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Misionología
Guía para el profesor
Curso de Formación Ministerial
por Jorge Baños
Baños, Jorge
Introducción a la misionología / Jorge Baños. - 1a ed. - Derqui: Producciones SAM,
2016.
210 p. ; 27 x 19 cm.
ISBN 978-987-1733-64-4
1. Misiones. I. Título.
CDD 266
E
ste material ha sido diseñado con el propósito de ser una herramienta de
trabajo en la enseñanza del curso “Introducción a la Misionología” a
estudiantes adultos que están preparándose para la ordenación en la Iglesia
del Nazareno. El contenido de este curso está basado en la descripción propuesta
en la Guía de Desarrollo Ministerial 2009-2013 de la Iglesia del Nazareno para las
regiones de Sudamérica (SAM) y México, América Central y Panamá (MAC).
El Libro para el estudiante (Notas de clase) fue escrito por Timoteo Mckeithen
y Luisa Zickefoose y la Guía para el profesor, fue escrita por Jorge Baños, a quien
agradecemos su valiosa contribución.
Instrucciones para
el uso de la Guía
E
sta Guía ha sido escrita con el propósito de ayudarle en su tarea de enseñar el curso
“Introducción a la Misionología”. Al escribirla hemos tenido en mente a los pastores-
profesores que están enseñando en diferentes lugares de nuestra región con recursos
limitados, pero con el deseo de ser fieles a la misión que Dios les ha encomendado.
Obviamente, este material no es exhaustivo; sólo pretende ser una herramienta que le
provee de algunos recursos didácticos que usted puede usar en su ejercicio docente. Antes de
usarlo, le sugerimos tener en cuenta las siguientes instrucciones:
• El material está dividido en cinco unidades de estudio. Queremos darle la libertad para
que según los días y horas de clase disponibles, usted divida estas unidades en varias
lecciones. Está claro que cada unidad de estudio no debe agotarse en una sola sesión, sino
que debería extenderse a lo largo de varias clases.
• Necesitará preparar con anticipación cada clase y tener listos los materiales que va
a utilizar. Le sugerimos que revise detenidamente esta Guía antes de dictar el curso y
que lea cuidadosamente todas las notas de clase e instrucciones correspondientes para
cada actividad. Si encuentra que las instrucciones no están suficientemente claras ni
comprensibles, es mejor que no utilice esas actividades para su clase. Por supuesto, la
posibilidad siempre está abierta para que usted agregue sus propios recursos y enriquezca
este material. No dudamos que su aporte creativo imprimirá características especiales a
su curso.
• Asegúrese de incluir un tiempo de oración al empezar cada clase. Invite al Espíritu Santo
para que presida ese tiempo y para que su presencia les guíe en todo momento. Pregunte
las necesidades de sus estudiantes y ore específicamente por cada una de ellas.
• Antes de las unidades de estudio encontrará un sílabo básico para el curso. La descripción
ha sido tomada de la Guía de Desarrollo Ministerial 2003-2007 de la Región Sudamérica y 2004-
2008 de la Región México y América Central; pero también se han incluido: la fundamentación
del curso, los objetivos generales, los objetivos específicos de cada unidad, el desarrollo
temático, la metodología para el dictado del curso, algunas sugerencias para las tareas
asignadas y una bibliografía básica. En este sentido, tenga la libertad de introducir las
modificaciones que considere pertinentes.
En las cuatro unidades de estudio correspondientes a este curso, usted encontrará diferentes
secciones como:
Notas de clase
El material de las unidades de estudio está dividido en dos columnas.
En la columna más ancha usted encontrará las notas completas de clase
preparadas por el profesor Jorge Baños, las cuales coinciden con el
material que sus alumnos tienen en sus manos. Este es un material (que
se concoce como el libro para el estudiante) que debe haber sido leído
por el alumno previamente al inicio del curso. Por este motivo no es
necesario ni aconsejable que usted lea porciones del mismo en clase,
sino, más bien debe ser expuesto creativamente, recibiendo además
el aporte de las reflexiones que resultaron de la lectura anticipada del
libro por parte de los estudiantes.
Lecturas complementarias
Al inicio de cada unidad encontrará una bibliografía relacionada
con la temática que se va a exponer. Según la disponibilidad de los
recursos a su alcance, utilice estas lecturas para la profundización de
sus conocimientos antes de presentar la clase respectiva.
Ayudas didácticas
En la columna más angosta que aparece en cada unidad usted tendrá
espacio para escribir sus notas personales sobre los temas presentados,
pero también encontrará algunas preguntas y dinámicas que pueden
ser utilizadas en el desarrollo de la clase. No obstante, usted puede
agregar otras más; las que le presentamos son sólo sugerencias para
hacer la clase más participativa y dinámica.
Actividades
En toda esta Guía usted encontrará diferentes actividades enumeradas,
sugeridas para el curso como por ejemplo: Trabajos individuales; trabajos en
grupos pequeños, preguntas para discusión en clase, entre otras. No tiene que
usarlas todas. Puede escoger las que mejor le sirvan a los objetivos de cada
clase, puede modificarlas y también puede incluir otras bajo su criterio.
Algunas de ellas puede usarlas durante la clase, otras puede asignarlas
para que sean hechas extra-aula. Para usar las actividades, es indispensable
que revise bien las instrucciones antes de presentarlas a sus alumnos.
Material de apoyo
El propósito de este material es reforzar los contenidos presentados en
las notas de clases. Hemos incluido algunas lecturas relacionadas con
los temas abordados que esperamos le ayuden en su preparación de las
clases y profundización del curso.
Asimismo, al finalizar las cinco unidades, encontrará dos secciones principales adicionales
que también pueden servirle en su tarea como profesor.
Bibliografía comentada
Está formada por una lista de libros básicos que pueden ser utilizados para este curso. Para
cada libro hemos incluido un breve resumen del contenido y el enfoque del autor para que
le oriente en su lectura y en sus posibles líneas de investigación personal.
Apéndice
Le animamos a seguir adelante en su tarea docente. Es nuestra oración que esta Guía sea
una herramienta que Dios pueda usar para acompañarle en su ministerio.
Orientación para
el docente
I
nicialmente necesitamos tomar conciencia de que en el proceso docente teológico ponemos
en práctica nuestros presupuestos pedagógicos que hemos asumido en forma conciente o
intuitiva a lo largo de nuestra vida. De la forma cómo hemos sido instruidos así enseñamos
o de la forma cómo hemos escuchado que debemos hacerlo, así lo hacemos. Los modelos edu-
cativos que ponemos en ejercicio en el aula son el reflejo de nuestros postulados pedagógicos
adquiridos.
Además de concientizarnos del ejerci-
cio de nuestra tarea docente y auto-anali- TRIANGULO INTERACTIVO
zarnos sobre ella, algo que puede sernos
de valiosa ayuda es tener en cuenta el Alumno
Triángulo Interactivo que está formado por
tres elementos claves que intervienen en
el aprendizaje: el rol mediador del alum-
no, los contenidos y el rol del profesor Proceso
como facilitador. Este triángulo interac- Educativo
tivo dinamiza el proceso educativo y nos E A
Enseñanza Aprendizaje
ayuda a comprender que el aprendizaje
se construye en la interacción compleja
entre estos tres elementos. Contenidos Profesor
Este elemento está referido a la actividad mental constructiva de los alumnos que juega un
papel decisivo como mediador entre la enseñanza y aprendizaje. El alumno es el protagonista
en el acto de aprender y no un mero espectador. Todos los recursos que se usen, incluso la
intervención del mismo profesor son sólo ayudas para el proceso educativo y no sustitutos del
lugar del alumno.
El Cono del Aprendizaje, de la Experiencia o de Dale muestra claramente que en la medida
que los estudiantes hacen uso de sus sentidos se involucran más en el proceso educativo y eso
incide directamente en un crecimiento porcentual de su aprendizaje.
EXPERIENCIA Y APRENDIZAJE
NUESTRA TENDENCIA NUESTRO NIVEL DE
ES RECORDAR ... INVOLUCRAMIENTO
Escuchando
20 % de lo que escuchamos palabras
Mirando cuadros
30 % de lo que vemos o fotografías
PASIVO
Viendo un video
o película
1Cono de la Experiencia. Tomado de Audio-Visual Methods in Teaching (Métodos Audiovisuales en la Enseñanza). Tercera edición, por Edgar
Dale. Derechos de propiedad intelectual, Copyright 1969, por Holt, Rinehart y Winston, Inc. Reimpreso con permiso de la casa publicadora.
2. LOS CONTENIDOS
En el acto educativo, los alumnos se aproximan a los contenidos no como “hojas en blanco”
o “tábula rasa” sino con un trasfondo que los predispone para el aprendizaje, positiva o negat-
ivamente. Cuando los contenidos, conceptos o los nuevos conocimientos se relacionan con los
elementos que ya existen en las experiencias previas del alumno, se produce un aprendizaje
significativo.
Tomando en cuenta este principio, la motivación juega un papel determinante en el pro-
ceso. Los alumnos son selectivos en relación con lo que les interesa aprender, es decir, apren-
den lo que les motiva aprender.
Pero, este elemento del Triángulo Interactivo está referido también a los objetivos que quere-
mos alcanzar en un curso o materia. El aprendizaje no sólo consiste en potenciar la actividad
mental constructiva de los alumnos sino en lograr que dichas elaboraciones o construcciones
alcancen los contenidos educativos que nos hemos propuesto alcanzar para determinado nivel
de estudios.
Finalmente no olvidemos que el proceso educativo tiene dos caras indivisibles como en
una moneda: ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE. Ambas son indispensables para que el proceso
se complete efectivamente. No podemos dar por hecho que el aprendizaje es una consecuen-
cia automática de la enseñanza. Por ello, en nuestro ministerio docente tenemos que incluir
algunos filtros que nos permitan autoevaluarnos y asegurarnos que el proceso educativo se
está dando completamente.
Educar es compartir nuestra propia vida. Es una experiencia que se construye entre todos
y nos permite crecer a cada uno de los que participamos en ella. Cuando educamos también
aprendemos, porque aprender es un proceso integral que involucra todas las dimensiones
humanas y que no finaliza con la graduación sino que nos acompaña a lo largo de nuestra vida.
Sílabo
PROFESOR : __________________________________________
expresión diaria al evangelio. En este sentido, estudiar los rasgos de la cultura y otros
componentes del entorno social de la iglesia nos provee herramientas valiosas para reali-
zar la misión fiel y efectivamente.
Una asignatura como ésta es de suma urgencia para el ministro de hoy en día, siendo
que es quien, junto a la iglesia, debe cumplir la misión que Dios le encomendó.
Objetivos generales
Al concluir este curso, el alumno estará en capacidad de:
Desarrollo temático
UNIDAD I: LA MISIÓN DE DIOS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Objetivos específicos:
A. Identificar al Dios de la Biblia como alguien que está en constante búsqueda del ser
humano para restablecer comunión con Él y así realizar su misión al mundo.
B. Apreciar, a partir del Antiguo Testamento, el propósito de Dios de alcanzar a todas
las naciones mediante la creación de un pueblo suyo.
Temas:
A. EL DIOS MISIONERO
Objetivos específicos:
Temas:
Objetivos específicos:
Temas:
C. LA MISIÓN Y LA IGLESIA
1. Hacia una definición de misión
Objetivos específicos:
Temas:
Objetivos específicos:
Temas:
1. METODOLOGÍA DE ENSEÑANZA
2. RESPONSABILIDADES DE LOS ALUMNOS
3. SISTEMA DE EVALUACIÓN
B. La profesora o el profesor del curso diseñará estos aspectos de acuerdo a los criterios y recur-
sos que disponga, integrando las cuatro dimensiones de la preparación ministerial (4 “C”:
CONTENIDO, CAPACIDADES, CARÁCTER Y CONTEXTO).
C. La Asamblea General de 1997 dispuso que el Sistema de Educación Nazarena integre estas
dimensiones en cada curso. El Manual de la Iglesia del Nazareno 2001-2005, pp. 182-184 (Art.
424.3), registra esta disposición de la siguiente manera:
. . . El carácter del instructor, la relación de los estudiantes con el instructor, el ambiente, y las experiencias previas de
los estudiantes se ligan al contenido del curso en la creación plena del currículo. . .
Las diferencias culturales y la variedad de recursos requerirán detalles en las estructuras curriculares. . . Sin embargo,
todos los programas que suplan los fundamentos educativos para la ordenación al ministerio, . . . deben dar
atención cuidadosa a su CONTENIDO, CAPACIDADES, CARÁCTER Y CONTEXTO. ESTOS CUATRO ELEMENTOS
ESTARÁN ENVUELTOS, EN MAYOR O MENOR GRADO, EN TODOS LOS CURSOS. . . .
El curso está dividido en cinco unidades que deben ser desarrolladas en 45 horas
académicas de 45 minutos cada una, distribuidas según la disponibilidad de tiempo del
grupo de estudio.
Las clases se desarrollarán dentro del marco de una dinámica de participación en la
cual se intercalarán conferencias del profesor con intervenciones, preguntas, comentarios,
trabajos individuales, grupos pequeños de discusión y exposiciones de los estudiantes. La
interactividad es un elemento clave en todo proceso educativo porque nos permite compartir,
dialogar y construir el aprendizaje junto.
Como dijimos antes, las responsabilidades de los estudiantes requeridas para la aprobación
de este curso y el sistema de evaluación, serán asignadas por la profesora o el profesor,
tomando en cuenta las cuatro dimensiones de preparación ministerial y la disponibilidad de
materiales.
Las actividades sugeridas a los largo de esta Guía podrán ser utilizadas como tareas del
curso, pero ninguna de ellas, necesariamente, es de carácter obligatorio.
Es recomendable no dejar la asignación de las tareas para el final del curso, sino
distribuirlas a lo largo de las clases. Esto permitirá que los estudiantes vayan construyendo
su proceso de aprendizaje al integrar los contenidos expuestos en clase con los adquiridos en
las tareas extra-aula.
El alumno debe de haber leído el “Libro del Estudiante” con anticipación a la clase, de una
forma reflexiva a modo de “diálogo con texto”, resaltando las ideas centrales de cada Unidad
tomando notas de comentarios o preguntas surgidas de la lectura para luego exponerlas en la
parte presencial del curso.
.
Tareas sugeridas
1. ANÁLISIS CRÍTICO DE LECTURA. Utilizar las lecturas sugeridas que se incluyen al inicio
de cada unidad de esta Guía o el material de apoyo que aparece al final de cada unidad.
(Para la presentación del informe escrito utilice el bosquejo provisto en el apéndice).
2. TRABAJO EN CLASE: Puede utilizar algunas de las actividades propuestas en esta Guía
para dinámicas en clase. Evalué el nivel de participación, integración grupal y creatividad
de sus estudiantes.
3. TRABAJO ESCRITO: Solicite un ensayo sobre el tema que de la Unidad V, actividad No.
24. Los trabajos escritos serán evaluados según la siguiente escala:
Bibliografía Básica
Actividad No. 1:
Lecturas complementarias
S
Núñez, Emilio A. Hacia una Misionología
egún la disponibilidad de los recursos evangélica latinoamericana. Miami,
bibliográficos a su alcance puede Florida: Editorial Unilit, 1997.
escoger entre las siguientes lecturas
complementarias con el fin de profundizar Capítulo 1: “Dios y su obra creadora” (pp. 19-60).
su estudio personal sobre esta unidad. Le Capítulo 3: “Dios, Israel y las naciones” (pp.
recomendamos que vea el índice de cada 133-177).
libro y lea aquellos capítulos que sean
pertinentes a esta unidad. Padilla, René. Bases bíblicas de la misión.
Asimismo, puede utilizar alguna de estas Perspectivas latinoamericanas. Buenos
lecturas para que sus estudiantes hagan Aires, Argentina: Nueva Creación, 1998.
un análisis crítico siguiendo el formato que (Capítulo 2: “Las bases de la misión en el
aparece en el apéndice. Antiguo Testamento”, p. 37 - 194).
Obviamente la lista para cada caso no
es exhaustiva ni obligatoria. Usted puede Padilla, René y Harold Segura Ser, hacer y
escoger libremente éstas u otras lecturas decir: Bases bíblicas de la misión integral.
que considere importante usar para obtener Buenos Aires, Argentina: Kairós, 2006.
un mejor aprovechamiento de esta unidad
de estudio. Capítulo 1: “Misión integral en el Pentateuco”,
pp. 9-60.
Capítulo 2: “La misión integral en los libros
históricos del Antiguo Testamento”, pp. 61-
120.
Capítulo 3: “Salmos, Sabiduría y misión integral”,
pp. 121-154.
Capítulo 4: “Los profetas y la misión integral”,
pp. 155-182.
Unidad I:
la Misión de Dios
en el Antiguo
Testamento
1 Moltmann, Jürgen. The Church in the Power of the Spirit: A Contribution to Mesianic Eschatology (Londres: SCM,
1977), p. 64.
2 Todas las citas Bíblicas en este libro han sido tomadas de la versión Dios Habla Hoy, Sociedades Bíblicas Unidas,
1994.
• La sociedad
• El trabajo
• Los recursos materiales o capital.
3 De Angulo, José Miguel y Luz Stella Losada. La restauración de todas las cosas. Misiología bíblica integral
(Colombia: Semilla Clara, 1995), p. 41.
4 Ibid. p. 79.
Durante los primeros años todo era muy fácil para los hebreos
en Egipto, pero pasando los años llegó al poder un faraón que no
simpatizaba con los hebreos y los obligó a servir como esclavos.
La situación de los hebreos se volvió muy difícil. Preocupado
por el creciente número de este pueblo dentro de su nación el
Faraón decretó un genocidio5 contra ellos (Gn. 1:7-22). La madre
del bebé Moisés hizo un plan para salvarlo, le puso en una cesta
la cual flotó por el río Nilo, hasta llegar cerca de donde una de las
princesas de Egipto solía bañarse. La princesa providencialmente
adoptó al niño como suyo (Éx. 2:10). Así Moisés fue criado en la
corte del Faraón recibiendo educación que le iba a ser muy útil
más adelante. Podemos apreciar lo valioso de este entrenamiento
en que Moisés sabía escribir en un mundo donde la mayoría eran
analfabetos y así dejar libros que todavía leemos hoy (ver un
ejemplo en Éx. 34: 27). Dios envió a Moisés con la misión de liberar
a los hebreos y formar con ellos una nación al servicio de Dios (Éx.
3:10-15; 4:13; 5:22; 7:16).
La historia del Éxodo enseña que el Dios misionero es un Dios
compasivo que escucha el clamor de la gente (Éx. 2:23). Dios se
preocupó por la manera como los egipcios estaban tratando a los
hebreos con crueldad y rescató a su pueblo de esta situación de
explotación y dolor. Guiados por Moisés ellos escaparon y fueron
guiados por Dios a la Península de Sinaí donde tuvieron un
encuentro con Él.
5 Genocidio: La matanza sistemática de un gran número de personas con el objeto de destruir total o parcialmente
una nación, una etnia, una raza o un grupo religioso, político o con alguna otra particularidad. Consultado 23 febrero 2011
en: http//www.wiktionary.org/wiki/.
Al pie del monte Sinaí Dios hizo una alianza con el pueblo. Les
llamó a ser una nación de sacerdotes: “Ustedes me serán un reino
de sacerdotes, un pueblo consagrado a mí” (Éx. 19: 6). La palabra
sacerdote, en latín es pontífice, que quiere decir, persona que tiende
un puente. Toda esta nación entonces tenía que ser el puente entre
Dios y el mundo pagano que los rodeaba.
¿Fue realmente Israel un
puente entre el mundo y
Dios dentro de la historia
del Pentateuco? ¿Pudo
Dios cumplir la misión
dentro de la humanidad a
través de Israel en el An-
tiguo Testamento?
Dios les dio por medio de Moisés leyes para legislar asuntos
éticos acerca de cómo vivir como pueblo de Dios. También les
organizó en cuanto al culto, las fiestas y las ofrendas que incluían
sacrificios de animales. La cosmovisión6 de este pueblo era muy
diferente a la de otros pueblos que los rodeaban. Israel tenía a Jehová
cómo único Dios, un Dios santo a quien hay que obedecer. Los diez
mandamientos demuestran la importancia de adorar solamente a
Dios y tratar al prójimo como uno mismo.
Pensemos por un momento
y reflexionemos acerca de
las demandas que el pueblo
de Dios tuvo en el Antiguo
Testamento para su vida
piadosa: ¿serán las mismas
para nosotros como pueblo
del nuevo pacto llamados
Iglesia del Señor?
6 Cosmovisión: Las cosmovisiones son el conjunto de opiniones y creencias que conforman la imagen o concepto
general del mundo que tiene una persona o época. Consultado 24 de febrero 2011 de: http//www.wikipedia. org/wiki/.
7 Teocracia: Palabra que se deriva del griego Theos (Dios) y Kratein (gobernar) y significa “gobierno de Dios”.
Nuevo Diccionario de la Biblia (UNILIT, 2003).
Dios les dio victoria sobre sus enemigos a los israelitas al entrar en
Canaán. Dios envió a los jueces a liberar al pueblo de sus opresores
(Jue. 6:8, 14; 1 S. 12:11). En los años entre la entrada a Canaán y el
reinado de David, se alternan períodos de obediencia y desobediencia Con todas las corrientes
a Dios de parte de Israel, en consecuencia, tiempos de gracia y también filosóficas que poco a poco
se han venido filtrando en
de castigo se alternan de parte de Dios. El problema más serio que la iglesia de hoy ¿conside-
se repitió por muchos siglos tenía que ver con la idolatría. Rodeado ran ustedes que la iglesia
puede en algún momento
de pueblos cuya religión tenía que ver con la magia y el culto a la perder de vista su vocación
fertilidad los israelitas querían ser como sus vecinos. Era más cómodo de misionera como lo hizo
adoptar las creencias paganas que seguir el código de ética y bienestar muchas veces Israel en el
Antiguo Testamento?
social que Dios había propuesto para separar a su pueblo como su
representante.
9 Ibid., p. 89.
El fracaso de Israel
Jeroboam reinó sobre las diez tribus del norte o reino de Israel. Uno
de sus primeros actos fue construir dos becerros de oro y ponerlos
en Betel y Dan, diciendo al pueblo que era una representación de los
dioses que les habían sacado de Egipto.
La historia de la nación del norte es triste. No hubo un solo rey fiel
a Dios. El peor de todos parece haber sido Acab de quien las Escrituras
dicen:
“…su conducta fue reprochable a los ojos del Señor, e incluso peor que la
de los reyes anteriores a él, pues no le importó cometer los mismos peca-
dos de Jeroboam, hijo de Nabat. Para colmo se casó con Jezabel, hija de
Et-baal, rey de Sidón, y acabó por adorar y rendir culto a Baal y construyó
un altar y un templo a Baal en Samaria. Hizo también una imagen de
Asera, con lo que irritó al Señor, Dios de Israel, más que todos los reyes de
Israel anteriores a él” (1 R. 16:30-33).
“... en qué consiste lo bueno y qué es lo que él espera de ti: que hagas
justicia, que seas fiel y leal y que obedezcas humildemente a tu Dios” (6:8).
“En la casa del malvado hay riquezas mal habidas y esas medidas falsas
que aborrezco” (6:10).
“Podría sorprendernos que, según los profetas, Dios envía también a tres
figuras paganas de gran relieve político en la historia de Israel. Dios envía
al asirio Senaquerib “contra una nación pérfida, contra el pueblo de mi ira
la enviaré” ¡Israel! (Is.10:6s), al babilonio Nabucodonosor (Jer. 25:9; 27:6;
43:10; “mi siervo”) y al persa Ciro (Is. 43:14; 48:14s: “mi pastor” 44:28;
“su ungido” 45:1). Estos también son “enviados de Dios”, una especie
de “misioneros al revés” desde las naciones paganas hacia Israel para su
castigo o su liberación”.12
12 Stam J. La misión integral en el Antiguo Testamento. Consultado 4 de mayo 2010 de: http://www.Juanstam.
com.
donde había diez o más varones judíos tanto en su tierra como en las
otras ciudades donde se habían establecido comunidades judías en
la cuenca del mar Mediterráneo. Reconstruyeron su templo otra vez
aunque no con el lujo del primer templo de Salomón.
Que triste es saber que el
ser humano por lo general
aprende después de haber
pasado experiencias
dolorosas ¿Cómo podemos
nosotros aprender a
cumplir los propósitos de
Dios sin seguir los malos
ejemplos de Israel en el
Antiguo Testamento?
La Misión universal en el Antiguo Testamento
Actividad No. 2:
Trabajo en grupos pequeños –
La misión como Missio Dei
L a siguiente lectura es tomada del libro “Misión en transformación” escrito por Bosch, David J .(New
York: Orbis Books, 2001, pp. 475 – 479). Pida a los alumnos leer el material y reflexionar en
clase.
Fue aquí donde la idea (no el término exacto) de missio Dei salió a flote claramente por primera
vez. Se entendió la misión como algo derivado de la misma naturaleza de Dios. Esto la colocó en el
contexto de la doctrina de la Trinidad, no de la eclesiología o la soteriología. La doctrina clásica sobre
la missio Dei como Dios Padre enviando al Hijo y Dios Padre y el Hijo enviando al Espíritu Santo se
amplió para incluir un “movimiento” más; el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo enviando a la Iglesia al
mundo. En términos del pensamiento misionero este vínculo con la doctrina de la Trinidad constituyó
una innovación importante (Aagaard 1974:420). La imagen de la misión que surgió de Willingen fue
la de la misión como una participación en el enviar de Dios. Nuestra misión carece de vida propia:
sólo en manos del Dios que envía se puede denominar verdaderamente misión, toda vez que la
incitativa misionera proviene únicamente de Dios (cf. Van T Hof 1972: 158s). Sin embargo no se
concibió la misión en categorías triunfalistas. Willingen reconoció la relación estrecha entre la misio Dei
y la misión como solidaridad con el Cristo encarnado y crucificado. Mientras la reunión de Willingen
fue convocada bajo el tema “La obligación misionera de la Iglesia”, las conferencias se publicaron
bajo el título de Missions under the Cross (Las misiones bajo la cruz) (1953). Entonces, al lado de la
afirmación que la misión era de Dios, el énfasis en la cruz impidió cualquier posibilidad de comodidad
misionero (van T Hof 1972: 160s; cf. Dapper 1979: 27).
Al intentar dar contenido al concepto de missio Dei, se pudo afirmar lo siguiente: en la nueva ima-
gen la misión no es primordialmente una actividad de la Iglesia sino un atributo de Dios. Dios es un
Dios misionero (cf. Aagaard 1973: 11-15) (Aagaard 1974: 421) “No es que la Iglesia tiene una misión
de salvación que cumplir en el mundo: es que la misión del Hijo de Dios y el Espíritu por medio del
Padre incluye a la Iglesia” (Moltmann 1977: 64). Se concibe la misión, entonces, como un movimiento
de Dios hacia el mundo; se concibe a la iglesia como un instrumento para esa misión (Aagaard 1973:
13). Existe la Iglesia porque existe la misión y no al revés (Aagaard 1974: 423). Participar de la misión
es participar en el movimiento del amor de Dios hacia las personas, porque Dios es fuente de un amor
que envía.
A partir de Willingen la comprensión de la misión como missio Dei ha sido abrazada prácticamente
por todas las ramas del cristianismo: primero por el protestantismo conciliar (cf. Bosch 1980: 179s.,
239 – 248; LWF 1988: 5-10), pero subsecuentemente también por otras agrupaciones eclesiales, tales
como la Ortodoxa Oriental (cf. Anastasios 19989:79-81, 89) y muchas evangélicas (cf. Costas 1989:
71-87). Se le afirmó también en la teología católica de la misión, especialmente en algunos de los
documentos del Concilio Vaticano II (1962 – 1965) (cf. Aagaard 1974). Al declarar que la Iglesia es
misionera por su misma naturaleza porque “tiene su origen en la misión del Hijo y del Espíritu Santo”,
el Decreto sobre la misión, del mismo Concilio, define la actividad misionera como “nada más y nada
menos que la manifestación del plan de Dios, su Epifanía y realización en el mundo y en la historia”
(AG 2,9).
Para las missiones ecclesiae (las actividades misioneras de la Iglesia) la missio Dei tiene con-
secuencias importantes. La “misión”, en singular, sigue siendo primordial; las “misiones”, en plural,
constituyen un derivado. Con referencia al período posterior a Willingen, Neill (1966ª: 572) declara
con denuedo: “La era de las misiones ha llegado a su final; empieza la era de la misión”. De esto se
sigue que es necesario distinguir entre la misión y las misiones. No podemos pretender de manera
simplista que lo que hacemos es idéntico a la missio Dei: nuestras actividades misioneras son autén-
ticas únicamente en la medida en que reflejan una participación en la misión de Dios. “La Iglesia se
encuentra al servicio del movimiento de Dios hacia el mundo” (Schmidtz 1971: 25). El propósito
primordial de las misiones ecclesiae no puede consistir, entonces, en simplemente plantar iglesias o
salvar almas; necesariamente tiene que ser un servicio a favor de la missio Dei, representando a
Dios en el mundo y en contraste con el mundo, apuntando hacia Dios, colocando al Dios-niño ante la
mirada del mundo en una celebración sin fin de la fiesta de la Epifanía. En su misión, la Iglesia testifica
la plenitud de la promesa del Reino de Dios y participa en la continua lucha de este Reino contra los
poderes de la oscuridad y el mal (Scherer 1987:84).
En GS, la “Constitución Pastoral de la Iglesia en el Mundo Moderno” del Concilio Vaticano II, este
entendimiento amplio de la misión se expone en términos de la pneumatología en vez de un término
de la cristología (cf. Aagaard 1973:17s.; Aagaard 1974:420 – 433). La historia del mundo no es sólo
la historia del mal sino del amor, una historia en la que el Reino de Dios está avanzando por medio
de la obra del Espíritu. Entonces en su actividad misionera la Iglesia encuentra una humanidad y un
mundo en los cuales la salvación de Dios ya ha estado operando en secreto a través del Espíritu. Esto
por la gracia de Dios, puede dar lugar a un mundo más humanitario que, sin embargo, nunca puede
considerarse netamente como un producto puramente humano; el verdadero autor de esta historia
más humanizada es el Espíritu Santo. Así, GS 26 puede afirmar con referencia al orden social y su
avance hacia el servicio del bien común: “El Espíritu de Dios, quien, con una providencia asombrosa,
dirige el curso del tiempo y renueva la fe de la tierra, asiste este avance”. Y aunque el párrafo 39
advierte que “Tenemos que distinguir cuidadosamente el progreso terrenal y los beneficios del Reino
de Dios”, añade que “tal progreso reviste una vital importancia para el Reino de Dios en la medida en
que puede contribuir a un mejor ordenamiento de la sociedad humana”.
No hay duda de que este concepto amplio del alcance de la missio Dei significó un desarrollo
contrario a las intenciones de Barth y las de Hartenstein, quien fue el primero en emplear el término.
Al introducir la frase, Hartenstein esperaba proteger la misión contra la secularización y la horizon-
talización, reservándola exclusivamente para Dios. No sucedió así. Otros, siguiendo en las huellas
de Bath y Hartenstein, se indignaron de igual manera por el desarrollo posterior. Rosin (1972:26)
denomina missio Dei “al caballo de Troya por medio del cual la visión estadounidense (no asimilado)
fue introducida en el bien vigilado recinto de la teología ecuménica de la misión”.
Los que apoyaban el concepto amplio tendían a radicalizar el concepto de la missio Dei como
algo más grande que la misión de la Iglesia, hasta el punto de sugerir que excluía el involucramiento
de la Iglesia, como hemos visto en la sección anterior. En un volumen preparado por un comité
de trabajo del CMI sobre “La estructura misionera de la congregación” (Wieser 1966), fue posible
afirmar, por ejemplo: “La Iglesia sirve a la missio Dei en el mundo… (Cuando) señala a Dios obrando
en la historia del mundo y lo nombra allí” (:52). Parecía que Dios, de manera prioritaria, estaba
“obrando el cumplimiento de sus propósitos en medio del mundo y sus procesos históricos” (:53).
En formulaciones como estas se discierne claramente la influencia de Hockendijk. Sentimientos
“hockendijkistas” también caracterizan la posición teológica de Aring (1971). Parece que la Iglesia
sobra para la missio Dei: “no nos incumbe a nosotros” articular a Dios, al fin y al cabo, “missio Dei”
significa que Dios se articula a si mismo, sin necesidad de nuestra ayuda por medio de esfuerzos
misioneros en ese sentido” (:88). De hecho, esto es innecesario para el mundo, “para llegar a ser lo
que ya es a partir de la Resurrección: el mundo reconciliado de Dios” (:28). Por tanto, no se requiere
de ninguna contribución misionera por parte de los cristianos.
Después de todo, no se puede concebir a Dios sin un mundo reconciliado, como tampoco el
mundo sin la presencia dinámica de Dios (:24).
La misión es primera y finalmente la obra del Dios trino, Creador, Redentor y Santificador, por causa
del mundo: un ministerio en el cual la Iglesia tiene el privilegio de participar (cf. LWF 1988: 6-10). La
misión nace en el corazón de Dios. Dios es una fuente de un amor que envía. Este es el sentido más
profundo de la misión. Es imposible penetrar más allá; existe la misión sencillamente porque Dios
ama a las personas.
Actividad No. 3:
Lectura y analisis –
La base de la misión
Los primeros capítulos de Génesis son importantes para muchas doctrinas bíblicas. Johannes
Blauw insiste en que la doctrina bíblica de la misión no se basa sólo en algunos textos misionológicos
aislados sino en un enfoque que corre a lo largo de todo el Antiguo y el Nuevo Testamento comenzando
con el enfoque universal en Génesis 1-11. (A naturaza missionaria da Igreja, ASTE, Silo Paulo, 1966,
pp. 16-17.) Esta sección no tiene una función política ni cultica. No trata de los juicios, ni de Palestina
ni de Jerusalén. Dios se interesa en todos los hombres.
Parte clave de esta visión universal es el concepto del hombre (en sentido genérico) que se
encuentra aquí. Si queremos entender la misión de la Iglesia hemos de tener claridad en cuanto al
concepto bíblico del hombre (la antropología bíblica). Algunas diferencias de enfoque en las teologías
contemporáneas de la misión se deben a que miran al hombre con una óptica diferente. ¿Quién es?
¿Cuál es su origen y su destino? ¿En que condición se encuentra?
¡Qué valor incomparable da la Biblia al hombre! “y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen
de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn. 1:27). Esto implica una serie de privilegios y
responsabilidades.
El hombre posee muchos privilegios. El lenguaje en si es un don incomparable. El ser humano puede
tener comunicación y comunión con Dios y con su prójimo. Comparte la capacidad de razonar y la
creatividad de Dios. El creador le delega el dominio sobre su creación. Pero como creación de Dios el
hombre también tiene responsabilidades. Debe reconocer su dependencia de su Creador. Dios le hace
demandas éticas que incluyen deberes para con Dios y para con su prójimo bajo la autoridad de Dios.
Además, su señorío sobre la creación significa que él es el mayordomo de esa creación y tiene
que rendir cuentas de la manera en que usa esa creación.
En las corrientes ideológicas que predominan hoy día hay dos extremos que chocan con la
antropología bíblica. Por un lado, el hombre se cree Dios y piensa que es el dueño de su propia
historia. Por otro lado se cree un animal que sigue evolucionando. Ambas posiciones resultan en la
deshumanización del hombre. En la primera, unos pocos quieren ser dioses y adueñarse de todos y
de todo. En la segunda, el hombre vive como animal, interesado solamente en valores materiales y
placeres. Las dos maneras de ver al hombre llevan a un totalitarismo.
Si Dios es bueno y todo lo que hizo era “bueno en gran manera” (Gn. 1:31), ¿de dónde viene toda
la maldad que vemos en el mundo? Si el hombre es bueno según la imagen de Dios, ¿por qué hace
falta una “misión” de la Iglesia? Sin el capítulo 3 de Génesis no tendríamos explicación adecuada.
Dios hizo al hombre para tener comunión con El, para compartir su amor y lo puso en el centro
mismo de la creación. Pero el hombre usó mal esta centralidad. Quiso ser dueño de su propio destino.
Se erigió en Juez del bien y del mal.
En la misión de la Iglesia es importante tener clara la alienación del hombre respecto a Dios, a
su prójimo y a si mismo. El hombre no es lo que debe ser. Consecuentemente, los cristianos no
predicamos una filosofía para ayudar en la continuación de la evolución del hombre. No nos limitamos
a buscar el cambio de su ambiente o a corregir las condiciones de vida y las estructuras sociales. El
hombre alienado de Dios necesita la reconciliación con Dios. Génesis 1-3 muestra la grandeza del
hombre, pero muestra también su alienación de Dios y su necesidad de redención.
Esta visión del hombre es parte de una cosmovisión que Génesis presenta en medio de un mundo
cuya perspectiva era completamente diferente. (Una cosmovisión es una visión del cosmos, es decir,
de la realidad en su totalidad, incluyendo a Dios, al hombre, la naturaleza y la historia).
Esta cosmovisión bíblica es revolucionaria. En el mundo antiguo la cosmovisión de todos los otros
pueblos era lo que hoy llamaríamos panteísta. Los dioses eran concebidos como manifestaciones de
la naturaleza (el sol, la luna, las estrellas, los animales). Las distinciones entre estos dioses naturales
y el hombre no eran claras. Todos eran vistos como expresiones de una realidad total, de un universo
que operaba con leyes innatas. Los mismos dioses estaban sujetos a estas leyes innatas en la
realidad total. El horóscopo de los babilonios, el destino (moira) de los griegos, la reencarnación y la
nirvana (la experiencia de ser reabsorbido en esta totalidad) de las religiones orientales se basan en
la misma cosmovisión.
Así, cuando los cananeos practicaban sus ritos de fertilidad, su intención no sólo era convencer
a Baal que trajera lluvia y fertilidad, sino activar las leyes innatas del universo. De esta cosmovisión
dependen los augurios, la astrología, la magia y todos los ritos paganos.
Los primeros capítulos de Génesis desarrollan una polémica contra esa cosmovisión pagana.
Según la cosmovisión bíblica, el sol, la luna y las estrellas no son dioses sino creaciones de Dios
sujetas a El. Los monstruos marinos no son dioses o demonios; Dios los creó. Todo lo que hay fue
creado por Dios y está sujeto a su voluntad. Este Dios es personal, sabio, justo, no caprichoso. No
queda espacio para contiendas entre los dioses, ni para el culto a los muertos, las artes mágicas y el
espiritismo tan comunes en todos los otros pueblos.
El que conoce las líneas filosóficas panteístas modernas (comenzando con Hegel), las corrientes
“cristianas” con tendencias panteístas (v.gr. Tillich) y el resurgimiento del interés en las religiones
orientales, los gurus, la astrología y el espiritismo, reconocerá la pertinencia de la cosmovisión bíblica
para la misión hoy. No empezamos predicando una cosmovisión sino una fe bíblica, pero el encuentro
con Cristo tiene implicaciones relativas a la cosmovisión. La misión cristiana no tendrá resultados
profundos ni duraderos si se limita a poner un barnis cristiano sobre cosmovisiones paganas y anti-
bíblicas.
Este enfoque no tiene pertinencia sólo en Asia o África, donde acostumbramos pensar que preva-
lece otra cosmovisión, sino también en nuestro medio. Desgraciadamente muchos pensadores cristia-
nos aceptan acriticamente las conclusiones y teorías de “expertos” en las varias disciplinas científicas
sin darse cuenta de que muchas de ellas dependen de presuposiciones basadas en una cosmovisión
anti-biblica. Si esperamos cumplir nuestra misión a fondo, los principios bíblicos derivados de la cos-
movisión bíblica tienen que orientar toda nuestra reflexión y trabajo científico. Lo que la gente cree
en cuanto a Dios, el hombre, la naturaleza y la historia determina sus valores y sus decisiones y por
último determina todo aspecto de su cultura y sociedad.
Conclusión
Concluimos que los primeros capítulos de Génesis tienen un significado especial para la teología
de la misión puesto que, en primer lugar, ofrecen una cosmovisión que forma parte integral de toda
la revelación bíblica y una visión del hombre que muestra su grandeza y responsabilidad ante Dios y
en segundo lugar, explican el origen de la alienación del hombre y su necesidad de redención.
1. ¿Cuál es la cosmovisión bíblica con respecto al origen y propósito de la existencia del ser humano?
2. ¿Cómo se diferencia esta cosmovisión de las reacciones existentes en la era de los patriarcas?
3. ¿Están presentes estas cosmovisiones en la época actual? ¿Cómo se difunden? ¿Cómo afecta a
nuestra teología de misión?
Actividad No. 4:
Informe crítico de lectura –
La misión en el antiguo testamento
¿Es posible encontrar en el Antiguo Testamento enseñanzas que nos ayuden a entender la misión
de la Iglesia hoy día? Si hablamos de una continuidad entre el Antiguo Testamento y el Nuevo, ¿por
qué no hay un énfasis misionero mayor en el Antiguo Testamento? ¿Será que la base bíblica de la
misión se encuentra solamente en el Nuevo Testamento?
Para entender el plan y el propósito de Dios necesitamos toda la Biblia, pero la continuidad entre
el Antiguo y el Nuevo Testamento no significa identidad completa. Como dice Blauw, la conciencia
misionera centrífuga (la comisión de ir y hacer discípulos a todas las naciones) es nueva en el Nuevo
Testamento, viene después de cumplirse el verdadero sacrificio pascual, al fin de los tiempos.(1) Sin
embargo, para entender cuál es la misión de Dios para la Iglesia hoy, cuál es el plan de Dios para el
fin de los tiempos, hace falta ver lo que dice el Antiguo Testamento.
Aunque el Antiguo Testamento se ocupa casi siempre de Israel y su relación con Dios, nos
sorprende la cantidad de referencia al interés de Dios en todas las naciones y su plan de reunirlas a
todas en su reino. Por cierto, la conciencia misionera no es centrifuga, como en el Nuevo Testamento;
más bien es centrípeta; las gentes deben ver la obra de Dios en Israel, e ir a adorarle.
Aunque aquí no hay espacio para profundizar el tema, a riesgo de ser superficial queremos sugerir
varios temas del Antiguo Testamento relativos a la misión e indicar algunas enseñanzas que podemos
derivar de ellos. Seguiremos el orden del canon hebreo.
El Pentateuco (torah)
Precisamente porque hace falta la redención, Dios llama a Abraham a fin de formar un pueblo
por el cual podrá revelar su voluntad para la humanidad y desarrollar su plan de redención. Por eso
cuando llama a Abraham dice: “Serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. (2)
Los cristianos siempre han notado otros vistazos del Redentor en el Pentateuco. Por ejemplo, en
Génesis 3:15 el proto-evangelio: “Esta te herirá en la cabeza y tú lo herirás en el calcañar”. Asimismo
Génesis 49:10 puede ser una referencia al Mesías: “No será quitado el cetro de Judá… hasta que
venga Siloh” (o mejor: “hasta que venga aquel a quien le pertenece”). (3)
La esperanza mesiánica fue central en la expectativa del Reino. El Mesías sería el Salvador de
Israel, es cierto, pero muchos textos proyectan esta salvación más allá de Israel, es decir, a todas las
naciones. Este enfoque aparece, por ejemplo, en los Cánticos del Siervo de Jehová. “Traerá justicia
a las naciones”. “Oídme, cosas, y escuchad pueblos lejanos”. “Poco es para mi que tú seas mi siervo
para levantar las tribus de Jacob…también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación
hasta la postrero de la tierra”. (10) El último cántico muestra el sufrimiento vicario del siervo, que “por
su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos”. (11) Así en la proclamación profética se combinan
la expectativa del Reino con la esperanza mesiánica y el enfoque misionológico.
Los Salmos celebran una visión de la gloria y el señorío de Dios que va más allá de las fronteras
de Israel. Lo que cree un pueblo se refleja en su canto. En el salterio encontramos un gran tesoro
de la teología del Antiguo Testamento. A menudo los salmistas expresan la esperanza y promesa de
que todas las gentes adorarán a Jehová. “Y todas las familias de las naciones adorarán delante de
ti. Porque de Jehová es el reino. Y él regirá las naciones”, “Todas las naciones que hiciste vendrán y
adorarán delante de ti, Señor”. (12)
Generalmente se piensa que los libros sapienciales muestran una visión muy limitada, pero aun allí
hay un alcance universal. Por cierto, indican una apertura a otras gentes (v.gr., Job es un personaje
que no estaba en el marco exclusivamente israelita).
Otro pasaje muy comentado es Daniel 7:1-14 que ciertamente muestra el alcance universal de la
misión de Dios. “Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas
le sirvieran”.
Conclusión
Nuestro bosquejo de la misión en el Antiguo Testamento ha sido muy esquemático; cada detalle
merece un desarrollo más extenso y en los siguientes números de Misión esperamos detenernos en
varios de estos temas que hacen a una teología bíblica de la misión. Aquí solo queremos destacar
cuatro conclusiones de nuestra breve investigación:
1. La misión de la Iglesia hoy no es un apéndice del plan de Dios, sino el cumplimiento del concep-
to de la misión a través de toda la revelación bíblica. Tiene que ver con la meta a que se dirige
todo el plan redentor revelado en el Antiguo Testamento. ¡Qué privilegio y qué responsabilidad
tenemos como participes de ella en “el cumplimiento de los tiempos”!
2. Según el Antiguo Testamento a Dios le importa que su pueblo sea un modelo (o ejemplo) de la
justicia, la paz y todos los frutos de su salvación. Así, todas las gentes aprenderán y glorificarán
a Dios. ¡Cuánto mas debe la iglesia ser un modelo del amor, la justicia, el servicio, la alabanza
y el gozo que son signos de Su Reino!
3. El Antiguo Testamento nos da una visión integral de la misión, con un admirable equilibrio de
sus aspectos antropológicos, sociales, éticos y espirituales.
4. El Antiguo Testamento nos muestra la centralidad de la reconciliación con Dios en la misión.
Enfatiza que el hombre alienado de su Creador tiene que ser juzgado. Su tema central es el
plan redentor de Dios. Si bien muestra la necesidad de los otros aspectos en la misión siempre
ha de ser la redención, la reconciliación. ¿Que nos dice esto? Que si tomamos conciencia de
los aspectos sociales de nuestra misión, no debemos olvidar, ni en la teoría ni en la práctica, la
prioridad de la evangelización, que es la prioridad de Dios de que todas las gentes se reconcilien
con El por medio de Jesucristo.
NOTAS:
Actividad No. 5:
Material de apoyo –
Génesis 4-11 y la Teología bíblica de la misión
Puede utilizar esta lectura para complementar las notas de clase. El documento fue tomado
de Breneman, Mervin (1982). “Génesis 4-11 y la teología bíblica de la misión”. Revista Iglesia y
Misión, no. 3, 1982. Recuperado desde: http://www.kairos.org.ar
La Misión de la iglesia no se basa en textos aislados sino en enseñanzas que corren a través
de toda la Biblia. En el artículo anterior vimos que Génesis sienta una primera base: refleja una
cosmovisión, una perspectiva que sigue a lo largo de toda la Biblia, diferente de la de todos los otros
pueblos. Nos da una visión del hombre creado en la imagen de Dios pero alienado de Dios por su
desobediencia. Muchas de las diferencias en la misionología hoy brotan de una diferencia en el grado
de aceptación de lo que la Biblia enseña sobre este tema. A menudo las discusiones al respecto no
calan hondo y por lo tanto no aclaran que las diferencias no son meramente metodológicas sino que
tienen que ver con la actitud frente a enseñanzas bíblicas que deben determinar nuestra cosmovisión
y nuestra comprensión de quién es el hombre, cuál es su condición y cuál es su necesidad.
Ya examinamos Génesis 1-3 brevemente, pero hay más en Génesis. Surgen muchas preguntas:
¿Qué pasó después de la alienación? ¿Cómo reaccionó Dios frente a la desobediencia del hombre?
¿Qué ha hecho el hombre? ¿Qué necesita? Génesis 4-11 no pretende contar toda la historia de la
caída hasta Abraham; más bien, es una síntesis muy esquemática de un largo (quizá larguísimo)
período. (Por ejemplo, sabemos que hubo aldeas por lo menos cincuenta siglos antes de Abraham y
escritura quince siglos antes que él.) Es un escrito teológico que nos ayuda a contestar algunas de
las preguntas que surgen.
Cuando el hombre se rebeló contra Dios, quien lo había creado para compartir su amor y
comunión, sufrió las consecuencias de esa alienación. La alienación afectó (y sigue afectando) todo
aspecto de su propio ser, su relación con su prójimo, con la creación y con su Creador.
Alienación de sí mismo. El hombre separado de su Creador se siente frustrado. Como dice Andrés
Kirk: “La alienación básica se deriva del hecho de que el hombre, al querer arrogarse el papel de Dios,
no encuentra su propia humanidad”. (1) Marx tenía razón al decir que el hombre está alienado de sí
mismo, pero no indagó con suficiente profundidad como para encontrar la verdadera causa.
Una muestra de esa alienación es el temor que el hombre siente. Génesis 3:10 dice que Adán tuvo
miedo y por lo tanto se escondió de Dios. Ese temor y sentido de inseguridad caracteriza al hombre
desde entonces. Desde un punto de vista, el temor es la raíz de todos los males que sufre la sociedad
hoy día. ¿Por qué quieren algunos enriquecerse a expensas de otros? Porque quieren asegurar su
propio futuro. ¿Por qué apelan a la represión los dirigentes políticos? Porque temen perder el poder
político. El relato de la torre de Babel en Génesis 11 indica este mismo afán que tiene el hombre de
asegurarse porque se siente inseguro teme el futuro.
La vergüenza que Adán y Eva sienten de su propio cuerpo es otra indicación de esta alienación.
Su desobediencia produce inmediatamente una desarmonía en su propio ser. Aparece asimismo la
irresponsabilidad. Cada uno trata de esquivar su propia responsabilidad, culpando a otro.
Génesis indica también el proceso degenerativo que resultó de la caída. “Y vio Jehová que la
maldad de los hombres era mucha en la tierra y que todo designio de los pensamientos del corazón
de ellos era de continuo solamente el mal (Gn. 6:5). Jeremías hace eco de lo mismo cuando dice:
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jer. 17:9).
Alienación del prójimo. Si algo enseña la historia es que el hombre está alienado de su prójimo.
Las guerras, los asesinatos, las injusticias sociales no son nuevas, pero tampoco van disminuyendo.
Génesis indica las consecuencias de la alienación en los desbarajustes sociales. Inmediatamente
después del relato de la caída viene el relato del primer fratricidio: Caín mata a Abel. En el mismo
capítulo se relata otros homicidios y la prevalente actitud de venganza. La Biblia ciertamente incluye
la responsabilidad social en nuestra misión, pero también aclara cual es la raíz de los problemas.
Alienación de Dios. La causa de todas las otras alienaciones es la alienación de Dios. La expulsión
del jardín en Génesis 3 indica esta separación de la fuente de la vida. Parece que Génesis 5 quiere
enfatizar esta consecuencia de la caída. Cada párrafo termina con la frase “y murió”. El hombre murió
físicamente, pero lo más profundo y más serio es que, como la Biblia lo señala, murió espiritualmente.
El juicio de Dios
Si nuestra misión tiene que ver con la reconciliación entre Dios y el hombre, no es suficiente
conocer la situación del hombre y su causa; necesitamos conocer también a este Dios. Aquí vemos
otra raíz de las diferencias en los enfoques misionológicos, es decir, en el entendimiento de Dios.
¿Cómo es? ¿Cómo reacciona frente a la rebeldía humana?
El carácter de Dios es importante para la misión. Algunos dicen: “A mí me gusta concebir a Dios
como un arquitecto, o un anciano benévolo, etc.”¿Pero qué derecho tenemos de pensar en Dios según
nuestros gustos? Crear a Dios según nuestra imagen o según la imagen que nos guste, es idolatría. Si
vamos a ser fieles en nuestra misión, tenemos que tomar en serio lo que Dios ha revelado de sí mismo.
Génesis 1-11 enfatiza el juicio de Dios. En Génesis 3 hay un juicio sobre Adán y Eva. En Génesis
4 Caín es juzgado y castigado por su crimen. En Génesis 6-8 toda la raza sufre el juicio de Dios en el
diluvio. Después, en Génesis 11 Dios confunde las lenguas, que es otro juicio por el orgullo del hombre
y su rechazo del plan de Dios.
El relato del diluvio sirve de advertencia a nuestra generación: cuando la población se corrompe
y da la espalda a Dios viene juicio y destrucción. En el Nuevo Testamento se usa el diluvio como
ejemplo de la destrucción por fuego que vendrá al final (Mt. 24; 2 P. 2). Hoy muchos dicen que Dios,
puesto que es un Dios de amor, no podría condenar a la gente que no se arrepiente. Sin embargo,
cuando sucede una catástrofe como un terremoto o una guerra, empiezan a quejarse o a dudar de
Dios porque permite tal sufrimiento. ¿No serán las catástrofes advertencias del juicio de Dios que ha
de venir? La Biblia revela un Dios justo que juzga y castiga a los seres humanos que El creó para
que vivieran como seres responsables frente a El.
La salvación de Dios
Génesis revela a un Dios de juicio, pero enfatiza también la misericordia de Dios. Todos se
corrompieron, todos merecen la condenación. Si alguien ha de ser salvo de esa separación y
condenación, lo será solamente por la misericordia y la iniciativa de Dios.
Inmediatamente después de la caída Dios se acercó a Adán y Eva y les proveyó socorro. También
les dio una promesa: alguien vendría para herir la cabeza de la serpiente. Todo lo que sigue en la
Biblia se ocupa de esa redención que el Dios de amor promete al hombre alienado.
Aun en el juicio del diluvio Dios muestra su amor para con la raza humana. No la destruye por
completo. El arca provee la salvación para Noé y su familia. Viene a ser un símbolo de la salvación
por la cual Dios rescata a algunos (a los que creen y entran) de la destrucción eterna. Este interés de
parte de Dios en los seres humanos sigue después del diluvio. La lista genealógica en Génesis 10 es
un interesante esbozo (sin paralelo en esa época) de los pueblos antiguos. Muestra la preocupación
de Dios por todas las naciones.
Y precisamente porque Dios es un Dios de amor y tiene interés en todos, escoge a un hombre y a
una familia para formar una nación por medio de la cual podrá otorgar bendición y salvación a todas
las naciones.
Conclusión
Génesis 4-11 muestra la corrupción del hombre y las consecuencias de la caída. Muestra que Dios
es un Dios de juicio, que juzga la rebelión de la raza humana. Pero también que Dios es un Dios de
amor que quiere salvar al hombre de la corrupción y la condenación.
La Biblia presenta una fe histórica. No es una filosofía mística. Es fe en el Dios que actúa en la
historia, por medio de hechos específicos. Aun en los primeros capítulos de Génesis el juicio de Dios
se particulariza, se manifiesta en castigos específicos. Asimismo la misericordia de Dios se manifiesta
en hechos concretos, en actos específicos, en la salvación de personas de carne y hueso. Dios
provee un plan específico de parte del hombre. Si queremos sentar las bases bíblicas de nuestra
misión, tenemos que tomar en serio lo que nos enseñan los primeros capítulos de la Biblia.
NOTA
1. Hombre marxista y hombre cristiano, Ediciones Evangélicas Europeas, Barcelona. 1977, p. 42.
Actividad No. 6:
Informe de lectura –
Israel y su intéres en los No-Israelitas
U tilice este texto para que sus alumnos realicen un análisis crítico de lectura. El documento fue
extraído de Breneman, Mervin (1983) " Israel y su interés en los no-israelitas" . Revista Iglesia
y Misión, no. 2, 1983. http://www.kairós.org.ar
Si Dios tiene interés en todo el mundo, ¿por qué se ocupa casi exclusivamente de un solo pueblo
en el Antiguo Testamento (las alusiones a Israel constituyen más de 75% de la Biblia)? ¿Qué actitud
encontramos en el Antiguo Testamento hacia las otras naciones del mundo? Son preguntas que
surgen en esta serie de estudios sobre la misión según el Antiguo Testamento y su significado para
nosotros.
Ya vimos que el estudio de Génesis 1: 1-11 muestra el interés de Dios de que todos los hombres
sean reconciliados con Él. Luego en Génesis 12 Dios llama a Abraham para que en él –a través de su
pueblo- sean benditas “todas las familias de la tierra”.
La impresión que tenemos generalmente es que el pueblo de Israel era muy exclusivista. Hay
mucho de verdad en esto, pero también es cierto que a lo largo del Antiguo Testamento hay indicios
de una verdadera preocupación por el bienestar espiritual y material de otros. El presente estudio
se propone investigar el interés de Dios en el no-israelita, especialmente en las partes del Antiguo
Testamento dedicadas a la historia de Israel
En base a una primera lectura del Pentateuco y los libros históricos, podemos pensar que
todas las personas en la nación de Israel eran descendientes directos de Abraham y Jacob, ya
que prácticamente todas caben en las genealogías de los doce hijos de Jacob. Sin embargo, una
indagación más cuidadosa en los miles y miles de datos de la Biblia indica que tanto en Egipto y en
el éxodo, como en el camino a Canaán y durante el proceso del establecimiento de Israel en la Tierra
Prometida, varias personas, familias y clanes extranjeros se incorporaron al pueblo de Israel.
Quiero advertir aquí que el reconocimiento de este hecho no significa la aceptación de la teoría
propuesta recientemente por eruditos como Norman Gottwald en The Tribes of Yahveh. Hace tiempo
historiadores como John Bright y George Mendenhall indicaron que varios clanes de otras naciones
se asimilaron a Israel antes y durante la conquista. Otros, entre ellos Gottwald, tomaron estos detalles
correctos y legítimos y con ellos construyeron una teoría revolucionaria de la historia de Israel.
del proletariado contra la burguesía feudal. La nueva religión yahvista sirvió de instrumento para
nuclear al proletariado y llevar a cabo la revolución.
Por supuesto, para dar coherencia a su teoría, Gottwald no concede mucho valor histórico a los
relatos bíblicos. Piensa que contienen algo de verdad, pero que son reflejos de la teología yahvista
aplicada a las tradiciones de este núcleo “israelita” que catalizó todo el movimiento.
Tal teoría no hace justicia a la historicidad de los relatos bíblicos. Pero el hecho de rechazarla no
implica que rechacemos el uso de herramientas sociológicas en nuestro entendimiento de la historia
de Israel. Procederemos a ver algunos indicios de familias asimiladas en Israel.
En relación al éxodo de Egipto la Biblia habla de una multitud mixta. Es decir, otra gente –egipcios
u otras tribus de Egipto- se adhirieron a los israelitas y se fue con ellos. Hay indicación que durante
las plagas algunos egipcios creyeron en Jehová, pues se dice que ante la plaga de granizo y fuego
“algunos funcionarios del Faraón tuvieron miedo de la advertencia del Señor y pusieron a sus esclavos
y animales bajo techo” (Ex. 9:20). Luego se dice que, cuando los hijos de Israel partieron, “con ellos
se fue muchísima gente de toda clase” (Ex. 12:38).
Un grupo específico que se incorporó a Israel fue la familia del suegro de Moisés. Según Números
10:29-32, Moisés invitó a su suegro a irse con ellos. Luego en Jueces 1:16 vemos que estos quenitas
habitaron entre las familias de la tribu de Judá. Más tarde algunos de sus descendientes llegaron a
ser escribas y gente muy respetada en Israel (1 Cr. 2:55; Jer. 35:1-11).
Otra familia que probablemente venía de trasfondo no-israelita era la de Caleb, Josué 14:6 lo llama
“Caleb el ceneseo, hijo de Jefone”, según Génesis 15: 19, los ceneseos eran un grupo étnico del sur
de Palestina. Algunos creen que Jefone se casó con una mujer israelita, pero es más probable que
parte del clan de los ceneseos se haya incorporado a la tribu israelita de Judá.
Evidentemente otros grupos poco a poco fueron asimilados por varias tribus de Israel. Sabemos
que Josué hizo pacto con los gabaonitas y éstos siguieron viviendo en Israel. Urías el hitita, esposo
de Betsabé, era muy fiel a Israel. Entre los hijos de Manasés se nombra a Siquem y Hefer (Jos. 17:2).
Por Génesis 34:2 sabemos que el padre de Siquem era un heveo. Si uno compara las complicadas
genealogías comprueba que también tienen aspectos geográficos. A veces una familia se mudaba al
territorio de otra tribu, razón por la cual luego aparece en la genealogía de esta tribu. Asimismo parece
que las genealogías incluyen nombres de algunas familias cananeas que se incorporaron en Israel.
Es también obvio que en Israel vivieron muchos extranjeros que no se asimilaron (1 R. 9:20-21).
Todo esto muestra que hubo un grado de aceptación de personas de otras naciones en el seno
de Israel. Además, las leyes de Moisés protegían al extranjero que moraba en el país (Ex. 12:19-
20). Mas tarde, la oración de Salomón al dedicar el templo indica un interés en que los de otros
pueblos conocieran al Dios verdadero (1 R. 8:41-42; 2 Cr. 6: 32-33). Asimismo la historia de Naamán
el sirio leproso (2 R. 5) muestra que la gracia de Dios también alcanzó a otros fuera de Israel. Todo
esto significa que aun en los libros históricos –donde el énfasis principal está en Israel- se palpa la
misericordia de Dios hacia otros pueblos.
Parece que las Escrituras quieren llamar la atención al papel que ciertas personas no-israelitas
tuvieron en la historia de la salvación. Podemos ver esto como un anticipo de la
revelación misional más completa que aparece en el Nuevo Testamento.
Un personaje que se destaca es Melquisedec, era sacerdote del Dios Altísimo y Abraham le dio
diezmos (Gn. 14:17-20). A Melquisedec se lo nombra como un prototipo, del sacerdocio de Cristo (He.
5:6-10; 7:1-10).
También dos mujeres no-israelitas, Rahab y Rut, sobresalieron por su fe y las dos llegaron a ser
parte de la genealogía de Jesús. ¿No será otra muestra de la gracia de Dios y un anticipo del énfasis
neotestamentario en que el pueblo de Dios incluirá gentes de “todo linaje, lengua, pueblo y nación?
Peligros y valores
A la vez, esta mezcla de otras gentes tenía valores positivos para el mismo pueblo de Dios. En
Caleb vemos un líder valiente, dedicado a Dios. La fe de Rahab y Rut es ejemplar. Además, ciertos
elementos culturales de los pueblos cananeos enriquecieron la vida de Israel.
Los historiadores reconocen que una cultura que queda sola, aislada, se estanca. Siempre que
ha habido adelantos culturales a lo largo de la historia, también ha existido una mutua fertilización de
culturas en la cual una cultura ha sumado el ímpetu de otra cultura a lo mejor de su propia herencia.
Asimismo la Iglesia de Cristo ha crecido y ha madurado gracias al aporte de creyentes de muchas
culturas. No todo lo bueno en la misión o en la iglesia viene de un solo lado. Hace falta más
fertilización mutua entre las iglesias de África, Asia, Europa, Australia y las Américas.
Conclusión
Actividad No. 7:
Material de apoyo –
El Universalismo en el Antiguo Testamento
U tilice el siguiente material como refuerzo a la clase impartida. El material fue tomado del libro
“Teología de la Misión”, escrito por Müller, Karl (Buenos Aires: Verbo Divino, 1988, pp. 60-65).
Sin que nos detengamos a estudiar aquí el “protoevangelio” (Gn. 3:15) –hace muy poco escribía
J. Schabert: “La interpretación como protoevangelio podría no ser rotundamente equivocada”,
comenzaremos diciendo algunas palabras sobre la historia de los orígenes de la humanidad. Génesis.
1-11 no se proponía ser una ontología de la creación y del hombre, sino una teología de la historia y
un testimonio de la fidelidad de Dios con sus criaturas. Un Dios que castiga, pero también un Dios que
salva. El diluvio fue seguido por la alianza con Noé; la pérdida de la unidad del género humano (Gn.
11:1-9) fue seguida por la elección de Abraham (Gn. 12:3). La elección de Israel aparece, por tanto,
como continuación de la acción de Dios entre los pueblos y encuentra, propiamente, su única razón de
ser en el hecho de que hubieran quedado rotas las relaciones de los pueblos con Yahvé. Génesis
12:3 es, ¡qué duda cabe!, “el final de la historia de los orígenes de la humanidad”, pero es también el
“punto en el que enlazan la historia de los orígenes y el nuevo comienzo de la historia de la salvación”.
Abraham fue llamado por Dios a causa de todos los pueblos y no de él mismo ni de Israel siquiera.
Nos sorprende que en la “tabla de los pueblos”, en Génesis 10, no se mencione siquiera el nombre de
Israel. Análogamente, Pablo en su discurso del areópago, se salta sencillamente la historia de Israel:
“E hizo descender de uno, toda nación humana, para que habitase sobre toda la faz de la tierra” (Hch.
17:26).
Mientras que los patriarcas más antiguos adoraban a Dios, al “Dios de Abraham, Isaac y Jacob”, dándole un
nombre cananeo y sirviéndose de santuarios y sacerdotes cananeos, vemos que en tiempo de Moisés y por
influencia suya aparecen estructuras religiosas propias bien deslindada y acabada en si misma. Esta
religión nació de un proceso de acomodación, rechazo y transformación. La sabiduría concedida
graciosamente por Dios a Moisés, se transmitió a Josué y a los jueces y, más tarde, a los reyes. Todos
los caudillos de Israel fueron pecadores, pero Dios se les revelaba constantemente como “un Dios
compasivo y bondadoso, lento para enojarse y pródigo en amor y fidelidad” (Ex. 34:6). Precisamente
se encomendó a los profetas que fustigaran el pecado del pueblo y que, según el modelo del Dios
misericordioso, clamaran por los derechos de los oprimidos y explotados. Cuando Israel corría peligro
de convertirse en secta, el Deuteroisaias exhortaba a tener el alma abierta; llegó hasta el extremo de
aplicar a Ciro el persa atributos de Moisés (45:1-7), anunció la salvación de Dios “hasta los confines
de la tierra” (49:6), e hizo decir a Yahvé: A los incircuncisos “yo les daré en mi casa y dentro de mis
muros un monumento y un nombre más valioso que los hijos y las hijas: les daré un nombre perpetuo,
que no se borrará” (56:5).
Por consiguiente, Israel procedía de las naciones, se fue segregando cada vez más en virtud de su
elección y de la alianza, a veces de manera excesiva y fue exhortado por los profetas a que volviera
de nuevo a la gran comunidad del género humano; la historia judía del Antiguo Testamento es una
“dialéctica entre las fuerzas centrípetas y las fuerzas centrífugas”. Incluso Ezequiel, que exigió de
manera casi radical la segregación de Israel, no pudo menos de afirmar: “Al nacer, el día en que te
dieron a luz, tu cordón umbilical no fue cortado” (16:4).
Sería un error tratar de hacer desaparecer la tensión que hay en el Antiguo Testamento entre el
particularismo y el universalismo. Se halla clarísimamente a los comienzos, en Dt. 7:6; “El Señor, tu
Dios, te eligió para que fueras su pueblo y su propiedad exclusiva entre todos los pueblos de la tierra”.
Por otra parte, se dice en la vocación de Abraham: “Por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra”
(Gn. 12:3). Cuando se investiga la razón de ser de la misión, este aspecto es importante.
La solicitud de Dios se dedicaba en primer lugar a Israel, pero no quedaban excluidos de ella los
demás pueblos, como vemos claramente por el Salmo 87, que es de la época de David: “Contaré a
Egipto y a Babilonia entre aquellos que me conocen; también se dirá de filisteos, tirios y etíopes: éste
es uno de los que han nacido en Sión.
Pero de Sión se dirá: todos han nacido allí” (v.4s). La elección de Israel no significaba una garantía
ciega, como vemos por el profeta Amós, cuando pone en labios del Señor las siguientes palabras:
“Israelitas, ¿no sois para mi como los cusitas? –oráculo del Señor-, ¿Acaso no hice salir a Israel
del país de Egipto, como a los filisteos de Caftor y a los arameos de Quir?” (9:7). Con el reinado
universal de Dios, que se expresa tan claramente en el Antiguo Testamento, sería incompatible un
“particularismo” divino unilateral.
Mientras que en el Protoisaías se halla todavía en primer plano el éxodo de Israel que sale del
cautiverio babilónico, el Deuteroisaías rompe las fronteras para dirigir su mirada a las naciones. El c.
40 habla ya tan claramente de la “gloria del Señor” que se manifiesta a “todos los mortales”, que es
imposible en este caso pensar únicamente en Israel (v.5). Precisamente el pagano Ciro, aunque no
conocía a Dios, fue asido por él “de la mano derecha”, fue “ungido”, “llamado por su nombre”, por amor
de su “siervo Jacob y de Israel”, su elegido (45:1-4). Es sorprendente también que el Deuteroisaías
mencione la alianza con Noé, la alianza con Abraham y la alianza con David, pero no la alianza con
Moisés. Y sobre todo, los cánticos del siervo de Dios se desbordan clarísimamente hacia el exterior:
“El dice: Es demasiado poco que seas mi siervo para restaurar únicamente a las tribus de Jacob y
hacer volver a los sobrevivientes de Israel yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue
mi salvación hasta los confines de la tierra” (49:6; véase 52:15; 53:10s).
Para encuadrar acertadamente la historia del pueblo israelita, hay que tener en cuenta dos factores:
1. Israel no era un grupo étnico compacto, con su propia cultura y con una historia gloriosa, sino
que era una mezcla de israelitas y un “gran montón de otras personas” (Ex. 12:38); esclavos
egipcios, súbditos empobrecidos de los reyes cananeos, inmigrantes del oriente; las “gentes
que se les habían unido” (Nm.11:4) ejercieron influencia negativa y positiva en los “israelitas” en
sentido estricto. Tan sólo en tiempo de David y de Salomón, Israel llegó a ser un reino unido y
organizado: el reino de las doce tribus. Mientras que los patriarcas convivieron en paz con otros
pueblos (1850 -1700), se llevó a cabo el “éxodo” o salida bajo el caudillaje de Moisés y Josué
(1240 – 1150). En tiempo de David y de Salomón (1000-922), Israel se convirtió en reino político
consciente de si mismo, firmemente cimentado religiosamente en la idea de hallarse regido por
un rey escogido por la gracias de Dios.
2. La religión revelada no llegó a Israel como una novedad absoluta, como un deus ex machina.
No sólo los patriarcas, sino que también los tiempos posteriores tomaron elementos religiosos
de los pueblos con los que convivían. Stuhlmueller nos hace ver que, según las investigaciones
de A.A. Anderson, el Salmo 99, es uno de los más antiguos de todo el salterio, fue originalmente
un himno cananeo en honor de Baal y que, después de sufrir las modificaciones necesarias,
quedó incorporado al cubo religioso israelita. Con menos claridad, pero con claridad suficiente,
aparece esto mismo en los Salmos 95 y 46. Las oraciones bíblicas (las plegarias y las interce-
siones) se apartan en aspectos fundamentales, piensa Stuhlmueller, de las oraciones no judías,
pero muestran algunas afinidades. Luego el Salmo 22 sobrepasa una teología particularista de
la elección de Israel. En este salmo, una persona que se siente abandonado por Dios, clama
en su aflicción, es escuchada por Dios y Dios la ensalza en presencia de toda la comunidad; ella
reconoce que los “pobres” en general, los “anawim” pueden tener esperanza incluso más allá
de esta vida y termina con las siguientes palabras de esperanza, añadidas quizás más tarde:
“todos los confines de la tierra se acordarán y volverán al Señor; todas las familias de los pue-
blos se postrarán en su presencia. Porque sólo el Señor es rey y él gobierna a las naciones…”
(v. 27-28). No olvidemos que este salmo no dejó de ser una oración de los anawim y no fue
aceptado en el libro oficial de oraciones del sacerdocio.
Los estudios nos permiten conocer que Dios es el Dios de todos los pueblos y que la elección de
Israel no era exclusiva, sino que la voluntad salvífica de Dios se extiende a todas las naciones. Nos
muestran, además, que antes de la revelación bíblica existía ya religión; que los patriarcas participaban
en las costumbres religiosas de los pueblos de su entorno; que incluso en épocas posteriores tomaron
de los “paganos” algunos himnos y costumbres de carácter religioso. En el fondo vemos confirmado
en el Antiguo Testamento lo que la carta a los Colosenses y la carta a los Efesios nos dicen en forma
de himno y de visión escatológica: Dios reina como Soberano sobre todos los pueblos: como Creador,
como Señor de la historia, como Autor de la Salvación, cualquier otra comprensión de Dios hay que
rechazarla como equivocada.
En este sentido, el Antiguo Testamento es base para la teología de la misión del Nuevo Testamento.
Es verdad que los judíos no recibieron una “misión” con respecto a los “paganos”, pero en la fe judía
hay elementos que hacen parecer llena de sentido la misión dirigida “a las naciones”. H.W. Gensichen,
que investiga los diversos textos del Antiguo Testamento con sentido universalista (entre otros, Gn.
12:1-3; Am. 9:2s; Sal. 72:8s; Is.2:2s; Mi. 4: 1s; los textos del Deuteroisaias; los cánticos del siervo
de Dios; Mal.1:11), comprendía así los resultados obtenidos: “Aunque el Antiguo Testamento no sabe
nada de que el pueblo de Dios reciba un encargo de misionar, de que tenga que salir a anunciar algo
a las naciones, sin embargo el Antiguo Testamento forma parte del marco histórico-salvífico en el que
es posible luego la misión. La acción de Dios en la antigua alianza tiene esencialmente el carácter
de promesa; lo que Israel experimenta en su historia con Dios, queda abierto para el cumplimiento
definitivo que tendrá lugar en Cristo”.
Unidad II:
La misión de Dios
en el Nuevo Testamento
Actividad No. 8:
Lecturas complementarias
S
egún la disponibilidad de los recursos Ser, Hacer y Decir: Bases bíblicas de la
bibliográficos a su alcance puede misión integral. Buenos Aires: Ediciones
escoger entre las siguientes lecturas Kairós, 2006.
complementarias con el fin de profundizar
su estudio personal sobre esta unidad. Capítulo: “La Misión en los Evangelios
Asimismo, puede utilizar alguna de estas Sinópticos” (pp. 183-252).
lecturas para que sus estudiantes hagan un Capítulo: “La misión en el Evangelio de
análisis crítico, siguiendo el formato que
Juan” (pp. 253-298).
aparece en el apéndice.
Capítulo: “La misión en Hechos” (pp. 299-334).
Obviamente la lista para cada caso no
es exhaustiva ni obligatoria. Usted puede Capítulo: “Misión integral en las Cartas
escoger libremente éstas u otras lecturas Paulinas” (pp. 335-380).
que considere importante usar para obtener Capítulo: “Misión integral en Hebreos y en
un mejor aprovechamiento de esta unidad las Cartas Generales” (pp. 381-428).
de estudio. Capítulo: “La misión integral a la luz del
Apocalipsis” (pp. 429-454).
Unidad II:
la Misión de Dios
en el Nuevo
Testamento
15
La literatura apocalíptica en el Nuevo Testamento se encuentra en el Apocalipsis y en pasajes de Tesalonicenses,
las cartas de Pedro y de los Evangelios.
16
Para más información sobre la influencia apocalíptica ver el artículo de Carlos Villanueva en Bases bíblicas de la
Misión: Perspectivas Latinoamericanas. Capítulo 7. René Padilla, ed. (Buenos Aires: Nueva Creación, 1998).
17
Bosch David. Misión en transformación. (Michigan, U.S.A: Desafío, 2000), p. 183.
“En el principio ya existía la palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios
y era Dios…Por medio de él, Dios hizo todas las cosas…En él estaba la vida, y
la vida era la luz de la humanidad.” (Jn. 1:1-4).
“En él Dios creó todo lo que hay en el cielo y en la tierra, tanto lo visible
como lo invisible, así como los seres espirituales que tienen dominio,
autoridad y poder. Todo fue creado por medio de él y para él. Cristo existía
antes de todas las cosas, y por él se mantiene todo en orden” (Col.1:16-17).
18
Guder, Darrel L. Ser testigos de Jesucristo. (Buenos Aires: Kairós, 2010), p. 39.
19
De Angulo, José Miguel y Lozada, Luz Estela. Op. Cit., p. 163
“Pero Dios prueba que nos ama, en que, cuando todavía éramos pecado-
res, Cristo murió por nosotros” (Ro. 5:8).
“Cristo mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, para qué
nosotros muramos al pecado y vivamos una vida de rectitud. Cristo fue
herido para que ustedes fueran sanados” (1 P. 2: 24).
“Porque Cristo mismo sufrió la muerte por nuestros pecados, una vez
para siempre. El era inocente, pero sufrió por los malos, para llevarlos a
ustedes a Dios. En su fragilidad humana murió; pero resucitó con una vida
espiritual” (1 P. 3:18).
21
Citado en Bruce, F. F. Paul Apostle of the Free Spirit (Reino Unido: Paternoster Press, 1977), p. 468.
En cinco ocasiones los judíos me castigaron con los treinta y nueve azotes.
Tres veces me apalearon y una me apedrearon. En tres ocasiones se hundió
el barco en que yo viajaba y a punto de ahogarme, pasé una noche y un
día en alta mar. He viajado mucho y me he visto en peligros de ríos, en
peligro de ladrones y en peligros entre mis paisanos y entre los extranjeros.
También me he visto en peligros en la ciudad, en el campo y en el mar y en
peligros entre falsos hermanos. He pasado trabajos y dificultades; muchas
veces me he quedado sin dormir; he sufrido mucha sed; muchas veces no
he comido; he sufrido por el frío y por la falta de ropa. Además de estas y
otras cosas, cada día pesa sobre mí la preocupación por todas las iglesias
(2 Co. 11: 24-28).
Actividad No. 9:
Material de apoyo –
¿Qué es la misión de la Iglesia?
Introducción
Está bien que nos preguntemos ¿qué es la misión de la Iglesia? cada uno de nosotros debemos
hacernos esta pregunta, en las diferentes etapas de nuestra vida, ante las circunstancias cambiantes
de la iglesia, de la sociedad y del mundo en general. Gracias a Dios la respuesta fundamental ya
está dada; viene de los labios del Señor Jesús; nos llega por medio de la palabra y del ejemplo de
sus discípulos en las páginas del Nuevo Testamento. Cualquier controversia que haya entre nosotros
respecto al significado de la misión de la Iglesia, debemos definirla a la luz de la revelación escrita.
Por ejemplo, en Mateo 28:18-20 tenemos la así llamada “Gran Comisión” que el Maestro nos ha
asignado y en la cual podemos subrayar el concepto de totalidad.
“Todos los pueblos” (v.19). El concepto de “pueblos” o “gentes” trasciende el énfasis geopolítico
que ha prevalecido en la definición que tradicionalmente le hemos dado a la misión de la Iglesia.
Dentro de un mismo estado o nación (unidad geopolítica) puede haber diferentes grupos o pueblos
que tienen su propia identidad étnica y cultural. Los destinatarios de la misión son todos los pueblos,
según el mandato del Maestro. Todos ellos deben ser alcanzados con el Evangelio. Aquí se derriban
barreras raciales, geográficas, culturales y sociales.
“Por tanto id, y haced discípulos... bautizándolos... enseñándoles que guarden todas las cosas que
os he mandado...” (v.20).
¿Cuántas fueron las “cosas” que Jesús les enseñó a sus discípulos durante el tiempo que estuvo
con ellos? No he hecho el cómputo de las mismas. Pero podemos suponer que el total no sería
pequeño, especialmente si tenemos en cuenta que el Maestro enseñó por palabra y ejemplo. Una
lectura somera del Sermón de la Montaña basta para darnos cuenta de un buen número de imperativos
éticos que vienen del Señor. En las epístolas del Nuevo Testamento hay ecos inconfundibles del
Sermón de la Montaña. Por ejemplo, Jesús dijo: “amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo
5:44). Estos mandamientos repercuten en la enseñanza del apóstol Pedro, quien habla de hacer el
bien a la comunidad civil (1 Pedro 2:15; 3:8-17). Sin duda, el apóstol estaba pensando también en
hacerles el bien a los enemigos de los cristianos. Lo mismo sugiere Pablo, aunque él le da énfasis a la
necesidad física en que pueden encontrarse los enemigos del Evangelio: “procurad lo bueno delante
de todos los hombres... si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber”
(Romanos 12:17-20). Se ha citado hasta el cansancio el texto de Gálatas 6:10, donde él “mayormente
a los de la familia de la fe” no borra lo de hacer el bien “a todos”. El tema de las “buenas obras”
aparece no solamente en la Carta de Santiago. Lo vemos también en otros textos, como en Efesios
2:8-10 y en la carta a Tito.
El Señor Jesús enseñó no solamente el asistencialismo (ayuda a los pobres), cuidado de los enfermos,
alfabetización, desarrollo manual, otros). También dijo que es función del discipulado contrarrestar las
obras de las tinieblas. El cristiano tiene que ser “sal de la tierra y luz del mundo”. ¿Cómo? ¿Limitándose
a ser buen creyente en el hogar y en la iglesia local? No. “Así alumbre vuestra luz delante los hombres,
para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo
5:13-16). El apóstol Pablo parece recoger fundamentalmente este concepto de contrarrestar el mal
cuando dice en Efesios 5:11: “y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien
reprendedlas; porque vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto”.
La Nueva Biblia Española dice: “denúncielas”. En realidad el verbo griego traducido por “reprender”
o “denunciar”, es el mismo que se usa en Juan 16:7-11. Con relación al ministerio del Espíritu Santo:
Jesús no enseñó el uso de la violencia para el cambio de las estructuras sociales. Sufrió la
violencia sin ser violento en una lucha sangrienta contra sus enemigos. Tampoco enseñó la búsqueda
del poder político de parte de las Iglesias. Sin embargo, la persona, el carácter y las enseñanzas y
acciones éticas de Jesús resultaron antagónicos para los poderes establecidos, tanto en lo religioso
como en lo político. De otra manera no lo hubieran crucificado. Nos guste o no, hay en el Evangelio
auténticamente predicado y vivido simientes de transformación social. Esto lo reconocían, a su
manera, mis venerables maestros en el Instituto Bíblico Centroamericano hace más de cuarenta
años. Nos decían que si cambiaban los individuos por el poder del Evangelio, se transformaría la
sociedad. El maestro de Historia Eclesiástica se emocionaba hablándonos de los cambios que el
cristianismo efectuó en la sociedad grecorromana y citaba aquello de que “Jerusalén había triunfado
sobre Atenas”. Pero se nos advertía también contra los peligros que acarreaba el evangelio Social de
los liberales.
Ahora vivimos bajo el miedo al socialismo del movimiento ecuménico protestante, y al sociologismo
de la Iglesia Católica de vanguardia, representada por la teología radical de la liberación. Ese miedo
puede limitar nuestro concepto de misión, si en la tarea de hacer discípulos dejamos a un lado algunas
de las “cosas” que el Maestro nos ha ordenado. La misión descrita en Mateo 28:18-20 no es fácil.
Jesús mismo, el Maestro por excelencia, se esforzó instruyendo por palabra y ejemplo a un grupo de
doce hombres quizá durante tres años. Aquellos discípulos no solamente asistían a unas cuantas
clases semanales. Vivían con el Maestro, le seguían por todas partes y tuvieron la oportunidad de
aprender de su persona, de su carácter, de sus palabras y de sus hechos maravillosos. Con todo, al
final de aquellos años todavía les quedaba mucho por aprender. El Espíritu Santo les fue enviado para
recordarles lo que ya habían oído (Juan 14:26) y enseñarles “todas las cosas” (Juan 14:27), incluso
las que estaban por venir (Juan 16:13). El “discípulo” en la vida de los apóstoles continuó después de
la resurrección y ascensión del Señor.
Ser discípulo hacedor de discípulos es tarea de toda una vida. Por así decirlo, no habrá fiesta
de graduación antes de “aquel día”, cuando todos estemos con el Señor en gloria. Los pastores que
en verdad desean el crecimiento cualitativo de su iglesia local, saben muy bien que no es fácil hacer
discípulos y no les satisface una explicación reduccionista, simplista, del mandato misionero de Cristo
(Mateo 28:18-20).
“Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (v.20). ¡Gracias al Señor
por estas alentadoras palabras! La tarea de hacer discípulos es difícil; pero no estamos solos para
cumplirla. El que tiene toda autoridad sobre cielo y tierra estará con nosotros todos los días para que
vayamos a hacer discípulos a todas las gentes, bautizándolos y enseñándoles todas las cosas que Él
nos ha mandado.
F
otocopie este documento tomado del libro: ¡Vayan y hagan Discípulos!, escrito por
Greenway, Roger S. (Phillipsburg, New Jersey: P&R, 1999, pp. 47-52), y entréguelo a
sus alumnos para que trabajen en la casa y contesten las preguntas que se encuentran
al final, luego en la clase en base a sus repuestas propicie un debate del tema.
Mientras todas las miradas de los presentes estaban fijas sobre él, Jesús agregó: “hoy se cumple
esta escritura en presencia de ustedes” (Lucas 4:21).
Ese momento en la sinagoga de Nazaret fue el punto de inflexión en la obra redentora de Dios.
Allí comenzó la misión de Jesús, aquel que había sido enviado por el Padre. El “año del favor del
Señor” al que se refería Jesús es el período durante el cual el evangelio ha de ser anunciado a toda
la gente.
Consideremos ahora a Jesús, tal como se lo presenta en los cuatro Evangelios. Él es el Misionero
divino y es el que comisiona a sus discípulos para predicar el evangelio a todos y evangelizar a todos
los pueblos de la tierra.
Jesús el Misionero
Un misionero es una persona “enviada”, Juan 20:21 es un texto clave para entender el carácter
misionero de Jesús. Allí Jesús dice: “Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes” Jesús
sabía que su Padre celestial lo había enviado al mundo con una misión. Esta misión consistía en
buscar y salvar lo que estaba perdido” (Lucas 19:10). Este mismo Jesús envía a los creyentes a los
confines de la tierra para hacer discípulos, hasta el fin de los tiempos (Mateo 28: 19-20).
El papel de Jesús durante su ministerio en la tierra, según los Evangelios, era ser el enviado
y convertir a sus discípulos en misioneros. Las acciones que emprendió Jesús a lo largo de su
ministerio tuvieron un sentido misionero. Jesús mostró su profundo amor por las personas perdidas
y su compromiso por salvarlas, cuando conversó con personas como Nicodemo (Juan 3) y la mujer
samaritana (Juan 4) y en sus narraciones sobre la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido
(Lucas 15). Los evangelios presentan a Jesús como el Mesías Misionero.
Los cuatro Evangelios fueron todos escritos cuando la iglesia ya estaba plenamente entregada a
la misión. Se escribieron con el propósito de que fueran leídos por personas que necesitaban conocer
acerca de Jesús, creer en él y también llevar a otros a creer en él. Cada uno de los Evangelios narra
la historia de Jesús a una audiencia particular:
• Mateo fue escrito para los judíos, para enseñarles acerca de Jesús y para que contribuyeran a
sostener la misión a los gentiles.
• Marcos era un “folleto” misionero para gentiles que necesitaban un relato breve acerca de la
vida de Jesús y sus enseñanzas.
• Lucas, que era un gentil convertido a la fe en Jesús, escribió para gentiles como él que querían
saber que Jesús se proponía incorporar no sólo a judíos sino también a gentiles en su reino.
• Juan expresó de manera explícita su propósito misionero: “Estas se han escrito para que uste-
des crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que al creer en su nombre tengan vida”
(Juan 20:31). Este escritor se dirigió al mundo en general. El libro de Juan presenta una serie
de conversaciones evangelísticas entre Jesús y diversas personas, conversaciones que han
conducido a muchas otras personas en el mundo a creer en Jesús.
Para entender las misiones debemos dirigir nuestra atención a Jesús y a la naturaleza de su propia
misión en la tierra, El Hijo de Dios se encarnó, tomo nuestra carne y sangre y vivió como nosotros, con
la excepción de que no cometió pecado. En toda su misión podemos percibir su compasión. Jesús
se interesó profundamente por los enfermos, por los hambrientos, por quienes estaban de duelo.
Demostró su poder sobre Satanás haciendo muchos milagros. Pasó tiempo con los pecadores en
varias maneras.
Su ministerio consistía esencialmente en predicar y enseñar el mensaje del reino. Llegó hasta
la cruz en su sacrificio por los pecadores. Se levantó de entre los muertos, demostró su autoridad,
ordenó a sus seguidores que llevaran el anuncio de su señorío a todo el mundo y ascendió a los cielos.
Allí reina hasta el momento en que regrese otra vez a la tierra.
Es el mandato misionero proclamar el reino de Cristo a las personas que siguen a otros señores
y salvadores, para que corten esos lazos y entreguen su corazón y su vida sólo al Señor Jesús. La
proclamación misionera es un asunto urgente. Reclama sumisión absoluta y cambio radical. No es
una teoría para debatir sino un anuncio para hacer. Es una invitación dirigida a las personas que se
pierden, para que entren a la familia de Dios y sean salvos.
Jesús narró muchas historias cuando predicaba y estas narraciones contienen importantes
enseñanzas acerca de las misiones. Por ejemplo, en la historia acerca de la cosecha (Mateo 9:37-38),
Jesús desafió a sus seguidores para que abrieran los ojos y tomaran nota del extenso campo listo
para la cosecha que estaba aguardando a los cosecheros. Jesús les dijo que oraran al Señor a quien
pertenece la mies, para que enviara obreros a esa gran cosecha.
Lucas 15 contiene narraciones acerca de tres cosas perdidas: una oveja, una moneda y un hijo.
Jesús contó esas historias en respuesta a los líderes religiosos que lo criticaron por hablar con los
“marginales” de la sociedad. Esta es la lección que se enseña en las tres narraciones: Dios quiere que
la gente perdida sea hallada y los cielos se regocijan cuando los pecadores se arrepienten y vuelven
a casa. El mensaje misionero es obvio.
En la parábola sobre el sembrador, Jesús nos enseño que resultados podemos esperar de la
misión frente a distintos tipos de “suelos” (Mateo 13:1-23). La palabra del evangelio se anuncia por
igual a personas que lo rechazan, a otras que muestran interés en forma temporaria, a otros que
no dan fruto y ¡gracias a Dios!, a otros que sí son receptivos y dan mucho fruto. Esta historia ha
renovado la comprensión y el coraje de evangelistas y misioneros que se encuentran frente a estas
cuatro clases de “suelo” cuando tratan con la gente.
Joel F. Williams comparte su concepto de esta parábola y lo que enseña sobre la soberanía de
Dios en cuanto al trabajo misionero:
Esta es la misión de Dios. Él envía, él capacita y él produce los resultados. El propósito final
de la misión es dar gloria a Dios, para que una multitud de todas las naciones, tribus, pueblos y
lenguas pueda dar alabanza y declarar el honor, la gloria y el poder de Dios por toda la eternidad.
Los creyentes participan en la misión de Dios no porque Dios necesite sus contribuciones sino porque
están convencidos de la importancia que tienen la persona y la voluntad de Dios y porque Dios, en su
gracia, se humilló e incluyó agentes humanos para llevar a cabo su obra. Dios está en el centro de la
misión, tal como se describe en el Nuevo Testamento, (William J. Larkin Jr. y Joel F. Williams, Mission
in the New Testament, La misión en el Nuevo Testamento, pp. 239-240).
En la cruz, Jesús sufrió el juicio de Dios en nuestro lugar. Sufrió una vez y para siempre, por Israel
y por los gentiles. De la misma manera, su resurrección mostro su victoria sobre Satanás, sobre
la muerte y sobre la condenación de la que liberó a la comunidad de creyentes en todo el mundo.
La cruz y la resurrección de Jesús son la base de la misión cristiana. No puede sorprender, por lo
tanto, que encontremos referencias que combinan información sobre la cruz y la resurrección con el
mandato a llevar las buenas nuevas a todas las naciones.
Cada uno de los cuatro Evangelios termina con una Gran Comisión, después de haber narrado
la muerte y la resurrección de Cristo, Jesús declara que es su voluntad que los discípulos lleven el
evangelio a todas las personas en todo lugar. Los cuatro pasajes son:
• Mateo 28:19-20
• Marcos 16:15-18
• Lucas 24:44-48
• Juan 20:21-23
Las raíces de estos mandatos misioneros se encuentran en pasajes del Antiguo Testamento
tales como Génesis 12:3; 15:5 e Isaías 49:6. Cristo señala que su ministerio personal en la tierra ha
concluido y que, con sus instrucciones finales antes de la ascensión, están por comenzar los “últimos
tiempos”. Ahora se cumplirán las profecías del Antiguo Testamento respecto a reunir a todas las
naciones.
La esencia de todos estos pasajes que encargan la misión es el concepto de lograr que la gente
en todo lugar siga a Jesús. Seguir a Jesús como discípulo significa: (1) creer solamente en él como
su Salvador personal; (2) obedecerle como Señor y Rey de su vida; y (3) llevar a cabo su mandato de
hacer discípulos en todas las naciones. El llamado y el destino de Israel se cumplen ahora en Jesús,
quien extiende sus brazos abiertos hacia todas las naciones, pueblos y razas. Él es la puerta para
entrar en el reino y nadie que venga a él será rechazado.
E
l documento extraído del libro “El Pueblo misionero de Dios”, escrito por Van Engen,
Carlos (Michigan, USA: Libros Desafío, 2004, pp.133-140).
Cada alumno recibirá una copia facilitada por el profesor, para reflexionar en clase.
Cuando las congregaciones misioneras comienzan a verse como oficinas sucursales del Reino
de Dios, a menudo comienzan a examinar su función en el mundo más de cerca. Ese interés les
impulsa a estudiar los pasajes bíblicos que hablan de la misión de Jesús, su obra de revelación, su
reconciliación y su señorío y los pasajes que presentan a Cristo como Profeta, Sacerdote y Rey. De
esta forma, la iglesia local en el mundo se involucra en un apostolado guiado y moldeado por la misión
de Jesús.
El apostolado transferido
Uno de los pasajes importantes que describen la misión de Jesús se encuentra en Lucas 4:14-
21. Al inicio de su ministerio según este pasaje, Jesús declara su misión en el mundo usando ideas
conocidas tales como las de Isaías 61:1-3. Lucas sitúa estas palabras en un contexto de la época,
mostrando cómo Jesús eligió anunciar su misión mesiánica en su propio pueblo y país, ahí donde un
profeta no recibía honra (Lucas 4:24).
Los capítulos 10 y 11 de Mateo nos proporcionan una perspectiva similar sobre el papel de Jesús
en el mundo. El envía a los doce discípulos en su primera obra misionera y manifiesta la respuesta
a la pregunta de Juan el Bautista de que si era el Mesías. Jesús le responde a Juan con un resumen
de su papel misiológico en el mundo: “Id y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos
ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los
pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mi” (Mateo 11:4-6;
comparar con Lucas 7:18-35).
En este capítulo estudiaremos la obra y el papel misiológico de Jesucristo como patrón a seguir
para la misión de la Iglesia en el mundo, Jesús les dijo a sus discípulos, “como me envió el Padre, así
también yo os envío” (Juan 20:21; comparar con Juan 12:20). La Iglesia pone en práctica su comisión
como el cuerpo de Cristo al vivir el papel que Jesús le ha asignado en el mundo. Un resumen de los
dones del Espíritu en la Iglesia, por ejemplo, nos impresiona porque estos dones son ministerios que
se han de llevar a cabo en el mundo. Así la Iglesia cumple una misión similar a la de Jesús mientras
esos mismos dones toman forma en el mundo a través de ella.
En realidad, cuando Jesús se despidió de sus discípulos, Él mismo transfirió claramente este
aspecto de su presencia terrenal a ellos quienes continuarían su ministerio en el mundo. Jesús dijo,
“El que en mi cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al
Padre”.
“Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el
Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14: 12-15; comparar con Juan 1:50-51).
Los apóstoles aceptaron esa transferencia después del Pentecostés. En su primer sermón, Pedro
hace referencia a las profecías de Joel 2:28-32 y habla de “las señales y maravillas”, que sucedían en
ese momento durante el derramamiento del Espíritu Santo, tal como Jesús las había hecho antes del
Pentecostés (Hechos 2:22-33). Los discípulos proclamaron esta verdad en palabra y la demostraron
en hechos, llevando a cabo la misma clase de obras que Jesús había realizado. El cojo caminó, los
muertos fueron resucitados y el evangelio fue predicado a los pobres.
En Hechos 13:2-3, 46-47 Pablo declara que el apostolado transferido era la base de su propia
misión. Pablo consideraba completamente apropiado el hecho de aplicar, a su persona y a sus
compañeros, el lenguaje que hasta entonces se había reservado solamente para la misión del
Mesías. “Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te he puesto para luz de los gentiles, a fin
de que seas para salvación hasta lo último de la tierra” (Hechos 13:47; ver Isaías 49:6; Lucas 2:32 y
Hechos 26:23). En Romanos 15:15-19 Pablo nuevamente enfatiza esta misión transferida, hablando
de la gracia de Dios, la cual le había hecho ministro para los gentiles. Pablo se presenta como uno
de aquellos que continuarían el ministerio de Jesús ya que su ministerio fue fundado, establecido y
definido por el ministerio previo del Señor Jesucristo. Más tarde Pedro enfatiza una visión misional
semejante en relación al papel de la Iglesia en el mundo (1 Pedro 2:4-12).
Cristo acepta estos tres ministerios como uno y provee la continuidad de estos tres en uno al
llamar a los pastores. El les entrega el cargo de ministrar en cualquier iglesia local a la cual hayan
sido llamados… Los pastores que enseñan al pueblo a seguir el ejemplo de Cristo deben hacerlo de
la misma manera, no sólo en su papel profético y sacerdotal, sino en el de administradores y líderes.
Cada iglesia local es escogida por Dios, en forma particular, para ser Su cuerpo en su lugar respectivo.
Este cuerpo está activo y a cada miembro se le ha asignado un ministerio específico que hacer. Para
que se puedan llevar a cabo muchos de estos ministerios, la iglesia debe organizarse para entrar en
acción. Deben orar para que el Espíritu de Dios llene a cada ministro y unja cada ministerio. Sólo así
será revitalizada la iglesia del siglo veintiuno.1
La idea comienza desde Eusebio de Cesarea, quien la basó en Lucas 4:18. Juan Calvino elaboró
el concepto (Institutes of the Christian Religion, 494-503) y aparece en el catecismo de Heidelberg
(preguntas 31, 32). Emil Brunner dice:
El mundo
Sacerdote
Profeta
El mundo
El mundo
Rey
El mundo
Sanador
El mundo Libertador
Carlos Barth explica cómo la labor tripartita de Cristo forma el patrón a seguir por la iglesia en el
mundo. Barth enfatiza que la Iglesia, “por el hecho de ser la comunidad de Jesucristo, tiene que existir
Carlos Barth explica
activamente para el mundo…En cómo laalabor
el servicio Diostripartita de Cristo a
y el servicio forma
los elhombres,
patrón a seguir por la iglesia
Jesucristo operaen en su
el mundo. Barth enfatiza que la Iglesia, “por el hecho de ser la comunidad de Jesucristo, tiene que
oficio y obra profética”, Barth continua diciendo que la comunidad de los creyentes debe guiarse por
existir activamente para el mundo…En el servicio a Dios y el servicio a los hombres, Jesucristo
medio del ministerio de Cristo: “La Iglesia es constantemente orientada por el ministerio de Jesús y
opera en su oficio y obra profética”, Barth continua diciendo que la comunidad de los creyentes
es por esa unidad básica y reconocible
debe guiarse por medio delque su servicio
ministerio de Cristo:a “La
Dios y aleshombre
Iglesia se distinguen
constantemente orientada pordeeltoda otra
verdad o servicio imaginado.
ministerio de Jesús y es por esa unidad básica y reconocible que su servicio a Dios y al hombre se
distinguen de toda otra verdad o servicio imaginado.
Barth define este testimonio como “declaración, exposición y dirección”. En otras palabras, “la
94 Guía para el profesor
proclamación, la explicación y la aplicación del evangelio son como la Palabra de Dios confiada a
la Iglesia”. Barth trata el tema del ministerio de la Iglesia en relación a la obra de Cristo como
Introducción a la Misionología
Barth define este testimonio como “declaración, exposición y dirección”. En otras palabras, “la
proclamación, la explicación y la aplicación del evangelio son como la Palabra de Dios confiada a la
Iglesia”. Barth trata el tema del ministerio de la Iglesia en relación a la obra de Cristo como Señor,
quien se humilló como siervo para ejecutar la obra expiatoria y admitida a la comunión con Dios (oficio
real); como Dios-Hombre, el Mediador que da la garantía de la reconciliación (oficio profético).
Colin Williams también llama la atención a este contenido tripartito del ministerio de la Iglesia en el
mundo. El enfatiza que en Marcos 10:45, Jesús interpreta su ministerio en términos de la figura que
Isaías presenta como el Mesías Sufriente. El ministerio de la Iglesia es una extensión del ministerio
de Jesús en relación a estos tres oficios. “se puede observar”, dice Williams, “que estos tres oficios
están relacionados muy de cerca de las marcas de la Iglesia en la tradición reformada. La iglesia es
(según los reformadores), donde la Palabra es verdaderamente predicada (profeta), los sacramentos
debidamente administrados (sacerdote) y su vida de piedad correctamente mantenida (rey)”.
Debido a que la Iglesia es: la comunidad de los discípulos de Jesús, la comunidad de servicio y
la comunidad de ministerio; ella es por lo tanto el Pueblo profético-sacerdotal-real enviado al mundo
por Cristo. Geoffrey Wainwright señala que los cristianos son identificados en Apocalipsis 1:6 y 5:10
como reyes y sacerdotes; en 1 Pedro 2:9 como una comunidad sacerdotal; y en Hechos 2 como una
comunidad profética. Así que la Iglesia es todo esto por ser el Cuerpo de Cristo, “Jesús es el profeta
escatológico y aún más, es la Palabra encarnada. Jesús es el sumo sacerdote que se ofreció a sí
mismo y aseguró una redención eterna para la humanidad. Siendo el reino divino en persona,…Jesús
reinó desde un madero y Dios el Padre le ha exaltado y le ha otorgado el supremo nombre de Señor
(Filipenses 2). Con todo esto, el bautismo es el sacramento de entrada para participar de la dignidad
profética, sacerdotal y real de Cristo”.
La manera en que una congregación ejerce su papel misiológico depende del contexto en que se
desarrolla. Tal contextualización involucra más que la forma del mensaje del evangelio y más que la
elección de ciertas actividades a realizar, involucra la forma, el estilo, la manera de ser y de organizar
la congregación local en relación a su medio ambiente.
En otras palabras, la congregación misionera procura ejercer su ministerio como profeta, sacerdote
y rey en forma completamente contextualizada a su cultura y su labor debe demostrarse con liderazgo.
Alvin J. Lindgren y Norman Shawchuck aplicaron el concepto del oficio tripartito del pastor al movilizar
a la congregación local hacia el ministerio en el mundo.
Junto con los tres oficios tradicionales de Cristo, vistos como modelos del papel de la iglesia en el
mundo, se pueden añadir otros dos aspectos a su ministerio. Al estudiar de nuevo la declaración que
Cristo ofrece de su misión en el mundo, como lo relatan Lucas 4:16-20, Lucas 6, Mateo 12 e Isaías 42,
se ve un cuadro de su ministerio que incluye dos funciones más: la de “sanador” y la de “libertador”.
Estos dos conceptos adicionales se pudieran incluir como aspectos de los tres oficios tradicionales,
pero sí los vemos desde el punto de vista del ministerio, parecen tener validez en sí mismos. De igual
forma parecen haber sido transferidos a los discípulos de Jesús como características apropiadas de
su papel misionero en el mundo.
La idea de liberación se ha enfatizado mucho en los últimos años, especialmente con relación a
varios tipos de la teología de la liberación. Sin embargo, la actividad liberadora de Cristo en cuanto
a la paga del pecado, de las consecuencias del pecado, de la opresión del maligno, del castigo de la
ley y de las relaciones humanas quebrantadas – esta clase de liberación fue una de las características
más notorias de su ministerio. Por lo tanto, la liberación espiritual, emocional, personal, política,
económica y social son parte esencial del papel de la Iglesia como pueblo liberado por Dios que está
presente en el mundo y que sirve a un mundo esclavizado por el pecado.
De cualquier modo que interpretemos el contenido exacto de estas palabras adicionales, todo
sirve para indicar algo básico acerca de la naturaleza misionera de la Iglesia. Sean estos los atributos
de la Iglesia, las “nuevas palabras”, los ministerios de la iglesia como Koinonia, Kerigma, diakonia
y martiria o la relación de la Iglesia con el Reino de Dios: todos ellos deberán finalmente traducirse
en el quehacer de la Iglesia en el mundo. Claro que esto es un asunto contextual, afectado por la
cultura interna de la congregación misionera así como por la cultura que la rodea y en medio de la
cual ministra. Cabe aclarar que, la dificultad de la contextualización crítica de los ministerios de la
Iglesia en el mundo no debe menospreciar la importancia de tales ministerios. La Iglesia no puede
ser plenamente el cuerpo de Cristo y el pueblo de Dios a menos que ministre en el mundo. La Iglesia
debe ofrecer una expresión concreta de su naturaleza por medio de los ministerios descritos en los
tres oficios y en la palabra sanadora y libertadora.
Las actividades de profeta, sacerdote, rey, sanador y libertador son extremadamente importantes.
Estas actividades dan, a las congregaciones locales y sus líderes, una visión de las metas y los
objetivos de la Iglesia que interpretan lo que la Iglesia es en lo que la Iglesia hace en el mundo. En
otras palabras, ellas conducen a las congregaciones misioneras hacia el mundo por medio de sus
ministerios y la Iglesia llega a ser de hecho y de acción lo que es en fe y en confesión. Por medio de
sus ministerios en el mundo la Iglesia encuentra su naturaleza esencial. Esto explica las palabras de
Jesús señalando que “en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí me lo
hicisteis” (Mateo 25:45). Al ministrar en el mundo, la Iglesia descubre su carácter de embajador, testigo
y representante de su Señor. Se puede ver que el mundo necesita de la Iglesia así como la Iglesia
necesita del mundo.
La Iglesia misionera alcanza su más profunda esencia viviendo su papel misionero en el mundo.
La Iglesia es una comunión de santos enviada al mundo y como tal se ocupa de su salvación con
temor y temblor, en medio de una generación perversa, pero que le permite brillar como luminaria
(Filipenses 2:12-15).
Aunque hay poco espacio para desarrollar este último tema, hay otra manera de ver el rol
misionero de las congregaciones en el mundo.
Así como el dejar caer una pequeña piedra causa su efecto en las olas de un estanque de agua,
el pueblo de Dios cae en la piscina del mundo y comienza el desarrollo de una nueva ola con nuevas
perspectivas. Este concepto describe los misioneros de las congregaciones misioneras en el mundo.
Fácilmente se podría desarrollar una tipología de relaciones entre la comunidad del Rey y el mundo
hacia el que Cristo la envía.
1
Para una descripción detallada del “munus triplex”, los oficios tripartitos de Cristo, véase a Karl Barth
(Church Dogmatics, 4.3.1ff.) y a Hendrikus Berkhof (Christian Faith, 294-95).
2
Véase también John E. Jansen, Calvin•s “Doctrine of the Work of Christ” (Greenwood, SC: Attic,
1956); Wolhart Pannenberg, Jesus, God an Man, L.L. Wilkins and D.A.Priebe, trans. (Philadelphia:
Wetminster, 1977), y G.C.Berkouwer, Studies in Dogmatics, 14 vols. (Grand Rapids: Eerdmans, 1952),
vol. 9: The Work of Christ.
Lloyd M. Perry y Norman Shawchuck. Revitalizing the Twentieth Century Church (Chicago: Moody;
1982), 143.
P
uede utilizar este documento como apoyo al tema expuesto en clase. Morales, Abel
(2011). Iglesia y Misiones: Obediencia y bendiciones. Fué extraído el 21 de Junio de
2011 de la página, http://www.faminter.org/herramientas/articulos/iglesiaymisiones
Cristo antes de ascender dejaba para los discípulos presentes y los que vendrían una comisión
ineludible: llevar las buenas nuevas de salvación a toda criatura y en todo lugar bajo la potestad única
de Él y con la certeza de Su presencia.
El instrumento y medio escogido para cumplir la bendita comisión era una institución que en pocos
días se iba a establecer: Su Iglesia. Esta iba a ser constituida por aquellos que iban a seguir su modelo
y ejemplo de testificar a todo aquel que tuviera necesidad de oír las Buenas Nuevas.
Al estar convencidos pues los cristianos que aquella Gran Comisión es una comisión de Dios y que
hay una institución por medio de la cual se debe llevar a cabo vienen a la mente varios pensamientos
de lo que implica aquella orden espiritual que emanaba del mismo Señor y Salvador.
Primero: La Iglesia como el pueblo de Dios no es el centro y meta de la misión como dijimos pero
si es el medio e instrumento para poder hacerlo. La Iglesia participa activamente en la misión divina,
en lo que Dios quiere que se haga en el mundo, bajo la soberanía de Cristo que es su cabeza y quien
se encarnó como un siervo y dio su vida para salvación de la humanidad. Y entonces al pensar que
si Cristo tomó la forma humana voluntariamente para cumplir su ministerio, así la iglesia debe adaptar
sus estructuras y formas para la misión de Dios como lo ha hecho en otros períodos de su historia.
Segundo: Si el drama de la misión es el enlace entre Dios y el mundo, la Iglesia debe ser muy
seria en lo que está pasando en el mundo. Procurar aclarar cuál debe ser la relación de ella con el
mundo. Por supuesto es cierto que la Iglesia es el mensajero de las preguntas de Dios a la humanidad
y de su respuesta en Cristo. Cristo en sí mismo mostró gran interés para escuchar las preguntas de la
gente antes de responder a ellas y dar sus respuestas en acciones y palabras. Es decir la Iglesia debe
estar atenta a cuáles son las inquietudes del mundo y entonces responder de acuerdo a la Palabra de
Dios. Cuando esto se lleva a cabo hay un proceso de comunicación que toma forma, tiene sentido y
da resultados.
Tercero: La Iglesia debe recordar que el mundo entero es un campo misionero. Ciertamente
enfocar su mirada compasiva en los pueblos no alcanzados, en los menos evangelizados, pero sin
olvidar aquellas sociedades y comunidades en donde supuestamente ya hay cristianos. Cristo al
ordenar su gran comisión hacía recapacitar en que cada persona, cada individuo es digno de ser
alcanzado por su gracia y su amor.
Cuarto: La Iglesia que participa en la misión de Dios, en la Gran Comisión ordenada, experimenta
el proceso benéfico de ser renovada y estimulada a la predicación del evangelio mundialmente. La
Iglesia como pueblo de Dios nunca debe permanecer estática en el proceso de misión. La misión no es
sólo un interés en la conversión de otros sino también con la conversión del miembro de la iglesia para
que esté alerta de su responsabilidad misionera. Al involucrarse los miembros en el proceso misionero
para el mundo ellos descubrirán la gran tragedia de los pueblos en desobediencia y rebelión y estarán
comprometidos a llevarles la luz del evangelio.
Iglesia y Misiones implica obediencia y bendiciones. El obedecer el gran mandato hace que la iglesia
como un todo sea estimulada a tres situaciones y acciones fundamentales: a orar profundamente para
que el evangelio sea predicado y conocido. Hace que se involucre en el sostenimiento de misioneros
implicando esto que reconoce que ha sido bendecida y que se desea ser a su vez bendición allende
los mares, y finalmente, el hecho de ir personalmente al campo misionero como el clímax del
involucramiento individual y colectivo.
Conclusivamente se debe pensar entonces que participar en las Misiones Mundiales para la
Iglesia no es una alternativa, una opción, sino un mandato bíblico que hay que obedecer. En esta
obediencia está implícita entonces la bendición para ella.
Unidad III:
Bases Teológicas
de la Misión
Actividad No. 13 :
Lecturas complementarias
S
Bosch, David. Misión en transformación:
egún la disponibilidad de los recursos Cambios de paradigma en la teología de la
bibliográficos a su alcance puede
misión. Grand Rapids: Libros Desafío, 2000.
escoger entre las siguientes lecturas
(Capítulo 3: “Elementos de un nuevo paradigma
complementarias con el fin de profundizar
su estudio personal sobre esta unidad. misionero ecuménico” pp. 451-619).
Asimismo, puede utilizar alguna de estas
lecturas para que sus estudiantes hagan Lewis, Jonatán P. Misión Mundial: Un análisis
un análisis crítico, siguiendo el formato que del movimiento cristiano mundial, Tomo I,
aparece en el apéndice. Miami: Unilit, 1990. (Capítulo 4 “La Misión de la
Obviamente la lista para cada caso no Iglesia” pp. 91-117).
es exhaustiva ni obligatoria. Usted puede
escoger libremente éstas u otras lecturas Padilla, René C. Misión Integral: Ensayos sobre
que considere importante usar para obtener el Reino y la Iglesia. Grand Rapids: Nueva
un mejor aprovechamiento de esta unidad Creación, 1986. (Capítulo IX: “La misión de la
de estudio. iglesia a la luz del Reino de Dios” pp.180-193).
Unidad III:
Bases Teológicas
de la misión
JESÚS Y EL REINO
27
Bosch David. Op. Cit., p. 51.
28
Ibid. p. 51.
29
Ibid. p. 52.
30
Ibid. p. 53
31
Ibid. p. 54.
La Misión y la expectativa
de la segunda venida de Cristo
32
Lumen Gentium (documento del Segundo Concilio Vaticano). Citado en David Bosch. Op. Cit., p. 462.
33
Bosch, David., Op. Cit., p. 462.
34
Arana, Pedro, Op. Cit., p. 218.
35
Stoll, David. ¿América Latina se vuelve protestante? Las políticas del crecimiento evangélico. Consultado 3
de Marzo 2011 de: http://www.nodulo.org/bib/stoll/alp03j.htm
Podemos ver el reinado de Dios como algo futuro y este mundo como un
valle de lágrimas en las garras del enemigo,…y la iglesia como una sala
de espera para la eternidad,… Una escatología auténtica de la visión del
reinado último de Dios, de justicia y paz, sirve como un imán poderoso,
no porque el presente esté vacío, sino precisamente porque el futuro de
Dios ya lo ha invadido… Como la vanguardia del reinado de Dios, de la
tierra y la nueva humanidad, la iglesia no debería ni tratar de provocar
la irrupción del final ni sólo preservarse para el final de los tiempos… La
iglesia vive y ministra como esa fuerza en la humanidad a través de la cual
la renovación y la comunidad de toda la gente es servida.37
36
Artículo sobre “Eschatology” Dictionary of Mission Theology: Evangelical Foundations (IVP. U.S.A: Downers
Grove, 2007), pp. 106-108.
37
Bosch, Op. Cit., p. 629.
La Misión y la Iglesia
La iglesia es la comunidad de todos los verdaderos creyentes de
todos los tiempos y está compuesta de la gente que realmente ha sido
salvada (Ef. 5:25). Cristo tiene suprema autoridad sobre la Iglesia (Ef.
1:22-23). Cristo es quien construye la Iglesia (Mt. 16:18). Lucas afirma
que el Señor hizo crecer a la iglesia (Hch. 2:47). La Iglesia invisible se
compone de los cristianos de todas las épocas y la Iglesia visible es la
iglesia que vive y está presente aquí en la tierra. También podemos
hablar de la Iglesia universal y las ecclesiola,38 es decir las iglesias
locales.
Si hablamos de que la
iglesia es creación de Cristo,
podemos afirmar entonces
que “la iglesia al único que se
debe es al Señor Jesucristo
y de ahí a nadie más” ¿Qué
de cierto tiene esa afirmación
en la práctica hoy día?
(Especialmente dentro de
la distorsión que miramos
y escuchamos en algunos
líderes).
D
ocumento extraído del libro: “Al servicio del Reino en América Latina”, escrito por, Steuernagel,
Valdir R. (San José: Varitec, 1991, pp.17-27). Divida la clase en varios grupos y pídales dar
lectura al material y compartir sus reacciones.
Cada intento de definir la relación entre el Reino de Dios y la iglesia, por un lado y entre el Reino
de Dios y la iglesia, por otro lado, será necesariamente incompleto. Hablar del Reino de Dios es
hablar del propósito redentor de Dios para toda la creación y de la vocación histórica que tiene la
iglesia respecto a ese propósito aquí y ahora, “entre los tiempos”. Es también hablar de una realidad
escatológica que constituye el punto de partida a la vez que la meta de la iglesia. La misión de la
iglesia, consecuentemente, sólo puede entenderse a la luz del Reino de Dios.
El Reino y la Iglesia
El Nuevo Testamento presenta a la iglesia como la comunidad del Reino, la comunidad que
reconoce a Jesús como el Señor del universo y por medio de la cual, en anticipación del fin, el Reino
se manifiesta concretamente en la historia.
Los términos Mesías y comunidad mesiánica son correlativos, si Jesús era el Mesías, como afirmó
ser, entonces no es extraño que entre otras cosas se rodeara de una comunidad que reconociera la
validez de su afirmación. Basta un análisis superficial de la evidencia para concluir que así fue en
efecto. En su ministerio llamó a hombres y mujeres a dejarlo todo para seguirle (Lc. 9:57-62, 14:25-
33; Mt. 10:34-48). Aquellos que responden a su llamado constituyen la “manada pequeña” a la cual
el Padre desea dar el Reino (Mt. 26:31; Lc. 12:32). Serán reconocidos por Jesús en presencia de
su Padre que está en los cielos (Mt. 10:32ss). Son su familia, más cercanos a él que sus propios
hermanos y madre (Mt. 12:50).
La referencia de Jesús a esta comunidad mesiánica como “mi iglesia” (Mt. 16:18) armoniza
perfectamente con un propósito de su misión: su intención de rodearse de una comunidad propia en
la cual tengan cumplimiento las promesas del pacto de Dios con Israel. El contexto de la revelación
de Jesús de que el establecerá una iglesia que sea característicamente suya sugiere la relación entre
la iglesia y su mesiazgo: sólo después de que sus discípulos lo han reconocido como el Mesías, él les
anuncia su intención. El es el Mesías en quien el Reino de Dios se ha hecho una realidad presente.
La iglesia es la comunidad que surge como resultado de su poder real. Siendo así, es obvio que la
iglesia no debe ser equiparada con el Reino. Como Ladd lo expresa:
“Si el concepto dinámico del Reino es correcto, nunca debe identificarse con la iglesia… En
la terminología bíblica, el Reino no se identifica con sus sujetos. Estos son el pueblo de
Dios que ingresa en el Reino, vive bajo él y es gobernado por él. La iglesia es la comunidad
del Reino pero nunca el Reino mismo… El Reino es el reinado de Dios; la iglesia es una
sociedad de personas”.
Según el propósito de Dios, después de Pentecostés el Reino de Dios continuará como una
realidad presente por medio del don del Espíritu Santo. Esto es claro por el hecho de que cuando los
discípulos de Jesús le preguntaron: “Señor, ¿cuándo restaurarás el reino de Israel en este tiempo?”,
él respondió: “no os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola
potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo” (Hch. 1:6-8). El
Espíritu Santo es, pues el agente de la escatología en proceso de realización. El Reino de Dios que
ha irrumpido en la historia en Jesucristo continúa actuando por medio del Espíritu Santo.
La iglesia es el resultado de la acción de Dios por medio del Espíritu. Es el cuerpo de Cristo y
como tal, la esfera en la cual opera la vida de la nueva era iniciada por Jesucristo; el Espíritu Santo
es el agente por medio del cual se imparte esa vida a los creyentes (2 Co. 3:6; Gá. 5:25; Ro. 8:2-
6). Asimismo el Espíritu da a la iglesia los dones (carismata) que hacen posible su existencia como
una comunidad misionera (1 Co. 2,4ss). Esto significa que la iglesia no es primordialmente una
organización sino un organismo cuyos miembros están unidos por la acción del Espíritu. “Un cuerpo”
corresponde a “un Espíritu” (Ef. 4:3-4).
No se puede exagerar la importancia que tiene esta relación entre el Espíritu Santo y la iglesia
para la comprensión correcta de la relación entre el Reino de Dios y la iglesia. La iglesia depende
del Espíritu para su propia existencia. Sus palabras y acciones son meramente el medio para la
manifestación presente del Reino de Dios y no pueden explicarse plenamente como palabras y
acciones humanas. El Reino de Dios no pertenece exclusivamente al futuro. Es también una realidad
presente, manifestada en la comunidad cristiana, que es “morada de Dios en el Espíritu” (Ef. 2:22). La
iglesia no es el Reino de Dios sino el resultado concreto del Reino. Lleva las marcas de su existencia
histórica, del “todavía no” que caracteriza al tiempo presente. Pero aquí y ahora participa en el “ya”
del Reino que Jesús ha iniciado.
Como comunidad del Reino habitada por el Espíritu Santo, la iglesia es claramente llamada a
ser una nueva sociedad, una tercera fuerza junto con judíos y gentiles (1Co.10:32). No debe ser
equiparada con el Reino, pero tampoco separada del mismo. Tiene el propósito de reflejar los valores
del Reino, aquí y ahora, por el poder del Espíritu Santo. No es todavía “la iglesia gloriosa”, pero si “el
Israel de Dios” (Gá. 6:16), el pueblo de Dios llamado a confesar a Jesucristo como Señor y vivir a la
luz de esa confesión. Como Lesslie Newbigin lo expresa:
“Solo la comunidad que ha comenzado a gustar (aunque sólo sea inicialmente) la realidad
del Reino puede proveer la hermenéutica del mensaje… Sin la hermenéutica de esta
comunidad viviente, el mensaje del Reino sólo puede convertirse en una ideología y un
programa: no será el evangelio”.
El resultado de Pentecostés fue no meramente el poder para predicar el evangelio, sino “muchas
maravillas y señales” hechas por los apóstoles y una comunidad de personas que perseveraban “en la
doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”
y que “estaban juntos y tenían en común todas las cosas” (Hch. 2:42-44; cf. 4: 32-37). Pentecostés,
por lo tanto, significó poder para un nuevo estilo de vida que incluía una nueva economía.
Los poderes de la nueva era, liberados por Jesucristo, estaban presentes por medio de su Espíritu
en el pueblo de Dios, dándole poder para constituirse en una señal del Reino.
Según el Nuevo Testamento, todo el mundo ha sido colocado bajo el señorío de Cristo. La
esperanza cristiana se relaciona a la consumación del propósito de Dios de unir todas las cosas en
el cielo y en la tierra bajo el mando de Cristo como Señor y de liberar a la humanidad del pecado y la
muerte en su Reino.
El Cristo que la iglesia reconoce como Señor es el Señor de todo el universo. En esta afirmación
de su señorío universal, la iglesia encuentra la base para su misión. Cristo ha sido coronado como Rey
y su soberanía se extiende sobre la totalidad de la creación. Como tal, él comisiona a sus discípulos
a hacer discípulos de todas las naciones (Mt. 28:18-20).
La iglesia es la expresión del señorío universal de Jesucristo, la manifestación concreta del Reino
de Dios. Que Jesús es “Señor de todos” significa no sólo que es soberano sobre toda la humanidad,
sino que en el tiempo presente concede las bendiciones del Reino de Dios a todos los que invocan
su nombre (Ro.10:12). Que él es “cabeza sobre todas las cosas” es importante porque como tal ha
recibido dominio sobre la iglesia de modo que ésta sea “la plenitud de Aquél que todo lo llena en
todo” (Ef. 1:22). Como Señor exaltado cuya autoridad se extiende a todo el universo, él ha dado a
su pueblo dones para capacitarlo para crecer como una unidad orgánica, de modo que pueda imitar
el modelo de humanidad realizado perfectamente en su persona (Ef.4:10ss). El es el primogénito de
toda creación por razón de su papel como sabiduría de Dios y a la vez es el primogénito de la nueva
creación por razón de su resurrección (Co.1: 15-18). El es “la cabeza de todo principado y potestad”
(Col. 2:10) y a la vez “la cabeza del cuerpo, que es la iglesia” (Col. 1:18; cf. Ef. 5:23), la cabeza de la
cual la iglesia recibe su vida (Col.2:19). Por la muerte de Cristo, Dios quiso reconciliar consigo “todas
las cosas” (Col.1:20) y “en su cuerpo de carne, por medio de la muerte” reconcilió a los creyentes a
fin de presentarlos “santos y sin mancha e irreprensibles delante de él” (Col. 1:22). El hecho de que el
está a la diestra de la Majestad en las alturas no sólo se relaciona con su preeminencia como el Rey
mediador de toda la creación, sino que apunta a su ministerio de intercesión a favor de su pueblo (He.
1:3, 10,12; Ro 8:34).
Este énfasis central de Nuevo Testamento nos lleva a la conclusión de que la iglesia, si ha de ser
comprendida correctamente, debe ser vista en el contexto del propósito universal de Dios en Cristo
Jesús. La intención de Dios es “reunir” todas las cosas en Cristo…así las que están en los cielos,
como las que están en la tierra” (Ef.1:10).
El hecho de que el propósito de Dios incluya todo el mundo no significa que todos los hombres
y mujeres automáticamente pertenecen al Reino. El Reino de Dios es un orden escatológico al cual
uno debe entrar y nadie puede entrar en él sin reunir ciertas condiciones (Mt. 5:20, 7:21, 18:3, 19:23;
Mr.10:23ss). Consecuentemente, la proclamación del Reino de Dios no es meramente la proclamación
de un hecho objetivo respecto al cual todos deben ser informados; más bien, es simultáneamente la
proclamación de un hecho objetivo y una invitación a la fe.
Sin embargo, a la luz del propósito universal de Dios no es posible entender la relación del mundo
con el Reino exclusivamente en términos de la providencia de Dios. Con la venida de Jesucristo, todo
el mundo ha sido colocado bajo la señal de la Cruz. La Cruz significa no sólo juicio, sino también
gracia. Porque Cristo murió y resucitó, el mundo ya no puede ser visto meramente como la humanidad
bajo el juicio de Dios. Su “acto de justicia” tiene dimensiones universales. Porque “como por la
transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia
de uno vino a todos los hombres la justificación de vida” (Ro. 5:18). El evangelio continúa siendo la
proclamación de un evento que afecta la totalidad de la vida humana.
Consecuentemente, no basta decir que Dios “providencialmente reina supremo y conducirá toda la
historia al cumplimiento de sus propósitos en la creación”, como si la obra de Cristo fuese totalmente
irrelevante en relación a la manera en que Dios cumplirá su propósito para la historia, Cristo ha
sido exaltado como Señor. Debe ejercer su reinado –debe reinar – hasta que todos sus enemigos,
incluyendo la muerte, hayan sido colocados debajo de sus pies. “Luego que todas las cosas le estén
sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que
Dios sea todo en todos” (1Co. 15:28).
El Dios de la redención es también el creador y juez de toda la humanidad que desea la justicia
y la reconciliación para todos. Su propósito para la iglesia, por lo tanto, no puede separarse de
su propósito para el mundo. A la iglesia se la entiende correctamente sólo cuando se la ve como
la señal del Reino universal de Dios, los primeros frutos de la humanidad redimida. Aquí y ahora,
en anticipación del fin, en la iglesia y por medio de la iglesia, todo el mundo es colocado bajo el
señorío de Cristo y, por lo tanto, bajo la promesa de Dios de un nuevo cielo y una nueva tierra en el
Reino de Dios. Uno no puede leer el Nuevo Testamento y tratar de entender a la iglesia aparte del
propósito de Dios para la humanidad y la historia, del cual ella deriva su significado. Sin embargo, la
universalidad del evangelio no significa que todos participarán en el Reino de Dios, sino que la iglesia
proclamará el Reino a todos (cf. Hch. 1:8, 19:8, 28:23). La redención de la creación es inseparable
de “la manifestación de los hijos de Dios”, su liberación es inseparable de “la libertad gloriosa de los
hijos de Dios” (Ro. 8:19-21).
En otras palabras, desde la perspectiva del Nuevo Testamento el significado de la historia general
está íntimamente vinculado al significado cósmico de la iglesia. Esta no es una secta compuesta por
unas pocas almas rescatadas del tumultuoso mar de la historia, sino la manifestación cósmica de la
multiforme sabiduría de Dios, que creó todas las cosas (Ef. 3:9-10), el “nuevo hombre” en quien se
reproduce la imagen del segundo Adán (Ef. 2:15, 4:13; 1Co.15:45), los primeros frutos de la nueva
humanidad (Stg. 1:18).
Hablar del Reino de Dios en relación al mundo no es sólo afirmar la providencia de Dios, sino
hablar del Rey-Mediador Jesucristo, cuyo Reino se hace visible (aunque todavía no en su plenitud)
en la comunidad que confiesa su nombre. Es también confirmar que Dios tiene un propósito para la
historia, el mismo que provee sentido y dirección a la misión de la iglesia aquí y ahora. Dios está
activo para realizar su propósito para la creación. La iglesia en el poder del Espíritu proclama la
salvación en Cristo y planta señales del Reino, dándose siempre enteramente a la obra del Señor,
sabiendo que su labor en el Señor no es en vano (1Co.15:58).
Conclusiones
De lo que antecede surgen las siguientes conclusiones:
presente a la vez que una esperanza futura, un “ya” a la vez que un “todavía no”. En línea con
esto, el Reino de Dios no es el “mejoramiento social progresivo de la humanidad”, según la cual
la tarea de la iglesia es transformar la tierra en cielo y esto ahora, ni “el reinado interior presente
de Dios en las disposiciones morales y espirituales del alma, con su base en el corazón”. Más
bien, es el poder redentor de Dios, liberado en la historia, que trae buenas nuevas a los pobres,
libertad a los cautivos, vista a los ciegos y liberación a los oprimidos.
3. De acuerdo con la voluntad de Dios, la iglesia es llamada a manifestar el Reino de Dios aquí y
ahora tanto por lo que hace como por lo que proclama. Porque el Reino de Dios ya ha venido
y está por venir, la iglesia “entre los tiempos” es una realidad escatológica e histórica. Si no
manifiesta plenamente el Reino, esto no se debe a que el Reino dinámico de Dios ha invadido
la era presente” sin la autoridad o el poder para transformarla en la era venidera”, sino porque
la consumación no ha llegado todavía. El poder que está activo en la iglesia, sin embargo, es
como la operación del poder de Dios, el cual “operó en Cristo, resucitándolo de los muertos y
sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y
señorío y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero”
(Ef. 1:20-21). La misión de la iglesia es la manifestación histórica de ese poder por medio de la
palabra y la acción, en el poder del Espíritu Santo.
4. Por su muerte y resurrección, Jesucristo ha sido exaltado como Señor del universo.
Consecuentemente, todo el mundo ha sido colocado bajo su señorío. La iglesia anticipa el
destino de toda la humanidad. Entre los tiempos, por lo tanto, la iglesia –la comunidad que
confiesa a Jesucristo como Señor y por el reconoce a Dios como creador y juez de todos los
hombres – está llamada a “compartir su preocupación por la justicia y la reconciliación en toda
la sociedad humana y por la liberación de los hombres de toda clase de opresión” (Pacto de
Lausana, sección 5). La entrega a Jesucristo es entrega a él como el Señor del universo, el Rey
ante el cual se doblará toda rodilla, el destino final de la historia humana. Pero la consumación
del Reino de Dios es la obra de Dios. En palabras de Wolkhart Pannernberg, el Reino de Dios
no será establecido por el hombre. Muy enfáticamente, es el Reino de Dios…El hombre no es
exaltado sino degradado cuando se hace víctima de ilusiones acerca de su poder”.
E
ste documento es extraído del libro: “Misión Mundial, Tomo I” escrito por Lewis Jonatán P.
(Miami, Florida: UNILIT, 1990, pp.58-64). Pida a los alumnos realizar la lectura y responder las
preguntas que el material les proporciona.
“El reino de Dios”, su “malkuth”, es su gobierno universal, su soberanía sobre toda la tierra,
Salmos 145:11: “La gloria de tu reino digan y hablen de tu poder”. En el paralelismo de la poesía
hebrea, las dos líneas expresan la misma verdad. El “reino de Dios” es su poder, Salmos 145:13: “Tu
reino es reino de todos los siglos y tu señorío en todas las generaciones”. La realidad del gobierno de
Dios comprende cielo y tierra, pero este versículo no hace referencia al tiempo en que permanece
esta realidad. El gobierno de Dios es eterno. Daniel 2:37: “Tú, oh rey, eres rey de reyes; porque el Dios
del cielo te ha dado reino, poder, fuerza y majestad”. Nótense los sinónimos de reino: poder, fuerza,
majestad; todas expresiones de autoridad. Estos términos identifican el reino como el “gobierno que
Dios ha dado al rey”. De Belsasar se ha escrito: “Contó Dios tu reino y le ha puesto fin” (Daniel 5:26).
Claro está que la realidad sobre la cual Belsasar gobernaba, así como el pueblo babilónico, no habían
sido destruidos. Era el gobierno del rey lo que terminaba y era transferido junto a Babilonia a otro
gobernante, a Darío el medo (Daniel 5:31).
Una referencia en nuestro evangelio pone bien en claro esta significación. Leemos en Lucas
19:11-12: “Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca
de Jerusalén y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente. Dijo, pues: Un
hombre noble se fue a un país lejano para recibir un reino y volver”. El señor noble no fue a tomar
posesión de una realidad, una región sobre la cual gobernar. La realidad sobre la cual deseaba
gobernar estaba a la mano. El territorio sobre el cual había de gobernar era el lugar que dejó. El
problema consistía en que él no era rey. Necesitaba la autoridad, el derecho de gobernar. Fue a
obtener un “reino, realeza, autoridad”. En la versión del Nuevo Testamento Dios llega al Hombre se
ha traducido “para ser nombrado rey”.
Esto mismo había ocurrido algún tiempo antes del nacimiento de nuestro Señor. En el año 40
a.C. las condiciones políticas de Palestina eran caóticas. Los romanos habían subyugado al país
en el 33 a.C., pero la estabilidad se había logrado en forma lenta. Herodes el Grande finalmente
fue a Roma, obtuvo del senado romano el reino, es decir, la autoridad de ser rey de Judea y de los
judíos. Muy bien podría haber tenido el Señor en mente este incidente cuando dijo su parábola. De
cualquier manera, esto ilustra el significado fundamental del reino. El reino de Dios es su realeza, su
gobierno, su autoridad. Una vez que comprendemos esto, podemos leer todo el Nuevo Testamento
y examinar una cantidad de pasajes en los cuales resulta evidente este significado, donde el reino
no es una realidad física, sino el señorío o reinado de Dios. Jesús dijo que debemos recibir el reino
de Dios como niños (Marcos 10:15). ¿Qué se recibe?, ¿la iglesia?, ¿el cielo? Lo que recibimos es el
gobierno de Dios. Para entrar en la futura realidad del reino, debemos someternos en plena confianza
al gobierno de Dios aquí y ahora.
También se nos dice: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mateo 6:33). ¿Cuál
es el objetivo de nuestra búsqueda?, ¿la iglesia?, ¿el cielo? No, debemos buscar la justicia de Dios,
su autoridad, su gobierno, su reinado en nuestras vidas.
Cuando oramos “venga tu reino”, ¿estamos pidiendo que venga el cielo a la tierra? En cierto
sentido estamos pidiendo esto, pero el cielo es objeto de deseo solamente debido a que el reino de
Dios ha de ser realizado en nosotros con mayor perfección que la actual. En relación con la expresión
“reino de Dios”, la palabra cielo carece de significado. Por lo tanto, lo que pedimos es: “Venga tu
reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10). La oración es una
petición para que Dios reine, para que manifieste su soberanía y poder real, para derrotar a todos los
enemigos de la justicia y de su gobierno divino; para que sólo Dios pueda ser Rey sobre el mundo
entero.
1. ¿Cuál es la delicada, pero importante distinción que el doctor Ladd señala entre el uso
común de la palabra “reino” y su uso bíblico?
2. ¿Prevalece aún en la actualidad el debate que cuestiona si el “reino de Dios” es
esencialmente político o espiritual en su naturaleza y manifestación? ¿Cómo clarifica este
argumento la explicación del “significado del reino”?
Cristo usó muchas parábolas para mostrarnos la naturaleza del reino. Estas ilustraciones tomadas
de diferentes facetas de la vida cotidiana fueron utilizadas para enseñar verdades nuevas acerca del
reino, el cual no había sido aún revelado. Cristo habló de estas parábolas señalando “el misterio del
reino” (Marcos 4:11). Este curioso término “misterio”, fue también usado por Pablo en Romanos 16:25,
para describir la naturaleza de la revelación de Cristo. Los siguientes fragmentos de El Evangelio del
Reino responden a la pregunta: ¿cuál es el misterio que Cristo reveló durante su ministerio terrenal?
Para contestar a esta pregunta, tenemos que remontarnos al Antiguo Testamento y examinar la
típica profecía del reino venidero de Dios. En el segundo capítulo de Daniel, el rey Nabucodonosor
tiene la visión de una gran imagen cuya cabeza de oro, el pecho de plata, los muslos de bronce y las
piernas de hierro. Luego, una piedra hiere a la imagen por los pies y la reduce a polvo. Este polvo
es arrastrado por el viento “sin que de ellos quedara rastro alguno”. Entonces la piedra que destruyera
la imagen se convierte en una gran montaña que llena la tierra (Daniel 2:31-35).
una piedra, no con mano, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran
Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir…”
Esta es la perspectiva del Antiguo Testamento acerca del futuro profético. Los profetas ven
anticipadamente un día glorioso en el cual vendrá el reino de Dios y se establecerá sobre la tierra.
Recordará el lector que hemos descubierto que el significado básico del reino es el gobierno de Dios.
En aquel día, su reino desplazará a todos los demás reinos, a todos los otros gobiernos y autoridades.
Este frenará la orgullosa soberanía del hombre manifestada en el gobierno de las naciones que han
dominado la escena de la historia terrenal. El dominio de Dios, el reino de Dios, el gobierno de Dios
aplastará toda oposición, Dios y sólo El será el Rey en esos días.
En la perspectiva del Antiguo Testamento, la venida del reino de Dios se mira como un gran
evento singular: una vigorosa manifestación del poder del Señor que arrollará a los débiles reinos de
soberanía humana y que llenará la tierra de justicia.
Debemos ahora volver a examinar el evangelio según San Mateo y relacionar esta verdad con
nuestro estudio anterior. Juan el Bautista había anunciado la venida del reino de Dios (Mateo 3:2),
por el cual entendía que este suceso era el predicho en el Antiguo Testamento. El que había de
venir traería un bautismo doble: unos serían bautizados en Espíritu Santo y gozarían de la salvación
mesiánico del reino de Dios, mientras que otros serían bautizados en el fuego del juicio final (Mateo
3:11). En el versículo siguiente se ve claramente que esto es lo que Juan desea decir. La obra del
Mesías será de mudanza y separación de los hombres.
Así como el agricultor trilla y avienta su cosecha, reteniendo el grano bueno y desechando los
desperdicios, el Mesías limpiará su era y recogerá su trigo en su granero (salvación para los justos),
pero quemará la paja en el fuego (condenación para los injustos, versículo 12). La frase “que nunca se
apagará” demuestra que no es un fuego común a la experiencia humana, sino el fuego escatológico
del juicio.
Desde la prisión, Juan envió mensajeros a Jesús para que le preguntaran si El era realmente el
que había de venir, o si debían esperar a otra persona. Esta duda a menudo ha sido entendida como
signo de la pérdida de confianza en su misión y llamamiento divino, debido a su encarcelamiento. Sin
embargo, el elogio que Jesús hace de Juan logra que la interpretación sea distinta, Juan no es “una
caña sacudida por el viento” (Mateo 11:7).
El problema de Juan se originaba en el hecho de que Jesús no estaba actuando como el Mesías
que él había anunciado. ¿Dónde estaba el bautismo del Espíritu Santo? ¿Dónde estaba el juicio de
los malos?
Jesús replicó que El ciertamente era el portador del reino y que las señales de la edad mesiánica
de la profecía estaban siendo manifestadas. Y aun dijo Jesús: “y bienaventurado es el que no halle
tropiezo en mi” (Mateo 11:6). “¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?” Juan hizo
esa pregunta porque la profecía de Daniel no parecía estar en proceso de cumplirse. Herodes Antipas
gobernaba Galilea. Las legiones romanas desfilaban a través de Jerusalén. La autoridad estaba en
manos de un pagano, Pilato, Roma, la idolatría, politeísta e inmoral, gobernaba el mundo con mano de
hierro. Si bien Roma demostraba gran visión y moderación en el gobierno de sus súbditos, haciendo
a los judíos concesiones debido a sus escrúpulos religiosos, sólo Dios tenía el derecho de gobernar
a su pueblo. La soberanía le pertenecía solamente a Él. Ahí estaba el problema de Juan, que era a la
vez el de todo judío devoto, incluyendo a los más íntimos discípulos de Jesús, cuando se esforzaban
por entender e interpretar la persona y el ministerio de Cristo. ¿Cómo podía El ser portador del reino
mientras el pecado y sus instituciones permanecían sin castigo?
Jesús contesta: “Bienaventurado es el que no halle tropiezo en mi”. Lo que Jesús quiere decir es
esto: Sí, el reino de Dios está aquí. Pero es un misterio, una nueva revelación. El reino de Dios está aquí;
pero en lugar de destruir la soberanía humana, ha atacado la soberanía de Satanás. El reino de Dios
está aquí; pero en lugar de introducir cambios en el orden espiritual, en las vidas de hombre y mujeres.
Este es el misterio del reino de Dios, la verdad que ahora El revela por primera vez en su relato
redentor. El reino de Dios ha de obrar entre los hombres en dos etapas distintas: en un tiempo futuro,
cuando toda soberanía humana sea desplazada por la soberanía de Dios, según la profecía de Daniel
y en un tiempo presente. El misterio, la nueva revelación es que este reino de Dios ya vino a obrar
entre los hombres, pero en una forma totalmente inesperada.
No está destruyendo el gobierno de los humanos; está suprimiendo el pecado de la tierra; está
comenzando a traer ahora el bautismo de fuego que Juan había anunciado. Ha venido quieta,
discreta, secretamente. Puede obrar entre los hombres y jamás ser reconocido por las multitudes. En
el dominio espiritual, el reino ofrece en este momento a los hombres las bendiciones del gobierno de
Dios, liberándolos del poder de Satanás y del pecado. El reino de Dios es un regalo que puede ser
aceptado o rechazado. El reino está ahora aquí, con persuasión más que con poder.
Cada una de las parábolas de Mateo 13 ilustra el misterio del reino, esto es que el reino de
Dios, que aún está por venir con gran gloria y poder, se halla, sin embargo, presente ahora entre los
hombres en una forma inesperada, para traer las bendiciones del siglo venidero a esta generación
perversa.
Esto es el misterio del reino: antes del día de la cosecha, antes del fin de este siglo, Dios ha entrado
a la historia en la persona de Cristo para obrar entre los hombres, para traerles la vida y la bendición
de su reino. Viene humildemente, sin imposición. Viene a los hombres mientras un carpintero galileo
anda por las ciudades de Palestina predicando el evangelio y librando a la humanidad de la esclavitud
del diablo. Viene a los hombres mientras sus discípulos van por las aldeas de Galilea predicando el
mismo mensaje. Viene a los hombres hoy en día, mientras los seguidores de Cristo llevan el evangelio
del reino por todo el mundo. Viene de una manera pacífica, humilde, sin gloria resplandeciente, sin
partir los carros en dos y sin espectáculos celestial. Viene como una semilla sembrada en la tierra.
Puede ser rechazado por corazones endurecidos, puede ser ahogado y hasta a veces puede parecer
que se seca y muere. Pero así es el reino de Dios. Trae el milagro de vida eterna a los hombres y
los introduce en la bendición de la soberanía divina. Es para ellos la obra sobrenatural de la gracia de
Dios. Y este mismo reino, el mismo poder sobrenatural de Dios, se manifestará al fin del siglo, esta
vez no de una manera pacífica dentro de los corazones de los que lo han recibido, sino con poder y
gran gloria, purgando todo pecado y mal de la tierra.
Los líderes judíos no fueron los únicos que creyeron que el Mesías se iba a manifestar a sí mismo,
primeramente a través de un dominio físico sobre los reinos de la tierra. Satanás conociendo muy
bien las escrituras, trató de tentar a Jesucristo para que se rebelara contra Dios, ofreciéndole todos
los reinos del mundo. Mateo 4: 8-10 nos registra el incidente:
“Otra vez, lo llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo
y la gloria de ellos y le dijo: todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús
le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás”.
Jesús rechazó la oferta de Satanás, conociendo que estaba basada en términos que no podía
pensar siquiera. No obstante, fue una oferta genuina fundada en su control temporal de los reinos
terrenales. Si Cristo hubiera buscado manifestar su autoridad a través de medios políticos, esto
hubiera sido ciertamente una tentación para alcanzar su objetivo en forma rápida. Pero no era ese su
interés. El manifestó claramente en su ministerio que su reino no era de este mundo (Juan 18:36).
Es muy importante para toda discusión sobre misiones, que entendamos exactamente la
verdadera naturaleza del reino. Como cristianos, tenemos una seria responsabilidad al confrontar
problemas sociales. Algunas veces, inclusive, sentiremos el llamado para desafiar a instituciones
políticas o sociales que quizás están amparando injusticia y opresión. Pero nosotros debemos
siempre comprender, como Cristo lo hizo, que nuestra misión primaria es la extensión de reino de Dios
en la tierra. Y esto únicamente se va a realizar cuando hombres y mujeres en todo lugar tengan una
oportunidad razonable para someterse al señorío de Jesús y entrar en la comunión de su iglesia.
Cristo y el Reino
Hemos dado un vistazo a lo que los judíos esperaban acerca del reino y de la venida de Mesías.
Pero, ¿cuál fue la expectativa de Cristo? ¿Cuál fue su papel en el reino? ¿Cuál fue el impacto de su
ministerio?
Cristo manifestó el propio entendimiento de su rol, por el título que eligió para sí mismo. El pudo
haber escogido entre varios nombres con que el Antiguo Testamento denominaba al Mesías. Pudo
haber usado el más popular entre los judíos de ese tiempo, “Hijo de David”, que lo hubiera identificado
como el heredero del trono de Israel. Pero Cristo no lo tomó, sino que dio su preferencia a otro que
lo identificó con un papel más amplio que el de “rey de Israel”.
Actividad No. 16 :
Lecturas complementarias
S
egún la disponibilidad de los recursos 94
bibliográficos a su alcance puede Capítulo 5 “Las misiones en la Edad Media”
escoger entre las siguientes lecturas pp. 95-142
complementarias con el fin de profundizar
su estudio personal sobre esta unidad. Padilla, René. Bases bíblicas de la misión:
Asimismo, puede utilizar alguna de estas Perspectivas latinoamericanas. Buenos
lecturas para que sus estudiantes hagan Aires: Nueva Creación, 1998. (Capítulo 1: “La
un análisis crítico, siguiendo el formato que
búsqueda histórica de las bases bíblicas de la
aparece en el apéndice.
misión”, pg. 3-33).
Obviamente la lista para cada caso no
es exhaustiva ni obligatoria. Usted puede
escoger libremente éstas u otras lecturas Steuernagel, Valdir. Obediencia Misionera
que considere importante usar para obtener y Práctica Histórica. Buenos Aires: Nueva
un mejor aprovechamiento de esta unidad Creación, 1996. (Capítulo 1 “Lección casera
de estudio. sobre misionología” pp. 13-29).
Unidad IV:
Bases Históricas
de la Misión
49
Bosch, Op. Cit., p. 232.
50
Barker, Joel Arthur. El negocio de descubrir el futuro. (Bogota: MacGraw Hill, 2000).
51
Para ampliar este tema vea David Bosch, Misión en Transformación (Michigan E.U. Libros Desafío, 2000).
Capítulos 5-9
La individualización de la salvación
55
Bosch, Op. Cit., p. 270.
La eclesialización de la salvación
57
Sobre este tema se recomienda la película Los Primeros Frutos, producida por Gateway films (1982).
61
Este resumen fue hecho por estudiantes de la Ciudad de Quito; Ecuador, mientras cursaban el programa de
Maestría en Misión de la Iglesia del Seminario Nazareno de las Américas, San José, Costa Rica, tomando como base
los aportes de Bosch.
Conclusión
Un personaje sobresaliente
en la historia señaló en una
ocasión lo siguiente “si no
aprendemos de la historia, es-
tamos condenados a repetir la
misma historia” ¿Cuáles son
las enseñanzas que podemos
Historia General de las Misiones resumir en los 20 siglos de la
historia de la iglesia cristiana?
MISIONES MEDIEVALES
63
Una Orden Mendicante (del latín mendicare, pedir limosna) es un tipo de orden religiosa católica caracterizada
por vivir de la limosna de los demás. Consultado 02 julio, 2013 de: www.wikipedia.org.
64
San Francisco sigue siendo un maestro en el diálogo con el Islam. Para más información: www.zenit.org. 27
de febrero 2010.
65
Albarracín, Antonio Gil en Revista electrónica de geografía y ciencias sociales Universidad de Barcelona.
Consultado 27 de febrero 2010 de: http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-218-45.htm.
66
González, Justo. Historia del cristianismo. Tomo II (Miami:UNILIT, 1994), pp. 236-237.
MISIONES PROTESTANTES
70
Película: Los Primeros Frutos, producida por Gateway Films.
71
La vida y ministerio de Guillermo Carey está documentada en la película Luz en la Oscuridad producida por
Gateway Films (1998).
72
OMF Overseas Missionary Fellowship
73
Película: “Hudson Taylor”, producida por Ken Anderson Films (1981).
74
Colportores: vendían Biblias y evangelizaban puerta a puerta.
75
Consultado 4 de marzo 2010 de: www.cmalliance.org.
76
Para estadisticas mas actualizadas: www.protestantedigital.com
77
Para estadísticas más actualizadas visitar: http://www.protestantedigital.com. .
78
Para más información sobre cómo se formó la Iglesia del Nazareno consulta Bullón, Dorothy. Historia de la
Iglesia del Nazareno. (Guatemala: Iglesia del Nazareno, 2009).
79
Ver película producida por el Departamento de Misión Mundial de la Iglesia del Nazareno Gritos en la noche
para saber sobre la vida y ministerio de Harmon Schmelzenbach.
80
Iglesia del Nazareno de Costa Rica. Consultado 4 de marzo de 2010 de: http://www.nazarenocr.org/cultura_
estructura.htm.
Ministerios de la Iglesia82
Conclusión
M
aterial tomado del libro “Bases Bíblicas de la misión –Perspectivas latinoamericanas”
Padilla, René, Ed. (Buenos Aires. Kairós, 1998, pp.29-33). Pida a los alumnos
elaborar un análisis crítico de la lectura.
El siglo 20 ha sido el siglo de los movimientos globales y mundiales. Dos guerras mundiales, la Liga
de las Naciones, las Naciones Unidas, conferencias Ecuménicas Misioneras, la Organización Mundial
de la Salud, el Banco Mundial, el Consejo Mundial de Iglesias, la Alianza Evangélica Mundial… la lista
es interminable. No es sólo por medio de la tecnología, los medios de comunicación, la Cibernética,
la utilización del espacio, por no mencionar la contaminación global, el desastre ecológico y la finitud
de los recursos, surgen preguntas nuevas acerca del futuro de la raza humana que afectan a todos.
Frente a estos urgentes enigmas y a lo que Hans Küng llama “el paradigma ecuménico emergente”,
los cristianos de hoy, junto con sus iglesias, han entrado en una época de cooperación y de
comprensión mutua, sin precedentes en la historia de la iglesia. Aunque el camino esté marcado por
muchos avances y retrocesos, es claro que todo ha cambiado y está en proceso de cambio. No es
extraño que hoy se remarquen los pasajes bíblicos que acentúan la unidad de la iglesia, la oración
sacerdotal del Señor, la centralidad del amor entre los hermanos y la solidaridad con los menesterosos
y los oprimidos. Los énfasis de la Reforma protestante en el reinado de Dios vuelven a estar sobre el
tapete de las discusiones teológicas, aunque las interpretaciones sean muy variadas.
Sin embargo, grandes sombras oscurecen la visión de unidad. Hay razones para sospechar que
la confesión de la unidad y la necesidad sentida del otro es ambigua. Por una parte, existen grandes
reuniones y organizaciones que promueven el bien humano y que hacen declaraciones utópicas.
Frente a tragedias momentáneas, surgen esfuerzos bien intencionados de ministrar en el nombre de
Cristo. Por otra parte, se manifiesta mucha superficialidad en estos esfuerzos. Sólo es necesario notar
las guerras genocidas de las últimas décadas: Ruanda, Sri Lanka, Irlanda, Chechenia, Servia-Bosnia,
Nigeria… sirven como símbolos de una época del exterminio de minorías por medios brutales. Los
países llamados cristianos, con la recesión económica, achican gravemente la ayuda al necesitado.
La negación de comida y medicamentos al pueblo que sufre se justifica por razones políticas
de seguridad nacional. Los pueblos cristianos les reclaman a sus gobernantes que acaben con las
medidas discriminatorias contra las minorías para mantener el nivel de vida de los más pudientes,
aun a costa de la desnutrición y muerte del menesteroso. La crítica que Reinhold Nieburhr, teólogo
neo-ortodoxo, hizo al optimismo histórico del liberalismo clásico a principios de siglo mantiene su
vigencia. No es, afirmaba, que el mundo esté mejorando progresivamente. Más bien, el saber y el
poder humanos (de hacer el bien o el mal, de ser justos o injustos, de instrumentar la fe para uno
mismo o a favor de los demás) están en aumento.
Cuando el mundo llega a ser más y más interdependiente, como ocurre en nuestros días ¿Cuál es
la misión de la iglesia? Cuando la iglesia se identifica con los intereses nacionales y provinciales para
defenderse y sostenerse, ¿cómo puede distinguirse el evangelio de Cristo del evangelio de la cultura
imperante? Cuando el cristiano se vuelve individualista en lugar de comunitario, defensivo en lugar de
profético, conformista antes que luchador por el cambio, aliado con los ricos en vez de amigos de los
pobres, ¿queda algún mensaje que valga la pena proclamar y vivir?
El juicio venidero dará su veredicto tal como Cristo lo dibujaba con una claridad transparente.
La Biblia no malgasta palabras. Ovejas o cabras. Ropa o desnudez. Amor o interés propio. Esta
generación también será juzgada por la capacidad de distinguir entre lo que Dios busca para el otro y
a favor de su mundo y lo que no le interesa. Pero, es más habiendo hecho esta distinción, seremos
juzgados al final por nuestra disposición de poner por obra la misión divina.
Existe una conciencia creciente, por otro lado, de la falibilidad de la iglesia institucional frente a la
antigüedad histórica, que aconseja humildad sobre sus interpretaciones particulares. Todas las iglesias
aceptan hoy el lema de la Reforma: ecclesia Samper reformada est. Además, progresivamente,
hemos llegado a la confesión de que la misión no es nuestra sino que es missio Dei, la misión en la
que todos tenemos el privilegio de participar como parte de la iglesia de Jesucristo. Pretender que es
nuestra y que nosotros podemos asegurar su eficacia a través de estrategias imaginativas y técnicas
masivas constituye un orgullo imperdonable frente a las crisis actuales.
Por esto hablamos de un ecumenismo creciente como paradigma para nuestra realidad actual.
En este sentido las iglesias reflejan la realidad del microcosmos ecuménico que ha surgido en este
siglo. Pero reflejan también una realidad bíblica profunda. La misión de Dios tiene que ver con todo su
mundo, con toda la creación. Es una preocupación divina por todo el ecumene, por todo pueblo, raza,
lengua y nación.
CONCLUSIÓN
En resumen, nuestra fe ha sostenido que en cada época de la historia de la iglesia los cristianos
tienen su propia visión de las bases bíblicas de la misión. Las diferentes visiones corrigen las falencias
de las anteriores, tienen valor acumulativo, y se juzgan y enriquecen mutuamente.
Hemos visto cómo cada paradigma refleja la situación de la iglesia y su respuesta a la realidad
de su momento histórico. Bajo persecución tenía vigencia el paradigma apocalíptico. Frente a la
cultura helénica, la apología marcó la relación entre la iglesia y el mundo. Durante la larga edad
Durante esta trayectoria muchos han sido los pasajes y temas bíblicos que sirvieron para
fundamentar la misión de la iglesia. La tendencia anacrónica de juzgar un período por los criterios de
otro, bajo otro paradigma y contexto histórico, no hace justicia a los agentes misioneros y es errónea.
Más bien, se debe evaluar crítica y constructivamente cada esfuerzo según su fidelidad al evangelio,
dentro del paradigma del cual forma una parte inherente. Sólo así podremos hacer justicia a la vida y
misión de nuestros hermanos en la fe quienes prepararon el camino para nuestra parte en la missio
Dei de nuestro tiempo.
P
or Acosta, Polanco René. Conferencia Iberoamericana 2004. Utilice este material como lectura
en clase.
América Latina ha sido permeada por una avalancha de antivalores promovidos por los
abanderados de la Nueva Era y de la llamada postmodernidad. Estas corrientes y los nuevos grupos
religiosos luchan por controlar el pensamiento y el sistema de creencias del hombre y la mujer
latinoamericanos. Esta nueva religiosidad se caracteriza por un declive de las creencias religiosas
tradicionales, por una religiosidad personal, por una religiosidad que oferta una salvación del “aquí y
el ahora”, una religiosidad sin doctrina ni fundamento.
Nuestro continente confronta serios desafíos y problemas en el orden religioso y espiritual que nos
obligan a plantearnos respuestas y alternativas de solución. Existe un gran número de cristianos sin
iglesias y una búsqueda de significado espiritual que ha llevado a muchos a ver la Iglesia como un
punto de referencia, más que como un lugar de pertenencia. Se observa un cansancio y agotamiento
de las llamadas Iglesias Históricas, fundamentadas en el dogma y la excesiva institucionalización. El
hambre de una respuesta satisfactoria en el orden espiritual ha dado lugar a un supermercado de
oferta religiosa, que ha traspasado los límites de las religiones tradicionales e históricas.
Cada día surgen nuevos grupos religiosos que tratan de responder a la necesidad del hombre
de sentirse acogido en medio del anonimato urbano; se observa, además, un fuerte matiz en lo
terapéutico y la Nueva Era proyecta una vivencia religiosa cósmica de bienestar personal sin Dios.
La condición religiosa y espiritual que vive nuestro continente es la sintomatología de lo que viven y
vivirán los hombres y mujeres del futuro.
La Biblia, la Palabra de Dios, nos retrata claramente lo que en el orden religioso vive nuestra Región
Ibérica. “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones
de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo, porque en Él habita
corporalmente toda la plenitud de la deidad”. (Colosenses 2:1-3) “Pero el Espíritu dice claramente que
en los postreros días algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas
de demonios; por la hipocresía de mentirosos, teniendo cauterizada la conciencia (I Timoteo 4:1-2).
El Catolicismo Latinoamericano
argumentos y evidencias de secularización, hay una posición sólida que sostiene que dicha
secularización sería más bien la liberación de la religiosidad y espiritualidad del control de la religión
“oficial” y “estatal” que ha hecho de la religión un instrumento de su poder.
En los años 60 era normal hablar de América Latina como una región predominante¬men¬te
católica. La realidad del catolicismo latinoamericano hoy, tiene un rostro diferente. Un rostro más
debilitado y cuestionado, cada día se hace más notorio su debilitamiento. Los datos hablan de un
progresivo decrecimiento de su credibilidad espiritual, de su influencia social y un notorio decrecimiento
de sus adeptos. Las encuestas realizadas en un país predominantemente católico como España,
hablan por sí solas. En 1970, el número de católicos practicantes era de un 64%, para 1990 bajo a un
27%, significando esto un descrecimiento de un 37%.
Entre las causas sociológicas que han dado origen al decrecimiento del catolicismo latinoamericano
se destacan, entre otras: las batallas sobre la Teología de la Liberación; la participación directa de los
líderes católicos en el quehacer político de los pueblos latinoamericanos; el descuido de atender a sus
rebaños; y sus nexos políticos con la elite corrupta que habían empobrecido a muchos de los países
del continente. La gente percibió a la religión católica como algo importado, como algo impuesto, como
la religión de la conquista y la colonia, no como la religión de la elección voluntaria.
Siguiendo con las causas del decrecimiento y estancamiento de las iglesias históricas, José
Mardones señala que en esta época del feeling (sentimiento), un cristianismo sin experiencia
sensible no parece tener atractivo. Señala que la mera presentación racional de la fe, por importante
que sea, tropezará con el descrédito postmoderno de la razón y con el cansancio producido por el
funcionalismo predominante al que se le intentó buscar compensación. En ese mismo sentido él
afirma que ha habido una represión cultural de la experiencia religiosa y siguiendo las sugerencias del
psicoanálisis, esos deseos de expresar la fe con emocionalidad fueron reprimidos y ahora aparecen
en manifestaciones más deformadas que se dan en muchos grupos religiosos que nos invaden.
A la luz de los planteamientos anteriores, se percibe una polarización entre las iglesias históricas
que encerraron la emocionalidad de la fe, en la intelectualización y por el otro lado, los grupos que han
encerrado la razón y el pensamiento crítico de la fe, en una nebulosa de emocionalidad desbordante.
El Protestantismo Latinoamericano
6.7 millones. Según las proyecciones, se calculaba en 75 millones para mediados del 2005. Los datos
señalan que Centro América representa la Región de Iberoamérica donde proporcionalmente más
personas se han convertido a la religión protestante en los últimos 15 años. Y según cifras de un estudio
a inicios de la década de los 1990s, si el crecimiento del protestantismo seguía al ritmo que tenía por
ese entonces, se preveía que en el año 2010 el 80 – 90% de los guatemaltecos serían protestantes,
casi un 60% de los brasileños; un 40% de los chilenos; un 30% de los bolivianos y un 60% de los
salvadoreños De hecho, habiendo avanzado las ¾ partes del período previsto, habría que evaluar
dichas estimaciones. Parecen ser bastante infladas, o es necesario afirmar que las condiciones van
cambiando.
Pero todo parece indicar que los factores culturales que inciden en el crecimiento de los evangélicos
protestantes tienen mucho que ver con su idiosincrasia, su cultura y su emocionalidad. Al creyente latino
le gusta experimentar emociones al cantar, al escuchar el mensaje, le gusta “sentir la presencia de Dios”.
A los latinos no les gusta la espiritualidad intelectualizada. El creyente de hoy rechaza la religiosidad del
pasado, caracterizada por la Teodicea y las teologías dogmáticas de elevado carácter intelectual.
La religiosidad del pasado era triste, formal y lúgubre, llena de retórica y rituales monótonos de
adoración. Según González, la adoración del creyente de hoy es una adoración intensa, al creyente
latino le gusta la fiesta, le gusta expresar las emociones de alegría y felicidad. Y qué de malo tiene
celebrar la gran noticia de que Dios está entre nosotros. Al creyente latino le gusta vivir el mensaje del
apóstol Pablo a los Tesalonicenses: “Estad siempre gozosos. Orad sin cesar, dad gracias a Dios en
todo” (I Tes. 5:16-18).
Entre los factores que han influido en el crecimiento de los pentecostales se destacan, entre otros:
- Que los pueblos latinoamericanos son un campo fértil por el auge de sincretismo religioso.
- A una inculturación del evangelio en el seno del pueblo.
- Las iglesias pentecostales se han latinoamericanizado con sus liderazgos y reglas constitucionales.
- Han traspasado el mando al liderazgo local.
- Son más expresivos emocionalmente.
- Son más comunitarios.
- Más agresivos en la comunicación del evangelio.
- Son más identificados con los pobres y sus necesidades.
La Iglesia del Nazareno hizo presencia desde comienzos del siglo pasado en los países latinos.
Nuestra Iglesia es una de las hijas menores del movimiento de santidad y se ha insertado con relativa
repercusión en el quehacer evangelístico teológico y en servicio comunitario en la vida religiosa de
nuestro continente. Dentro de nuestra realidad histórica, somos un segmento del universo religioso
que conforma el pentecostalismo latinoamericano y avanzamos poco a poco hacia la consolidación.
A partir de los años 1980s nuestra Iglesia ha experimentado una nueva dimensión de crecimiento.
Según las últimas estadísticas, la Iglesia del Nazareno alcanzó una membresía de 297,179 miembros
en plena comunión. Distribuidos por Regiones:
(*) Cabe mencionar que el Caribe francés, inglés y holandés suma 20 países, con una membresía de
116.664, de los cuales 100.000 pertenecen a Haití, país que se constituye como el país con mayor
número de miembros luego de USA.
Región Sudamérica
- Total de miembros: 157.631
- Total países servidos: 10
Aunque no somos una gran población de nazarenos, tenemos que reconocer que en los últimos
24 años la Iglesia ha experimentado un crecimiento importante, si lo comparamos con las primeras
décadas de la Iglesia en Latinoamérica. Nuestra representación porcentual es de un 0.05% de la
población total de América Latina, que alcanza la suma de 541 millones de habitantes.
Uno de los aspectos vitales sobre lo que se preguntan las nuevas generaciones evangélicas es
acerca de su propia identidad. En 1992, durante las celebraciones del V Centenario del encuentro de
dos culturas (como se le llamó eufemísticamente a la empresa de la conquista española en América),
el Papa Juan Pablo II expresó en Santo Domingo que las sectas protestantes son desintegradoras
de la unidad cultural y religiosa de América Latina. Claro, que al Papa se le olvidó que fue la religión
católica, con su papel de complicidad, la que contribuyó a destruir nuestros valores culturales y al
exterminio de gran parte de nuestros primeros pobladores.
La pregunta más importante sería ¿Han experimentado ya nuestras iglesias protestantes una
verdadera transferencia de liderazgo eclesiástico y un proceso encarnacional que nos permita
identificarlas como automáticamente latinoamericanas?
Hace ya 50 años era esa la preocupación central del ilustre escritor presbiteriano de nacionalidad
escocesa Juan A. Mackay, quien consumió gran parte de su tiempo analizando y realizando estudios
misioneros en Sudamérica y llegó a ser un conocedor de la cultura y religión de nuestros países,
como pocos europeos lo han logrado. Él temía que la labor del protestantismo arañara apenas la
superficie del alma latinoamericana, sin lograr verdaderos cambios en una cultura formada por siglos
de religiosidad católica. La preocupación de Mackay ha sido tomada en cuenta por muchos grupos
religiosos que hoy están experimentando importantes indicadores de crecimiento.
La espiritualidad es uno de los temas que con más frecuencia se ha mal interpretado entre
los evangélicos protestantes. Una reflexión seria sobre espiritualidad sigue siendo una asignatura
pendiente en las iglesias evangélicas latinoamericanas.
Mucha de la espiritualidad actual carece de anclas teológicas y a pesar del alto grado de religiosidad,
nuestro pueblo carece de un concepto claro sobre el tema. ¿Qué es realmente lo que anda mal? ¿Qué
es lo que nos falta a los latinoamericanos protestantes? Algo debe de estar mal cuando, por ejemplo,
nuestra piedad personal, fundamentada en una ética individualista, no ha logrado integrarse a los
comportamientos sociales y a la cotidianidad de nuestra vida. Es evidente el divorcio entre piedad
para la Iglesia y vida para el mundo; entre religiosidad individual y comportamiento social; entre moral
puritana y vida cristiana. La respuesta a lo que anda mal sería que: “Nos falta alma” y el alma para
nuestro caso, es la espiritualidad. No nos referimos al espiritualismo desencarnado, ni el ritualismo
religioso, sino a la espiritualidad como “estilo de vida que se orienta al cumplimiento del propósito de
Dios para la vida humana, y la totalidad de su creación”, una espiritualidad que se concreta en una
manera de pensar, sentir y actuar coherente con Jesucristo como modelo de la nueva humanidad, y
que depende del Espíritu Santo.
Hoy se da como un hecho que la palabra religión está perdiendo significado, cuando se relaciona
con la vida espiritual del creyente. Ya que la espiritualidad se relaciona más con una auténtica relación
con Dios y no como la expresión a la pertenencia de una tradición religiosa. Pero lo que se observa
en nuestro continente es una tendencia sostenida a desvincular lo religioso de lo espiritual. Existe
una honda sospecha de que las instituciones religiosas no son precisamente lugares adecuados para
satisfacer el hambre espiritual del ser humano.
Según los planteamientos anteriores, en la medida en que los planes programáticos de las
instituciones y la doctrina de una religión se alejan de las gentes y sus necesidades diarias, habrá
más probabilidades de un cisma. Esto nos lleva a pensar que muchas personas rechazarán sus
instituciones religiosas como fuente de sustento espiritual y buscarán otros medios dentro de sí
mismos o en otras comunidades.
Nuestra espiritualidad debe ser cotidiana, expresada en nuestras actitudes y en nuestro comportamiento
relacional. Las siguientes preguntas deben marcar un punto de agenda en nuestra teología pastoral:
La primera interrogante la responde el apóstol Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 12:1-
2, cuando dice: “Así que hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional, y no os conforméis
a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento para que
experimentéis cual es la voluntad de Dios, agradable y perfecta”. La secularización de la Iglesia es
la identificación con lo mundano, es volvernos uno con el mundo. La secularización nos hace perder
nuestra identidad y nos simbiotizamos con la moda, con la era y con sus valores. Practicar la piedad
nos hace semejantes a Dios y podemos vivir diferenciados aún estando relacionados con el mundo
(Juan 17:15-17).
La segunda interrogante nos obliga a regresar al Pentecostés. En Hechos 1:8 dice: “Pero recibiréis
poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en
toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. La Iglesia del Nazareno nació bajo el fuego de
un avivamiento espiritual y debe continuar así, para poder cumplir su misión. Necesitamos restablecer
nuestra memoria histórica.
El Dr. Ralph Sockman dijo que “El avivamiento no es ir por las calles tocando tambores; avivamiento
es regresar al Calvario en una actitud de sollozo y humillación”.
El poder del Espíritu Santo es indispensable en nuestra tarea misional, es imposible convencer
al mundo de pecado desde una óptica intelectual pura y simplemente. Necesitamos la dinamita,
necesitamos la pasión, necesitamos la llama del Espíritu, necesitamos poner nuestros conocimientos
y nuestros programas bajo la unción del Espíritu Santo y la sociedad latinoamericana recibirá las
lluvias de Su gracia mediante el testimonio y el impacto de nuestro ministerio.
BIBLIOGRAFÍA
P
ida a los alumnos investigar la declaración de misión y visión de 3 iglesias locales
(diferentes denominaciones).
Unidad V:
Bases Contextuales
de la Misión
Actividad No. 20 :
Lecturas complementarias
S
egún la disponibilidad de los recursos Miami: Unilit, 1990.
bibliográficos a su alcance puede
escoger entre las siguientes lecturas Capítulo 4: “La iglesia autóctona”, pp. 160-
complementarias con el fin de profundizar 173.
su estudio personal sobre esta unidad. Capítulo 5: “La comunicación del evangelio”,
Asimismo, puede utilizar alguna de estas pp. 187-201.
lecturas para que sus estudiantes hagan Capítulo 5: “La iglesia y la cultura”, pp. 201-
un análisis crítico, siguiendo el formato que
217.
aparece en el apéndice.
Obviamente la lista para cada caso no
es exhaustiva ni obligatoria. Usted puede Padilla, René. Bases bíblicas de la Misión:
escoger libremente éstas u otras lecturas Perspectiva latinoamericana. Buenos Aires:
que considere importante usar para obtener Nueva Creación, 1998. (Capítulo 4: “La
un mejor aprovechamiento de esta unidad misión cristiana en un contexto de corrupción”,
de estudio. pp. 437-464).
Unidad V:
Bases Contextuales
de la Misión
La Misión, la cultura
y la contextualización
En los capítulos anteriores se ha expuesto que la misión proviene
de Dios quien ama al mundo. Siempre y en todo lugar Dios ha
buscado rescatar y restaurar su imagen en los seres humanos. En este
último capítulo se tratará el tema de comunicar el mensaje a otras
culturas y contextos.
¿Qué es cultura? La definición de cultura en el documento del
Pacto de Lausana (Willowbank, 1974) dice así: “un sistema integrado
de creencias, de valores, de costumbres y de instituciones que
expresan dichas creencias, que unen a la sociedad y le proporcionan un
sentido de identidad, de dignidad, de seguridad y de continuidad”.83
Se puede decir que la cultura incluye varios aspectos importantes
de una sociedad como la capacidad humana para adaptarse a
las circunstancias y que es transmitida a la próxima generación,
incluyendo los valores, ideas, actitudes, símbolos y conocimientos de
un grupo de personas.
¿Qué es contexto? Según el Diccionario de la Real Academia
Española, contexto es el “entorno físico o de situación ya sea, Previo a la clase asigne a
político, histórico, cultural o de cualquier otra índole, en el cual se los estudiantes la lectura de
considera un hecho”.84 El contexto cultural según Thomas Austin la Actividad No.23, luego
compartan las respuestas
a las preguntas de dicha
actividad.
83
En el documento El Evangelio y la Cultura (1978) define cultura como sigue: “un sistema integrado de creen-
cias, de valores, de costumbres y de instituciones que expresan dichas creencias, que unen a la sociedad y le propor-
cionan84un sentido de identidad, de dignidad, de seguridad y de continuidad”.
Diccionario en línea Real Academia Española, Consultado 24 de setiembre de 2013 de: http://lema.rae.es/
drae/?val=contexto.
85
Consultado 6 marzo 2010 de: http://www.lapaginadelprofe.cl/cultura/3contextocultural.htm.
86
Hasselgrave, David y Rommen, Edward. Contextualization: meaning, methods and models. (Gran Rapids,
Michigan: Baker Book House, 1978). p. 200.
89
Bevans, Stephen. Models of Contextual Theology. (USA: Maryknoll, Orbis books, 2001), p. 3.
90
Etnocentrismo: es la actitud o punto de vista por el que se analiza el mundo de acuerdo con los parámetros de
la cultura propia. Consultado 17 junio 2013 de: www.wikipedia.org.
91
Indigenización: proceso por medio del cual un grupo social asume la identificación con su raíz cultural. Con-
sultado 20 mayo de 2013 de: www.wikipedia.org.
92
Bosch Op. Cit., pp. 551-552.
La pequeña
comunidad es más La gente tiene pluralidad
importante que el Algunos de los rasgos
de opiniones sobre la
individuo distintivos de la vida
postmodernidad
Ponen énfasis en lo
La vivencia se vuelve espiritual
muy importante
95
Escobar, Samuel. The New Global Mission: The Gospel from Everywhere to Everyone (trad. La nueva misión
global: El evangelio de todos lados a todos) (Inter-varsity Press, 2003).
96
Jenkins, Philip. The Next Cristendom: the Coming of Global Cristianity (Trad. La Próxima cristiandad: la venida
del cristianismo global). (Oxford University Press, 2002).
98
Bosch. Op. Cit., p. 462.
99
100
Ibíd. p. 459.
Ibid. p. 459.
101
Citado en Van Engen, Carlos. El Pueblo Misionero de Dios (Gran Rapids Michigan: Libros desafío. 2004), p. 34.
102
Ibid. p. 36.
107
108
Mateo 28:18-20 y Lucas 10:27.
Mateo 9:36.
109
Ideas tomadas del artículo: El perfil del misionero ideal en Boletín de la Revista electrónica “Pueblos”. Con-
sultado 27 febrero 2009 de: http://www.pueblos.org/products/permistra.htm.
110
Para más información, consultar las siguientes páginas: Región MAC. http://transformaelmundo.wordpress.com/
category/la-denominacion-nazarena-una-iglesia-internacional/ 4 febrero 2010.
E
l siguiente material es un extracto del artículo: “Un pueblo Cristiano de Santidad
Misional” escrito por: Iglesia del Nazareno Internacional y tomado del sitio web:
www.mesoamericaregion.org Utilice el material como apoyo al tema expuesto.
La adoración es la expresión más alta de nuestro amor a Dios. Es una adoración centrada en Dios
que honra a Aquel que en su gracia y misericordia nos redime. El contexto primario de la adoración es
la iglesia local donde el pueblo de Dios se reúne, no en una experiencia centrada en sí misma o para
la auto-glorificación, sino como entrega y ofrecimiento propio. La adoración es la iglesia en servicio
de amor y obediencia a Dios.
La iglesia local en adoración constituye la esencia de nuestra identidad. La Iglesia del Nazareno,
esencialmente, se compone de congregaciones locales en adoración y nuestra misión se cumple en
ellas y a través de las mismas. La misión de la iglesia encuentra su significado y orientación en la
adoración.
Como pueblo consagrado a Dios, compartimos su amor por los perdidos y su compasión por
los pobres y afligidos. El Gran Mandamiento y la Gran Comisión nos impulsan a enfrentarnos
al mundo con evangelismo, compasión y justicia. Para este fin, nos hemos comprometido a
presentar la fe a todo ser humano, a cuidar de los necesitados, a oponernos a la injusticia
y apoyar al oprimido, a proteger y preservar los recursos de la creación de Dios, e incluir en
nuestro compañerismo a todo aquel que invoque el nombre del Señor.
A través de esta misión en el mundo, la iglesia demuestra el amor de Dios. La historia de la Biblia
es la historia de Dios reconciliando al mundo consigo mismo, finalmente a través de Cristo Jesús (2
Corintios 5:16-21). La iglesia es enviada al mundo para participar con Dios en este ministerio de amor
y reconciliación por medio del evangelismo, la compasión y la justicia.
La Gran Comisión y el Gran Mandamiento son esenciales para comprender nuestra misión. Son
dos expresiones de una sola misión, dos dimensiones de un solo mensaje de buenas nuevas. Jesús
que nos dirige amar “al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente….
a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37, 39), también nos dice “id y haced discípulos a todas
las naciones, bautizándolos en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles que
guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:19-20).
La misión de la iglesia en el mundo se extiende a toda la humanidad, a todos los pueblos, ya que
habiendo sido creados a la imagen de Dios, cada mujer y hombre en el mundo tiene un valor esencial.
Es nuestra misión amar y valorar a la gente, como son amados y valorados por Dios, quien busca
llevarles paz, justicia y salvación del pecado a través de Cristo. Es nuestra misión sentir compasión y
cuidar a los que padecen necesidad. Es nuestra misión oponerse a sistemas sociales y políticos que
desvaloricen y empobrezcan a las personas.
La misión de la iglesia se extiende a toda persona. Dios nos ha creado como personas completas
y es nuestra misión ser ministros del amor de Dios a la persona completa –cuerpo, alma y espíritu.
Nuestra misión de evangelismo, compasión y justicia es integral, pues considera a la persona total en
sus necesidades físicas, emocionales y espirituales.
La misión de la iglesia en el mundo se extiende a todos los pueblos porque el Espíritu Santo,
en el Pentecostés, se derramó para toda la humanidad (Hechos 2). Es nuestra misión presentar
el evangelio de salvación a través de Jesucristo a toda persona en la tierra. Tenemos el poder del
Espíritu Santo para ir al mundo y proclamar el reino y participar con Dios en la edificación de su iglesia.
Con un espíritu de esperanza y optimismo abrazamos la misión que Dios nos ha dado en el
mundo. Es más que una expresión de interés o de esfuerzo humano. Nuestra misión es una respuesta
al llamado de Dios. Es nuestra participación con Dios en la misión de reconciliación del reino. Es el
fiel testimonio de la iglesia y la expresión del amor de Dios en el mundo –en evangelismo, compasión
y justicia. Es nuestra fe en el poder de la gracia de Dios para transformar la vida de los heridos por el
pecado y para restaurarla a su propia imagen.
El discipulado cristiano es un estilo de vida. Es el proceso de aprender cómo quiere Dios que
vivamos en el mundo. A medida que aprendemos a vivir en obediencia a la Palabra de Dios, en
sumisión a las disciplinas de la fe y en mutua responsabilidad unos para con otros, principalmente
a entender el verdadero gozo de la vida disciplinada y el significado cristiano de la libertad. El
discipulado no es un esfuerzo meramente humano, sometimiento a reglas y reglamentos. Es el
medio a través del cual el Espíritu Santo gradualmente nos lleva a la madurez en Cristo. A través
del discipulado llegamos a ser un pueblo con carácter cristiano. La meta final del discipulado es ser
transformados a la semejanza de Jesucristo. (2 Corintios 3:18).
Al estudiar y meditar en las Escrituras los cristianos descubren fuentes de frescura en cada valle
de sequedad durante su peregrinación de discipulado. Fortalecidos por el lavamiento de la Palabra,
refinados por la inmersión en la Palabra, bebiendo profundamente de las verdades de la Palabra,
los discípulos descubren, para su alegre sorpresa, que están siendo transformados “por medio de la
renovación de vuestro entendimiento” (Romanos 12:2). El camino cristiano se abre ante ellos como
un camino grande y abierto. Animados por Dios, proceden en el camino de la vida, que eclipsa los
valores meramente humanos y culturales. Refrescados por la fuente de la Palabra, los discípulos
ofrecen sus vidas en un servicio auto-trascendente.
El discipulado requiere sostenimiento mutuo y responsabilidad afectuosas. Por nosotros mismos, muy
pocos podríamos desarrollar las disciplinas espirituales que llevan a la madurez cristiana. Creemos que
debemos impulsar el apoyo mutuo provisto a través de medios tales como las clases de escuela dominical,
grupos de discipulado, grupos de estudio bíblico, reuniones de oración, grupos de responsabilidad mutua
y ejemplo cristiano, como necesarios para nuestra formación y madurez espiritual. El reconocimiento del
papel de la mutua responsabilidad de las reuniones de clases en tiempos de Wesley, nos anima a darles
su lugar de importancia dentro de la congregación cristiana contemporánea.
con la educación cristiana superior a través de los años ha producido una red mundial de seminarios,
escuelas bíblicas, colegios y universidades.
Nuestra misión de educación cristiana superior se deriva directamente de lo que significa ser el
pueblo de Dios. Debemos amar a Dios con todo nuestro “corazón, alma y mente”. Por tanto, tenemos
que ser buenos mayordomos en el desarrollo de nuestras mentes, nuestros recursos académicos y
en la aplicación de nuestros conocimientos.
En esta luz estamos comprometidos a una búsqueda abierta y honesta del conocimiento y la
verdad unida con la integridad de nuestra fe cristiana. La educación cristiana superior es una arena
esencial para el desarrollo de la mayordomía de nuestras mentes. Tiene como intención ser una arena
caracterizada por la discusión y el descubrimiento de la verdad y el conocimiento de Dios y toda la
creación de Dios.
Como pueblo redimido y llamado a la semejanza de Cristo y enviado como agente del amor de
Dios en el mundo, participamos con Dios en la tarea de redimir a la humanidad. La educación cristiana
superior contribuye, de manera significativa, a que seamos tal pueblo misional –ofreciendo el amplio
panorama del conocimiento- y que es necesario para el servicio efectivo a Dios en nuestras diferentes
vocaciones. Nuestra fiel participación en la obra redentora de Dios requiere que desarrollemos
hombres y mujeres de Dios que puedan tomar su lugar como líderes cristianos que sirvan en la iglesia
y en el mundo. El mundo al cual estamos llamados a servir se está haciendo cada vez más unido
y profundamente complicado. A medida que la obra redentora de Dios avanza en las generaciones
presentes y venideras, nuestro fiel testimonio al señorío de Cristo y la participación efectiva con Dios
en la edificación de la iglesia, continuará requiriendo un compromiso vital para la educación cristiana
superior.
Conclusión
¡La Iglesia del Nazareno nació en los albores del siglo XX! P.F. Bresee y otros líderes estaban
profundamente convencidos de que Dios los había unido con el definido propósito de proclamar, a la
iglesia y al mundo, el evangelio de Jesucristo en la tradición wesleyana de santidad. Existen señales
inconfundibles de la providencia divina en esta denominación. A pesar de que se inició con un
pequeño grupo, la Iglesia del Nazareno ahora sobrepasa 1.3 millones de miembros y está ministrando
en 119 países.
En los albores del siglo XXI, ¡el futuro de esta denominación jamás ha sido más brillante! Muchos
creen que nuestra iglesia fue organizada providencialmente, no para el siglo XX, sino para el siglo
XXI. Estamos en una posición tal que podemos hacer una contribución mayor a nuestro mundo
posmodernista. Esta afirmación está basada en nuestra herencia wesleyana de santidad con su
optimismo radical de la gracia. Creemos que la naturaleza humana y finalmente la sociedad, puede
ser radical y permanentemente transformada por la gracia de Dios. Confiamos incondicionalmente en
este mensaje de esperanza, que fluye del corazón de nuestro Dios santo.
A P.F: Bresee le encantaba decir: “El sol jamás se pone en el alba”. Todavía es el alba en la
Iglesia del Nazareno y el sol jamás se pone en nuestra denominación alrededor del mundo. ¡Somos
tradicionalmente optimistas cuando se trata de impactar a nuestro mundo del siglo XXI con el mensaje
de santidad! Con claridad de visión, compromiso total y fe firme, vemos el siglo venidero como nuestro
día de más grande oportunidad para hacer discípulos a semejanza de Cristo en todas las naciones.
M
aterial escrito por Olson, Kerry A. (2003). La situación actual de las misiones.
Revisa Doce, edición 1, tomado del sitio www.idportodoelmundo.com. Pida a
los alumnos dar lectura al material y compartir sus reacciones.
¿Has estado viendo lo que Dios está haciendo en nuestros días? Más del 60% de los “cristianos
nacidos de nuevo” hoy en día viven en países no-occidentales. Para el año 2025 el número podría
llegar al 83%.
Hace 100 años casi no había ningún cristiano en Corea del Sur, hoy más del 35% de la población
son cristianos. Muchos no lo saben, pero el país que tiene más cristianos en la actualidad es China.
Loren Cunningham, el fundador de «Juventud con Una Misión», la organización de movilización
misionera más grande del mundo, decía recientemente que si continua creciendo la Iglesia en China
y si los chinos siguen abrazando la Biblia y a su vez avanza el decline moral en los Estados Unidos,
dentro de un siglo China ocuparía el primer lugar como potencia mundial.
La cara de los misioneros está cambiando también. Si tu concepto de un misionero es alguien que
tiene tez blanca, ojos claros y pies grandes, ¡estás muy equivocado! Desde hace unos años, la mitad
de todos los misioneros del mundo provienen de países que tradicionalmente han sido considerados
«campos misioneros» y que están transformándose en una fuerza misionera, enviando gente hasta
los confines de la tierra.
Una persona «no-alcanzada» por otro lado, es aquella que no ha tenido contacto con ninguna
iglesia o persona cristiana. Simplemente no tiene acceso al Evangelio dentro de su contexto cultural.
¿Qué si ambas personas necesitan a Cristo?... ¿Si! Es importante que sigamos testificando fielmente
a las personas que han escuchado vez tras vez el evangelio. ¿Cuántos de nosotros recibimos a Cristo
la primera vez que oímos el evangelio?
Claro que es importante y bíblico testificar a otros, aun cuando rechazan a Dios. Sin embargo es
muy importante y estratégico llevar el mensaje de Dios a personas que nunca han oído. No es cuestión
de ver que es más correcto, el objetivo es completar la «Gran Comisión».
Mateo 24:14 dice que «esta buena noticia del Reino será anunciada en todo el mundo, para que
todas las naciones la conozcan; entonces vendrá el fin». Por ninguna parte en la Biblia existe una
implicación de que todos van a llegar al cielo. Completar la «Gran Comisión» no quiere decir que
todos van a recibir a Cristo como su Señor y Salvador, pero en un sentido esto debe ser nuestra meta.
Claramente es el deseo de Dios que «ninguno perezca».
El punto es que si solamente nos enfocamos sobre las personas que han escuchado el evangelio
(y por razones desconocidas a nosotros, lo han rechazado) nunca terminaremos la «Gran Comisión».
Debemos llevar el evangelio a los «no-alcanzados». El mandato de la Gran Comisión no ha sido
dado solamente al mundo occidental. Gracias a Dios, la Iglesia en América Latina ha crecido
tremendamente durante las últimas décadas. Ese crecimiento debe ser acompañado con madurez.
La madurez implica responsabilidad. Parte de nuestra responsabilidad es participar para terminar la
tarea de evangelización mundial para la gloria de Dios.
(Este artículo fue publicado por primera vez en la revista Doce, 2 Edición número 1, marzo del
2003. Usado con permiso).
T
omado del libro “Misión Mundial, Tomo 3”, escrito por Lewis, Jonatán (Miami,
Florida: UNILIT, 1990). Utilice este material como lectura adicional para la clase.
LA IGLESIA Y LA CULTURA
Durante la expansión misionera de la primera parte del siglo XIX, se suponía generalmente que las
iglesias “en el campo misionero” habían de ser modeladas de conformidad con las iglesias “en la patria
del misionero”. La tendencia era la de producir réplicas prácticamente idénticas. Arquitectura gótica,
liturgia basada en el libro de oración, atuendo clerical, instrumentos musicales, himnos y melodías,
procedimientos para tomar decisiones, sínodos y comisiones, superintendentes y archidiáconos; todo
se importaba y se ponía en práctica con absoluta falta de imaginación en las iglesias misioneras
que se fundaban. Deben agregarse que dichos esquemas eran entusiastamente adoptados por los
nuevos cristianos, resueltos a no quedar atrás en nada con respecto a sus amigos occidentales cuyos
hábitos y modos de adorar venían observando atentamente. Pero todo ello estaba basado en los
falsos supuestos de que la Biblia daba instrucciones específicas en cuanto a tales asuntos y que el
modelo de gobierno, culto, ministerio y vida de la iglesia madre era, por eso mismo, ejemplar.
Como reacción a este sistema de exportación mono cultural, pensadores misioneros de avanzada
como Henry Venn y Rufus Anderson en la mitad del siglo pasado y Roland Allen en la primera parte
del presente siglo, popularizaron el concepto de las iglesias nativas o autóctonas, que tendrían
autogobierno, auto sostén y auto propagación. Sostenían muy bien su punto de vista. Señalaban
que la política del apóstol Pablo era la de fundar iglesias, no la de iniciar estaciones misioneras.
También agregaban argumentos pragmáticos a los bíblicos, a saber que la indigenización resultaba
indispensable para el crecimiento de la iglesia en madurez y sentido de misión. Henry Venn
vislumbraba confiadamente el día cuando las misiones entregarían toda la responsabilidad a iglesia
nacionales y luego se llevaría a cabo lo que él llamaba “la eutanasia de la misión”. Estos puntos de
vista lograron gran aceptación y ejercieron una influencia inmensa.
Sin embargo en nuestros días están siendo criticados, no por el ideal en sí mismo, sino por la
forma en que han sido aplicados en muchos casos. Algunas misiones, por ejemplo, han aceptado la
necesidad de liderazgo nacional, en base al cual cada iglesia pueda descubrir y expresar su propia
identidad como cuerpo de Cristo dentro de su propia cultura.
Este modo nos ha parecido útil y sugestivo a todos y afirmamos decididamente los ideales que
el mismo procura expresar. Rechaza correctamente la importación y la limitación de lo foráneo y las
estructuras rígidas. Con toda justicia, se vuelve hacia el Nuevo Testamento en busca de los principios
para la formación de iglesias, antes que hacia la tradición o la cultura y con el mismo grado de
justicia, observa la cultura local en busca de las formas apropiadas en que han de expresarse dichos
principios. Aún los que ven limitaciones en el mencionado modelo, todos comparten la visión que el
mismo procura describir.
De este modo el Nuevo Testamento indica que la iglesia es siempre una comunidad de oración, un
“sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (I
Pedro 2:5), pero las formas de culto (incluyendo la presencia o ausencia de diversos tipos de liturgia,
ceremonia, música, color, dramatización, etc.), serán desarrolladas por la iglesia en armonía con la
cultura nativa. De modo similar, la iglesia es siempre una comunidad de testimonio y de servicio, pero
han de variar sus métodos de evangelismo y su programa de compromiso social. Al mismo tiempo,
Dios desea que todas las iglesias cuenten con supervisión pastoral (episkopé), pero las formas de
gobierno y ministerio pueden diferir marcadamente y la selección, la preparación la ordenación, el
servicio, el atuendo, el pago y la responsabilidad de los pastores será determinado por la iglesia, de
conformidad con los principios bíblicos y encuadrándose en el marco de la cultura local.
Las cuestiones que se están planteando acerca del modelo dinámicamente equivalente se refieren
si es de suficiente magnitud y lo suficientemente dinámico como para proporcionar toda la guía
necesaria. La analogía entre la traducción bíblica y la formación de iglesias no es muy precisa. En la
primera, el traductor controla la tarea y cuando ha sido completada, es posible hacer una comparación
de los dos textos. En la segunda por el contrario, el original para el que se busca un equivalente no
es un texto detallado, sino una serie de vistazos de la iglesia primitiva en función, lo cual hace más
difícil la comparación y en lugar de un traductor que controla, tienen que estar envuelta la comunidad
en su totalidad. Aun el traductor procura lograr la objetividad personal, pero cuando la iglesia local
está procurando relacionarse adecuadamente con la cultura local, le resulta casi imposible alcanzar la
objetividad. En muchas situaciones se ve envuelta en un enfrentamiento entre dos civilizaciones (la de
su propia sociedad y la de los misioneros). Más aún, puede encontrar gran dificultad para responder
a las voces conflictivas de la misma comunidad local. Algunos claman por cambios (en términos de
alfabetización, educación, tecnología, medicina moderna, industrialización, etc.), mientras que otros
insisten en la conservación de la cultura antigua y objetan la llegada de un nuevo día. Se pregunta si
el modelo de la equivalencia dinámica es lo suficientemente dinámico como para hacer frente a este
tipo de desafío.
La prueba de este modelo o de cualquier otro para ayudar a las iglesias a desarrollarse
adecuadamente, está en si puede lograr que el pueblo de Dios capte en su corazón y en su mente el
gran diseño del que su iglesia tiene que ser la expresión local. Todos los modelos ofrecen únicamente
una imagen parcial. Las iglesias locales tienen que confiar en última instancia en la presencia dinámica
del Señor de la Historia, el Cristo viviente. Porque es Él quien ha de guiar a su pueblo en cada época
a que desarrolle su vida eclesiástica de tal modo que obedezca las instrucciones que les ha dejado
en la Escritura, y a reflejar los buenos elementos de su cultura local.
La libertad de la iglesia
Si cada iglesia se ha de desarrollar creativamente de modo tal que pueda encontrarse y expresarse
a sí misma, tiene que tener la libertad necesaria para hacerlo. Este es su derecho inalienable.
Porque cada iglesia es la Iglesia de Dios. Al estar unida a Cristo es morada de Dios por el Espíritu
(Efesios 2:22). Algunas misiones y algunos misioneros han demorado en reconocerlo y en aceptar
sus implicancias en cuanto a las formas autóctonas y del ministerio de todos los miembros. Esta es
una de las muchas causas que ha conducido a la formación principalmente en el África, de iglesias
independientes que buscan nuevos modos de autoexpresión en términos de la cultura local.
Aun cuando a veces los propios líderes eclesiásticos locales también han impedido el desarrollo
autóctono, la culpa es mayormente de otros factores. No sería justo generalizar. La situación ha sido
siempre diversa. En las generaciones anteriores ha habido misiones que nunca llegaron a manifestar
un espíritu de dominación. En el siglo presente han surgido algunas iglesias que nunca han estado
bajo control misionero y que, por lo tanto, han disfrutado de autogobierno desde el principio. En otros
casos las misiones han abandonado totalmente el poder que ostentaban, de modo que algunas
iglesias fundadas por ellas son ahora enteramente autónomas y muchas misiones trabajan ahora en
un régimen de genuina colaboración con las iglesias.
Pero este no es el panorama completo. Otras iglesias siguen todavía enteramente inhibidas para
desarrollar una identidad y programas propios debido a una política impuesta desde afuera, a la
introducción y perpetuación de tradiciones extranjeras, a la imposición de un liderazgo foráneo, a
procedimientos extraños para la toma de decisiones y especialmente a la forma de manejar el dinero.
Los responsables de dicho control pueden estar sinceramente inconscientes del modo en que se
consideran sus acciones en el otro extremo. Las iglesias en cuestión pueden considerarlo como una
tiranía. El hecho de que no sean actitudes intencionales y de que quienes las provocan no se percatan
de ello, ilustra perfectamente el hecho de que (ya sea que nos demos cuenta de ello o no), todos
estamos sometidos a la cultura que nos ha hecho ser lo que somos. Nos oponemos decididamente a
tal extranjerismo dondequiera que exista por ser un grave obstáculo a la madurez y a la misión y un
sofocamiento al Espíritu Santo de Dios. Como protesta contra la perpetuación del control extranjero
hace algunos años se hizo un llamado para que fuesen retirados todos los misioneros. En este debate
algunos hemos querido evitar la palabra “moratoria”, porque se ha convertido en un término emotivo y
algunas veces evidencia un resentimiento en contra del concepto mismo de “misionero”. Otros hemos
querido retener la palabra a fin de dar realce a la verdad que ella expresa. Para nosotros, no significa
un rechazo del personal misionero y de los fondos misioneros como tales sino solamente del mal uso
de los mismos, o sea cuando sofoca la iniciativa local. Estamos todos de acuerdo con la declaración
del Pacto de Lausana de que “la reducción de misioneros y fondos extranjeros… puede ser necesaria
a veces a fin de facilitar el crecimiento en la iglesia nacional en cuanto a su confianza en sí misma…”
Lo que acabamos de escribir es parte de un problema mucho más amplio, que no hemos podido
ignorar. El mundo contemporáneo no consiste de sociedades atómicas aisladas, sino que es un
¿Qué tiene que ver esto con la misión? ¿Y por qué la planteamos aquí? En parte porque es el
contexto dentro del cual hay que predicar el evangelio a todas las naciones en el día de hoy. En
parte también porque casi todos nosotros o pertenecemos al mundo de los Dos Tercios o vivimos y
trabajamos en él, o lo hemos hecho antes, o hemos visitado países allí. De modo que hemos visto con
nuestros propios ojos la pobreza de las masas, sentimos por ellas y con ellas, y un sistema económico
que es controlado mayormente por los países del Atlántico Norte (aunque ahora hay otros que también
están comprometidos). Los que somos ciudadanos de países de América del Norte y de Europa, no
podemos evitar cierta sensación de incomodidad y vergüenza en razón de la opresión que es culpa de
nuestros países en diversos grados. Sabemos que hay opresión que es culpa de nuestros países en
diversos grados. Sabemos que hay opresión en muchos países hoy y nos oponemos a ella en todas
partes. Pero aquí estamos hablando de nosotros mismos, de nuestros propios países y de nuestra
responsabilidad como cristianos. La mayor parte de los misioneros y de los fondos misioneros del
mundo provienen de dichos países a menudo con gran sacrificio personal. Pero tenemos que confesar
que algunos misioneros reflejan ellos mismos una actitud neocolonialista e inclusive la defienden,
aprobando avanzadas de poder y explotación occidentales como ocurre por ejemplo en Sudáfrica.
¿Qué es entonces lo que tenemos que hacer? La única respuesta honesta es decir que no lo
sabemos. La crítica de sillón suena a hipocresía. No tenemos soluciones prefabricadas para ofrecer
ante este problema mundial. En efecto, nosotros mismos nos sentimos víctimas del sistema. Y
no obstante, también, somos parte de él. De modo que sólo nos sentimos capaces de hacer los
siguientes comentarios.
En primer lugar, Jesús mismo se identificaba constantemente con los pobres y los débiles.
Aceptamos la obligación de seguir sus pasos en este asunto como en todos los demás. Nos
proponemos fortalecer nuestra solidaridad con ellos, por lo menos con ese amor que ora y da.
Sin embargo Jesús hizo más que identificarse. En su enseñanza y en la de los apóstoles, el
corolario a las buenas nuevas a los oprimidos consistía en una palabra de juicio para los opresores
(por ejemplo, Lucas 6:24-26; Santiago 5:1-6). Confesamos que, en situaciones económicas complejas,
no es fácil identificar a los opresores a fin de denunciarlos, sin echar mano a una retórica estridente
que ni cuesta ni logra nada. No obstante, aceptamos que habrá ocasiones cuando será nuestro deber
cristiano hablar osadamente contra la injusticia en el nombre del Señor, que es el Dios de la justicia
tanto como de la justificación. Buscaremos en El el valor y la sabiduría para hacerlo.
En tercer lugar, esta consulta ha expresado su preocupación sobre el sincretismo en las iglesias
del mundo de los Dos Tercios. Pero no hemos olvidado que las iglesias occidentales suelen ser
presas del mismo pecado. En efecto, quizá la forma más insidiosa de sincretismo en el mundo en el
día de hoy es el intento de mezclar un evangelio personalizado de perdón individual con una actitud
mundana (y hasta demoníaca) hacia la riqueza y el poder. Nosotros mismos no estamos sin culpa a
este respecto. Pero deseamos ser cristianos en todo sentido para quienes Jesús sea realmente el
Señor de todo. De modo que los que pertenecemos a Occidente o venimos de Occidente, hemos
de examinarnos y purificarnos de un sincretismo de estilo occidental. Estamos de acuerdo en que “la
salvación que profesamos debería ir transformándonos en la totalidad de nuestras responsabilidades
personales y sociales. La fe sin obras es muerta”. (Pacto de Lausana, párrafo 5).
alertar sobre los peligros de este proceso. Algunas iglesias en los seis continentes van más allá
de un jubiloso o agradecido descubrimiento de su herencia cultural local y se toman jactanciosos
y dogmáticos (lo que es una forma de idolatría). Sin embargo, más común que cualquiera de estos
extremos es el provincialismo, es decir, una concentración tal en su propia cultura que quedan a la
deriva con respecto al resto de la iglesia y que los aísla del resto del mundo. Esta es una postura
frecuente tanto en las iglesias occidentales como en las del mundo de los Dos Tercios. Es una postura
que niega al Dios de la creación y la redención. Equivale a proclamarse libre sólo para caer en otro
tipo de esclavitud. Llamamos la atención a las tres razones principales porque pensamos que debe
evitarse esta actitud.
Primero, cada iglesia es parte de la iglesia universal. El pueblo de Dios constituye, por su gracia,
una comunidad única de naturaleza multirracial, multinacional y multicultural. Esta comunidad es la
nueva creación de Dios, su nueva creación de Dios, su nueva humanidad, en la que Cristo ha abolido
todas las barreras (Véase Efesios 2 y 3). Por lo tanto, no hay lugar para el racismo en la sociedad
cristiana, o para el tribalismo, ya sea en su forma africana o en forma de clases sociales europeas
o en el sistema indio de castas. A pesar de los fracasos de la iglesia, esta visión de una comunidad
supra étnica de amor no es un ideal romántico, sino un mandamiento del Señor. Por lo tanto, mientras
nos regocijamos por nuestra herencia cultural y el desarrollo de nuestras propias formas autóctonas,
debemos recordar siempre que nuestra identidad primaria como cristiano no está en nuestra cultura
particular sino en ese “un Señor” y ese su “un cuerpo” del que nos habla Efesios 4:3-6.
En segundo lugar, cada iglesia adora al Dios vivo de la diversidad cultural. Si le damos gracias
por nuestra herencia cultural, debiéramos también darle gracias por la herencia de otros. Nuestra
iglesia no debe nunca atarse tanto a su cultura que los que nos visitan de otras iglesias no se sienta
bienvenidos. En efecto, creemos que si el cristiano tiene la oportunidad, le resultará enriquecedor
elaborar una existencia bicultural y hasta multicultural, como el apóstol Pablo que era hebreo de
hebreos, dominaba la lengua griega y era ciudadano romano.
En tercer lugar, cada iglesia debiera aprender a “participar… en razón de dar y recibir” (Filipenses
4:15). Ninguna iglesia es autosuficiente, ni debiera tratar de serlo. De modo que las iglesias deben
desarrollar entre sí relaciones de oración, comunión, intercambio de ministerio y cooperación.
Siempre que compartamos las mismas doctrinas centrales (incluyendo el supremo señorío de Cristo,
la autoridad de la Escritura, la necesidad de la conversión, la confianza en el poder del Espíritu
Santo y las obligaciones en cuanto a santidad y testimonio) deberíamos, antes que ser tímidos,
salir en busca de la comunión y deberíamos compartir nuestros dones espirituales y ministerio y
nuestro conocimiento, capacidad, experiencia y recursos financieros. El mismo principio se aplica a
las culturas. La iglesia debe sentirse libre para rechazar formas culturales foráneas y desarrollar las
propias, también debe sentirse libre para tomar otras. Esta es la senda que lleva a la madurez.
Un ejemplo de esto se relaciona con la teología. Los testigos transculturales no deben tratar
de imponer una tradición teológica prefabricada a la iglesia en la cual sirven, ya sea mediante
la enseñanza personal, por medio de literatura o mediante el recurso de controlar los planes y
programas de seminarios o escuelas bíblicas. Porque toda tradición teológica contiene elementos que
son bíblicamente cuestionables y que han resultado eclesiásticamente motivos de división a la vez
que omite elementos que, si bien pueden no haber sido importantes en el país donde se originó, en
cambio pueden tener gran importancia en otras partes. Al mismo tiempo, aun cuando los misioneros
no debieran imponer a otros su propia tradición, tampoco debieran negarles el acceso a ella (en forma
de libros, confesiones, catecismos, liturgias e himnos), por cuanto, indudablemente representa una
rica herencia de fe. Más aún, si bien las controversias teológicas de las iglesias más viejas no deben
ser exportadas a las iglesias más jóvenes, una comprensión de los problemas y de la obra del Espíritu
De este modo deberíamos procurar con el mismo celo de evitar tanto el imperialismo teológico
como el provincialismo teológico. La teología de una iglesia ha de ser desarrollada por la comunidad
de la fe a partir de la Escritura en interacción con otras teologías del pasado y del presente y con la
cultura local y sus necesidades.
Cuando la iglesia procura expresar su vida en formas culturales propias, en seguida tiene que
enfrentar el problema de los elementos culturales que o son malos o tienen malas asociaciones.
¿Cómo debe reaccionar ante ellos la iglesia? Los elementos que son intrínsecamente falsos
o malos no pueden, evidentemente, ser asimilados al cristianismo sin caer en el sincretismo. Esto
constituye un peligro para todas las iglesias en todas las culturas. Sin embargo si el mal está en la
asociación únicamente, creemos que es correcto procurar incorporarlo a Cristo “bautizándolo”. Es el
principio que aplicó William Booth cuando puso palabras cristianas a la música popular, basándose en
el concepto de que el diablo no tenía por qué acaparar todas las mejores melodías. Del mismo modo,
en la actualidad muchas iglesias africanas usan tambores para invitar a la gente al culto, a pesar de
que anteriormente estaban prohibidos porque los asociaban con las danzas guerreras y los ritos de
los médiums.
Pero este principio crea problemas. Al reaccionar correctamente contra los extranjeros, a veces se
da lugar a un incorrecto flirteo con el elemento demoníaco de la cultura local. De modo que la iglesia,
al ser como cosa primera y principal una sierva de Jesucristo, debe aprender a escudriñar todas
las culturas, tanto locales como extranjeras, a la luz de su señorío y de la revelación de Dios. Por
consiguiente, ¿en base a qué pautas acepta o rechaza la iglesia los rasgos culturales en el proceso
de su contextualización? ¿Cómo impide o detecta y elimina la herejía (la enseñanza dañina) y el
sincretismo (residuos perniciosos de la vieja manera de vivir)? ¿Cómo se protege de la tendencia a
volverse una iglesia popular en que la iglesia y la sociedad son virtualmente sinónimas?
Un modelo particular que hemos estudiado es el de la iglesia en Balf, Indonesia, que tiene ahora
unos cuarenta años de antigüedad. Su experiencia ha proporcionado las siguientes pautas:
La comunidad creyente primero escudriñó las Escrituras y aprendió muchas verdades Bíblicas
importantes. Luego observaron que otras iglesias (por ejemplo, alrededor del Mediterráneo), usaban
la arquitectura para simbolizar las verdades cristianas. Esto tenía importancia porque el pueblo balinés
es un pueblo muy dado a lo visual y valora los símbolos visibles. De modo que se decidió, por ejemplo,
expresar su afirmación de la fe en la Trinidad con techos en tres niveles al estilo balinés en los edificios
eclesiásticos. El símbolo fue considerado por el consejo de ancianos que, después de estudiar tanto
los factores bíblicos como los culturales, lo recomendaron a las congregaciones locales.
Para detectar y eliminar las herejías, siguieron un esquema semejante. Cuando los creyentes
sospechaban algún error en la vida o la enseñanza, se lo contaban a uno de los ancianos, el que lo
llevaba al seno del consejo de ancianos. Luego de considerar la cuestión, ellos a su vez transmitían
sus recomendaciones a las iglesias locales, las que tenían la última palabra.
¿Cuál era la defensa más importante de la iglesia? A esta pregunta la respuesta era: “creemos
que Jesucristo es el Señor y Amo de todos los poderes.” Predicando su poder, “el mismo ayer y hoy
y por los siglos”, insistiendo en todo momento en el carácter normativo de las Escrituras, confiando a
los ancianos la obligación de reflexionar sobre la Escritura y la cultura, derribando todas las barreras
que impiden la comunicación e incorporando en las estructuras, el catecismo, las formas de arte, la
dramatización, etc., recordatorios constantes de la exaltada posición de Jesucristo, su iglesia se ha
mantenido fiel a la verdad y a la santidad.
Algunas veces, en diferentes partes del mundo, puede adoptarse un elemento cultural que
perturba profundamente a las conciencias súper sensibles, especialmente las de los nuevos
convertidos. Es el problema del hermano débil del que escribe Pablo en relación con lo ofrecido a los
ídolos. Ya que los ídolos no eran nada. Pablo mismo se sentía con libertad para comer lo sacrificado
a ellos. Pero por amor al creyente débil con una conciencia menos ilustrad que se ofendería al verlo
comer, se abstenía, por lo menos en situaciones específicas en que podía ser motivo de ofensa. Este
principio sigue teniendo su aplicación hoy. La Escritura toma en serio la conciencia y nos dice que no
debemos violarla. Hay que instruirla para que sea fuerte, pero mientras sigue siendo débil tiene que
ser respetada. La conciencia fuerte nos otorga libertad, pero el amor limita la libertad.
Lamentamos el pesimismo que lleva a algunos cristianos a desaprobar una activa participación
cultural en el mundo y el derrotismo que convence a otros de que, de todos modos, no podrían hacer
ningún bien en dichas actividades y que, por lo tanto, deben esperar pasivamente hasta que Cristo
rectifique la situación cuando venga. Podrían darse muchos ejemplos históricos de diferentes épocas
y países para mostrar la poderosa influencia que con la ayuda de Dios, ha ejercido la iglesia sobre una
cultura determinada, purificándola, reclamándola y embelle-ciéndola para Cristo. Aun cuando todos
esos intentos han adolecido de defectos, esto no demuestra que la empresa sea un error.
Por lo tanto, hemos de oponemos a lo malo y afirmar lo bueno; aceptar y promover todo lo que
es sano y enriquecedor en el arte, la ciencia, la tecnología, la agricultura, la industria, la educación,
el desarrollo comunitario y el bienestar social; denunciar la injusticia y apoyar a los impotentes y los
oprimidos; diseminar las buenas noticias de Jesucristo que constituyen la fuerza más liberadora y
humanizante del mundo entero y dedicarnos activamente a las buenas obras de amor. Si bien tanto
en las actividades sociales y culturales como en el evangelismo tenemos que dejar los resultados a
Dios, confiamos que El ha de bendecir nuestros esfuerzos y usarlos a fin de desarrollar en nuestra
comunidad una nueva conciencia de lo que es verdadero, noble, recto, puro, agradable y que tiene
buena fama (Filipenses 4:8 VP). Por supuesto la iglesia no puede imponer normas cristianas a una
sociedad que no las quiere, pero puede recomendarlas, tanto mediante la argumentación como por
el ejemplo. Todo esto traerá gloria a Dios y creará nuevas oportunidades para hacer ver a nuestro
prójimo a quien Dios creó y ama, diversas facetas de lo humano. Como lo expresa el Pacto de
Lausana, “las iglesias deben procurar trasformar y enriquecer la cultura, todo para la gloria de Dios”
(párrafo 10).
destruido aún las fuerzas del mal; todavía andan sueltas. Por ello en todas las culturas los cristianos se encuentran
en situación de conflicto y con frecuencia de sufrimiento. Hemos sido llamados a luchar contra los
“poderes cósmicos de esa época oscura” (Efesios 6:12 VP en inglés). Por lo tanto, nos necesitamos
unos a otros. Debemos vestir toda la armadura de Dios y especialmente la poderosa arma de la
oración de fe. También recordamos las advertencias de Cristo a sus apóstoles de que antes del fin
habrá un estallido sin precedentes de maldad y violencia. Algunos acontecimientos y sucesos en
nuestro mundo contemporáneo indican que el espíritu del anticristo venidero ya está obrando, no sólo
en el mundo no cristiano, sino también en nuestras propias sociedades parcialmente cristianizadas así
como en las iglesias mismas. “Por lo tanto rechazamos como un sueño orgulloso y autosuficiente la
noción de que el hombre pueda jamás edificar una utopía sobre la tierra” (Pacto de Lausana, párrafo
15) y como una fantasía sin fundamento el que la sociedad haya de evolucionar hacia la perfección.
En cambio, mientras trabajamos vigorosamente en la tierra, esperamos con jubilosa expectativa el
retorno de Cristo, los nuevos cielos y la nueva tierra en la que morará la justicia. Porque entonces
no sólo será transformada la cultura cuando las naciones traerán su gloria a la Nueva Jerusalén
(Apocalipsis 21: 24-26), sino que toda la creación será liberada de su presente esclavitud de futilidad,
deterioro y dolor, a fin de compartir la gloriosa libertad de los hijos de Dios (Romanos 8: 18-25).
Entonces por fin toda rodilla se doblará ante Cristo y toda lengua proclamará que El es el Señor a la
gloria de Dios Padre (Filipenses 2:9-11).
¿Nuestra iglesia local es libre para desarrollar su propia personalidad? Si no es así, ¿Qué fuerzas lo
están impidiendo?
Se han dicho algunas cosas fuertes sobre las estructuras de poder. ¿Está usted de acuerdo? Si es
así, ¿puede usted hacer algo al respecto?
Tanto el provincialismo como el sincretismo son errores de una iglesia que está tratando de expresar
su identidad en las formas culturales locales. ¿Está cometiendo nuestra iglesia alguno de esos
errores? ¿Cómo pueden evitarse sin repudiar la cultura propia?
¿La iglesia en nuestro país debería hacer más para transformar y enriquecer su cultura nacional? Si
es así, ¿de qué manera?
¿Por qué es importante que la iglesia entienda y estudie el aporte que la antropología nos da del
concepto de cultura? ¿Qué relación tiene la cultura con la misión de la iglesia? ¿Qué aspectos
positivos podemos tomar de este concepto que benefician el trabajo misional de la iglesia?
R
ealizar un ensayo con el título: “La Misión de Dios”, la fecha de entrega será el
último día de clase del curso. Entregue a los estudiantes una copia de la “Guía
para la realización de un ensayo” en los apéndices de este libro.
• Definición de la misión
• Propósito de la misión
• Principios bíblicos acerca de la misión
• Diferentes agentes de la misión
• Diferencias entre la misión en el Antiguo y Nuevo Testamento
• Diferentes estrategias de misión en la historia de la Iglesia
• Su opinión acerca del momento actual, y cuál debe ser la estrategia a seguir en el futuro
Bibliografía
Comentada
Apéndices
Apéndice
Guía para análisis
crítico de lectura
CURSO : __________________________________________________________
ESTUDIANTE : __________________________________________________________
PROFESOR(A) : __________________________________________________________
PROGRAMA: __________________________________________________________
FECHA : __________________________________________________________
1. REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
Apellidos, Nombre del autor. Nombre del libro. Ciudad donde fue publicado:
Editorial, año de publicación, páginas leídas.
2. RESUMEN DE CONTENIDO
En esta sección se espera que el alumno haga una reseña de la lectura. Se evaluará la
capacidad del alumno para resumir la materia abordada por cada autor, en las páginas cor-
respondientes. Este resumen deberá incluir las ideas centrales, los puntos principales o la
tesis básica expuesta por el autor. Dependiendo de la tarea asignada, esta porción del análisis
crítico podría abarcar desde un párrafo normal hasta varias páginas, pero es necesario tener
presente que esto no es la parte más importante del análisis. Este resumen no debe consistir
simplemente en la enumeración de los títulos o capítulos del índice.
Finalmente, el estudiante deberá precisar en qué aspectos la lectura de este libro ha sido de
beneficio para su vida personal y ministerial.
- Ponga mucha atención a la redacción. Se espera que esté al nivel de los estudios
que realiza el estudiante.
- Recuerde siempre los signos de puntuación y ortografía en general.
- Esfuércese en lograr precisión al escribir. La ambigüedad muestra falta de
comprensión en lo leído y escasez de criterio propio.
Guía para
la realización
de un ensayo
El Ensayo
E
l ensayo es uno de los géneros más modernos y de mayor cultivo en la actualidad. La
popularidad de que goza se debe en gran medida a su naturaleza versátil y al elemento
personal y subjetivo que contiene. También el hecho de ser el género por excelencia
utilizado en las ciencias sociales.
Se puede definir el ensayo como: “Un escrito en prosa, generalmente breve, que expone
sin rigor sistemático, pero con hondura, madurez y sensibilidad, una interpretación personal
sobre cualquier tema, sea filosófico, científico, histórico, literario, teológico, etc.”.
Las fronteras formales del ensayo son imprecisas. En la manera con que se expone y
enjuicia un tema colinda con el trabajo científico, con la didáctica y la crítica. Se separa de las
anteriores en que no sigue un orden riguroso y sistemático de exposición, ni pretende agotar
la materia, ni dar soluciones firmes. Lo personal y subjetivo, el punto de vista que asume el
autor al tratar el tema, adquiere primacía en el ensayo. La nota individual (los sentimientos
del autor, sus amores, gustos y aversiones) es lo que lo define y caracteriza. El lenguaje es más
conceptual y expositivo en el ensayo.
El ensayo se caracteriza por:
2. Clases de ensayo
a. De carácter personal: Casi confesional; es lo que los sajones llaman ensayo personal.
En ellos, por lo común, el escritor habla de sí mismo y de sus opiniones sobre hechos y cosas,
dentro de un estilo ligero, natural, casi conversacional.
b. De control formal: Es más ambicioso, más extenso y riguroso; se lo llama ensayo formal.
Es el que se aproxima más al trabajo científico. Pero es necesario advertir que aun dentro de
este tipo lo que siempre interesa es el punto de vista del autor y no tanto de los materiales que
elabora o el fondo de erudición que maneja.
En estos dos tipos extremos encontramos una amplia gama de modalidades intermedias,
según se aproximan o se alejan del uno o del otro. Y en cierto modo caben tantas clasificaciones
como puntos de vista adoptados por el género:
El ensayo de exposición de ideas: Son aquellos cuyo fin primordial es comunicar al lector
unas ideas, sean éstas filosóficas, políticas, sociológicas, etc.
El ensayo poético: Son ensayos donde lo poético prevalece sobre lo conceptual. Es un
poema en prosa. Vemos las cosas, el mundo, el paisaje y los hombres a través de la sensibilidad
y visión poética del autor.
El ensayo crítico: Son ensayos de mayor profundidad en los que se analiza y enjuicia
cualquier idea, obra o actividad humana. Su uso se extiende al campo de la historia, la
medicina, las ciencias exactas, etc.
3. Consejos al estudiante
— Seleccione un tema que conozca bien y que le haya causado una profunda impresión; por lo
general, podemos decir siempre algo convincente y persuasivo de lo que conocemos y sentimos.
— No se aparte de las normas y reglas del arte de la redacción. Una estructura libre no
significa en absoluto que la misma sea caótica e incoherente.
— Escoja un lenguaje adecuado al tema que piensa desarrollar. El mejor lenguaje es el natural,
el suyo propio. Aléjese de toda retórica y pedantería léxica.
— Trate de ser persuasivo, sin caer en el servilismo; y por favor, no pretenda ser gracioso y
agudo en sus observaciones, a menos que esas cualidades sean innatas de usted.
— No trate de ser original a todo trance. El hecho de que lo consustancial al ensayo sea la
interpretación personal del autor no debe entenderse como completa originalidad. Estudie su
tema, reflexione sobre él y documéntese con otras opiniones.
Notas