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Alberte, el militar que inauguró la lista de crímenes de la

dictadura

Por Raú l Arcomano

Era un histó rico militante justicialista que llegó a ser delegado


personal de Peró n. Fue asesinado por el Ejército pocos
minutos después de consumado el golpe del 24 de marzo del
’76

Catorce vehículos militares de la Policía Federal y del Ejército


llegaron hasta el edificio de Avenida del Libertador al 1100. Se
bajó un grupo numeroso de soldados con ropa de fajina y FAL
en mano. Eran las 2.15 del 24 de marzo de 1976: pocos
minutos habían pasado desde que las fuerzas armadas se
hicieran cargo, a sangre y fuego, del control del país. Los
uniformados cortaron el trá nsito desde Callao hasta el pasaje
Schiaffino. Forzaron la puerta de entrada al edificio y subieron
resueltos los seis pisos por las escaleras. Cuando llegaron a
destino rompieron la puerta de servicio a punta de bayoneta.

–¡Alberte, venimos a matarte!– gritó un milico, sacado.

–¡Por culpa tuya murieron muchos de nuestros compañ eros!–


guapeó otro.

Bernardo Alberte se sobresaltó . Dormía junto a su mujer. En


otra habitació n estaba Lidia, una de sus cuatro hijos. Les dijo a
las dos que se escondieran en una de las habitaciones. É l se
calzó un revolver e intentó una defensa. No pudo hacer
mucho. En los forcejeos lo agarraron entre varios y, sin má s, lo
tiraron por una ventana del comedor. Cayó al pulmó n del
edificio y murió en el acto. Lo mataron por resistirse. Las
mujeres fueron tiradas boca abajo a punta de fusil. Los
militares intentaron llevarse a Lidia. Pero el jefe de la patota
ordenó que la dejaran.
Así, la dictadura hacía su aparició n en escena. Estrenaba la
metodología que pondría en acció n durante los siguientes
siete añ os: el asesinato, la desaparició n, el saqueo. Y lo hizo en
primera instancia con un símbolo del peronismo: Bernardo
Alberte, un ex militar y dirigente peronista que “se opuso a las
dictaduras militares, al golpismo y a las conducciones
burocrá ticas del mismo peronismo”, segú n lo recuerda hoy su
hijo, Bernardo Alberte, ante Miradas al Sur.

Alberte fue el primer muerto de la dictadura. El primero de


los muchos miles que vendrían después. La familia logró
recuperar al día siguiente el cuerpo y enterrarlo en el
cementerio de Avellaneda.

El ex militar estaba en los primeros puestos de las listas


negras de la Triple A para ser ejecutado. Su hijo recuerda: “En
la primera reunió n de gabinete después de la muerte de
Peró n, el 8 de agosto de 1974, Ló pez Rega, en presencia de
todos los ministros, mostró fotos de las personas peligrosas
para el gobierno y para la seguridad de la Nació n, segú n dijo.
Uno de ellos era mi viejo. Otros: Julio Troxler, Juan José
Herná ndez Arregui, Silvio Frondizi. También Jorge Taiana
padre, que vino a ver a mi padre y le dijo: ‘Alberte, está n locos.
Te tenés que ir’”.

La Triple A actuó unos días antes del golpe, el 20 de marzo. Un


grupo armado lo fue a buscar a su lugar de militancia, la
corriente 26 de Julio, donde estaba con Jorge Di Pascuale y
Alicia Eguren. No lo encontraron y se llevaron a dos hombres
de la corriente. Un día antes ya habían secuestrado a otro
militante, Má ximo Altieri, un chico de 25 añ os. “Mi viejo no
cuidó para nada su seguridad. Se puso a buscarlo con el padre
del chico. Hasta llegó a escribir una carta abierta a la Triple A
en la que proponía un canje: su vida por la de Altieri. A Altieri
lo encontraron muerto en la morgue del cementerio de
Avellaneda.”
Una vida al servicio del pueblo
17/11/1918: Nace en Avellaneda – Provincia Bs. As.
15/10/1945: Encarcelado y dado de baja por defender al
coronel Peró n.
17/10/1945: Recupera su libertad y su grado.
1954-55: EDECÁ N DEL PRESIDENTE PERÓ N.
16/09/1955: Defiende el orden constitucional.
1955/56: Encarcelado confinado en el Penal de Ushuaia
Junio -1956: Participa en el Movimiento del Gral. Valle.
1956-58: Exilio en Brasil y dado de baja del Ejército.
1958-60: Dirigente de la RESISTENCIA PERONISTA.
1967-68: Delegado personal de PERÓ N.
1969-1972: Impulsa la Tendencia Revolucionaria del
Peronismo
24/03/1976: ASESINADO POR LA PATOTA MILITAR
GOLPISTA.
2006: Coronel post-mortem por Decreto del Presidente
Kirchner

El crimen de Altieri lo decidió a escribir una carta a Videla. La


terminó la noche del 23, pero le puso de fecha 24, día que
sería entregada. Decía que lo habían querido secuestrar y
denunciaba el asesinato del joven militante. Y responsabiliza a
Videla, jefe del Ejército, por la represió n ilegal y le advertía del
error histó rico que iban a cometer las fuerzas armadas de
producirse un nuevo golpe militar.

“Sin duda avanzamos hacia un enfrentamiento hacia el que se


nos quiere llevar gradualmente con falsas opciones y
manejando falsos valores, y alarma observar la ligereza y
hasta la irresponsabilidad con que ciertas personas y ciertos
sectores que tienen poder, poder transitorio, alientan el
enfrentamiento con hechos o con palabras”, escribió en una
parte. Sabía lo que se avecinaba. El día del secuestro
saquearon todo: cartas de Peró n, documentos, fotos, libros.
Pero no vieron la carta. Fue entregada al día siguiente.
Luego de la muerte vendría una larga procesió n judicial.
Explica Bernardo: “No encontrá bamos abogado. Quién iba a
agarrar el caso. Empezó a ayudarme un amigo, el abogado
Jorge Garber. Lo primero que me dijo fue: ‘Bernardito,
tenemos que conseguir unos fierros porque nos van a matar’.
La querella la empezamos en abril del ’76: debe ser una de las
primeras de ese tipo. Era contra Videla. El primer juez le dijo a
Garber: ‘No só lo a Alberte había que tirarlo por la ventana,
sino a todos los peronistas’. Otro me dijo: ‘Alberte, déjese de
joder con esto, porque me van a matar a mí y lo van a matar a
usted’. La causa pasó por 14 juzgados en seis añ os: del ’76 al
’81. Era una papa caliente: todos se fueron declarando
incompetentes. El expediente es una larga lista de excusas”.

Cuando la dictadura se esfumaba, un juez se metió con la


causa y logró avanzar con algunas medidas. Finalmente, en
diciembre de 1985, la Cá mara Nacional de Apelaciones en lo
Criminal y Correccional Federal resolvió cerrarla. Luego
vinieron las leyes del perdó n y el expediente quedó
planchado. Hasta 2003, cuando esas leyes fueron anuladas y la
investigació n fue reabierta. Hoy el expediente por el crimen
de Alberte forma parte de la megacausa Primer Cuerpo, a
cargo de Daniel Rafecas.

La familia aportó a la Justicia los nombres de dos militares


que ocuparon puestos de relevancia en la Divisió n Inteligencia
y Operaciones del Estado Mayor del Ejército. Bernardo
sostiene que participaron del operativo que terminó con la
muerte de su padre. Se trata del general retirado Oscar
Guerrero, que habría sido el jefe de la patota, y el general
retirado Jorge O’ Higgins al que se le encontró parte de la
correspondencia de Peró n a Alberte, que había sido robada la
noche del crimen.

Entrevista en Cristianismo y Revolució n Nº 12, 1969


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El libro Un militar entre obreros y guerrilleros, de Eduardo E.
Gurucharri, relata la vida de Alberte. Allí hay una anécdota
contada por su hijo Bernardo, sobre el día que vio por la calle
a Guillermo Suá rez Mason, uno de los jerarcas de la dictadura.
“Cuando lo reconocí, lo metí de un pechazo en un garage. Lo
agarré del cuello y le dije: ‘Vos, asesino, mataste a mi viejo’.
Me respondió : ‘Yo no maté a nadie’. Lo escupí, lo putié, le
rompí la ropa, le pegué con la mano abierta en la cara
gritá ndole ‘miserable asesino’ y le di una patada en el culo.”

Nada mejor que un compañ ero. Alberte tenía una larga


historia con el peronismo. “En octubre de 1945 cuando era
teniente intentó sublevar la Escuela de Infantería de Campo
de Mayo para ponerla a favor de Peró n. No tuvo éxito: tenía
27 añ os y lo degradaron. Con el triunfo del 17 de octubre
recuperó el grado y la libertad. Ahí se encolumnó con Peró n.
Aunque a lo largo de su amistad polemizaron mucho”, cuenta
Bernardo.

En 1954, Peró n lo nombró su edecá n personal. Ahí creció la


relació n entre ambos. “En el golpe del ’55 mi viejo fue la
primera defensa en la Casa Rosada –dice orgulloso Bernardo–.
Se quedó al lado de Peró n hasta que el general se exilió . A mi
padre lo encarcelaron: estuvo en la penitenciaría de Las
Heras, en el penal de Magdalena y luego lo confinaron a
Ushuaia, una cá rcel que había sido cerrada por infrahumana.
Un añ o después nos exiliamos. Nosotros estuvimos un añ o. Mi
padre, hasta que salió la Ley de Amnistía, en el ’58, después
del pacto de Peró n con Frondizi.”

Al regreso a la Argentina, Alberte se encargó de recomponer


su economía. “Puso una zapatería de compostura en el acto.
Llegó a tener tres. Luego abrió una tintorería. Fue famosa: se
llamaba Limpiería del Socorro y fue conocida porque funcionó
como una Jabonería de Vieytes. Por allí pasaron los
principales referentes de la resistencia peronista: entre otros,
Julio Troxler y Gustavo Rearte. No só lo reuniones se hicieron
allí: también los famosos cañ os de la resistencia.” Casi diez
añ os después, en el ’67, Peró n recompensó la lealtad de
Alberte: lo nombró delegado personal y secretario del
movimiento justicialista.

–¿Por qué lo eligió Peró n?


–Porque era un momento en el que a Peró n le empezaron a
disputar espacios de poder. El vandorismo impulsaba el
“peronismo sin Peró n”. Lo puso a mi padre porque sabía que
era un hombre con cará cter, leal, y que iba a enfrentar a esos
sectores. Igual el nombramiento generó una gran
desconfianza en los jó venes. Decían: por qué Peró n puso a
este milico. Mi padre enfrentó en ese momento a la dictadura
de Onganía y a las cú pulas burocrá ticas del peronismo y del
sindicalismo.

–¿Hasta cuá ndo estuvo al frente del movimiento?


–Hasta que se creó la CGT de los Argentinos, en el ’68. Mi
padre les dio el paraguas político. Fue un gran instrumento de
lucha. Hay que dejar algo en claro: Peró n se disgustó con el
nacimiento de esa central obrera y por eso mi viejo renunció .
Igual siguió haciendo política. Fue un continuador de las ideas
de John William Cooke y uno de los fundadores de la
tendencia del peronismo revolucionario. La relació n con
Peró n nunca volvería a ser la misma.

Bernardo Alberte, detenido por la Policía Federal.

Alberte llegó a ser mayor. Lo habían dado de baja cuando se


exilió . En el ’69 Onganía llamó a todos los militares dados de
baja, para que recuperen su cargo. Todos menos Peró n. “Mi
padre se negó y redactó un documento que lo dice todo:
Participacionismo con uniforme.” La carta es una crítica feroz
a sus compañ eros de arma. Escribió Alberte: “Mientras en
1956 un general se presentaba para hacerse responsable del
fracaso y de la derrota enfrentando el fusilamiento, hoy otro
general se presenta a solicitar el grado y el sueldo. Valle lo ha
de contemplar desde la inmortalidad con la misma serenidad
con la que afrontó la muerte. Los sobrevivientes de ayer
fueron fusilados hoy con un decreto de amnistía”.

Alberte recuperó su grado y fue ascendido teniente coronel


cuando asumió Cá mpora, en 1973. Y Néstor Kirchner, hace
tres añ os, le rindió homenaje: le otorgó un ascenso post
mortem a coronel. “Recibí yo ese homenaje y pensaba: ‘El
viejo me debe estar puteando’. El había guardado todos sus
uniformes en una caja. Un día me dijo: ‘Quemá los’. Los
militares no rompen nunca con la institució n. Mi viejo sí:
rompió con el Ejército el día de los bombardeos a la plaza de
Mayo.”

–¿Por qué cree que su padre fue la primera víctima de la


dictadura?
–Hay muertes, cuando son las primeras, que son un símbolo.
Lo eligieron primero porque Alberte había salido de las
entrañ as del Ejército y, encima, era peronista. Y era el tipo que
los señ alaba con el dedo y les decía todo lo que habían hecho
mal. No se lo perdonaron.

En la carta Participacionismo con uniforme Alberte advertía:


“Nosotros les prevenimos que algú n día vendrá el hombre
sencillo de la Patria a interrogar a sus militares en actividad y
en retiro (…). No los interrogará n sobre sus largas siestas
después de lo merienda, tampoco sobre sus estériles
combates con la nada, ni sobro su ontoló gica manera de llegar
a las monedas, no sobre la mitología griega ni sobro sus
justificaciones absurdas crecidas o la sombra de la mentira.
Un día vendrá n los hombres sencillos a preguntar qué
hicieron cuando la Patria se apagaba lentamente (…) Quizá s
para ese momento, la vergü enza que provoque el silencio
como respuesta, no sean suficiente como castigo”.
Miradas al Sur

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A 35 añ os del asesinato de Bernardo Alberte por una patota


del ejercito

Por Berrnardo Alberte (h)

La Argentina tiene el triste privilegio de haber introducido la


categoría socioló gica y política del desaparecido. La dictadura
cívico militar ejecuto un plan sistemá tico de exterminio de
seres, de los cuales solo debía saberse que desaparecieron.
Ello pertenece a esa necesidad de que el vencido no tenga
memoria, no tenga historia, no haya existido.

La rememorizacion de estos arquetipos no es solamente una


vuelta al pasado, sin memoria, sin rememoració n el sujeto no
existe. Por eso es tan importante la memoria, si no se ejercita
desaparecemos, es por ello que los vencidos no tienen
historia.

Y es por eso que no nos sentimos derrotados, Bernardo


Alberte, mi padre junto a miles de compañ eros no fueron
derrotados, fueron asesinados por fuerzas antinacionales.
Alberte murió por ser impulsor y participe activo de una
revolució n, lo asesinaron porque comprendió la realidad e
intento modificarla. Hoy estos arquetipos aparecen como
símbolos presentes a los que hay que imitar.

Bernardo Alberte, fue un militante revolucionario que supo


combinar la teoría política con la dignidad de una prá ctica
revolucionaria, que no dudo en sostener con su propia vida a
pesar de que tanto la amaba.

Cada vez que se mata a un militante hay un mensaje que se


silencia, cuando estos asesinatos son los primeros de una
etapa, cuando las organizaciones criminales eligen a su
primera victima, buscan en ella el sentido simbó lico de
aquello que quieren destruir. Por eso no puede sorprender
que el entonces Mayor Bernardo Alberte haya sido la primera
victima del proceso militar.

A 35 añ os de su asesinato, nosotros, militantes del campo


popular rendimos nuestro homenaje, no en un sentido
restrictivo, partidista, sino en un sentido amplio abarcativo.
Es decir no se rinde homenaje a Alberte porque fue peronista,
si se rinde homenaje a Alberte porque siendo militar combatió
al golpismo y a las dictaduras militares y se rinde homenaje a
Alberte porque siendo peronista se opuso al
participacionismo y se opuso a la domesticació n del
Peronismo y se opuso al liberalismo econó mico en el
Peronismo, que ya actuaba en vida de Alberte, bajo el
gobierno de Isabel Martínez y Ló pez Rega. Porque siendo
peronista se opuso a la Triple A. Se rinde homenaje a un
hombre integro que no dudo en arriesgar el bien supremo, la
vida, sin claudicaciones, siendo coherente con lo que pensaba,
decía y amaba.

Hoy con esperanza vemos que somos una de las pocas


sociedades que ha llevado adelante una política intensa de
juzgamientos a los responsables de crímenes de lesa
humanidad, consolidando la idea de que el Estado debe ser el
garante de los derechos fundamentales de sus ciudadanos y
no su principal violador.

A partir del 2003 el gobierno ejercido por el compañ ero


Néstor Kirchner, tuvo la voluntad política de culminar con las
leyes y símbolos de la impunidad del terrorismo de estado,
ejemplo de ello fue la derogació n de las leyes de impunidad y
del indulto a los genocidas de la dictadura, eso hizo posible el
reinicio de los juicios que se han realizado y se está n
realizando. Otro acto que debemos valorar, y a no dudar
significo todo un símbolo, es el haber descolgado los cuadros
de los genocidas Videla y Bignone de las galerías del Colegio
Militar, lugar donde estudian los futuros oficiales de las
Fuerzas Armadas, así como el de convertir a la ESMA en un
centro de la memoria, hechos que cristalizan la lucha que
emprendieron las Madres, las Abuelas, los Hijos y todas las
demá s organizaciones de D.D.H.H., sociales y políticas
comprometidas con la lucha por la verdad y la justicia.

Sin embargo aú n nos queda un largo camino por andar.

En el caso particular del asesinato de Bernardo Alberte, a


fines del añ o 2003, su familia, solicito al Juzgado Federal Nº 3
a cargo del Dr. Daniel Rafecas la reapertura del juicio iniciado
en el mes de Abril de 1976 que investigaba el homicidio,
donde oportunamente se habían dado infinidad de detalles
del operativo militar, como también los nombres de dos
generales retirados, que ocuparon puestos de relevancia en la
Divisió n Inteligencia y Operaciones del Estado Mayor del
Ejercito, cuando el golpe del 24 de marzo de 1976, y que
participaron en el operativo, uno como jefe de la patota el hoy
General ® Oscar Guerrero y el General ® Jorge O’ Higgins al
que se le encontró parte de la correspondencia de Peró n a
Alberte que fue robada del domicilio de Alberte por los
efectivos militares que consumaron su asesinato.

Bernardo Alberte (h), marzo 2011

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Bernardo Alberte (1918-1976), peronista y revolucionario

Por Emilio J. Corbière

Recuerdo a Bernardo Alberte, en las vísperas del golpe militar


de 1976. Lo visité en su departamento de Avenida del
Libertador, como redactor de 'La Opinió n'. Alberte condenó a
los militares que iban a dar el golpe y reclamaba que el
gobierno detuviera a Jorge Rafael Videla y otros golpistas.
Pero no tenía confianza en el gobierno de María Estela
Martínez de Peró n, personaje mediocre que había respaldado
al criminal José Ló pez Rega y a la Triple A.
Tenía razó n Alberte, militar de estirpe sanmartiniana que no
deshonró su investidura como los militares del Proceso.
Lo recuerdo a Alberte en 1968, durante la dictadura del
general Juan Carlos Onganía, en el local de Paseo Coló n, de la
CGT de los Argentinos. Allí concurríamos con el dirigente
gremial socialista Eduardo Arrausi. Alberte fue un ejemplo
como lo fueron, en el peronismo, John W. Cooke, Andrés
Framini, la querida e inolvidable Alicia Eguren, Gustavo
Rearte, Juan José Herná ndez Arregui, entre otros, y no los
monigotes actuales.
Fue delegado de Juan Peró n y secretario general del
Movimiento Peronista bajo la dictadura de Onganía. Era un
militante de hierro pero detrá s de su adustez había un varó n
cordial, un compañ ero entrañ able, que siempre buscó la
unidad de los revolucionarios. Nunca buscó cargos, ni
candidaturas, ni prebendas. Fue solidario con los perseguidos.
Por todo eso, los militares criminales lo fueron a buscar a su
domicilio y allí lo asesinaron.
Alberte fue un joven oficial del Ejército que participó como tal
los días 16 y 17 de Octubre de 1945 en la movilizació n
popular que dio nacimiento al justicialismo. Era edecá n de
Peró n cuando se produjo su derrocamiento en 1955. Había
participado de la defensa frente a los bombardeos durante
aquel fatídico añ o, cuando la marina lanzó sus bombas desde
sus aviones en pleno centro porteñ o, como los nazis hicieron
en Guernica contra los vascos.
Cuando la banda criminal lo sorprendió en su domicilio,
estaba escribiendo un documento donde denunciaba el
secuestro y asesinato de Má ximo Altieri, un joven de la
Corriente Peronista 26 de Julio. Es justo el homenaje a este
militar como es justo condenar a sus asesinos repulsivos.

Carta del Mayor Alberte al General Peron. "No estan dadas las
condiciones para su retorno"

Descargar la carta en pdf

Buenos Aires, 30 de octubre de 1972

Sr. General Juan D. Peró n Madrid

Estimado General: He recibido el encargo de compañ eros de


las O.P.R.(Organizaciones Peronistas Revolucionarias) de
hacerle llegar a Ud. el pensamiento de esas organizaciones
respecto de la situació n que se plantea actualmente en el país
y el Movimiento y lo hago complacido, por cuanto ello me
permite retomar un contacto, por este medio, que nunca había
perdido a través del trabajo que continuamos desarrollando
después de haber dejado de ser conducció n del Movimiento.

Todos los sectores políticos del país está n actualmente


conmocionados y convulsionados por la coyuntura electoral
planteada por la dictadura y, ante la perentoriedad de los
plazos impuestos por ella, necesariamente se van poniendo en
evidencia los elementos ocultos que caracterizan la trampa de
la camarilla militar cuyo objetivo fue integrar el Peronismo al
sistema con la finalidad de crear un gobierno favorable al
continuismo. El fracaso de la "Operació n Paladino" (engendro
del no menos pernicioso Remorino), no ha significado, de
ninguna manera, que la dictadura militar haya perdido la
batalla, puesto que dispone aú n de medios y de fuerzas
importantes que se fueron consolidando mientras los sectores
burocrá ticos y burgueses del Movimiento practicaban a través
de aquella conducció n tá ctica traidora, oportunista e incapaz
la política del "coqueteo" con los mandos militares, hecho que
siempre denunciaron los sectores revolucionarios del
Peronismo.

La política del diá logo se transformó así en la estrategia de la


conciliació n y del acuerdo, dejando de constituirse en una
exigencia tá ctica para convertirse en toda una filosofía
claudicante, basada en una situació n nacional ficticia;
inventando, ademá s, un Peró n dispuesto a diseminar la
semilla del conformismo; descreyendo de las propias fuerzas
del Movimiento Peronista y de la importancia de la
organizació n revolucionaria; soslayando permanentemente la
necesidad de explicitar un plan operativo revolucionario que
planteara correcta y concretamente toda una estrategia de
poder y jugando todo a la buena voluntad de los factores y de
los centros de poder ante quienes hicieron repugnantes
exhibiciones de mansedumbre y de acatamiento a las que
siempre respondieron con agravios o silencios altaneros y
despectivos. La índole tramposa de las elecciones que se
prepara está dada en todos los pasos de la dictadura militar.
La Ley Electoral establece una serie de normas con esa clara
intenció n. Por una parte se crea un sistema de burla a las
mayorías: plazo perentorio para concretar alianzas; segunda
ronda, en la que podrá n intervenir hasta cuatro fó rmulas
(nada menos!) en nuevas composiciones, con lo que se da
margen al gobierno para enhebrar nuevas maniobras,
fomentando el espíritu del "arreglo".

A principios de 1969, se edita la revista Con Todo, ó rgano


oficial del Peronismo Revolucionario, dirigida por el Mayor
Bernardo Alberte. La publicació n tuvo un discurso
abiertamente combativo en sintonía con los movimientos
revolucionarios peronistas de la época.

En una entrevista en Cristianismo y Revolució n Alberte decía


al respecto de Con Todo: “Cada etapa de la guerra tiene su
ideología. En esta etapa el Peronismo Revolucionario tendrá
que librar paralelamente a la que lleva el signo violento del
combate otra guerra de desenlace simultá neo, la que se libra
en el terreno de la doctrina y de la política ideoló gica. Por eso
hacen falta los perió dicos y por eso salimos."

El perió dico tuvo corta vida. A mediados de 1973, el


Peronismo de Base lanza una revista bajo el mismo nombre.

Tres nú meros de la revista Con Todo (primera época) pueden


descargarse del sitio Ruinas Digitales

Por otra parte se implanta el sistema de la proporcionalidad


(bajo la modalidad D’Hont) para la elecció n de diputados,
tendiendo al fraccionamiento partidario con el objeto de
quebrantar la voluntad de las mayorías, dificultando su
espontá nea asociació n. Se trata de crear un gobierno que
prosiga la obra del actual y que no se interese demasiado en
verificar có mo se han producido las cosas. Pero aunque no
prevaleciera la maniobra oficial; si pasando por encima de los
ardides tramados, la reforma de la Constitució n, las
proscripciones indirectas, la Ley Electoral, triunfara un
gobierno no dispuesto a no mantener la línea continuista la
trampa lo espera. Se ha denunciado la existencia de un acta
secreta que establece pautas a la que deberá ajustarse el
futuro gobierno, al mismo tiempo que se trata que este sea lo
má s débil y condicionado posible y sujeto a todas las
alternativas de un proceso que por su naturaleza ha de ser
sumamente difícil y que la actual camarilla militar pretende
manejar a través de sus personeros uniformados que ya han
empezado a ocupar los puestos clave. En estas condiciones el
gobierno que surgirá de semejante parodia no tendría solidez
ninguna. Por eso actualmente el Pueblo comprende que si
debe elegir, no solamente debe elegir Presidente, sino
también Comandante en Jefe, no só lo diputados, sino que
también se hace necesario que participe en la elecció n de los
generales del pueblo. Pero estos ya han sido elegidos de
antemano y no son del pueblo, sino que está n al servicio de la
oligarquía y del imperialismo. La masacre reciente de Trelew
muestra todo este panorama con gran claridad. El régimen
que trata de constituir un gobierno destinado a consolidar la
vieja estructura contra la voluntad nacional y el interés
concreto de los sectores populares, manteniendo la ficció n de
las formas democrá ticas, se ve obligado a mostrar su
verdadera má scara.

No hay posibilidad alguna de gobernar determinando el


empobrecimiento del Pueblo y la colonizació n del país sin
ejercer simultá neamente la dictadura. Por eso el cará cter
crecientemente dictatorial del régimen y las formas bá rbaras
que cada vez asume má s la represió n. Las denuncias de
nuestros prisioneros de guerra, si no fueran suficientes los
fusilamientos, los asesinatos, los secuestros, etc., causan
escalofríos y el mundo entero observa con preocupació n la
ferocidad implantada en la Argentina por las FF.AA. desde el
gobierno, contra sus opositores políticos y especialmente
contra los militantes revolucionarios del Peronismo. Los
ú ltimos discursos de Lanusse revelan no só lo que es incapaz
de mantener la calma y la mesura en sus expresiones, por lo
que le cabe a él como a sus antecesores, la pregunta de ¿quién
lo metió en este oficio de la política, tan alejado del arma de
caballería?, sino muy especialmente todo un espíritu gorila
que mantuvo lo suficientemente oculto como para engañ ar a
muchos ingenuos, aun a aquellos que no olvidaron que en
1951, en la revolució n del Gral. Menéndez, a él le
correspondía la misió n de asesinar a Peró n en la Puerta N° 4
de Campo de Mayo, cuando la traspusiera el 28 de septiembre
para acudir a un acto en esa guarnició n militar. Esta es una
característica objetiva de la situació n política imperante en la
Argentina.

Por ello es increíble observar con qué superficialidad e


irresponsabilidad se está planificando todo un operativo para
trasladar de lugar el Comando Estratégico del Movimiento;
concretamente el operativo "retorno". Cualquiera que
medianamente razone puede suponer que los peronistas
estamos todos locos o que somos todos imbéciles. En realidad
la explicació n no es tan simple. Si bien es cierto que el
trasvasamiento generacional ha tenido resultados
importantes. Que la Coordinadora de Juventud ha asumido su
papel con eficacia dentro de la conducció n del Peronismo
influenciando la conducció n política que ejerce el compañ ero
Cá mpora para el bien del Movimiento, han aparecido aquí, con
motivo del "retorno", expresamente, todas las limitaciones
que caracterizan el cará cter burocrá tico de la conducció n
tá ctica actual y que aparentemente estaban siendo superadas.
Basta con leer la lista del posible pasaje que acompañ aría a
Peró n en su regreso, para darse cuenta que todo esto no es
serio, pero que tampoco es gracioso, en razó n de las trá gicas
consecuencias que pueden derivarse de un viaje así
concebido. Este pasaje se caracteriza, má s que por la
heterogeneidad de los personajes, por la truculenta y
tenebrosa carga de intereses, de apetitos y de especulaciones
que se tejen y se entrelazan aprovechando una figura como la
del líder de las masas obreras argentinas al que se le cree
"embozalado" en razó n de una claudicació n que quieren ver y
que les permitirá repartirse el botín cuando desaparezca
voluntaria o forzosamente en la escena.

Si es como para imaginarse el espectá culo del viaje de ida con


todos estos personajes, cuchicheá ndose al oído sus planes, por
parejas, eventualmente por grupitos, para impedir que la
reacció n de la ingenuidad de un Bonavena o de un Pascualito
Pérez de un puñ etazo los lance por la ventanilla al medio del
océano, al sorprender las intenciones de toda esa delincuencia
política, salvo alguna que otra honrosa excepció n. Pero los
revolucionarios militantes peronistas y no peronistas creen
en Peró n. Peró n no puede venir a pactar con el enemigo del
Pueblo y de la clase trabajadora, entregar el Movimiento y
retirarse luego del país, abandonando la lucha en la que
estamos empeñ ados, desertando de esa lucha para cuya
victoria final lo necesitamos, en razó n de ser el elemento
movilizador de las masas, característica cualitativa del líder
que no puede ser reemplazada ni superada en esta etapa de la
guerra. Por ello nosotros, integrantes de la tendencia
revolucionaria del Peronismo, en nuestra prédica política
planteamos siempre los siguientes interrogantes y respuestas:
1. ¿No fueron suficientes 18 añ os de persecuciones, de
represió n feroz, torturas, encarcelamientos, secuestros,
desapariciones, Conintes, fusilamientos, profanaciones y
vejá menes a nuestros líderes y a nuestros símbolos,
hambreamiento, desocupació n, miseria y entrega para
comprender que no puede creerse para nada en los
fusiladores, los torturadores, los secuestradores, los
carceleros, los represores, los explotadores del Pueblo, los
entregadores? 2. ¿O se creyó acaso que en este momento
culminante de la historia y de la lucha por la liberació n
nacional, cuando la clase obrera y la juventud toman
conciencia de su funció n social y de su papel histó rico, que la
oligarquía y el imperialismo han de resignar por motivaciones
de conciencia las situaciones de privilegio y de poder que
usufructú an? 3. ¿O lo que es peor de todo esto, es que acaso se
creyó que Peró n como por arte de magia podía llegar al país,
dispuesto a transar con la dictadura militar para aplacar el
rebañ o que ya comienza a mostrar los dientes como
consecuencia de la injusticia y de la explotació n a que es
sometido? Ese Peró n conciliador y entregado no existe y es
una posibilidad irreal y arbitraria, creació n de la infamia
oligá rquica.

Peró n no puede venir a pacificar al país sino después de la


destrucció n del enemigo; él vendrá para potenciar las luchas
de la clase obrera y demá s sectores populares en contra de la
oligarquía. En la formació n de esa imagen de Peró n hay
có mplices dentro del Movimiento: algunos por inmadurez y
otros por estar demasiado maduros de tanto chapotear el
barro del sistema. Tampoco podrá volver Peró n por el simple
deseo del dirigentismo burocrá tico y burgués; tampoco como
consecuencia de declaraciones tremendistas de esas que tanto
se postulan en los días de fiesta o en alguna fecha del
calendario peronista, ni aun por el simple deseo de 10
millones de peronistas, de los que cada uno se imagina que el
resto saldrá a la calle para recibir a su líder y como
consecuencia de ello sumarse después a la gran manifestació n
triunfal. Es muy comú n comprobar en estos casos, y sobre
todo cuando los tanques está n apuntando, que las cifras se
inviertan y que donde debían haber millones hayan unos
pocos. El "insurreccionalismo" no tiene cabida cuando
enfrente hay fuerzas represivas dispuestas a matar. Y
podemos asegurar que capitanes Sosa y tenientes Bravo hay
por centenares. Só lo Peró n podrá volver como consecuencia
del desarrollo cotidiano y en profundidad de una política
revolucionaria que esté caracterizada por una teoría
revolucionaria correcta, por objetivos estratégicos y planes
operativos concretos y por la consolidació n de un aparato
político-militar que conduzca y encuadre a las fuerzas con
unidad de acció n y de concepció n . Pero todo esto no existe. Y
cuando hacemos esta crítica no perseguimos la destrucció n de
hombres o de dirigentes de una burocracia pactista o
acuerdista para reemplazarla por otra superviolenta o
tremendista. Ambas son perniciosas y la ú ltima no dice en
virtud de qué proceso y por qué mecanismos la acció n de
grupos dispersos ha de transformarse en el triunfo final del
movimiento de masas.

Ademá s la crítica a la burocracia de turno suele oscurecer la


crítica de la burocracia como sistema de conducció n; lo que
hay que cambiar no es el equipo burocrá tico de turno sino los
métodos. Porque hace añ os vemos aparecer dirigentes que
luego se esfuman en su propia insignificancia; las que
permanecen in cambiadas son las prá cticas, el estilo de
conducció n, los sistemas internos de promoció n, la visió n de
la política frente al régimen. En este sentido debemos recalcar
que nosotros consideramos que La Hora del Pueblo, el
FRE.CI.L1.NA, el Documento de los 10 puntos, etc. son
respuestas de Peró n a las distintas etapas del engendro
lanusiano, el G.A.N. Es decir son respuestas coyunturales,
tá cticas, insertas dentro de una estrategia que tiende a dar el
poder al pueblo. Y así, como respuesta tá ctica, debe
considerá rselo, lo mismo que la exhortació n pacifista del líder
cuando plantea el elemento que crea todas las
contradicciones: su retorno. Y cuando así lo hace no es, como
algunos dirigentes creen, que Peró n ha aceptado las reglas del
juego de la dictadura. La falta de vocació n revolucionaria de
estos dirigentes les hace interpretar que con su resolució n
coyuntural, Peró n consagra como estrategia del Movimiento
sus entrevistas sigilosas con los espadones de turno o sus
coqueteos con los factores de poder. Para ellos la pacificació n
deja de ser una exigencia tá ctica, una instancia transitoria que
como toda contingencia en la guerra, planteada en forma de
tregua tiende a ganar tiempo para permitir agrupar y
preparar fuerzas para la decisió n final, para transformarse en
toda una filosofía basada en una situació n ficticia creada por
una imaginació n claudicante que termina siempre en
exhibiciones repugnantes de mansedumbre y acatamiento
ante los figurones castrenses. Es que la estrategia del
Peronismo no debe ser otra que la de la guerra popular
prolongada; la que no transa con el régimen y plantea la
destrucció n del sistema para imponer la construcció n
nacional del socialismo; la que toma como punto de referencia
fundamental a las masas y sus reivindicaciones no só lo
inmediatas sino histó ricas y la que plantea ante la actual
coyuntura: Sin Peró n no hay elecció n.

Só lo el Pueblo en el poder traerá a Peró n.


La que considera que la elecció n es una trampa y que salvar la
coyuntura electoral desde el punto de vista revolucionario no
significa utilizar el recurso de omisió n, haciendo mutis o
desensillando hasta que aclare y menos apoyar aunque sea
tangencialmente la salida electoral. Para el peronista
revolucionario salvar la coyuntura electoral significa
profundizar la tarea (que de estar má s avanzada no
tendríamos tantos problemas), esclareciendo el papel de
Peró n y su apoyo al movimiento revolucionario del pueblo, a
través de la instrumentació n del ejército popular. Por eso
consideramos que el ú nico camino que dará el poder al pueblo
y romperá definitivamente la dependencia de la Nació n só lo
puede andarse al organizarse las bases en todos los niveles,
entendiendo niveles tanto los sectores y planos de actividad
(barrial, fabril, estudiantil, etc.) como las formas de lucha,
porque es evidente que el pueblo debe organizarse para
responder a la violencia reaccionaria con la justa violencia del
pueblo. Ya lo dijo la compañ era Evita, tal vez profetizando
sobre la etapa que ahora nos toca vivir: "la violencia en manos
del Pueblo deja de ser violencia para transformarse en
justicia". Hemos querido, compañ ero General Peró n, expresar
nosotros también nuestra opinió n con este informe debiendo
Ud. aceptar que el mismo está avalado por miles de
compañ eros que militan en el Movimiento no "politiqueando"
sino enfrentando día a día a una represió n que cada vez es
má s feroz y que ya nos ha cobrado la vida de muchos valiosos
compañ eros. Su mejor homenaje a ellos es atender su voz y
considerar su pensamiento. Ellos le envían junto con el mío su
má s afectuoso saludo. Hasta la victoria final. Caiga quien caiga
y cueste lo que cueste venceremos.

Bernardo Alberte

Imagen: Alberte en un reportaje en 1967

Bernardo Alberte por Bernardo Alberte


Peró n, "El Viejo", el auténtico líder, a comienzos de 1967
nombra a Alberte –su antiguo edecá n- Delegado y Secretario
General del Movimiento Peronista. Alberte puso fin a la etapa
de "desensillar hasta que aclare".

Por Bernardo Alberte (h)

"Nosotros les prevenimos que algú n día vendrá el hombre


sencillo de la Patria a interrogar a sus militares en actividad y
en retiro. No los interrogaran sobre sus largas siestas después
de la merienda, tampoco sobre sus estériles combates con la
nada, ni sobre su ontoló gica manera de llegar a las monedas,
no sobre la mitología griega ni sobre sus justificaciones
absurdas crecidas a la sombra de la mentira.
Un día vendrá n los hombres sencillos de esta tierra, aquellos
que fueron sus soldados, a preguntar que hicieron cuando la
Patria se apagaba lentamente, que hicieron cuando los pobres
consumían sus vidas en el hambre y la de sus hijos en la
enfermedad y la miseria, que hicieron cuando los gringos
vinieron a imponernos esa nueva forma de vida "occidental"
que todo lo corrompe y compra el dinero.
Quizá s para ese momento, la vergü enza que provoque el
silencio como respuesta, no sea suficiente como castigo."

Con palabras como estas, Bernardo Alberte rechazaba en


1969 acogerse a un decreto del dictador Onganía que permitía
la reincorporació n de militares peronistas dados de baja -
como él- luego del derrocamiento de Peró n. Después de la
victoria popular del 11 de marzo de 1973, y al asumir la
Presidencia de la Republica, el Dr. Héctor J. Cá mpora en uno
de sus primeros decretos reincorporo a Bernardo Alberte al
ejército con el grado de Teniente Coronel en retiro.

No era la primera vez, ni seria la ultima, que el destino de


Alberte se cruzaba con los triunfos y las derrotas populares.
Nació en Avellaneda, Provincia de Bs. As., el 17 de noviembre
de 1918, se graduó como Subteniente a los 21 añ os con las
mejores calificaciones de su promoció n. Cuando a comienzos
de octubre de 1945 el entonces Coronel Peró n fue destituido y
encarcelado, el joven oficial salio en su defensa. Arrestado en
Campo de Mayo, acusado de promover la insubordinació n de
la Escuela de Infantería, fue con el levantamiento popular del
17 de Octubre que Alberte recupero su libertad y su empleo.
Ya con el grado de Mayor, en 1954, fue designado edecá n del
Presidente. El 16 de junio de 1955 cuando la aviació n naval
bombardeo el centro de Buenos Aires y ataco la Casa Rosada
con el propó sito de asesinar a Peró n, Alberte fue uno de los
militares que encabezo la defensa. En septiembre, al
producirse el nuevo y definitivo levantamiento, entablados los
combates entre tropas leales y rebeldes, iba a ser partidario
de resistir hasta las ú ltimas consecuencias. Permaneció junto
al Presidente hasta que Peró n decidió renunciar. Entonces los
golpistas lo encarcelan en represalia por haber cumplido con
su deber militar y constitucional.

Compartió en Ushuaia la prisió n con otros destacados


dirigentes peronistas y fue liberado a fines de 1956. Citado
por el Comando en Jefe del Ejército, no quiso presentarse ante
sus verdugos. Declarado en rebeldía se vio obligado a buscar
refugio en Brasil, donde permanecía exiliado cuando fue dado
de baja por los militares golpista.

En Marzo de 1957, desde Río de Janeiro escribe a Peró n,


entonces radicado en Caracas, Venezuela, haciendo un balance
de los acontecimientos del 55: "Que los militares eran los que
constituían la masa del ejército que le permaneció leal hasta el
ú ltimo día de su gobierno, pese a las defecciones y traiciones
conocidas de las que no se escaparon de cometerlas también
civiles; que ese Ejército que le era leal con la cooperació n del
pueblo, con la que siempre se sintió estimulado, pudo haber
vencido a los rebeldes si se hubiera dispuesto a enfrentar la
guerra civil y sufrir los bombardeos y destrucciones que
estaba dispuesta a realizar la Marina. Guerra civil y
destrucciones, o algo similar que ahora, muy probablemente,
tengamos que aceptar como ú nica solució n para liberar a la
Patria de los sá trapas que la quieren gobernar".

Tras el pacto con Peró n que permitió a Frondizi alcanzar la


Presidencia, en 1958 fue sancionada una ley de amnistía que
le permitió a Alberte regresar al país. Como no era hombre de
deprimirse- al comienzo de su exilio brasileñ o supo ganarse la
vida como vendedor ambulante de ropa femenina- ya en
Buenos Aires instaló una tintorería a la que llamó "Limpiería"
y que con el tiempo se haría popular a causa de las actividades
de su dueñ o.

Corría 1965 cuando el dirigente metalú rgico Augusto Vandor


comenzó a disputarle abiertamente a Peró n el control de su
Movimiento. Desde su exilio en Madrid, el General envió a su
esposa Isabel para contrarrestar el avance vandorista. La casa
particular de Alberte sirvió de refugio a la viajera en
determinado momento de su estadía. En junio de 1966, en
vísperas del derrocamiento del presidente Illia, Isabel volvió a
Madrid. Pocos días después Vandor, Alonso y otros
sindicalistas, asistían en la Casa Rosada a la asunció n del
dictador onganía, a quien el periodista Mariano Grondona
comparaba con el presidente de Francia general Charles De
Gaulle. Y mientras el capitá n –ingeniero Alzogaray, designado
embajador en Washington, proponía proclamarlo monarca,
Vandor y sus amigos prefería verlo como un nuevo Peró n.

Peró n, "El Viejo", el auténtico líder, a comienzos de 1967


nombra a Alberte –su antiguo edecá n- Delegado y Secretario
General del Movimiento Peronista. Alberte puso fin a la etapa
de "desensillar hasta que aclare", y desafiando las
persecuciones desatadas por la dictadura, en poco má s de un
añ o puso en pie a un Movimiento que estaba postrado y
dividido, dando particular intervenció n a la juventud.
Debió enfrentar las tendencias conservadoras y burocrá ticas
dentro del peronismo, tanto en su sector político como
gremial. Su gestió n política fue determinante para el
surgimiento en marzo de 1968 de la C.G.T. de los Argentinos,
central obrera que creó un nuevo instrumento de lucha
sindical, y donde actuaron entre otros: Raimundo ongaro,
Jorge Di Pascuale, Agustín Tosco, Atilio Ló pez, Rodolfo Walsh
e Hipó lito Solari Irigoyen, es decir, sindicalistas, peronistas,
radicales, izquierdistas, etc.

La política seguida por Alberte fue de lucha frontal contra el


régimen de onganía y de apertura a los sectores sociales y
políticos que se le oponían. Uno de sus resultados fue el
acercamiento de la masa estudiantil al movimiento obrero a
través de la C.G.T. de los Argentinos. Así se logró arrinconar al
"participacionismo", abriendo una nueva perspectiva en el
panorama político argentino que desembocaría en el
Cordobazo de 1969. Pero para entonces Alberte ya no
ocuparía el cargo de Delegado, al que renunció en marzo de
1968. Peró n designó en su reemplazo a Jorge Daniel Paladino,
personaje al que el mismo Peró n acusaría, en 1971, de
haberse transformado en un agente del dictador Lanusse.

Bernardo Alberte, en cambio, siguió en la misma línea,


compartiendo posiciones con John William Cooke y Gustavo
Rearte. A pocos meses de su renuncia editó el perió dico Con
Todo, portavoz del peronismo revolucionario, y salió
pú blicamente en defensa de los guerrilleros de las Fuerzas
Armadas Peronistas (FAP) arrestados en Taco Ralo, Tucumá n,
en septiembre de 1968.

Durante el congreso clandestino celebrado por el peronismo


en Có rdoba en enero de 1969, Alberte pronunció un discurso
que obtuvo mucha repercusió n. "Hay que dominar la
estrategia mejor que los generales que la emplean para
oprimir y sojuzgar y que en nuestras manos debe servir para
liberarnos. En esta época de transició n entre el capitalismo y
el socialismo, entre el miedo y la libertad, entre lo que cae y lo
que viene, hay que ser un hombre de acció n para ser digno de
la conducció n de las masas populares".

Al hablar en el cementerio de la Chacarita, el 22 de julio de


1971, después del secuestro y asesinato de Juan Pablo
Maestre y su esposa Mirta Misetich, Alberte reveló que ambos
eran militantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
(FAR), reivindicando como combatientes a quienes hasta
entonces só lo aparecían ante la opinió n pú blica como víctimas
de la represió n ilegal.

En 1973, las vísperas del retorno del Peronismo al gobierno,


Alberte observaba el futuro con prevenció n: "A esta altura de
la situació n ya se ha puesto en evidencia (...) la trampa de la
Junta Militar cuyo objetivo es integrar al Peronismo al sistema
con la finalidad de crear un gobierno favorable al
continuismo. (...) Pero aunque no prevaleciera la maniobra
oficial, si pasando por encima de los ardides tramados (...)
triunfara un gobierno no dispuesto a mantener la línea
continuista, la trampa le estará esperando siempre".

Coincidía su visió n de los acontecimientos con la de Gustavo


Rearte. Y cuando la "primavera" de Cá mpora agonizaba, a
comienzos de julio de 1973, tuvo que volver Alberte a la
Chacarita para despedir los restos de uno de los fundadores
de la Juventud Peronista –Gustavo-, derribado
prematuramente por el cá ncer, como cinco añ os antes lo fuera
Cooke. Quiso el destino que don Bernardo confortara a los dos
en sus ú ltimos días, como amigo y compañ ero.

Oscar Guerrero, cuando era jefe de la policía de la provincia de


Bueno Aires y señ or de la vida y de la muerte. Ver Clarín,
26/03/07
No ocupó Alberte cargo alguno en los gobiernos peronistas
que se fueron sucediendo. Se mantuvo en un segundo plano
hasta 1975. Entonces se puso a la cabeza de la Corriente
Peronista 26 de Julio, acompañ ado entre otros por Susana
Valle, y salió a denunciar frontalmente al golpismo que se
avecinaba. "Sabemos que desde las estructuras del
Movimiento y del gobierno, hubo y hay quienes desvirtuaron
y desvirtú an los contenidos del Peronismo –cuando no los
traicionaron-; los hemos señ alado oportunamente –cuando el
silencio gorila callaba las acciones de Ló pez Rega- y los
seguimos señ alando".

Pocos días antes del golpe, la represió n ilegal desembozada


irrumpía en las oficinas céntricas donde funcionaba la
Corriente 26 de Julio con el evidente propó sito de secuestrar a
Alberte. Pero esta vez los paramilitares fallaron en su intento.

En la víspera del 24 de marzo dirigió una memorable carta a


Videla, poniendo en evidencia la responsabilidad de las
Fuerzas Armadas en la represió n ilegal, que acababa de
cobrarse la vida de un joven colaborador suyo, Má ximo
Altieri.

Horas después, en momentos de producirse el golpe militar,


efectivos uniformados del Ejército y la Policía Federal
irrumpieron en el domicilio de Alberte, derribando la puerta
con sus armas y profiriendo insultos y amenazas. Sin poder
ejercer defensa alguna, ante el despliegue desmesurado de
efectivos y armas utilizadas, don Bernardo fue arrojado al
vacío desde una de las ventanas de su departamento. Al caer a
un patio de la vivienda del primer piso, su morador, el Dr.
Herrera, ex juez y otros testigos que presenciaron el hecho,
fueron amenazados con armas largas para que silenciaran lo
visto. En tanto el cuerpo de Bernardo Alberte yacía exá mine,
su casa era violada y saqueada, intimidá ndose a sus familiares
con armas de fuego.
Sus familiares iniciaron antes la Justicia una querella al
responsable del Ejército, el general Videla, pero se
encontraron con jueces que se declaraban incompetentes
pese a tener pruebas suficientes para esclarecer el hecho. Así
se dieron trá gicas anécdotas como la del Juez Rafael
Sarmiento que, cuando el abogado patrocinante de la familia
le dijo que a Alberte lo habían tirado con vida por la ventana,
contestó "¿Y con eso...? A todos los peronistas habría que
tirarlos por la ventana". O la del Juez Juan Bautista Sejean, que
le confesó al propio hijo de Alberte que tenía miedo de
investigar y por eso se declaraba incompetente.

Don Bernardo era consciente de los riesgos que corría al


decidir permanecer en su hogar la noche del golpe. Complejo
sería intentar describir el entrecruce de razones y
sentimientos que pudieron llevarlos a desoír la voz del
sentido comú n que estaba acostumbrado a desafiar con
valentía. Los generales que ordenaron su asesinato debían de
conocerlo bien, sabían que combatiría a la dictadura con todo
el peso de su prestigio y coraje.

Osvaldo Bayer on ice

Una nueva patinada del prestigioso historiador

Buenos Aires, sá bado 10 de abril de 2004

Señ or Director de Pá gina 12

De mi consideració n:

Me dirijo a Ud. a para solicitarle la publicació n de la nota que


sigue abajo. El motivo es un pá rrafo de la columna titulada
"Con la misma escuela de Camps", firmada por Osvaldo Bayer
y publicada en la pá gina 8 de la edició n de Pá gina12 del
sá bado 10 de Abril de 2004, donde se involucra al teniente
coronel Alberte como represor y/o mafioso durante el
gobierno peronista 1946-55. Soy autor del libro Un militar
entre obreros y guerrilleros (Ed.Colihue, Buenos Aires, 2001),
una biografía de Bernardo Alberte, militar y político peronista
asesinado por un grupo de tareas policial-militar en la
madrugada del 24 de marzo de 1976, a escasas dos horas de
producirse el golpe militar genocida. Alberte tenía el grado de
Teniente Coronel (R.E.) cuando fue asesinado.

Atentamente,

Eduardo E. Gurucharri (DNI 4.444.368; TE 4523-7483)

En defensa de la memoria de Alberte

En su columna -Con la misma escuela de Camps-, publicada en


la edició n de Pá gina 12 de hoy sá bado 10 de abril, Osvaldo
Bayer involucra al teniente coronel Alberte como represor
y/o mafioso durante el primer gobierno peronista. Dado que
el ú nico oficial del Ejército con ese apellido fue el entonces
mayor Bernardo Alberte, edecá n del presidente Peró n al
momento de desencadenarse la autodenominada revolució n
libertadora en 1955, quien fuera expulsado de la fuerza por el
dictador Aramburu y reincorporado en 1973 por el
presidente Cá mpora con el grado de Teniente Coronel
retirado, hasta ser asesinado por un grupo de tareas policial-
militar el 24 de marzo de 1976, a escasas dos horas de
producirse el golpe militar genocida, como bió grafo y
compañ ero de militancia de Alberte me siento en la obligació n
de defender su memoria.

Alberte nunca fue un represor ni un mafioso. Como militar en


actividad, cumplió con su deber de defender el orden
constitucional contra los golpistas y por eso fue expulsado del
Ejército. Como ciudadano siempre se ganó la vida trabajando.
Y como político combatió a las dictaduras militares que
sobrevinieron, desde su cargo de Delegado de Peró n en
tiempos de Onganía o como vocero del Peronismo
Revolucionario después. Fue uno de los pocos militares que
denunció pú blicamente la conspiració n golpista antes del 24
de marzo y finalmente fue el primer asesinado por la
dictadura genocida.

Tengo el mayor respeto por Osvaldo Bayer, má s allá de su


posició n antiperonista que obviamente no comparto. La ú nica
vez que cambié algunas palabras con él fue tras las cá maras
de un estudio de televisió n, en el otoñ o de 2001. El presentaba
su primera novela y yo mi biografía de Alberte, "Un militar
entre obreros y guerrilleros". Allí recuerdo la injusta
detenció n de Atahualpa Yupanqui que él menciona en su nota,
agrego la de Osvaldo Pugliese e incluso un hecho mucho má s
grave producido durante el primer gobierno peronista que
Bayer tampoco menciona: el secuestro y asesinato del médico
afiliado al Partido Comunista Juan Ingalinella, perpetrado por
policías rosarinos en 1954. En mi libro también hay datos
sobre los crímenes de la Triple A nunca publicados hasta
entonces, por ejemplo algunos relativos al asesinato de un
gran amigo de Alberte, Julio Troxler, que Ló pez Rega anunció
durante una reunió n de gabinete presidida por María Estela
Martínez, el 8 de agosto de 1974, seis semanas antes de
producirse, asunto por el cual lo mínimo que debería hacer la
Justicia es llamar a declarar a la ex-presidente. Con el mismo
énfasis digo que Bayer yerra por completo respecto a Alberte
y francamente debo suponer que le falló la memoria y se
equivocó de apellido. Pero como lo publicado, publicado está ,
se impone esta aclaració n.

Eduardo E. Gurucharri

Buenos Aires, 12 de abril de 2004

Señ or Director de Pagina 12

De nuestra consideració n
El motivo de la presente es solicitarles tengan a bien publicar
esta nota aclaratoria sobre la figura de Bernardo Alberte.

Fascículos semanales. Podés descargarlos en pdf en Pá gina|


12, y leerlos en línea o descargarlos en Scribd.

Descargar los 130 fascículos de la colecció n completa en un


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Nos hemos sentido tristemente sorprendidos por la nota -Con


la misma escuela de Camps- que Osvaldo Bayer escribiera el
sá bado 10 de abril, en ese matutino donde involucra al Tcnel.
Alberte con una total ligereza y falta de rigor histó rico.

Queremos expresar que Bernardo Alberte fue un militar y


dirigente peronista que combatió al golpismo y a las
dictaduras militares, que siendo peronista se opuso al
participacionismo y a la domesticació n del peronismo, que
bajo su gestió n al frente del Movimiento Peronista impulsó la
CGT de los Argentinos, central obrera que crea un nuevo
instrumento de lucha sindical, que desembocaría en el
Cordobazo, que se opuso al liberalismo econó mico en el
peronismo que ya actuaba en vida de Alberte bajo el gobierno
de Isabel Martínez, Ló pez Rega y Carlos Ruckauf, que siendo
peronista se opuso a la Triple A.

Cuando el ejercito que usurpó el poder el 24 de Marzo de


1976, el mismo que bombardeó a mansalva la Plaza de Mayo,
robó el cadá ver de Evita, fusiló y torturó en la Penitenciaria
Nacional, en José Leó n Suá rez, fusiló en Trelew, lo elige esa
madrugada como una de sus primeras victimas, asesiná ndolo,
cumple acabadamente con la ló gica castrense, alimentada en
las escuelas interamericanas por los servicios de inteligencia
del imperialismo.
La matanza de aquellos añ os fue sistemá tica y apunto
adelantá ndose a los acontecimientos, a eliminar buena parte
de la masa critica vinculada con la lucha liberadora.

Alberte no tenía otro discurso que el compromiso


insobornable con la clase trabajadora y con los sectores
revolucionarios en lucha por un cambio de sistema.

Bernardo Alberte perteneció a ese grupo de personas que


como el Gral. Juan J. Valle, John W. Cooke, Alicia Eguren, Juan
García Elorrio, Gustavo Rearte, Jorge Di Pascuale, Julio
Troxler, Rodolfo Ortega Peñ a, Rodolfo Walsh, y tantos
compañ eros y compañ eras mas se comprometieron con
valentía y honradez por sus convicciones poniendo en juego
su vida que en muchos casos perdieron.

Acompañ amos a esta, copia de la carta escrita* por el Tcnel.


Bernardo Alberte al entonces, Tte. Gral. Videla horas antes de
ser asesinado por una patrulla militar en la madrugada del 24
de marzo de 1976.

Marita Foix, Patricia Walsh, Ramon Torre Molinas, Ruben Dri,


Eduardo Gurucharri, Jorge H. Perez, Bernardo Alberte (h).

Con la misma escuela de Camps

La nota de Osvaldo Bayer publicada en Pá gina 12 el sá bado 10


de Abril de 2004 | Enlace a la nota en Pá gina/12

Por Osvaldo Bayer

Se ha discutido a fondo, pero no quiero quedarme sin


expresar mi opinió n en esta repentina expresió n popular del
operativo Blumberg. Quien me da la oportunidad es el
intelectual Ricardo Talesnik, el conocido dramaturgo, que
acaba de escribir "Nadie es dueñ o de la historia" en Clarín.
Talesnik no hace la historia de los derechos humanos en la
Argentina, que tomando el corto plazo podría escribirse,
digamos, desde el teniente coronel Osinde, o la operació n
masacre de Aramburu o mejor, un poco má s acá , desde Ló pez
Rega, pasando por el denominado "proceso" y llegando ya a la
actualidad a las policías de Duhalde, de Ruckauf y de Solá ,
para hacer pocos nombres. Pero para ser má s justos
mencionemos también a los saltos decanguro de Menem, a De
la Rú a, pasando por el purgatorio alfonsinista del "yo no vi, tú
no viste, él no vio" y que dejó intacta la estructura, ahora má s
sonriente, de los que hacían parir a las prisioneras políticas en
los patrulleros de Camps y Etchecolatz. No, Talesnik se refiere
só lo a la reciente manifestació n Blumberg.

Bastaría preguntarse: ¿dó nde está n hoy esos oficiales,esos


suboficiales, esos agentes que desaparecían ademá s de los
sospechosos, los televisores y las radios? Fueron los que
ayudaron a integrar la estructura "democrá tica". Pero
también los de las nuevas mamadas con la moralidad del
período Menem y el brazo ejecutor de Ruckauf y Duhalde,
cuyo fresco má s costumbrista fue aquella fiesta de fin de añ o
de la escuela de policía donde los flamantes oficiales se
robaron hasta las cucharas y las ollas del banquete. Todo
dentro de la misma moralidad. De la policía de Camps a la
Bonaerense de Duhalde.
Con la escuela de Camps, un monstruo con todas lascualidades
del asesino nato. Poder y disciplina: al primer movimiento, el
tiro fá cil. El secuestro de lujo y el vamo y vamo.
Con la teoría radical de los dos demonios ya está toda la
definició n. A olvidar y a mirar para adelante. Por eso Alfonsín
dejó a todos los profesores de las escuelas de policía y a todos
de las escuelas militaresnombrados en general por la
dictadura, con los mismos programas del proceso.Y felices
Pascuas. Ahora tenemos todo esto, de la estructura
monstruosa de la dictadura pero también de antes de los
Ló pez Rega que ya había roto las coyunturas para proceder.
Esa tradició n del peronismo que en su primer gobierno metió
preso a Atahualpa Yupanqui y nos presentó al teniente
coronel Alberte y a esas apariciones como el Juancito, el Turco
Antonio, para hablar un poco de la maffia, y a aquellos há biles
picaneros que terminaron con Stroessner, el protector, los
policías Lombilla y Amoresano, dos sirvientes de la tortura
para no olvidar. Y como decíamos, después lo monstruoso sin
medida: Camps, Etchecolatz, Etchecolatz, Etchecolatz, Suá rez
Mason, Menéndez. Pero la casa estaba en orden.

Pero bien, me quería referir a Talesnik, el intelectual. Les


reprocha a "Hebe de Bonafini, a las Abuelas, las Madres y a los
organismos de derechos humanos" no haber concurrido a la
"manifestació n popular excepcional" de Blumberg.

Con toda comprensió n por el dolor de Blumberg, no se puede


emparejar la historia argentina yendo todos a pedir al
Congreso nacional penas má s drá sticas para los ladrones y
asesinos. La Repú blica padece de males má s profundos que la
de sentirnos todos iguales, en nuestros dolores y nuestros
ideales, como lo pide Talesnik.

Fueron Hebe de Bonafini, las Madres, las Abuelas y los


organismos de derechos humanos los que constantemente
denunciaron a qué jugaban la Bonaerense, la Federal, las
palmaditas en el hombro de Alfonsín, después las felonías de
Alí Babá y sus cuarenta yabranes, las gansadas del radical de
pura cepa Fernando de la Rú a (repetimos: radical, radical
hasta lamédula), y luego Duhalde, el Barceló de Lomas de
Zamora, para no hablar de Ruckauf, que estuvo en todas y
tiene las manos manchadas de sangre desde que era el
confesor gratuito de Isabelita y Ló pez Rega. Y fueron esas
dignísimas viejas de pañ uelo blanco las que salieron a la calle
para terminar con el antro de los desaparecedores. Fueron
esas viejas, Talesnik: nunca el nombre de Blumberg apareció
en una solicitada por ellas.

Desde 1976 hasta hace pocas semanas se vendió todo lo


argentino. ¿Y por qué, si los ladrones del poder vendían todo
la policía no iba a pasar de la pizza con doble muzzarella a los
miles de dó lares con los cobardes secuestros y los robos? Y de
pronto, las víctimas fueron esa clase media alta, porque allí
había guita. Los que saludaron a Videla y sus escuadrones de
asesinos de pronto pasaron a ser las víctimas. Ah, entonces,sí,
a la calle. E hicieron bien, porque es en la conquista de la calle
donde se puede conquistar la justicia y la moral, como
hicieron los pueblos en sus épicas marchas de protesta y
conquistaron así las ocho horas y la bú squeda del fin de la
explotació n del hombre por el hombre. Así, sí. En la calle. Y
claro, entonces sí, ante la masa hasta se movieron los
senadores y diputados.

No, Talesnik, Hebe de Bonafini y las Madres no estuvieron en


esa manifestació n custodiada y trasmitida por los canales
privados de televisió n. Estuvieron desde 1977 en esa Plaza de
Mayo, custodiada por la asesina SIDE, las policías, los
militares Astiz y los alcahuetes del poder, que ya habían hecho
desaparecer a Azucena Villaflor y dos Madres má s.
Ya es una historia vieja: el aumento de penas no soluciona
nada. Lo ha demostrado la historia. La Iglesia Cató lica pese a
sus hogueras donde se quemaban vivos a los librepensadores
no logró parar a los protestantes. El fusilamiento, la horca, la
guillotina, las inyecciones letales no lograron nunca
disciplinar las sociedades injustas pese a que los que
aplicaron esas penas se llamaran Hitler, Mussolini, Franco o
Bush. El jueves lo dijo bien claramente, con toda valentía, el
peronista Miguel Bonasso cuando le preguntaron porqué
habían fracasado todas las políticas bonaerenses de mano
dura, y el respondió : "No dio resultado porque no
desmontaron la estructura mafiosa que une a los punteros del
Partido Justicialista de Buenos Aires, intendentes y
comisarios. Una tríada que forma una gran camorra. Y no
desmontaron esa hermandad porque forman parte de ella".

Bien claro de un hombre que conoce a fondo la situació n


política. ¿Por qué la Cá mara de Diputados no constituye una
comisió n investigadora a base de esta denuncia? No, dejan
que Carlos Ruckauf y su guardaespaldas Casanovas tomen la
voz cantante en la sesió n Blumberg.

¿Có mo fue posible la experiencia Juá rez en Santiago del


Estero? ¿Có mo es posible que el Partido Justicialista haya
permitido una experiencia absolutamente decadente e
insultante a la condició n humana? No,después de la
experiencia Ló pez Rega, el Partido Justicialista tendría que
haberse limpiado definitivamente y no volverse a meter en el
barro de la inmoralidad y el abuso una y otra vez. Si seguimos
así, nuestro pró ximo jefe de la Policía Federal va a ser Musa
Azar, votado por los diputados que en la sesió n Blumberg
cortaron la palabra a los diputados de la oposició n.

El intelectual Ricardo Talesnik termina su crítica a los


organismos de derechos humanos diciendo: "Ninguna
minoría, ningú n sector político, racial o religioso tiene
derecho a sentirse dueñ o de la historia, porque la historia la
escribimos todos diariamente, aunque no militemos en
política, no seamos famosos ni tengamos poder. Todos nos
jugamos la vida por el simple hecho de estar vivos". No,
Talesnik: ni Ló pez Rega, ni Musa Azar, ni los policías
secuestradores hacen la historia, sino que la retroceden. Los
que hacen la historia se llaman Sandino, Emiliano Zapata,
Mariano Moreno, Agustín Tosco y José Martí. No necesitan
velas para que los acompañ emos en nuestro reconocimiento.
Y aquí, desde 1977, las ú nicas que hicieron historia, y nada
menos que en la Plaza de Mayo, fueron las Madres.
Reconozcá moslo.

Pá gina|12, 10/04/04

Bernardo Alberte y el Peronismo Resistente

Por Alberto Lapolla


(Fragmento de Los hechos...y las razones)

El Cordobazo como bisagra de la Resistencia Popular

De manera similar, que en los primeros días de Mayo, entre el


25 de mayo, el derrocamiento de Moreno en diciembre y la
derrota de Castelli a partir de junio de 1811, encierran de
alguna manera todas las claves de los hechos que sucederían a
posteriori; incluyendo tendencias, líneas de acció n y de
defecció n; prefigurando al mismo tiempo la gran nació n
americana que pudimos ser, y la pequeñ ez portuaria-britá nica
que derrotó todos los proyectos nacionales; de una manera
similar -decíamos-, el Tercer gobierno Peronista prefigura
también, la tragedia por venir.

El ciclo abierto por la irrupció n de la CGT de los Argentinos,


que daba encarnadura real –no ficticia- a los programas
obreros de Huerta Grande y La Falda, a través del programa
del 1º de Mayo de la CGTA –redactado por Rodolfo Walsh- y el
accionar concreto de una nueva conducció n sindical Peronista
dispuesta ‘a sacar los pies del plato’, marca la aparició n de una
nueva conducció n sindical peronista dispuesta a voltear a la
dictadura de Onganía sin má s vueltas. Llevando a la prá ctica,
una nueva dimensió n del Frente Peronista: la unió n de todos
los que luchaban por la Liberació n Nacional y Social sin
exigencia de ortodoxia, ni disolució n de identidad. Todo este
proceso se hallaba lubricado ademá s, con un fuerte
componente de autonomía real de los trabajadores y de su
organizació n. Dicho desarrollo enmarcaba un nuevo
Peronismo, resultante del colosal efecto producido por La
Revolució n Cubana entre sus filas; especialmente por la
decisió n de Fidel y el Che, de liquidar la invasió n
norteamericana de Bahía de los Cochinos y por la propia
diná mica de confrontació n con el poder oligá rquico de la
Resistencia Peronista; hechos que actuaron como una bomba
de profundidad sobre el Peronismo ortodoxo y cuestionaban
la decisió n de Peró n de abandonar el poder sin combatir en
1955.

Ese nuevo Peronismo Resistente, sería el encarnado en las


figuras de John William Cooke, del Mayor Alberte, de Gustavo
Rearte, de Raymundo Ongaro, de Rodolfo Puiggró s, de Alicia
Eguren, de Juan José Herná ndez Arregui, de Raymundo el
Negro Villaflor, de las FAP, las FAR y finalmente los
Montoneros. Destacamos la figura de un Mayor Alberte, que
no só lo desobedece a Peró n –negá ndole el acceso a Vandor a
la direcció n de la CGT, cuando la muerte de Amado Olmos-,
sino –y ese será su aporte histó rico, el que lo ubica en la
historia grande de los argentinos- que se pone a organizar el
Peronismo Revolucionario juntando y uniendo todas las líneas
y tendencias que lo componían.

Ello incluía, desde nacionalistas provenientes de la derecha,


nacionalistas de izquierda o castristas; marxistas leninistas,
estalinistas, trotzquistras-insurreccionales, insurreccionales-
guevaristas, guevaristas de todo pelaje, Peronistas
Revolucionarios de todo matiz; cristianos de base o
simplemente pastorales, seglares, partidarios de las nuevas
ideas de Juan XXIII –en contra de las propias posiciones de
Peró n que las cuestionaba-, militares nacionalistas de todo
calibre, militantes sindicales antiburocrá ticos, clasistas o
socialistas, peronistas evitistas, intelectuales revolucionarios,
jó venes de todas las líneas revolucionarias e insurrecció nales
existentes, y así de seguido. Alberte –junto a Rearte, Puiggró ss
y Cooke (a través de Alicia Eguren luego de su muerte)- daban
así origen a uno de los procesos má s ricos y valiosos de la
historia argentina, al dar vida a la Tendencia Revolucionaria
Peronista. Valiosa por su diversidad, combatividad y
tolerancia de matices, hasta la llegada de la hegemonizació n
montonera. Esta irrupció n, marcará un antes y un después en
los hechos de la década, y dará por resultado la gran bisagra
del período 1955-1973: el Cordobazo.
Del Cordobazo al Gran Acuerdo Nacional

No cabe duda, que la frase pronunciada por el general Pedro


E. Aramburu, cuando la sublevació n obrera y popular de
Có rdoba: ‘hay que pactar con Peró n antes que esto salte por
los aires,’(Jun-1969) sellaba el fin de la Libertadora, como
proceso de capitalismo posible para la Argentina. No se podía
gobernar sin el Peronismo, a menos que se quisiera que la
Argentina marchara a una Revolució n al estilo cubano. Los
pasos de Peró n, producido el Cordobazo, van en el mismo
sentido: ordena desarmar la CGT de los Argentinos ‘que es un
tablao’(Jun-1969) y no ‘sacar los pies del plato’(Jun-1969). La
inmediata muerte de Vandor, un mes después del Cordobazo
–y luego de entrevistarse con Peró n en Irú n-, parecería
señ alar el costo que alguien cobró , por permitir que su gente –
Elpidio Torres- estuviera a la cabeza de la rebelió n cordobesa.
El resultado de esta convergencia estructural, respecto de la
marcha del capitalismo, sería el Gran Acuerdo Nacional –
previo asesinato de Aramburu, luego de una posible
entrevista secreta con Peró n en Francia- y el retorno de Juan
Peró n al gobierno.

El Cordobazo había dejado claro que, la convergencia


combativa, orgá nica y estructural del Peronismo Combativo -
encarnado en la CGTA de Raymundo Ongaro- y el sindicalismo
de izquierda representado en la figura del Gringo Agustín
Tosco, era mortal para el esquema de capitalismo asociado a
las multinacionales pergeñ ado por el Desarrollismo, para
preservar ‘las chimeneas’ que el almirante Rojas quería
erradicar. También era mortal para la estructura sindical
burocrá tica asociada a la patronal, como esencia del
gremialismo ortodoxo Peronista.

Casualmente, ésa sería a nuestro entender, la lucha central del


período que se cerrará con la irrupció n de la dictadura
genocida: la posibilidad, o no, de generar una nueva
conducció n sindical combativa, autó noma y revolucionaria de
los trabajadores. Línea que se expresaría en las corrientes
combativas y antiburocrá ticas de la Resistencia ejemplificadas
en los programas de Huerta Grande y la Falda, en la CGTA
luego, en el Clasismo má s tarde, en Tosco en todo el ciclo
hasta su muerte, en los movimientos como el SMATA
cordobés, la UOM de Villa Constitució n, la lista Marró n de
FOETRA, en los trabajadores del Chocó n, en las luchas de la
FOTIA, en la CGT de Salta con Armando Jaime, en las luchas de
Astilleros, en fin, en un reguero mú ltiple de luchas obreras
que plantearon como reivindicació n central el cambio de
conducció n sindical, hasta su má xima expresió n: las luchas de
junio y julio de1975, que liquidaron a Ló pez Rega y que
convencieron al mando burgués de la necesidad del golpe
genocida ya no só lo contra el movimiento obrero, sino contra
la clase obrera misma.

El primer ‘plan de ajuste’ neoliberal, hecho dentro de un


gobierno Peronista (el Rodrigazo de junio 1975), fue
aplastado por gigantescas movilizaciones estructurales, de la
clase trabajadora encabezadas por las Coordinadoras
Sindicales de Base, ú ltima emergencia del poderoso
movimiento obrero argentino. É se, que desde el 17 de octubre
de 1945, había logrado inclinar la balanza de la historia para
su lado. Sería, no casualmente, a partir de las luchas obreras
de junio de 1975 –conocidas como el Rodrigazo- que una
infame frase comenzaría a salir de los labios de políticos,
militares y empresarios, tan diferentes como Ricardo Balbín,
Mariano Grondona, Jorge R. Videla, Rogelio Frigerio, Emilio
Massera o Juan Alemann: ‘hay que acabar con la guerrilla
fabril’, dirían, legitimando la matanza por producirse. De tal
forma, entre el 55 y el 58% de los desaparecidos serían
dirigentes sindicales de base. Al final del proceso la clase
obrera industrial –o quasi-industrial- se reduciría de seis
millones de trabajadores en 1976, a menos de un milló n en
diciembre de 2001

La responsabilidad del General


El Tercer gobierno del General Peró n, es uno de los tabú es
sobre los que la política argentina actual –el Peronismo es
gobierno desde 1989 casi sin interrupció n, hasta hoy, a
excepció n de los dos añ os de De La Rú a- prefiere mirar para
otro lado. Es soslayado en sus errores, pero también en sus
aciertos. Como que se oculta, que aplicó la ú ltima política
econó mica de Liberació n Nacional que conocemos los
argentinos. Claro, hablar de la política econó mica aplicada
entre 1973-1974, por la dupla Peró n-Gelbard llevaría a la
inevitable pregunta, de, ¿por qué dicha política no puede ser
aplicada en la actualidad? La respuesta no está al alcance de
los políticos que gobiernan la Argentina post dictadura.
Hemos analizado en detalle el gobierno Peronista en nuestro
trabajo ‘La Esperanza Rota’(De la Campana, 2005), al cual
remitimos al lector, pero creemos necesario precisar algunas
cuestiones para comprender el marco de acceso de la
sociedad argentina a la dictadura genocida, y al final de
nuestro estadio de nació n independiente, justa, libre y
soberana.

Peró n a nuestro entender, cometió en su Tercer gobierno una


serie de errores, o de defecciones, que resultaron nefastos
para el futuro de la nació n y de su propio Movimiento.
Destrozó innecesariamente al Presidente Cá mpora, para
ocupar su lugar, a sabiendas que poseía ya 79 añ os (todo
indica que habría nacido en 1894, en Roque Pérez), y que la
duració n de su vida, segú n le habían anticipado sus médicos,
no soportaría el ajetreo del gobierno. No só lo eliminó a
Cá mpora, y cualquier atisbo de la Juventud Peronista de su
Tercer gobierno, incluyendo cuadros esenciales de ese
momento como Juan Manuel Abal Medina, Esteban Righi,
Jorge Vá zquez y Julio Troxler, entre muchos otros. También
volteó uno a uno, a los gobernadores vinculados a la
Tendencia Revolucionaria Peronista. Algunos como el de
Có rdoba, representativos de todo el movimiento popular
provincial en la lucha contra la dictadura. Otros como
Bidegain, cuadros histó ricos de la Resistencia y de só lida
formació n política e intelectual.

El derrocamiento de Obregó n Cano y Atilio Ló pez –de la


manera má s infame-, puede ser interpretado casi como un
castigo a la rebelde Có rdoba y al inicio de la insurrecció n que
lo había devuelto al poder. Dejó sin lugar alguno en el
Movimiento o en el gobierno, a cuadros centrales de la
Resistencia como Andrés Framini, Sebastiá n Borro, Avelino
Ferná ndez, el Viejo Ireneo Chá vez, Gustavo Rearte, Arturo
Jauretche y al propio Mayor Alberte. Quebró así, la
continuidad de la lucha de la Resistencia con el nuevo
gobierno Peronista. Ubicó de vicepresidenta a su mujer Isabel
Martínez, de quien muchas veces había señ alado a sus
colaboradores -en los primeros añ os de su exilio-, que dudaba
de que fuera ‘de los servicios’. A su muerte, la presidencia de
Isabel Peró n sería una de las mayores tragedias de la historia
nacional. El General, conocía perfectamente las ambiciones
desmedidas –unido a la aguda inteligencia preverbal- de su
esposa, así como la estrecha relació n de dominio que sobre
ella ejecutaba su mucamo, José Ló pez Rega.

Conocía también de sobra la pertenencia de su mucamo a la


logia fascista P2, con la cual él mismo, había establecido
espú reas relaciones, en la parte má s oscura de su gobierno. La
condecoració n a Licio Gelli -incluyendo el beso aplicado de
rodillas sobre su anillo-, en agradecimiento ante el
Burattinaio; así como su entrevista con Pinochet en el
Aeropuerto de Moró n, deben ser de los peores momentos en
su larga trayectoria política. Esa actitud de favoritismo hacia
su esposa y su mucamo, sería tan condenable, que Don Arturo
Jauretche, peleado con Peró n desde 1948 y que moriría pocos
días antes del General, el 25 de mayo de 1974, lo haría
maldiciendo a su antiguo amigo: ‘que se puede esperar de
quien pone de ministro a su lacayo’, expresó indignado, luego
de los hechos del 1º de Mayo de 1974.
Peor aun, en el que consistió , tal vez, su mayor error
estratégico, Peró n destruyó la corriente nacionalista y
democrá tica del Ejército argentino, encabezada por el general
Carcagno y los coroneles Cesio, Perlingher y Ballester,
destruyendo así la ú nica corriente aliada que era fiel al
proyecto Peronista. Descabezada esta línea, en el ejército só lo
restarían los fascistas llamados nacionalistas, y los fascistas
llamados liberales. Los dos grupos ferozmente antipopulares,
anticomunistas, antiperonistas, y aliados hasta los tuétanos de
los Estados Unidos en la ‘tercera guerra mundial contra el
comunismo’. El Peró n que había vuelto en 1972 había
percibido un país sublevado y fuertemente radicalizado. Ese
país, no coincidía en absoluto con su concepció n política
compendiada en su libro ‘La Comunidad Organizada’. De tal
forma, es probable que el General haya obrado en
consecuencia. Su ex ministro, médico y amigo, el Doctor Jorge
Taiana, relató , que luego de su primer retorno en noviembre
de 1972, el General, estaba casi alucinado, con lo que
consideraba un ‘avance descomunal del comunismo en la
Argentina’.

Está claro que en dicho ‘comunismo’ el General no incluía al


lá nguido y reformista PC, sino a toda la Nueva Izquierda
surgida entre los sesenta y los setenta. Tampoco se refería
claro está , só lo al PRT-ERP, al PCR, a VC o al Clasismo; sino
especialmente a ‘sus muchachos’ de las FAR, las FAP, el PB, los
Montoneros, la CGTA, los Sindicalistas Combativos y al
enorme crecimiento de la figura de Agustín Tosco, como
referente de los trabajadores. No trepidó en llamar al Gringo,
‘el dirigente de la triste figura’, cuando éste apenas había
salido de su larga prisió n, durante la dictadura. De allí que su
accionar aparezca por momentos, esencialmente
contradictorio entre su línea econó mica e internacional, y su
política interna de castigó sin piedad a ‘sus muchachos.’

En esta línea, su decisió n de eliminar a Carcagno y Cesio,


resultó tal vez, su jugada, má s suicida, a sabiendas que el
Ejército gorila había sido su principal enemigo por dieciocho
añ os. É l, había prometido a los coroneles Peronistas el mando
de las fuerzas armadas durante su exilio. Luego al volver al
poder les expresó : ‘prefiero un Ejército de generales
derrotados y no uno de coroneles victoriosos’, mostrando una
vez má s las terribles limitaciones de su ‘maquiavelismo sin
destino’, como alguna vez calificara el Padre Herná n Benítez, a
su accionar. Sin embargo, nos parece que la peor de sus
acciones, fue su guerra a muerte contra la Juventud Peronista,
el Movimiento Montonero y la Izquierda Revolucionaria
Peronista en su conjunto, má s allá de los graves errores y
provocaciones de los ‘muchachos’. É se era el Peronismo que
había crecido y madurado en dieciocho añ os de Resistencia.
Era -junto a la Izquierda Revolucionaria- la mayor creació n
del pueblo argentino en su lucha contra la oligarquía. Sin ellos
Peró n no se habría movido de Madrid, aun contando con la
ayuda de Licio Gelli. Jamá s el vandorismo, ni el sindicalismo
ortodoxo habrían logrado que Peró n volviera al país. Si él
había vuelto, lo era debido al accionar de una, o dos
generaciones, de trabajadores, militantes y jó venes heroicos,
que decididos a luchar por la dignidad, la libertad, la justicia y
la soberanía popular, enarbolaron su nombre como bandera
de lucha saliendo a tomar el cielo por asalto.

El pago de Peró n a sus jó venes revolucionarios, a los que


debía su presencia en la nació n, fue repugnante, y, es tal vez el
elemento má s deleznable de su larga y fundamental carrera
política. El Tercer Peró n no estuvo a la altura de lo que el
pueblo había hecho por traerlo de vuelta. Por ora parte, su
guerra al marxismo y al pensamiento revolucionario dentro
del movimiento –que llevó a la renuncia inmediata de Rodolfo
Puiggró ss a la jefatura de la UBA al conocerse el comunicado
del Concejo Superior en ese sentido, hecho también ocultado
cuando se habla de Puiggró ss- fue nefasto para el devenir del
Peronismo.
La castració n teó rica, que aun hoy, exhibe ese inmenso
‘gigante invertebrado’ que parece poder ir en cualquier
direcció n, parece tener su explicació n en la guerra a muerte
que Peró n librara contra la izquierda de su movimiento entre
1973 y 1974, cercenando al Peronismo de todo pensamiento
revolucionario. Meter al gigantesco movimiento
revolucionario popular que se produjo en la Argentina entre
1968 a 1973, en los restringidos, apá ticos y limitados
má rgenes del Pacto Social y la Paz Social, só lo podía terminar
en el increíble gobierno peronista de 1989 a 1999, con Cavallo
continuando la obra iniciada por Celestino Rodrigo y Ricardo
Zinn, anticipando el plan de Martínez de Hoz. Só lo así, se
puede entender que el Peronismo en su conjunto –después de
haber nacido un 17 de octubre y haber producido un
Movimiento de la magnitud de la Resistencia y del Peronismo
Revolucionario- haya sido có mplice de la má s infame traició n
a la Patria cometida por el menemismo. Só lo el brutal
vaciamiento de contenido, mediante la prohibició n del
pensamiento que exigió Peró n en su Tercer gobierno, puede
explicar el Peronismo posterior a la dictadura. Sin la guerra al
pensamiento revolucionario que propugnara Peró n, no se
puede explicar la complicidad descarda, como veremos en
estas pá ginas, de muchos sobrevivientes del genocidio con la
entrega de la nació n. Pero su má s lamentable culpa, carga con
el hecho de haber exigido ‘el escarmiento’ sobre la Juventud
Maravillosa, entregando a la muerte má s atroz a los mejores
hijos de la Patria. A la gente que expresaba la maduració n de
un pensamiento revolucionario que nos hubiera dado otro
país.

Esa generació n, entregada al suplicio mas atroz por la


oligarquía, educada en el terror inquisitorial españ ol y en el
disciplinamiento ‘progresista’ britá nico; ambos reciclados en
la Doctrina de la Seguridad Nacional yanqui. Abandonada y
entregada por una conducció n infiltrada hasta los tuétanos
por los servicios de inteligencia del enemigo, fue también
llevada al holocausto por el propio Peró n, que volvió al país
con una idea de juventud a corregir, tal cual expresara el
propio 21 de junio de 1973, luego de Ezeiza: ‘Tenemos una
juventud que está mal encaminada...’ O como diría sin
ambages, en la reunió n con el gabinete del 21 de junio de
1973 en Gaspar Campos, segú n recordara el ex ministro Jorge
Taiana: ‘para salvar a la Nació n hay que estar dispuesto a
sacrificar y quemar a sus propios hijos’(248)(pag103) (Taiana
J.op.cit.2000). Palabras del General, que hasta donde sabemos
no poseía hijos.

La responsabilidad guerrillera

Iniciamos este balance por el accionar de Peró n, pues pese a


que ya nos hemos referido a la irresponsable visita que Quieto
y Firmenich realizaran a Madrid antes del segundo regreso de
Peró n (La Esperanza Rota, De la Campana,2005), no hemos
contabilizado accionar grave alguno de ninguno de los grupos
guerrilleros entre el 25 de mayo de 1973 y los hechos de
Ezeiza, má s allá de algunos secuestros y el Devotazo. Hecho
éste ú ltimo que de ninguna manera puede interpretarse –pese
a lo que aun hoy señ ala la derecha peronista- como ‘accionar
subversivo’ y sí, como justicia del pueblo por liberar a sus
presos. De cualquier manera, estos hechos no pueden
justificar Ezeiza.

En la obra antedicha, hemos desarrollado en extenso nuestra


tesis –que no es só lo nuestra- que carga en Peró n la
responsabilidad clara por los hechos del 20 de junio de 1973.
Si bien no creemos que dichos hechos, justifiquen las terribles
provocaciones que la izquierda armada –peronista y
perretista- realizaría luego de los mismos; corresponde
cronoló gicamente ubicar que el primero que pegó fue el
anciano General. A sabiendas seguramente, de que ‘sus
muchachos’ caerían en la trampa como lo hicieron, y podría
liquidarlos –y junto con ellos a Cá mpora y su gobierno- de un
solo golpe. Peró n sabía ademá s, que Cá mpora no haría nada
para evitar su accionar, aun en conocimiento de que Peró n se
moriría en poco tiempo. El Tío jamá s enfrentaría al General.
De la misma manera cabe preguntarse ¿qué habría ocurrido,
si có mo proponían algunos sectores de la Tendencia, no se
debía concurrir a Ezeiza, o al menos no disputar en absoluto
ningú n lugar en la marcha, dejando que el golpe de la derecha
peronista cayera en el vacío? Sin embargo –y Peró n lo sabía-,
estaba en la diná mica de los hechos que ello no ocurriera.

De cualquier manera, hubo quienes –Envar El Kadri, Gustavo


Rearte, Bernardo Alberte, Juan Manuel Abal Medina, Agustín
Tosco, el general Carcagno y muchos má s- aú n descontentos
con la forma en que Peró n se hacía del gobierno, entendían
que no había que enfrentarlo y que por el contrario había que
buscar la forma de transformar en organizació n, el enorme
poder del campo popular, que debía prepararse para
enfrentar el inmenso agujero negro que se produciría -a no
dudarlo- a la muerte del Viejo. Sin embargo la irracionalidad –
y el accionar há bil de la inteligencia militar, manejada por la
CIA y el MI5- llevó a las dos organizaciones político-militares a
atacar con acciones armadas descabelladas e injustificadas, al
gobierno Peronista, elegido dos veces en seis meses, con el
mayor consenso obtenido por partido alguno desde 1955.
Peró n fue elegido Presidente en elecciones libres, limpias y
puras con el 62% de los votos en primera vuelta, cifra no
alcanzada aun por ningú n dirigente político argentino. Si bien
sus métodos, y el cambio en 180 grados de su discurso del 21
de junio de 1973, no eran gustosos ni agradables, su política
econó mica, su ubicació n internacional y estratégica, no
dejaban dudas que su gobierno era un golpe de timó n a las
políticas de la dependencia y del control oligá rquico, llevadas
adelante desde 1955. Hoy resulta claro que conducciones má s
maduras –y má s enraizadas en el pueblo- habrían
comprendido la necesidad de buscar una tregua y un acuerdo
con el anciano General, que seguramente, éste gustoso habría
acordado, pues era el papel que deseaba en su ú ltimo tramo
de vida. Sin embargo, ni Santucho –ni el resto de sus
compañ eros de la conducció n restringida del PRT-ERP- ni
Quieto ni Firmenich –ni otros en la conducció n Montonera-
pudieron o quisieron pensarlo así. De tal forma, el ú ltimo
intento de gobierno de Liberació n Nacional, del siglo XX y lo
que va del XXI, se desarrollaría no en los marcos de un Frente
de Liberació n nacional ampliado como proponía –no con los
mejores modales, es cierto- Peró n, sino en los marcos
fraticidas de una guerra civil entre sectores populares que
debían estar unidos frente a un enemigo poderoso, agresivo y
acorralado en el resto del mundo.

Como gran mérito del General debe ubicarse, que a diferencia


de su Primer gobierno, esta vez Peró n pasó por arriba de la
ahistó rica conducció n del PCA, y buscó el acuerdo con los
soviéticos directamente con ellos –a través de Gelbard- para
completar la industrializació n y la infraestructura estratégica
y energética de la nació n. No de otra cosa se trataba el plan
Peró n-Gelbard, llamado Plan Trienal, y que nos hubiera
puesto a la cabeza del desarrollo industrial independiente de
América Latina; con el campo Socialista europeo –en 1973,
dieciséis añ os antes de su colapso-, como compradores
privilegiados de nuestra industria liviana a cambio de alta
tecnología, industria pesada, infraestructura y desarrollo
energético para completar nuestro desarrollo, por lo que
restaba del siglo XX. Así, la Argentina ocuparía hoy con creces,
el lugar de Brasil. Nuestra població n sería de no menos de 45
a 50 millones de habitantes, y seguramente tendríamos un
pueblo pró spero, alimentado, saludable, educado feliz.
Cuando Leonid Brezhnev expresó en Moscú a Gelbard, en
1974: ‘allí donde vaya la Argentina irá América Latina’, sabía
de que hablaba.

También lo sabían los Estados Unidos, que al mismo tiempo,


apoyaba incondicionalmente a la dictadura brasileñ a,
pactando con sus ‘gorilas’ militares y empresarios el
desarrollo de un Brasil industrial, bajo control de las
multinacionales, y, sin poder sindical, ni beneficios sindicales
ni sociales por un largo tiempo. Un Brasil de las
multinacionales que contrapesara la Argentina Estatal
Peronista. Kissinger respondió a Brezhnev, casi en los mismos
días: ‘allí donde vaya Brasil, irá América latina.’ Esta vez para
desgracia nuestra y de muchos pueblos, Kissinger ganó la
pulseada, no sin una clara intromisió n imperialista en nuestro
suelo, tal cual lo preanunciara el académico britá nico-
canadiense H. Ferns, con cuya expresió n terrible comenzamos
este libro y con una matanza de varios cientos de miles de
latinoamericanos.

El tiempo de los Setenta terminó . Se llevó a Peró n, a la


generació n revolucionaria y produjo la mayor derrota del
pueblo argentino después de Pavó n, devolviéndonos al estado
colonial. La inmolació n de la juventud revolucionaria, a través
de su autodestrucció n y del accionar genocida y terrorista de
unas fuerzas armadas -que también decidieron
autodestruirse, asumiendo su parte del deseo de Ferns,
transformá ndose abiertamente en fuerzas de ocupació n de su
Patria, con su pueblo como enemigo-, nos han retrotraído a
situaciones que habían sido superadas durante el período
1945-1975. En el exterminio de la generació n revolucionaria,
en la destrucció n del movimiento obrero como corazó n y
médula de la organizació n del pueblo argentino, se puede
entender que la nueva rebelió n del pueblo argentino, que
pusiera fin a esta etapa de derrota, la de diciembre de 2001,
no encontrara un sostén político en que apoyarse y finalmente
fuera heredada por una nueva reformulació n liberal-
keynessiana del Peronismo.

Al ser exterminadas las dos principales expresiones


construidas por el pueblo en el largo ciclo 1955-1975; es
decir, el Peronismo Revolucionario y la Izquierda
Revolucionaria, lo ú nico que estaba en condiciones de salir al
encuentro de ese potente y magnífico –como lo han sido
siempre las rebeliones de nuestro pueblo, desde 1780 a la
fecha- movimiento popular expresado en ‘piquetes y
cacerolas’, era la vieja izquierda sobreviviente de la derrota de
los Setenta. La vieja izquierda en sus distintas vertientes –
comunistas, estalinistas, trotsquistas, maoístas y todas las
combinaciones posibles- ya estaba incapacitada de generar
nada nuevo, en 1973. Por eso fue superada por la llamada
Nueva Izquierda que originara las dos formas revolucionarias
a que hacíamos referencia. Producido el estallido, ni el PC, ni
el PO, ni el MST, ni el PTS, ni el PCR, ni las miles de siglas má s
que podemos seguir invocando, estaban en condiciones de
entender de qué se trataba. No se trataba de discutir como
pasar de ‘1905 a 1917’, o de ‘Febrero a Octubre’ en Rusia,
como proponían exaltados jó venes militantes del PO, del MST,
del PTS, del MAS ante multitudes de vecinos, que los
contemplaban azorados, sin saber a qué se referían.

Vecinos que se retiraban de las Asambleas Populares


espantados por las discusiones sobre Trotzky, Lenin o
Lunacharsky. Asambleas populares y piquetes, que habían
logrado juntar má s de cuatro millones de personas en las
calles de Buenos Aires y el conurbano, espantando a Donald
Rumsfeld -por entonces ministro de defensa de George W.
Bush- quien proclamaba horrorizado: ‘El problema de la
Argentina, no es la crisis financiera. El problema de la
Argentina es toda esa gente en la calle’. No se trataba de Lenin
o Trotzky, sino só lo de pensar en Castelli, en Artigas, en
Moreno, en Yrigoyen , en Alem, en Peró n, en Evita, en Ongaro,
en Tosco, que habían ocupado esas mismas plazas en otros
momentos de lucha del pueblo, en reclamo de su libertad. Se
trataba de recordar aquello que había expresado alguna vez,
Antonio Gramsci: ‘los pueblos marchan con toda su historia
encima y suelen retomarla allí donde la dejaron...’ Ello era tan
evidente en las marchas y barricadas porteñ as del 19 y 20 de
diciembre, que las mismas se realizaban en los mismos sitios
que en 1945 o en 1970, que casi causa vergü enza recordarlo.
Se trataba simplemente de eso pero... como expresara Rodolfo
Walsh, en un documento citado al final de estas pá ginas, la
izquierda argentina, en todas sus variantes, no podía siquiera
pensarlo...
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Añ os de violencia, con hombres de poder absoluto

Apenas habían sonado las dos de la madrugada del 24 de


marzo de 1976 cuando fuerzas policiales y del Ejército
rompieron la puerta e irrumpieron en el departamento del
sexto piso de un edificio de Avenida del Libertador al 1100.
Sin má s, en medio de insultos y gritos, el dueñ o de casa fue
arrojado al vacío delante de su esposa: se trataba del mayor
retirado Bernardo Alberte, ex delegado personal de Peró n en
la Argentina durante una etapa del exilio del líder.

La acció n fue un símbolo de la Argentina que se iniciaba, de la


Argentina en la que el en ese momento general Carlos
Guillermo Suá rez Mason se convertía en uno de los hombres
de mayor poder.

Muchos añ os má s tarde, Bernardo Alberte hijo tendría ocasió n


de encontrar, arrinconar, insultar y patear a un Suá rez Mason
ya sin sus atributos.

Pero durante casi toda la dictadura, como comandante del 1ø


Cuerpo de Ejército y de la Zona 1, fue protagonista no só lo de
la implementació n de los métodos del terrorismo de Estado
del régimen militar en la Capital y la provincia de Buenos
Aires. También de buena parte de las decisiones políticas y
econó micas que empezaron a cambiar para siempre a la
Argentina segú n un diseñ o de país que actuó como razó n
principal del golpe militar de aquel día.

Pozo de Banfield, la Cacha, Automotores Orletti, El Vesubio,


Olimpo, fueron algunos de los centros clandestinos de
detenció n y desaparició n de personas "inaugurados" ya desde
los primeros días de la dictadura en jurisdicció n de la Zona 1,
por los que —junto a la ESMA— pasaron la mayor parte de los
30 mil desaparecidos del régimen.

Esos métodos de represió n fueron el correlato, la condició n de


sustento de la política econó mica de Alfredo Martínez de Hoz.
Fue en esa etapa —salvo el fugaz antecedente impulsado por
Celestino Rodrigo en 1975, durante el gobierno de Isabel
Martínez— cuando se pusieron en marcha las recetas
neoliberales.

En lo institucional, la cara pú blica de la represió n ilegal, la


dictadura cerró el Congreso, ilegalizó a los partidos políticos,
intervino los sindicatos, suspendió la vigencia de las leyes
laborales y regimentó , cuando no se hizo cargo directo, del
manejo de los medios de comunicació n pú blicos y privados.

En setiembre de 1977, durante una gira por Estados Unidos,


el entonces presidente, Jorge Rafael Videla, reconoció la
existencia de desaparecidos en la Argentina.

El 7 de abril de 1978, el gobierno de la dictadura hacía pú blico


un informe segú n el cual los detenidos políticos y sociales
legales, es decir reconocidos, llegaban a la cifra de 3.312. Se
trataba, en rigor, de los privilegiados de la política del
terrorismo de Estado de la Argentina de esos días.

Clarín, 22/06/05

Biografía de Bernardo Alberte

"Nosotros les prevenimos que algú n día vendrá el hombre


sencillo de la Patria a interrogar a sus militares en actividad y
en retiro. No los interrogaran sobre sus largas siestas después
de la merienda, tampoco sobre sus estériles combates con la
nada, ni sobre su ontoló gica manera de llegar a las monedas,
no sobre la mitología griega ni sobre sus justificaciones
absurdas crecidas a la sombra de la mentira.
Un día vendrá n los hombres sencillos de esta tierra, aquellos
que fueron sus soldados, a preguntar que hicieron cuando la
Patria se apagaba lentamente, que hicieron cuando los pobres
consumían sus vidas en el hambre y la de sus hijos en la
enfermedad y la miseria, que hicieron cuando los gringos
vinieron a imponernos esa nueva forma de vida "occidental"
que todo lo corrompe y compra el dinero.

Quizá s para ese momento, la vergü enza que provoque el


silencio como respuesta, no sea suficiente como castigo."

Con palabras como estas, Bernardo Alberte rechazaba en


1969 acogerse a un decreto del dictador Onganía que permitía
la reincorporació n de militares peronistas dados de baja -
como él- luego del derrocamiento de Peró n. Después de la
victoria popular del 11 de marzo de 1973, y al asumir la
Presidencia de la Republica, el Dr. Héctor J. Cá mpora en uno
de sus primeros decretos reincorporo a Bernardo Alberte al
ejército con el grado de Teniente Coronel en retiro.

No era la primera vez, ni seria la ultima, que el destino de


Alberte se cruzaba con los triunfos y las derrotas populares.

Nacido en 1918, se graduó como Subteniente a los 21 añ os


con las mejores calificaciones de su promoció n. Cuando a
comienzos de octubre de 1945 el entonces Coronel Peró n fue
destituido y encarcelado, el joven oficial salio en su defensa.
Arrestado en Campo de Mayo, acusado de promover la
insubordinació n de la Escuela de Infantería, fue con el
levantamiento popular del 17 de Octubre que Alberte
recupero su libertad y su empleo. Ya con el grado de Mayor,
en 1954, fue designado edecá n del Presidente. El 16 de junio
de 1955 cuando la aviació n naval bombardeo el centro de
Buenos Aires y ataco la Casa Rosada con el propó sito de
asesinar a Peró n, Alberte fue uno de los militares que
encabezo la defensa. En septiembre, al producirse el nuevo y
definitivo levantamiento, entablados los combates entre
tropas leales y rebeldes, iba a ser partidario de resistir hasta
las ú ltimas consecuencias. Permaneció junto al Presidente
hasta que Peró n decidió renunciar. Entonces los golpistas lo
encarcelan en represalia por haber cumplido con su deber
militar y constitucional.

Compartió en Ushuaia la prisió n con otros destacados


dirigentes peronistas y fue liberado a fines de 1956. Citado
por el Comando en Jefe del Ejército, no quiso presentarse ante
sus verdugos. Declarado en rebeldía se vio obligado a buscar
refugio en Brasil, donde permanecía exiliado cuando fue dado
de baja por los militares golpista.

En Marzo de 1957, desde Río de Janeiro escribe a Peró n,


entonces radicado en Caracas, Venezuela, haciendo un balance
de los acontecimientos del 55: "Que los militares eran los que
constituían la masa del ejército que le permaneció leal hasta el
ú ltimo día de su gobierno, pese a las defecciones y traiciones
conocidas de las que no se escaparon de cometerlas también
civiles; que ese Ejército que le era leal con la cooperació n del
pueblo, con la que siempre se sintió estimulado, pudo haber
vencido a los rebeldes si se hubiera dispuesto a enfrentar la
guerra civil y sufrir los bombardeos y destrucciones que
estaba dispuesta a realizar la Marina. Guerra civil y
destrucciones, o algo similar que ahora, muy probablemente,
tengamos que aceptar como ú nica solució n para liberar a la
Patria de los sá trapas que la quieren gobernar".

Tras el pacto con Peró n que permitió a Frondizi alcanzar la


Presidencia, en 1958 fue sancionada una ley de amnistía que
le permitió a Alberte regresar al país. Como no era hombre de
deprimirse- al comienzo de su exilio brasileñ o supo ganarse la
vida como vendedor ambulante de ropa femenina- ya en
Buenos Aires instaló una tintorería a la que llamó "Limpiería"
y que con el tiempo se haría popular a causa de las actividades
de su dueñ o.
Corría 1965 cuando el dirigente metalú rgico Augusto Vandor
comenzó a disputarle abiertamente a Peró n el control de su
Movimiento. Desde su exilio en Madrid, el General envió a su
esposa Isabel para contrarrestar el avance vandorista. La casa
particular de Alberte sirvió de refugio a la viajera en
determinado momento de su estadía. En junio de 1966, en
vísperas del derrocamiento del presidente Illia, Isabel volvió a
Madrid. Pocos días después Vandor, Alonso y otros
sindicalistas, asistían en la Casa Rosada a la asunció n del
dictador Onganía, a quien el periodista Mariano Grondona
comparaba con el presidente de Francia general Charles De
Gaulle. Y mientras el capitá n –ingeniero Alzogaray, designado
embajador en Washington, proponía proclamarlo monarca,
Vandor y sus amigos prefería verlo como un nuevo Peró n.

Peró n, "El Viejo", el auténtico líder, a comienzos de 1967


nombra a Alberte –su antiguo edecá n- Delegado y Secretario
General del Movimiento Peronista. Alberte puso fin a la etapa
de "desensillar hasta que aclare", y desafiando las
persecuciones desatadas por la dictadura, en poco má s de un
añ o puso en pie a un Movimiento que estaba postrado y
dividido, dando particular intervenció n a la juventud.

Debió enfrentar las tendencias conservadoras y burocrá ticas


dentro del peronismo, tanto en su sector político como
gremial. Su gestió n política fue determinante para el
surgimiento en marzo de 1968 de la C.G.T. de los Argentinos,
central obrera que creó un nuevo instrumento de lucha
sindical, y donde actuaron entre otros: Raimundo Ongaro,
Jorge Di Pascuale, Agustín Tosco, Atilio Ló pez, Rodolfo Walsh
e Hipó lito Solari Irigoyen, es decir, sindicalistas, peronistas,
radicales, izquierdistas, etc.

La política seguida por Alberte fue de lucha frontal contra el


régimen de Onganía y de apertura a los sectores sociales y
políticos que se le oponían. Uno de sus resultados fue el
acercamiento de la masa estudiantil al movimiento obrero a
través de la C.G.T. de los Argentinos. Así se logró arrinconar al
"participacionismo", abriendo una nueva perspectiva en el
panorama político argentino que desembocaría en el
Cordobazo de 1969. Pero para entonces Alberte ya no
ocuparía el cargo de Delegado, al que renunció en marzo de
1968. Peró n designó en su reemplazo a Jorge Daniel Paladino,
personaje al que el mismo Peró n acusaría, en 1971, de
haberse transformado en un agente del dictador Lanusse.

Bernardo Alberte, en cambio, siguió en la misma línea,


compartiendo posiciones con John William Cooke y Gustavo
Rearte. A pocos meses de su renuncia editó el perió dico Con
Todo, portavoz del peronismo revolucionario, y salió
pú blicamente en defensa de los guerrilleros de las Fuerzas
Armadas Peronistas (FAP) arrestados en Taco Ralo, Tucumá n,
en septiembre de 1968.

Durante el congreso clandestino celebrado por el peronismo


en Có rdoba en enero de 1969, Alberte pronunció un discurso
que obtuvo mucha repercusió n. "Hay que dominar la
estrategia mejor que los generales que la emplean para
oprimir y sojuzgar y que en nuestras manos debe servir para
liberarnos. En esta época de transició n entre el capitalismo y
el socialismo, entre el miedo y la libertad, entre lo que cae y lo
que viene, hay que ser un hombre de acció n para ser digno de
la conducció n de las masas populares".

Al hablar en el cementerio de la Chacarita, el 22 de julio de


1971, después del secuestro y asesinato de Juan Pablo
Maestre y su esposa Mirta Misetich, Alberte reveló que ambos
eran militantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias
(FAR), reivindicando como combatientes a quienes hasta
entonces só lo aparecían ante la opinió n pú blica como víctimas
de la represió n ilegal.
En 1973, las vísperas del retorno del Peronismo al gobierno,
Alberte observaba el futuro con prevenció n: "A esta altura de
la situació n ya se ha puesto en evidencia (...) la trampa de la
Junta Militar cuyo objetivo es integrar al Peronismo al sistema
con la finalidad de crear un gobierno favorable al
continuismo. (...) Pero aunque no prevaleciera la maniobra
oficial, si pasando por encima de los ardides tramados (...)
triunfara un gobierno no dispuesto a mantener la línea
continuista, la trampa le estará esperando siempre".

Coincidía su visió n de los acontecimientos con la de Gustavo


Rearte. Y cuando la "primavera" de Cá mpora agonizaba, a
comienzos de julio de 1973, tuvo que volver Alberte a la
Chacarita para despedir los restos de uno de los fundadores
de la Juventud Peronista –Gustavo-, derribado
prematuramente por el cá ncer, como cinco añ os antes lo fuera
Cooke. Quiso el destino que don Bernardo confortara a los dos
en sus ú ltimos días, como amigo y compañ ero.

No ocupó Alberte cargo alguno en los gobiernos peronistas


que se fueron sucediendo. Se mantuvo en un segundo plano
hasta 1975. Entonces se puso a la cabeza de la Corriente
Peronista 26 de Julio, acompañ ado entre otros por Susana
Valle, y salió a denunciar frontalmente al golpismo que se
avecinaba. "Sabemos que desde las estructuras del
Movimiento y del gobierno, hubo y hay quienes desvirtuaron
y desvirtú an los contenidos del Peronismo –cuando no los
traicionaron-; los hemos señ alado oportunamente –cuando el
silencio gorila callaba las acciones de Ló pez Rega- y los
seguimos señ alando".

Pocos días antes del golpe, la represió n ilegal desembozada


irrumpía en las oficinas céntricas donde funcionaba la
Corriente 26 de Julio con el evidente propó sito de secuestrar a
Alberte. Pero esta vez los paramilitares fallaron en su intento.
En la víspera del 24 de marzo dirigió una memorable carta a
Videla, poniendo en evidencia la responsabilidad de las
Fuerzas Armadas en la represió n ilegal, que acababa de
cobrarse la vida de un joven colaborador suyo, Má ximo
Altieri.

Horas después, en momentos de producirse el golpe militar,


efectivos uniformados del Ejército y la Policía Federal
irrumpieron en el domicilio de Alberte, derribando la puerta
con sus armas y profiriendo insultos y amenazas. Sin poder
ejercer defensa alguna, ante el despliegue desmesurado de
efectivos y armas utilizadas, don Bernardo fue arrojado al
vacío desde una de las ventanas de su departamento. Al caer a
un patio de la vivienda del primer piso, su morador, el Dr.
Herrera, ex juez y otros testigos que presenciaron el hecho,
fueron amenazados con armas largas para que silenciaran lo
visto. En tanto el cuerpo de Bernardo Alberte yacía exá mine,
su casa era violada y saqueada, intimidá ndose a sus familiares
con armas de fuego.

Sus familiares iniciaron antes la Justicia una querella al


responsable del Ejército, el general Videla, pero se
encontraron con jueces que se declaraban incompetentes
pese a tener pruebas suficientes para esclarecer el hecho. Así
se dieron trá gicas anécdotas como la del Juez Rafael
Sarmiento que, cuando el abogado patrocinante de la familia
le dijo que a Alberte lo habían tirado con vida por la ventana,
contestó "¿Y con eso...? A todos los peronistas habría que
tirarlos por la ventana". O la del Juez Juan Bautista Sejean, que
le confesó al propio hijo de Alberte que tenía miedo de
investigar y por eso se declaraba incompetente.

Don Bernardo era consciente de los riesgos que corría al


decidir permanecer en su hogar la noche del golpe. Complejo
sería intentar describir el entrecruce de razones y
sentimientos que pudieron llevarlos a desoír la voz del
sentido comú n que estaba acostumbrado a desafiar con
valentía. Los generales que ordenaron su asesinato debían de
conocerlo bien, sabían que combatiría a la dictadura con todo
el peso de su prestigio y coraje.

Fuente: El Descamisado

Bernardo Alberte, primera víctima del golpe del '76

"Lo tiraron desde el sexto piso"

El mayor Alberte terminaba de escribir una carta al jefe del


Ejército, Jorge Videla, cuando fue tirado por la ventana por un
grupo de tareas, que inauguraba la sangrienta represió n de la
ú ltima dictadura militar.
Alberte fue delegado personal del ex presidente Peró n y
secretario general del Movimiento Peronista.

Por Miguel Bonasso

"¡Alberte, te venimos a matar!", gritaron los hombres del


Ejército que vestían uniforme de combate. Y el teniente
coronel retirado Bernardo Alberte supo que hablaban en
serio. Intentó alcanzar su pistola, pero no le dieron tiempo. Lo
agarraron entre varios y lo arrojaron al vacío. Su cuerpo
destrozado fue llevado al Hospital Militar y a la comisaría 31
de la Policía Federal, pero el crimen quedó impune. Durante
añ os su hijo Bernardo y sus hermanas recorrieron los
estrados judiciales, donde só lo encontraron odio, indiferencia
y cobardía. La causa quedó cubierta por el polvo y el olvido.
Como el nombre mismo de Bernardo Alberte, ex delegado de
Juan Peró n y ex secretario general del Movimiento Peronista
en los duros añ os del onganiato. Un rato antes de que llegaran
los visitantes de la noche, el Yorma, el Tintorero, como lo
conocían amigos y enemigos, había tecleado una carta al
comandante en jefe del Ejército Jorge Rafael Videla,
denunciando el secuestro y asesinato de Má ximo Altieri, un
joven militante de su agrupació n (la Corriente Peronista "26
de Julio"), y los intentos de bandas armadas, integradas
inequívocamente "por elementos de seguridad", que habían
pretendido secuestrarlo a él mismo. Allí Alberte, sin
esperanzas, advertía al futuro dictador sobre los alcances de
la enorme ordalía de sangre que las fuerzas a su mando
estaban por desatar contra el pueblo argentino. Terminó de
escribirla a la una de la madrugada de un día muy especial: el
24 de marzo de 1976. Una hora después los asesinos
irrumpían en su departamento de avenida Libertador al 1100,
perpetrando el primer asesinato de una serie que sumaría
má s de treinta mil. Por una extrañ a paradoja de la historia, la
primera víctima del golpe militar resultaba ser un militar.
Claro que un militar muy especial, que reverenciaba al Che
Guevara, odiaba a "la oligarquía y el imperialismo" y se había
tomado en serio la consigna de Eva Peró n: "El peronismo será
revolucionario o no será nada". A veintitrés añ os del crimen
impune, Pá gina/12 entrevistó a Bernardo Alberte hijo, que no
ha cesado un solo día de bregar por la memoria de su padre.
Este es el diá logo y la historia trá gica de un peronista
tercamente ético que fustigó sin piedad "a los dirigentes del
movimiento que se pasaron al enemigo" y a sus antiguos
camaradas de armas, convertidos en "una banda de asesinos y
torturadores".
–Bernardo: ¿su padre ha sido olvidado o silenciado?
–Ha sido silenciado por este peronismo traidor y socio de los
genocidas que está en el Gobierno.
–Cuéntenos, entonces, quién fue Bernardo Alberte.
–Fue el hijo de un inmigrante españ ol que puso una vinería.
Papi era un hombre del pueblo que, por alguna razó n que
desconozco, se hizo militar.
–¿Y eso le dejó huellas? ¿Era "milico" en la vida personal?
–Y bueno, en algunos aspectos formales, sí. Era severo,
introvertido. Madrugador. Se levantaba a las seis de la
mañ ana. Pero, a diferencia de varios de sus colegas, siempre
fue un formidable laburante. Un tipo exitoso en el comercio,
que nunca le hacía ascos al laburo. Y que a mí y a mis
hermanas nos tenía al trote para que estudiá ramos y
trabajá ramos.
–¿Cuá ndo nació ?
–El 17 de noviembre de 1918. Tendría ahora 80 añ os. Tenía
56, casi 57 cuando fue asesinado. Ahora bien, lo má s
importante de Bernardo Alberte fueron los grandes cambios
que sufrió a lo largo de su vida. Como fue cambiando su
conciencia de la realidad argentina, desde que se graduó como
subteniente con las mejores calificaciones de su promoció n.
–¿Cuá ndo se hizo peronista?
–Fue peronista desde los orígenes mismos del movimiento. Y
tal vez por eso mismo nunca fue un obsecuente. Cuando se las
tenía que cantar al propio Peró n, se las cantaba. (De ahí que
Peró n lo llamara "el gallego cabezadura"). Así lo hizo en su
primera carta de 1957 y así lo hizo en la ú ltima, escrita en
octubre de 1972, en vísperas del famoso retorno.
–¿Qué le "cantaba" a Peró n en esas cartas?
–En la de 1957 (que le mandó al exilio de Caracas) le decía
que entendía por qué no se había puesto al frente del Ejército
leal y del pueblo, para enfrentar a los gorilas. Aquello de
evitar el derramamiento de sangre. Pero al mismo tiempo se
preguntaba y le preguntaba cuá nta sangre haría falta para
desalojar del poder a sá trapas como Aramburu y Rojas. En la
de 1972 lo prevenía contra aquello otro de volver al país
"como prenda de paz" y no como líder de una verdadera
revolució n peronista.
–¿Có mo empezó la militancia del joven Alberte?
–En octubre de 1945, cuando el entonces coronel Peró n fue
destituido y enviado preso a la isla Martín García, papá , que
era teniente, intentó levantar a la Escuela de Infantería. Falló
en su intento y fue degradado y encarcelado. Después del
levantamiento popular del 17 de octubre, recuperó la libertad
y el grado. En 1954, cuando era mayor, lo designaron edecá n
del presidente y en esa funció n estuvo al lado del general
Peró n hasta que éste decidió renunciar y salir del país. En
junio de 1955, cuando la aviació n naval bombardeó la Casa
Rosada, Alberte fue uno de los militares que encabezó la
defensa del orden constitucional. Y en setiembre, al
producirse el nuevo levantamiento, fue partidario de resistir
hasta las ú ltimas consecuencias. Los golpistas lo encarcelaron
en represalia por haber cumplido con su deber militar y
constitucional y lo confinaron en las cá rceles flotantes, en la
Penitenciaría, en el Penal de Magdalena y finalmente en la
cá rcel de Ushuaia. Recuperó su libertad recién a fines de 1956.
–Tal vez, paradó jicamente, de esa manera salvó su vida,
porque si hubiera estado en libertad, se hubiera enganchado
en el levantamiento de junio de 1956 y hubiera sido fusilado
como el general Juan José Valle.
–Sin duda. Por algo la viuda del general Valle le entregaría
después, en el sesenta, las charreteras de general que le
arrancaron a su esposo antes de fusilarlo en la Penitenciaría.
Custodia que mi padre le agradeció en una carta, como el "má s
grande honor de su vida". Y es tan cierto que salió de la cá rcel
y anduvo perseguido hasta que se asiló en la embajada de
Brasil y luego tuvo que salir al exilio en ese país. Entonces el
Ejército lo dio de baja. El exilio fue una experiencia que le dejó
huellas todavía má s dolorosas que la prisió n.
–¿Cuá les son sus recuerdos personales de aquellos
momentos?
–Yo nací en 1948, así que cuando papá fue preso por primera
vez yo tenía siete añ os. Y me recuerdo, claro que me recuerdo.
Me recuerdo de las cartitas que le mandaba al barco
diciéndole: "¿Papi, cuá ndo nos vas a invitar a dar una vuelta
en el río?". Porque él, evidentemente, no quería dramatizar la
situació n y uno se figuraba, casi, como que estaba de paseo.
–¿Y en el exilio?
–A Brasil, en los primeros tiempos, fue solo. Después fuimos
nosotros. Al principio fue vendedor ambulante. Vendía ropa
interior. Después consiguió un trabajo de escribiente en una
oficina. Cuando volvió del exilio, después de la amnistía de
Frondizi en 1958, tuvo que disminuir bastante su actividad
política para recomponer la situació n econó mica. Porque
nunca olvidó que tenía mujer y cuatro hijos. Primero puso un
negocio de compostura de calzado en el acto. Y le fue bien.
Después la tintorería de la calle Juncal, que él llamó La
Limpiería. Y conservó hasta el final. La Limpiería que yo sigo
atendiendo hasta el día de hoy. Como le dije: era muy
laburador. El siempre les decía a los muchachos: para militar
hay que robarle horas al sueñ o, porque si no se deteriora la
parte econó mica y sufre la familia. Pero, a comienzos de los
sesenta, ya estaba de nuevo militando a full.
En el ‘65, cuando Isabel Peró n vino a la Argentina enviada por
el General para frenar el alzamiento neoperonista de
(Augusto) Vandor, se alojó primero en el hotel Alvear y luego
en el hotel del Sindicato de Luz y Fuerza, adonde iban todos
los días los gorilas para armarle quilombo. Era una situació n
peligrosa y complicada. Un día vino (Jorge Daniel) Paladino
por casa (nosotros vivíamos entonces en la calle Yerbal) y le
dijo al viejo que no sabían dó nde meterla. Entonces papi les
dijo: "Bueno, trá iganla a casa". Y la trajeron nomá s. Estuvo
como quince días allí en la calle Yerbal, con algunos hombres
de custodia.
–¿Y Ló pez Rega? Porque se dice que fue su papá el que le
presentó al Brujo.
–Bueno, ya va a ver. Los custodios de Isabel en aquel
momento eran dos muchachos que terminaron en trincheras
diferentes: Alberto Brito Lima y Dardo Cabo. Brito Lima
terminó con la gente de (Jorge) Osinde y (José) Ló pez Rega
que hicieron la masacre de Ezeiza y Dardo, en cambio, fue
asesinado por los militares en la cá rcel. En aquellos días
dormían en mi pieza y le aseguro que era una ferretería la
casa. Había unos matracones que Dios nos libre. Un día
llamaron por teléfono los "comandos civiles" o algo así,
diciendo que iban a tomar la casa y había que sacar a Isabelita
de cualquier forma. Papi les propuso que se descolgaran con
una soga por la pared trasera (que tenía unos doce metros de
altura) y se escaparan por las vías del ferrocarril. Isabel lo
miraba como diciendo "éste está loco". Y se cambió el plan de
fuga. A Isabel la sacaron con una jugada de novela: mi
hermana se puso una peluca rubia y salió por la puerta con
toda la custodia. Y todos los policías y los periodistas se
fueron detrá s, permitiendo que al rato Isabel se esfumara sin
llamar la atenció n. Y fue en esos días, efectivamente, cuando
apareció el Brujo Ló pez Rega por casa. El tenía entonces una
imprenta, Suministros Grá ficos, y hacía trabajos para el
movimiento.
–Se dice que su papá y él pertenecían a la logia Anael.
–Yo siempre lo negué, porque papi –que era muy reservado–
no me lo dijo nunca. Pero parece que es cierto. La logia había
sido creada por el ex juez Julio César Urien y, en realidad, era
una agrupació n antiimperialista, tercermundista, que luego
Ló pez Rega (que debía ser de la CIA nomá s) cargó de
contenidos fascistas. La cosa es que yo un día llegué del
colegio y me encontré sentado en la sala a un tipo bastante
estrafalario, que me hizo preguntas raras, de trastornado. Y
era, claro, Ló pez Rega. Que conoció a Isabel en mi casa y a
partir de ese momento se le pegó para siempre con las
consecuencias que todos conocemos.
–Llegamos, entonces, a su etapa como delegado.
–Peró n designó a papi como delegado personal y secretario
general del movimiento en 1967. Cuando se acabó la política
del "desensillar hasta que aclare", que él mismo había
propiciado al comienzo de la dictadura de (Juan Carlos)
Onganía, había que volver a reorganizar las fuerzas para
pegar duro. El enfrentó al líder de la UOM, (Augusto) Vandor y
al jefe de los que entonces se llamaban "participacionistas", el
dirigente de la Uocra, Rogelio Coria. Y los echó del
movimiento. Que empezó a reorganizar poniendo el eje en la
nueva militancia, en la juventud. Fue entonces cuando se llevó
a cabo el Congreso de la Juventud. También apoyó
decididamente al gran enemigo de Vandor, Raimundo Ongaro,
y a la CGT de los Argentinos que éste conducía en contra de
las direcciones sindicales vendidas a las patronales y los
milicos. El siempre denunció todas las trampas del régimen
para captar al peronismo y neutralizarlo. Por eso, cuando el
general Onganía quiso devolverle el grado, junto con otros
militares peronistas, se negó diciendo que no lo aceptaría
hasta que le devolvieran el grado y el uniforme a Juan Peró n.
Lo que hizo que muchos de sus antiguos camaradas,
dispuestos a aceptar la canonjía del dictador, lo putearan. En
marzo de 1968, cuando se produjo el congreso normalizador
de la CGTA, renunció a sus cargos.
–En rigor, Peró n lo reemplazó por el conservador Jeró nimo
Remorino.
–Sí. Y por (Jorge Daniel) Paladino.
–¿Nunca má s lo volvió a ver a Peró n? ¿Ni siquiera cuando
regresó ?
–Nunca. Só lo fue a despedirlo cuando murió , el primero de
julio de 1974. Allí estuvo en la fila, bajo la lluvia, como un
peronista má s. No quiso usar sus privilegios como ex
delegado, como tampoco quiso arrimarse al ú ltimo Peró n para
tener un cargo en el gobierno. En algú n momento le
ofrecieron ser nombrado presidente de YPF, pero cuando él
presentó su plan para levantar la petrolera estatal,
obviamente no lo llamaron.
–¿Fue amenazado por la Triple A (Alianza Anticomunista
Argentina)?
–Fue amenazado, pero siguió haciendo su vida normalmente.
–Es increíble que no lo hayan asesinado. ¿Pudo ser un
inesperado escrú pulo del Brujo?
–No creo. Pienso má s bien que lo pudo haber salvado alguno
de sus antiguos camaradas que se sumaron a la Triple A.
Alguien que vio una lista y dijo, por ejemplo: "¿Alberte
marxista, no me jodan?".
–Pero él se había radicalizado mucho. Simpatizaba con la
revolució n Cubana, con las organizaciones armadas. ¿No?
–Sí. Centralmente con el grupo de Gustavo Rearte y con el
Peronismo de Base y las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP).
–Pero en 1976 los militares cumplieron la sentencia de la
Triple A. ¿Có mo fue el asesinato?
–El 20 de marzo lo fueron a buscar a las oficinas de la
Corriente 26 de Julio, en la calle Rivadavia. Y no lo
encontraron. En aquellos días él salía de casa con el
impermeable enrollado en el brazo para tapar el revó lver que
llevaba apuntando. Pese a ser militar no era un hombre adicto
a las armas. Pero tampoco quería que lo mataran "sin llevarse
a uno del otro lado". Entonces secuestraron a este compañ ero,
Má ximo Altieri, un militante de la corriente. El episodio lo
conmocionó tanto que hasta escribió una carta a las Tres A
diciendo que él se canjeaba por el muchacho. La carta, que
conserva mi hermana, no llegó a hacerse pú blica porque el
viejo, enloquecido, salió a buscarlo y no paró hasta
encontrarlo. Tarde, desgraciadamente. Encontró su cadá ver
destrozado en la morgue del cementerio de Avellaneda. En la
noche del 23. El ú ltimo día de su vida. Esa mañ ana yo le había
dicho que se rajara, que lo iban a matar, pero él se encogió de
hombros y me miró como diciendo: "Yo no me voy má s".
Entonces llegó a casa y se puso a escribir la carta a Videla,
denunciando el asesinato de Altieri. La terminó a la una de la
madrugada. A las dos llegaron los carros del Ejército y
cortaron la cuadra de Libertador que va de Ayacucho a
Schiaffino, frente a donde estaba el Italpark. Rompen la puerta
de entrada. Van directamente al departamento del encargado
y lo llevan para que los guíe hasta la casa de Alberte. Suben los
seis pisos por la escalera. Rompen la puerta de servicio a
culatazos y entran gritando: "¡Alberte, te vamos a matar! ¡Por
tu culpa murieron muchos camaradas!". Papi intenta alcanzar
su pistola, pero lo arrojan desde el sexto piso. Cae muerto en
el patio del primer piso, donde vivía un juez de apellido
Herrera, que sale despavorido a ver lo que estaba pasando. Un
tipo del Ejército lo encañ ona y le dice que, si se atreve a
denunciar el hecho, él también va a morir. Mami y mi
hermana Lidia estaban tiradas en el piso, apuntadas por los
fusiles. A mi hermana se la quieren llevar, pero por milagro se
salva. Buscan papeles. Armas que no hay. Y se salva también
milagrosamente la correspondencia Peró n-Alberte, que papi
ha tenido la prudencia de entregarle, días antes, a un
compañ ero de fierro (Tomá s Saraví) que se la lleva a su exilio
de Costa Rica y la preserva. Durante añ os la daremos por
desaparecida, hasta que hace poco, otro querido amigo y
compañ ero, Goyo Levenson, me dice que la busque en Costa
Rica. Y ahora que la recuperamos la vamos a publicar con
Eduardo Gurrucharri. Milicos y policías saquean la casa. No
dejan nada. Concluido el operativo, el responsable del
asesinato, identificá ndose con nombre y rango llama al
Hospital Militar Central, para pedir una ambulancia. Que llega,
a cargo de un doctor Pisione y del teniente Federico
Guañ abens (cédula de identidad Nº 7.016.526). En la guardia
del Hospital Militar el cadá ver de mi padre es recibido por el
teniente primero Figueroa, jefe de servicio de la guardia del
hospital. Pero, ante lo comprometedor del caso, deciden
derivar el cuerpo a la comisaría 31 y arrancar la pá gina del día
del libro de entradas para no dejar huellas.
–¿Qué hicieron ustedes?
–Todo lo que pudimos. Algunos nos preguntaban si no
teníamos miedo. ¿Pero có mo va uno a sentir miedo con tanto
dolor? Si nos hubiesen matado como a él, nos habrían hecho
un favor. Entonces conocimos los mayores extremos de
grandeza y miseria de la condició n humana. Dos jueces se
declararon incompetentes: Juan Bautista Segean y Rafael
Sarmiento. Segean me dijo directamente: "Si investigo, me
matan a mí también". Sarmiento fue má s lejos y le dijo a
nuestro abogado: "No só lo a Alberte había que tirarlo por la
ventana, sino a todos los peronistas". Nuestro patrocinante, en
cambio, era un tipo maravilloso. Quiero rendir homenaje a
Jorge Garber, abogado de discapacitados, que iba él mismo en
silla de ruedas a Tribunales, empujado por su formidable
coraje. Después la causa se radicó en el propio Comando en
Jefe del Ejército, en el Consejo de Guerra Especial Estable de la
Capital Federal. Con los resultados que usted se podrá
imaginar. En junio del ‘76 nos volvió a golpear la tragedia,
cuando secuestraron a mi cuñ ado Alberto Bello, esposo de mi
hermana Silvia, que fue asesinado en Có rdoba. En 1979,
cuando vino la Comisió n Interamericana de Derechos
Humanos, hicimos la larga cola de familiares para denunciar
los dos crímenes y allí vimos a esas Madres de Plaza de Mayo,
a las que les decían locas porque habían sabido ver antes que
nadie la dimensió n real del infierno. En el largo via crucis
hubo un juez, Olivieri, que al menos llamó a declarar a los
vecinos como testigos. Pero ni con eso logramos que se hiciera
justicia. Otro juez, Eduardo Marquardt, ordenó "archivar las
actuaciones". En ese largo peregrinar pedimos, junto con mi
hermana Silvia, el apoyo de abogados peronistas. Hubo
borradas histó ricas. Italo Luder, que en ese momento estaba
en campañ a electoral, se negó en redondo a firmar el escrito,
aduciendo que "el tema Alberte era un caso muy espinoso".
Igual hizo Angel Federico Robledo. En cambio el futuro
embajador en Estados Unidos, Diego Guelar, que reconoció a
mi hermana Silvia porque había militado con su esposo
Alberto, aceptó firmar. Otros firmaron y luego se
arrepintieron como el doctor Gerardo Conte Grand. Entre los
firmantes estaban Carlos Corach, César Arias, Alberto Iribarne
y el mismísimo Carlos Saú l Menem, que nos impactó al decir:
"Si es por don Bernardo, primero firmo y después leo". Claro
que el impacto solidario se nos borró cuando firmó el indulto
de los asesinos de mi padre y esos otros letrados justicialistas
que cité lo avalaron. O cuando concurrió al velorio de su
amigo el fusilador Isaac Rojas, junto con Massera y Astiz.
–¿Qué hubiera hecho Bernardo Alberte frente al peronismo de
hoy en día?
–Hubiera hecho lo mismo que hizo frente a los traidores como
Vandor y Coria. Atacarlos y denunciarlos. Creo que se hubiera
muerto de nuevo. Creo que de algú n modo má s sutil ellos
también lo habrían matado.

¿POR QUE BERNARDO ALBERTE?

En nombre del padre

Miguel Bonasso

Bernardo Alberte (50) es hijo del otrora legendario delegado


de Juan Peró n, el "Yorma" Bernardo Alberte. Y junto con sus
hermanas ha dedicado gran parte de su vida a tratar de que el
asesinato de su padre no quedara impune y su memoria no
fuera borrada por los que usufructú an los símbolos histó ricos
del peronismo. En su casa hay una vitrina con mudos
testimonios de una historia malversada: las charreteras que
los "libertadores" le arrancaron al general Juan José Valle
antes de fusilarlo. La gorra verde oliva de su padre. Es un
personaje bueno, tierno, que sigue llamando "papi" al hombre
duro y ético que le arrebató la patota militar. Bernardo hijo
aú n atiende el negocio heredado de Bernardo padre: La
Limpiería de la calle Juncal, que alguna vez fue la jabonería de
Vieytes de un peronismo romá ntico y peleador, confinado por
el cinismo modernizante a las nieblas de la leyenda y la
historia. Como tantas miles de víctimas, sigue esperando "ese
oscuro día de justicia", que el añ o pasado pareció acercarse un
poquito a la realidad con las suaves detenciones de Videla,
Massera, Bignone, Nicolaides, Acosta y el muy augusto hijo de
su madre, Pinochet. Pero ese hombre bueno, como suele
suceder, se transfigura cuando se topa en la calle con los
malos. Como ocurrió con el ex general Carlos Guillermo
Suá rez Mason, a quien un buen día agarró de la campera,
hasta romperle la manga, metió en un garaje y le dijo de
buenas a primeras: "Vos mataste a mi padre". El anciano fofo
que se deshacía entre sus manos le contestó "yo no maté a
nadie" y, por unos instantes, lo dejó descolocado. "Pero vos
sos Suá rez Mason", dijo Bernardo Alberte flotando entre la
pregunta y la afirmació n. Y como la respuesta fue afirmativa,
comenzó a cachetearlo y escupirlo, hasta que el asco lo hizo
detenerse. Circunstancia que aprovechó el general para
intentar una retirada que nunca hubiera podido ser digna,
pero que se convirtió en grotesca por la certera patada que
recibió en las nalgas. Otro buen día, Alberte se encontró con el
juez que había celebrado el salto al vacío de su padre y esta
vez se limitó a putearlo. Rafael Sarmiento ensayó una disculpa
y Bernardo le respondió que llegaba con veinte añ os de
retraso. Durante los añ os má s negros de la dictadura militar,
Bernardo Alberte (hijo) bregó para que se esclareciera el
asesinato de su padre. Ahora libra otra clase de lucha para
salvarlo de esa segunda muerte que es el olvido de la
democracia amnésica.
Fuente: Pá gina/12, 22/03/99

La carta de Alberte a Videla

Entre los miles de hombres y mujeres que sufrieron y


resistieron los bombardeos de Plaza de Mayo, hubo un militar
que luego sería edecá n de Juan Domingo Peró n y que el 16 de
junio de 1955 participó de la defensa de la democracia. Se
trata del Mayor Bernardo Alberte, quien en palabras del
recordado y entrañ able periodista Emilio Corbière, "fue un
ejemplo como lo fueron, en el peronismo, John W. Cooke,
Andrés Framini, la querida e inolvidable Alicia Eguren,
Gustavo Rearte, Juan José Herná ndez Arregui, entre otros, y
no los monigotes actuales. Fue delegado de Juan Peró n y
secretario general del Movimiento Peronista bajo la dictadura
de Onganía. Era un militante de hierro pero detrá s de su
adustez había un varó n cordial, un compañ ero entrañ able,
que siempre buscó la unidad de los revolucionarios. Nunca
buscó cargos, ni candidaturas, ni prebendas. Fue solidario con
los perseguidos. Por todo eso, los militares criminales lo
fueron a buscar a su domicilio y allí lo asesinaron" el 24 de
marzo de 1976.

A continuació n, la carta que escribió Alberte a Jorge Rafael


Videla pocas horas antes de ser secuestrado por miembros del
Ejército Argentino.

Un documento que en medio de los aniversarios por los


bombardeos sobre Plaza de Mayo en 1955 y los fusilamientos
de junio de 1956, echa luz para entender por qué el
autodenominado Proceso de Reorganizació n Nacional es una
punta del ovillo que iniciaron las bombas arrojadas sobre la
població n civil el 16 de junio de 1955 para derrocar al
gobierno constitucional del General Juan Domingo Peró n

Buenos Aires, 24 de marzo de 1976


Al Sr. Teniente General
D. Jorge Rafael Videla
Comandante General del Ejército
S/D

Me dirijo a Ud. a los efectos de informar lo siguiente:


1.- El día 20-III-76, a las 20 horas, un grupo armado intento
secuestrarme, en mis oficinas de la calle Rivadavia 764, 1º,
con el aparente propó sito de asesinarme. Acababa de
retirarme del lugar elegido por esa banda armada unos
minutos antes, lo que me permitió observar el operativo
desde la calle, así como el gran despliegue de elementos
materiales y humanos utilizados.-

2.- La observació n personal de los hechos me permite


asegurar a Ud. que se trataban de efectivos de seguridad, que
luego de detener a tres personas que se encontraban en las
citadas oficinas, esposarlas, vendarle los ojos y cargarlas en
los vehículos, se desplazaron velozmente por la calle
Rivadavia hacia el oeste, sin poder seguirlos, por no poder
disponer de vehículo propio en ese momento. El
desplazamiento se produjo con los acostumbrados toques de
sirena de los vehículos policiales.-

3.- El día anterior en un operativo vinculado con el ya descrito


fue secuestrado y luego asesinado el joven peronista Má ximo
Augusto Altieri.-

4.- En las citadas oficinas desarrollo actividades políticas


vinculadas al Movimiento Peronista, formando parte de la
Corriente Peronista '26 de Julio' cuyo ideario surge de la
documentació n que adjunto.-

5.- La presente denuncia formal y escrita la presento en esta


oportunidad luego de haber agotado todos los medios para
averiguar el paradero del joven Altieri, vivo, lo que conseguí,
pero muerto el día sá bado 20, después de gestiones
infructuosas realizadas en ese Comando General; en el
Ministerio del Interior y a través de vinculaciones personales
con camaradas relacionados con los Servicios de
Informaciones.-

6.- La bú squeda personal realizada junto a su padre, fue


facilitada por compañ eros peronistas de la Municipalidad de
Avellaneda y por personal policial de la Comisaría 1ª. de esa
ciudad, lo que me permitió hallarlo acribillado a balazos en la
morgue del cementerio de Avellaneda, sin identificar, en
avanzado estado de descomposició n, con el vientre abierto y
con las vísceras al aire. El cadá ver era un simple N.N., a los
cuatro días de haber sido encontrado por la policía de Tristá n
Suá rez, en su jurisdicció n, habiendo fallado en él el método
eficaz y habitual de identificació n sin causa justificada.

7.- Es muy probable que si no hubiera mediado la decisió n de


encontrarlo y la colaboració n del personal descrito hubiera
desaparecido toda posibilidad de que sus familiares ejercieran
el derecho de darle sepultura cristiana.-

Estos son los hechos que informo al Sr. Comandante General,


pero que como informació n sintética y descripció n objetiva,
no tiene mucha importancia dentro de todo el contexto de
violencia que caracteriza la situació n política argentina, si no
va acompañ ada de una apreciació n que me siento con el
derecho de hacer y con la obligació n de señ alar, por mi
condició n de Jefe retirado de las FFAA, cuya trayectoria
dentro de la Institució n el Sr. Comandante General conoce
bien; por mi actuació n política dentro del Movimiento
Peronista, donde ocupe la mas alta jerarquía dentro del país
durante parte del exilio del General Peró n y por la militancia
política que continuo realizando dentro del movimiento
mayoritario, lo que me confiere, por lo menos, la experiencia
que muchos necesitan para acceder a una realidad que se les
escapa y que los supera, lo que es grave cuando ello le ocurre
a quienes tienen la responsabilidad de asumirla,
comprenderla y conducirla con acierto.-

En mis apreciaciones el Sr. Comandante encontraría excesos


si no aclarara que me siento en condiciones de dirigirme a Ud.,
no con mis simples atributos de oficial retirado de las FFAA,
que me subordinarían y me limitarían, y por consiguiente,
harían de mis consideraciones una formal, simple e
insuficiente apreciació n que carecería de valor.-

Sin dejar de expresarle a Ud. el respeto que me merecen


ciertas jerarquías, puedo asegurarle que la vida me ha
enseñ ado a superarlas a todas, cuando de la necesidad de
expresar el pensamiento se refiere. Esa fue mi norma, aun
desde joven oficial; frente a Generales de la envergadura
inigualada del General Juan D. Peró n; frente a políticos y
militantes; frente a los hechos simples y los má s graves.-

Esto me lo enseñ o la vida que transite como joven y como


viejo como pobre y como rico; como obrero y como patró n;
como militar y como civil; como jefe y como subordinado;
como subversivo y como político; como libre y como preso;
como perseguido, como pró fugo, como exiliado, como
peronista.-

Sin duda avanzamos hacia un enfrentamiento hacia el que se


nos quiere llevar gradualmente con falsas opciones y
manejando falsos valores y alarma observar la ligereza y hasta
la irresponsabilidad con que ciertas personas y ciertos
sectores que tienen poder, poder transitorio, alientan el
enfrentamiento con hechos o con palabras.-

Y apuntando con este concepto a nuestros camaradas de las


FFAA inquieta escucharlos en sus discursos fú nebres, por
ejemplo, cuando ante sus muertos pareciera que quieren
superar con palabras posturas que deben asumir con hechos
silenciosos y positivos. Yo también tengo esa experiencia de
discursos fú nebres. Hable en homenajes ante nuestros
obreros y militantes muertos y también ante camaradas
fusilados por otros camaradas, y comprendo ahora que no
alcanzan las palabras, ni los discursos, ni las oraciones
fú nebres ni las homilías de nuestros santos pastores de la
Iglesia, para ocultar las causas que generan la violencia que
esta entre nosotros desde hace mucho tiempo.-

Reconozco que el que utiliza un muerto, su muerto, para


desahogar su 'bronca' por la injusticia de esa muerte, tiene
derecho a hacerlo. Pero si siguiéramos en esa puja de exaltar a
nuestros muertos,

¿Quién tiene má s derecho?

- ¿Aquel que tuvo la oportunidad de asistirlo y por lo menos,


tocarlo aun caliente y desangrá ndose, o verlo recién
'acicalado' por la funeraria, preparado para el homenaje y
para transitar 'limpio' hacia la gloria?

- ¿O aquel que tiene que recogerlo sucio de un zanjó n o de un


pastizal, acribillado salvajemente; indefenso y maniatado,
torturado y vendado sus ojos, en alto grado de
descomposició n, como dicen las autopsias, o como decimos
nosotros, podrido y en condiciones de ser ya comida de
gusanos?

Este es el destino de muchos de nuestros militantes y de


nuestros obreros. ¿Puede algú n Coronel o algú n General,
asumir alguna vez, con su discurso, una tragedia como esta?.
Le ahorro la respuesta: no lo haga. Yo ya no lo hago má s. No
bastan ni sirven las palabras para evitarla.-

¿Qué nos pasa a los argentinos? ¿Cuando aceptamos clasificar


a los muertos en 'deseables' o ' indeseables'; cuando nos
acostumbramos y hasta toleramos y propiciamos los excesos
del poder, cuando renunciamos al debate y aceptamos que los
detentadores de ese poder puedan considerar que en todo
caso sus excesos puedan encuadrarse jurídicamente en
figuras como 'excesos de defensa' u otros inventos; cuando
negamos por boca de Generales de la Nació n la democracia,
con el argumento de que se podría propiciar un 'gobierno
ateo, materialista y totalitario'?

Con estos conceptos no pretendemos enjuiciar a las FFAA,


porque no somos jueces y si lo fuéramos no tendríamos el
poder para hacer cumplir la justicia. Solamente, hacer
reflexiones que permitan comprender la necesidad de la
autocrítica, que no se observa en la severidad de los
pronunciamientos militares que ya es costumbre repetida
escuchar.-

Nosotros no consideramos a las FFAA como una institució n


poseedora de valores inmutables, sino como una institució n
humana que actú a para bien o para mal, de acuerdo a los
hombres que circunstancialmente las dirigen. No son mejores
ni peores que los hombres que la componen, y por
consiguiente, no existe la continuidad histó rica que iguala a
todos los militares a través del tiempo con un mismo sello de
excelencia, desinterés o patriotismo; tampoco el merito de
una época alcanza a los protagonistas de otra, salvo que la
revaliden con su propia conducta. Y lo mismo en lo que atañ e
a conductas infamantes. Los meritos de San Martín no apañ an
a Quaranta, ni Ferná ndez Suá rez infama a Belgrano, a Dorrego
o a Gü emes. Podemos admirar al Alte. Browm y negar al
mismo tiempo a Rojas y a Benigno Varela. Podemos sentirnos
deudores y herederos de tantos milicos que regaron con su
sangre el suelo de América y de la Patria y no por ello atenuar
nuestro juicio sobre los oficiales có mplices, ejecutores y
consentidores de vejá menes y torturas.-

Sin duda este es un criterio antagó nico con el que sustentan


muchos militares que tienen un extrañ o concepto de su
parentesco con la historia y con la gloria. Pero es claro, y si se
lo recalca así tan crudamente, es para evitar que se sigan
cultivando prejuicios indiscriminados de un patriotismo que
luego la historia nos revela como falso.

Es que los argentinos tenemos una ingrata experiencia


acumulada en este siglo. Cuando con el argumento siempre
esgrimido y ahora repetido, de la necesidad de defender 'un
estilo de vida', nuestro estilo de vida, el Ejercito protagonizo
como represor la historia de la 'Patagonia trá gica' y los
obreros lo hicieron como má rtires; cuando desde aviones
navales con tripulació n también de políticos se bombardeo al
Pueblo en la Plaza de Mayo; cuando se fusilo en la
Penitenciaria Nacional; en José Leó n Suá rez y en Campo de
Mayo; cuando se fusilo en Trelew; cuando militares
intervinieron en la profanació n del cadá ver de Evita, cuando
el Ejercito en un gran operativo pretendió impedir el
reencuentro del Pueblo con su líder; cuando representantes
de las tres armas concurren a convocatorias de lo mas
representativo de las empresas 'lideres' y lo mas rancio de los
terratenientes y ganaderos, para considerar la situació n
econó mica nacional y formular criticas al gobierno, sin asumir
las propias, etc., la preocupació n se apodera de los sectores
populares, especialmente cuando se anuncia que el Ejercito
intervendrá en la 'subversió n en las fabricas', lugar de trabajo
de nuestros obreros y nada se dice de hacerlo en las
empresas, lugar de expoliació n del país y del patrimonio
nacional.-

La situació n es seria y también dramá tica, no solo para los


trabajadores, sino también para las propias FFAA, impulsadas
a avanzar en un terreno, donde por plano inclinado será n
llevadas a sustituir a las policías de los ambientes fabriles,
hasta ahora privadas, y a ser custodios de los intereses de una
de las partes, precisamente la menos indicada para
representar el interés general.-
A todas estas reflexiones dan lugar los 7 puntos primeros de
esta nota, que describen una situació n concreta.-

Si a ello agregamos que bandas armadas se desplazan por la


Capital de la Republica y por los centros poblados, sin
respuesta alguna de las fuerzas encargadas del orden y sin
que las autoridades responsables (en este caso el Jefe de la
Policía Federal) tomen conocimiento, el problema es mas
grave, no porque supongamos que el General jefe de esa
policía no quisiera impedirlo, sino porque no puede : los
hechos y las cosas lo superan.-

Si ademá s, en las averiguaciones del paradero del joven Altieri


y en otras realizadas, comprobamos que su caso no es el
ú nico, que las morgues renuevan diariamente sus depó sitos
de cadá veres acribillados y que los ó rganos de seguridad no
se asombran, de ningú n modo, sino que lo aceptan como
comú n y normal, comprendemos que el pesimismo sobre la
verdadera y grave responsabilidad y misió n de las fuerzas del
orden se ha apoderado de ellas, en el mejor de los casos, pues
hay otros en que se las puede suponer có mplices de esas
matanzas.-

Si escuchamos decir a funcionarios policiales que el joven


Altieri ha sido 'ajusticiado', comprobamos a que nivel llego el
respeto por el concepto de la justicia, a cuyo servicios ellos
deber estar.-

Todos estos hechos se han producido en el á mbito con el que


ese Comando en Jefe esta relacionado, por la funció n que ha
asumido y es por ello que lo pongo en su conocimiento.-

Solamente y como corolario de todo esto corresponde hacer


una ultima reflexió n. Frente al concepto ya asentado de la
inhabilidad de las FFAA para el ejercicio del poder político,
experimentado en tres desgraciadas oportunidades en lo que
va de este siglo, comienza ya a extenderse en la opinió n
publica el mismo concepto, pero en funciones que parecieran
mas especificas de esas fuerzas: la del mantenimiento del
orden y de la seguridad de las personas, a cuyo servicio han
puesto ya oficiales en actividad.-

Por ultimo hago saber al Sr. Comandante General que


denuncias similares sobre el hecho a que da lugar esta, han
sido formuladas ante instituciones políticas, de la Iglesia,
empresarias, obreras y profesionales, donde a cada una se le
hace conocer nuestro pensamiento sobre las
responsabilidades de cada una.-

Saludo al Sr. Comandante General

Bernardo Alberte
Tte. Cnl. (RE)

Contestació n de Bernardo Alberte (hijo) a la carta de la


esposa de un genocida: Sra. Liliana Edith Isidori de Amelong

Buenos Aires, 25 de julio de 2005

Sra. Liliana Edith Isidori de Amelong:

Ha llegado a mis manos una carta donde usted se hace un


sinnú mero de preguntas de có mo explicar a su hijo de seis
añ os lo inexplicable. Me permito distraerla por unos instantes
en esta "misió n imposible" que usted se ha impuesto. Juan
Daniel Amelong, su esposo o sea el padre de su hijo al que
usted quiere explicarle lo inexplicable es un genocida. El juez
federal Omar Digeronimo ordeno su detenció n por ser uno de
los responsables de los centros clandestinos de detenció n
"Quinta de Funes", y la ex fabrica militar de armas "Domingo
Matheu". El magistrado le imputo 12 homicidios y lo
responsabilizo por reiterados episodios de privació n ilegitima
de la libertad agravada en concurso real con aplicació n de
torturas. Para ser mas preciso es responsable de la detenció n-
desaparició n de Raquel Negro (embarazada) y de su hijo, asi
como del secuestro y torturas a Adriana Arce. Jefe de
Operaciones (secuestros) y torturador del destacamento de
Inteligencia 121 (Rosario).

En otra parte de su carta, usted, quejandose, alude a que "La


Constitució n nos dice que todos somos iguales ante la ley....".
Me permito recordarle que su esposo a tenido todas las
garantías de un debido proceso, por otra parte le recuerdo
que usted y su pequeñ o hijo pueden visitarlo en su lugar de
detenció n, y el día de mañ ana tendrá n la oportunidad de
colocarle una flor en el lugar donde inexorablemente
descansara, esta regla bá sica de la condició n humana, su
esposo como integrante de un ejercito de ocupació n no las
tuvieron en cuenta, sus victimas fueron confinadas en
terroríficas mazmorras, asesinadas y desparecidas, sin
oportunidad a defensa alguna e impidiendo a sus familiares
darle una cristiana sepultura por desconocer el paradero.

Al final de su misiva usted hace alusió n "a la unió n de los


argentinos, para la pacificació n nacional", "a cerrar una etapa
triste de nuestra historia" y "avanzar hacia un futuro
promisorio como Nació n". Quiero expresarle que si bien con
personajes como su esposo yo personalmente no me
reconcilio, es imprescindible lograr la verdad y la justicia y el
castigo a los culpables, para tratar de cerrar tan hondas
heridas.

Lo lamento por su hijo, su padre a deshonrado al Ejercito de


San Martín, la historia me atrevo a predecirlo condenara
severamente esta negra y vergonzosa etapa, donde Juan
Daniel Amelong a sido sin lugar a dudas uno de sus siniestros
protagonistas.

Por ultimo estas palabras que son de un Patriota Argentino,


oficial del Ejercito Sanmartiniano, asesinado por las F.F.A.A. el
24 de marzo de 1976, la he encontrado adecuadas para que
las lea o se las transmita a su esposo:

"Nosotros les prevenimos que algú n día vendrá el hombre


sencillo de la Patria a interrogar a sus militares en actividad y
en retiro. No los interrogaran sobre sus largas siestas despues
de la merienda, tampoco sobre sus estériles combates con la
nada, ni sobre su antoló gica manera de llegar a las monedas,
no sobre la mitología griega ni sobre sus justificaciones
absurdas crecidas a la sombra de la mentira.

Un día vendrá n los hombres sencillos de esta tierra, aquellos


que fueron sus soldados, a preguntar que hicieron cuando la
Patria se apagaba lentamente, que hicieron cuando los pobres
consumían sus vidas en el hambre y la de sus hijos en la
enfermedad y la miseria, que hicieron cuando los gringos
vinieron a imponernos esa nueva forma de vida "occidental"
que todo lo corrompe y compra el dinero.

Quizá s para ese momento, la vergü enza que provoque el


silencio como respuesta, no sea suficiente como castigo."

Saludo a usted

Bernardo Alberte (hijo)

Fuente: www.causapopular.com.ar

Incidente con la custodia de Dromi

Como en los viejos tiempos

El hijo del asesinado mayor Alberte increpó duramente a


Dromi, al cruzá rselo por la calle. Minutos después, un auto con
la chapa tapada lo cruzó y un grupo lo "detuvo", le sacó los
documentos y lo interrogó con dureza. Lo salvaron los
vecinos, que llamaron a la policía. No se sabe quiénes son los
custodios.

Por Miguel Bonasso

El hombre cerró la puerta de la tintorería y se alejó


caminando por Juncal al 800. Eran las siete y media de la
tarde del 28 de enero pasado y estaba lejos de imaginar la
pesadilla que le esperaba a pocos metros de distancia.
Estaba cansado, hacía calor, la ciudad vibraba con gritos y
cacerolazos que parecían no tener fin. Caminó hacia la Nueve
de Julio. Treinta, cuarenta añ os atrá s, esa tintorería familiar
que había dejado a sus espaldas también vibraba, pero en
sordina, con las eternas conspiraciones de su padre, "el
Yorma", "el Tintorero", como le decían tanto los compañ eros
como la propia policía al mayor de Ejército retirado Bernardo
Alberte. Que había sido delegado personal de Juan Peró n y
una de las figuras má s honestas e intransigentes de la
izquierda peronista. También la primera víctima de la
dictadura de Videla, cuando en la madrugada del 24 de marzo
de 1976 sus antiguos camaradas de arma irrumpieron en su
departamento de Libertador al 1100 y lo arrojaron al vacío
desde un cuarto piso; un crimen que sigue impune.
Bernardo Alberte hijo, que ha heredado la voz, los principios y
la famosa tintorería del padre, que ha hecho un culto de su
memoria y odia al menemismo como "suprema traició n al
peronismo histó rico", ignoraba ese anochecer que estaba por
toparse, frente a frente, con uno de sus epítomes.
Caminaba por Carlos Pellegrini y lo vio por casualidad
bajando de un auto: allí estaba frente a él Roberto Dromi, el ex
ministro de Obras y Servicios Pú blicos de Carlos Menem, el
privatizador, "el entregador de Aerolíneas Argentinas", que se
aprestaba a entrar al edificio de Carlos Pellegrini que lleva el
nú mero 1325. Sin pensarlo dos veces comenzó a increparlo:
–¿Qué hace tan tranquilo por acá , Dromi? Usted debería estar
preso porque es uno de los principales responsables de la
entrega del patrimonio nacional. ¡Un vendepatria!
Dromi observó atemorizado al desconocido que lo increpaba y
se metió presurosamente en el edificio. Alberte, enfurecido,
siguió recordando a los gritos la performance privatizadora
del ex ministro, hasta que empezó a "arremolinarse la gente".
Entonces el privatizador de Aerolíneas Argentinas se asomó a
la puerta de Carlos Pellegrini 1325, acompañ ado por un
custodio de civil. Pero la jugada le salió mal, porque los
curiosos que habían comenzado a juntarse, convocados por la
furia de Alberte hijo, al verlo en la vereda comenzaron a
gritar, rítmicamente: "¡Hi-jo-de puta!, hi-jo-de puta!".
Logrando que Dromi y su custodio volvieran a meterse en el
edificio, con evidente premura.
El episodio parecía haber concluido y Bernardo Alberte
retomó el camino hacia su casa. Sin embargo, al llegar al
segundo boulevard de la 9 de Julio observó có mo un
Volkswagen Passat color celeste se detenía abruptamente a su
lado y descendían primero dos sujetos mal encarados y
finalmente un tercero, que iba al volante. Vertiginosamente,
como en un close up cinematográ fico, observó que el Passat
tenía la chapa patente cubierta con un trapo. No tuvo tiempo
de pensarlo mucho, pero lo asaltaron de un golpe los peores
recuerdos de su infancia y juventud, cuando "la tintorería" y
"el tintorero Alberte" eran el blanco favorito de Coordinació n
Federal por sus frecuentes denuncias contra las policías
dictatoriales.
Los tres tipos se le tiraron encima; uno de ellos le metió la
mano en el saco y le arrebató el documento de identidad. Otro
le preguntaba:
–¿Por qué lo puteó a Dromi?
Alberte logró desasirse con un tironeo y un grito firme:
"¡Suéltenme, carajo!". Los tipos, que se identificaron como
policías y custodios del exministro, lo soltaron, pero le
retuvieron el documento y lo rodearon para cortarle la salida.
El que interrogaba quiso saber ahora si había participado en
un "escrache anterior" contra el ex ministro de Menem. "No –
contestó Alberte– porque no me enteré. Sino hubiera
participado".
La gente volvió a juntarse ante el nuevo escá ndalo, exigiendo
que los custodios de Dromi dejaran ir al desconocido que
estaban reteniendo. Alguien protestó : "¡Esto es privació n
ilegítima de la libertad!" Un patrullero de la comisaría 15 se
acercó a ver que ocurría y uno de sus ocupantes llamó a la
seccional. De inmediato se presentó en el lugar el
subcomisario Claudio Abbondanza, ante quien Alberte
denunció que lo estaban deteniendo ilegalmente. También le
mostró el trapo cubriendo la patente del auto. El subcomisario
llevó a los custodios aparte y, por sus gestos, Alberte dedujo
que "los estaba retando. Quería diferenciarse claramente de
los tipos, para que nadie pensara que les había asegurado una
zona liberada para operar".
Después de sermonear a sus colegas, el subcomisario
Abbondanza regresó hasta donde esperaba el agredido, le
devolvió el documento y le dijo que podía "irse a su casa".
Otro hubiera aceptado, dando por finalizado un mal rato que
se había prolongado durante una hora, pero Alberte se negó
enérgicamente: "No, subcomisario, esto no puede quedar así,
yo voy con usted a la comisaría para hacer la denuncia
correspondiente por privació n ilegítima de la libertad". El
policía accedió y lo llevaron a la seccional, donde Alberte
formalizó la denuncia para que fuera elevada a la justicia
correccional. "El subcomisario Abbondanza y el personal de la
15 que intervino tuvieron una conducta muy correcta", le
diría después a Pá gina/12.
Al día siguiente Alberte inició algunas averiguaciones y se
enteró que Roberto Dromi había concurrido a la seccional
para presentar a su vez una denuncia. También supo que uno
de los custodios que lo habían retenido ilegalmente contra su
voluntad era el suboficial auxiliar retirado de la Policía
Federal Miguel Angel Manetti. No pudo establecer en cambio
si ese suboficial y los otros custodios (también presuntamente
retirados de la Federal) formaban parte de una vigilancia
oficial otorgada por las actuales autoridades al ministro que
diseñ ó las privatizaciones o eran integrantes de alguna
agencia privada de seguridad.
Aunque el ataque se redujo a forcejeos y tironeos y no le
provocó ninguna lesió n física, Bernardo no dejó de
preguntarse qué podía haberle ocurrido si el episodio, en vez
de producirse en pleno centro y a la vista de decenas de
testigos, hubiera ocurrido en una calle desierta. Viejos y
nuevos fantasmas lo habitaron. Como esa pesadilla circular
que regresa todas las noches: los hombres de verde
irrumpiendo en el departamento de su padre al grito de
"¡Alberte, venimos a matarte!"

Fuente: Pá gina 12, 03/02/02

Confesiones de invierno

[De la película "Confesiones de invierno" de Fernando Rubio,


2006]

Testimonio de Carlos Aznares

El 24 de marzo del ’76 estaba en un departamento de Posadas


y Montevideo, una casa operativa que teníamos en la
organizació n Montoneros, donde vivíamos y operá bamos.
Habíamos llegado a las 8 de la noche con otro compañ ero.
Está bamos en plena ofensiva militar. Eran días muy calientes
y teníamos la idea clarísima de que se venía el golpe, aunque
pensá bamos que iba a dilatarse un poco má s. Entonces nos
pusimos a limpiar algunos fierros que teníamos... A la
medianoche escuchamos la famosa marchita militar a la que
ya nos tenían acostumbrados de golpe en golpe. Nos
asomamos a la calle por una ventanita; era un departamento
interno, pero se veía un poco la calle. A las dos horas ya había
un movimiento impresionante de coches policiales,
camionetas de la Marina, ó rdenes, contraó rdenes, los Ford
Falcon. No dormimos: teníamos la radio puesta y los fierros en
la mano. Teníamos la sensació n de que se venía un momento
difícil, un panorama incierto que en ese momento veíamos
como "entusiasmante" porque teníamos la mala concepció n
de que ahora el enfrentamiento iba a ser con los protagonistas
reales, no con los payasos.

El barrio era un nido de personajes del gobierno, del Ejército,


vivía todo tipo de personas "secuestrables", como decíamos
en aquel momento. Después nos enteramos de que esa noche,
en la otra cuadra, habían buscado al mayor Bernardo Alberte,
ex delegado de Peró n de gran relació n con las organizaciones
armadas peronistas, y lo habían tirado desde un 8º piso por el
hueco de luz, y que lo habían matado.

Cuando bajamos, a la mañ ana, la zona estaba copada por la


Marina. Nosotros nos encontramos con el portero y
disimulamos. Le habíamos dicho que éramos gente del campo,
con algú n dinero, algunas tierras, los clá sicos que se dan la
buena vida y viven de las rentas del campo de papá . El nos
dijo que esa casa estaba maldita, que justo aquí hace añ os
había un grupo de guerrilleros. (...) Seguimos funcionando ahí
hasta 3 meses después, cuando tuvimos que levantar todo
porque la casa había sido "cantada" y nos tuvimos que ir con
lo puesto.

Discurso de Bernardo Alberte, con motivo del golpe militar en


Chile, durante un acto organizado por miembros del Partido
Justicialista

Buenos Aires, setiembre de 1973.

Quiero rendir hoy un homenaje a un revolucionario, a un


valiente, a un digno representante de un pueblo oprimido y
explotado permanente y sistemá ticamente durante má s de un
siglo, a un latinoamericano amigo y compañ ero que un
glorioso 5 de septiembre de 1970 se dirigiera a su Pueblo con
estas palabras:

“Dijo el Pueblo: venceremos y vencimos. Aquí estamos hoy


compañ eros para conmemorar el comienzo de nuestro
triunfo. Pero alguien má s vence hoy con nosotros. Aquí está n
Lautaro y Caupolicá n, hermanos en la distancia de
Cuauhtémoc y de Tupac Amaru.”

“Hoy aquí con nosotros vence O’Higgins, que nos dio la


independencia política celebrando el paso hacia la
independencia econó mica.” “Hoy aquí vence con nosotros
Manuel Rodríguez, víctima de los que oponen sus egoísmos de
clase al progreso de la comunidad.” “Hoy aquí vence con
nosotros Balmaceda, combatiente en la tarea patrió tica de
recuperar nuestras riquezas al capital extranjero.”

“Hoy aquí con nosotros vence también Recabarren con los


trabajadores organizados tras añ os de lucha.”

“Hoy aquí con nosotros vencen, por fin, las víctimas de las
poblaciones de José María Caro, aquí con nosotros vencen los
muertos de El Salvador y Puerto Montt, cuya tragedia
atestigua por qué y para qué hemos llegado al poder.”

“De los trabajadores es la victoria. Del pueblo sufrido que


soportó por siglo y medio, bajo el nombre de la Independencia
, la explotació n de una clase dominante, incapaz de asegurar el
progreso, y de hecho, desvinculada de él.”

“La verdad la sabemos todos, es que el atraso, la ignorancia, el


hambre de nuestro pueblo y de todos los pueblos del Tercer
Mundo, existen y persisten porque resultan lucrativos para
unos pocos privilegiados.” “Pero ha llegado, por fin el día de
decir basta.”

“iBasta a la explotació n econó mica!”

“iBasta a la desigualdad social!”

“iBasta a la opresió n política!”


“Hoy con la inspiració n de los héroes de nuestra Patria, nos
reunimos aquí para conmemorar nuestra victoria, la victoria
de Chile; y también para señ alar el comienzo de la liberació n.
El Pueblo, al fin, hecho gobierno, asume la direcció n de los
destinos nacionales” (...)

Rindo mi homenaje y el de todos los argentinos peronistas y


revolucionarios al compañ ero Presidente Salvador Allende de
quien recibimos su ú ltimo mensaje y lo asumimos en toda su
dimensió n. Pues no hay ninguna duda que él quiso
enviá rnoslo y lanzarlo ante el mundo y ante los pueblos
oprimidos, cuando decidió escribir personalmente con su
sangre una pá gina má s de la trá gica historia de los pueblos
latinoamericanos.

Mensaje de sacrificio y mensaje de valor. De La Moneda , só lo


me sacará n muerto, solía decir. Y cumplió y dio el ejemplo
personal a todo el país y a todos los pueblos, haciendo suya la
célebre frase de aquel guardia del Palacio: la guardia no se
rinde, muere, mierda. No debemos dejar de recordar aquellas
palabras pronunciadas en ese mismo mensaje, para agregar
esta trá gica enseñ anza a todas las que en carne propia hemos
recogido en nuestra propia lucha por la liberació n nacional y
social: “Si nos detenemos a meditar y miramos hacia atrá s a
nuestra historia, los chilenos estamos orgullosos de haber
logrado imponernos por la vía política, triunfando por sobre
la violencia. Esta es una noble tradició n. Es una conquista
imperecedera. En efecto, a lo largo de la larga lucha por la
liberació n, de la lenta y dura lucha por la igualdad y por la
justicia, hemos preferido resolver los conflictos sociales con
los recursos de la persuasió n, con la acció n política.”

“Rechazamos nosotros los chilenos, en lo má s profundo de


nuestras conciencias las luchas fraticidas. Pero sin renunciar
jamá s a reivindicar los derechos del Pueblo. Nuestro escudo
dice: ‘Por razó n o por la fuerza’. Pero primero por la razó n.”
Pero la realidad ha sido otra. Las nobles palabras se
contradicen con los hechos. A la noble tradició n de todo un
pueblo se le opone un siglo y medio de explotació n y de
miseria. Vano orgullo de chilenos triunfando por sobre la
violencia, como si no fueran chilenos también los
Comandantes en Jefe que lo asesinaron e él, a sus leales
compañ eros y a combatientes populares que está n siendo
masacrados por millares. Todos chilenos como él, aunque
algunos só lo por accidente, y por vocació n, cipayos. Tan
cipayos como muchos de nuestros nacionales que de
argentinos só lo tienen los papeles.

Esta es una experiencia que los argentinos y los peronistas no


debemos desaprovechar. La sufrimos en carne propia el 16-VI
y el 16-IX-55 y hoy se repite en la carne y con la sangre de
nuestros hermanos chilenos y de su valiente líder.

Si no supimos sacar enseñ anza de la sangre derramada por


nuestro Pueblo, del sacrificio de nuestros má rtires, de Vallese,
de Mussi, de Retamar, de Hilda Guerrero de Molina, de Valle,
de Cogorno, de Ibazeta, de Irigoyen, de Cano, de Caro, de
Navarro, de Bruno Cambareri, de Abal Medina, de Ramus, de
Maza, de Maestre, de Mirtha, de Ferná ndez Palmeiro, de
Baldú , de Bianchini, de Mariano Pujadas y de sus compañ eros
caídos en la masacre de Trelew, de Lisazo y de los masacrados
en José Leó n Suá rez. Si la historia no nos ha enseñ ado del
sacrificio del Chacho, de Facundo, de Sandino, del Che
Guevara. Si el sacrificio del compañ ero Allende y del pueblo
chileno no nos sirve de enseñ anza, no tengo duda que ni
tiempo nos quedará pronto a ninguno de nosotros para seguir
lamentando estas desgracias, una de las cuales, quizá s no la
peor, sea el segundo derrocamiento del gobierno peronista y
de nuestro futuro Presidente el General Peró n.

No hay ejemplo en la historia de la humanidad que nos


muestre a los contrarrevolucionarios y a los reaccionarios
utilizando métodos pacíficos para detener el avance de los
pueblos. La metralla para apoderarse de los gobiernos es el
primer paso de toda una cadena de violencias, de injusticias,
de opresiones y de persecuciones, de represió n feroz y
despiadada, llevando tanta violencia a límites que la
imaginació n má s frondosa no alcanza ni siquiera a concebir.
No deben interpretarse erró neamente mis palabras y mi
pensamiento. Los peronistas no somos partidarios de la
violencia. Queremos que nos dejen trabajar en paz y vivir en
paz. Pero hemos aprendido por experiencia propia, que nos
ha costado muy cara, por no saber aprovechar la ajena, que si
queremos vivir en paz, debemos estar preparados para la
guerra.

Hemos desarrollado y organizado una fuerza que nos ha


servido para derrotar a las dos dictaduras militares: la de
Aramburu-Rojas y la de Onganía-Lanusse. Y esas fuerzas está n
intactas, pero deben estar alistadas para defender el gobierno
popular que asumirá el 12- X y al Gral. Peró n. No para
presionar o imponer una política o una estrategia cuya
responsabilidad corresponde al conductor, a nuestro
conductor, el Gral. Peró n, sino para respaldarla y asegurarla.

Por ello el grado de organizació n alcanzado no es suficiente.


La etapa impone agotar todos los medios para lograr la fusió n
de todas las fuerzas combatientes y revolucionarias, y a través
de ellas de todo el Peronismo y del Pueblo.

Se ha lanzado la consigna de la organizació n del Movimiento y


de la afiliació n masiva. Procedimiento correcto, como primer
paso para la convocatoria y posteriores movilizaciones
posibles y necesarias. Pero es só lo un primer paso. (...)

Por eso la tarea es de lo má s compleja y variada. Es


permanente y continua. La Unidad Bá sica debe dejar de ser el
modelo del comité tradicional, donde só lo funcionan las
“roscas” para enfrentamientos internos o para conseguir
influencias en los escalones oficiales de gobierno con vistas a
obtener puestos o recomendaciones. Deben ser fortines que
dedicará n su gestió n a organizar el barrio, para movilizarlo en
apoyo de la gestió n popular, que se dará a través de la lucha
por las reivindicaciones má s simples de los sectores obreros,
de los comunales, de los zonales, etc. Para exigir a los
funcionarios o delegados oficiales el cumplimiento del
mandato del pueblo. Para controlar su gestió n, colaborando
así en las escalas má s alejadas del control del conductor con la
política que él imponga e impulse.

La organizació n en los lugares de trabajo. Los comités de


fá brica para disputar a las conducciones entreguistas y
burocratizadas la conducció n de los trabajadores, es tarea
prioritaria.

Todo esto sin impaciencias superizquierdistas. Debemos


recordar la frase de Peró n: Ganar lo que se puede ganar;
neutralizar lo que no se puede ganar, pero siempre dejar al
enemigo en inferioridad de condiciones. Bernardo Alberte,
militar y dirigente peronista que se opuso a las dictaduras
militares. Fue asesinado el 24 de marzo de 1976 por una
patota del ejército.

Mediante un acto organizado por la Legislatura porteñ a, se


impuso el nombre de Mayor Bernardo Alberte a una plaza de
Villa Soldati, en avenida Roca y Lafuente

Al acto realizado el martes 12 de diciembre por la mañ ana


asistieron centenares de personas, entre ellas el secretario de
Derechos Humanos de la Nació n, doctor Eduardo Luis
Duhalde y el comandante del Estado Mayor del Ejército,
general Roberto Bendini.

Adhirieron, entre otros, la ministro de Defensa, doctora Nilda


Garré, Raimundo Ongaro, ex-secretario general de la CGT de
los Argentinos, el doctor Ricardo Obregó n Cano, ex -
gobernador de Có rdoba y entidades como el Centro de
Estudios Legales y Sociales, la Federació n Grá fica Bonaerense,
la Asociació n de Empleados de Farmacia, el CEMIDA, el Centro
Enrique Santos Discépolo y el Ateneo John William Cooke.

Hablaron el general Juan Cesio, el coronel Horacio Ballester,


Eduardo Gurucharri, el sindicalista del peronismo de base
Eladio Tate Martínez, el vicepresidente 2° de la Legislatura,
diputado Miguel Talento y Bernardo Alberte (h), quien
entregó al general Bendini la carta abierta que su padre
dirigiera a Jorge Rafael Videla, horas antes de ser asesinado
por un grupo de tareas del “proceso”, en la madrugada del 24
de marzo de 1976.

Palabras de Eduardo Gurucharri

“El ú nico militar con valor civil del Movimiento”, lo llamó


Peró n. No fue, en verdad, el ú nico, pero resalto la frase porque
acierta en definir a Alberte en su doble condició n de militar y
político.
Y si cito al fundador del Peronismo no es porque piense que
estos merecidos reconocimientos a Bernardo Alberte -su
nombre en esta plaza, la placa también de la Legislatura frente
al edificio de la avenida del Libertador, donde fuera asesinado,
su ascenso post-mortem a Coronel, propuesto días pasados
por el Poder Ejecutivo al Senado -deban revestirse de un
cará cter partidista, explícito o implícito.
Muy por el contrario, su recuerdo y el de todos los caídos por
elgenocidio, y digo caídos y no meras víctimas, porque
reivindico su causa. Y digo, con Miguel Herná ndez: No han
muerto, han caído, luchando por sus convicciones.
Su recuerdo, la reinvidicació n de su memoria, tiene que ser
una causa nacional, tiene que ser una causa que involucre a
todo nuestro pueblo, como ya lo es el reconocimiento a las
Madres de Plaza de Mayo. Un nuevo piso civilizatorio, una
prenda de unidad, que se sitú e por encima de las ló gicas
diferencias de partidos y de ideas en la bú squeda de la
reconstrucció n de nuestra patria, en la bú squeda de liberarla
de las ataduras que todavía la sujetan a intereses ajenos a la
suerte de nuestro pueblo.
Una prenda de unidad como hoy ya lo es, en la bú squeda de la
unidad latinoamericana, en los pasos hacia la construcció n de
la Patria Grande, como hoy ya lo es junto a los pró ceres de las
guerras de la independencia y junto a otros patriotas
americanos del siglo XX, el comandante Che Guevara.
Pero sigue existiendo un sector opuesto a estas ideas, un
sector de mentalidad e intereses por completo ajenos a la
suerte de nuestros pueblos, defensor de un capitalismo de
saqueo, agente del neocolonialismo imperialista. Este sector
existe en todos los países de América Latina. Aquí, hemos
pagado un precio muy alto por el predominio de esos
intereses y de sus ejecutores, venales unos, siniestros otros.
En los ú ltimos añ os, en nuestro país hemos dado pasos de
indiscutible importancia para terminar con la impunidad de
los genocidas. Y si bien esos pasos constituyen mérito
colectivo y en definitiva son fruto de tres décadas de lucha
popular, corresponde reconocer el empeñ o del gobierno y en
especial del Presidente Kirchner, quien a diferencia de otros
gobernantes constitucionales, ha tenido la valentía de
asumirlos como propios.
Ló gicamente estos avances han despertado reacciones.
No se puede hacer tortilla sin romper huevos. Pero tengo la
impresió n que el secuestro y desaparició n del compañ ero
Julio Ló pez nos ha tomado con la guardia un poco baja y creo
que al gobierno también. Yo no sé si los conspiradores son
muchos o son pocos, pero opino con toda sinceridad que el
gobierno está errando el camino para encontrarlos. Creo que
se impone una actitud política má s enérgica y medidas
prá cticas coherentes con ella.
No creo que cavando zanjas y ofreciendo recompensas se
encuentre a los criminales y se desbaraten sus propó sitos.
Esta gente busca producir en forma lenta un efecto similar al
de la Semana Santa de 1987 -la boca se me haga a un lado si lo
consiguen. Y hay que estar atentos porque personas con
poder -no hablo solo de militares procesistas, hablo de civiles
-de la boca para afuera dicen una cosa pero en realidad está n
interesados en que prevalezca la impunidad.
También hemos asistido a dos actos en una misma plaza, a dos
actos reivindicatorios del horror. Frente a esos actos, frente a
esas plazas del horror, decimos que este acto y esta plaza de
Villa Soldati es una plaza del honor, del honor militar y civil
que Alberte reunió en su persona.
Por supuesto que el ejemplo que nos legara a los argentinos el
Libertador nada tiene que ver con la reivindicació n del horror.
Recuerdo que 1992, un 23 o 24 de marzo al mediodía
organizamos un acto en la Plaza San Martín. Ya Menem había
indultado a los genocidas. Al acto lo improvisamos en tres o
cuatro días, con Bernardo, el mendocino Ramó n Torres y
Envar El Kadri. La idea de elegir ese lugar fue de Cacho.
Llevamos una corona dedicada al Libertador y leímos, una de
las primeras veces que se leyó en pú blico, la memorable carta
de Alberte a Videla.
Y la leímos señ alando al vecino edificio del Círculo Militar,
señ alando a los defensores del original destinatario de la
carta. Ese Círculo Militar convertido en el reducto de una
facció n ominosa, del cual Alberte fuera expulsado en 1956 por
los fusiladores del general Valle y de tantos argentinos, esos
valientes que habían intentado una revolució n
constitucionalista.
Alberte recogió el legado histó rico de Valle. Y fue, no lo dudo,
el militar que mejor lo interpretó y lo desarrolló . Alberte
terminó siendo, de hecho, el heredero político del general
Valle.
Por eso, tantos añ os después, estamos aquí con satisfacció n.
Es un servicio al futuro de nuestra patria, es un servicio al
futuro de nuestro pueblo, es una contribució n a lo que yo
entiendo como un piso civilizatorio entre los argentinos de
buena voluntad, que militares con honor y civiles que
combatimos a las dictaduras de militares sin honor estemos
hoy juntos para recordar a un hombre que nunca conspiró
contra un gobierno constitucional y que siempre defendió la
soberanía popular.
Quiero recordar una escena, un episodio que varios de los
presentes tendrá n grabado en su memoria. Alberte
pronunciando aquel sonado discurso en el sepelio del
secuestrado y luego asesinado Juan Pablo Maestre, en el
Cementerio de la Chacarita, ante mucha gente, el 23 de julio
de 1971. Aquel día, el mayor arremetió contra la dictadura de
Lanusse, denunciando los lazos entre la represió n legal y la
ilegal, que se había cobrado la vida de Maestre y desaparecido
a varias personas, entre ellas a su esposa Mirta Misetich. En
determinado momento, Alberte se tomó un resuello, sacó un
papel del bolsillo, dijo que era un comunicado que había
recibido esa mañ ana de manos anó nimas y comenzó a leer:
Juan Pablo Maestre, hijo de Buenaventura Luna y militante de
las Fuerzas Armadas Revolucionarias... y ante la sorprendida
concurrencia siguió leyendo el comunicado de las FAR, hasta
terminar Libres o muertos, jamá s esclavos. El mayor,
conciente del riesgo que corría, había revelado aquello que la
entonces conmovida opinió n pú blica ignoraba, la militancia
de Maestre, la causa de su asesinato. Y era un oficial de las
Fuerzas Armadas, en aquel momento dado de baja, sí, pero
militar al fin, el que desafiaba a sus pares de la dictadura
reivindicando a un guerrillero.
Como añ os antes, bajo Onganía, siendo delegado de Peró n,
desafió al colaboracionismo sindical y político que hacía
estragos en el Peronismo, promoviendo contra viento y marea
la constitució n de la CGT de los Argentinos. É l sabía que esa y
otras actitudes consecuentes terminarían por costarle su
cargo de delegado, pero siguió el imperativo de su conciencia.
Alberte nunca antepuso un cargo o una posició n a sus
convicciones.
La fría y soleada tarde del sepelio de Maestre, Alberte
comenzó su discurso con palabras a la altura del drama que ya
había comenzado a vivirse. Resultaron desgraciadamente
premonitorias: Tengo que desahogarme. Ofrendo mi cuerpo,
que es lo ú nico que tengo. #
[Eduardo Gurucharri fue dirigente del Movimiento
Revolucionario 17 de Octubre y es autor de “Un militar entre
obreros y guerrilleros”, biografía de Bernardo Alberte que
incluye una compilació n de la correspondencia Peró n-
Alberte]

Palabras de Bernardo Alberte (hijo)

Bernardo Alberte perteneció a ese grupo de personas que se


comprometió con valentía y honradez por sus convicciones
hasta perder la vida. La matanza de aquellos añ os fue
sistemá tica y apunto adelantá ndose a los acontecimientos, a
eliminar buena parte de la masa critica vinculada con la lucha
liberadora. Cuando ese ejercito que usurpo el poder en 1976,
el mismo que bombardeo a mansalva la Plaza de Mayo, robo el
cadá ver de Evita, fusilo y torturo, esa madrugada lo elige
como su primera victima, cumple acabadamente con la ló gica
castrense, alimentada en las escuelas interamericanas por los
servicios de inteligencia del imperialismo.

Alberte no fue derrotado fue asesinado por fuerzas


antinacionales, murió por ser impulsor y activo participante
de una revolució n, su muerte va a tener sentido cuando esa
revolució n la revolució n del pueblo triunfe.

Alberte fue insobornable e incorruptible castigaba duramente


a los que se colocaban en la repugnante situació n de los
obsecuentes que acostumbran a glorificar a las fuerzas
armadas, y entre sus innumerables filipicas basta recordar sus
palabras cuando rechazaba la devolució n de su grado y estado
militar al dictador Ongania en 1969, decía “Nosotros les
prevenimos que algú n día vendrá el hombre sencillo de la
Patria a interrogar a sus militares en actividad y en retiro. No
los interrogaran sobre sus largas siestas despues de la
merienda, tampoco sobre sus estériles combates con la nada,
ni sobre su antoló gica manera de llegar a las monedas, no
sobre la mitología griega, ni sobre sus justificaciones absurdas
crecidas a la sombra de la mentiras.

Un día vendrá n los hombres sencillos de esta tierra, aquellos


que fueron sus soldados, a preguntar que hicieron cuando la
Patria se apagaba lentamente, que hicieron cuando los pobres
consumían sus vidas en el hambre y la de sus hijos en la
enfermedad y la miseria, que hicieron cuando los gringos
vinieron a imponernos esa nueva forma de vida “occidental”
que todo lo corrompe y compra el dinero.
Quizá s para ese momento, la vergü enza que provoque el
silencio como respuesta, no sea suficiente como castigo”.

También podemos recordar cuando en plena dictadura


expresaba: “Si un dirigente popular de nuestro tiempo no sabe
nada de estrategia, si no sabe responder a la violencia
pretoriana con la violencia organizada de las masas
populares, no merece ser político, ni dirigente de masas.
Hay que dominar la estrategia mejor que los generales que la
emplean para oprimir y sojuzgar y que en nuestras manos
debe servir para liberarnos”.
Sin dejar de reconocer la importancia que tienen estos
homenajes, estos deben servir para alimentar la memoria
histó rica e imitarlos, por eso consideramos y lo interpretamos
como un homenaje del pueblo de la Ciudad de Bs. As., siendo
consecuentes con las ideas por la que Alberte dio su vida, no
en un sentido restrictivo partidista, sino en un sentido amplio,
abarcativo. Es decir, no se rinde homenaje a Alberte porque
fue peronista, si se rinde homenaje a Alberte porque siendo
militar combatió al golpismo y a las dictaduras militares y se
rinde homenaje a Alberte porque siendo peronista se opuso al
participacionismo y se opuso a la domesticació n del
Peronismo y se opuso al liberalismo econó mico en el
Peronismo que ya actuaba en vida de Alberte bajo el gobierno
de Isabel Martínez y Ló pez Rega. Porque siendo peronista se
opuso a la Triple A. Se rinde homenaje a un hombre integro
que que no dudo en arriesgar el bien supremo, la vida, sin
claudicaciones, siendo coherente con lo que pensaba, decía y
amaba.
Alberte no tenía otro discurso que el compromiso
insobornable con la clase trabajadora y con los sectores
revolucionarios en lucha, por un cambio de sistema. Este
convencimiento-la mayor utopía que un ser humano puede
tener-fue la causa de su asesinato aquel negro 24 de marzo de
1976.
He tratado que sea mi padre el que hoy nos hable, por medio
de sus documentos, este es un pá rrafo de la carta que le
terminara de escribir a Videla horas antes de ser asesinado en
la madrugada del 24 de marzo de 1976. “Nosotros no
consideramos a las F.F.A.A., como una institució n poseedora
de valores inmutables, sino como una institució n humana que
actú a para bien o para mal, de acuerdo a los hombres que
circunstancialmente las dirigen. No son mejores ni peores que
los hombres que la componen, y por consiguiente, no existe la
continuidad histó rica que iguala a todos los militares a través
del tiempo con un mismo sello de excelencia, desinterés o
patriotismo; tampoco el merito de una época alcanza a los
protagonistas de otra, salvo que la revaliden con su propia
conducta. Y lo mismo en lo que atañ e a conductas infamantes.
Los meritos de San Martín no apañ an a Quaranta, ni
Ferná ndez Suá rez infama a Belgrano, a Dorrego o a Gü emes.
Podemos admirar al Almte. Brown y negar al mismo tiempo a
Rojas y a Benigno Varela. Podemos sentirnos deudores y
herederos de tantos milicos que regaron con su sangre el
suelo de América y de la Patria y no por ello atenuar nuestro
juicio sobre los oficiales có mplices, ejecutores y consentidores
de vejá menes y torturas. Sin duda este es un criterio
antagó nico con el que sustentan muchos militares que tienen
un extrañ o concepto de su parentesco con la historia y con la
gloria. Pero es claro, y si se lo recalca asi tan crudamente, es
para evitar que se sigan cultivando prejuicios indiscriminados
de un falso patriotismo que luego la historia nos revela como
falso” “La situació n es seria y también dramá tica, no solo para
los trabajadores, sino también para las propias F.F.A.A.,
impulsadas a avanzar en un terreno, donde por plano
inclinado será n llevadas a sustituir a las policías de los
ambientes fabriles, hasta ahora privadas, y a ser custodios de
los intereses de una de las partes, precisamente la menos
indicada para representar el interés general”.
Hoy en este acto quiero entregarle formalmente al Teniente
General Roberto Fernando Bendini, actual Jefe del Estado
Mayor General del Ejercito, la carta que mi padre le terminara
de escribir a Videla, Comandante General del Ejercito que se
aprestaba a realizar un nuevo golpe militar, que daría
comienzo a uno de los mas grandes genocidios de nuestra
historia y que mi padre tuvo el triste privilegio de inaugurarlo.

Fuente: MEDIOS Director Gabriel Fernandez

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