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GUÍA DIDÁCTICA

Papá y su nube
Texto: Itziar Fernández Cortés
Ilustraciones: Zaida Escobar Morales
Maquetación: José Javier González Guzmán
INDICE
1. INTRODUCCIÓN
2. DATOS ESTADÍSTICOS
3. MARCO LEGAL
4. MARCO TEÓRICO
a) El impacto de la violencia de género en la infancia.
b) Los cuentos como herramienta de intervención.
5. OBJETIVOS
6. CONTENIDOS
7. METODOLOGÍA
8. ACTIVIDADES
a) Tarjetas para la identificación emocional.
b) Personas que me hacen sentir.
c) La nube en mi cabeza: autoconcepto y autoestima.
d) ¿Qué sucede después? construyendo narrativas.
9. RECURSOS PARA VÍCTIMAS DE VIOLENCIA DE GÉNERO
10. ANEXOS
Anexo I: Tarjetas para la identificación emocional.
Anexo II: Ficha “personas que me hacen sentir”.
Anexo III: Ficha “la nube en mi cabeza”.
11. BIBLIOGRAFIA
12. SOBRE NOSOTRAS
13. AGRADECIMIENTOS
1.- INTRODUCCIÓN
Esta Guía Didáctica es un documento complementario que acompaña al cuento “Papá y su nube“
publicado por sus autoras a través de crowdfounding por la plataforma Verkami en enero de 2022
y editado por El Hilo Ediciones.

“Papá y su nube” pretende ser una herramienta de intervención que nos permita aproximarnos a
la figura del padre en una relación de violencia de género de forma preventiva y terapéutica.

El protagonista de nuestro cuento es un niño que quiere entender por que su papá se comporta
así, y para ello se remonta a su infancia. Así será como descubra que todos los mensajes que fue
recibiendo de pequeño y la imposibilidad de gestionar sus emociones de forma saludable fueron
conformando esa nube que hace que explote y dañe a quienes tiene alrededor. Como señala Olga
Barroso en el prólogo del cuento, “todo maltratador fue un niño sano que amó, que quiso amar,
pero que no pudo aprender a hacerlo.”

Por tanto, esta Guía va dirigida a profesionales cuyo trabajo se relaciona con la protección a la
infancia, en especial en su intervención con mujeres, niños, niñas y adolescentes víctimas de
violencia de género desde el ámbito educativo y terapéutico.

También está dirigida a docentes que desean abordar la violencia de género en el contexto
educativo de forma preventiva, tratando temas como la ideología machista, la gestión emocional,
la responsabilidad afectiva y la diferencia entre el buen trato y el maltrato en las relaciones
interpersonales, siendo conscientes de que su abordaje puede contribuir a detectar situaciones
que requieran de posteriores intervenciones especializadas por parte de los equipos competentes
en cada comunidad autónoma.

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El cuento está pensado para trabajar con niños y niñas a partir de 8 años, y se recomienda su lectura
con una persona que le aporte seguridad y confianza para poder profundizar en su contenido.

Al recurrir a la metáfora a través de la nube, cada niño o niña interpretará la situación descrita a
partir de su propia experiencia, y en la comunicación posterior, será donde podremos valorar lo
que significan “las tormentas de papá” y medir el nivel de gravedad de la situación.

El objetivo principal de “Papá y su nube” es poder nombrar lo que ocurre, ya que, siguiendo a
Begoña Aznarez, sabemos que lo que convierte una situación en traumática es la obligación de
tener que silenciar lo ocurrido, por tanto, la comunicación es reparadora en sí misma, siempre que
se haga en un entorno de seguridad.

Por eso nuestra intención es facilitar la comunicación a todas esas madres, hijas e hijos que
han tenido que enfrentar la violencia dentro de casa a manos de quien debía ser una figura de
protección.

Porque es difícil explicar lo que ocurre de una forma sincera pero adaptada, sin detalles, pero sin
justificaciones, desde la calma y el cuidado que ofrece un cuento lleno de ilustraciones.

La violencia de género es un problema que implica a toda la sociedad. Por tanto, toda la sociedad
tiene que involucrarse en la búsqueda de soluciones eficaces para proteger tanto a las mujeres
víctimas como a sus hijas e hijos, contribuyendo a prevenir la violencia.

Así que hablemos de ello, es parte de la solución.

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2.- DATOS ESTADÍSTICOS
La Macroencuesta de Violencia contra la Mujer es la operación estadística más relevante que se
realiza en España y es la única estadística oficial para medir la prevalencia de la violencia contra la
mujer. Se realiza aproximadamente cada 4 años desde 1999 y está incluida en el Plan Estadístico
Nacional. La Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género ha sido la encargada de su
elaboración y la última Macroencuesta fue realizada en 2019.

El capítulo 9 del Informe derivado de la Macroencuesta (2019) está destinado a los “Hijos e hijas
de las mujeres víctimas de la violencia en la pareja y otros menores expuestos” de donde
extraemos los siguientes datos que nos permiten hacernos una idea de la magnitud del problema:

⦁ Un total de 1.678.959 menores viven en hogares en los que la mujer está sufriendo algún
tipo de violencia (física, sexual, control, emocional, económica o miedo) de alguna pareja.
⦁ Un total de 265.860 menores viven en hogares en los que la mujer entrevistada está
sufriendo violencia física o sexual de alguna pareja.
⦁ El 89,6% de las mujeres que han sufrido violencia de cualquier pareja, actual o pasada,
y tenían hijos/as en el momento en que tuvo lugar la violencia, afirman que sus hijos e
hijas presenciaron o escucharon los episodios de violencia.
⦁ De las mujeres que han sufrido violencia física o sexual, y tenían hijos/as en el momento
en que tuvo lugar la violencia, el 60,6% afirma que sus hijos e hijas presenciaron o
escucharon los episodios de violencia.
⦁ Las mujeres que responden que sus hijos/as presenciaron o escucharon la violencia
contra la madre, y que estos eran menores de edad, el 51,7% afirma que los hijos/as
sufrieron ellos mismos violencia a manos de la pareja violenta.

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Otra investigación de reciente publicación que nos aproxima a las cifras en torno a niños, niñas
y adolescentes víctimas de violencia de género es el estudio “Menores y Violencia de Género”
(2020) promovido y financiado por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, y
realizado desde la Unidad de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense con la dirección
de María José Díaz-Aguado. Entre los diferentes datos que encontramos en el mismo podemos
destacar:

⦁ El 77,15% de los menores que han estado expuestos a la violencia de género, afirman
haber sufrido maltrato directo por parte del hombre que maltrató a la madre.
⦁ Las situaciones de maltrato que un mayor porcentaje de menores reconoce haber sufrido
directamente por parte de la pareja de su madre son las de violencia psicológica: el
11,5% dicen que les ha insultado o ridiculizado, y el 10,7% que les ha hecho sentir miedo.
⦁ El 70% de quienes respondieron que la madre había sufrido alguna de las 12 situaciones
de maltrato por las que se pregunta, respondieron que el maltrato había sido realizado
sólo por su padre.
⦁ El 12,7% de quienes han respondido que el maltrato ha sido ejercido por su padre dicen
que se presentó alguna denuncia por las situaciones sufridas por la madre. Y de estos,
el 88,6% afirman que las denuncias por maltrato fueron presentadas por la madre.
⦁ El 53,8% de quienes dicen que se interpuso una denuncia, afirma que “se dictaminó una
orden de alejamiento de mi madre”.
⦁ En cambio, solo el 16,3% dicen que se dictó una orden de alejamiento del menor.

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3.- MARCO LEGAL
La Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la
Violencia de Género abarca tanto los aspectos preventivos, educativos, sociales, asistenciales y
de atención posterior a las víctimas de violencia de género. Es una ley pionera en Europa que
introduce la creación de los Juzgados de Violencia de Género y la Delegación del Gobierno contra la
Violencia sobre la mujer, integrada en el Ministerio de Igualdad, para la elaboración de las políticas
públicas en relación con este tema.

Esta Ley centraba su atención en las mujeres víctimas de violencia de género en el ámbito de la
pareja o expareja, dejando fuera de su ámbito de actuación a los niños, niñas y adolescentes que
pasaban a considerarse como víctimas indirectas.

Sin embargo, esta situación se revierte con la aprobación de La Ley Orgánica 8/2015, de 22 de
julio, de modificación del sistema de protección a la infancia y a la adolescencia (BOE de 23
de julio), y la Ley 26/2015, de 28 de julio, de modificación del sistema de protección a la
infancia y a la adolescencia (BOE de 29 de julio), las cuales mejoran la atención y la protección
de los hijos y las hijas de las mujeres víctimas de violencia de género incluyendo las siguientes
medidas:

⦁ Inclusión de los hijos e hijas de las mujeres víctimas de violencia de género en el artículo
1 de la Ley Orgánica 1/2004, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de
Género, con el objeto de visibilizar esta forma de violencia que se puede ejercer sobre
ellos.

⦁ Obligación de los jueces de pronunciarse sobre las medidas cautelares contempladas en la


Ley Orgánica 1/2004, haciendo mención específica a las medidas civiles relacionadas con
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los menores (en concreto, suspensión de la patria potestad o la custodia de menores y la
suspensión del régimen de visitas, estancia, relación o comunicación con ellos).

⦁ Se contempla que, cuando haya menores bajo la patria potestad, tutela, guarda o
acogimiento de una víctima de violencia de género, las actuaciones de los poderes públicos
estarán encaminadas a garantizar el apoyo necesario para procurar la permanencia de los
menores, con independencia de su edad, con aquélla, así como su protección, atención
especializada y recuperación.

El Pacto de Estado contra la Violencia de Género, aprobado el 28 de septiembre de 2017,


supone un avance en la atención terapéutica de niñas y niños víctimas de violencia de género
gracias a la modificación del artículo 156 del Código Civil “para que la atención y asistencia
psicológica quede fuera del catálogo de actos que requieren una decisión común en el ejercicio de la
patria potestad cuando exista sentencia firme o hubiera una causa penal en curso por malos tratos
o abusos sexuales.”

Hasta 2017 era necesario que ambos progenitores firmasen la autorización para iniciar la
intervención terapéutica del niño o la niña, independientemente de que el padre fuese el causante
del daño, lo que limitaba enormemente la atención desde los Servicios Especializados.

Este avance supuso que en los casos en los que existe una sentencia condenatoria con Orden de
Protección hacía la madre o se encuentren inmersos en un proceso judicial por violencia de género,
los hijos e hijas pudieran acudir a terapia psicológica sin tener que solicitar el consentimiento
del progenitor. Sin embargo, se mantenía la obligatoriedad de informar al mismo, y esto es algo
que supone una situación de riesgo, ya que no podemos olvidar que en muchos casos el maltrato
continúa dándose en los regímenes de visitas. Además, dejaba fuera de su alcance a todas las
madres que no denunciaban o que su denuncia quedaba archivada por falta de pruebas.

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El último avance legislativo lo encontramos con la reciente aprobación de la Ley Orgánica 8/2021,
de 4 de junio, de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia
(LOPIVI) la cual establece que en los casos en los que haya una orden de protección en vigor y
existan “indicios fundados” de que los hijos “hubieran presenciado, sufrido o convivido” con la
violencia de género sufrida por sus madres, el juez debe suspender las visitas, la estancia y la
comunicación. Solo si la parte acusada lo pide, podrá no acordarlo, pero para ello tendrá que emitir
una resolución en la que explique por qué y antes está obligado a evaluar la relación paternofilial.

Además, se garantiza que estos niños y niñas sean atendidos psicológicamente aunque sus madres
no hayan interpuesto una denuncia, pero estén siendo asistidas en servicios especializados de
violencia machista.

Como conclusión, vemos que el desarrollo legislativo ha ido avanzando en la adquisición de derechos
hacia la infancia víctima de violencia de género buscando su protección integral, sin embargo,
todavía falta formación especializada en el contexto judicial que priorice el interés superior del
menor recogido en la Convención de Naciones Unidas de los Derechos del Niño aprobada por la
Asamblea General el 20 de noviembre de 1989.

Seguimos viendo como menores mantienen las visitas con padre condenados por violencia
priorizando la patria potestad y alimentando el mito de que “un maltratador puede ser un buen
padre”.

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4.- MARCO TEÓRICO
El artículo 1 de la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer de las Naciones
Unidas de 20 de diciembre de 1993, se define la violencia de género como: “Todo acto de violencia
basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o
sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la
coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública o privada”.

Como nos señala Pepa Horno en el prólogo de “La casa del mar en calma” (2020) “Cuando somos
niños y niñas, nuestro ser está en nuestra piel, nuestros ojos, nuestros oídos, nuestro olfato.
Paladeamos el mundo con asombro y fascinación. Un mundo que nos ofrecen aquellos que nos
cuidan y nos aman. Y cuando una madre sufre, el dolor se cuela en el alma de sus hijos e hijas que
miran el mundo a través de sus ojos.

Los niños y niñas víctimas de la violencia de género, tiemblan casi sin darse cuenta, se estremecen
y vigilan. Ocurren cosas que no entienden, a las que no pueden ponerle nombre. Sus mamás a las
que aman van desapareciendo ante sí, odian y aman al mismo tiempo a sus padres o a las parejas
de sus mamás. Y todo esto en silencio, sin que nadie lo nombre, tan sólo con el eco que les brinda
su cuerpo”.

La violencia de género tiene una base estructural e ideológica que se sustenta sobre la desigualdad
de género. Todas aquellas creencias que continúan vigentes y que otorgan estereotipos
diferenciados al género femenino y masculino desde antes de nacer. Niños fuertes y valientes,
niñas dulces y cariñosas. Estas diferencias hacen que alcancemos la adolescencia y afrontemos
nuestras primeras relaciones afectivas desde la desigualdad, puesto que continuamos reforzando
el imaginario donde se otorga el poder a lo masculino y la obediencia a lo femenino.
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Los hombres que maltratan a sus parejas no responden a un perfil social, ni cultural, ni patológico
concreto. Han crecido en una sociedad que les ha dicho que ellos tienen que ser líderes y demostrar
el poder. En palabras de Luis Bonino (2009) “la violencia de género es un problema de los hombres
que sufren las mujeres” y hoy en día continuamos con la transmisión intergeneracional de estos
valores.

Necesitamos creer que el amor nos mantiene a salvo de la violencia, que alguien que ama de
verdad no puede dañar a quien ama, pero esto no siempre es así. Sin darse cuenta, la mujer que
se enfrenta a la violencia de género comienza a adentrarse en el ciclo de la violencia definido por
Leonore Walker, y que en este cuento representamos a través de las fases por las que van pasando
las nubes: aumento de la tensión, explosión y luna de miel.

Tanto la mujer como sus hijos e hijas intentarán evitar que la tensión aumente modificando su
comportamiento para cumplir con las expectativas del agresor como forma de adaptación al
contexto. Su constante arrepentimiento hace que este ciclo se convierta en una eterna espiral que
se va adentrando en un pozo sin salida. Nuestro imaginario social encontrará todo tipo de mitos y
justificaciones para mantener a salvo la relación “ha tenido una vida difícil, ha sufrido mucho” “es
el estrés del trabajo, el alcohol…” necesitamos creer que “no volverá a ocurrir” y la culpabilización
despertará sentimientos de vergüenza, lo que deriva en aislamiento social y pérdida de autoestima,
dificultando la capacidad de pedir ayuda.

Si es difícil salir de este círculo vicioso, cuando eres niño o niña y la persona que ejerce la violencia
es tu padre, la salida es imposible. Será necesario que tu madre tome las riendas para alejarse del
contexto violento buscando la protección de toda la unidad familiar.

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a) El impacto de la violencia de género en la infancia.

Crecer en un ambiente marcado por la violencia de género supone crecer con la percepción de
no contar con un espacio seguro en el que vivir. El miedo no se produce solo cuando ocurre un
episodio violento, el miedo se convierte en un estado de alerta constante que te advierte de que
la violencia puede volver a estallar de forma impredecible en cualquier momento. La violencia se
convierte por tanto en una forma de relación que impregna toda la convivencia familiar donde una
de las personas ostenta el poder y la soberanía de la casa.

La interiorización de modelos violentos de relación y su normalización conlleva un riesgo claro


de repetición, haciendo más probable que los niños y niñas participen en otros tipos de violencia
como agresores o víctimas, o repitiendo patrones de relación maltratantes en el futuro. Es lo que
llamamos la transmisión intergeneracional de la violencia. Sin embargo, es importante señalar
que este riesgo no es una causa inevitable, ya que muchas personas adultas que crecieron en
entornos violentos se alejan de estos patrones de comportamiento después de realizar un ejercicio
de reflexión profunda sobre el daño que esto ha supuesto en sus vidas.

Esta es la clave, poder reflexionar sobre lo inapropiado de emplear la violencia para resolver
los conflictos, y en el caso de la violencia de género, eliminar los pensamientos machistas que
sustentan la desigualdad de género.

Existen diferentes formas de exposición a la violencia de género (Holden, 2003):


⦁ Perinatal: violencia que ejerce el hombre hacia la mujer embarazada.
⦁ Intervención: violencia que sufre el niño o la niña al intentar proteger a su madre.
⦁ Victimización: el niño o la niña se convierte en objeto de violencia psicológica o física en
el transcurso de una agresión a la madre con intención de dañar a la misma.
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⦁ Participación: colaborar en la desvalorización hacia la madre.
⦁ Testificación presencial: el niño o la niña ven la agresión del padre hacia la madre.
⦁ Escucha: se percibe la agresión desde otra habitación.
⦁ Observación de las consecuencias inmediatas a la agresión: ven cómo ha sido herida
su madre, cómo ha quedado el lugar donde ha sido agredida o ven llegar a la Policía o la
ambulancia.
⦁ Experimentación de las secuelas: al vivir los síntomas de su madre, la separación de sus
padres o el cambio de residencia, por ejemplo.
⦁ Escucha de lo sucedido: presenciando conversaciones entre adultos.
⦁ Desconocimiento de los acontecimientos: al haber sucedido lejos de los niños o las
niñas.

Las alteraciones que pueden sufrir los niños y niñas expuestos a violencia de género van a
variar en función de su edad, género, intensidad y frecuencia, pero podemos resumirlas en las
siguientes: alteraciones físicas (retraso en el crecimiento, alteraciones en el sueño y alimentación,
etc.), alteraciones emocionales (ansiedad, ira, baja autoestima, etc.), alteraciones cognitivas
(retraso en el lenguaje, déficit de atención y concentración, afectación en el rendimiento escolar,
etc.) alteraciones conductuales (hiperactividad, explosiones de rabia) y alteraciones sociales
(comportamientos de sumisión o violencia con sus compañeros o compañeras, adicciones, etc.),
entre otras, teniendo efectos a corto, medio o largo plazo.

Los comportamientos positivos del agresor hacia sus hijos e hijas hacen que se establezca una
relación afectiva con él. Estas experiencias positivas, mezcladas con situaciones de maltrato de
diferente intensidad, llegan a generar sentimientos muy contradictorios generando estilos de
apego marcados por la desorganización y la ambivalencia.

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Como señala Begoña Aznárez (2020), los niños y niñas necesitan polarizar el mundo entre “buenos
y malos”. Mamá y papá tienen que estar en el bando de los buenos, por lo que cuando esto no es
así, lo más fácil es que sea el propio niño o niña quien se sitúe en el bando de los malos, generando
una serie de creencias erróneas sobre sí mismo, sobre los demás y sobre el mundo. El pensamiento
egocéntrico característico de la infancia potencia esta autoculpabilización y llegan a pensar que
la violencia que se desata en casa es por su culpa (no obedecer, no hacer la tarea, etc.)

A veces pensamos que no se han desarrollado síntomas porque no encontramos conductas


disruptivas o especialmente llamativas. Sin embargo, el silencio en muchos menores afectados
por la violencia de género puede indicarnos que han desarrollado actitudes evitativas como
estrategia de afrontamiento ante el peligro de la violencia, y una vez pasado el peligro (por cese
de la relación maltratante, alcanzar mayor independencia por la edad...) la estrategia de evitar se
transforme y surjan estrategias de afrontamiento autodestructivas.

Eisikovits, Winstok y Enosh (1998) conceptualizaron en dos dimensiones la postura de las niñas
y niños ante la violencia de género: La oscilación entre admisión y negación de la violencia, y el
cambio hacia la lealtad de uno a otro progenitor. A partir de estas dos dimensiones, se señalaron
cuatro formas de afrontar la violencia que pueden ir evolucionando y modificándose a medida que
van creciendo:

⦁ Viven con un secreto: niegan la existencia de la violencia, como si ésta no sucediera. No


hablan de lo que ocurre en casa puesto que guardan fidelidad al sistema familiar.
⦁ Conflicto de lealtades: aceptan la violencia, pero no quieren posicionarse frente a sus
progenitores y las justifican para salvar a ambos recurriendo a explicaciones que sitúan la
culpa en terceras personas o situaciones ajenas a la familia.
⦁ Miedo y terror: al ser totalmente conscientes de la violencia ejercida, se identifican con la
madre y rechazan a la figura del padre, sufriendo el impacto emocional que esto supone.

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⦁ Asumen modelo violento: son conscientes de la violencia, pero se identifican con el
agresor, como una forma de protegerse ante la posibilidad de que el padre extienda la
violencia directa hacia ellos o ellas mismas, y como forma de situarse del lado del poderoso
llegando a culpabilizar a su madre como merecedora de lo ocurrido.

Baker y Cunnigham (2004) señalan como, en función de los recursos personales que posean, los
niños y niñas puedan asumir diferentes roles en la relación cuando existe violencia de género,
muchos de ellos valorados incluso de forma positiva, tanto por las madres como por el entorno,
invisibilizando entonces el daño que supone situarse en estos roles en la infancia:

⦁ Rol cuidadora o cuidador: La niña o el niño asume responsabilidades y rutinas de


cuidado hacia el resto de los componentes de la unidad familiar, ayuda a preservar la
protección de sus hermanas y hermanos pequeños e intenta crear un clima de armonía
familiar dentro del caos de la violencia de género.
⦁ Rol confidente de la madre: Está absolutamente inmerso en la realidad de la madre
asumiendo conceptos, responsabilidades que no le corresponden. La madre se apoya en
su hijo o hija como si de una amistad entre adultas se tratase.
⦁ Rol confidente del agresor: Justifica las agresiones hacia su madre. Cuestiona el
comportamiento de la madre, la culpabiliza como merecedora y es recompensado con
privilegios o tratos de favor ante sus hermanos y/o hermanas por parte del agresor.
⦁ Rol asistente del agresor: supone ser elegido o elegida por el agresor para que maltrate
a su madre agrediéndola física o emocionalmente, diciéndole cosas humillantes. Se les
invita a actuar violentamente contra la madre como si se tratase de un juego o se les
permite desatar sus enfados y frustraciones con violencia hacia su madre.
⦁ Rol de niño o niña perfecta: Intenta prevenir la violencia haciendo las cosas correctamente,
cumpliendo todo lo que se espera de ella, no demandando necesidades sino gestionando
sus propios problemas sin compartirlos. No discuten, no se oponen, nunca piden ayuda.

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⦁ Rol de árbitro: Se trata de niños o niñas que intentan mediar entre las personas adultas
con el objetivo de armonizar el clima familiar. Se genera mucha culpa, angustia por exceso
de responsabilidades o agotamiento.
⦁ Rol de chivo expiatorio: La niña o niño se ve como el culpable de los conflictos familiares
entre sus padres. El maltratador lo usa como excusa de su propia conducta agresiva. Entre
la consecuencia más destacada que sufre, está la del aislamiento por parte del resto de
familiares y el sentimiento de culpabilidad cuando se produzca la ruptura de la relación
de pareja.
⦁ Animador o animadora: su función es distraer, tanto a la madre de su tristeza o angustia,
como al agresor de su incipiente estado de ira. Usará bromas, canciones, propondrá juegos,
todo con tal de cambiar el estado de ánimo de quienes le rodean y sortear el miedo, el
conflicto y la violencia. Esta estrategia se ve fácilmente reforzada y se generaliza a otras
relaciones rápidamente.
⦁ Rebelde: se opone abiertamente al régimen de control y poder del agresor, pero también
a la actitud de sumisión de la madre. Corre el riesgo de dejar tempranamente la unidad
familiar y se da mayormente en adolescentes.

Los roles que desarrollan niñas, niños y adolescentes a partir de sus experiencias con la violencia de
género se extienden tras la separación y pueden manifestarse en la edad adulta, en sus relaciones
de pareja, y con su estilo maternal o parental en un futuro.

Por tanto, es necesario hacer un seguimiento socio-emocional a los niños y niñas que han estado
expuestos a situaciones de violencia de género, con el fin de procurarles un ambiente de seguridad
y protección para, cuando así lo requieran, poder intervenir sobre los efectos de la violencia de
género en su desarrollo.

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b) Los cuentos como herramienta de intervención.

Todos los cuentos son educativos en sí mismos, independientemente de la temática que traten,
puesto que contribuyen al desarrollo integral de quienes los leen y quienes los escuchan.

Promueve el desarrollo lingüístico y la comunicación, aprendiendo nuevas palabras y expresiones,


y fomentando la posterior comunicación espontánea que se genera al comentar el cuento con una
persona adulta interesada.

Despiertan la imaginación y la creatividad, ofreciendo escenarios desconocidos, personajes


mágicos o historias imposibles que cobran vida entre sus páginas.

Contribuye al desarrollo afectivo haciendo que niños y niñas se identifiquen con las emociones
que se viven en cada historia y encuentren paralelismos con su propia forma de sentir.

También contribuyen a la transmisión de valores sociales como la cooperación, la ayuda mutua,


la igualdad y el buen trato, ayudando a concienciar a la infancia en el desarrollo de una sociedad
mejor de la que han encontrado.

Algunos cuentos ayudan a canalizar miedos o preocupaciones, ofreciendo modelos de afrontamiento


y estrategias para resolver conflictos al niño o la niña que está viviendo una situación similar a la
narrada en la historia.

“Papá y su nube” es uno de estos cuentos, que además del valor intrínseco de todos los cuentos,
tiene un valor terapéutico por la temática que aborda y por los objetivos que persigue.

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Cuando intentamos abordar temas que son comprometidos o pueden despertar emociones
intensas, las defensas suelen activarse de forma automática negando la situación o minimizando
su impacto. Sin embargo, los cuentos nos ayudan a la externalización, lo que significa utilizar la
historia para ofrecer la distancia necesaria al niño o la niña para poder hablar de los conflictos sin
sentir que se está hablando de su historia personal.

Para todas las edades, e independientemente del nivel de verbalización posterior en función de lo
que le permitan sus defensas personales, escuchar una historia que afronta una situación similar a
la vivida en primera persona es algo terapéutico en sí mismo, puesto que va a contribuir a reescribir
su propia historia, a cuestionarse (aunque sea en silencio) las responsabilidades y las acciones de
cada protagonista del cuento, empoderando estilos de afrontamiento que ponen fin a la violencia.
Escuchar un cuento que aborda la violencia de género de una forma tan sutil, puede ayudar a que
niños y niñas que no la están viviendo desarrollen su empatía, al ser conscientes de que no todo
el mundo tiene su suerte. Y ayuda del mismo modo a los niños y niñas que sí la están viviendo, a
comprender que no son la única persona que vive una situación así en casa.

Como señala Olga Barroso, al aproximarnos a la temática en un entorno seguro conseguimos que
baje la intensidad emocional de sus recuerdos dolorosos y posibilita, también, volver a pensar
de una forma más racional, lo que les permite mentalizar sobre las vivencias traumáticas. Con
esto las personas podrán integrarlas de un modo resiliente eliminando las creencias dañadas que
mantenían.

En el caso de “Papá y su nube” la metáfora nos ayuda a que cada niño y cada niña pueda interpretar
lo que significan “las tormentas de papá” en función de la intensidad y la frecuencia en la que han
vivido esos episodios en casa. En algunos casos hablaremos de gritos e insultos; pero tenemos
que estar preparadas para escuchar otros casos en los que nos relatarán episodios de golpes y
amenazas.

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5.- OBJETIVOS
⦁ Visibilizar la realidad de niños y niñas víctimas de violencia de género.

⦁ Identificar los estereotipos de género como base que sustenta la desigualdad y la violencia
de género.

⦁ Resaltar la importancia de una buena gestión emocional para el adecuado desarrollo de


la empatía y prevención de cualquier tipo de violencia.

⦁ Facilitar la comunicación de la relación vincular establecida con el padre agresor.

⦁ Cuestionar los comportamientos como desajustados, aunque vengan de una figura de


apego y dentro de un entorno que se presupone de seguridad.

⦁ Resituar la responsabilidad de la conducta en el agresor, nunca en la víctima.

⦁ Apostar por la protección y la seguridad, empoderando la decisión de salir de la relación


violenta.

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6.- CONTENIDOS
⦁ Estereotipos de género: educación machista como base de la desigualdad.

⦁ Dificultad en la gestión emocional de la rabia.

⦁ Relación de poder como base de las conductas maltrantes.

⦁ Ciclo de la violencia de género a través de la metáfora de la nube.

⦁ Identificación emocional en la madre y el hijo: amor, rabia, miedo y tristeza.

⦁ Identificación de actitudes protectoras en un intento de minimizar el daño.

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7. METODOLOGÍA
El objetivo de esta Guía Didáctica es poder exprimir al máximo el contenido del cuento con el
objetivo de profundizar en una lectura comprensiva y de utilidad, tanto a nivel grupal como
individual.

Para ello, es importante planificar la actividad y cuidar el ambiente en el que se va a desarrollar. Si


la narración se va a realizar en grupo, lo ideal es sentarse en círculo en un lugar cómodo, luminoso
y ventilado, donde todos los niños y niñas vean bien las imágenes que se van a ir mostrando.

Antes de comenzar con la lectura, hay que motivar previamente a los niños y niñas para despertar
su curiosidad, transmitiendo un ambiente de misterio en torno al cuento con nuestra voz, dando
los matices requeridos por los personajes que aparecen en el relato y acompañando la narración
con nuestra comunicación no verbal.

Antes de iniciar la lectura se formularán a los niños y niñas algunas preguntas (mostrando la
portada): ¿Que creéis que le pasa a este papá? ¿Cómo creéis que se siente? ¿Queréis saberlo? Una vez
que el grupo ha compartido sus primeras impresiones, podemos desvelar un poco más leyendo
el mensaje de la contraportada: “No todas las familias son iguales. No todos los niños y niñas tienen
papá y mamá. Yo sí, tengo uno de cada. Pero mi papá tiene una nube“.

Cuando ya tenemos la atención captada y los niños y niñas tienen curiosidad por descubrir que es
lo que ocurre con el papá protagonista de este cuento, podemos comenzar con la narración a la vez
que vamos mostrando las imágenes que acompañan al texto.

En la primera parte del cuento recurrimos a una metáfora que puede resultar complicada para
niños y niñas pequeños, pero que se verá claramente con mayores de 10 años. Las nubes se
forman por acumulación de gotas, igual que nuestros pensamientos se forman por acumulación
de creencias. En función de los valores y creencias que interiorizamos, si no somos capaces de
desarrollar una adecuada gestión emocional, su intensidad puede llegar a desbordarnos.

Al profundizar en la infancia de papá, buscando comprender como se ha formado su nube,


vemos como todas las escenas terminan con una frase recurrente con la que pueden invitar a
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la participación del grupo pidiendo que la repitan en voz alta... “porque hay que obedecer a los
mayores“.

Aquí encontramos los dos primeros mensajes que queremos transmitir:

⦁ El machismo limita el sano desarrollo de la personalidad de hombres y mujeres. Pero a los


hombres, especialmente, les despoja de recursos para la gestión emocional, reduciendo
su expresión a la única emoción validada socialmente: la rabia.
⦁ No siempre hay que obedecer a los mayores, las personas adultas también se equivocan.

Continuamos con la narración, destacando que todo niño o niña llega al mundo por un acto de
amor, es importante que sientan que por muy mal que se pongan las cosas después, ellos fueron
hijos deseados y amados desde antes de nacer.

Nos adentramos entonces en la metáfora de la nube, donde abordamos a través de imágenes


simbólicas el ciclo de la violencia de género: aumento de la tensión, explosión y luna de miel; con
las correspondientes reacciones protectoras por parte de la madre y las emociones asociadas a la
situación (confusión, miedo, esperanza de que no vuelva a ocurrir).

Esta sería la parte del cuento con mayor valor terapéutico, por lo que dejaremos para un análisis
posterior lo que significan “las tormentas de papá“. Sin embargo, aunque continuemos con la
lectura, debemos observar si nos llama la atención la reacción emocional de alguno de nuestros
oyentes.

El cierre del cuento destaca dos ideas fundamentales: por un lado, resituar la responsabilidad
en quien ejerce la violencia y no en quienes la sufren, y por otro lado, destacar las estrategias de
afrontamiento de la madre empoderando la decisión de romper la relación (por muy dolorosa que
esta ruptura pueda llegar a ser) para poder buscar un lugar seguro, primando la protección de si
misma y de su hijo.

En esta búsqueda de lugar seguro se destaca la importancia del apoyo mutuo, transmitiendo el
mensaje de que existen otras personas adultas (familiares, amistades, profesionales) con las que
poder tener una experiencia relacional de buen trato.
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Este “final feliz“ puede generar emociones controvertidas, ya que la fidelidad al sistema familiar
hará que para muchos niños y niñas, el final feliz esperado sea el final de la violencia sin que se
rompa su unidad familiar. Es legítimo que lo deseen, pero la realidad nos dice que la violencia
siempre vuelve, aunque pasen periodos de luna de miel, y este es un mensaje difícil de comprender
en la infancia.

Los niños y niñas también se enfadan, y a veces se portan mal, gritan, insultan o dan patadas.
Tendremos que explicarles que mamá y papá son las personas responsables de su educación, de
enseñarles a ser cada día mejores personas para que sepan controlar sus enfados y se conviertan
en personas adultas respetuosas, sin miedo a que estas conductas puedan suponer un abandono.

Hay que trasmitirles el mensaje de que “papá tiene que aprender a gestionar de forma sana sus
emociones para no hacer daño a los demás”, porque papá es perfectamente consciente de las
consecuencias que tiene su comportamiento. Por tanto, es él quien tiene que cambiar y pedir ayuda
a profesionales para “desaprender su propia nube” situando de esta manera la responsabilidad de
los actos en la personas que ejerce la violencia.

Como señala Olga Barroso, tenemos que dejar de emplear el argumento de que “papá está enfermo
y no sabe lo que hace” porque sus hijos e hijas van a sentirse culpables si no le ayudan a curarse, y
van a pensar que su madre es mala si abandona la relación.

Una vez leido el cuento y reposadas las emociones que provoca, podemos plantear la realización
de diferentes actividades para profundizar en su contenido. A continuación se muestran algunas
ideas que pueden servirnos tanto para desarrollarlas en contexto educativo como terapéutico.

Si no se dispone de tiempo para profundizar con actividades, es imprescindible cerrar la lectura


recogiendo las impresiones y sensaciones que ha dejado en sus oyentes. Todas las preguntas que
conecten con la reflexión son bienvenidas, ayudando a que cada niño y cada niña saque sus propias
conclusiones, pero guiando la moraleja hacia la importancia del buen trato en todas las relaciones,
incluidas las relaciones familiares.

Un final fantástico y sencillo, si se dispone de poco tiempo, es realizar un dibujo. Recurriendo al


lenguaje icónico y a la expresión plástica podrán representar las emociones que hayan surgido
mientras ese desahogo les ayuda a relajarse.
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30
8. ACTIVIDADES
a) Tarjetas para la identificación emocional.

Aprender a reconocer las emociones propias y ajenas, saber etiquetarlas adecuadamente,


legitimarlas y poder regularlas para expresarlas de forma apropiada es uno de los objetivos que
debemos perseguir para contribuir al desarrollo de la inteligencia emocional.

La inteligencia emocional fue descrita por Peter Salovey y John Meyer (1990) como “la habilidad
para controlar los sentimientos y las emociones de uno mismo y de los demás, discriminar entre
ellas y usar esta información para guiar las acciones y el pensamiento” y esto está muy relacionado
con la prevención de la violencia de género, mejorando nuestra competencia social y nuestras
relaciones interpersonales.

Cuando hablamos de “regulación emocional” hacemos referencia a la adquisición paulatina de una


sensación de control en la experiencia emocional. Las emociones siempre hay que reconocerlas,
aunque no siempre hay que convertirlas en actos. Estaríamos hablando de la “expresión emocional”,
y esto es importante explicarlo, porque no consiste en que los niños y niñas no se enfaden, sino que
expresen su enfado de una manera segura y ajustada, sin que la emoción les desborde intensamente
y sin que hagan daño a los demás. Esta es la moraleja que intentamos transmitir con la frase final
del cuento “Todos los padres se enfadan, pero no todos provocan tormentas“.

Por tanto, antes de llegar a regular adecuadamente las emociones, tenemos que aprender a
identificarlas y a legitimarlas como sanas y adecuadas, ya que todas ellas nos informan de algo
importante, y no queremos caer en la represión de las mismas.

En el anexo I puedes encontrar las “tarjetas para la identificación emocional“ elaboradas


siguiendo la metáfora de la nube. Hemos dejado las 4 emociones básicas: alegría, tristeza, miedo y
rabia; pero en función de la edad de los niños y niñas, estas emociones podrían ampliarse a partir
de todas las emociones que identifiquen en el cuento de forma espontánea.

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La actividad propuesta consiste en mostrarles las tarjetas de una en una y preguntarles ¿qué
emoción veis aquí? Y una vez identificada, pasar a pedirles que escriban o dibujen todas las
situaciones que les hacen sentir así.

Al terminar, podemos poner en común las situaciones que nos hacen sentir tristes, asustados,
enfadados y alegres. Al facilitar que el grupo pueda compartir sus vivencias estamos fomentando
que se desarrolle la empatía y les ayudamos a descubrir que todas las personas podemos sentirnos
de diferentes maneras.

Esta actividad contribuye además a que los niños puedan deshacerse del estereotipo que les exige
que nunca pueden tener miedo y que si están tristes no pueden llorar. Si alguno de ellos nos da
esta respuesta, insistiremos en lo sano que es tener miedo ya que nuestro cuerpo viene preparado
desde que nacemos para enviarnos esa señal interna. El miedo es la alarma que nos ayuda a
protegernos y evitar situaciones de peligro.

Entre las respuestas que niños y niñas darán en torno al miedo, encontraremos situaciones donde
el peligro real no existe (ej. dormir solo, la oscuridad) pero su mente lo identifica como tal. En
estos casos, legitimamos el miedo, y les explicamos que lo que provoca el miedo es una situación
imaginada, que es normal sentirse así, y les preguntamos ¿realmente ocurren cosas peligrosas por
la noche en casa? Normalmente nos dirán que no, y les podremos explicar que a veces nuestra
imaginación nos engaña y la manera de superar ese miedo es enfrentándonos al mismo con
nuestros propios argumentos que nos ayuden a ganar seguridad.

Con respecto a la tristeza, y al estereotipo que les dice a los niños que no pueden llorar, vemos
como las personas en general gestionamos mal la tristeza ajena, y pretendemos que la emoción
desaparezca cuando decimos “no llores“, lo que limita su expresión emocional. Llorar es sano y
además nos ayuda a desahogarnos y a relajarnos.

En cuanto a la rabia, emoción que nos lleva a protegernos a través de la acción, será importante
no minimizar los motivos que llevan a los niños y niñas a enfadarse, puesto que lo único que
conseguimos es que se sientan incomprendidos. En la misma línea, tenemos que transmitir que
“es normal sentirse así“ y nos centraremos en sus conductas, en como expresan su enfado y lo que
podrían hacer para superarlo.

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La alegría es un motor que nos empuja a la acción, es una emoción de apertura que nos vincula
con los demás y nos lleva a explorar aquello que nos gusta. Para terminar la sesión con un sabor
de boca positivo, recomendamos dejar la alegría para el final, y disfrutar compartiendo todas las
situaciones que nos hacen felices.

Esta actividad es muy sencilla, y a la vez una estrategia estupenda para ir entrenándonos en la
identificación emocional, por lo que es recomendable recurrir a ella de vez en cuando, en clase
o en casa antes de dormir, donde las personas adultas hablemos también de como nos hacen
sentir diferentes situaciones y legitimemos con nuestro ejemplo la capacidad de sentir todas
ellas. Reconocer que las emociones a veces nos dominan y actuamos de forma inapropiada, es
una oportunidad de oro para convertirnos en modelos de gestión emocional. Para ello debemos
entrenarnos en pedir perdón y esforzarnos para que no vuelva a pasar.

Los niños y niñas no necesitan adultos perfectos, necesitan adultos conscientes.

b) Personas que me hacen sentir: Red afectiva.


Profundizar en el conocimiento emocional, nos ayuda a ir desarrollando “mentalización”
entendida como “la capacidad de comprender el comportamiento propio y ajeno en términos de
estados mentales” (Fonagy, 2002).

Esta sería una segunda sesión donde continuamos trabajando el desarrollo de la inteligencia
emocional, pero esta vez identificando a las personas que nos hacen sentir de diferentes maneras.

Si queremos contextualizarlo en torno al cuento de “Papá y su nube“ podemos comenzar


preguntando ¿Cómo se sentía el niño del cuento cuando su papá provocaba esas tormentas? ¿Cómo
se sentía su papá?.

Posteriormente, podemos emplear la ficha de actividad del anexo II, donde pueden dibujar en
cada recuadro una persona de su entorno que les hace sentir alegre, triste, asustado o enfadado.

Posteriormente les podemos preguntar ¿y como crees que se siente esa persona? Llevándoles a
mentalizar y pidiéndoles que escriban esa emoción.
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En este caso, al ser una actividad que profundiza más en las relaciones afectivas y tiene mayor
grado de intimidad, no pondremos en común sus respuestas, pero si iremos acercándonos uno a
uno (si lo hacemos en clase) para preguntarles con curiosidad por las personas que han dibujado
y los motivos por los que los han elegido.

No hay respuestas buenas o malas, todas las opciones son válidas puesto que parten de las
experiencias personales de cada una o cada uno.

Si en la verbalización identificamos conductas negligentes o maltratantes por parte de alguna


persona del entorno del menor, debemos profundizar en ello a nivel familiar y/o seguir los
protocolos de derivación a Equipos Especializados si estamos ante casos más graves.

c) La nube en mi cabeza: autoconcepto y autoestima.


El autoconcepto es la imagen que tenemos sobre nosotros mismos y la autoestima es la valoración
subjetiva que hacemos de esa imagen. En la infancia, el autoconcepto se desarrolla a partir de la
imagen que los demás te devuelven de ti mismo y de las experiencias vividas.

Como señalamos en el marco teórico, crecer en un contexto familiar marcado por la violencia hace
que niños y niñas desarrollen creencias negativas sobre si mismos, sobre las personas y sobre el
mundo en general, por lo que será fundamental conocer que piensan de sí mismos, como se ven y
como se valoran, para reforzar sus cualidades y ayudarles a afrontar sus dificultades.

Siguiendo la ficha del Anexo III en la actividad propuesta para profundizar en la imagen que niños
y niñas tienen sobre sí mismos, les pedimos que se dibujen a sí mismos y escriban dentro de la
nube aquellas características de personalidad que les definen: ¿Cómo crees que eres?

Una vez que han terminado, les pedimos que escriban alrededor de la nube, con otro color, como
les han dicho que son, que han escuchado a sus familias, profesorado, amistades.... ¿Cómo te dicen
que eres? Llevándoles a la conclusión de que construimos nuestro autoconcepto a partir de lo que
nos han dicho que somos ¿Hay coincidencias?.

La actividad terminaría pidiéndoles que tachen con una cruz aquellas características que no
quieren tener en el futuro, analizando después que podemos hacer para conseguirlo.
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Tenemos que tener cuidado de no culpabilizar a los niños y niñas como merecedores de esos
mensajes y por tanto responsables de su eliminación. En algunos casos, intentar desprendernos
de ellos supone no creer en su veracidad, contrarestando esas creencias negativas y poniendo
mayor peso en todos los valores positivos que todas las personas tenemos; y otras veces pasará
por adoptar un cambio de conducta para el cual necesitarán nuestro apoyo.

d) ¿Qué sucede después? Construyendo narrativas.


Las historias son una manera de expresar, de comunicar, de traducir y de encontrar significado a
lo que ocurre. Son el vehículo necesario para entendernos a nosotros y nosotras mismas, entender
a los otros y al mundo que nos rodea.

Giani Rodari, en su libro “Gramática de la fantasía” nos ofrece un buen repertorio de técnicas de
creatividad para jugar con los cuentos. Como por ejemplo, ¿Qué sucede después? Donde se les
pide a los niños y niñas que continúen el cuento a partir del final o a partir de un punto concreto
de la narración.

En el caso de “Papá y su nube” esta técnica nos puede ayudar a reconstruir la historia a partir de
diferentes estrategias de afrontamiento, donde niños y niñas puedan redactar otros finales llenos
de recursos mágicos que nos dejarán ver sus deseos más profundos.

Es importante señalar que todos los finales son legítimos, sean de perdón o de venganza, y nunca
cuestionamos los mismos, puesto que lo único que conseguiremos será generar culpa en el propio
niño o niña. También debemos tener cuidado al interpretar los relatos. Una historia de venganza
nos demuestra que existe rabia, pero no debemos tomar la narración de forma literal.

Podemos observar, si se realiza la actividad en grupo, si de forma generalizada tiene interiorizados


estereotipos de género que llevarían a reproducir historias de perdón y cuidado en las niñas, e
historias de violencia y venganza en los niños. Si esto es así, no se lo decimos, pero tomamos nota
y trabajaremos en posteriores sesiones la igualdad de género.

La fantasía nos permite resolver en imaginación situaciones que no podemos resolver en la vida
real, y no debemos olvidar que, en violencia de género, los niños y niñas no pueden poner fin a la
violencia ni salir de la situación por sí mismos.
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9. RECURSOS PARA VÍCTIMAS DE
VIOLENCIA DE GÉNERO.
Si detectas una situación de violencia de género en tu centro escolar, el primer paso sería informarte
de si existe protocolo de derivación específico a nivel de Educación en tu Comunidad Autónoma.
Si es así, estará enmarcado en el Plan de Igualdad de tu centro educativo y solo debes seguir las
indicaciones que vengan detalladas en el mismo. Por ejemplo, este es el protocolo de violencia de
género en los centros educativos de Canarias.

Si en tu Comunidad no existe este protocolo, lo recomendable es que busques el contacto del Centro
de Atención Especializada para Víctimas de Violencia de Género de tu municipio y contactes con las
profesionales que lo gestionan para informarte de los recursos que pueden ofrecer a las víctimas,
con la intención de estar informada para poder trasladarle toda la información a la madre en una
próxima entrevista.

El momento de la entrevista puede provocarnos incertidumbre, miedo a equivocarnos o sentir


que se excede a nuestras competencias. Es normal sentirnos así, pero lo que nos mueve es nuestro
deber de proteger a la infancia. Una vez que afrontemos la situación, es importante ser cercanas y
mostrarnos comprensivas. El objetivo no es solo informar a esta madre de lo que hemos detectado
en clase, sino obtener más información de lo que puede estar ocurriendo en casa, observar su actitud
y escuchar sus argumentos. Independientemente del posicionamiento que nos encontremos,
debemos ofrecerle nuestra ayuda para salir de esa situación, sin juzgarla.

El Ministerio de Igualdad, por medio de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género,
presta el Servicio telefónico de información, de asesoramiento jurídico y de atención psicosocial
inmediata por personal especializado a todas las formas de violencia contra las mujeres.

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⦁ Es un servicio de atención 24 horas los 365 días del año, gratuito y confidencial.

⦁ Ofrece atención en 53 idiomas.

⦁ Accesible para personas con discapacidad auditiva y/o del habla y baja visión.

⦁ Derivación de llamadas de emergencia al 112.

⦁ Coordinación con servicios similares de las Comunidades Autónomas.

⦁ Derivación de llamadas realizadas por menores de edad al Teléfono ANAR de Ayuda a


Niños y Adolescentes: 900202010

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ANEXO I: Tarjetas para la identificación emocional.

39
ANEXO II: Ficha “personas que me hacen sentir“

40
Anexo III: Ficha “la nube en mi cabeza“

41
10. BIBLIOGRAFÍA
⦁ AGUILAR REDORTA, D. (2009) “La infancia víctima de violencia de género” III Congreso del
Observatorio contra la violencia doméstica y de género.

⦁ ALGORA SÁNCHEZ, C; NUEZ RUIZ, P.; RODRÍGUEZ MARTÍN, N. (2020) Protocolo de Violencia
de Género en los centros educativos. Detección, actuación e intervención. Dirección General de
Ordenación, Innovación y Calidad Consejería de Educación, Universidades, Cultura y Deportes
de Canarias.

⦁ AYLLON ALONSO, E; ORJUELA LÓPEZ, L.; ROMÁN GONZÁLEZ, Y (2011). En la violencia de


género no hay una sola víctima. Save the Children.

⦁ AZNÁREZ URBIETA, B. (2020) Psicoterapia breve con niños y adolescentes. Madrid: Editorial
Sentir.

⦁ BARROSO, O; GUERRERO, R. (2020) Vinculación y autonomía a través de los cuentos. Madrid:


Editorial Sentir.

⦁ BARUDY, J; DANTAGNAN, M (2005) Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y


resiliencia. Editorial Gedisa.

⦁ CZALBOWSKI, S. (2015) Detrás de la pared. Madrid: DDB.

⦁ DÍAZ- AGUADO JALÓN, M.J (2020) Menores y violencia de género. Delegación del Gobierno
contra la violencia de género.

⦁ FERNÁNDEZ CORTÉS, I; ZAMORA, L. (2020) La casa del mar en calma. Madrid: El Hilo Ediciones.
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⦁ FERNÁNDEZ CORTÉS, I.; ESCOBAR, Z. (2021) Papá y su nube. Madrid: El Hilo Ediciones.

⦁ HORNO GOICOECHEA, P. (2006) Atención a los niños y niñas víctimas de la violencia de género:
Análisis de la atención a los hijos e hijas de mujeres víctimas de violencia de género en el
sistema de protección a la mujer. Save the Children.

⦁ HORNO GOICOECHEA, P. (2009). Amor y violencia. La dimensión afectiva del maltrato. Madrid:
DDB.

⦁ Macroencuesta de violencia contra la mujer (2019) Delegación del Gobierno contra la violencia
de género.

⦁ ORJUELA LÓPEZ, L.; HORNO GOICOECHEA, P. (2008). Manual de atención a niños y niñas
víctimas de violencia de género en el ámbito familiar. Save the Children.

⦁ YANES BETHENCOURT, Z. (2020) Te acompaño, guía de intervención con menores que sufren
o han sufrido violencia de género. Instituto Canario de Igualdad.

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Itziar Fernández Cortés

Psicóloga clínica, habilitada como psicóloga general sanitaria y acredita-


da como psicóloga experta en psicología de la intervención social por el
Consejo General de Colegios Oficiales de Psicología.

Con formación especializada en intervención psicológica con niños,


niñas y adolescentes víctimas de violencia de género, psicoterapia breve
infantojuvenil, clínica e intervención en trauma.

Con amplia experiencia como psicoterapeuta con niños, niñas y ado-


lescentes en diferentes recursos de atención a Víctimas de Violencia de
Género y como docente.

Autora de diferentes libros ilustrados: “Caminares” (2019) “La casa del


mar en calma” (2020) y “Mi casa es un castillo” (2021) todos ellos con El
Hilo Ediciones.

Zaida Escobar

Licenciada en Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid y Téc-


nica Superior de Ilustración en la Escuela de Arte 10.

Ha realizado numerosas exposiciones tanto colectivas como individuales es-


pecialmente en Madrid y Barcelona. Ganadora y finalista de diversos premios
como el de Arte Intruso o el Certamen de Jóvenes creadores de Madrid.

Artista plástica que abarca diferentes campos como la ilustración, la pintura


mural o el Live painting, su obra gira alrededor de lo humano, lo visceral y lo
carnal, mostrando siempre lo más crudo de la condición humana y reflexio-
nando sobre la apariencia externa de nuestros sentimientos, nuestras pacio-
nes y nuestros instintos, sobre como nos vemos y cómo somos vistos.

Autora de diferentes libros ilustrados como: “Desde las entrañas” (2017) con
la editorial Baile del Sol “Caminares” (2019) con la editorial El Hilo Ediciones
y “Metáforas para la consciencia”(2020) con Desclée de Brouwer.
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