3º-A.2 La Guerra de la Independencia a través de las pinturas de Goya:
La guerra de independencia tiene tres acontecimientos previos a la invasión de las
tropas napoleónicas: El proceso de El Escorial, El Motín de Aranjuez y el tratado de Fontainebleau (27 de Octubre de 1807). El proceso de El Escorial fuese o no un complot de Godoy contra el Infante Fernando, lo que supuso fue un duro golpe contra la Corona y una prueba mas a Napoleón de la crisis de las instituciones monárquicas en España. El 17 y 19 de Marzo de 1808, tras la firma del tratado de Fontainebleau por Godoy, estallo la chispa de un motín popular orquestado por sus enemigos políticos. Aunque el motín había estallado por la orden del ministro de desplazar a la corte hacia Andalucía, muy pronto se vio claro que el objetivo era derribar al valido. Estos sucesos convierten a Napoleón en árbitro de la situación hispana, tanto la militar como la dinástica. Su plan consistió en reunir a toda la familia Real en Bayona. Resuelve la cuestión dinástica con la abdicación de los reyes a favor de su hermano José. Allí en Bayona, una asamblea de españoles notables aprueba un proyecto constitucional ofrecido por Napoleón. Este proyecto aunque no se lleve a la práctica, muestra una división social dentro de la guerra, apareciendo la figura del patriota y del afrancesado. La guerra es, al mismo tiempo y contradictoriamente, una cruzada religiosa y una ofensiva anticlerical, revolución y contrarrevolución. Un enfrentamiento, sin cuartel, que empezó el 2 de Mayo de 1808, en la villa de Madrid, tras intentar detener la salida de Palacio del último de los infantes, don Francisco de Paula. Es difícil describir mejor de lo que ya lo hizo Francisco de Goya en su cuadro “La carga de los mamelucos”. Una escena sangrienta y cruel. La imagen del “pueblo” en armas, desorganizados y con armas rudimentarias, en contra de la caballería mameluca del ejército francés. Con el fatal desenlace que también recoge Francisco de Goya en su obra “Los fusilamientos de la Moncloa”. Orquestados por Murat y Grouchy para castigar la rebelión. El artista nos refleja de forma inmejorable al que se convirtió en actor principal de los importantes acontecimientos que seguirían, el pueblo, que se rebelaba pese a las recomendaciones reiteradas de clama por parte de las desprestigiadas autoridades en las que se había depositado una soberanía que ahora reclamaba. Las dos escenas elegidas son muy significativas, al representar el inicio de la heroica resistencia nacional y el sacrificio de los españoles. El artista había manifestado el 24 de febrero de 1814 a la regencia, que había recaído en el infante don Luis de Borbón, “sus ardientes deseos por perpetuar por medio del pincel las más notables y heroicas acciones o escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de Europa”. No existe documentación relevante para aclarar si la idea de estos grandes lienzos partió de Goya. Su carta, que no se conserva, pudo haber sido sus contestación y sus condiciones económicas a un encargo de la regencia para preparar una serie de lienzos conmemorativos de la defensa contra de Napoleón, ante el inminente regreso de Fernando VII, que entraba en Madrid el 19 de Mayo de 1814. EL 9 de Marzo ,en cualquier caso, un oficial de Tesorería había contestado a Goya de orden del regente que “en consideración a la grande importancia de tan loable empresa y la notoria capacidad del dicho profesor para desempeñarla, ha tenido a bien admitir su propuesta y mandar en consecuencia que mientras el mencionado Dn. Francisco Goya este empleado en te trabaxo, se le satisfaga por Tesorería mayor, además de lo que por sus cuentas resulte invertido en lienzos, aparejos y colores, la cantidad de mil quinientos reales de vellón mensuales por vía de compensación” Seguramente Goya no vio las ejecuciones, aunque vivía cerca del lugar de una de ellas, la Puerta del Sol, pero debió conocer detalles, ya que, por ejemplo, hubo un superviviente entre los que iban a ser fusilados en ese lugar, que huyo hacia el rio Manzanares. El enclave está perfectamente recreado, con la Exactitud de una vista topográfica de la ciudad. Más allá de la “montaña” contra la que están situados los que van a morir, la fila de los últimos condenados avanza desde los edificios del fondo, derruidos durante el siglo XIX: el cuartel del Prado Nuevo, donde habían estado confinados hasta la hora de las ejecución, y el convento de doña María de Aragón, cerca de lo que había sido el Palacio de Godoy. El cuartel del Prado Nuevo, además, y el cercano cuartel del Conde Duque, eran los centro de acantonamiento de los soldados franceses que actuaron en el piquete de ejecución, cuyo uniforme les identifica perfectamente, a pesar de lo sumario de la pintura, como pertenecientes al Batallón de Marineros de la Guardia Imperial. Entre los españoles que caminan hacia la muerte, aparece un religioso, vestido de negro, que evidencia el deseo de Goya de representar los hechos con rigor, ya que fue allí el único lugar de Madrid en que se ejecuto ese día un sacerdote, don Francisco Gallego y Dávila. La escena es muy compleja, retomando con realismo moderno las directrices de la gran pintura Italia de historia, que deslumbra por la capacidad de su autor de representar los más variados sentimientos y afectos del ser humano en tensión. El valor el miedo, la resignación o la desesperación de los que aun están vivos se une conmovedoramente a la quietud sombría de los muertos en primer término. El grupo de los soldados sin rostro, inflexibles, contrasta en su estructura disciplinada y mecánica con el desorden de sus víctimas, entre las que destaca el héroe anónimo que se enfrenta de nuevo a ellos, ahora arrodillado y con los brazos en cruz, con su expresión de terror y asombro, sin comprender la razón de tan brutal represalia. Goya le ha vestido de blanco, proclamando su inocencia, convirtiéndole en símbolo del pueblo español, de todos los caídos durante la invasión del “tirano” de Europa, a los que el pintor había rendido ya un homenaje estremecedor en sus estampas de los Desastres de la guerra. Tras la vuelta de Fernando VII hasta el trienio liberal, la constitución de Cádiz se verá restituida por el absolutismo. Comenzara así un proceso de anti-revolución y estatismo que llegara a su ocaso con el trienio liberal (1820-1823). El miedo que, como por ejemplo, tuvo el pintor Francisco de Goya se tradujo en el primer exilio de muchos españoles, que bien ayudaron al régimen impuesto por Napoleón, o simplemente muchos liberales que juraron la constitución de Cádiz, que según la visión de Fernando VII iban en contra del absolutismo y la constitución tradicional. El castigo y la persecución que Fernando VII llevo a cabo fue la primera vez que se produjo, pero se seguirán produciendo durante el siglo XIX, incluso en el s XX, tras la Guerra Civil Española.
Bibliografía:
B.MENA MARQUES, Manuela: “Vol.4 100 Obras Maestras del Museo Nacional de Prado”. Fundación Amigos del Museo del Prado. Editorial Mediasat Group S.A, 2007.
BULDAIN JACA, Blanca (coord.): “Historia contemporánea de España 1808-1923”.
Viano, Hugo Luis - El Clero Argentino Durante La Revolución (1810-1816) Según Las Oraciones Patrióticas Análisis de Los Casos de Diego Zabaleta, Gregorio Funes, Francisco de Paul