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y el tiempo de la
escritura
Itzel Patricia Ortega Hernández
Todos los derechos son un derecho común.
La propiedad intelectual es un bien común
El conocimiento es un derecho de toda la
humanidad en su conjunto y debe ser
compartido y divulgado libremente.
Queda a su entera disponibilidad este material
siempre y cuando se cite al autor y la fuente
Impreso en México
Printed in Mexico
Presentación
5
En los libros que se sumen estará
la afirmación de unidad que
viven, por encima de fronteras,
grupos, tendencias cibernéticas o
ideológicas, los poetas de nuestra
Patria Grande.
P.S.A.
Abril de 2017
Toluca, Estado de México
6
Raúl Garduño y el tiempo
de la escritura
Raúl Garduño fue un poeta de breve
pero contundente, aunque olvidada,
trayectoria. Formó parte, con apenas
22 años, junto con Alejandro Aura,
Leopoldo Anaya y José Carlos Becerra
de la antología Poesía joven de Méxi-
co, publicada en 1967 por Siglo XXI.
Fue propuesto, aunque finalmente no
incluido, para aparecer en la Antolo-
gía Poesía en movimiento, y a pesar de
su constante participación en revistas
y recitales desde muy joven, su muerte
en 1980, a los 35 años, nos dejó sólo
un libro publicado en vida Poemas por
el Gobierno del Estado de Chiapas en
1973.
Raúl Garduño nació el 20 de
noviembre de 1945 en la Ciudad de
7
México. Sin embargo, su infancia y
adolescencia transcurrieron en Chia-
pas; cuando sólo tenía seis meses de
edad su familia se trasladó a Comitán
y, posteriormente, a Tuxtla Gutié-
rrez. Desde muy joven mostró aptitu-
des para la declamación y gran interés
por la literatura. Publicó sus primeros
poemas en la Revista ICACH (Insti-
tuto de Ciencias y Artes de Chiapas)
a los quince años gracias a la amistad
entablada con Óscar Oliva, jurado de
un concurso de declamación estatal
en el cual, poco tiempo antes, había
obtenido el primer puesto. Al respec-
to comenta Elva Macías que “Oliva,
al felicitarlo, tuvo la grata sorpresa de
escuchar del niño declamador, severas
críticas a la composición del “Credo”
de López Méndez. Así iniciaron (…)
una amistad literaria importante (…)
8
durante los años de formación del jo-
ven” (Macías, 10). En 1962 regresó a la
ciudad de México donde formó parte
del taller literario de Juan José Arreola.
El taller, al cual asistieron alre-
dedor de cincuenta escritores durante
los cuatro años que duró (Mata, 202),
le permitió a Garduño ver su traba-
jo publicado en revistas como Pájaro
Cascabel, La cultura en México, El Corno
Emplumado, El Rehilete y Mester (Ma-
cías,11), ésta última, resultado del ta-
ller Arreola donde también publicaron
poetas como Abigail Bojórquez, José
Carlos Becerra, Jaime Sabines, Sal-
vador Elizondo, Elsa Cross, Thelma
Nava, Elva Macías, Alejandro Aura y
Homero Aridjis (Mata, 204). Las pu-
blicaciones de esos años le valieron la
consideración de José Emilio Pacheco
para participar en la antología Poesía en
9
movimiento, dirigida por Octavio Paz,
donde finalmente fue rechazado por
cuestiones de trayectoria. José Carlos
Becerra, el otro poeta joven propuesto
por José Emilio Pacheco tenía nada
menos que diez años más que Garduño
y un libro en prensa (Higashi, 18-20).
En 1967 figuró junto con Alejandro
Aura, Leopoldo Ayala y José Carlos
Becerra en la Antología Poesía joven
de México (Macías, 11; Higashi, 15).
La atención que recibió por parte de
la crítica con esa, su primera colabo-
ración de distribución masiva, ya que
Poesía Joven de México (1967) agotó su
primera edición de 3000 ejemplares en
10 meses (Higashi: 38) se centró en los
paralelismos con la obra de José Carlos
Becerra: “en ambos se nota la actitud
de sumergirse sin miedo, sin pregun-
tar si dará resultado el procedimiento;
10
pero en Garduño hay incongruencias
que rara vez admite Becerra en lo suyo.
Garduño participa de imágenes su-
rrealistas y se deja dominar por ellas;
Becerra no” (Villela, 64). La crítica
comparativa limitó la apreciación de
los elementos originales en la obra de
Garduño.
En 1973 el Gobierno del Es-
tado de Chiapas publica Poemas su
primer libro individual. Con dos reedi-
ciones, una en 1982 dentro de la colec-
ción Ceiba y otra en 1993 en Lecturas
Mexicanas del CONACULTA, ambas
con introducción de Elva Macías. Ale-
jandro Higashi comenta sobre este vo-
lumen que
11
nía poco a poco del poema breve
con desenlace epifánico (al estilo
de los muchos que pululaban en
Poesía en movimiento) (…) en su
desarrollo, la sucesión de imáge-
nes inconexas al hilo de un se-
vero irracionalismo poético no
daba tregua ni reposo al lector y
terminaba por comprometer su
paciencia y el significado com-
pleto del poema (21)
12
la descripción del proceso creativo, su
dualidad (creación-destrucción) y el
tiempo de la escritura que se exploran
desde diferentes ángulos casi obsesiva-
mente y que retoma con mayor firmeza
en su segundo libro publicado póstu-
mamente.
Raúl Garduño murió en Tuxtla
Gutiérrez a los 35 años con un libro en
proceso. Este segundo libro cuyo título
tentativo, comenta Elva Macías, sería
Puerta de golpe no llegó a ser publicado
como se tenía planeado por Siglo XXI
Editores, pues el manuscrito se perdió
en los días anteriores a su muerte (Ma-
cías, 13; Álvarez, 7). Dos años después,
en 1982, aparece bajo el nombre de Los
danzantes espacios estatuarios publicado
por el Gobierno del Estado de Chiapas.
En la introducción, Francisco Álvarez
escribe que se trata de “una selección
13
de poemas basados en manuscritos
proporcionados por la familia de Raúl
Garduño y la recopilación de poemas
sueltos y publicados en varias revistas
literarias, cuyo orden permitió llegar
a un criterio para elegir las versiones
finales” (7). Si bien Francisco Álvarez
no ahonda en el criterio seguido para
la selección de los poemas que confor-
man el volumen se puede apreciar al
menos en dos de sus cuatro secciones,
“Los danzantes espacios estatuarios” y
“Caballo de espadas” unidad y cohesión
temática que contradicen en cierta me-
dida la selección miscelánea de poemas
que propone Álvarez. Parece tratarse
de poemas de largo aliento. Los temas
explorados en Los danzantes espacios es-
tatuarios continúan con las obsesiones
ya expresadas en su primer libro a tra-
vés de un tratamiento más sofisticado
14
y con una preocupación de raigambre
filosófica más marcada.
Se ha señalado la influencia
que ejerció, en los años de formación
de Garduño y su generación, a través
de Octavio Paz, (Higashi, 28-29) la
propuesta hermenéutico-fenomenoló-
gica de Heidegger cuya reflexión sobre
el ser, arroja como su único campo de
existencia real la posibilidad; lo otro en
contraposición a lo inmediato y presen-
te. Esa síntesis lograda por Heidegger
y su “torsión creativa”, como la llama
Evodio Escalante que consiste en “sa-
car un elemento de su espacio habitual
para colocarlo en un suelo distinto, lo
cual permite que surjan nuevas cone-
xiones de pensamiento que de otro
modo se antojarían imposibles” (36),
fue lo que fascinó a los intelectuales
mexicanos de mediados del siglo XX
15
y que a través de la influencia de Paz,
Montes de Oca y Efraín Huerta gene-
ró una ruptura con el pasado poético
nacional, comenzada por los Contem-
poráneos, cuyos poemas filosóficos de
largo aliento al estilo de “Primero Sue-
ño” de Sor Juana se construyen como
respuesta a una profunda angustia on-
tológica.
Octavio Paz, quien participó
en la tradición del poema filosófico,
dedica en El arco y la lira una sección
a la revelación poética que desde la óp-
tica heideggeriana sienta las bases de
los elementos constitutivos de la poesía
que, como la mística, intenta la unión
armónica de contrarios; Paz escribe que
“la experiencia poética, como la religio-
sa, es un salto mortal: un cambiar de
naturaleza que es también un regresar a
nuestra naturaleza original. Encubierto
16
por la vida profana o prosaica, nuestro
ser de pronto recuerda su perdida iden-
tidad; y entonces aparece, emerge, ese
‘otro’ que somos” (137). También ase-
gura que la poesía es “la revelación de sí
mismo que el hombre se hace a sí mis-
mo” (137) así, contingencia y finitud
son los dos valores paralelos que cons-
tituyen al hombre y que se propone es-
clarecer mediante la revelación poética
que es también un anhelo de infinitud.
La escritura es devenir, al igual que el
proceso de reconfiguración que em-
prende el lector; infinitud paradójica
pues su naturaleza es estatuaria ya que
el texto es un anclaje a cierta realidad
histórica y la hoja en blanco, el borde
del silencio como le llama Octavio Paz,
es una nada inmóvil repleta de infini-
tas posibilidades. Garduño da inicio a
“Los danzantes Espacios estatuarios”
17
con un reconocimiento del ser frente al
mundo que lo rodea:
18
todo el resto, la extensión informe que
nos rodea” (Eliade, 4). La contraposi-
ción de espacios interno-externo será
una constante durante todo el poema,
ya ensayada en Poemas:
nostalgias
volvernos:
19
Algo entonces, si abrimos
camina: cien-pies,
20
el hebreo bíblico, posee “una rítmica
precisa (...) y muy organizada” (16).
Así, desde Poemas, se observa la pre-
dilección del poeta por esta forma que
alcanza su madurez en Los danzantes
espacios estatuarios ya que esa vuelta a
la dinámica original se trata sobre todo
de un acto conciliatorio. Los danzantes
espacios estatuarios se construye como el
lugar de las “contradicciones comple-
mentarias” en que el poeta se afirma y
se niega a una misma vez, condenado a
“no llegar a su propia culminación esta-
tuaria” (Higashi 41), o como escribiera
Octavio Paz, un ser esto que también
es un ser aquello: el poema es ya en sí y
por sí un ser en estado último y al mis-
mo tiempo un ser incapaz concluirse.
Poemas, como retrospectiva,
nos permite entender el germen de
esta poesía de madurez que tristemen-
21
te permaneció como brote debido a
la repentina muerte de Garduño. Las
largas tiradas de versos que constitu-
yen los más de sus Poemas (aunque en
la segunda edición se añaden poemas
breves de estilo clásico como el soneto
en Estancias junto a Fidalma) se sujetan
entre sí mediante el uso de las figuras de
repetición y los paralelismos sintácticos
que serán, desde este momento y hasta
Los danzantes espacios estatuarios, dos
procedimientos básicos para Garduño.
En cuanto a los temas, mientras que en
Poemas se encuentra más preocupado
por la dicotomía creación-destrucción
que conlleva en sí el acto poiético, la
preocupación central de Los danzan-
tes parece ser el tiempo-espacio de la
creación. En Poemas encontramos,
aunque no tan sofisticadamente como
en Los danzantes, una suerte de con-
22
trarios complementarios que recaen en
la palabra y su relación con el poema.
Mientras que la palabra es semilla y “el
poema descubre su labranza”, la escri-
tura también es muerte; una suerte de
muerte constante e infinita. La imagen
del mar funciona como síntesis de esos
contrarios:
Jamás conocí el mar,
ese aposento donde la lluvia afila sus
uñas,
esa fortaleza que guarda una alta con-
versación,
ese alcázar sujeto a su libertad infinita.
El mar no abandona la poesía
de Garduño, en Los danzantes el mar
sirve como punto de enlace propicio
para la revelación poética:
escuchar en el castillo de la brisa de-
rramado
la luz sagrada que se desnuda
23
pronunciando malecones en los puen-
tes de las olas
entre las olas de la tarde y de la mañana.
El mar, encerrado en su infinita liber-
tad y devenir, permite la revelación
poética como puente que entrelaza lo
humano y lo poético; de los malecones,
sitio artificial, humano, al contacto con
la sucesión danzante de las olas. En
Poemas, Garduño utiliza la imagen de
la luz/lámpara para identificar a la pa-
labra, aquí, la palabra es la que se revela
frente al poeta en el espacio mismo de
la metáfora.
La disparidad de extensión en-
tre los versos de Poemas y Los danzantes
espacios permite reconocer en Los dan-
zantes una necesidad plástica por adue-
ñarse de la hoja en blanco: las tiradas
de versículos son cada vez más extensas
y a división de los versos por intensidad
24
expresiva, le permiten crear complica-
das estructuras sintácticas donde apa-
recen, a simple vista, yuxtaposiciones y
collages al modo de los surrealistas car-
gadas de aparentes disonancias léxicas.
Sin embargo, estas aparentes imágenes
irreconciliables forman en gran medi-
da el sello distintivo de la poética del
autor, no por el irracionalismo poético
que encarnan sino por la propuesta de
Garduño de rehabilitar este que somos
con ese otro que también somos.
Para este poeta, chiapaneco
por elección, no habrá diferencia en-
tre la búsqueda del ser o la búsqueda
de la poesía; ambas desembocan en
lenguaje y son ya, necesariamente ac-
tos creadores; poéticos y protéicos. La
palabra es luz y semilla; se siembra y
se cosecha; es árbol y camino. Condu-
ce al mar que se alza con su infinitud
carcelaria. Las formas representan esa
25
continuidad entre el espacio y el tiem-
po de los elementos a los cuales sujeta,
son la manifestación de un todo limita-
do en el que se produce la interrelación
de sus elementos; la poesía de Garduño
representa aquello que es y al mismo
tiempo, aquello por lo cual es, proceso y
resultado que implican una disolución
en el tiempo.
26
Álvarez, Francisco. Introducción a Los
danzantes espacios estaturarios. Tuxtla
Gutierrez: Gobierno del estado de
Chiapas. 1982.
27
Macías, Elva. “Puerta de golpe” en Raúl
Garduño, Poemas Consejo Nacional para
la Cultura y las Artes. 1993. (Tercera Se-
rie de Lecturas Mexicanas, 73).
28
Poemas para anunciar un viaje
Ahora escribo,
pongo árboles y caminos frente a mis
pies
Vine solo.
Solo el dolor del árbol me conduce
29
para recibir hojas y lluvias,
llanuras dispuestas como una blanca
muchacha
en el horizonte;
caminos estos
en los que ando como un desconocido.
No he oído cuando alguien ha dicho:
he ahí el camino que conduce al mar.
VI
Hablo de plantas
que crecen en un ojo de vidrio,
30
hablo del cuarto redondo en que me
muero
y veo que así se van juntando lienzos,
ropas donde dejamos olvidadas
palabras.
31
Después del tiempo
en la noche,
esa roca inmensa pidiendo albergue en
nuestra casa,
sordamente en la tierra.
Saliste de la arena,
tibia promesa,
32
la luna era un sitio ajado por la
bálsamo de tu desnudez,
tu sueño.
uñas,
33
conversación,
recuerdos,
a la luna caída a tus pies, a la ventana
de espuma.
ciertamente incoloro
por mi soledad,
34
el mar no era una sorpresa vencida
ante el descubrimiento,
orígenes de polvo.
pasión,
sus barcos.
35
mundo hablado para ti,
rostro triste,
nidos:
tu trenza dormía en mis manos como
encontráramos
nuestras bocas
36
hizo que cantáramos una canción alegre.
bordabas el cielo,
solo sorbo,
¡ah tu cuerpo en la naturelaza,
contra la lluvia!
37
igual que pétalos prevenidos,
que descubrimos,
y esas arenas,
formar el día,
aquellos complicados abismos de agua,
aquellos ojos avanzando,
aquel tiempo cuyas confesiones más
secretas
eran guardadas en sacos de miel,
y de nuevo aquella actitud tuya, aquel
calor tuyo,
de nuevo tú y yo entrando en el cuarto
con un vivo pensamiento.
38
Entonces estuvimos solos mientras
pensábamos
o reíamos de nosotros mismos
y la noche siguió pendiente de la
medalla
que no llevabas en el pecho
y hubo un silencio que rompió la
lluvia
sobre la cual volaban barcas
y bebimos el mar
en las jícaras inmensas de la pequeña
ternura.
Crecimiento de árboles,
cedros marcados por una inscripción:
a nuestro estuvieron las profecías
39
de un rojo sol penetrando en las barcas
de piedra,
avanzamos en las aguas jamás turbias,
nos dolía una boca construída y
quebrada,
el Gran Ahigadi era en la tarde
empapada de sí misma,
el día arrojó brazos sobre la
destrucción,
la luna llegó y fue un anuncio ilegible,
entonces ¿qué pasó? preguntaste,
viste el derrumbe de nuestras labores
terribles,
nombres y fechas devueltos a su origen
de agua,
devueltos a esa acción furiosa,
a esa estampida donde no hay un solo
pájaro.
40
Sobre los árboles quejumbrosos
el día como último sobreviviente.
41
Inclinado a tu estatura el tiempo toma
forma de noche,
hay un labio que ya no habla,
hay una palabra con la redondez de
una fruta,
hay algo escondido en este nuevo mar…
42
eres el amor cumpliendo con
disposiciones de otro mar,
eres una historia jamás terminada de
inventarse,
recuerdas tranvías y estanquillos,
miradas certeras,
partida y repartida de presencia,
y a veces, yo ya no sé cuándo,
quieres volver al lugar donde la noche
se abre como una sábana volcánica y
verdusca.
43
Cosas distraídas desde el verano
III
Para el hombre que se ha visto girar
en el universo,
la calle debe de ser la más grande de
sus nostalgias.
44
Veo la naturaleza
y dejo que mi silencio le dé la razón
todos los días.
Si el hombre olvidara las piedras del
mundo
se perdería en la oscuridad y no vería
al dios torpe y lúcido
que marcha por los corredores del
tiempo
y devuelve alianzas en añicos
buscándose en lo alto y lejano de su
juego
mientras contempla, caída cierta tarde,
templos, sí, muros donde la razón cae
vencida
y todo es un espejo de luz.
45
y que a menudo
son como el abuelo que habíamos
enterrado
sin saber más, sin decir más…
46
Pista en las aguas
47
donde duermo con la doncella del
vacío,
la diosa ecuestre
que derrama sobre mi rostro
lágrimas de reina enflatadas,
ahora que estoy cicatrizando
en la carne florar de los océanos
como en una danza de palacios
que atosigan los vestidos de madonas
celestes.
Ah yo habitaba el orbe incoloro
adonde los dioses iban a lavar sus
máscaras,
era el muelle lejano de su dolor tan
cerca.
48
Instancia
A Alejandro Aura
49
roza el cristal del muro despertado
por el chubasco del crimen.
50
Propósito
Yo te mostraré el rumor,
el ruido del desarraigo,
las últimas noches de demasiada
sobriedad junto a Dios
en el antiguo revés de esta misma
palabra.
La canción es tuya.
Más tuya que los niños muertos
dentro de mi alma,
51
mucho más que la piel sin nombre
que tú descubrirás un día en el orificio
de sus ausencias,
en el recogimiento de sus palabras
deseadas, extraviadas.
52
Puerta de infancia
A Carlos Castañón
53
los dedos rojos del verano que nos
quemaba al viento.
54
¿Qué fecha es nunca?
Huyendo de no moverme en lo que
escribo.
Portales y barrios que miran
baten formas errantes en copas de
peces embriagados.
Y esto es caer,
mover los brazos atrozmente
en el interior de la sala estruendosa del
silencio,
vencer la manecilla de la arena
que viaja siglos de ciudades siegas,
nacer por lo que duele
en altamar de un barco hacia sí mismo,
escuchar en el castillo de la brisa
derramado
la luz sagrada que se desnuda
pronunciando malecones en los
puentes de olas
entre las olas de la tarde y de la
mañana,
55
cifrar, cifrar entonces en el traje
sanguiñoliento
el canto del infinito
y la imagen desfondada de la sonrisa,
recogerse, recogerse trabajosamente de
los frutos
que caen sin más corcel de la razón
que una roca,
sin más sol que el aturdimiento en la
tierra…
56
Mientras llega a mis labios el jardín
que ignoro,
mientras abro la caja marina que vuela
pensando en las aveas
y vuelo en mí mismo habitando los
ataúdes, pensando
lo que piensa la creación de las alas
desde el poles del viento entre los
dedos;
mientras cabeceo en el árbol pujante
de los bosques
y relato la voz del valle que atraviesa el
hábito desértico
y hay un siglo en las vastas antesalas
del pétalo que nace
para oír las doradas extenciones de
que procedo;
mientras se apoya levemente el día en
cántaros ígneos
y es el tiempo del mar que me fecunda
y es el vértigo del mar que me
57
antecede;
mientras cierro la escafandra
y asumo las edades de mi lecho hasta
dar con las campanas
con las torres como crestas furiosas de
lo que conformo;
mientras escucho la fulminación de la
primavera,
la labranza del verano que prepara en
mi costado
los árboles fuertes de la turbulencia;
enfrente, al fondo, hundida,
llena de ciegos por el sordo absuelto,
abriendo el ventanal que resurgió al
abismo,
hay una ciudad oscura, lenta, enviada a
los incendios.
58
Como un ciclón envainado en su
semilla
floto en la página de las
consternaciones.
Recojo las arenas que regresan a mi
nuca
para la detención de un sepelio
inmenso.
Profiero la noche y la noche crece en
lo que designo
y crece también y abunda y tiembla
feroz sin raíces,
sin la piel de la historia, demolido,
el techo fugitivo que me busca en las
afueras de la ciudad,
en las afueras del ojo de la ciudad
rodando
llena de crímenes y gritos,
como ruedan los poros de mi piel y
como ruedan mis manos
al lazar la avenida con un clave de
59
inmundicia,
sobremurientes de alguna aguja,
logradas entre ventanas que se
desploman
cuando escriben con alas batientes
ante el rumor expectante de los
asesinos,
cuando labran las hartas escalinatas
del ser que va al sol como una
vociferación del mar,
como una vociferación de la tumba
embrocada en el mar,
como el amor cuando es la noticia de
los destrozos
de sus más bellas embarcaciones.
60
No preciso de mí.
Muerte me sacará de la vida de la
muerte.
Será al amanecer –empuñado corazón
que se levanta-
y no podré continuar diciéndotelo
a ti que precisamente no existes,
mirando sin embargo cómo lo
ahuyentas,
cómo lo sobresacas de tu miedo en
plenas aguas,
en lo que oyes resquebrajarse,
empapado,
subterráneo de tu palabra en el
aguacero,
tiritando hasta tus incendios,
temblando de frío hasta Dios,
entelerido hasta sus cuencas de fuego.
61
fugitiva.
No preciso de mí.
62
No preciso de mí.
La idea es tratada por mi despojo.
Conozco el ocultamiento de los
ataúdes
en el cuarto más recóndito de nuestro
pasado:
velatorios allí persisten
y deudos petrificados gimen
sin poder arrancarse las punzadas de
sus estacas,
sin poder sostener más la tardanza de
la bella
que deshechizará las puertas.
No preciso de mí.
63
Algo que tenía sed
se adentraba en habitaciones extrañas,
escarbaba en el hueco de las tumbas,
empuñaba el resorte del tiempo
en oídos sangrantes
que tejían las fuentes de sus heridas.
64
–Porque el agua al noveno mundo
entre sus orillas
decae en sus enjambres de formas
y va a dar al caserón del frío
y puebla el huelo de la estatua
y se vuelve un hombre en sus
márgenes de espejos–
embrocaba los mares buscando una
señal,
lanzando al sol gaviotas de una frase,
levantando yn párpado (planchón de
acero
de la eternidad), echando a andar
filones del níspero en la música,
atando a labios la barda de un
recuerdo
en la cual la vereda fuera ardiendo por
la fruta en una llaga.
65
vientre marino por la noche antigua–
hervía en un aire de tijeras
al fondo de la sombra… La justicia
crujía
en las altas plantaciones de la espera,
todo ocupaba la orilla del abismo en
esta línea,
todo raíces-alas de los vuelos…
66
Breve noción de un sueño
67
para la infancia que muerde líneas de
fierro.
68
*Caballo de espadas.
La estructura de la palabra es el polvo
del crimen,
es la mirada que ya no pudo recobrar
la mirada,
es el nacimiento que no fue capaz de
morir.
69
por los ojos del hombre.
Y supe que la canción es aire,
que la voz es lámpara,
que el poema descubre sus
labranzaspara vivirnos.
70
Así con la mordaza el mundo arde,
arden sus lenguas de peces
implacables,
arden las torres que suben al poema,
arden los ojos de los siglos
como una danza de ausencia entre las
brasas
y cae el tiempo,
cae el aire que husmea relleno de
cadáveres,
cae el agua del rostro entre sus
máscaras,
cae lo que se llama hacia arriba de
nuestra muerte,
cae la razón en un velorio de
sinrazones,
y amortigua el amor plazas antiguas,
amortigua el luto que abre la boca,
amortigua la herida que abre la hora
de su nacimiento,
amortigua la noche de la piel que
71
resbala en otra piel prendida,
y se iluminan águilas que desgarran
bosques ecuestres,
se iluminan palabras, áspas de lumbre,
se iluminan pájaros y crispa el celo de
sus llamas,
y una estampida surge,
una estampida es un hachazo que se
levanta,
una estampida se estrella en la
tempestad,
una estampida cifra lentamente la
cuenta de su prole.
El follaje aletea como la Palabra
azotando a sus bestias.
72
Habitamos la memoria, niñez de lo
que corre
en azor por la Palabra
73
Al borde de la memoria
74
Escribirlo desde tus hombros es
arrancarte
del cuerpo del sueño en casa del
quebrantado,
a la hora invencible del acabose de los
principios,
cuando surge la piel de amar
como un recuerdo sobre el rostro en
armas
y está en la mirada que no logras
enceguecer,
en el eco a caballo en que no puedes
detenerte.
Lo vas diciendo tras una lámpara
que se busca precaria en la sombra de
su fantasma.
Lo vas diciendo lleno de músicos
marineros
por la casa, por la playa que
desembarca,
por el ave en que se respira,
75
por la luz fugitiva
que toca en tu pecho aldeas remotas
desmenuzando demonios a orillas de
la tempestad.
76
ÍNDICE
Presentación ................................ 5
Raúl Garduño y el tiempo
de la escritura ............................... 7
Poemas para anunciar
un viaje ...................................... 29
Después del tiempo ................... 32
Pista en las aguas ....................... 47
Instancia .................................... 49
Propósito ................................... 51
Puerta de infancia ...................... 53
Breve noción de un sueño .......... 67
Al borde de la memoria ............. 74
77
Itzel Patricia Ortega Hernández
(Ciudad de México, 1992). Estudió
Letras Hispánicas en la Universidad
Autónoma Metropolitana- Iztapalapa.
Ha colaborado en diversas publica-
ciones, tanto impresas como digitales;
actualmente, en el proyecto de inves-
tigación internacional: Romancero,
78
Cancionero e Imprenta (Universitat
d’Alacant/ UAM-I), así como en el
proyecto de creación escénica GT, J
Rulfo (UAM-I).
79