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El concepto es introducido en la obra de Jacques Lacan en los años sesenta, al profundizar las
postulaciones freudianas de objeto perdido del deseo y de objeto de la pulsión.
En una cierta consonancia con el objeto transicional de Winnicott, Lacan inventa esta
formulación lógica algebraica para definir lo irrepresentable para el sujeto del cuerpo del que
emerge al asumir el significante.
El concepto va teniendo diversas funciones, según el momento de la teoría en que va
operando. Es resto, es plus de goce, causa de deseo, objeto del fantasma, objeto de
identificación en la melancolía, etcétera.
No es ningún objeto de los que habían sido definidos por el psicoanálisis. Es más bien el
objeto epistemológico que Lacan formula como el operador que le permite elaborar un gran
número de articulaciones teóricas y clínicas, apoyado en el álgebra, la topología y la lógica.
El título de un trabajo sobre la angustia metaforiza esta propuesta "La angustia, rostro imaginario
de lo Real"; si bien la angustia es vivida como afecto yoico, su aparición denuncia la cercanía del
objeto.
"Así funciona el i(a) con el que se imaginan el Yo y su narcisismo al hacer de hábito a ese
objeto a que hace la miseria del sujeto. Esto porque el a causa del deseo, por estar a merced del
Otro, angustia pues en ocasiones se disfraza contrafóbicamente con la autonomía del Yo, como
hace el cangrejo con cualquier caparazón".3
Así entramos en un capítulo importante: la relación del objeto a con el amor. Para comprender
esto hay que tener en cuenta que este objeto, íntimamente vinculado a la noción de ello, está
involucrado en la configuración misma del narcisismo, por tanto es el punto central de todo
movimiento pasional.
Aunque se haya despejado al yo (moi) como entidad imaginaria, es importante destacar que tanto
el yo (moi) como el objeto a y el ideal del yo, forman un trípode de funcionamiento amoroso-
pasional. Por eso se afirma que el amor es con deseo y con el objeto a implícito como causa del
deseo.
En el Seminario 11, Lacan dice:
"Pero lo presento de una forma más sincopada, señalando que el analizado dice en suma a su
interlocutor, al analista: Yo te amo, pero porque inexplicablemente amo en ti algo más que a ti -
el objeto a minúscula-, yo te mutilo."
Queda claro que este objeto es el organizador del amor y podemos considerar que es el soporte
mismo de la transferencia analítica. Detrás del brillo idealizado agalmático y del Sujeto supuesto
Saber, está la dimensión Real de la transferencia.
En el Seminario 17 sobre el revés del psicoanálisis, aparecen los cuatro Discursos que implican la
propuesta que termina por establecer Lacan como diferencia con el estructuralismo. Éstos están
configurados por cuatro términos, entre los cuales se encuentra el objeto a.
LOS CUATRO DISCURSOS
En el Seminario 20, donde vuelven a aparecer los Discursos, se agrega una hipótesis clínica que
fundamentará el acto analítico, ya basado en el objeto a. La hipótesis es que existe la posibilidad
de que el objeto a adquiera un semblante. Eso hará que el dispositivo del análisis logre un nuevo
sentido. Las variaciones de búsqueda que habían sido recorridas a lo largo de los años contaron
siempre con una misma orientación ética. El propósito fundamental era alcanzar una mayor
profundidad teórica y una mayor eficacia clínica, sin claudicar en los fundamentos del
psicoanálisis. Esta intención se encuentra frente a un nuevo desafío: que el analista logre hacer
fulgurar lo opaco, que haga aparecer lo oculto, pero en su máxima radicalidad lindera con lo
intolerable para el sujeto. Esto acelera el paso de una clínica que cuenta con el significante, pero
se lanza a un más allá de cualquier decir o mostrar del orden de lo dialogal.
La propuesta es netamente rupturista: que se active o se alcance este Discurso que lleva como
agente al analista, haciendo éste semblante de objeto a. Es una clínica que acepta el
malentendido para que se revele la causa que se considera encubridora de la verdad, que pasa a
estar ligada a lo Real, a ese objeto a, o a esos objetos que hacen del sujeto una consecuencia,
una respuesta.
Sin subjetividad no hay logro analítico, esto va a dar paso a las ideas de atravesamiento del
fantasma para alcanzar ese objeto, o de la vacilación del fantasma como facilitadora de dar
oportunidad al sujeto de reposicionarse. Es una clínica de riesgo, el acto analítico pasa a ser de
riesgo y, en caso de fracasar, el discurso se invierte, el analizante queda como analista, y el
analista es interpretado por su fracaso. Pero al mismo tiempo se abre una prerrogativa para
abordar aquellos casos que eran refractarios, y comprender más aquellas entidades que forman la
serie de la llamada clínica de borde, como la anorexia, las adicciones, los actos delictivos,
etcétera.
Digamos de paso que la llamada resistencia queda del lado del analista, ya que es él quien no
logra alcanzar el efecto analítico.
El fantasma se formula como una relación lógica entre el sujeto y el objeto a, donde se
contraponen paradójicamente las operaciones de reunión y separación por medio de un rombo.
En este Seminario 20 se despliegan las fórmulas de la sexuación, ahora sí con la inclusión del
protagonismo del objeto a que, como era de esperar, queda del lado de la mujer. No obstante,
para los que no están habituados a las definiciones de Lacan sobre la sexuación, vale la pena
aclarar que hombres y mujeres "optan" dónde ubicarse con relación a lo masculino o lo femenino.
Esto abre todas las ambigüedades que aparecen en la clínica de la neurosis, la perversión y la
psicosis, en cuanto a qué pasa con lo femenino y lo masculino.
Por ejemplo, surge el goce femenino como aquel que no acepta la vigencia de las restricciones de
la significación fálica establecida por la castración; y se presenta en cualquier psicótico, sea
hombre o mujer. Ahí veremos una dificultad de resolver el objeto a, o bien alguna forma
dislocada del mismo al fracasar la represión, dada la forclusión 4 del Nombre-del-Padre en la
psicosis.
Aun en la neurosis podemos observar algún trastorno en la asunción de la sexuación, donde las
identificaciones con uno u otro sexo pretenden sostener una ambigüedad calmante frente a la
dificultad de asumir una posición. Es una falla relativa de la represión, pero falla al fin.
En el Seminario 22 se afronta la cuestión, recurriendo, como en algunos otros momentos a las
matemáticas, esta vez a la topología. Siendo que el asunto es una falta radical, en definitiva es
darle a esa falta un borde que evite que quede como un vacío sin límites. Borde que será ni más
ni menos que conformado por los tres registros que Lacan establece como sus parámetros
metapsicológicos: Imaginario, Simbólico y Real. Estos tres bordes, que se continúan uno al otro
formando el contorno del agujero, son el centro de la figura topológica que es el nudo Borromeo.
R real
S simbólico
I imaginario
a objeto a
"Ese objeto a que viene a ocupar el lugar del vacío, en tanto este lugar es el del significante de la
castración, no lo hace para oficiar de tapa-agujeros. No se produce ningún completamiento. Más
bien, tanto por su carácter de artificio como por su fugacidad, el objeto a redobla la ausencia de
la que emanó. Si se proyectase sobre él una luz demasiado viva, desaparecería, él que no es más
que el fruto de la sombra: ese objeto inapresable no es sino una pequeña nada. 'Dirán algunos
que la falaz belleza creada por la penumbra no es la belleza auténtica. Sin embargo, nosotros,
los orientales, creamos belleza haciéndola nacer de las sombras en lugares que son insignificantes
en sí mismos'. La sombra, en vez de servirle de velo a ese objeto, es la única que lo hace existir,
con la precaria existencia de un espejismo. Más bien es él el que oficia de velo apropiado para
hacer surgir la dimensión del más allá en que se sustenta el deseo. Así, la sublimación es
reproducción, repetición indefinida del engendramiento del vacío al cual el significante da la
estructura."
Es difícil reseñar en tan pocas palabras un objeto absolutamente novedoso, elaborado a lo largo
de una obra de más de cuarenta años, pero es evidente que cada uno de los momentos
destacados significan un camino a continuar, rasgo que caracteriza el aporte de los grandes
psicoanalistas que nos invitan a continuar la tarea de terminar de construir el psicoanálisis, sin
obturar sus puntos límites.
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