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Cholula es una ciudad bastante grande, y por el mismo hecho de ser grande, te puedes
encontrar con todo tipo de gente; amables, pobres, malos... todo tipo.

Una tarde veníamos caminando mi amiga y yo, una chica de 17 años a la cual le encanta ir por
las calles de Cholula, cuando se acerca un hombre alto a nosotras, me toma de la muñeca y
después de un jalón inesperado empezó a gritar que le diera mi teléfono. Eso no iba a pasar...

Comenzamos a correr, mi amiga se metió en el mercado y la perdí, estaba sola corriendo,


huyendo de tal extraño tipejo.

En un terreno baldío había una carpa amarilla con lineas azules, una fiesta.

Entré, sabía que podía.

El tipejo parecía haberse esfumado. Pero mis sentidos me decían que aun no estaba fuera de
peligro, y tenían razón; un hombre alto, vestido de negro y con una gabardina larga a juego me
observaba, cuando lo miré lo supe: Ese tipo quería algo y no era la comida de la fiesta.

Comencé a alejarme lentamente, como si no hubiera pasado nada, el tipo venía siguiéndome y
cada paso que avanzaba, él también lo hacía.

Termine ocultándome tras unos postes gruesos forrados de la misma lona amarilla y azul
mientras escuchaba el sonido de un arma, luego un disparo, bastante cerca de mi.

Estaba oscuro, era ya de noche, las sombras me ayudaban, pero el tipo se acercaba cada vez
mas a mi escondite, debía huir o moriría.

A cuatro patas traté de arrastrarme al siguiente pilar, sin duda el tipejo me vería, pero valía la
pena, me alejaría y tendría mayor dificultad para apuntarme.

Llegué, no sin que ese hombre lanzara algunos improperios.

Escuche otro disparo, pasó aún más cerca de mi.

Volvi a arrastrarme lo mas rápido que pude, aprovechando mientras el tipo cargaba el arma.

Llegue donde una camioneta cargada con pasto en rollo y me oculté ahí, esperando que se
fuera. No lo hizo.

Escuché pasos mas cerca, y más cerca, y más cerca. Hubo otro disparo y en ese momento salí
corriendo.
En el camino hacia el siguiente escondrijo mi pie se encontró con un obstáculo que no había
notado antes, tirándome al suelo tras algunas cubetas, igual de color amarillo.

El tipo se acercó y desde su altura bajó la mirada y sonrió, apuntándome con el arma.

Disparó, un dolor empezó a surgir en mi hombro derecho. Maldijo por no acertar bien y volvió a
apuntar.

Escuché otro disparo, pero no hubo dolor, en vez de eso, con una expresión exagerada de
sorpresa en el rostro, el hombre se desplomó al suelo.

Detrás de él apareció una chica bajita, de cabello castaño con una pistola en la mano.

Apuntó a la carpa y volvió a disparar; un segundo tipo quería asesinarme.

Me ayudó a levantarme, y me condujo a la carpa principal. Todos al verme empezaron a


aplaudir y a decirme lo afortunada que fui.

Yo solo pensaba en el dolor, en sacarme esa cosa alojada en mi hombro y en irme a casa.

Otra :3

This one is a strange dream I just had this night... 06 July 2016. At least I had the chance to
finish this horrible dream, I dreamed this a lot of times waiting the ending...

Singapur, un lugar extraño. Las vacaciones no podían suceder en un mejor lugar; decidir ir por
mi cuenta era un poco peligroso, pero no importaba, me gustan los riesgos.

Después de perderme en la ciudad un buen rato noté que empezaba a anochecer, debía
encontrar un lugar para quedarme.

Un hotel muy pequeño, hogareño y viejo, me pareció buena opción. La puerta estaba ya
gastada y pintada en un rojo ladrillo muy bajo.

Recogí mi patineta, la tomé entre mi brazo izquierdo y mi pecho y entré. Pedí un cuarto. Estaba
en el segundo piso, la llave era muy vieja. La inserté en el ojo de la cerradura, la giré y con un
clic la puerta se abrió. La empujé con el hombro en silencio mientras tomaba un poco de agua
de mi botella.

Al entrar la dejé caer de golpe. No era un cuarto, ni siquiera tenía camas, era un salón lleno de
bancas escolares y, sentados en ellas, un montón de chicos y chicas de varias edades. La
extrañeza iba de mal en peor, la puerta se cerró detrás mío y cuando quise abrirla, incluso con
la llave, no pude. Miré a mi alrededor, en la misma pared de la puerta se hallaba un hueco de
elevador bastante reciente.
Decidí no hacer caso a la situación y sentarme a platicar con algunos chicos, en fin, mi objetivo
no era dormir, si no encontrar refugio.

Los chicos me recibieron con alegría; habían llegado el mismo dia, y todos estaban extrañados
por haberlos mandado a todos a ese salón. Ninguno pasaba de los veinte y ninguno era menor
de diecisiete. Yo entraba en la "categoría", tenía dieciocho en ese entonces.

Sonó un altavoz, decía varias cosas sin importancia, sin conexión, pero lo que me preocupó fue
la frase final:

-Bienvenidos-decía-, el hotel Singapur les da sus más cordiales saludos y los invita a participar
en el juego semanal de supervivencia. Son jóvenes, fuertes, inteligentes, sabrán salir de aquí
con vida. Si resisten hasta media noche podrán salir sanos y salvos por la mañana.

El salón se llenó de frases de duda y desagrado. Uní mi voz a ellos, cada vez me parecía más
raro, debía ser una especie de broma de mal gusto.

El elevador se activó y se detuvo en nuestro piso, las puertas se abrieron y de ahí salieron dos
tipos, de unos veinte también, con cuchillos en las manos. Uno de ellos me miró de inmediato,
estaba de pie, dirigió la mirada a mi mano, en la cual tenía un reloj bastante bueno. Se acercó a
mí, rápidamente me tomó del brazo diciendo que quería mi reloj y empezó a cortar después del
dorso de mi mano muy lentamente.

Su fuerza me impresionó, yo era relativamente fuerte y podía haber tirado a un tipo de su


complexión, pero no lo logré. Me sostuvo. El dolor subía por mi brazo entero, estaba llegando a
los tendones de mis dedos y parecían choques eléctricos cuando trataba de cortarlos. Gritaba,
pero hacía oídos sordos a mis súplicas.

Cada vez iba más adentro, hasta que noté que se detuvo. Desaté mi reloj y lo dejé al lado.

-¡Toma!-le grité- Tómalo. Sólo déjame.

Logré zafarme de milagro del agarre del tipo y corrí hacia el elevador, forcé las puertas, pero la
cabina ya no estaba. Faltaba la puerta.

Tomándome la mano para detener la hemorragia, corrí hacia la puerta y me estampé contra
ella. Se abrió, astillándose. Todos los chicos vieron la puerta abierta, pero nadie fue hacia ella,
el otro chico los detenía.

El que quería cortarme la mano se dio cuenta de que estaba huyendo y me alcanzó cuando salía
al pasillo.
Me gritó que me detuviera, y me tomó del brazo izquierdo. Se quitó la capucha que tenía y me
miró. Era una chica.

-Quiero ayudarte...

No lo entendí, primero quería mutilarme y luego quería ayudarme, no confié en ella ni un


instante.

-El dueño es quien nos obliga, nadie merece esto; si lo matamos todos seremos libres.

Detrás de nosotros había otra puerta. De ella salió un hombre gordo y feo, vestido de amarillo.
La chica me indicó que lo apuñalara de inmediato, pero yo me negué. Cambié de opinión muy
rápido al ver la expresión de aquel gordo, tomé el cuchillo y lo hundí en su pecho, deseando
tener suerte con matarlo de una vez. Se desplomó al suelo, muerto y sangrando. La chica me
miró y me dejó ir.

La herida de la mano me dolía, había dejado de sangrar, pero sentía el brazo adormilado.
Bajando las escaleras me encontré con otro hombre gordo, aproveché la fuerza que traía de
bajar las escaleras y lo empujé con un pie. Salió rodando escaleras abajo, golpeándose la cabeza
varias veces y quedando muerto al pie del último escalón. Al llegar abajo lo salté y salí
corriendo a la calle.

Busqué ayuda, corrí hacia una tienda en la esquina contigua y encontré a un amable señor
mayor que con gusto me llevó al hospital para sanarme el corte y terminar con esa pesadilla.

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