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4´ 3. Oraciones de la Congregación
(Breve silencio y apagamos la luces. Sólo las del presbiterio y
velas y música suave)
Dar gracias por la vida. Esta es la primera actitud que hay que tener frente a
Dios. Que nunca se nos olvide dar gracias porque Dios nos ha dado el regalo
más hermoso para cada uno de nosotros. La dificultad muchas veces estriba
en que en la vida, casi todo, lo damos por supuesto, como normal y natural.
Entonces dar gracias siempre será por lo que me ocurra de extraordinario...
y ocurren tan pocas cosas fuera de lo ordinario del vivir cotidiano. Cuando por
miedo a la muerte nos aferramos a la vida olvidamos que somos una chispa
de la creación y que mañana se puede apagar se generan dinámicas insanas,
nos acogemos desesperadamente, sin esperar en Señor la vida, y cuando la
vida es un don se vive de otra manera. Dar gracias por la vida
constantemente es para adiestrar el corazón.
Texto de Concha:
Quiero ser más y más de Jesús, sin perderlo de vista jamás; quiero con la
pureza del alma, hacerlo más y más mío... Quiero participarle, vivir con Él a
medida de mis gustos, de mis pensamientos y satisfacciones, lo mismo que
de mis penas y sufrimientos. Anhelo unificarme con Él, mirarlo
constantemente y adivinar todos sus quereres y no quereres... Nunca
aceptaré ningún placer sin participarle, sin envolverlo en acción de gracias y
en amor. ¿Verdad Jesús, que todo lo aceptarás? Yo te prometo buscarte en
todas las cosas como principio y fin de todas ellas. Yo te miro, mi Jesús,
estudiando tu preciosa vida siempre en sonrisas y en silencio; como que éstas
fueron tus virtudes favoritas, la dulzura y la humildad. ¡Oh Jesús, Jesús,
Jesús!, hazme silenciosa y dulce; mira cuánto, cuánto de estas virtudes
necesito. Jesús, Jesús, Jesús, en mi dolor, en mi amargura, en la pena y
desolación que ahora me inunda, te AMO... te AMO y QUIERO AMARTE MAS
Y MAS y agradecerte y hacerte participante hasta de mis latidos y
respiraciones. (CC: 21, 24-27)
En este momento vamos a poner en nuestra oración a las personas que están
iendo importantes para nosotros o han sido importantes
Agradecer y Traer a la memoria y al corazón a las persona que han
caminado con nosotros...
Aquellas con las que hemos hecho la vida, con las que hemos
entretejido los momentos más felices de nuestra historia personal...
Dar gracias por lo vínculos que hemos hecho con las personas que han
ensanchado nuestro corazón y que lo han ido transformando en un
corazón sacerdotal: que aman, que se entrega, que se ofrece...
Luces
ORACIÓN TODOS
Te damos gracias Padre, por nuestras familias, por los que nos han visto
nacer y crecer, por nuestras raíces, por los que nos quieren y creen en
nosotros....
Gracias por nuestros amigos, porque nos animan y nos alientan en lo que
hacemos, por los que un día nos animaron a seguirte y hoy nos sostienen.
Padre, hoy queremos poner en tu corazón y agradecerte por todos los que
nos animan a ver lo positivos, por los que nos hacen reír, por los que con su
bondad nos hacen ver lo positivo.
Te damos gracias por todos los que nos animan a luchar, por los que nos
exigen y nos hacen grandes, por los que con su vida, crean interrogantes en
nosotros.
Buen Padre Dios, hoy queremos traer a nuestro corazón a aquellos que
ponen su vida al servicio de los demás, por los que trabajan por la paz y la
justicia, por los que entregan su vida de forma sencilla y hacen del mundo un
lugar más habitable.
Te bendecimos, Padre, por todos los hombres y mujeres que con sus dudas
aumentan nuestra fe, por los que nos hacen más libres, por los que con su
experiencia interior nos ayudan a leer a Dios, por los que son Buena noticia
para nosotros.
Gracias, por todos aquellos que salen de sus tierras y dejan todo por
seguirte, por los que rompen fronteras y abren horizonte, por los que
anuncian un futuro para todos.
Buen Padre Dios, te bendecimos y te damos gracias, por todos aquellos que
nos quieren como somos pero también nos sueñan distintos, por los que
alimentan nuestra fidelidad y son anuncio para nosotros de que tú nos
quieres.
Textos de Concha
¡Oh Dios mío!, y ¿cómo no confundirme y AGRADECER con toda el
alma tantas bondades? Soy tuya, Dios mío, y mi delicia es repetirlo con la
boca y mis actos todos. Soy tuya y lo he sido siempre, de cuerpo, de alma, de
corazón, de entendimiento, de voluntad. Soy tuya, soy tuya de noche y de
día, dormida y despierta; te me he regalado, entregado, abandonado en tus
brazos; yo siento que si la menor fibra de mi alma no te perteneciera, la
arrancaría luego de mi corazón. Pues si soy tuya, Tú sabrás, Señor, lo que
haces conmigo, si me subes, si me bajas, si me das vida o me la quitas. ¡Oh
Dios mío, Dios de mi vida, y qué feliz me siento en pertenecerte! (CC. 24,
296 – 298)
(Silencio y música)
Quiero amar mucho a Jesús, ¡cuánto, cuánto! Yo ardo por arder en ese
santo amor y estoy helada, ¡Dios mío! El recuerdo de Jesús no me deja,
y al contacto dee ese recuerdo, lo amo, lo siento mío, pero quisiera
amarlo más, infinitamente más, y le ofrezco cuanto soy y tengo y
quisiera tener. Quiero incendiarme en un amor ardiente, generoso, fiel,
que no se detenga ante nada. Vamos amando a Jesús sin medida con
todas las fuerzas de nuestro ser. Quiero un amor de entrega absoluta,
de donación plena, que me transforme, que `ya no yo' sino que Él, que
Él solo viva en mí, y reine siempre e impere en todo mi ser y vida. Que
Jesús sea el calor de mi vida, el por qué de mi existencia y que le
corresponda con esa delicadeza, con gratitud. Quiero respirarlo,
aspirarlo, poseerlo, mirarlo de día, soñarlo de noche y ofrendarle cuanto
tengo. Quiero quemarme, abrasarme, derretirme, calcinarme, toda amor.
Quiero amarlo con amor insuperable,: Por encima de todas las cosas, vida,
muerte, afectos, por encima de mí misma, que nadie alcance ese amor, de
alto, de puro, de fiel, de tierno.
Con amor inseparable, de corazón a corazón, de alma a alma, de vida con
vida, de cruz a cruz, con un solo latido.
Con amor singular, único en su clase, en su forma, en su blancura, como
centro de todos los amores, como Sol de todas las luces, como Foco de todas
las lumbres, como fondo de todos los sacrificios; amor de calvario, amor del
mismo Jesús.
Amor insaciable. Que siempre crezca en hambre, en sed de glorificar al
Padre, de consolar a Jesús, amor ideal, y realizable, amor pleno y
transformante.
Amor sin declinación. Siempre en creciente hasta morir de tanto amor y de
tanto amar, siempre atizando, por el santo leño de la Cruz en todas sus
formas, ese amor santo, puro, fiel, divino, celestial, sacrificado; amor de
blancura y de luz, de nieve y de fuego que nos abrase, que nos eleve, que
nos purifique en cualquier calvario, que no tenga medida ni fin sino que
continúe en la eternidad. Quiero ese amor sin menguas ni paradas, ni
paréntesis. (CC. 56,382-386)
Canto: Gracias
8. Oración de la Congregación
9. Reservamos el Santísimo