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7Prácticas Funerarias de Elite

En San José de Moro

Luis Jaime Castillo Butters

Algunos sitios arqueológicos capturan nuestra imaginación por su monumentalidad. La Huaca


del Sol resulta aun incomprensiblemente gigantesca y nos reta a imaginarnos cómo sociedades tan
antiguas pudieron organizarse para edificar templos que aun hoy, con tecnologías modernas, serían
casi impensables. Otros sitios nos sorprenden por su enorme complejidad. Chan Chan, por ejemplo,
con sus murallas, grandes plazas, centenares de pasadizos, habitaciones, «audiencias», depósitos y
plataformas funerarias, nos hacen imaginar ciudades repletas de personas entrelazadas en redes
comerciales y relaciones sociales y políticas. Otros nos maravillan simplemente por su antigüedad.
Pensar que las pirámides egipcias se construyeron hace casi cinco mil años, o que en la costa
peruana ya habían sociedades que tenían complejos ceremoniales casi en la misma época nos hace
cuestionar el concepto mismo de civilización. En algunos casos la singularidad de un sitio reside en
que contengan restos singulares, como las tumbas Mochicas en Sipán o en la Huaca Cao Viejo.
Final-mente, la fascinación que atrae a las multitudes reside en una preservación singular, es decir,
en el milagroso hecho que restos humanos y obras singulares producidas por hombres y mujeres en
el pasado re-moto hayan llegado hasta nosotros, a veces casi in-tactos. La momia Juanita y los
relieves policromos de la Huaca de la Luna, o los mantos que envolvían las momias Paracas nos
permiten, quizá solo por un efímero instante, imaginarnos cómo pudo ser ese pasado remoto. En el
Perú somos afortunados, pues todas estas causas de asombro y fascinación son características de
nuestro rico patrimonio. Quizá estamos mal acostumbrados al pensar que estos restos tan singulares
preservados a través de siglos o milenios son comunes y no merecen nuestra admiración y respeto.

San José de Moro (SJM) (Fig. 1) no corresponde a ninguna de estas definiciones, como es el
caso de la inmensa mayoría de sitios arqueológicos en nuestro rico territorio, que pasarían
desapercibidos si la arqueología solo se concentrara en sitios monumentales o susceptibles de ser
convertidos en atractivos turísticos. Si bien a lo largo de casi veinte años de investigaciones
arqueológicas en el sitio (Castillo et al. 2008) y en el valle de Jequetepeque (Fig. 2, 3), hemos
encontrado muchísimas tumbas complejas, ninguna de ellas puede ser catalogada como una «tumba
real», ni su contenido se acerca a la riqueza que se ha encontrado en ellas (Castillo 2005; Donnan y
Castillo 1994). Los objetos metálicos hallados en asociación con estos contextos son casi exclusiva-
mente de cobre (Fraresso 2007). El oro y la plata son casi inexistentes en el sitio, lo que ya de por si
gene-ra una serie de interrogantes y diferencias con los sitios más conspicuos de la tradición
Mochica como Sipán o Huaca de la Luna. La singularidad e importancia de SJM reside en aspectos
menos evidentes, que quizá requieren del ojo entrenado del investiga-
Figura 1. Mapa de la Costa Norte del Perú con la ubicación de los principales sitios arqueológicos
Mochicas, en la región Mochica Sur y en las tres áreas de desarrollo de la región Mochica Norte.

Figura 2. Mapa del Valle de Jequetepeque con la

Ubicación de los principales sitios ocupados durante los Periodos Mochica, Transicional,
Lambayeque y Chimú.
Pero que no por eso son menos importantes. San José de Moro ha aportado al entendimiento del
desarrollo de las sociedades complejas de la costa norte
algunas de las informaciones esenciales para entender su proceso cultural y para poner este devenir
en la perspectiva del desarrollo de las sociedades pre-colombinas de los andes centrales.

La singularidad de SJM está, en primer lugar, en su larga historia como centro ceremonial y
cementerio de elite, condición en la que sirvió a las sociedades que ocuparon el valle de
Jequetepeque entre los años 400 y 1400 de nuestra era, es decir las ocupaciones Mochica Medio,
Mochica Tardío, Transicional, Lambayeque y Chimú (Fig. 4, 5). Los mil años que cubre el
cementerio de SJM son quizá los años críticos en el desarrollo de las sociedades complejas de la
costa norte del Perú, puesto que antes de estos periodos la región fue parte del fenómeno Formativo
y después fue subsumida en el Imperio Incaico, es decir que en ambos extremos su identidad no es
distintiva sino que se engloba en fenómenos transversales para todos los andes centrales. Sitios con
una ocupación tan larga y continua son raros, y más raro aun es el hecho que durante todo este
tiempo mantuviera su carácter ceremonial y funerario. A esto hay que sumar el hecho de que
pareciera que SJM fue el cementerio de elite para todo el valle de Jequetepeque durante los periodos
Mochica Tardío y Transicional, dos de los periodos más intensos de ocupación en el sitio, puesto
que casi todas las tumbas «ricas» de estas épocas han sido halladas sólo en SJM.

El carácter continuo de la ocupación permite estudiar cómo cambian las prácticas funerarias a
lo largo del tiempo y es esencial en la definición de una secuencia cronológica maestra para el valle.
Pero en este sentido SJM comparte las características de otros sitios estratigráficamente complejos.
Las tumbas que se han excavado en SJM han presentado una variabilidad sorprendente, tanto en sus
formas y contenidos como en la información que nos permiten reconstruir de sus ocupantes, sus
funciones y roles en los sistemas ceremoniales y productivos. Numerosas tumbas excavadas en SJM
han permitido definir la actividad que realizaron sus ocupantes, y numerosas corresponden a altos
sacerdotes y sacerdotisas (Fig.

6) (ver Castillo en este volumen, Castillo 2005). Au-nado a esta riqueza de los contextos funerarios,
SJM aporta una singularidad más que lo hace uno de los cementerios más complejos de la costa
norte: los objetos contenidos en las tumbas, particularmente la cerámica, corresponden a los estilos
alfareros pro-
Figura 3. Plano de San José de Moro con indicación de los montículos y las áreas excavadas entre
1991 y 2007.

pios del valle de Jequetepeque, como de Cajamarca (en varios de sus sub estilos regionales, Bernuy
y Bernal 2008) y Chachapoyas en la sierra norte; Casma, Teatino, Nievería y Atarco en la costa cen-
tral y sur; Chaquipampa y Viñaque en la tradición Wari, y a lo que llamamos los estilos Proto
Lambayeque y Proto Chimú, puesto que eventual-mente dan lugar las grandes tradiciones de la
costa norte durante el Periodo Intermedio Tardío.

El cementerio y centro ceremonial de San José de Moro

San José de Moro está localizado en el kilómetro 701 de la Carretera Panamericana norte, en la
orilla norte del rio Chaman (Fig. 1, 3), en la parte norte del Valle de Jequetepeque. El sitio
comprende aproximadamente 200 hectáreas en las que se distribuyen restos de ocupaciones que
abarcan mil años conti-
Figura 6. Tumba M-U 41, correspondiente a la Sacerdotisa de Moro excavada en 1991.
Figura 7. Botellas de asa estribo de estilo Mochica Tardío decoradas con diseños en línea fina

excavadas en San José de Moro.


Figura 8. Concentración de tumbas Mochica Medio del Área 24.

nuos, desde su origen durante el periodo Mochica Medio, hasta su abandono, en época Chimú (Fig.
4). San José de Moro aparece mencionado por Paul Kosok (1965), y fue sujeto de excavaciones de
corta duración dirigidas por Hans Disselhof (1958) y Da-vid Chodoff (1979). Todos estos trabajos
previos constataron que se trataba de un sitio densamente estratificado, donde existían evidencia de
una densa ocupación perteneciente las culturas Mochica, Cajamarca, y Lambayeque, sin embargo,
debido a la naturaleza de las excavaciones que se hicieron y al estado de conocimiento de la
arqueología de la costa norte, resultó imposible llegar a alguna conclusión muy diferente de la
postulación clásica para esta región (Larco 1948).

Desde 1991 el sitio y la región circundante vienen siendo estudiados por el Programa Arqueológico
San José de Moro (PASJM, para una historia.
De Tallada del proyecto, sus objetivos y logros, ver Cas-tillo et al. 2008). Las excavaciones
conducidas en San José de Moro han tenido como objetivo estudiar las prácticas ceremoniales y
funerarias de las sociedades que lo habitaron, estudiar la evolución de su cultura material,
enfatizando algunas manifestaciones singulares como la cerámica Mochica Tardía de Line Fina
(Fig. 7), y la cerámica Mochica Policroma. Últimamente el proyecto se ha centrado en el estudio del
colapso Mochica, del impacto Wari y Cajamarca en la región y del tránsito hacia Chimú y
Lambayeque. Para esto fin se ha excavado el sitio en unidades de grandes dimensiones, y guiados
por la estratigrafía cultural que conforma capas y pisos de ocupación.

El estudio de las prácticas funerarias en SJM ha sido uno de los objetivos fundamentales del
PASJM, mas no el único. SJM es un cementerio que suma a
Figura 9. Vista lateral de la tumba de bota M-U 725. Se indica la localización del foso vertical de
entrada, el sello de adobes y la cámara funeraria. Nótese la estratigrafía natural de capas de arcilla y
arena en la que se dispuso la cámara.

Figura 10. Tumba M-U 1411, la tumba de bota


Mochica Medio más grande excavada en SJM. Nótese el tamaño de la pared que sirvió como sello
de entrada, las dimensiones de la cámara funeraria y su contenido.
su enorme complejidad, el hecho único de haberse salvado de la huaquearía en amplios sectores.
Esto ha permitido desarrollar una estrategia de investigación centrada en la recuperación de
información acerca de las prácticas funerarias vistas no como tumbas aisladas sino como conjuntos
funerarios (Fig. 8). Entre 1991 y 2008 el PASJM ha excavado un total de 492 tumbas distribuidas
en el área central del sitio que había sido menos afectada por el huaqueo. De estas tumbas 75
corresponden al periodo Mochica Medio en sus dos fases, 134 al periodo Mochica Tardío en sus
tres fases, 86 al periodo Transicional en sus dos fases, y 60 corresponden al periodo Lambayeque
(Fig. 5).

Si bien la mayoría de tumbas excavadas en SJM corresponden a individuos de la elite, un alto


número de contextos muy simples y poco profundos corresponden a individuos de las clases bajas
de sus sociedades, particularmente en época Mochica Tardía. Estas tumbas a las que denominamos
‘informa-les’ (Donley 2004, 2008) son simples pozos excavados directamente debajo de los pisos
de de las cocinas y depósitos donde se preparaba la chicha para las festividades religiosas que se
celebraban en el si-tio. Su orientación es aparentemente aleatoria, y rara vez presentan ofrendas. Un
número inusualmente alto de mujeres y niños aparecen tratados de esta forma. Parecería que se trató
del personal de apoyo en la realización de los rituales.

Las tumbas ‘formales’, que corresponderían a segmentos medios y altos de sus respectivas
sociedades; aparecen durante los mil años de ocupación del sitio en tres modalidades: pozos, botas y
cámaras. En ellas el tamaño, la profundidad, la orientación y la elaboración interna es muy variable,
y puesto que a grandes rasgos corresponde con el contenido de artefactos encontrados en asociación
con el muerto, estaría condicionada por el estatus del individuo enterrado. Las tumbas de pozo (a
veces también llamadas de fosa) son simples oquedades en el terreno, generalmente de poca
profundidad y ninguna elaboración interna. Las tumbas de bota presentan tres componentes: el pozo
vertical de entrada, la cámara lateral que contiene los restos humanos y las asociaciones, y el sello
de adobes que separa los dos componentes anteriores y con los que se cierra la bóveda funeraria
(Fig. 9). Las cámaras funerarias son las tumbas más grandes y elaboradas y consisten en un gran
orificio rectangular en la base del cual se construye
Figura 11. Tumba de Cámara Transicional Temprano M-U 1045. Nótese la gran cantidad de
cerámica dispuesta en los nichos, sobre el piso y alrededor de los individuos principales colocados
al centro de la tumba.

Figura 13. Tumba Lambayeque M-U 1209, un clásico ejemplo de esta tradición, con el individuo
en posición flexionada y con una botella tipo «Huaco Rey».

Paredes y techo para formar una verdadera habitación funeraria.

Estos tipos de tumbas corresponden en buena medida a las modalidades que se han encontrado en
otros sitios Mochica (Donnan 1995), sin embargo en SJM cada una de estas formas tienen
características singulares. Las tumbas de bota son la variante más distintivas y a la fecha sólo han
sido documentadas para los periodos Mochicas en la región Norte, en sitios como Vicús en el valle
de Piura, y en Pacatnamú y SJM en el valle de Jequetepeque.

Figura 12. Cámara Transicional Tardío M-U 1311. Nótese el grado de alteración de los restos
humanos y las vasijas al interior de la cámara.
Durante los periodos Mochica Medio y Tardío las tumbas de pozo corresponden mayormente a los
entierros informa-les antes descritos. En el periodo Mochica Medio la totalidad de tumbas
excavadas son bota, puesto que la población que se enterró en SJM durante este tiempo era
esencialmente de rango medio, con excepción de la tumba M-U1411 (Fig. 10) (Ruiz 2008). Duran-
te el Periodo Mochica Tardío las tumbas formales son esencialmente de bota y de cámara, con un
amplio rango de variabilidad en tamaño y contenido. En el Periodo Transicional desaparecen las
tumbas de bota y predominan los pozos y las cámaras funerarias. Durante la fase Transicional
Temprana las cámaras son muy grandes, continuando con la tradición Mochica Tardía (Fig. 11),
mientras que en la fase Transicional Tardía son pequeñas cámaras de dos por dos metros en
promedio (Fig. 12). Las tumbas de cámara en ambo periodos son los contextos más complejos
excavados en SJM (Ver Castillo y Rengifo en este volumen), conteniendo grandes cantidades de
cerámica utilitaria y fina de origen local o importa-das, artefactos de cobre que adornaban los
ataúdes o a los individuos principales, maquetas de edificios hechas en barro crudo, cuentas, además
de los individuos principales y un número variable de «acompañantes». Finalmente, en el periodo
Lambayeque las tumbas son todas de pozo, dotadas de cantidades discretas de ofrendas y
asociaciones (Fig. 13), lo que nos lleva a pensar que nuevamente en este periodo SJM deja de
recibir a individuos del más alto estatus social.
Esta pérdida de estatus en el cementerio co incide con una reorganización del valle de Jequetepeque
consecuencia de la su incorporación al estado Lambayeque. En ese tiempo SJM deja de ser el centro ceremonial
regional e inicia un lento declinar que culmina con su abandono en época Chimú.

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