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BLOQUE 10
La Segunda República. La Guerra Civil en un contexto de Crisis Internacional
(1931-1939)
e) Reforma agraria: pretendía crear una amplia clase de pequeños propietarios y acabar
con el latifundismo y la precariedad laboral de los jornaleros. Su desarrollo fue limitado,
ante la escasez de dinero por parte del Estado para llevarla a cabo.
f) Reformas laborales: se crean los Jurados Mixtos del Trabajo Rural; la obligatoriedad
de contratar a braceros locales; la extensión de la jornada de ocho horas a los jornaleros
agrícolas.
El gobierno del primer bienio se encontró con la oposición de varias fuerzas políticas y
sociales. Por una parte, la CNT y la UGT consideraban que las reformas eran
insuficientes y promovieron huelgas y levantamientos en zonas rurales. Uno de ellos
provocó la matanza de un grupo de campesinos y sus familias en el pueblo de Casas
Viejas. Este incidente sería aprovechado por la oposición política para derribar al
gobierno de Azaña.
Por otra parte, las reformas económicas generaron un gran malestar entre los
terratenientes y los grandes industriales.
También existían partidos políticos monárquicos y de derechas que pretendían acabar con
la República: el Partido Carlista o Tradicionalista, Renovación Española y Falange
Española.
Por último, una parte del ejército no aceptaba la legalidad republicana, lo cual se
manifestó en el golpe de Estado fallido del general Sanjurjo en 1932.
Con los ojos puestos en los cambios europeos (ascensión de Hitler en Alemania,
supresión de partidos en Austria…) la izquierda se planteó una revolución para
septiembre. Se aplazó, pero finalmente la formación de un nuevo gobierno más de
derechas que los anteriores al incluir por primera vez tres ministros de la CEDA (4 de
octubre de 1934), detonó que la UGT convocase la huelga general nacional, que fue
sofocada con facilidad, excepto en Madrid, Vizcaya, Barcelona y Asturias. En Barcelona
se proclamó el Estado catalán dentro de la República Federal Española, que no pervivió
ni un solo día siendo suspendido el gobierno autonómico, acusado de rebeldía.
El único lugar en que triunfó la insurrección fue en Asturias, por la Alianza
Obrera, proclamando la Revolución Socialista de los Consejos Obreros. El gobierno
reaccionó enviando a tropas de Marruecos al mando de Franco para sofocarlo. Hubo gran
cantidad de muertos y una dura represión posterior.
La principal consecuencia de esta revolución obrera fue una radicalización política. Por
parte de la derecha, Calvo Sotelo fundó el Bloque Nacional que pretendía una monarquía
con una fuerte autoridad, contando con la ayuda del ejército. Dentro de este se creó la
Unión Militar Española para acabar con la República.
Por parte de la izquierda, se creó el Frente Popular, agrupando desde los
republicanos hasta los anarquistas, pasando por los comunistas.
Desde el triunfo del Frente Popular, un grupo de generales, con la adhesión de grupos de
la derecha (Falange, monárquicos, carlistas…), preparaba un alzamiento militar. Su
objetivo era establecer un régimen autoritario bajo el gobierno de una Junta Militar
presidida por el general Sanjurjo. La organización del alzamiento estaba a cargo del
general Mola y contaba con el apoyo financiero de Juan March y de contactos
extranjeros.
El temor a que se desencadenara una guerra en Europa inclinó a los países democráticos a
inhibirse en el conflicto español. Francia y Gran Bretaña firmaron un Pacto de No
Intervención, al que se adhirieron otros 25 países europeos. Sin embargo, el Comité fue
del todo ineficaz. Los únicos países que apoyaron al bando de la República fueron la
antigua Unión Soviética y México. La Unión Soviética aportó hombres y material
armamentístico. El gobierno de México proporcionó armas, alimentos y apoyo
diplomático, aunque su aportación fue inferior a la de la Unión Soviética. Por último,
debe destacarse la participación en las filas republicanas de las Brigadas Internacionales.
10.4. Fases militares de la Guerra Civil. La evolución política y económica en las dos
zonas. Consecuencias económicas y sociales de la guerra. Los costes humanos
La Guerra Civil desde el punto de vista de las operaciones militares se puede dividir en
tres grandes fases: de julio de 1936 a marzo de 1937, el avance de los sublevados fue
rápido y se extendió por algo más de la mitad de la Península, aunque fracasó en su
objetivo prioritario: la conquista de Madrid. De abril de 1937 a noviembre de 1938, los
sublevados ocuparon la zona industrial de la franja cantábrica (de Asturias a Vizcaya) y
llegaron al Mediterráneo, dividiendo la República en dos zonas incomunicadas entre sí:
Cataluña, al norte; Madrid y Levante, al sur. De diciembre de 1938 a marzo de 1939, que
concluyó tras la conquista de Cataluña y posteriormente la de Madrid.
En las zonas controladas por los sublevados, al convertirse el golpe de Estado en una
guerra prolongada, se creó una Junta de Defensa Nacional. Sin embargo, el poder
efectivo lo ejercía cada general en su sector. Los militares sublevados carecían de
proyecto político propio. Este vacío ideológico se apreció en las primeras medidas
decretadas por la Junta, dirigidas a acabar con las huellas de la República. Franco
consiguió que la Junta de Defensa le proclamara jefe de Estado y Generalísimo de los
Ejércitos en octubre de 1936. A partir de ese momento, en el bando sublevado, se pasó a
un poder concentrado y unipersonal en manos de Franco. Este, consciente de la
importancia de controlar bajo su mando las fuerzas políticas que apoyaban la
sublevación, promulgó el Decreto de Unificación en 1937, por el cual se fusionaban todas
las organizaciones políticas adeptas en una sola: FET y de las JONS. En este partido
SAGRADA FAMILIA DE URGEL 5
HISTORIA DE ESPAÑA 30 de diciembre de 1899
único Falange tenía un papel preponderante, pero Franco se convertía en el jefe supremo.
El primer gobierno se creó en 1938. En él, Franco, además de ser el jefe del Estado,
asumió la presidencia del gobierno.
Cuando comenzó la guerra, la República controlaba todas las zonas industriales y las
principales ciudades. En los primeros meses de la guerra, la República también perdió el
control sobre la economía. La colectivización de empresas privadas fue una práctica
habitual en Cataluña y Levante, donde el movimiento anarquista impulsaba a hacer la
revolución al mismo tiempo que la guerra. En el País Vasco, la propiedad fue respetada
en la mayoría de los casos. Los gobiernos republicanos aceleraron la reforma agraria. En
cuanto a la financiación de los costes de la guerra, la República se vio obligada a recurrir
a la emisión de deuda pública y a depositar en Moscú las reservas de oro del Banco de
España. Al comienzo de la guerra los sublevados disponían de la mayor parte de las
tierras de cultivo. El control de la producción fue estricto en las zonas ocupadas por los
rebeldes. Respecto a la financiación de la guerra el bando sublevado recibió ayuda de los
regímenes fascistas de Italia y Alemania.
Por lo que se refiere a los costes humanos, el número total de víctimas mortales durante
la guerra pudo haber superado las 500.000. La crueldad fue norma común en los
territorios controlados por ambos bandos. Los militares sublevados, cuando conquistaban
un pueblo o ciudad, eliminaban sistemáticamente a miembros y simpatizantes de partidos
y sindicatos de izquierdas, pero también a maestros e intelectuales. Se calcula que la cifra
de víctimas mortales de esta política de terror pudo ascender a casi 100.000 personas. En
la zona republicana también fueron frecuentes las ejecuciones de cualquiera que resultara
sospechoso de ayudar o simpatizar con los sublevados. No obstante, el número de
ejecuciones en esta zona fue sensiblemente inferior. Pero por desgracia la represión se
continuó aplicando por el régimen franquista, una vez acabada la guerra. Entre 28.000 y
50.000 personas fueron fusiladas; muchas más, encarceladas; y un número impreciso de
trabajadores de la Administración Pública, separados de sus cargos o sancionados de
alguna forma. Por último, hay que mencionar el exilio: en torno a 500.000 españoles
abandonaron el país huyendo de la represión franquista; muchos de ellos para no regresar
nunca.