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Seminario Internacional de Verano “Filosofía de la Naturaleza:

contrastes entre Edad Media y Modernidad”

El Libro de la Naturaleza y la Docta Ignorancia

Julián Aguilar

El contenido del presente trabajo, a forma de recuento y reflexión, ha sido realizado a partir de lecturas
del prólogo y los capítulos I,II, III y IV de la obra La docte ignorance (1440) de Nicolás de Cusa y, sobre
todo, a partir de la ponencia del Dr. José González Ríos, realizada el 26 de julio del presente año dentro
del marco del Seminario Internacional de Verano “Filosofía de la Naturaleza: contrastes entre Edad
Media y Modernidad”, organizado por el Seminario de Historia de la Filosofía del Instituto de
Investigaciones Filosóficas de la UNAM.

Es común escuchar que la Edad Media fue una época de absoluto oscurantismo, superstición y total
ignorancia, en total contraste con la Antigüedad y el Renacimiento. Y si bien el medioevo no fue la
mejor época de la humanidad para vivir, es injusto sumergirla en una visión de absoluto oscurantismo.
La cultura medieval fue, de alguna manera, producto y evolución de la cultura de la antigüedad, así
como el Renacimiento lo fue de la Edad Media. Durante un milenio, el medioevo vislumbró grandes
progresos y conocimientos en distintas áreas, como en matemáticas, física, química, astronomía,
medicina, arquitectura, inventos y, por supuesto, en filosofía. Un ejemplo de esto lo podemos encontrar
en el protagonista del presente escrito, en Nicolás de Cusa, a quien, por cierto, se le atribuye la
invención de las lentes cóncavas para solucionar el problema de la miopía.

Nicolaous Krebs (von Kues), nacido en 1401 en Cusa, fue teólogo y filósofo, considerado una pieza clave
en el pensamiento renacentista, como una transición del medioevo al pensamiento moderno. Lo que
atañe al presente escrito es la concepción que el Cusano poseía de la idiotez y lo que él denominó
docta ignorancia, sobre la imposibilidad de a aprehensión de Dios y en el medio para llegar a la Verdad.

El Libro de la Naturaleza y el Libro de la Tradición

De acuerdo al Dr. José González Ríos, en Nicolás de Cusa encontramos dos formas de concebir al
mundo: desde una visión impuesta por la tradición y el sistema; y otra desde una forma libre y natural
que deja de lado al sistema y a la tradición. A esta segunda visión se le denomina el libro de la
naturaleza, y sugiere la libre operación de la mente. Esto presupondría que, por más erudición y
complejidad que se puedan encontrar en los sistemas políticos, económicos y sociales, esa visión estará
viciada por intereses particulares, políticos e ideológicos, por prejuicios, censura e injusticia. Sin
embargo, una lectura del libro de la naturaleza, es decir, un pensar libre y contracultural, presupondría
una crítica y desmoronamiento de los principios doctrinales, tradicionales e institucionales de los
distintos sistemas sociales, con el fin de fundamentar y fortalecer los principios sobrevivientes a la libre
operación de la mente.

Esto, forzosamente, nos lleva a pensar, tal como lo hicieron Deleuze y Guattari, en la figura del genio
maligno y el método cartesiano: hay que dudar absolutamente de todo y rechazar todo aquello que
conduzca a la menor duda, hasta quedarse con aquellas ideas claras y distintas de las cuales es
imposible dudar, para fundamentar el conocimiento. Aquí se podría ver una posible influencia de
Nicolás de Cusa sobre René Descartes.

La docta ignorancia

Por otra parte, en el Cusano también se puede encontrar una distinción entre un erudito tradicional y
un docto ignorante:

“A ningún hombre, por más estudioso que sea, le sobrevendrá nada más perfecto en la doctrina
que saberse doctísimo en la ignorancia misma, la cual es propia de él. Y tanto más docto será
cualquiera cuanto más se sepa ignorante”.

Como lo menciona el Dr. José González, podemos encontrar en Nicolás de Cusa una doble acepción en
la concepción del idiota: el hombre rústico, no académico y marginal; y el hombre ignorante pero que se
esfuerza por liberarse de la erudición tradicional para abrirse paso a la lectura del libro de la naturaleza.
Esta segunda acepción de la idiotez, es el ignorante docto. Su saber radica en su ignorancia.

Lo anterior nos remite a la fórmula socrática “yo solo sé que no sé nada”. Sócrates, desde la
antigüedad, ya daba cuenta de esta problemática: el saber que no se sabe nada, es ya un saber, y es
también un acto de humildad ante el conocimiento al reconocer los límites de la razón. Sin embargo,
para el Cusano, cuanto más profundamente el sujeto sea docto en su ignorancia, más se acerca a la
verdad.
La imposibilidad de la aprehensión de Dios.

La maximidad, para el Cusano, es aquello mayor que de lo cual nada puede haber (existir), e identifica a
esa maximidad con la unidad y, por tanto, con la entidad. Aquí, Nicolás de Cusa identifica a la
maximidad con Dios. Este pensar me recuerda al argumento ontológico de San Anselmo, que afirma
que no hay nada mayor por encima de Dios que pueda ser pensado. Por otra parte, este pensar de
Nicolás de Cusa podría interpretarse en términos del principio de razón suficiente o principio de
causalidad. Todo hecho, efecto, materia, incluso causa, tiene una causa, y esto da paso a la creación o
conjeturación de una cadena inconmensurable de causas, o, dicho de otro modo, a la creación de una
cadena infinita. Esta causalidad o maximidad necesariamente arroja al sujeto finito a la infinidad, pero
el entendimiento, al no hallar proporción y mesura entre su finitud y la infinitud, se ve imposibilitada a
acceder a la maximidad, por más que se dirija a ella con grandes esfuerzos progresivos. Y más aún, esa
maximidad identificada con Dios por el Cusano, no solo se encuentra al final de aquella cadena de
objetos, sino que se ubica, como ápice de todo deseo del intelecto, fuera de la serie de las cosas
infinitas. Esta verdad absoluta, o maximidad o divinidad, es inaccesible al entendimiento humano. El
llegar a la exactitud de las combinaciones en las cosas corporales (unidad), y a una adaptación
adecuada de lo conocido a lo desconocido, es algo superior a la razón humana.

Aunque el ser humano llega a la consciencia de que no puede acceder por ningún medio al
entendimiento de la verdad, le es casi imposible dejar de buscar e intentar penetrar esa verdad, cual si
se tratara de un león hambriento buscando a su presa para saciarse.

Conclusión

Debido a tal imposibilidad del entendimiento, de la ignorancia y del hambre del sujeto, es cuando, para
Nicolás de Cusa, se puede tener un acercamiento al Absoluto. La incomprensión es el medio para
acceder a la verdad porque, como se mencionó párrafos arriba, cuanto más docto sea el sujeto en su
ignorancia, más se acerca a la verdad. El hambre es necesidad del sujeto, y es evidencia de que existe el
alimento. Así, se puede decir que el deseo intelectual del hombre no es un defecto de su naturaleza,
sino el modo en que puede acceder a la Verdad.

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