar de nuevo por una intensidad del
afecto.
Sé que Él quiere ser rogado y tú de buena gana quieres ayudar al que ruega y por esto no debo
fácilmente cesar en mi ruego.

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Ejercicios Espirituales por internet 39
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3. Jesús, Hijo de Dios, te ruego tengas compasión de mí: muéstrate al alma que te busca y
desea ver tu rostro.
¿Por qué quisiste venir al mundo, si no quieres ser visto de los hombres?
¿Por qué te dignaste nacer, si no quieres también que te conozcamos?
Y, ¿por qué elegiste el ser puesto en ese lugar, sino para ser más fácilmente encontrado y más
claramente visto y tocado?
No pude subir a Ti al cielo para verte; por eso Tú viniste a mí al mundo, para que yo te tuviera
delante.
No te niegues, pues, a mí; de lo contrario me obligas a prorrumpir en llanto.
Si no quieres ser visto, ¿por qué te revelaste a los pastores? Pues ellos vinieron con prisa207 y te
vieron.
Si quieres quedar escondido, ¿por qué llamaste a los magos de Oriente a tu cuna, enviándoles
delante una estrella?
Pero quieres ciertamente que te veamos, porque de muchos seas buscado.
Quiero, pues, yo también verte.
Y aunque no soy pastor ni rey, sin embargo soy uno que de buena gana quiere ser de tus ovejas y
ser regido por sus prelados.
Y si no te viere, no descansaré, y si no te alcanzare, no callaré.
Concédeme, pues, el que te vea, y me verás callar tranquilo.
Porque Tú eres aquel Amado a quien deseo ver. No me cuido de mirar el cielo, la tierra, el mar y
cuantas cosas en ellos hay, con tal de que pueda verte siquiera una sola vez.
Todas las cosas me son estrechas y pequeñas en tu comparación, hasta que logre verte y gozarte.
He dicho una sola vez, y quiero significar que para siempre.
Pido poco, pero deseo que dure largo tiempo.
Ahora, pues, satisface mi deseo y lléname de alegría con la vista de tu semblante208.
Si esto me niegas, has de saber que no poco me apenas.
Y si Tú me contristas, ¿quién habrá que me consuele?
¿Acaso no vine para que consolases, para verte y para gozarme mucho con tu vista?
4. Ven, dice, buen deseador, ven y ve; yo soy Jesús, a quien buscas.
Si, pues, me buscas, deja ir todas las demás cosas.
Aplica tu corazón y ve a tu Señor.
Ve en tu espíritu, a la manera que en los tiempos antiguos lo vieron los santos Profetas, los cuales
iluminados por la fe, predijeron que Yo había de nacer de virgen.
Porque se requiere aquí el ojo del corazón, y tal ojo me ve; pero el ojo del cuerpo aquí no es
necesario, antes muchas veces se hállase nocivo.
Porque el que cree en mí va a mí, y el que me ama, me tiene.
Luego creyendo me verás y amando me poseerás.

207
Lc 2, 26
208
Sal 15, 11

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Ejercicios Espirituales por internet 40
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Mira ahora con diligencia y considera, y tu alma se consolará.


Mira mi humildad y pobreza y hallarás grande edificación.
Mira todo lo que me rodea y no hallarás nada curioso.
Mira, que siendo rico y estando lleno de bienes, por ti me hice pobre y menesteroso.
Mira que me hospedo en la tierra, como peregrino; y que no nací en casa propia, sino en un mesón.
Mira bien todas estas cosas.
5. Ea, Jesús, Señor mío, de ahí mi alma se compadece de Ti, al ver tu pobreza, y bastante se
ve condenada mi conciencia, por mi impaciencia y superfluidad.
Si tal es el principio de tu vida, ¿cuál será el fin?
Pero ya se ve el que viniste a padecer elegiste pobreza y abyección en lugar de riquezas y honores.
Mira además mis manos y mis pies, que he sido atado como hombre que nada puede, me estoy bajo
el cuidado de mi madre, y lloro como uno de tantos hijos de los hijos de los hombres.
¿Cómo puedes tú llorar, al pensar que Dios llora por ti?
Mira mi rostro hermoso, jocundo209, gracioso, cuya vista es poderosa para despedir toda tristeza y
turbación.
No consideres empero solamente esta belleza exterior, que puede ser vista igualmente de buenos y
malos, y que aún será afeada por los enemigos, sino, más bien dirige la vista del corazón a la
hermosura interior y permanente.
Mira mi sabiduría, que conservé; porque tomé la naturaleza no viciada y sufrí la pena sin tener
culpa.
Mira la plenitud de la gracia que traje al mundo y la luz súper admirable que deseé infundir a todos
los fieles.
Ninguno de los santos o de los hombres tuvo tanto deseo de mi encarnación, como yo lo tuve de
encarnarme.
Porque al punto que llegó el tiempo preordinado, una vez que el ángel anunció y María consintió, al
instante fui concebido Dios y hombre.
Mira, pues, mi inestimable dilección, porque todo me abrasé por la salud y redención del hombre y
no pude negarle nada útil o necesario.
6. Oh, si ahora vieses mi corazón ardentísimo y siquiera sintieras una pequeña parte de
aquel amor que te tengo, nunca cesarías de amarme y alabarme, nunca perderías tu amor o tu
trabajo.
Mira con los ojos internos de la fe, cómo la naturaleza humana y la divina se juntaron en una
persona y que esta unión excelentísima permanece inseparablemente: y contempla de una y otra
naturaleza cuanto gustes y te sea posible.
Porque en mí están escondidos todos los tesoros de la sabiduría de Dios210 y fuera de mí no se da
salvación a ningún viviente ni esperanza de vida eterna a ninguno que muere.
Diríjanse, pues, tus ojos siempre a mí y tu corazón siempre esté conmigo, y descansa en mí sobre
todas las cosas criadas.
Porque yo soy tu Dios y Señor que te hice y tomé tu naturaleza para atraerte a mí.

209
Nota de la presente edición: plácido, alegre, agradable.
210
Col 2, 3

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Ejercicios Espirituales por internet 41
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Ven con seguridad a mí; soy tu hermano y estoy todavía dispuesto a morir por ti.
¿Qué te detiene? Acércate, apresúrate, y despide de ti todas las cosas ajenas que pueden impedirte.
Si así lo hicieres, hallarás a tu Amado, en el cual te alegrarás felicísimamente y llevarás más
fácilmente cualquier carga.
Guárdate sobre todo no entre en tu corazón algo torcido o lúbrico, que te dañe o turbe, o te ocupe
vanamente, o en lo interior te ofusque.
Nada debe mediar entre mí y ti que impida la unión, o disminuya la caridad, o quite la libertad, o
manche la pureza, o turbe la paz del corazón.
Y ¿quién conseguirá esto, Señor?
El que cree que nada le basta, sino el sumo Bien, que soy Yo, de quien procede todo bien, en quien
están todos los bienes en el cielo y en la tierra, en el mar y en todos los abismos.
El que me busca a mí solo ante todo y sobre todo y me tiene siempre en su ánimo; el que se
desprecia a sí mismo por mí y me ama puramente por mí, ese tal puede contemplarme y alabarme
y alegarse con María en el Espíritu Santo ahora y para siempre. Amén.


¡Ave María y adelante!

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LA VISITACIÓN - DE LA FERVOROSA ENMIENDA DE NUESTRA VIDA. [DE LA IMITACIÓN DE


CRISTO LIBRO I, CAP. 25]
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1. Anda en vela211 y con diligencia en el divino servicio y piensa a menudo: ¿A qué viniste y
por qué abandonaste el mundo? ¿Por ventura no fue para que vinieses a Dios y te hicieses un varón
espiritual?
Por tanto date con fervor a tu aprovechamiento, porque en breve recibirás el pago de tus
trabajos212, y entonces ya no habrá temor ni dolor dentro de tus confines213.
Trabajarás ahora un poco y encontrarás luego un gran descanso, o más bien una alegría y gozo
perpetuo.
Si tú permanecieres fiel y fervoroso en el obrar, Dios sin duda será fiel y generoso en recompensar.
Has de abrigar esperanza buena de que llegarás a alcanzar la palma; pero no conviene que tengas
seguridad, para que no empereces o te ensoberbezcas.
2. Estando uno frecuentemente agitado de las olas del temor y de la esperanza, como cierto
día, consumido de la tristeza, entrase en una iglesia y se postrase en oración ante el altar, iba
revolviendo dentro de sí estos pensamientos, diciendo: ¡Oh, si yo supiera que había de perseverar!
y al punto oyó en su interior la divina respuesta: ¿Y qué, si supieras eso, qué harías? Haz ahora lo
que entones quisieras hacer, y estarás seguro.
Y hallándose luego consolado y confortado se entregó del todo en manos de la divina providencia y
cesó la ansiedad y turbación de su espíritu.
Y no quiso investigar con vana curiosidad lo que le había de suceder, sino más bien procuró
inquirir cuál era la voluntad de Dios agradable y perfecta214, para empezar y llevar hasta el fin toda
clase de buenas obras215.
3. Espera en Dios y haz el bien, dice el Profeta y habita la tierra y serás apacentado en sus
riquezas216.
Lo que más retrae a muchos del aprovechamiento y fervorosa enmienda de sus faltas es el horror
de las dificultades y el trabajo de la pelea.
A la verdad aquéllos adelantan en las virtudes sobre los demás que más se esfuerzan con ánimo
varonil en vencer lo que más les es molesto y contrario.
Porque entonces el hombre adelanta más y merece más copiosa gracia, cuando se vence más a sí
mismo y se mortifica en el espíritu.
4. Empero no todos tienen en igual grado mucho que vencer y mortificar.
Sin embargo el que con diligencia aspira a la virtud alcanzará más la perfección, aunque tenga más
pasiones, que otro muy morigerado217, pero menos fervoroso para procurar las virtudes.

211
Ap 3, 2
212
1 Cor 3, 8
213
Ap 21, 2
214
Eclo 2, 19; Rm 12, 2
215
2 Tim 3, 17
216
Sal 36, 3
217
Nota de la presente edición: Dícese del que templa o modera los excesos de los afectos y acciones.

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Ejercicios Espirituales por internet 43
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Dos cosas son las que principalmente ayudan para lograr una grande enmienda, conviene saber:
apartarse con violencia de aquello a que la naturaleza viciada inclina, e insistir con fervor en el
bien de que más uno necesita.
También has de procurar evitar y vencer lo que con más frecuencia te desagrada en otros.
5. En todas partes has de lograr tu aprovechamiento, de suerte que si ves u oyes buenos
ejemplos, te enardezcas a su imitación218.
Pero si adviertes algo digno de vituperio, guárdate de hacerlo; o si alguna vez lo hiciste, procura
cuando antes enmendarte.
De la misma manera que tu ojo considera a los otros, así a tu vez eres notado por los demás.
¡Cuán agradable y dulce es ver a los hermanos fervorosos y devotos, bien morigerados y
observantes!
¡Cuán triste es y doloroso ver a otros vagueando sin orden, que no se ocupan en las cosas propias
de su vocación!
¡Cuán dañoso es descuidar el fin de su vocación y entregarse a lo que no se le encarga!
6. Acuérdate del blanco que te has propuesto y pon ante tus ojos la imagen del Crucificado.
Bien puedes avergonzarte, al considerar la vida de Jesucristo, porque no has procurado
conformarte más a él, aunque hace tanto tiempo que andas por el camino de Dios.
El religioso que se ejercita con empeño en considerar la vida santísima y pasión del Señor hallará
en ella con abundancia todo lo que le es útil y necesario; ni es menester que busque otra cosa
mejor fuera de Jesús.
¡Oh si tuviésemos en nuestro corazón a Jesús crucificado219, cuán pronto y bastantemente seríamos
enseñados!
7. El religioso fervoroso toma bien y ejecuta todo lo que le mandan.
El religioso negligente y tibio tiene tribulación sobre tribulación y padece apreturas por todas
partes; porque carece del consuelo interior y le es vedado el buscar el de fuera.
El religioso que no guarda la disciplina está expuesto a gravísima ruina220.
El que busca libertad y remisión, siempre andará en angustias; porque siempre hallará una cosa u
otra que le desagrade.
8. ¿Cómo lo hacen tantos religiosos, que llevan una vida tan estrecha de regular
observancia?
Salen rara vez, viven abstraídos del mundo, comen muy pobremente, visten hábito grosero,
trabajan mucho, hablan poco, velan largo tiempo, levántanse temprano, hacen largas oraciones,
leen con frecuencia y guardan con exactitud las reglas.
Mira a los Cartujos, Cistercienses y a otros religiosos y religiosas de diversas órdenes religiosas,
cómo todas las noches se levantan a alabar a Dios.
Y por esto debieras avergonzarte de andar perezoso en tan santa obra, pensando cómo al mismo
tiempo tanta muchedumbre de religiosos empieza a cantar las divinas alabanzas.
9. ¡Oh, si no tuviésemos que hacer otra cosa que alabar a Dios nuestro Señor con todo el
corazón y a boca llena!

218
2 Tes 3, 6
219
Ga 2, 19-20
220
Hb 12, 8

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Ejercicios Espirituales por internet 44
Material Extra de 130

¡Oh, si nunca necesitases comer, ni beber, ni dormir, sino que siempre pudieses alabar a Dios y
solamente ocuparte en ejercicios espirituales! entonces fueras mucho más delicioso que ahora,
cuando has de servir a la carne por tan varias necesidades.
¡Ojalá no tuviésemos estas necesidades, sino solamente las refecciones221 espirituales del alma, las
cuales por desgracia tan raras veces gustamos!
10. Cuando el hombre llega a este grado, que no busca su consuelo en ninguna criatura,
entonces comienza Dios a serle gustoso; entonces también se contentará con cualquier suceso que
ocurriere.
Entonces ni se alegrará por la prosperidad ni se entristecerá por la adversidad, sino que se
entregará íntegra y confiadamente en manos de Dios, que le es todo en todas las cosas222 para
quien ciertamente nada se pierde, sino que todas las cosas viven y le sirven al punto según su
beneplácito223.
11. Acuérdate siempre del fin224 y de que el tiempo perdido no vuelve225.
Sin solicitud y diligencia nunca alcanzarás las virtudes.
Si comienzas a entibiarte comenzarás a andar mal226.
Pero si te dieres al fervor, encontrarás grande paz, y sentirás el trabajo más ligero por la gracia de
Dios y el amor a la virtud.
El varón fervoroso y diligente está preparado para todo.
Mayor trabajo da el resistir a los vicios y pasiones que el sudar en trabajos corporales.
El que no evita las faltas pequeñas poco a poco vendrá a caer en las grandes227.
Estarás alegre por la noche, si has empleado provechosamente el día.
Vela sobre ti mismo, anímate a ti mismo, amonéstate a ti mismo; y sea lo que fuere de los demás,
no te descuides a ti mismo.
Tanto aprovecharás cuanta fuerza te hicieres.


¡Ave María y adelante!

221
Nota de la presente edición: Alimento moderado para reparar fuerzas.
222
Col 1, 11,
223
Sal 118, 91
224
Eclo 7, 40
225
Sab 2, 5
226
Ap 3, 16
227
Eclo 19, 1

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Ejercicios Espirituales por internet 45
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REGLAS DE DISCERNIMIENTO DE 1ª SEMANA (2ª PARTE) - DE LA ABNEGACIÓN DE SÍ MISMO


Y DESPRECIO DE TODAS LAS COSAS DE LA TIERRA [SERMONES A LOS HERMANOS]

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1. «Cualquiera de vosotros que no renuncia todo lo que posee, no puede ser mi discípulo» (Lc
14, 33).
Con estas palabras parece que el Salvador arguye a aquellos que no siguen hasta el fin el camino de
la perfección que han comenzado.
Porque algunos al tomar el principio dejando las cosas exteriores que poseen, no pasan adelante a
ejecutar lo que es perfecto, es a saber, el dejarse a sí mismos, quebrantando su propia voluntad.
Y por esto muchas veces vuelven a su primer estado.
Porque mientras renuncian parcialmente algunas cosas y no dejan perfectamente todas las cosas
terrenas, conforme a la sentencia del Señor, retienen todavía en sí mismos los lazos con los cuales
serán cogidos y derribados.
Pero el verdadero discípulo de Cristo ha de despreciar por su amor tanto a sí propio como sus
cosas y no querer conservar nada de ellas, para que no le impidan los pasos por el camino por
donde ande.
Aprenda a vencerse a sí mismo por medio del ardor de las virtudes y la gracia del Espíritu Santo,
ya que antes con su inspiración pudo despreciar el mundo.
Dichosa el alma que se esfuerza en renunciar a todas las cosas que parecen florecer en la sombra
de esta vida.
2. Esta es la perfecta renuncia de sí mismo, dejarse de corazón a sí mismo y no buscar
consuelo de criatura alguna: porque en cuanto se estima algo temporal desordenadamente, no se
posee la verdadera abnegación.
Y cuando el siervo de Cristo no se esfuerza al desprecio de las cosas presentes, merece percibir
poco del divino consuelo.
Porque el que en lo exterior va en busca de lo que apetece, en lo interior se enfría en el amor de
Dios y empereza en sus santos propósitos.
Pero el tal debe considerar y meditar frecuentemente cuán presto se destruye lo que se estima por
grande y precioso, así en los hombres como en las demás criaturas del mundo.
Considera y pesa en tu corazón que ninguna cosa permanece en su ser, sino todas se mudan y
desfallecen.
De donde se sigue que allí solamente ha de buscar el consuelo donde está la plenitud de la pura
verdad y eternidad.
Y para refrigerio o consuelo de su alma ansía beber el agua viva de la fuente siempre manante;
porque es más noble una gota de la divina dulzura que un pozo lleno de los deleites terrenales.
Engáñase de todo punto miserablemente, quienquiera en este mundo buscar solazarse228.
Quienquiera que sigua el amor engañoso de este mundo perderá el consuelo del gozo verdadero.

228
Nota de la presente edición: Buscar consuelo, placer, esparcimiento, alivio en los trabajos.

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Ejercicios Espirituales por internet 46
Material Extra de 130

3. Cuán feliz y santa es el alma, que se apaciente con el amor de solo Dios y es atraída en pos
de los olores de las virtudes santas229; cuyo único deseo es, despreciando las cosas visibles, ser
saciada de las invisibles y divinas.
El alma que así obra manifiestamente se ve que es muy sabia, porque por cosas pequeñas compra
las inmensas, por transitorias las perpetuas, por viles las preciosas, por deformes las hermosas,
por miserables las gustosas, por amargas las dulces, y lo que es más sublime y verdadero, por la
nada el todo.
La tal alma en la tierra busca al celestial Esposo, con cuyo amor le da náusea lo presente; ama lo
futuro y aguarda su llegada, de suerte que a la hora de la muerte pueda oír de él: «Mirad que viene
el Esposo, salid a su encuentro»230.
Esta lleva una vida célibe y sigue la forma de los ángeles y procura mostrarse inmaculada a Cristo.
Quiere por consiguiente en este mundo carecer de todos los consuelos, para merecer ser de Él más
plenamente consolado.
Y llora todo lo que de los terrenos afectos se pega al alma, porque de otra suerte no podría
presentarse limpia a sus miradas.
Por lo cual también se constriñe en lo interior con tanto rigor, para que lo que de fuera le viniere,
más bien lo despida con indignación que con aprobación lo retenga.
Ni es de maravillar; porque teme que le haría estrechura al amor de aquel solo a quien no puede
amar perfecta y castamente en compañía de muchos otros.
De ahí es que una de ellas habla así: a Él solo guardo lealtad, a Él me entrego con toda devoción231.
4. Empero en el destierro de la vida presente experimenta algún consuelo, aunque no un
gozo lleno.
Recibió las arras del Esposo, pero no al Esposo mismo.
Llegó la carta escrita acerca de las bodas, pero no ha llegado todavía su hora.
Y cuando llegare, entonces será introducida al tálamo celestial y ya no habrá tardanza.
Por medio de los enviados recibió vestidos y joyas, pero entonces será vestida con doble
vestidura232.
Porque su consuelo es el consuelo de Cristo y se le hace mayor el consuelo, al pensar que no estará
aquí mucho tiempo, porque Él vendrá presto, y llamará a la puerta, y dirá: Levántate y ven.
Y ella ¿qué hará? ¿por ventura no se despertará de su sueño al oír esta voz?
Levántate, pues, mira por la ventana, para ver si es el que ella ama; cuando a la puerta llamare
segunda y tercera vez, ábrale al instante y dígale: Aquí estoy, puesto que me habéis llamado233 .
Si me buscáis, Señor, aquí estoy presta a vuestro mandato.
Sacad de la cárcel a mi alma, para que pueda bendecir vuestro santo nombre234.
No permitáis, Señor, que por más tiempo esté separada de Vos, mas antes recibidme en el seno de
vuestra bondad y misericordia.

229
Cant 1, 3
230
Mt 25, 6
231
Santa Inés
232
Prov 31, 21
233
1 Re 3, 6
234
Sal 141, 10

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Ejercicios Espirituales por internet 47
Material Extra de 130

Y ¡cuán grande gozo sentiría, si mereciere oír aquellas palabras: Sígueme, ya es tiempo de que
celebremos juntos el convite!
Vamos no a cultivar la viña, sino a beber el vino precioso.
Vamos no a la Judea de nuevo235, sino a mi patria y reino.
Subamos a este día de fiesta236, porque es día de gran fiesta de los ángeles y de los hombres.
5. Pero ¿qué piensas, alma mía, que vas peregrinando en el cuerpo237 y estás aguardando
mucho tiempo y diciendo en la oración: Venga a nos el tu reino?238
¿Cuándo lo veré? ¿Piensas que se acuerda de mí?
¿Piensas que Dios se olvida de su misericordia?239
¿Cuándo aparecerá y cuándo vendrá?
Pero acaso está en su aposento y duerme.
¿Por ventura tú dormirás y mi corazón no estará en vela?240
Por tanto clamarás de continuo, por si se dignare oírte y llamarás a su puerta con la voz del
corazón diciendo: Levántate, Señor, ¿por qué duermes? levántate y no me rechaces para siempre241.
6. Pero acaso el Señor dilate su visita con oculto y saludable consejo, por cuanto tú procedes
más con ímpetu que con discreción de espíritu.
Por lo cual te detendrán algún tanto, pero descansarás bajo su sombra242 y no en los resisteros243
del mundo.
Mejor te está el morir que vivir en este mundo miserable.
Mayor dicha te será el llorar, que gozarte en aquellas cosas que no tienen ser ni substancia, sino
sola apariencia.
En el Señor se consolará mi alma; óiganlo los mansos de corazón y alégrense244.
Porque mientras el alma santa vive en el cuerpo, está afligida, porque anda peregrinando lejos de
Dios245; pero como esta es su divina voluntad, lleva en paciencia su peregrinación.
Empero tiene necesidad de pelear valientemente con su amor, para que entre tanto no busque ni
escoja otro amador; porque tiene muchos contrarios y muchos que están dispuestos a engañarla.
Y por esto ha de apartar con diligencia lo que por fuera pareciere amable.
Ni ha de ceder en modo alguno al que le halagare, para no perder el amor de su Amado.
Porque mientras el Esposo está ausente, más bien ha de llorar su ausencia y tratase como en
tiempo de su viudez, hasta que venga y la lleve consigo a los tabernáculos eternos.

235
Jn 11, 7
236
Jn 7, 8
237
2 Cor 5, 6
238
Mt 6, 10
239
Sal 70, 10-11
240
Cant 5, 2
241
Sal 43, 23
242
Cant 5, 2
243
Nota de la presente edición: Tiempo después del mediodía en que aprieta más el calor.
244
Sal 33, 3
245
2 Cor 5, 6

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Porque allí es donde descansan las almas de los santos, no en la sombra, sino al sol de su presencia,
y allí de continuo contemplan el serenísimo rostro de Dios Padre, a quien con su Hijo unigénito
amaron en la tierra y le siguieron después de dejar todas las cosas de este mundo.


¡Ave María y adelante!

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EL NACIMIENTO - DE LA MANSIÓN JUNTO AL VENERABLE PESEBRE DE CRISTO. [PLÁTICAS Y


MEDITACIONES - 7ª]

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1. ¡Oh cuán venerable es este lugar! No hay aquí otra cosa sino la casa de Dios y puerta del
cielo246.
Entra, entra, alma mía, en esta pobrísima morada de tu Rey.
Pide hoy aquí hospedaje, coloca aquí tu morada; quédate con Jesús y María y celebra con ellos la
fiesta de este día.
No te vayas a otra parte, sino estate hoy aquí, o siéntate humildemente junto al pesebre.
Bueno es que te estés aquí247 y mucho mejor que habitar en los dorados palacios de los Reyes.
Mucho te ha de agradar el habitar en esta casita y la compañía de estas tres personas que en ella
moran.
Porque si bien las paredes dan en ojos por su vileza, pero los que las habitan son muy nobles, por
su virtud y paciencia.
Por lo tanto aquí habitarás hoy, aquí te quedarás, aquí perseverarás.
2. Empero entra con más atención y contempla con más diligencia la hechura de este lugar.
Inquiere y mira dónde se ha puesto aquel venerable pesebre, que contiene al Criador del mundo,
que guarda al Dios niño, el tesoro del cielo, el precio de nuestra redención, el gozo y alegría de los
Ángeles y de los hombres.
Mira cómo Dios hecho hombre está tendido y fajado en la cuna y calla: cuán escondido y pobre se
halla entre los extraños el que con su Padre da todos los bienes en los cielos.
Abraza con amorosos brazos este noble pesebre y bésalo con repetidos ósculos: después póstrate
humildemente a los pies de Jesús.
Aquí has de adorar a Dios, aquí llorar de devoción.
Aquí has de velar, aquí orar, aquí leer, aquí cantar, aquí rezar, aquí alégrate en lo interior, aquí dar
saltos de placer en tu corazón.
Manifiesta a este Niño si tienes alguna cosa que te dé tristeza o pena; ábrele tu corazón y trata con
Él todas tus cosas.
Este Niño dulce y amable enseñará sus caminos a los mansos y recibirá las preces de los humildes.
Él sabe curar a los enfermos, sanar a los contritos de corazón y ligar sus heridas, dar perdón a los
que lloran y librar al hombre de todas las pasiones.
Dale tu corazón y pídele que en Él escriba su dulcísimo nombre.
Dale todo lo que tienes y sé todo suyo, ahora y para siempre.
El amor de Jesús eterno e inmenso hará eso, que te niegues a ti mismo y ames a Jesús sobre todas
las cosas.
3. Ahora, alma mía, mira bien y considera cuántas riquezas y gloria hay aquí.

246
Gn 28, 17
247
Lc 9, 33

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Ejercicios Espirituales por internet 50
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No hablo de riquezas perecederas, no de alegrías mundanas; sino de la sabiduría de Dios


encarnada, de la Virgen Madre, de San José que se desvela en servicio de ellos, del coro de los
Ángeles que entona himnos de alabanza.
Verdaderamente el Señor está en este lugar; y yo te aconsejo que de ningún modo te apartes de
aquí.
¿Dónde hallarás lo que aquí ya tienes?
Si recorrieses todo el mundo no hallarás semejante compañía, tan santa unión, tan unánime
congregación.
Aquí se han reunido los más santos de los cielos y de la tierra, por más que sean muy despreciados
de los mundanos y tenidos en nada.
Porque no se han hecho tan grandes maravillas en todo el orbe, ni se han visto cosas tan raras ni
oído tan alegres gozos, como en esta pequeña cabaña, donde viven José y María y el niño Jesús
reclinado en un pesebre.
Aquí se juntan en uno Dios y hombre, Madre y virgen, anciano y niño.
4. Considera qué significa esta dignación, tanta piedad, tanta dilección, tanta pobreza, tanta
dulcedumbre, tanta gracia y tan abundante misericordia.
Revuelve en tu pensamiento todos los antiguos sucesos que fueron profecías de Cristo y mira cómo
hoy se cumplen los testimonios de las Escrituras y de los devotos deseos de los santos Patriarcas.
Mira también los piadosos obsequios de la beatísima Virgen María, cuán grande alegría
experimenta con su noble hijo, cuán sublime contemplación, ver al Hijo de Dios nacido de ella,
colocado en el pesebre ante sus ojos.
Considéralo y trátalo todo como si te hallaras presente.
Porque no debe ser mayor el afecto y devoción para pensar estas cosas que ya pasaron, que si hoy
las vieses realizar a tu presencia.
Quede, pues, en tu mente el santo recuerdo, renovado todos los años, o más bien no una sola vez al
año recuerdes el nacimiento de Jesús y su estancia en el pesebre, sino júntese con frecuencia su
memoria en tus piadosos ejercicios.
Gran sabiduría se aprende de este niño, gran pureza y paciencia, que pueden confortar y edificar
toda su vida.
Porque cualquiera acción de Cristo sirve para tu instrucción, cualquiera pasión suya es tu
consolación.
Porque Él se hizo redención para ti y para todo su pueblo248.
Te enseña con su ejemplo más que con su palabra; te persuade con más eficacia con sus actos que
con los ajenos.
5. Por tanto el sagrado nacimiento de Cristo siempre te ha de parecer nuevo; y fiesta tan
venerable nunca ha de pasar sin atenta consideración.
Aunque la veneración exterior pase con el tiempo, empero la diligente consideración no ha de
desaparecer de la mente.
No seas, pues, pobrecita alma mía, ingrata a Dios por esta gracia, ya que has sido buscada con tanta
solicitud, atraída con tanta benignidad, visitada con tanta dulzura, alegrada hoy con tanta efusión.

248
1 Cor 1, 30

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Ejercicios Espirituales por internet 51
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Porque no te es lícito estar triste cuando celebramos el nacimiento de la vida, porque en todo el
mundo se celebra el día de alegría.
Para ti ha nacido hoy el niño Jesús, a ti se ha dado el Hijo de Dios; para que te hagas niño con el
niño, pobre con el pobre, humilde con el humilde, paciente con el paciente, manso y dulce con el
manso y humilde de corazón249.
Inclínate, pues, ante Él humildemente, póstrate de buena gana, para que así merezcas con Él ser
exaltado eternamente; ya que el Hijo de Dios descendió del alto trono del cielo para recoger en este
mundo a los pequeñuelos.
7. Considera, pues, en Él no sólo lo grande y sublime, mas también lo pequeño y humilde;
porque en ambas naturalezas el Señor aparece grande y laudable sobremanera, excelso sobre
todos los Ángeles y el más humilde entre los hijos de los hombres.
Se ha juntado lo humano con lo divino, lo sumo con lo ínfimo, lo precioso con lo vil, lo magnífico
con lo pequeño, todo a la vez digno de ser tenido en grande honor por los fieles.
Por consiguiente no te escandalicen los pañales, que predican la humildad del Hijo de Dios.
No te turbe la pobreza del pesebre, que eligió por cuna el Rey de reyes y Señor de los ángeles.
No mires lo que brilla a los ojos de la carne, sino considera cuán gran misterio se realiza aquí de la
salvación del mundo.
Mira a Jesús y a María, al Señor del mundo y a la Señora, que no tienen algún cuidado propio de los
mundanos.
No hay aquí grandes palacios, sino celestiales consuelos.
No resuena aquí la voz de la trompeta ni el sonido de la cítara, más se oyen cantares de la celestial
milicia.
Ojalá sintieses en el espíritu que te hayas presente a todas estas cosas, ni pudieses parar en otra
parte.
Ahora la Palabra de Dios está cerca de tu boca, con tal de que la busques con corazón recto.
Porque se encuentra en el seno de la Madre el que antes de los siglos se hallaba en el seno del
Padre.
Tan cercano se te ha hecho Dios que puedes tenerlo como a niño pequeño, llevarlo como infante;
porque el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros250.
Mira, el que no cabe en todo el mundo, yace como pobre en un pesebre.
Y el que todo lo lleva en la palabra de su poder251 es llevado por su Madre.
Aquel a quien alaban los Querubines y Serafines es alimentado con pequeña cantidad de leche.
¿Qué cosa de estas no es admirable? ¿cuál no es amable?
9. Pero ¿cómo te dispondrás para recibirlo dignamente?
¿qué harás? Apartarte de Él no te conviene, y acercarte sin lavarte la cara no es decente.
¿Cómo te limpiarás, estando manchada con muchos vicios?
Pero no temas en demasía ni desesperes de ser curada de tus llagas.

249
Mt 11, 29
250
Jn 1, 14
251
Hb 1, 3

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Te desagrade el ser quien eres; llora las manchas de tus culpas; lava con interna contrición las
culpas de tu conciencia y pídele el óleo de misericordia, la concesión de indulgencia plenaria y la
restitución de la nueva gracia.
No desesperes del todo aunque te veas muy manchada.
Este Niño sabe limpiar las inmundicias del mundo, tornar en blanco lo negro, serenar lo turbado,
endulzar lo amargo, aligerar lo pesado y arrancar todo lo vicioso, dar pronto el gozo y paz del
corazón.
Es tal que no puede mancillarse; a su contacto los enfermos sanan y los débiles se robustecen.
Ahora, pues, prepárate en tu corazón un hermoso pesebre, en el cual pongas a Jesús Hijo de Dios.


¡Ave María y adelante!

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LOS REYES MAGOS - DE LOS GOZOS DE ESTE DÍA Y DEL DEVOTO OBSEQUIO DE JESÚS.
[PLÁTICAS Y MEDITACIONES - 8ª]
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1. «Me gozaré en el Señor y me recrearé en Dios mi Salvador» (Hab 3, 18).
Oh, dulcísimo Jesús y niño amantísimo, gozo mío, corona mía252, mi alma desea cantar y jubilar a
Ti.
Permíteme pasar un día alegre contigo y emplear este santo día en gozos espirituales.
Porque aunque sea corto el día y transitoria la noche de tu nacimiento, sin embargo es grande la
materia que enciende la devoción y arde a manera de fuego indefectible en el altar.
Deseo, pues, que este día fuera más largo y que yo estuviese en él más devoto que de costumbre, a
fin de que el fervor no pasase con el tiempo, sino que más bien se aumentase con la atenta
meditación.
Oh día de alegría, día del Rey eterno, no me dejes tan presto, sino séme causa de gozo perdurable.
Oh, cuándo vendrá aquel día al cual no sigue la noche, que no sabe de vicisitudes de los tiempos,
sino que siempre brilla y clarea; donde Dios se ve cara a cara, donde Jesús es amado y alabado
perfectamente, donde el pensamiento nunca se distrae de Él ni se mancha el afecto del corazón,
sino que Él es todo en todas las cosas.
Por causa de aquel día eterno se celebra este temporal; y para que yo viviese allí siempre con Jesús,
quiso Él ser aquí uno de los mortales.
2. Oh Jesús, venerado y sumamente digno de ser amado, oh niño ilustrísimo, digno de ser
abrazado dulcemente, de ser adorado dignamente y de ser siempre ensalzado; Tú eres el único
amado mío, el codiciado más que todos y sobre todos; a quien me debo todo, y por más que añada
y desee, no se sacia mi afecto.
Porque Tú eres superior a todo; y cuanto puedo comprender y dar casi es nada y menos que poco.
Lo sé y creo firmemente, porque por mí viniste al mundo, por mí quisiste ser puesto ahí
humildemente.
Porque todo esto lo hiciste por mi salud eterna y para encomendarme más eficazmente tu caridad
inmensa.
3. Oh, cuán grande obligación me corre de amarte; cuánto he de alabarte y bendecirte con
los ángeles y arcángeles, con los santos y todos los hombres de buena voluntad; porque por mí te
encarnaste e hiciste hombre.
Maravilla es, que mi pensamiento pueda jamás apartarse de ti y después de gustar tu
dulcedumbre, desviarme a cualquiera otra cosa.
Verdaderamente Tú eres maná escondido253, que encierra en sí todos los deleites y supera toda
suavidad de los demás manjares254.
Tú eres el paraíso de deleites; tú, huerto de delicias; tú, fuente de sabiduría, sol de justicia, luz del
mundo, gozo del cielo, paz del corazón, consuelo del alma, esperanza en la tribulación, refugio en la
tentación, auxilio en cualquier necesidad.
Tu presencia me trae gozo, tu ausencia me acarrea llanto con frecuencia.
252
Flp 4, 1
253
Colos 1, 26
254
Sap 16, 20

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Y todo esto lo hace el amor, que fuera de ti no deja reposar al amante; sino que le obliga o a
alegrarse en ti o a llorar dulcemente por ti.
¿Quién me ha traído aquí, sino el amor?
¡Oh, amor, y amor, cuán dulce y fuerte es este amor!
De aquí se origina en lo interior tan fuerte clamor y tan vehemente ardor, a quien nada gusta ni
agrada sino Jesús, eterno amor.
Este hace despreciar el mundo y tener en nada todas las cosas.
Este hace abandonar sus bienes y vivir bajo el yugo de la obediencia.
Este hace desechar las delicias de la carne y apetecer con ardor el trabajo de la penitencia.
Este hace huir el tumulto del mundo y vacar a Dios en silencio.
Este hace morir al mundo y vivir a solo Dios.
4. Mi amor arrastra mi corazón al pesebre y quiere que le ofrezca obsequio de devoción.
Y ahora, ¿qué haré a mi amado Niño, Señor y Dios mío, hecho infante y pequeñuelo por mí?
¿Por ventura tienes necesidad de mí, Tú que tienes a tu arbitrio del cielo y la tierra?
Pero aunque Tú no tienes necesidad de que yo Te sirva, empero yo tengo necesidad de Ti, a quien
debo servir en cuanto pueda, ya que mi gracia y virtud siempre recibe crecimiento de Ti y todo mi
bien de Ti depende.
Ojalá que pudiese hacer algo que te agradase, que éstos son mis más vivos deseos.
Aunque en tu vida mortal no pude servirte ni fui digno de ser admitido a este oficio, empero puedo
hacerlo todo en espíritu, con el afecto del corazón y el empeño de la buena voluntad.
Porque sirviendo a mis hermanos en tu nombre puedo realizar muchas obras de piedad que Tú las
recibirás como si a Ti propio se hiciesen.
5. Y ahora con palabras de dilección quiero animar mi devoción a tu sagrada infancia.
Ciertamente que no me apartaré de aquí, sino que me sentaré cabe Ti y de cuando en cuando
contemplaré tu amable rostro, para así olvidarme mejor de mi miseria.
Aquí me levantaré de lo terreno y me asociaré a los moradores del cielo.
Aquí pensaré en los días antiguos y tendré en la memoria los años eternos255.
Aquí meditaré mis postrimerías y los años de mi vida con gemidos de corazón.
Aquí con oraciones aplacaré tu rostro y dirigiré mis preces a mi juez.
Aquí haré memoria de tus obras256 y de los innumerables beneficios que has hecho al linaje
humano.
Aquí encontraré mi corazón, aquí me dejaré del todo.
Porque es mejor que Jesús posea mi corazón que no yo, porque con Él está en paz y conmigo en
intranquilidad y guerra.
Aquí dormiré, aquí descansaré, y mi sueño será apacible.
Aquí me levantaré a medianoche a alabarte y rogaré el perdón de mis pecados.
Por la mañana me despertaré en tu presencia y todo el día ensalzaré tu nombre.

255
Sal 76, 6
256
Sal 76, 12

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Si saliere diré: pronto volveré; y si tardare, pediré indulgencia.


Rogaré de nuevo y aplacaré tu semblante y no cesaré de hacerte gracias.
Me levantaré con grande admiración y alabaré tu dulce nombre, bendito por los siglos de los siglos.
Me sentaré de nuevo en mi pobreza, sabiendo que no soy digno ni hábil para pensar bienes tan
inefables, más dulces que los más deseables del mundo.
Después te adoraré con reverencia y te presentaré en ofrenda todos tus bienes, queriendo y
deseando que todas tus obras te alaben, por más que no puedan alabarte plenamente.
Por lo cual te ruego que Tú mismo te alabes, porque si Tú mismo no te alabares, nunca serás
alabado plena y dignamente.
Alaba ahora, alma mía, al Señor 257; alaba, Sion, a tu Dios258.
Alaba a Jesús tu salvador, y si no puedes alabarlo perfectamente, sin embargo no ceses de alabarlo
según todas tus fuerzas.
6. Te alabaré, buen Jesús, niño dulce y amable de mi vida; cantaré a mi Dios mientras
viviere.
Porque Tú me has invitado a venir a tu santísimo pesebre, en el cual te has dignado estar tendido
por mí indigno.
¿Quién me podrá apartar de aquí? Nadie. Jesús mío y Señor mío, porque Tú eres mi amado, de
quien no quiero separarme para siempre.
Por tanto me quedaré aquí en servicio de mi Señor y de mi Señora santa María y de San José tu
padre nutricio, por si algo necesitan de mi servicio.
Encenderé un poco de fuego, soplaré con diligencia para que no se apague, pondré la mesa, traeré
agua.
Limpiaré el suelo, barreré la casita, taparé las rendijas y los agujeros, para evitar la fuerza de los
vientos y la lluvia.
Alfombraré este noble y real pesebre, pondré en torno decentemente heno y paja, porque no hay
aquí otros paños.
Después recogeré rosas y azucenas, traeré flores y plantas, adornaré esta santa cuna, que para mí
no es un vil establo, antes me recrea más que un imperial palacio.
También abriré la ventana, para que la claridad del día penetre dentro y los santos ángeles vengan
revoloteando y llenen toda esta santa casa de dulce júbilo.
Guardaré con cautela la puerta, para que no venga Herodes a matar al Niño, al cual tomé fielmente
bajo mi guarda.
Porque primero me dejaré matar que sufrir que extienda a Él sus manos sacrílegas.
Y si fuese menester huir y así a Él le pluguiese, estaré dispuesto para ir con Él a Egipto.
7. Mas cuando vengan los pastores les abriré gozoso y los introduciré en esta sala del Rey
supremo.
Porque ellos son a quienes el Ángel anunció este misterio y los encaminó para que lo visitasen; a
quienes trajo la devoción y a la vuelta los acompañaron las divinas alabanzas.

257
Sal 145, 2
258
Sal 147, 12

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Ejercicios Espirituales por internet 56
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Después cuando se acerquen los santos Magos que llegan del Oriente, con alegría saldré al
encuentro de huéspedes tan ilustres, reyes y condes; y saludándolos con reverencia a todos, cual
conviene, los invitaré a que entren en esta corte, para ver la faz del Rey y de la Reina, cuya señal
admirable brilla en el cielo en la clara estrella.
Cuando ellos entren entraré también, cuando adoren adoraré, cuando ofrezcan dones me ofreceré
del todo y cuanto pudiere haber lo ofreceré todo al Señor en holocausto.
Mas cuando ellos regresen a sus casas, yo me quedaré aquí en la corte, y serviré a mi Rey y Señor y
a su bendita Madre la gloriosa siempre Virgen María.
Nadie me podrá sacar de esta corte, ninguna bula, ninguna autoridad, ningún don ni promesa
alguna.
Aquí haré mi testamento, aquí formaré un pacto eterno, aquí viviré, aquí moriré y aquí lo tendré
todo.
8. Te ruego, Señora mía, Santa María, que te dignes admitirme en tu servicio y en el de tu
Hijo, con toda devoción y reverencia; porque más me deleita estar aquí con vosotros y con vosotros
andar mendigando, que nadar en delicias con los reyes y príncipes del mundo.
Y si fuere necesario mendigar saldré al instante y mendigaré lo que nos haga falta.
Y si nadie me quisiere dar nada, rogaré afectuosamente a los santos Ángeles y ellos nos darán del
cielo el manjar bastante.
¡Oh, Jesús, verdadero maná de los corazones, que tiene en sí todo linaje de deleites!259
Tú eres nuestro manjar y nuestro consuelo.
Aquí habla el afecto de devoción y al que ama le sabe muy bien cuanto aquí se cuece.
También te ruego, oh venerable Padre José (que así eres llamado por la dignidad de tu servicio y
para velar el secreto sagrado), que te dignes admitirme en tu ayuda; mándame traer algo para
alivio de la Madre y del Niño, que yo estoy dispuesto a tales servicios.
9. Oh si hubiese sabido cuándo llegasteis aquí, ciertamente habría ido con vosotros y habría
conducido el buey o el asno.
De buena gana hubiera llevado el manto de mi Señora o el saco de José por tan largo camino, o
también hubiera procurado una posada.
Ojalá me hubiera hallado tan cerca, que hubiese oído cantar a los ángeles, y me hubieses anunciado
este grande gozo260.
Oh con qué alegría y presteza hubiese pasado hasta Belén261 y me habría adelantado, si pudiera, a
los mismos pastores, para merecer ser el primero en ver a mi Señor nacido; y si ellos se tornasen a
su rebaño262, yo me quedara con el Niño Dios.
Prefiriera abandonar todas mis ovejas que dejar a mi Jesús; o bien vender todo mi rebaño, para
poder alimentar a mi Señor con su familia.
Pero no a todos es concedido ver al Verbo de Dios encarnado y colocado en el pesebre.
Empero ahora a todos se ha predicado y manifestado a todo el mundo; de suerte que quien
quisiere creer y pidiere salvarse y con puro y sincero corazón se acercare a este Niño, alcanzará de

259
Sab 16, 20
260
Lc 2, 10
261
Lc 2, 15
262
Lc 2, 20

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Él remisión de todos sus pecados y después de esta vida mortal logrará por su medio la vida
eterna. Amén.


¡Ave María y adelante!

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LA PRESENTACIÓN EN EL TEMPLO - DEL CORAZÓN PURO Y LA SINCERA INTENCIÓN [DE LA


IMITACIÓN DE CRISTO, LIBRO II, CAP. 4]
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1. Con dos alas se levanta el hombre de las cosas terrenas, que son sencillez y pureza.
La sencillez ha de estar en la intención y la pureza en la afición. La sencillez pone la intención en
Dios; la pureza le reconoce y gusta. Ninguna buena obra te impedirá, si interiormente estuvieres
libre de todo desordenado deseo. Si no piensas ni buscas sino el beneplácito divino y el provecho
del prójimo, gozarás de interior libertad. Si fuese tu corazón recto, entonces te sería toda criatura
espejo de vida, y libro de santa doctrina.
No hay criatura tan baja ni pequeña, que no represente la bondad de Dios.

2. Si tú fueses bueno y puro en lo interior, luego verías y entenderías bien todas las cosas sin
impedimento. El corazón puro penetra al cielo y al infierno. Cual es cada uno en lo interior, tal
juzga lo de fuera. Si hay gozo en el mundo, el hombre de puro corazón lo posee. Y si en algún lugar
hay tribulación y congojas, es donde habita la mala conciencia. Así como el hierro, metido en el
fuego, pierde el orín y se pone todo resplandeciente; así el hombre que enteramente se convierte a
Dios, se desentorpece y muda en nuevo hombre.

3. Cuando el hombre comienza a entibiarse, entonces teme el trabajo, aunque pequeño, y


toma con gusto la consolación exterior. Mas cuando se comienza perfectamente a vencer y andar
alentadamente en la carrera de Dios, tiene por ligeras las cosas que primero tenía por pesadas.


¡Ave María y adelante!

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EXAMEN GENERAL Y EXAMEN PARTICULAR - DEL PROPÓSITO FIRME QUE SE HA DE HACER


CADA DÍA. [EJERCICIOS ESPIRITUALES, CAP. 2]

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1. Cada mañana se ha de proponer de qué manera se ha de emplear bien el día presente.
Pon más solícito cuidado y diligencia contra los vicios que más te combaten.
El ejercicio cotidiano merece aumento de gracia; y la perseverancia en el bien conduce al que así
procede a la cumbre de las virtudes.
Piensa que tal vez sea este el último día de tu vida; tal vez esta la última hora; tal vez no verás el día
de mañana.
Cumple tus propósitos, no desperdicies el tiempo, que la hora que pasa ya nunca vuelve.
Pelea en buena lid263.
Pide al Señor la gracia y se te dará del cielo la victoria.
Procura vencerte en cosas pequeñas, para que no vengas a caer en las grandes, por efecto de la
pereza que te domina.
Medita de continuo en tu corazón la ley de Dios; no caiga de tu boca la palabra de acción de gracias
y de las divinas alabanzas.
2. Llora por perdido todo el tiempo que no gastas con Dios.
Guárdate de ir entretejiendo conversaciones ociosas y evita el andar dando vueltas por la casa.
A la puerta de tu celda pon un pensamiento notable a manera de señal, que avise al salir y te acuse
a la vuelta si es tardía en demasía.
Gran peligro tuyo es el estar entre muchos hombres.
Al comenzar el día da gracias al Criador de cielo y tierra, que todavía te ha concedido tiempo para
bien vivir e hizo salir un sol sobre ti para los diversos usos de la vida.
Cristo sea tu vida264 y dirige todas tus obras a honra y alabanza de Cristo.
Él es toda tu esperanza y el premio eterno que esperas: no busques, pues, ni desees ninguna gracia
o favor de los hombres.
3. Si no quieres ser engañado, no tengas complacencia en las alabanzas necias.
Dios conoce tu corazón, cuán impuro es y cuán vano.
No creas al que te adula; sino escucha más bien al que te responde, quien mira por tu bien, al
corregir tus yerros265.
Ten siempre a mano el recurso de la oración, como escudo invencible contra todos tus adversarios.


¡Ave María y adelante!

263
1 Tim 6, 12
264
Flp 1, 2
265
Nota de la presente edición: Equivocación por descuido o inadvertencia, aunque sea sin dolo.

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HUIDA A EGIPTO - DEL AGRADECIMIENTO POR LA GRACIA DE DIOS [DE LA IMITACIÓN DE


CRISTO LIBRO II, CAP. 10]
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1. ¿Para qué buscas descanso, pues naciste para el trabajo?
Ponte a paciencia, más que a consolación: y a llevar cruz, más que a tener alegría.
¿Qué hombre del mundo no tomaría de muy buena gana la consolación y alegría espiritual, si
siempre la pudiese tener?
Porque las consolaciones espirituales exceden a todos los placeres del mundo, y a los deleites de la
carne.
Porque todos los deleites del mundo, o son torpes o vanos; mas los deleites espirituales sólo son
alegres y honestos; engendrados de las virtudes, e infundidos de Dios en los corazones limpios.
Mas no puede ninguno usar de continuo de estas consolaciones divinas como quiere; porque el
tiempo de la tentación pocas veces cesa.
2. Muy contraria es a la soberana visitación la falsa libertad del alma, y la gran confianza de
sí.
Bien hace Dios dando la gracia de la consolación, pero el hombre hace mal no atribuyéndolo todo a
Dios, haciéndole gracias.
Y por esto no abundan en nosotros los dones de la gracia, porque somos ingratos al Hacedor, y no
lo atribuimos todo a la fuente original.
Porque siempre se debe gracia al que dignamente es agradecido; y es quitado al soberbio lo que se
suele dar al humilde.
3. No quiero consolación que me quite la compunción; ni deseo contemplación que me lleve
en soberbia.
Pues no es santo todo lo alto; ni todo lo dulce bueno; ni todo deseo puro; ni todo lo que amamos
agradable a Dios.
De grado acepto yo la gracia que me haga más humilde y temeroso, y me disponga más a
renunciarme a mí.
El enseñado con el don de la gracia y avisado con el escarmiento de haberla perdido, no osará
atribuirse a sí bien alguno; mas antes confesará ser pobre y desnudo.
Da a Dios lo que es de Dios, y atribuye a ti lo que es tuyo: esto es, da gracias a Dios por la gracia y
sólo a ti atribuye la culpa, y conoce serte debida por la culpa dignamente la pena.

4. Ponte siempre en lo más bajo, y se te dará lo alto: porque no está lo muy alto sin lo más
bajo. Los grandes Santos cerca de Dios, son pequeños cerca de sí; y cuanto más gloriosos, tanto en
sí más humildes.
Los llenos de verdad y de gloria celestial, no son codiciosos de gloria vana.

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Los que están fundados y confirmados en Dios, en ninguna manera pueden ser soberbios.
Y los que atribuyen a Dios todo cuanto bien reciben, no buscan ser loados unos de otros: mas
quieren la gloria que de sólo Dios viene, y codician que sea Dios glorificado sobre todos en Sí
mismo, y en todos los Santos, y siempre tienen esto por fin.
5. Pues sé agradecido en lo poco, y serás digno de recibir cosas mayores.
Ten en muy mucho lo poco, y lo más despreciado por singular don.
Si miras a la dignidad del dador, ningún don te parecerá pequeño o vil.
Por cierto no es poco lo que el soberano Dios da.
Y aunque da penas y castigos, se lo debemos agradecer, que siempre es para nuestra salud todo lo
que permite que nos venga.
El que desea guardar la gracia de Dios, agradézcale la gracia que le ha dado, y sufra con paciencia
cuando le fuere quitada.
Haga oración continua, para que le sea tornada, y sea cauto y humilde, porque no la pierda.


¡Ave María y adelante!

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VIDA OCULTA - DE LA DOCTRINA DE LA VERDAD [DE LA IMITACIÓN DE CRISTO, LIBRO I,


CAP. 3]
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1. Bienaventurado aquel a quien la Verdad por sí misma enseña, no por figuras y voces que
se pasan, sino así como es. Nuestra estimación y nuestro sentimiento a menudo nos engañan y
conocen poco. ¿Qué aprovecha la gran curiosidad de saber cosas oscuras y ocultas, pues que del no
saberlas no seremos en el día del juicio reprendidos?
Gran locura es que, dejadas las cosas útiles y necesarias, entendemos con gusto en las curiosas y
dañosas. Verdaderamente, teniendo ojos, no vemos. ¿Qué se nos da de los géneros y especies de los
lógicos?. Aquel a quien habla el Verbo Eterno, de muchas opiniones se desembaraza. De este Verbo
salen todas las cosas, y todas predican este Uno, y éste es el Principio que nos habla (Je., 8, 25).
Ninguno entiende o juzga sin él rectamente. Aquel a quien todas las cosas le fueren uno, y las
trajere a uno, y las viere en uno, podrá ser estable y firme de corazón y permanecer pacífico en
Dios. ¡Oh Dios, que eres la Verdad! Hazme permanecer uno contigo en caridad perpetua. Enójame
muchas veces leer y oír muchas cosas; en Ti está todo lo que quiero y deseo. Callen todos los
doctores; callen las criaturas en tu presencia: háblame Tú solo.
2. Cuanto alguno fuere más unido contigo, y más sencillo en su corazón, tanto más y
mayores cosas entiende sin trabajo, porque de arriba recibe la luz de la inteligencia. El espíritu
puro, sencillo y constante no se distrae, aunque entienda en muchas cosas, porque todo lo hace a
honra de Dios; y esfuérzase en estar desocupado en sí de toda curiosidad. ¿Quién más te impide y
molesta que la afición de tu corazón no mortificada?
El hombre bueno y devoto, primero ordena dentro de sí las obras que debe hacer de fuera. Y ellas
no le llevan a deseos de inclinación viciosa; mas él las trae al albedrío de la recta razón. ¿Quién
tiene mayor combate que el que se esfuerza a vencerse a sí mismo? Y esto debería ser nuestro
negocio: querer vencerse a sí mismo, y cada día hacerse más fuerte y aprovechar en mejorarse.
3. Toda la perfección de esta vida tiene consigo cierta imperfección; y toda nuestra
especulación no carece de alguna oscuridad. El humilde conocimiento de ti mismo es más cierto
camino para Dios que escudriñar la profundidad de la ciencia. No es de culpar la ciencia, ni
cualquier otro conocimiento de lo que, en sí considerado, es bueno y ordenado por Dios; mas
siempre se ha de anteponer la buena conciencia y la vida virtuosa. Pero porque muchos estudian
más para, saber que para bien vivir, por eso yerran muchas veces, y poco o ningún fruto hacen.
4. Si tanta, diligencia pusiesen en desarraigar los vicios y sembrar las virtudes como en
mover cuestiones, no se harían tantos males y escándalos en el pueblo, ni habría tanta disolución
en los monasterios. Ciertamente, en el día del Juicio no nos preguntarán qué leímos, sino qué
hicimos; ni cuán bien hablamos, sino cuán religiosamente vivimos. Dime: ¿dónde están ahora
todos aquellos señores y maestros que tú conociste cuando vivían y florecían en los estudios? Ya
poseen otros sus rentas, y por ventura no hay quien de ellos se acuerde. En su vida parecían algo;
ya no hay de ellos memoria.
5. ¡Oh, cuán presto se pasa la gloria del mundo! Pluguiera a Dios que su vida concordara con
su ciencia, y entonces hubieran estudiado y leído bien. ¡Cuántos perecen en este siglo por su vana
ciencia, que cuidan poco del servicio de Dios! Y porque eligen ser más grandes que humildes, por
eso se hacen vanos en sus pensamientos.
Verdaderamente es grande el que tiene gran caridad. Verdaderamente es grande el que se tiene por
pequeño y tiene en nada la más encumbrada honra. Verdaderamente es prudente el que todo lo

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terreno tiene por estiércol l (Phil., 3, 8) para ganar a Cristo. Y verdaderamente es sabio el que hace
la voluntad de Dios y deja la suya.


¡Ave María y adelante!

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PÉRDIDA EN EL TEMPLO - DEL NIÑO JESÚS PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO. [TREINTA


PLÁTICAS Y MEDITACIONES UTILÍSIMAS - 11ª]
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1. «Se quedó el Niño Jesús en Jerusalén y no lo advirtieron sus padres» (Lc 2, 43).
Oíste, alma fiel, que pocos días antes el amable Jesús se reveló a los pastores y reyes, y cuanta
alegría tuvieron entonces sus padres; y a ti también se te acrecentó no pequeño gozo al oír tantas
cosas buenas.
Pero ¡ay! Que hoy sucedió una cosa muy desgraciada y dolorosa, que con razón conmueve los
corazones y deja atónitos a los que la oyen.
Porque se refiere que el amable Jesús fue perdido por sus padres, y, lo que es más sensible,
precisamente en el tiempo en que sus padres subieron al templo el día de la fiesta.
¡Oh repentina mudanza de la diestra del Excelso!
Porque si Jesús se perdió, ¿qué alegría podría haber entonces en el corazón del hombre?
Porque el que perdió a Jesús perdió más que si perdiera el mundo universo.
¿Acaso no fuera mejor haberse quedado en casa que perder a Jesús en el camino?
¡Ay! ¿De qué calidad es esta fiesta que con tan gran calamidad es obscurecida?
Pues mayor no puede darse que el decirse que se perdió la alegría de los tristes.
No dude ninguna persona piadosa que María en esta pérdida de su hijo fue en gran manera
afligida.
¿Por ventura no se hubiera quedado de mejor gana oculta en Nazaret que aparecer hoy en
Jerusalén?
Sino que quiso la Madre Santísima guardar la costumbre de la ley santa y dar a todos ejemplo de
perfecta obediencia.
Por esto dejó su casa y ciudad y con José y su Hijo visitó el templo de Dios.
Más Dios permitió que acaeciese esto para que se hiciese patente la paciencia de ella y para grande
utilidad nuestra;
A fin de que María perdiese a su Hijo, lo buscase afligida, al cabo de tres días lo hallase en el templo
santo y con más gozo se llevase consigo el tesoro encontrado.
2. Pero, oh, padres santos, ¿cómo pudo esto acontecer, que permitieseis que el amado Niño
se apartarse de vuestro lado?
¿Dónde estaban vuestros ojos, cuando no estaban fijos en Jerusalén?
¿Cómo os excusaré de tamaña negligencia?
¿Por ventura no merecisteis perder al que menos cautamente guardasteis?
Más por otra parte, ¿de qué manera osaré en algo reprenderos, conociendo que en todo sois santos
y devotísimos?
Y también ¿cómo se atrevió este Niño tan bueno a irse a ningún lado sin saberlo vosotros y sin
licencia?
¿No parece que os dio ocasión de grande tristeza, cuándo se ausentó de vuestra venerable
presencia?

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¿O le fue lícito hacer todo lo que quiso, porque lo hizo todo con Dios?
Me parece bien que así lo quisiese, porque es Dios, a quien nadie puede argüir.
Por qué no pudo hacer nada necesariamente la sabiduría eterna del Padre, que gobierna con
admirable equidad el orbe de la tierra.
Por tanto, todo lo hizo bien, no sólo revelando su sabiduría a sus amigos, más también ocultando
su rostro por ciertas causas a las personas amadas.
3. Mas Jesús subió a celebrar la fiesta legal, no para santificarse según la ley, o purificar su
conciencia con oraciones, ya que era santo por esencia, sino para alcanzarnos perdón de nuestros
pecados y para enseñarnos que hay que frecuentar la iglesia para alcanzar los celestiales dones.
Entró en el templo a oír a los maestros y doctores el que era Maestro y Señor de todos, a fin de que
los niños y adolescentes aprendan desde la más tierna edad a leer, frecuentar las escuelas, cuidar
de aprender, oír a los maestros, no andar vagueando por las plazas ni ocuparse en juegos vanos.
Porque adorna mucho la edad juvenil, el ardor de aprender las letras, con las cuales se ayuda el
entendimiento para aprovecharse en las escrituras divinas.
Ya que, más es amado Dios cuanto con más frecuencia fuere oída la divina palabra y más
claramente expuesta por los doctores y más profundamente impresa en la memoria.
Por lo cual el Niño Jesús dio ejemplo a los niños y a los ancianos, para que prosiguiesen en el
estudio de la ciencia sagrada.
De suerte que nadie esté relajado con el ocio, nadie atienda a cosas vanas; sino que los niños
escuchen con humildad a sus maestros, los busquen con diligencia y aprendan con todo linaje de
doctrina.
Y los viejos enseñen con prudencia, según el talento que se les ha dado y la capacidad de los
jóvenes, y enseñen fielmente las reglas de la fe que recibieron de los santos Apóstoles y Profetas;
de suerte que todos los que oyen sus palabras reconozcan en ellos a Jesús sentado en medio de los
doctores y siempre se aprovechen más y más; y asimismo alaben a Dios que tal gracia comunicó a
los doctores.
Y así como los maestros hacen ventaja a los demás en la doctrina y sabiduría, así han de ir delante
de todos con el ejemplo de la buena vida.
Esfuércense, pues, así los doctos como los indoctos, en imitar los ejemplos de tan santa obediencia
y humildad de Jesucristo, y someterse a la divina voluntad.
Porque de ambas cosas nos dio ejemplo Jesús, siendo Niño de doce años y doctor celestial; cuando
a la manera de los niños prestó atención a los maestros e inclinó con reverencia su cabeza ante
ellos; y reprendido con gran benignidad por su Madre Santísima, espontáneamente obedeció al
punto a sus padres y se fue con ellos: mostrándose en esto tan afable en las costumbres como
sujeto a las leyes así divinas como humanas, según era conveniente, en sus acciones y omisiones.
4. Ojalá me concedas, Jesús Señor mío, contemplar con más diligencia la historia de esta
acción tuya.
Porque advierto que con frecuencia me sucede en el espíritu lo que en carne mortal hiciste con tu
Madre, cuando por ella fuiste perdido y encontrado.
¡Ay de mí, cuántas veces Te pierdo por mis pecados, cuán triste ando, cuando me falta tu gracia y
estoy abandonado sin consuelo a mi propia pobreza!
¿Qué maravilla que entonces me duela amargamente, gima al sentirme privado de tu saludable
dulzura y así destituido de toda esperanza de recobrar la devoción?

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Oh cuán largo se me hace el tiempo y cuán pesadas las horas al carecer del divino consuelo; porque
mi amado Jesús está ausente y no sé cuándo volverá de nuevo.
¿Qué haré? O ¿a dónde iré a buscar a Jesús, al cual ama mi alma?
¿Dónde está ahora El que me suele alegrar con grande gozo?
Sé muy bien, que si Él quisiese ocultarse, nadie lo hallará, nadie lo alcanzará, nadie lo detendrá,
porque todavía no ha llegado su hora.
Y por el contrario, si se digna manifestarse, al momento está en la puerta, entra en el recinto
estando cerrado, visita la morada del alma; y se manifiesta con tan ciertos indicios y señales, que
no hay necesidad de preguntarle: ¿Tú quién eres?
Porque el fuego de amor infundido en el corazón declara que Jesús es el que vino y Él ha obrado
todas estas cosas.
Mientras estoy en este trance de la prueba, con frecuencia me conturbo y aflijo en mí mismo; y me
lleno de admiración, Jesús dulcísimo, considerando tu oculta providencia.
Te ruego me digas: ¿por qué así me pruebas con tanta frecuencia y tan de improviso en el combate,
siendo como eres todo suavidad y dulzura?
Los expertos conocen lo que digo; y lo experimentarán en breve cualesquiera que quisieren ser
discípulos tuyos.
No procede este de doblez, no de ignorancia, sino de buen celo por el provecho nuestro interior.
Por lo cual dejo enteramente a tu sabiduría lo que no comprendo del todo; la cual no hace nada sin
motivo cierto, aunque a las veces me sea desconocida la causa.
Sin embargo en este asunto hallo no pequeño consuelo, porque también la dulcísima Virgen María,
Nuestra Señora, perdió a Jesús y se dolió en gran manera de haber perdido a su Hijo; ni se contentó
con volver a casa, sino que anduvo buscando hasta hallar a su único gozo, Jesús.
Al cual no habiéndolo sabido que estaba sentado entre los doctores con tanta admiración de ellos,
o no se habría condolido de tal suceso, o se habría congratulado de acto tan solemne, gozándose en
las respuestas de su santísimo Hijo.
Así por lo dicho se entiende que Jesús no siempre se encuentra donde se busca; pero con
frecuencia está donde menos se piensa.
5. Nadie, pues, presuma de sí mismo, como si él sólo poseyera a Jesús.
Nadie desprecie a los demás, porque no sabe cuánto uno agrada a Dios en el interior, aunque no
sea conocido de los hombres y por fuera parezca despreciable.
Pues el mismo Jesús entonces era desconocido a muchos, y sólo unos pocos conocían su valer.
Se manifestaba a los que quería y se escondía cuando quería; mas todo lo hacía con gran
providencia y utilidad.
No es, pues, de maravillar ni será nuevo el que yo alguna vez perdiera a Jesús; sin embargo,
experimento en ello gran daño y siento vivo dolor en mi corazón.
Empero confieso que soy culpable y digno de graves castigos y azotes, porque no he guardado
bastante bien mi corazón; sino que anduve con mucha tibieza y negligencia, y por esto perdí la
gracia de Jesús, e ignoro quién me la restituirá de nuevo, si Él no se digna de nuevo tener piedad de
su siervo.
Oh, Madre clementísima de Dios, asísteme, carísima Virgen María, puerta de la vida. Busco
consuelo, pídote auxilio.

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Tú sabes mejor que yo de cuánto dolor es el perder a Jesús y de cuanta alegría el encontrarlo.
Si tal te sucedió a ti, oh Santísima Virgen, estando sin culpa, ¿qué maravilla es que yo, miserable
pecador, no tenga la gracia del consuelo como deseo, que en tantas cosas peco?
¿Qué haré, pues, para hallarte de nuevo?
Porque si alguna esperanza hay de encontrarlo será ciertamente por tu consejo; se logrará por tus
méritos, ya que eres la más cercana a Él y más querida que todos los otros juntos.
Enséñame, pues, el modo de recobrar al Amado y acompáñame hasta encontrarle.
Y una vez lo haya visto y hablado cantaré contigo lleno de júbilo: Dadme todo el parabién, porque
he hallado al que ama mi alma266, y es tu mismo Hijo, oh, santísima Virgen María.
6. A lo cual ella responde: Oye un buen consejo, imita mi ejemplo y se alegrará tu alma.
Si alguna vez perdieres a Jesús, no desconfíes, no te turbes en exceso: no empereces, no ceses de
orar, no salgas a los consuelos terrenos; antes busca el retiro, laméntate de ti mismo y hallarás en
el templo de tu corazón a Jesús, a quien perdiste por tus pecados, deleitándote en las cosas vanas
de este mundo.
Porque no se encuentra a Jesús en las plazas de la ciudad267, ni en el coro de los que juegan, ni en la
tierra de los que viven regaladamente268, sino en la reunión de los justos y en la congregación de
los santos.
7. Ha de buscarse con gemidos El que por la disolución se ha perdido.
Ha de guardarse con gran cautela El que por el descuido se perdiera.
Con temor y reverencia se ha de rogar Al que aborrece a los perezosos e ingratos.
Con suma humildad se ha de llamar de nuevo El que fue ahuyentado por la soberbia.
Ha de aplacarse con oración frecuente y atenta El que no oye a los que parlan con distracción del
corazón.
Hay que alabar con grandes acciones de gracias Al que está aparejado para conceder su gracia.
Con amor ardentísimo se ha de abrazar Al que a todos perdona, de todos tiene compasión, Al que
da de balde sus dones y no falta a nadie que le pide.
Y si alguna vez tarda, empero nunca abandona al que persevera en la oración.
Y cuando menos lo piensas te visita de nuevo, ilumina con más claridad e instruye con más cautela;
a fin de que nunca presuma el hombre de sí mismo, antes en Él confíe humilde y devotamente.
Si, pues, atiendes bien a esto, presto aplacarás a Jesús, presto encontrarás a Jesús en Jerusalén;
porque su morada está en la paz269.
Jesús puesto en el templo de tu corazón te predicará las palabras de su boca.
Jesús te enseñará todo cuanto importa a tu salvación.
Ya que de Él procede todo lo que hay de gracia y virtud en los ángeles y en los hombres, como
también cuanto bueno brilla en las criaturas.
Por lo tanto siempre hay que invocar a Jesús, siempre buscarlo, siempre desearlo, siempre
recordarlo, siempre alabarlo, siempre venerarlo, amarlo siempre y no ofenderle en nada, sino

266
Cant 3, 2
267
Cant 3, 2
268
Job 28, 13
269
Sal 75, 3

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honrarlo y adorarlo en toda santidad y pureza, ya que es Dios sobre todas las cosas bendito para
siempre. Amén.


¡Ave María y adelante!

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PLÁTICA - DÍA DE LA MILICIA ESPIRITUAL CONTRA LOS VICIOS [SERMONES A LOS NOVICIOS
- 18]
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1. «Cuando oyereis hablar de batallas y sediciones, no os espantéis» (Lc 21, 9)
Carísimos hermanos, en esta vida nos hallamos entre amigos y por todas partes nos cerca la guerra
que hemos de hacer contra los vicios.
Cada día somos tentados y combatidos, ya suave, ya agriamente, pero siempre peligrosa y
malignamente, porque el demonio por todos lados nos pone asechanzas y lazos.
Puesto que ningún mortal se ve totalmente libre de tentaciones y combates, mientras el espíritu
mora en el cuerpo, antes todos se ven obligados, mal de su grado, a llevar el peso del día y del
ardor270.
Por consiguiente nadie se dé al ocio; nadie piense apartarse de los reales de Dios; nadie deponga
las armas hasta el fin de la guerra.
El nuevo soldado de Cristo cíñase una espada nueva para pelear con ella contra las malicias del
demonio.
Pelee varonilmente con la espada de dos filos, teniendo en el alma a la vez el temor y el amor de
Dios, buscando el retiro de la oración, huyendo con diligencia el aparecer en público y el ocio.
Porque nadie será coronado en el cielo, sino el que peleare legítimamente 271 contra sus pasiones y
vicios del mundo.
La espada nueva es el nuevo fervor de la devoción santa, la cual al principio de la conversión se da
a menudo a los nuevos soldados con la benigna ilustración del Espíritu Santo, para pelear
valientemente contra las tentaciones venideras.
2. Guárdese pues, con toda diligencia el novicio de perder la gracia de la devoción, tocado de
la tibieza; antes prepárese en todo tiempo para la lucha espiritual y ruegue a menudo que sea uno
de los escogidos domésticos de Abraham272, quién venció a los enemigos armados con la fe y la
oración.
Afile con frecuencia su espada renovando el fervor de su primer propósito que recibió de Dios; y
esto haga ya meditando la pasión del Señor, ya las peleas y heridas de los mártires, ya los incendios
del fuego eterno, ya el grande horror de los demonios, ya el hedor intolerable de la pez273 y azufre
ardiendo, ya la profundidad del infierno, ya los llantos y alaridos de los condenados, ya la
desesperación que tienen de su salvación.
Si estas cosas vinieren con la consideración a tu alma, sacudirán la pereza, refrenarán la
concupiscencia de la carne, consumirán el orín de los vicios, acusarán la negligencia y encenderán
grandemente para el provecho espiritual y el fervor de la devoción.
3. Por lo cual tema en gran manera el religioso tibio; retráigase el vago y el suelto, para que
no venga a aquel lugar de tormentos, donde no se haya salida ni lugar de misericordia.

270
Mt 20, 12
271
2 Tim 2, 5
272
Gn 14, 14
273
Nota de la presente edición: Sustancia resinosa, lustrosa, quebradiza y de color pardo amarillento, que se
obtiene de la trementina y que, mezclada con estopa y otros materiales, sirve para calafatear embarcaciones
de madera.

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Más ahora en el tiempo de la gracia procure corregir las negligencias pasadas; limpie los senos de
su corazón por medio de la humilde confesión y la oración devota.
Recójase con la lectura espiritual y frecuente compunción del corazón; refrene la ligereza de las
palabras con la guarda del silencio; reforme la tranquilidad de la paz interna, por el olvido de los
negocios exteriores.
Expela las manchas de los malos pensamientos que vienen en tropel con la pura meditación de las
cosas celestiales; y para aplacar con presteza la ira divina, insista en la verdadera humildad.
Esto es lo que toca a los novicios varoniles y belicosos, a quienes se manda que estén armados para
resistir a los tres acusadores de los enemigos y peleen valientemente toda la vida contra la carne,
el mundo y el demonio.
4. MÁRTIRES. Por lo cual hay que pelear con el favor de Dios, orando insistentemente,
absteniéndose de las cosas delicadas, tolerando con paciencia las adversidades, como lo hicieron
todos los santos y principalmente los mártires de Cristo, los cuales peleando fortísimamente
vencieron a sus adversarios, padeciendo benignamente y después de muchos insultos y tormentos
muriendo inocentemente.
No atendieron a los amigos y parientes carnales, no a las riquezas y honores temporales; si no a
merecer premios eternos, los celestes tesoros, las coronas triunfantes e inmarcesibles274 glorias.
Puesto que por los tormentos transitorios merecieron llegar sin demora a los gozos sempiternos.
Ahora sus almas de ellos gozan en los cielos, habiendo seguido los pasos de Cristo y sufrido
gravísimas penas.
5. CONFESORES. También pelearon los santos confesores, viviendo sobria y piadosamente275;
ayunando con frecuencia, velando, orando, meditando, estudiando, gimiendo, suplicando por sus
pecados y por los ajenos, sufriendo palabras ásperas, murmuraciones, burlas, amenazas,
exacciones, daños e injurias; perseverando hasta la muerte en la fe recta, en la esperanza firme, en
la caridad perfecta.
6. DOCTORES. Pelearon asimismo los santos y sublimes doctores de la Iglesia, disputando
contra los herejes y varios errores, predicando con diligencia de la palabra de Dios, escribiendo
libros, estudiando, dictando, moviendo cuestiones, resolviendo dudas, aclarando lo oscuro,
refutando lo vicioso, proponiendo lo saludable, persuadiendo a los hombres lo justo y útil,
apartando a los sencillos de cuestiones curiosas, intrincadas e infructuosas; animando a los
perezosos, increpando a los protervos276, consolando a los tristes, confortando a los débiles y
dando cada día buen ejemplo de vida a los otros, para confirmar con buenas obras lo que no
podían persuadir con palabras.
7. RELIGIOSOS. También pelearon los santos Ermitaños y monjes y los que profesaban diversas
órdenes religiosas, renunciando al mundo, despreciando las vanidades del siglo y los deleites de la
carne, hollando con desprecio la honra y honor mundano; huyendo del bullicio de los hombres,
amando la soledad, dejando sus comodidades; tomando su cruz; castigando la lengua con el
silencio; evitando el andar vagueando y paseando; haciéndose violencia a sí mismos todos los días;
sujetándose voluntariamente al yugo de la santa obediencia; viviendo en el claustro con la
estrechura de la observancia regular; imitando la perfección apostólica y entregándose por Cristo a
la cotidiana crucifixión; resistiendo con perfecto corazón a todos sus afectos desordenados y malas
inclinaciones; no reteniendo con afecto particular nada de lo que les era caro, utensilios, libros,
vestidos…

274
Nota de la presente edición: Que no se puede marchitar.
275
Tit 2, 12
276
Nota de la presente edición: Perverso, obstinado en la maldad.

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8. VÍRGENES. También pelearon valientemente contra sus enemigos las vírgenes sagradas y
viudas continentes, que por amor de Jesucristo vencieron en edad tierna las vanidades del siglo y
deleites de la carne y tentaciones del demonio; insistiendo en oraciones, vigilias y ayunos;
evitando las compañías mundanas y las conversaciones inútiles; castigando su cuerpo,
absteniéndose de todo adorno superfluo, deseando agradar a sólo Dios con ánimo sincero y cuerpo
casto; preparándose cada día a las celestes nupcias con santos deseos y suspiros interiores;
adornando el tálamo de su corazón como con blancas flores, con devotas meditaciones, himnos y
salmos; lavando las manchas de la conciencia con la contrición y confesión y anhelando
incesantemente con gemidos y amor ardiente llegar a la presencia de su celestial e invisible
Esposo.
¡Oh sagrados trofeos de las vírgenes! Oh guerras fuertes de las doncellas, viudas y nobles
matronas, que por amor del celestial esposo y para conservar la hermosura de la pureza angélica
despreciaron las bodas terrenas, las amistades de los varones, los patrimonios de sus padres, los
consuelos de los hijos, los convites de los parientes, los adornos de los vestidos, el esplendor de las
joyas, la abundancia de los vasos, los anillos de oro, las copas de plata, los varios muebles, los
cortinajes de seda, las sillas pintadas, el servicio de los criados, los acompañamientos de las
criadas, los instrumentos de los músicos, los espectáculos de los juegos, y todos los deleites de los
goces del mundo…
9. Dichosa, pues, la compasión de las santas vírgenes, que rechazó como estiércol todas las
delicias de este mundo y los adornos del cuerpo, por la vida eterna, y deseó más lograr la dicha de
la celeste gloria con los ángeles y arcángeles.
¡Oh verdaderamente bienaventurada la reunión de las vírgenes, que permaneció firme en su
estado y resistió a los vicios y leyes tiránicas hasta el derramamiento de su sangre!.
Por esto mereció recibir de Cristo en el cielo hermosísimas coronas, adornadas de preciosas gemas
y margaritas, por la victoria de su combate.
Porque ¿Quién podrá explicar digna y suficientemente cuántas angustias sufrieron a menudo en el
corazón, cuáles tentaciones en la carne, que sugestiones del demonio sentían en la oración, que las
instigaban a apartarse de la castidad de Cristo y darse a los deleites del mundo?
¡Ay! Cuántos consejos maquinó Satanás por medio de amigos que persuadían, de matronas que
halagaban, hasta por medio de muchas y variadas burlas y terrores, para seducirlas y arrastrarlas
por medio de breves deleites a las penas eternas del infierno.
Pero merced a la misericordia y auxilio de Cristo nada pudieron los ardides del demonio contra los
escuadrones de las vírgenes, ni los clamores de los hombres impíos, ni de los tiranos, ni las armas
que amenazaban mil muertes…
Debéis, pues, proponer para vuestra imitación estas luchas de los bienaventurados mártires, la
larga y dura abstinencia de los santos confesores y sobre todo la castidad, paciencia y
perseverancia de las santas vírgenes y armaros y aprestaros varonilmente para resistir a los vicios
y pasiones.
Exhorto a todos en caridad que no descuidéis las oraciones a los Santos, para que sean vuestro
escudo y no desfallezcáis en nuestras tentaciones; concediéndolo nuestro Señor Jesucristo
remunerador de todos los buenos. Amén.


¡Ave María y adelante!

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DOS BANDERAS - DE LA CONVERSIÓN INTERIOR [DE LA IMITACIÓN DE CRISTO LIBRO II,


CAP. 1]
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1. Dice el Señor: El reino de Dios dentro de vosotros está. Conviértete a Dios de todo
corazón, y deja ese miserable mundo, y hallará tu alma reposo.
Aprende a menospreciar las cosas exteriores y darte a las interiores, y verás que se viene a ti el
reino de Dios.
Pues el reino de Dios es paz y gozo en el Espíritu Santo, que no se da a los malos.
Si preparas digna morada interiormente a Jesucristo, vendrá a ti, y te mostrará su consolación.
Toda su gloria y hermosura está en lo interior, y allí se está complaciendo.
Su continua visitación es con el hombre interior; con él habla dulcemente, tiene agradable
consolación, mucha paz y admirable familiaridad.
2. Ea, pues, alma fiel, prepara tu corazón a este Esposo para que quiera venirse a ti, y hablar
contigo.
Porque Él dice así: Si alguno me ama, guardará mi palabra, y vendremos a él y haremos en él
nuestra morada.
Da, pues, lugar a Cristo, y a todo lo demás cierra la puerta.
Si a Cristo tuvieres, estarás rico, y te bastará. Él será tu fiel procurador, y te proveerá de todo, de
manera que no tendrás necesidad de esperar en los hombres.
Porque los hombres se mudan fácilmente, y desfallecen en breve; pero Jesucristo permanece para
siempre, y está firme hasta el fin.
3. No hay que poner mucha confianza en el hombre frágil y mortal, aunque sea útil y bien
querido, ni has de tomar mucha pena si alguna vez fuere contrario o no te atiende.
Los que hoy son contigo, mañana te pueden contradecir, y al contrario; porque muchas veces se
vuelven como viento.
Pon en Dios toda tu esperanza, y sea Él tu temor y tu amor. Él responderá por ti, y lo hará bien,
como mejor convenga.
No tienes aquí domicilio permanente: dondequiera que estuvieres, serás extraño y peregrino, y no
tendrás nunca reposo, si no estuvieres íntimamente unido con Cristo.
4. ¿Qué miras aquí no siendo este lugar de tu descanso?
En los cielos debe ser tu morada, y como de paso has de mirar todo lo terrestre.
Todas las cosas pasan, y tú también con ellas.
Guárdate de pegarte a ellas, porque no seas preso y perezcas.
En el Altísimo pon tu pensamiento, y tu oración sin cesar sea dirigida a Cristo.
Si no sabes contemplar las cosas altas y celestiales, descansa en la pasión de Cristo y habita
gustosamente en sus grandes llagas.
Porque si te acoges devotamente a las llagas y preciosas heridas de Jesús, gran consuelo sentirás
en la tribulación, y no harás mucho caso de los desprecios de los hombres, y fácilmente sufrirás las
palabras maldicientes.

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5. Cristo fue también en el mundo despreciado de los hombres, y entre grandes afrentas,
desamparado de amigos y conocidos, y en suma necesidad.
Cristo quiso padecer y ser despreciado, y tú ¿te atreves a quejarte de alguna cosa?
Cristo tuvo adversarios y murmuradores, y tú ¿quieres tener a todos por amigos y bienhechores?
¿Con qué se coronará tu paciencia, si ninguna adversidad se te ofrece?
Si no quieres sufrir ninguna adversidad, ¿cómo serás amigo de Cristo?
Sufre con Cristo y por Cristo, si quieres reinar con Cristo.
6. Si una vez entrases perfectamente en lo secreto de Jesús, y gustases un poco de su
encendido amor, entonces no tendrías cuidado de tu propio provecho o daño; antes te holgarías
más de las injurias que te hiciesen; porque el amor de Jesús hace al hombre despreciarse a sí
mismo.
El amante de Jesús y de la verdad, y el hombre verdaderamente interior y libre de las afecciones
desordenadas, se puede volver fácilmente a Dios, y levantarse sobre sí mismo en el espíritu, y
descansar gozosamente.
7. Aquel a quien gustan todas las cosas como son, no como se dicen o estiman, es
verdaderamente sabio y enseñado más de Dios que de los hombres.
El que sabe andar dentro de sí, y tener en poco las cosas exteriores, no busca lugares, ni espera
tiempos para darse a ejercicios devotos.
El hombre interior presto se recoge, porque nunca se entrega todo a las cosas exteriores.
No le estorba el trabajo exterior, ni la ocupación necesaria a tiempos, sino que así como suceden
las cosas, se acomoda a ellas.
El que está interiormente bien dispuesto y ordenado, no cuida de los hechos famosos y perversos
de los hombres.
Tanto se estorba el hombre y se distrae, cuando atrae a sí las cosas de fuera.
8. Si fueses recto y puro, todo te sucedería bien y con provecho.
Por eso te descontentan y conturban muchas cosas frecuentemente, porque aún no has muerto a ti
del todo, ni apartado de todas las cosas terrenas.
Nada mancilla ni embaraza tanto el corazón del hombre cuanto el amor desordenado de las
criaturas.
Si desprecias las consolaciones de fuera, podrás contemplar las cosas celestiales, y gozarte muchas
veces dentro de ti.


¡Ave María y adelante!

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TRES BINARIOS - QUE NUESTRA INTENCIÓN SE HA DE DIRIGIR DERECHAMENTE A DIOS [EL


VALLE DE LAS AZUCENAS, CAP. 31]
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1. «Mis ojos siempre están fijos en Dios, porque Él librará mis pies de todo lazo» (Sal 24, 15).
En todos tus pensamientos, conversaciones y acciones ten siempre la intención recta y puramente
dirigida a Dios; de suerte que todo lo hagas a alabanza y gloria y honor de Dios y para edificación
del prójimo.
Él es la causa de todos los buenos méritos, Él remunera las buenas obras con eternos premios.
Él ha de ser el principio y fin de todas tus obras, si no quieres perder el fruto de tu trabajo.
Si te acordases de los tremendos juicios de Dios, no te gloriarías vanamente.
2. Es una peste detestable la vana gloria y el querer ser de todos alabado.
Esto es ciertamente cosa muy vana y señal de soberbia, contraria a la gracia divina.
¿Qué harás, pues, y en qué confiarás y esperarás?
No en ti, ni en hombre alguno, ni en alguna cosa del mundo, ni en las estrellas del cielo, sino
solamente en Dios tu Criador, que te hizo, que te conserva, que tiene en su mano, sin trabajo alguno
y sin auxilio de nadie, todas las cosas criadas.
Di pues, y ora con David en el Salmo: «mis ojos siempre están fijos en Dios, porque Él arrancará mis
pies de cualquier lazo» (Sal 37, 15); y también: «Señor, delante de tus ojos están todos mis deseos y
mis gemidos no te son desconocidos» (Sal 37, 10).
3. Dejadas, pues, las vanas razones y consejos de los hombres, acude más bien
confiadamente a tu Dios y Señor con oraciones y santos deseos; porque Él es el que arrancará tus
pies de todo lazo, para que no te apartes del verdadero camino de la virtud, sino que estés firme en
Dios hasta el fin.
Toda obra buena que se hace por Dios alegra la conciencia, ilumina la mente y merece aumento de
gracia.
Por el contrario, toda obra mala entristece al que la hace, mancilla la buena fama e impide que la
divina consolación descienda al alma.
El que hace algo por vana gloria, apaga la luz del cielo con el viento de la soberbia; y el que lo hace
por el mundo y para ser visto, pronto caerá en el lodo, por permisión de Dios ofendido.
No te alegres, pues, en alguna prosperidad de este mundo, como lo hacen los necios, sino mantente
siempre en el santo temor de Dios y en el conocimiento de tu propia flaqueza.
Tus caídas frecuentes y fáciles yerros te enseñarán a sentir humilde y bajamente de ti mismo.
4. No alabes demasiado a nadie en esta vida, porque no sabes en qué parará cada uno.
Ni juzgues temerariamente al que cae, porque Dios puede levantar de presto al que llora.
Ruega por todos y a todos déjalos en las manos de Dios.

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Sé vil en tus ojos277 para que te hagas grande en los de Dios, el cual pone sus ojos en los
humildes278, y a los que se creen grandes mira de lejos279 y derriba súbitamente280.
Si eres despreciado de los hombres y otros te son antepuestos, no te entristezcas por esto
demasiado; porque mejor y más seguro es ser humillado con los mansos y sencillos de corazón que
ser reprobado de Dios con los ricos y soberbios.
Evita el ser alabado, teme ser magnificado, avergüénzate de ser honrado, huye de ser estimado,
busca el estar escondido.
Escoge el vacar281 a Dios y entretenerte en lecturas sagradas y devotas oraciones.
No carecerá de alabanza y honor el que por amor de Dios desprecia las alabanzas y honores de los
hombres.
Ni le faltará el divino consuelo al que tiene en nada todas las delicias de este mundo y de buena
gana sufre por Cristo toda suerte de adversidades y de continuo suspira por vivir con Él en el cielo.


¡Ave María y adelante!

277
2 Re 6, 22
278
Lc 1, 48
279
Sal 137, 6
280
Lc 1, 52
281
Nota de la presente edición: Dedicarse o entregarse enteramente a un ejercicio determinado.

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TRES MANERAS DE HUMILDAD - DEL DESEO DEL ALMA QUE BUSCA A DIOS [SOLILOQUIO
DEL ALMA, CAP. 1]

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1. «Para mí es muy bueno el juntarme a Dios» (Sal 72, 28).
¡Oh palabra breve y dulce, que abraza a Dios y arroja de sí el mundo entero!
¿Qué más hay que decir y qué más que desear?
¿Por ventura no hay bastante con lo dicho, si llega a realizarse?
Y si muchas más cosas se dijesen ¿acaso no se habrían de reducir a esta sola?
Di, pues, alma mía, con el Profeta: Para mí es muy bueno allegarme a Dios.
Oh, Dios mío, Tú eres mi único bien; Tú solo el bueno y dulce.
Hablar de Ti es cosa dulce al que ama; pensar en Ti es cosa suave para el devoto cuyo corazón no
está en el mundo, sino escondido contigo en el cielo.
Sé tú para él el verdadero y único descanso y contento, y no sea atormentado cada día en este
mundo, donde tienta de continuo la falaz concupiscencia.
Dios mío, ¿cómo le va en el corazón a aquel que está ardiendo en Tu amor?
¿Por ventura no es su voz la que se oye en el Salmo, del cual tomé el tema y dice: (Sal 72, 25) «¿qué
hay para mí en el cielo y qué quiero yo en la tierra fuera de Ti?»
¡Oh alma santa, alma devota, alma elevada a Dios!, ¿qué es lo que oigo de ti?282
¿Qué es lo que dices? ¿Te parece poco lo que hay en el cielo y en la tierra?
2. Todo es poco para mí.
¿Qué buscas, pues? ¿A Quién quieres sin estas cosas? Y ¿dónde lo encontrarás sin ellas?
¿Tiene nombre propio, o lugar, o habitación, para que vayamos a buscarlo?
¿Dónde está el lugar de la morada283 de su gloria, de Aquel de quien cantaste: «Señor, amé la
hermosura de tu casa y el lugar de la habitación de tu gloria.»
Respóndeme, te lo ruego; porque si puedes indicarme dónde mora iré contigo y lo buscaremos
juntos, y tu Dios será mi Dios284 y nos irá muy bien a entrambos, una vez lo hubiéramos hallado y
tenido285 .
3. ¿Qué es lo que quieres de mí, dice, o por qué escudriñas tales cosas en mí?
¿Piensas acaso que te diré estas cosas, o acertaré a decírtelas?
Si a ello mueve la caridad, pero por ventura la rareza de estas cosas y aún la profundidad del
secreto que piden ¿no prohíben más bien el hablar?
¿A qué me preguntas? Pregunta a aquellos que oyeron y vieron: mira que ellos saben bien quién es
Aquel a quien buscas286.
Pero más bien pregunta a Aquel que todo lo sabe.

282
Lc 16, 2
283
Hch 7, 49
284
Rut 1, 16
285
Cant 3, 4
286
Jn 18, 21

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Porque Él es de quien tratamos, el cual mejor se declarará a ti y mucho más claramente te mostrará
donde habita.
Él es ciertamente el que enseña el hombre la ciencia287 y también da su gracia a los humildes288.
Acércate a Aquel que se manifiesta a sí mismo cuando quiere y a quien le place; ni hay quien pueda
declararlo sin su auxilio.
Él solo puede revelarte el gozo de los que le aman y mucho mejor de lo que puedes aprender de mí.
11. Ciertamente Yo soy el que soy289, y no hay otro fuera de Mí290.
Yo soy el primero y el último291, el que todas las cosas crea y gobierna.
Vivo Yo, dice el Señor, que reinaré por eternidad de eternidades292.
12. ¿Qué dices ahora, gusanillo de la tierra, rodeado de tanta lumbre?
Mira que Tu Amado habla contigo293, Aquel que creías estaba conmigo.
Conmigo estaba cuando le decía: a mí me es lo mejor allegarme a Dios294.
Contigo estará, si también tú dijeres: Mi alma rehusó todo consuelo295, y no deseé el día del
hombre296, antes esperaré en Ti, Señor297, que eres mi rey y mi Dios298.
No serás semejante a los amadores vagos, sino sólo del Solo, buscando a Aquel solo que no admite
ningún compañero de fuera299.
Por consiguiente tu conversación sea solamente con Él solo; aun cuando se fuere, siéntate como
viuda, sufriendo pacientemente todas sus ausencias.
Porque tal es su modo de proceder, irse y volver, probar al alma amado y hacerla perfecta en el
amor.
No te turbe su ausencia, si deseas su vuelta.
Aguarda, aguarda, poco se irá y después de poco volverá300.
Y todo esto lo hace el amor, que unas veces levanta a lo más alto, otras deja caer en lo más bajo301.
13. Su amor es graciosísimo, más suave que todas las flores, más blanco que la azucena, y
más hermoso que las brillantes gemas.
Nada que haya en las criaturas se ha de preferir a su amor; y por esto por su amor se han de
despreciar todas las cosas.
Yo, tocado interiormente de su amor, hasta tal punto comencé a arder en el corazón, que, dado
libelo de repudio a todas las criaturas, solamente suplico sus castísimos abrazos, y di una voz

287
Sal 93, 10
288
Stg 4, 6
289
Ex 3, 14
290
Dt 4, 35
291
Is 41, 4
292
Dt 32, 40
293
Cant 2, 10
294
Sal 72,28
295
Sal 76, 3
296
Jer 17, 16
297
Sal 17, 3
298
Sal 5, 3
299
Mc 12, 29
300
Hab 2, 3
301
1 Re 2, 7

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desacostumbrada a muchos, como si sacase carbones encendidos del horno ardiente: ¿Qué hay
para mí en el cielo y qué quiero distinto de Ti sobre la tierra?302.
¡Dios de mi corazón! y mi parte y herencia es Dios para siempre303.
Entiende ahora de Tu Amado cuán grande es y cuán hermoso, que sobrepuja a todos los seres de
un modo incomprensible e inefable.
Pero aunque sea inefable, y de todo punto incomprensible, porque es interminable; es sin embargo
en gran manera amable, tratable, social, asequible; de suerte que aunque no pueda tocarse, puede
sin embargo ser amado por modo maravilloso.
Porque amando se le coge, amando se le abraza; pero deseándolo se le busca, orando se le llama,
esperando se le merece.
Si todavía no has hecho bastante, súplalo y satisfágalo Aquel a quien buscaste, y sobre todo, los
doctores te enseñen a encontrarlo.


¡Ave María y adelante!

302
Sal 72, 25
303
Sal 72, 26

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REGLAS PARA HACER ELECCIÓN - DE LOS DIVERSOS MOVIMIENTOS DE LA NATURALEZA Y DE


LA GRACIA. [DE LA IMITACIÓN DE CRISTO, LIBRO III, CAP. 4]

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1. Hijo, advierte con diligencia las diferentes inclinaciones de la naturaleza y de la gracia,
porque se mueven de un modo muy contrario y sutil y apenas pueden discernirse si no es por un
varón espiritual y dotado de grande luz interior.
A la verdad todos apetecen el bien, y pretenden algo bueno en sus dichos y hechos; por esto
muchos se engañan con apariencia de bien.
2. La naturaleza es astuta y a muchos arrastra, enreda en sus lazos y engaña, y siempre se
busca a sí misma.
Pero la gracia anda con sencillez304, se aparta de toda apariencia de mal305, no pretende
tramar engaños y todo lo hace puramente por Dios, en quien pone su último fin.
3. La naturaleza de mala gana quiere morir, o ser constreñida, ni tolera el ser vencida, ni estar en
puesto bajo, ni sujetarse espontáneamente a otro.
Pero la gracia atiende a la propia mortificación, resiste a la sensualidad, busca el ínfimo lugar,
apetece el ser vencida y no quiere usar de su propia libertad; se goza en vivir en la estrechura de la
disciplina y no desea dominar a nadie; antes está dispuesta a vivir, ser y estar bajo la obediencia de
Dios y a inclinarse por Dios ante cualquier criatura.
4. La naturaleza trabaja para su comodidad, y atiende al lucro que puede reportar de otro.
Pero la gracia considera, no lo que es útil y cómodo para sí, sino más bien, lo que aprovecha a
muchos306.
5. La naturaleza de buena gana recibe el honor y reverencia.
Pero la gracia atribuye fielmente a Dios todo honor y gloria307.
6. La naturaleza teme la confusión y el desprecio. Pero la gracia se goza en padecer por el
nombre de Jesús.308
7. La naturaleza ama el vicio y descanso corporal.
Pero la gracia no puede estar ociosa309, sino que de buen grado abraza el trabajo.
8. La naturaleza procura tener cosas curiosas y hermosas, tiene horror a las viles y toscas.
Pero la gracia tiene sus complacencias en las sencillas y humildes, no desprecia las ásperas ni se
desdeña de vestirse de viejos paños.
9. La naturaleza mira a lo temporal, se goza en las ganancias terrenas, se entristece del daño
que recibe, se irrita por cualquier palabrilla injuriosa.
Pero la gracia atiende a lo eterno, no se pega a las cosas temporales, ni se turba con la pérdida de
las cosas, ni se exacerba con las palabras ásperas; porque pone su tesoro y gozo en el cielo310,
donde nada se pierde.

304
Prov 10, 9
305
2 Tes 5, 22
306
1 Cor 10, 33
307
Sal 28, 2
308
Hch 5, 42
309
1 Cor 15, 10
310
Mt 6, 20

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10. La naturaleza es codiciosa y de mejor gana recibe que da, ama lo propio y privado.
Pero la gracia es piadosa y busca el bien de los demás, evita las singularidades, se contenta con
poco y tiene por mayor dicha el dar que recibir311.
11. La naturaleza inclina a las criaturas, al regalo de la carne, a las vanidades y a andar
vagueando.
Pero la gracia lleva a Dios y al ejercicio de las virtudes, renuncia a las criaturas, huye del mundo,
aborrece los deseos de la carne, cercena las evagaciones312, se avergüenza de aparecer en público.
12. La naturaleza de buena gana tiene alguna consolación externa, en la cual se recreen los
sentidos.
Pero la gracia busca consolarse en solo Dios y recrearse en el sumo bien sobre todas las cosas.
13. La naturaleza todo lo hace por algún lucro o comodidad propia, no puede hacer nada
gratis; sino que por los beneficios espera conseguir algo igual, o mejor, o alabanza, o favor; y
mucho anhela que se ponderen sus hechos, dones y palabras.
Pero la gracia no busca nada temporal, ni pide por recompensa otro premio que a Dios solo; ni
desea de los bienes temporales que necesita, sino cuanto le puedan servir para alcanzar los
eternos.
14. La naturaleza se goza en tener muchos amigos y parientes, se gloría de la nobleza de
sangre y de su patria, da gusto a los poderosos, halaga a los ricos, aplaude a sus semejantes.
Pero la gracia ama a los enemigos313 y no se engríe con la muchedumbre de los amigos, ni tiene en
mucho la patria y el linaje, si en ello no resplandece mayor virtud.
Favorece más al pobre que al rico, se compadece más del inocente que del poderoso, se goza con el
veraz314 y no con el falaz.
Exhorta siempre a los buenos a que deseen los mejores carismas315 y a asemejarse al Hijo de Dios
por la práctica de las virtudes.
15. La naturaleza pronto se queja de las faltas y molestias que se le infieren.
La gracia sufre con constancia la indigencia.
16. La naturaleza todo lo refiere a sí, por su propia utilidad pelea y contiende.
Pero la gracia todo lo reduce a Dios, de donde todo mana como de su fuente.


¡Ave María y adelante!

311
Hch 20, 35
312
Nota de la presente edición: Distracción de la imaginación.
313
Lc 6, 27.
314
1 Cor 13, 6
315
1 Cor 12, 31

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BAUTISMO EN EL JORDÁN - DEL HABLA INTERIOR DE CRISTO AL ALMA FIEL [DE LA


IMITACIÓN DE CRISTO, LIBRO III, CAP. 1]
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El alma:
1. Oiré lo que habla el Señor Dios en mí.
Bienaventurada el alma que oye al Señor que le habla, y de su boca recibe palabras de consolación.
Bienaventurados los oídos que perciben los raudales de las inspiraciones divinas, y no cuidan de
las murmuraciones mundanas.
Bienaventurados los oídos que no escuchan la voz que oyen de fuera, sino la verdad que enseña de
dentro.
Bienaventurados los ojos que están cerrados a las cosas exteriores, y muy atentos a las interiores.
Bienaventurados los que penetran las cosas interiores, y estudian con ejercicios continuos en
prepararse cada día más y más a recibir los secretos celestiales.
Bienaventurados los que se alegran de entregarse a Dios, y se desembarazan de todo impedimento
del mundo.
¡Oh alma mía! Considera bien esto, y cierra las puertas de tu sensualidad, para que puedas oír lo
que te habla el Señor tu Dios.
2. Esto dice tu amado Jesucristo:
Yo soy tu salud, tu paz y tu vida.
Consérvate cerca de Mí, y hallarás paz.
Deja todas las cosas transitorias, y busca las eternas.
¿Qué es todo lo temporal sino engañoso? Y ¿qué te valdrán todas las criaturas, si fueres
desamparado del Criador?
Por esto, dejadas todas las cosas, hazte fiel y grata a tu Criador, para que puedas alcanzar la
verdadera bienaventuranza.

COMO LA VERDAD HABLA DENTRO DEL ALMA SIN SONIDO DE PALABRAS [DE LA IMITACIÓN
DE CRISTO, LIBRO III, CAP. 2]

El Alma:
1. Habla, Señor, porque tu siervo escucha. Yo soy tu siervo, dame entendimiento, para que
sepa tus verdades.
Inclina mi corazón a las palabras de tu boca: descienda tu habla así como rocío.
Decían en otro tiempo los hijos de Israel a Moisés: Háblanos tú y oiremos: no nos hable el Señor,
porque quizá moriremos.

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Material Extra de 130

No así, Señor, no así te ruego: sino más bien como el Profeta Samuel, con humildad y deseo te
suplico: Habla, Señor, pues tu siervo oye.
No me hable Moisés, ni alguno de los Profetas; sino bien háblame Tú, Señor Dios, inspirador y
alumbrador de todos los Profetas; pues Tú solo sin ellos me puedes enseñar perfectamente, pero
ellos sin Ti ninguna cosa aprovecharán.
2. Es verdad que pueden pronunciar palabras; mas no dan Espíritu.
Elegantemente hablan; mas callando Tú no encienden el corazón.
Dicen la letra; mas Tú abres el sentido.
Predican misterios; mas Tú ayudas a cumplirlos.
Muestran el camino; pero Tú das esfuerzo para andarlo.
Ellos obran por de fuera solamente; pero Tú instruyes y alumbras los corazones.
Ellos riegan la superficie; mas Tú das la fertilidad.
Ellos dan voces; pero Tú haces que el oído las perciba.
3. No me hable, pues, Moisés, sino Tú, Señor Dios mío, eterna verdad, para que por
desgracia no muera y quede sin fruto, si solamente fuere enseñado de fuera y no encendido por
adentro.
No me sea para condenación la palabra oída y no obrada, conocida y no amada, creída y no
guardada.
Habla, pues, Tú, Señor; pues tu siervo oye, ya que tienes palabras de vida eterna.
Háblame para dar algún consuelo a mi alma, para la enmienda de toda mi vida, y para eterna
alabanza, honra y gloria tuya.


¡Ave María y adelante!

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JESÚS EN EL DESIERTO - DEL AMOR DE CRISTO Y ABORRECIMIENTO DEL MUNDO


[HUERTECILLO DE LAS ROSAS, CAP. 16]
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1.«Perseverad en el amor» (Jn 15,9)
La palabra de Cristo es palabra dulce para ser oída, saludable para ser de todos obedecida.
El amor de Cristo es gozo de la mente y paraíso del alma; echa fuera al mundo, vence al demonio,
cierra el infierno, abre las puertas del cielo.
El amor de Cristo y el amor del mundo son contrarios, y no tienen nada de común, ni pueden
habitar juntos en una misma persona.
El amor de Cristo es como el carro de Elías que sube al cielo; el amor del mundo como un coche del
demonio que arrastra al infierno.
El amor de sí mismo es daño propio, el olvido del mundo es el hallazgo del cielo.
Más daño hace la blanda conversación del falso amigo que la dura reprensión del hombre justo.
La mente del engañador inventa mentiras, el corazón del justo procede rectamente en todas las
cosas.
El que da escándalo a otro no dejará de sufrirlo.
Dios, cuya sabiduría y providencia todo lo conoce y gobierna no permitirá que su ovejuela ande
errante y balando por mucho tiempo, sino que, o bien hiriéndola con el cayado del temor la hace
entrar dentro de sí, o con mirada amorosa la atrae a su conciencia.
2. Donde hay paz y concordia allí está Dios y todos los bienes.
Donde hay contiendas y disensiones, allí está el demonio y todos los males.
Donde hay humildad, allí está la sabiduría.
Donde hay soberbia, allí brota la raíz de la malicia.
Donde hay soledad y silencio allí se encuentra la paz y descanso de los monjes.
Donde florece el trabajo y la disciplina, allí rige el aprovechamiento de los religiosos.
Donde reina la risa y la disolución está desterrada la devoción.
El ocioso y hablador rara vez estará compungido, rara vez se hallará limpio de pecado.
Dónde hay pronta obediencia, allí se encuentra la alegre conciencia.
Donde hay larga conversación habrá negligencia en el trabajo.
Donde hay cuidado de sí mismo habrá falta de caridad.
Donde rige la doctrina de Cristo, allí crece la salud del alma.
Donde reina la concordia de los hermanos se percibe una dulce melodía.
Donde se guarda una medianía, allí persevera por más tiempo la virtud de la concordia.
Cuando se guarda la discreción en corregir las culpas de los otros, nadie puede quejarse
justamente, ni indignarse fácilmente contra el superior.

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Por lo cual dijo uno: en todas las cosas guarda la moderación, que no hay virtud de tanta
perfección316.
Donde hay paciencia, allí hay gran victoria contra el enemigo.
Donde entra la turbación, pronto sale de casa la paz.
Cierra la puerta de tu boca y pesa bien tus palabras antes de pronunciarlas.
Donde hay fe y verdad, allí hay seguridad de paz.
Donde hay engaño y malicia, allí hay pensamientos necios y prudencia ciega.
Dónde hay caridad, allí se llena el Espíritu Santo.
Donde hay ligera sospecha, allí hay frecuente indignación.
Donde hay conocimiento de la verdad, allí hay alegría para los rectos de corazón.
Dónde se nota narración fingida, con frecuencia se esconde un engaño del amigo.
Donde se confiesa humildemente la culpa, fácilmente se alcanza el perdón.
Dónde falta la sabiduría de la cena, allí hay que invocar con más fervor la protección divina.
Quien quiera que maliciosamente pretenda cosas injustas alcanzará mal fin.
Mucha paz tiene el que obra bien y está preparado para padecer.
¡Ay del impío en el mal317 y del fingido en el bien318!, porque a nadie más que a sí propio daña su
maldad.
Donde reina la doblez habrá mucha inconstancia y maldad319.
Bien le irá al sencillo y justo320 que no tiene dolo, porque Dios está con él, dirigiendo todas sus
obras por camino recto.
El que guarda mal su palabra ¿quién le creerá fácilmente?
Pero el que cambia su palabra en cosa mejor, de verdad no quebranta la palabra.
3. Es cosa agradable oír cosas buenas, pero más loable ponerlas en práctica.
Es buena colación la enmienda de la vida.
Es fruto de una buena colación abstenerse de los pecados y adelantar en las virtudes.
Es fruto de la oración devota el unir su corazón con Dios en el fervor del Espíritu Santo.
Ora devotamente aquel que aparta de sí todos los pensamientos vanos.
El que pone delante de sus ojos la imagen del Crucificado, rechaza con presteza las malas
imaginaciones del diablo.
Es hermosa imaginación del alma el continuo recuerdo de la pasión de Cristo.
El que cada día considera las sagradas llagas de Jesús suaviza, purifica y cura las llagas de su alma.
El que todo lo terreno tiene en poco como el vaso y no desea los honores, adquiere la pureza de
corazón y puede vacar libremente a Dios.

316
Catón
317
Is 3, 11
318
Sab 1, 5
319
Sant 1, 8
320
Is 3, 10

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Material Extra de 130

Aquel alaba y honra sumamente a Dios que se humilla profundamente a sí mismo y con cautela
considera, gime y llora sus defectos.
Es gran clamor a los oídos de Dios la verdadera contrición del corazón que sale de la boca del
pecador humillado.
4. Cualquiera cosa buena que hagas, hazlo toda a alabanza de Dios.
El que pura y libremente refiere a la alabanza y gloria de Dios sus virtudes y cualesquiera buenas
obras de los demás, atribuyéndolo todo a Dios y nada a sus méritos y fuerzas, sino que se despoja y
se desnuda de todo, pisa y mata del todo la soberbia, envidia y vanagloria.
Por qué el que se goza en sí y no en sólo Dios bien sumo, se priva de la gloria y honor eterno.
Por esto la Santísima Virgen María, alegrándose por los dones inmensos recibidos de la divina
mano, dijo en su devotísimo cántico: «Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador» (Lc 1, 47).
Y el apóstol San Pablo dice: «el que piensa ser algo, siendo nada, se engaña a sí mismo». (Gal 6, 3)
El cual, arrebatado al tercer cielo, no se enalteció por esto, sino que atribuyó fielmente a Dios todo
cuanto hizo de bien, cuánto enseñó y dictó, diciendo: «Por la gracia de Dios soy lo que soy» (1 Cor
15, 10).


¡Ave María y adelante!

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LLAMAMIENTO A LOS APÓSTOLES - QUE LAS PALABRAS DE DIOS SE DEBEN OÍR CON
HUMILDAD, Y COMO MUCHOS NO LAS CONSIDERAN COMO DEBEN [DE LA IMITACIÓN DE
CRISTO, LIBRO III, CAP. 3]
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Jesucristo:
1. Oye, hijo, mis palabras, palabras suavísimas que exceden toda la ciencia de los filósofos y
sabios de este mundo.
Mis palabras son espíritu y vida, y no se pueden ponderar por la razón humana. No se deben traer
para vana complacencia, sino oírse en silencio, y recibirse con toda humildad y grande afecto.

El Alma:
2. Dijo David: Bienaventurado aquel a quien Tú, Señor, instruyeres, y a quien mostrares tu
ley; porque le guardes de los días malos, y no sea desamparado en la tierra.

Jesucristo:
3. Yo, dice Dios, enseñaré a los Profetas desde el principio, y no ceso de hablar a todos hasta
ahora, pero muchos son duros y sordos a mi voz.
Oyen con más gusto al mundo que a Dios; y más fácilmente siguen el apetito de su carne, que el
beneplácito divino.
El mundo promete cosas temporales y pequeñas, y con todo eso le sirven con grande ansia; Yo
prometo cosas grandes y eternas, y entorpécense los corazones de los mortales.
¿Quién me sirve a Mí, y obedece en todo con tanto cuidado, como al mundo y a sus señores se
sirve?
Avergüénzate, Sidón, dice el mar. Y si preguntas la causa, oye el por qué.
Por un pequeño beneficio van los hombres largo camino, y por la vida eterna con dificultad
muchos levantan una vez el pie del suelo.
Buscan los hombres viles ganancias; por una moneda pleitean a las veces torpemente; por cosas
vanas, y por una corta promesa no temen fatigarse de noche y de día.
4. Mas ¡ay dolor! que emperezan de fatigarse un poco por el bien que no se muda, por el
galardón que inestimable, y por la suma gloria sin fin.
Avergüénzate, pues, siervo perezoso y descontentadizo, de que aquellos se hallen más dispuestos
para la perdición que tú para la vida.
Alégranse ellos más por la vanidad que tú por la verdad.
Porque algunas veces les miente su esperanza; pero mi promesa a nadie engaña, ni deja frustrado
al que confía en Mí.
Daré lo que he prometido; cumpliré lo que he dicho, si alguno perseverare fiel en mi amor hasta el
fin.
Yo soy remunerador de todos los buenos, y fuerte examinador de todos los devotos.
5. Escribe Tú mis palabras en tu corazón, y considéralas con mucha diligencia, pues en el
tiempo de la tentación te serán muy necesarias.

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Lo que no entiendes ahora, cuando lo leas, conoceráslo en el día de mi visitación.


De dos maneras acostumbro visitar a mis escogidos, esto es, con tentación y con alivio.
Y dos lecciones les doy cada día: una reprendiendo sus vicios; otra amonestándolos al
adelantamiento de las virtudes.
El que entiende mis palabras y las desprecia, tiene quien le juzgue en el postrero día.

Oración para pedir la gracia de la devoción


6. Señor Dios mío, Tú eres todos mis bienes. ¿Quién soy yo para que me atreva a hablarte?
Yo soy un pobrísimo siervecillo tuyo, y gusanillo desechado, mucho más pobre y despreciable de lo
que yo sé y puedo decir.
Pero acuérdate, Señor, que soy nada, nada tengo y nada valgo.
Tú solo eres bueno, justo y santo; Tú lo puedes todo, lo das todo, dejando vacío solamente al
pecador.
Acuérdate de tus misericordias, y llena mi corazón de gracia; pues no quieres que sean vacías tus
obras.
7. ¿Cómo podré sufrirme en esta miserable vida, si no me confortare tu gracia y
misericordia?
No me vuelvas el rostro; no dilates tu visitación; no desvíes tu consuelo, porque no sea mi alma
para Ti como la tierra sin agua.
Señor, enséñame a hacer tu voluntad; enséñame a conversar delante de Ti digna y humildemente,
pues Tú eres mi sabiduría, que en verdad me conoces, y conociste antes que el mundo se hiciese, y
yo naciese en el mundo.


¡Ave María y adelante!

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REFORMA DE VIDA - DE LA LUCHA CONTRA LOS PROPIOS VICIOS [HUERTECILLO DE LAS


ROSAS, CAP. 4]
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1.«El reino de los cielos padece fuerza» (Mt 11, 12)
Es de muchos comenzar, de pocos adelantar, de poquísimos llegar a la perfección.
Porque, o nos dejamos arrastrar de las pasiones de la carne, o nos levantamos con la soberbia, o
nuestro ánimo se quebranta con las adversidades.
Oh dolor, rara vez se encuentra en este mundo quien busque puramente a Dios y se venza
perfectamente y se deje totalmente a sí mismo.
Dijo cierto devoto: «la perfección es ave rara; el vencerse a sí mismo es cosa muy difícil».
El que no trabaja por alcanzar la virtud no será saciado de su dulcedumbre.
Toda virtud tiene anejo algún bien y da gozo al que obra bien.
El que obra viciosamente se acarrea un mal fin, pierde el honor, destruye su quietud, halla el dolor,
aumenta la tristeza, hace desvanecer el sabor de lo bueno.
Pero el que se abstiene de lo lícito, más seguro estará de no caer en lo ilícito.
2. El que aprieta la lengua del can no temerá a su mordedura. Y el que guarda estrictamente
el silencio, no ofende en sus palabras.
El que de buena gana se esconde y calla está lejos de toda mentira, de contiendas, de
murmuraciones, de maldiciones, de iras y quejas.
El que no oye la maldad ni ve la vanidad, más fácilmente las evita y no cuida de pensar en cosas
semejantes.
Porque la guarda de los sentidos es causa de la pureza, maestra de la paz, aposento de la devoción.
Cuando la ira viene a la mente, la sabiduría se aparta del prudente.
El que habla con ira, se asemeja a un perro que ladra.
Pero el que responde mansamente, quebranta el ímpetu de la ira y ofrece al afligido rosas en vez
de espinas.
Bendita sea la lengua del prudente, porque sana las heridas del que se aíra.
El que resiste a los vicios cuando de presto nacen y parecen pequeños, con más facilidad los arroja
de sí antes de qué se fortalezcan.
3. El que se da a los ejercicios devotos, orando y meditando las cosas celestiales, se asemeja
al prudente hortelano, que planta rosas y azucenas en su campo.
El tal mucho gozará en el tiempo venidero con los santos ángeles en el paraíso del cielo.
El que guarda la pureza del alma y cuerpo se hace semejante a los ángeles.
Es esclavo de los demonios el que se deja vencer de los vicios y se deleita en malos pensamientos.
Es recia pelea el resistir al deleite; pero más recia será la pena que vendrá al ser atormentado en
los fuegos eternos.
Un fuego se vence con otro fuego, un clavo se saca con otro clavo, la risa vana se ahuyenta con la
saludable tristeza.

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Cuando entra en el corazón el amor de Dios son arrojados fuera todos los afectos a las cosas
transitorias.
Es sabio aquel que desprecia millares de millares de las cosas de este mundo.
Todas las cosas de este mundo son nada; el Rey, el Papa, y la bula plomada.
El fin de todo es la muerte, la corrupción de la carne, la ceniza.
Por más que uno se levante en su pensamiento nada es, la muerte lo quita todo en un instante.
Dichoso el que se considera en el mundo como peregrino, pues tiene en el cielo su domicilio.


¡Ave María y adelante!

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EXPULSIÓN DE LOS MERCADERES DEL TEMPLO - COMO SE HA DE ENCUBRIR LA GRACIA BAJO


EL VELO DE LA HUMILDAD [DE LA IMITACIÓN DE CRISTO, LIBRO III, CAP. 7]

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Jesucristo:
1. Hijo, te es más útil y más seguro encubrir la gracia de la devoción, y no ensalzarte ni
hablar mucho de ella, ni estimarla mucho; sino despreciarte a ti mismo, y temer, porque se te ha
dado sin merecerla.
No es bueno estar muy pegado a esta afección; porque se puede mudar presto en otra contraria.
Piensa, cuando estés en gracia, cuán miserable y pobre sueles ser sin ella.
Y no está sólo el aprovechamiento de la vida espiritual en tener gracia de consolación, sino en que
con humildad, abnegación y paciencia lleves a bien que se te quite, de suerte que entonces, no
aflojes en el cuidado de la oración, ni dejes del todo las demás buenas obras que sueles hacer
ordinariamente.
Mas como mejor pudieres y entendieres, haz de buena gana cuanto está en ti, sin que por la
sequedad o angustia del espíritu que sientes, te descuides del todo.
2. Porque hay muchos que cuando las cosas no les suceden a su placer, se hacen
impacientes o desidiosos.
Porque no está siempre en la mano del hombre su camino, sino que a Dios pertenece el dar y
consolar cuando quiere y cuanto quiere, y a quien quiere, según le agradare, y no más.
Algunos indiscretos se destruyeron a sí mismos por la gracia de la devoción: porque quisieron
hacer más de lo que pudieron, no mirando la medida de su pequeñez, y siguiendo más el deseo de
su corazón que el juicio de la razón.
Y porque se atrevieron a mayores cosas que Dios quería, por esto perdieron pronto la gracia.
Se hallaron pobres, y quedaron viles los que pusieron en el cielo su nido, para que humillados y
empobrecidos aprendan a no volar con sus alas, sino a esperar debajo de las mías.
Los que aún son nuevos e inexpertos en el camino del Señor, si no se gobiernan por el consejo de
discretos, fácilmente pueden ser engañados y perderse.
3. Si quieren más seguir su parecer que creer a los ejercitados, les será peligroso el fin, y si
se niegan a ceder de su propio juicio.
Los que se tienen por sabios, rara vez sufren con humildad que otro los dirija.
Mejor es saber poco con humildad, y poco entender, que grandes tesoros de ciencia con vano
contento.
Más te vale tener poco, que mucho con que te puedes ensoberbecer.
No obra discretamente el que se entrega todo a la alegría, olvidando su primitiva miseria y el casto
temor del Señor, que recela perder la gracia concedida.

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Tampoco sabe mucho de virtud el que en tiempo de adversidad y de cualquiera molestia se


desanima demasiado, y no piensa ni siente de Mí con la debida confianza.
4. El que quisiere estar muy seguro en tiempo de paz, se encontrará abatido y temeroso en
tiempo de guerra.
Si supieses permanecer siempre humilde y pequeño para contigo, y moderar y regir bien tu
espíritu, no caerías tan presto en peligro ni pecado.
Buen consejo es que pienses cuando estás con fervor de espíritu, lo que puede ocurrir con la
ausencia de la luz.
Cuando esto acaeciere, piensa que otra vez puede volver la luz, que para tu seguridad y gloria mía
te quité por algún tiempo.
5. Más aprovecha muchas veces esta prueba, que si tuvieses de continuo a tu voluntad las
cosas que deseas.
Porque los merecimientos no se han de calificar por tener muchas visiones o consolaciones, o
porque sea uno entendido en la Escritura, o por estar levantado en dignidad más alta.
Sino que consiste en estar fundado en verdadera humildad y lleno de caridad divina, en buscar
siempre pura y enteramente la honra de Dios, en reputarse a sí mismo por nada, y verdaderamente
despreciarse, y en desear más ser abatido y despreciado, que honrado de otros.


¡Ave María y adelante!

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LAS BIENAVENTURANZAS - FERVIENTE EXHORTACIÓN A LAS VIRTUDES. [EJERCICIOS


ESPIRITUALES, CAP. 1]
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1. «Renovaos en el espíritu de vuestra mente» dice el apóstol San Pablo.
Suelen los buenos religiosos tener devotos ejercicios con los cuales cada día se animen al
aprovechamiento espiritual y amor de la virtud.
Los cuales buscan el retiro y huyen del tumulto del pueblo; examinan con solicitud su conciencia, y
si en algo hallan haber faltado, al punto se esfuerzan en corregirlo con digna contrición.
Están en vela sobre sus pensamientos; escudriñan cuáles son los afectos que les mueven; y
ármanse contra la distracción del corazón con la oración frecuente y la meditación de las sagradas
lecturas, y dicen: Aparta, Señor, de mí el camino de la iniquidad y apiádate de mí según tu ley321.
Porque el corazón que no insiste en ejercicios devotos e internos es fuerza sea arrebatado a
diversas partes y de súbito mancillado.
2. El primer ejercicio de todos y el más útil para la purificación del alma es conocer las
pasiones y pedir a Dios con gemidos y lágrimas su remedio.
Porque los pobres, enfermos y afligidos con llagas del cuerpo acuden con diligencia a sus prójimos,
pidiéndoles con llorosos ruegos la gracia de la curación.
Y el misericordioso y piadoso Señor no despreciará la oración del corazón contrito322, que gime en
demanda de la salvación eterna.
Ten, pues, ejercicios espirituales acomodados a tu estado, que te instruyan, renueven y enciendan
en el santo fervor.
Estos ejercicios particulares no han de excluir los que se hacen en común; antes debes ser para
ellos más presto y diligente, a fin de que no te sobrevenga algún daño en la interna paz.
Y si por alguna ocasión se te estorban tus propósitos, procura cuanto antes puedas volver a ellos
con diligencia.
3. Mira también con frecuencia el cuaderno de tus notas espirituales, para ver con más
claridad tu aprovechamiento o retroceso.
Trázate un plan conforme a la gracia que en ti sientas.
Nadie es instruido mejor para todo bien, como el que siente en su interior la acción del Espíritu
Santo, cuya unción merece fácilmente el manso y humilde de corazón.
Es propio del sabio poner orden en su vida y señalar su propio y debido fin a todos sus actos.
Conviene también inquirir los medios convenientes, con los que se consiga el principal intento.
Más aprovecha una acción bien determinada del sabio que una grande ocupación del necio.
El que hace las cosas sin oportunidad ni consideración, tropezará fácilmente y él mismo sentirá el
mal en sus tropiezos.
Pero el que en sus obras se guía por madura providencia, siempre se alegrará de haber obtenido
éxito saludable.
Acuérdate de tu propia fragilidad, hasta cuando las cosas te sucedieron bien, y no pienses
altamente de ti mismo.
321
Sal 118, 29
322
Sal 50, 13

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Mira que hay un Dios que humilla a los que se ensalzan, a guisa de martillo de los soberbios.


¡Ave María y adelante!

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LA TRANSFIGURACIÓN - QUE TODOS LOS MALES DE ESTA VIDA SE HAN DE SUFRIR DE BUENA
GANA PARA ALCANZAR LA VIDA ETERNA. [DE LA IMITACIÓN DE CRISTO, LIBRO III, CAP.
42]
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1. Hijo, no te dejes fatigar por los trabajos que has tomado por Mí323 ni las tribulaciones te
abatan demasiado; antes mi promesa te ha de esforzar y consolar en cualquier suceso.
Yo soy poderoso para recompensarte sobre toda manera y medida.
No trabajarás mucho tiempo en esta vida, ni siempre estarás afligido con dolores.
Aguarda un poco y verás que pronto se acabarán tus males.
Vendrá una hora, cuando cesará de presto todo trabajo y turbación.
No puede llamarse grande y largo lo que pasa con el tiempo.
2. Haz con diligencia lo que estás haciendo; trabaja fielmente en mi viña324, Yo seré tu
recompensa325.
Escribe, lee, canta, gime, calla, ora, sufre varonilmente las adversidades; la vida eterna es digna de
todas estas y de mayores peleas.
Vendrá la paz en un día, que el Señor sabe, y entonces no habrá día ni noche como las de esta
vida326, sino una luz perpetua, una claridad infinita, una paz firme y estable y un descanso seguro.
No dirás entonces: ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?327 ni clamarás: ¡Ay de mí, que mi
estancia en esta vida se ha prolongado mucho!328 porque la muerte será derrocada329 y vendrá una
salud indefectible, libre de toda ansiedad, una alegría bienaventurada, una compañía dulce y
hermosa.
3. ¡Oh si vieses las coronas perpetuas de los santos en el cielo y de cuánta gloria disfrutan
ahora los que antes parecían despreciables en este mundo y como indignos de la vida misma!
Ciertamente que al punto te humillarías hasta el suelo y preferirías antes estar sujeto a todos y
obedecerles que mandar a uno solo.
Ni desearías los días alegres de este mundo, antes te gozarías de sufrir tribulaciones por Dios, y
tendrías por la mayor ganancia el ser reputado por nada entre los hombres.
4. ¡Oh! Si estas cosas fuesen de tu gusto y penetrasen profundamente en tu corazón, ¿cómo
te atreverías ni una sola vez a quejarte?
¿Por ventura no se han de pasar todos los trabajos por la vida eterna?
No es cosa pequeña el perder o ganar el reino de Dios.
Levanta, pues, tus ojos al cielo.

323
2 Re 11, 25
324
Mt 20, 4-7
325
Gn 5, 1
326
Ap 22, 5
327
Rm 4, 24
328
Sal 113, 5
329
Is 25, 8

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Ejercicios Espirituales por internet 95
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Mira que Yo y todos mis Santos conmigo, que, en este mundo tuvieron recia pelea330, ahora se
gozan, ahora son consolados, ahora están seguros, ahora descansan, y vivirán en el reino de mi
Padre conmigo para siempre331.

CONTRA LA CIENCIA VANA DEL MUNDO. [DE LA IMITACIÓN DE CRISTO, LIBRO III, CAP. 43]

1. Hijo, no te muevan los dichos agudos y limados de los hombres; porque no consiste el
reino de Dios en palabras, sino en virtud. Mira mis palabras, que encienden los corazones, y
alumbran los entendimientos, provocan a compunción y traen muchas consolaciones. Nunca leas
cosas para mostrarte más letrado o sabio. Estudia en mortificar los vicios; porque más te
aprovechará esto que saber muchas cuestiones dificultosas.
2. Cuando hubieres acabado de leer y saber muchas cosas, te conviene venir a un solo
principio.
Yo soy el que enseño al hombre la ciencia, y doy más claro entendimiento a los pequeños que
ningún hombre puede enseñar. Aquel a quien yo hablo, luego será sabio y aprovechará mucho en el
espíritu.
¡Ay de aquellos que quieren aprender de los hombres curiosidades, y cuidan muy poco del camino
de servirme a Mí! Tiempo vendrá cuando aparecerá el Maestro de los maestros, Cristo, Señor de
los Ángeles, a oír las lecciones de todos, esto es, a examinar la ciencia de cada uno. Y entonces
escudriñará a Jerusalén con candelas, y serán descubiertos los secretos de las tinieblas, y callarán
los argumentos de las lenguas.
3. Yo soy el que levanto en un instante al humilde entendimiento, para que entienda más
razones de la verdad eterna, que si hubiese estudiado diez años en las Escuelas. Yo enseño sin
ruido de palabras, sin confusión de pareceres, sin fausto de honra, sin alteración de argumentos. Yo
soy el que enseño a despreciar lo terreno y a aborrecer lo presente, buscar lo eterno; huir de las
honras, sufrir los estorbos, poner toda la esperanza en Mí, y fuera de Mí no desear nada, y amarme
ardientemente sobre todas las cosas.
4. Y así uno, amándome entrañablemente aprendió cosas divinas, y hablaba maravillas.
Más aprovechó con dejar todas las cosas que con estudiar sutilezas.
Pero a unos hablo cosas comunes, a otros especiales. A unos me muestro dulcemente con señales y
figuras, y a otros revelo misterios con mucha luz. Una cosa dicen los libros; mas no enseñan
igualmente a todos: porque Yo soy doctor interior de la verdad, escudriñador del corazón,
conocedor de los pensamientos, promovedor de las acciones, repartiendo a cada uno según juzgo
ser digno.


¡Ave María y adelante!

330
Hb 10, 32
331
Mt 26, 23

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REGLAS DE DISCERNIMIENTO DE 2ª SEMANA - DEL DESEO QUE EL ALMA TIENE POR EL


REINO DE LOS CIELOS [DE LA DISCIPLINA RELIGIOSA, CAP. 15]

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1. El único y particular deseo de los santos en esta vida fue no tener nada común con este
mundo, sino más bien caminar a la presencia de Cristo y compañía de los santos ángeles por el
desprecio de las cosas terrenas.
Por lo cual el bienaventurado San Pablo, el diente de Cristo, despreciaba de todo corazón todas las
cosas terrenas, y encendido en deseos de las celestiales decía: deseo ser desatado de los lazos de
este cuerpo y estar con Cristo332.
No es de todos este deseo, sino de los perfectos, que pueden decir: nuestra conversación está en
los cielos333.
Porque son muy pocos los que se encuentran de tal manera desnudos que levantan todo su afecto a
las cosas celestiales y no ambicionan nada de las riquezas y honores terrenos.
Pero los que encendidos en el amor de Cristo se gozan en la pobreza y desprecio de sí mismos y
abajo en su corazón, con la santa humildad, y también se reprenden severamente a sí mismos por
ligeras negligencias; los que toman lo necesario para la vida con sobriedad y temor de Dios y más
bien se contentan con menos que ambicionan más; ésos tales son verdaderos despreciadores del
mundo y amigos de Dios; ésos andan con paso apresurado hacia la patria y están dispuestos a salir
del cuerpo y llegar con más presteza a Cristo, no teniendo cosa que los pueda detener con gusto en
este mundo.
2. Dichosa el alma en la cual vive semejante deseo y cada día añade fervor a fervor, no
desistiendo de orar y andar clamando a Cristo, hasta que se le abran las puertas del cielo y entre en
el reino de Dios prometido a todos los fieles.
Oh bienaventurada patria, donde reina una alegría perfecta, Suma Paz, la vista clara de Dios, la
caridad perfecta y la consumada bienaventuranza.
Allí es mejor un día que aquí millares de millares334; porque allí no hay falta de nada, mas aquí
mucha miseria, la paz muy rara, el conocimiento de Dios escaso.
¿Qué pueden decir los miserables hombres de la felicidad del cielo?
¿Qué pueden comprender los mortales de la eternidad verdadera y de la vida sempiterna, sino bajo
las sombras de las figuras y el velo de las Sagradas Escrituras?
Gima, pues, el alma fiel que se encuentra rodeada de las tinieblas del mundo, elevando sin
descanso los ojos del espíritu a los gozos de la eterna lumbre, a la compañía de los
bienaventurados que viven en la patria celestial, donde Cristo reina por los siglos de los siglos en la
gloria del Padre. Amén.


¡Ave María y adelante!

332
Flp 1, 23
333
flp 3, 20
334
Sal 83, 1

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DOMINGO DE RAMOS - DE LA IMITACIÓN DE LA VIDA SANTÍSIMA DE NUESTRO SEÑOR


JESUCRISTO [HUERTECILLO DE LAS ROSAS, CAP. 17]
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1. «Todo lo que hicisteis con uno de estos hermanos míos pequeños, lo hicisteis conmigo» (Mt
25, 40)
Notad las palabras, anotad los misterios, imitad los ejemplos.
El que socorre a un hermano necesitado, tiene a Jesús por la mano.
El que lleva con paciencia la carga que se le ha impuesto, lleva en sus hombros a Jesús y a Jesús
crucificado.
El que responde una palabra a un hermano afligido, da un ósculo de amor en el rostro de Jesús.
El que llora la culpa de otro y pide perdón por él, lava los pies de Jesús y los limpia.
El que reduce a la paz al airado, prepara en su alma un lecho florido a Jesús.
El que en la mesa pone a su hermano mejores manjares que a sí, alimenta a Jesús con manjares de
caridad y con panal de miel.
El que toma buenas meditaciones de Dios, introduce a Jesús en el tálamo de su corazón.
El que ofrece a su hermano el libro de lectura sagrada, acerca vino exquisito a la boca de Jesús.
El que ataja las palabras ociosas, ahuyenta las moscas de la mesa de Jesús.
El que rehúsa oír las murmuraciones y reprende a los que hagan cosas deshonestas, arroja a palos
un perro negro de la casa de Jesús…
2. El que oye los males de otro y por ellos se duele y gime mucho, toca y unge las sagradas
llagas de Jesús.
El que lee devotamente y predica las palabras de Jesús, esparce suaves aromas a las narices de sus
oyentes.
El que sobrelleva piadosamente y excusa los defectos de otros, alcanzará prontamente la
misericordia de Jesús.
El que oculta la infamia y escándalo del prójimo, cubre con vestidos los desnudos miembros de
Jesús.
El que considera diligentemente y medita suavemente los milagros divinos y las humildes obras de
Cristo, recibe miel y leche de los labios de Jesús.
El que hace frente a los vicios y castiga su carne, ayuna con Jesús.
El que dice a su hermano una palabra saludable, con Jesús predica el reino de Dios.
El que ora por el enfermo y tentado, con Jesús visita a Lázaro y llora con María y Marta.
3. El que con sus hermanos va al refectorio para oír la lectura piadosa, cena y bebe con Jesús
y sus discípulos.
El que esconde en su corazón las palabras de Dios oídas en la mesa, con el apóstol San Juan reclina
la cabeza sobre el pecho de Jesús en la Cena.
El que en las cosas adversas obedece humilde y prontamente, sigue de verdad a Jesús con sus
discípulos al Huerto de los Olivos, donde fue entregado y preso.

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Ejercicios Espirituales por internet 98
Material Extra de 130

El que puesto en la tribulación y tentación ruega con insistencia y fervor, lucha contra el demonio
con Jesús puesto en la agonía.
El que deja totalmente su querer y no querer, con Jesús cumple la voluntad del Padre y con Él lleva
la cruz al monte Calvario.
El que ora por sus adversarios y de buena gana perdona a los que le ofenden, con Jesús ruega por
los enemigos, para que no se pierdan, sino que se conviertan a Dios y vivan.
El que renuncia espontáneamente a todo el mundo y se olvida de todo lo visible, muere con Jesús
en la cruz y con Pablo es arrebatado al Paraíso.
4. El que desprecia a todos los deleites del mundo, huye los peligros, busca y acepta la vida
religiosa, éste tal, entra con Jesús y sus discípulos en el cenáculo cerrado, para que más libremente
sirva a Dios en secreto, viva con más pureza y reciba con más plenitud el Espíritu Santo.
El que no hace caso de las cosas temporales y en la meditación santa se enciende todo en deseos
de las cosas celestiales, sube con Jesús al cielo.
Dichosa el alma para quien su vida es Cristo y el morir con Cristo una ganancia335.
Conviene que muera a sí mismo el que desea vivir con Cristo.
Conviene que deje todas las cosas caducas aquel a quien Cristo ha de ser sabroso y dulce.
Hay trabajo en dejar, dolor en morir, pero también vida eterna, reinando felizmente con Cristo.
Oh, ¿cuándo será esto, qué sólo Dios me sea todas las cosas y yo esté del todo delicado y unido a Él?
Pues en tanto que el alma fiel no está unida con Dios en la gloria, no puede ser plenamente
bienaventurada.
Sigue, pues, a Cristo con pasos de amor en su vida, por la fe encendida con la caridad, para que te
hagas digno de verlo cara a cara juntamente con los ángeles, que con su presencia son
bienaventurados.
A la cual se digne llevarnos a todos después de la muerte Jesucristo, que por nosotros sufrió
muerte acerbísima de cruz. Amén.


¡Ave María y adelante!

335
Flp 1, 21

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Ejercicios Espirituales por internet 99
Material Extra de 130

ÚLTIMA CENA Y GETSEMANÍ - DEL CAMINO REAL DE LA SANTA CRUZ [DE LA IMITACIÓN DE
CRISTO, LIBRO II, CAP. 12]
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1. A muchos se les hace muy dura esta sentencia: “Niégate a ti mismo, toma tu cruz y sigue a
336
Jesús”
Pero mucho más duro será oír aquella última sentencia: Apartaos de mí, malditos, al fuego
eterno337.
Porque los que ahora de buen grado oyen y siguen la palabra de la cruz338 no temerán entonces oír
la palabra de eterna condenación339.
Esta señal de la cruz estará en el cielo cuando el Señor viniere al último juicio.
Entonces todos los siervos de la cruz, que durante la vida se conformaron al Crucificado340, se
acercarán a Cristo juez con grande confianza.
2. ¿Por qué, pues, temes llevar la cruz, por la cual se va al reino de la gloria?
En la cruz está la salud, en la cruz está la vida, en la cruz la defensa de nuestros enemigos.
En la cruz hallamos que se nos infunde la dulzura de lo alto, en la cruz la fortaleza del alma, en la
cruz el gozo del espíritu.
En la cruz está la suma de la virtud, en la cruz la perfección de la santidad.
Toma, pues, tu cruz y sigue a Jesús y llegarás a alcanzar la vida eterna341.
Jesús fue delante cargando sobre sus hombros la cruz342 y murió en la cruz, para que tú lleves
también tu cruz y desees morir en cruz.
Porque si con Él murieses, también vivirás juntamente con él343; y si fueres compañero en la pena,
lo serás en la gloria.
3. Mira que todo está firme en la cruz y todo termina en morir; y no hay otro camino para la
vida y la paz verdadera del corazón, sino el camino de la santa cruz y de la cotidiana mortificación.
Anda a donde quieras, busca lo que quisieres y no hallarás camino más excelente en lo alto ni más
seguro en lo bajo, que el camino de la santa cruz.
Dispón y ordena todas las cosas según tu propio querer y juicio y no hallarás sino que siempre has
de padecer algo, o de grado o por fuerza; así siempre encontrarás la cruz.
Porque o sentirás dolor en el cuerpo o sufrirás en el alma la tribulación del espíritu.
4. Algunas veces serás abandonado de Dios, otras ejercitando por el prójimo, y, lo que más es, con
frecuencia te serás pesado a ti mismo344.
Y sin embargo no podrás librarte ni aliviarte con algún remedio o consuelo; sino que te será
necesario sufrir hasta que Dios disponga otra cosa.

336
Mt 16, 24
337
Mt 25, 41
338
1 Cor 1, 18
339
Sal 111, 7
340
Rm 8, 29
341
Mt 25, 46
342
Jn 19, 17
343
Rm 6, 8
344
Jb 7, 20

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Ejercicios Espirituales por internet 100
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Porque Dios quiere que aprendas a sufrir la tribulación sin consuelo, para que así te sometas del
todo a Él, y salgas más humilde de la tribulación.
Nadie siente tan de corazón la pasión de Cristo sino aquel a quien acaeciere padecer cosas
semejantes.
Por lo tanto siempre te está preparada la cruz y en todas partes te aguarda.
No puedes huir de ella a donde quiera que corrieres; porque a donde quiera que llegares, llevas
contigo a ti mismo, y siempre te encontrarás a ti.
Vuélvete arriba, vuélvete abajo, vuélvete a fuera, vuélvete adentro y en todo esto encontrarás la
cruz.
Y será necesario que en todas partes tengas paciencia, si quieres tener la paz interior y merecer la
corona eterna.
5. Si de buena gana llevas la cruz, ella te llevará a ti, y te conducirá al fin deseado, es a saber,
donde se habrá acabado el padecer, aunque aquí no se acabe.
Si la llevas por fuerza, te la haces más pesada y te cargas con nuevo peso; y sin embargo será
menester que la aguantes.
Si despides de ti una cruz, sin duda que encontrarás otra, y acaso más pesada.
6. ¿Crees que tú podrás evitar lo que no ha podido ninguno de los mortales?
¿Qué santo hubo jamás en el mundo que estuviese exento de cruz y de tribulación?
Porque ni tampoco nuestro Señor Jesucristo estuvo sin dolor una sola hora, mientras le duró la
vida.
Convenía, según Él mismo dijo, que Cristo padeciese y así entrase en la gloria345.
Y, ¿cómo tú buscas otro camino que este camino real de la santa cruz?
7. Toda la vida de Cristo fue cruz y martirio; ¿y tú pretendes buscar para ti descanso y gozo?
Yerras, yerras, si buscas otra cosa que padecer tribulaciones; porque toda esta vida mortal está
llena de miserias y marcada de cruces por todas partes346.
Y cuanto más uno adelante y se elevare en el espíritu, con frecuencia encontrará tanto mayores
cruces; porque se le acrece la pena de su destierro por la fuerza del amor.
8. Sin embargo el tal que está así afligido de tantas maneras no carece del alivio de la
consolación; porque siente que se le acrecienta un fruto grande con sufrir la cruz.
Porque mientras de buen grado se somete a ella, todo el peso de la tribulación se le convierte en
esperanza de la divina consolación.
Y cuanto más es atribulada la carne por medio de la aflicción, tanto más se robustece el espíritu
por la gracia interior.
Y alguna vez hasta tal punto es confortado por el amor de la tribulación y adversidad, a causa de la
conformidad que tiene con la cruz de Cristo, que no quisiera hallarse sin dolor y tribulación; por
cuanto se cree tanto más acepto a Dios347 cuanto pudiese padecer más y mayores cosas por su
amor.

345
Lc 24, 46
346
Jb 114,1
347
Tb 12, 13

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Ejercicios Espirituales por internet 101
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No es esto efecto de la virtud del hombre, sino de la gracia de Cristo, que puede y obra tan grandes
cosas en la carne frágil, que aquello que naturalmente siempre aborrece y huye, esto mismo
acometa y ame por el fervor del espíritu.
9. No es conforme a la naturaleza humana el llevar la cruz, el amar la cruz, el castigar el
cuerpo y sujetarlo a servidumbre348, huir los honores, sufrir de buena gana las afrentas,
despreciarse a sí mismo y desear ser despreciado, sufrir adversidades con los daños que acarrean
y no desear nada de prosperidad en este mundo.
Si atiendes a tus propias fuerzas, verás que nada de todo esto puedes.
Pero si confías en el Señor, se te dará fortaleza del cielo, y el mundo y la carne se hallarán sujetos a
tu imperio.
Mas ni temerás al demonio tu enemigo, si estuvieres armado de la fe y adornado con la cruz de
Cristo.
10. Disponte, pues, como bueno y fiel siervo de Cristo, a llevar varonilmente la cruz de tu
Señor crucificado por ti en fuerza de su amor.
Prepárate para sobrellevar muchas adversidades y varias incomodidades en esta vida miserable;
porque así lo encontrarás donde quiera que estuvieres, y así lo encontrarás donde quiera que te
escondieres.
Conviene que sea así; y no hay remedio para huir de la tribulación y dolor de los males349, sino el
padecer.
Bebe el cáliz del Señor con afecto, si quieres ser su amigo y deseas tener alguna parte con Él.
Deja los consuelos en manos de Dios: haga Él de ellos como más le agradare.
Pero tú disponte a sufrir tribulaciones y tenlas por los mayores consuelos; porque no son
suficientes las pasiones de esta vida para merecer la gloria venidera350, aunque tú solo las pudieses
sobrellevar todas.
11. Cuando llegares a tal grado, que la tribulación te sea dulce y sabrosa por Cristo,
entonces juzga que te va bien, porque hallaste un paraíso en la tierra.
Pero mientras el padecer te es pesado y lo rehúyes, andarás más y te seguirá a todas partes la
tribulación de que huyes.
12. Si te dispones a lo que debes, esto es, a padecer y morir, pronto te irá mejor y hallarás la
paz.
Aunque fueses arrebatado hasta el tercer cielo con San Pablo351, no por eso estarás asegurado de
no padecer ninguna contradicción.
Yo, dice Jesús, le mostraré cuán grandes cosas habrá de padecer por mi nombre352.
Por lo tanto no te queda sino padecer, sí quieres amar a Jesús y servirle para siempre.
13. ¡Ojalá fueses digno de padecer algo por el nombre de Jesús!353
¡Cuán grande gloria te vendrá, cuánta alegría a todos los Santos de Dios y cuán grande edificación
al prójimo!

348
1 Cor 9, 27
349
Sal 106, 39
350
Rm 8, 18
351
2 Cor 12, 2
352
Hch 9, 16
353
St 5, 41

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Ejercicios Espirituales por internet 102
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Porque todos recomiendan la paciencia, aunque son pocos los que quieren padecer.
Con razón debieras padecer de buena gana un poquito por Cristo, ya que muchos padecen por el
mundo cosas más pesadas.
Sabe de cierto que has de llevar una vida semejante a la muerte.
Y cuanto más uno muere a sí, tanto más comienza a vivir a Dios354.
Nadie está dispuesto a comprender las cosas del cielo, si no se resigna a sobrellevar adversidades
por Cristo.
Nada es más acepto a Dios, nada más provechoso a ti en este mundo, que padecer de buena gana
por Cristo.
Y si te dieran a elegir, más debieras desear padecer adversidades por Cristo que ser recreado con
muchos consuelos; porque fueras más semejante a Cristo y te conformarías más a la vida de todos
los Santos.
Porque no consiste nuestro mérito y el aprovechamiento de nuestra vida en tener muchas dulzuras
y consolaciones, sino más bien en sufrir grandes adversidades y tribulaciones.
15. A la verdad si hubiese algo mejor y más útil para el bien de los hombres que el padecer,
ciertamente que Cristo lo habría enseñado con la palabra y el ejemplo.
Porque a los discípulos que le seguían y a todos los que desean seguirle claramente los exhorta a
llevar la cruz y les dice: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y
sígame355.
Pues luego, después de bien leídas y meditadas todas estas cosas, sea esta la conclusión final que
hemos de sacar: Que por medio de muchas tribulaciones hemos de entrar en el reino de Dios356.


¡Ave María y adelante!

354
Ga 2, 19
355
Mt 16, 24
356
Hch 14, 21

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TRIBUNALES - DEL CARECIMIENTO DE TODA CONSOLACIÓN [DE LA IMITACIÓN DE CRISTO,


LIBRO II, CAP. 9]
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1. No es grave cosa despreciar la humana consolación, cuando tenemos la divina.
Gran cosa es y muy grande ser privado, y carecer de consuelo divino y humano, y querer sufrir de
gana destierro de corazón por la honra de Dios, y en ninguna cosa buscarse a sí mismo, ni mirar a
su propio merecimiento.
¿Qué gran cosa es, si estás alegre y devoto, cuando viene la gracia de Dios? Esta hora todos la
desean.
Muy suavemente camina aquel a quien llama la gracia de Dios.
Y ¿qué maravilla, si no siente carga el que es llevado del Omnipotente, y guiado por el soberano
guiador?
2. Muy de gana tomamos algún pasatiempo, y con dificultad se desnuda el hombre de sí
mismo.
El mártir San Lorenzo venció al mundo y al afecto que tenía por su sacerdote, porque despreció
todo lo que en el mundo parecía deleitable; y sufrió con paciencia, por amor de Cristo, que le fuese
quitado Sixto, el Sumo Sacerdote de Dios, a quien él amaba mucho.
Pues así con el amor de Dios venció al amor del hombre, y trocó el acontecimiento humano por el
buen placer divino.
Así tú aprende a dejar algún pariente o amigo por amor de Dios; y no te parezca grave cuando te
dejare tu amigo, sabiendo que es necesario que nos apartemos al fin unos de otros.
3. Mucho y de continuo conviene que pelee el hombre consigo mismo, antes que aprenda a
vencerse del todo, y traer a Dios cumplidamente todo su deseo.
Cuando el hombre se está en sí mismo, de ligero se desliza en las consolaciones humanas.
Mas el verdadero amador de Cristo, y estudioso imitador de las virtudes, no se arroja a las
consolaciones, ni busca tales dulzuras sensibles; mas antes procura fuertes ejercicios, y sufrir por
Cristo duros trabajos.
4. Así, cuando Dios te diere la consolación espiritual, recíbela con hacimiento de gracias,
mas entiende que es don de Dios, y no merecimiento tuyo.
No quieras ensalzarte ni alegrarte demasiado, ni presumir vanamente, mas humíllate por el don
recibido, y sé más avisado y temeroso en todas tus obras: porque se pasará aquella hora y vendrá
la tentación.
Cuando te fuere quitada la consolación, no desesperes luego, mas espera con humildad y paciencia
la visitación celestial: porque poderoso es Dios para tornarte mucha mayor consolación.
Esto no es cosa nueva ni ajena de los que han experimentado el camino de Dios; porque en los
grandes Santos y antiguos Profetas, acaeció muchas veces esta manera de mudanza.
5. Por esto decía uno cuando tenía presente la gracia: Yo dije en mi abundancia, no seré
movido ya para siempre. Y ausente la gracia, añade lo que experimentó en sí diciendo: Volviste tu
rostro, y fui lleno de turbación.

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Mas por cierto, entre estas cosas no desespera, sino con mayor instancia ruega a Dios, y dice: A Ti,
Señor, llamaré, y a mi Dios rogaré. Y al fin alcanza el fruto de su oración, y confirma ser oído,
diciendo: Oyóme el Señor, y tuvo misericordia de mí; el Señor es hecho mi ayudador.
¿Mas en qué? Volviste, dice, mi llanto en gozo, y cercásteme de alegría.
Y si así se hizo con los grandes Santos, no debemos nosotros, enfermos y pobres, desconfiar si
algunas veces estamos en fervor de devoción, y a veces tibios y fríos.
Porque el espíritu se viene y se va, según la divina voluntad.
Por eso dice el bienaventurado Job: Visítasle en la mañana, y súbito le pruebas.
6. Pues ¿sobre qué puedo esperar, o en quien debo confiar, sino solamente en la gran
misericordia de Dios, y en la esperanza de la gracia celestial?
Pues aunque esté cercado de hombres buenos, o de hermanos devotos, o de amigos fieles, o de
libros santos o tratados lindos, o de cantos suaves e himnos, todo aprovecha poco y tiene poco
sabor, cuando soy desamparado de la gracia, y dejado en mi propia pobreza.
Entonces no hay mejor remedio que la paciencia, y negándome a mí mismo, ponerme en la
voluntad de Dios.
7. Nunca hallé hombre tan religioso y devoto que alguna vez no tuviese apartamiento de la
consolación divina o sintiese disminución del fervor.
Ningún Santo fue tan altamente arrebatado y alumbrado que antes o después no haya sido tentado.
Pues no es digno de la alta contemplación de Dios, el que no es ejercitado en alguna tribulación.
Porque suele ser la tentación precedente, señal que vendrá la consolación.
Que a los probados en tentación, es prometida la consolación celestial.
Al que venciere, dice, dará a comer del árbol de la vida.
8. Dase también la divina consolación, para que el hombre sea más fuerte para sufrir las
adversidades.
Y también se sigue la tentación, porque no se ensoberbezca del bien.
El demonio no duerme, ni la carne está aún muerta: por esto no ceses de prepararte a la batalla.
A la diestra y a la siniestra están los enemigos, que nunca descansan.


¡Ave María y adelante!

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FLAGELACIÓN, CORONACIÓN Y ECCE HOMO - CUÁN POCOS SON LOS QUE AMAN LA CRUZ DE
CRISTO [DE LA IMITACIÓN DE CRISTO, LIBRO II, CAP. 11]
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1. Jesucristo tiene ahora muchos amadores de su reino celestial, mas muy pocos que lleven
su cruz.
Tiene muchos que desean la consolación, y muy pocos que quieran la tribulación.
Muchos compañeros halla para la mesa, y pocos para la abstinencia.
Todos quieren gozar con Él, mas pocos quieren sufrir algo por Él.
Muchos siguen a Jesús hasta el partir del pan, mas pocos hasta beber el cáliz de la Pasión.
Muchos honran sus milagros, mas pocos siguen el vituperio de la Cruz.
Muchos aman a Jesús, cuando no hay adversidades.
Muchos le alaban y bendicen en el tiempo que reciben de Él algunas consolaciones: mas si Jesús se
escondiese y los dejase un poco, luego se quejarían o desesperarían mucho.
2. Mas los que aman a Jesús, por el mismo Jesús, y no por alguna propia consolación suya,
bendícenle en toda la tribulación y angustia del corazón, tan bien como en consolación.
Y aunque nunca más les quisiese dar consolación, siempre le alabarían, y le querrían dar gracias.
3. ¡Oh! ¡Cuánto puede el amor puro de Jesús sin mezcla del propio provecho o amor!
¿No se pueden llamar propiamente mercenarios los que siempre buscan consolaciones?
¿No se aman a sí mismos más que a Cristo, los que de continuo piensan en sus provechos y
ganancias?
¿Dónde se hallará alguno tal, que quiera servir a Dios de balde?
4. Pocas veces se halla ninguno tan espiritual, que esté desnudo de todas las cosas.
Pues ¿quién hallará el verdadero pobre de espíritu y desnudo de toda criatura?
Es tesoro inestimable y de lejanas tierras.
Si el hombre diere su hacienda toda, aún no es nada.
Si hiciere gran penitencia, aún es poco.
Aunque tenga toda la ciencia, aún está lejos: y si tuviere gran virtud y muy ferviente devoción, aún
le falta mucho; le falta la cosa que le es más necesaria.
Y esta ¿cuál es? Que dejadas todas las cosas, déjese a sí mismo y salga de sí del todo, y que no le
quede nada de amor propio.
Y cuando ha hecho todo lo que conociere que debe hacer, aún piense no haber hecho nada.
5. No tenga en mucho que le puedan estimar por grande, mas llámese en la verdad siervo
sin provecho, como dice Jesucristo.
Cuando hubiereis hecho todo lo que os está mandado, aún decid: Siervos somos sin provecho.

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Y así podrás ser pobre y desnudo de espíritu, y decir con el profeta: Porque uno solo y pobre soy.
Ninguno hay más rico, ninguno más poderoso, ninguno más libre, que aquel que sabe dejarse a sí y
a toda cosa, y ponerse en el más bajo lugar.


¡Ave María y adelante!

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LA EUCARISTÍA - DE LA ETERNA ALABANZA DE DIOS [JARDINCILLO DE LAS ROSAS, CAP.


18]
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1. «Esté siempre su alabanza en mis labios» (Sal 33, 2)
Oh palabra dulce en los oídos de los devotos, pero más dulce en presencia de Dios y de los santos
ángeles.
Si todos los instrumentos músicos hiciesen consonancia y no resonasen las alabanzas de Dios, en
vano tocarían, y no recrearían el alma santa, ni la saciarían.
Conviene, pues, si la alabanza ha de ser agradable y acepta a Dios, que la causa del canto sea Dios y
su gloria, y se excluya toda suerte de vanidad.
Si tu intención fuere pura, entonces podrás regocijarte con María357, con verdadera alegría de
corazón.
Es dulce ocupación el alabar a Dios en todo tiempo, amar al criador del cielo y de la tierra, honrar
sobremanera al dador de la vida eterna.
Puesto que la vida y ocupación y honra y gloria de los santos ángeles consiste en alabar a Dios de
todo corazón y no cesar jamás en su alabanza; los cuales nunca pueden fatigarse ni engreírse con
vanagloria.
Lo mismo ejecutan también las almas santas en la patria celestial, libres ya de las ataduras del
cuerpo, de los lazos de Satanás, seguras de todas sus tentaciones y ya unidas a Dios en perfecta
caridad y perpetua alegría y llenas de inefable bienaventuranza.
Ahora que se ven libres piensan con gran dulzura en cuántas tribulaciones y amarguras se vieron y
de cuántos peligros y tentaciones de esta miserable vida escaparon.
Todos sus lamentos se trocaron en cánticos de alegría y los crueles azotes de tribulaciones en
aumento de fulgor de su corona.
2. Oh cuán bienaventurada es aquella patria, donde todo es paz, donde no hay ninguna
tristeza, donde todo es jocundo358 y todo está lleno de las divinas alabanzas y de dulce júbilo.
Bendice, pues, también tú alma devota, al Señor en los cielos y alaba a tu Dios, Sion359, aunque te
halles cargada con el peso de la carne.
Invoca a Jesús en el lugar del combate, para que te asista a la diestra y a la siniestra360 con los
ángeles santos.
Ruega para que no prevalezca contra ti el ímpetu de los demonios, no te engañe la blandura de la
carne, no te quebrante el rigor de la disciplina religiosa o el trabajo del cuerpo miserable.
Recibe por amor de Cristo el peso de la Santa Cruz, la cual te abrirá la puerta del Reino de los
Cielos.
¿Qué más deseas? El camino real para llegar a Cristo es vencer la propia voluntad, sufrir la falta de
las cosas, no buscar las comodidades de la carne.
Tendrás ciertamente eterno descanso por un pequeño trabajo, eterno honor por el humilde y el
último lugar.
357
Lc 1, 47
358
Nota de la presente edición: Plácido, alegre, agradable.
359
Sal 147, 1
360
Nota de la presente edición: Izquierda.

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Ejercicios Espirituales por internet 108
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Y así siempre la alabanza de Dios estará en tus labios, en lo próspero y en lo adverso; porque
mucho puedes merecer en esto, si te resignares plenamente en la voluntad de Dios.
Cualquier molestia que te sobreviniera, ya sea interior, ya exterior, recíbela piadosa y
graciosamente de manos de tu creador benignísimo, qué tiene cuidado de todas las cosas,
pequeñas y grandes.
El que te hizo a su imagen y semejanza no te abandonará en tus necesidades, por su inmensa
bondad.
3. Desata, pues, tus labios en las alabanzas de Dios omnipotente, por cuya Providencia se
rigen todas las cosas en el cielo y en la tierra, en el mar y en todos los abismos.
Alaba a tu Creador, que te hizo hombre y no bestia; y si te hubiese hecho mosca, todavía debía ser
alabado y habría hecho bien.
No puede el león gloriarse de su fortaleza contra una mosca o el mosquito; porque si el león puede
rugir más fuerte, en cambio no puede volar tan alto como la mosca.
No haya, pues, contienda entre el grande y el pequeño, entre el rico y el pobre, entre el fuerte y el
débil, entre el sabio y el simple, entre el señor y el criado.
Alabemos todos a una a Dios Nuestro Señor, que creó todas las criaturas con maravillosa
hermosura y variedad, para alabanza y gloria de su nombre y para utilidad del hombre.
Alaba, alma fiel, a tu redentor, que te redimió del poder de la muerte eterna por medio de la pasión
de su benditísima cruz.
No le podrás dar nunca bastantes gracias aunque pudieses mil veces morir y ser crucificado por Él.
Alaba a tu protector, que te ha guardado de caer en muchos peligros y pecados.
Alaba a tu bienhechor, que te ha dado tantos beneficios, que apenas podrás contarlos.
Y advierte que aun ahora cada día te otorga nuevos bienes, y personalmente viene por ti al altar
Santo, en el cual te da en la comunión el mayor bien que es y tiene.
No te pide otra cosa por todo esto, ni hay cosa que le agrade tanto, como el que tú le ames pura e
íntimamente por sí mismo.
4. Cuando estuvieras alegre y las cosas te fueran bien, alaba y da gracias a Dios, porque el
piadoso Señor se ha dignado consolarte para que no desfallezcas en el camino.
Porque todas las veces que oyes o lees la palabra de Dios o meditas devotamente sobre la
encarnación o pasión de Cristo, otras tantas te envía pan del cielo para refocilar361 tu espíritu.
Cuando estuvieras triste o te sintieras débil, alaba y da gracias a Dios porque te visita, prueba y
purifica, para que no te ensoberbezcas ni presumas de ti.
Porque la flexión del cuerpo con frecuencia es camino para la corrupción del corazón.
Cuando estuvieres sano y fuerte, alaba y da gracias a Dios, porque te dio fuerzas para que puedas
trabajar y servir a otros, y nunca emplees el tiempo ociosamente.
Cuando estuvieres en el huerto o en el jardín, viendo diversas especies de plantas y de árboles, de
flores y rosas, de peras y manzanas, el verdor de las hierbas y las fragantes azucenas alaba y da
gracias a Dios, porque te mostró muchas de sus obras admirables que brotan de la tierra, las cuales
todos los años renueva con maravilloso poder y sabiduría, por su gran bondad, y para utilidad y
servicio de los hombres.

361
Nota de la presente edición: Alegrar.

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Por tanto en todo lugar y tiempo alaba a Dios y dale gracias; porque toda la tierra está llena de su
majestad, y su gloria se ensalza sobre todos los cielos.
Alaba a Dios con todos los santos en la tierra, a quien alaban todos los ángeles en el cielo.
Si lo alabas, te asemejas a los ángeles; si no lo alabas, eres un ingrato y peor que las bestias.
Mira que las aves del cielo cantan, los peces nadan, los perros ladran, las ovejas balan y todos los
elementos se mueven a gloria y alabanza de Dios, y con sus naturales movimientos declaran la
divina magnificencia.
Por lo tanto, en todo lo que haces, ten a Dios ante tus ojos.
Guárdate de ofenderle; dale gracias por los beneficios que te ha hecho; y al terminar cualquiera
obra que hagas, dí en tu corazón, dando gracias a Dios: sea alabanza para Dios ahora y para
siempre; todos los espíritus alaben a Dios362. Amén.


¡Ave María y adelante!

362
Sal 150, 6

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CRUCIFIXIÓN Y MUERTE - DEL LLANTO SOBRE LA PASIÓN DEL SEÑOR [TREINTA Y SEIS
SERMONES Y MEDITACIONES UTILÍSIMAS - DOMINICA DE PASIÓN]

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1. «Oh Vosotros todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor como el mío»
(Lam 1, 12).
En la Santa Iglesia se celebra ahora la memoria de la Pasión del Señor; y es razón que los hijos de la
Iglesia se compadezcan de su Señor, que se dignó morir corporalmente por ellos, para que ellos
viviesen eternamente en el cuerpo y en el espíritu.
No sean, pues, ingratos, o se juzguen ajenos a esta Pasión; antes tengan en cuenta que ellos son la
Iglesia y esposa de Cristo, los que se llaman sus hijos; si empero se llegan a Cristo con filial amor y
devoción.
Oh, ¡cuán grande amor del eterno Padre sobreabundó en todo el linaje humano, cuánta dilección
del unigénito Hijo de Dios, cuánta benignidad del Espíritu Santo!
¿Qué dices a esto, alma mía? ¿Serás acaso ingrata, o podrás olvidarte de tan grande caridad?
¿Cómo podrás despreciar a Aquel que te amó tan ardientemente?
Ama al que te ama y te ama con tanto afecto, que prefiere sufrir la muerte antes que ver que te
pierdes.
Esta fue la caridad que nadie tuvo mayor, y por esto satisfizo plenamente por todos.
2. Pero ¿qué harás y qué darás en pago al Señor por su muerte?
Conviene hacer algo, por más que no puedas darle en retorno digna recompensa.
Porque todas las criaturas del mundo y todos los santos del cielo no pueden dar a Dios las debidas
gracias por la muerte que Él tomó por ti espontáneamente.
Acuérdate, pues, de su Pasión, y según tu pequeña capacidad procura imitarla: porque esto es darle
grandes gracias, el querer sufrir por Él tribulaciones.
Por lo cual aparta tu mente de los cuidados exteriores y vuelve todos tus pensamientos a la imagen
de tu Señor crucificado.
Por su medio podrás apartar mejor de tu mente las imaginaciones extrañas, y con la viva
impresión de esta imagen, hasta sufrir con más suavidad cualesquiera dolores del cuerpo.
Y conforme al orden de la Iglesia, conviene en este tiempo considerar la Pasión del Señor y debes
ahora con más atención dirigir a ella tus devotos ejercicios.
Si los ayunos precedentes han pasado con alguna negligencia, ahora en esta quincena
enfervorícese de nuevo tu devoción con la memoria de la Pasión de Cristo.
Y si recuerdas que en algo has procedido bien, añade más fervor al precedente.
Sé ahora más solícito y fervoroso, que así lo pide la memoria especial de la Pasión del Señor y la
compasión general que la Iglesia santa demuestra en la muerte de su Redentor.
3. No te sea gravoso el meditar la amargura de la Pasión de Cristo, que Él está aún dispuesto
a sufrir por ti.

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Ejercicios Espirituales por internet 111
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Cada día de estos recoge y saca de la viña del Señor de Sabaot363 un hacecillo de mirra, que
escondas entre tus pechos364 para guarda del corazón; porque Él exhala aroma de vida, y si bien lo
mascas, sentirás una fortaleza admirable en medio de los oprobios y contradicciones.
Muchos han comprobado y gustado, que ejercitándose con frecuencia en la meditación de la Pasión
del Salvador, experimentaron tal dulzura en sus santas llagas y benditas heridas, que derramaban
hilo a hilo las lágrimas por la vehemencia del dolor, y por el intenso amor y compasión se sentían
encendidos y abrasados para padecer por amor de Cristo toda suerte de afrentas y penalidades.
Qué diré, que algunos como fuera de sí y como cambiado totalmente el amor propio, deseaban
penetrar en lo más íntimo de las entrañas de Jesús, para sentir su anonadamiento hasta la muerte
de cruz365, a fin de que en su corazón sólo Cristo fuese magnificado y solamente ellos fueran
despreciados.
4. De tal manera es ardiente la sangre de Cristo por el amor derramada, que inflama vivamente al
que íntimamente la medita, de suerte que tenga en nada lo que da pena y tormento al cuerpo.
Y así el vehemente amador comienza a configurarse con su Amado por medio de las pasiones366
entregándose libre y totalmente a Aquel que en nada reparó para redimirlo.
De ahí nace un grande amor, se siente un gratísimo consuelo, se aumenta una singular devoción,
muere el afecto carnal, se eleva en Dios el espíritu, es iluminada la mente y se gusta la palabra del
Profeta que dice: ¡Cuán preclaro es mi cáliz embriagador!367
Pero porque esta es cosa muy grande y ardua, y no está al alcance de nadie por sus propias fuerzas,
por esto, alma mía, pide, busca, y llama a la puerta, para que el benignísimo Jesús que está lleno del
Espíritu Santo y de las virtudes y que es rico para todos los que le invocan368 te abra
misericordiosamente este tesoro que en sí tiene escondido, y haga manar en ti de sus sagrados
estigmas el ungüento preciosísimo de la devoción y así aprendas tú también a chupar miel de la
piedra y óleo del peñasco durísimo369; lo cual está escondido a los soberbios, pero patente a los
corazones humildes y devotos; está velado a los carnales y que gustan de las cosas terrenas, pero
se concede gustar con frecuencia a las almas puras y sencillas.
Esta es la admirable providencia de Dios, que los mansos y humildes alcancen lo que no pueden
alcanzar los soberbios y curiosos.
5. Ves cuántos hay que leen mucho, escudriñan cosas elevadas e investigan las sublimes;
pero no experimentan ninguna o poquísima devoción en la Pasión de Cristo; porque se derraman a
las cosas exteriores y buscan su consuelo en las cosas terrenas; y por esto su corazón se hace en lo
interior árido e insípido y no pueden sentir las cosas de Jesucristo.
Están ocupados en muchas cosas y edificados en pocas.
Descuidan las cosas útiles, omiten las necesarias; aman las sutiles, desprecian las sencillas; son
arrebatados a diversas partes y tienden sólo a novedades; y ni por esto encuentran descanso ni se
sacian en lo que oyen.
Porque mientras no busquen a Jesús por la pasión y por la cruz, no llegarán a la verdadera dulzura
interior y al conocimiento de la Divinidad.

363
Nota de la presente edición: Sabaoth en hebreo, plural de ”hueste” o “ejército”. El Señor de Sabaot
equivaldría al “Señor Dios de los ejércitos”
364
Cant 1, 12
365
Flp 2, 7
366
Flp 3, 10
367
Sal 22, 5
368
Rm 10,12
369
Dt 32, 13

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Ejercicios Espirituales por internet 112
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Pues sólo Jesús da entrada a la divinidad por medio de su santísima humanidad.


Lo cual gustó bien el bienaventurado apóstol San Pablo, cuando dijo: En Cristo están escondidos
todos los tesoros de la sabiduría y ciencia de Dios370; y por esto, dando de mano a las palabras de la
mundana sabiduría, se ejercitaba en la vida y Pasión de Cristo, diciendo: Porque no pensé que
sabía alguna cosa entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado371.
6. Pon la mente en esto, alma mía; y dejando a un lado todas las cosas curiosas y todas las
vanidades, dirige a Jesús crucificado el ojo interior de tu corazón.
Estate con Él velando solícito y con Jesús en el Monte de los Olivos ora al Padre: para que, como a
Él se le dio a beber el cáliz de la Pasión benditísima, así se te dé a ti un ardiente afecto, para
compadecerte amorosamente de Él.
Porque más encontrarás en las llagas de Jesucristo que en la contemplación de todas las cosas
criadas.
Digo esto porque te enfervorices más y más en la contemplación de la Pasión de Cristo y con más
atención pienses en ella; antes bien no dejes pasar ningún día ni hora sin recordarla.
Porque todo lo que lees y oyes de los otros dichos y hechos de los santos, todo lo hallarás y con
más abundancia y dulzura en la vida y Pasión de Cristo.
Puesto que la Pasión veneranda372 de Cristo aventaja por muchas maneras todas las pasiones de
los santos.
Porque las pasiones de todos los santos recibieron su santificación de sola la Pasión de Cristo y por
su muerte de Él fueron meritorias y aceptables.
Porque Él es el santo de los santos, que tiene potestad para perdonar a los hombres sus pecados de
ellos, que hace agradables a Dios todas las obras que hacen, y que se dio a sí mismo en oblación
santa por la redención de todos los pecados.
7. Pero en especial de tres modos la Pasión de Cristo sobrepuja las pasiones de todos sus
escogidos, es a saber, en dignidad, en acerbidad y en fruto o utilidad.
En dignidad sobresale la persona del que padece, porque era Hijo de Dios.
En acerbidad, el dolor del cuerpo fue gravísimo, porque era de complexión nobilísima y
delicadísima.
Y en fruto aparece la redención del linaje humano, porque con el mérito de su muerte, que sufrió
sin culpa, nos libró de la muerte eterna y nos mereció la entrada en la celeste bienaventuranza de
la gloria.
Por eso así habla por medio del Profeta a todos los fieles, para que consideren la grandeza de su
dolor, diciendo: Oh vosotros todos los que pasáis por el camino, considerad y mirad si hay dolor
comparable al mío373.
8. ¡Ay dolor! ¡Ay, Señor! ¡cuántos son los que pasan inadvertidamente delante de Ti, pasan
por delante de tu imagen con ojos enjutos y corazón impasible!
Apenas miran a lo lejos el crucifijo, andan por las iglesias sin reverencia y sin la debida
genuflexión.
Se apresuran más a salir que a entrar; con más suavidad y deleite arrastra el mundo a los
espectáculos que el canto celestial y divino a las iglesias.
370
Col 2, 3
371
1 Cor 2, 2
372
Nota de la presente edición: Digno de veneración.
373
Lam 1, 12

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Apenas aguantan el estar breve tiempo en tus alabanzas, al paso que Tú estuviste colgado en la
Cruz largas horas por su salvación, lleno de muchos dolores y afrentas.
¿Dónde están nuestros ojos, Señor, y a dónde se han ido nuestros oídos, que no hacemos caso de ti?
Conviértenos a Ti374, porque muy presto nos apartamos de Ti.
Muy pronto nos olvidamos de tu gran caridad, que nos mostraste en tu sacratísima Pasión.
Padeciste tantas cosas, tan graves, tan indignas, y tan sin culpa, de parte de los hombres por los
hombres que Tú creaste; de parte de tu pueblo y linaje, a quienes tantos beneficios hiciste en los
tiempos antiguos y presentes, y todavía permanecemos duros e ingratos.
Los seres insensibles se conmovieron en tu muerte y no se mueven los corazones de los hijos de
los hombres.
9. ¡Ay de mí, infeliz y miserable, a causa de la esterilidad e insensibilidad de mi corazón, que
con tanta rapidez me conmuevo por la menor injuria y no siento las gravísimas afrentas de mi
Señor Jesucristo!
Me duele la más leve herida de mi cuerpo y no pondero las acerbísimas penas de mi Señor.
Bien se ve cuán exigua es mi caridad, porque es punzada la cabeza y mi corazón no lo siente.
Si somos miembros de un mismo cuerpo, ¿por qué no me compadezco? y ¿por qué mi corazón no
se parte de dolor?
¿Qué replicaré a esto, Señor mío? y ¿qué haré, miserable de mí?
¿Por qué con más presteza me mueven a veces las penas de un hombre mortal que las tuyas,
Criador mío, Esposo mío inmortal?
¿Por qué me impresiona más una curiosidad de cosas vanísimas, que el verte suspendido en la
Cruz por mí?
Por esto me duelo íntimamente, porque estas cosas no penetran en mi corazón, ni me hieren ni
atraviesan, como debieran.
¡Qué vergüenza! qué tan dispuesto y pronto estoy para la risa, tan sensible para el propio daño y
tan tardo y árido para meditar la Pasión acerbísima de mi Señor.
Y si alguna vez me revisto de compasión, muy presto la despido de mí; por esto no adelanto y
nunca llego al perfecto sentimiento interno de la compunción.
¡Ah, Dios mío, que tantos bienes oigo de Ti y ninguno hago!
Leo tan graves males que sufriste y todavía me siento más duro que ablandado.
No es esto señal de amor perfecto ni de amorosa compasión.
¿Hasta cuándo he de ser insensible y compadecerme con el que padece?
12. Considera, pues, esto, oh alma fiel, y por todo ello muéstrate agradecido a Dios.
En cualquier aprieto y tribulación te ha de consolar Jesús pobre y humilde, quien de Dios y de los
hombres fue dejado en grande necesidad.
Oh siervo perezoso e inútil, no eres mayor que tu Señor; oh cristiano, no eres más inocente que
Cristo.
Si Él padeció tanto por ti, ¿qué debes tú hacer y padecer por Él?

374
Lam 5, 21

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Si de esta suerte fue abandonado y despreciado el que era Hijo Muy Amado, ¿de qué te quejas, si
alguna vez eres abandonado y despreciado, tú que eres tan indigno esclavo?
Mira a tu modelo celestial y tenlo perpetuamente en la memoria.
Oh, hermoso y amadísimo Hijo de Dios, ¿qué es lo que más en Ti admiraré? ¿tu alteza o tu
abatimiento?
Y ¿qué es lo que más consideraré, tu dignidad o tus afrentas?
Ambas cosas juntamente con más verdad y provecho.
Te miro hermoso y altísimo en la naturaleza divina, afeado y despreciado en la forma humana.
15. Oh amado y cordialísimo Jesús, esplendor de la gloria eterna375 ¡cómo así te traspones,
oh sol de justicia!
Tenga mi alma compasión de Ti, y con la grandeza del afecto de compasión pártase la dureza de mi
corazón.
Desee ardientemente padecer y morir contigo, ponderando lo que David decía de su hijo: ¡Oh
quién me diese que yo muriera por ti, Absalón hijo mío, Absalón!376.
En David pudo más el dolor de padre por la muerte de su hijo rebelde, de suerte que llorase
amargamente su muerte y desease morir por aquel que le procuraba quitar la vida; ¡cuánto más ha
de poder en mí el dolor de intensa compasión por tu muerte inocente, consumada en el suplicio de
la cruz!
Más ha de moverme el que hayas sido crucificado y muerto por mí, que si me hubiesen dado todo
el mundo o lo hubieses gastado por mí.
16. Por tanto mi vida tenga una dichosa muerte y mis postrimerías sean semejantes a las de
mi Señor377.
Mayor dicha sería para mí morir contigo que vivir una hora sin ti…
Señor, me acordaré de tu muerte y con ósculos íntimos del corazón besaré las cicatrices de todas
tus llagas.
Nadie me hable hoy, no me venga nadie con algún consuelo ni alivio, porque no lo recibiré de
ninguna criatura, para que no me sea impedimento de llorar sin consuelo la amarguísima Pasión
de mi Señor.
Apartaos de mí, apartaos de mí los de casa y los de fuera, dejadme que me siente solo y desolado,
para llorar algo a mi Amado crucificado por mí. Falten las lágrimas a mi cabeza por la grandeza del
dolor y no haya quien las seque ni quien me consuele, sino Aquel por quien lloro.
Llorad conmigo, sol y luna, y lamentaos en mi compañía todas las criaturas, porque hoy ha sido
muerto nuestro Señor.
Es justo que todas las cosas se muestren desoladas, cuando padece el autor de la naturaleza y que
todos se cubran de tristeza, cuando el Hijo de Dios sufre tan gran miseria.
No quiero ya más hablar, sino sólo quiero llorar, porque mi Dios dando una gran voz ha expirado378.
Salid, salid, lágrimas, en abundancia y corred hasta la tierra.

375
Hb 1, 3
376
2 Re 18, 33
377
Num 23, 10
378
Mt 27, 50

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Caed sobre el cuerpo muerto de mi amado Señor y merecedme la vista interior, que merezca
después ver lleno de gozo a aquel a quien ahora con ardientes lágrimas lloro crucificado.
Séame su sepulcro hogar de paz y de descanso, a fin de que su resurrección gloriosa dé fin a todo
dolor y llanto. Amén.


¡Ave María y adelante!

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SOLEDAD DE LA VIRGEN - DE SIETE PUNTOS NOTABLES QUE SE PUEDEN CONSIDERAR EN LA


PASIÓN DE CRISTO [TREINTA Y SEIS PLÁTICAS Y MEDITACIONES UTILÍSIMAS - 27ª]

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1. «Mirad y ved si hay dolor semejante a mi dolor» (Lam 1, 12)
La Pasión de Cristo se levanta sobre todos los beneficios que Dios ha dispensado al linaje humano
y compunge con más fuerza los corazones.
Por esto la mente debe estar atenta y considerar tan gran beneficio y pensar con diligencia y con
gran compasión de corazón en la amargura del corazón de Cristo: porque esto es agradable a Dios
y saludable al alma.
Porque cada una de las llagas del Señor son otras tantas medicinas de las almas; y los duros azotes
son indicios del divino amor y satisfacción de nuestros pecados.
¡Oh cuántas gracias he de dar a Cristo por cada uno de los azotes y crueles llagas que sufrió en su
cuerpo por mí, vil y miserable pecador!
2. Considera, pues, lo primero, Quién es el que esto padece; lo segundo, de parte de quiénes;
lo tercero, cuán grandes males padece; lo cuarto, por quiénes los padece; lo quinto, cuánto tiempo;
lo sexto, en qué sitios, y lo séptimo, en cuáles miembros.
Porque mucho ayuda a la interna compasión si estas siete cosas se consideran por su orden.
1º. Porque si atiendes a la persona que padece, hallarás que ninguna hubo más digna, ninguna
mayor, ninguna más santa, ninguna más excelente.
Porque este que padece es el Hijo de Dios, el Unigénito del Padre, el primogénito de la Virgen
Madre, concebido por obra del Espíritu Santo; lleno de gracia y santidad, ilustre en prodigios y
virtudes, cuya vida fue inmaculada, libre de toda sombra de pecado.
Este es el verdadero Cordero de Dios sin mancha, prefigurado en la ley, anunciado por los Profetas,
deseado de muchos reyes y justos, destinado por el Padre para la redención del mundo con su
Pasión santa, ofrecido espontáneamente a la muerte de cruz, inmolado a Dios en el ara de la Cruz
por nuestros pecados.
Siendo, pues, tal Sacerdote y Pontífice sumo santo, inocente, inmaculado379, rey de reyes y Señor y
criador de todas las cosas380, autor de los ángeles, redentor de los hombres; no rehúye ser
despreciado de los hombres, preso, atado, azotado, crucificado, morir, ser sepultado, como nos lo
enseña claramente la sagrada historia de su Pasión.
5. 2º. De parte de quiénes padece. Lo segundo, considera de parte de quiénes Cristo padece
estos males, y hallarás ciertamente que es de parte de su linaje, del pueblo que Él ama
especialmente, de los parientes según la carne, de los Israelitas, de los hijos de Abrahán. a los
cuales de antiguo enriqueció con tantos beneficios, enalteció con tantos privilegios, a quienes
ennobleció con tantos preceptos, leyes y ceremonias con preferencia a los demás pueblos de la
tierra, por los cuales vino al mundo y a quienes deseó salvar.
De éstos, pues, tan magníficamente beneficiados y ensalzados, Cristo es vilmente despreciado,
acosado insidiosamente, afligido sin causa y finalmente condenado a muerte
ignominiosísimamente.

379
Hb 7, 26
380
1 Tim 6, 15

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No se acordaron de la muchedumbre de sus misericordias que en siglos recibieron381, ni de las


obras maravillosas que les manifestó, aun después que en muchas cosas le ofendieron…
6. 3º. Cuántos males padece Cristo. Lo tercero debes considerar cuán grandes males padece
Cristo, y cuántos son los que le infieren males.
Consta, según el testimonio del Evangelio, que en primer lugar fue vendido por poco dinero por un
discípulo suyo; en segundo lugar, fue entregado a los enemigos con ósculo de falsa paz; fue
gravemente reprendido por los sacerdotes, llamado blasfemo por el Pontífice, difamado por los
escribas y fariseos, acusado por los príncipes de la ciudad, presentado al juez por los ministros de
justicia, despreciado y mofado por Herodes, sentenciado a muerte por Pilatos, prendido y atado
por gente de armas, azotado y coronado de espinas por los soldados, befado382, escupido y
abofeteado por los criados, abominado por las criadas, de suerte que dijeron a Pedro :
Verdaderamente tú eres de ellos: y tú estabas con Jesús de Galilea383.
Apenas se halló hombre vil y miserable, que no se gozase de las penas de Cristo.
¡Oh dolor sobre dolor! ¡Oh, pobre y humilde Jesús, que no tienes consolador ni ayudador entre
todos los hijos de los hombres!...
7. 4º. Por quiénes padece Cristo. Lo cuarto considerarás por quiénes padeció Cristo y por qué
causa, siendo Dios, sufrió tan acerbísima muerte.
Ciertamente padeció por nuestros pecados, por los que contrajimos de nuestros padres y también
por los que cada uno hemos cometido por nuestra maldad en cualquiera edad, estado, orden u
oficio.
Porque todos han pecado y tienen necesidad de la misericordia de Dios384, dice el Apóstol: ya sean
judíos, ya gentiles; ya siervos, ya libres; ya pobres, ya ricos; ya reyes, ya príncipes; ya clérigos, ya
legos; ya sacerdotes, ya doctores; ya prelados, ya súbditos; en una palabra, todos los hijos de Adán,
todos por naturaleza engendrados hijos de ira; pero por la gracia de Cristo lavados, por la muerte
de Cristo librados de muerte eterna…
¡Oh, suavísima reconciliación, para aplacar el rostro divino! ¡Oh plenísima satisfacción, para
limpiar todas las manchas de los pecados de los hijos de Adán, en quien todos pecaron y cayeron!
8. 5º. Cuán largo tiempo padece Cristo. Lo quinto considerarás cuán largo tiempo Cristo
padeció y cuánto tiempo estuvo penando: porque esto pertenece a la longanimidad de su paciencia
y da notable aliento a los de ánimo apocado y triste.
Lee con atención y diligencia todas las páginas del sagrado Evangelio y hallarás manifiestamente,
que toda la vida de Cristo, desde el punto de su nacimiento hasta el fin de su vida fue ejercitada en
grande pobreza, en persecuciones y tentaciones, en desprecios y murmuraciones de los malos y
finalmente acabó con muerte de Cruz.
Y así no pasó un instante sin tribulación, mientras vivió en este mundo.
Pero considerando el día y el tiempo de su Pasión, en la víspera de la cena sacratísima comenzó la
tristeza por el dolor inminente y muerte próxima, cuando cenando con los discípulos les predijo
que aquella misma noche había de ser entregado en manos de los pecadores por uno de ellos, y
duró hasta después de su sepultura, o más bien hasta el tercer día, en que resucitó de los muertos;
porque entonces apareció a sus discípulos alegre y silencioso.

381
Sal 26, 6
382
Nota de la presente edición: Befar, hacer mofa de alguien.
383
Mt 26, 69
384
Rm 3, 23

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10. 6º. En qué sitios padece Cristo. Lo sexto notarás todos aquellos sitios en los cuales Cristo
padeció por ti algunas afrentas o penas.
Porque en el Monte de los Olivos hizo oración tres veces: allí sudó sangre a fuerza de la tristeza y
temor, y en la oración se resignó perfectamente en la voluntad de su Padre.
En el huerto fue buscado y hallado por los judíos; no huyó de ellos, antes les salió al encuentro. Fue
traicionado por Judas y vendido con beso falso. Fue preso y atado por los ministros armados.
Fue arrastrado y llevado con violencia a la ciudad, cual si fuese ladrón pernicioso, por la perversa
cohorte de los soldados, con hachas y linternas en la obscura noche y guardado
diligentísimamente, para que no huyese, o alguien lo arrebatase.
En la casa de Anás sufrió el primer examen, y fue preguntado de su doctrina y discípulos; y como
respondiera bien a esto, uno de los criados le hirió gravemente en la mejilla.
En casa de Caifás, sumo sacerdote, a donde muchos se reunieron contra él, es vejado con muchas
injurias y escarnios; su cara es velada, manchada con salivazos, herida con bofetadas, y es llamado
a gritos reo de muerte.
Mas llegada la mañana, atadas las manos, es llevado en público por calles y plazas al pretorio de
Pilatos; y acusado gravemente como quebrantador de la ley y alborotador del pueblo.
Después es llevado al consistorio de Herodes, por quien es burlado y vestido de vestidura blanca
como loco y remitido a Pilatos.
En todas partes es burlado, en todas escarnecido; en ningún lugar está seguro, en ninguno
tranquilo, hecho odioso a todos, a todos abominable.
Por fuera oye clamores, por dentro sufre dolores.
Y después de crueles azotes y muchas llagas, que recibiera, juzgado indigno de la vida, es sacado de
la ciudad cargado con cruz afrentosa y en el Calvario es colgado en ella desnudo entre dos
ladrones.
Y consumadas todas las cosas que de Él estaban escritas, es sepultado con reverencia en el corazón
de la tierra, o sea en un sepulcro nuevo labrado en piedra, por los varones justos José y Nicodemo,
y llorado por las santas mujeres con muchas lágrimas y suspiros.
Mira cuántos lugares visitó Cristo en su Pasión; cuántas veces derramó en ellos su preciosa sangre;
cuántos improperios con azotes recibió, para santificar a su pueblo y purificar los parajes
contaminados, en los cuales los hombres pecan y ofenden a Dios con frecuencia.
15. 7º. En qué miembros padece Cristo. En séptimo y último lugar debes atender y ponderar
con qué miembros padeció Cristo y qué penas sufrió por nosotros en cada miembro y sentido del
cuerpo.
¡Oh qué crueles azotes sufrió en la flagelación, cuántos miles de llagas se le hicieron, cuán
frecuentemente fue herido en el mismo sitio, con cuánto dolor lo sintió y calló!
No opuso la mano ni el pie ni otro miembro contra los golpes, sino que entregó espontánea y
libremente todo su cuerpo a los que le herían, para satisfacer plenamente por los pecados de todos
los hombres.
17. Pero dirige ya el ojo de tu corazón a cada uno de los miembros heridos con las llagas y
con piadoso afecto de compasión derrama lágrimas. Comienza por la planta del pie y sube hasta la
coronilla de la cabeza y verás que todo el cuerpo de Jesús está lleno de acerbísimo dolor. A la
verdad si tú te hallases en semejante dolor o estuvieses tendido en cama enfermo ¿no te agradaría
el que se condoliesen de ti y te desagradaría el que pasasen sin hacerte caso?

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Mira, pues, a Jesús tu Señor, padeciendo por ti llagado y muerto, y ten al menos un gemido por
todos sus dolores, si no puedes provocar tu llanto.
Cuando San Esteban fue apedreado, unos varones timoratos y santos hicieron gran llanto sobre su
cadáver385.
Pero mira cuánto más es Éste que Esteban, antes bien es el Santo de los santos, que está pendiente
de la cruz lleno de llagas; con razón, pues, debe condolerse todo fiel y sobre todo el devoto
religioso que ha abandonado el mundo…
24. Además de lo dicho oye todavía otras penas de gran desolación.
Por qué fue abandonado de su Padre en medio de sus angustias de muerte, como si no fuese su
Hijo muy Amado.
Fue abandonado de todos los amigos y discípulos, cual si fuese huésped y peregrino. Perdió a sus
mejores compañeros, halló enemigos pésimos. Perdió a San Pedro su defensor, recibió a Malco
acusador de Pedro.
¿Qué más? En vez de procurador tuvo un ladrón, en lugar de secretario un traidor; por alférez tuvo
a Simón cirineo, que llevó la cruz; por contubernal un ladrón malvado, que lo blasfemó; por
enfermero un mofador, por ropero un despojador, por refitolero386 un propinador de hieles; por
dormitorio el sepulcro, por lecho un duro peñasco cortado en la piedra.
Empero, entre tantos males que se hicieron a Cristo nuestro Señor no faltaron los piadosos
lamentos de los amigos; pero estaban escondidos y se veían de lejos: callaban y lloraban. Porque
nunca se vio tan grande mal en Israel desde el día en que Jesús nació en Belén.
Mas todo esto se hizo por divina ordenación para nuestra salud y para que se cumpliesen los
oráculos de los Profetas.
Con estas armas se vistió nuestro Cristo Jesús Nazareno, para pelear contra el príncipe de este
mundo y redimir el linaje humano con su preciosa sangre.
Peleó hasta la muerte, venció la soberbia del demonio con la humildad, la crueldad del mundo, con
la paciencia, el apetito de la carne con los acerbísimos dolores de la Cruz.
Nos dejó ejemplos de santa vida, sagradas palabras de provechosa meditación; y dio excelentes
remedios contra todos los vicios, para evitar los pecados y por medio de la Cruz conseguir los
premios de la vida eterna. A quien sea alabanza y gloria de todo bien, en el cielo y en la tierra por
los siglos de los siglos. Amén. ✝
¡Ave María y adelante!

385
Hch 8, 2
386
Nota de la presente edición: el que tiene cuidado del refectorio, de la alimentación.

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RESURRECCIÓN Y APARICIÓN A MARÍA SANTÍSIMA - DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO Y DE


LA CONSOLACIÓN ESPIRITUAL DEL ALMA [TREINTA Y SEIS PLÁTICAS Y MEDITACIONES
UTILÍSIMAS - 30ª]

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1. «He resucitado y todavía estoy contigo. Aleluya»
Esta es la voz de Cristo a la Iglesia y a cualquiera alma fiel que está muy triste por su pasión y como
privada de todo consuelo.
A ella habla en espíritu Cristo resucitado de los muertos, a ella consuela benignísimamente con la
dulce y alegre habla de su boca, diciendo: He resucitado y todavía estoy contigo.
No me he olvidado de ti sino que acordándome de mi promesa, me aparezco a ti como
victoriosísimo triunfador de la muerte y te anuncio los gozos de la felicidad eterna, para que me
felicites de la gloria inefable de la resurrección que recibí; porque ya nunca la he de perder, ni
jamás he de morir.
Ciertamente que ayer te doliste y lloraste mucho por mi Pasión, pero ya no llores más, porque
resucité de veras y estoy contigo con la presencia de majestad, El que padecí con la flaqueza de la
carne.
Ya estoy coronado de la más alta gloria y rodeado de la lumbre de la inmortalidad, El mismo que
ayer estuve colgado en la cruz condenado a muerte ignominiosísima.
Estuve tres días cadáver en el sepulcro; pero ahora vivo, dice el Señor tu Redentor, para que tú
vivas por mi medio.
2. Yo he resucitado hoy de entre los muertos por la gracia del Padre y tú resucitarás del
sepulcro por la virtud divina el último día, para ser coronado por tus merecimientos.
Regocíjate, pues, con voz de alegría, y con ferviente acción de gracias recita devotos cánticos de
júbilo, cantando el Aleluya y levantando tu espíritu a las eternas fiestas.
Hija de Sion, alégrate a la vez con el corazón y la voz, porque pasó ya la hora de la tristeza temporal
y volvió el día de la alegría perenne, la esperanza de la futura gloria.
Estén tristes en hora buena los que me crucificaron; confúndanse los que me burlaron; teman
todos aquellos que no quisieron creer en Mí.
Pero los fieles que me aman, alégrense; consuélense todos aquellos que al oír mi Pasión se
dolieron de ella y lloraron.
Acérquense a Mí los discípulos que se dispersaron y huyeron, dejándome en medio de los
tormentos.
Vengan a Mí los humildes y devotos, adelantándose los sacerdotes y ministros vestidos con
vestiduras blancas.
Todos los cristianos acérquense a mi mesa con suma reverencia y todos los pueblos celebren este
día de Pascua, en el que He resucitado.
3. Porque Yo soy la resurrección y la vida387. Yo soy el pan vivo que bajó del cielo388, que doy
vida al mundo.

387
Jn 11, 25
388
Jn 6, 41

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Yo soy el buen pastor389, que apaciento a mis ovejas sencillas y obedientes, que dejan la propia
voluntad y en todo siguen la mía.
Yo soy el maná escondido, el gozo de los ángeles, la Pascua de los cristianos, la felicidad de los
Santos; el que alegra a los ángeles con mi clara vista y a los hombres en la tierra me doy a mí
mismo en el Sacramento.
No te turbes, pues, como si estuvieses despreciado en el mundo.
No te entristezcas, cual si estuvieses abandonado de Dios.
No temas, como si estuvieras cercado de enemigos.
No te abandoné ni te abandonaré jamás.
No te aparté de mí, ni te apartaré nunca.
Eso sí, te probaré en muchas cosas y te conduciré por varias tentaciones y te purificaré como oro
en el crisol.
Y en tiempo de la tribulación me mostraré a ti y te consolaré con mi presencia, infundiéndote la
gracia de la devoción, primero dándote a beber el vino de la compunción, después ungiéndote con
el óleo de la alegría390 de suerte que derrames dulces lágrimas y experimentes una dulzura
admirable y te sientas todo enardecer y liquidarte de consuelo.
Así, de esta manera consolaré a los que lloraron por mí en este valle de lágrimas, a los que se
apartan de las liviandades y se recogen al interior.
Tengo cuidado de ti y mis ojos están puestos en mis fieles, para que un día se sienten conmigo en el
Reino de mi Padre y vean la gloria mía que tuve desde la eternidad y preparé a mis amigos.
Les daré recompensa llena, cuando también ellos resuciten de entre los muertos gloriosos e
impasibles.
Por esta causa sufrí la muerte, quebré las puertas del infierno, vencí al demonio, libré a los santos
padres del limbo, abrí las puertas del cielo, es a saber, para introducir en la felicidad eterna a todos
mis escogidos.
4. Pero no te juzgues separado de esta alegría ni ajeno a la feliz compañía de los Santos.
Porque si bien todavía estás vestido de cuerpo mortal y vives en medio de tentaciones, sin
embargo si permanecieres fiel y constante siguiendo mis huellas hasta el fin, como yo permanecí
en el amor de mi Padre obedeciéndole hasta la muerte, después gozarás de mi dichosa vista.
Sé, pues, fuerte en la tentación y paciente en toda tribulación, para que te hagas partícipe de mi
eterna gloria.
No desesperes por más que te venga encima cualquiera adversidad y se apartaren de ti todos los
consuelos humanos.
No acostumbro a olvidarme del triste ni despreciar al que ora, sino escuchar clemente el que con
gemidos de corazón me llama.
Permito que mi amado sea por breve tiempo atribulado, y cuando menos lo piensa o se reputa
indigno de algún consuelo, de súbito me le muestro e ilumino su ignorancia.
Así lo hice con mis discípulos y con las santas mujeres que fueron a visitar mi sepulcro.
Porque aquéllos se vieron sumidos en grande tristeza, perdieron toda esperanza, ningún consuelo
experimentaban, no sabían qué hacer o a dónde ir.

389
Jn 10, 11
390
Sal 44, 8

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Entretanto nada les era más sabroso que llorar amargamente y preguntar a menudo, por si podían
saber algo de mí.
Pero cuando faltó de todo punto el humano auxilio, entonces vino el divino.
Y les sucedió mucho mejor de lo que imaginar pudieran.
Porque envié delante a los ángeles, que les diesen buenas nuevas, a fin de que no quedasen tanto
tiempo sin consuelo, antes alentados con la esperanza de la vida aguardasen al rey de la gloria.
5. Diferí, pues, el aparecerme a ellos presto, para que creciese el deseo de buscarme y
estuviesen más purificados para verme; y así al verme, tuviesen mayor gozo, con más devoción me
estrechasen y con más reverencia me adorasen.
Sabía el tiempo y manera de consolar a los tristes y cuánto podían llevar los ánimos de los
mortales.
Por tanto no desprecié los piadosos deseos ni rehusé el trabajo de los afligidos; sino que puse a
prueba la fe, instruí la ignorancia, conforté la pusilanimidad, encendí el amor, despedí el temor.
Por lo cual ellos llorando, orando, buscando, llamando y perseverando merecieron ver al que
deseaban.
Y Yo cumplí mi palabra que les había dado: Os veré de nuevo, y vuestro corazón se alegrará al verme
y ya nadie podrá quitaros vuestro gozo391.
Tú, pues, al oír esto prepárate para la gracia de la devoción; aguarda pacientemente hasta que Yo
venga y de nuevo visite tu corazón, librándote de toda molestia y llevándote a un estado de nueva
alegría.
Entonces podrás cantar alegremente y conocer por experiencia cuán verdadero y regocijado es
este Introito392: He resucitado y todavía estoy contigo. Aleluya393.


¡Ave María y adelante!

391
Jn 16, 22
392
Nota de la presente edición: Entrada o principio, especialmente de un escrito o de una oración; Puede
referirse al salmo que lee el sacerdote en el altar al principio de la misa.
393
Eccles

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SAN IGNACIO Y LA VIRGEN MARÍA - DEL GOZO DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR [TREINTA
Y SEIS PLÁTICAS Y MEDITACIONES UTILÍSIMAS - 30ª]

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1. «Este es el día que hizo el Señor, alegrémonos y regocijémonos en Él» (Sal 117, 24)
Por cierto que tan solemne fiesta de la Pascua nos trae un grande gozo espiritual.
Por lo tanto hemos de alegrarnos en ella, no según la carne ni según la vanidad del mundo, sino
según Dios en los ácimos de sinceridad y de verdad394.
No hay que pedir mayor gracia y hemos de guardar pureza más acendrada395.
Ya el ánimo se ha de trasladar a los deseos celestiales por el deseo de la nueva vida.
Porque el Señor por justas causas nos hizo este día celebérrimo, para alegrarnos en él sobre las
demás festividades del año.
Digan ahora todos, exclame cada cual: Salve, día clarísimo, que nos resplandeció después de las
negras noches del invierno.
Porque hoy resucitó de la muerte el mismo Señor nuestro Jesucristo, Rey de la gloria y cabeza de
todos los reyes de la tierra, y a todos los que en Él creen y están esparcidos por el orbe de la tierra
les trajo la esperanza de la vida eterna.
Porque a la verdad, resucitando Él con la misma carne que tomó de María Virgen y ofreció por
nosotros en la cruz, se ha borrado la escritura de nuestra condenación396, y vencida la muerte, se
nos abre la paz en la puerta de la eternidad.
Abre, pues, tu boca, alma devota, y con voz sonora canta con toda la Iglesia católica en verdadera
alegría de corazón: Este es el día que hizo el Señor, alegrémonos y regocijémonos en Él397.
4. Por tanto, estando ya Cristo glorificado en la carne y todo el mundo renovado de nuevo;
también tú, hombre mortal, glorifica a Dios y renuévate en el espíritu398.
Da siempre gracias a tu Redentor, por los inmensos dones que a ti y a todos los fieles distribuyó.
Levanta a lo alto los ojos del corazón, mira el camino por donde pasó primero Jesús, la alegría de tu
rostro, síguele con pasos de amor hasta entrar en el cielo.
Porque tienes ante tus ojos el espejo de toda santidad y la luz de la vida celestial; anda seguro en
pos de Jesús, dador de la eterna bienaventuranza, dominador de cielo y tierra.
Nadie más santo que Él, nadie más puro, nadie más libre, nadie más rico, nadie más poderoso.
Se me ha dado todo poder, dice, en el cielo y en la tierra399.
Por consiguiente tu fe manténgase firme en Jesús, florezca la esperanza, alégrese la caridad.
Obra varonilmente y confórtate400 ; lucha contra la carne, contra el mundo, contra el demonio y sus
ángeles, sin temer ningún acometimiento de los enemigos.

394
1 Cor 5, 8
395
Nota de la presente edición: Puro y sin mancha ni defecto.
396
Colos 2, 14
397
Ecles
398
Ef 4, 23
399
Mt 28, 18
400
Dt 31, 6

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Porque venció el león de la tribu de Judá401 a cuya ira nadie puede resistir, nadie podrá librarse de
sus manos, porque todo está sujeto bajo sus pies.
Ahora el cielo se alegra, la tierra aplaude.
Satanás está triste, la muerte huye, y no podrá ya más dominar a Cristo402.
Por lo tanto es cosa segura militar bajo la bandera de tal Rey, es cosa agradable andar con tal
pastor, apacentarse, ser enseñado y gobernado por Aquél que no necesita de nadie y tiene
abundancia de todos los bienes.
5. Imita, pues, también tú a tu Rey y Señor que resucita de la muerte, y en adelante anda en
la novedad de una vida mejor403, hollando los vicios, olvidando los males pasados, no volviendo a
las acostumbradas fruslerías, antes levantándote con más fervor al deseo de las cosas celestiales.
Porque Cristo después de vencer a la muerte no volvió a los infiernos, sino que habiendo visitado a
sus amigos en la tierra, subió alegremente a los cielos, elevando la forma del siervo sobre las
potestades angélicas, enseñando cómo se debe subir a la felicidad eterna de la gloria por los
grados de la humildad y religiosa sujeción.
Si, pues, deseas gozar de los consuelos celestiales y alegrarte para siempre con los espíritus
angélicos, huye el deleite carnal que engendra la muerte, busca la refección404 corporal que Cristo
preparó a los que se acercan a la mesa de su precioso cuerpo, más dulce que todos los manjares
corporales.
Porque si no te despojas totalmente del hombre viejo con sus actos, no entrará en ti la dulzura
celestial.
Y si la carne no fuere sujeta al espíritu y no dieres de mano a todo cuidado terrenal, no vendrá el
Paráclito prometido, ni te alimentará interiormente la comida del cordero pascual.
Pues luego, para que todo nuestro interior esté lleno del gozo espiritual, debiera quitarse del
corazón toda suerte de malicia, para que a la manera de infantes recién nacidos405 andemos en la
novedad de vida, lavados con lágrimas y vestidos de vestiduras blancas.
Sean por tanto nuestras costumbres humildes y maduras, nuestros ojos estables, los afectos puros,
las voces alegres, los oídos abiertos para oír las divinas palabras y todos los sentidos por todas
partes bien definidos.
Porque delante de nosotros están los ángeles santos ministros del Señor, que consideran nuestros
actos: quién se levanta más presto, quién ora con más devoción, quién más devotamente canta,
quién busca con más fervor a Jesús.
Lejos, pues, de nosotros los vanos rumores del mundo; evítense las conversaciones livianas, sean
nuestras palabras edificantes, para que den a todos edificación y el que las profiere merezca la
bendición del cielo.
Tráiganse a plática los pasos del Salvador, los hechos de Jesús Nazareno; circule en medio de
nosotros el rumor que a todos alegre y recree santamente.
6. No se aparte de nuestra mente la memoria del Crucificado, aparézcasenos por todas
partes Cristo resucitado.
Y aunque no lo vemos todavía con los ojos del cuerpo, sin embargo lo sentimos con frecuentes
gemidos, y no nos apartemos de su sepulcro hasta que se nos muestre en la oración.
401
Ap 5, 5
402
Rm 6, 9
403
Rm 6,4
404
Nota de la presente edición: Alimento moderado para reparar fuerzas.
405
1 P 1, 2

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Preguntemos a los ángeles santos, que siempre gozan de la clara visión, para que ellos nos
indiquen dónde está el Señor, o bien oren por nosotros que se digne a aparecerse a los tristes,
consuele con su gracia dulcísima nuestros corazones afligidos.
Ojalá, Jesús y Señor mío, te dignases encender mi corazón en tu amor, para buscarte con la
Magdalena al rayar el alba y confortarme con la fe, ya que con tu sagrado soplo infundiste el
Espíritu Santo en tus apóstoles406.
Ábreme el sentido de las Sagradas Escrituras 407, e introdúceme en todas sus verdades, como lo
prometiste408; Tú que eres sobre todas las cosas Dios bendito por los siglos de los siglos. Amén.


¡Ave María y adelante!

406
Jn 20, 22
407
Lc 26, 45
408
Jn 16, 13

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RESURRECCIÓN TOTAL - DE LA ASCENSIÓN DE JESÚS AL CIELO [TREINTA Y SEIS PLÁTICAS Y


MEDITACIONES UTILÍSIMAS - 33ª]

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1. «Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios. Aleluya» (Jn 20, 17)
Después que el benignísimo Jesús, consolador de los afligidos, resucitó de los muertos, por medio
de su fidelísima María Magdalena manda anunciar los gozos de la nueva salud a sus discípulos, que
estaban muy tristes por su muerte, diciendo así: Ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a
vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios409.
¡Oh palabra verdaderamente dulce y celestial, llena de alegría y de amor!
¿Qué cosa hay tan gozosa de oírla a los fieles, como la ascensión del Señor a los cielos, como el
tránsito de Jesús al Padre, para interpelar por nosotros, a fin de que nos lleguemos con seguridad a
aquel a quien en muchas cosas hemos ofendido?
Pues como nuestros pecados pongan un abismo entre Dios y nosotros, ¿cómo podremos
reconciliarnos, sino por nuestro mediador Jesucristo?
Por el cual tenemos entrada al Padre, ya que por nosotros pagó la deuda de nuestros pecados y
preparó el lugar de nuestra mansión en el Reino de los Cielos410.
2. ¡Oh admirable dignación de Dios para los pobrecitos hombres y discípulos huidos, para
las mujeres dispersas y presas del desaliento!
No les pone delante nombre alguno que indique su poder, no los aterra con palabras de amenaza,
no les echa en cara su crimen de lesa majestad, ni reprende a los reos por el pecado de infidelidad;
antes al contrario, acordándose de su innata piedad, muéstrales la misericordia y suspende la
venganza, y después de su grave culpa y temerosa fuga les manifiesta la dulzura de un corazón
fraternal y extiende a todos el manto de su indefectible caridad, diciendo: Di a mis hermanos411.
¡Oh dulzura inefable del mansísimo Jesús en todos los actos de su vida!
El cual siendo poderoso y estando gravemente ofendido de sus amigos y súbditos, no envió sus
verdugos para que llevasen los culpables a la cárcel, ni quitó a nadie el cargo que le había dado,
antes como Buen Pastor, que ama a sus ovejas, se duele de sus dolencias y les procura la santidad,
ya se manifiesta por medio de los ángeles, ya por medio de María Magdalena encarga
especialmente que en su nombre anuncie a los tristes hermanos la gloria de su resurrección,
diciendo: Ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre412.
El dulce Maestro habla palabras dulces: y llama hermanos a aquellos que poco antes le habían
ofendido, con lo cual pone de manifiesto más y más aquella su caridad con la cual los amó hasta el
fin413.
Porque en primer lugar los llamó de la vanidad del mundo a su fe; obró entre ellos grandes
milagros; les hizo innumerables beneficios; les enseñó el camino del cielo y los elevó al supremo
honor de Apóstoles suyos con preferencia a todos los demás Santos.
Mas después del torbellino de la tentación y de su miserable caída los llama de nuevo a penitencia
y los levanta a un estado más fervoroso de santidad y los alegra con su vista; y manifestándoles las

409
Jn 20, 17
410
Jn 14, 2
411
Jn 20, 17
412
Jn 20, 17
413
Jn 13, 1

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claras señales de su Pasión y sus sagradas llagas confirma a los que vacilaban en la fe, para que se
levantasen con más fuerza y les muestra el camino por el cual hayan de subir a la gloria
inmarcesible414.
Subo a mi Padre y a vuestro Padre415. Si me amaseis, ciertamente os gozaríais con esta palabra416:
porque os será provechoso que yo suba a mi Padre417 que me envió para prepararos un lugar en el
reino de mi Padre418, donde gozaréis con todos mis escogidos para siempre.
No os turbéis, pues419, ni os entristezcáis en demasía por mi partida.
Yo rogaré por vosotros a mi Padre420, para que os sean perdonados vuestros pecados.
Yo os confortaré en las contradicciones; yo os consolaré en el destierro de este mundo; yo os
coronaré en el reino del cielo, donde vuestro gozo será lleno y seguro de todo enemigo.
Porque plugo421 a mi Padre dar el reino de Dios a vosotros422 pobrecitos y humildes, que
despreciando los deleites del mundo habéis querido venir en pos de Mí.
3. Desde entonces, cuando Cristo subió a la gloria del Padre, los corazones de los Apóstoles
se levantaron a las cosas celestiales, y se gozaban más de levantarse a lo alto, esperando que a la
postre, dejado el peso de la carne, le seguirían a la gloria.
Porque sentían en sí gran confianza de llegar al reino sublime de la gloria, ya que, holladas todas
las cosas de este mundo llevaban una vida pobre por Cristo.
Además, tenían la promesa de recibir el Espíritu Santo423, con cuyo don confortados no temieron
padecer ni prisiones, ni cárceles, ni los más horrendos tormentos de la muerte.
¡Oh ascensión dichosa y gloriosa, por la cual la naturaleza humana fue ensalzada sobre todos los
ángeles y se repara la pérdida de los ángeles prevaricadores por el número de los hombres
escogidos y rubricados con la preciosa sangre de Cristo!
4. Advierte, pues, ahora tú, alma fiel que lees esto, que sigas a Cristo con los pasos del amor.
Porque la ascensión corporal de Cristo al cielo convida a la elevación espiritual del alma a Dios.
Por lo cual ya no te ha de deleitar la morada en esta vida presente, sino más bien atraerte la
mansión celestial con los santos Ángeles, donde las almas de los Santos descansan de todas las
angustias y trabajos424 contemplando el rostro beatífico de Cristo.
Medita con frecuencia la palabra dada de Cristo, que dijo a sus Apóstoles antes de la Pasión: voy a
prepararos el lugar425; y acuérdate de que no tienes aquí ciudad permanente426.
Suspira de lo íntimo del corazón por los muchos obstáculos que te apartan de los bienes celestiales
y pide librarte de los males que te amenazan y llegar más presto a Cristo.
Porque mucho mejor es esto que estarse aquí peleando contra los vicios y estar siempre en
zozobra por varios peligros.

414
Nota de la presente edición: Que no se puede marchitar.
415
Jn 20, 17
416
Jn 14, 28
417
Jn 16, 7
418
Jn 14, 2
419
Jn 14, 1, 27
420
Jn 14, 26
421
Nota de la presente edición: Agradar o dar gusto.
422
Lc 12, 32
423
Hch 1, 8
424
Ap 14, 13
425
Jn 14, 2
426
Hb 13, 14

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Clama con la esposa de los Cantares y di: Llévame en pos de ti427, donde hay plenitud de todos los
bienes y alegría sin fin.
Pero ¡ay! todavía no ha llegado esta hora alegre, todavía no es tiempo de reinar, sino de padecer.
Por lo cual es necesario aguardar el tiempo del galardón determinado por Dios, del cual
frecuentemente habló Jesús con sus discípulos antes de que subiese al cielo; a fin de que, oídas las
promesas de la gloria perdurable, se les hiciesen más llevaderos los combates de la vida presente.
Y así el ánimo tanto más se encienda en el deseo de las cosas celestiales, cuanto más duramente es
afligido en esta vida.
Porque esto en los escogidos es señal evidente de que alcanzarán la salvación eterna si sufren con
paciencia tribulaciones y trabajos por Cristo.
Porque convenía que Cristo padeciese y así entrase en la gloria 428.
5. Por lo cual al descanso se va por la paciencia y el trabajo; por qué el Padre a nadie recibe
en el cielo, si no hubiese seguido con la Pasión y Cruz a su amadísimo Hijo, al cual entregó para ser
crucificado por nuestros pecados.
Levanta, pues, tu corazón a lo alto, mira hacia el cielo, considera a dónde fue tu Amado.
Extiende en pos de Él tus manos, ahora postrado de hinojos en tierra y lanzando frecuentes
gemidos, para que se digne enviar el Espíritu Santo paráclito a tu corazón seco y frío, a fin de que
te encienda y dirija para emprender y acabar felizmente todo linaje de buenas obras. Amén.


¡Ave María y adelante!

427
Cant 9, 3
428
Lc 24, 26

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CONTEMPLACIÓN PARA ALCANZAR AMOR - DEL MARAVILLOSO EFECTO DEL DIVINO AMOR
[DE LA IMITACIÓN DE CRISTO, LIBRO III, CAP. 5]
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1. «Te bendigo, Padre celestial, Padre de mi Señor Jesucristo429, porque te has dignado
acordarte de este pobrecito430».
Oh, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, gracias te doy, porque siendo yo indigno
de todo consuelo, algunas veces me recreas con tus contemplaciones santas.
Te bendigo siempre y te glorifico con tu Unigénito Hijo y el Espíritu Santo paráclito por los siglos
de los siglos.
Ea, Señor Dios, Santo Amador mío, cuando vinieres a mi corazón se llenarán de gozo todas mis
entrañas.
Tú eres mi gloria y la alegría de mi corazón, Tu mi esperanza y mi refugio en el día de la tribulación
431
.
2. Pero porque todavía soy flaco en el amor e imperfecto en la virtud, por esto tengo
necesidad de ser confortado y consolado por Ti; por esto visítame con más frecuencia e
instrúyeme en las doctrinas santas del cielo.
Líbrame de mis malas pasiones, y sana mi corazón de todos mis afectos desordenados, para que
estando en lo interior sanado y bien purificado, me haga apto para amar, fuerte para padecer,
constante para perseverar.
3. Grande cosa es el amor, bien en gran manera grande, porque él sólo hace ligero todo lo
pasado y lleva con igualdad todas las desigualdades de la vida.
Porque lleva la carga sin pesadumbre432 y torna dulce y sabroso todo lo amargo.
El amor noble de Jesús impele a obrar grandes cosas, y anima a desear siempre lo más perfecto.
El amor quiere estar en lo alto y no sufre ser retenido por ninguna cosa baja de la tierra.
El amor quiere ser libre y ajeno a todo afecto mundano, para que no sea impedida su vista interior,
y no se enrede por causa de alguna comodidad temporal o desfallezca por efecto de las
adversidades.
No hay cosa más dulce que el amor, nada más lleno ni mejor en el cielo y en la tierra; por qué el
amor ha nacido de Dios433 Y no puede descansar sino en Dios por encima de todas las cosas
creadas.
4. El amante vuela, corre y se alegra; es libre y no es detenido por nada.
Lo da todo por todos y lo tiene todo en todos, porque sobre todas las cosas descansa en el sumo
bien, del cual todo dimana y se deriva.
No mira a los dones, sino dirige su mirada al dolor más que a todos los bienes.
El amor con frecuencia no conoce la moderación, sino que se enardece sobre toda medida.

429
2 Cor 1, 3
430
Sal 3, 4
431
Sal 31, 7
432
Mt 11, 30
433
1 Jn 4, 7

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El amor no siente la carga, no tiene en nada los trabajos, desea más de lo que puede; no se excusa
por imposibilidad, porque juzga que todo le será posible y lícito.
Por lo cual tiene poder para todo y obra muchas cosas y logra el efecto que pretende, donde el que
no ama desfallece y cae.
5. El amor vela y duerme no se adormece434.
Fatigado no se cansa, apretado no se estrecha435, aterrorizado no se turba; sino que como viva
llama y brillante antorcha rompe a lo alto y pasa con toda seguridad.
Si alguno ama, sabe lo que significa esta palabra.
Gran clamor en los oídos de Dios es el ardiente afecto del alma que dice: Dios mío y amor mío: tú
eres todo mío y yo soy todo tuyo.
6. Dilátame en el amor436 , para que yo aprenda a gustar con la boca interior del corazón
cuán suave sea el amor y derretirse y nadar en el amor437.
Poséame el amor, elevándome sobre mí por la fuerza del excesivo amor y estupor.
Cante el cántico del amor438: siga a Ti, amado mío, a lo alto, mi alma desfallezca en tus alabanzas
henchida de júbilo por el amor.
Ámete a Ti más que a mí, ni a mí sino por Ti y a todos en Ti a los que de veras te aman a Ti, como lo
manda la ley del amor que resplandece de Ti.
7. El amor es veloz, sincero, piadoso, jocundo439 y ameno; es fuerte, paciente440, fiel,
prudente, longánime, varonil y que nunca se busca a sí mismo441.
Por qué desde el momento en que uno se busca a sí mismo, en aquel punto desfallece en el amor.
El amor es sumiso y obediente a los prelados, vil y despreciable ante sus ojos, devoto a Dios y
agradecido, confiando y esperando en Él hasta cuando no encuentra gusto en Dios; porque no se
vive sin dolor en el amor.
8. El que no está dispuesto a padecerlo todo y estar en todo a la voluntad del Amado, no es
digno del nombre de amador.
Conviene que el amante abrace de buena gana todo lo duro y amargo por el Amado, y no se aparte
de Él por más contradicciones y adversidades que le sobrevengan442.


¡Ave María y adelante!

434
Cant 5, 2
435
2 Cor 4, 8
436
Sal 118, 32
437
Cant 5, 6
438
Is 5, 1
439
Nota de la presente edición: plácido, alegre, agradable.
440
1 Cor 13, 4
441
Flp 2, 4
442
Rm 8, 35

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