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Los días previos al 17 de octubre y el plan de la

Escuela de Guerra: “Secuestrar a Perón y si es


necesario matarlo”
Pasaron 77 años del 17 de octubre de 1945, el día que se llenó la plaza de
obreros pidiendo la libertad de Juan Domingo Perón. Qué pensaban los
militares. El final anunciado del gobierno de Farrel. La marcha de
septiembre y el pedido a la Corte Suprema que pudo cambiar la historia
Juan Bautista Tata Yofre
16 de Octubre de 2022

Los generales Edelmiro Farrel y Juan Perón entre 1944 y 1945

A setenta y siete años del 17 de octubre de 1945, es importante recordar el


clima de época en el cual se llevo a cabo. Si existe un protagonista de su
tiempo éste es el Teniente General Alejandro Agustín Lanusse, que en esos
momentos tenía la jerarquía de Teniente Primero.

Había ascendido en diciembre de 1944 y se preparaba para trasladarse de su


destino en Salta a Campo de Mayo. En sus apuntes recuerda que en una
oportunidad fue a una reunión informal a lo del capitán retirado Luis María
Patrón Costas en el barrio de San Lorenzo.
En medio de una íntima conversación sobre el papel que ya
desempeñaba Juan Domingo Perón dentro del gobierno militar, Robustiano
Patrón Costas –padre del dueño de casa y candidato presidencial del
conservadorismo en 1943—le dijo: “Que equivocado está este hombre, cree
que los militares van a poder entenderse con los obreros; no hay cosa a la cual
le tengan más alergia que a las botas.” El tiempo le demostraría lo contrario al
veterano dirigente conservador.

Semanas más tarde Lanusse se presento en la Escuela de Caballería en Campo


de Mayo, cuyo comandante era el general Carlos Kelso, ex jefe de la Casa
Militar del presidente Agustín P. Justo. Durante la entrevista con su
comandante Lanusse comienza a escuchar opiniones que al joven oficial le
llaman la atención y las anota. Kelso le dice: “usted va a ir a Campo de Mayo
pero esa no era mi idea, no era mi propósito, pero como ahora mandan más los
tenientes coroneles que los generales, esos teniente coroneles que están en
Campo de Mayo, directores de las escuelas, empatotados con el
general Eduardo Ávalos, tienen más fuerza que el comandante de Caballería.
Entonces, usted debía haber ido al Colegio Militar ahora va a la Escuela de
Caballería…esos son los comentarios que uno iba escuchando de la
conducción.”

Apuntes del general Lanusse con sus vivencias.JPG

En esos días de Campo de Mayo los casinos de las guarniciones militares eran
caja de resonancia de lo que ocurría dentro del gobierno nacido del golpe
militar de 1943. De esas horas Lanusse guarda alguna que otra experiencia:
“Nos hacen ir a una reunión en el Colegio Militar en la cual Perón habla y
despotrica contra los civiles. Me fastidiaban sus opiniones. ¿Quién es este que
habla así?
Porque Perón delante de los militares hablaba contra los civiles, con los
obreros hablaba contra los militares, con los militares en contra de los
obreros. Eso era típico de Perón en ese entonces.” El destino va llevando al
joven oficial a distanciarse del coronel Perón. Más concretamente lo hará en
septiembre de 1951, al plegarse a la conspiración castrense del
general Benjamín Menéndez y en las décadas del sesenta y setenta cuando es
comandante en jefe del Ejército y presidente de facto de la Nación.

El 22 de marzo de 1945 los jefes y oficiales de Campo de Mayo, Palomar y


San Martín son convocados a una reunión en la Escuela de Artillería presidida
por el general Ávalos y el entonces teniente primero Lanusse anota que el
orador “tenía mucho menos facilidad de palabra que yo, lo que es mucho
decir, Ávalos era un ladrillo con pelo. 

Este bárbaro, la información más importante que quería transmitirnos era que
se había decidido convocar a elecciones. Para fin de año o para el próximo
año va a haber elecciones. Pero claro, dijo que lo que se estaba haciendo en
estos años tiene que proyectarse, entonces se ha pensado en que el Presidente
de la República debe ser un hombre como el coronel Perón.

Claro, en el Ejército tendrá que estar alguien que sepa seguirlo, seguir las
cosas de Perón, ese alguien podría ser yo, por ejemplo. Salimos de esa reunión
diciendo que ´éste está loco, tarado´, pero hubo generales, coroneles y
oficiales que aplaudían.”

En sus dichos y apuntes privados, Lanusse habrá de anotar sin tanto detalle
algo que, según él, era el resultado de lo que había generado Perón en la
oficialidad joven del Ejército. Lo escribió así: “Hay un episodio que no hice
público en mis relatos.

Los alumnos de la Escuela de Guerra, creo que por el año 1944 o 1945, puede
haber sido, tenían planeado secuestrar a Perón y si era necesario
asesinarlo.” Identifica al capitán Rosendo Fraga, uno de esos alumnos, quien
llegaría años más tarde a un alto puesto castrense durante la presidencia
de Arturo Frondizi.

Las palabras de Eduardo Ávalos generaron tanto disgusto que pocos días más
tarde Perón participa en otra reunión con la oficialidad en Campo de Mayo.
“Perón era más astuto, no hablo de él, hablo de la próxima declaración de
guerra al Eje, hablo del gesto generoso que había tenido Mister Stetinius
(Secretario del Departamento de Estado) de tendernos una mano y había
permitido incorporarnos a las Naciones Unidas, y que íbamos a declarar la
guerra que era conveniente y necesario para el país.” La Argentina declaró
la guerra a Alemania y Japón el 27 de marzo de 1945.

Los recuerdos del joven oficial Lanusse.JPG

A las pocas horas Lanusse es llamado a presentarse el director de la Escuela


de Caballería y en términos duros le dice: “Usted no puede estar más
aquí. Usted ha estado conspirando contra el gobierno y a espaldas mías”.
No era cierto pero muchos presumían, sospechaban, con certeza que el joven
oficial no participaba de las opiniones de sus superiores. Como él mismo
opina, en esa época ya tenía fama de “quisquilloso” y es trasladado al
Regimiento de Caballería 7 de Chajarí, Entre Ríos.

Con el correr de las semanas el general Ávalos y su grupo de colaboradores


comenzaron a tomar distancia de Perón, descontentos con actos y maniobras
en las que no participan, y tras varios planteos, Perón debe abandonar la
vicepresidencia de la Nación, Secretaría de Guerra y la Secretaría de
Trabajo y Previsión. Lanusse dirá: “Los que habían sido muy solidarios con
Perón a fines de 1944 y principios de 1945 son los que lo empujan a Ávalos a
que lo desplace de todos los cargos el 8 de octubre de 1945″.
septiembre de 1945
Título de tapa de El Litoral del 19 de septiembre de 1945

El futuro mandatario de facto observaría el 17 de octubre de 1945 desde su


puesto militar en el interior. Sin embargo contará que “a fines de octubre, tuve
la oportunidad, la suerte, de conversar con Héctor D´Andrea quien durante
esos días había sido subjefe de policía”.

El jefe de la policía de la Ciudad de Buenos Aires era el coronel Aristóbulo


Mittelbach, miembro del Grupo de Oficiales Unidos (GOU), más tarde
gobernador de Santiago del Estero. “D´Andrea me contó que en las horas
previas al 17 de octubre se dieron órdenes que nadie cumplió. No hubo una
real decisión de parar a la gente, tan eficientemente organizada por el
sindicalista de la carne Cipriano Reyes.

Años después conversamos como dos horas y el sindicalista me contó cómo


organizo y promocionó la marcha hacia la Plaza de Mayo desde Mataderos y
el Sur de Buenos Aires. Los militares que tuvieron un rol protagónico en las
vísperas del 17 de octubre todavía no tenían gravitación real en el Ejército.
Sus procederes desde 1943 eran cuestionados por muchos de sus subalternos.

El propio general Ávalos no era el único que evidenciaba una conducta


incoherente. La desorientación de esos días no era solo militar, también se
observaba en los políticos en general”. Ese era el clima de la época.

En ese ambiente de ebullición, el miércoles 19 de septiembre de 1945 la


oposición política en pleno al régimen militar produce un hecho de fuerza
multitudinario. Realiza “la marcha de la constitución y la libertad”,
partiendo de la Plaza del Congreso, desfiló por Callao entre los aplausos de
balcones y ventanas y luego se derramó sobre Plaza Francia para atender allí
la lectura de un manifiesto y disgregarse eufóricamente después, sin
incidentes.
En la primera fila se destacaban Rodolfo Ghioldi, Enrique Dichman,
Luciano Molinas,José Gollán, Gabriel Oddone, Manuel Ordoñez, Nicolás
Repetto, José María Cantilo y Laureano Landaburu.

Como observaría Félix Luna en su libro “El 45″, “fue impresionante como


expresión de fuerza, pero más aún como toma de posesión de Buenos Aires
por algo que parecía, al fin, el pueblo. Ni más ni menos que eso: y una
sonora cachetada en el ya bastante golpeado rostro del régimen”. Días más
tarde, la dirigencia política y la gente exigían entregar el gobierno a la Corte
Suprema de Justicia. 

“En fin, opinó Lanusse, me cuesta explicar esas horas, no puedo. Observando
los acontecimientos desde Chajarí, con mis 27 años, con las noticias precarias
que nos llegaban…no hubo firmeza en quienes manejaban la situación,
pareciera que es una constante en la historia.

La gran improvisación. Pero nadie puede negar la llegada de la gente y su


fervor mientras Perón dudaba por el temor.” También merecen tenerse en
cuenta los recuerdos del general Raúl Tanco que, en ese momento, era más
antiguo que Lanusse y por lo tanto más partícipe de los acontecimientos. A
diferencia de Lanusse, Tanco era partidario del coronel Perón. 

En sus prolijos apuntes Tanco relata que con otros amigos de Perón se acercan
al Hospital Militar Central y logran reunirse con él, recién llegado de la
prisión en la isla Martín García.

Diálogo de Tanco con Perón en el Hospital Militar


“En un momento estábamos Quijano, Velazco, Antille, Pistarini, De la
Colina, Benítez, Lucero, Molina, Uriondo, Herrera y yo -la gente entraba y
salía-, también estaba el doctor Mazza y algunos que no recuerdo: le
transmitimos las informaciones que teníamos, le hicimos conocer nuestra
emoción y la seguridad de que la situación estaba dominada.-Las llamadas
desde la Casa de Gobierno se sucedían. Farrell quería calmar a la
muchedumbre que se encontraba en la Plaza de Mayo. En determinado
momento, Perón, volviéndose hacia mí, me preguntó:

-¿Hay mucha gente? ¿Realmente, hay mucha gente, che?-Nunca me había


tuteado. Pero su creciente entusiasmo se comenzaba a apreciar en su cambio
físico y espiritual”.

En un momento, Tanco le aconseja a Perón que no debe ceder a las


presiones. No aflojar “un tranco de pollo”, mientras la Plaza de Mayo esta
cada hora más llena de gente reclamando su presencia. Se estaba en los
umbrales de algo nuevo en la Argentina. Muchos lo percibieron.

17 de octubre de 1945: la astucia de Perón, la


ceguera de la oposición y la plaza que cambió la
historia
Juan Bautista Tata Yofre
17 de Octubre de 2022
Una multitud de obreros llegó a la plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945
para vivar a Perón

Los grandes momentos de la historia también pueden ser la réplica a


minúsculas decisiones administrativas que, sumadas a otras, terminan
gestando un corte con el pasado.

El sábado 6 de octubre de 1945, el ignoto Oscar Nicolini, cuñado de María


Eva Duarte, es designado como nuevo Director de Correos y
Telecomunicaciones, cargo al que aspiraba otro ignoto, el teniente
coronel Francisco Rocco, jefe de una de las unidades de Campo de Mayo.

El hecho provocó un vendaval de protestas en la unidad de batalla más


importante del país. Ante el visible malestar de la oficialidad, el
general Eduardo Ávalos que hasta horas antes era un aliado de Perón (como
hemos visto ayer) tuvo que solicitarle al presidente Edelmiro J. Farrell la
remoción del nuevo funcionario.

Sin decidir nada, Farrell logra que Ávalos se encuentre con Perón para tratar
el asunto en su departamento de la calle Posadas entre avenida Callao y
Ayacucho. Durante el encuentro los dos jefes militares acuerdan un encuentro
con miembros de Campo de Mayo el lunes 8 de mayo. En la oportunidad
Perón iba a escuchar las opiniones de sus camaradas. Si la oficialidad no lo
respaldaba el dueño de casa dijo que pediría su retiro, en caso contrario
Ávalos debería irse a su casa.

El 8 no era un día cualquiera para Perón, era el día que cumplía 50


años. Cerca del mediodía comenzó la reunión y Perón habló poco, con
firmeza, y luego se retiró para dejar que los presentes tomen una
decisión. Mientras, él bajo a celebrar su onomástico con otros oficiales y
suboficiales en el sótano del Ministerio de Ejército de Viamonte y Callao.

Cuando volvió a subir se encontró con un resultado a su favor: los que lo


impugnaban se encontraban en minoría y Ávalos se sintió descalificado. A
su vuelta a Campo de Mayo la reacción de la oficialidad fue intempestiva y
amenazó con una posible marcha sobre Buenos Aires para reclamar el
alejamiento de Perón. Como hemos visto ayer, el Ejército estaba dividido y
estaba listo para una “patriada”. Al día siguiente, Ávalos, Farrell, varios
generales y el Ministro del Interior, Hortensio Quijano, mantuvieron una
cumbre en Campo de Mayo. Esta vez los críticos de Perón iban por
todo. “Estamos cansados de los engaños y los procedimientos equívocos del
coronel Perón” y exigieron su retiro de la fuerza oficialmente. Farrell se limitó
a preguntar si debía retirarse solamente del Ejército y Ávalos, tajantemente,
dijo: “No señor, nos referimos al alejamiento de todas sus funciones públicas.
Al Ministerio de Guerra, la vicepresidencia de la Nación y a la Secretaría de
Trabajo y Previsión”. Poniendo cara de sorpresa, Farrell preguntó: “¿Entonces
ustedes quieren el alejamiento definitivo del coronel Perón?” La respuesta fue
un “¡sí señor…y que renuncie hoy!” a los gritos.

La escena terminó más tarde en el despacho del propio Perón que se fue
llenando de gente. Tras el arribo de los generales Pistarini, von der Becke y el
ministro Quijano, se le comunico que Farrell había tomado la decisión de
relevarlo de todos los cargos. Sin perder su actitud, el coronel tomando un
lápiz y papel redactó la renuncia a sus cargos, el retiro del Ejército y salió del
salón para volver a su casa donde lo esperaba su pareja.

Con la jugada por Nicolini, Perón había cometido “uno de los más grandes
errores de su carrera política, semejante a las consecuencias que pudo tener, al
error cometido en 1955 cuando entró en lucha contra la jerarquía eclesiástica,
causa determinante de su caída”, comentó Bonifacio del Carril en
sus Memorias dispersas. Agregando que no solo se debió a eso, sino también
a su relación íntima con Eva Duarte.
Clarín anuncia la renuncia de Perón a todos sus cargos

Mientras los militares continuaban discutiendo sobre quién sería el Ministro


de Guerra, entre Ávalos o Humberto Sosa Molina, medio centenar de
dirigentes sindicales se reúnen en Quilmes para considerar su solidaridad con
el depuesto coronel. Entre una cosa y otra brota la idea de que Perón se
despida de su cargo en Trabajo y Previsión en un acto a realizarse con la
presencia de obreros. No fue una simple reunión, a la cita asistieron 60.000
almas y su discurso se transmitió casi en cadena nacional. Sus palabras
crearon efervescencia y un entusiasmo generalizado. En Campo de Mayo el
acto y algunas actitudes de Farrell cayeron muy mal y volvieron las amenazas
de avanzar sobre la Capital Federal, y también se reclamaba un cambio de
gabinete presidencial y la detención de Perón. Para bajar las tensiones el
viernes 12 de octubre el gobierno difundió el llamado a elecciones nacionales
para el 7 de abril de 1946. Previendo ser detenido, la noche del jueves 11, con
el conocimiento del coronel Domingo Mercante, Perón, Eva, su hermano
Juan Duarte y “Rudi” Freude se van a San Nicolás. Durante el trayecto
Freude lo convence de ir a una casa que tenía su padre en el Tigre y horas más
tarde una comisión policial irá a detenerlo por orden de Farrell con la
excusa de un posible atentado a su persona. De allí fue llevado a su
departamento de Posadas y luego en un buque naval a la isla Martín
García. Mientras, frente al Círculo Militar, cientos de civiles no dejaban de
gritar por “el gobierno a la Corte”, algo que continuaría el día siguiente,
mientras el gobierno trataba de poner orden sin resultados a la vista en su
gabinete. En esas horas, Juan Álvarez, Procurador General de la Nación,
recibe de parte del presidente Farrell la instrucción de armar un gabinete
presidencial y el coronel Mercante recorre los sindicatos alentando una huelga
general para el 18 de octubre.

Todo parecía un sainete fruto de la confusión y la improvisación generalizada.


Mientras los delegados obreros trataban la situación del coronel preso e
intentaban sin tomar real conciencia dejar atrás “la vida blanca” insípida y
mediocre de la que hablaba Eduardo Mallea, Álvarez, considerado por
“Noticias Gráficas” un “ministro en función a la europea”, llenaba la lista de
eventuales ministros con grandes personalidades del pasado: Carlos
Saavedra Lamas, Alberto Hueyo, Federico Pinedo, Melo e Iturbe. Eran el
resultado de las gestiones con la oposición, mientras se declaraba que “los
cambios habidos recientemente en el gobierno de facto no han modificado en
forma alguna su esencia” y reclamaba el gobierno a la Corte. ¿Y los Estados
Unidos? En Washington, el embajador Spruille Braden era nombrado
Secretario Adjunto para Asuntos Latinoamericanos. Luego sería, embajador
en Buenos Aires, un furioso enemigo de Perón.

El dirigente sindical Cipriano Reyes, uno de los armadores del 17 de octubre


La Confederación General del Trabajo (CGT) declara una huelga general para
el 18 de octubre. La decisión fue trabajosamente discutida. Sin nombrar a
Perón, por 21 votos contra 19, se dispone la huelga contra la entrega del
gobierno a la Corte y contra todo el gobierno de la oligarquía; por un
gobierno que consulte las aspiraciones de los trabajadores; elecciones libres;
levantamiento del estado de sitio y además el Estatuto del Peón.

En un encuentro con sindicalistas, el presidente de facto dice que Perón no


está detenido, solo está protegido contra un atentado.

Durante el 15 y el 16, la Policía informó de manifestaciones en la zona de


Berisso y con un ardid, una excusa médica, Perón logra salir de Martín
García e internarse en el Hospital Militar Central. 

En las primeras horas del 17 de octubre columnas de trabajadores comienzan a


llegar a la Plaza de Mayo reclamando la libertad de Perón. Vienen del interior
(Tucumán por ejemplo) y el conurbano bonaerense, caminando o en cualquier
medio de transporte.

Se estaba por concretar una de las jornadas más significativas de la historia


argentina, que borraba la marcha de la Constitución y la Libertad del mes
anterior, mientras la dirigencia opositora no entendía lo que pasaba. 

Los militares de Campo de Mayo que habían exigido la destitución de


Perón quedaron desconcertados y anulados, escribió Bonifacio del Carril.

El general Raúl Tanco, partidario del coronel Perón, en sus prolijos apuntes


relata que con otros amigos de Perón se acercan al Hospital Militar Central y
logran reunirse con él, recién llegado de la prisión en la isla Martín García.
“En un momento estábamos Quijano, Velazco, Antille, Pistarini, De la Colina,
Benítez, Lucero, Molina, Uriondo, Herrera y yo -la gente entraba y salía-,
también estaba el doctor Mazza y algunos que no recuerdo: le transmitimos
las informaciones que teníamos, le hicimos conocer nuestra emoción y la
seguridad de que la situación estaba dominada.-

Las llamadas desde la Casa de Gobierno se sucedían. Farrell quería calmar


a la muchedumbre. En determinado momento, Perón, volviéndose hacia mí,
me preguntó: -¿Hay mucha gente? ¿Realmente, hay mucha gente, che?-Nunca
me había tuteado. Pero su creciente entusiasmo se comenzaba a apreciar en su
cambio físico y espiritual”.
“En un momento, como dicen sus apuntes, le aconseja al coronel Perón que no
debe ceder a las presiones. No aflojar “un tranco de pollo”, mientras la Plaza
de Mayo esta cada hora más llena de gente reclamando su presencia”.

del 17 de octubre
Perón en el balcón de Plaza de Mayo la noche del 17 de octubre

Perón deja el Hospital Militar y va la Casa de Gobierno y se entrevista con


Farrell. Le dice: “Mi general, lo que hay que hacer es llamar a elecciones
de una vez. ¿Qué están esperando? Convocar a elecciones y que las fuerzas
políticas se lancen a la lucha…”.

“Eso está listo –contesta Farrell- y no va a haber problemas”.

“Bueno, entonces me voy a mi casa”, dijo Perón.

“¡No, déjese de joder! Esta gente está exacerbada, nos van a quemar la Casa
de Gobierno…Venga, hable”. Perón se dirigió al balcón y pronuncio un
discurso, todo lo demás es reiteradamente conocido.

La dirigencia opositora estaba sumergida en la confusión y el desasosiego. La


embajada de los Estados Unidos informará de un comunicado del radicalismo,
firmado por Cisneros, en el que afirma que “la manifestación no fue
espontánea sino organizada por la Policía Federal y la Secretaría de
Trabajo… y el 50% de los presentes eran mujeres y niños”. 
El partido comunista hablará de “bandas de terroristas peronistas” y la
embajada sostendrá que “existen informaciones fehacientes de que muchos de
los manifestantes recibieron dinero para concurrir”.

Todos los informes estaban enmarcados en una ceguera bíblica.

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