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El objeto a

El concepto es introducido en la obra de Jacques Lacan en los años sesenta, al profundizar las
postulaciones freudianas de objeto perdido del deseo y de objeto de la pulsión.
En una cierta consonancia con el objeto transicional de Winnicott, Lacan inventa esta
formulación lógica algebraica para definir lo irrepresentable para el sujeto del cuerpo del que
emerge al asumir el significante.
El concepto va teniendo diversas funciones, según el momento de la teoría en que va
operando. Es resto, es plus de goce, causa de deseo, objeto del fantasma, objeto de
identificación en la melancolía, etcétera.
No es ningún objeto de los que habían sido definidos por el psicoanálisis. Es más bien el
objeto epistemológico que Lacan formula como el operador que le permite elaborar un gran
número de articulaciones teóricas y clínicas, apoyado en el álgebra, la topología y la lógica.

Dentro de la teoría psicoanalítica, por supuesto, la fuente principal es la definición de


Freud acerca del objeto perdido del deseo, considerando la relación de ese objeto con
el objeto contingente de la pulsión.
podemos ir anticipando que el objeto a, es expresado mediante varios nombres, uno de
los cuales es el de "objeto causa del deseo"
El objeto a tiene esta nominación para evitar confusiones con lo que Lacan nominó con
A, el gran Otro, para diferenciarlo del pequeño otro, el semejante. Debemos aclarar que
las letras a y A derivan de la palabra Autre, que en francés es el modo de decir Otro; y
de la misma forma el objeto a es una derivación de esta misma alteridad pero en un
nivel drásticamente diferente.
Con relación a los orígenes extra-analíticos de este objeto tenemos que remitirnos a la
filosofía, tomada por Lacan desde los antiguos griegos, pasando por los filósofos más
significativos de todas las escuelas. Podríamos mencionar desde los griegos presocráticos
y socráticos transitando por Descartes, Spinoza, Kant, Hegel, Nietzsche, Heidegger,
Sartre, Merleau-Ponty, y otros que, en tanto se ocuparon de definir el objeto propio de
lo humano, aportaron diversas perspectivas a este objeto buscado por Lacan.
Seminario 8
Vemos así, aparecer el agalma griego, como antecedente de lo que luego se revelará
tras ese brillo como el objeto a. Del mismo modo lo vemos ligado al develamiento de la
Cosa (das Ding) freudiana y sus vinculaciones con la Cosa en Kant, Hegel, Nietzsche, y
Heidegger. Si bien la fundamentación y la comparación del objeto a con estos otros
objetos es crucial para comprender lo que denominamos genealogía del concepto, es
importante destacar que Lacan inventa un objeto distinto a todos estos, diferenciando lo
que es la aspiración del filósofo de la del psicoanalista.
Seminario 13
Si seguimos el primer párrafo sobre objeto del psicoanálisis, el objeto a es el objeto del
psicoanálisis; y es a partir de ahí que surge un sujeto, pero como irán notando, es tal su
singularidad que se torna difícil definirlo, ya que se trata de un objeto que por
nominación se hace presente, pero es y seguirá siendo un objeto ausente, una falta.
Seminario 4 sobre las relaciones de objeto
Lacan presenta las operaciones que configuran la castración como aquellas mediante las
cuales se define el estatuto del sujeto frente a los objetos, regidos por un valor dado por
la significación fálica. Ahí articula la frustración, la privación y la castración que
ubicarán a un sujeto en cierta posición sexuada y así se puede definir cuál es el objeto
elegido o creado por ese sujeto. La dialéctica sujeto-objeto se conserva aún en términos
"complementarios", pero queda claro que el objeto en cuestión es el objeto perdido
freudiano. Se "crea" una sustitución por vía de operaciones metafóricas que hacen que
algún elemento se objetivice.
El falo, en su dimensión imaginaria, va a ocupar con su brillo agalmático el lugar de esa
ausencia. Precisamente el falo, en su dimensión simbólica como uno de los Nombres-del-
Padre, resolverá la falta de significación posible de la diferencia de los sexos, por lo
tanto, no hay complementariedad lógica posible entre el hombre y la mujer. Para Freud,
el hombre queda sujeto de un modo angustiado a su atribución fálica, que no es
sinónimo de posesión del pene, y la mujer queda envidiando esa atribución.
Seminario 6 sobre el deseo y su interpretación
El deseo sólo existe como hecho interpretativo, nuevamente se enfatiza su ausencia,
sólo alcanzada por la palabra que, nominando interpretativamente, muestra lo deseado.
El valor fálico rige en el campo neurótico del Edipo mediante toda la organización
deseante.
a partir de la aparición, en seminarios posteriores, del concepto de goce y más
drásticamente cuando termina por definirse el núcleo de cualquier sujeto como
irrepresentable, sin posibilidades de ser simbolizado ni imaginado, se configura una
nueva concepción, donde lo que se destaca es la no-relación posible con un objeto en
cuanto a su capacidad de ser el adecuado.
Seminario 10 sobre la angustia
Lacan termina de formalizar el objeto a planteándolo como un resto que cae de la
operación de constitución del sujeto, es decir que el sujeto pasa a existir
simbólicamente. Pero hay algo que no termina de poder ser incluido en la simbolización
y, como venimos considerando, tampoco es imaginable, por tanto, es un Real residual
presentado como un resto algebraico, producto de la operación de constitución del
sujeto en el campo del Otro del significante.

El objeto a cae como resto de una operación de simplificación donde hay


algo que "sobra". Resto es otro de los nombres o funciones del objeto a. Lo que "cae",
categorizado como los objetos parciales oral o anal, a los que Lacan agrega la mirada y
la voz. No son parciales en sí, sino que representan parcialmente al objeto. Se
desprenden del cuerpo a partir de los orificios "naturales" que operan como borde para
dar paso a estos restos: la boca, el ano, los ojos, los oídos. Y los denomina como
especies del objeto a. Los esfínteres oral, anal, palpebral o auditivo, cercenan un trozo
de perceptum que cae en algún lugar que se rastreará como destinos del objeto a, tal
como Freud propone interrogar los destinos de pulsión.
Cuando este objeto se presentifica, suscita angustia. Ésta es una hipótesis teórico-clínica
muy importante: la angustia no es sin objeto, es con la presencia del objeto a.

El título de un trabajo sobre la angustia metaforiza esta propuesta "La angustia, rostro imaginario
de lo Real"; si bien la angustia es vivida como afecto yoico, su aparición denuncia la cercanía del
objeto.

Otras implicancias teórico-clínicas despejadas en el mismo Seminario son los resultados


del accionar como salida de la angustia por la presencia del objeto. Las alternativas para
el sujeto son: la formación de síntoma, el acting-out o el pasaje al acto. Si la posición
del sujeto está más alejada, se despliegan los otros afectos yoicos y afectaciones del
sujeto.
Se intenta atravesar el "lecho de roca" de la castración de "Análisis terminable o
interminable", para acceder a un determinismo que logre mayor acercamiento a la
causa. El deseo pasa a ser consecuencia y el objeto a causa es el ordenador ético de
cualquier búsqueda.
En ese momento, Lacan inventa la palabra "separtición", esta esquicia del sujeto que es su
condena y su fecundidad.
El sujeto se constituye en una doble operación que queda claramente dilucidada en El Seminario
11 sobre los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Una primera operación es la
alienación en el universo significante, y la segunda es la separación del objeto a.
Esto está formulado como un velo lógico, una disyuntiva que siempre perdura y hace al
sujeto dividido por su adscripción a lo simbólico y su pertenencia a un cuerpo del que no
se puede deshacer.
Estas operaciones tienen un ordenador teórico que es el Nombre-del-Padre, pluralizado
más tarde como los Nombres-del-Padre, en los tres registros que deben garantizar, en su
intrincación, que haya subjetividad y un lugar para ese residuo de goce corporal.
Otro de los nombres del objeto a es el de "plus de goce". Esa dimensión de goce que ni se perdió,
ni se puede dejar avanzar por ser, desde una categorización freudiana, "incestuosa".
La no reintroyección del producto como mandamiento de la no efectivización del incesto, es una
versión dramática del mito de humanización que es el Edipo, pero que en esencia obliga a la
renuncia y a perder viejas aspiraciones narcisistas de reunificación gozosa.
En la psicosis no se acepta esa renuncia, lo cual lleva a un aforismo de Lacan: "El psicótico lleva
el objeto a en el bolsillo". Es como decir que alguien lleva consigo materialmente el pecho
materno, pero no aquel objeto simbólico que cada uno llevará en algún rincón de su alma, sino
que lo lleva materialmente. Notarán el carácter imposible de este accionar, sin embargo, en el
delirio hay lugar para esa descripción, por tanto el estatuto de objeto perdido, o bajo represión,
queda cuestionado en la psicosis.
Es importante aclarar que en los desarrollos clásicos de Freud vinculados a las propuestas de
Abraham, y luego continuadas por las teorizaciones de la escuela inglesa, se ubica lo fálico como
objeto pregenital y se concibe para algunos una posibilidad de integración de todas las
tendencias parciales en una totalidad que configuraría lo genital.
Para Lacan, lo fálico no tiene un objeto a, se sustentaría en la adscripción significante y lo que
"subyace" a lo fálico son los objetos a, ya mencionados.
La hipótesis de totalidad como aspiración unificante narcisística imaginaria es muy cuestionada y
la genitalidad se plantea como imposible; en la teoría, esto culmina con el aforismo "la relación
sexual no existe".
Sin embargo, Lacan reconoce haberse inspirado en el objeto transicional de Winnicott para
desarrollar la hipótesis de este objeto, que no es simbólico ni imaginario, por lo menos en todos
sus "atributos", sino real. No obstante, veremos que esto tiene sus complejidades, ya que en
ciertos desarrollos el objeto en cuestión no pertenece a ningún registro en particular, sino que es
el resultado del anudamiento de los tres registros que crea un lugar para que él "habite".
El objeto winnicottiano se ubica de un modo muy singular en un espacio transicional como
desprendimiento materno. El estatuto que de todos modos alcanza el objeto lacaniano deja al de
Winnicott en una disposición intermedia, como objeto imaginario atípico, o como objeto
metonímico (la parte por el todo), al modo de fetiche. En Lacan, pretende alcanzar una
inscripción en lo Real.
La aspiración más denotada en la última parte de la obra de Lacan es alcanzar y formalizar lo
Real. El registro más alejado de los desarrollos más frecuentes, que se lee entre líneas en la
noción de pulsión de muerte y repetición de Freud, y se toca tangencialmente en las ideas de
Klein o en este aporte de Winnicott.
Es característico en el pensamiento de Lacan que aquello esbozado a medias tintas, en otras
teorías termina radicalmente por ser, o bien definido como desechable, o llevado a un nuevo
estatuto pleno y determinante. Lo insinuado se hace causa o se lo desecha por espejismo.
Con relación al yo, en un discurso en la Escuela Freudiana de París, Lacan dice:

"Así funciona el i(a) con el que se imaginan el Yo y su narcisismo al hacer de hábito a ese
objeto a que hace la miseria del sujeto. Esto porque el a causa del deseo, por estar a merced del
Otro, angustia pues en ocasiones se disfraza contrafóbicamente con la autonomía del Yo, como
hace el cangrejo con cualquier caparazón".3

Así entramos en un capítulo importante: la relación del objeto a con el amor. Para comprender
esto hay que tener en cuenta que este objeto, íntimamente vinculado a la noción de ello, está
involucrado en la configuración misma del narcisismo, por tanto es el punto central de todo
movimiento pasional.
Aunque se haya despejado al yo (moi) como entidad imaginaria, es importante destacar que tanto
el yo (moi) como el objeto a y el ideal del yo, forman un trípode de funcionamiento amoroso-
pasional. Por eso se afirma que el amor es con deseo y con el objeto a implícito como causa del
deseo.
En el Seminario 11, Lacan dice:

"Pero lo presento de una forma más sincopada, señalando que el analizado dice en suma a su
interlocutor, al analista: Yo te amo, pero porque inexplicablemente amo en ti algo más que a ti -
el objeto a minúscula-, yo te mutilo."

Queda claro que este objeto es el organizador del amor y podemos considerar que es el soporte
mismo de la transferencia analítica. Detrás del brillo idealizado agalmático y del Sujeto supuesto
Saber, está la dimensión Real de la transferencia.
En el Seminario 17 sobre el revés del psicoanálisis, aparecen los cuatro Discursos que implican la
propuesta que termina por establecer Lacan como diferencia con el estructuralismo. Éstos están
configurados por cuatro términos, entre los cuales se encuentra el objeto a.
LOS CUATRO DISCURSOS

En el Seminario 20, donde vuelven a aparecer los Discursos, se agrega una hipótesis clínica que
fundamentará el acto analítico, ya basado en el objeto a. La hipótesis es que existe la posibilidad
de que el objeto a adquiera un semblante. Eso hará que el dispositivo del análisis logre un nuevo
sentido. Las variaciones de búsqueda que habían sido recorridas a lo largo de los años contaron
siempre con una misma orientación ética. El propósito fundamental era alcanzar una mayor
profundidad teórica y una mayor eficacia clínica, sin claudicar en los fundamentos del
psicoanálisis. Esta intención se encuentra frente a un nuevo desafío: que el analista logre hacer
fulgurar lo opaco, que haga aparecer lo oculto, pero en su máxima radicalidad lindera con lo
intolerable para el sujeto. Esto acelera el paso de una clínica que cuenta con el significante, pero
se lanza a un más allá de cualquier decir o mostrar del orden de lo dialogal.
La propuesta es netamente rupturista: que se active o se alcance este Discurso que lleva como
agente al analista, haciendo éste semblante de objeto a. Es una clínica que acepta el
malentendido para que se revele la causa que se considera encubridora de la verdad, que pasa a
estar ligada a lo Real, a ese objeto a, o a esos objetos que hacen del sujeto una consecuencia,
una respuesta.
Sin subjetividad no hay logro analítico, esto va a dar paso a las ideas de atravesamiento del
fantasma para alcanzar ese objeto, o de la vacilación del fantasma como facilitadora de dar
oportunidad al sujeto de reposicionarse. Es una clínica de riesgo, el acto analítico pasa a ser de
riesgo y, en caso de fracasar, el discurso se invierte, el analizante queda como analista, y el
analista es interpretado por su fracaso. Pero al mismo tiempo se abre una prerrogativa para
abordar aquellos casos que eran refractarios, y comprender más aquellas entidades que forman la
serie de la llamada clínica de borde, como la anorexia, las adicciones, los actos delictivos,
etcétera.
Digamos de paso que la llamada resistencia queda del lado del analista, ya que es él quien no
logra alcanzar el efecto analítico.
El fantasma se formula como una relación lógica entre el sujeto y el objeto a, donde se
contraponen paradójicamente las operaciones de reunión y separación por medio de un rombo.

FÓRMULA DEL FANTASMA

En este Seminario 20 se despliegan las fórmulas de la sexuación, ahora sí con la inclusión del
protagonismo del objeto a que, como era de esperar, queda del lado de la mujer. No obstante,
para los que no están habituados a las definiciones de Lacan sobre la sexuación, vale la pena
aclarar que hombres y mujeres "optan" dónde ubicarse con relación a lo masculino o lo femenino.
Esto abre todas las ambigüedades que aparecen en la clínica de la neurosis, la perversión y la
psicosis, en cuanto a qué pasa con lo femenino y lo masculino.
Por ejemplo, surge el goce femenino como aquel que no acepta la vigencia de las restricciones de
la significación fálica establecida por la castración; y se presenta en cualquier psicótico, sea
hombre o mujer. Ahí veremos una dificultad de resolver el objeto a, o bien alguna forma
dislocada del mismo al fracasar la represión, dada la forclusión 4 del Nombre-del-Padre en la
psicosis.
Aun en la neurosis podemos observar algún trastorno en la asunción de la sexuación, donde las
identificaciones con uno u otro sexo pretenden sostener una ambigüedad calmante frente a la
dificultad de asumir una posición. Es una falla relativa de la represión, pero falla al fin.
En el Seminario 22 se afronta la cuestión, recurriendo, como en algunos otros momentos a las
matemáticas, esta vez a la topología. Siendo que el asunto es una falta radical, en definitiva es
darle a esa falta un borde que evite que quede como un vacío sin límites. Borde que será ni más
ni menos que conformado por los tres registros que Lacan establece como sus parámetros
metapsicológicos: Imaginario, Simbólico y Real. Estos tres bordes, que se continúan uno al otro
formando el contorno del agujero, son el centro de la figura topológica que es el nudo Borromeo.
R real
S simbólico
I imaginario
a objeto a

NUDO BORROMEO Y MATEMAS

En el Seminario 23 surge la propuesta de que estos anudamientos incluyan suplencias para


resolver el nudo y el sujeto encuentre una solución a lo desanudado que se le presenta como un
goce pendiente. De este modo, el síntoma que lo llevaba a alguna forma de padecimiento podría
ser transformado y hacer de soporte para una identificación que fundaría una subjetividad, ya no
dependiente de la problemática de padecer los reclamos y deudas del Otro, sino que se soporte
en sí mismo.
En esta hipótesis, el objeto a tendrá su lugar, pero no será ninguna forma convencional la que
genera el lugar, sino un invento. Dicho sea de paso, al objeto a Lacan lo llamó su invento.
Resta referirnos al objeto a con relación a la creación y al arte.
Hablando de un escritor japonés llamado Tanizaki, Catherine Millot nos ubica de un modo muy
directo en la función del objeto en la repetición como creación en el arte.

"Ese objeto a que viene a ocupar el lugar del vacío, en tanto este lugar es el del significante de la
castración, no lo hace para oficiar de tapa-agujeros. No se produce ningún completamiento. Más
bien, tanto por su carácter de artificio como por su fugacidad, el objeto a redobla la ausencia de
la que emanó. Si se proyectase sobre él una luz demasiado viva, desaparecería, él que no es más
que el fruto de la sombra: ese objeto inapresable no es sino una pequeña nada. 'Dirán algunos
que la falaz belleza creada por la penumbra no es la belleza auténtica. Sin embargo, nosotros,
los orientales, creamos belleza haciéndola nacer de las sombras en lugares que son insignificantes
en sí mismos'. La sombra, en vez de servirle de velo a ese objeto, es la única que lo hace existir,
con la precaria existencia de un espejismo. Más bien es él el que oficia de velo apropiado para
hacer surgir la dimensión del más allá en que se sustenta el deseo. Así, la sublimación es
reproducción, repetición indefinida del engendramiento del vacío al cual el significante da la
estructura."

Es difícil reseñar en tan pocas palabras un objeto absolutamente novedoso, elaborado a lo largo
de una obra de más de cuarenta años, pero es evidente que cada uno de los momentos
destacados significan un camino a continuar, rasgo que caracteriza el aporte de los grandes
psicoanalistas que nos invitan a continuar la tarea de terminar de construir el psicoanálisis, sin
obturar sus puntos límites.

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4. Término de origen jurídico que Lacan utiliza para referirse al repudio de Freud como
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