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Introducción
El mayor obstáculo en el día de hoy para cultivar una vida espiritual saludable
y en constante crecimiento es el tiempo (generalmente asignamos poco
tiempo a la oración y a la lectura de las escrituras). Y a raíz de este problema
hemos descuido e ignorado por completo los beneficios de la práctica de la
meditación.
Antiguamente, la meditación bíblica era una actividad ejercida por todos los
creyentes. Este ejercicio espiritual consistía en reflexionar y separarse del
pecado para acercarse a Dios y al prójimo. Los puritanos predicaban
frecuentemente acerca de la meditación bíblica.
La meditación siempre debe involucrar una reflexión seria sobre algún asunto
de peso. Por ejemplo, los filósofos meditan y reflexionan en conceptos sobre la
materia y el universo, los creyentes en cambio, reflexionan sobre Dios y sus
decretos eternos y la voluntad del hombre.
Los puritanos creían que la meditación era un deber que potenciaba todos los
demás deberes de la vida cristiana (La meditación facilita el diligente uso de
los medios de Gracia, la lectura de las escrituras, la audición de sermones, la
oración y todas las demás ordenanzas de Cristo). Acentúa las marcas de la
Gracia (arrepentimiento, fe) y fortalece las relaciones con los demás (amor a
Dios, a los hermanos, y al prójimo en general).
Ocasional: Es aquella que toma lo que se observa con los sentidos para elevar
los pensamientos a cosas celestiales o espirituales. En esta meditación el
creyente reflexiona en Dios, en Cristo a partir de objetos de la naturaleza y
situaciones o experiencias cotidianas. Hay ejemplo en las parábolas de Cristo
(El gran banquete, los obreros y la viña del Señor, en los proverbios 6:6-8, en el
salmo 8:3 (contemplación a partir de las cosas creadas). A través de la
imaginación podemos reflexionar en Dios y sus maravillosa Gracia.
Pero lo anterior también tiene sus peligros. Por lo cual se debe necesariamente
restringir la imaginación con los límites de la palabra de Dios. (Explicar con un
ejemplo de transgredir el Día del Señor para ir de un paseo al campo /el deseo
legítimo de deleitarse en la creación de Dios como excusa para no
congregarse). Debemos pensar en aquello que las escrituras nos revelan y
enseña (también es necesario llevar todo pensamiento al escrutinio (examen)
de las escrituras).