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PERSPECTIVA ANTROPOLÓGICA
La dimensión psíquico-afectiva
Perspectiva ética
El amor familiar
PERSPECTIVA ANTROPOLÓGICA
Cuando respondo al qué soy yo estoy me estoy refiriendo a mi naturaleza, la propia de los
seres humanos, compartiendo con muchos ese modo de ser.
1
Pero cuando la pregunta es quién soy yo el interrogante apunta a esa realidad inédita que
habita en mí -es más, que soy yo-, la que no comparto con ningún otro ser de entre los
que participan conmigo de la naturaleza humana. Cada quién tiene ese plus inédito que le
hace ser yo y no tú, o tú y no yo.
En el ámbito del pensar filosófico son clásicos algunos intentos de definición del hombre
en relación con su naturaleza o modo de ser, al constatar su modo específico de obrar.
Así, como los seres vivos que vuelan son aves, los seres que razonan y aman son hombres.
Para definir de modo esencial al “hombre” -señalando aquello que no puede no tener- hay
que fijarse en lo que naturalmente le es propio, aquello que no puede faltarle para ser tal,
en lo que convienen todos los individuos de la especie humana, y esto es su racionalidad.
Es un animal racional.
Es una unidad cuerpo-espíritu.
Es, en cuanto individual, una PERSONA: “sustancial individual de naturaleza
racional” (Boecio).
Esto quiere decir que el hombre es un cuerpo material animado (animal), que se
mueve desde dentro por un principio dinámico interior (alma) de índole racional, que
le permite realizar operaciones espirituales: conocer y amar.
Todos los vivientes tienen un cuerpo animado por un alma, sólo que en los vegetales
su alma es vegetal, de índole material; en los animales su alma es animal, de índole
sensible, también material, pero más perfecta; en el hombre, en cambio, su alma es
racional, de índole espiritual, por lo que se halla en un plano de realidades
eminentemente superior, trascendente a los demás seres vivientes.
2
b) El hombre es una unidad cuerpo-espíritu
Al decir “animal racional” se señala la doble composición del ser humano: lo corporal
y lo espiritual (intelectual); al decir unidad cuerpo-espíritu expresamos lo mismo, pero
subrayando su inescindible unidad.
La unidad se observa en cada acto del obrar humano personal, ya sea de carácter
vegetativo -comer- o específicamente intelectual -resolver un problema-.
3
c) PERSONA es la sustancial individual de naturaleza racional
Esta conocida definición de PERSONA, elaborada por Boecio (V d.C.) engloba a las
anteriores, y añade algo más, haciéndose clásica. En ella se dice que el modo de ser
del hombre es el de una naturaleza racional. Se subraya su realidad sustancial y su
individualidad, lo que supone una realidad en sí, completa e indivisa.
En efecto, cada uno de los individuos que comparten la naturaleza humana son
PERSONAS, en tanto que son sustancias individuales -cada una de ellas- de índole
racional (intelectual=espiritual), si bien encarnadas.
Al decir que la persona humana es una sustancia se alude a que como tal subsiste en
”en sí misma” y “por sí misma”, en razón de su valía ontológica y no en función de
otras realidades. Cada una vale por sí, con independencia de cualquier otra cosa.
4
La triple dimensión vital: espiritual, psíquico-afectiva y físico-corpórea
Por esto hay que añadir que es triple la dimensión del ser humano por lo que hace a su
vida vegetativa (dimensión físico-corpórea), a su vida espiritual (intelectiva) y a su vida
psíquico-afectiva (dimensión sensible), refiriéndose todas ellas a la única vida de cada
persona en concreto.
5
Hablar de las tres dimensiones de la persona, en cuanto a su ser o dimensión ontológica,
remite a la consideración de su integridad. Ésta en sí misma -en cuanto a su ser
ontológico- no puede romperse, pero sí puede resquebrajarse en el ámbito del fluyente
hacerse de la persona en su dimensión existencial, al obrar: aquí radica el carácter ético
del obrar humano por cuanto la persona, en su hacerse por sus actos libres, puede
desplegar, o no, aquello que le es propio, esto es, la verdad de su naturaleza y de su yo,
en conformidad con su naturaleza y con su identidad personal.
6
Quién es la persona: perspectiva existencial
Siendo válido todo lo dicho con referencia al hombre es fácil constatar que todo ello no
llega a satisfacer plenamente la inquietud intelectual más profunda acerca de ese
misterio que soy yo.
Al intentar decir qué es el hombre lo hacemos desde el orden de la naturaleza, pero a este
intento hay que añadir lo que podamos decir de su ser un quién, no sólo un qué, sin
desmedro de su naturaleza: se trata de saber quién es el hombre en tanto que persona.
La persona no sólo es -algo-, sino que sin dejar de ser ese algo “se hace”, se va haciendo,
en un proceso dinámico existencial que va trazando su propia trayectoria vital.
Esta nueva visión del ser humano en tanto que “personal” comienza a denominarse
“personalista” por apuntar a la singularidad e inefabilidad de cada persona corpóreo-
espiritual, en su realidad histórico-biográfica, al ritmo de su libertad.
En un intento de descripción se han señalado las notas nucleares del ser personal en
cuanto tal, de ese ser al que sólo cabe la palabra YO, o TÚ.
7
Cómo núcleo del yo la persona posee un centro de interioridad tan profundo que podría
decirse inagotable desde dentro de sí misma: su intimidad inédita, considerada como la
primera nota descriptiva de la persona. Todas las personas la tienen, cada una la suya,
distinta del resto.
De la intimidad brota hacia el exterior lo que ella misma es, con tal novedad que podemos
decir que la creatividad es la segunda nota de la persona. Por ella es que no hay, por
ejemplo, dos obras de arte idénticas de distintos autores, ni siquiera del mismo.
Esto es posible gracias a la que llamamos la tercera nota del ser personal: la apertura.
Gracias a ella la persona es comunicable, a través de diversos lenguajes -verbal, gestual,
musical, corporal, etc.- La apertura es la capacidad de manifestación de la propia
intimidad.
Una sexta nota es la capacidad de diálogo relacional de la persona en cuanto tal, por
cuanto está hecha para un tú al que abrir y dar su propia intimidad, a la vez que para
recibir la inédita intimidad del otro.
A estas notas podrían añadírsele otras, pero podría decirse que todas enclavan en las que
hemos señalado1.
1
Cfr. RICARDO YEPES STORK, Fundamentos de Antropología, EUNSA, Madrid 1996, pp. 75-84.
8
A modo de definición, con palabras casi textuales, Karol Wojtyla ha expresado su
concepción de quién es la persona en su obra Amor y Responsabilidad, en el cap. 1:
La dimensión psíquico-afectiva
También constatamos que al comer sabemos que comemos, añadiendo que además lo
sentimos…, por esa tercera dimensión de nuestro ser -la sensible, propia de cada ser
personal-, que impregna todo nuestro ser y nuestro obrar, la dimensión psíquico-afectiva.
Hay diferencia también en este aspecto respecto del ser del hombre y del de los demás
animales (no humanos): el animal “come”, pero no sabe que come; el hombre -cada
persona- come igualmente, pero sabe que come. El animal a su vez “siente” que come,
pero no sabe que siente; nosotros en cambio sí sabemos que sentimos…, y no sólo
percibimos sensiblemente lo que sucede en nuestro cuerpo (como la picadura de un
mosquito), sino también lo que acaece en nuestra alma espiritual. Es por esto que
hablamos de una sensibilidad inferior, correspondiente al cuerpo, y de una sensibilidad
superior, propia del alma espiritual (la que experimentamos, por ejemplo, al escuchar una
buena música, que hace vibrar nuestra alma, y de algún modo se manifiesta en nuestro
9
cuerpo, si nos hace llorar). En este caso hablamos de la afectividad humana, de nivel
superior, la que es como el núcleo motor de nuestras acciones más altas, en integración
con nuestra inteligencia y con nuestra voluntad -inseparables-, y con nuestro cuerpo,
también inseparable. Es lo que llamamos “corazón”.
Hay que aclarar que aún en los casos en los que el dinamismo sensible afecte
directamente al cuerpo -en los humanos- como en el caso del acto de comer, el hombre
lo hace de modo diverso a como lo hacen los animales, ya que la sensibilidad corpórea es
inseparable del espíritu, se engarza en él: así el hombre “siente” que come, y “sabe” que
come, razón por la que no come como los animales, sino de una manera superior: elige
los alimentos, los recoge de la tierra y los elabora (arte culinario), utiliza cubiertos,
palitos, una mesa, un mantel, etc.
Lo mismo puede decirse de otras actividades corporales, las que a simple vista pudieran
parecer sólo idénticas o muy semejantes a las de los “animales”, pero que en ningún
modo lo son, como es el caso de todo lo referente al ejercicio de la sexualidad.
Por la afectividad la persona siente lo que sucede en su alma -afectividad espiritual-, como
lo que sucede en su cuerpo -sensibilidad corpórea-, pero no separadamente, sino en la
unidad de la persona que actúa, cuando ésta piensa, quiere y siente.
10
Respecto a la dimensión relacional de la persona -de la que ya hablaremos- su afectividad
se manifiesta de diverso modo según el tipo de relación que se establezca con el otro:
funcional (instrumental o utilitarista), social o interpersonal.
Aquí hay que aclarar que en el “ser” el hombre, en cada persona en concreto, si de por sí
es inseparable esa triple dimensión vital de la que hablamos -la espiritual, la psíquico-
afectiva y la corpórea-, sí cabe la posibilidad -en el acto humano personal- de romper o
separar dicha integración desde la perspectiva del “obrar”. Esto se debe a la libertad, que
hace posible al hombre obrar sólo conforme a las tendencias de su cuerpo o de los
vaivenes de su sensibilidad afectiva, sin tener en cuenta su dimensión espiritual.
Perspectiva ética
DIMENSIONES DE LA PERSONA
b) “el cuerpo humano es así lenguaje de la persona humana, aunque como todo
lenguaje puede ser verdadero o falso, según sea o no expresión ordenada de la unidad
sustancial que constituye la persona humana”;
Esto tiene una connotación particularmente significativa por lo que se refiere a la relación
de la persona con las cosas y con las demás personas. Esta responde a una actitud
voluntaria que puede ser de índole hedonista, utilitarista o ética, según se mueva por el
mero placer que lo material proporciona al propio cuerpo, o por su utilidad, en cuanto
sirve de medio o instrumento para algún fin determinado, o según se interrelacione con
aquello -con aquel o aquella- conforme al principio ético fundamental que lleva a amar a
2
CARLO CAFFARRA, Sexualidad a la luz de la Antropología y de la Biblia, Rialp, Dif 2, Madrid 1991,
p. 11.
12
cada una de las realidades en la medida en que cada una de esas realidades merece ser
amada 3.
a) Dios merece ser amado en la medida de su ser infinito: con todo el corazón (núcleo
afectivo), con toda la mente y con toda el alma, con todo el ser personal.
c) Las cosas materiales han de ser amadas en la medida en que sirvan para amar a
Dios y a las personas creadas, es decir, en la medida de su necesidad y utilidad para
hacer efectivo el amor que merece Dios y las personas humanas 4.
Esto quiere decir que ha de haber proporción entre la naturaleza de nuestro querer y
la realidad a la que se ama. Cuando se trata de una persona, ésta ha de ser percibida
y tratada en toda su integridad, desde su dimensión corpórea y sensible hasta la
espiritual más profunda. Por eso es inhumano -contrario a la dignidad de la persona-
ese movimiento de la voluntad que lleva a “querer” a otra persona -en distintos
niveles de relación- por razones de mera utilidad o de placer para sí.
“Quien ama por utilidad o por placer no sale de sí mismo, sino que quiere la cosa para
sí. Sólo quien dispone su voluntad al valor intrínseco del amado, sale de sí, se
convierte en apertura, se comunica y, en suma, ama como persona” 5.
3
Cfr. CARLO CAFFARRA, Sexualidad a la luz de la Antropología y de la Biblia, Rialp, Dif 2, Madrid
1991, p. 21.
4
Cfr. CARLO CAFFARRA, Sexualidad a la luz de la Antropología y de la Biblia, Rialp, Dif 2, Madrid
1991, p. 21).
5
CARLO CAFFARRA, Sexualidad a la luz de la Antropología y de la Biblia, Rialp, Dif 2, Madrid 1991, p.
22.
13
La subjetividad y la relacionalidad del ser personal
La persona es, pero se hace, como ya hemos visto. Ahora hemos de comprender que se
hace con otras personas, junto con otras, en la medida de su actuar en relación con ellas.
6
CARLO CAFFARRA, Sexualidad a la luz de la Antropología y de la Biblia, Rialp, Dif 2, Madrid 1991, p.
22.
14
En este sentido podemos afirmar que los elementos ontológicos (propios de su ser
personal) en cuanto a su hacerse, son dos: su absoluta subjetividad (por ser un sujeto que
subsiste, de donde proviene su subjetividad -subiectum=sujeto-) y su relacionalidad (por
ser un sujeto en relación con otras personas).
a) Subjetividad
Por su absoluta subjetividad la persona es de tal modo singular que es mucho más que
mero individuo -ser sólo uno más entre los de su especie-, lo que no ocurre entre los
animales no racionales.
La absoluta singularidad del subsistente en sí y por sí -en tanto que sustrato metafísico-
sólo se revela en la acción libre, propia del ser personal: el acto libre es la suprema
revelación de la persona por cuanto no tiene otra causa que el yo que lo ejecuta como
sujeto autor. Todos pueden tomar mi lugar en muchas de mis operaciones, pero nadie
puede reemplazarme a la hora de tomar una decisión libre. Así es que por ser sujeto de
mis actos libres soy el autor de los mismos, y, por lo mismo, del andar de mi propia
existencia -si bien relativamente-. Esto es consecuencia de que soy dueño de mí. Por
poseerse a sí misma -ser dueña de sí- la persona puede realizar actos libres.
SUBJETIVIDAD YO RELACIONALIDAD
Es interesante la reflexión analógica que hace el Prof. Carlo Cafarra para entender el acto
libre, en relación con la modalidad del ser personal de quien procede:
“Se pueden sustituir muchas operaciones a través de prótesis siempre más perfectas; se
ha podido crear la inteligencia artificial. Pero no existe una prótesis de la libertad, ni una
libertad libre artificial. El acto libre revela eminentemente a la persona porque en él se
15
refleja su subjetividad subsistente, su ser “causa sui”, repetirá continuamente Santo
Tomás”. Bajo esta perspectiva “la genealogía de la persona coincide con la genealogía de
la libertad y devenir persona significa devenir libre”7.
Esto tiene sus implicancias: la decisión libre -de quien es dueño de sí, de quien se
autoposee- supone la autoafirmación de sí mismo y por sí mismo.
Pero cabe preguntarse: “¿Y el otro con quien me descubro en relación? Porque de él, de
su libertad, vale aquello que he descubierto yo en mi propio ser. Este interrogante abre a
la reflexión acerca del modo genuino de relación que cabe entre las personas, de manera
que no sólo no se vea anulada la singularidad autoafirmada de sí mismo del cada quien de
los que entran en relación, sino que por el contrario, más aún, se afiance.
b) Relacionalidad
Subjetividad YO Relacionalidad
7
CARLO CAFFARRA, La familia como ambiente de desarrollo humano, Conferencia en el Curso de
Bioética, en Bolonia, 13-VI-1994, publicada en http://multimedios.org/docs/d000067, p. 2.
16
Autoafirmación personal y tendencia a la comunión interpersonal, éstas son las dos
fuerzas de la persona en relación que parecieran oponerse (aunque no contraponerse):
el “ser en sí” y el “ser para otro”.
singularidad
unicidad
insustituibilidad
infinitud
totalidad
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CONSTITUCION ONTOLOGICA DE LA PERSONA
Sólo en el acto de amor se sintetiza esa doble tendencia en aparente contradicción, la que
inclina a la autoafirmación y la que conduce a la comunión.
Así el acto de amor, desde una perspectiva antropológica, podría definirse como la
capacidad máxima de afirmación de sí mismo y por sí mismo por la suprema afirmación
del otro.
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CONSTITUCION ONTOLOGICA DE LA PERSONA
Autoafirmación Tensión
Vocación a la comunión
bipolar
(Síntesis)
Afirmación de sí Acto libre Comunión con el otro
de amor
El acto libre de amor-por el que la persona se afirma como sujeto que existe en sí y por sí-
es la “chispa” que estalla entre los dos polos constitutivos (subjetividad y relacionalidad),
al encontrarse con la misma tensión bipolar de aquel otro con quien entra en relación.
Aún más, no sólo la persona se hace persona por el acto de amor, lo que implica el
despliegue de su doble polaridad constitutiva, sino que la persona deviene persona, es
decir, se origina genealógicamente, gracias al acto de amor de sus progenitores, quienes
por esa doble polaridad han entrado en comunión.
8
CARLO CAFFARRA, La familia como ambiente de desarrollo humano, Conferencia en el Curso de
Bioética, en Bolonia, 13-VI-1994, publicada en http://multimedios.org/docs/d000067, p. 3.
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La dimensión sexuada: la persona varón y la persona mujer. El sentido de la
sexualidad
Por el espíritu es que la persona humana es un ser abierto desde dentro y hacia fuera,
desde su inédita interioridad, de donde emerge su novedad -de carácter donal-, la que se
puede entregar -o recibir- a otro ser también espiritual, en carácter de “don”; pero es
por su cuerpo que esto es “materialmente” posible.
20
En el cuerpo sexuado del varón y la mujer se ve la posibilidad “material” de donarse según
su mutua complementariedad, conforme a su reciprocidad asimétrica.
Esta es la clave de comprensión de la persona, que “se hace” la que ella misma es -en
cuanto a la extracción de sí de todo lo que es capaz de ser- “con otras personas”, y muy
específicamente, en tanto que corporalmente es sexuada -igual pero distinta-, tal como se
manifiesta en la corporeidad masculina y femenina del varón y la mujer. En cuanto a su
tendencia a la comunión ésta proviene de su carácter “personal”, esto es de su espíritu.
Que la naturaleza humana sea sexuada hace referencia a una doble dimensión: la de su
carácter personal, que remite al espíritu, por la que se manifiesta que la persona está
hecha para el don, es decir, capaz de amar, y la de su carácter sexuado, la que se refiere a
su posibilidad “material” de donarse, es decir, a su capacidad real de esposarse; de ahí
que pueda hablarse del carácter esponsal del cuerpo humano, si bien quien se esposa es
toda la persona, no el cuerpo.
Persona Sexuada
21
Su capacidad de vinculación nace de la posibilidad de realizar el acto más plenamente
libre -el acto de amor- por el que cada uno se entrega a sí mismo como don y es
capaz de recibir en sí al otro como don. Una perspectiva meramente biológico-
corpórea empobrecería el sentido de tal vinculación depauperando a la persona, si no
se la considerara en la totalidad de su integral unidad corpóreo-espiritual. La
sexualidad humana nada tiene que ver con la animal, en este sentido, pues es
eminentemente personal, lo que equivale a decir espiritual.
“La sexualidad humana -explica Jutta Burggraf- significa una clara disposición hacia el
otro. Manifiesta que la plenitud humana reside precisamente en la relación, en el
ser-para-el-otro. Impulsa a salir de sí mismo, buscar al otro, alegrarse en su
presencia (…). Está hecha para dar y recibir amor. De esto nos habla la condición
sexual que tiene un inmenso valor en sí misma” 9.
Sobre esta base antropológica es posible entender qué significa el acto plenamente
libre por el que dos personas se vinculan: casarse, y la vinculación conyugal que se
deriva como efecto inmediato consecuente de tal acto: estar casado. Si esto se
entiende, es fácil comprender en qué consiste propiamente la comunidad
matrimonial y familiar.
9
JUTTA BURGGRAF, Juan Pablo II y las mujeres, en AAVV, Nuevo Feminismo. La mujer en Juan
Pablo II, Coloquio Teológico Internacional, comp. Carlos Alberto Scarponi, Cátedra Juan Pablo II, EDUCA,
Buenos Aires 2006, pp. 57-58.
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NATURALEZA HUMANA SEXUADA
Persona Sexuada
Vínculo conyugal:
Comunidad conyugal
estar casado
Para que exista vinculación esponsal es necesario, por tanto, que previamente haya
habido posibilidad “material” de donarse, lo que se manifiesta en la diversidad
sexuada de un varón y una mujer no previamente vinculados, y que se haya realizado
el acto personal (libre) de “donarse” -esto es de darse y recibirse-, de índole
espiritual, lo que en lenguaje jurídico se denomina “consentimiento”. Es preciso que
se haya dado el “sí” del pacto de amor matrimonial por el que un varón y una mujer
“se casan”. La consecuencia inmediata del pacto matrimonial -esto es, del acto de
casarse- es el hecho de que se produzca realmente el vínculo conyugal -estar
casado-. Si bien están íntimamente relacionadas, se trata de dos realidades diversas:
una es la causa, casarse, y otra la consecuencia, estar casado.
23
explica el Profesor Carlo Cafarra al referirse a la sexualidad humana que lo hace
posible, conforme a su índole físico-biológica, afectiva y espiritual conjuntamente:
“Podemos intentar ahora -continúa el Prof. Caffarra- una descripción sintética, una
definición descriptiva de la sexualidad. La sexualidad es una dimensión de la persona;
incluye, por tanto, los tres aspectos esenciales de lo humano: biológico, psicológico,
espiritual. Siendo la persona humana una realidad unitaria, estos tres aspectos
esenciales de la sexualidad están íntimamente conexionados entre sí. Reflexionando
sobre la propia experiencia, el hombre percibe que la sexualidad es una dimensión de
la persona en virtud de la cual es capaz de salir de sí, hasta la suprema realización de
este éxodo de sí: el don de sí mismo al otro, creando la comunión”11.
Luego de entender desde sus raíces en qué consiste el vínculo conyugal en tanto que
fruto de la libertad, es posible comprender en qué consiste el amor conyugal, en el
que el arte de amar se inscribe en un nuevo orden de amor.
La comunidad matrimonial o conyugal nace como orden de amor del pacto nupcial, si
se dan estas características que lo hacen valedero:
10
CARLO CAFFARRA, La sexualidad humana, Ediciones Encuentro, Madrid 1987, pp. 33-34.
11
CARLO CAFFARRA, La sexualidad humana, Ediciones Encuentro, Madrid 1987, pp. 35-36.
24
Libre: procedente de la voluntad consciente de quien sabe lo que hace;
Fecundo: por cuanto ha surgido una realidad nueva, que antes no existía, el
nosotros -que es un co-ser-, del que podrá luego brotar otra novedad
personal, el hijo. De la comunidad matrimonial nacerá así la comunidad
familiar.
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El amor familiar
Entra aquí en juego el ejercicio de la virtud del amor que tiene su fundamento en la
armonía interior de la persona que, en tanto que íntegra, es capaz de integrarse con
otros, a distintos niveles. Así, de la real y armoniosa vinculación conyugal nacen
relaciones de familia armoniosas, base y fundamento de una sociedad a su vez
armoniosa en sus distintos ámbitos -educativo, sanitario, deportivo, organizativo, etc.-
.
Este compartir el cuerpo del otro como propio, tal como se da en la vida conyugal, se
proyecta al modo diverso de compartirlo -de modo también fortísimo-, entre quienes
se hallan comunicados en el cuerpo -la propia carne y la propia sangre- en razón de su
origen. Esta es la razón última de la profundidad de los lazos que se producen entre
los mismos esposos, entre padres e hijos, entre los hermanos entre sí y entre
abuelos y nietos, a los que llamamos vínculos familiares bajo formalidades diferentes.
Todos ellos se hallan sustentados por un único amor familiar, que hace de la familia
una unidad armónica. Su fundamento es la identidad familiar -de índole biográfica-
que a todos hace uno: el pertenecer a una sola y única familia. Esta permanece
siempre aunque se quiera renegar de ella y aunque las circunstancias más dispares
intenten diluirla. Se pertenecerá siempre a la misma familia, aunque todos se hallen
12
JOSE NORIEGA, El destino del Eros. Perspectivas de moral sexual, Palabra, Madrid 2005, p. 68.
13
JOSE NORIEGA, El destino del Eros. Perspectivas de moral sexual, Palabra, Madrid 2005, p. 68.
27
disgregados, así como se será siempre madre o padre de tal hijo, o hijo o hija de tal
padre y de tal madre, o hermano o hermana de los que son hijos de un mismo padre
y de una misma madre14.
Todo esto vale para el despliegue del “arte de amar” entre quienes comparten la
misma carne y sangre por ser miembros de la misma familia con una única diferencia
respecto al amor conyugal. Sólo en este caso se comparte el destino común. No
sucede así, por fuerte que sean los lazos vinculantes, con el amor materno, paterno,
filial, fraternal… La entrega desinteresada del propio don que somos nosotros mismos
a los “míos” -en distinto grado de profundidad según la proximidad del parentesco-
en ningún caso compromete el propio y único destino biográfico. Cada uno, según su
peculiar e intransferible vocación personal, camina hacia su propio fin. No así en el
caso de los cónyuges, quienes han decidido cargar ambos conjuntamente con el
“destino” del otro hecho propio desde la fundación de la co-biografía del “nosotros”
conyugal. Ambos, en tanto que origen común de las personas que engendran,
constituyen el más sólido fundamento para que éstas, sobre la base insustituible de la
propia identidad familiar, puedan recorrer cada uno libremente la vía que les conduce
hacia su propio destino personal.
14
Estas ideas han sido desarrolladas por los profesores PEDRO JUAN VILADRICH y P. LIZARRAGA en la
Lección 1 de la asignatura Ética de los valores matrimoniales y familiares: “El valor del amor incondicional a
la persona desnuda”, del Master Universitario en Ciencias de la Familia del Instituto de la Familia de la
Universidad de Navarra (a distancia): material inédito.
15
JOSE NORIEGA, El destino del Eros. Perspectivas de moral sexual, Palabra, Madrid 2005, pp. 68-69.
16
CARLO CAFFARRA, La familia como ambiente de desarrollo humano, Conferencia en el Curso de
Bioética, en Bolonia, 13-VI-1994, en “Universitas”, Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción,
Asunción, Paraguay, Año I, n. 5, 2003, pp. 38-46.
17
Cfr. CARLO CAFFARRA, La familia como ambiente de desarrollo humano, Conferencia en el Curso de
Bioética, en Bolonia, 13-VI-1994, en “Universitas”, Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción,
Asunción, Paraguay, Año I, n. 5, 2003, pp. 4 y 5.
28
Se descubre así el nexo inescindible que se da entre la familia y la genealogía de la
persona, el que responde a la articulación inseparable entre el ejercicio de la
sexualidad, el amor conyugal y la procreación de una nueva persona.
Respecto al contenido antropológico de esta conexión cabe afirmar que “en el ser-
hombre y en el ser-mujer está inscripto un significado que no pertenece a la libertad
de inventar, sino sólo a la de descubrir e interpretar la verdad. La masculinidad y la
feminidad son un lenguaje dotado de un significado originario. No son un dato
puramente biológico apto para recibir cualquier sentido que la libertad decida
atribuirle. ¿Cuál es este significado? Es el don total de sí al otro. El lenguaje de la
masculinidad/feminidad es el lenguaje del don total. En cuanto tal, es lenguaje
intrínsecamente, esencialmente, esponsal, conyugal. El ser humano sexuado es
orientado a la conyugalidad”18.
18
CARLO CAFFARRA, La familia como ambiente de desarrollo humano, Conferencia en el Curso de
Bioética, en Bolonia, 13-VI-1994, en “Universitas”, Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción,
Asunción, Paraguay, Año I, n. 5, 2003, p. 5.
19
JUAN PABLO II, Carta a las familias, 2-II-1994, n. 12.
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